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AvalonMavis
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Bienvenida a mi desastroso paraiso🥰
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avalonmavis · 3 months ago
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Donde el Azul se Tiñe de Rojo
Shisui Uchiha x fem!Reader
Sinopsis: Dos almas marcadas por la guerra han sido todo el uno para el otro. Cuando ella arriesga su vida para salvarlo, Shisui ya no puede contener la verdad: no son solo amigos. Entre la luna, el agua y un deseo reprimido por años, la entrega es inevitable.
Advertencia: fluff, lemon, sexo, penetración sin protección.
Conteo de palabras: 2.7k
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En este momento te encuentras corriendo en el bosque con un Uchiha de 1.80 inconsciente en tu espalda, no importaba que la zona de peligro ya estuviera lejos, habías perdido el foco y estabas en piloto automático, nunca antes habías tenido que matar a tantas personas.
Tu mente repetía una sola frase ''sálvalo, aléjalo de todo''.
Ni siquiera a tus padres habías llegado a conocer tanto como al gran genio del Shunshin no Jutsu, ellos murieron en la tercera guerra a tus cinco años, cualquier alegría por haber ingresado a la academia tan joven fue arrebatado al tener que regresar a un hogar vacío cada día. Ambos fueron grandes ninjas y al dejarte sin una razón para vivir solo entrenaste cada día para jamás manchar sus nombres con tu fracaso, tu mente jamás se separó de tu objetivo y te habías vuelto apática con cualquiera que tratase de socializar contigo, al menos así fue hasta que Shisui te descubrió y se pegó como un chicle a tu alma, al principio lo detestabas, siempre era alegre y veía en todos algo bueno, en ese momento no lo entendías pero sentías envidia de la forma en que todo para él tenía color y para ti eran tonos grises.
Hasta que un día Shisui se tornó azul, estaban en la flor de la adolescencia y no sabias como él se metió debajo de tu piel, comenzó a contagiarte de sus travesuras y sonrisas, todo lo que Shisui tocaba comenzaba a tomar color delante de tus ojos, incluso tu.
Sin quererlo él se había vuelto tu mundo, el creador de la paleta de colores de todo aquello que acariciaban tus emociones más profundas, llevándote hasta este punto, donde ambos han llegado torpemente a sus veinticuatro años y ya no reconoces la palabra 'amistad' cuando salen de tus labios.
Pero había algo que, si reconocías, darías tu vida por ese chico de rizos oscuros.
-Mhm, ¿____?-Shisui murmuro en tu oído y te erizo toda la piel-Me siento débil.
-Te envenenaron, tranquilo, ya extraje el veneno y te apliqué el antídoto-respondiste saliendo de tus pensamientos. Toda la tormenta mental se calmó con solo su voz.
Lo llevaste a una cascada que ya conocías, un escondite. No faltaba mucho para llegar a la aldea, pero tus piernas comenzaban a doler.
-¿Como extrajiste el veneno? Esa serpiente me pico en el muslo, cerca de mi tesoro-murmuro en un tono burlón y ya te imaginabas su sonrisa. El maldito solo quería que admitieras que tuviste que extraer el veneno con la boca.
-Te salve para matarte yo-refunfuñaste ganándote su suave risa en respuesta.
Llegaste a la cascada y te adentraste entre las piedras, detrás de la caída del agua había una pequeña cueva, una vez allí bajaste a Shisui en el suelo liso de piedra y te arrodillaste frente a él.
Sus ojos cansados se posaron en ti y fue cuando noto todos tus rasguños y que tu uniforme tenía manchas de sangre en distintas posiciones.
-¿Estas herida?-pregunto levantando sus manos hacia ti, tú las tomaste bajándoselas y abriste su chaleco-Tranquilo, estoy perfecta, solo hice lo que tenía que hacer para sacarte con vida-apoyaste ambas manos en su pecho ya que aún quedaban algunos huesos rotos y comenzaste a sanarlo con tu chakra.
-¿Los mataste?¿a todos?-el haría una expresión de sorpresa si su rostro no le doliera.
-Tú te encargaste de la mayoría, no lo recuerdas por el veneno-subiste tus manos a su cuello, tenía muchos golpes y querías dejarlo como nuevo.
Tus verdades estaban manchadas con mentiras, no necesitaba usar el Sharingan, tu chackra fluctuó.
Shisui apretó los dientes enfurecidos consigo mismo, el quería protegerte hasta que su último hueso se rompiese, se odiaba a si mismo por permitir que algo así sucediese, no importaban las circunstancias, nadie debía tocarte un solo mechón.
-No malgastes tu chakra en mi-su tono reflejaba su odio hacia sí mismo.
-Shisui no, eran casi treinta hombres, te envenenaron con una dosis que mataría a un elefante y me mantuviste detrás de ti hasta desfallecer, no eres un inútil y mucho menos me has fallado.
Apoyaste las manos en sus mejillas aun sanando sus heridas, borrando las cicatrices de ese bello rostro, te dolería si dejaras pasar alguna y su bella cara de bebé cambiará, seguro se vería rudo con una cicatriz, pero no en tu guardia. No era necesario tocarlo, pero querías hacerlo, necesitabas transmitirle tu tranquilidad.
Shisui dejo que sus ojos descansaran en ti, estabas tan concentrada borrando cada rasguño de su cuerpo y no pensabas en ti, tu semblante tranquilo, tus manos cálidas, tu largo cabello suave. Siempre que te veía recordaba porque era una buena razón estar vivo, sería un pecado conocerte y no dedicarte cada día de su vida.
-Debes descansar ¿Sí? Se que me dirás que eres fuerte y ya te sientes perfecto, pero yo necesito que te quedes quieto y asegurarme de que el antídoto no tiene efectos secundarios.
El parecía estar atento a lo que decías, pero Shisui, es Shisui.
-¿Entonces si viste mis joyas?
Tu rostro se puso rojo completamente y apartaste la mirada, el pelinegro quedo fascinado, usualmente lo golpeabas, ¿que era esta reacción nueva?
-Solo te baje el pantalón idiota, no me interesa lo que hay debajo de tu ropa interior-intentabas sonar molesta pero tu vergüenza era notable.
Su mente hizo click. No estaba usando ropa interior.
-No hay forma, si me viste, ____, si lo hiciste-Shisui parecía emocionado-Grande ¿no? Es uno de mis orgullos.
-Yo... Yo debía asegurarme de que no tuvieras otra mordida, deja de decir ese tipo de cosas-te estabas poniendo nerviosa.
-Vaya, quien lo diría, ____, tantos años detrás de ti y para enamorarte solo debía dejar que me pusieras las manos encima-se jacto burlón.
Tu límite de resistencias a sus burlas fue rebasado, sentías un calor extremo y tus oídos se te taparon, te pusiste de pie y con un uso rápido del parpadeo corporal lo dejaste solo en la cueva.
Shisui suspiro, estaba feliz, le gustaba provocarte y si se trataban de ese tipo de emociones dejaría de medirse contigo.
-Campeón, la impresionamos, gran trabajo, siempre confié en ti-si pudiera chocar los cinco con su pene, lo haría.
El ninja vago un largo rato por su imaginación, estaba colocando todas sus fuerzas en obedecer tus órdenes y estar quieto, pero tú no volvías, así que lo obligaste, Shisui se puso de pie y salió a buscarte.
Tu estabas tomando un baño relajante en el lago en el cual desembocaba la cascada, por un momento le molesto que conservaras la ropa interior. La noche perpetuo ante ambos, quedo hipnotizado con tu figura siendo acariciada por los rayos de la luna mientras dejabas caer el agua con delicadeza en tu cuerpo, como tus manos seguían los senderos de esa piel que deseaba conquistar.
Una sed lastimera lo domino.
Lo siguiente que sentiste fueron sus manos tomando con firmeza tus caderas, con un movimiento rudo te volteo y tus ojos se encontraron con los suyos encendidos por el sharingan, te arrebato el aire lo intimidante de aquello junto con su desnudes, lo sabias, estabas atrapada, te quito la verdad con sus ojos.
-Me mentiste-su tono de molestia poseía una acuarela distinta, una sexual.
-Shisui si yo tengo que morir por ti lo hare-la seguridad en tus palabras eran una gran ola de todo lo que quería evitar, no podía permitir que eso sucediera.
-¿Porque?-te pego más a su pecho cuando intentaste apartarlo.
-Porque somos amigos-inseguridad. Lo único que nunca lograbas declarar de forma correcta.
-Nunca serás buena mintiéndome. ¿Acaso olvidas quién soy? hemos compartida cada etapa de nuestra vida juntos y esta no será la excepción, ya no somos amigos, no lo soporto más.
