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Por qué nunca fue suficiente nuestro amor?

Por que nunca fui suficiente?

Por que mi partida si fue suficiente?

No entiendo porque tuve que irme para que hicieras lo que siempre te pedí

No comprendo porque solo actúas cuando alguien te lastima

Por qué nunca me dejaste crecer como yo deseaba estando a tu lado?

Por qué sentías la necesidad de tenerme atada a ti?

Por qué tuve que irme para poder cumplir mis sueños?

No logro definir lo que sentía por ti

Me duele aceptar que no era amor, dicen que ir el amor no debe doler

El amor no debe dar miedo

Por qué era tan facil para ti lastimarme? Acaso no lo veías?

Por que era tan difícil irme? Acaso yo no lo veía?

Por qué si dolía tanto los dos decidíamos ignorarlo?

Tal vez si te hubiese dicho lo mucho que me lastimabas

Quizá si no hubiese ocultado el dolor

De cualquier forma nada hubiese cambiado

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Tu, mi ojalá más grande

Los ojos siempre le pertenecen a la persona que los hace brillar y desde hace no mucho tiempo mis ojos le pertenecen a él. 

Porque me mira y me muero, pero más me muero si no me mira. Pero brillan siempre que lo veo y relucen cada vez que se acuerda de un detalle o me escribe de forma inesperada.

Desde hace no mucho tiempo no existe ojalá más grande que él. 

Mis relojes sueñan con poder alentar el tiempo que comparto con él, otras veces anhelan con poder adelantar el tiempo que no estamos juntos.

A veces, así sin más, tengo antojo de su risa y la forma en que alarga las vocales de mi nombre. Quiero volver a escuchar un sin fin de memorias y concentrarme en sus labios. Tengo ganas de tantas rebanadas de cotidianidad con él. De sentarnos otra vez, sin miedo a que pasen muchas horas, a escuchar los gustos culposos del otro y platicarnos de todo y de nada.

Estaría bien saber porque no se rasura y porque me quiere ver primero a mi antes que a todos. Excelente sería saber que no se quedará en el ojalá más grande, pero más excelente aún, sería que la rebanada de cotidianidad que nos tocó compartir no acabara nunca.

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Eligiéndome a mí

Recuerdo mirarme al espejo y no reconocer lo que veía, recuerdo el sentimiento de desconocerme y de no tener idea de cómo había llegado ahí, cómo había permitido tantas cosas, cómo había dejado que pasara tanto tiempo.

Recuerdo escuchar nuestras peleas y pensar ¿por qué sigo aquí? Y no tener una respuesta, recuerdo a mis amigas preguntándome ¿eres feliz? Y no saber que responder.

Entre tantas preguntas sin respuesta, noches llenas de insomnio, lagrimas escondidas bajo la regadera, encontré la respuesta a todas mis preguntas, me tenía que ir. Yo sabía que entre más me quedaba y más te elegia menos me quería a mí y siempre me quedaba en segundo lugar.

Recuerdo el momento y el día en el que decidí que tenía que dejarlo todo y que tenía que elegirme a mí.

Es fácil decirlo y escribirlo pero estoy segura de que es lo más difícil que he tenido que hacer en mi vida, cómo podía elegirme si ni siquiera sabía quien era, cómo me iba si no sabía a donde ir, cómo me alejaba de ti si eras lo único que conocía, cómo me iba de la persona que durante años fue mi hogar. No tenía respuesta para estas preguntas pero lo que sí sabía es que el solo pensar en irme me llenaba de paz.

Y así fue como tomé la decisión, no estaba segura de nada, ni siquiera estaba convencida de que era la decisión correcta, pero algo en mí sabía que tenía que hacerlo y poco a poco me fui despidiendo de la relación, de ti, de los momentos que compartíamos, de las expectativas, de lo que un día fuimos y de lo que creía que seríamos. Me fui despidiendo de lo que yo era, de esa versión de mi que no era mía, de esa versión que solo era tuya.

Me había ido emocionalmente pero físicamente seguía ahí, esperando que te dieras cuenta y que hicieras o que me dijeras algo, pero no pasó, entonces fije una fecha límite y me fui.

