Video
instagram
#Mexicanos en #EUA
3 notes
·
View notes
Photo

Pepe Macías estará más ciego que un topo pero cuando se trata de cocinar, agárrese: camarones con nueces salteados con caldillo de coco y habanero. Exótica mezcla de sabores que ya conocemos pero que al momento de coincidir en el paladar generan una experiencia distinta, insospechada. El arroz al vapor es absolutamente necesario. Decora con rabo de cebolla para cerrar de manera correcta y adecuada. Va perfecto con un vaso de vino blanco. Y aquí no hace falta ver nada: con el olfato y el gusto (y una consciencia tranquila) es más que suficiente para obtener un resultado chingón. pase usted buenas noches.
4 notes
·
View notes
Photo

BARMAN MESERO (y practicante). Escuche; necesito aquí en la Fonda un barman que a ratos funcione también de mesero. Sólo ciertos días de la semana. ¿Interesado? Yo sí lo estaría. Marque al 1957-7070 y pregunte por los detalles. Espero que esta relación sea tan provechosa para usted como para mi. Asimismo estoy ocupando practicantes. ¿Quiere practicar las artes gastronómicas en la Fonda? Aquí está su oportunidad; no la deje pasar, coño. Marque ya al mismo número, identifíquese y entérese de cómo está el argüende. La mejor de las suertes para usted. P.S. La chamba es en Monterrey, en San Pedro.
2 notes
·
View notes
Photo

"Yo no hago que las cosas pasen, ni obligó a nadie a actuar. Yo solo pongo el escenario" -John Milton (Al Pacino, "The Devil's Advocate")
Vivo en unos apartamentos cerca del centro de Monterrey, tengo casi 30 años viviendo ahí, mi madre falleció hace 6 años, mi padre nunca estuvo, no lo conocí. En toda una vida de habitar ese apartamento nunca había echado de menos al señor que cuida el lugar. La verdad no hace mucho, o mejor dicho hace casi nada. Se la pasaba leyendo el periódico o unos libros viejos de Reader´s Digest. El señor Lorenzo tendría unos 70 u 80 años, y no se separaba de su silla de madera para nada en todo su turno, ni siquiera para ayudar a las señoras que van batallando con las bolsas del mandado. Él estaba siempre ahí, callado, no saludaba, no bajaba el periódico para saludar cuando alguien le decía “Buenos días Don Lencho”. Algunos vecinos pensábamos que era mudo, o sordo. Una tarde yo llegaba de la tienda, él se notaba preocupado, pero como era de costumbre no hice nada por hablar con él. Subí al apartamento y dejé las bolsas en la mesa, pero uve que regresar a la tienda para comprar los cigarros que se me habían olvidado. Cuando regresé fue cuando lo vi por primera vez de pie, me detuve en la entrada del edificio a fumarme uno. Se encontraba hablando con una persona cerca del árbol viejo que estaba en el jardín, a lado del pasillo que daba hacia la entrada del edificio, como a 15 metros de donde me encontraba yo. Hacia ademanes, parecía molesto con él, no pude ver el rostro de la persona, pero se notaba tranquilo, muy serio y con cierto porte elegante. Don Lencho me daba la espalda y cubría el rostro del otro sujeto. De pronto, entre los ademanes tomó del saco a aquel hombre y lo estrujó un poco. Me quedé mirando fijamente por si algo llegara a ocurrir poder ir en su auxilio, él era más viejo que el otro hombre. Noté que el sujeto le avisó señalando con la mano que yo los observaba, Don Lencho bajo tranquilamente los brazos y miro un poco sobre su hombro izquierdo para verificar quien era. Miró nuevamente al sujeto, intercambiaron algunas palabras y se regresó a su vieja silla. Aquel sujeto se perdió de vista entre los arbustos y los árboles del parque. Esperaba que Don Lencho se dirigiera a mí y me dijera algo, pero no, solo quito de la silla el periódico, me miro por un instante, vi sus ojos vidriosos, no supe que hacer, se sentó abriendo el periódico y sin decir ni una sola palabra. Acabe mi cigarro, me fui al apartamento, pero me quedé pensando toda la noche acerca de lo sucedido. ¿Quién era aquel hombre?, ¿Por qué lo había tratado así?, tenía muchas preguntas, pero no quería parecer entrometido. Decidí bajar a ver si estaba bien y de paso tratar de sacarle algo de información. Eran alrededor de las 3 am, pero al llegar al pasillo no estaba en su silla. Llegue hasta la puerta y en la caseta de vigilancia, que más que caseta parecía locker, es muy pequeño para estar ahí todo el día, pero tampoco se encontraba ahí. Salí algo extrañado a buscarlo al parque, que por la hora se encontraba vacío y eso ayudó a poder escuchar algo. No supe ubicar bien el sonido, pero me concentré para escuchar mejor y logre distinguir un quejido ahogado. Me acerqué cautelosamente tratando de evadir las hojas secas en el piso; detrás del tronco del árbol viejo pude ver un poco de lado a Don Lencho. Su cara y uniforme estaban muy salpicados de rojo. Su mirada estaba fija en un punto del tronco que por mi punto de vista aun no lograba ver. Con más curiosidad que preocupación tomé cierta distancia, rodee un poco el árbol para ver qué era lo que estaba