El aire entre ambos se espeso con la intensidad de su confesión, ese azul con el que tu corazón lo pintaba se tornó en un rojo anhelante. Sus siluetas reflejadas en el lago con la gracia de la luna, esparciendo los destellos de sus deseos sobre las suaves ondulaciones del agua que los envolvía. Lo miraste con los ojos muy abiertos, tu respiración entrecortada y tu corazón desbocado, eras una pincelada desprolija de todos tus sentimientos escondidos. Sabias que él tenía razón. No podías mentirle. No podías esconder lo que ardía en tu pecho.
Las yemas de sus dedos se aferraban a tu cadera con desespero, sus cuerpos rozándose bajo el agua templada. Sus labios se encontraban a un suspiro de distancia, podías sentir tu aliento mezclándose con el suyo, cálido, ansioso.
-Dímelo-susurró él, su voz ronca de emoción-Dime que no sientes lo mismo y me iré.
Pero no lo hiciste. Tus dedos temblorosos se aferraron a sus hombros, y en lugar de palabras, le diste la única respuesta posible.
Te alzaste apenas sobre la punta de tus pies y dejaste que la gravedad te guiara hacia él. Sus labios se encontraron en un roce suave al inicio, apenas una caricia, como si probaran el instante, como si memorizaran el sabor del otro. Pero pronto, la contención se quebró como una ola estrellándose contra la orilla.
Él profundizó el beso con una urgencia contenida durante años, como si en ese instante quisiera recuperar todo el tiempo perdido. Sus labios se entrelazaron con hambre y ternura a la vez, como si estuvieran destinados a encajar de esa manera. Las manos de él subieron por tu espalda desnuda, estremeciéndote, mientras te sostenía con devoción, como si temiera que te desvanecieras entre sus brazos.
El mundo se desdibujó a su alrededor. No existía el lago, ni la brisa nocturna, ni la luna testigo de su amor. Solo existían ustedes dos, fundiéndose en un beso que no era solo un beso, sino una promesa silenciosa de un lienzo en blanco desbordado por todos sus colores. Un pacto irrompible.
Cuando finalmente se separaron, apenas unos milímetros, sus frentes quedaron unidas, sus respiraciones entrelazadas.
-Nunca fuimos solo amigos-murmuraste, tu voz temblorosa pero llena de certeza.
Él sonrió contra tus labios, y sin decir nada más, volvió a besarte. Esta vez, sin dudas, sin miedo. Solo amor.
Shisui no se apartó de tus labios. Su beso, antes cargado de desesperación, se volvió lento, pausado, como si ahora tuviera la certeza de que no ibas a desaparecer. Su lengua rozó la tuya con una exquisita paciencia, saboreando cada pequeño jadeo que escapaba de tu boca.
Sus manos, antes firmes en tu cadera, comenzaron a explorar con más intencionalidad. Acarició la curva de tu cintura, subió lentamente por tu espalda hasta entrelazar sus dedos en tu cabello mojado, obligándote a inclinar la cabeza hacia atrás mientras descendía con besos por tu mandíbula.
Su respiración cálida acariciaba tu piel mientras sus labios descendían por la línea de tu cuello, dejando pequeños mordiscos y besos que enviaban descargas eléctricas a cada rincón de tu cuerpo. El agua a su alrededor se sentía más caliente de lo que realmente estaba.
-Dime que pare y lo haré -murmuró, su aliento rozando tu oído, su voz ronca y llena de deseo contenido.
Pero no lo hiciste.
Tus manos finalmente tomaron el control, deslizándose por la musculatura de su espalda, disfrutando de la textura de su piel caliente bajo el agua. Lo habías sanado con tanto esmero, pero ahora solo querías tocarlo sin propósito más allá de sentirlo.
Shisui sonrió contra tu clavícula, notando la forma en que tus dedos se aferraban a él, y supo que ya no había vuelta atrás.
El deseo en sus ojos era abrasador. Sin darte cuenta, te levantó del agua con facilidad, haciéndote rodear su cintura con tus piernas. Su cuerpo mojado se pegó al tuyo, sus manos explorando más allá de lo permitido, deslizándose por la piel sensible de tus muslos.
-Voy a enseñarte que nunca más podrás llamarme tu amigo.
Tus labios se entreabrieron, tu respiración agitada. Su declaración te sacudió hasta los huesos, como un relámpago iluminando la verdad que habías intentado ignorar por tanto tiempo. Lo miraste con los ojos encendidos, con esa mezcla de desafío y rendición que solo él lograba provocar en ti.
-Entonces hazlo-susurraste, tu voz apenas un aliento contra sus labios-Demuéstramelo, Shisui.
Lo viste oscurecerse con ese tono carmesí en sus ojos, la suave vibración de su risa contra tu piel antes de que su boca reclamara la tuya de nuevo, hambriento, decidido.
El agua templada acariciaba tu piel desnuda, pero nada comparado con el calor de su cuerpo contra el tuyo. El sonido de la cascada rugía detrás de ustedes, un eco lejano en comparación con el retumbar de sus respiraciones entrecortadas.
Shisui no dejó espacio entre ustedes. Su piel caliente se fundió con la tuya, su pecho firme aplastando tus senos, sus manos deslizándose con desesperación por tu espalda, reclamando cada curva, cada rincón de tu cuerpo mientras se deshacía de tus pequeñas prendas. No había más barreras. No más dudas. Solo el deseo latente que había crecido entre ustedes durante años, hecho carne y ardor en ese instante.
Su boca se deslizó por tu cuello, mordiendo suavemente, marcándote como suya. Un jadeo escapó de tus labios cuando sus dientes atraparon la piel sensible de tu clavícula antes de succionar con fuerza, dejando una marca ardiente que te hizo arquear la espalda.
-Sabes cuánto he esperado esto-susurró contra tu piel, su aliento caliente erizándote- Cuánto he soñado con tocarte así.
Sus manos descendieron, firmes pero reverentes, recorriendo cada centímetro de tu cuerpo como si intentara memorizárselo con las yemas de los dedos. Cada caricia encendía un fuego que te hacía temblar bajo su tacto.
Cuando sus labios encontraron los tuyos otra vez, el beso fue distinto: hambriento, feroz. Su lengua invadió tu boca con la misma intensidad con la que su cuerpo comenzaba a moverse contra el tuyo. Tus piernas se enredaron instintivamente a su alrededor cuando sus manos tomaron posesión de tus caderas, acomodándote con precisión para recibirlo, sentías la punta de su gran miembro tonteando con tu entrada febril.
El primer contacto fue una tortura deliciosa, se empujó dentro de ti con un roce lento y provocador que hizo que todo tu cuerpo se tensara en anticipación. Tus uñas se clavaron en sus hombros cuando él, con una lentitud casi cruel, separaba tus paredes.
Un gemido ahogado escapó de tu garganta cuando lo sentiste llenarte por completo, su dureza encajando en ti como si hubieran sido creados el uno para el otro. Él cerró los ojos, su mandíbula apretada, conteniendo el placer arrollador de finalmente poseerte.
-Mierda, ____… -gruñó contra tu boca-Eres tan jodidamente perfecta…
Se quedó quieto por un momento, permitiéndote acostumbrarte a la sensación, a la ardiente conexión que los mantenía unidos en la profundidad más íntima posible. Pero la paciencia se desvaneció rápido.
Cuando comenzó a moverse, lo hizo con la intensidad de un hombre que había reprimido su deseo por demasiado tiempo. Sus embestidas eran profundas, precisas, enviando descargas de placer a través de cada terminación nerviosa de tu cuerpo. Te agarraste a él con desesperación, sintiendo cómo cada estocada te llevaba más alto, más cerca del abismo del éxtasis.
El agua se agitaba a su alrededor con cada movimiento, reflejando la pasión desenfrenada que compartían. Su respiración era errática contra tu oído, sus gruñidos de placer se mezclaban con tus jadeos y suspiros suplicantes.
-Mírame-exigió, su voz rasposa y cargada de necesidad.
Y cuando tus ojos se encontraron con los suyos, lo viste todo. No solo el deseo abrasador, sino la devoción, la entrega total. No era solo sexo. Nunca lo había sido.
Él inclinó su frente contra la tuya, acelerando el ritmo, golpeando una y otra vez ese punto dentro de ti que te arrancabas gritos ahogados de placer.
-Dame todo-susurró contra tu boca-Déjame sentirte, dame todo lo que eres.
Tu obedeciste.
Tu cuerpo se arqueó con fuerza cuando el placer te consumió por completo, estallando en mil estrellas que nublaron tu visión. Tu nombre escapó de sus labios en un jadeo ronco cuando él te siguió al borde del éxtasis, enterrándose profundamente en ti mientras su cuerpo temblaba de puro placer y te llenaba con toda su esencia.
El mundo se quedó en silencio por un momento, solo existía el sonido de sus respiraciones aceleradas, el agua envolviendo sus cuerpos, sus corazones latiendo al unísono.
Shisui te sostuvo contra él, sin dejarte ir, sin permitir que un solo centímetro de tu piel se separara de la suya.
