Tumgik
arieeag · 5 months
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Capítulo 24: El rumor tras la muralla
El frío de la mañana despierta sus músculos y ayuda mantenerlo atento a las guardias que comienzan a relevarse en cada acceso del fuerte, pero incluso en medio de ese ajetreo la figura dominante y orgullosa del hijo de la Gran Khan destaca por su presencia imponente. Nada en sí mismo se ha dejado al azar, desde las botas con punta de hierro hasta los colores sutiles que se esconden en sus ropas.  Sus pensamientos, ideales y aspiraciones deben seguir una única línea y representar aquella que visión que sólo un descendiente de la Diosa Eutuken puede dictar, incluyendo uno que ha nacido alfa.
Mientras cruza el enorme arco de piedras del castillo, los soldados hacen una pequeña reverencia y quienes poseen mayor rango detienen sus pasos para saludarlo directamente con un apretón de manos. Katsuki se toma su tiempo para conservar su talante con la misma firmeza e imparcialidad mientras confirma la asistencia de los generales a una de las tantas reuniones que presidirá su padre, ahora que la comisión de recaudación de impuestos partirá en un lapso de 2 días.
Sin embargo, esta vez conserva cierta distancia y concluye las conversaciones mucho más rápido que antes debido a un solo problema. El olor de Izuku. El omega que todos tienen prohibido, incluyéndolo, persiste en las ropas que esconde dentro de un bolso y aunque se preocupó de hacer un barrido con piel de Manul para evitar sospechas, todavía tiene que ser cuidadoso.
Sus últimos pasos en el interior del castillo se desvían estratégicamente hacia los aposentos que tomó como propios, luego de que se desvelara por tres noches consecutivas en la encuadernación y traducción de los pocos libros que disponía la biblioteca del castillo. Allí está la mesa de trabajo repleta de materiales y los libros que su padre revisa con gran detalle y severidad, pero también guarda dos o tres mudas de ropa y sobre todo tiene oculta armas en caso de que alguien decida tomar como debilidad su descanso entre estas frías paredes.
Últimamente ha comenzado a resentir el hecho de dormir tanto tiempo alejado de su manada, pero tampoco los invitaría a quedarse aquí con él. Si bien es cierto que el castillo tiene un encanto majestuoso que le recuerdan a las ciudades abovedadas del sur, algo en la forma de sus arcos, contrafuertes y techos lo hace sentir como si estuviera sepultado bajo la tierra. La soledad impregna cada espacio de los largos pasillos de piedra y es especialmente cruenta en las noches cuando ni siquiera las enormes lámparas colgantes son insuficientes para eliminar las sombras que se arrinconan en cada esquina.
La luz de la mañana es un alivio para todos quienes rondan ahora por el fuerte, pero es apenas una esperanza de quienes todavía no se habitúan a vivir lejos de las pieles que protegen sus yurtas. Katsuki está convencido de que no son sólo sus aprensiones por la estabilidad de una arquitectura que no entiende del todo, o la sensación de amenaza injustificada por la caída de alguna de las piezas que conforman estos arcos engalanados, sino precisamente todo aquello que todavía no conocen.
Aquello que se admira y respeta de estas construcciones se ensombrecen con… secretos. Allí donde la inquietante desproporción de sus cuartos, salas y recovecos acusa la falsedad de sus murallas. Le ha tomado un tiempo, pero Katsuki sabe que este castillo esconde mucho más que el pasadizo de las mazmorras y, por ende, se ha tomado como misión personal encontrar cada trampa y puerta escondida. Hasta ahora los esclavos solo han delatado tres pasadizos, dos de los cuales, conectan el salón de la torre del homenaje con la cocina y la biblioteca, sin embargo, sospecha que otro mes más en las mazmorras será suficiente para que hablen de los que todavía faltan por descubrir.
Pero no sólo le interesa conocer cualquier vía de escape o trampa que un espía pueda querer usar en su contra a futuro, sino el hecho de que todo el castillo está lleno de ratas. Son una plaga pestilente, inquietante y tremendamente inteligente que evade trampas e incluso los ojos de los cientos de soldados que recorren los pasillos del castillo. A veces ni siquiera dejan huellas en las despensas a tal punto que podría pensarse que ya fueron erradicadas, más su presencia siempre regresa con la forma de un rumor agudo y amortiguado, despertando soldados y manteniendo atentos a los guardias que hacen sus rondas cada noche.
