Tumgik
Text
Tumblr media
0 notes
Text
"Amar es sufrir. Para evitar el sufrimiento se debe no amar. Pero entonces se sufre por no amar. Luego, amar es sufrir, y no amar es sufrir. Sufrir es sufrir. Ser feliz es amar. Ser feliz es, por tanto, sufrir. Pero sufrir hace que uno no sea feliz. Así, para no ser feliz, se debe amar, o amar para sufrir, o sufrir de demasiada felicidad. Espero que estéis tomando nota."
Woody Allen
0 notes
Text
Historias de Galería #19
Sheena 14ª Parte
Los días transcurren. Algunos días son interesantes. Otros, La mayoría de ellos, no pasa nada.
Ahora mi vida transcurre en ciclos de 2 canciones. Una canción rápida, para poder bailar; y otra canción lenta para desnudarme.
A veces pienso en ti.
Me desnudo. Me tomo el pelo en una cola y de una bolsa saco el rollo de confort y el condón, que dejo a un costado. En el marco de una ventana cubierta con plástico. Quedo solamente con mis zapatos de taco alto.
El tipo que ahora juega con mis tetas tiene las manos ásperas.
Las chupa. Su saliva es densa y pegajosa y huele a tabaco y cerveza.
No es como tú. Es bruto. Tú eres suave y gentil. Ojala todos fueran como tú.
Hunde su cara en ellas. Le pregunto si quiere ver cómo me masturbo. Me responde que sí.
Lo hago.
De afuera llega una canción electrónica de los 90’s, de esas que ahora suenan en los Gimnasios. El tipo se muerde los labios al mirarme. Le gusta lo que ve. Mis dedos sumergiéndose en mi coño. Le bajo los pantalones, se la saco y le corro un poco la paja antes de ponerle el condón con la boca.
Me gusta esa palabra. "Coño". La repito en mi cabeza hasta que esta pierde sentido.
Se la chupo.
La boca se me llena de pendejos. Su mano me acaricia la nuca mientras que con la otra me agarra una teta. Me dice que la chupo muy rico. Lo sé. Acá, en el Salieri´s, soy la mina que mejor lo chupa.
Aunque tenga las manos ásperas, aunque no me caliente en nada, aunque sea un viejo rancio de 40 años, se la chupo como nunca nadie se la va a chupar en la vida.
Escucho sus gemidos. Siento su pene endurecerse aún más en mi boca. Con los dientes, recorro suavemente lo largo de su verga y muerdo suavemente el borde de la cabeza.
A los hombres les encanta esto. Lo sé.
Me levanto. Con la lengua humedezco dos de mis dedos y froto la vagina. La gracia esta en los detalles. Lo sé. Sé que ha visto esto en cientos de escenas porno al igual que yo. Minas calientes que es escupen en el sapo para que la verga entre más fácil.
Métemela papito… Le susurro en el oído.
Me pongo en 4 para él. Me da una nalgada que me hace sonreír. Te sorprendería saber la cantidad de gente que hace eso. Y me sorprende darme cuenta de lo mucho que me gusta que me lo hagan.
Nalgadas suaves. Nalgadas que apenas duelen y suenan fuertes y se hacen escuchar sobre las canciones que llegan de afuera.
El tipo comienza a meterla. No me acuerdo de su nombre y me lo reprocho. Es bueno decirles su nombre. Los hace sentir especiales y queridos. Que no son como los otros que miran colgados de la barra afuera. Algunos con la boca abierta. Otros aburridos. Todos tratando de agarrar algo; una teta, un culo. La mayoría de ellos fumando. Tratando de saber si hay motivos más grandes que el simple placer mecánico del sexo pagado para estar acá.
Quizás lo haya. Quizás no.
Realmente no importa. Y no sé porque pienso en ello ahora.
Mientras te espero.
Hago hora en un cibercafe de San Antonio. En una caseta privada, veo videos porno de internet.
Esperanza Gomez, Francisca Le, Sophie Dee, Jada Stevens, Stoya, Lolli Babcock, Eve Lawrence, Britney Lightspeed, Delta White, Carli Banks, Hannah Hilton, Cassandra Calogera.
No los veo por más de cinco minutos cada uno. Solo veo las partes interesantes.
Las penetraciones dobles. Hombres agarrando tetas que apenas les caben en las manos. Culos blancos tragándose enormes vergas negras. Pechos balanceandose al ritmo culeadas interminables. Orgias de lesbianas universitarias que se follan a una novata. Cumshots en perras con rostros de niña, semen cayendo por tetas de silicona.
Busco ponerme a tono para esta noche.
Te espero. El reloj apenas avanza y mi vagina se humedece de a poco.
Ojala te acuerdes de traer la cámara. No la de fotos sino la de video.
Hoy, tenemos que escribir el final de esta historia. Mi Historia.
Las historias siempre necesitan finales dignos. No basta con que hoy me haya tirado a tres tipos en el Salieri´s y que otro me haya pasado tres lucas por solo meterme un dedo en el hoyo.
Ni tampoco bastan los tipos a los que les he bailado, y a los que me he tirado en estas últimas semanas.
¿Cuál sería un final digno para esta historia?
¿Con el viejo metiéndomela en cuatro en el privado del Salieri´s hasta que finalmente eyacula en un orgasmo que no dura más de tres segundos?
¿En una reflexión eterna en la que me arrepiento de la vida que he llevado y de los kilómetros de verga que me han metido y que mi lengua ha recorrido?
¿En una epifanía en la cual me doy cuenta de que el sexo no es mas que alguna clase de sustituto en mi vida?
Eso sería mentira.
En este instante te deseo a más que nada en el mundo. Ahora, tu eres mi Dios y solo quiero entregarme a ti. Recuerdo tu orgasmo en mi mano y lo duro que estaba tu verga el segundo antes de eyacular y eso me calienta. El solo hecho de imaginarme tu verga dentro de mí me hace mojarme toda.
No hay un final supongo. Mi vida y esta historia aún no tiene un final. Quizás sea mejor llamarlo el fin de un capitulo, el fin de una etapa. Este tipo de cosas nunca terminan realmente, nunca se acaban. La vida seguirá y yo seguiré con ella hasta que no de mas,
Solo tú y yo.
Nuestro final.
0 notes
Text
Tumblr media
1 note · View note
Text
Historias De Galerías #18
Sheena 13ª Parte
La primera vez que entre al Salieri’s, pensé que el local era todo lo turbio que merecía ser. Y que eso estaba bien. Los locales así deben ser turbios, oscuros, lleno de humo de cigarros, saturado de ese raro olor de perfume barato que usamos las maracas para trabajar y sentir esa extraña, casi imperceptible, sensación de desesperación y aburrimiento apenas entrabas.
