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Se había ido temprano de la fiesta. Jasper no había tenido mejor idea que consumir una cantidad considerable de chocolate y otro tipo de dulces que, siendo intolerante a la lactosa, no podía sin terminar con náuseas, entre otros síntomas. Todavía se sentía un poco mal, pero detestaba la idea de quedarse más tiempo encerrado en su habitación y, a pesar del frío, parecía ser un buen día para salir a caminar. No había pasado más de treinta minutos cuando se encontró con Vienna, a quien se acercó justo a tiempo para escuchar su declaración de odio hacia las fechas que acababan de pasar–. Ni me lo digas, cada vez que pienso en San Valentín es como pensar en chocolates –y aunque los amase con todo su corazón, no podía consumirlos… Que triste era la vida, ¿no? Sin siquiera preguntarle si estaba bien ocupar el lugar vacío a su lado, Jasper se sentó allí–. Bueno… ¿No estas hablando de mí? –preguntó divertido, y, decidido a bromear un poco, hizo un pequeño puchero.

Los pálidos rayos de sol que se podían distinguir aquella fría mañana por entre las nubes iluminaban su clara frente, dañando sus cristalinas orbes aunque estuviesen protegidas por sus cansados párpados, los oscuros círculos que sobresalían a su maquillaje delatando su asistencia a la fiesta y el pobre sueño que había conseguido debido al exceso de alcohol consumido. El café -sagrado elixir universitario- era lo único que la mantenía con vida en esos momentos, lo suficientemente erguida como para mantenerse sentada en uno de los bancos de los preciosos y silenciosos jardines, solitarios gracias a la capa de nieve que parecía ahuyentar a todo simpatizante de lo cálido y lo ruidoso. Sus abrigados dedos jugaron con uno de los cuatro largos vasos que había conseguido en la cafetería, sintiendo su calor por un instante antes de acercar la abertura a sus quebrados labios para que aquel calor energético recorriera su garganta. Vienna Goldenberg, a pesar de sus fervientes deseos, era un desastre. “Odio San Valentín,” murmuró con voz ronca y congestionada, sin percatarse que una silueta se le había acercado, “espero que todos sufran una muerte matutina.”

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Si seguía así, terminaría haciéndose el mejor amigo de la enfermera. La visitaba casi todos los días y, muy a su pesar, siempre era para llevarle algún nuevo enfermo o alguien que había sido golpeado gravemente por otro. En definitiva, pasaba tanto tiempo allí que comenzaba a ser parte de su rutina diaria. Iba en busca de la enfermera, alguien se había intoxicado con no sabía bien qué y, como de costumbre, lo enviaron a él en busca de la mujer, quizás porque sabría qué sucedía al ver a su nuevo mejor amigo... Pero cuando llegó a la enfermería se encontró con una escena de lo más extraña--. ¿Qué rayos estás haciendo? --preguntó, frunciendo su ceño. Las puertas cedieron y Jasper tomó por el hombro al muchacho, no le dejaría entrar sin permiso a la enfermería--. Wow, alto ahí.

Impaciente, búscalo en el diccionario, no tienen tiempo para perder ni regalar, no tienen deseos de reconciliación con nadie y mueren en las manos de sus impulsos, son fáciles presas para actos sin pensar, para golpearse siempre con una pared, aquí tenemos un ejemplo vivo de la especie, de los que prefieren expulsar la bilis por la boca antes de esperar.

