hcneyes - Tumblr blog

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             Decir que no había estado imaginando ese momento desde que conoció a Minkyu sería una gran mentira, probablemente cada persona que lo conocía se quedaba prendado, al menos unos minutos, pensando en sus labios y como se movían, pero sus fantasías estaban muy por debajo de la realidad, se sintió como si finalmente estuviera saciando su sed, sus labios se movían al ritmo impuesto por el ajeno y nada le molestaba, lo dejaría ir tan lejos como quisiera si seguía besándolo así. Se mantuvo estático mientras duró y los nervios se desvanecieron por sí solos, quedando en un tipo de trance en cuanto se separaron, en su mente fue dolorosamente corto pero el comentario del mayor hizo que todo valiera la pena, ahora tenía certeza de que no estaba loco y el trato que tenía hacia él era diferente por una razón “¿En serio?” cuestionó dedicándole una de sus usuales sonrisas brillantes y no esperó una respuesta para inclinarse nuevamente a dejar un beso casto sobre los labios ajenos, un beso ligeramente infantil y fugaz que podría o no molestarle debido a la tensión tan palpable que había entre ambos. “Si me disculpas, tengo que ir al baño” murmuró aún bastante cerca de sus labios y acto seguido, se levantó caminando directamente hasta el baño de hombres que, por suerte, era individual. Esa pequeña escapada era una excusa para tomar aire y empezar a procesar la situación, su atrevimiento solo llegaba hasta ciertos lugares y vaya que se había metido en terreno peligroso.

           Incluso luego de haberse besado y dejar en claro implícitamente los términos en los que se encontraban, le encantaba que Levi mantuviera aquellas actitudes genuinas y, de cierta forma, inocentes que le gustaron desde un principio. Sonrió sobre sus labios ante el casto beso que obtuvo y lo observó con curiosidad, asintiendo mientras se inclinaba hacia atrás para dejarlo pasar sin quitarle la mirada de encima mientras hacía su camino hacia el baño. Tenía que admitirlo, le encantaba. Y aunque el beso había sido bueno, su apetito no estaba del todo satisfecho. Era difícil de complacer y cuando se le metía algo en la cabeza solía obtenerlo costara lo que le costara. Y en ese mismo instante lo que deseaba era ir un poco más allá con el menor. Fue entonces cuando se le ocurrió aquella brillante idea, y probablemente de acosador, y esperó unos minutos a que todos en la cafetería estuvieran lo suficientemente enfrascados en sus asuntos para no notarlo ponerse de pie y seguir el recorrido de Levi entrando sin más al baño. No lo pensó dos veces y acortó la distancia entre ambos una vez más, mucho más rápidamente en esta ocasión, besándolo y empujándolo con suavidad contra una de las paredes del reducido cuarto en el que se encontraban. Apoyó ambas manos en la pared, a los lados del cuerpo contrario y volvió a alejarse, buscando su mirada y su aprobación una vez más, siempre procurando asegurarse que Levi lo dejara avanzar y estuviera cómodo. Pero esta vez sus ojos estaban más oscuros y no hacía falta mirarlo demasiado para notar el aura dominante que repentinamente lo rodeaba. 

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              Ya le era absolutamente inevitable pensar en otra cosa que no fuera averiguar hasta donde llegarían realmente con todo eso, primero los toques no muy bien disimulados y ahora esto, podía predecir un beso en cualquier segundo pero no estaba seguro de querer ser quien empezara con algo así, nunca era el de la iniciativa, diría que era más un incitador por naturaleza en esas situaciones. No se impactó demasiado en cuanto el contrario se acercó aún más y lo miró como si estuvieran completamente solos en el local, él mismo empezaba a olvidar a las demás personas a su alrededor, si lo pensaba bien seguramente parecían una pareja, no asustarían a ningún extraño con su comportamiento. Se acercó con sutileza y comenzó a acariciar detrás de su oreja con su diestra para contener sus nervios al hablar “¿Indispensable?” preguntó intentando mantener su fachada de inocencia por un segundo “¿No me vas a dejar ir sin un beso?” quería sonar genuinamente sorprendido pero sus acciones demostraron lo contrario en cuanto se inclinó hacia él, dejando una distancia de apenas unos centímentros entre ellos y relamió sus labios justo Minkyu lo había hecho anteriormente, puede que solo le faltase decir hazlo. Pero una vez comenzó a comportarse fuera de su usual y conservador ser, ya no pudo parar y llevó su mano libre hacia la rodilla ajena dándole un leve apretón,

          Sabía que las probabilidades de que el contrario fuera quien lo besara eran casi inexistentes y estaba bien con ello. No quería que diera el primer paso pero sí asegurarse que estuvieran los dos en la misma página y no viera cosas donde no las había. Pero no era tonto y el coqueteo ajeno era perceptible probablemente para cualquiera que les pasara por al lado. O al menos para él que había lidiado, y seguía haciéndolo, con más de un coqueteo a diario. Ladeó la cabeza al oír aquellas preguntas que sonaban un poco demasiado inocentes para alguien de la edad de Levi y sonrió a medias, asegurando que no se había equivocado al pensar que cierta química y tensión entre los dos estaba presente desde un principio. El apretón en su rodilla sólo terminó de confirmarlo y darle el empujón para que acabara con la escasa distancia que los separaba, uniendo sus labios finalmente. Eran tal y como los había imaginado, suaves y casi tan dulces como el chocolate. Se contuvo de profundizar aquel primer beso, ignorando sus instintos bastante primitivos y bruscos que solían tomar las riendas en situaciones así, y llevó una de sus manos hacia su rostro en busca de tener algún tipo de control y porque también se moría por tocarlo. “Llevo todo el día queriendo besarte” admitió en un murmullo sobre los labios ajenos, uniendo los mismos con los propios brevemente una vez más antes de alejarse apenas para analizar su semblante.

