Text
How it feels getting back into fanfiction and all my old interests again after going off them for a few months

2K notes
·
View notes
Text
had to get this out before we collectively move on from coldplay ceo
23K notes
·
View notes
Text
Entre café y motores (NicoLeto)
Capítulo 1: Latte para el señor de la mesa del fondo.
Gabriel nunca pensó que acabaría viviendo en Suiza. Mucho menos que llegaría a disfrutarlo. Pero ahí estaba, en Zúrich, estudiando en la universidad, trabajando y compartiendo un pequeño departamento con dos compañeros: Ollie, un Beta británico, tranquilo y meticuloso que estudiaba diseño gráfico, y Kimi, un Omega italiano carismático que estudiaba teatro y siempre dejaba su ropa por toda la sala.
Era una rutina algo caótica, pero acogedora. Entre clases de ingeniería mecánica, tareas, videollamadas con sus padres y el trabajo de medio tiempo en un café del centro, Gabriel apenas tenía tiempo de respirar. Sin embargo, se esforzaba. Porque estar allí significaba algo: avanzar. Salir del caparazón. Dejar su país había sido un poco complicado, más porque se había lanzado al otro lado del mundo con tal de probar nuevas cosas siendo un omega. Si bien los prejuicios habían quedado atrás, la realidad es que su casta seguía siendo dependiente en ciertos sentidos, llevando un peso más prolongado comparado a los demás.
En su trabajo, el café era elegante y minimalista. En cuanto al sueldo, la paga le ayudaba bastante a manejarse personalmente, junto a la ayuda de sus padres. "Milch & Metall", decía el cartel, una extraña combinación que a Gabriel le parecía apropiada, considerando que entre cada expreso que servía, pensaba en motores, piezas y aleaciones.
La vida en Zúrich se había convertido en un cúmulo de contrastes. Por un lado, la estructura de la universidad, los horarios ajustados, sobrevivir a sus ciclos de calor, la exigencia de sus clases de ingeniería mecánica, donde cada cálculo y cada fórmula parecían demandarle más concentración de la que creía posible. Por otro, la convivencia con Ollie y Kimi, una dinámica que nunca dejaba de sorprenderlo. Ollie, meticuloso y reservado, aportaba un equilibrio silencioso en el departamento, mientras que Kimi transformaba cada día en una escena de teatro improvisada, con ropa esparcida por la sala y monólogos apasionados sobre su última audición.
No era perfecto, pero era suyo. Un hogar lejos de casa. Y aunque la rutina le dejaba poco margen para el descanso—corriendo entre clases, el café donde trabajaba, y los llamados a sus padres que siempre terminaban con un "¿estás comiendo bien? ¿te estas cuidado?"—Gabriel sabía que todo esto significaba algo. Crecer. Independizarse. Redefinir su propia historia en un país que jamás imaginó llamar hogar, pero lo que nunca espero, luego de ese estilo de vida caótico al que se estaba acostumbrando, era el haber encontrado el amor.
Fue en uno de esos turnos por la tarde cuando lo vio por primera vez.
Estaba en la mesa del fondo, vestido de traje gris oscuro, el cabello perfectamente peinado hacia atrás, con la mandíbula apoyada sobre los dedos y los ojos clavados en una tablet. La presencia de aquel Alfa era fuerte, sólida. No por ser dominante, sino porque... llenaba el espacio. Su aspecto era llamativo, ya que irradiaba un aura de seguridad y dominancia, con aquellos cabellos rubios perfectamente peinados.
Gabriel lo notó antes de verlo. Un aroma seco, fresco y profundo lo golpeó de forma inesperada: menta con roble. Su cuerpo reaccionó al instante, antes que su mente pudiera procesarlo. El cuello le picó, como si lo hubiera rozado una tela con electricidad estática. Disimuló rascándose, confundido. Por unos segundos se había olvidado completamente de que estaba trabajando y aún le quedaban varias horas hasta que su turno termine.
—¿Gabriel? —dijo su compañera de turno, haciendo que diera un respingo—. ¿Podés llevar este latte, por fa? Es en la mesa del fondo.
—Claro —respondió, tomando la bandeja mientras trataba de ignorar el hormigueo persistente en su cuerpo.
Cuando se acercó a la mesa del fondo, un tanto nervioso y cohibido, el Alfa levantó la mirada. Sus ojos eran claros, como una tormenta fría, y por un segundo pareció detenerse todo para ambos.
El olor a coco y vainilla golpeó a Nico como un puñetazo en el estómago. Lo había sentido muchas veces en perfumes, dulces o productos de baño... pero esto era diferente. Natural. Tibio. Orgánico. Calando en su interior como una droga, haciendo que su cuerpo se estremezca. Sus dientes le picaron. Literalmente. Una punzada intensa en las encías. Rechinó los molares por reflejo.
—Latte para usted —dijo Gabriel, con una sonrisa profesional. Pero la voz le salió un poco más suave de lo que pretendía. Algo en su interior se removió, notando como su lobo parecía estar más sumiso comparado con otras veces. La idea lo golpeo, ¿a caso ese alfa le gustaba?
—Gracias... —Nico lo observó un momento más del necesario—. ¿Gabriel? —leyó en la plaquita de su delantal—. ¿Ese es tu nombre?
—Sí —contestó, con una pequeña risa, encantado de como pronunciaba su nombre—. ¿El suyo?
Se veía mayor, eso era evidente. No solo por sus rasgos, sino por la manera en que ocupaba el espacio, por la firmeza de su mirada y la calma que parecía envolverlo. Gabriel sintió algo en su pecho, un impulso casi instintivo de responderle, quizás movido por la idea de resultar atractivo, de captar su atención aunque fuera por un instante.
Desde que había llegado, no se había detenido a formar lazos de ese tipo; su vida giraba en torno a sus estudios, al trabajo, a lidiar con su celo de la mejor manera posible, a veces aceptando ayuda, pero nunca más que eso. No encajaba en la imagen clásica de un omega—no era delicado, ni tímido, ni etéreo como algunos esperaban—pero eso nunca le había molestado. Al contrario, había aprendido a apropiarse de su propia identidad sin necesidad de ajustarse a expectativas ajenas.
—Nico. Nico Hülkenberg.
