dosvueltasdellave - Tumblr blog

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Quizás porque Saturno está justo en el lugar en el que tiene que estar. Quizás son las estrellas que todavía no se apagaron, porque no es su momento. Quizás la oscuridad que las rodea las mantiene en calma. Quizás es Mercurio que no se decide, que va y viene, que me representa. El sol está lejos. La luna está siempre.

Hoy no sé qué hacer con mi propio universo. No me siento dueña, no lo reconozco, no soporto este desorden. ¿Se termina la vuelta y sigo en el mismo lugar? Claramente no, no es el mismo, pero ya pasé por aquí. Yo era otra, pero reconozco este vacío. Mi universo muchas veces se vacía, esta es una de ellas. Y yo lucho, me esfuerzo y busco hasta donde no hay para llenarlo. Planetas, estrellas, luces, sombras no, más luces, agujeros no, energía, energía clara, oscura no. Siempre idealista. ¿No es el vacío la mayor parte de todos los universos? No se trata de llenarlo. Se trata de aceptarlo. Decorarlo. Respirarlo. Admirarlo. Compartirlo. Con quien lo merezca. Al universo propio no entra cualquiera. Las estrellas propias no brillan para cualquiera. Y Mercurio no se pierde con cualquiera.

Sí, será Saturno que ya no soporta esos anillos. Que quiere seguir liviano. Aunque eso implique dejar atrás tanta historia. Transformación. Arriesgarse. Y que la próxima vuelta tenga sentido.

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Nos quitaron la sonrisa. El 2020 no es lo que esperábamos. No necesariamente de una forma negativa, la forma aún no está bien definida. Te quitaron la sonrisa cuando salís y te pega el sol de la tarde, cuando cruzás la vía mirando a ambos lados por si viene el tren, aunque no suene la alarma. No se ve tu sonrisa cuando caminas por el barrio y te sorprende la diferencia del nivel de las calles. O cuando ves de lejos la avenida y jugás a reconocer qué colectivo pasa, sólo por su color. Ya no se ve tu sonrisa ni tus labios pintados, ni la mueca que escondés cuando pasa alguien que te gusta. Ya ni sabes si te gusta, ya no se ve su sonrisa. Nos quitaron la sonrisa, la propia y la ajena, está escondida detrás de una barrera ante un enemigo invisible. Ahora tu voz tiene que salir más fuerte para que se escuche. No hay mal que por bien no venga.

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Poesía es mirar hacia dentro y que la oscuridad se vuelva palabra. Es escuchar el sonido que te define y reconocerlo con los ojos cerrados y las manos abiertas. Las manos esperando esa sensación que te enmudece. Son pacientes. Hace una vida que esperan. Conocen tantas formas de tocar, que esperan hacer lo propio y desbloquear algún nivel desconocido. Todas las personas que pasan por la vida se tocan de manera diferente. Las manos recuerdan cada una de esas esencias vestidas de cotidiano. La piel dice, la piel comunica, la piel acelera. Tu piel no se compara con la de ninguna otra persona que mis manos hayan tocado. Mi piel te recuerda, sin que yo se lo pida. Poesía es saber, que tu piel se quedó en mi piel.

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Es de noche y llueve. Martes gris. Desde mi ventana veo una parte de la ciudad de Buenos Aires. Una parte pequeña, la gran ciudad queda detrás de mí. Veo algunos edificios del barrio porteño de Nuñez y a lo lejos, del otro lado de la autopista, el norte de la provincia. En frente, el Río de la Plata. Sé que está, la lluvia lo vuelve invisible. Pero sé que el horizonte no es la nada y que esas luces a lo lejos no pueden ser otra cosa que la iluminación de un barco navegando sobre sus aguas. De chica desconocía este mundo. Dentro de mí estas ganas de vos aún no existían. Cuando fui creciendo fue creciendo conmigo este sentimiento inexplicable. Te convertiste en una meta, en un sueño a cumplir, en la figurita difícil que algún día encontraría. Hoy estás acá, frente a mis ojos. Hoy estoy acá, hundida en vos. Cubierta de vos, llena de vos. Estás en todos mis días, estás en mis logros y en mis proyectos. Estás en mis hobbies y en mis momentos de desconexión. Yo me desconecto del mundo cuando me conecto con vos. Y a quién no lo entienda, que busque dentro. La pasión puede surgir de muchas formas. Sos mi sueño hecho realidad y eso lo agradezco todos los días. Sos mi lugar en el mundo. Sos el lugar de mi vida. Mi pasión. Mi Buenos Aires. Ojalá no te acabes nunca.