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               La conversación se volvió extrañamente fácil de llevar en cuanto se sentaron a la mesa, lo que sabía que quería decir que no tardaría en llegar ese comentario que lo sacaría de su zona de confort, aunque empezaba a acostumbrarse a toda la tensión y doble sentido en el ambiente. Hasta ese día pensaba que era uno de esos neuróticos estereotípicos que disfrutaban de relaciones estables con gente de su edad donde todo era algodón de azúcar y primeros besos, pero había algo en Minkyu que lo hacía pensar de otra forma. Casi se atragantó con el brownie cuando lo escuchó llamarle su cita, sabía bien que estaba imitando sus propias palabras y que él mismo se había traído esa suerte, no tuvo tiempo para juntar una respuesta apropiada porque justo después vendría una peor que decidió responder con toda sinceridad aunque sintiera su rostro arder “Suelo ser tímido, eso realmente depende de la persona” respondió con una sonrisa nerviosa y bajó la mirada hacia el brownie que quedaba en su plato, recordando repentinamente la primera pregunta “Eh, sí. Son los mejores que he probado, tienes buen gusto para los dulces. Aceptaría una cita con cualquiera por estos brownies, que suerte que la compañía es placentera esta vez” comentó mirándolo nuevamente con un poco más de confianza “¿Y qué hay de ti?” agregó esperando que el contrario captara a qué se refería exactamente.

             Ver al contrario avergonzado y con algo de timidez por una pregunta así le generaba satisfacción. En parte por sus propios morbos y también porque aquello significaba que algo generaba dicho tema en él. Sonrió al comprender, entre tanto palabrerío siendo ya un experto en decodificar mensajes confusos y poco directos, que tenía el visto bueno y asintió sin quitarle la mirada de encima. “Ah sí, ya te dije que son unos brownies muy buenos” bromeó buscando molestarlo y haciéndose el desentendido cuando sabía exactamente a qué se refería con aquella pregunta. “La verdad es que soy bastante flexible sobre qué se puede hacer en una primera cita si te gustó la persona con quien saliste” se relamió los labios dejando que su mirada cayera a los ajenos con poco disimulo y rodeó el respaldo de la silla ajena con su brazo, casi como si buscara dejarlo sin salida pero siendo lo suficientemente paciente y cauto para esperar el mínimo avance del menor, no queriendo arruinar el momento ni tampoco abrumarlo. “Un beso me parece lo mínimo e indispensable” de cerca le parecía incluso más atractivo y tuvo que repetirse a sí mismo una y otra vez que era su primera salida juntos para evitar llevárselo a algún lugar privado y poner en práctica las ideas que tenía en mente desde temprano cuando apenas lo vio llegar al salón. 

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            Percibió la incomodidad de la ajena apenas la tocó, era normal, no esperaba nada menos de ella, pero por un lado la hacía muy feliz el poder estar así de nuevo, aún si para Astrid no era lo mismo. Por supuesto que diría algún tipo de excusa para evitar hacerla sentir importante, la conocía lo suficiente, por lo que solo se limitó a sonreír y darle un sorbo al café, el cual estaba justo como le gustaba. Asintió al escuchar su respuesta, casi dejando pasar el hecho de que no quería darle detalles sobre los últimos años, puede que fuera obtusa pero sabía desde mucho antes de aparecer en su puerta que no sería nada fácil hablar del pasado, ni mucho menos llegar a buenos términos después de tantos años. “Él es… Amable, digamos. Estudiábamos en la misma universidad, salimos por unos dos años y aquí estamos” resumió, aunque parecía más una versión honesta de su relación, no había momentos destacables, todo era tan simple como un helado de vainilla. “Lo que me recuerda, su familia es bastante conservadora, mi suegra me mataría si uso algo atrevido el día de la boda, quisiera darte toda la libertad con el vestido pero me conviene salir ilesa” agregó en un tono ameno procurando no desvelar lo serio del asunto, si alguien tenía una suegra infernal era ella, seguro. “Y tú… ¿Sales con esa modelo o alguien más? Digo, tendrás que avisarme si necesitas otro pase para la boda”

          Mentiría si dijera que aquel pequeño dato sobre su suegra al igual que el breve relato de cómo conoció a su prometido la habían sorprendido. Areum era predecible. Le gustaba ser una niña buena desde que la conocía y las reglas se habían inventado para respetarse, según ella. Por lo que oír como se casaría con el típico muñequito de torta con una madre conservadora para vivir en una casa con dos perros y dos hijos era algo que se lo esperaba viniendo de ella. “Tranquila, sé que lo atrevido nunca ha sido lo tuyo. Eres bien tradicional y cuadrada” los años y su vocación habían forjado la facilidad que siempre tuvo para decir las cosas sin filtros y, aunque esta vez no buscaba ofenderla, tal vez lo haría de forma totalmente inconsciente. “Y no salgo con nadie así que no necesitaré otro pase” nunca lo había hecho. Estaba soltera desde que tenía memoria y probablemente la mayor parte de la culpa la tenía su compañera por haberla marcado tan profundo y haber hecho pedazos su corazón. “¿Estás emocionada? Recuerdo lo mucho que añorabas casarte” su voz sonaba más suave y dócil, el café lograba calmar a las fieras y también se dijo a sí misma que lo mejor sería mantener el ambiente pacífico para no asustarla. Aunque probablemente más tarde terminaría maldiciéndose por ponerla una vez más por encima de sus propios sentimientos y su bienestar. Siempre iba Areum primero, y parece que Astrid no había podido dejar esa mentalidad atrás. 