Fue un lunes, pasadas las cuatro de la tarde. En la barra habían dos tipos mirando a una chica bailar, que después sabría que era la Alison. Los tipos miraban con una expresión que podía ser todo o nada a la vez. Miguel me acompaño y presento a algunas chicas. Recordé algunos nombres, otros los olvide inmediatamente. Algunas solo vestían un bikini, otras vestuarios más elaborados, como corsés, guantes o medias de rejillas, poleras que apenas les cubrían los pechos. Una de ellas usaba una máscara.
Todas usaban botas de plataforma alta que llegaban un poco más debajo de la rodilla.
Me pregunte si todas las chicas que me habían presentado se habían acostado con el Miguel antes de entrar.
Era posible. Esperaba que no fuera así. Había un par de ogros demasiados gordos que herían mi sensibilidad puteril.
El escenario era algo pequeño, pero estaba bien. Ahora bailaba otra chica. Los dos tipos que miraban se habían ido y otros tres estaban esparcidos a lo largo de la barra, reemplazando a los que ya se habían ido. Con los cigarros colgando de sus dedos o bebiendo de esos pequeños vasos de bebida o soda que era el cover que te daban por el valor de la entrada. No me era difícil imaginarme allí arriba, bailando, desnudándome. Mientras trataba de averiguar cuáles serían las canciones de la banda sonora que acompañarían la imagen de mi ropa cayendo al suelo.
Hay demasiadas canciones buenas para eso, pensé.
El Miguel se acercó y me abrazo por la cintura mientras observaba a la chica desnuda girar sobre el escenario, mientras uno de los tipos alzaba su brazo tratando de tocar su culo.
La chica que bailaba, dio un giro y esquivo esa mano. A cambio, se apoyó en el caño y deslizo su dedo medio a lo largo de su vagina, para después chupárselo.
Un gesto dedicado al tipo que intentaba tocarla.
Somos Mariposas pensé. Mariposas perdidas.
Las ciudades existen en capas. No en dimensiones diferentes. En capas. Cada una sobre la anterior. ¿Sabría la gente que caminaba por el Paseo Ahumada la cantidad de historias que se entretejía bajo sus pies, bajo todo ese asfalto sucio que nos cubría?, ¿estarían ellos conscientes del mundo sobre el cual habitaban?
Yo estaba ahí.
Yo no estaba perdida.
Acá nadie lo está.
La gente no se pierde en estas galerías y caracoles sin fin. No. Lo recorremos a conciencia. Metro a metro. Local tras local. Buscando las fantasías que este mundo nos da y nos niega a la vez. Cada vez más adentro, más profundo, más lejos
Cada vez nos internamos más en la oscuridad.
Acá, donde ni la lluvia ni el sol nunca llegan. Aquí, donde la oscuridad es más densa bajo los letreros de neón. En estos lugares, donde el amor es una necesidad que no se le debe de negar a nadie.
Solo queremos tus suspiros y gemidos. Porque de eso vivimos. Queremos tu alma, para poder recuperar la nuestra.
Por eso bajo tu cierre y deslizo mi mano a través de el y busco, a tientas, en la oscuridad de este rincón, tu verga. Quiero sentir como se pone dura al sentir mi mano caliente y húmeda, quiero sentir esos escalofríos que recorren tu espalda cuando mí mano la atrapa por fin y te la aprieto suavemente.
Y por eso te la saco.
Porque necesito verla.
Admítelo, esta oscuridad no es tal, no es más que la venda que se nos ha puesto desde que somos pequeños. Y acá, en mis manos ya la puedo ver, teñida de verde por las luces que llegan del escenario. Dura, palpitante. La puedo ver, tal como tú ahora puedes ver mis tetas desnudas ante ti.
Tócalas. Apriétalas. Por este instante, son tuyas.
¿Sientes como mis pezones se ponen duros cuando los tocas?
¿Sientes cómo se me pone la piel de gallina?
Son por tus manos calientes.
Te beso.
Te beso mientras te corro la paja y tú juegas con mis pezones. Los pellizcas. Sé que te dan ganas de morderlos.
Me calientas. No sé porque, pero me calientas.
¿Te gusta mi culo?
Tómalo, fuerte, sin miedo. Me doy vuelta. Me dejo caer sobre tu verga y la agarro entre mis nalgas. La aprieto. Gimes. Mis movimientos te toman por sorpresa. Siento como crece y palpita contra mí. Me muevo suavemente al ritmo del reggaetón con el que ahora, en el escenario, baila la Vaitiare.
Y tu verga cada vez más dura y caliente en mi culo.
Siento como tus manos se aferran de mis caderas. Me acercan hacia ti. Abro mis piernas un poco más para que me puedas tocar. No seas egoísta. Tócame. Dame un poco de ese placer que ahora te ahoga. Siente mi vagina ya húmeda. Así. Mueve ese dedo en círculos.
Siento tu respiración entrecortada en mi cuello. Mis movimientos son cada vez más duros. Tu verga palpita cada vez más.
Me agacho.
¿Ves cómo tu verga se ajusta perfectamente a mi trasero?.
Eres un pervertido Te digo.
Muevo mi culo hacia arriba y hacia abajo, lo largo de tu pene recorre el espacio entre mis nalgas.
Me vuelvo hacia ti. Te abrazo. Te levanto la polera para que sientas mis tetas en tu pecho.
¿Te gusta?, sé que sí. Por la forma en que te estremeces, lo sé por la forma en la que tratas de no gemir. Siento tu verga en mi estómago. Te apuesto a que nadie te había hecho algo así. Imagínate las cosas que podríamos hacer, lo rico que podríamos culear.
Imagíname desnuda, en tus brazos, con mis piernas rodeándote.
Mi mano vuelve a tu verga. Me sorprende lo grande que esta.
¿Te gusta así?, ¿te gusta como muevo mi mano?, dale, disfrútalo, este instante es solo para ti. Si, ya siento que se viene, tu verga está cada vez más dura. Mi mano se mueve cada vez más rápido, trato de seguir el ritmo de tus suspiros. Tu cuerpo se tensa. Tu mano me aprieta una teta demasiado fuerte.
Tu orgasmo, mi placer. Sonrió al ver mi mano llena de tu semen.
Suspiras
Te ríes, mientras te la guardas y subes el cierre de tu pantalón.
Así es como se acaba todo.
Siempre.
0 notes
Text
Tumblr media
0 notes
Text
Historias De Galerías #17
Sheena 12ª Parte
Conocí al Miguel en una despedida de Soltero, en un departamento del centro de Santiago. Cerca del Metro Los Héroes, a unas cuadras de la Alameda.
