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HELLSING
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(...) ¿Los ves? ¿Puedes verles en su mejor esplendor? Sólo son frágiles cordero, almas tan desintegradas que el noventa y nueve por ciento del tiempo no necesitas mover un dedo para tentarles al dolor. Autoflagelación, castigo, odio y recelos corren entre sus venas espirituales. Sólo mírales, siente el aroma de la sumisión desprenderse de sus fauces cada vez que una palabra rezuma. No es el mal, al que ellos llaman, el que actúa, no es un demonio susurrando a sus oídos para que procedan como marionetas a favor de la anarquía acordonada al evangelio. Son solamente ellos y su fe, su propia iglesia celestial vistiéndoles de oveja. Alec Hellsing | IPCA | Detective/Asesino [Cuenta RP Independiente / Sobrenatural.] tag: anotherhellsing
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anotherhellsing · 1 year ago
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𝐅𝐫𝐚𝐠𝐦𝐞𝐧𝐭𝐨𝐬.
Cerró los ojos un instante, buscando de una falsa calma y paz que jamás lograba encontrar en su ser noche tras noche. Bajo la quietud inhaló pesadamente, a sabiendas que esa noche, particularmente, estaba siendo una espina difícil de quitar. Pero la ira se acrecentaba en su pecho sin que nunca aquella llama pudiera quedar atrás. Siempre se dijo que el tiempo curaba las heridas y permitía continuar; que todo pasa, incluso lo peor. Pero dile eso a quien lo pierde todo y se vuelve testigo de la muerte de quienes más amó. No, el tiempo no lo hace mejor. No cuando la historia de tu vida es destruida y las hojas del libro de tu existencia se rompen en manos de un tercero con sonrisas de burla a su favor.
Con un chasquido se masajeó una de sus sienes e insistió en llenar de aire sus pulmones, sentado en aquel viejo sofá con la espalda encorvada y los ojos perdidos en algún punto del suelo sin realmente interesarse por ello. La oscuridad del cuarto servía como manto, y el silencio como su más fiel aliado junto a la botella de cerveza en su diestra. Bebió un trago, quizá dos, y la dejó caer, tal como él recostándose en la base avejentada sintiendo el cristal rodar hasta encontrarse contra la pared. En sus ojos la devastación se cierne, y los recuerdos de aquel ayer donde alguna vez se sintió vivo no tardan en sobrevenir a él. Alec quiere negarse, pero los flashes de su pasado asoman y las sonrisas cálidas, —incluida la infantil que apenas alcanzó a vivir cuatro años—, le vuelven a destruir el alma.
“𝑁𝑜 𝑖𝑚𝑝𝑜𝑟𝑡𝑎 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑎𝑠𝑒 𝑒𝑛 𝑎𝑑𝑒𝑙𝑎𝑛𝑡𝑒, 𝐴𝑙𝑒𝑐. 𝑆𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑎𝑟𝑒𝑚𝑜𝑠 𝑗𝑢𝑛𝑡𝑜𝑠. 𝑁𝑢𝑒𝑠𝑡𝑟𝑎 𝑓𝑎𝑚𝑖𝑙𝑖𝑎 𝑝𝑒𝑟𝑚𝑎𝑛𝑒𝑐𝑒𝑟𝑎́ 𝑢𝑛𝑖𝑑𝑎 𝑒𝑛 𝑐𝑢𝑎𝑙𝑞𝑢𝑖𝑒𝑟 𝑐𝑖𝑟𝑐𝑢𝑛𝑠𝑡𝑎𝑛𝑐𝑖𝑎 𝑦 𝑚𝑎́𝑠 𝑎𝑙𝑙𝑎́ 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑚𝑢𝑒𝑟𝑡𝑒. 𝑁𝑜 𝑖𝑚𝑝𝑜𝑟𝑡𝑎 𝑙𝑎 𝑐𝑟𝑢𝑒𝑙𝑑𝑎𝑑 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑥𝑖𝑠𝑡𝑎 𝑒𝑛 𝑒́𝑠𝑡𝑒 𝑚𝑢𝑛𝑑𝑜, 𝑛𝑖 𝑙𝑎𝑠 𝑣𝑒𝑐𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑑𝑒𝑏𝑎𝑚𝑜𝑠 𝑏𝑢𝑠𝑐𝑎𝑟 𝑢𝑛 𝑛𝑢𝑒𝑣𝑜 𝑟𝑢𝑚𝑏𝑜, 𝑡𝑒𝑛 𝑝𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑞𝑢𝑒 𝑎𝑚𝑏𝑜𝑠 𝑡𝑒 𝑎𝑚𝑎𝑚𝑜𝑠”.
Esa noche, las lágrimas una vez más no estuvieron a su favor, tampoco una necesidad por destruir todo a su paso. No. Sólo fue él, quieto en la longitud del diván con su antebrazo sobre los ojos y su inerte cuerpo pasando una velada más.
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anotherhellsing · 1 year ago
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Sonríe.