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             Se había olvidado por completo del casco no demasiado favorecedor, por lo que agradecía que el maestro se encontrara tan atento a su apariencia, pero no muy agradecido de su cercanía que, francamente, le ponía los pelos de punta, era como una quinceañera enamorada cada que él le respiraba cerca. Apenas se liberó del casco soltó un suspiro profundo, intentando calmar su corazón de una vez por todas. Por supuesto que caminaría de vuelta a la escuela, solo el mismísimo demonio podría hacerlo subir a esa trampa mortal después de avergonzarse a sí mismo abrazando a su tutor como si fuera una escena romántica, nunca más. Había logrado relajarse mientras se acercaban al local pero parecía que el contrario no le daría un respiro con esos comentarios y sabía que no era nada bueno ocultando sus sentimientos con su expresión, casi pudo verse a sí mismo dándole una sonrisa extraña con algún tipo de insinuación detrás “¿Brownies? ¿Es este el trato especial o el estándar para tus citas?” se atrevió a preguntar, dejando en claro que ya habían traspasado la línea profesional. “Sea como sea, amo los brownies” agregó sin esperar una respuesta sabiendo que quizás habló demasiado pronto.

               No mentía al asegurar que era la primera vez que llevaba a alguien a comer con él. O al menos la primera vez desde su última pareja estable. Lo cierto era que no se interesaba demasiado por la gente a la que parecía gustarle y estaba bastante enfocado en su carrera y otras metas de su vida... o al menos así era hasta que conoció a Levi. No hizo comentario alguno acerca de la forma en la que el contrario se adjudicó a sí mismo como su cita y prefirió guardarlo para más adelante, guiándolo y llevándolo a una de las mesas más alejadas pegada a la ventana del frente del local. Hicieron sus órdenes, él pidiendo capuchino y brownies como siempre, y dejando que el menor escogiera lo suyo y charlaron un buen rato sobre la universidad, el trabajo y la vida en general aunque nada demasiado personal. “¿Qué opina mi cita de los brownies? ¿Son tan buenos como prometí?” inquirió cambiando de tema bruscamente, haciendo énfasis en aquel título que el contrario mismo había decidido darse, y dio un trago a su café. “Y ya que estamos en el tema, ¿eres de los que dan besos en la primera o para eso hay que esperar una segunda vez?” sus palabras sonaban tan naturales como si le estuviera preguntando sobre el clima y su mirada se mantenía fija en el menor, no queriendo desperdiciar ni un sólo segundo de poder admirarlo en silencio. 

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           No era particularmente religioso pero si podía admitir que había estado rezando todo el camino, intentando lo que fuera para no pensar en lo rápido que iban, tanto que ni siquiera se había percatado de que estaba apretando al maestro como si su vida dependiera de ello, de todas formas decidió que solo lo dejaría ir lo suficiente, ignorando de momento todo el contacto de tipo no profesional que estaban teniendo, su mente definitivamente no estaba fija en eso. Si tenía que saltar a conclusiones, como solía hacerlo, los toques e insinuaciones no eran algo común en el contrario, mucho menos algo que haría con todos, eso quedó claro momentos atrás con la maestra acosadora, por lo que estaba ansioso de saber cuales eran sus verdaderas intenciones ya que habían traspasado el límite de la relación tutor-alumno. Cuando se detuvo soltó un suspiro dando por acabada esa experiencia hasta que todas sus alarmas se encendieron de nuevo con el toque terriblemente disimulado sobre su muslo, observó la mano ajena por unos segundos un tanto sorprendido, pero decidió seguirle la corriente colocando su mano sobre la ajena rápidamente, apretándola ligeramente a la vez que asentía “Estuvo bien, supongo, no tuve un ataque de pánico” respondió bajándose de la trampa mortal enfocándose en disimular su falta de equilibrio en cuanto puso un pie en el suelo.

            De cierta forma el hecho de que el contrario pudiera haber tenido un ataque de pánico le preocupó y se preguntó si había sido buena idea engañarlo para traerlo en moto hasta la cafetería cuando sólo estaban a tres manzanas de la escuela. “Bueno, si fue mucha la tortura podemos regresar caminando. Estamos como a... tres calles” sonrió encogiéndose de hombros y se bajó de la moto asegurándola con una cadena antes de voltearse hacia el menor. “Te queda bien pero no creo que quieras ir por ahí con esto puesto” bromeó acercándose, obviamente más de lo que era necesario, y le quitó el casco con suavidad casi como si pudiera herirlo. Probablemente quería asegurarse de no causar ni el más mínimo rasguño a uno de los rostros más bonitos que había visto en un largo tiempo. Comenzó a andar hacia la cafetería, mirando a su lado para asegurarse que el contrario lo seguía y, una vez más, abrió la puerta para él. “Espero tengas hambre porque en este lugar hacen unos brownies riquísimos” fue entonces cuando cayó en la cuenta de que prácticamente estaba en una cita con, se podría decir, uno de sus aprendices. ¿Se arrepentía? En absoluto.