-Mía-murmuró contra tu cabello, besándote suavemente, con la misma devoción con la que te había tomado-Siempre has sido mía.
Tu sonrisa fue temblorosa, pero segura.
-Y tú siempre has sido mío.
Y en ese instante, bajo la luna testigo y el agua que los envolvía, supiste que no había vuelta atrás. Pero tampoco la querías.
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avalonmavis · 3 months ago
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Sendero equivocado
Obito Uchiha x fem!Reader
Sinopsis: Sabes su secreto, se encontrara que la tarea de matarte no es tan facil y que eres muy buena cuando estas arriba.
Advertencia: fluff, smut con trama, sexo, penetración sin protección.
Conteo de palabras: 3.7k
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El líder secreto de los akatsuki también se tomaba sus merecidos descansos, tener que actuar como tonto y cambiar la voz todo el tiempo llegaba a ser tedioso, así que algunas veces se tomaba la libertad de enviarlos a misiones lejos de él para ir a oler las flores.
Mas específicamente una flor, porque cuando te conoció, no podía dejar de pensar en cómo sería meterse entre tus pétalos.
Todo sucedió en la primavera o como lo llama Obito, su primera primavera, vivías a las afueras que Konoha, en una gran villa de flores, se topó contigo mientras estaba en una misión de espionaje por información. Tu estabas tan sola e indefensa en el bosque, te escucho hablar con los árboles como si fueran personas, te quejabas y esparcías maldiciones, aparentemente alguien te había hecho enojar demasiado.
Al principio le dio igual, no estaba interesado para nada en ti a pesar de que tu dulce voz se había interpuesto en el camino. Pero luego escucho un fuerte estruendo seguido de un grito de tu delicada voz, no sabía porque su cuerpo reacciono a ti y se movió rápidamente a salvarte, te estaba sujetando en el aire evitando tu muerte segura en un pozo de más de 10 metros.
Te quedaste atónita y no tenías forma de que el aire ingresara a tus pulmones, el miedo a la muerte que habías sentido por unos segundos de caída fue inmediatamente reemplazado por la curiosidad, el hombre ante ti tenía cicatrices y ojos diferentes, no eras un ninja y creciste fuera de la aldea, pero todo el mundo conocía las historias.
-Un Uchiha-murmuraste y fue cuando Obito noto que su mascara lo abandono, la tenía floja y la reacción brusca genero la caída, te dejo rápidamente en el suelo junto al borde y desapareció con su Kamui.
Tu eras la mujer más hermosa que vio en su vida, eso gritaba su cerebro mientras su corazón golpeaba su pecho como si quisiera escaparse e ir a tus brazos, no lo entendía, él era un hombre frio y calculador, un asesino sanguinario que jamás sentía pena por nadie, pero se encontró así mismo pensando en cómo tus ojos parecían dos estrellas fugases que podrían iluminar toda la aldea, en como tus labios se veían tan esponjosos y dulces, y en como los segundos que sujeto tu cuerpo le dejaron ardiendo sus manos sediento de más. La forma en que pronunciaste su apellido con esa delicadeza fueron una acaricia profunda en sus oídos y sentía que su alma vibraba intentando unirse a la tuya.
La idea de tener que volver para matarte lo estaba destruyendo, viste su rostro y no correría ese riesgo.
Cuando volvió al otro día a la zona de su reencuentro no le tomo mucho darse cuenta de la naturaleza de tu persona, te encontró en una villa no muy lejos de allí, al parecer tu familia tenía dinero, otra explicación no habría para esas tierras tan frondosas con ese enorme jardín, le resulto fascinante que tu casa estuviera vacía, desde las ventanas solo había rastros de que eras la única habitante, su trabajo sería más fácil.
Te hallo en el jardín, de nuevo hablando sola, estabas cortando flores mientras les decías que ya estaban listas para tener un hogar, oírte hablarles con tanto cariño a simples plantas le generaba una molestia en el pecho, sentía que estaba a punto de cometer un grave error.
Cuando se paró detrás de ti una gran sombra se proyectó y te llamo la atención, cuando volteaste el sol no te dejaba ver el rostro de la persona.
-¿Uchiha?-te pusiste de pie lentamente y cuando al fin viste su rostro sonreíste-¡Uchiha!-saltaste sobre el rodeando su cuello más que feliz.
Obito que decidio ir sin mascara ya que por su encuentro anterior no tenía caso, ahora se encontraba desorbitado, la asustada debías ser tú, no él.
-¿Por qué no tienes miedo?-tomo el coraje de verte a los ojos, entendió que no respetas el espacio personal porque sus respiraciones se estaban mezclando, parecías ajena a la situación, tan risueña y feliz para un hombre desconocido que irrumpe en tu jardín planeando hacerte daño.
-¿Por qué le tendría miedo a mi héroe?-soltaste con una pequeña risa suave-Tonto-te apartaste de él y golpeaste su hombro.
La cabeza de Obito por primera vez en muchos años era un lio, no entendía lo que sucedía, eras una mujer loca y él estaba más loco aun porque su cuerpo no reaccionaba, te dejaba hacer lo que querías mientras un picor ansioso aumentaba en él.
Héroe, era el héroe de alguien, su mente no lograba comprender como tus ojos lo veían.
-¿Qué es esto?-preguntaste sacándolo de sus pensamientos, tu tenías el borde de su capa entre tus manos y estabas siguiendo el dibujo de las nubes rojas con tu dedo índice-Es muy bonito.
-Nada-respondió severo mientras apartaba su capa de tus manos, debía volver a ser el mismo, no podía permitir que nadie lo saque de su eje, mucho menos una mujer débil que hablaba con flores y caía en pozos.
-Ahg, que bruto-te quejaste echándole una mala cara.
Y Obito perdió su eje de nuevo-¿Como me llamaste?-tu tomaste tu canasto de flores, lo fulminaste con la mirada y cuando le diste la espalda le tiraste tu largo cabello por su rostro, estaba paralizado, no entendía en que mundo vives tu-Oye, vuelve aquí-ordeno, pero no tardo en darse cuenta que no obedecerías así que se apresuró a ir detrás de ti.
-Te dije que volvieras-levanto su tono de forma grave y cuando volteaste con una cara llena de enojo se le congelaron los pies en el suelo-¿qué me está pasando?-murmuro dudoso para sí mismo.
-No me gustan las personas groseras, si tu entras a mi hogar te comportas-le dijiste muy severa.
La forma en que tus ojos dulces y reconfortantes se habían vuelto unos fríos y penetrantes, estaba haciendo que sus neuronas colisionaran con las paredes de su cerebro-¿Solo porque no deje que me tocaras?-tu nariz se arrugo en señal de más molestia-Bien, perdón, puedes tocarme-se apresuró a decir y tu rostro se ablando.
'¿Por qué demonios me estoy dejando dominar de esta forma?' se preguntó obito en su mente y luego te miro, te apresuraste hacia él con una sonrisa radiante y lo tomaste del brazo.
-Ven, la comida ya esta lista-lo arrastraste con una emoción ajena a la realidad que él vivía, entro a tu hogar contigo y tú lo apresuraste a que se sentara en la mesa poniendo tus manos en sus hombros-Eres un hombre grande, debes tener mucha hambre-murmuraste dejándolo solo en el comedor y fuiste a la cocina, el aroma de la comida caliente estaba impregnado en el aire y por un momento Obito se sintió relajado, la forma en que tus manos presionaron ligeramente sus hombros en caricias y tu melodiosa voz murmuro cerca de su oído, te imagino con el delantal cocinando para él y se le escapo un suspiro.
Luego se dio un golpe duro en la frente con su palma para devolverse a la realidad.
No tardaste en volver, tenías una bandeja grande con varios platillos, la dejaste sobre la mesa mientras acomodabas todo delante de él, el ninja observaba en silencio, todo se veía muy bien y los distintos aromas eran deliciosos.
-¿Siempre preparas mucha comida?-interrogo confundido, te veías delgada y no notaba en ti masa muscular suficiente para defenderte.
-No, te estaba esperando-respondiste con una dulce sonrisa y desapareciste una vez más adentrándote a la cocina.
¿Esperándolo? Obito observo todo a su alrededor, quizás luego de su encuentro tu habías corrido a la aldea de la hoja para contarle sobre el a algún Shinobi y ahora se encontraban muchos de ellos escondidos aquí esperando a atacar, o tal vez lo ibas a envenenar, o tal ve...
-¿No te gusta?-tu ya estabas sentada frente a él y te veías preocupada, Obito negó rápidamente y una pequeña sonrisa se dibujó en tus labios-Provecho-canturreaste y procediste a agarrar tus palillos, te miro como comías con cuidado, tus labios se curvaban con cuidado soplando la comida antes de llevarla a tu boca, sorbias los fideos enteros y gemías con gusto cuando cerrabas los ojos, su segunda cabeza que llevaba mucho tiempo juntando polvo se sacudió.
