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Barbaria...
Así nació. La historia...
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Así son los poemas de los enamorados de Barbaria...
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La gente de Barbaria se protegía así y nunca olvidaba por qué lo había hecho.
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Los miedos de Barbaria...
Los miedos más comunes de la gente de Barbaria - y también las circunstancias que los causan1 tienden a ser de lo más ridículos para el resto del mundo. Por ejemplo, le temen a los días nublados en los que no llueve, a los recuerdos de la infancia que no pudieron borrarse, a las palabras indecisas que tartamudean en los labios antes de atreverse a salir y a que un día se extingan las plantas que producen vilanos. Le temen también a perder el silencio de la noche si se pierden viendo el brillo de estrellas lejanas; se niegan a aprender a levantarse tarde por temor a que el tren comience a hacer o mismo; huyen de los Komorebis escalarlatas por temor a que después de contemplarlos no les queden más ganas de prender velar para alumbrar sus conciencias; peor aún, les sucede que, aun estando seguros de que tienen en frente al último amor al que tendrán derecho en la vida, no se atreven a intentar nada por el pánico que les aterra al pensar que si funciona, ser feliz pueda ser también el peor error de sus vidas…
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Adelantos...
En el segundo adelanto barabariano en navegación, mucho más que diseñar una embarcación híbrida todo terreno para que avanzara por donde fuera -incluso sobre las ciudades- fue la capacidad de establecer rutas de comercio completamente rectas y rápidas entre todos los puertos del mundo y con un control de tráfico completamente controlado para transitar por ellas que, por supuesto, nadie utilizó…
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Lo que era de Barbaria...
Barbaria era una ciudad tan viva, tan emotiva y tan inteligente, que conocía muy bien a sus ciudadanos e influía decisivamente en sus vidas sin que ellos lo notasen. Por ejemplo, para Barbaria era muy bien sabido que a su gente le encantaba quedarse acostada en la cama todo el día, acurrucadas bajo las cobijas y bebiendo taza tras taza de café -o chocolate blanco- caliente. Por eso, cuando Barbaria se hostigaba de tanta gente merodeando sobre su suelo y se le antojaba pasar uno o dos días a solas, decidía entonces -casi siempre al amanecer- soltar un torrente aguacero envuelto en una densa niebla, y bajar la temperatura al límite para que nadie quisiera salir de casa. De ese modo Barbaria disfrutaba feliz ese pedacito de semana en el que se quedaba a solas en sí misma…
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Lo que queda de Barbaria...
Uno de los sueños más frustrados de la gente de Barbaria es no tener mar. Les ha dolido tanto desde siempre, que son los mejores diseñadores de barcos que se conocen en el mundo. Cabe destacar aquel mecanismo que desarrollaron en el que modificaron el material y la forma del ensamblaje de cada pieza de los navíos de carga de tal manera, que cuando estos perecen en altamar, se fragmentan sus compartimentos en cuartos perfectamente sellados que, a manera de submarino, llenan de aire o de agua ciertas partes de la estructura para poder sumergirse a un punto en el que se esté a salvo sin hundirse del todo y luego flotar suavemente cuando sea el momento propicio sin ningún tipo de pérdida. Algunos tienen incluso un motor propio que les permite fungir como embarcaciones de emergencia capaces de ir a por auxilio en el caso remoto en el que las comunicaciones con los puertos fallen. No obstante, utilizan esta y otras tecnologías tan valiosas únicamente para las llamadas "Travesías barbarianas", que no son otra cosa que competencias anuales de carreras de barcos en miniatura donde se simulan tormentas, marejadas, piratería y otras dificultades en la piscina del pueblo. Se celebran en febrero como paliativo por la frustración dicha de no tener mar. Y como la gente de Barbaria suele tener un nivel económico elevado, nunca ha necesitado ni se ha interesado por comercializar sus avances ni por darlos a conocer, por lo que el mundo sigue sin enterarse de que los viajes 100% seguros en embarcaciones son posibles desde hace años...
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Lo que queda de Barbaria para ella...
A veces, cuando no podía dormir, llegaba hasta mí, me miraba con ternura, se acurrucaba en mis brazos y me pedía que le contara un cuento. Yo sonreía, la apretaba ligeramente y después de aspirar el delicioso perfume de sus cabellos, empezaba con la misma frase de siempre: Había una vez, en Barbaria...
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