kirathedeadwriter

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CAPÍTULO 1

Me encanta ver el amanecer, todo está tranquilo, el silencio inunda los pasillos, una tenue luz se asoma por las ventanas, avisando de un nuevo día, un nuevo nacimiento. Es relajante notar los rayos de sol en la cara, despertándote, como una caricia o un susurro que te invita a salir de la cama.

Aún no recuerdo en que día estamos ni el año en el que vivimos, supongo que es una de las consecuencias de dormirte en la oficina después de una larga jornada como vigilante nocturno. Ya hace varias semanas que pedí un cambio de horario, pero siempre son largas. Primero el presupuesto, luego el personal y finalmente la excusa de los animatrónicos. Al principio pensaba que buscaban guardias nocturnos para vigilar el local y evitar cualquier tipo de robo a estos robots, por lo que me dieron a entender tiene un valor tan alto que ni con 3 trabajos podría pagar ni el cupcake del pollo. Pero cuando comencé a hacer los turnos nocturnos entendí que en verdad no busca alguien que vigile el local para protegerlos, sino que buscan a alguien que los vigile. Sí, a ellos.

Es extraño ser guardia de seguridad por las noches en esta pizzeria, te sientes vigilada constantemente y no hay noche en el que un animatronico se encienda por "error", sabes que no eres tu el que los vigila a ellos, sino son ellos los que te vigilan a ti. Tal vez seré considerada como una loca, una friki o que voy puesta de todo tipo de sustancia, pero estoy segura que hay algo en ellos que está vivo. Sí, vivo seria la palabra. No se encienden como cualquier dispositivo convencional. Comienzan a chirriar y sus tuercas chillan, como si hubieran ratas atascadas en sus engranajes, pidiendo auxilio, como si hubiera alguien que las pudiera sacar de ahí.

Ojalá tuvieran ratas esos animatrónicos, darían explicación a ese hedor que sueltan y esas manchas que tienen en los trajes. Creo que de vez en cuando una limpieza a fondo no les vendría mal, pero como tampoco es mi trabajo, así que para prevenir cualquier accidente no los tocaré, no vaya a ser que encima me hagan pagar con la miseria que cobro. Lo único que me reconforta de este lugar es la alarma, que ya está sonando y marcando las 6 de la mañana.

Es la primera vez que no me siento observada, como si no hubieran ratas en este local.

Nada más salir de la oficina veo al fondo del pasillo unos ojos azules que me miran fijamente entre la oscuridad. "Será una alucinación" pensé al principio, pero al ver como las luces del amanecer enfocaban a ese animatrónico me horroricé. ¿Cómo ha llegado hasta ahí? ¿Cómo no he podido escucharlo?

Un sudor frío recorrió mi frente, y sin pensarlo dos veces, salí corriendo hacia la entrada de la pizzeria como si mi vida peligrase. Me sentía diminuta, frágil, débil, como una presa, como un conejo que huye de un depredador, de un lobo hambriento con sed de sangre.

En cuanto llegué a la puerta escuché una risa terrorífica a lo lejos, era profunda, grave, como si estuviera ralentizada. Se iba acercando a mí, lo estaba sintiendo, y yo solo pensaba en salir de ahí, no dejaba de sudar y no encontraba las llaves de la puerta principal. El estrés era cada vez mayor, y el sudor se juntó con lagrimas de desesperación. Cada vez más cerca, esa risa era cada vez más fuerte, y más profunda. No quiero darme la vuelta, no quiero darme la vuelta.

Sentí como una mano se posaba en mi hombro y grité como si fuera lo último que hiciera en la vida, como una rata que había sido aplastada por los oxidados engranajes de un robot.

- ¿Annie?

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