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escribo, pienso y sobretodo soy digo bobadas.
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merzibu · 2 months ago
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la semana pasada terminé la secuencia que estaba escribiendo. es algo más larga de lo que pensaba, pero creo que ha quedado bastante bien! ahora tengo que terminar de planear lo que me queda de libro. estoy cerca de las 50 000 palabras. estaré de vuelta por aquí cuando llegue al desenlace del libro.
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merzibu · 4 months ago
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hola! aquí os dejo una pequeña actualización sobre lo que tengo planeado:
Sable: llevo unas 20 000 palabras. mi plan es terminarlo antes de agosto.
Encuentro al amanecer: en pausa. he perdido el documento más actualizado, pero tengo copias. quizás lo termine en algún momento.
Lazos y sangre: me estoy planteando reescribir lo que llevaba.
Otros proyectos: Noche de ascuas, Lluvia sobre la ciudad de las sombras, La melodía de Freart... por desgracia, todavía me quedan muy lejos.
volveré a subir una actualización sobre Sable cuando haya terminado la secuencia que estoy escribiendo ahora mismo, que marcará aproximadamente la mitad de la novela. hasta entonces, que el argén os proteja.
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merzibu · 5 months ago
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la estética es más importante que el contenido, por desgracia.
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merzibu · 5 months ago
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me gustaría comunicarme más por aquí.
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merzibu · 1 year ago
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El final de un secreto
(Este relato pertenece al mundo de Sombras y Sangre, mi novela en proceso de escritura)
Jean-Paul Saint Vermont llevaba ya un buen rato paseando cuando el veneno que había tomado horas antes comenzó a afectarle.
El primer cambio lo notó en su visión; el pequeño valle en el que se encontraba comenzó a oscurecerse, pese al enorme sol tricolor que asomaba entre los esponjosos nubarrones. Una luz roja, verde y amarilla, algo tan común para la gente como Jean-Paul como las mariposas que lo rodeaban o las plantas que se enredaban perezosamente a su alrededor, iluminaba el valle como un pintor trazando las luces y sombras de su obra maestra. Al fondo, la hermosa pradera desembocaba en una playa, tras la cual un vasto océano se expandía hasta el horizonte.
Jean-Paul había visto paisajes como aquellos, por supuesto. Hijo de padres considerablemente ricos, su infancia podría describirse como un cuento para niños donde él había disfrutado del papel de personaje principal, unos maravillosos veintitrés años donde la comodidad y el disfrute habían estado a la orden del día. Un cuento que ahora tocaba su fin. A través de su vista cada vez más oscurecida y desenfocada, Jean-Paul observó con envidia unas cigüeñas en el aire, que avanzaban en grupo hacia los confines del mar, deseando obtener tan solo una pequeña parte de la libertad de la que gozaban.
El siguiente sentido que lo traicionó fue el tacto. Un hormigueo comenzó a esparcirse por el cuerpo de Jean-Paul, como si todo su cuerpo estuviese sintiendo un picor constante imposible de acallar. Dejó de notar el peso de la tierra a sus pies, la humedad que le había hecho sudar e incluso las lágrimas que habían comenzado a bajar por su rostro. A medida que se iba acercando cada vez más a la playa la mente de Jean-Paul se alejaba todavía más de su cuerpo, como si esta hubiese hecho las maletas y se hubiese ido a vivir a otra parte.
Él no quería morir, por supuesto: Nadie nunca lo había deseado sin motivo. En su caso, una promesa hecha cuando tan solo era un niño iba a ser la causa de su repentino fallecimiento. Jean-Paul intentó rascarse el antebrazo izquierdo de manera inconsciente, un hábito que había tenido desde que le hicieron la cicatriz que ahora ocultaba tras su elegante traje azul oscuro, una cicatriz que indicaba su paso por el rito de iniciación a una Orden cuyo objetivo se había visto obligado a seguir toda su vida. Guardar el Secreto nunca le había parecido tarea complicada, principalmente porque era muy complicado sospechar de alguien que apenas había pasado la pubertad. El Secreto era algo codiciado por todos, algo que podría cambiar el mundo tal y como se lo conocía. Algo que ahora Jean-Paul se iba a llevar a la tumba.
