Soy argentino. Para leerlos en orden, hagan click en Archive.
Don't wanna be here? Send us removal request.
Text
Javier - 2da parte
Admito que una vez finalizado el etílico discurso de Roberto, yo no sabía muy bien como seguir mi pavoneo y mi juego de ¿seducción?. Me desorientó bastante verlo a Javi mirando para otro lado y alejandose de mis piernas, me desesperó mejor dicho. A la vez yo tenía que disimular mi descontento para que nadie a mi alrededor se diera cuenta de mi plan. Pensé y repensé el proximo paso una y otra vez:
"Si ya se dio cuenta de mis intenciones y le interesa, no tengo que hacer mucho más. En cambio si se dio cuenta y no le interesa, perdí. ¿Se habrá sonreido porque se dio cuenta y le interesa o porque se dio cuenta y le parezco un ridiculo? Cuando me quieren abordar tambien me doy cuenta y sonrío pero a veces el otro no se da cuenta de que me di cuenta: ahora él es yo y yo soy el otro, a veces pasó que--"
—Por fin, estaba muerta de sed!!!
El grito de Lorena festejando la llegada de la cerveza interrumpió mis pensamientos intrusivos. Litros y litros, cuatro variedades distintas para elegir. Roberto diciendo "no reparé en gastos" sonando al viejito de Jurassic Park y al mismo tiempo, deseando que con todo este alcohol la cosa se pudra y se vaya al carajo justamente como en Jurassic Park. Voy a extrañar sus chistes tan meta.
Para mi sorpresa, Los Superamigos eran fanaticos de la cerveza: engulleron litros y litros sin discriminar gustos y olvidando de a poco la diferencia entre si y de a ratos hasta olvidandose de tragar el asado o las ensaladas.
Javi volvió a mirarme solo dos veces. Las recuerdo muy bien a esas dos veces porque la primera coincidió con el escándalo de Lorena riendo a los gritos porque una pata de la silla de un compañero se enterró en el suelo y el chico se fue cayendo en camara lenta. Para ser justos, todos miraron en ese momento pero igual cuenta porque estoy seguro que aprovechó para mirarme a mi. La segunda fue mágica.
Luego de otras risas espontaneas y etilicas en su mesa, surgieron otras en la mia. Mis ojos se fueron a él y el a los mios durante dos segundos, mi sonrisa se unió con la suya, senti una chispa entre los dos que era innegable. Para coronarlo, el canto de una chicharra estalló en ese mismisimo instante. Senti la brisa veraniega en mi frente y sus ojos grisáceos sobre mi otra vez, me sentí flotando y fue hermoso.
Pero seguimos brindando, intercambiando chismes. La borrachera mató mis expectativas o al menos las ahogó por un momento. Me distraje bastante y de repente Los Superamigos habian desaparecido sin comer el postre.
—¿Y estos adonde se fueron tan de repente?
La ausencia de tantas personas de golpe era evidente, mi pregunta no podria despertar la sospecha de nadie. A nadie le importaba mi jueguito con Javi mas que a mi mismo.
—A la pileta o al paintball. Ya abrieron las dos cosas.
Terminamos el postre y ya sabia que mi destino era seguirlos hasta la piscina olímpica al aire libre que nos ofrecía ese extraño establecimiento.
—No boludo, hay que esperar a hacer la digestión.
—Dale, veni conmigo! En el paintball es peor, tenes que estar corriendo cagada de calaor.
—¿¿Que paintball?? Yo no planeo hacer una mierda mas que estar sentada acá en la sombra.
—La pileta tiene una barra libre...
Los ojos de Lorena brillaron y junto a otra compañera encaramos hacia la pileta, ellas buscando daikiris y yo buscando al varón de mis sueños.
Llegamos y entre las diez o doce personas al borde del agua, estaba Javi, aun con la remera puesta. Y serio, muy serio. Hablaba con el protector solar en la mano a otro compañero. No pude escuchar porque hubiera sido muy evidente, pero gracias a la falta de musica y en los espacios en los que Lorena no hablaba, el viento me traía alguna de las palabras que caian de sus hermosos labios:
—...en el free shop....más caro....acá ni en pedo...sí...Camboriú...
El sol se reflejaba en el agua y eso rebotaba en su cara preciosa. Noté que se parecía bastante al actor que hace de Steve en Stranger Things. Llamativo como nunca lo habia notado hasta ese momento. Javi seguía hablando sobre la importancia de usar protector solar a su compañero, quien fingía muy mal su interés.
—...no, no mucho....el problema en realidad....tenía quince o dieciséis no me acuerdo....si....che.....pasas en la espalda después?
Mi mundo de pronto se detuvo, todo se congeló alrededor, el tiempo se detuvo, todo se detuvo e hizo silencio, todo: Javi se sacó la camiseta para poder ponerse el bendito protector solar. Creo que incluso dejé escapar un *gasp*, me quedé sin aliento. No lo pude disimular: mis ojos recorrieron centimetro a centimetro de ese torso, tonificado pero delgado, nada de gimnasio y en efecto, sin broncear en lo mas minimo...pero con unos pelos que me volvieron loco.
—Che cuando pares de ficharlo al pibito, planeas meterte al agua o algo?
Se notaba demasiado pero a esa altura ya me chupaba tres huevos, probablemente era el alcohol en mi sistema digestivo. El mismo alcohol que hizo que Javier se animara a sacarse la ropa para ponerse protector. Le sonreí a Lorena impunemente y le respondí...
— Si si...metete vos tambien asi no soy el único.
—Me tengo que cambiar todavía, acompañame a esos vestuarios que estan ahi, bah creo que son vestuarios...
Algo pasaba. Los Superamigos se reían a espaldas de Javier, hacian mimica con los labios y señas con las cejas, guiños...que pasaba? ¿Por qué se ríen de mi hombre? ¿Es envidia porque no es una masa amorfa como ustedes? Es eso, si. O estan borrachos o algo. ¿Que les pasa?
Javo se untaba protector solar en sus hombros, en el pecho, tratando de abarcar todo y a la vez de que el carísimo producto no se desperdicie. Yo quería estar ahi pasandole la crema, avisándole que un poquito se le cayo en la bermuda, manchandola pero que sale si le pone un poco de sal a tiempo, yo se la lavo si hace falta...pero Lorena me arrastraba hacia los vestuarios.
—No son vestuarios, son los baños.
—Son vestuarios, boludo.
—Yo ya me cambié ahi, tienen una ventanita arriba: los vestuarios no tienen ventana.
—Si te cambiaste es un vestuario, no rompas las pelotas y acompañame.
Contra toda mi voluntad, fui con Lorena hacia los vestuarios/baños, lo cual no tenia ningun tipo de sentido ya que habia uno para varones y otro para mujeres. Mi unica opción era estar en el pasillo.
—Esperame acá afuera
—¿Me explicas para que te acompañé si ya me cambié y al tuyo no puedo entrar?
—Esperame y no rompas las pelotas nene!
Me apoyé contra la pared tomando mi daikiri y deseando estar ahi afuera, recorriendo la piel de Javier con mis manos. Que nuestros ojos se crucen, nuestras sonrisas vuelvan a unirse y suenen mil chicharras mientras la brisa del verano acaricie nuestros cuerpos y nos unamos todos pegajosos por el protector solar y el azucar de los daikiris.
Mi fantasía hizo que la verga debajo de mi short ya empezara a latir bastante...pero el fuerte ruido de un chapuzón me sacó de mi trance solitario. Alguien se había animado a dar el chapuzón inicial.
Pero no: le sucedieron gritos, alaridos, risas, alguien tosiendo. Intenté parar la oreja lo mas que pude, ruidos desde el vestuario de chicas me impidieron oir mas. Entré al de varones y me acerqué a la ventana y si bien no pude ver nada, escuché bastante.
—No te calentés! DAAAALE!
—Javo daaaa....es agua nada mas boludo, dale vení!
—EL CELULAR...PELOTUDOS...JAMÁS LES HARÍA ESO YO...YA LES DIJE O NO LES DIJE?
Los Superamigos habían empujado a Javier al agua en contra de su voluntad, él todavia no se habia cambiado. Tenia el telefono celular en el bolsillo, se habia terminado de poner protector. Todas conclusiones que saqué en soledad, inundado de una mezcla entre asombro, ganas de reirme y a la vez bronca hacia esa manada de imbéciles. Ellos seguían hablando pero yo desde el vestuario ya no distinguía que decían. Javier ya no se escuchaba. De repente, el ruido de unos pies descalzos y mojados acercándose muy rápido en el pasillo me congelaron. Javier entró furioso al vestuario, arrojando una mochila contra el piso, empapado de pies a cabeza y cerrando la puerta con un duro golpe. Jamás notó mi presencia, concentrado en secar con una remera un Iphone 14 que chorreaba agua. Por unos segundos, quede tieso sin saber que hacer, parado ridiculamente con mi daikiri y mi estupor. Pero tuve que decir algo.
—Che, estas bien?
Sus ojos grises se clavaron en los mios pero esta vez no hubo sonrisa, estaban inyectados de furia y sangre.
—¿A vos que te parece?
Siguió buscando dentro de su mochila con qué secar su telefono mientras el agua seguia fluyendo desde sus bermudas hacia los pelos de sus gemelos. Gotitas caian de su pelo hacia el suelo, hacia su pechito peludo, muchas resbalaban en su espalda por el protector solar.