Estaba sumergida entre las piernas de la Ginger. Ella, sentada en un sillón de imitación de cuero blanco, con una mano me agarraba del cabello, mientras que con la otra se pellizcaba un pezón y gemía suavemente al ritmo de mis lamidas.
A nuestro alrededor, cerca de diez tipos nos observaban en un silencio que se me antojaba casi místico. Bebiendo cervezas y piscolas, fumando cigarros y marihuana. Algunos conversaban en susurros, mientras los menos, nos acariciaban.
Nunca supe, en que momento nuestros cuadros plásticos se convirtieron en algo real. Solo ocurrió. A veces pienso que fue por su aroma. Tan diferente del mío, tan dulce, tan tentador, ante mí, en mi nariz, en mis labios, que no pude evitar probarlo con la punta de mi lengua.
Y la Ginger solo correspondió a mi “afecto”.
A veces, en los fines de semana vacíos que gastábamos juntas, algo borrachas, después de ver alguna película de Tinto Brass en mi departamento o en el suyo, lo hacíamos. Sexo oral, consoladores, nalgadas. Jugábamos. La una con la otra.
Se sentía bien.
En las despedidas que hacíamos era lo mismo. O casi. A veces sin los consoladores, pero siempre con muchas más nalgadas.
En esa noche tuvimos un trio con el novio. De hecho, casi siempre lo hacíamos. Era parte del pack que venía con nuestros servicios. La Ginger se compadecía de las futuras esposas, estando en cuatro con el novio dándole por detrás, se preguntaba porque le hacian esto a sus novias. Lo que me parecía algo irónico. Yo no. Ensartada en el novio de turno, con la Ginger frotando mis pechos o pegándome nalgadas mientras me movía al ritmo de las canciones que llegaban del living, les preguntaba si sus futuras esposas le harían a lo largo de su matrimonio o, lo que es lo mismo, su vida, lo mismo que nosotras le hacíamos en esa noche.
La respuesta que daban, mientras me la metían y le tocaban las tetas a la Ginger era siempre la misma: No.
Entonces les preguntaba porque se casaban.
La respuesta, la mayoría de las veces, fue que lo hacían por idiotas.
Lo que realmente querían decir era que no estar solos y amargados en un mundo lleno de parejas felices.
Lo que ellos no sabían es que esa era la trampa. Realmente nadie es feliz.
Nos aplaudieron cuando salimos de la pieza. A los tres. Después de media hora de sexo narcotizado al ritmo de esa música electrónica de los 80’s que me cargaba.
Todos aplaudieron, excepto el Miguel, que fumaba sentado en la mesa del comedor, con una lata de cerveza en la mano.
Solo nos miraba. A la Ginger y a mí.
No sé qué es lo que fue que me llamo la atención acerca de él. Era solo un tipo flaco, de casi cuarenta años, con una barba de candado algo canosa y unas arrugas demasiado marcadas en los ojos. Me senté a su lado. Me ofrecio un cigarro. Me pregunto si mis tetas eran naturales, deje que las tocara para que lo comprobara por el mismo.
Se rio. Bajo mi strapless. Sus manos estaban tibias, las sostuvo en sus palmas. Pellizco mis pezones con su dedo pulgar e índice. Las sacudió y sonrió al ver como se movían.
Me reí. Me dijo que eran hermosas, con un tono de voz casi clínico, como un doctor o un manager de vedettes. Cuando lo escuche, reí más fuerte.
La noche siguió, la música también y en el televisor se repetía la misma porno una y otra vez. Nos quedamos cuando llegamos a un acuerdo con el padrino del Novio. Nos pagarían extra por quedarnos con ellos y cada servicio que hiciéramos, lo cobraríamos de forma normal. Jugamos Strip Poker en una mesa de Vidrio y bebimos Ron. Me deje ganar para poder estar desnuda, porque es eso lo que a ellos les gusta. Jale dos líneas de coca sobre la mesa de centro y quede tan dura, que un rato después tuve que fumarme un pito para poder bajar.
Cuando estoy volada, mi cuerpo reacciona de diferentes formas. La sensibilidad aumenta, pero no en todo mi cuerpo, sino en ciertas partes en específico, sobre todos en mis pezones. Fue por eso me quede sentada en las rodillas del Miguel. El me acariciaba solo los pezones, no era como los otros amigos del novio, que me agarraban toda una teta, apretándola demasiado y enterrándome las uñas, o pellizcándome demasiado fuerte. El no. Solo con las yemas de sus dedos me acariciaba el pezón de la teta izquierda, que estaba más duro que nunca. Cada cierto tiempo, le chupaba el dedo para que estuviera húmedo. Y él lo sabía, sabía lo que me hacía me gustaba, por deje que su mano libre bajara hacia mi vagina, que ya se estaba humedeciendo, para que me masturbara suavemente.
La Ginger lo noto y se rio. Los amigos también se rieron. Aplaudieron otra vez. Yo me abrí de piernas para que vieran como se hacían las cosas correctamente. Un amigo del novio le saco una fotografía en primer plano a mi clítoris, estimulado por el dedo medio del Miguel.
Yo no sabía que el Miguel era el dueño del Salieri’s. Nunca me hubiera podido imaginar que alguien como el podría ser el dueño de un Topless. En realidad, parecía más un oficinista aburrido. La mayoría de ellos tienen la pinta de caficheque te imaginas, como el gordo que administraba el Deseos o ese otro viejo, del que ahora no me acuerdo el nombre, dueño de un topless que estaba en un caracol de Catedral, que siempre iba al café a tratar de reclutarme para su local. Con sus abrigos de cuero negro largo, sus cadenas de oro grueso y los lentes de marca, los dientes amarillos por el exceso de cigarros y esas camisas ajustadas que solo remarcaban esas panzas cerveceras.
Lo supe cuando nos íbamos. Ya eran las siete de la mañana y el carrete ya estaba muerto. Al igual que el novio y algunos amigos, que dormían desparramados entre el living y la pieza. El Miguel y un amigo del Novio nos acompañaron hasta el lobby del edificio, para esperar el radio taxi. Estaba cansada, pero relajada. En la noche había tenido un orgasmo, y había sido gracias a él, que nunca dejo de chuparme las tetas mientras culeabamos en baño, al lado de un tipo ebrio que dormía en la tina.
Y también fue gracias a la marihuana que me había dejado los pezones tan sensibles.
El conserje nos miraba de reojo. A mi y a las piernas de la Ginger, que estaba sentada en un sillón gigante. Fue entonces cuando el Miguel me dijo que tenía un local en el centro. Que funcionaba como café pero las chicas bailaban en un escenario y atendían a clientes…
Es un topless le interrumpí. Él se rio. Me dijo que sí. Le pregunte si lo que había pasado era parte de una prueba.