Cuando lo miraste sintió vergüenza de lo que su mente estaba haciendo con tu imagen y se apresuró a comer para distraerse.
Cuando ambos acabaron se dijo a si mismo que ya había comido rico y que debía matarte.
-¿Te gusto?-el asintió levemente-Me alegra mucho, sabía que comerías todo-tu juntaste los platos, cuando te inclinaste hacia la mesa los ojos de Obito se fueron hacia tu figura y al irte bajaron a tu trasero, se acomodó el pantalón algo incomodo, debía evitar ese picor de adolescente a toda costa, se supone que es un hombre que tiene sus emociones bajo un extremo control.
Soltó una gran bocanada de aire y se puso de pie, ya era hora, siguió tus pasos hacia la cocina y se acercó a ti que estabas lavando los trastes, levanto su mano mientras pensaba en cómo hacerlo rápido para que no sufrieras.
Te volteaste-Oh que lindo eres, gracias-dijiste sonriendo mientras ponías la esponja en su mano y luego secabas las tuyas en el delantal de cintura-Oh espera-se lo quito y lo ato a la cintura de Obito-Ahora si-lo empujo enfrente del fregadero y palmeo su espalda con amabilidad.
Antes de poder decir algo ya habías abandonado la habitación, se miró así mismo y se sintió humillado, él, el líder de la Organización terrorista que hacía temblar las naciones se encontraba en la casa de una mujercita débil con un delantal de florecitas y una esponja en la mano.
-¡Uchiha!
Se apresuró a lavar todo.
-¿Te quedaras mucho? Me vendría bien la ayuda de un hombre grande y fuerte-te inclinaste alado de el con una sonrisa socarrona, ya le estabas pareciendo una descarada.
‘Este será su último deseo, se lo cumplo y luego la mato’. Se decía así mismo, asintió levemente ante tu petición mientras acomodaba los platos limpios como buena ama de casa, luego seco sus manos en el delantal y se lo quito, no notaba lo extrañamente cómodo que estaba.
-Genial, ven-eras una ráfaga de energía, cuando tomaste la mano de Obito, el hombre sintió una descarga que empujo a su consciencia fuera de sí por unos segundos.
Se decía así mismo que seguramente la falta de contacto femenino generaba esos desordenes interiores.
-Oye, te estoy hablando.
Parpadeo algunas veces y allí estabas de nuevo, frente a él, pero estaban en el patio de nuevo, ella coloco un martillo en la mano del hombre y un par de clavos en la otra.
-Eres un ninja ¿no? Puedes hacerlo sin problemas-ella parecía muy convencida.
El bajo la mirada al suelo donde se encontraba una casa para pájaros, unió los puntos y entendió que querías de él. Cuando le diste la espalda Obito levanto el martillo en tu dirección, pensó que debía hacerlo rápido o no lo lograría nunca, tu gritaste de ¿emoción? Y corriste hacía unos arbustos. El soltó el martillo nervioso ¿cómo lo notaste?¿Tienes ojos en la espalda?
-¡Mira que hermoso estas señor bigotes!-exclamaste feliz levantando a un conejo negro del suelo y lo llenaste de besos.
El Uchiha tiro un pie hacia atrás ante la perdida de equilibrio y sintió como el aire volvía a llenar sus pulmones, casi lo hizo... Cada segundo que pasaba contigo resultaba más imposible deshacerse de ti, tu corazón era tan blando y estabas siendo buena con él.
-Mira señor Uchiha, este es el señor bigotes-dijiste acercándote, Obito acaricio dudoso al conejito regordete-Se parece mucho a ti ¿no lo crees? Es un rebelde, pero siempre se deja amar.
Obito te observo con cuidado, tus suaves labios dejaban besos descarados en toda la cabeza del animalito, sintió la envidia abrirse paso de bajo de su piel, se asomó a ti apoyando su nariz en tu cabello y absorbió todo tu aroma, si, tal dulce, se comenzó a decir a si mismo que tu cuerpo debía ser algún tipo de trampa para hombres que emanaba un afrodisiaco que lo entorpecía.
-¿Uchiha?-tu tono dulce lleno de timidez le saco un gruñido desde lo más profundo de su pecho, abrió los ojos ligeramente y noto como estabas completamente roja.
¿Esto era matarla? Obito estaba perdiendo todas las batallas, para escapar de la situación se subió hasta la copa de árbol y trato de tomar todo el aire limpio que sus pulmones le permitían, estaba tratando de desintoxicarse.
Tú te perdiste siguiendo al conejo por el jardín, Obito coloco la casa de pájaros como querías y se retiró, volvería a intentarlo mañana con la cabeza fría, ahora mismo le resultaba imposible, cada que te miraba la tarea se volvía más difícil.
Pero Obito no conseguía enfriar nada, día tras día yendo a verte, encontrándose a sí mismo en distintas situaciones donde sus manos pueden deshacer el problema fácilmente pero su cuerpo no responde a sus órdenes, llevaba dos semanas intentando matarte y lo único que conseguía era ayudarte en tareas del hogar, comer deliciosamente bien y observar tu cuerpo, sí, porque el ardor en sus pantalones estaba volviéndose una molestia, sus ojos te tradujeron de una mujer delgada y débil a un diosa afrodisiaca de muslos extremadamente masticables y pechos suaves, porque si, fingiendo el tonto ya los había rosado con su brazo. Ya te estaba dedicando pajas y su malicia se desbordaba al sendero equivocado, se supone que debía eliminarte.
Este día fue un poco diferente, Obito llego por la tarde y no por la mañana como los otros días, te encontró dormida en tu jardín, tan delicada y angelical colocada sobre una manta con un libro abierto sobre tu vientre. Tus pestañas descansando moviéndose ligeramente con tu respiración tranquila, tus labios ligeramente abiertos y tu largo cabello desordenado a tu alrededor.
Obito sintió sed, con movimientos lentos se colocó sobre ti sin colocar peso para no alertarte, sus manos a los lados de tu cabeza, tu dulce aroma a vainilla inundo sus sentidos, con el dorso de su mano aparto delicadamente unos mechones que estorbaban su visión de tu rostro. Te removiste ligeramente y abriste los ojos perezosamente, te encuentras tan familiarizada con este hombre que no te inmutaste, eso lo volvía loco, seguía creyendo que debías tener miedo. ¿Acaso no veías su rostro lleno de cicatrices?
-No debiste venir hoy Obito, estoy muy ansiosa y eres un hombre guapo-susurraste y tus manos se prendieron de su típica camiseta negra que se pegaba a su figura. Si su nombre se le había escapado harto de que lo llamaras ‘señor Uchiha’
-¿Eso que significa?-su mente solo repetía ��acaba de llamarme guapo’
-Tengo necesidades y estoy sola en una villa lejos de la aldea-te quejaste esta vez abriendo los ojos por completo.
-Oh...
-Si, oh...
-Me usas todos los días, ¿porque hoy no?-las palabras solo rodaron por su lengua, no estaba haciendo uso de ningún tipo de razón, quería calmar todas esas sensaciones y desastres que le habías generado.
Tu mirada se ilumino y gracias a la guardia baja de Obito lo giraste dejándolo debajo tuyo, te sentaste sobre su entrepierna y de pronto era demasiado real para él. ¿Tu dominante? Imposible, no con él.
Antes de si quiera decir algo te abalanzaste sobre sus labios, un poco torpe al inicio gracias a su sorpresa, pero cuando se dejó llevar su mente se nublo. Tus esponjosas aberturas abriéndose paso en sus secos labios, relamiéndolos mientras descubrías el interior de su boca como si te perteneciera arrancándole gemidos. Tus turgentes pechos chocando insistentemente contra él, su cuerpo ya está irracionablemente caliente.
Es tomado desprevenido por ti murmurando ordenes como si nada durante tu exploración, se desprende de sus prendas apartándote el menor tiempo posible, estabas tan hambrienta que temía que si te daba el aire lejos de él perdieras el apetito.
Lo conduces como a un perro atado a una correa, desnudándote y bailando tu cuerpo contra el suyo. No se resiste a ninguno de tus avances, de hecho, ansía más: gemidos silenciosos e impacientes cada vez que ejerces algún tipo de cautela antes de hacer otro movimiento. 
-No pares por favor-resopla. Es tan guapo, con la desesperación adornando su rostro manchado de un rubor sexual, mueves lentamente tus caderas rozando su entrepierna, ambos aún se encuentran con ropa interior, el sudor empieza a correr y su mandíbula se afloja con cada contacto de tus pliegues húmedos entre la tela.
Un hombre tan frio y malvado quebrandose debajo de ti, penoso era la palabra correcta.
Te acercaste a su cuello dispuesta a morder y lamer toda esa piel maltratada y marcada por el pasado, concentrada en tu tarea mientras él se deshacía bajo el movimiento de tus caderas, entonces decides apiadarte y bajar sus boxers.