Quizás su presencia no sería tan inquietante si el eco del castillo no resonara tan fuerte con el más mínimo sonido de su rasqueteo, al mismo tiempo que las voces de los soldados o las propias pisadas de Katsuki se amortiguan con la piedra…Una incongruencia que no se puede explicar hasta que se vive
De pronto, todo su instinto despierta como un león agraviado, alertado por un ruido abrazador e impropio. Es un estruendo grave, oscuro, como una marea furiosa que hace vibrar las murallas, desestabilizando los cimientos mientras hilos de polvo se desprenden de las grietas en el techo. Cada chillido y aullido se mezcla en tantos tonos diferentes que se asemejan a una piara de voces ininteligibles, pero a la vez muy familiar. Con la mandíbula tensa, casi puede sentir el alud pasar entre sus piernas con fuerza, las ve rasguñar la piel de sus botas, acaparando todo su temple como una prueba al valor. Su piel se eriza al tiempo que la mano diestra se aferra contra la empuñadura en el mismo momento en que el sonido cruje y abalanza sobre su cabeza, asfixiándolo.
El rumor promete agitación, enfermedad y es frío como las ventiscas de la estepa, con sombras espesas como el barro de los pantanos, y, sin embargo, toda esa emoción rastrera se consume rápidamente con el calor de su sangre caliente. La fuerza de la ira bulle bajo la piel de sus manos mientras retira media espada, pero justo en el mismo momento en que el filo refleja el haz del fuego de las antorchas, el rumor oscuro de las malditas alimañas mengua hasta desaparecer mientras se pierden por alguno de esos recovecos desconocidos…
—¡Hermano! — llama alguien y Katsuki se sobre salta. Su pecho duele de forma extraña, pero Kirishima no le da tiempo para responder o pensar en el rumor tras las murallas mientras cruza una esquina del pasillo, apareciendo como un fantasma rojo. Su rostro refleja preocupación y luego alivio justo antes de arrojarle un chaleco y una camisa limpia a la cara. — Como no te encontré arriba, supuse que estabas ocupado con alguien, así que tomé esto de tus cosas…— murmura con precaución, tomando el bolso de Katsuki. Pero mientras dice esas palabras comienza a dudar de que Katsuki se haya apareado anoche tras encontrar el desorden en el cuarto y oír un par de rumores. Su piel luce más pálida que de costumbre, tiene ojeras y mientras se cambia la camisa, nota como el sudor se acumula en su cuello. Luce enfermo o más bien sobre exigido.
—Estuve ocupado hasta hace unas horas, pero no creo que se repita— responde Katsuki, para que Kirishima llene los espacios en blanco y la conversación se dé por terminada. Tienen un código y Katsuki se vale de esa regla para evitar revelar sus intenciones por cortejar a Izuku. No es el momento.
—Están todos abajo en la cocina, adelántate. Yo iré a dejar esto por ti —dice apuntando hacia el pasillo que tienen detrás y Katsuki simplemente se va sin burlarse o quejarse. Preocupado, Eijiro se queda observando la espalda de Katsuki, frunciendo el ceño cuando es testigo del momento exacto en que el hombre regresa la espada a su funda sin soltar el mango. Quiere decir algo, pero supone que ya podrá hacerlo más tarde, así que afianza su agarre sobre el bolso de Katsuki y toma rumbo hacia sus aposentos.
Allí la oscuridad del cuarto detiene sus pasos, el alba apenas se asoma a través de la ventana, con la forma de una espada que atraviesa toda la estancia. Es demasiado estéril para su gusto, carece de protección espiritual y es tan fría como solitaria. Rápidamente cuelga la capa en un clavo situado en la muralla, luego toma el bolso y puede ver cómo hay vello áspero sobresaliendo a través de la tela y con curiosidad vierte todo el contenido del bolso sobre la cama, encontrando la piel de manul y un pañuelo que huele exactamente como el Omega esmeralda.
Sus manos sueltan las prendas casi instantáneamente, mientras la preocupación inicial se ennegrece con algo más.
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En la mesa de la cocina, Mei está sentada al medio con una taza de leche de cabra caliente y una variedad de quesos, carne, frutas secas y carnosas. Tenya se sienta a mano derecha, con el rosto serio y concentrado en el libro que se niega a soltar. Frente a ellos Fumikage, Sero y Ochako charlan brevemente mientras comienzan el desayuno. Cualquiera que pase por ahí pensará que es sólo una comida de manada, más nada de eso es espontáneo.