     Tiene la mala suerte de llevar algo blanco, entonces las manchas rojas de sangre (un poco propia, un poco ajena) se contrastan todavía más, tiene la boca lastimada, cortes en el labio inferior, el tercer puñetazo fue suficiente para romperlo, ¿pero qué importa? Son pocas las veces que la usa con cuidado, son menos las veces donde no escupe veneno, le hicieron un favor al mundo, a él mismo, ahora tiene una mentira para argumentar sus silencios. Y sus manos, que no conocen de ternura ni suavidad, son la prueba de cómo no solo los volcanes podían hacer erupción, de que el hombre civilizado es un mito, pensar que todo empezó por un codazo accidental le da ganas de sonreír, de no ser porque siente astillado cada milímetro de la cara, lo haría. Pero está muy concentrado en abrir ese maldito candado con aquel martillo, hacerse dueño de algunas gasas y algo para el dolor. Quizá alguien escucha los golpes planos y fuertes que laten y hacen vibrar, que escarban el aire, que quiebran con la paz del pasillo y de la enfermería, pero nadie escucha (ni escuchará) cómo su mente empieza a lubricar las peores ideas. Sus oídos sienten una presencia, sus sentidos, pese a ser de una persona magullada, algo andrajosa e inestable funcionan. “Dijo que venía en unos minutos hace tres horas.” y él está harto de mirar la pared blanca. No le mira, no se da vuelta, en su lugar da un último golpe y las puertas ceden.

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Si bien su practica de Rugby había finalizado hacía más de una hora, Jasper nunca iba a las apuradas y si cumplir correctamente su rutina tras la practica requería tanto de su tiempo, pues que así fuese. Primero tenía que ayudar al entrenador con un par de cosas, algo que no solía formar parte de su rutina, luego iba a las duchas a darse un pequeño baño y así poder cambiarse sin la preocupación de que ensuciaría su ropa. Es por éso que estaba en el vestuario cuando los miembros del equipo de crossfit llegaron, comenzando con sus bromas infantiles--. Supongo tendrás que ir uno por uno --comentó, secando su blonda cabellera. 

Con un suspiro desbordante de exasperación, dio media vuelta para encarar a los presentes en el lugar luego de haberse percatado de la ausencia del bolso con ropa que había dejado sobre una de las bancas. Su rutina de crossfit había culminado hacía escasos diez minutos y había decidido tomar una rápido baño en las duchas del gimnasio, más nunca llegó a considerar que sería víctima una vez más de una jugarreta como aquella. La última había sido cortesía de sus compañeros de equipo. Ahora, no tenía ni idea. “Muy bien, ¿quién fue el graciosito, eh?” Exigió saber, dirigiéndose a nadie y a todos al mismo tiempo. La incomodidad no tardó en presentarse en su cuerpo tras ganarse la mirada de varias personas.

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-- Oye, ¿me estás escuchando? --el silencio de su acompañante le había dado a entender que éste se encontraba en un mundo completamente diferente al suyo, lo que confirmó cuando al voltearse se lo encontró en mitad del camino, mirando fijamente la pantalla de su teléfono. Iba a gritarle algo, pero entonces vio la brusca maniobra que una muchacha hacía con su bibcicleta y el accidente ue había sido causado por quien minutos antes estaba a su lado. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia la accidentada--. ¿Estás bien? --preguntó, ralentizando su trote una vez a su lado.

 Aquel día iba de mal en peor, comenzando por una alarma que no había sonado y seguido por la noticia de que su auto aún no se había podido reparar. Su cabeza intentaba idear algo mientras maldecía internamente el hecho de haber despertado con el pie izquierdo, más una mirada a su costado fue suficiente como para que a la portuguesa le naciera una idea. “Tiempos desesperados requieren medidas desesperadas” murmuró a sí misma mientras tomaba una bicicleta que se encontraba al costado de aquel taller de autos, vociferando una disculpa al dueño de aquel lugar. Sus pies pedaleaban rápido, casi con una desesperación que nacía de la obsesión de la morena por llegar temprano a todo lugar. Y en menos de lo esperado, los paisajes de la ciudad de Toronto cambiaron por los del campus que rodeaban su facultad, siendo aquel cierto alivio para Naeva. Más el efímero sentimiento de suerte se desvaneció en tanto fue obligada a realizar una brusca maniobra gracias a la figura que se había metido en su camino, un mal movimiento terminando con el cuerpo de la fémina en el suelo. Soltó un gruñido mientras rápidamente se levantaba, dándole más importancia al paradero de su transporte que a otra cosa. 