Eran las 11:30 de la noche, terminaba un día pero comenzaba una nueva vida, esa noche llené bolsas y maletas con todo lo que me pertenecía pero sin ti porque yo ya no era tuya y tu no eras mío, ya nada era nuestro. Me fui con lagrimas en los ojos pero con la seguridad de que era lo correcto para mí, me fui cargando kilos de ropa pero nunca me había sentido tan ligera, me fui, te di la gracias, nos vimos por última vez y no miré atrás

Fue en ese momento que comprendí que por primera vez me estaba eligiendo a mí.

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¿Por qué no te conocí antes?

Si pudiera comenzar mi vida una vez más, te encontraría mucho antes. Para que coincidiéramos en el mismo momento y espacio. Sin querer pausar aquello que no controlamos, ni dejar congelado el sentimiento compartido en los pocos instantes en los que estuvimos juntos. Me perdono por no querer vivir en un mundo que no existe en mi presente y en mi espacio actual. Me gusta pensar que nuestras pausas congenian porque eso se traduce en que tú y yo estamos a la espera.

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Olvidar odiando

Pienso que es casi imposible odiar y menos olvidar a quien alguna vez fue tu todo. Puesto que, además de ser completamente ilógico, no es posible aún borrar la memora y es el infierno en vida recordar solamente aquellas cosas no tan buenas que sucedieron durante el tiempo en que hubo un amor compartido.

Si intentas olvidar odiando, durante ese proceso con meta desde un principio conscientemente imposible, recordarás solo los momentos tristes, las peleas y las discusiones; las cosas que no te gustaba que hiciera, como ese chasquido que hacía al comer, morderse las uñas o su incapacidad de controlar sus emociones.

Verás que poco a poco, la única descripción calificativa que podrás dar de esa persona a la cual alguna vez amaste, será similar a la de un alma casi muerta.  Por el contrario, si dejas que el tiempo transforme ese amor tan profundamente compartido, en un amor más superficial, siempre recordarás todo– lo bueno y lo malo, lo aprendido y lo disfrutado, el cambio. Te aseguro que, después de un tiempo, recordarás sin dolor alguno a ese amor, y más que nada, lo recordarás sin rencor. Y estoy convencida que recordar sin guardar rencor es lo más importante en la vida. Poder volver atrás y simplemente sentir paz. Ni odio, ni amor incondicional. Simplemente tener un sentimiento placentero, ni de aquí, ni de allá.

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Coleccionando besos

Me gusta coleccionar tus besos; me gusta sentir tus labios acariciando los míos, dejarme envolver por dos suaves pedazos de ti.

Me encanta dejarme llevar por los sentimientos de pasión y deseo, y dejar a las hormonas mandar por un rato. Me gusta sentir los dedos de ambas manos entrelazarse detrás de la cintura, mientras van en sincronía con el movimiento del resto del cuerpo; me gusta sentirte respirando fuerte en mi cuello, mientras intentas decirme bajito al oído que deberíamos de ir a otro sitio.

Pero nada se compara con el momento en el que abro los ojos a la mitad del beso; me gusta verte locamente encerrado en el momento, con los párpados cerrados gritando mil pensamientos encerrados. Es en esos momentos donde me doy cuenta de que los ojos cerrados también comunican.

Me gusta saber que por solo ese ratito, estamos solos y todo parece inocente. Aunque no estés del todo enterado que después, un pedazo de tu corazón va a descansar en una caja en mi baúl y un chachito de tus labios se va a quedar marcado en mi memoria. (Y aunque yo no sepa que después, puede ser que un pedazo de mi corazón roto se vaya contigo también).

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Parte 3

Sentirme lejos de mi mamá fue difícil pero me sentía feliz, fuimos a comprar algunos muebles y comenzamos a construir una nueva vida juntos, todo parecía ser increíble y lo que siempre soñaste.

Vivir juntos me dio la libertad que siempre quise, aprendí a cocinar y ver que si podía hacerlo sola y ese fue el problema porque decidiste que yo podía hacerlo todo.

Poco a poco me fui convirtiendo una persona que no me gustaba, me podía ver desde lejos ver lo mucho que me estaba perdiendo, podía sentir como se iba mi luz, como te llevabas todo de mi y yo me quedaba sin nada. A pesar de que decías apoyarme, podía sentir en momentos tu envidia, peleamos muchas veces y cada una de ellas encontrábamos una solución, pero me fui cansando porque la solución siempre era que yo cambiara.

Y lo hice, cambié tanto que deje de reconocerme, cambié o intente cambiar todo lo que no querías de mi pero nada era suficiente y aún así no me fui, no estaba lista. Hace 4 meses tuvimos una pelea, aquella pelea que sin que tu supieras fue la que me hizo tomar la decisión.