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           “Okay” accedió luego de unos segundos en los que simplemente se hizo la difícil, vaya que amaba ganar, mucho más si se trataba de Astrid ya que no era sencillo hacerla cambiar de opinión o siquiera obtener un atisbo de arrepentimiento de su parte. Se sentó a su lado observando la taza con atención, podía reconocerle lo detallista que era en momentos así, casi era su especialidad el hacerla feliz con cosas pequeñas. “Tienes suerte de ser tan bonita” comentó como un elogio totalmente genuino a la vez que era una broma para aligerar el ambiente, se atrevió a alzar su mano y atrapar una de las mejillas de su amiga, justo como hacía cuando eran jóvenes, sabía que ella odiaba que la tocaran así como así, mucho más si era para apretarla como a una muñeca, pero no le importaba para nada, quería su amistad de vuelta o eso creía. “Mi Astrid recuerda como me gusta el café, añuñu. Eres una cosita” se burló de ella arriesgándose a que la alejara por ser tan cursi. Luego de satisfacer su necesidad de reírse de la ajena tomó un pequeño sorbo del café que le sirvió y decidió que podrían ponerse al día adecuadamente, no más peleas, no más celos ilógicos, “Así que… Es hora de que me cuentes todo, ¿no crees? O quizás quieras empezar con mi vida menos divertida y más heterosexual”

              Agradeció internamente que no se hiciera rogar porque si bien Astrid podía mostrarse levemente arrepentida y bajar la guardia, estaba lejos de ser capaz de rogarle a nadie. Ni siquiera a ella. Una de sus cejas se elevó al instante en que oyó el cumplido, mientras daba un trago a su café y se contenía de comentar algo al respecto. Pero cuando comenzó a ponerse pesada como solía recordarla en la secundaria, tomó su muñeca y la apartó sin más queriendo dejarle en claro ciertos límites. “Eres una de las pocas personas que conozco que no bebe café puro” se aclaró la garganta y se removió algo incómoda en su lugar, la cercanía de la ajena le molestaba pero se obligó a sí misma a no alejarse. No quería continuar dándole razones para que se fuera. “No hay mucho que contar. Terminamos la escuela, me metí a la escuela de modas. Me gradué y trabajo de lo que me gusta” resumió con extrema facilidad encogiéndose de hombros. “Tal vez tú deberías contarme acerca de tu prometido” parecía gustarle el sufrimiento porque continuaba metiéndose ella misma el dedo en la herida pero por alguna razón quería saber todo acerca del tipo que pasaría el resto de su vida con Areum.

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           Hizo una mueca de disgusto, haciéndose el ofendido para ocultar que el maestro había descubierto uno de sus placeres culposos: la literatura para adolescentes. Sabía muy bien que sus conclusiones eran alejadas de la realidad pero no podía evitar percibir esa aura de bad boy que tenía y le atraía aún más, luego recordaba que literalmente era un maestro de tercer grado y eso le daba otro tipo de encanto. “Pff, no leo eso” mintió en voz baja y se quedó observándolo casi en un trance mientras se subía y encendía el motor como si nada, si antes le parecía sexy por lo inteligente que era, ahora podía etiquetarlo como su nueva fantasía con hoyuelos, motocicleta y tatuajes incluidos. Dios, cálmate, no tienes quince años, se dijo a sí mismo, reaccionando en cuanto el ajeno le tendió el casco, el cual aceptó de inmediato, si iba a hacerlo lo mejor era mantener su cabeza en su lugar en el proceso. Imitó las acciones del contrario al subirse detrás de él, solo se cuestionó por unos segundos la parte de abrazarlo como si estuvieran en una escena de película romántica, pero apenas mencionó la velocidad lo rodeó con sus brazos abrazándolo tan fuerte como pudo “Solo… No nos mates, no quiero mirar” le rogó en un susurro y escondió su rostro cerca del cuello ajeno, perdiendo toda su vergüenza ante el miedo.

           No se parecían en absoluto y probablemente aquello era lo que le atraía de él. Eso y su atractivo físico, por supuesto. Porque no estaba ciego y se había fijado en su cuerpo esbelto y su naricita respingada desde que lo conoció por primera vez. “Tranquilo, te necesito con vida... sino quién me dará una mano en las clases” el sentir como escondía el rostro en su cuello le dio escalofríos y unas cosquillas bastante particulares en el estómago que probablemente no serían bien vistas puesto que se suponía debían mantener una relación profesional, pero ya era tarde para arrepentimientos. Arrancó y salió del estacionamiento a una velocidad respetable, y aceleró apenas estuvieron en la calle alejados de la escuela donde no tenía que fingir ser medianamente responsable. Esquivaba autos como si su vida dependiera de ello y aceleraba en cada luz amarilla, negado a frenar en semáforos. “Oye, si no quieres que nos mate vas a tener que dejarme respirar un poco” bromeó hablando en voz alta encima del ruido del tráfico y el motor de la motocicleta, atreviéndose a palmearle las manos con una de las suyas para que aflojara el agarre en su estómago el cual pedía piedad a gritos. Luego de un buen rato, estacionó frente a la cafetería y esta vez su mano se dirigió a uno de los muslos ajenos que también parecían querer estrujarle el alma fuera de su cuerpo. “No fui tan rápido, ¿viste?”.