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Si preguntas a mis hombros qué es lo que recuerdan, dirían que la suavidad de tus labios los mantenía en las nubes. Que reventaban de celos cuando tu boca se alejaba y envidiaban tanto a las otras partes de mi cuerpo que podía estallar una guerra que llevara tu nombre.

Si preguntas a mi espalda, nombraría uno a uno cada lunar que recorrías como uniendo puntos infinitos que dibujaban universos. Como contando estrellas.

Si preguntas a mi cintura, te diría que nunca nadie la trató con tanto cuidado y atención como tus manos, que recorrían cada rincón haciendo sentir electricidad por dentro. Esa que también sabías sentir.

Si preguntas a mis piernas que es lo que más recuerdan, te ignorarían con tal de no responderte, porque les duele demasiado haber perdido esa mezcla de temblor y calor que les provocaba tu lengua cada vez que se te ocurría saborearlas. Ellas no saben de finales en buenos términos y siguen corriendo en dirección contraria, para nunca volver a cruzarte, aunque sea lo que más desean.

Si preguntas a mis manos, la respuesta se llena de drama. Porque ellas no conciben un mundo en el que no puedan siquiera rozarte. Nunca les expliqué bien cómo funciona el olvido y tengo miedo de que no lo entiendan y se enojen hasta conmigo.

Y si me preguntas a mí, amor, tengo tanto que decir que me gana el silencio. Mis palabras juntan polvo en el rincón de tu ausencia, con un cuerpo que grita tu nombre de tantas maneras que no hay forma de ser en paz.

Tengo el recuerdo atravesado en mi cuerpo, ojalá nunca te atrevas a preguntar.

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Tengo, del mismo modo,

que confesarte de una manera dulce

que te he olvidado,

que tus fotos son una caricia del pasado

pero en mi mañana ya no te miro,

que he aprendido que recordarte

no es más que un beso a mi herida

para que no se sienta tan sola

como yo cuando me la hiciste,

que aquí hace tiempo que ya es primavera

aunque haya días de tormentas torrenciales

pero mírame: he aprendido a bailar

-quién lo diría, amor,

con esta vida que llevo tan llena de tropiezos-.

No sé dónde estás

pero sé que en el lugar que sea

estarás orgullosa de mí por olvidarte.

Te he olvidado,

amor roto.

Pero no tengas miedo

a que nadie te recuerde:

la poesía jamás te olvidará.

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M. dice que le interesa lo que escribo.

Yo leo, ella escucha.

A mí también me interesa.

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Te miro

"Te miro dormir y siento que sos la persona más linda del mundo, aunque en este momento tengas la expresión enojada, probablemente por mí intensa manía de tocarte el pelo. Tengo miedo de que te despiertes y me preguntes: ¿Que haces? Tengo miedo de que me lo preguntes porque realmente no sé qué hago hace más de media hora. Creo que es una necesidad, sabés, lo de tocarte, digo. Es como si el cuerpo me doliera si no lo hago.

Te miro dormir y siento que sos la persona más linda del mundo. Yo sé que no conozco a todo el mundo, pero tampoco me hace falta. Uno puede percibir bastante el mundo sin conocerlo. ¿Viste esos días en los que te levantas triste y no sabes la razón? Bueno, yo estoy segura de que es el dolor del mundo que cada tanto se nos cala en los huesos. El dolor es tan fácil de sentir... Con el amor la cosa es un poco diferente.

Del amor escuché algunas cosas:

Que duele.

Que es mutuo.

Que si no es mutuo, se parece al amor, pero es otra cosa.

Que se termina, a veces.

Que te da sensaciones raras en la panza.

Que nunca te completa, pero si te parte.

No tiene buena fama el amor, pero todos lo buscamos.