Caminando con cada vez más dificultad, Jean-Paul llegó por fin a la playa. Si todavía pudiese tocar, notaría el suave contacto de la arena con sus pies, caliente como el abrazo de una madre por la exposición con el sol, así como la brisa marina que le golpeaba la cara. Si todavía pudiese oler, el siguiente sentido que lo abandonó, como una amante que es descubierta donde no debería, se habría percatado del fuerte olor del mar, que lo empapaba toda la playa de la misma forma que lo hacía también el oleaje a sus pies.
Jean-Paul se dejó caer en la playa, con la cara de lado y la vista fija en el mar; aquel mar que años antes lo había dejado asombrado en los viajes con su familia. Su padre había sido un hombre de negocios, alguien que podía permitirse viajar a otro país por placer y no por necesidad. Su padre era, además, uno de los líderes secretos de la Orden, por lo que siempre tenía contactos en todos lados para ayudarle. Al joven Jean-Paul le había parecido una locura: ¿Cómo podía ser posible que tantas personas en el mundo conociesen el Secreto? ¿Qué necesidad había de que una persona de Escathia o Ixaia conociesen tal terrible Verdad? Aquellos nombres sonaban distantes a oídos de Jean-Paul, como si se tratasen de otros planetas en los confines de la galaxia y no de naciones a meras semanas de distancia en barco.
El último sentido que perdió Jean-Paul fue la oída, con un zumbido que se llevó la maravillosa sintonía de las olas en movimiento, el chirriante sonido de las gaviotas que sobrevolaban el lugar y el extraño ruido de voces a su espalda. Ya había perdido todas sus fuerzas, por lo que no fue capaz de girar la cabeza para ver a la gente que lo perseguía: su mirada se desenfocaba tanto que apenas pudo comprobar las facciones del hombre que ahora lo zarandeaba, buscando quizás avivar de nuevo el fuego de su alma a punto de extinguirse. Jean-Paul, con mirada vidriosa, intentó decir algo, alguna frase ingeniosa como las que solían decir los héroes de las novelas que leía de pequeño, pero tan solo consiguió exhalar con fuerza una bocanada de aire, lo que asustó a su captor. Murió instantes después, rodeado de desconocidos que lo habían intentado atrapar para sonsacarle de cualquier forma el mayor secreto jamás ocultado de la humanidad.
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merzibu · 1 year ago
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Lexias, el Gran Archiduque
El siguiente relato es una historia autoconclusiva que pertenece al universo de Lazos y Sombras, mi novela en proceso de escritura.
Igor gritó con fuerza cuando el demonio entró dentro de su cuerpo. Se retorció, adoptando poses que creía imposibles para un ser humano. Lo sentía, lo sentía dentro de sus venas, en su corazón, en su mente. Lo notaba apoderándose de su alma, como un insecto que ahora se deslizaba por los lugares más recónditos de su ser. Una masa negra, uniforme, viscosa y maligna, que vibraba y se regocijaba al probar la carne del hombre, Igor. Un hombre que había comprendido que estaba siendo devorado.
No debía haber accedido al experimento. Su vida había sido ya demasiado dura hasta entonces. Se había pasado los últimos años sobreviviendo a duras penas, reptando por los callejones más oscuros, llamando hogar a las cloacas más inmundas. La vida de vagabundo nunca había sido sencilla, pero poco a poco se había ido acostumbrando a la soledad, la locura, el dolor.
Un día, un par de hombres vestidos con túnicas se acercaron al contenedor donde se había desplomado el día anterior y le ofrecieron una salida de todos sus problemas, un trabajo mediante el cual podría dejar la pobreza de una vez por todas. De porte remilgado, a Igor le recordaron a los amables sirvientes de la iglesia a la que solía ir cuando no encontraba comida con la que saciar su acuciante hambre. Aceptó, pensando inocentemente que nada podía ser peor que lo que ya estaba viviendo.