Sonríe tanto como puedas y sientas, porque en cuanto menos se espere y más se anhele, recordaras de las lágrimas y las viejas heridas tatuadas en cada fragmento de tu piel. No importa la careta que lleves contigo, ni los cambios pretendiendo dejar un pasado atrás jugando a ser una mejor persona, voy a encontrarte. Y entonces sí, bailaremos bajo la luna tal como deseaste en tiempos pasados, en tanto susurrarás de aquellos canticos de vieja libertad sedienta de mi lejanía. Pero no daré pasos atrás, ni permitiré que mi mano tiemble. Juré destronarte y devolverte cada golpe, pero no por afán de venganza ni odio. Ya no como ese niño aquél. Lo haré porque y sin más, se me antoja y ya. Así que no me guardes rencor, ni clames piedad. Porque ya no hay nada aquí, ni lo habrá.
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anotherhellsing · 1 year ago
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Entre retazos de soledades y malos recuerdos, crecí.
Entre el perfume de tu ausencia y la lejanía de lo que alguna vez fue tu sonrisa, caminé pensando en encontrarte y vernos a la cara. Pero eso nunca sucedió.
Sin embargo, mi cariño y anhelo han demostrado ser eternos, siendo infiel a mis propias creencias. No tengo razones para dejarte atrás, pero tampoco para buscarte. Eres parte de mí incluso en el destierro. Lates y respiras en lo que soy, al igual que tu recuerdo tiene un sitio especial en mi memoria. Sí, suena ilógico, pero no necesito que alguien lo entienda.
Te perdí, es así de simple. Entonces… ¿Por qué me cuesta tanto aceptarlo incluso cuando es algo que sé y no pretendo recobrar?
Continúo aferrándome a esperanzas que no tienen lugar. A momentos donde vuelvo a visitarte y espero por ti durante horas en aquel asiento en ese enorme parque bajo la nieve; ese donde las hojas rozan cuando llega el otoño y bailotean con el susurro primaveral. Sí, ese donde fuimos felices y nada nos ató, donde nadie nos reconoció ni se detuvo a vernos.
“𝑺𝒊𝒆𝒎𝒑𝒓𝒆 𝒔𝒆𝒓𝒆𝒎𝒐𝒔 𝒏𝒐𝒔𝒐𝒕𝒓𝒐𝒔”. Prometiste cada noche, en especial, en aquellas donde el ánimo no solía ser parte de quien soy y te esmerabas por sacarme a flote acunando de mi mentón entre tus dulces manos. “𝑻𝒆 𝒆𝒏𝒄𝒐𝒏𝒕𝒓𝒆́, 𝒚 𝒏𝒐 𝒗𝒐𝒚 𝒂 𝒔𝒐𝒍𝒕𝒂𝒓𝒕𝒆 𝒋𝒂𝒎𝒂́𝒔”. Pero lo hicimos, ambos. De sentimientos y promesas, nos convertimos en los villanos de nuestras propias historias. Nunca sabré quién dañó más al otro, porque no hay escala para mediciones ni dolores qué, hasta hoy, no quiero afrontar.
“𝑨𝒅𝒊𝒐́𝒔”. Me gustaría decirte al fin. Pero los engaños, hacía quien soy, dejaron de agradarme.
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anotherhellsing · 1 year ago
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Despertar a mitad de la noche ya no resultaba extraño, tampoco ser consciente de la causa. Sentarse de golpe sobre la cama, con el sudor frío decorando su rostro y el respirar perturbado escapando de su boca se había vuelto demasiado natural para su gusto. Lo que continuaba siempre era intentar calmarse, recobrar el aliento y repetirse que todo se trataba de una ingrata pesadilla. Pero parte de él sabía que no lo era a totalidad, que muchas de las imágenes angustiantes se habían abierto paso tanto en su infancia como en la adultez. Se había obligado a continuar sin cerrar el ciclo, fingiendo de una nueva vida lejos de tales sucesos, y aunque el día a día pareciera llevadero y normal, cuando la noche se dejaba caer todo lo construido se venía abajo. Afrontar y aceptar no siempre es fácil, vaya que lo sabía.
Como tantas otras veladas de aquellas, dejó su cama para encaminarse a la cocina. Intentar volver a dormir estaba lejos de sus planes, era mejor ir por una taza de café contemplando del amanecer por la ventana más próxima. Esa inmensidad al otro lado del cristal era una de las pocas cosas que le otorgaban paz, siendo otra el aroma de la cafeína colándose por sus fosas nasales. Pero en aquel inicio no fue suficiente. No importó cuantas veces fijó su mirada en el horizonte calmo de aquel paraje, ni cuantas veces inhalara del vahó que ascendía por la taza que sujetaba entre sus manos; las imágenes continuaban latentes en su cabeza como si de un modo u otro estuviesen siendo proyectadas.
—Estás volviéndote loco.
Masculló para sí sin sentido de broma alguna, tomando un trago del brebaje caliente sin demasiadas esperanzas. Volver al viejo hogar no era una opción, tampoco requerir de respuestas. ¿A quién? La única persona que podría haber mitigado sus interrogantes había dejado ese mundo hacia algunos años. Y dudaba que la mujer que aparecía en sus sueños en ocasiones clamando por ayuda, y en otras por alejarle, fuera a responder y calmar todo lo que ahora intentaba apresar.
Odiaba sentir esa muralla emocional, porque era consciente que algo no encajaba, pero la ignorancia de su pasado real estaba lejos de salir a la luz.