¿Acaso no todo lo es? Me respondió
Me rei. Me dio un papel con su número de teléfono y yo le di otro con el mío.
Cuando me estaba tatuando la rosa en la parte de atrás de mi cuello, fue cuando me acorde de él, mirando ese topless que estaba en el último piso de este caracol lleno de peluquerías. Y pensé, que como en ese momento no estaba haciendo nada, sería una buena idea darme una vuelta por ahí y revisar como era ese famoso local.
1 note · View note
Text
Tumblr media
0 notes
Text
Historias De Galerías #16
Sheena 11ªParte
Una vez, tomando cerveza con la Vaitiare en un bar de Bellavista, me dijo que tenía un lindo cutis.
Yo solo me reí.
Es por todo el semen de los hombres que terminan en mi cara Respondí, sin dejar de reír.
Nunca he llevado la cuenta de la cantidad de hombres que han eyaculado sobre mí. En mi cara, sobre mis tetas, en mi culo, onre mi estómago. De todas formas no son demasiados. No más de treinta, supongo. Algunas veces, deje que lo hicieran como alguna clase de agradecimiento por los orgasmos que me habían dado. Otras, la mayoría, me pagaron para poder hacerlo.
En realidad nunca me ha gustado que eyaculen sobre mí. No me es muy agradable. La sensación que queda cuando el semen se seca sobre una me incómoda. Las únicas veces que lo he disfrutado fueron las tres veces que el Ardilla lo hizo. Y eso fue porque yo estaba demasiado caliente con la cabeza llena de porno y yo le pedí que lo hiciera.
Sobre mis tetas, haciendole una paja rusa en el sillón de mi casa, con la imagen de los gigantescos pechos de Carmella Bing y Gianna Michaels rebotando dentro de mi cabeza.
Sobre mi culo, en una de las pocas veces que lo hicimos sin condón, dónde en un polvo lleno de calentura y desesperación, solo subió mi falda lo suficiente, para poder contemplar mi culo en pleno y metermela sin siquiera bajarme el colaless que usaba, dejándolo manchado de semen, porque yo quería sentir algo similar a lo que pudo haber sentido Aletta Ocean con ese tipo de dos metros del que nunca que acordé de su nombre.
En mi cara, follando ebrios en el living de su casa en un fin de semana en el que su familia no estaba, con la mesa de centro llena de botellas de cerveza y con una película de Moms Bang Teens reproduciéndose en el televisor, dónde montandolo sobre el sillón, me bajo y me arrodilló ante el, rogándole que se saque el condón y se corra sobre mi, inspirada por la imagen de una Ava Addams desatada, esperando con la boca abierta una carga de leche que no se demora en llegar, cubriendo mi rostro y llenando mi boca en el primer orgasmo de la noche.
Después, cuando el me pedía eyacular sobre mí, mi respuesta siempre era "No". Creo que lo que me gustaba no era el hecho de que el semen cayera sobre mí, sino lo que representaba. Como mi especie de culminación de mina porno.
Como una escena cualquiera de Brazzers o Culioneros.
Recuerdo a Don Rene. Un viejo de un poco mas de sesenta años que siempre hablaba de lo buen abogado que era, que me pagaba 50 lucas por correrle la paja una vez a la semana en su departamento en Vitacura.
Nos sentábamos el uno frente al otro. Los dos totalmente desnudos. El untaba mis pechos en lubricante hasta que estaban totalmente resbalosos y comenzaba a jugar con ellos; mientras yo, sentada ahí, solo estiraba mi mano hacia su minúscula verga y lo masturbaba. Y así estábamos, por quince o veinte minutos, tocándonos el uno al otro. El jugando con mis pezones con una fascinación que me era simplemente divertida; y yo, apretando su cosita, hasta que finalmente eyaculaba. Salpicándome de semen. En las piernas. En mi estómago. En mi mano.
Aun sonrió al recordar su cara, la dedicación con la cual me manoseaba las tetas, y la forma en que sus gemidos aumentaban de intensidad a medida que se acercaba al orgasmo, hasta que finalmente eyaculaba con un pequeño grito que yo encontraba algo afeminado.
Después me ofrecía un cafe, que me tomaba al salir del baño, ya sin el semen y la vaselina encima de mi cuerpo. Me sentaba desnuda sobre sus piernas. Conversábamos de cualquier cosa por algunos minutos, lo que nos duraba la taza de café. Luego el me vestía, poniendo especial atención a mi ropa interior y a mi calzado, le daba un gentil beso en los labios y me marchaba.
Mi imagen estaba en el televisor. Yo, exhausta, de rodillas antes dos gringos que se masturbaban para poder eyacular sobre mi mientras la cámara hacia un primer plano de mi rostro, con la boca abierta y la lengua afuera, esperando.
Hasta que finalmente lo logran. Primero el Negro y después el Rubio. Semen en mi cara, en parte de mi pelo y algo en mi boca. Me preguntan si me gusto. Les respondo que fue delicioso.
La imagen se fundió en un negro al ritmo de guitarras mexicanas. Aparece una nueva chica, sentada en un sillón amarillo, con un bikini diminuto y unas botas de plataforma inmensas. Su nombre, Lola, aparece en un pequeño rectángulo negro en el borde inferior izquierdo de la pantalla.
Apague el televisor y salí al balcón a fumarme un cigarro más.
En ese instante me acorde de La Ginger. Ella siempre me trataba de convencer para que me convirtiera en una escort. Ella lo era. Trabajaba los jueves y los viernes en el café y el resto de los días se dedicaba a exclusivamente a eso. Tenía un departamento en providencia recibía a sus clientes. Se promocionaba en páginas web con fotografías donde se cubría el rostro o este simplemente aparecía borroso; apretándose las tetas o mostrando el culo. Se ganaba buena plata. Yo lo sabía. Era solo cosa de ver lo que ganábamos por las despedidas de soltero que hacíamos. Pero había algo en esa opción que no me agradaba.
El problema no era que hubieran fotografías mías en Internet. Eso no me importaba. Ya había un video donde se la chupaba a un tipo del que no me acordaba y hacia poco había hecho una escena en una película porno que, de una forma u otra, iba a terminar en internet para ser vista por adolescentes calientes.
Para mí, la opción de ser escort me parecía aburrida. Demasiado. Era, básicamente, sentarme a esperar que los tipos llegaran. Creo que ese aburrimiento es porque me considero una clase de cazadora. Para mí eso no tenía emoción. No había exhibición alguna. Solamente tenía que esperar a que llamaran. No vería la lujuria encenderse en los ojos de los clientes al ver caer mis pechos ante ellos al desprenderme de mi sostén. Ya no vería más la luz que se encendía en sus rostros en el instante en el que tomaban la decisión de aceptar cualquiera de mis lujuriosas insinuaciones. Me perdería la reacción de sorpresa de los pendejos de 18 años, novatos en estas lides de los cafés topless, al sentir mi mano en sus entrepiernas. Ya no disfrutaría de su vértigo, ni el calor de sus vergas creciendo al contacto de la palma de mi mano.