Los hombres le llevaron a un edificio muy grande a las afueras de la ciudad, Ienal. El edificio, de aspecto tosco y descuidado por fuera, resultó ser un avanzado laboratorio, de paredes y techos blancos y pulcros como el mármol. Los hombres avanzaban seguros por el laberinto de salas, pasillos y encrucijadas. Por fin, entraron en una sala un poco más grande que una habitación, con mesas y utensilios que Igor no había visto en su vida. Le trajeron unos papeles y le pidieron que los firmase. Él, por miedo a avergonzarse delante de los dos hombres por no saber leer ni escribir, garabateó lo primero que se le ocurrió con un lápiz que le dieron. Satisfechos, los dos hombres asintieron y le llevaron a otra sala, mucho más pequeña que la anterior. Esta no tenía ningún mueble y una única luz blanca de bombilla iluminaba el lugar. Le aconsejaron que se sentase y le hicieron saber que el «experimento» comenzaría dentro de poco. Igor, ajeno a lo que estaba a punto de suceder, acató las órdenes y se sentó en el suelo.
Unos instantes más tarde, una voz desconocida para él sonó por toda la sala, con el tono metálico característico de las radios, esa nueva tecnología que Igor había empezado a ver por la ciudad. La voz anunció que el experimento había dado comienzo. Las luces se apagaron durante un instante y cambiaron de color, a un rojo oscuro que le erizó la piel y le hizo comenzar a preguntarse a qué demonios se había apuntado. De repente, una trampilla de techo que Igor no había visto se abrió, dejando caer una substancia negra y pegajosa. Igor, comenzando a asustarse, intentó abrir la puerta por la que había entrado al habitáculo, aunque al girarse se dio cuenta de que la puerta no tenía pomo por aquel lado. Preso del pánico, intentó apartarse de aquella cosa, que hacía unos segundos había comenzado a moverse lentamente hacia él. Gritó con todas sus fuerzas, implorando que le ayudasen, que le sacasen de aquella habitación infernal. Pocos segundos después, aquella masa negra ya había entrado en contacto con él.
El ser se estaba introduciendo cada vez más en el cuerpo de Igor. Lo notaba haciéndose paso por sus conductos internos, llenando los órganos donde antaño corría la sangre: sorprendentemente, ni una sola gota se había derramado hasta ahora. Era como si aquel monstruo se estuviese alimentando de ella, substituyéndola por su propia versión retorcida. Intentó respirar. Lo intentó con todas sus fuerzas, buscando inhalar una bocanada de aire para mantenerlo con vida, pero su cuerpo parecía reacio a funcionar. Intuyó, por el terrible dolor que sentía en el pecho, que la masa seguramente ya se había apoderado de sus pulmones.
Debería haberse desmayado ya, por supuesto. Igor lo deseó con todas sus fuerzas, buscando la salvación en la muerte. Quizás el final de su existencia no sería tan doloroso como lo que sentía en aquellos instantes. Su cuerpo, por otro lado, parecía reacio a dejarse derrotar tan rápido. Igor estaba tan centrado en luchar contra aquel ser que ni siquiera se percató de que lo había cubierto por completo: la masa lo estaba devorando y, al alcanzar su cabeza, Igor perdió la visión, junto con los demás sentidos. Lo único que se interponía entre su organismo y aquel monstruo que lo estaba intentando poseer, pues, era su mente.
Este cuerpo, pareció susurrar sorprendida una grave y rasposa voz desde lo más profundo de su mente, este cuerpo es distinto. Especial. ¿Había pensado acaso eso Igor? ¿Había caído ante la locura provocada por el dolor? Cada vez le costaba más pensar, por lo que su línea de pensamiento parecía deambular de un lado a otro. Pese a todo, un único pensamiento permanecía firme: No ceder el control. Todo lo demás dejó de tener sentido para él; sus recuerdos, sus sentimientos, sus emociones. Todo fue consumido como madera en una hoguera, en pos de mantener la frágil llama de su existencia con vida.
De repente, notó un cambio dentro de su mente, una variación en la batalla que sucedía por el control de su ser. La substancia que antes ansiaba ocupar su puesto al volante de su cuerpo ahora parecía reticente, como si estuviese sopesando sus opciones. Él aprovechó el momento para tomar el control y expulsar al horrible ser. No lo consiguió, aunque sí pudo lograr una especie de paz forzada. Poco a poco, el dolor que sentía fue apaciguándose, a medida que lo que fuese que había intentado apoderarse de él se fue relajando. Sus sentidos volvieron a funcionar, así como su capacidad de pensar con normalidad. De forma inconsciente lo comprendió: el cuerpo ahora era de ambos, sí, pero el hombre todavía mantenía el control. De momento.