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Nuevamente, en el lugar y el momento equivocado. En cuanto dobló en la esquina, Jasper se encontró con una muchacha a punto de atacarle con lo que alguna vez había sido un tacón. Instintivamente, medio alzó sus brazos en el aire--. Tengo dos teorías... Y realmente espero que sea la primera --porque la segunda implicaba que se había ganado alguna enemiga y ésta quería deshacerse de él sin que nadie lo supiese, en otras palabras: tendría que correr por su vida y gritar como una fan desquiciada en el concierto de su ídolo. 

El sonido de sus zapatos chocando con el suelo llenaba el vacío que se presentaba ante sus ojos. El silencio se adueñaba de cada pasillo que transitaba. La fiesta de San Valentín parecía haber acabado con los estudiantes, quienes se escondían de las responsabilidades en sus habitaciones. Un paso más y sintió como su tobillo se doblaba, obligándola a apoyarse en la columna más cercana. Uno de sus tacones acababa de romperse por completo. Resopló, sintiendo una ola de enojo invadir su cuerpo. Eran los últimos zapatos de marca que quedaban en su closet, los únicos que no había tenido que vender. Con un movimiento en seco, arrancó el tacón roto y se volteó con su mano en alto, dispuesta a tirarlo lejos, queriendo descargar toda aquella rabia que acumulaba en su interior. Una persona frente a sí interrumpió su arrebato. “No es lo que parece.” Se apresuró a aclarar, suponiendo que daba la impresión de ser una persona desequilibrada, a punto de atacar a su víctima con un pedazo de zapato.

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La biblioteca no era un lugar que le agradase. Ya de por sí la idea de quedarse quieto le desagradaba, pero no se trataba únicamente de éso, no, también tenía que estar en completo silencio. Pero Jasper tenía un talento increíble para estar en el lugar y momento equivocado, pues mientras se encontraba buscando un libro entre las extensas estanterías de la biblioteca (que, como he dicho antes, era algo muy raro de ver), una muchacha que se encontraba a un par de metros perdió la conciencia. Con su ceño fruncido se acercó casi al trote y se arrodilló junto a ella, ayudándole, o mejor dicho haciendo todo el trabajo solo, a tumbarse en el suelo por completo. Su mirada recorrió el lugar desértico y se detuvo en una rubia, a quien le habló--. Disculpa, ¿tienes algún cuaderno con el que pueda abanicarle?  --preguntó, volviendo su atención a la muchacha y verificando que todos sus signos vitales estuviesen bien. Poco a poco, comenzó a recobrar la conciencia. 

El silencio reinaba en la biblioteca de la Universidad ( tal y como debía ser ) mientras unos pocos alumnos se concentraban en sus libros, casi metiendo las cabezas dentro de los mismos en un intento desesperado por incorporar conocimientos necesarios para sus clases y exámenes. De vez en cuando el eco de una página rasgaba el aire y bolígrafos haciendo garabatos se oían a la distancia. Un ronquido, un golpe y pasos abandonando la biblioteca distrajeron a Britta de su cuaderno de apuntes. Literatura francesa no tenía nada que ver con Pedagogía y entre párrafos se preguntaba si había sido una decisión inteligente regresar a la Universidad para cursar una nueva carrera. Pero antes de que pudiera encontrar respuesta alguna un estruendo la hizo brincar en su silla, volteando posteriormente para ver a una persona que yacía en el suelo junto con todos sus libros. Los labios de la francesa se separaron en un intento de formular la pregunta usual: ¿Estás bien? Sin embargo, su voz nunca hizo acto de presencia. Se limitó a acariciar la tela de sus guantes una y otra vez, recordándose internamente que le era imposible ayudar sin tener que tocar. 

