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Una decisión. Y el temor a que cambie todas.
Una decisión. Y el temor a que ahí esté la pared de la vida.
Una decisión. Y la amnesia temporal de que hay vida después de ella.
Una decisión. Y ya está hecha.
Una decisión. Y ya será descubierta.
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Miles de maneras de oscurecer y una sola de brillar. El extraño ruido que suena tanto a una risa descostillante como a un llanto desesperado. Las monedas tienen una sola cara. El negro y el blanco tienen tanto en común que si pudieran sentarse a charlar no pararian nunca. El día y la noche ocurren al mismo tiempo... Inhalar su nombre, y exhalar un suspiro. Tal vez esa sensación sea lo único distinto a todo o, tal vez, sea la esencia que esta en cada uno de ellos.
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La máscara, el disfraz, el monóculo, el bastón, la capa y el sombrero. Todos se caen. Resquebrajados golpean sus pedazos una y otra vez al suelo. Han sido derrotados por lo que pretendían ocultar, por quién pretendían guardar. 
Ahora queda ello... eyo... yo. 
Para ver con los mismos ojos que es visto, para ser escuchado como escucha a la dulce voz que canta, para sentir como sienten las manos que lo tocan. Para ser querido como quiere.
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El renacer de los que nunca han muerto. La mirada atenta de quien expresa todo a través de ella, y ese sexto sentido que te hace saber que estás siendo observado. Detrás nada. Adelante todo. En el medio vos, es cuestión de decidir hacia donde apuntar la espalda y hacia donde la frente.
Una conjunción de ideas que conviven dentro de una mente desordenada. Tal vez, mágicamente, puedan llegar a tener sentido juntas (siempre lo hacen). La delgada línea que separa un héroe de un villano. La corona y la nariz de hule, la pluma y el cascabel (que tiene infinitos significados).
La nariz y el cascabel, uno en cada mano, siempre. ¿Pero cómo ser feliz en un mundo (o una mente) que te obliga a elegir la corona?
La abstracción, por un segundo, de aquella orquesta desafinada que no para de tocar. Y entonces, la realidad (o al menos una ilusión que se ve más linda que la anterior), que de repente tiene la pinta de ser a color. El darse cuenta que no hace falta ser un soñador para creer y suceder. La noche de un domingo puede sentirse bien también. La tragedia que se ve tragicómica, y la fe en que, como me han dicho: “Dios se mandó una comedia con nosotros”. 
Y entonces, la sensación de comodidad que deja ver que estamos dentro de nosotros mismos, que no era tan difícil reconocerse y que encontrarse es, más que un martirio, un divertido reto. 
Pasar de ser un simple personaje, al escritor.
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Todo o nada. Uno sobre una mano, y el otro sobre la otra. ¿Cuál tomar? Vacío o completitud. Una decisión tan solo al alcance de un interruptor.
“Ser o no ser”. ¿Cuál es todo? ¿Cuál es vacío? ¿Cuál es completitud? ¿Cuál es nada? ¿No es acaso esa la cuestión?
No lo sé con certeza... tal vez en realidad sí lo sé. Puede que no me anime a decirlo, o a decidirlo. Pero ahora sí, me atrevo a pensarlo, y pensar lleva a concluir. Y concluir lleva, claro, a tomar lo que está sobre una de las manos.
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No me muestres fotos, dejame ver lo que recuerdo que vi. No me reproduzcas audios, dejame escuchar lo que recuerdo escuchar. No me expliques lo que sentí, dejame revivirlo una vez tras otra.
La visión, tal vez la mas realista de todas, de que el mundo es una gran comedia.La confianza en las emociones y el deseo, casi necesario, de que lo único que se pueda hacer es amar.
No nada Sí todo.
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Pobre Julian... tenía un único problema, pero inquietante como ninguno. Sus sueños se cumplían. Sí, parece bueno, pero no todos los sueños; solo los trágicos. Solía olvidarse durante un tiempo de su condición, hasta que, desprevenido, llegaba a él aquella premonición de lo horrible que sucedería. Una vez tras otra, el miedo y la furia lo invadía al despertarse.
Sin embargo, un día tuvo una idea. Solo se cumplían aquellos sueños que el no quería que se cumplan. Entonces, decidió amar la tragedia (o tal vez, aceptar que ya la amaba). Pasó entonces, a fascinarse con sus sueños, rogaba por ellos. Luego los hacía realidad, pero ahora en papel, lienzos, partituras. Las tragedias cobraban vida, pero en otros planos. Así, además, tenía el poder de manipularlas y; de vez en cuando, darles un un final feliz.