mirando tan fijamente. La imagen que vi fue horrible, en ocasiones me despierta por las noches. Recargado en tronco del árbol se encontraba una persona. Tenía un cuchillo clavado en la garganta. Una soga lo sujetaba del cuello contra el árbol. Tenía las manos amarradas detrás de la espalda, amordazado y en cada uno de los pies tenía una estaca que le atravesaba el empeine. Aunque intentaba mover los pies, no podía, estaba fuertemente clavado en la tierra. Don Lencho se veía furioso, aunque no hacia ningún sonido, no dejaba de ver como la sangre salpicaba mientras aquel hombre se ahogaba con su misma sangre. Don Lencho rompió el silencio susurrando algo que en aquel momento no entendí bien, era una lengua extraña, como latín. Lo continuaba diciendo mientras recogía todo. Me escondí entre los arbustos, tenía miedo, no supe que más hacer. Alcancé a ver que intentaba borrar de la tierra que estaba enfrente de los pies del hombre amarrado un círculo que en su interior tenía algo como una “Z” y una línea que la cruzaba. Había demasiada sangre. Recogió con una pala toda la tierra manchada echándola en una tina. Arrastró el cuerpo y se lo llevó tranquilamente entre los edificios. Apenas dejé de verlo y corrí a mi apartamento a intentar dormir. Al día siguiente, con miedo baje esperando que no estuviera en la puerta del edificio, pero ahí estaba, leyendo el periódico como cada mañana. Como si no hubiera sucedido nada una noche antes. Me detuve en las escaleras y me pregunte: “¿Y si logro verme anoche? ¿Qué le diré? ¿Qué me dirá?”. Me armé de valor y camine esforzándome en parecer tranquilo y cotidiano. Justo cuando pasaba frente de él bajo el periódico y me dijo “Buenos días”. Con la mano dentro de la bolsa del pantalón apreté fuertemente las llaves y dude en contestar su saludo, pero un segundo más tarde volteé y le contesté de igual forma con un “Buenos días, Don Lencho.”. Me pareció ver una leve mueca simulando una sonrisa, levantó las manos y continuó leyendo las columnas. Fui a trabajar. Al llegar al edificio en la tarde me sorprendí de verlos hablando, nuevamente estaba ahí ese hombre. Lo reconocí fácilmente por su porte tan serio e inconfundible. Don Lencho se notaba muy tranquilo. Reduje la velocidad de mis pasos para alcanzar a entender un poco de que se trataba, lamentablemente tenía que pasar a su lado si quería subir a mi apartamento. Seguí derecho procurando no obviar mi consternación, pero el dedo índice de Don Lencho me señaló y el hombre volteó hacia mi preguntando “¿Es el?”, asintió con la cabeza. Yo me detuve en seco. Sentí un frio sepulcral en mi espalda. El hombre se giró y camino hacia mí. Mi mente me decía “Corre” pero mi cuerpo no respondía, solo me quede ahí, parado sin hacer nada. Aquel hombre mientras se me acercaba sonreía y me dijo “Contigo tengo que hablar.”. Me invito a sentarme en una banca que se encontraba cerca y me dijo con mucha tranquilidad “No tienes que decir nada ahorita. De preferencia no digas nada –señalo con un tono muy firme- Solo escúchame y mañana te visitaré para saber tu respuesta.”. Comenzó diciéndome que se dedicaba a hacer tratos con las personas, que el tenía la manera de dar cualquier cosa que una persona pudiera desear. Bromeó un poco diciendo “No soy como el genio de la lámpara concediendo deseos, soy alguien totalmente distinto”. Todo cobró sentido cuando me platico el trato que hizo con Don Lencho. Me contó que a su nieta (la nieta de Don Lencho) la había violado un maleante hace 8 años y medio. Que se sentía muy frustrado porque la policía no buscó siquiera al violador y también sentía impotencia por no poder hacer nada al respecto. Dijo que él se acercaba a las personas con “necesidades” muy precisas. Se había acercado a él porque sabía que quería saber quién había sido el infame ser que se atrevió a ultrajar a su nieta. Su mirada cambió. Sus ojos se tornaron completamente negros, brillantes. Dijo “Yo traje a la persona ayer, le traje al hombre que se aprovechó de su nieta. Era el hombre que viste amarrado a aquel árbol.”. Concluyo diciéndome que sabía que yo podría necesitar algo, que lo meditara y que mañana le contestara si estaba dispuesto a obtener eso que yo más deseaba en el mundo. La mañana siguiente no fui a trabajar. Me había quedado toda la noche pensando en lo que me había dicho aquel hombre. Tienen que creerme, es muy difícil tomar decisiones en un momento como ese, hay mucha tentación, muchas posibilidades, pero en ocasiones una mala decisión tomada con pensamientos avaros es suficiente para condenarte eternamente. Han pasado 6 meses desde que acepte el trato con aquel hombre. Me he convertido en un adicto a esto. Hasta la fecha van 5 personas a las que les quitó la vida mediante el ritual ofreciéndolo a Abaddon. Digo las palabras que alguna vez escuche de Don Lencho “Eo meum impletum est . me solum relinquatis”. Y aunque prometo no volverlo a hacer, siempre hay algo nuevo que “necesitar”.