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           Su fachada de serenidad se derrumbaba cada vez más y podía notarlo, casi olvidaba la habilidad de Astrid para sacarla de quicio y crearle una guerra interior con sus emociones reprimidas, pero era mucho más dura que eso. Regresó en sí forzando una sonrisa y asintiendo “Imagino que es necesario cuando todos se revuelcan entre sí” contraatacó negándose a sentarse y prolongar esa conversación por mucho más, le gustaba tener la última palabra siempre. “De hecho, sí le pedí esos exámenes a mi prometido, todo limpio, por si te preocupa” respondió tomando la cartera ridículamente pequeña que había traído consigo, “En fin, quería pedirte que diseñaras mi vestido de novia, pero recordé que tengo… Cosas que hacer. Te daré tiempo para pensarlo y podemos vernos de nuevo” aseguró con la misma expresión alegre con la que llegó al principio. Las cosas no cambiaban para nada, su mejor amiga aún conseguía cambiar su animo drásticamente, aunque en el pasado fuera más que todo para bien, ahora solo estaba confundida sobre estos celos que se alojaban en su estómago como un nudo gigante de rabia y tristeza. Antes de dejar la cocina regresó sobre sus pasos recordando que necesitaba algo más, solo para asegurar que podría seguir viendo a Astrid después de ese día “¿Me das tu número?”

             Consiguió lo que quería en un principio. Incomodarla hasta tal punto de hacer que se fuera por voluntad propia, pero por alguna razón Astrid no se sentía bien en absoluto. Se aclaró la garganta al oírla y ver en su rostro aquella sonrisa estoica que mantenía incluso cuando por dentro podía estar cayéndose a pedazos y se sintió la peor persona del mundo. Al fin y al cabo ella no tenía la culpa de haberle roto el corazón, no tenía idea de los sentimientos que nacieron cuando eran adolescentes. “Haré tu vestido” dijo sin más. La promesa implícita de poder volver a verla le pesaba más que el hecho de tener que diseñar ella misma su vestido de bodas. Uno que no usaría para dirigirse hacia ella en el altar. Se puso de pie y fue hasta la cafetera, sirviendo más café en su taza que en la de Areum porque sabía que le gustaba con leche y puso ambas sobre la mesada, enfocando su mirada en la ajena pero sin ningún atisbo bromista o divertido en su mirada. “Y te daré mi número, pero primero te beberás este café conmigo” no había lugar para reproches en el tono de voz que había utilizado y probablemente quedaba el doble de imbécil por incomodarla y obligarla a que se quedara pero no le interesaba. Sólo quería verla por unos minutos más. 

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           Estaba consciente de que su expresión dijo mucho más de lo que desearía así que se vio en la obligación de cambiar el enfoque de su disgusto, no eran celos, para nada. Asintió sin más, siguiéndola hasta la igualmente hermosa cocina, donde decidió de un segundo a otro que no se callaría, solo cambiaría su discurso para manipular la situación  “¿Sabes lo promiscuas que son las modelos? La mayoría se acuestan con cualquiera para conseguir un trabajo, si esto es lo que haces con ellas no es mi problema, pero deberías pensar en las enfermedades de transmisión sexual, la clamidia es bastante común y si tengo que adivinar esta chica no parece una santa, pura y limpia, todo lo contrario” explicó comenzando un debate agitado por sí sola, no solo decía lo que pensaba sin dudarlo, también era especialmente agresiva cuando quería probar un punto, lanzando toda la información en un momento para evitar cualquier respuesta. Finalmente le dedicó una mirada, casi como una petición sutil de que le otorgara la razón por esa vez. “Tengo una propuesta” agregó recordando otra de las razones por las que estaba ahí, además de la invitación y la extraña escena de celos ocultos “Pero no me siento cómoda sabiendo que podría contraer clamidia con esa persona por aquí”

          Encendió la cafetera y buscó dos tazas en la alacena mientras oía con atención a la morena, curiosa por lo que tenía para decirle respecto a lo que acababa de suceder. Sus cejas se elevaron apenas escuchó sus ideas, no tan descabelladas del todo porque todos sabían aquello, y se acercó a la barra del centro de la cocina apoyando ambos brazos sobre el mármol, inclinándose hacia adelante para mirarla antes de hablar: "¡Areum! ¿No crees que deberías bajar un poco la voz? La chica podría oírte" chilló con exageración, claramente no preocupada por ello en absoluto y tomó una de las sillas altas para sentarse mientras esperaba que se hiciera el café. "Además, ¿qué me crees? Me ofende que pienses que correría ese riesgo... si así fuera a estas alturas ya tendría todas las enfermedades de transmisión sexual habidas y por haber" bromeó haciendo alusión a su constante actividad sexual. Se acomodó en su lugar y sonrió, peinándose el cabello hacia un lado sintiendo que de alguna forma la contraria había caído en su trampa y todo aquello era quizás un intento para cubrir sus celos. "Les pido análisis de sangre y médicos a todas mis modelos. La buena salud sexual es un requisito para trabajar conmigo y todos en el ambiente lo saben" no era un secreto que se acostara con casi todas sus modelos y, aún así, trabajar con ella era visto como un privilegio. "¿Tú te aseguraste de pedirle un examen de sangre a tu futuro esposo antes de comprometerte? Digo, tal vez deberías desconfiar de él también... además los hombres son más promiscuos que nosotras".