La soledad jamás había sido un problema para él, y tampoco lo era allí. Sin embargo, aquel alborear de entre tantos, era el primero en sentirse diferente desde todo ángulo. Había algo en el aire, algo en el sabor del café que ahora descansaba sobre la mesa y Hellsing observaba con cierto desdén. Sin percatarse, los dedos de su diestra se habían tensado abrazándose a la palma de su mano hasta forjar un puño firme, permitiendo que sus nudillos se tornasen blancos. El silencio abrazaba todo el escenario, y quizá en otro instante eso hubiese sido simplemente agradable para un ser tan solitario como él. Pero aquel 𝙣𝙤 𝙨𝙚́ 𝙦𝙪𝙚́, pesaba demasiado para sencillamente ignorar y pretender que nada acontecía. Un suspiro carente de amabilidad surgió de sus labios, siendo acompañado por un arranque suyo al reintegrarse violentamente y con pasos firmes escapar de aquellas cuatro paredes. Necesitaba aire, libertad, el abrazo del exterior donde la inmensidad expandiera sus sentidos y no le hiciera sentir como un león enjaulado. Así fue como las zancadas hacia la puerta fueron frenéticas y fulminantes, sintiendo a su corazón golpetear contra su pecho en los segundos que la palma de su mano se apoderó del pomo de la puerta y Hellsing cruzó el umbral.
—Oye…
Los ojos abiertos de par en par y su cuerpo frenándose en la entrada, se encontraron con James viéndole con una mezcla de duda y preocupación al tiempo que extendió uno de sus brazos entre ambos. El frio sacudió su cuerpo, y Alec dio un paso atrás casi por inercia.
—¿Qué haces despierto tan temprano?
—Lo mismo podría preguntarte yo a ti.
Una mirada seria se compartió entre ellos, mas no hubo respuestas. Hellsing se volvió para regresar a la mesada de la cocina con un enorme y desconocido peso sobre los hombros, sentándose con un desgano absoluto. James, por su parte, se tomó su tiempo para seguirle los pasos y encontrarlo con sus ojos perdidos en el interior de la taza entre sus manos. Aún le costaba reconocer en él ese nuevo aspecto, pasar de la cabellera rubia a esa oscura, de sus rasgos occidentales y ojos azules a ese aire oriental. No era la primera vez que un cambio de ese tipo se daba en Alec en cuanto a su apariencia, pero sí era bastante diferente la sensación que éste desprendía al carecer de sus habilidades.
—No respondiste.
—Tampoco tú.
Confrontación. Así se sentía el ambiente entre ambos en ciertas ocasiones. James trataba de mantener su paciencia a flote, y vaya que a veces efectuaba esfuerzos sobrehumanos. Solía ser alguien de buenos actos, gentil y cercano. Y admitía que, a ese sujeto frente a él, le tenía aprecio y respeto. No obstante, Hellsing sabía alterar su humor e inquietar su propia paz. Desde lo ocurrido y esa nueva vida fingida para salvarle la existencia, parecía que todo se había vuelto mucho peor. Y por más que tratarse de entender de Alec, las ganas por estampar de su cara contra la mesada solían volverse tentativas.
—¿Ya has pensado…?
—¿Cuánto más tendré que estar encerrado aquí?
Lo tajante silenció de James, y se tomó un momento para contemplarlo. Sabía que esa pregunta llegaría, pero hubiese deseado que tardara un poco más.
—Lo consultaré con Rhea.
—¿Desde cuándo debo esperar por lo que ella o tú digan?
No, no le molestó su aire altanero. Ni su tono frívolo que rayaba en lo desconsiderado, más bien; lo hizo ese desagradecimiento hostil. ¿El idiota casi moría y él debía ser su lacayo?
—No lo sé, Alec. —Con un golpe seco sobre la mesada de manera adrede, al igual que su voz autoritaria, dejó la primera lata—. Quizá desde que ella y yo te salvamos de las garras de Luxe y te trajimos aquí. O desde que tuvimos que arriesgar nuestras propias vidas yendo contra la organización por ti.
Un silencio se apoderó de la instancia. Con un Alec obstinado y tensando la quijada mientras volvía sus ojos oscuros al frente, estrangulando de la taza. Hubiese esperado explicaciones, no de un James con tono de sermón y mirada fulminante. Sabía muy bien lo que esos dos habían hecho por él, y que su existencia continuaba allí por el esfuerzo y sacrificio de ambos. Y lo odiaba. Vaya que lo detestaba.
—Deberías…
—Sí.
Sin más, Alec se reincorporó llevando la taza consigo moviéndose con rapidez, arrojó el resto de café frío al lavaplatos y se deshizo de ella en el basurero yéndose directamente a su cuarto con pasos que parecían de plomo. James rodó los ojos y soltó un gruñido cargado de pensamientos homicidas, tanto como para ver una de las latas de conserva en su mano y desear lanzársela directo a la cabeza. Después de todo, noquearlo por algunas horas no le hubiese hecho mal a nadie.
—Bienvenido a casa. —Masculló tomando asiento en uno de los taburetes a su lado mientras extraía de un cigarrillo. La ironía le sentaba bien.
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anotherhellsing · 1 year ago
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𝐅𝐫𝐚𝐠𝐦𝐞𝐧𝐭𝐨𝐬.
Callé.
Lo hice y fingí bienestar emocional, a cambio de normalidades.
Y sufrí.
Una y cientos de veces, tratando de avanzar mientras me convencía de que el siguiente día sería mejor. Y luego el otro, y todos los venideros que nunca encontraron un alba donde resplandecer.
Entonces engañé.