0 notes
Text
... déjame en paz.
"Yo no hago que las cosas pasen, ni obligó a nadie a actuar. Yo solo pongo el escenario" -John Milton (Al Pacino, "The Devil's Advocate")
Vivo en unos apartamentos cerca del centro de Monterrey, tengo casi 30 años viviendo ahí, mi madre falleció hace 6 años, mi padre nunca estuvo, no lo conocí. En toda una vida de habitar ese apartamento nunca había echado de menos al señor que cuida el lugar. La verdad no hace mucho, o mejor dicho hace casi nada. Se la pasaba leyendo el periódico o unos libros viejos de Reader´s Digest. El señor Lorenzo tendría unos 70 u 80 años, y no se separaba de su silla de madera para nada en todo su turno, ni siquiera para ayudar a las señoras que van batallando con las bolsas del mandado. Él estaba siempre ahí, callado, no saludaba, no bajaba el periódico para saludar cuando alguien le decía “Buenos días Don Lencho”. Algunos vecinos pensábamos que era mudo, o sordo. Una tarde yo llegaba de la tienda, él se notaba preocupado, pero como era de costumbre no hice nada por hablar con él. Subí al apartamento y dejé las bolsas en la mesa, pero uve que regresar a la tienda para comprar los cigarros que se me habían olvidado. Cuando regresé fue cuando lo vi por primera vez de pie, me detuve en la entrada del edificio a fumarme uno. Se encontraba hablando con una persona cerca del árbol viejo que estaba en el jardín, a lado del pasillo que daba hacia la entrada del edificio, como a 15 metros de donde me encontraba yo. Hacia ademanes, parecía molesto con él, no pude ver el rostro de la persona, pero se notaba tranquilo, muy serio y con cierto porte elegante. Don Lencho me daba la espalda y cubría el rostro del otro sujeto. De pronto, entre los ademanes tomó del saco a aquel hombre y lo estrujó un poco. Me quedé mirando fijamente por si algo llegara a ocurrir poder ir en su auxilio, él era más viejo que el otro hombre. Noté que el sujeto le avisó señalando con la mano que yo los observaba, Don Lencho bajo tranquilamente los brazos y miro un poco sobre su hombro izquierdo para verificar quien era. Miró nuevamente al sujeto, intercambiaron algunas palabras y se regresó a su vieja silla. Aquel sujeto se perdió de vista entre los arbustos y los árboles del parque. Esperaba que Don Lencho se dirigiera a mí y me dijera algo, pero no, solo quito de la silla el periódico, me miro por un instante, vi sus ojos vidriosos, no supe que hacer, se sentó abriendo el periódico y sin decir ni una sola palabra. Acabe mi cigarro, me fui al apartamento, pero me quedé pensando toda la noche acerca de lo sucedido. ¿Quién era aquel hombre?, ¿Por qué lo había tratado así?, tenía muchas preguntas, pero no quería parecer entrometido. Decidí bajar a ver si estaba bien y de paso tratar de sacarle algo de información. Eran alrededor de las 3 am, pero al llegar al pasillo no estaba en su silla. Llegue hasta la puerta y en la caseta de vigilancia, que más que caseta parecía locker, es muy pequeño para estar ahí todo el día, pero tampoco se encontraba ahí. Salí algo extrañado a buscarlo al parque, que por la hora se encontraba vacío y eso ayudó a poder escuchar algo. No supe ubicar bien el sonido, pero me concentré para escuchar mejor y logre distinguir un quejido ahogado. Me acerqué cautelosamente tratando de evadir las hojas secas en el piso; detrás del tronco del árbol viejo pude ver un poco de lado a Don Lencho. Su cara y uniforme estaban muy salpicados de rojo. Su mirada estaba fija en un punto del tronco que por mi punto de vista aun no lograba ver. Con más curiosidad que preocupación tomé cierta distancia, rodee un poco el árbol para ver qué era lo que estaba mirando tan fijamente. La imagen que vi fue horrible, en ocasiones me despierta por las noches. Recargado en tronco del árbol se encontraba una persona. Tenía un cuchillo clavado en la garganta. Una soga lo sujetaba del cuello contra el árbol. Tenía las manos amarradas detrás de la espalda, amordazado y en cada uno de los pies tenía una estaca que le atravesaba el empeine. Aunque intentaba mover los pies, no podía, estaba fuertemente clavado en la tierra. Don Lencho se veía furioso, aunque no hacia ningún sonido, no dejaba de ver como la sangre salpicaba mientras aquel hombre se ahogaba con su misma sangre. Don Lencho rompió el silencio