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Lo único que esperaba era no tener que cargar, otra vez, con algún estudiante desconocido hasta quién sabe dónde, porque la última vez que lo había intentado su espalda le quedó doliendo por horas. No era el tipo de chicos que tomase, no más que un par de cervezas o una copa de vino, pues nunca se había considerado a sí mismo como un aficionado al alcohol u otras sustancias que pudiesen considerarse dañinas para su organismo. Por éso siempre era el encargado de conducir el coche cuando salía con sus amigos, un papel muy importante, si le preguntaban. Se paseaba con un bocadillo en mano, uno de los tantos que había logrado extraer de la máquina expendedora y guardado en los bolsillos de su saco justo antes de la cena--. No tengo idea, pero sea lo que sea se ve destructivo --y quizás la muchacha no debería estar tomando de esa copa, pero no iba a meterse en su vida o intentar comportarse como un adulto responsable, porque tan solo un par de días atrás se había pasado por los pasillos de la universidad disfrazado del mismísimo Cupido--. ¿Quieres? --preguntó, extendiéndole la barra de chocolate que estaba comiendo, incluso después de todo lo que había cenado.

Como solía suceder cuando su mente no tenía descanso se aferraba a sus viejos hábitos, los más destructivos, los de doble filo;  fumar era uno de ellos, tomar malas decisiones era otro de tantos. Tras varias vacilaciones decidió por fin ceder a la invitación del baile por motivos que ignoraba (o en realidad no los ignoraba, estaban al borde de ser reconocidos pero tan pronto rozaban su mente consiente ella los apartaba), calzarse sus tacones, deslizarse la tela de seda de aquel vestido oscuro que su hermana le obsequió alguna vez para una “ocasión especial” y con sus piernas insensibles se encaminó hasta el gimnasio. Tarde, por supuesto, llegó tarde, tanta tarde como para haberse perdido la cena pero lo suficiente temprano para ser testigo de estudiantes ebrios y bailes bochornosos, entonces por primera vez en el día su estomago dio señales de vida junto con un antojo nuevo en sí: comer algo y beber un trago. Hizo caso omiso a lo primero, por un instinto auto-destructivo suyo y se centró en lo segundo porque era lo único que creía bueno y que el estúpido mensaje de texto del estúpido ese no podía arruinar, con pasos pesados se dirigió hasta la barra cercana y pidió, textualmente, lo más fuerte que tuviesen. La espera era larga, tan larga que por un segundo tuvo la sensación de echar raíces, no obstante el vaso fue concedido y el primer trago consumido, mas su semblante no tardó en manifestar el ardor de su garganta y una tos no demoró en abrirse paso por la misma. Consecuencias de la primeras veces, eso seguro. “Wow.” Musitó intentando adivinar qué rayos tenía adentró esa bebida y anulando la voz en su cabeza que le decía que terminaría peor de lo previsto, sus medicamentos causarían otros efectos como consecuencia de dicha mezcla pero decidió que no le importaba dado que una vez no la mataría (su habitó de las malas decisiones hablando). “¿Tienes idea de lo que tiene esto?” Indagó a la persona a su lado tras un segundo, quizá sus vagos conocimientos podrían ser iluminados por un ser bondadoso o simplemente sería ignorada. Guiada por sus pensamientos pesimistas, se inclinó a la segunda opción con aborrecimiento.

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-- Ahora que lo mencionas, tengo tanto frío como esquimal en bañador --y de verdad que se estaba helando, principalmente porque estaban en invierno, la temperatura no superaba los diez grados centígrados, no usualmente, y él estaba utilizando un puñetero pañal, un par de alas, un arco y flecha y ahí terminaba su lista--. ¿Cómo no lo había notado antes? ¡Va fabulosa con tus ojos! --y sin poder evitarlo, se rió de la ridícula situación que estaba viviendo. 

FLASHBACK.