Pero no lo hice por amor propio, ni por el bien general que trata de convencer a mentes necias. Sólo lo permití dejándome llevar porque en aquel momento se sintió lo más viable para un ser que poco y nada conoce de paz.
Luego se acercó el arrepentimiento.
Y heme aquí, tratando de darle razón a mis actos y voz a mis pensamientos cuando aún no termino de entender quién soy, qué busco y qué anhelo.
De igual modo, aquí voy; navegando en aquellas aguas turbulentas donde trato de no caer. Me aferro a los bordes del barco con todas mis fuerzas, consciente que la tormenta no tiene fecha de caducidad, ni yo de fortaleza. Pero me siento más fuerte que mañana, y menos débil que el ayer.
Sin embargo, sé que todo llegará a su fin, y el desenlace traerá consigo a los mismos fantasmas de antes dibujando rostros que noche a noche, musito de sus nombres y puedo sentir aún su sangre entre los dedos arder como en aquel momento. Porque el pasado no conoce del olvido, ni las vidas arrebatadas de perdón. O yo, sencillamente, soy quién no quieres olvidarlos ni avanzar.
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anotherhellsing · 1 year ago
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𝐅𝐫𝐚𝐠𝐦𝐞𝐧𝐭𝐨𝐬. ​
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—Necesitas un café, una vida más armoniosa. Y un lugar decente donde vivir.
—Así está bien.
—¿Llamas a ésto estar bien, Alec? —Dijo al tiempo que daba una mirada alrededor, para nada convencido. —Apenas tienes un sofá y una nevera en tu apartamento.
—Es todo lo que necesito.
Akira se giró sobre su eje consciente del tono rutinario y desganado de su compañero, encarando al perfil del detective con una ceja alzada y las manos en asa mientras sus dedos tamborileaban en la cintura tratando de lidiar con las palabras que insistían en escapar de sus labios. Era evidente que ambos tenían puntos diferentes, y podía vivir con ello la mayor parte de las veces. Pero llamar hogar a un sitio desolado, no tenía lógica. No terminaba de agradarle la frialdad instalada allí, ni lo espacioso. Era tan… 𝘋𝘦𝘱𝘳𝘪𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦. «𝑰𝒏𝒄𝒍𝒖𝒔𝒐 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒕𝒊», pensó exhalando un marcado suspiro por la nariz.
—Como sea. —Decidió que insistir sólo le provocaría jaqueca, y por más que no terminara de gustarle, aquel era un tema ajeno a sus manos. Había perdido la cuenta de las veces que le insistió para que fuera a vivir a su apartamento hasta conseguir algo estable y mejor, siendo en vano en cada una de ellas. —Vine para invitarte. —Casi a la par alzó con rapidez su índice derecho buscando el silencio en el otro, sabiendo de antemano la respuesta que no quería oír. —Y lo sé, ya puedo imaginar que vas a decir. Pero como tu amigo, si es que puedo llamarte así… —Con su índice se rasco nerviosamente la comisura derecha y sus ojos dudaron un segundo. —Quiero que me acompañes porque necesito que compruebes y me ayudes con un caso.
Alec, que permanecía apoyado en el borde de la ventana con la imagen de la ciudad y su atardecer de fondo, desvió sus ojos a él. Ambos mantuvieron la atención en el otro entendiendo mutuamente el trasfondo de ese «𝘤𝘢𝘴𝘰». Cada vez que Akira solicitaba de su ayuda, las presencias infernales y criaturas sobrenaturales tenían su lugar en primera fila. La última vez de aquello, el detective había sido expulsado de un tercer piso por un Fuilcré con enormes cuernos que trató de defenderse y aniquilarlo en el proceso.
—Creí que ese tipo de cosas no eran de tu agrado.
—Nunca lo serán, pero no tengo más opciones. Sólo confió en ti y ellas en mí, es por eso por lo que vine a buscarte. Me gustaría que no te negaras, pero sí esa es tu decisión, entonces yo…
—Ya deja eso, Akira. No tienes que rogarle a nadie, jamás. Mucho menos a mí. —Manifestó sinceramente. Nunca se creyó alguien mejor a otro, ni aceptó que terceros lo hicieran en su presencia.
—¿Entonces sí vendrás conmigo? —El ilusionado rostro del muchacho no escatimó en felicidad. Y en tanto Hellsing retornó su atención a la ventana con la misma seriedad de siempre, una punzada en su pecho se volvió incesante y molesta.
—Me debes una pizza.
—¡Todas las que quieras!
Un gruñido bajo manó de sus labios al sentir los brazos de Akira rodearlo por la espalda efusivamente, pero no hizo amagos por alejarle ni reprenderle. Aunque tampoco en ser respondido. Pese a nunca acostumbrarse a actos como esos, ni ser de su agrado la cercanía de otros, aquel muchacho tenía un corazón puro y bondadoso que lograba transmitirle paz. La misma que encontró en su hermano John el día que llegó a vivir con él y su madre.
—Oye, Alec.
—¿Qué quieres ahora?
—¿Por qué insistes en alejarte de las personas?
Akira recostó su cabeza en la zona alta de la espalda de Hellsing, sin dejar de abrazarlo. Parecía un pequeño muchachito prendido a las piernas de su padre con una curiosidad genuina, una que seguramente él mismo ignoró yaciendo cómodo. Siempre se había cuestionado sobre la actitud tan distante del otro, sin hablar de su pasado ni demasiadas personas presentes en su día a día. Alec fijó sus azules en el horizonte con esa formalidad entintada en sus facciones, pero en sus ojos brilló un instante la nostalgia que los recuerdos atesorados quemaban en su corazón tan frescos como perpetuos.