Cuando una es escort, los tipos saben a lo que van, saben lo que quieren. Porque en primer lugar por eso te llamaron. En el Deseo´s, la mayoría solo iba por un café, un rato de conversa, ver escotes, culos en colaless y un baile dónde frotara mi culo en sus vergas y ellos pudieran manosear mis pechos. Yo les hacía querer más que eso. Yo era esa pequeña diablilla en sus hombros, sentada, de piernas cruzadas enfundadas en medias de rejillas y tacos de 7 centimetros. Yo no les pedía que hicieran nada. Ellos ya lo querían, siempre lo habían querido. Yo solo era el susurro, el suave rumor en sus oídos que transformaba ese simple deseo en una necesidad imperiosa.
Yo era la llave que los liberaba de esas cadenas morales infames que los ataban.
Yo los hacia libres. Libres de sus miedos, de sus vergüenzas, libres de sí mismos.
Pero a la vez, los convertía en mis esclavos.
En el fondo, todo es una trampa. Nunca nadie es libre realmente.
Ni siquiera yo.
0 notes
Text
Tumblr media
0 notes
Text
Historias De Galerías #15
Sheena 10ª Parte
Un par de meses después intentar ser actriz porno, deje el Café.
En el Deseos, trabaje un poco más de tres años.
Tres años en los que me vestí de Enfermera, oficinista sexy, Policía, Escolar, Gótica Ninfómana, profesora sexy con lentes, ángel prostituta, hada, rockera, de gata y otros animales, use calcomanías que apenas cubrían mis pezones y conchas que solo tapaban mi vagina. Pinte mi cuerpo y camine desnuda ofreciendo expresos, cortados, bebidas y jugos mientras la luz negra resaltaba los colores claros sobre mi piel.
Siempre de lunes a viernes en el turno de 2 de la tarde a 9 de la noche.
Realmente no supe que ni como paso. Simplemente no fui más. Una mañana, vi el traje de látex negro colgado y las botas en la puerta del closet (Que correspondía a lo que usaba los días viernes, mi traje de puta gótica) y no nació en mí el deseo de levantarme.
El día anterior, había comprado la película. Mi película.
Las únicas veces en las que me había visto a mí misma follando, era en el reflejo de espejos de moteles mientras me tiraba a alguien. O en ese video del X-Videos que alguien había subido, del que supe gracias a la Judy, donde aparecía chupándosela a alguien en lo que parecía ser el baño de una discoteca. Donde solo se me veía la cara y a veces las tetas, cuando quien grababa intentaba agarrármelas todo al compás de la música ahogada que llegaba de afuera.
¿Dónde había sido eso? Ni la más remota idea.
Vi toda la película una vez. Y mi parte cuatro veces. No dormí en esa noche. Fume 23 cigarros. Tome nueve latas de cerveza mientras en el televisor una voz que apenas podía pronunciar el español me preguntaba por mi nombre y por qué de mi adicción al sexo. I Love big cocks respondí con mi ingles improvisado, mirando a la cámara y mordiéndome el labio de una forma sexy, tratando de imitar a la Sasha Grey. Les gustaron mis tatuajes y mi culo. Y mis tetas. Sobre todo mis tetas. Me saque la blusa blanca y las mostré. No me sacaron el bikini. Solo lo corrieron, dejando los pezones al descubierto. Las apretaban, mordían, sacudían mientras decían cosas que no entendía mirando a la cámara. Se reían. Cada uno me chupo una mientras yo acariciaba sus vergas. Sus manos estaban calientes. Las mías también. Sentí las manos del rubio en mi muslo, mientras sus dedos trataban de alcanzar mi clítoris. Las manos del negro jugaban con mis pechos. Cuando estuve mojada, el rubio me saco la falda y el colaless y me la metió.
Yo se la chupaba al negro.
También recuerdo ese momento. Estaba en el sillón. El rubio me la metía, rápido y fuerte. El negro se paró y acerco su verga hacia mí. Primero pensé en lo grande que era. Y en lo pequeña que era mi mano en comparación cuando se la agarre. Me la metí en la boca. Apenas podía gemir.
Mi imagen me calentaba. Me veía perra. Y eso me encantaba. No como esas otras minas que miraban la cámara con cara de miedo y no respondían cuando les preguntaban. Como esa Nayareth. Que apenas respondía, y cuando lo hacía era en susurros que apenas se podían oír. Era como una gran muñeca inflable de 74 kilos de carne y 1.70 Mts de altura con unas piernas envidiables.
¿No le gustaba el pico acaso?
¿Qué hacía ahí entonces?
También me gusto esa mina que se hacía llamar Venus. Flaca. Casi nada de tetas. Un culo más o menos. Teñida de rubio. Lentes de contacto celestes. Piercings en lengua y labios. Largas uñas pintadas de color rojo intenso. Una cruz tatuada en el brazo izquierdo. Toda una perra. Podía tragársela toda. Yo no la puedo tragar así. Cada vez que lo he intentado, no podía evitar el acto reflejo de querer vomitar cuando sentía que la verga llegaba al fondo de mi garganta. La Venus no. Se la chupo al rubio y observe como desaparecía esa verga dentro de su boca. Centímetro a centímetro. Dejando solo las bolas afuera. Mientras gotas de saliva caían por su mentón.
Esa es uno de los aspectos del sexo que me encantan. Me gusta que sea sudoroso, húmedo y salado. Me gusta sentir sus lenguas recorrer mis pechos, mi estómago o mis muslos. Me gusta sentir como las gotas de sudor caen por mi cuerpo cuando estoy encima de alguien, moviendo el culo y las manos sudorosas agarran mis pechos.
Como las tardes de verano en las que, con el Ardilla, fornicábamos en su pieza mientras afuera hacían 40 grados de calor, con la ventana abierta, por donde apenas entraba una ligera brisa. Me gustaba estar encima de él, saboreando en sus besos mi propio sudor, sentirme nadar sobre su cuerpo húmedo. Sentía el sudor correr en gotas en mi espalda, mientras yo lamia su pecho húmedo, pidiéndole que me metiera un dedo por el culo. Corriéndome. Embriagada con el olor a sudor y sexo que llenaba la pieza. Sintiendo como el condón se llenaba de leche caliente estando en mi interior.