susurrando algo que en aquel momento no entendí bien, era una lengua extraña, como latín. Lo continuaba diciendo mientras recogía todo. Me escondí entre los arbustos, tenía miedo, no supe que más hacer. Alcancé a ver que intentaba borrar de la tierra que estaba enfrente de los pies del hombre amarrado un círculo que en su interior tenía algo como una “Z” y una línea que la cruzaba. Había demasiada sangre. Recogió con una pala toda la tierra manchada echándola en una tina. Arrastró el cuerpo y se lo llevó tranquilamente entre los edificios. Apenas dejé de verlo y corrí a mi apartamento a intentar dormir. Al día siguiente, con miedo baje esperando que no estuviera en la puerta del edificio, pero ahí estaba, leyendo el periódico como cada mañana. Como si no hubiera sucedido nada una noche antes. Me detuve en las escaleras y me pregunte: “¿Y si logro verme anoche? ¿Qué le diré? ¿Qué me dirá?”. Me armé de valor y camine esforzándome en parecer tranquilo y cotidiano. Justo cuando pasaba frente de él bajo el periódico y me dijo “Buenos días”. Con la mano dentro de la bolsa del pantalón apreté fuertemente las llaves y dude en contestar su saludo, pero un segundo más tarde volteé y le contesté de igual forma con un “Buenos días, Don Lencho.”. Me pareció ver una leve mueca simulando una sonrisa, levantó las manos y continuó leyendo las columnas. Fui a trabajar. Al llegar al edificio en la tarde me sorprendí de verlos hablando, nuevamente estaba ahí ese hombre. Lo reconocí fácilmente por su porte tan serio e inconfundible. Don Lencho se notaba muy tranquilo. Reduje la velocidad de mis pasos para alcanzar a entender un poco de que se trataba, lamentablemente tenía que pasar a su lado si quería subir a mi apartamento. Seguí derecho procurando no obviar mi consternación, pero el dedo índice de Don Lencho me señaló y el hombre volteó hacia mi preguntando “¿Es el?”, asintió con la cabeza. Yo me detuve en seco. Sentí un frio sepulcral en mi espalda. El hombre se giró y camino hacia mí. Mi mente me decía “Corre” pero mi cuerpo no respondía, solo me quede ahí, parado sin hacer nada. Aquel hombre mientras se me acercaba sonreía y me dijo “Contigo tengo que hablar.”. Me invito a sentarme en una banca que se encontraba cerca y me dijo con mucha tranquilidad “No tienes que decir nada ahorita. De preferencia no digas nada –señalo con un tono muy firme- Solo escúchame y mañana te visitaré para saber tu respuesta.”. Comenzó diciéndome que se dedicaba a hacer tratos con las personas, que el tenía la manera de dar cualquier cosa que una persona pudiera desear. Bromeó un poco diciendo “No soy como el genio de la lámpara concediendo deseos, soy alguien totalmente distinto”. Todo cobró sentido cuando me platico el trato que hizo con Don Lencho. Me contó que a su nieta (la nieta de Don Lencho) la había violado un maleante hace 8 años y medio. Que se sentía muy frustrado porque la policía no buscó siquiera al violador y también sentía impotencia por no poder hacer nada al respecto. Dijo que él se acercaba a las personas con “necesidades” muy precisas. Se había acercado a él porque sabía que quería saber quién había sido el infame ser que se atrevió a ultrajar a su nieta. Su mirada cambió. Sus ojos se tornaron completamente negros, brillantes. Dijo “Yo traje a la persona ayer, le traje al hombre que se aprovechó de su nieta. Era el hombre que viste amarrado a aquel árbol.”. Concluyo diciéndome que sabía que yo podría necesitar algo, que lo meditara y que mañana le contestara si estaba dispuesto a obtener eso que yo más deseaba en el mundo. La mañana siguiente no fui a trabajar. Me había quedado toda la noche pensando en lo que me había dicho aquel hombre. Tienen que creerme, es muy difícil tomar decisiones en un momento como ese, hay mucha tentación, muchas posibilidades, pero en ocasiones una mala decisión tomada con pensamientos avaros es suficiente para condenarte eternamente. Han pasado 6 meses desde que acepte el trato con aquel hombre. Me he convertido en un adicto a esto. Hasta la fecha van 5 personas a las que les quitó la vida mediante el ritual ofreciéndolo a Abaddon. Digo las palabras que alguna vez escuche de Don Lencho “Eo meum impletum est . me solum relinquatis”. Y aunque prometo no volverlo a hacer, siempre hay algo nuevo que “necesitar”.