«𝘗𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴 𝘮𝘪 𝘱𝘦𝘯𝘪𝘵𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘦𝘵𝘦𝘳𝘯𝘢. 𝘗𝘰𝘳𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘰𝘥𝘰 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘰𝘤𝘰 𝘺 𝘱𝘦𝘳𝘮𝘪𝘵𝘰 𝘴𝘦 𝘲𝘶𝘦𝘥𝘦, 𝘱𝘦𝘳𝘦𝘤𝘦». Fue lo que pensó, y su atención descendió hasta su palma derecha cubierta de un guante negro que brilló con runas de protección por escasos segundos antes de volverla un puño tenso.
—Estás abrazado a mí. ¿Importa?
La melodiosa risa de Akira retumbó en la estancia, estrechando el cuerpo de Alec sin molestarse en separarse.
—No, en realidad ya no.
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anotherhellsing · 1 year ago
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(...) No importa el día, la hora, ni mucho menos la época de la existencia en la que se encuentre: La soledad jamás será una mala ni egoísta compañía. Hay quienes le temen, y otros tantos les evaden porque sienten que, al tenerla, no podrán lidiar con su presencia. Sin embargo, yo la anhelo y la disfruto como quién se regocija una tarde de primavera observando una puesta de sol entorno a quienes le son importantes. Se me podrá considerar como un pobre solitario, carente de amor o lejano de comprender sensaciones humanas que luego se vuelven puñales en manos equivocadas. Pero qué más dá. Nadie vino a complacer, ni a seguir rebaños para mantenerse en el camino "correcto" que algunos pocos quieren dominar. Y, aunque existan personas que, si lo hacen, me alegra saber qué, al final del día; sigo siendo dueño de mis actos. Y entonces sí, creo ser feliz.
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anotherhellsing · 1 year ago
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Cosas que a nadie le interesan, pero, extraño el rol y extraño escribir. Echo de menos aquellas letras y mundo donde nada importa, sólo fluir y vivir. Vamos, inspiración, vuelva a beber café conmigo y juguemos como en aquellos tiempos.
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anotherhellsing · 1 year ago
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anotherhellsing · 1 year ago
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anotherhellsing · 2 years ago
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anotherhellsing · 2 years ago
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         La muerte lo visitó y sujetó de su mano cuando el último aliento nació de sus labios, perdonando de su existencia a cambio de vidas ajenas. No hubo acuerdos ni aceptaciones a consciencia, pero incluso en el silencio; ella jugó sus cartas y atrapó de su ser. Desde entonces, él se convirtió en su verdugo y ella en la dama que siempre vigila sus pasos. Un cigarrillo en su honor, con la soledad eterna en cortesía. He aquí, muerte. He aquí, por ti.
       𝐃𝐢𝐜𝐢𝐞𝐦𝐛𝐫𝐞 𝟐𝟒, 𝐚𝐧̃𝐨𝐬 𝐚𝐭𝐫𝐚́𝐬.  
    —¡Oye! ¡Eso no es justo! No se vale atacar así.     —Te distrajiste, debía aprovechar.
    Mientras un Alec de ahora ocho años sonríe con suficiencia, un John de diez años rueda los ojos y acaba por lanzarle un intento de bola blanca que terminó pasando junto al rostro de su hermano. Si bien, parecía molesto, terminó por soltar una risueña e infantil carcajada que rebotó en todo el blanquecino paisaje en torno a ambos. No le molestaba perder ante Alec, no cuando pudieran pasar tiempo juntos y crear recuerdos. No importaba la estación, siempre encontraban la forma de jugar y divertirse antes de volver a casa y ser abrazados por su madre. No obstante, el día previo a Navidad siempre había sido especial para ambos. No sólo por lo que esa fecha conllevaba para todo el mundo, más bien; porque el cumpleaños de su hermano adoptivo siempre significaba rico pastel, regalos antes de tiempo y chocolates calientes alrededor de la chimenea compartiendo anécdotas infantiles. O más bien, pese a jamás admitirlo y siendo una de las auténticas razones, le agradaba tener un compañero luego de la partida de su padre hacia cinco años ya. Otra de sus razones, era ver a Alec mucho más familiarizado, más libre. Y no como un animalito temeroso dispuesto a morder la mano de cualquiera que quisiera tocarlo cuando se conocieron tres años antes.
    —¿En qué piensas tanto, John? —Alec ya tenía un montón de nieve entre manos, terminando de formar una perfecta nueva bola que lanzar. Si bien, la tentación estaba a su alcance, la seriedad repentina de su hermano lo hizo dudar y clavar su atención en él.
    —No, no es nada. —Con una sonrisa mientras se rascaba la nuca por debajo del gorro de lana tejido por su madre, el mayor desistió de pensamientos y recuerdos relacionados a viejos tiempos. —¡Oye! ¿Acaso ya planeabas atacar, granuja? —Con clara exageración extendió su índice hacia Alec, llevándose la mano libre al pecho sin perder su melodrama. Alec hizo lo propio descendiendo sus ojos azules a sus pequeños dedos enguantados color verde, curioso. —Ahora que tienes ocho, te has vuelto bien despiadado, Hazekaya.