El aire frío acaricia la sensible piel de su miembro mientras su deseo palpita, devolviéndolo brevemente a la realidad antes de perderse de nuevo en la imagen de cómo deslizas tu ropa íntima por cada pierna. Sumergido en la embriaguez del momento, apenas nota tu mano firme sobre su pecho, pero el gesto es claro: debe permanecer justo donde está, de bajo ti.
Tus dulces labios hinchados y rojos se separan captando su atención borracha sobre tu rostro y no en tus pechos como estaba hace un segundo, lo tienes sobre la palma de tu mano, un control suave e indulgente llevándolo al borde del abismo. El peso de tus manos quema en sus pectorales con firmeza y sin dejar la tortura lo interrogas sobre si está seguro, si es esto lo que quiere. No importo sus esfuerzos para asentir o como pasaba la saliva de forma necesitada, abusabas de su impaciencia recorriendo tu centro sobre su polla fingiendo no entender.
-Mierda, por favor. Quiero sentirte-sus manos subieron a tus muslos cuando te elevaste y al fin lo dejaste entrar en tus paredes elásticas que se estaban tragando con esfuerzo cada centímetro. Un gemido lascivo arrastro tu nombre de su garganta, tan grave que podías jurar que espanto los pájaros de los árboles.
-Oh Obito, que grande eres-tu voz dulce se encontraba machada con un tono oscuro y exquisito. Su polla latía a punto de desbordarse en tu interior, tus movimientos lentos de atrás hacia adelante como si toda su extensión no te estuviera llevando más trabajo del que esperabas-¿Quieres más?-sus manos se apresuraron a tus antebrazos con descuidada fuerza, eso dejaría marca.
-Oh, por favor bonita-implora y lo dejas enterrarse completo en ti sufriendo un ligero temblor, sus ojos se ponen blancos a la vez que echa su cabeza hacia atrás, tus pliegues se abren alrededor de su punta mientras te deslizas sobre él con perspicacia. Es asombroso cómo lo tomas, un contraste absoluto con la lentitud provocadora de antes. En segundos, golpeas tu fondo y te arqueas con sutileza, estremeciéndote por la manera en que te llena, mientras él gime con la intensidad de quien ha sido atravesado por un filo invisible.
-J-joder, Dios-su poco vocabulario hablaba por sí solo, balbuceaba sin lograr las palabras y su pecho enloquecido, te mantenías tan húmeda y apretada que lo estabas ahogando.
Tu compas lo machacaba y no sacabas su nombre de tu boca mientras te saciabas destructoramente con cada centímetro prohibido de su polla palpitante, sus manos recorren tu cuerpo tratando tomar más de ti y mientras clavas tus uñas en su pecho para anclar tu ritmo violento, ansiosa por deshacer el manojo de nervios que se formó en tu vientre, empujándolo a tu punto preferido y estrangulando su polla en un deseo egoísta de tu propia liberación.
Su rostro te lo decía todo, Obito retenía su semilla tortuosamente, no le dabas un respiro, lo montabas aporreando el delicioso punto en tu interior que te hacia maullar y voltear los ojos. Sintiendo cada vena que lo trazaba tensándolo hasta la punta de sus pies, ante sus ojos una diosa lo estaba destruyendo y tu no escondías la sonrisa de satisfacción.
-Te voy... te voy a llenar con mi bebé-tu pequeña risa se mezcla con sus gemidos guturales, sus miradas conectan una vez más.
Incluso siendo doblegado el instinto de reproducción de un Uchiha sale a flote.
-Cariño, yo te lo estoy arrebatando-jadeas con diversión y hundes más tus caderas en el luego de un salto, la forma en que se contiene para no desparramarse mientras suelta el aire necesario rasposamente desde su garganta, esta resultándote muy entretenido.
La excitación arde en sus venas cada vez que tu piel choca contra la suya. Ahora está al borde, derrotado por la presión creciente que se concentra en la base de su miembro. Mechones oscuros se adhieren a su frente mientras te observa desde abajo, su ojo teñido de rojo girando frenéticamente, atrapándote a través del marco de sus pestañas.
-Aguanta un poco más niño bonito-arrullas entre los rebotes y golpeas ligeramente su mejilla con tu palma, las caderas de Obito se balancean hacia arriba y sus manos se precipitan a tus muslos una vez clavándose en ti como una estaca.
-Asi, yo... me ven... -Maullas, forzosamente acompañas tus saltos con sus penetraciones hasta la base, tus piernas tiemblan como si trataras de escapar de él. El gemido que brota de Obito, tan grave y poderoso vibra en tu interior deshaciendo al fin el nudo de la locura, sientes sus hilos calientes chocando tus barreras con violencia y tu propio mar de éxtasis lo ordeña quitándole cualquier rastro de conocimiento.
Te echas rendida en su pecho y sus fuertes brazos te rodean, sus gemidos antes poderosos se convierten en unos patéticos y agudos, sus caderas machacando ligeramente tu interior hasta que su carga deja de ser liberada.
-Mírate Obi, acabaste tanto-murmuraste intentando recuperar el aire, podías sentir como su esencia escapaba de ti a pesar de seguir llena de el-Llenándome como un hambriento-sacudiste ligeramente las caderas quitándole un gemido lastimero.
-Joder... supongo que si-soltó una carcajada, todavía recuperando el aliento.
Un silencio necesario se instaló mientras ambos recuperaban el aire, el atardecer dominaba la atmosfera del jardín perfecto que siempre cuidabas. Sus grandes y callosas manos acariciaban tu espalda baja negado a dejarte ir.
Estas mas allá de los límites del placer, esta es la tierra prometida. No, nunca te matara.
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avalonmavis · 3 months ago
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Otra oportunidad
Tobirama Senju x fem!Reader
Sinopsis: Tobirama vivía y moría por su aldea, no fue hasta que su hermano mayor lo reprendió, que recordó a su familia y lo inundo el miedo a perderte.
Advertencia: ninguna.
Conteo de palabras: 4.7k
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Eran las 2 am, Hashirama entro a la torre del Hokage en pijamas, estaba tan molesto que no le importo como salió de su casa o si acaso alguien lo vio, a grandes zancadas llego a la oficina del Hokage.
-¿Hashirama?-especto Tobirama sorprendido sobre la presencia de su hermano a estas horas.
-¿Hace cuantos días no vas a tu casa?-interrogo con molestia acercándose al escritorio.
-Quizás poco más de una semana, perdí la cuenta-respondió el menor sin darle impotencia y volvió la vista al pergamino que estaba leyendo.
Hashirama golpeo su mano abierta sobre el pergamino pegándolo a la mesa y el peliblanco lo miro extrañado.
-¿Que te sucede?
-¿A mí?¿Que me sucede a mí?-interrogo el hermano mayor con notable ira.
Tobirama se tensó, entendió, su hermano mayor era siempre alegría y amor, para estar así en verdad debió hacer algo que lo hizo enojar hasta los huesos.
-¿Esto es porque no vuelvo a casa?¿Por qué te importa tanto? No hay nada importante en mi casa, tengo mucho de que ocuparme aquí.
-¿Por qué no amas a tu familia?
Esa pregunta desconcertó al Hokage de cabello blanco, nunca se había dado cuenta que sus palabras y actitudes transmitían ese rechazo. De inmediato la imagen de su esposa e hija pequeña se presentaron en su mente, sintió como su corazón se retorcía en su pecho, eran hermosas, amorosas, alegres... Pero cuando él llegaba se apagaban.
Se encontraba así mismo hablando de esa forma de su familia, se sentía una verdadera basura.
-No debería decirte esto, porque se lo prometí a Mito, pero veo que ella tiene razón-dijo Hashirama ganándose una mirada pálida de su hermano menor-Ella quiere el divorcio y volver con sus padres.
Tobirama dejo de respirar y sus ojos no enfocaban a nada, todo se había vuelto borroso y el pitido de los oídos le aturdía. El divorcio, irte lejos, desaparecer de su vida junto con la niña, se ahogaba de solo pensarlo, pero sabía que no tenía ningún derecho a enojarse, él no estaba allí, él no era un esposo, él no era un padre, si ustedes decidían irse sus vidas no cambiaban porque desde un inicio su figura no existía.
-¿No piensas decir nada?
-¿E-ella te-te lo dijo?-Tobirama nunca en su vida había tartamudeado.
Hashirama sintió cierto alivio al ver que algo afectaba a su hermano.
-Mito me lo conto preocupada, no tienes una idea de cuantas tardes tu esposa va a derramar sus lágrimas con mi esposa.
Tobirama sintió otro golpe directo al pecho, un segundo camión había pisado su corazón, si, al parecer lo tenía porque estaba sintiendo cada palabra.
-Yo no tenía idea...
-Vuelve a casa y cuida lo que es importante Hermano, lárgate de aquí de una vez.