Y no necesitó decir más. El nombre sonó familiar, pero no por la fama: sonó bien en su boca. Como si su cuerpo ya lo supiera desde antes. Por primera vez en mucho tiempo, Gabriel se permitió desear que aquello no se desvaneciera con la rutina. Anhelaba más que miradas fugaces, más que conversaciones breves envueltas en cortesía. Quería que Nico lo viera, realmente lo viera, y que algo en él le resultará irresistible. No sabía exactamente por qué, pero había algo en ese Alfa—en su presencia tranquila, en la firmeza de su mirada—que despertaba en su piel una sensación nueva, un hormigueo que se expandía como una corriente silenciosa. Y sin quererlo, sin pensarlo demasiado, comenzó a buscar esos momentos, a aferrarse a ellos, como si algo dentro de él ya supiera lo que estaba por venir.
Los días pasaron. Nico volvió. Más veces de las que podía justificar con la excusa de "necesitar café". Siempre la misma mesa. Siempre Gabriel atendiéndolo. Y cada vez, más picor. Más olor. Más miradas sostenidas. Más silencio cargado de algo no dicho.
Cada encuentro tenía el mismo patrón, pero nunca la misma sensación. Al principio, Nico intentaba convencerse de que era pura coincidencia: el café estaba cerca, la atención era buena, y el ambiente, acogedor. Pero no tardó en aceptar lo evidente—Gabriel era el imán que lo arrastraba de vuelta, más que la costumbre, más que la necesidad. Sus charlas eran breves, casi circunstanciales, pero el aire entre ellos siempre parecía más denso, cargado de algo que ninguno terminaba de nombrar. Y cuando Nico sostenía su taza, fingiendo distraerse con el aroma del café, sabía que lo único que realmente inhalaba era la presencia de Gabriel, impregnada en cada gesto, en cada palabra intercambiada.
Hasta que un día, Nico se quedó parado frente al mostrador, observándolo con esa mirada penetrante y atenta a la vez.
—¿A qué hora termina tu turno?
Gabriel parpadeó, nervioso pero entusiasmado. —¿Hoy?
Nico asintió, metiendo las manos en los bolsillos, luciendo esta vez más relajado. —Sí. ¿Te puedo invitar algo? No sé, una caminata. Una charla. Un café... sin delantal.
Gabriel se rió, emocionado por la idea. Fue breve, honesto. Y aceptó.
No sabían aún que eran destinados. Pero sus cuerpos ya lo sabían todo.
#f1#f1 fanfic#gabriel bortoleto#nico hulkenberg#nicoleto#nico#hulkenberg#gabi bortoleto#bortohulk#anakin skywalker x you#gabico#gaysmut#f1 gay
9 notes
·
View notes
Text
Entre café y motores (Nicoleto)
Sinopsis
Nico y Gabriel forman una pareja poco convencional. Justo cuando Nico pensaba que había escapado de los designios del destino, conoce a su omega destinado en una cafetería.
¿El problema? Gabriel tiene apenas 21 años y es un estudiante universitario. La diferencia generacional y cultural los sumerge en un dilema: Nico, un hombre conservador criado en Alemania, debe confrontar sus tradiciones frente a Gabriel, quien creció en un entorno más liberal en Brasil.
En el crisol multicultural de Suiza, ambos deberán decidir si el amor puede trascender las expectativas impuestas por su origen y sus costumbres.
── .✦ Historia corta que explora la realidad de una pareja Omega x Alfa.
── .✦ Género: Fluff, leve angst, slice of life, etc.
── .✦ Omegaverse AU.
── .✦ Extensión: indefinida.
#nico hulkenberg#nicoleto#hulkenberg#gabriel bortoleto#gabi bortoleto#bortoleto#bortohulk#f1 fanfic#f1 gay#f1#f1 fanfiction#gabico#sauber#stake f1 team
14 notes
·
View notes
Text
me perdieron, se viene historia omegaverse de gabriel y nico aaa
3 notes
·
View notes
Text
Bajo la fachada (Nicoleto)
(Nico Hulkenberg x Gabriel Bortoleto)
One shot donde Gabriel ama provocar a Nico hasta que se lo coja.
𐙚 Smut, charla sucia, creampie (?), diferencia de edad, sexo sin protección, mención de ahorcamiento.
Lo escribí RECIÉN así que puedes haber errores, todo por la foto está 😭

Gabriel sabía que Nico era un buen tipo. Todo el paddock lo decía: paciente, siempre con una sonrisa, el tipo de compañero que todos querían tener. Y era cierto. Con él nunca había gritos, ni sarcasmos pasivo-agresivos, ni esos silencios que huelen a bronca contenida. Si había problema de alguna u otra forma se solucionaban.
Siempre tranquilo. Siempre correcto.
Un ejemplo.
Pero Gabriel también sabía leer gestos. Y si algo había aprendido de estar entre pilotos y egos con exceso de gasolina, era que nadie es solo lo que muestra.
—No te molesta nada, ¿no? —le dijo una tarde, sin levantar la vista de la tablet donde repasaban datos.
Nico no contestó de inmediato. Apenas levantó una ceja.
—¿Qué cosa?
—No sé. Que me ría cuando fallás en la quali. Que te gane en los simuladores. Que me quede más tiempo en el box solo para joderte.
Nico sonrió. Esa sonrisa que parece amable, pero no sube a los ojos.
—Sos joven. Tenés que gastar energía en algo, supongo.
Gabriel se apoyó contra la pared del garaje, cruzando los brazos. Lo miró fijo. Había algo en esa respuesta que lo picaba más que cualquier insulto.
—¿Siempre sos así? —preguntó—. ¿O es que te da miedo perder el control?
Esta vez, Nico bajó la vista. Cerró el archivo del simulador. Luego lo miró. En serio.
—Cuidado, Gabriel. No sabés lo que pedís.
Y ahí estaba. Por un segundo. La mirada. El fuego. El carácter.
Gabriel sonrió. Lo había encontrado. Y ahora no pensaba soltarlo. No cuando su nombre sonaba tan tentador con ese tono de advertencia.
La frase quedó suspendida entre los dos como un aviso, pero Gabriel solo dio un paso al frente, acortando la distancia entre ellos. No demasiado. Lo justo para incomodar sin invadir.
—Creo que sí sé —contestó—. Lo que no entiendo es por qué lo escondés.
Nico lo observó, impasible. Pero sus manos, apoyadas sobre la mesa del box, tensaron los nudillos apenas. No era mucho. Pero era algo.
Gabriel sonrió.
—Te molesta que lo note, ¿no? Que no me trague esa fachada tuya de tipo tranquilo.