     —¿Eh? Pero si tú también eres Hazekaya, John. —Alec bufó con su característico ceño molesto y sin entender, pero eso fue suficiente para que John volviera a reír. Y luego Alec se le uniese.
       𝐃𝐢𝐜𝐢𝐞𝐦𝐛𝐫𝐞 𝟐𝟓, 𝐝𝐢́𝐚 𝐬𝐢𝐠𝐮𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞.
    El olor metálico se adhirió a sus fosas nasales con sólo poner uno de sus pies en el pórtico de la entrada, dónde la puerta abierta lo recibió. Pero no hubo sonrisas, ni palabras dulces. No estuvo el gesto afable de su hermano invitándolo para que corrieran a desayunar, ni los abrazos de bienvenida de la que fuese su madre adoptiva por tres años. Aquella fría y cruenta mañana de Navidad, las luces navideñas reposaban en la alfombra, junto al árbol destrozado y unos cuantos regalos desparramados a medios abrir; cómo si un animal salvaje y curioso los hubiese aporreado por simple placer. El sofá donde solían sentarse a leer historietas y compartir teorías se encontraba volcado también, con una enorme mancha carmesí en uno de sus laterales y un pequeño pie asomando casi temeroso. El corazón de Alec latió de forma acelerada y desgarradora, con su pequeño cuerpo estático y los ojos abiertos de par en par. Respiraba como si acabase de llegar al final de una larga y cruel maratón, una de la que no recordaba nada.
                 “¡𝑁𝑜 𝑒𝑛𝑡𝑟𝑒𝑠!”.
    El susurro lo hizo contener el aire, al tiempo que una brisa gélida sacudió su bufanda y lo zarandeó ligeramente. Dando un portazo a la puerta principal, misma que casi le golpeó la nariz, dejándole fuera tras haber dado un par de pasos más. Lo último que tenía en sus raciocinios, era haber ido a la cama y haberse dormido escuchando de un cuento infantil. John y él se habían prometido crear un nuevo muñeco de nieve, ésta vez con la nariz de una enorme zanahoria y una vieja bufanda escocesa. Pero aquella promesa jamás tendría lugar, ni esa familia que alguna vez sintió suya, volvería a saludarle.
                  “𝐶𝑜𝑟𝑟𝑒, 𝑐𝑜𝑟𝑟𝑒… 𝑃𝑒𝑞𝑢𝑒𝑛̃𝑖𝑡𝑜. 𝐶𝑜𝑟𝑟𝑒, 𝑐𝑜𝑟𝑟𝑒 𝑦 𝑛𝑜 𝑣𝑢𝑒𝑙𝑣𝑎𝑠 𝑚𝑎́𝑠…”.
    Un golpe fuerte contra la puerta lo hizo retroceder por inercia, resbalando por los tres escalones hasta encontrase sentado sobre la nieve con violencia. El carmesí brotó desde su sien derecha, bajo la gorra tejida por su madre como regalo. Con lentitud sus azules, temerosos y desorientados, retornaron a la entrada, resonando un segundo golpe que desgarró parte de la puerta. ¿Un animal? No. Ninguno, hasta la actualidad, le había provocado tanto miedo. Pero ninguno, tampoco, había sabido dejar escapar una risotada tan malévola y oscura, al tiempo de ser un ronroneo burlón y sagaz que helaba la sangre.
    Sin saber cómo, ni cuándo, sus pies tomaron el control y su cuerpo se echó a correr luchando contra la nieve. Parecía hundirse y avanzar en cámara lenta, cuando apenas sus pulmones podían recolectar aire ardiendo y doliendo a partes iguales. No miró atrás, pero podía sentir los ojos de alguien más sobre su nuca, y la fría ventisca se volvía la respiración vileza de su cazador. Debía seguir, ir por ayuda, salvarse porque John y su madre esperaban por él. Ellos no habían abandonado ese mundo, no. Alec no podría volver a enfrentar la soledad y la muerte por segunda vez. Los Hazekaya no tenían que pagar por sus pecados y pasado. Uno que incluso él mismo ignoraba.
    Luchó, incluso cuando una de sus botas quedó sepultada en la nieve. Sintió el frío en su pie al instante, apenas respirando. Quiso caer, desfallecer allí y dejar que fuese lo que fuese, llegara hasta él y lo llevara al mismo lugar que John y su madre. No fue consciente, pero las lágrimas corrían por sus coloradas mejillas, volviéndose carmesí en una de ellas al unirse a la sangre de su herida. Sus dedos friccionaban contra las palmas de sus manos en promesas de venganza silenciosa.  
    Un gruñido bestial a su lateral izquierdo lo incitó a detenerse y contener el aire por segunda vez, viendo el lago congelado ante él. Alec sabía que nadie estaría allí para ayudarle, pues la siguiente casa se encontraba a kilómetros de distancia. Tampoco nadie iría hasta su encuentro, ni mucho menos tendría la fortaleza de correr y ser valiente. Apenas era un niño de ocho años, uno que cargaba con maldiciones y muertes sobre sus hombros.
                   “𝐶𝑜𝑟𝑟𝑒, 𝑐𝑜𝑟𝑟𝑒. ¡𝐶𝑜𝑟𝑟𝑒, 𝑦𝑎!”