—¿Se apagó? Yo lei que si se apaga es mejor, como que el telefono se autoprotege o algo
—No sé! LA CONCHA DE SU MADRE
—...si se apaga ahi lo pones en arroz y al otro día ya--
—FLACO CERRÁ EL ORTO NO SÉ
Ese tono y ese grito en cualquier otro, era merecedor de una trompada o como mínimo, de mandarlo a la mierda e irme con mi daikiri a otra parte. Sin embargo me quedé impávido: era lo máximo que Javier me había hablado jamás y el hecho de que su voz esté dirigida hacia mi en ese momento era lo único que me importaba. Y qué voz...sonaba como un trueno en mi mente, rebotaba en todo mi ser. Sin poder evitar mi genuina expresión de preocupación, dejé pasar unos minutos de silencio antes de emitir palabra alguna.
—Lo decía para ayudarte nada más...
—....cha de su madre...
Javier seguía revolviendo su mochila en busca de cosas con que secar su teléfono, frenéticamente y debo decirlo, cuando lo hacía se marcaban triceps en sus brazos y venas en sus antebrazos, sobre todo cuando frotaba la tela que fuera en el aparato. El Iphone ya estaba seco, no podría secarse más. Y yo no podía quedarme callado, necesitaba escucharlo hablarme.
—Ya está, ya está seco me parece
Sus ojos llenos de ira se volvieron a fijar en los mios.
—¿YO TE PEDÍ TU OPINIÓN?
Ay... es relindo <3
—No, digo porque a lo mejor le haces mal al vidrio y---
Javier hizo un bollo una remera y la arrojó contra el piso. Me miró, su ceño fruncido, una fría expresión congelada en su cara. Yo, tieso.
—¿Que carajo te pasa a vos?
—Nada...
Todo me pasa con vos, todo.
—¿Que mierda querés?
Javier se puso de pie y comenzó a acercarse. Mi corazón empezó a acelerarse.
—Eh?...Nada...
No puede acercarse a mi asi, no puede hacerme nada, estamos solos pero no estamos solos, lo puedo reportar, si, no pasa nada...
Sus pies descalzos y mojados ya estaban adelante de los míos y noté que era más alto que yo. Sus ojos ya me perforaban, sus ojos querian matarme.
—¿Sos puto, no?
—...
—¿VOS SOS PUTO NO?
—Si y que?
Mi corazón ya era una maquina a vapor, lo que latía ya eran mis oídos, mis brazos, todo mi cuerpo.
—Ah si?...¿sos puto?
De un manotazo tiró mi vaso de plástico y el suelo se llenó de daikiri de frutilla. Solo llegué a emitir dos palabras.
—¿Que hacés--
Su otra mano se fue a mi cuello, apretandolo fuerte pero sin intención de ahogarme. Siguió mirandome fijo unos segundos, esta vez abriendo bien grandes los ojos, mutando su expresión a la de alguien escapando de un manicomio.
—A mi los putos como vos me dan asco....a mi me dan asco...
Me fue llevando contra la pared. No supe que hacer: yo no estaba intentando defenderme, desconocía esta actitud en mi y Javier claramente pesaba menos que yo, lo podía reducir facilmente. Pero no, ahi estaba contra la pared, siendo acogotado como una gallina y con su cara a centímetros de la mia.
—¿No te da verguenza ser asi de puto?
Ya no me gritaba, susurraba y su voz se habia vuelto seca y mas grave que antes. Resoplaba estas palabras sobre mi sin esperar respuesta.
—Sos un puto, sos re puto...
Miró hacia abajo y volvió la mirada hacia mi, con una sonrisa fria y calculadora. Lo entendí todo porque yo tampoco lo podía creer: era muy evidente que se me estaba parando la pija.
Javier empezó a desabrocharse la bermuda mojada, mientras su otra mano seguía apretandome el cuello contra la pared. Miró hacia un costado y con una media sonrisa, me arrastró hacia una de las tres duchas. Al final sí era un vestuario.
Senti la adrenalina en todo el cuerpo mientras Javier me bajaba el short con una sola mano. Tuve que objetar algo, cualquiera podría entrar en cualquier momento.
—Pará--pará
—¿Que pará, que pará la concha de tu madre, puto de mierda?
Este nerd que no parecía matar una mosca de repente se había transformado en un recio barrabrava. Pero para poder bajar su bermuda tuvo que soltarme y usar las dos manos. Ahi recordé la existencia de mis manos y lejos de defenderme, acaricié los hermosos pelitos de su pecho.
—No, puto de mierda. A mi no me vas a tocar ahi...ésta vas a tocar me escuchaste?
Llevó mi mano derecha hacia su pene erecto, el cual ni siquiera pude ver como lucía.
—¿ME ESCUCHASTE?
—Sí...
—¿Sí qué?
—Si señor...
Empecé a masturbarlo despacio, con su boca a centímetros de la mia.
—Más fuerte puto, dale...
Aceleré el ritmo sin saber como continuar.
No me está tocando el culo, no me está besando, no está entrando nadie pero en cualquier momento entra alguien no sé que hacer....
Cerró sus ojos mientras su verga se puso completamente dura en mis manos. Volvió a llevar su mano a mi cuello, esta vez suave y sin presionar demasiado, casi como acariciando mi barba. Su otra mano se posó sobre mi verga y freneticamente, empezó a pajearla.
La pajeaba mal, pero no me importaba. Ahi estabamos los dos tocandonos los penes y suspirando detras de una cortinita de plastico en esa ducha barata. Abria los ojos solo para volver a presionar en mi cuello, morderse los labios y recordarme que yo era un puto de mierda. El ritmo de nuestra paja era acelerado, casi adolescente, y aun así sentí que no iba a acabar jamas. El olor a cloro y protector solar que emanaba de su piel era un gran estimulante, por algun motivo.
—...to de mierda....te gusta puto?....puto...puto...
No contesté y me limité a seguir siendo suyo. Su repetición constante de la palabra "puto" era casi ridícula, aun asi yo seguía erecto. De repente, su pierna derecha se enroscó en mi cintura. Fibrosa y potente, empezó a ajustarla cada vez más contra mi: su dominación sobre mi cuerpo ya era total.
Con la fuerza de una anaconda buscaba practicamente romper los huesos de mi cintura. Pude sentir hasta las venas de sus gemelos enterrandose en mis caderas. Javier ahi si que empezó a gemir y moverse como si me estuviera penetrando. Segui pajeandolo, siguió pajeandome. Hasta que abrío los ojos.
Abrió su boca en silencio, sin dejar de mirarme. Hizo un poco más de presión en mi cuello. Sentí algo extraño en mis pies, estaban temblando. Olorcito a su verga, la verga que no pude ver y solo pude adivinar como lucía mediante el tacto de mi paja.
No está entrando nadie. Estamos acá y no entra nadie, no puede ser.
Javier ahogó dos gemidos y supe que habia llegado el momento. Sin dejar de mirarme, lanzó un primer chorro sobre mi verga. Paré la paja y tres chorros más fueron a dar a mi remera. Sus ojos grises clavados sobre mi, el liquido tibio ahora estaba sobre mi mano. Su leche estaba en mi poder y era el unico poder qu yo tenía. Javier pestañeó tres veces y me miró con compasión. En ese momento yo estaba vulnerable y mi pija estaba en su mano. Con una media sonrisa, me comió la boca. Durante 4 segundos su lengua me penetró y la sentí hasta el fondo de mi garganta. Con un gemido, avisé lo inevitable. Mi semen cayó sobre su torneada y peluda pierna, la cual ya habia liberado a mi cintura de su dominio. Mi cuello ya estaba libre también, nuestras bocas se separaron.
Nuestros cuerpos tambien se separaron.
Javier miró mi semen corriendo sobre su pierna izquierda y solté una risita. Sus ojos volvieron a los míos, esta vez sin expresión alguna. Se dio media vuelta, corrió con bronca la cortinita de la ducha y volvió a su mochila. En lo que parecieron apenas unos pocos segundos me puse el short y contemplé el chorro de leche masculina sobre mi remera. Parece que ese corto lapso bastó para que Javier se cambiara y saliera del vestuario, porque al salir de la ducha no lo vi más. Ni rastro de él ni de sus cosas.
¿Acaso esto no pasó y me lo imaginé? ¿Tan en pedo estoy?
Probé el semen de mi remera. Dulce, quizás mezclado con algo de daikiri. No, definitivamente no era mío.
En cuero para evitar preguntas incómodas, me dirigí a la pileta. Lorena me recibió a los gritos en su malla enteriza celeste y otro daikiri en la mano. Los Superamigos no estaban más.
—¿Fuiste a cagar o que?
—Si, ponele. ¿Estamos solos ahora?
—Si, se fueron al paintball al final...probá, es de durazno y mango.
Tomé del trago de Lorena y tomé otros más. Nos metimos al agua, hicimos karaoke, fuimos unos tarados. A veces recordaba lo sucedido por cierto moreton en mi cuello pero para cuando nos tocó irnos de ese lugar, eso habia pasado en otra vida.
Vi unos minutos antes a Los Superamigos, quienes seguían en manada yéndose en sus respectivos autos. Javier sonreía y todo parecía estar en orden en ese grupo. Sentí un alivio extraño, no quería que se separen por algo tan tonto. Si, ni siquiera pensaba en lo que hicimos Javier y yo. A esa altura y embriagado hasta la médula, solo quería que "Javo" fuera feliz.
Dos días nos costó volver a la oficina, entre resacas e insolaciones. El chisme del momento era la partida de Roberto, algun que otro chape entre la de Recursos Humanos y no se quien, cuanto habia salido todo o la calidad del alcohol. Tan inadvertido había pasado lo nuestro con Javier o su chapuzón que no solo nadie rumoreaba nada, ni siquiera yo habia repasado el hecho en mi mente.