—No estoy actuando —dijo Nico, con la voz más baja, más dura.
—Claro. Porque sos zen, ¿no? El sabio del equipo —Gabriel se inclinó un poco hacia él, con esa sonrisa que ya no era tan inocente—. Pero me pregunto, Nico… ¿cuánto más vas a aguantar que te provoque?
El silencio que siguió fue espeso. Como antes de una tormenta.
Nico lo miró a los ojos. Y esta vez no había sonrisa. Solo tensión. Cruda. Latente.
—Tenés suerte de ser joven —murmuró—. Si fueras de mi edad… sabrías que jugar con fuego te deja marcas.
Gabriel se rió bajo. Pero no se alejó. No se quebró.
Se acercó aún más.
—¿Y si eso es justo lo que quiero?
El corazón de Nico golpeó con fuerza, como si de pronto le hubieran soltado el freno. El espacio entre ellos era mínimo. Apenas unos centímetros. Ni siquiera se tocaban, pero el aire entre ambos ardía.
Fue Nico el que se separó primero. Dio un paso atrás, tragando seco, como si al alejarse pudiera volver a ese equilibrio que tanto le costaba mantener.
—Volvé al simulador, Bortoleto. No te conviene seguir por acá.
—¿Y si me gusta lo que no me conviene? —dijo Gabriel, sin moverse.
Nico no respondió. Solo se dio vuelta y salió del garaje con pasos firmes.
Pero Gabriel lo vio. Vio cómo apretaba la mandíbula. Cómo los hombros tensaban el buzo de carreras.
Vio que había grietas. Y que cada palabra suya las estaba abriendo.
Horas más tarde, la mayoría del equipo ya se había ido. El paddock estaba más silencioso. Los pasos, menos frecuentes. Y en una sala casi oculta al fondo del hospitality, lejos de cámaras y curiosos, Nico se encontraba solo, sentado en un sillón, con una botella de agua en la mano y la cabeza reclinada hacia atrás.
Paz. O lo más parecido a eso que podía encontrar en un fin de semana de carrera.
La puerta se abrió sin previo aviso. Gabriel.
Nico no se movió. Solo lo miró de reojo.
—¿No tenés nada mejor que hacer?
Gabriel cerró la puerta tras él. Tranquilo. Como si hubiera entrado a su casa.
—Sí. Pero me aburre.
—Entonces te estás buscando problemas.
—Ya me dijiste eso antes —Gabriel se dejó caer en el sillón de enfrente, sus rodillas rozando las de Nico por la poca distancia. Ya estaban acostumbrados a tocarse, rozarce—. Pero todavía no me mostraste ninguno.
Nico apretó los labios. Lo miró fijo. Unos segundos más largos de lo necesario.
—¿Por qué lo hacés?
—¿Provocarte? —Gabriel ladeó la cabeza—. Porque quiero saber qué pasa cuando dejás de fingir.
—¿Y si lo que ves no te gusta?
—Entonces, por lo menos, es real.
Nico rió, seco. Había algo en ese chico que era peligro puro. No por lo impulsivo. Sino por lo preciso. Sabía dónde tocar. Qué decir. Cómo mirar. Y eso lo sacaba más de lo que quería admitir.
Hace mucho que no se sentía así, sabía que trabajar con un rookie traería problemas.
—No tenés idea —murmuró—. No sabés lo que me cuesta no agarrarte del cuello cada vez que venís a joder.
—Entonces hacelo —dijo Gabriel, sin miedo, deseoso de ser sometido —. Agarrame.
Hubo un silencio brutal.
El aire se volvió tan denso que costaba respirar. Nico se inclinó hacia adelante, apenas, su cara a centímetros de la de Gabriel.
—No juegues conmigo.
—¿Y si no estoy jugando?
Por un segundo, Nico pareció rendirse. Sus ojos bajaron a la boca de Gabriel, y su respiración se mezcló con la del otro.
Y fue ahí, justo en ese espacio mínimo que los separaba, donde todo se rompió.
Nico lo agarró por la nuca con una fuerza contenida durante días, semanas, tal vez meses, y lo besó. Nada suave. Nada tierno. Fue hambre, fue rabia, fue deseo contenido que por fin se soltaba. Gabriel respondió igual, sin pensarlo, como si lo hubiera estado esperando.
El beso fue torpe al principio, por la urgencia. Se chocaron, respiraron fuerte entre medio, pero no se detuvieron. Nico lo empujó contra el respaldo del sillón, se inclinó sobre él, sus manos firmes en el cuerpo del otro como si necesitara comprobar que era real, que por fin lo tenía.
Gabriel soltó un leve gemido al sentir los dedos de Nico en su cintura, aferrándolo como si no quisiera dejarlo escapar. Se aferró también, con las manos en su cuello, en su espalda, tirando apenas del buzo con desesperación.
El mundo se redujo a eso. Al calor entre los dos. A los labios chocando, mordidas, succiones, a las respiraciones mezcladas, a los cuerpos buscando más. Era una descarga. Una explosión inevitable.
Cuando finalmente se separaron, con la frente apoyada el uno en el otro y el pecho subiendo y bajando agitado, el silencio volvió. Pero ya no era el mismo.
Nico cerró los ojos. Tenía el ceño fruncido, como si estuviera peleando contra algo.
—No puedo seguir haciendo esto —murmuró.
Gabriel no dijo nada. Solo lo miró. Pero su mano seguía sobre su pecho. Y ninguno de los dos se movía.
Porque a pesar de todo, ya lo estaban haciendo.
El silencio en el auto era denso. Gabriel miraba por la ventana, como si el reflejo pudiera calmarle el pulso acelerado. Nico tenía una mano firme en el volante, la mandíbula apretada, sin decir una palabra desde que salieron del paddock.
Y sin embargo, no hacía falta.
Cuando llegaron al hotel, caminaron rápido, sin cruzar miradas, como si el aire entre ellos estuviera tan cargado que pudiera incendiarse con solo un gesto.
La puerta se cerró tras ellos con un clic seco.
Nico fue el primero en moverse. Lo empujó contra la pared con una urgencia desbordada, como si lo hubiera estado esperando todo el día —toda la temporada, toda la vida— y ahora no pensara detenerse.
Gabriel no se hizo rogar. Lo buscó con las manos, con la boca, con el cuerpo entero.