Te miro dormir y siento que sos la persona más linda del mundo. Porque de todos los millones personas que están existiendo, vos sos la que me moviliza. Y en este momento, sabes, ahora, digo, sigue habiendo enfermedades, guerras, muertes, balas, policía reprimiendo, políticos estafando, pibes robando cosas que no querían robar, disparando a personas que no querían ser robadas, sigue habiendo pibas secuestradas, y millones y millones de tipos y tipas infelices, asfixiados con una vida que los va a matar de angustia. Sigue habiendo currupción, xenofobia, pedofilia, homofobia. Sigue habiendo injusticias. Sigue habiendo todo, pero te miro dormir y yo me olvidó. Por un rato, el mundo se vuelve un lugar habitable. Para ser honesta, hermoso. Hasta pienso que quizás tú ceño fruncido no sea producto de mi insistencia en tocarte el pelo, sino la manera inconsciente que tenés de estar en desacuerdo con lo horrible del mundo. Y sonrió, triste. Me pregunto cómo hacés vos para olvidarte un rato del mundo

cuando no tenés la suerte, la increíble suerte, de verte durmiendo."

Caos- Magali tajes.

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Respiro.

Te encuentro en sueños,

todavía te encuentro.

Cercana,

como nunca.

No sé quién sos.

Respiro,

te olvido.

¿Te niego?

Te ignoro.

Pretendo que haya

cosas más importantes

que tu presencia en mis noches.

Se acerca el año.

El tiempo pasa rápido.

Respiro y me digo

que las cosas no pudieron

haber cambiado más

de lo que lo hicieron.

Para bien, claro está.

Si yo no sabía respirar.

Y hoy, respiro.

Te miro y respiro.

Te exhalo, te expulso, te nublo.

Borrosa, desenfocada, lejana.

Respiro y te vas.

Respiro y te fuiste.

Respiro.

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Una vez estuve tan enamorada que me parece otra vida, otro tiempo. Estuve tan enamorada que no me dolían los domingos y la lluvia me parecía lo más bonito que le podía pasar al cielo, para liberar su tristeza. Estuve tan enamorada que lo malo del mundo me era indiferente, no creía en ninguna causa que no implicara su sonrisa. Esa vez estuve tan enamorada que la ausencia del primer mensaje implicaba catástrofes naturales y mentales, aunque fueran las siete de la mañana y ni siquiera el día estuviese despierto. Estuve tan enamorada que buscaba demostrarlo regalando todo lo que podía. Todo lo que tenía. Se me escaparon por ahí la dignidad, la independencia, el amor propio. Estuve tan enamorada que me equivoqué conmigo y me fallé como nunca antes. Y cuando la decepción llegó, no supe que hacer con tanto amor frustrado en el cuerpo. Estuve tan enamorada esa vez que todavía no olvido esa sensación de felicidad idealizada que construí para repetirme que aún el mayor esfuerzo era mínimo comparado a lo que pensé que me daba, que absolutamente todo valía la pena. Una vez estuve tan enamorada que se convirtió en la mayor enseñanza que me atraviesa. Que me transformó a partir de los cristales rotos. Tan enamorada que resultó en un vacío que llené con amor propio y reconciliación conmigo. Con comprensión, perdón, cuidado y respeto. Sobre todo respeto. Esa vez que estuve tan enamorada no supe que hacer cuando todo se desarmó. Me convertí en grito y cristal. Grito que no supe sacar a tiempo pero que va surgiendo, porque nunca es tarde. Cristal por lo fácil que fue romperme y por lo precioso del tiempo, que supo transformar todo en algo más fuerte. Soy grito y soy cristal. Transformada, enamorada en otra dirección, hacia adentro, porque hace falta. Tan enamorada estuve que esa historia ideal sigue en mi mente y de a ratos la extraño. Cuando me pierdo de vista o es Navidad y hay viento y llueve. Pero la lluvia no rompe el cristal y mi grito, esta vez, se va a escuchar.

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La tristeza

La tristeza es esa tarde de domingo trillada, con el aire denso y la oscuridad desde mucho antes de las 7 de la tarde. El sonido del reloj marcando el tiempo que le queda al día del silencio.

La tristeza es cruzar esa avenida respetando los semáforos mientras el viento te despeina y caminas sin rumbo, porque ya lo perdiste en la esquina anterior, sin darte cuenta. Estar perdida.

La tristeza hipnotiza y crea mundos paralelos, en el que las ideas son oscuras y no salvan. En el que los pensamientos son cintas repetidas de todo lo que no hay que volver a hacer. El miedo a la repetición de los errores. La búsqueda de lo que hace mal, no siempre de forma inconsciente.