Lorena detallaba el proceso por el cual iban a elegir a un nuevo lider en la empresa, quienes eran los candidatos y que habia comido en no se qué restaurant. Se hablaba de mi como sucesor y en mi mente lo veia imposible. Yo contaba con la experiencia pero no valia la pena esa carga laboral con tan poca remuneración...a menos que el sindicato me ayude y con un buen delegado pueda lograr algun tipo de aumento. Mi mente se detuvo en seco, por completo.
Todo alrededor se nubló, no escuché nada mas.
La puta madre, no puede ser.
Las palabras ya no tenian sentido, ya no me acordaba ni mi nombre.
Un mensaje llegó a mi Slack, un número "1" rojo titilando del que no llegué a ver la vista previa porque reitero, todo se nubló apenas vi el remitente. No pude pensar en nada.
Cuando por fin Lorena se levantó a hacerse un café, me compuse, tomé valor y abrí ese mensaje. Ahora sí lo entendí, mi corazón acelerado y un cosquilleo en mis manos, sudor frío de repente en mi espalda.
Una sola línea, enviada desde su casa. En modo Ausente, para que nadie mas lo moleste. Una sola línea que para mi significaba un montón.
Cinco palabras nada más y mi pene dio como un saltito:
Javier Minetti: Hola. Quiero hacerlo otra vez.
2 notes
·
View notes
Text
Javier - 1era Parte
Atrás habían quedado los días cuando me babeaba con mis compañeros de trabajo, haciendo rankings de hasta 10 puestos con Lorena y actualizandolos todos los meses. Ingresos nuevos hacían que Martín bajara un puesto, el pantalón que se habia comprado Francisco lo hacía subir a la segunda posición donde Alejo estaba inamovible desde que había empezado crossfit y se le marcaban los pectorales debajo de la camisa.
En solo dos años muchos se fueron, se priorizó contratar más mujeres o vaya a saberse cual fue el motivo pero la mercadería masculina empezó a decaer. Muchos coders y devs sin el más absoluto sentido de la estética, con mucha remera de superhéroe y cara de no haber tenido sexo jamás en la vida empezaron a poblar la oficina. De repente a nuestro alrededor todo era charla a los gritos sobre videojuegos y series, comandos y vaya a saberse que otra cosa pero dicha a los gritos, en un océano de esmegma y Axe fragancia chocolate.
Por fortuna, por mi posición no me era necesario tratar directamente con esa marea insípida de seres subnormales, así que mi trabajo diario me distraía de su presencia. En mis ratos libres me escapaba a coger con Lucho o una pareja de colombianos que habia conocido en Brasil, todos viviendo cerca de la oficina y haciendo respectivos home office. La máxima locura que se me había ocurrido era que hagamos un cuarteto alguna tarde de fin de mes, cuando la carga laboral es nula y podía poner a Lorena a cubrirme toda la tarde. Ella sí que necesitaba distraerse, soltera y muy permeable a la rutina diaria de la oficina y el ruido de, como ella los llamaba, "Los Superamigos Imbéciles".
Y yo la entendía: eran de 10 a 12 personas (Recursos Humanos se vio obligado a contratar dos mujeres) que se movían juntos de un lado para el otro. Almorzaban juntos, iban a la sala de reuniones juntos, iban al baño de a pares, se sentaban juntos en una misma hilera y hasta se enfermaban juntos. Curiosamente, Los Superamigos Imbéciles eran una masa amorfa de seres necesarios y a la vez irrelevantes. Cualquier intento de integrarlos a alguna actividad grupal de sinergia o incluso invitarlos a cumpleaños dentro de la oficina era en vano. Su ausencia de todos los afters era legendaria y ni siquiera el CEO de la empresa se molestaba en fingir interés en saludarlos. Ellos tenían su propio lider, su propia idea de after (creo que implicaba algun tipo de stream o videojuego) y hasta su propio idioma. Lorena los detestaba y hasta pensaba que era recíproco. Yo en cambio los miraba como un grupo inmenso de boy scouts, ya que su energía no era nunca negativa. Eran incogibles pero entre ellos emanaban buena energía y si bien solo demostraban ser leales a su grupo, era un grupo inofensivo del cual a mis ojos no resaltaba nadie perjudicial ni tampoco atractivo. Hasta una tarde en particular.
Roberto era el CEO y nos reunió a todos en el SUM del edificio para comunicarnos una novedad. El lugar quedaba en la terraza, solo se utilizaba para eventos inútiles como la visita de algun cliente importante o una sola fiesta de fin de año. Dicha fiesta terminó con vidrios rotos, por ende el SUM era un lugar a evitar y que ya nadie tenía en cuenta para nada. Ni Lorena, mi confidente y chismosa nivel premium sabía que nos iba a decir Roberto pero las caras de todos eran largas.
—Para mi es que va a haber recortes y despidos.
—El Q cerró con 120%, no hay manera. Seguro anuncia que tiene cáncer.
—Boluda, como va a anunciar algo así en el SUM?
—Ahi vienen estos boludos, te juro que no los soporto...

Las voces de Los Superamigos Imbéciles ya se escuchaban retumbando en las escaleras, gritando cosas sobre el Valorant, el Age Of Empires y la serie del anillo de algo. Haciendo chistes sobre el motivo de la reunión pero solo entre ellos, llenando el lugar con sus estruendos y mirándose unos a los otros, como un ciempiés nerd y ruidoso dando vueltas sobre su eje. Era llamativo como un grupo de gente tan ñoña era tan expresiva y extrovertida, supongo que la unión hace la fuerza. Lorena se refugió en su celular para no mirarlos pero yo quedé un poco shockeado, ya que el SUM es de vidrio y esa era la primera vez que los veía en la luz del día. Acné, pelos grasosos y opacos, jorobas sobresaliendo de sus camisas leñadoras, el sol de la tarde iluminando las partículas de saliva que escupían al hablar. Todos me parecían desagradables y a la vez me daban curiosidad, como ver macacos en un zoológico. Pero un rayo de ese mismo sol le pegó en la cara a él, obligándolo a levantar un brazo para cubrirse y desviar mi mirada hacia su figura.
Jean clásico, remera negra lisa, callado. Con un corte de pelo digno de un actor de los 90s, gesto adusto pero ameno y cercano. Javier no formaba parte del bullicio nerd y de las 12 o 15 almas de su sector, era el unico sin nada que acotar. Se refugió en un rincón como para no ser visto y eso mismo hizo que no pudiera apartar mis ojos de él. Como una flor de loto que crece en el pantano, este chico rodeado de imbéciles incogibles me parecía bastante atractivo. Un tatuaje en su antebrazo y otro en su biceps me intrigaban, no podía parar de escudriñar cada centímetro para saber su significado, mis ojos estaban clavados en él. Por primera vez en la historia sentí el impulso de acercarme a Los Superamigos Imbéciles para socializar pero en realidad quería llegar a él. El impulso fue escalando, no solo llegar a Javier ahora tambien queria abrazarlo, besarlo, chuparle la verga, chuparle el culo, por fin un varón que me parece lindo en la oficina que cojamos en el baño, que salgamos corriendo de la mano luego que vayamos a--
—Ahi viene.
Lorena me sacó de mi trance para avisarme de la llegada de Roberto. Con tono pausado y cauteloso, nos fue contando algo que al unísono nos estaba llegando por email a nuestros celulares. La startup que fuimos en su momento evolucionó a pasos agigantados y estamos orgullosos de ahora formar parte de la familia de no sé que otra empresa por lo cual etcétera y ectétera. Lo entendí todo, no era mi primera vez siendo testigo de un merge entre compañías. No me importaba, era un rumor, mi puesto ya era senior, me daba igual. Solo me interesaba mi nuevo juguete, mi nueva distracción. Sin darme cuenta lo estuve viendo fijo una y otra vez, sin disimulo, no podía controlarme. Aunque nadie lo notaba yo sabía que debia detenerme, no tenía sentido. Pero con cada mirada sobre Javier me gustaba más y más, noté que sus ojos eran verdes, que su cuello era perfecto, como al cruzarse de brazos era notorio que algun tipo de ejercicio habia pasado por ese torso, noté que sus pestañas estaban naturalmente arqueadas, incluso que pestañeaba demasiado y que había cierto brillo en sus pupiUPS!!

Durante un microsegundo sus ojos se cruzaron con los míos. Una electricidad me recorrió todo el cuerpo, empezando por mi cuello y terminando en mis pies. Quedé congelado, tieso. Por suerte, Lorena no se dio cuenta de nada, concentrada en el chisme.
—Esa tarde se la da en la pera, seguro.
Roberto estaba anunciando que en vez de fiesta de fin de año, esta vez ibamos a pasar todo el día en una quinta con pileta y barra libre. Ese dia no habría que trabajar y podiamos festejar entre todos esta unión y darnos la bienvenida a la familia de etcétera y etcétera. Volvimos todos a nuestros escritorios, entre susurros, chismes y salidas a fumar un cigarrillo, todos googleando el sitio web de la quinta y viendo que nos ofrecían. A mi me interesaba investigar otra cosa así que me metí en la web interna y a puro copy paste, me sumergí en lo que pude encontrar sobre mi nerd favorito.