Era distinto a todo lo anterior. No había más bromas, ni provocaciones. Solo una necesidad cruda de tocarse, de descubrirse piel a piel, de sacarse lo que les pesaba encima —ropa, dudas, miedos— y dejarse llevar por todo eso que venían escondiendo bajo capas de profesionalismo.
Los besos se volvieron más profundos, más salvajes. Cada prenda que caía al suelo era una barrera menos, una rendición tácita.
Nico lo recorrió como si necesitara memorizarlo. Gabriel lo sostuvo como si quisiera quedarse a vivir ahí, entre sus manos, sus caderas, su espalda tensa. Nico era grande en muchos sentidos; de edad, tamaño, de presencia. El menor simplemente deseaba ser aplastado por ese pedazo de hombre.
El rubio, por otro lado, cansado de las provocaciones, había decidido ceder y cogerse a su compañero a pelo, duro y rápido como tanto se lo venía pidiendo.
Una vez que lo desnudo, lo arrojo al sofá donde no le dejó ni gemir en paz. Sus gruesos dedos tantearon su cuerpo hasta rozar su entrada, adentrando sus dígitos para prepararlo.
—¿Esto es lo que querías? —murmuró deseoso el rubio, observando cómo el menor respiraba fuertemente, conteniendo sus gemidos y viéndolos fijamente.
—Sí, sí, más duro Nico —sollozó el castaño, moviendo sus caderas, aumentando la fricción. Algo en el interior del alemán se removió al notar como el menor disfrutaba de todo ese trato brusco. Saco sus dedos de su interior y con su otra mano se encargó de sacar su pene de sus bóxer.
El aún seguía vestido y el detalle le encantaba. Gabriel estana desnudo bajo suyo sollozandl por su pene, mientraz que él tenía el control en esa situación y lo manejaria a su antojo.
—Voy a cogerte como nunca, ¿sí? A pelo, como una puta como vos se lo merece, ¿Sí, Gabriel?
El menor no llego ni a responder que el pene de Nico se introdujo en su interior, duro y rápido como había pedido. Su interior no estaba del todo preparado, así que el contacto fue duro e incómodo, áspero, pero en esa incomodidad venía una excitación morbosa.
Había logrado lo que tanto deseaba, hacer que Nico perdiera la cabeza y le diera masa como tanto había fantaseado.
Unas manos acariciaron su cuerpo con dureza hasta llegar a su cuello. El menor sonrió sinico, notando la presión contra su cuello.
—E-eh, sí, así Nico, destrozame —gimió moviendo sus caderas, adentrando aquel duro miembro aún más en su interior.
Nico gruñó al sentir el caliente interior a su alrededor y ver como Gabriel hacia aún más presión para ser penetrado. Ya no valía la pena luchar contra el deseo, le daría lo que tanto deseaba.
Movió sus caderas con fuerza, penetrando el interior de Gabriel con demencia. Sus bolas y fluidos causaban un chapoteo indecoroso que aumentaba con cada gemido o comentario que Gabriel soltaba, pidiendo ser usado y llenado por su semen.
La idea le encantó, llenar el interior del menor de su semen, marcarlo y hacerlo suyo. Esa sería otra de sus metas, mientras apretaba su cuello y maltrataba sus pezones, llenaría su interior con su caliente esencia.
Nico nunca imaginó sentir tanta tensión y excitación por un compañero tan menor, pero no se quejaba, adoraba ver como el interior de Gabriel chupaba y succionaba su duro y largo pene como si hubiera nacido para eso. Era excitante la situación. Quién diría que con su edad pondría tan cachondo a ese joven.
Luego de esa moche, se encargaría de cogerlo en todos los lugares y posiciones posibles, marcandolo con su semen. No le daría margen a la imaginación y mucho menos el gusto de seguir provocándole.
Gabriel sintió una presión en su interior, notando que Nico estaba por llegar a su límite, al igual que él, por lo que apretó sus paredes y lo acercó con fuerza, sintiendo por completo toda la extensión en su interior. El pene del alemán era grande, grueso y venoso, todo lo que le gustaba y lo único con lo que deseaba ser llenado a partir de ahora.
Era tan mágico que ya se lo imaginaba chupandolo, masturbandolo y todo lo que pudiera hacer para darle placer al mayor. Sería su putita a partir de hoy.
—Vamos Nico, correte adentro mío —lloro el menor, sintiendo como su pene liberaba gruesas líneas de semen sobre su abdomen. Nico, quien veía todo desde arriba, sonrió al verlo derrotado y decidió darle el gusto, embistiendo aun más fuerte.
—Voy a correrme en tu interior y después voy a tomarte en cuatro, voy a cogerme tu lindo culito hasta dejarlo lleno de semen, ¿oíste?
Y Gabriel, deseoso y sollozando asintió, sintiendo segundos después el caliente líquido en su interior llenar sus paredes. Nico era abundante en muchos sentidos, llenando todo su interior con una buena cantidad de semen. Sabía que esa corrida en otro universo había sido suficiente para dejarlo embarazado, lástima.
Luego de correrse, el mayor se quedó quieto unos segundos, analizando bien la situación y tratando de recuperar el aire. Bajo suyo, Gabriel se veía demasiado satisfecho y a la vez derrotado, aún teniendo su pene y su corrida en su interior, por lo que el mayor suponía que debía cumplir su promesa y prepararse para los siguientes rounds.
Y cuando llegaron al final, esta vez en la cama del hotel (luego de haber pasado por el sofá, la alfombra y baño), exhaustos, respirando sobre las sábanas revueltas, hubo unos segundos de calma.
Nico lo miró. El ceño aún fruncido, pero los ojos más blandos, más abiertos.
Gabriel giró el rostro hacia él y le rozó el hombro con la yema de los dedos.
No dijeron nada. Pero el silencio ahora tenía otro peso. Y vino acompañado de suaves besos y caricias que expresaban más que simple deseo carnal.
#f1#f1 fanfic#sauber#nico hulkenberg#gabriel bortoleto#gabi bortoleto#nicoleto#f1 fanfiction#f1 gay#nico#hulkenberg#sauber 2025
10 notes
·
View notes
Text
Like, Reblog, and tag @bernardsbendystraws when using.
2K notes
·
View notes
Text
La rutina (JayVik)
One shot de la pareja JayVik de la serie Arcane.
⁞ Jayce & Viktor. Jayktor/Jayvik.
⁞ Arcane. Cliché, fluff, slight drama ! AU.
⁞ One Shot.