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             Su conclusión estaba hecha, era gay, totalmente gay o asexual, en su defecto. Pero sabía no debía ser un psicólogo o siquiera un gran observador para notar su falta de interés en las mujeres, decidió no preguntar de qué se trataba esa interrupción ya que el contrario no parecía demasiado complacido con ello, pero su próxima pregunta se llevó toda su atención rápidamente de todas maneras “¿Huh?” respondió casi al instante genuinamente confundido por la pregunta, aunque no se encontraba tan fuera de lugar si lo pensaba bien, probablemente el tener una motocicleta le servía para confundir a la gente sobre su sexualidad y parecer el tipo misterioso en su lugar… O quizás estaba sacando demasiadas conclusiones de algo simple. “Nunca me he subido a una, no sabría qué decir, en realidad. Aunque me parecen unas trampas mortales a primera vista” confesó llevando su mano hasta sus labios, comenzando a rozarlos una y otra vez para concentrar su nerviosismo. No era una persona de hacer cosas arriesgadas, al contrario, manejaba mucho más lento que otros y siempre tenía miedo de atropellar a alguna anciana en el camino, pero estaba acostumbrado a preocuparse demasiado por las cosas ya. “Supongo que ahora es cuando me dirás que tenemos que ir en tu motocicleta, te pondrás una chaqueta de cuero y me dirás que eres parte de una pandilla también” soltó comenzando a divagar mientras su cabeza intentaba hacerse a la idea de probar algo nuevo de la nada por una vez en su vida.

         Trampa mortal. Nunca nadie se había referido así a su motocicleta... o a nada en general, no que haya oído. Por lo que aquella definición provocó ternura y más interés de su parte por el contrario. Continuó su camino hasta llegar a su preciosa moto, la cual cuidaba como si fuera su primogénito, y se subió sin más. Miró al menor por encima de su hombro y le pasó el casco, no siendo el único que tenía pero sí que había llevado a la escuela ese día. “¿Como cuántos libros juveniles lees al mes?” preguntó, burlándose sin más de su conclusión bastante estereotipada de un tipo con moto. Aunque sí tenía los tatuajes, nada más en su forma de ser encajaba con ese tipo de hombre que describían en las novelas para adolescentes. “Anda, sube. Te prometo que ninguno de los dos morirá hoy” lo animó con una media sonrisa y encendió el motor, levantando luego el caballete y manteniendo ambos pies en el suelo para no perder el equilibrio mientras lo esperaba. “Lo que sí te recomiendo que te agarres fuerte porque me gusta ir rápido. Me aseguraré que te diviertas en tu primer viaje en moto”.

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             Esperaba todo menos esa respuesta, a decir verdad, esperaba una respuesta mucho más heterosexual para confirmar que estaba escuchando cosas donde no había nada, pero el infame maestro no paraba de sorprenderlo, de no ser gay quizás lo dejaría pasar como un simple maestro antipático sin ganas de enseñar en la universidad, pero dado el contexto escondido de su conversación… Pues, le hizo saber que es gay, en pocas palabras. “Eh, está bien” murmuró accediendo al instante con la misma sonrisa tonta, juraba que estaba sonriendo demás, pero no podía parar, su nerviosismo se apoderaba cuando pisaba la escuela, por alguna razón. No pensó demasiado en la invitación ya que se suponía que debía aprender de él y seguirlo a donde fuera, era común, probablemente, por lo que lo siguió por los pasillos hasta la salida, pensando solamente en la expresión que pondrían las otras maestras cuando los vieran salir juntos, oro puro. “Supongo que el asunto de las mujeres es un problema, aunque a muchos hombres les gustaría… A mí no, digo, nunca me ha pasado, quizá al contrario”. ¿Qué siquiera intentaba? Cada vez que hablaba parecía decir algo estúpido y menos relacionado a los niños. Días antes tenía preguntas que iba a usar para su tesis, estaba preparado para preguntarle al profesor calvo y amargado, pero ese sujeto nunca apareció, en su lugar tenía al DiCaprio de la primaria. “¿Seguro que podemos salir? Si no estoy a tiempo no firmarán mis horas aquí” preguntó solo para hacerse el difícil, a esas alturas. 

           Presionó sus labios con firmeza, ocultando la risa que quería salir al oír al menor bastante enredado con sus propias palabras y decidió que lo dejaría pasar, asintiendo y manteniendo la mirada baja mientras andaban por los pasillos y casi sentía algún que otro vistazo curioso desde los salones. Aminoró el paso para quedar a su lado y no dejarlo atrás y lo miró con ambas cejas elevadas cuando estaban a pocos metros de la puerta, otra vez la diversión reflejada en sus facciones. “Te acuerdas un poco tarde de preocuparte por eso, ¿eh?” rió negando levemente con la cabeza e hizo un ademán para restarle importancia antes de agregar: “Tranquilo, a tus horas las firmo yo” y lo decía en serio. Si bien su planilla luego pasaba por dirección, él era quien constataba que el menor había asistido a todas las clases que debía y que cumplía con los horarios establecidos. Antes de que pudieran irse, oyó una voz femenina gritando su nombre por el pasillo y suspiró deteniéndose. “Ves, de esto te hablaba... dame cinco minutos” regresó unos cuantos pasos hasta llegar a Minji, una de las profesoras que más se cruzaba por los pasillos —probablemente porque prácticamente lo acosaba—, y oyó lo que tenía para decirle acerca de una fiesta el fin de semana próximo. Quedó en avisarle si estaría disponible, lo cual claramente no sucedería, y regresó trotando hasta el castaño manteniendo la sonrisa en su rostro. “Ya, vamos. ¿Qué opinas sobre las motocicletas?” preguntó sin antecedentes, prácticamente de la nada, y le abrió la puerta para que pasara antes de guiarlo hacia el estacionamiento. 