Resulta que Javier no era tan nerd como parecía: tatuaje pequeño sobre los Rolling Stones, a quienes fue a ver en Londres. Como 14 contactos en común en Linkedin, estudios de informática en una privada, en el email de presentación interno se definía como hincha de River pero en sus redes sociaes no había ninguna publicación al respecto. Nada sobre videojuegos, series ni películas. Tuve que escarbar demasiado y utilizar cierto software interno para poder encontrar cierta esperanza: le gustaba el rugby. No jugarlo pero si verlo y puntualmente, en su Twitter le daba muchos likes a fotos de jugadores argentinos y australianos en pleno partido. Uno encima del otro, sobre todo fotos donde los cuádriceps eran protagonistas, fotos donde discuten mirandose a los ojos con la cara muy cerca uno del otro, el afiche de una película gay mostrando esto último. El no tuiteaba nada, solo hacia retuits y ponía me gusta. Señales confusas pero señales al fin. La principal esperanza llegó desde su Facebook, cementerio de fotos de hace una década para varios: en ninguna aparecía ninguna novia y en una con sus amigos, sonreía en la playa tomando una cerveza al atardecer. Sus amigos eran ignotos, lo importante era ver su hermosa sonrisa y en un episodio delirante sentir que estaba dedicada a mi. Y que, al igual que sus fotos preferidas, los cuadriceps eran los protagonistas.
A eso le siguió un trabajo de hormiga para averiguar más y acercarme a él de la manera más orgánica y natural posible. Giré mi escritorio para que cuando dejaran abierta la puerta de mi sector lo pudiera ver reflejado a el de 2 a 5 de la tarde, cuando el sol se ponía de ese lado de la oficina. Pedi una auditoría interna de su sector para definir su edad, stalkeé ex compañeros de su facultad para ver si Javier aparecía en alguna foto de algún evento. Intenté averiguar quienes de los Superamigos tenían pareja, preguntando por todo el grupo así como un todo como para que no fuera tan obvio. Hacía lo posible por coincidir con él en el baño pero solo logré un saludo seco y un comentario inocuo.
—Buenas...
—Hola.
—¿Me pasas para secarme?
—Si, ahi va.
Rocé su muñeca derecha unos segundos para agarrar las toallas de papel. Y ese minúsculo intercambio entre nuestras pieles y nuestros ojos alcanzaron para masturbarme esa misma noche.
Esto alcanzaba el nivel de obsesión y se estaba volviendo la letra de una bachata. Por fortuna, llegó el verano y Javier se tomó vacaciones. Esto era algo bueno y algo malo, mi obsesión se tomaba un respiro y yo podía volver a mi rutina habitual....pero al estar ausente quizás Javi (en mi mente yo ya le decía así) no iba a ir al evento de fin de año. Lorena era mi fuente principal.
—¿Sabes si los Superamigos van a ir?
— Ni idea, no les gusta el aire libre y uno está de vacaciones con la novia.
—....
—A mi me da pena por Roberto, me dijo Antonella que va a ser su ultimo dia en la empresa porque lo sacaron del puesto. Catorce años de trabajo para nada, viene un mexicano y te compra...
Me chupaba cinco huevos Roberto y su futuro. En mi mente solo rebotaba "novia...novia....ovia....". Javi tenía novia. Otra vez enamorándome de heteros como un idiota, otra vez shippeandolos en mi mente con mi entrepierna, otra vez lo mismo. ¿Que esperaba, que todo fuera como en mis fantasías de puto adicto al amor? Ya fue, adios para siempre Javi, jamás seremos lo que pudimos ser y nunca te vas a enterar de todo el amor que podría haberte dado. Y tampoco voy a poder enterrar mi lengua en tu culo ni lamerte el pene, claro está.
Llegó el día y había sido un año lindo, lo mejor era concentrarse en el evento y exprimir todo el alcohol que la empresa pudiera darme. El plan era trasladarnos todos en unas combis, comer asado y luego elegir entre varias actividades: la pileta, paintball, jugar al ping pong, un bowling y pelotudeces así. Hicimos todos nuestras mochilas y felices nos juntamos a esperar el transporte en la esquina de la oficina. Lorena me chusmeaba sobre tal o cual, sobre quien venía y quien no. La esperanza (y en mi caso también, la dignidad) es lo último que se pierde y yo lo buscaba a él entre todos.
—Pensé que ibamos a ser más, somos pocos...
—Es que algunos van directo en auto porque les conviene más, como Cami que se quedó en lo del novio nuevo ese. Bah, "novio"...para mi el flaco tiene novia y Cami es la segunda.
Yo solo asentía ya sin escuchar a Lorena, rezando a todos los santos para que Javi se apareciera por su cuenta en la quinta. Emprendimos viaje en una especie de combi gigante con el aire acondicionado en nivel glaciar, tomando el alcohol que por algun motivo apareció y cantando reggeatones de hace 20 años. Roberto estaba emocionado y varias veces tuvo que mirar a otro lado para barrer lagrimas de emoción. Mi empatía hacía él era nula, habiendo escuchado muchas veces chistes homofóbicos y comentarios políticos cuestionables por la misma boca que hoy sonreía y cantaba "Yo soy tu gatita" abrazado a sus empleados.
Luego de 2hs de viaje contemplando la ruta soleada y con dos empleados en oficial estado de ebriedad, llegamos a destino. El personal de la quinta nos recibió y nos indicó cuales eran las reglas y normas de convivencia para ese día: la quinta cerraba a las 19hs, el transporte nos esperaba media hora antes. Quienes quisieran irse antes lo podian hacer siempre en sus propios vehículos y estaba prohibido el consumo de drogas dentro de las instalaciones. Fuera de eso, podíamos hacer lo que quisiéramos dentro de lo propuesto y en el área del lugar porque "somos todos adultos y responsables". Roberto acotó algo que no entendí y todos rieron. Yo solo estaba pendiente de la entrada de autos, con mi esperanza intacta.
El asado se demoraba y algunos propusieron que nos metiéramos al agua mientras tanto.
—¿Vos venís?
—No sé si tengo traje de baño, después me fijo.
Mentira, estaba adentro de mi mochila y era el putishort mas putishort posible. No dejaba nada a la imaginación, se me marcaba desde el glande hasta creo que el hoyo de mi culo cuando se mojaba, nada dejado a la imaginación, nada se perdía. Como mi esperanza. Pero quería dejarlo para más adelante y fingí interés en la charla de un grupo sobre el destino de la empresa y que marca de caja navideña era la mejor. Compenetrado en la discusión, no noté como habían llegado 4 autos juntos.
Los Superamigos habían sincronizado sus Ubers para llegar al mismo tiempo desde distintos puntos de la ciudad, hasta habian armado una playlist colaborativa para el recorrido, según me enteré luego. Fueron bajando uno a uno de los vehículos, dejando que el sol alumbre sus deformes figuras por primera vez en mucho tiempo. Mi alma se estaba por hacer añicos hasta que del último coche, lo vi bajar a él.

Tiré una media sonrisa disimulada pero por dentro sentí fuegos artificiales. Javier descendía usando un short de baño celeste y por suerte, por arriba de la rodilla. Las piernas mas hermosas de todo el lugar, con pelos que al reflejo del sol al ras se transformaban en chispas cada vez que caminaba. Unos gemelos torneados y perfectos, unos cuadriceps trabajados vaya a saberse de qué manera y un culito divino, parado y firme, evidenciado cuando se inclinó a recoger vaya a saberse que cosa. Probablemente mi corazón.
Solo cinco segundos de verlo así me bastaron pero lo supe, era ahora el momento y no más tarde. La cancha debía reconocerse y había que plantear el juego, no había que rendirse de antemano. Salí disparado hacía el vestuario.
—Ya vengo, me cambio y vengo.
Saqué mi minishort de la mochila, me lo puse y esperé los minutos necesarios para que se bajara mi repentina erección.
"Lorena, pensá en Lorena....Lorena almorzando FIDEOS y con la boca abierta....Lorena!"
No tenía que bajarse del todo: mi pene tenía que quedar algo gomoso para poder marcarse en la tela de mi short de puta. Me había dado buenos resultados tantas veces, si mi estrategia de juego y mi teoría eran correctas esta vez no iba a ser la excepción. Respiré profundo, sali del vestuario y encaré hacia las mesas donde estaba el grupo.
Tanteé lo que pude, cual asiento estaba vacío y cual ocupado. Mi grupo de charla navideña se habia disuelto en parte así que tenía varias herramientas. Los Superamigos se habían ocupado su mesa especial y gritaban cosas referentes a naturaleza y alergias varias. Mi hombre estaba sentado a la derecha de una de las cabeceras, mi jugada sería obvia pero no por eso sería menos efectiva.
—Ah bue, alto shorcito....sale un chapuzón ahora?
El comentario inadecuado de un compañero irrelevante recibió una negativa, una evasiva y una sonrisa seca de mi parte. Me concentré en agarrar una silla y ubicarla estratégicamente para quedar en el campo visual de mi objetivo. Me senté con mis piernas separadas en V, ya sabía que hacer en el momento esperado, no era ahora mismo pero podría ser en cualquier instante. El sol del mediodía estaba a mi favor, solo faltaba que algo virara la atención de Javier hacia mi zona.
Que pase algo...pero ya, algo como qué, que hago?
Un tenedor empezó a sonar a mis espaldas, chocando contra un vaso de vidrio. Con la camisa abierta y ya manchada de vino tinto, Roberto estaba de pie intentando enunciar palabras mas o menos coherentes.
—A ver, a ver...si...si...su atención por favor! Je je...a ver...
Perfecto, un discurso del pelotudo este. Es ahora.