Dentro de la discusión pronunciaste una frase que hizo que toda mi seguridad se fuera, me quitaste mi lugar seguro y a pesar de que lo hablamos y lo intentaste reparar, mi sensación de seguridad ya no estaba. En esa frase pude ver que realmente me considerabas una propiedad más, una cosa que podías tirar o aventar en cualquier momento.

Estos últimos tres meses fueron los más difíciles, yo sabía que aún te quería mucho pero cada día era más insoportable tener que llegar y verte, en febrero me deprimí y ni un día fuiste capaz de hacerme desayuno. Solita me levanté y salí adelante, en marzo tuve que cargar con todo el peso sola de que Fulgencio casi se muere y no pude decir cuanto miedo tenía de que se fuera a morir porque tu estabas pasando por un momento complicado.

Y así fue como una vez más hice todo sola, te pedí ayuda tantas veces de las cuales solo respondías las que tu querías. Y entonces un día pensé “si de todas formas lo hago sola ¿por qué no simplemente me voy?”

Durante el último mes intenté convencerme de que quedarme era la mejor idea, me dabas regalos, me llevabas a comer, me apoyabas, me querías ¿Qué más me podía faltar?

Lo que faltaba era yo.  

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By Robert Moses Joyce

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Parte 2

Y así pasó un año más, yo veía como todo iba avanzando y como todo se iba poniendo más serio y me moría de pánico, pero comprendía que eso era por mi apego evitativo y no me fui, supuse que si quería seguir trabajando en mi tenía que también hacerlo en la relación. Estando tres años juntos yendo por el cuarto y no voy a mentir, me sentía feliz, me sentía cómoda, pero comenzó la pandemia.

Adoptaste a Fulgencio que poco a poco se convirtió en mi motivación para vivir, comencé a preocuparme demasiado por mi cuerpo, mi peso, y dejé de comer. Cada vez estaba más delgada y yo me sentía bien, sentía que así era como debía de verme hasta que un día caminando sentí que me iba a desmayar, cambié de psicóloga y me di cuenta de que estaba teniendo el comienzo de un TCA, pero ¿y tu dónde estabas? Jugando videojuegos diciéndome que comiera más o que no podía seguir así pero al mismo tiempo yo no podía decir lo que estaba viviendo porque te volviste a deprimir.

Viví un episodio depresivo con pensamientos suicidas y ni te enteraste.

Llegó la pandemia y te tenías que mudar, en el momento mi mamá te ofreció uno de nuestros departamentos para ayudarte económicamente, yo no sabía que para ti ese era el comienzo de un compromiso entre los dos. Cada vez era más infeliz, yo ya no quería estar ahí pero supuse que solo era mi miedo, yo nunca he visto una relación sana o como se supone que deben verse, así que solo seguí.

Pero tampoco todo siempre fue malo, claro que tuvimos momentos hermosos y que vivirán por siempre en mi corazón, todas las veces que me ayudaste en mis ataques de pánico o como me defendiste aquella vez con mi mamá, al final del día sentía que tenía un lugar seguro. Mi lugar seguro eras tu.

Sentía que podía ser yo contigo, pero al mismo tiempo sabía que esa “yo” era lo que yo había acomodado de mi para poder estar contigo. Y así fue como llegó marzo y tras una noche de muchos ginebras decidí decirte que yo ya no quería estar en la relación, peleamos desde las 2 de la mañana y a las 7 me diste un ultimátum; o me comprometía más o se terminaba, a las 10 te acompañe a ver departamentos.

Y a las 12 llegamos al que se convertiría en nuestro hogar, para ser honesta yo lo vi como una buena oportunidad para irme de mi casa y tener algo mejor y porque nuevamente no concebía mi vida sin tu existencia. Fue hasta mayo que me mude y así cumplimos 4 años juntos, comenzando una nueva etapa de la que honestamente nunca estuve convencida, con una maleta llena de miedo, la otra de incertidumbre y con el corazón lleno de esperanza a que si funcionara.

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Nuestra historia, el principio parte 1

Fue un 5 de mayo, yo sabía que no debía ir, todo en mi cuerpo me decía que me quedara en mi casa, tomé la decisión y fui a aquella fiesta en la que no tenía idea que cambiaría el rumbo de toda mi vida.