𓏲 ๋࣭ ࣪ ˖𔘓
Los días avanzaban con lentitud a pesar de estar llenos de pendientes. Al ser un nuevo miembro del consejo, la realidad es que la rutina de Jayce se había visto afectada por todas sus nuevas obligaciones, lo que hacía que acostumbrarse a ella fuera complicado. El día comenzaba antes de que saliera el sol y terminaba cuando la luna y las estrellas estaban en lo alto. Era difícil; todos los días, más de una vez, se preguntaba si estaba haciendo lo correcto. Pero su única motivación, aparte de su sueño de cambiar y mejorar el mundo, era lo que compartía con su amado y mejor amigo, Viktor.
La nueva rutina de ambos era compleja; casi ni tenían tiempo de verse durante el día, pero de alguna manera se habían planteado hacerlo funcionar. Las mañanas y tardes de Jayce estaban llenas de reuniones, tanto con el consejo como con las familias nobles de Piltover, todo con el fin de seguir armando alianzas y juntando apoyo. Además, trabajaba en el taller en nuevos prototipos. Por ende, su labor en el laboratorio era aún más complicada. Aunque debía seguir consiguiendo avances, las 24 horas del día no eran suficientes para abarcar todos sus quehaceres.
Por momentos, deseaba volver a los años anteriores, cuando ambos se desvelaban en el laboratorio hasta altas horas de la noche, riendo, tomando té y besándose cada vez que tenían la oportunidad. Adoraba esas épocas, y su único pensamiento era regresar a ellas una vez que resolviera todos los problemas a los que la ciudad se estaba enfrentando.
Todo parecía bastante triste y melancólico, lo reconocía. Estaba feliz de avanzar con su idea principal de ayudar a Piltover y adoraba todas las oportunidades que le habían brindado, pero una parte, muy en el fondo, se preguntaba si podría volver atrás, cuando las exigencias se resumían en estar en el laboratorio junto a Viktor horas y horas.
Era complejo, era triste, pero todo tenía su recompensa. Como en ese momento, cuando recorría las iluminadas calles de la ciudad, observando la tranquilidad que la caracterizaba, hasta llegar a su preciado hogar. Con los años y la relación de ambos, comenzaron a vivir juntos, en un principio con la idea de avanzar lo más posible en su proyecto del Hextech, pero con el tiempo y la costumbre, esa simple idea se transformó en algo más fuerte. Ya no todo giraba en torno al trabajo y el futuro. Jayce reconocía que ese departamento era su hogar, el hogar que compartía con su gran amigo y alma gemela.
Al llegar, como era normal por la hora, la mayoría de las luces del lugar estaban apagadas. Viktor no era muy fanático de ellas, por lo que no le sorprendía regresar a casa y encontrar todo a oscuras. El aroma a té y sándalo se percibía al entrar, recibiendo a Jayce y brindándole una sensación de calma.
Dejó sus pertenencias en la entrada y, a pasos lentos, se acercó hasta la cocina, donde el joven científico lo esperaba sentado en la mesa del comedor con una taza de té humeante y un gran libro. Ya era bastante tarde para cenar; había pasado la medianoche. La cena era uno de los momentos juntos que se habían visto obligados a sacrificar. Jayce no lo admitiría, pero le dolía en el alma no compartir ese momento junto a su amor. Se reconfortaba, sin embargo, sabiendo que en un futuro todo sería más fácil.
Al llegar, Viktor lo observó con la suavidad característica de su mirada. El castaño no era muy expresivo, menos cuando su cuerpo se encontraba tan débil, pero la felicidad que sentía al ver llegar a su amado era indescriptible. Su pecho se llenaba de calor y alegría, y una paz absoluta recorría su interior.
Por otro lado, la paz que Viktor poseía era la que Jayce tanto anhelaba tras un largo día. Se acercó a él sin decir palabra y, al ver que este hacía un esfuerzo por levantarse con su bastón, Jayce se apresuró y se arrodilló frente a él con la mirada cansada pero llena de felicidad.
—Buenas noches —fue lo primero que atinó a decir mientras veía al castaño en su característica y simple pijama, a diferencia de él, que adoraba dormir en ropa interior y sin camiseta.
—Buenas noches, Jayce —respondió con suavidad el castaño, mientras acercaba lentamente su mano a la mejilla de Jayce.
Este suspiró con calma ante el tacto de su pareja, sintiendo una punzada en su interior al notar las frías manos del contrario. Sin pensarlo mucho, tomó al castaño en brazos, olvidándose de todo el cansancio, y se dirigió a la habitación. La que en un inicio era solo suya, pero que, con el paso del tiempo y la confianza, se había vuelto su habitación.
Viktor, un tanto sorprendido ante el accionar del moreno, se aferró a sus hombros, pero sin mucha fuerza, ya que algo en su interior confiaba en que Jayce nunca lo dejaría caer. Al llegar a la ansiada habitación, el alto lo recostó en la cama con suavidad, arropándolo con las cálidas mantas. Odiaba que Viktor fuera tan friolento, por lo que siempre hacía lo posible por mantener su hogar cálido.
—¿Qué estás planeando? —susurró el castaño, observando con curiosidad a su amado.
—Traeré tu té; mientras tanto, prepárate para descansar —dijo con calma el moreno, mientras le dedicaba una mirada antes de salir nuevamente de la habitación. Ya había cenado, sabía que Viktor también, pero el castaño tenía la costumbre de beber un té antes de dormir, y Jayce no era nadie para interrumpir su rutina. Sin embargo, deseaba estar a su lado más que nada en esos momentos.
Tomó la pequeña taza humeante con suavidad y recorrió nuevamente los cálidos pasillos de su hogar, observando cómo este seguía igual de acogedor, aunque ya no compartieran tanto tiempo como antes. Llegó a la habitación, donde Viktor lo esperaba sonriente, apoyado en el respaldar de la cama y cubierto hasta la cintura, brindándole una imagen tan tierna que hizo temblar su pecho.
Ambos se conocían desde hacía años. Jayce había visto todas las caras posibles de Viktor y viceversa, pero nunca dejaría de enternecerse; el castaño era precioso por donde se le mirara, tan calmo y tierno.
Lo extrañaba todos los días, a todas horas. Verlo ahí, acostado de forma tan tierna, le removía el corazón. Jayce, luego de dejar la taza de té en la mesa de luz, se dispuso a despojarse de su ropa y se adentró en la calidez y comodidad de la cama con lentitud, disfrutando del momento, que parecía tan simple pero a la vez tan íntimo.
