Un archivo de tinta, recuerdos y pensamientos a la luz de la luna, con un tono suave. Aquí, las historias se tejen con emociones serenas, las tazas de té albergan poemas sin escribir, y cada publicación es una página arrancada del corazón. Entre la maternidad, los libros y el delicado caos de la magia cotidiana, escribo para recordar, sentir y respirar. Este espacio es para lectores lentos, almas tiernas y quienes creen que la vida se vive mejor en pequeños momentos. Pasemos página juntos.
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Abrí la puerta sin saber si mi cuerpo estaba listo para lo que mis pensamientos habían deseado desde hacía días. Ahí estaba él. De pie. Mirándome con esa intensidad que no avisa, que arde sin pedir permiso. No dijo nada. Solo dio un paso, cerró la puerta tras de sí con una calma engañosa… y entonces me besó.
No fue un beso cualquiera. Fue un asalto dulce, desesperado, como si sus labios hubieran estado sedientos de los míos. Me devoró con la boca, con las manos, con los suspiros entrecortados que escapaban entre cada roce. Su lengua me buscó con hambre, como si dentro de mí hubiese una respuesta que necesitaba encontrar de inmediato.
Me sostuvo por la cintura, y con una firmeza sorprendente, me levantó como si mi cuerpo no pesara nada. Como si el deseo le diera fuerza. Me sujetó por los glúteos y yo, sin pensarlo, enredé mis piernas alrededor de su cadera. Sentí su cuerpo temblar levemente por el esfuerzo, pero también por el deseo. Me apreté más a él, sintiendo su erección crecer entre nosotros, palpitante, impaciente.
Me llevó contra la pared, aún besándome como si el tiempo no existiera. Sus manos se movían con urgencia, pero con precisión, como si conociera cada rincón de mí. Me desnudó sin quitarme la mirada de encima, y cuando finalmente me penetró, lo hizo con un gemido ahogado, con la devoción de quien ha esperado demasiado.
Sus movimientos eran intensos, profundos, sin pausa. Me sentía deseada, tomada, celebrada. Cada embestida era una respuesta a todo lo que habíamos callado. Lo miré mientras se movía dentro de mí y supe, sin necesidad de palabras, que su cuerpo hablaba el mismo idioma que el mío.
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Amor prohibido
Besos furtivos, miradas robadas,
pasión y deseo en momentos fugaces.
Un amor que arde donde nadie mira,
complicidad silente entre sombras audaces.
Nos buscamos en silencios callados,
nos hallamos donde el mundo no ve.
No hay promesas, solo fuego en los labios
y el latido urgente de lo que no puede ser.
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La vida no se mide por los momentos que respiras. Si no por los que te dejan sin aliento.
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