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Pensando en geografías
Joyce escribió el Ulises en Trieste, ciudad costera del Adriático NE, capital del Friuli Venecia, frente a la desembocadura del Po. Ese lugar es nada más y nada menos que el Argos.
Muy cerca está Lošinj. Esa isla croata —que según Google Maps es una Isla arbolada con playas de piedra, coloridas aldeas venecianas de pescadores y rutas de ciclismo y caminata— es la mítica Circe. Nombre de la isla sepulcral y de la hechicera que la habitaba, la divina entre las diosas.
«Y llegamos a la isla de Eea, donde habita Circe, la de lindas trenzas, la terrible diosa dotada de voz, hermana carnal del sagaz Eetes: ambos habían nacido de Helios, el que lleva la luz a los mortales, y de Perses, la hija de Océano» Homero. Odisea Canto X
Alrededor de la medianoche de ese único día, Stephen y Lynch toman el tren hacia la zona roja: Nighttown. Bloom los sigue. Van al burdel de Bella Cohen. Rompen una lámpara. Discuten con dos soldados ingleses, se agarran a trompadas. Estas son las peripecias narradas del capítulo XV, el capítulo en el que todo cobra vida y a la vez se evanece en la irrealidad.
Psicodrama cómico, delirio, exageración.
Cuidado, ahí vienen las lámparas parlantes y te dicen cuánto te sale el boleto del tren que en realidad es un dragón con plumas del que emerge el misionero judicial de la Sociedad de Protectora de Sacerdotes Reformados. Cuidado, mejor ni entres al capítulo más áspero y alucinado, mejor guardate cuando nadie duerme, la medianoche de ese único día, la hora de la bruja, la hora de Circe.
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Levanto la mano
y en mi mano el tomo dos del Ulises edición Edhasa —podría ser el uno, es indistinto— , levanto, entonces mi mano y sacudo con cierto esfuerzo porque el mamotreto pesa un kilo cuatrocientos según la balanza de la cocina que uso para hacer budines de manzana. Sacudo y reclamo, sacudoreclamo, el lugar —como dijo Martín Kohan en el discurso inaugural de la última Feria del Libro de Buenos Aires— de lectoracritica y con voz afónica y con los ojos húmedos por la fatiga, porque cada palabra, cada no palabra, cada onomatopeya, ronroneo, lista, catálogo, murmuración, sentencia, cada inventario de ideas, cada repertorio de reflexiones, cada susurro, retahíla, bisbiseo, cada enumeración, cada razonamiento, cada irrealidad, relación, espejismo, fantasía, ilusión, letanía, ronroneo, cada registro de cavilaciones, de ideas, de planes, de alucinaciones, cada cuchicheo, cada signo, cada espacio, cada cosa, todo, del Ulises fue leído y pronunciado en el orden natural es decir desde el principio hasta el sí, quiero sí, final. La culpa no es del perro sino de quien le da de comer, pues entonces la culpa no es de Joyce sino de los lameculos de sus amigos y del aquel editor de Random House que promocionó esa primera edición como a la Coca-Cola y seamos sinceros, no refresca mejor, en fin: dos toxicidades que tendrán sus momentos diáfanos pero a la larga y en perspectiva: dos toxicidades innecesarias.
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Sobre Mulligan
El gordo Buck vivía en una torre
que yo imaginé medieval e impenetrable
en mis sueños, el falso sacerdote salía a un balcon altísimo
en bata amarilla abierta se le veía la panza los pelos del pecho
con la superioridad de un dios sin alma
batía la crema y la esparcía en su barba
a punto de afeitarse
ese Papá Noel del orto
miraba el mar como desde un faro rodeado de nubes
y ahí gritaba: buen día hijos de puta, soy el gordo sindicalista Buck Mulligan
soy joven pero gordo y dejado y perdí la fe en la vida
capaz nunca la tuve capaz nunca quise a nadie
nací así
con el corazón ortiba
y digo frente al mar
buen día vida de mierda
otro día menos para que todo esto se acabe.

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El gordo Mulligan
Cómo olvidar ese primer párrafo del Ulises traducido por Marcelo Zabaloy. En escena, como si estuviéramos mirando una obra de teatro (me la imagino a lo Beckett), aparece un gordo en bata amarilla desaliñada, con un cuenco de espuma, un espejo y una navaja. Es de mañana, vive en una torre. El tipo está a punto de afeitarse, pero antes bendice a la tierra toda y sus montañas.
Papada oval, cara rechoncha, el gordo es Malachi “Buck” Mulligan, un chanta, un sabelotodo insoportable, un sacerdote cuidador de las artes de la Edad Media pero también un gordo creído. Treinta segundos de lectura y ya hay una alusión a Shakespeare.
Este señor remite al Sir John Falstaff, el personaje creado por el inglés y puesto a jugar en varias obras de su infinita autoría. Autor detrás del autor. Qué dios detrás de dios la trama empieza. Ni idea de cómo era la cita exacta, pero odio guglear.
“Caballero gordo, vanidoso y fanfarrón”, dice Wikipedia de Falstaff. El amor a Shakespeare vivirá con potencia en cada hoja de esta primera parte. Un cruce en que se desarman los nombres y remiten al pasado, a otros héroes que comienzan a viajar igual que los que leemos.
El falso sacerdote bendice irónicamente al día:
Introibo ad altare Dei
Voy a entrar en el altar de Dios
Joyce es el Dédalus que aparece al toque, amigo de Mulligan que estudia medicina. Ambos viven en una torre. Esto remite al Joyce real, que también vivió en una torre con su amigo estudiante de medicina y poeta, Oliver St. John Gogarty.
La “Martello Tower” queda en Sandycove, Dublín, y se puede visitar aún hoy.