Tenya mueve las manos con impaciencia por debajo de la mesa, como único signo de ansiedad y Mei tiene una daga escondida en cada pierna y en su cinturón en caso de que los rumores más ridículos sobre el hijo Bakugo resulten ser ciertos. Katsuki por su parte toma un plato para tomar algo de cada cosa mientras se interpone a propósito entre ellos para alcanzar algo de queso. Luego toma asiento junto a Fumikage y comienza a comer una vez que Kirishima recupera su lugar en la cabecera, junto a Mashirao que descansa la cabeza sobre la mesa.
—Tengo demasiado sueño— se queja Mashirao de pronto, mientras mueve los hombros adoloridos.
No es nada preocupante, pero en la mesa se forma un tenso silencio, interrumpido apenas por el sonido de la comida y los últimos soldados que pasan por ahí para llevarse una porción del desayuno antes de iniciar su guardia. Sólo es cuestión de tiempo antes de que el primero de ellos anuncie por qué acepto reunirse aquí y ahora.
—Supongo que los ejercicios se han extendido demasiado—dice, de pronto, Tenya mirando brevemente a Ojiro. El otro tarda en comprender que ese mensaje era para él, entonces, se incorpora con lentitud mientras que todos en la mesa dejan de comer para observar a Tenya y su Beta.
—No más que de costumbre, pero Mashirao insiste en estar presente en cada ejercicio— responde Fumikage.
—Es que siento que antes entrenaba todo el tiempo y ahora todo me cansa…Además, Mina sigue cuidando de su cachorro y sin ella, esa es la única forma que tenemos de acercarnos hacia los omegas que no aún no han tomado una decisión— repuso Mashirao, recargándose en el hombro de Eijiro. — Nuestra mayor ventaja sigue siendo aquellos que han peleado con nosotros, que saben cómo funciona nuestra manada en tanto la situación con los omegas apareados no se resuelva…
Ésta última declaración en realidad es un tanteo sobre las aguas que están cruzando en este punto. La próxima temporada estival será definitoria para la floreciente tribu del éste, se elegirá a un nuevo Khal tras 20 años desde que Mitsuki presidiera el cargo. Será la reunión más grande de los hijos del este en décadas.
—Creo que algo entiendo de eso, y puede que este libro aporte con nuevas ideas— responde Tenya, pero lo que parecía un marcapáginas hecho de piel esconde una cinta de tela impregnada con la esencia natural de Tenya. —Mei no estaba segura, pero quiero ser parte de sus trabajos. En realidad, no me importa compartir este u otro libro, en especial con otros omegas y los que haga falta—
Mientras Tenya habla, su nerviosismo nunca se va, pero tampoco lo domina por completo, sino que es una especie de motivación. Ahí, mientras los mira directo a los ojos pueden ver cada sombra, cada miedo y la resolución que hierve con el fuego de la ira contenida, apenas oculta por un duelo que sigue sin resolver. Era necesario preguntar por qué, sin embargo, tanto Katsuki como Fumikage supieron que eso no tenía la menor relevancia ahora en tanto no supieran cual era el secreto que había volcado de esa forma la lealtad de este omega.
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Izuku va tarde nuevamente a casa, pero por una razón diferente. Antes de irse, su jefe Shinso le ofreció unas monedas extras si ayudaba a descubrir los túmulos maduros de las afueras del bosque y el respondió atándose su pañuelo al rostro. Ahora, cada rincón de su cuerpo huele a humo, pero su mente está plagada de conocimientos. El carbón es importante para los viajes y los hornos de los artesanos, también sirven para preparar minerales con un tipo de magia llamada alquimia.
A medida que se interna en el mercado, va limpiándose las manos sucias sobre la tela de la ropa, mientras comprueba que son cada vez menos la cantidad de personas que llenan los locales, centrando toda la atención de los vendedores en él.
De pronto un hombre le pregunta si le interesa un saco entero de merma con legumbres surtidas, e Izuku lo compra tras revisar que no estén mohosas o agusanadas. Cuando se haya libre bosteza adolorido mientras observa los demás puestos del alrededor, pero tal parece que no tiene suficiente dinero para comprar nada más. Cerca de la estatua de los dioses algunos nómadas bostezan de aburrimiento y en medio de eso, un hombre mayor se encorva sobre un puesto de forma lúgubre. Su cabello rubio luce reseco y cubre sus facciones oscureciendo su rostro de forma intimidante pese al cuerpo delgado y enfermizo. Aquellos profundos ojos azules miran en su dirección con un brillo de reconocimiento y, entonces, un destello de recuerdos llega a la memoria de Izuku al mismo tiempo que la piel de su espalda hormiguea y una sensación semejante al miedo se anida en su pecho y vientre.