0 notes
Photo









#Relatos #Terror #Suspenso #Miedo #Creep #Cabin #Cabaña #Horror #Books #Book
0 notes
Photo

http://arturomeza.tumblr.com/post/137306661642/la-caba%C3%B1a
0 notes
Text
Otra Oportunidad de Redención
Sople las velas de la tarta por segunda vez ese día. Mi cabeza se movía a toda velocidad y de repente podía respirar perfectamente de nuevo. Experimente un horrible mareo cuando mis ojos se fijaron en mi mano. Era extrañamente pequeña. Levanté mi vista para ver a mis padres vivos de nuevo. Asustado por lo que pasaba, corrí escaleras arriba hacia mi habitación con todo el esfuerzo que podía un niño de 12 años.
Me tumbé sobre la cama, 48 años más joven de lo que recordaba, podía recordar perfectamente mi “futuro” como si hubiera pasado hacia solo unos minutos. Toser, toser y toser, se podía decir que era parte de mi rutina. Saint Louis era el nombre del hospital donde contaba el número de días para mi funeral. Cáncer de pulmón en fase tres era la menor de mis preocupaciones cuando vi la cara cubierta de lágrimas de mi hija imaginándose lo peor. “Los pulmones más negros que haya visto” Le escuché decir al doctor a la enfermera. En retrospectiva, me dije a mi mismo que me lo merecía. Me había pasado la vida fumando cigarrillos y pipas. Se convirtieron en parte integral de mi vida, y poco a poco, también de mí.
Como una lagrima escapando de mi ojo, tengo 12 años de nuevo, en un parpadeo. Confundido con esta nueva realidad, me pellizco para asegurarme. “Otro instituto lleno de matones.” Pienso para mi asqueado. Volví a comer cereales para desayunar, a montar mi bicicleta para ir a clase y a pedir un beso a mi madre cada noche. Han pasado cuatro años y todo va como predije.
El día llegó cuando escapaba de Tom, mi némesis desde la infancia, quien me había arrastrado hasta el callejón y metido un cigarrillo en mi boca, con la ayuda de sus amigos, Harry y Marvin. El punto de retorno de mi vida estaba delante de mí, los pensamientos de redención se presentaron.
“Llama a tu padre, Tom.”
Me miró perplejo.
“Llámale y dile que no se suba al primer taxi para ir a casa. Dile que se monte en el autobús E63.”
“¿Por qué mierdas debería de escucharte?”
“Porque intento salvar su vida. Confía en mi esta vez.”
Tom era un chico de pocas ideas. Agarró su teléfono y llamo a su padre. Después de colgar le dije:
“Dile que le quieres.”
Mientras disfrutaba de mis cereales al día siguiente, eche un vistazo al periódico de mi padre. Sabía perfectamente lo que me encontraría.
“Accidente de autobús deja trece muertos.”
Trece, ¿no? Bueno, la última vez tan solo fueron doce.
Fuente Original (en Inglés): Another chance at Redemption por Zaffs2000
49 notes
·
View notes
Photo
Watch: How toxic masculinity follows men from birth to death.
492K notes
·
View notes
Text

La Cabaña
El Sr. Hernández era un viejo que, a pesar de ser una persona importante para el pueblo, tenía una mala reputación entre la gente. De hecho, tenía un apodo, la gente le llamaba “el viejo ogete”. Entiendo que debe ser algo malo, ya que lo dicen solo entre ellos, como en secreto. Tenía un negocio en el centro, donde vendía los mejores cortes de carne del norte del país. De hecho, enviaba cantidades importantes de carne a otros estados, en fin, le iba muy bien. El alcalde le tenía mucho respeto, tanto por su temperamento como por su colaboración en la construcción de escuelas y centros médicos, la verdad solo fue una escuela y dos centros, pero el alcalde es… digamos que no es difícil impresionarlo, y ya que el Sr. Hernández tenía mucho dinero, el alcalde (por decirlo de alguna manera entendible) se bajaba los pantalones si el Sr. Hernández se lo pedía. El Sr. Hernández diariamente visitaba su negocio, no tenía mucho que hacer, ya era una persona grande, había enviudado recientemente y no pudo tener hijos, así que su negocio era lo único que lo mantenía entretenido y cuerdo. Le gustaba revisar detalladamente la caja y reprendía imperantemente al que no portara su uniforme correctamente. La gente que trabajaba con él trabajaba por necesidad, en el pueblo había pocos lugares donde trabajar, y había aún menos lugares donde poder crecer laboralmente. Así es como se manejaban las cosas en su negocio, y todos acataban las ordenes si excepción.