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© delxtines·.

             Estaba más que segura que después de semejante noticia Astrid simplemente le cerraría la puerta en la cara pero, al parecer, los recuerdos de su amistad seguían abiertos hasta el punto en el que no la odiaba tanto como para echarla de su casa sin decir nada más. Accedió totalmente emocionada por tener un vistazo a la exitosa vida de su amiga, siempre lo supo, ella sería la gran estrella de la escuela, incluso entre las dos, ella seguía siendo la más interesante, la más creativa. No podría decir que sentía envidia, era lo que merecía y nadie lo sabía mejor que ella quien vio sus primeros trabajos e incluso sirvió de modelo, en ese entonces. La realidad es que se sentía triste por no ser parte de ello y era algo que no podría recuperar ni reclamar después de dejarla sola. “Sigues teniendo buen gusto, es muy bonito todo” comentó observando cada detalle de la decoración, uno de sus gustos personales que compartían. Antes de siquiera poder sentarse o decir algo más, escuchó unos pasos bastante sonoros que venían desde las escaleras, su sonrisa desapareció casi de forma inmediata al ver a una chica delgada, muy delgada caminar hacia ellas en condiciones parecidas a las de su amiga, es decir, semi desnuda. Incluso ella pudo sacar conclusiones de la escena que parecía de una mala película porno de lesbianas, “Y ella sería…” pronunció en tono de pregunta un tanto grosero, esperando cualquier respuesta menos la que retumbaba dentro de su cabeza al instante.

         Volver a verla luego de tanto tiempo definitivamente estaba comenzando a causar estragos en su interior. Y lo que más le molestaba era la forma en la que su corazón latía desbocado por el simple hecho de tenerla cerca. Creía que cualquier cosa que sintiera por su ex mejor amiga había quedado enterrado en el pasado junto con su amistad pero al parecer no la había superado. Al menos no del todo. Volteó y le sonrió en respuesta por el halago a su casa la cual había conseguido con sudor y lágrimas, y mientras la guiaba hasta la cocina escuchó los pasos de un tercero. Se detuvo al oír la pregunta y dirigió su mirada hacia su acompañante, quien fue directo hacia ella y no tardó en besarla sin importarle quién estuviera enfrente. Sin embargo, Astrid estuvo lejos de sentirse bien con ello. La alejó antes de lo normal, aunque mantuvo su brazo rodeando la cintura ajena, y regresó su vista hacia Areum con una fingida expresión de disculpa. “Lo siento, es una de mis modelos” se acercó a su oído y le pidió que la esperara arriba, y besó su hombro desnudo antes de dejarla ir. “Ven, vamos a la cocina. Podemos tomar un café o algo” propuso esperándola, a sabiendas de que cabía la posibilidad de que quisiera largarse de allí o que al menos se sintiera levemente incómoda y no aceptara su invitación. 

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            La situación no podía resultar más graciosa que eso, definitivamente. Ya conocía ese tipo de rechazo, Chaelin siempre tenía una intención más grande que la de herirlo con sus palabras, al contrario, todo era por su bien pero entendía que en el fondo ella quería que él regresara, puede que lo estuviera esperando todo ese tiempo. No le sorprendió para nada la curiosidad de Dohyun, el niño había estado expuesto a sus indirectas por un buen rato ya, si lo pensaba mejor quizás debía dejar de ser tan pesado y tratar la situación con más tacto para asegurar que Chaelin no los alejaría. Siguió caminando sereno y le dio esa mirada a su ex de sé lo que haces sin decir nada más hasta que pudo divisar la casa de la que tantas veces lo echaron a patadas, “Sé bien lo que quiero y está justo aquí” se limitó a responder y regresó su mirada hacia adelante vigilando al niño frente a ambos, quien aceleró el paso en cuanto vio a su abuela en la entrada. Nunca creyó vivir para presenciar a esa mujer como una abuela, mucho menos de un niño que lucía igual a él, esa sí que era una imagen que no podría olvidar, “¿Crees que pueda golpearme o los años ya no la dejan hacer eso?” preguntó regresando a su humor natural.

           Chaelin había aprendido en el tiempo en que lo conocía a no prestarle atención a todo lo que decía y en ese instante si no lo aplicaba, probablemente terminaría con una ilusión que acabaría hecha pedazos en cuanto su ex regresara por donde vino. Sonrió al ver a su madre abrazar al pequeño y suspiró, mirando a su acompañante con las cejas elevadas antes de hablar: “¿Por qué no lo compruebas por ti mismo?” se adelantó y saludó a su madre —que parecía haber visto un fantasma al divisar el rostro casi intacto de Daehyun— con un corto abrazo a pesar de que la había visto minutos antes y le dirigió una mirada de soslayo. “Apareció en la escuela de Dohyun y sabes cómo es... espero hayas hecho comida de más” murmuró con rapidez y siguió su camino sabiendo que Daehyun sería interceptado por su madre. Los dejó unos segundos, esperando —y a la vez no— que tal vez la mujer pudiera espantarlo pero dudando por lo extremadamente cabeza dura que era su ex. “Cariño, ve a quitarte el uniforme de la escuela y baja a almorzar” ordenó con voz suave a su hijo y se quedó en la sala, esperando con nerviosismo sin saber si su madre dejaría entrar a Daehyun o no. 