Tres, dos...uno.
Flexioné mis pies imaginando que pisaba dos pelotas de tenis con los talones, mientras mis glúteos se balancearon en la silla dos segundos. Funcionó. Fue durante esos segundos que todos miraron a Roberto pero Javier estuvo mirando atónito mis piernas. Además de para poder cabalgar verga sin cansarme, las sentadillas del gimnasio me estaban dando un resultado extra. Sentí los ojos de Javi recorriendome, sin poder evitarlo. Relajé las piernas pero seguí marcándo cuádriceps lo más que pude, sin que resultara evidente. Javi no pudo evitar levantar las cejas, asombrado.
Mientras Roberto empezaba su discurso improvisado, fingí que miré hacia el sol. Lo miré un segundo y los ojos de Javier seguían en mi.
Sonreí.
El también sonrió, cómplice. Como quien recuerda una travesura o se da cuenta de un código oculto que nadie más de los presentes puede ver. Luego de esto desvió la mirada y la sonrisa desapareció. Pero no importaba.
La bola ya estaba en el campo de juego.
7 notes
·
View notes
Text
Nico
Nunca fui muy fan de El Club de la Pelea (1998), una película que de hecho siento muy sobrevalorada y muy de machito heterosexual. Quizás el libro original sea mejor, no lo sé. Pero una escena que me quedó grabada siempre es cuando el personaje de Edward Norton en una de las reuniones del club decide destrozarle la cara por completo a un personaje que no tiene muchas líneas de diálogo, encarnado por un platinado y joven Jared Leto.
Luego de dejarlo sangrando en el suelo, completamente desfigurado y ante la pregunta de por qué hizo eso, Edward Norton simplemente responde: "Quería destruir algo hermoso". Esa frase y ese momento quedaron grabados para siempre en mi cerebro desde aquella primera vez que vi la película con mis hermanos, en la señal FOX algún sábado a las 22hs, tratando de disimular mi erección cada vez que aparecía Brad Pitt en cuero: eso era un hombre deseando a otro hombre solo porque era hermoso, pero el deseo era destruirlo. Subirse semidesnudo encima suyo sin ánimos de expresar cariño, solo para molerlo a palos y bañarse en su sangre. Poseerlo, porque se puede, porque en ese momento tiene el poder.
Mi actividad sexual empezó a los 14 con Nico, un compañero de asiento en el colegio. Cuando descubrí que las cosas que le contaba al oído o le escribía en notitas hacían que su verga se parara sin control, supe que tenia el poder. Escondidos en el recreo, se la chupaba al principio, luego lo obligaba a que el me la chupe. Al año siguiente, lo convencí de que me cogiera antes de gimnasia y a los meses pude cogérmelo yo a él un par de veces. A los meses se puso de novio con una compañera, pero el rumor de que yo era puto ya habia corrido por todo el colegio. Jamás lo negué y si bien con Nico ya no hicimos nada más, saboreé muchas otras pijas durante los años siguientes. El colegio terminó, Nico tuvo hijos con esa compañera, aumentó de peso y yo seguí comiéndome hombres por el barrio. Cada vez que nos cruzábamos, lo saludaba y el fingía una sonrisa ante su mujer. Esto se repetía con varios machitos con novia del barrio, algunos directamente evitaban cruzar miradas conmigo en público por más que estuviesen solos.
A los 20 ya supe que el deseo y el desenfado de ser tan puto sin avergonzarme me daba un poder único sobre estos pibes: de alguna manera eran míos, volvían y yo tenía el control en nuestras reuniones. Jamás en la vida se me pasó por la cabeza no tener discreción ni códigos y sacarlos del clóset, lo cual no impedía divertirme con mi impunidad y dominio sobre sus genitales. Después conocí el amor y me volví un idiota durante varios años.
No obstante lo cual, la sensación volvió cuando me separé de Leandro y el sexo casual volvió a mi vida. Esta vez el poder y el control vinieron de la mano de los casados, los machitos futboleros con novia, los estudiantes de Filosofía buscando experimentar y tantos otros ejemplos de hombres viviendo su vida a medias, temerosos del que dirán, de sus familias o de simplemente vivir una vida bisexual públicamente en sociedad. Ahora mi poder era tener un departamento donde vernos, poner los horarios yo, contestar mensajes cuando se me cante, que envidien mi libertad. Se sentía hermoso poder dominarlos tanto en la cama como en sus mentes. Sin embargo, algo faltaba.
No me cojo cualquier cosa nunca, pero tiendo a ser selectivo con las preferencias (besos, caricias, roles) más que con las apariencias. La mayoría de las veces los chicos que me gustan a mi, no gustan de mi. Apunto muy alto tal vez, puede ser. Pero es frustrante agarrar y conformarme con chicos promedio que quizás me dan la cogida de mi vida, pero no cumplen con mi postergado anhelo: no son hermosos, hegemónicamente bellos, drop dead gorgeous. Fue entonces cuando decidí que era el momento adecuado de darme ese gusto. Necesitaba que ese poder se cruzara con el cogerme alguien hermoso: la respuesta a ese deseo era una sola posible.

Creo que llegué al Only Fans de Nico a través de Twitter, o a su Twitter a través de Only Fans, no recuerdo bien. Apenas vi su cuerpo fibroso y su cara me pareció lo más precioso que vi en la vida: morocho, tez blanca, ojos negros, barba negra, pelo negro, tatuajes. Por supuesto, sus videos cortos chupando pija, cogiéndose uno, dos, tres, cuatro chicos a pelo me volaron la cabeza. Su belleza era hegemónica pero guardaba algo de chico de barrio que no se sabe lindo. Tenia una doble vida además: una carrera de escritor y periodista que si bien no maridaba con sus videos recibiendo verga en el culo, no ocultaba y balanceaba sin problemas. Eso le daba un aire intelectual, algo muy fogoso, porno con marco teórico. Supe siempre que cada modelo que tiene Only Fans es un trabajador sexual por definición, solo restaba confirmar si eso incluía encuentros individuales, algo también sabido en Twitter pero nunca puesto de manera explícita.
Armado de valor, envié mi DM siendo amable y preguntando cuanto saldría estar con él una hora. Solo había pagado por sexo una vez sola y la experiencia no resultó memorable, quizás porque había nacido del hartazgo de las aplicaciones y chats de encuentros. Tal vez Nico iba a bloquearme, contestarme que no o mandarme a suscribirme a su Only Fans, cosa que no haría por él ni por nadie. Pero no: con total naturalidad Nico me contestó la tarifa por estar con él una hora, una noche entera o incluso acompañarme a algún evento sin contar el encuentro sexual. Mi corazón empezó a latir fuerte, muy fuerte.
Yendo hacia su departamento, el corazón ya latía normal pero los nervios se empezaron a manifestar secando mi boca y llenandome el cerebro de preguntas: ¿Es algo riesgoso esto o al contrario, es lo más seguro del universo? ¿Realmente me parece hermoso o solo me calienta tener el poder? ¿Qué es ser hermoso? ¿Que poder tengo, si pagué la mitad por transferencia y horas después seguro tiene otro cliente? ¿Por qué tarda tanto en bajar?
—Como le va? Por fin nos conocemos...
Que tierno. Buen augurio.
Subimos hablando del tiempo y de esas cosas de las que uno habla incómodamente en el ascensor con cualquier garche. Entrando a su departamento, me sentí ingresando al set de Hollywood en el cual se filmaron los grandes clásicos a los cuales les dediqué varias pajas: Nico cogiendo con un negro, Nico finge que juega a la play mientrs PorteñoPas90 se la chupa, a Nico se lo cogen entre 4 por su cumpleaños. Los nervios aumentaron.
—Te aviso que estoy muy nervioso...
—¿Si? No se nota...
DIjo esto manoseandome mi pene erecto por arriba del jean y comenzando a besarme despacito, moviendo su lengua humeda en mis labios y haciéndome sentir en otra galaxia.
Se sacó la remera y me sacó la mía. Elogió mis tatuajes, lo cual hizo que se me escape una risa tímida (YO, TÍMIDO, YO que carajo me pasa?) a la que respondió con una mueca de ternura, como quien mira un cachorrito.
Pasamos a su cuarto, a esa cama queen size donde tanta gente me hizo gozar sin saberlo. Ahi estaba yo y Nico la estrella onlyfanera me estaba comiendo la verga y los huevos como el mejor, con Nathy Peluso de fondo y un rayo de sol entrando por la ventana. Ahi estaba la hermosura que tanto estuve persiguiendo, esa belleza era lo que estaba pagando. No sé bien en que momento se sacó el resto de su ropa, pero sé bien cuando me sacó la mía porque con la partida de mi pantalón se vino una comida a mi hoyo, expuesto al dejar mis piernas abiertas al aire.
Nico era todo un profesional. No solo por la manera en la manejaba su lengua, por fuera y por dentro de mi agujero. Sino porque en nuestra charla previa por DM, yo había pedido contratar el "servicio de pasivo", es decir yo quería ponérsela, dominarlo, en fin, todo lo que ya detallé. Sin embargo una sola mirada a mis ojos cuando me sacó el pantalón bastó para que Nico adivinara mis ganas internas de que su boca se enterrara en mi culo.
—Quiero el tuyo ahora...
—Dale, 69 entonces.