“Don Agustín”, como le llamaban sus amigos más cercanos, tenía un rancho, donde iba semanalmente a cabalgar y pasar el fin de semana ahí, sin que nadie le molestara. Era un rancho grande y con mucho ganado. Se dice que el terreno era tan grande que ni siquiera Don Agustín lo conocía por completo. Tenía una persona que le “cuidaba” el lugar, en realidad solo estaba ahí sin hacer ninguna labor. Cada semana Don Agustín llegaba gritando y dando portazos buscando a Ernesto por toda la cabaña, y como era muy grande, en ocasiones tardaba mucho en encontrarlo. Ernesto tenía un problema auditivo, no le funcionaban bien sus oídos, los doctores mencionaron que tenía una carnosidad que le impedía escuchar bien, y que debido a eso tenía la mirada perdida, olvidada, como si nada importara. Una ocasión lo encontró dormido en un cuarto, en el cual Don Agustín le había prohibido entrar porque ahí guardaba su licor. Lo regaño hasta por debajo de los dientes, lo agarro a sombrerazos y le grito malas palabras hasta cansarse, luego entendió que Ernesto probablemente no había entendido nada de lo que había dicho debido a su problema y lo dejo en paz, se sintió mal consigo, no por haberle gritado, si no por haberle gritado a alguien que no escuchaba. Se sintió tonto por un momento. Pero, ¿Que le podía exigir a una persona con ese problema?, decidió irse a dar un baño con agua caliente y relajarse. Le hizo señas a Ernesto de que saliera y limpiara todo. Ernesto, aun asustado por los manoteos y sombrerazos que le propino su patrón se fue enseguida y comenzó a limpiar.
Don Agustín ya más relajado después de su baño caliente, fue a la cocina a buscar algo de comer, y busco en la alacena sin éxito, y salió al pórtico a buscar a Ernesto. Ya oscurecía, y había mucha maleza al frente de la cabaña debido a que Ernesto no había entendido las instrucciones de Don Agustín una semana antes, eran épocas de lluvia y las hierbas malas crecen rápido, median poco más de metro y medio y eso ocasionaba que habitaran animales como víboras, alacranes y roedores. Con más paciencia, Don Agustín busco a Ernesto que, como cosa hecha intencionalmente no había limpiado nada de lo que le encomendaron. Don Agustín miro hacia el portón de la entrada a su rancho, y veía una luz que se movía alejándose de la cabaña. Son cerca de 200 metros entre el portón y la cabaña. Supuso que era Ernesto persiguiendo algún animal. Y dándose por vencido regreso al interior de la cabaña y se tumbó en el sillón, con la cabeza hacia atrás. Unos ventanales que su esposa había pedido a Don Agustín que instalara encima de la sala para así poder ver la lluvia, aunque no logro ver terminado lo que había encargado a su esposo. Su enfermedad acabo con ella muy rápido, no existía mucha tecnología que le ayudara con su problema en el corazón. Don Agustín miro los ventanales y recordó a su esposa, se le entristeció un poco la mirada, su ceño dejo de estar fruncido como es habitual, y suspiro profundamente.
*
No se dio cuenta pero ya estaba lloviendo, no supo cuánto tiempo había transcurrido desde que se sentó en el sofá, solo escuchaba las gotas rebotar en el ventanal. Estaba oscuro, no había encendido ningún candil ni vela por haberse quedado dormido. Entre dientes maldecía a Ernesto por no haber encendido nada en toda la cabaña. Ahora estaba en penumbra, solo la luz de los impredecibles relámpagos se colaban por el ventanal que ayudado con el agua que escurría en el vidrio hacia formas psicodélicas en el piso de madera de la cabaña. No se escuchaba nada más que la lluvia, los truenos y el rechinido de las pisadas de Don Agustín.
Recordó que en la mesa de centro de la sala había dejado la semana anterior una caja de fósforos, había fumado un cigarro la semana anterior, y era posible que ahí siguiera, el holgazán de Ernesto no había limpiado nada, con suerte podría encontrarlos. El ambiente se sentía más frio de lo normal. Manoteo en toda la mesa y no encontró nada, pero con el pie movió la caja que había caído al piso y la recogió. Agito la caja para escuchar si había fósforos dentro y efectivamente, sonaban unos pocos. Con mucho cuidado abrió la caja y tentó solo 4 fósforos, esperaba que fueran suficientes para encontrar una vela y poder encender uno de los quinqués que guardaba en el patio.