La luna estaba en lo alto. La veía desde la gran ventana de la habitación, dándole un aire melancólico y secreto. Observó a su compañero con suavidad, notando cómo este bebía con calma su infusión.
—¿Qué tal el día? —preguntó el castaño, notando el cansancio en los ojos de su amado y dedicándole una suave sonrisa. Jayce pensó en una respuesta por unos segundos, hasta llegar a la misma de siempre.
—Un desastre, pero soportable.
Era la verdad. Desde que había sido ascendido, su trabajo era aún más complicado y caótico, pero nada que no pudiera soportar.
Viktor rió en voz baja ante la respuesta y acercó lentamente su rostro al contrario, dejando un suave beso en su frente y unos cuantos en sus mejillas, disfrutando de la impaciencia del moreno. Él también había extrañado demasiado a Jayce, pero le dolía aún más verlo llegar a altas horas de la noche tan cansado, más cuando este insistía en quedarse despierto para charlar unos momentos con él.
– ¿El tuyo? ¿Llegaste a algún avance con las runas? – preguntó Jayce, disfrutando de la calidez de ambos cuerpos juntos. Ambos se habían recostado frente a frente, por lo que aprovechó para recorrer con su mano el cuerpo del pálido, descansando en su cintura y acercándolo aún más.
– Sigo en la misma, pero pronto tendré avances, lo sé – murmuró decidido, observando los ojos del moreno con amor y paz.
El día y la vida en sí estaban siendo una época de caos y estrés, pero esos segundos que pasaban juntos bajo la luz nocturna eran suficientes para calmar su interior.
Bajo la tenue luz de la luna que se colaba por la ventana, el cuarto parecía envolverse en una atmósfera de calma y calidez. Las sábanas, suaves al tacto, formaban un refugio perfecto contra la dureza de la rutina diaria. Afuera, el sonido del viento acariciaba suavemente las hojas de los árboles, y un lejano murmullo de la ciudad recordaba que el mundo seguía su curso, indiferente a su pequeño oasis de paz. Jayce se dejó llevar por el contraste entre el fresco de la noche y la tibieza que emanaba del cuerpo de Viktor, como si en ese instante no existiera nada más que el latido acompasado de sus corazones.
—Siempre logras tranquilizarme, aunque sea un momento —murmuró Jayce con un dejo de cansancio, mientras sus dedos delineaban con delicadeza la curva de la mandíbula de Viktor. El pálido, sintiendo el peso de aquellas palabras, llevó su mano al cabello del moreno, enredando sus dedos con ternura mientras depositaba un beso en su frente. Se miraron en silencio, comunicándose más allá de las palabras. Viktor rompió la quietud con una sonrisa ligera. —Si pudieras verte como yo te veo, entenderías lo mucho que vales —susurró, su voz cargada de cariño. Jayce cerró los ojos por un momento, dejando que esas palabras se grabaran en su mente, mientras la brisa nocturna los envolvía en una caricia cómplice.
El silencio volvió a instalarse entre ellos, pero no era incómodo; era un entendimiento tácito, un momento en el que las palabras sobraban y las emociones hablaban por sí solas. Jayce dejó escapar un suspiro profundo, como si el cansancio acumulado de los días finalmente encontrara una salida en ese espacio compartido. Viktor, sin apartar su mirada, simplemente lo sostuvo con más fuerza, como una promesa muda de que seguiría allí, sin importar cuán agitada se tornara la vida.
La rutina seguiría siendo complicada, y el tiempo, escaso, pero esas noches robadas eran su refugio, un recordatorio de que el futuro que tanto soñaban estaba cada vez más cerca. Con un último beso en los labios de Jayce, Viktor cerró los ojos, permitiéndose también descansar. Enredados bajo las sábanas y envueltos en la calidez del otro, ambos sabían que esos momentos eran un ancla en un mundo que parecía avanzar demasiado rápido. Porque aunque sus metas aún estuvieran en construcción, su amor era el hogar que los esperaba al final de cada día.
Ambos tendrían la oportunidad de amarse y cuidarse como lo merecían. Solo debían esperar un poco. Mientras tanto, esos minutos acostados bajo las suaves sábanas eran un mimo al alma para ambos.
#jayce talis#jayce x viktor#jayvik#arcane jayce#viktor#viktor arcane#viktor league of legends#arcane fanfic#arcane
20 notes
·
View notes
Text
Entre líneas (Stephen Glass x Lectora)
Shattered Glass AU - Stephen Glass x Lectora.
Slow burn, leve tensión, leve angst.
Eres nueva en la empresa y Steven trata de comprarte como a todos sus compañeros, pero vos no caes ante sus encantos.
Capítulo 1: Primera impresión.
El pasillo central de The New Republic huele a café rancio y papel viejo, pero no te importa. Hay algo reconfortante en ese caos de escritorios mal distribuidos, notas amarillas pegadas por todas partes, y conversaciones que parecen siempre ir demasiado rápido. Te habían advertido que el ritmo era así y estabas más que preparada.
Lo que no te advirtieron fue de él.
—¿Eres la nueva? —dice alguien desde el marco de la puerta de la redacción, con una sonrisa que parece recortada de una campaña publicitaria de lo adorable.
Te girás, y ahí está: Stephen Glass. Exactamente como lo habías visto en fotos y escuchado mencionar en susurros admirados por todo el equipo editorial. Su cabello perfectamente peinado, al igual que su camisa bien planchada. Una parte de ti se avergüenza, ya que hasta su ropa parece ser mejor que tu falda tubo y tu blusa negra.
—Depende —respondés, sin quitarte la chaqueta, un poco incómoda—. ¿Qué me estás ofreciendo?
Stephen se ríe, como si hubieras contado el mejor chiste del día. Pero hay un destello extraño en sus ojos el cual te hace arquear una ceja, confundida. Ese destello junto al movimiento de sus ojos, parece que te estudia demasiado rápido. Como si estuviera anotando cosas en su cabeza.
—Un tour personal por esta gran y desordenada casa de ideas, por supuesto —dice con un gesto amplio. Su sonrisa es encantadora, no lo niegas, pero algo te obliga a declinar. Tu intuición es aguda.
—Paso —decís, caminando hacia tu escritorio asignado, ignorando su presencia —. Me gusta perderme por mi cuenta.
Silencio. Un segundo. Luego otra risa, más baja.
—Vas a ser interesante.
Y con eso se va.