Le comi el culo mientras él comía el mío. Un hoyo rosadito, por donde evidentemente habia pasado algun tipo de producto blanqueador, una depiladora y por supuesto, varias pijas. Dejé que ese hoyo me invadiera la boca con todo su sabor de hombre, con toda mi lengua penetré ese ano saboreando toda su esencia. Nico gemía sobre el mío, algo quizás hasta mas satisfactorio que la chupada en sí. Sus gemidos eran suaves y viriles, maricones y recios, tiernos y sexuales. Empecé a preguntarme como luciría esta escena, si era algo digno de su contenido pago. Si yo por al menos un momento, podría sentirme igual de hermoso que él.
Atrás quedaron mis ganas de controlar la situación y como si no hubiera depositado dinero para que ese cuerpo fuera mío, le pedí desarmar el 69 y comernos la boca. Le volvi a pedir que me la chupe, preguntando como un imberbe sin experiencia. Y finalmente, con una timidez solo atruibuible al estar enamorándome, le hice la pregunta.
—¿Yo...podría llevarme un recuerdo?
—¿Como?
—Si podemos hacer un video
—Nooo!!
Lo dijo riendo pero firme, sin soltarme la verga ni dejar de lamerla.
—¿En serio? Pero mira que no lo subo a ningun lado, es para mi nada más...sabes que no subo nunca nada.
No estaba mintiendo, a redes sociales XXX yo jamás subía nada con mi cara: ni nudes, ni videos de paja, ni yo teniendo sexo. En parte porque mostrar la cara no me beneficia nunca, en parte por mi trabajo, porque Leandro no vuelva a verme nunca más y en parte porque tampoco creo que haga falta.
—Mmmm....no sé, vemos.
Seguimos besándonos y dando vueltas abrazados por toda la cama. Pasó un rato y pude sentir como pequeños sudores se formaban en nuestros cuerpos, emanando olor a varón y cogida, ese hermoso aroma a que dos hombres se estan disfrutando uno arriba del otro.
Me subí encima suyo con la intención original de tener sus piernas en mis hombros para luego cogérmelo. No pude. Lo contemplé masturbandose, hermosísimo con la barba llena de olor a huevos y pija, con un brazo levantado y toda una bola de pelos negra resaltando ante su piel blanquecina y excitándome desde la extremidad menos pensada.
Sin pensarlo ni un segundo, me sumergí en esa axila como si no hubiera un mañana. Nico soltó un gemido fuerte y genuino, o al menos bastante profesional. No paré de lamer esos pelos y de olfatear esa esencia masculina, sentía mi verga mas dura que nunca. Cada una de sus venas se hinchaba mas y mas de solo compartir el viaje que me estaba dando la axila de Nico. Como un perro detective siguiendo un rastro, olfateé los pelos de su pecho y me dirigí a la otra axila, aun mas transpirada ya que era la que usaba para pajearse. Otra fiesta, lamida tras lamida de olor a varón y mi cabeza que me daba vueltas.
—Sos hermoso, la puta madre
Como respuesta, solo me besó profundamente. La escena, mi mente, la situación: todo ya lo dominaba él. Hasta que....
—Si queres hacemos un videito ahora...dame tu celular.
En mi cabeza ya no sonaba Nathy Peluso, solo habia fanfarrias de festejo y gemidos sexuales. Activé la camara y bajé a chuparle la pija, totalmente extasiado. Una pija mas angosta de lo que parecía en sus videos, completamente dura y hermosa, con unos huevos preciosos y un glande jugoso. Yo había llegado al momento de calentura extrema, nada tenía sentido y no quería estar en otro lado por el resto de la tarde, solo tenia sentido estar prendido a esa verga. El comentaba cosas, creo que porque Nathy Peluso ya estaba sonando con una especie de versión rara del Himno a la Alegría, opción bizarra como musica de fondo para coger. Quizás me reí, no lo sé. Ya podía sentir la leche en la punta de mi chota y ni siquiera me estaba tocando. Nico me estaba haciendo disfrutar como nunca habia disfrutado al menos en lo que iba del año.
Le hice una seña para terminar el video y al buscar mi celular lo besé otra vez. Agarró mi nuca muy fuerte y su lengua se hundió en mi boca, respirando al unisono y haciendo que me entregue por completo. Ya estaba arriba suyo y su verga rozaba mi cola.
Nada más bello. Ahi estaba el cuerpo de alquiler debajo mío, pero el entregado era yo. Nico masajeó un poco mis pectorales y jugó con mis pezones mientras yo dirigia su glande a mi agujero.
—¿Usamos un forrito?
Dije que si y no hizo falta usar los que yo habia llevado, el ya tenía y de primera marca. Se lo puso mientras yo me untaba un chorro de lubricante en el culo, internamente rezando por un milagro ya que no me habia preparado para ser pasivo. No importaba, ya fue.
Senti esa chota entrar en mi culo y fue la gloria. Estaba cabalgando al hombre de mis fantasías, al chico mas hermoso de Only Fans, lo tenía para mi mordiendose el labio mientras me cogía, como si yo fuera alguno de los modelos esos con los que hace contenido. Fueron solo algunas sentadillas y ya supe que no iba a aguantar mucho más. Nico agarró mi pija y empezó a pajearme.
—No no, pará que voy a acabar!
—Dale, yo quiero ver eso.
¿Acaso Nico estaba disfrutando de verdad? ¿Realmente mi cuerpo con panza de birra y piernas de tero lo estaba excitando? ¿O se está acabando la hora de servicio y de la calentura extrema no me di cuenta?
Las puñaladas que me daba su pene en el recto y la paja que le hizo al mío resultaron en 7 chorros de semen tibio bañando su pecho peludo, gritos que no pude evitar soltar y gotas de sudor por toda mi frente.
Con una risa timida, me incorporé y fui a limpiarme al baño después de que me dijera donde era. Satisfecho vi que no habia sufrido ningun accidente y por algun motivo, me dio tranquilidad ver su baño limpio. Volvi al dormitorio pensando encontrar a Nico ya vestido y con las llaves en la mano para bajar a abrirme. Pero no.
—¿Todo bien?
—Todo bien, lindo baño tenes
Seguía en la cama, erecto y contento. Supongo que el tiempo aun no se habia terminado, una charla y bajabamos.
—Bueno, ya te libero.
—Antes, no me ayudas a acabar que me falta poco?
No pude evitar mi cara de sorprendido. ¿Que era esta camaraderia de repente, como si fueramos iguales, él no fuera un dios sexual y yo un simple empleado administrativo?
—Eeeeh si si, obvio...que te gusta? ¿Que hago?
—Besos, besos donde quieras.
Nos besamos profundamente varios minutos más, comi de su axila otra vez, lami sus pezones.
Agarró mi nuca, nuestros labios se unieron y una mordida me avisó el desenlace. El semen de Nico finalmente cayó sobre sus abdominales, encontrandose con el charquito del mío, con gemidos profundos y silenciosos. Tuve que sacar un recuerdo de esa imagen tambien.
Hablamos como media hora más de cine y series, yo recordando temeroso que ya se habia cumplido la hora. Me dijo que no importaba.
Nos vestimos, tomamos agua y le comenté que ya habia transferido la otra mitad del importe por el servicio. Me agarró de la cintura, hizo una mueca como que no importaba y me besó el cuello.
—No te olvides de nada.
Si importaba, los dos sabíamos que importaba. Igualmente agradecí el gesto, bajando por el ascensor.
Llegué a mi casa y volvi a sumergirme en el trabajo, con una sonrisa de oreja a oreja y con mucha dificultad para concentrarme. Muchas preguntas se me disparaban en la mente: ¿la habrá pasado bien de verdad? ¿Disfrutó en serio? ¿Se acordara de mi? ¿Me hubiera prestado atención y tenido sexo conmigo si la situación hubiera sido otra? ¿Es tan hermoso como me parece o estoy fascinado como me pasa siempre?
Dos semanas después, con ganas de hacerme una buena paja y ante el poco resultado que me generaba el porno, recordé el recuerdo de Nico en mi celular. No lo habia visto porque odio verme a mi mismo y en el video solo se me veía a mi chupando su verga, en los videos que hice siempre disfruto mas si se ve al otro o a los dos disfrutando.
Le di play y era más largo de lo que yo recordaba. Todo lo llenaba una luz blanca de día digna de sus videos con onlyfaneros. Se me ve excitadisimo, muy puto, se me nota la rosácea y estoy completamente prendido a su pija durante los 4 minutos. No me excité en absoluto, no recordaba detalle alguno de ese momento y en mi mente ya había decidido eliminarlo de mi memoria, tanto la digital como la física. Hasta que Nico habló.
—Vas a ver esto y te vas a tocar mucho...
Un efecto muy meta, como vaticinando lo que en efecto estaba sucediendo. De no ser porque yo también hablé.
—Sos hermoso, boludo...
Que tarado por favor, entregadisimo haciendo un video largo y robandole el tiempo a esa hermosura de hombre. Parate y se digno, eyacula y andate, tarado. Vas a terminar cabalgandolo y el va a acabar si, pero no te creas una estrella imbécil...
Dos minutos más de silencio, solo rotos por mi ruido chupando esa verga y Nathy Peluso gritando algo de fondo.
Y por Nico, quien luego de unos segundos de reflexión me respondió.
—Vos también sos hermoso.
Yo sonrío y se termina el video.
Jamás pienso borrarlo.
0 notes
Text

¡Otro Putito cumple 1 año hoy!