La tristeza condiciona y levanta muros, aisla, opaca, silencia. Tiene en las manos todos tus fracasos y te los muestra de a uno para que no olvides cuál es tu zona de confort. La tristeza no es valiente, la tristeza no te anima, la tristeza te estanca en el tiempo.

A la tristeza no hay que ignorarla porque crece en bronca y revienta a su manera. Y cuando revienta la tristeza, no hay antídoto que pueda con tanta furia. Ella existe y te lo hace saber, reconocerla y aceptarla es parte del camino.

La tristeza es la responsabilidad de conocerse, implica introspección, implica descubrimiento. De vez en cuando te lleva a lugares que no conoces de vos misma, en los que te sentís un poco menos sola cuando se sienta a tu lado y te sostiene la mano, el cuerpo, la vida.

Hay que tenerla de amiga a la tristeza, reconocerla, quererla y conducirla. Que de ella sale lo más lindo de los mejores poetas, de ella surgen las mejores obras, los mejores planes, la mejor sonrisa. Esa que se te dibuja cada vez que te acordas, que hubo tiempos muy difíciles, de los que saliste reconstruida, más valiente, mejor persona.

La tristeza fue un recurso y estuvo bien sentirla tan dentro, inundando cada hueco que te dejaron cuando te rompieron en mil pedazos. Abrazarla a la tristeza, demostrarle que vale más de lo que piensa, usarla de puente hacia nuevos horizontes, siempre adelante.

Porque con vos, no hay miedo que no se pueda convertir en risa, si cerrando los ojos sabés crear universos. Infinitos como el nuestro.

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Moriría

Cuando pienso en la forma en la que te besaba,

el mundo me parece

un poco menos frío,

y esa humedad

la clave para pasar el invierno.

Y es que mal o bien,

el contacto con tu boca

era lo que me salvaba

de la consciencia,

de los errores,

de la realidad no dibujada.

Tu beso fue,

desde el principio,

una espera para llegar al otro lado de los sentimientos,

lo tímido convertido en necesidad

y a la vez,

en adicción fuera de control.

Me quedaba a vivir en tus besos.

Pretendía que fueran eternos.

Me quedaba a vivir en tus besos.

Hoy están tan lejos,

que a veces dudo

de la fuerza con la que permanecen en mi memoria.

A veces no sé

si me los inventé

para que todo doliera

un poquito menos.

Como si hubiera servido de algo.

Pienso,

si tanto me gustan

esos recuerdos

manchados de gris

por el final que nunca quise,

moriría

por unos que sean de verdad.

Una boca que me sea sincera,

moriría.

Una lengua que reconozca la mía,

moriría.

El contacto con un cuerpo

no distante como el tuyo,

moriría.

Una mirada sin máscaras,

más allá

de mi incapacidad de distinguirlas.

Un sentido.

Un te quiero.

Moriría

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Decir que me salvaste es mucho en este mundo, en el que todo tiene un precio. Decir que descubrirte cada día diferente me hace sentir viva, es contradicción. Y es que casi te me vas de la vida, mientras yo miraba en otro sentido. Otro atardecer. Pero me gusta pensar que siempre estuviste, atenta y silenciosa, sabiendo que esta pasión lo puede todo. Que esta pasión curaría todo. Y me das melancolía, tus lugares son eso. Además de aire que respiro cada vez más consciente. Además de calles llenas de todo, de vida, de indiferencia, de soledad. Y será que tu alma complementa perfecto con la mía. Será que sos lo que necesito, porque lo siento cada vez que te recorro. Te hago mía y me transformo. Viajo a donde quiero estar, ese lugar que no cuestiona, que no intimida, aunque muchos piensen lo contrario. Yo te quiero porque tu aire es más que el polvo de septiembre. Es más que el violeta de noviembre, y eso ya es mucho decir. Es más que la lluvia de tu otoño. Es más que tu sol de enero. Tu aire es esa avenida caótica a las 5 de la tarde, cuando el ruido inunda y el desencuentro es ley. Es esa noche llena de luz que nunca termina, viva hasta que vuelva el sol. Te quiero porque es fácil quererte. Porque me aferré a vos a pesar de haber decidido perderte. Porque no te importó, y cada día sos mejor conmigo. Te quiero hoy, ayer y siempre. Porque estamos destinadas a ser. Y vos sabés bien por qué.