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Estoy en transición hacia el mejor momento de mi vida
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Eran cuatro. El más charlatán de ellos, en medio de las risas burlonas de sus secuaces, esbozó una macabra sonrisa haciendo callar a los demás. Luego, empuñó su cuchillo. Aquel pequeño grupo de amigos se paralizó con la mirada apuntando a la hoja, claramente afilada y limpia, cuidadosamente preparada para ellos. Nadie podía imaginar qué podría haberlos llevado a la situación actual, a excepción de dos o tres que lo sospechaban; pero no tenían certeza de nada. El hombre se abalanzó entonces, con el cuchillo listo, y más rápido de lo que debería moverse un humano, hacia el más grandote de todo el grupo. El pobre chico quedó paralizado, con la mirada hacia el horizonte, casi aceptando la imposibilidad de poder hacer algo frente a la situación. Mira hacia abajo, encuentra el brazo de aquel hombre, que se encontraba a tres cuartos de extenderse por completo. La punta del cuchillo a unos veinte centímetros de la boca de su estómago. Se atreve levantar un poco la mirada y lo ve a él, con suerte le llegaba a la altura del pecho; sus pies se encontraban en paralelo con los del atacante. Su piernas flexionadas, y su brazo estirado, apuntado a la panza de aquel agresor. Sigue la linea del antebrazo y nota su mano, la palma abierta y los dedos bien pegados. Aquel espacio que se encuentra entre la yema y la uña clavado, como una espada, unos centímetros más arriba del ombligo de aquel hombre. Luego, el sonido de una arcada lo trae a la realidad, mira a los ojos a quien antes le tenía pánico y lo ve escupir sangre. 
Aquel salvador entonces, retira (con piedad), su mano del estómago del hombre, quien cae al piso. Uno de sus compañeros, entonces, intenta vengarlo. Sin embargo, es en vano. Su velocidad es un chiste para el otro, esquiva su puñetazo y le inflige una serie de golpes a un ritmo asombroso, casi imperceptible para el ojo humano, y con las manos en la misima posición. Apenas llega a darse cuenta lo que le sucede y cae al piso. El tercero de ellos sale corriendo desesperado. Las miradas ahora se centran en aquella persona, no desconocida, pero de comportamiento totalmente misterioso en esta situación. Las dos o tres personas que sospechaban lo que sucedía, entonces, confirman lo que creían... y sonríen, saben que están bien protegidas. 
Aparece entonces, el cuarto de ellos, quien salta desde su escondite y se posiciona erguido frente al otro. Aquel lo mira, no preocupado, sino molesto. Lo han obligado a exponer su lado más desconocido y, principalmente, han asustado a seres queridos.
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Su piernas no se quedaban quietas, sus rodillas subían y bajaban inquietamente. Sus brazos tiritaban cual resorte liberado, su mandíbula parecía frenética, y sus dientes se doblaban por la fuerza que se ejercían mutuamente.
De repente, su piel comenzó a resquebrajarse, en segundos se agrietó por completo y comenzó a desprenderse. Luego, un sonido. ¿Qué digo un sonido? ¡Era música! De la más bella clase de música. Tan poderosa y majestuosa que parecía visible, palpable Todas esas horas, encerrada... La forma de la cámara que la contenía impedía que oscile como debía, causando esa horrenda vibración en su contenedor. 
Música, de la más bella clase, es lo que se esconde bajo cualquier cuerpo que vibra desarmonizado.
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Lo agarraron tarde, tardísimo. Ya se había esparcido por casi todos lados. Los académicos, impresionados, se cuestionaban como era posible que no hubiera sentido los síntomas durante todo este tiempo. Cuando le dieron las opciones de tratamiento, poco esperanzadoras, el respondió:
- ¡Denme lo más fuerte que tengan de una vez!-
Y así lo hicieron. ¿El final de esta historia? Realmente no lo sé, o tal vez nuca quiera saberlo, o tal vez me dé miedo. Lo que sí sé, es que lo más fuerte que tuvieran, él ya lo había recibido, y su dador probablemente fue él mismo.
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Allí va el maquetador. Él es quien decide, quien tiene el poder de maquetar lo que sucede en el mapa de vida de los demás. Algunos le temen, otros lo injieren. Algunos lo odian, otros lo aman falsamente. Hay quienes han tratado de sobornarlo, y hay quienes aseguran que intentar ofender su honra puede causar el peor de los destinos. A su paso solo deja gris, marchita y marchita. La verdad es que nadie lo conoce bien, ni siquiera él.
Allí va el maquetador. Alguna vez el ser más respetado de todo el lugar. Hoy es un simple tonto que corre detrás de una chica. Donde antes había un velo que cubría su macabra mueca, hoy hay una timidísima sonrisa de enamorado. Allí va el maquetador, el de las maquetas más lindas y virtuosas de todas. La gente le rinde la ofrenda que al más le gusta, ríe junto con él. A su paso solo deja alegría, vida y vida. Ha sabido cambiar, quién sabe por qué, y jamás nadie ha escuchado una voz tan feliz.