2 notes
·
View notes
Text
Cuarteto - Final
De los cuatro, diría que Rulo era el más callado, el más ebrio, el más excitado y a la vez el mas torpe. El camino desde el baño hasta el living se completaba cruzando un pasillo ahora soleado y con un ventanal enorme, desde donde se veía una iglesia cercana con campanario y todo. Este trecho fue todo un desafío para Rulo, quien casi se resbala dos veces de no ser porque lo agarré a tiempo. —Ay, gracias! Por ahora me daba ternura, pero de todos los involucrados en nuestro grupito sexual era quien menos me interesaba. Gonzalo lideró la transición al living room y delante mío estaba Juan Víctor. Por unos segundos nada más de sus nalgas cruzando el pasillo e iluminadas por el sol de Once, quedé maravillado. No solo era llamativo lo inestable que estaba siendo mi noche y lo errático de mi pensar: también me sorprendí como a pesar de estar rodeado de penes y culos, siempre me entrego incondicionalmente a un solo hombre. No importa si me rodea un elenco entero de Sean Cody: en mi mente solo está uno solo, al que le doy todo si me lo pide, mi cuerpo, mi casa, mi alma, todo. Por un ratito, claro. Esa mañana, ese hombre era Juan Víctor. El resto, decorado.

¿Cuáles eran los preparativos tan secretísimos del living? Apenas lo pisamos, parecía que no muchos: guardar a los insoportables perritos en el cuarto, un colchón grande con una sabana, una jarra grande de jugo de ananá bien frío, un ventilador gigante marca Liliana para mitigar el calor, nada del otro mundo. Rulo me besaba el cuello y acercaba su descomunal pija hacia mi culo mientras Gonzalo se tiró sobre el colchón, con su carne erecta y luciendo una sonrisa de nene con juguete nuevo. Rulo me susurraba al oído. —¿...te voy a coger...mm? Ahí decidí internamente que no, nadie iba a metérmela: antes de salir no me había "preparado" lo suficiente y no quería accidentes con mis nuevos amigos. Pero tampoco dije nada, decepcionarlos no era parte del plan tampoco. Solo sonreí y le di un beso de lengua. El estado de ese chico tampoco garantizaba que su performance como activo fuera buena, de todos modos. Besándolo sentí las manos de Juan Víctor en mi espalda. Nos unimos en un beso de a tres, terminando solo nosotros dos al moverse Rulo al colchón. Seguí besándolo y recorriendo su espalda, llegando a su macizo culo. Tanteé mis posibilidades, el gemía. Me abrí paso en esas nalgas, notando con sorpresa que no había pelos allí. Aun estaba húmeda toda esa zona, tibia y expectante. Metí un dedo de a poco, como pidiendo permiso. Mi Colby Keller soltó un gemido. Permiso concedido. En el colchón, Gonzalo estaba en cuatro patas y dándose un festín con la verga XXL de Rulo, quien gemía y empujaba su cabeza causándole sonoras arcadas. Quise que Juan Víctor se acostara para chupar su carne otra vez pero él prácticamente me empujó a mi y empezó a comerme la pija. Era todo un placer ver a ese machito hermoso de media cola haciéndome un tibio y riquísimo pete, su lengua se movía con ganas y placer, lo hacia con los ojos cerrados pero mirándome de a ratos. En uno de esos ratos, bajó a lamerme los huevos y echó un ojo a la escena al lado mío. Eso me trajo de vuelta a la realidad, había dos hombres mas en nuestra cama: besé a Rulo, quien no paraba de gemir mientras Gonzalo seguía atorado de su verga. Juan Víctor se detuvo y escupió un poco en dos de sus dedos, evidentemente buscando meterlos en algún hoyo. Temí unos segundos pero fueron a parar dentro del culo de Gonzalo. La escena era demasiado excitante, comencé a sentir mi eyaculación venir en cualquier momento. No, no, la puta madre.... En momentos así, busco cosas del entorno en que concentrarme para alejar al orgasmo. Necesitaba mirar algo mas que los hombres hermosos de ese lugar para no venirme...un almanaque, la jarra de jugo, un florero, algo. La búsqueda llevó a mis ojos a la mesita de luz a mi derecha, donde vi algo que no había notado antes. Un frasquito de popper color naranja me sirvió para pensar en otra cosa por el momento...en si lo probaría, cuanto saldría, que efecto tendría, la marca, si era la marca preferida de Leandro. Ah Leandro, hijo de remil puta hippie de mierda...donde mierda estarás ahora? Seguro con la enferma de tu madre, en la iglesia...pidiendo perdón por ser tan puta. Eso, eso estaba funcionando perfecto. Volví en sí y vi con sorpresa como Juan Víctor se masturbaba mientras me chupaba pero no usando su pene, sino colándose un dedo en su hermoso ano. Se había recostado sobre mis piernas y lo hacia con las suyas separadas, con un ritmo hermoso. Mi semen volvió a querer salir de solo verlo así.

Gonzalo se unió a chuparme las bolas, Rulo aprovechó y se puso de rodillas detrás suyo, dispuesto a cogérselo. Así, sin siquiera una escupidita. Embistió de una sola vez todo su descomunal pene en el culo peludo de Gonzalo, quien lógicamente largó un grito de dolor y lo empujó suavemente. —AAAAH Pará! Despacito, despacito... Con los ojos cerrados y un movimiento muy torpe, Rulo volvió a penetrarlo, entrando y saliendo, haciendo que su pancita chata se agitara de placer. Gimiendo sonoramente. El pendejito era lindo. El pendejito era muy vergón. Pero el pendejito también era eso, pendejito: Gonzalo no la estaba pasando del todo bien, lo veía ahogado en mis huevos pero quejándose del dolor. No había mucho placer que digamos en su expresión. En cambio mi Colby había liberado mi chota y ya miraba la escena de pie al costado del colchón, masturbándose a la doble. Si, frotaba su pito pero también se metía un dedo en el culito. Yo no apartaba la mirada de su cuerpo, de como se estremecía de placer ante Gonzalo siendo cogido mientras me chupaba la verga. Verlo gozar a él era mi fiesta. Sus piernas marcadas, su abdomen trabajado, su pene rosa, cabezón y húmedo...disfrutaba viéndonos sin ser parte, quizás pensando solamente en que él había sido el artífice de esta mini orgía veraniega.
Colby se acercó a la mesita de luz y agarró el frasquito naranja. Sin perder tiempo lo abrió y aspiró un largo popperazo. Se lo acercó a Gonzalo, quien hizo una pausa de petearme para oler el químico. Rulo siguió después, tímido y siempre con los ojos cerrados. Colby me lo acercó a mi. Dudé. No era mi primera vez pero no tenia buenos recuerdos. Sintió mi duda y solo como respuesta me agarró de la barbilla y me comió la boca. Acto seguido me miró a los ojos. —Es bueno, es bueno. Aspiré confiando en él, el único hombre que me interesaba en el mundo. Todo entró a mis pulmones, dilatando mis poros y abriéndome al placer. Colby puso su pija a la altura de mi cara y me dispuse a mamar ese manjar. Gonzalo ya había dejado de chupármela y solo cogía con Rulo en cuatro patas, aún con una expresión de dolor.
El olor a sexo ya se apoderaba de todo el living, los ladridos de los perritos queriendo entrar habían cesado y los cuatro estábamos gozando, poppereados y ruidosos. La verga de Colby era deliciosa y comerla me excitaba mucho, podía sentir mi ano dilatándose y no era solo por el popper. Gonzalo ya se encontraba completamente acostado y recibiendo toda la gigante pija de Rulo, cuyo culito subía y bajaba ante cada embestida, haciendo que sus huevos chocaran ruidosos contra el agujero. Colby vio ese culito y se acercó a él, con hambre y sacándome la golosina de la boca. Con una mirada amenazante de macho excitado, empezó a mandar un dedito. Bajó a meter la lengua dentro del agujero de Rulo, ante cada envión su lengua entraba o salía. Se escupió la pija para lubricarla y sin avisar, empezó a culearse a Rulo. Dejé de masturbarme y solo miraba la escena a lo lejos: un trencito hermoso de hombres solo para mi, un culo abajo al borde de desgarrarse, otro en el medio recibiendo pija y Colby en cuclillas, metiéndola sin hacer nada, solo dejando que el movimiento haga lo suyo. Rulo me miró, perdido en el goce y me dijo: —Alcanzame que quiero... Le señalé el popper. —No, no, quiero chupartela. Le obedecí. Y mientras me la comia yo no podia sacar los ojos de Juan Victor Colby Plomero Gasista. —¿Que pasa papu? Y....que le iba a decir? —Nada, que está buenisimo esto. —Vos estas buenisimo. Dijo esto y me besó profundamente en la boca. Gonzalo ya gemía directamente sobre la almohada, como a punto de quedar inconsciente. Y por algún motivo eso hacía todo mas excitante. —¿Querés un poco de este culo? La propuesta de Colby era tremenda pero yo estaba demasiado cerca de acabar. —¿El tuyo? Creo que no llego... —Este culito digo, te lo presto. Que hombre, la puta madre. —Dale...vos querés, Rulo? —Si. Quiero que me preñes, que me llenes de leche.