Se conocieron ese terrible día, pero este hombre no es Goto aquel beta rubio, grande y musculoso que lo vigila por las calles, sino el nómade curioso que los siguió para escuchar su historia, pero los recuerdos del castigo ensombrecen todo lo que recuerda sobre ese día ¿Tiene que saludar? Debería, los nómades machos son increíblemente impredecibles y puedes ofenderlos con facilidad, pero por más que piensa y el tiempo pasa, no logra decir una sola palabra.
Izuku sabe que dijo su nombre, recuerda el momento exacto en que lo hizo, justo antes de montar el caballo blanco, pero su nombre yace sepultado bajo sus memorias. Preocupado rasca la tela de sus pantalones y antes de que pueda seguir haciendo caldo de cabeza, el hombre le da la espalda para continuar con su camino sin el menor atisbo de ira u ofensa. En realidad, parece más concentrado en nivelar su bolso repleto de cosas, al mismo tiempo que con la otra mano sostiene la jaula de una gallina.
Los píes de Izuku se mueven solos cuando un libro y un chaleco que se deslizan entre todas las cosas que lleva el hombre y entonces, cuando le devuelve lo perdido, conoce su sonrisa que aunque fina y de inicio titubeante esfuma todo el miedo que sintió antes. Alto o no, su olor no es invasivo y su aspecto visto de cerca parece más cansado que otra cosa.
—Eres un muchacho amable—murmura el nómade pestañeado rápido cuando Izuku toma todo lo que puede para ayudarlo. —Soy Toshinori de nuevo. —dice tras notar el leve titubeo en el otro.
Los ojos de Izuku se abren todavía más y sus mejillas se colorean con vergüenza—Lo siento mucho, ¡no recordé su nombre! aunque creo que ha sido mucho tiempo desde la última vez y no creo haberlo visto antes por aquí…Soy Izuku—responde atropelladamente, hundiéndose en su puesto, pero lejos de molestarse Toshinori aguarda pacientemente mientras el omega termina de ordenar sus pensamientos.
—Es verdad, no salgo mucho, aunque se puede decir que me escapé—confiesa. —Como puedes ver mi salud no me acompaña, pero ya no soportaba más tiempo sin hacer estas cosas por mí mismo. —dice e Izuku asiente torpemente, distraído en sus pensamientos pues ¿Qué hace falta para que un hombre se vea así? La vida de los nómades es dura, pero parece que es peor para unos que para otros. —
—Es mucho papel —murmura Izuku y Toshinori sonríe resignado sin responder nada por un tiempo, como si esa fuera una respuesta difícil o coompleja.
—Son para historias de tu gente, hace falta mucho para tomar nota de los detalles aunque últimamente se ha vuelto tedioso…
—¿Historias? Ah, es cierto ¿Tiene que ir lejos? — pregunta Izuku alternativamente al notar el intercambio de miradas de un par de nómades cuando los ven pasar, pero estas sólo son miradas de curiosidad contenida.
Toshinori frunce ligeramente el ceño ante el nerviosismo de Izuku, de pronto parece que el chico está arrepentido de ir con él, más cuando cruzan el umbral del pueblo y los techos humeantes de las yurtas se vislumbran a lo lejos, sus pasos nunca se detienen, en cambio su espalda se endereza con decisión, dejando en claro que sí lo acompañará hasta allá.
—No te preocupes sólo están curiosos—murmura gravemente y Izuku asiente mientras una de sus manos se afianza a su cinturón. El mayor nota la forma en que la nariz del omega se ensancha al captar los aromas intrusivos de ahí y la pequeña dilatación de sus ojos, pero su olor vivaz apenas deja entrever que hay detrás de su preocupación.