Hashirama no necesito decir ni una sola palabra más, el peli blanco se levantó de su escritorio y con una velocidad que no empleaba desde la guerra corrió a casa. Aunque sus zancadas fueran las más veloces que dio en su vida sentía que el camino era eterno, que la noche era demasiado oscura y que la misma luna le susurraba que llegaría a un hogar vacío.
Cuando estuvo delante de la puerta de su hogar estaba muy nervioso para buscar las llaves, rompió la cerradura al bajar el pestillo con una fuerza desmedida. Entro torpemente y cerró la puerta intentando arreglar lo que hizo colocando un perchero en algún intento de traba, se apresuró en la oscuridad del hogar y subió las escaleras a pasos ruidosos, entonces la luz al final del pasillo del cuarto se enciende y sintió como volvía a respirar, estabas allí, seguías en vuestro cuarto.
Se paro frente a la puerta y miro sus manos, toco su rostro y cuello, sentía asco de si mismo, no sabía que podía hacer o decir una escoria como él para arreglar todo el daño que había causado.
Como te habías despertado con todo su ruido agarraste la katana que Tobirama guardaba en el armario, en un movimiento rápido abriste la puerta y gritaste mientras dirigías la punta afilada a la figura enorme y oscura en la puerta.
El logro reaccionar a tiempo y esquivar la hoja de metal.
Al llegar la luz del cuarto al pasillo lograste divisar a tu esposo y soltaste la espada luego de chillar asustada por lo que casi hiciste.
-Ay dios mío, ay dios mío, perdóname Senju-dijiste yendo rápidamente hacia él, lo inspeccionaste y no tenía ninguna herida visible pero aun así tenía un rostro de dolor.
-Ahora me llamas por mi apellido-murmuro con un tono suave, te resulto extraño, su voz siempre era grave y demandante.
-Bueno, yo... -no sabias que decir ante sus palabras, ese hombre nunca estaba y ahora aparecía a mitad de la noche actuando raro-¿Que te sucede?-preguntaste extrañada.
Antes de que pudieras tener una respuesta oíste el llanto de tu niña de tres años, suspiraste y tus talones dieron vuelta para ir en busca de ella, con todo ese escandalo era imposible que no resultara en despertarla.
Tobirama siguió tu figura con sus ojos, estaba luchando con su mente y no ganaba, que lo llamaras por su apellido era el retroceso donde el volvía a ser un extraño, era evidente que no lo necesitabas ni siquiera para cuidarte, no dudaste en blandir su propia Katana en contra de él en señal de peligro, solo lo esquivo porque era el ninja más rápido de estas tierras, otro mortal ya se encontraba cortado por la mitad.
-Ya ya, está bien Nanami-murmuraste a la vez que la cargabas y la arrullabas en tus brazos, cada vez era un poco más difícil-Ya debes dejar de crecer, no cabes en los brazos de mami-le dijiste con una tranquilidad teñida de alegría que se denotaba en tu rostro.
Acaricias los cabellos blancos y largos de tu pequeña princesa mientras tarareas su canción de cuna favorita, sientes como su respiración se calma y sus pequeños ojitos escarlatas se relajan hasta cerrarse, te quedas con ella meciéndola en tus brazos y tomando cada detalle de su pequeñito ser, siempre te genera nostalgia recordar como era de pequeña la primera vez que la pusieron en tus brazos y ahora cada vez que la miras es como si no parara de crecer y estuviera escapando de ti.
Sentiste una opresión sobre ti y al levantar la cabeza te encontraste con Tobirama en la puerta mirándolas, de nuevo tenía esa expresión rara como si estuviera herido. Se acerco a ti lentamente y luego puso sus ojos sobre Nanami.
-¿Puedo?-murmuro levantando las manos aligerante hacia la pequeña.
Al principio dudaste porque no estabas para nada familiarizada con esta situación, pero luego asentiste, después de todo era su padre.
Observaste como el Senju la tomaba en brazos como si estuviera a punto de romperse y luego con una mano acariciaba los cabellos blancos de tu angelito. Dejaste salir un suspiro para intentar liberar la tensión y notaste como una lagrima caía en la mejilla de tu bebé.
Él estaba llorando.
-¿Tobirama?-preguntaste en un susurro desconcertada y el levanto la vista hacia ti.
Lo sabe.
Te estremeciste sintiéndote atrapada, Mito debió decirle a Hashirama y este último a él.
-No lo hagas, no se vayan-sollozo sin apartar esos ojos rojos de ti.
Pasaste saliva nerviosa y evitaste el contacto visual.
-No quiero que la angusties, recuéstala-susurraste centrándote en tu bebé y el hizo caso.
Cuando te dio la espalda tomaste la oportunidad para salir del cuarto, sentías que te sofocabas allí, no entendías que sucedía, quien era ese hombre, Tobirama Senju jamás suplicaba, jamás lloraba... Y nunca volvía a casa.
-No hare esto-murmuraste para ti misma evitando todo el agobio y fuiste a tu cuarto de nuevo, guardaste la espada en el fondo del armario y apagaste la luz, te metiste a la cama y cerraste los ojos con fuerza. Tenías la esperanza de que esto sólo era un absurdo sueño sin sentido y que a la mañana despertarías sola como cada día.
Pero tu cama peso, su peso se instaló junto a ti y sentiste su mano en tu cintura, de inmediato te tensaste bajo su contacto y abriste los ojos, estaba acostado a tu lado viéndote fijamente.
-¿Quién eres?-preguntaste menoscabada.
-La peor basura que existe en este mundo-respondió con un tono débil.
-Eso ya lo se.
Tu tono frio fue como un puñal en su pecho, sus cejas se arrugaron en su entre cejó y sus dientes se apretaron. Ningún golpe o cortada en la guerra se compara a este dolor en su pecho, pero reconoció que no llegaría a ser ni un tercio del dolor que solías sentir tu.
-No hare esto, quiero dormir-murmuraste y le diste la espalda.
El coloco la mano en tu cadera de forma insistente una vez más.
-Por favor, no quiero perderlas-su tono suplicante te estaba dañando, nunca lo habías oído hablar asi.
-¿Ahora no quieres?-tratabas de mantenerte serena pero incipientes lágrimas de tristeza luchaban por salir de tus ojos.
-Lo sé, ódiame, te lo ruego, me lo merezco.
Una vez más la mano en tu cadera intento voltearte, no querías, pero cuando un sollozo lastimero salió de su garganta se lo permitiste, cuando te volteo te rodeo rápidamente con sus brazos aprisionándote al calor de su pecho, comenzó a rogar, no sabias que el podía doblegarse de esa forma, nunca te habías imaginado a Tobirama así, un desastre de lágrimas que solo pedía perdón y otra oportunidad. Te mantuviste firme, no por ser una mujer débil habías terminado en este matrimonio, no emitiste palabra ni moviste un musculo, no estabas dispuesta a ceder, todo el dolor y soledad que habías tenido que pasar te habían quitado la capacidad de sentir alguna simpatía por él.
Sabias que el seguía implorando, pero tus oídos se apagaron, habías tenido un día pesado y tu cuerpo estaba agotado, no importaba que él no se callara, tú te dejaste llevar por tu sueño.
________________
Tu reloj interior nunca te fallaba, apenas salía el sol tus ojos se abrían, aun seguías atrapada en los brazos del ninja más rápido de las cinco naciones. Lo observaste con cuidado, sus líneas rojas estaban un poco borrosas, un pequeño rastro de lágrimas secas marcaba la comisura de sus ojos y aún tenía su atuendo de Hokage, eso quería decir que no te soltaba desde que te tomo en acto de imploración. Con cuidado subiste una mano para tocar su mejilla con suavidad, era el hombre de tu vida, a quien amabas con locura y por quien habías dejado todo.
Nunca olvidarías el día que lo conociste, Hashirama en ese momento era el Hokage y tenía una reunión con tu padre, el señor feudal, esa mañana fuiste en representación de tu padre ya que no podía estar presente y para tu sorpresa Hashirama tampoco estuvo presente en la reunión, en su lugar estaba su apuesto e intimidante hermano menor del cual solo habías oído lo sanguinario y audaz que era, te sentías intimidada pero cuando te tendió la mano y la tomaste ambos sintieron una electricidad recorrer todos sus nervios y dando un reinicio a sus corazones, se miraron tontamente a los ojos y soltaron una pequeña risa al unisonó.
Esa reunión para nada se trató de temas políticos, ambos comenzaron a desembocar todo tipo de cosas que querían saber del otro, incluso tonterías sobre cuál era su color favorito o la última vez que vio una abeja, no tenía sentido la necesidad que tenían de saberlo todo cuando no se conocían, pero allí estaban dejándose llevar, no había ningún tipo de barrera y sus risas adornaban la habitación, ambos sentían que por primera vez en su vida estaban donde deberían estar.