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“Qué equivocado estaba deseando ser el aire de quién no quería respirar.”
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“El cerebro pasa la mayor parte del tiempo imaginando situaciones perfectas” leí una vez.
¿Saben por qué pasa esto? Porque el cerebro no sabe de situaciones ni de posibilidades. El cerebro sabe de emociones. Es por eso entonces, que nos inventamos diez millones de situaciones “perfectas”, pero que todas expresan los mismos sentimientos; para tratar, aunque sea por un rato, de sentirlas como si realmente nos estuvieran sucediendo en ese momento.
Así es que tenemos una probadita de lo que nuestro corazón quiere. Sin embargo, no hay que engolosinarse. Lo real es infinitamente mejor, y vale la pena intentar dar el salto para conseguirlo.
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Las gotas de cera derramándose. El viento soplando fuerte sobre el fenómeno de luminiscencia. Y luego los golpes autoinfligidos al ritmo del canto. Todo por un ser, un ser que casi no conozco (¿O sí?). Ojos de citrino, transformador de los buenos (los que convierten el voltaje de 110V a 220V, como dice Carlos), coleccionista de margaritas de mantel (otro plagio). Voz de miel, escritora inconsciente. Alma blanca, atrae vida. Inspiración y representación de todo lo que está bien. La inevitable necesidad de pellizcarse para asegurarse de la veracidad de tu existencia.
La creencia de que hay algo más allá de todo lo que vemos, e incluso hasta es más evidente; y en ese caso, todo lo dicho anteriormente será cierto. 
Entonces, entre tantos cartones, celof��n, y formas geométricas, escondo esto. Tal vez, las palabras más lindas que puedo pensar por otro año (con suerte, así lo parezcan ante el espectador que interpreta lo que leés) . Espero haya crecido para ese entonces y, claro, poder describirte mucho mejor.
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Pero
Siempre hay un pero. Un puto pero. Detrás de cada frase maso menos agradable, puede esconderse aquella palabra que tira todo a la basura. Además, un pero viene acompañado de cierta mirada, cierto tono; una conjunción de gestos que buscan reforzar lo que estará a la derecha del pero.
“Te quiero, pero...”
“Yo se que es así, pero...”
“Entiendo, pero...”
“Te amo, pero...”
He escuchado, no recuerdo de quién ni dónde, que “todo lo que antecede a un pero no tiene valor absoluto”. Lo he creído durante mucho tiempo, hasta que un día hallé un “pero” especial, mi “pero” favorito. Acá viene:
“Siempre hay un puto pero. Pero...”
Esta simple continuación de las primeras palabras de este escrito abren una supernova de posibilidades. Tan solo imaginemos la cantidad de peros buenos (¿Anti-peros?). Tal vez sea verdad que todo lo que antecede a un pero no tiene valor, ya que será sobreescrito por lo que viene después de él. Sin embargo, ninguna ley nos prohíbe cambiar el orden de las cosas.
Démonos cuenta que todos los peros se cancelan con los anti-peros y convenzámonos entonces de que la vida puede ser perfecta. Por último les voy a dejar lo que es la inversión del pero más poderoso de todos, que ya hemos visto acá.
“...pero, te amo.”
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II
Así fue que entonces las potencias, salvo aquellas lo suficientemente heridas por su orgullo como para no renunciar a su objetivo de exterminio, pusieron todo su empeño en la construcción de ciudades subterráneas. No hablamos de un simple complejo de bunkers un par de metros sobre la tierra, sino de realmente ciudades forjadas a kilómetros del nivel del mar. Claro que, la tecnología y el desarrollo de la ingeniería de aquella época sea probablemente más avanzado que el vos tenés ahora.
La cuestión es que, toda esta tramoya fue hecha en secreto. Esta ciudad subterránea, hiper protegida, estaba pensada para ser habitada solo por la élite. De hecho, la mayor parte de la financión venía de ahí. Sin embargo, claro, la élite no iba a agarrar la amoladora y ensuciarse las manos con concreto. A la mayoría de los trabajadores se les ofreció dinero, lugares dentro del complejo, y demás. La mayoría fueron asesinados. 
De todas maneras, la magnitud del proyecto era tal que no pudo ser mantenida en secreto. No solo los obreros que sobrevivieron, sino también magnates de buen corazón divulgaron y denunciaron, de la manera más segura posible, el plan de los gobiernos por salvarse y dejarlos a ellos; en la intemperie, a su merced del enemigo. ¿El resultado? Guerra civil por todo Europa.
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