Tyler había visto varias cosas inusuales en su tiempo en la universidad, desde escenas comprometedoras hasta peleas ligadas al consumo excesivo de alcohol. Tales situaciones se incrementaban cuando había alguna festividad cerca, Ty recordaba haber visto a un Santa Claus hace un par de años regalar confites a los estudiantes estilo “Mean Girls” y fue entonces cuando había creído haberlo visto todo. Ahora, caminaba fuera de clase después de dos horas con el profesor cabrón que tan mal le caía y Tyler sólo deseaba volver a su habitación y tomar una siesta. Pero claro, fue detenido por el mismísimo cupido (pañal incluido y flecha) para darle una flor.  Tyler se echó a reír sintiendo la mirada de otros estudiantes en su interacción. - ¿Qué en la tierra estás haciendo? - le preguntó, ojeando el disfraz. - ¿No te estás helando? - Se acomodó el pelo y señaló las piernas desnudas del chico, sosteniendo la flor. - Nah, está linda y creo que combina con mis ojos, ¿no lo crees? -

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bia-donati:

FLASHBACK.

Con carpetas abrazadas a sus brazos y montón de papeleo por tramitar transitaba de pasillo en pasillo. Agradeció la carente cantidad de alumnos que vagaban a esa hora, sin embargo, su recorrido se vio interrumpido por una figura masculina, desconocida hasta entonces. Se mostró claramente divertida por aquel comentario, mas sin tomar entre sus dedos la flor que le era ofrecida —. No sabía que me habían salido petalos y tallo. Creo que te equivocas de amante, pero doblando el pasillo hay una maceta bastante atractiva — sugirió usando uno de sus dígitos para indicar el recorrido —. Apuesto que caerá más que rendida y no, gracias, prefiero verlas en el jardín que en un florero. 

Entrecerró sus ojos y observó a la rubia de arriba a abajo, como si le estuviese analizando. Cruzó sus brazos sobre su pecho, aún con la flor, que no había sido aceptada por la muchacha, en su mano derecha--. Estaba bastante seguro que no me había equivocado, pero lo intentaré con esa preciosa maceta que dices --bromeó, dejando que en su rostro apareciese una sonrisa divertida. Su mirada bajó hasta la flor que llevaba en su mano y un encogimiento de hombros se adelantó a sus palabras--. Si te ayuda, estaba antes en el jardín... Aunque ahora que lo pienso, quizás deba, no sé, salir corriendo. 

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Debía ser completamente sincero consigo mismo: si no hubiese querido vestirse de Cupido y bromear con otros estudiantes de la universidad, ni por una apuesta aquel pañal sería parte de su atuendo... Pero era Jasper y no era una persona precisamente seria, al menos no por completo--. Éso y una invitación a tomar el té, café, chocolate caliente, lo que sea que tomes, no puedo permitir que estés sola en el día de San Valentín, soy Cupido --bromeó, mordiendo, nuevamente, el interior de sus mejillas para que una gran carcajada no se le escapase. 

FLASHBACK.

La neoyorquina caminaba por el pasillo tras haber terminado otro día de clases completamente exitoso, cuando vio a un chico disfrazado de cupido. Frunció el ceño extrañada, pero supuso que se trataba de 1)una apuesta o 2)una sorpresa para la chica de alguien. Por eso fue todavía más raro cuando el se detuvo ante ella y le regaló una de las flores “Vaya, gracias” Eleanor no era exactamente el tipo de chica que se entusiasmaba por el día de San Valentín, pero no iba a negar que una pequeña atención como aquella era bastante encantadora, y por supuesto, muy bien recibida “No importa si es broma, probablemente esto es lo único que reciba este año” Comentó  bromeando de manera sutil. A decir verdad no esperaba nada para ese año al igual que para los años anteriores. Aquel sería lo más seguro, otro San Valentín con sus amigas solteras o, en otro particular escenario, ella sola evitando completamente el tema o como máximo viendo una comedia romántica “¿Es esto una apuesta o algo?”

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-- Bueno, si consideramos que son hombres y demostrar nuestra hombría de forma primitiva es una de nuestras actividades favoritas, no, no tiene importancia --no se consideraba como alguien que necesitase demostrar su hombría con métodos tan estúpidos, siquiera que necesitase demostrarla de alguna forma--. Sí, ve tú, yo mejor me quedo aquí... cuidando a que éste no se vaya --bromeó, ocultando la sonrisa de su rostro. Estaba más que claro que el muchacho no se movería de ése sofá porque, bueno, estaba inconsciente y resultaba algo imposible sin ayuda de alguien más--. Mi labio está bien, señorita Mile, ahora vaya por la enfermera antes de que tengamos que enterrar un cuerpo.