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            Estuvo a punto de ahogarse por un momento al escuchar ese tono extrañamente sugerente y se preguntó si estaba viendo cosas donde no las habían, vaya que podía pensar en un par de cosas gracias a su activa imaginación y los comentarios no muy decentes de las maestras más jóvenes quienes se encargaron de hacerle saber que había una especie de fantasía alrededor de el maestro. “Probablemente” respondió con una sonrisa, no había escuchado a nadie hablar de los niños como si todos fueran pequeños genios, la mayoría de los maestros solo podían pensar en controlar y mantener el aula en orden para meter ideas en las mentes impresionables de los niños de manera efectiva. “Dudo que a los padres les guste mantener debates con sus niños de ocho años y, peor aún, perder” él mismo podía ponerse de ese lado, lidiar con niños no era fácil y la mayoría de los padres quieren implementar sus ideas lo que hace la enseñanza contradictoria si piensan que la tierra es plana o algo así, él mismo tenía una sobrina muy curiosa. “Y si hablamos de libertad de expresión, creo que ambos podemos confirmar que no hay mucho de eso en la universidad tampoco. Quizá deberías considerar dar clases en la facultad y cambiar las cosas” propuso como una broma, casi podía ver a todos babeando por estar en su clase aunque los reprobara, demasiadas hormonas juntas, quizás por eso estaba con los niños.

           El hecho de que el contrario no mostrara un rechazo notable a sus previas palabras y la sonrisa que mantenía en su rostro le decían que no le incomodaba su actitud. ¿Eso automáticamente significaba que estuviera disponible? Claro que no. Todavía tenían un largo camino por recorrer antes de que Minkyu pudiera asegurar con certeza que no sería rechazado en caso de hacer algún movimiento arriesgado, así que decidió mantenerse en el velo de la duda y seguir tiñendo sus palabras con subjetividades viendo si en algún caso picaba el anzuelo y se delataba. “Dejar de enseñar a niños para enseñar a adultos jóvenes sólo sería retrasarme. Yo estoy trabajando con las semillas, el día de mañana cuando crezcan se verán los resultados de mi labor. Además ya tengo suficiente con las profesoras de aquí, no necesito tener jovencitas que de paso sean mis alumnas persiguiéndome por los pasillos... no me interesan” esperaba que supiera a qué se refería con sus últimas palabras pero algo le decía que así sería. Miró la pila de exámenes que quedaban por corregir y dudó unos segundos antes de tomarlos todos y meterlos dentro de su bolso. Se puso de pie y bajó la mirada hacia el menor, ladeando la cabeza antes de preguntar: “¿Tienes hambre? Hay una cafetería a unas calles, podemos seguir trabajando allá” no tenían clases de nuevo hasta dentro de dos horas por lo que podían darse el lujo de ir a comer algo y así poder ver al contrario desenvolverse en otro lugar aparte de la escuela. 

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         “¡Astrid!” exclamó apenas vio ese rostro tan querido y en el cual no podía dejar de pensar en los últimos días, se lanzó a abrazarla sin fijarse en la escena completa justo como solía hacer cuando iban juntas a la escuela, lo que ahondó en su sentimiento de nostalgia. Sabía muy bien que la contraria no reaccionaría de manera demasiado efusiva, por lo que se separó al cabo de unos segundos solo para darse cuenta de la apariencia de su amiga, sobresaltándose un tanto ante esa imagen “Oh… ¿Vine en un mal momento?” cuestionó, aunque la respuesta era más que obvia, en ese punto se dio cuenta de que definitivamente debió llamar antes de aparecer de la nada. Pero obtusa como solo ella podía serlo, no esperó una respuesta para sacar su tarjeta de invitación hecha a mano “Vine a traerte esto… Es una invitación a mi boda, no podía solo no invitarte así que conseguí tu dirección y decidí traerla personalmente” explicó tendiéndole el pequeño sobre dorado que tenía su nombre hecho en tinta por ella misma. “Te extrañé” confesó con una ligera sonrisa. Para muchas personas sería complicado admitir algo así después de tantos años, pero Areum era más que transparente, casi completamente inocente y ese tipo de cosas solo salían de su boca como si nada.

            No le sorprendía que fuera la misma de siempre. Demasiado cariñosa y fanática de los abrazos, ni hablar si eran abrazos de reencuentro. A diferencia de ella, Astrid se mantuvo de pie sin siquiera mover un dedo y esperó a que la soltara, siendo aquello una muestra de cariño en sí. No se dejaba abrazar por nadie, su espacio personal era casi impenetrable y el hecho de que no empujara a quien se le acercaba más de lo esperado era más que suficiente para dejar en claro que aquella persona no era un cualquiera. “Para nada, diría que fue un muy buen momento, la verdad” respondió con sarcasmo y doble sentido, mirándola sin pudor alguno ni vergüenza. Era descarada y el hecho de que la contraria fuera una persona que en su pasado la lastimó, sólo potenciaba aquel rasgo de su personalidad. Sin embargo, cualquier atisbo de diversión o bromista fue enterrado en cuanto oyó la palabra boda. “¿Tu qué?” miró el sobre que le ofrecía y lo tomó con firmeza, aunque por dentro estaba temblando. Ni siquiera lo abrió, no estaba lista para saber quién ocuparía el lugar que ella tanto había anhelado en una época e hizo un ademán hacia el interior de su casa tragando con fuerza. “¿Por qué no pasas un rato? Podemos tomar algo y ponernos al día” más que eso le interesaba que su antigua amiga se encontrara con quien aún descansaba en su cama, como si quisiera herirla de alguna forma probablemente porque era lo que su visita había conseguido. Lastimarla una vez más.