Izuku rara vez pasa cerca de esta parte del fuerte no solo porque es donde Masaru trabaja organizando el campamento sino porque aquí también viven los omegas apareados. Le preocupa saber que piensan ahora de él, pero, así como las miradas se detienen sobre ellos, todos se apartan de su camino en cuanto el suave olor de Toshinori los alcanza. No hay una orden tácita ahí, pero este hombre impone respeto por sí mismo.[AÁ1] 
—Las historias que mencioné antes, son mi trabajo más reciente— dice de pronto Toshinori, mirándolo de reojo. — Todos…tus compañeros, tienen la oportunidad de hablar en los círculos de reeducación, yo estoy ayudando a escribir los cuentos tradicionales de la región, hasta ahora todos han hablado de bestias que atacan viajeros y espectros del bosque, pero siento que los relatos no tienen mucha creatividad…
Y aunque esa conversación pasajera sólo busca llenar el silencio del viaje. Toda la atención de Izuku se vuelca sobre el hombre, curioso y hasta un poco ofendido. Las calles del mercado se llenaban con la magia de los charlatanes. Hombres vistosos que ocupaban las plazas y estatuas con cantos, rimas e historias sobre los malos espíritus que habitan los bosques. Los monjes entonan canticos sobre leyendas pasadas y las glorias del ejercito viejo… Todo mundo conocía cada detalle de las guerras libradas por el reino y las familias se reúnen a menudo para beber leche caliente endulzada con miel antes de contar sus historias… aunque de nueva cuenta, esto podría ser otra rareza Midoriya…Quizás los demás tampoco tenían derecho a participar y lo entiende, el mismo no tenía permitido mezclarse con todos los demás cuando los charlatanes hacían de las suyas, pero sí había sido partícipe activo de todas las demás, su infancia está plagada de esos recuerdos…
—Yo no los culpo, sólo los charlatanes contaban más cuentos que mi abuela…A menudo las historias venían con intentos por vender productos extravagantes, así que no es apropiado quedarse a escucharlos, caminar solos entre alfas y Betas está prohibido—murmura, cayendo en cuenta de que quizás por eso los otros trabajadores de las caballerizas lo evitan, a lo mejor no están acostumbrados a trabajar con un omega, pero así como esa idea vino la desechó. últimamente tenía una sospecha muy clara sobre la clase de cosas que esos tontos comentaban en el trabajo.
Toshinori ríe de buena gana tras escucharlo, tomando atención sobre el tono de voz usado en la palabra “apropiado”. — Prohibido, prohibido, ustedes no dejan de repetirlo—farfulla entre dientes el hombre mayor, curioso por saber cómo es que entonces Izuku conoce de las fanfarrias de los charlatanes. —Tal parece que sabes muy bien como vadear tantas reglas.
La sonrisa de Izuku se torna tímida y avergonzada, pero de igual forma le cuenta como le enseñó a Kota a escabullirse entre las piernas de los pueblerinos para oír las historias mientras Izuku lo esperaba en el puesto con verduras para escuchar su versión— A veces cambia de lugar con la mujer del lechero, porque su puesto estaba más cerca así que, mmm, podía escucharlos, pero no era muy seguido ¡En serio! a mi padre no le agradaba esa mujer así que no siempre me dejaba…
Toshinori tararea una respuesta condescendiente mientras imagina hombres vestidos de forma extravagante vendiendo bulos a la gente por una moneda. Lo más parecido que conoce a esto son las compañías gitanas, nómades de otra era, que renunciaron a sus apellidos para vivir una vida efímera y placentera. Pero pronto no queda tiempo para sumergirse en sus recuerdos, su yurta se vislumbra junto con su estandarte, una bandera azul engalanada con franjas rojas llamativas.
—Bueno, muchas gracias por acompañarme. Esta es mi casa, pero te dejo ir. Tienes cara de estar cansado…aunque me gustaría saber algo—pide Toshinori en cuanto Izuku deposita el bolso y la jaula en el suelo de la entrada
—Oh, no es problema, aunque si debo regresar pronto. —se apresura a decir Izuku, intuyendo exactamente lo siguiente que preguntará el hombre.
—Entiendo, pero sería bueno escuchar más sobre los famosos “Charlatanes”, no se mencionan a menudo, aunque tienen una reputación interesante ¿Sería mucho pedir que vinieras más tarde, otro día quizá? —pregunta con una sonrisa
—No estoy seguro de poder decir algo nuevo a los demás, pero podría hacer el intento—responde Izuku.
—Muchas gracias muchacho, buen día—murmura el hombre despreocupadamente e Izuku se apresura en salir de ahí.
De pronto tuvo un presentimiento y quizás no haya forma de saber cuáles son las historias que los otros omegas conocen. En su pueblo, las cosas eran diferentes por alguna razón, allí los cuentos e inventos de los charlatanes eran una entretención amable para los campesinos, a veces escandalosa por las bromas y el lenguaje pícaro, sin embargo, había historias que ningún charlatán se atrevería contar o deformar. Cuentos que vivirían dormidos dentro de la mente de los ancianos como la archira en invierno, aguardando el momento preciso para ser contadas lejos de oídos indiscretos o padres conservadores.