Solo dejaron de hablar porque notaron que la oscuridad atravesaba las ventanas y habían perdido todo el día, cuando llego el momento de despedrarse él te tendió la mano una vez más y no quiso soltarte, se armó de valor y te invito a salir, te sentías en un cuento de hadas y aceptaste sin dudar.
Y así muchas más citas vinieron, todas se sentían como una flor llevada al viento, la sonrisa de Tobirama siempre estaba presente para ti y tu no podías creer que este era el hombre de la guerra que todos decían que no tenía corazón. En menos de un año se casaron, el siempre encontraba la forma de dedicar su día a ti por más ocupado que estuviese con todos sus proyectos y cuando Nanami llego se había más loco por ti, tu corazón quería estallar al ver como amaba a vuestro bebé. Pero la felicidad acabo cuando la pequeña cumplido un mes, Tobirama fue nombrado Hokage y así poco a poco fue desapareciendo de tu vida, al principio se esforzaba para volver a casa antes de cenar, luego en la madrugada para al menos dormir juntos, después fueron días y volvía lleno de disculpas, luego semanas y ya no se molestaba en ponerse una excusa, solo decía "Soy el Hokage", siempre cansado, con mala cara, poco hablador. Lo intentaste, enserio, seguías siendo cariñosa y paciente... Hasta hace tres meses, Hashirama te hizo una pequeña fiesta con su esposa y niños, era tu cumpleaños y tu esposo jamás apareció, querías tolerarlo, jurar que no era nada, pero las miradas de lastima de tu cuñado y su esposa te empujaron a la realidad. Si era algo, era dolor, era soledad, era desamor, solo querías gritar y llorar, pero allí estabas, sonriendo y agradeciendo el gesto que tuvieron contigo.
Esa noche Tobirama volvió a dormir, cuando él se acostó cansado pusiste una mano en su hombro, sabias que no lo recordó asi que le dijiste una sola cosa "¿Puedes amarme esta noche?" El no puso queja alguna, te tomo como suya porque lo eras y lo sabía de sobra, guardaste cada pieza de esa noche, cada beso, cada caricia, cada empuje y lo sellaste para ti, lo usaste para tapar cada grieta que tenía tu corazón como si fueran benditas. Eras fuerte, eso lo sabía cualquiera que te conocía pero cuando esa mañana despertaste sola te rompiste al fin, sacaste todas las lágrimas que habías guardado por años hasta que dejaste de sentir esa terrible presión en el pecho.
Y ahora estabas aquí, atrapa en los brazos del hombre que te prometió el mundo y termino guardándote en un armario lleno de polvo como un juguete que ya le aburrió.
Quitaste tu mano de su mejilla, no estabas dispuesta a sentir nada, ya no querías esta vida, Tobirama Senju solo te había vendido mentiras.
Saliste de sus brazos y fuiste al baño, hiciste todo como usualmente era tu día, te bañaste y cambiaste, fuiste por tu niña que también era muy puntual para despertar y la cargaste, de camino a la cocina la llenabas de mimos antes de bajarla y dejarla ir a jugar, ella siempre corría y saltaba por toda la casa, pero esta vez se quedó mirándote con esos pequeños ojos escarlata como si quisiera decirte algo.
-¿Que pasa princesa?-te pusiste de cuchillas frente a ella.
-¿Mami como esta Itama?-pregunto Nanami ansiosa y daba pequeños saltos sobre sus pies-¿No puede salir a jugar?
Su inocencia te saco una carcajada, por más que se lo explicaras era muy pequeña para entender.
-Lo siento amor, aun es muy pequeño pero te juro que será pronto-dejaste un beso en su suave cabello blanco y te pusiste de pie-¿No quieres dibujar? Trae tus colores, mami te ayudará
-¡Si!¡Si!-esbozo emocionada y fue corriendo por sus cosas.
Tu te volteaste a la cocina y comenzaste a tomar alimentos de la nevera para realizar el desayuno.
-¿De que hablaban?-su tono grave a tus espaldas te erizo la piel.
-Quiere dibujar, ¿porque no lo haces con ella?-respondiste de forma despreocupada sin dejar de hacer el desayuno.
-Nanami-hablo Tobirama cuando la pequeña entro a la cocina, esta se congelo al verlo para acto seguido apuntarlo con uno de sus lápices.
Ambos miraron a la pequeña expectantes.
-Nana...
Antes de que Tobirama pudiera terminar de hablar el pequeño retoño de apenas tres años corrió hacia él apuntándolo con el lápiz, el Senju la esquivo y se puso nervioso.
-¿Nanami?¿Qué haces?-interrogaste atónita e intentaste atraparla pero ella seguía corriendo detrás de su padre intentando clavarle el lápiz.
-¡Es el ninja más rápido!-grito la pequeña sin dejar de intentar su cometido.
Tu angustia desapareció y comenzaste a reír, de todas las cosas que podrían pasar jamás te hubieras esperado eso, tu niña conocía más a su padre por otras personas que por sí misma y desencadeno en esto.
-No es divertido, ayúdame por favor-pidió Tobirama esquivando la punta del lápiz cada vez-No se cansa y solo tiene tres años.
-Es tu hija Senju, ¿puedes culparla?-le diste la espalda divertida para volver a tu tarea de elaborar el desayuno.
-¡Es tu fin Uchiha!-grito Nanami persiguiendo a su padre.
-¿Uchiha? Soy tu padre, no puedes insultarme así, que osadía-se quejó este mientras esquivaba a la niña, la llevaba por la casa para distraerla y sacarle el lápiz, pero en la otra mano tenía una caja llena así que solo tomaba otro.
La estaba dejando jugar, por primera vez en mucho tiempo Tobirama se sentía feliz y su pecho se llenaba de orgullo, tenía una pequeña niña con las ideas claras y una fuerte determinación, podía ver un futuro prometedor para esas patitas cortas insistentes.
__________
Tobirama veía a su niña, tan lista, tan vivaz, tan parlanchina, lograba verte completamente en ella a pesar de que sus rasgos eran de una Senju por completo. Ahora estaba sentado en el suelo de la sala con ella, se hizo la tarde jugando con ella, mientras tu aprovechabas para ocuparte perezosamente de algunas tareas de él hogar, últimamente carecías de energía.
-Yo quiero asi papi-dijo Nanami agarrando el pincel y entregándoselo.
Era la primera vez en mucho tiempo que oía a esa pequeña salvaje usar esa palabra y podía sentir como su pecho se llenaba.
-¿Qué quieres princesa?-sujetando el pincel y esas pequeñas manitos tocaron sus mejillas, se refería a las líneas rojas que él siempre tenía.
Nanami se trepo al regazo de su padre y espero emocionada. Tobirama pinto con cuidado el delicado rostro de su hija sin poder evitar que unas lágrimas escaparan de sus ojos, en verdad se estaba perdiendo todo esto por ser el idiota más grande del mundo.
-¿Mhm?¿Papá?
El negó rápidamente y limpio sus mejillas.
-No te preocupes hija, son de felicidad-dejo el pincel una vez su tarea estaba echa y dejo un beso en su frente, la niña se rio suavemente.
-¿Ya soy la ninja más rápida?-pregunto con gran emoción.
-Si, ya lo eres-afirmo riendo-Pero creo que te falta mucho, tu no das miedo, eres lo más tierno que piso estas tierras-la atrapo en un abrazo.
La pequeña de cabello blanco bostezo y balbuceo cosas, Tobirama intento no reírse, estaba peleando con él mientras se quedaba dormida, tomo con detalle como esos ojitos escarlatas luchaban por no cerrarse hasta que se acurruco en su pecho y su respiración se calmó.
Te asomaste por el marco del living y los espiaste unos segundos, pusiste una mano en tu pecho intentando calmar tu corazón revoltoso, te sentías estúpida y te estabas enojando contigo misma, no por pasar unas horas en casa debías perdonarlo todo, tienes que ser más fuerte que eso.
Fuiste a la cocina repitiéndote a ti misma que en cuanto lo necesitaran volvería a ser el mismo de antes y que no te dejases engañar. Miraste por la ventana, las flores del jardín ya han comenzado a florecer junto con la llegada de la primavera.
Comenzaste a divagar en tus pensamientos, si acaso seria fácil o posible volver a casa de tus padres, cuanto dañaría a Nanami.
-¿Podemos hablar?
Su voz grave pasa como una brisa por el cuarto, es tan natural pero ronca al mismo tiempo. Sacudiste un poco la cabeza para fingir que te estabas ocupando de algo, entonces recuerdas la hora y tomas el bote de vitaminas que esta sobre la heladera y tragas dos.
-¿Estas enferma?
Él se acercó a ti y agarro el frasco de tus manos para leerlo, su cercanía te dejaba sin espacio para dar un paso, pero a él no parecía importarle, su semblante se relajó al leer que eran vitaminas.
-Pero te alimentas bien... ¿No?
Solo asentiste.
Tobirama coloco el frasco sobre la heladera donde estaba antes.