FLASHBACK.

“¿Nada importante? Jasper, eso suena a algo sumamente importante.” Recordó su nombre con rapidez y en realidad esperaba que ese fuese o de lo contrario, sería una vergüenza de proporciones colosales. “¿Quieres que vaya a buscarla, entonces? Pero, ¿está tu labio bien?” Bajó su mirada hacia las carnosidades del hombre, frunciendo levemente el ceño. “Supongo que la enfermera tendrá que ver a dos pacientes y no uno.”

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San Valentín, si bien no era su época favorita del año, dicho título se lo ganaba su cumpleaños, no le desagradaba y hasta le entretenía. Quizás por éso, o porque había perdido una apuesta con uno de sus compañeros de clase, se encontraba caminando por los pasillos disfrazado como el mismísimo Cupido, ¡con arco y flecha incluido! Se podía decir que Jasper carecía de vergüenza porque, efectivamente, así era. Con toda confianza se acercó a uno de los estudiantes que caminaba tranquilamente por el pasillo, bloqueando su camino con su propio cuerpo--. Una flor para otra flor --exclamó, extendiéndole una flor que había cortado del jardín para cumplir con la apuesta. Mordió el interior de sus mejillas para no echarse a reír, debía mantenerse serio lo más que pudiese--. Es broma, pero si quieres puedes quedarte con la flor --dijo, ya sin poder resistir la risa. 

[jlrssn]

-- Entonces usamos el Plan B, sabía que ser abogado me ayudaría en algún momento de mi vida --si bien sí había finalizado la carrera de derecho y estaba bien llamarse a sí mismo abogado, no era algo que le entusiasmase, por ésa misma razón había decidido comenzar sus estudios en otra área--. Lo suficiente como para preocuparme, pero ésta no es más que una parada hasta la enfermería --explicó. Si bien tenía fuerza, la suficiente como para cargar el cuerpo regordete del inconsciente, no era capaz de llevarlo hasta la enfermería de una sola vez.

“Bah, no le veo mucha diversión a pasarse la vida escapando,” comentó, y aunque se encargó de teñir sus palabras con un claro toque de diversión, se trataba de algo que verdaderamente pensaba. Jeremy había pasado los últimos años prófugo de su pasado, de sus malas decisiones, y le había costado mucho aprender a vivir de aquella manera. “Ya veo… ¿Y qué piensas hacer con él? ¿Dejarlo aquí?” Le echó otro vistazo al chico, con las cejas arrugadas. “¿Cuánto tiempo ha estado inconsciente?”

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rmilefonseca:

Su habitación parecía haber sido invadida por terceros, y la biblioteca —irónicamente hablando— tampoco parecía ser un lugar que propiciara su estudio pues se veía constantemente llena de gente. Por lo mismo, y teniendo en cuenta la desesperación de tener todos sus apuntes en orden, había encontrado un perfecto lugar en un sillón de un pasillo, mas la siguiente escena que vieron sus ojos era una que no pudo adelantarse ni en mil años. “¿Qué… Qué pasó?” Preguntó de inmediato, dejando sus cuadernos a un lado mientras su mirada se posaba en ambos muchachos. “Tu labio está sangrando, ¿está todo bien? Creo que la enfermera aún está atendiendo, para que vayan ambos.”

-- Oh, nada importante, sólo una pelea entre dos alumnos --explicó con tranquilidad, limpiándose con el dorso de la mano la sangre que todavía corría por su labio inferior--. Intenté separarlos y, ¿sabes? No se parece en nada a lo de las películas --bromeó de su propia situación, después de todo le causaba verdadera gracia el haber sido golpeado por otro alumno mientras intentaba detener la pelea--. Sería más fácil que ella viniese hasta aquí, ya lo cargué por mucho, demasiado, tiempo. 