O fornicando en cuatro con algún tipo en algún motel. Con un tipo tan jalado, tan borracho, que el orgasmo se nos escapa a cada segundo que pasa. Nuestros cuerpos bañados en sudor, sus manos agarrándose de mis caderas con fuerza, mi culo rojo chocando con su pelvis creando ese sonido húmedo y succionante que acompaña mis gemidos. Culeada ya no con placer sino con rabia, con rabia de que esto nunca termine, de que hayamos perdido la noche, de que no pueda acabar en mí, mientras las gotas de sudor caen sobre la cama, y el espejo me devolvía mi propia imagen, sudorosa, roja, ansiosa por el orgasmo que se viene.
O como en esa tarde con el Negro y el gringo, en un departamento de Providencia, bañando su verga en mi saliva mientras la chupo. El rubio me fornica sin parar, sin nunca dejar de gemir. El negro me saca el sostén y mis tetas caen libres. Me las chupan. Siento su saliva sobre mí. Cierro los ojos. Sus manos me recorren. Las mías las recorren a ellos. Sus torsos. Sus culos. Sus vergas.
Mi conciencia desaparece. Me dejo llevar.
Me alzan. Guían mi boca hacia sus vergas. Yo guio sus vergas hacia mis pechos y los masturbo. Abren mis piernas. Las apoyan en sus hombros. Me ponen en cuatro. Sus manos me agarran de las caderas. Me chupan las tetas. Me froto el clítoris y me sorprende lo grande que esta. Muerdo mis labios. Me dan nalgadas. Sigo órdenes dictadas en inglés apenas puedo entender. Me humedezco los labios con la lengua mientras la cámara me filma. Frotan mi clítoris con la punta de sus penes antes de metérmela. Me ponen en posiciones que he visto en demasiadas películas. Soy una mujer que ahora carece de voluntad. Soy de ellos. Les pertenezco. Me usan como yo los uso a ellos. Soy una perra, y soy hermosa. Soy el tesoro que ellos han buscado, por el cual han cruzado miles de kilómetros.
Me subo arriba del negro y siento como su verga entra hasta tocar mi punto G. Se me escapa un gemido. Me saco los zapatos de taco alto que me molestan demasiado. Siento como su lengua recorre mis pezones, que están duros, llenándolos de saliva. Un mechón de cabello me tapa la cara. El rubio escupe en mi ano y mete dos dedos, mientras el negro se mueve lentamente debajo mio, sin nunca dejar de chuparme las tetas.
Siento mi cuerpo cubierto de sudor y saliva. Mi sudor. El de ellos.
Suspiro preparándome para lo que viene. Lista para tener una doble penetración, por segunda vez en mi vida.
0 notes
Text
Tumblr media
0 notes
Text
Historias De Galerías #14
Sheena 9ª Parte
El tatuaje de mi espalda, el que está en los omoplatos, me lo hice poco después de esa sesión de sexo post-discoteca.
Fue mi tercer tatuaje.
"Only God Will Judge Me", marcado con letras goticas en la parte alta de mi espalda.
Siempre me ha gustado esa frase, desde pendeja.
Cuando pienso en ella, siempre veo a mi Profe de Religión de la Básica, la Srta. Jacqueline, caminando por la sala, hablándonos del amor de Dios, enseñándonos que El es el único que nos puede juzgar, en su magna e infinita sabiduría. En aquel entonces no entendía mucho esa frase, ni las implicaciones que tenía, solo sentia una rara mezcla de temor y alivio al ssber que, de todas las personas que me rodeaban, la opinión de ellos no me causaría nada. Solo El importaba, un ser que de todas formas no existe.
Comencé a entender el significado de esa frase a medida que me fui transformando; los juicios de la Nelly cuando supo que me metía con su hermano, el Ardilla al enterarse que no era el único hombre en mi vida, aquellas mujeres que me odiaron por mis escotes, o esos hombres que jamás perdonaron mi indiferencia ante sus ofrecimientos imbeciles... No importaban en lo más mínimo.
Aunque me imagino que la profe no tenía en mente a personas como yo cuando nos hablaba del amor de Dios y su perdón.
O quizás sí. A lo mejor solo hablaba de sus pecados personales. Quién sabe.
Siempre me han gustado los tatuajes, desde pendeja. Los considero pequeños ritos, que quedan grabados en la piel. Me gusta que signifiquen algo. Como los míos. Mis cuatro tatuajes simbolizan mi vida, parte de ella, la forma en la que la enfrento, y la manera en la que la he atravesado.
Como el Tatuaje de La Gery, que cubre la mitad de su espalda. Sé que tiene un significado, aunque ella diga lo contrario. Esos Dragones, ideogramas y rosas han de tener algún sentido.
La Gery es una chica guapa. Me gusta su cuerpo y la forma en que lo muestra. A veces, cuando baila, su cuerpo está cubierto de aceite y su piel morena resplandece bajo las luces de colores. Verla bailar desnuda si que es un espectáculo. Me imagino que es por eso de ser colombiana, su ritmo, su candencia, su acento calentón cuando a los hombres los llama Papacitos. Lo único que desentona de su cuerpo son sus manos. Tiene manos de vieja. Manos de cuarenta años en un cuerpo veinteañero. Lo único que tienes que hacer es no mirarlas demasiado.
A veces pienso que sus manos siempre han de estar frías
Me cae bien la Gery. Pero debo admitir que envidio su culo.
Mi culo está bien. Es redondo, grande. Pero en comparación con mis tetas pareciera que no es tan así. En realidad no me complica tanto. Voy al gimnasio tres veces por semanas, para que se mantenga en forma. El tamaño de mis tetas hace que mi cuerpo parezca robusto, mientras que el cuerpo de la Gery es más estilizado. Como el de Remy Lacroix.
La Gery y La Judy tienen los mejores culos del Salieri’s. Mientras que el título de las mejores tetas me corresponde. Antes de que yo llegara lo tenía la Alison, pero como que la droga la estuvo jodiendo y ese honor ya no le queda para nada. Sus tetas aún son grandes, quizás un poco más grandes que las mías, pero no están firmes, que es lo que nos diferencia. Sin mencionar que lo gorda que se ha puesto.
El Maikol me dijo que una vez tuvo sexo en vivo sobre el escenario.
Me hubiese gustado ver eso.
Fue la Ginger quien me aviso del Casting para Papayitas. Eran gringos buscando putas latinas para una película que se rodaría en un departamento de providencia.
Mi primera y última película.
Cuando la vi no pude evitar pensar que la idea era que pareciéramos mexicanas. Como si tres gringos se hubieran escapado un fin de semana a Tijuana. Sobre todo tras escuchar ese comienzo con guitarras que sonaban con melodías que parecían rancheras, y esa frase con letras blancas sobre un fondo negro que decían algo así como “desde el sur de la frontera”.