-¿Cuándo volverás?-tu pregunta lo tenso, se paró derecho y presiono sus labios en una línea-Sabes que volverás, para ti ese es tu hogar.
-Tu eres mi hogar, tu y Nanami-dijo negando mientras tomaba tus dos manos, se arrodillo y pego su frente al dorso de ambas-Te amo y hare todo lo que sea necesario para remediar mis errores.
-TobiBaka-murmuraste y soltaste un suspiro pesado.
El levanto la vista rápidamente mirándote con los ojos lleno de esperanza, tu arqueaste una ceja de forma interrogativa.
-No me llamaste por mi apellido o nombre, es un avance para mi-canturreo feliz y lleno de besos tus manos.
-Tobirama, ya lo decidí, estoy cansada-murmuraste evitando mirarle a la cara, pero sabias bien que mirada te estaba dando, una desesperada.
-Te lo ruego cariño, no volveré a fallarte de esta manera jamás, nunca jamás volveré a dormir en la oficina y pase lo que pase volveré a casa, ya no me comportare como un idiota, no lo merecen... -al ver que no respondías su desesperación aumento-Te llevo hasta los huesos, lo juro, sin ti mi vida no tiene sentido, yo puedo...
Lo cortaste.
-¿Cuándo fue mi cumpleaños?
La pregunta lo extraño, pero luego se dio cuenta que ya había pasado y él nunca lo noto.
-Mierda...
-Si, mierda-murmuraste apartando su mano de las tuyas-Tuve una triste fiesta en la casa de tu hermano mayor a la que nunca llegaste.
Tobirama se pone de pie y su cerebro se esfuerza para volver a ese día, él lo recuerda, esa noche fue de las pocas que regreso a casa y no hizo nada especial porque lo había olvidado, entonces recuerda lo que le pediste esa noche, probablemente la única muestra de amor que tuviste en mucho tiempo.
-Ódiame... -murmuro agachando la cabeza-No merezco nada más que tu odio.
Tu querías controlarte, ser fría hasta el final, pero era imposible, culpaste a las hormonas. Tus ojos se llenaron de lágrimas y sollozaste el nombre de tu esposo de una forma lastimera.
El corazón del Senju se encogió en su pecho, tenía delante de él a la mujer que le prometió el mundo entero y la estaba haciendo llorar llena de dolor.
Se puso de pie escondiéndote en su pecho a la vez que te rodeaba con sus brazos, soporto los golpes que le diste a sus pectorales mientras sacabas los mares de agonía y tristeza que guardabas dentro de ti.
-No te odio-murmuraste entre el llanto.
El muro de seguridad que colocaste se deshizo.
Tobirama te estrechaba en sus brazos mientras dejaba besos en tus cabellos y tu sien.
-Todo estará bien, lo remediare, ya no más trabajar hasta tarde o días enteros, primero están ustedes y luego la aldea, quien intente reprocharme que se las vea conmigo.
Lograste calmarte un poco y lo miraste, querías comprobar que lo decía en serio, que no eran palabras al aire, cuando sus ojos miraron a los tuyos su seriedad se quebró y te miro como no lo hacía en mucho tiempo, era inexplicable como dos personas podían sentir amor con solo verse.
-Podría vivir mil vidas y no merecerte.
Las manos del ninja se colocaron sobre tus mejillas y fue dejando pequeños besos en el camino que dejaron las lágrimas.
-Está bien Tobi, una oportunidad... Solo una más.
-¡Te juro que no te arrepentirás!-estallo de alegría y comenzó a llenar de besos tu rostro.
Te quejaste entre risas e intentaste apartarlo, pero cada empujón inútil que le dabas a su pecho él lo tomaba como una señal de darte besos más grandes y ruidosos, hasta que se quedó mirándote unos segundos en silencio, te preocupaste, pero te sonrió.
Allí estabas una vez más, sus ojos escarlatas te robaban el aire y sus grandes manos acariciaban tu espalda baja. Se quedaron en silencio mientras sus ojos se encontraban, se extrañaban, se anhelaban, eran el eco de todo lo que había quedado sin decir, de las heridas aun cerrándose. Sus miradas eran una vez más aquella que se dieron ese hombre y esa mujer la primera vez que se vieron en la oficina del Hokage, ingenuos de lo que la vida les tenía preparado, encontraron un punto medio, donde la nostalgia y el deseo de empezar de nuevo se entrelazaban.
Él levantó una mano con cautela, como si temiera que un movimiento brusco pudiera deshacer el momento, y con la yema de los dedos rozó tu mejilla. Cerraste los ojos un instante, inclinándote apenas hacia su tacto. No hubo palabras, solo el latido acompasado de sus corazones llamándose en la quietud.
Entonces, él se acercó despacio, dejando que el aliento compartido fuera el primer puente entre ustedes. Sus labios se encontraron con la suavidad de una promesa silenciosa, rozándose con la delicadeza de quien temía perder lo que acababa de recuperar. Fue un beso pausado, donde no cabía la prisa, solo la certeza de que el amor aún estaba ahí, esperándolos.
Cuando se separaron, sus frentes quedaron juntas, sus respiraciones mezcladas, y en sus ojos brilló la certeza de que, esta vez todo estar��a bien.
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Pasaron los días y Tobirama Senju cumplido con su palabra, comenzó a llegar a casa todos los días por las tardes, incluso se llevaba a Nanami los días que sabría que estaría tranquilo en el despacho para que tu pudieras tener tus propios momentos de libertad y salieras con Mito. Te sentías llena de paz y plena, recuperando el sueño entre sus brazos cada noche y el calor en tu interior cada mañana cuando era difícil soltarlo solo podías recordar que casi lo dejaste todo y él no se rindió, día a día se esforzó para ganarse su lugar de nuevo y llenarte de seguridad como amor.
Pero ahora tenías otro problema, habían pasado dos meses y ya no podías seguir escondiendo tu secreto, Tobirama era un hombre pasional de manos muy inquietas y aunque algunas noches se lograba saciar contigo en la oscuridad, seguía intentándolo con la luz encendida a la vez que denotabas cierto descontento cuando no podía tocar cierta parte de tu cuerpo, tu vientre.
Tobirama tenía una idea equivocada, te llenaba de elogios y besos, diciéndote que eras perfecta sea cual sea tu peso, que eras lo más sensual del mundo, que no tenías nada de malo pero el simplemente no lo sabía, aunque aún no fuera notorio sabias que si te palpaba justo allí te descubriría.
Nanami estaba durmiendo su siesta de la tarde, así que estabas tranquila en el sofá leyendo, fue entonces que la puerta se abrió y te sorprendió ver a tu esposo.
-Es temprano-cerraste tu libro y lo dejaste aun lado.
-¿Esta durmiendo?-junto con la pregunta plasmo sus ojos sobre ti con una sonrisa de lado, él ya sabía la respuesta, esos ojos carmesí se encontraban hambrientos.
Asentiste lentamente y cuando se apresuró hacia ti, saltaste del sofá escapando de sus brazos. Su capa de Hokage ondeo por su velocidad y su risa suave inundo la habitación.
-Nada de juegos, me gusta que seas mi presa, pero no podemos hacer ruido-dijo justo antes de tomarte por detrás y enredo tu cintura con sus brazos.
Te helaste, sus manos fueron directo a tu vientre y ambos se quedaron en silencio.
-¿____?¿Acaso esto... -palpo sobre tu piel y te pusiste nerviosa.
-Fue el regalo de cumpleaños que me diste-dijiste entre risas nerviosas.
-Eso fue hace cinco meses-murmuro impresionado y siguió palpándote haciéndote reír.
-Me haces cosquillas-te quejaste.
Te estrechó más entre sus brazos y beso tu cuello, lo sentía insuficiente así que comenzó a llenarte de besos a la vez que te volteaba para atacar tus labios.
Eran besos descuidados llenos de emoción, se sentía el hombre más afortunado del mundo y no te soltaría.
-Que mala eres ____, ¿Cuánto tiempo más esperabas esconderlo?-te regaño.
-Te adelantaste solo un poco, quería decírtelo en la cena, eres el único que no lo sabía-rodeaste su cuello y le robaste un pequeño beso-Perdón.
-¿El único?¿Incluso Nanami sabe?
-Fue la primera en saberlo, está ansiosa por ser hermana mayor de Itama.
El peliblanco esbozo una sonrisa enorme.
-¿Ya lo sabes?¿Es un niño?-asentiste-Dios mujer, no te merezco, podría vivir mil vidas y no merecerte-te cargo en el aire haciéndote girar-Esto debemos celebrarlo-se detuvo y te sujeto en sus brazos al estilo nupcial-Te amo ____, soy tuyo por siempre y para siempre.
-Te amo Tobi-murmuraste feliz escondiendo tu rostro en su cuello-¿A dónde vamos?
-Al cuarto, vamos a celebrar.
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