Encendió el primero, y la sala de la cabaña se ilumino parcialmente, camino tranquilamente y sin prisa hacia la cocina, había visto ahí una vela en el desayunador, pero al llegar al pasillo que lleva a la cocina, una corriente de aire frio apago la llama. Aliviado por tener otros 3 fósforos más, y estar a solo unos pocos pasos de la cocina, saco el segundo fosforo y lo encendió, y con cuidado puso una mano para tapar la llama de futuras ráfagas de viento, pero no le duró mucho, ya que el mismo lo apagó. Fue por instinto, lo arrojó al suelo al mismo tiempo que dio un grito de espanto, una silueta que se movió al final del pasillo y no alcanzó a ver más, pero cualquiera de nosotros hubiéramos reaccionado igual, sabiendo que estas solo. Pensó que podía ser Ernesto, pero, enseguida quito esa idea de su mente, porque ¿Que haría Ernesto escondiéndose al final del pasillo?, cualquier persona hubiera hablado o simplemente se hubiera acercado al ver la luz del fosforo. Se preparaba a encender el tercero, pero un ruido afuera de la cabaña lo detuvo en seco. Se escuchaba como si fueran arrastrando algo entre la hierba de enfrente, pero con esta lluvia no creía que fuera Ernesto. Comenzó a llamarle a Ernesto, ya no con gritos, ahora la voz se le escuchaba más suave, como cuando la gente tiene miedo pero quiere mantener su porte de valiente. Nadie respondía, solo se seguía escuchando el ruido de algo siendo arrastrado, Don Agustín saco el fosforo, hizo un intento de encenderlo y no logo hacerlo, creo que por los nervios, ya que el sonido se acercaba a la puerta principal. La lluvia había cesado un poco. Los relámpagos ya tenían unos 10 minutos de haberse detenido. El ruido extraño llego hasta la puerta y se detuvo ahí. Don Agustín encendió el fosforo, en silencio y tratando de no hacer ruido con la madera del piso camino hacia la cocina. Busco la vela y la encendió, se sintió más aliviado al saber que ya tenía una vela encendida. Al menos la cocina estaba iluminada y cerró la ventana para que no hubiera más corrientes de aire. Con más confianza grito llamando a Ernesto, pero no conseguía respuesta alguna. En la sala, por el pasillo se escuchó como si alguien abriera la puerta, supo que era la puerta principal por el rechinido que tantas veces le menciono a Ernesto que le reparara poniéndole aceite a las bisagras. Don Agustín intento tragar saliva, pero la boca la tenía seca. Los ojos abiertos casi al mismo tamaño que su boca. Se recargo en el fregadero, y silenciosamente manoteaba sin dejar de ver hacia la puerta del pasillo, había dejado abierta la puerta, así que podía verse el cuadro colgado en la pared. Su mano se topó con una taza, unos platos, cucharas, etc. Al fin encontró un sartén, y lo cogió del mango con mucha fuerza y sin hacer ruido se acercó para tomar la vela que ya había avivado más su flama. Alcanzo la vela con la mano que le quedaba disponible y pregunto quién había entrado a su cabaña obteniendo como respuesta un portazo de la puerta principal. Se sacudió un poco Don Agustín por el sonido fuerte del portazo. Su ceño se frunció como cualquier otro día, apenas se disponía a caminar hacia la puerta de la cocina y la llama develó una silueta que caminaba dirigiéndose a la parte trasera de la cabaña. Don Agustín apretó fuertemente el sartén. Notó su ropa vieja y mojada, su falda larga rota y sus pies descalzos y llenos de lodo. La madera crujía con las pisadas de aquella “persona” que vio pasar. Indeciso de enfrentarla, camino hacia la puerta de la cocina, y se asomó hacia el pasillo, vio como la mujer se dirigía a la recamara de huéspedes. El giro hacia el lado contrario para salir por la puerta principal, pero vio algo en el piso, algo que estaba vivo. La luz de la vela no alcanzaba a iluminarlo bien, así que se acercó con incertidumbre, pero más miedo que incertidumbre. Sus pisadas eran cautelosas, escuchaba como “aquella cosa” hurgaba en el cuarto, como buscando algo, se escuchaban las cosas cayendo en el suelo. Don Agustín seguía su camino hasta que llego a iluminar bien el bulto que se veía en plena sala. Era Ernesto, sus piernas se movían muy lento, como sufriendo, en su boca tenía un pañuelo amarrado, en su mirada parecía estar sufriendo pero no emitía ningún sonido. Don Agustín se acercó más al ver que era su “ayudante” buscando como ayudarlo. Ernesto tumbado boca arriba giro su cabeza como diciendo que no. Se detuvo de pronto el ruido del cuarto de huéspedes, Don Agustín se puso de pie en seguida. Miro como le cambiaba la mirada a Ernesto, abrió los ojos tanto que parecía que saldrían de sus orbitas. Don Agustín sintió un frio sepulcral en la espalda. Intento correr pero la llama de la vela se apagó súpitamente. Ya sin luz no fue capaz de moverse ni un milímetro. Solo escucho los gritos de Ernesto ahogados por el pañuelo que llevaba puesto. Don Agustín intento encender el fosforo que le quedaba en la caja, pero los nervios lo traicionaron y se le cayó al suelo, se agacho a recogerlo y como si hubiera visto donde había caído lo encontró. Aun agachado lo encendió. Por fin pudo ver su cara, su cabello, su sonrisa tan diabólica. Estaba agachada a la misma altura que Don Agustín. La intento mirar a los ojos pero solo vio sus cuencas, no tenía ojos y le sonreía. Ella, ya sin sonreir, dejo en penumbra la cabaña apagando el fosforo de un soplo.