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-- Ésos hombres de cuarenta años no son yo, a quien le encanta la comida calórica y las maratones de películas que pasan por la televisión --aunque también adoraba los deportes, sumado a que rara vez podía quedarse quieto por más de unos minutos. Afirmó al muchacho sobre su hombro y siguió a la morena, esperando que realmente le guiase y no lo condujese directo a una puerta de cristal que, probablemente, le dejaría una dolorosa marca en el rostro al día siguiente--. Siempre me pareció curioso lo manipuladoras que pueden llegar a ser  las mujeres, cualquier cosa que piden siempre terminamos haciéndola --recordaba a su madre convenciendo a su padre de hacer cosas que él detestaba, tales como afeitarse o visitar a la abuela materna de Jasper. 

“Venga, que he visto a hombres de cuarenta años levantando más de cien libras en el gimnasio,” argumentó, mirándole entretenida por el afán que mostraba en quejarse respecto a su escasez de fuerza, con una socarrona sonrisa apropiada de sus rojos labios. “La edad no tiene nada que ver con tu condición física. Si te mantuvieras activo, otra historia sería…” Insistió, antes de que la sonrisa en su rostro se ampliara, dejando a la vista una hilera de blancos dientes, satisfecha al haber persuadido al rubio de hacer lo que le pedía. “Perfecto. Entonces andando, fortachón.” Se acercó para darle un suave golpe a su bícep con su diestra empuñada; acto seguido, caminó hacia la puerta y la mantuvo abierta para que él saliera primero. “Yo te guiaré,” añadió con cierto aire bribón, casi burlándose por ser él quien cargaría al muchacho mientras ella tan sólo caminaría a su lado.

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-- No pasas mucho tiempo con chicos de primero, ¿verdad? --preguntó, divertido. En todos sus años de estudiante, que eran ya muchos, había visto tantas peleas comenzadas por quienes estaban en su primer año de Universidad como malas comidas elaboradas por las cocineras de la cafetería, aunque, para él, lo segundo no era tan frecuente--. Es gracioso que te preocupes por un golpe tan insignificante teniendo a un muchacho inconsciente a tu lado --comentó, dejando que la muchacha limpiase la zona afectada de su labio--, pero creo que puedo acompañarte sin que se muera --claro que no se iba a morir, sólo estaba bromeando un poco.

Suspiró profundamente, sintiéndose quizá algo cohibida ante la idea de estar rodeada por personas que continuaban solucionando sus problemas con fuerza física. “Repito, no acostumbro a ver este tipo de cosas, y preferiría continuar así” fue entonces cuando volvió a la atención de su labio sangrando. “¿Me permites?” Preguntó, antes de tomar un pañuelo de bolso y pasarlo por la zona manchada de sangre reseca, con cuidado de no hacerle daño, muy suave y delicada. “¿Por qué no me acompañas a la cocina y te pongo algo de hielo?”

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-- Deshacerme de la evidencia --bromeó, guiñándole un ojo al muchacho. ¿Se tomaba todo, o casi todo, en broma? Probablemente, sí. Dándose cuenta que el cuerpo estaba en una posición incómoda, prosiguió a acomodarlo a una más confortable, o al menos éso fue lo que intentó--. Yo diría que con el mismísimo Hulk, pero no fue más que un estudiante de primero con una muy buena derecha --una vez terminado su trabajo, acomodó ambas manos en su cintura y se dedicó a observar al inconsciente, preguntándose a su vez en qué lío se había metido.

“¿Cargar cuerpos o dejar desmayados a los chicos?” Indagó a modo de broma, inyectando su habla de graciosa sorna. No obstante su atención fue al cuerpo tendido sobre el sofá en cuanto la explicación salió, un deje de inquietud surgió por ahí que pronto fue apagado; seguro sería atendido de forma urgente. “Vaya, realmente lo noqueó.  ¿Con quién se metió? ¿Rocky?”Cuestionó ameno, ahora lamentándose haberse perdido tal acontecimiento, una buena pelea gratis no se veía todos los días.