    Algo cazó su gorra y lo despojó de ella, al tiempo que su cuerpo escapó y se abalanzó sobre la capa de hielo que en tiempos cálidos muchas veces lo refrescó. Resbaló, ayudándose de manos y pies habiendo perdido el equilibrio. Pero siguió, a trompicones y esfuerzos, sintiendo como algo se resquebrajaba tras de él y un nuevo aullido resonaba en el ambiente. Intentó girarse a ver sobre uno de sus hombros, sintiendo que algo como una contienda tomaba lugar. Pero a duras penas lograba respirar y su cuerpo agotado cedió, al igual que la capa de hielo bajo sus pies. El sonido del agua sacudirse con brusquedad y la glacial sensación atrapando de cada una de sus extremidades lo atrapó en un abrazo, tragando de su pequeño cuerpo. Alec no luchó, sólo se dejó consumir por una tranquilidad que lo hundió lentamente. Sus orbes parpadearon cada vez más pausados, viendo una borrosa sombra alrededor de la abertura en la que segundos antes estuvo de pie. Y entonces, todo fue negro. Todo fue paz. Todo… Todo fue como antes.
       𝐃𝐢𝐜𝐢𝐞𝐦𝐛𝐫𝐞 𝟐𝟒, 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 𝐚𝐜𝐭𝐮𝐚𝐥.
    —¡Hey! Vamos, sopla antes de que alcance al pastel. La mujer con un parche cubriendo de su cuenca derecha y una sonrisa amplia lo miraba de cerca, frente a él. Haciendo referencia a un cupcake de chocolate y arándonos cubierto con crema sujetando de una pequeña vela encendida. Era simple, especialmente en medio de un local de comida japonesa al paso donde solían ir cuando su turno laboral terminaba o tocaba la hora de almorzar.
    —Hellsing, si no acabas por… —El hombre se inclinó apagándola, sin siquiera reflejar un ápice de felicidad o sorpresa. Su gesto serio y sereno parecía imperturbable. Ella sacudió la cabeza desaprobatoriamente y se golpeó la frente con la punta de los dedos. —Se supone que debes pedir un deseo, Alec. —Lo reprendió, pareciendo desilusionada.
    —Así está bien. No hacía falta.     —¿Por qué no te gusta celebrar tu cumpleaños?
    Él omitió el responder, pues giró su rostro hacía la ventana donde el ocaso entintaba el cielo de un anaranjado llamativo. Pero Alec no se enfocó en ello, ni en lo actual. La sonrisa de John infantil sobrevino a sus recuerdos, y una punzada en su pecho incitó que tensara la quijada y el azul de sus ojos se volviesen fríos.
    —Qué más da, Hellsing. ¡Feliz cumpleaños! ¡Uno más de virginidad y gruñidos! —Aplaudió y alzó sus manos en gesto de: “Hurra”, sonriente y jovial provocando que otros comensales los miraran extrañados. Ella no pasó por alto ese gesto en su compañero, pero lo conocía lo suficiente para obviarlo y aparentar que nada pasaba. Porque así era con Alec Hellsing siempre. Él no dijo nada, pero su mirada fue suficiente para reflejar un fugaz agradecimiento en cuanto ella sacaba un cigarrillo y lo llevaba hasta sus labios, canturreando con suavidad: “𝑀𝑖 𝑐𝑜𝑚𝑝𝑎𝑛̃𝑒𝑟𝑜 𝑒𝑠 𝑢𝑛 𝑎𝑚𝑎𝑟𝑔𝑎𝑑𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑠𝑡𝑎́ 𝑑𝑒 𝑐𝑢𝑚𝑝𝑙𝑒𝑎𝑛̃𝑜𝑠 𝑦 𝑛𝑜 𝑐𝑜𝑚𝑒 𝑝𝑎𝑠𝑡𝑒𝑙 𝑝𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑒𝑚𝑒 𝑣𝑜𝑙𝑣𝑒𝑟𝑠𝑒 𝑓𝑒𝑜…”. Nunca entendería porqué Himeno se empeñaba en tratar de alegrarle la vida o preocuparse por él. Pero no podía quejarse, porque, y de algún modo, mucho de Himeno le recordaba a John.
               “𝑭𝒆𝒍𝒊𝒛 𝒄𝒖𝒎𝒑𝒍𝒆𝒂𝒏̃𝒐𝒔, 𝒉𝒆𝒓𝒎𝒂𝒏𝒐. 𝑺𝒊𝒆𝒎𝒑𝒓𝒆 𝒆𝒔𝒕𝒂𝒓𝒆𝒎𝒐𝒔 𝒋𝒖𝒏𝒕𝒐𝒔”.