Arturo Meza
3 notes
·
View notes
Link
1 note
·
View note
Text
Ultima carta.
… esto es lo último que podré escribir, espero que alguien lo encuentre y haga buen uso de lo que estoy a punto de redactar… dudo mucho que alguien lo pueda creer, pero así sucedió. Todo comenzó 3 meses atrás, mi hijo de 5 años me hablaba mientras yo trataba de ver la televisión después de un largo día de trabajo, nada fuera de lo normal, hasta que le preste atención. Con cierta desesperación le preste atención y me explico que estaba mi esposa tirada en el piso de la cocina y que no respondía, rápidamente me levante, fui a revisar lo que sucedía y encontré a mi esposa tirada en el suelo, totalmente boca arriba con la cara blanca, la boca y los ojos muy abiertos. Le llame y no respondió, le pedí a mi hijo que fuera por el teléfono, pedí una ambulancia. Mi hijo, desde ese momento no volvió a pronunciar una sola palabra. Pero encontré la forma para que me pudiera expresar lo que pensaba o quería decir mediante una libreta vieja que tenía y una pluma. Mi esposa se estabilizo llegando al hospital. No se ha movido desde entonces y ha sido una labor muy difícil llevar esta familia en esta situación. Después de una semana y media mi hijo corrió llorando hacia mi cuarto con su libreta en la que ya había dibujado algo que parecía una mancha negra al lado de lo que parecía su cama. En seguida fui a revisar pero no halle nada, y lo lleve a dormir a nuestra recamara. No pudimos dormir, ninguno, creo que por miedo, aunque yo no sabía de qué se trataba, al verle los ojos llenos de terror me contagiaba. Luego de unas semanas mi esposa falleció y mi hijo extrañamente no se inmuto, solo le vi un poco triste, aunque en su lugar yo hubiera gritado y llorado hasta desahogarme, el no, solo lloro un poco cerca del cajón y se regresó a mi lado. Se sentía un vacío en la casa indescriptible, era evidente la falta de alegría y ruido de un hogar. Luego de varios días, una noche escuche un grito en el cuarto de mi hijo. Salte de la cama para ver lo que sucedía y al llegar a su cuarto solo lo encontré en un rincón entre gritos desesperados apuntaba hacia el techo, cerca de la esquina, gire para ver lo que señalaba pero no vi nada. El seguía gritando, repetía “¡Me dijo que seguías tú! ¡Me dijo que seguías tú!”. Dormimos “bien” esa noche, aunque tenía duda de lo que había visto, pero hacerlo recordar algo que lo mantuvo temblando toda la noche no me pareció buena idea en esos momentos. Mi hijo ya no quiso regresar a su cuarto, y una tarde me platico lo que sucedió. Me dijo que algo (no me supo describir lo que vio) lo había estado siguiendo todo el tiempo, lo veía en la escuela mientras estaba en clase, a lado de la puerta, lo veía parado en una esquina de alguna calle cuando mi esposa iba por el en el coche, lo veía en la casa mientras jugaba veía la televisión, pero nunca le había dicho nada, hasta aquel día en el que sucedió lo de mi esposa. Me dijo que fue a la cocina a pedirle leche a su mama cuando lo vio pararse detrás de ella, y le hizo una seña de que no hiciera ruido, vio como aquella cosa abrazo a su madre. Dijo también que su mama no estaba tocando el suelo y que así se quedó un segundo antes de caer al suelo. Me platico que no lo volvió a ver hasta el día que lo despertó para decirle que “Su papa era el siguiente”. Sentí que la sangre me llego a los pies. Le pedí que juntara sus cosas y nos salimos de la casa esa misma noche. Mientras manejaba me dijo que no importaba a donde fuera, que me seguiría y que me sucedería lo mismo que le sucedió a su mama. No podía permitir que presenciara lo que aquella cosa le había dicho. Anoche me dijo que me quería mucho y me dio un abrazo, me dijo que esta noche vendría por mí. Lo lleve a casa de mi hermano, le encargue sin explicarle que cuidara de el en lo que recogía unas cosas de la casa. Esta noche estoy aquí en mi casa, se siente fría, sin vida. He puesto una grabadora y una cámara de video mientras escribo esto, creo que podría de servir de algo en el futuro para explicar lo que me sucederá, aunque ni yo mismo lo entienda.
Me serví un trago, tenía ya 5 años (desde que nació mi hijo) de no probar alcohol, pero… qué más da. Llevo casi media botella de whisky y el frio no se ha atenuado. Hay perros ladrando en las casas de los vecinos, no sé si sea un buen indicio. Se ha apagado la casa, solo me ilumino con la pantalla de mi laptop y el foco rojo de la cámara que me indica que sigue grabando… Tengo mucho miedo, me cosquillean las manos y la espalda… Ya han pasado 10 minutos desde que no hay energía… creo que ire a revisar si los fusibles están bien… espero solo ltgflygtfhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
1 note
·
View note