∘₊✧──────✧₊∘
Los días pasan rápido entre borradores, reuniones cortas y cafés eternos. Te adaptás bien, tus compañeros son agradables y la carga laboral es la esperada. Por otro lado, no tardás en darte cuenta de que Stephen tiene una especie de magnetismo que afecta a todos… menos a vos. A veces lo ves encaramado en el escritorio de alguien, contando una historia con voces diferentes. A veces pasa junto a vos y te lanza un comentario suelto, como si hablaran todo el tiempo:
—¿Sabías que los cerdos no pueden mirar al cielo?
—Tengo que trabajar, Stephen —respondes seria, sin levantar la mirada. Ya te acostumbraste a ignorar sus intentos de conversación insignificantes.
—Tengo una teoría: no sonreís mucho porque no querés que te descifren.
Nunca respondés mucho. Tal vez una ceja levantada, tal vez un “¿y eso qué te importa?”. No porque no lo notes. Sino porque sabés. Sabés reconocer a alguien que siempre está actuando y siendo falso.
Y eso es lo que más parece molestarle.
Te parece increíble como todos esos adultos en la oficina caen redondos ante su personalidad, creías que el mundo laboral era más serio, pero te habías llevado una gran sorpresa al ver como ese veintiañero de sonrisa angelical engatuzaba a todos. No negabas su belleza, era claro que era guapo, pero su exceso de adulación y empatia te causaba rechazo.
∘₊✧──────✧₊∘
Un jueves cualquiera, luego de varias semanas de tu ingreso, mientras imprimís un artículo para revisión, sentís que se para a tu lado con mucha confianza. Su cuerpo casi rozando el tuyo.
—¿Sabés? Algunos dicen que soy molesto.
—Algunos son sabios.
—Pero yo creo que simplemente no me entienden. ¿Y vos?
Lo mirás, finalmente. Te das el lujo de sostenerle la mirada un segundo más de lo común, disfrutando de aquellos ojos azules, tan inocentes como viles.
—Creo que te gusta que no te entiendan. Te hace sentir especial.
El silencio entre los dos se alarga. Por primera vez, no responde enseguida.
—Vas a ser más que interesante —dice al fin, pero esta vez sin la sonrisa. Como si fuese una advertencia.
∘₊✧──────✧₊
Esa misma tarde, lo escuchás contar una historia en la sala común. Todos lo rodean, como si fueran niños esperando el final de un cuento. Te quedás de pie, más lejos, con tu taza de café.
Él te ve. Por encima del hombro, en medio de una carcajada forzada. Y su mirada cambia. Se tensa. Como si tu sola presencia desarmara el final que iba a usar.
No necesitás decir nada.
Te vas sin aplaudir, y sabés que te está mirando. Esa noche, mientras acomodás tus cosas para irte, lo encontrás apoyado en la puerta de la oficina.
—No vine a contarte ningún cuento —dice, alzando las manos en señal de paz.
—Entonces estamos mejorando.
Stephen sonríe, pero esta vez es diferente. Hay algo tenso en su mandíbula.
—¿Sabés qué es raro? —pregunta, dando un paso hacia vos—. A la mayoría les gusta que los vea. Vos… parecés querer ser invisible.
—¿Y eso te molesta?
—Me intriga.
Lo mirás otra vez, directo a los ojos. Estás cansada, y la verdad, no tenés ganas de seguir el jueguito. Tu cuerpo está incómodo, te molesta la vista y tus pies duelen por los molestos zapatos que te ves obligada a usar.
—Tal vez no quiero que me veas porque no me importa tu opinión, Stephen.
El aire se congela por un segundo. Él se queda en silencio, tragando la respuesta que probablemente ya tenía preparada.
Después, solo dice:
—Nos vemos mañana.
Y se va.
No hay música de fondo, ni aplausos, ni luces dramáticas. Solo el sonido de sus pasos alejándose y la certeza de que algo —algo pequeño pero importante— acaba de cambiar.
Reconoces que tu actitud en un inicio fue reacia con él, pero no te culpaba. Estabas ahí por trabajo, no para hacer amigos y mucho menos para caer por los encantos de un maestro de la manipulación.
Suspiraste exhausta y te colocaste tu abrigo. Aún te faltaba volver a casa en el metro y ver que cenar, tu cabeza no estaba para pensar en Stephen y sus ojos llorosos.
#stephen glass#shattered glass#hayden fanfiction#hayden christensen x reader#hayden christensen#anakin skywalker x you#anakin x reader#anakin x you#fanfiction#hayden christensen characters#hayden
11 notes
·
View notes
Text
Mi nuevo imperio romano

que onda la foto de Nico y Gabriel !!! A nada de hacer one shot
7 notes
·
View notes
Text
que onda la foto de Nico y Gabriel !!! A nada de hacer one shot
7 notes
·
View notes
Text
Una nueva oportunidad (JayVik)
La vida, desde un inicio, no había sido benevolente con Viktor. Nacer siendo omega en Zaun, expuesto a circunstancias inexplicables, y vivir con una enfermedad que desde pequeño lo había obligado a usar un bastón, producir muy pocas feromonas y recaer varias veces debido a su cuerpo débil, lo marcó profundamente. Sin duda, su sinfín de reconocimientos relacionados con la ciencia quedaba opacado por su triste estado de salud y su posición como omega, o bueno, así había sido antes. Su prestigio siempre se veía obstaculizado por su condición, pero con la llegada de él, todo había cambiado.
La manera en la que se conocieron fue, por momentos, graciosa, aunque el motivo por el cual se convirtieron en socios y su relación amistosa nació tenía algo de absurdo. Sin embargo, con el tiempo, Viktor comprendió que se le había otorgado una nueva oportunidad para ver la vida desde otra perspectiva. Estaba recibiendo reconocimiento, había forjado una gran amistad y, con el paso del tiempo, esa amistad había evolucionado hasta convertirse en amor. No podía señalar con precisión el momento exacto en el que ambos se enamoraron, o bueno, el momento en el que cayó rendido ante Talis, pero sabía que esos sentimientos que compartían eran extraordinarios y le hacían mucho bien. Su salud había mejorado y, aunque el bastón seguía ahí, ya no representaba grandes complicaciones.
Por primera vez en mucho tiempo, Viktor comprendía que la vida no era tan mala después de todo. El aroma de Jayce impregnaba la cama, lo cual era innegable, pero no le molestaba. De hecho, la gran producción de feromonas del alfa era una de las razones por las cuales su cuerpo comenzaba a responder mejor. Así que, en lugar de verlo como algo negativo, ahora veía oportunidades.