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anotherhellsing · 4 years ago
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muggleguy​:
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“¿Soy yo quién debe responder?” Preguntó con tono de curiosidad, aunque con una sonrisa, pues le parecía irónico que tuviese que responder a dicha pregunta “No lo sé” Aunque estaba seguro que el contrario no esperaba eso “Pero yo lo atribuyo a que eres una persona misteriosa” No sabía si ese era el mejor de los adjetivos, pero igual sintió que era lo mejor “Y tampoco me gustaría obligarte a decir más de la cuenta, pues a veces siento que la conversación es con un robot”
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          Su ceja derecha se elevó por inercia, y el rubio no tardó en fijar sus ojos en él casi con ahínco. No obstante, se limitó a sacudir la cabeza negativamente y sus hombros se alzaron con un movimiento vago. “¿Así que es mi responsabilidad? Interesante punto”. No sería la primera vez de ser asociado al misterio, o inclusive la seriedad. ¿Le molestaba? Absolutamente no. “Pero ambos sabemos que todo ser tiene algo de misterio, incluso tú. ¿O es qué te consideras alguna clase de libro abierto?”. Fue entrecerrando los ojos al mismo tiempo que su cabeza se inclinaba sutilmente de lado, y no tardó demasiado en fruncir los labios como quien pretende restar importancia. Sí las sonrisas fuesen lo suyo, hubiese apelado a una por ese comentario final. “Acepto que no tengo el don sociable, pero… ¿obligar?”. Chaqueando la lengua echó a viajar su mirada el paisaje más allá de los cristales de la cafetería a esas horas de la tarde. “En fin, como sea. No te cité aquí para lidiar con eso ahora”. Decía al tiempo que dirigía su diestra al bolsillo interior de su saco y extraía una fotografía pequeña que deslizó entre las tazas de café. “¿Qué tanto le conoces?”.
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anotherhellsing · 4 years ago
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furiasdespiertas​:
          “Ah, te aburro.” Replicó con un deje de monotonía y sarcasmo, enarcando una de sus cejas. “Bueno, si ya no quieres escucharme, podrías ayudarme para terminar más rápido de acomodar.” Lo miraba con ojos entrecerrados, señalando el carrito portalibros con un movimiento de cabeza. “Pero para mí es claro, Alec. Debes dejar de lamentarte para avanzar como tanto quieres. De otra forma, seguirás caminando en círculos y yo sufriendo de jaquecas porque tu energía está…” Apretó los labios, incómodo; y comenzó a frotarse la frente y las sienes. “No importa. Solo déjalo ir.”
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          El que sus ojos se volvieran a Bruno para verle medianamente de soslayo, lo inundó de duda y un silencio que Alec procuró mantener incluso cuando soltó un marcado suspiro por la nariz. “¿Olvidas qué he sido yo quién vino a visitarte?”. La ironía afloró de su boca con naturalidad, pero también con su clásico formalismo. No necesitaba ajustarse a caretas cuando el psíquico era el receptor de sus mensajes. Sin muchos miramientos extendió su mano hacia el carrito, tomando un libro gordo y de tapas duras, pero desgatadas al tacto.           “No estoy aquí para lamentarme, Bruno. No necesito terapia, ni que busques escarbar en mi cabeza. Te he aconsejado no viajar en ella por tu propio bien. No hay nada bueno allí…”.  No, aquello no era una amenaza o mucho menos alguna clase de reprimenda, pero Alec no mentía. Si su condición fuese completamente humana, estaba seguro de que ya estaría encerrado en un manicomio por el resto de la eternidad. Omitió agregar algo con respecto a su energía, y decidió enfocarse en seguir su recomendación de ayudarle al darle la espalda. “¿Qué tanto disfrutas de éste trabajo?”. Profirió insertando el libro en la categoría de Religión. Hellsing bufó.
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anotherhellsing · 4 years ago
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          “¿Por qué siempre terminamos cayendo en el mismo tema? Pareciera que jamás seremos capaces de avanzar”. 
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anotherhellsing · 4 years ago
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anotherhellsing · 4 years ago
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​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ 𝐅𝐫𝐚𝐠𝐦𝐞𝐧𝐭𝐨𝐬. ​​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ 
          No, no necesito saber lo que sientes, ni quién eres. Ten presente que los actos hablan mucho mejor que cualquier palabra brotando de labios que, pocas veces, han sabido conocer de la verdad sin el daño en su boca. Pero, aquí yacemos una vez más; frente a frente. Con odio y desprecio sosteniendo de nuestras manos bajo una pasión tenebrosa y despiadada. Nos hemos dicho adiós, innumerables veces, pero y por cada giro, continúo encontrando de tu reflejo en cada cristal incluso en mis sueños. Me he cansado de insistir y de cerrar los ojos, de sumergirte en ese abismo de olvido donde tantas veces pude fingir que tú nunca fuiste alguien existente para mí. ¿Estoy viviendo de mi propio Infierno al mantenerme alejado de alguna posible fe sostenida por carentes creencias? Puede ser. Y en ocasiones no termino de entender si aquello me convierte en un ente castigado o dichoso. Y qué más da.​ ​ ​ ​ ​
          Aprende a vivir con la muerte, y sigue. Entendí con el tiempo. No te vuelvas a ver por sobre los hombros, ni prestes oídos a los pasos que puedan acompañarte incluso en esos días donde el sol parece brillar y la vida pretende ser feliz. No estás solo. Y lo que te acompaña jamás ha sido bueno, ni de fiar. Pero es curioso, ¿sabes? Porque al detenerme a pensar en mi existencia y los seres que se han presentado en ella, no tengo un nombre que anotar donde la confianza sea sinónimo de su recuerdo. No, no te equivoques: tampoco lo he sido yo. Traición y abandono son parte de mis mejores cualidades con medallas sangrientas en mi pecho, pero eso ya lo sabes, ¿no es así? Porque parte de ti ya se prenden a ellas, y yo lo he mantenido presente cada vez que mi rostro y la lápida que esclaviza a tu cuerpo, se encuentran de frente. ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ 
          Larga vida a los tormentos.​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​ ​           Eterna condena a los recuerdos.
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