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El inicio
No recuerdo cuándo se nos ocurrió leer a Joyce. Antes del caos de la pandemia, un poco bastante antes, alguien de los tres (Luciana, Albo y Jesica), gritó en la oscuridad de un terremoto de días que se repetían sin sentido: ¿y si leemos el Ulises de Joyce? En automático, como la canción de María Becerra, dijimos que sí.
Algunos dirán que es un libro ilegible. Patrañas. Puras patrañas. Esa palabra la adquirí en la cuarentena, cuando me puse a ver videos de un gordo barbudo con pelo impecable, que se reía de una traducción de una película. Una comedia. Más que una traducción era la interpretación en la voz de una doblajista mexicana de una película cuyo nombre no recuerdo. Patrañas. Puras patrañas. Como en Joyce.
Joyce y el Ulises son la misma cosa. Indivisibles como el pan y la manteca. Conjurados eternos de una magnificencia inexplicable. Nuestas tres identidades, las de los que empezamos el viaje, también se confunden. Una vez que nombramos al Ulises, nuestros nombres dejaron de ser propios para disiparse en una amalgama de palabras y oraciones innombrables pero decibles, inestables que se evaden y se pierden en el universo.
Estoy flashando, pero es así. A veces soy Luciana, con el pelo hasta la mitad de la cintura, con un amor grande por las medialunas de manteca de La Ideal. Mastico mientras leo en voz alta, mientras Jesica y Albo escuchan un monólogo que no tiene mucho sentido. Nombres, nombres y más nombres. Joyce llena páginas de sinsentidos hermosos.
“Este libro es una mierda”, “Es una locura”, nos reímos a carcajadas, padecemos páginas en las que el autor se nos caga de risa en la cara. Jesica se saca los anteojos, agarra su ladrillo de hojas y lo tira contra la ventana que se rompe en millones de cristales incontables.
-Ven, esto es lo que me provoca Joyce. Es un hijo de puta, no se puede leer algo así- dice y los ojos se le ponen llorosos, la emoción le gana la partida, Joyce estaría feliz, saltando en una pata, pienso.

#joyce #ulises #jamesjoyce #literatura #novela
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Decidió volver a Trieste
Roma no le hacía bien. La noche anterior a la partida, con el último sueldo en la billetera, Joyce se emborrachó y se fue a bailar con dos carteros al monte Pincio, cerca de Villa Borghese. Los hombres terminaron robándole el dinero en medio de una golpiza.
Este episodio está narrado en Circe
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[1906] Aunque Joyce escribió poco en Roma, se habituó a levantarse temprano para irse a leer a un café hasta la hora de entrar en el banco. Leía con pasión toda clase de libros. Por esta época escribió, en sus cartas a Stanislaus, sus más aceradas críticas al parecer buscando su propio lugar en la literatura mundial.
Ellmann, Richard: James Joyce

https://www.artphotolimited.com. PHOTO LIMOT / BRIDGEMAN IMAGES
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ProtoUlises Había una protohistoria en la cabeza de Joyce, la de un supuesto judío de Dublin, cornudo, llamado Alfred Hunter. En 1906 iba a ser un cuento, se llamaría «Ulysses». Narraría con ironía a Hunter circunnavegando Dublin y, al final, ofreciendo un bote salvavidas a un náufrago parecido a Joyce.
En 1907 —dice su biógrafo— Joyce aclaraba pesaroso que el cuento «Ulysses» no había conseguido ir más allá de su título.
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«Toda vida son muchos días, día tras día. Caminamos a través de nosotros mismos, encontrando ladrones, fantasmas, gigantes, viejos, jóvenes, esposas, viudas, hermanos en el amor. Pero siempre encontrándonos a nosotros mismos»
Capítulo 9 En la Biblioteca Nacional, Stephen discute sobre Hamlet.
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«Después de Dios, Shakespeare es quien ha creado más»
Capítulo 9
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La cuarentena por la pandemia de COVID nos encontró en el capítulo 9. El libro nos habla —esto terminará. Gracias, Joyce
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Pegadas en el vidrio dos moscas zumbaban, pegadas.
Trad. Rolando Costa Picazo Tomo I pág. 443
Imitation bumblebee. In nature's workshop. 1901.
Internet Archive
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«Siguió caminando a la espera de que hablara el otro, arrastrando el bastón de fresno a su lado. Su férula lo seguía ligeramente por el sendero, haciendo un leve ruidito a sus talones. Mi familiar, tras de mí gritando Steeeeeeeeephen. Una vacilante línea a lo largo del sendero esta noche en la oscuridad. Él quiere la llave. Es mía. Yo pago el alquiler. Ahora como su pan con sal. También le daré la llave. Todo. Me la pedirá. Eso estaba en sus ojos»
El familiar es el demonio que acompaña a cada uno, cada una. Stephen camina por ese sendero y come el pan con sal de otro, como Dante en Paraíso.
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Naussica & jugo de pepino en Playa Varese
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