Siendo honesto, el futuro siempre había sido algo claro para él, demasiado claro. Ser reconocido como científico y lograr ayudar a las personas era su mayor meta. El amor, una familia, todo eso nunca estuvo en sus planes, porque jamás se sintió digno de ello. Su aroma, aunque caracterizado por un sutil aroma a chocolate, nunca había atraído a nadie en particular. Sus ciclos de celo eran irregulares, la idea de un embarazo estaba completamente fuera de alcance, y con ello, la posibilidad de conocer a alguien que aceptara su interminable lista de imperfecciones se volvía aún más remota. Esa creencia lo acompañó durante años; nunca se sintió merecedor de amor... hasta que él apareció.
El día que Jayce apareció en su vida, Viktor nunca imaginó que ese hombre alto, confiado y carismático cambiaría todo su mundo. Al principio, su relación estuvo marcada por la cordialidad propia de colegas, unidos por un propósito compartido: mejorar el mundo a través de la ciencia. Jayce, con su energía inagotable y su pasión por lo que hacía, irradiaba un entusiasmo que contrastaba con la quieta y reservada naturaleza de Viktor.
Lo que comenzó como una relación estrictamente profesional pronto dejó entrever algo más profundo. Jayce, con su carisma y energía contagiosa, irradiaba un optimismo que chocaba con el pragmatismo casi frío de Viktor. Sin embargo, no era solo su entusiasmo lo que lo diferenciaba. Jayce no veía a Viktor como un omega quebrado o como alguien limitado por su salud. Lo veía como un igual.
Las primeras señales fueron sutiles. —¿Te has alimentado hoy? —preguntó Jayce una tarde, colocando un recipiente con sopa casera sobre la mesa de trabajo.
—No es necesario que te preocupes por mí —replicó Viktor, sin apartar la vista de los planos.
—Lo sé, pero lo hago de todas formas.
Fue un gesto pequeño, casi insignificante, pero se convirtió en un hábito. Jayce comenzó a dejarle comida, a asegurarse de que descansara, y, poco a poco, a formar parte de su vida más allá del laboratorio. Viktor, aunque al principio lo resistía, empezó a apreciar esas atenciones, como una planta reseca absorbiendo agua por primera vez en años.
Jayce fue el primero en notar lo que Viktor ocultaba detrás de su fachada de genio estoico: un alma frágil, quebrada por los años de enfermedad, rechazo y autoexigencia. Fue Jayce quien rompió las barreras, quien le ofreció su hombro cuando las noches se tornaban demasiado largas y solitarias. Fue Jayce quien, con paciencia, aprendió a leer lo que Viktor no decía con palabras.
Con el tiempo, el simple hecho de compartir un laboratorio, de discutir teorías y diseñar proyectos, se transformó en algo que ambos esperaban con ansias. Las risas comenzaron a ser más comunes, los silencios más cómodos. Viktor, quien había pasado gran parte de su vida creyendo que era indigno de amor, se dio cuenta de que sus imperfecciones no espantaban a Jayce. Todo lo contrario.
Una noche, después de un día especialmente agotador en el laboratorio, Jayce lo había acompañado hasta su pequeño apartamento. En un gesto que no necesitó palabras, Viktor permitió que el alfa entrara a su espacio personal, un lugar que hasta entonces había reservado solo para sí mismo. Esa noche, mientras el aroma cálido de madera y especias de Jayce llenaba la habitación, algo dentro de Viktor cambió.
Desde entonces, los días se volvieron menos grises. Jayce no solo lo acompañaba; lo cuidaba de maneras que Viktor nunca había creído posibles. Cuando su cuerpo fallaba, era Jayce quien lo ayudaba a levantarse. Cuando los recuerdos del pasado lo atormentaban, era Jayce quien lo abrazaba hasta que todo dolía menos. Y aunque Viktor no lo admitiera fácilmente, fue Jayce quien le dio las fuerzas para creer que merecía más que una vida dedicada únicamente a la ciencia.
—¿En qué piensas? —La voz del alfa lo sacó de sus pensamientos.
Viktor levantó la vista y lo encontró observándolo con esa sonrisa cálida que parecía iluminar incluso los rincones más oscuros de su alma. Estaban en el laboratorio, rodeados de planos y herramientas, pero en ese momento el mundo exterior dejó de importar.
-En cómo llegamos aquí -respondió Viktor con sinceridad.
Jayce rió suavemente y se acercó, colocando una mano en su hombro.
—Llegamos porque nos necesitábamos. Y porque yo soy demasiado terco como para dejarte escapar.
Viktor rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír. En el fondo, sabía que Jayce tenía razón. Por primera vez en su vida, no solo se sentía vivo, sino también completo.
La vida, que en algún momento le pareció una cadena interminable de desilusiones, ahora le ofrecía una segunda oportunidad. Y Viktor estaba dispuesto a aprovecharla.
14 notes
·
View notes
Text
Hayden Christensen characters x reader:
Little Italy AU - Con más salsa que paciencia (Leo Campo x Lectora)
American Heist AU - Próximamente
0 notes
Text
F1
Condenado (Strollonso)
Roommates (Norpinto/Frando)
The winner takes it all (Chestappen)
Fotos (Strollonso)
Checo's Harem (Checo x todos)
#f1#checo#checo perez#f1 fanfic#lando#lando norris#max#max verstappen#sergio checo pérez#alonso#strollonso#norpinto#frando#franco colapinto
11 notes
·
View notes
Text
Star Wars:
Entre las sombras (Anakin x lectora)
#anakin skywalker#star wars fanfiction#star wars x reader#anakin skywalker x you#anakin x you#hayden fanfiction#hayden christensen x reader
1 note
·
View note
Text
hola! soy haku 𐙚 escribo de todo un poco
ִֶָ𓂃 ࣪˖ ִֶָ🐇་༘࿐

ּ ֶָ֢.star wars
ּ ֶָ֢.personajes de hayden christensen
ּ ֶָ֢.f1
ּ ֶָ֢.fútbol
ּ ֶָ֢.arcane
y mucho más 🤍
listas:
#f1#f1 fanfic#star wars x reader#star wars fanfiction#f1 fanfiction#arcane fanfic#jayvik#real madrid fanfic#hayden fanfiction#hayden christensen x reader#hayden christensen
1 note
·
View note