Me pagaron seiscientas lucas por tener sexo con dos yankees. Lo que me pagaban eran quinientas, pero al aceptar tener sexo anal con uno de ellos le sumaron 100 lucas más.
Igual estaba bien para dos horas de trabajo.
Después de esperar dos horas con otras chicas, apenas vestidas igual que yo, en un living con el aire acondicionado a full, y tener sexo por casi una hora con un negro y un tipo rubio, además de cansada, salí un poco desilusionada.
No por el sexo, que fue genial; sino por la grabación en sí.
Yo esperaba un poco más de producción; luces, vestuario, quizás un poco de guion. Pero no fue tan diferente de esos clientes con los que tenía sexo y me pagaban extra por grabarme. Lo único diferente fue que los tipos eran máquinas de follar y las frases en inglés que improvise mientras me cogían. Las que dije las recordaba de mis sesiones de sexo con el Ardilla, jugando a hacer porno, o de las que les decía al oído a los clientes gringos que llegaban al café, después de revisar guías de turismo alternativas.
Cuando me decían Who’s your daddy yo respondia Fuck Me harder daddy-o. O si me agarraba del cuello y me preguntaba Do you like this bitch?, y mi respuesta automática era I love it, I love feel your big cock in my ass. Si me daban una nalgada yo decia Keep It Like That. Cosas así.
Supongo que el inglés mal hablado, con acento latino, debe calentar a algunos gringos. Todo ese rollo de la sumisión y el poder y cosas como esa.
De hecho la ropa que vestí, era la misma que usaba los días jueves en el café, el día que me vestía de escolar caliente con zapatos de taco alto.
El Maikol vio la película y me dijo que mi performance era una de las mejores, junto con la de una chica llamada Samantha. Sobre todo la parte en la yo estaba en cuatro en un sillón, chupándosela al rubio, mientras el negro se ubicaba detrás de mí, me agarraba de las caderas y me penetraba lentamente por la vagina. Aun me acuerdo de esa parte. La verga del negro era gigante. Sentí entrar cada centímetro de ella dentro de mí. Casi me corro cuando lo hace. Fue como perder mi virginidad por segunda vez.
Fue el rubio quien me la metió por el culo. Nunca hubiera dejado que el negro de la verga gigante lo hiciera.
1 note · View note
Text
Tumblr media
0 notes
Text
Historias De Galerías #13
Sheena 8ª Parte
Hasta ese entonces, nunca había tenido sexo anal en mi vida.
Con el Ardilla intentamos tenerlo dos veces. Pensé que me sería fácil, porque cuando follábamos, me encantaba que me chupara el culo, para después meterme sus dedos en el.
Recuerdo estar de pie, ofreciéndole mi trasero, apoyada en su escritorio mientras con su lengua lamía mi ano y vagina, para después con sus dedos cubiertos de lubricante, dilatar mi culo. Primero un dedo, luego dos. Después tres.
Sus dedos eran deliciosos.
Intento metérmela, pero me dolió tanto que no quise que siguiera. El insistió, diciendome que ya estaba la mitad adentro, que faltaba poco, que después me iba a gustar, que el dolor era solo al comienzo.
Pero era demasiado.
Ese día, y los dos días siguientes, no me sentí tan porno.
La segunda vez fue parecida. En mi casa, en cuatro sobre mi cama, ensartada, con la mitad de la verga del Ardilla dentro de mi culo, insistiendo para que siguiéramos. Pero el dolor era tal, que para mi ya no tenía sentido insistír más en el asunto del sexo anal.
Tuve que estar drogada para poder hacerlo. Los conocí en la Delfos, en una noche de sábado en la que salí junto con mis amigas. Se llamaban Raimundo y Felix y presumían de que tenían un trabajo tan genial, que olvide que era inmediatamente apenas lo mencionaron.
Me invitaron tragos que acepte. Se turnaron para bailar conmigo, frotando sus cuerpos calientes en el mio. Jalamos coca en un sucio baño, mientras me dejaba manosear, y uno jugaba con mi culo mientras el otro apretaba mis tetas. Me besaron, de tal forma que supe que el baño de la disco se nos haría pequeño.
Y sin darnos cuenta, ya estábamos los tres en un motel.
Comencé a desnudarme apenas entre al cuarto, deshaciendome de cada prenda en cada paso que daba, mientras observaba como ellos vaciaban más cocaína en la mesa de centro.
Solo me quedé con mis zapatos de taco alto.
Me acerque a ellos que jalaban sus líneas, y caballerosamente prepararon dos para mí, que aspire inmediatamente.
Una por cada orificio de la nariz.
La droga nunca ha sido un tema para mí. Ya lo había hecho antes y lo seguiré haciendo. Fumo marihuana desde los quince años. La coca desde que tengo veinte, y solo la uso cuando voy a discotecas.
Y cuando me la regalan.
Y cuando me la regalan, son normalmente mis clientes, antes de que follemos.
Y si lo hacen, es porque quieren jalar desde alguna parte de mi cuerpo; ya lo han hecho en mi espalda, en mi culo, en mi estómago, o la dejan caer sobre mis pezones para despues lamerlos.
Una vez probé acido. Y fue demasiado para mí.
En aquel entonces ya tenía mis dos de mis cuatro tatuajes. En mi pubis, tenía tatuado el kanji Homotsu, que significa tesoro. Y en la parte baja de la espalda, donde comienza el culo, me tatué la frase il dolore è amore con letras cursivas.
Ese es mi tatuaje de perra.
Tramp Stamp.
Sentí el golpe de la coca en mi cerebro y levante la cabeza. Ya estaban desnudos. Me limpie la nariz y me recosté en el sillón, observandolos, mientras preparaban otras líneas y bebían pisco Sour. Sus vergas ya estaban duras, pero no eran la gran cosa. Las había visto más grandes; pero se rasuraban, lo cual me gusta mucho. A esas alturas de mi vida, el tamaño no me importaba tanto como antes, solo quería que sus vergas estuvieran duras el tiempo suficiente para poder satisfacerme y tener un orgasmo. La coca siempre ayuda en ese aspecto. Se acercaron, tome sus vergas y las comencé a chupar, dedicandole instantes a cada una para después meterme las dos en la boca. No era la primera vez que hacia mamadas dobles. En las despedidas de soltero en las que he trabajado con la Ginger eran parte del show.
Sentí las manos de uno en mi cabeza, mientras que el otro me agarraba las tetas. Se reían. Hablaban entre ellos. Me decían cosas del tipo Me gustas como la chupas o Sigue así, lamela toda.