Siempre se preguntó por qué existían cuentos prohibidos que no pueden ser olvidados. En casa esa eran sus historias favoritas y su abuela tenía una forma única de contar esas historias. De niño pensaba que había una magia antigua e imperecedera en su voz porque bastaba sólo ese momento para que esos cuentos se enraizaran en su mente, implacables al tiempo...
Antes de darse cuenta esta vuelta, Kota salta sobre su lugar en cuanto ve a Izuku llegar, pero no llora tal y como lo hizo la última vez. Su rostro se contiene entre animado y ansioso cuando sus brazos lo rodean para respirar su olor infantil. Dentro del granero, el lecho yace liso y atiborrado de mantas, pero incluso esa pisca de hogar resulta suficiente para ayudarlo a relajar sus músculos y a pensar con más claridad.
Sabe exactamente que pasara ahora o pronto. Lo entretendrán cada vez más para acercarse a su cachorro porque no puede evitar dejarlo solo. Hay una lucha interna en su cabeza cada vez que ese miedo asalta su mente, pero es un problema que debe resolver ahora.
Los ojos negros de Kota lo observan fijamente mientras sus manos se encuentran en una caricia que los consuela a ambos. Y mientras comen algo se da cuenta que son el mundo del otro, pero que eso cambiará. Kota podría hacer algo más que sólo jugar por los alrededores del granero y si eso pasa las consecuencias podrían ser demasiado caras.
Pero como pueden sobrevivir sin enseñarle a mentir ¿Se puede retrasar la verdad?
De pronto, su mente e instinto se enfrentan revolviendo sus entrañas. Una parte de él se resiste, quiere criarlo tal y como hicieron con él con la esperanza de que se parezca a su padre, pero otra parte de él, más iracunda, con voz propia, grave y desesperante, recrimina cada una de sus decisiones…quizás si no hubiera dejado atrás a Kora, su caballo, hubieran podido escapar, quizás si hubieran tomado el camino principal ahora serían tres ¿Habría podido ayudar a su padre, si no hubiera huido?
Los ojos negros de Kota se llenan de preocupación cuando el olor de Izuku se torna ácido baja las colchas. Su madre encoge las piernas, con los ojos cerrados, como si quisiera esconderse más del mundo, hasta que fuerza una larga exhalación, murmurando un basta severo y casi iracundo antes de acomodarse en el nido.
Había olvidado quitarse la daga del fajín. Los ojos de Kota siguen cada movimiento de su madre, observando con curiosidad la daga que rápidamente se esconde debajo de la almohada. —Es lo que te dio Inasa…A mí me dio otro durazno después.
Izuku se ríe cuando lo escucha, pero, aunque es cierto que es su regalo, Inasa no estuvo en su mente cuando la guardó, sino en Katsuki y sus advertencias o más bien los regaños y gritos frustrados cuando no entendía sus instrucciones.  Además, pronto entendió que esa no había sido una lección de defensa ni un entrenamiento sino una guía de supervivencia “Eres tan pequeño… y tienes razón en tener miedo” dijo mientras empujaba sus piernas y torso en una postura más estable, “porque un día serás tú o ellos” sentenció y luego le enseño el punto exacto donde debía apuntar, hígado, cuello, riñón y corazón “pero ser pequeño no es igual a ser débil, tu mejor oportunidad será cuando te subestimen…La sorpresa es tu mejor defensa”
Quizás no tienen que mentir sino elegir el momento perfecto, mientras sigue descubriendo por qué quieren que ceda por la paz…
—¿Quieres escuchar una historia?
—No…¿Y si mejor dormimos? Hace sueño—dice Kota hundiéndose en su pecho.
Izuku acaricia los mechones de cabello riendo bajo, casi rendido al llamado de atención. Pero, todo esto no era más que el sentimiento de satisfacción que produce un estómago lleno y la seguridad de un techo que los aísla de los ruidos que provocan los betas nómades en sus faenas.
Entre sus brazos Kota levanta la cabeza y lo mira con los ojos ennegrecidos curioso al notar que su madre no es el primero en dormir esta vez. Izuku suspira tarareando palabras al azar hasta que una imagen difusa se abre pasos en sus memorias. Pro alguna razón esta historia lo transporta a otro recuerdo.
Allí el suelo adoquinado de la plaza principal brilla con los retos de las primeras lluvias anuales. Todo es gris excepto las hojas desperdigadas por el suelo, crepitando con el peso de sus pies pequeños y las botas de cuero de su abuela. Por esos años, apenas alcanzaba la altura de sus caderas, pero ella soltaba su mano y lo dejaba mirar el mundo por sí mismo casi tanto como sus padres o quizás mucho más que sus padres…
Ella era sabia, conocía a todos los comerciantes ambulantes, si alguien esperaba algo le pedirían su consejo pues siempre sabía cuánto tardaría en regresar este o aquel vendedor. Las horas se hacían tan largas que le dolían los pies, y aunque siempre recorrían cada puesto y taller, de alguna forma los tesoros con las mejores historias estaban entre pañuelos raídos y medias verdades, o en la sonrisa juguetona y teatral de un charlatán.