Llegué y no había nadie que me interesara lo suficiente, de pronto llegaste tú, te miré dos segundos y supe que no estaba interesada. Pasó el tiempo, te me acercaste y comenzamos a bailar, sé que para ti eso fue suficiente para saber que querías estar conmigo, pero para mí solo fue un baile.

Alrededor de las 3 de la mañana me pediste mi número y te fuiste, para mi solo fue una noche más, para ti fue el comienzo de una relación. Durante semanas me hablaste todos los días y todos los días te decía que no, había algo que me decía que no me acercara a ti, pero llegó aquel viernes en el que cedí y te vi.

Fue la cita más extraña que había tenido hasta ese momento, fue tu honestidad y sinceridad lo que me hizo aceptar una segunda cita, esa segunda cita que definiría el camino de nuestra relación y de lo que unas semanas después se convertiría en un nosotros. Sentía que por primera vez en la vida había alguien que realmente me quería, que me veía como era y aún así me aceptaba y además, quería estar conmigo.

Pasó un mes y te fuiste a París, hubo tantas cosas que yo veía y pensaba “esto no es normal”, pero lo deje pasar y te espere, a tu regreso comenzó lo que serían nuestros primeros seis meses. Debí de haberme ido aquella vez que estando borrachos le pegaste al refrigerador, o la vez que manejando a las 3 de la mañana casi nos matas porque yo no quería responder tu pregunta, también me pude haber ido cuando te hice una fiesta sorpresa de tu cumpleaños y decidiste gritarme frente a todos e irte manejando por periférico con un solo objetivo. Hoy pienso atrás y sé que debí de haberme ido.

Pero no me fui, me quedé y alrededor de noviembre comenzó tu primer episodio depresivo. A pesar de estudiar psicología y haber crecido con un padre suicida yo no tenía idea que hacer, ¿me iba? ¿me quedaba? ¿Cómo te ayudaba? Al final me quedé, te ayudé y te apoyé.

Poco tiempo después se publicó una denuncia en MeToo sobre ti, hoy veo hacia atrás y sé que debí de haberme ido en el momento en el que leí aquella denuncia, pero nuevamente, no lo hice, al contrario te defendí a pesar de que yo también fui una víctima. Te defendí y me quedé contigo, volví a ayudarte y apoyarte con tu depresión, para ese entonces ya tenías medio año en terapia y antidepresivos pero nada parecía cambiar.

Lo único que cambió fuimos tú y yo, durante ese año vivimos muchísimas cosas pero sobre todo, yo pude crecer más, fuiste mi inspiración, me impulsaste a involucrarme en cosas que jamás pensé que yo pudiera hacer, me apoyaste en muchos procesos personales, uno de ellos siendo mi autoestima que claramente estaba afectando nuestra relación, los celos, la inseguridad, la ansiedad, el miedo al abandono, etc. No todos se fueron en ese momento, hay algunos que hoy en día siguen presentes.

Y así nada más, superamos otro año, crecimos como pareja y todo parecía estar bien hasta que volvió a aparecer dicha denuncia, te volviste a deprimir y te volví a apoyar lo único diferente fue que yo tuve que vivir algo parecido a lo que aquella persona vivó cuando te denunció pero con mi agresor. Ninguno de los dos lo hemos aceptado y de cierta forma hemos estado de acuerdo en no hablarlo, pero ese fue uno de los momentos que más marcó la relación, fue uno de esos momentos en los que me di cuenta de que probablemente estaba del lado incorrecto.

Pero eso no era suficiente para irme porque mi amor hacía ti siempre fue más grande, o tal vez no era amor, no lo sé. Conforme fue avanzando el tiempo cada vez me sentía más y más pequeña, sentía que me iba fusionando contigo y que todo lo que a ti te gustaba, me gustaba a mí, me fui perdiendo en ti y un día me di cuenta de que realmente yo no sabía quién era sin ti.

Lo que más me sorprendía es que eso no parecía molestarte, de vez en cuando me decías ¿por qué no ves a tus amigas? ¿por qué no sales con ellas? Pero cuando iba con ellas me sentía lejos, me sentía tan lejana a ellas como que la persona que era su amiga ya no estaba ahí, la persona que ellas buscaban ya no estaba y hasta cierto punto estaba bien porque yo había crecido y cambiado pero al final del día solo te tenía a ti, y eso nunca te molestó.