Sin duda, ahora tendrían algo que comentar cuando el lunes regresaran a sus trabajos.
Uno de ellos, supongo que el Felix, tomo un celular y comenzó a grabar.
No me importo.
Grabaron mis tatuajes, mientras me abría para ellos y les mostraba mi clítoris ya mojado. El Felix me la comenzó a lamer, mientras yo se la chupaba al Raimundo, que era el que me grababa en ese momento. Me la quisieron meter, apoyaron mis piernas en sus hombros, pero el sillón era demasiado incómodo para nosotros tres. Fue entonces cuando nos pasamos a la cama. Me acariciaron. Corrí pajas rusas sin nunca dejar de chupárselas. Estuve en cuatro, dejando penetrarme, chupándola, de espalda, cabalgando. Si no era a uno, era el otro. Siempre con un pene en mi vagina y otro en la boca.
Era mi primer trio real.
Y me gustaba.
Me preguntaron qué significaba il dolore è amore mientras uno, no sé quién, me lamia el tatuaje, pasando de mi vagina al culo.
El Amor Es Dolor Respondí.
En un momento, perdí la noción de lo que estábamos haciendo, solo sentía como el placer me llenaba. Mi placer. Sus lenguas recorriendome, sus vergas llenandome. Mi sudor uniéndose con el de ellos. Sus respiraciones ahogadas en mi boca, en un polvo que no terminaba nunca.
El celular quedo relegado en un rincón. Grabándonos.
Fue entonces cuando paso.
Estaba sobre el Raimundo. Cabalgándolo, sus manos se aferraban de mis tetas para poder chuparlas. Mientras el Felix, me daba nalgadas y me agarraba el culo. Yo trataba de correrle la paja. Fue entonces cuando sentí como metía un dedo por mi ano. Deje que me lo metiera. Era rico. No me di cuenta cuando se ubicó tras mío, Solo cuando comenzó a meterme la verga supe que estaba ahí, culeandome. Fue raro. Ni me di cuenta como ocurrió, solo estaba pasando. Él estaba detrás de mí; con una mano me abría las nalgas, mientras con la otra guiaba su verga dentro de mi ano.
Me estaba abriendo el culo.
Dolía, pero no demasiado.
No fue como aquellas veces con el Ardilla, que cuando me la intentaba meter sentía el desgarro de la piel. Ahora sentía como mi ano se expandía, mientras el pene se abría paso suavemente dentro de mí. Lo sentía entrar, acomodándose, mientras que el tipo que estaba abajo se seguía moviendo. Cuando entro completamente, comencé a correrme. Gemí como no lo había hecho hace tiempo. Goce el vacío que se creaba en mí en cada retroceso suyo. Sentía sus vergas dentro de mí, rozándose, lo que los separaba era solo una fina capa de carne que sentía podía romperse en cualquier momento.
No es fácil de explicar.
Cuando dices que tuviste un polvo espectacular, para la gente es fácil de asimilar porque lo compara con polvos que ha tenido, pero cuando cuentas que has tenido una penetración doble, ¿Cómo puedes siquiera imaginar lo que se siente?
Fue la segunda vez en mi vida que gritaba al tener un orgasmo. Fue delicioso.
Como una forma de agradecimiento, deje que se grabaran eyaculando sobre mí, de rodillas, en mi cara, tal como en las películas que los tres admirábamos.
0 notes
Text
Tumblr media
0 notes
Text
Historias De Galerías #12
Sheena 7ªParte
Siempre tuve fantasías.
Demasiadas fantasías.
Para mi, trabajar en el Deseos fue el comienzo para alcanzarlas todas.
Bailaba desnuda en la barra del café, y fingía masturbarme mientras miraba a algún cliente.
Corrí pajas a clientes mientras tomaban su café de la tarde sin siquiera levantarlos de la barra.
Me sentaba sobre sus piernas y me dejaba gatillar, mientras con su mano libre jugaban con mis tetas.
Me deje grabar por teléfonos Celulares mientras se la chupaba a alguien, para terminar en páginas de pornografía amateur de internet.
Trabaje en despedidas de soltero, en las cuales tenía sexo lésbico con la Ginger, mientras hombres a nuestro alrededor nos observaban y tocaban, para después encerrarnos con ellos y dejar que nos follaran por turnos.
Hombres que me pagaban para poder grabarme mientras me masturbaba con sus juguetes.
Hombres casados me la metían mientras le lamia la vagina a sus esposas.
Esposas que querían mirar cómo me follaba a sus maridos.
Ame por minutos.
Me deje amar por ratos que a veces me parecían demasiados cortos.
Nunca parecía ser suficiente.
Tuve con sexo con tipos que conocí en discotecas. Deje que jalaran coca desde mi espalda desnuda, estando en cuatro en moteles del centro. Se la chupe a tipos en sus autos en miradores, mientras en Santiago amanecía en silencio. Folle de pie en pasillos oscuros de discotecas o bares, donde la luz de los tubos fluorescentes nunca dejaba de parpadear. Fui a fiestas de lesbianas en busca del sexo oral que solo ellas saben otorgar.
Nunca era demasiado. No quería que mi vida fuese aburrida. Ni terminar como mi mamá atada a un montón de obligaciones que me importarían un carajo. Mi vida era una película porno. Y el soundtrack eran las canciones que les bailaba a los clientes, que me iban a ver de lunes a viernes, en el Deseos, en mi turno de 2 de la tarde a 9 de la noche.
La gente siempre cree ser dueñas de sus vidas, de sus destinos. Piensan que ellos son los que determinan el curso que seguirán sus vidas, cuando en realidad lo único que tienen es miedo. Es el miedo lo que los lleva ser lo que son. Miedo de lo que dirán. Miedo de ser ellos. Miedo de lo que pueda pasar. Miedo de lo que no pueda pasar. Son bolsas de carne llenas de sangre, miedo y dolor, que viven en una ilusión, una realidad que es tan solo una ficción más de entre tantas otras. Lo único real es lo que sentimos. Y toda mi realidad es filtrada a través de mi vagina.
A mí no me interesa la otra gente ni la realidad. Solo me preocupo de mi misma.
Según el filósofo que me visitaba los martes y jueves, al le gustaba acariciarme el culo con las puntas de los dedos mientras se tomaba dos expressos, soy una mujer hedonista de la escuela Cirenaica.
No tengo idea de lo qué significa eso.
Algunos clasifican su vida a través de los momentos que han vivido. A través de esos momentos buscan hilar las historias de sus propias vidas. Algunos creen que sus vidas son interesantes.
No lo son.
Tienes suerte, si tienes dos o tres momentos que juntos puedan resultar en un relato lejanamente interesante.
Solo si tienes suerte.
0 notes