“No creo que hayas escuchado esta historia antes, pero hay hombres Kota, no castas, sino Hombres, que casi no tienen palabras en su boca y este que voy a enseñarte era así” dijo con la mirada seria. “Él era excepcional pues vestía con la belleza de mil personas. Cada pieza y parche en su traje era tan hermoso y brillante que nadie nunca se cuestionó que había más allá de esa primera impresión…” dijo con la voz un poco titubeante, a pesar de que el recuerdo de esta historia estaba ahí, cada vez más fresco y preciso. “sin embargo, un ojo más sabio habría sabido reconocer en ese hombre la verdad escrita en su piel, en las sombras de sus ojos, el rechinido de las tablas viejas y hasta en el olor de su casa” murmura y mientras lo hace Kota se concentra tanto en su historia que sus mejillas se oscurecen. Está aprendiendo, susurra la voz secreta de su cabeza y ahora sabe que ella no es su instinto sino un fantasma. “Todos abrieron ojos y bocas por la sorpresa de conocerlo, todos querían saber de dónde venía, pero para conocer esa respuesta, había una sola condición. Debías entrar en su casa que era igual de fabulosa…”
“Ahí estaba todo lo que ellos querían saber ¿Era un mago? ¿Un amigo? ¿Por qué estaba aquí? La gente lo admiraría desde lejos y aveces cada vez más cerca, tanto que te invitaría a entrar… y entonces él mostraría que no habían sorpresas en su casa, sino secretos. Uno en realidad Kota, tan grande que no había espacio para nada mas en esa casa, tan impactante que muchos quedaban sin voz…tan cruel y ruin que dejabas de sonreír para siempre…”
—¿Era malo?
—No sólo era malo Kota, era un mentiroso, lo que escondía en su corazón no era una sorpresa sino un secreto.
—¡Son lo mismo!
—No Kota, las sorpresas son cosas que no hacen daño a nadie. Son un regalo…algo que guardas para después, algo que quieres dar a alguien importante y especial para hacerlo feliz, pero los secretos son cosas que siempre dañan a las personas…Eres pequeño Kota, tal vez un día alguien quiera que guardes un secreto…
—Pero tenemos secretos…
—No, no son secretos, son sorpresas, no hacen daño a nadie y eventualmente yo mismo las diré…
—¿Cuándo? ¿después? —susurra el niño
—Sí, pero recuerda bien esto, las historias familiares, tu nacimiento, todo sobre nuestra familia es una sorpresa, papá será una sorpresa, los abuelos, mamá…
—¿Todo? se siente mejor si es así…
Y quizás esté cometiendo un error, pero ya no tiene fuerzas para seguir pensando en nada más así que se limpia las lágrimas silenciosas y deja que el sueño lo derribe
Ninguno sintió la presencia de Masaru. Quería forzar otra visita, pero su corazón se enterneció al encontrarlos abrazados dentro de un nido que empezaba a tomar forma. Duda que Izuku haya visto alguna vez en su vida un nido omega, pero está ahí, fruto de un instinto que comienza a tomar fuerza, al igual que los frutos de su trabajo. No es mucho, pero es suficiente para saber que en realidad no han rasgado ni siquiera un poco la voluntad de Izuku…algo que poco a poco comienza a poner nerviosas a las otras matriarcas y líderes de manada.
Es un niño cuidando de otro, pero a Izuku no le importa el hambre ni le importan los insultos silenciosos, las miradas sucias o más bien dejan de importarle en cuanto los ojos negros de su cachorro se asoman por la puerta del granero… Le han sangrado las manos por el, pero se limpia, sonríe y vuelve a trabajar o a limpiar, a veces incluso los han visto jugar, reír y acompañarse ajenos a la pobreza de este granero…
Algo falló en sus suposiciones y sabe que es. Ese niño no vino al mundo como pensaban, Kota no es una responsabilidad inesperada, no es el fruto de un pecado ni un mal recuerdo que sobrellevar. Ahora lo sabe porque el resentimiento no existe entre ellos. No hay obligación de servir, ni es la sumisión lo que los mantiene juntos, aunque si hay dependencia. Lo ve en la forma en que lo abraza, puede olerlo cuando la angustia se propagaba por el aire la pocas veces en lo ha perdido de vista, es la razón por la cual usa todo su cuerpo para protegerlo incluso entre sueños…
—Sé lo que piensas Masaru, —murmura alguien tras su espalda— tiene que haber sido una beta. Los matrimonios prematuros no son tan raros aquí—susurra la voz oculta tras las puertas de madera.