El hombre abrió los ojos con dificultad, completamente ajeno a cuánto tiempo había pasado desde su unión con el ser. A su alrededor vio una habitación desnuda de paredes blancas, alumbradas por una extraña luz artificial verde que lo iluminaba todo desde el techo. La luz apenas era suficiente como para denotar levemente los contornos la habitación, aunque para él había cobrado tanta potencia como si del sol se tratase. Al mirarse a sí mismo, entrecerrando los ojos, pudo observar su ropa hecha jirones, su piel desnuda cubierta de arañazos y heridas completamente sanadas. Su cuerpo no acusaba ningún tipo de dolor. El hombre no entendía cómo había llegado hasta aquel lugar. El hombre no sabía por qué se encontraba en tal estado. El hombre ni siquiera recordaba su propio nombre.
Una puerta sin pomo delante de él fue abierta desde fuera, iluminando todavía más la estancia. Tras esta entraron varios hombres uniformados, seguidos de más hombres vestidos con batas blancas, que no paraban de mirarlo asombrados mientras susurraban entre ellos. El hombre no debería haber podido escuchar lo que decían, pero su sentido de la oída parecía haberse afianzado. Escuchó muestras de asombro, comentarios sobre su estado físico y hasta alguna plegaria disimulada. Al parecer, lo que acababa de ocurrirle debía de ser algo extraordinario, pues algunos de los hombres hablaban de un supuesto milagro.
Por último, un joven (más cercano a un niño, por la altura y la postura engreída con la que entró) cerró el variopinto grupo. Iba vestido con seda de todos los colores y llevaba un llamativo cetro corto con gemas incrustadas en la voluta. Pese a las repetidas advertencias de los soldados, el chico se le acercó y se agachó para verle, por lo que el hombre pudo comprobar las facciones de su cara sin preocuparse por la molesta luz del techo. Ojos azules, pelo oscuro y tez clara. Su cara, libre de arrugas y cubierta parcialmente de granos, delataba su corta edad. El rasgo más llamativo, no obstante, era el pequeño tatuaje en la frente, por encima de la ceja derecha, representando un caballo con las patas delanteras levantadas.
El chico le miró a los ojos, expectante. Tras unos segundos se incorporó y le tendió una mano.
—No tengas miedo —dijo, enunciando cada palabra como si estuviese sopesando qué decir a continuación—. Has sido nuestro primer éxito, ¿Sabes? El primero de los nuestros que consigue sobrevivir al vínculo. El primero de nosotros que domina a la bestia. El primero que completa su metamorfosis y sale de su crisálida. Todo lo que has vivido hasta ahora, por lo tanto, no tiene cabida en tu nueva vida.
»Tu nombre antiguo ya no importa. A partir de ahora serás Lexias, el Gran Archiduque de Ixaia. Vuela, pues, como una mariposa tras salir de su letargo. Imperceptible, bella, mortífera. Intocable.
Tras terminar de decir estas palabras, el joven se retiró de la habitación. La mayoría de los hombres se fueron, aunque los que portaban bata blanca permanecieron junto a él, ayudándolo a levantarse para poder empezar su nueva vida. Él, por otra parte, no necesitaba su ayuda: se sentía como nuevo. Al apoyarse en el brazo de uno de los hombres este soltó un chillido y se sujetó la extremidad, como si su fuerza lo hubiese herido de gravedad sin querer. Para no provocar más problemas, Lexias se incorporó por su cuenta.
Esto es muy interesante, dijo una voz grave en el fondo de su mente, casi imperceptible ya para Lexias, mientras salía de la brillante habitación, muy, muy interesante. Lexias, por primera vez en su nueva vida, compuso una amplia sonrisa: estaba completamente de acuerdo.
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merzibu · 2 years ago
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merzibu · 2 years ago
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roku se ha metido a esta red social, le voy a dar una 2a oportunidad.
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