La gran matriarca niega con la cabeza con resignación y alcanza a Shynia quien mira todo su alrededor con cautela y curiosidad, pues por dentro el granero no sólo está limpio, sino que huele a ellos y un poco a Katsuki, aunque esto último no debería ser tan extraño considerando que son caballos de su propiedad.
—No puedo culparlo por no decirlo, explicaría porque intentó llamar la atención de los esclavos en el campo de camino aquí y porque quiere tanto al niño.
—Lo que no entiendo es ¿porque el té? ¿Eran demasiado pobres para otro?
—Es posible, Izuku no tiene asco a ningún tipo de trabajo y su cuerpo ya estaba curtido desde antes, esto no es menos de lo que ha conocido en su vida...Lo que es malo para nosotros, porque entonces no hemos ofrecido ningún desafío. Temo que su mente es muy aguda, resolverá pronto lo demás que falta.
—Lo resolverá tanto como pueda, Kota es un niño, el primero después de todo…pronto se hartará del encierro. Diría incluso que ya está harto…
—La seguridad del niño no está en discusión. —advierte Masaru mirándolo de reojo.
—No creas que podría ser así de cruel…De momento, el niño es demasiado temeroso para salir más allá del granero o de los ojos de su madre, pero sucederá. Los niños de su edad buscan independencia e Izuku tiene y tendrá aún más problemas para dársela, vigila al niño como un halcón y no lo deja respirar lo suficiente…—agrega mientras hurga en los ojos castaños de Masaru. — Si le damos un empujón mostrará su impaciencia. Es la naturaleza, todos los cachorros exigen lo mismo a esa edad y si no la das, la toman por la fuerza cuando no estas mirando.
Y eso detuvo los pasos de Masaru. Era cierto el mismo lo había vivido en carne propia con su cachorro. Katsuki había sido tan diferente a él, todo lo que no esperaba de un niño, especialmente el suyo. Había nacido prematuro y aunque esos meses fueron una pesadilla, eso fue una especie de anuncio. Todo con Katsuki pasaba tan rápido que apenas lograba seguirle los pasos. Era frustrante para él que su hijo hiciera todo solo y a su manera y ese tira y afloja casi le hizo sangrar las manos, los distanció tanto que aún después estos años juntos sigue sin sentir que sean unidos. —¿Tiene la sangre caliente uh?
—Es una forma de decirlo—respondió Shynia soltando una risa corta—Es voluntarioso, se nota cuando desafía a Inasa... sólo deja que se sienta más cómodo, se mostrará como es.
—¿Igual que su madre o como ella? Creo que eso es igual de relevante…—murmuró, pero parecía que en realidad estaba hablando consigo mismo— Supongo que puedes tener razón, el desafío de un niño que crece demasiado rápido puede quebrar incluso a una madre dulce …—dijo pero aunque si su gesto era frío, su voz se quebró al final con el sabor amargo de sus recuerdos—Le daré libertad a Izuku y cuando lo haga…
—Sabré que hacer…tristemente lo sé. —dijo el hombre con una mano sobre su Matriarca y él no pudo más que devolver una sonrisa triste.
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Ghost Pokemon - Halloween 2023
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arieeag · 11 months
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I love them your honor
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Bonus:
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arieeag · 11 months
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arieeag · 11 months
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Best Friends
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arieeag · 1 year
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flowers for the hero 🌼
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finished this almost-piece finally :> twitter requested wyll in a flower crown, naturally i must deliver!
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arieeag · 1 year
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Demon Mantis by Jackson Nguyễn
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arieeag · 1 year
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Asking for directions
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arieeag · 1 year
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With Fat Chance, a lesbian performing group. We used stories from our lives, we danced, swung on trapezes and moved in ways fat people aren’t often seen moving. (Berkeley, 1979)
Judy in A Lesbian Photo Album, 89
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arieeag · 1 year
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Caroline Durieux - Visitor
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arieeag · 1 year
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The Deer of the Haunted Woods by Eduardo Pereira
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arieeag · 1 year
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Eldritch Sigilshade, digital painting by dariuszkieliszek
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