Obedecí nuevamente. Colby se salió de Rulo y escupí mi chota un poco para meterla fácil. Hice bien: el culito ese era demasiado estrecho, casi virgen. Rulo empezó a gemir mucho mas con la mía adentro, los ruidos de su pija en el orto de Gonzalo eran mas fuertes. Hasta pude distinguir algo de sangre salir de ese agujero. Eso me desconcertó un poco, Gonzalo ya no gemía directamente. En dos o tres embestidas creí que lo llenaría de leche, pero algo me había sacado del momento y me inundaba la paranoia. —¿Me vas a dar leche? Quiero que me preñes, preñame el culo papu dale... Rulo pedía y yo prometía que ahí venia pero por algún motivo no podía. No había perdido mi erección, sin embargo algo de todo este trencito no estaba bien, algo andaba mal. Sentí dos manos calidas en mis glúteos y acto seguido, una lengua entrando en mi ano. Una tibia lengua de hombre abriendose paso en mi culo, entrando y saliendo. La sentí en todo mi cuerpo, desde la punta de los pies hasta mi cabeza se me puso la piel de gallina, no pude evitar gemir, gritar, cerrar los ojos y entregarme. Con cinco o seis chorros bien gruesos de semen, cumplí el deseo de Rulo adentro de su recto. Al sentir los lechazos golpeando en su interior, gimió a los gritos avisando que tambien estaba preñando el culazo peludo de Gonzalo. Colby dejo de chuparme el culo con unos suaves besos en mis nalgas. Una pequeña cachetada y me incorporé, viendo como él había largado toda su leche en una toallita. Yo moría de calor y sed. —Tengo que ir al baño. —Andá bombón. En el espejo ya me vi refrescado, con la cara mojada, satisfecho por esta aventura y listo para dormirme. Salí y Colby me esperaba en el pasillo. Susurrando me dijo: —¿Necesitas toallas? —No no, usé la que estaba ahi, estaba seca. —Ah seguro la puso Gonzalo anoche. —¿Qué onda Gonzalo, como está? —Se re durmió, nada más. El ron lo hace dormir. Reímos y luego de dos segundos de silencio, nos besamos en la puerta del baño. Nuestras lenguas tenían gusto a culo y a verga, ajenos y propios, olor a hombre recién eyaculado. —¿Te quedas a dormir? ¿Querés otra vez? Ah bue, es una maquina este plomero. —No, ya me voy a casa. Pero gracias por todo estuvo genial. —Gracias a vos por venir.
Nos vestimos, cruzamos el living donde los chicos ya roncaban desnudos debajo del ventilador Liliana. Nos despedimos discretamente abajo y prometimos volver a vernos, quedar en contacto. No estaba del todo claro que hacía en Once a esa altura del mediodía: el sol me picaba en la cara, mi pelo era un desastre y el calor era horripilante. Pero igual me tomé el subte contento, a pesar de que justo ese subte no tenía aire acondicionado. Supongo que dada mi reciente situación personal, la mayoría de estas cosas me chupaban un huevo.
9 notes
·
View notes
Text
Cuarteto - 2da Parte
El 132 estaba con todos los asientos ocupados y el sol se empezaba a colar en las caras de culo de todos los pasajeros, todos yendo a quien sabe que lugares se va un domingo a las 7 de la mañana. Rulo consiguió un asiento y Gonzalo lo cuidaba, besándolo a veces en el cuello y en la boca. Juan Víctor y yo hablábamos parados, por suerte el viaje era corto y la adrenalina me había sacado la ebriedad. La temperatura claramente comenzaba a subir, en la mañana y entre nosotros. Yo no quería interrumpir, no quería molestar y estaba lejos de mi objetivo ser un pesado: tan solo quería el celular de Juan Víctor para tener alguien a quien escribirle el domingo a la tarde. Nada más. —Che, yo no quiero interrumpir ni molestar eh? —Todo bien, bombón! —Digo, solo sabía que íbamos para el mismo lado y creo que hubo onda, no sé... Una vieja de mierda se metió en medio nuestro para tocar el timbre, nos movimos un poco mas lejos de los chicos. Rulo luchaba por mantenerse despierto. —Igual yo tengo tu número ya o no? —No, nunca te lo di, te lo iba a dar y... —Bueno, damelo. Me dio su Iphone 5 y anoté mi numero mientras el sol de la avenida se colaba por la ventanilla y me quemaba la nuca. Odio el verano. —Ahí está. Sos narcotraficante me imagino.... —Jajaja por? —Acaba de salir ese Iphone, digo... —Naaah, mi hermana me lo consiguió en Ciudad del Este. Yo soy plomero y gasista nada más....vos? Mientras le respondía nuestros ojos danzaban volviendo una y otra vez entre nuestras bocas, nuestros ojos y nuestras sonrisas. Sentía mi verga mas dura que nunca, casi imposible de disimular en el jean. Un silencio de unos segundos donde parecía que nos volveríamos a besar fue interrumpido por Gonzalo, llevando sobre su hombro a un somnoliento Rulo. —Bajamos taradas? —Dale, vos estás bien? Rulo logró abrir los ojos y sonreír para poder dar algún tipo de respuesta. El colectivo empezaba a frenar cuando el twink me miró de arriba a abajo y tiró: —¿Vos venís o no? —No sé, no sé si estoy invitado... Gonzalo lo confirmó tirándome del brazo derecho y obligándome a bajar los escalones hasta pisar la sucia vereda de Once.
Cruzamos el hall del edificio en silencio y tratando de disimular lo amanecidos que estábamos, mas de paranoicos que otra cosa ya que no había moros en la costa. No entrabamos los 4 en un solo ascensor, Juan Víctor decidió subir en uno y nos metimos los 3 restantes en otro. Apenas se cerró la puerta acordeón, Rulo se despertó de repente: se dio vuelta y empezó a comerme la boca frenéticamente. Gonzalo le levantaba la remera y metía la mano por debajo de su pantalón, hasta liberar su verga afuera. Ya dura y gruesa, rosada y con la punta mojada. No eran muchos pisos por lo que hacer eso era mas por el morbo que por otra cosa, hasta nos reímos un poco. Rulo pasó a besar a Gonzalo y aproveché para tantear su cola y guardar su verga con unos simples movimientos de ajustar su jean. El ascensor se detuvo y escuchamos la voz pícara de Juan Víctor dándonos la bienvenida. —Che subiendo yo solo y ya se escuchaban sus gemidos eh? Ladridos de perros chiquitos y nerviosos nos avisaban que habíamos llegado al departamento. Juan Víctor abrió la puerta y los atajó con el pie para que no se escaparan al pasillo, mientras Gonzalo metía mano en mi culo, tanteando mi agujero. —Bancá un toque, ya entramos... Solo me respondió sonriendo y besando mis labios. El lugar era amplio pero algo oscuro y parecía haber estado en obra hasta hacía poco. Juan Víctor le pidió a Gonzalo hablar un poco en el pasillo que daba al baño y por más que intenté, no pude escuchar ya que Rulo empezó a sacarse la ropa, a sacarme la mía y lamer mi boca y mi cuello. Respondí con lo mismo y masturbándolo, finalmente pude ver su pija completa. Llamaba mi atención como alguien tan flaquito podía tener un instrumento tan grande e imponente. La verga de Rulo estaba durísima, llena de venas, gruesa, rosada, hermosa, babosa, largo ideal. Era el antebrazo de un dios griego, salido de un cuadro bélico. Eso era una chota descomunal, casi ridículamente grande, de las que hasta te causan un poco de risa. Él tocó la mía, ya dura pero mucho más tímida y gimió. Por primera vez en mi vida me importaba el tamaño de mi pene y que eso afectara mi performance. Ahí no éramos solo dos, había otras opciones y corría el riesgo de aburrirme solo en un rincón. —Nos duchamos un toque? Juan Víctor volvió con la mejor idea de todas. Teníamos que sacarnos un poco de olor a noche de encima, mas la cosa pegajosa del boliche, del colectivo...y si había un lugar donde nunca lo había hecho era en la ducha. Nos desvestimos y mi repentina inseguridad aprovechó para comparar internamente los genitales de todos. Gonzalo tenia el pecho firme y peludo, con gruesos pelos negros en sus glúteos y huevos. Rulo era un twink flaquito y casi lampiño, su culo era chiquito y casi como el de un púber, mínimo...en gran contraste con su descomunal poronga. Juan Víctor en cambio, tenia un cuerpo hermoso. Confirmó todo lo que yo había imaginado al manosearlo en el boliche: su torso estaba definido y sorpresivamente con abdominales marcados, su cola era carnosa y dura, sus piernas y hombros evidenciaban que su cuerpo se había ejercitado o que al menos así lo dejaba su trabajo de plomero gasista albañil y etcétera. Verlo dejar sus anteojos y recoger su pelo en una media cola antes de abrir la ducha para probar el agua me hizo ver que para mi ya era una especie de mini Colby Keller. Su pene era casi idéntico al mío solo que aun no estaba erecto y colgaba libre delante de sus testículos, coronado con bastante pelo púbico rubio ceniza. —¿Estás bien? Habré estado como 10 segundos admirándolo en silencio y embobado con su figura, suficientes para que Gonzalo me preguntaba si me pasaba algo. —Si si, algo de calor nada más. —Ya sé....¿Es tu primera vez con un hombre, no? Los cuatro soltamos una fuerte carcajada, ideal para romper cierta tensión que se había formado. Juan Víctor nos indicó que el agua ya estaba bien y que él iría al living a "preparar todo", lo cual luego me enteraría de que preparativos se trataba. Nos metimos con Rulo primero, Gonzalo luego y yo al final a la ducha, nos debíamos turnar a recibir agua ya que la
mampara nos limitaba el espacio. Luego de ciertas risitas tontas, los besos dieron lugar a los primeros petes regados de agua tibia.
Gonzalo nos mamó primero a mi y a Rulo, luego Rulo tomo su lugar. Rulo era mucho más impulsivo e inestable cuando comía verga, demasiada velocidad evidenciaba su torpeza y corta edad. Nos comíamos mientras tanto las bocas con Gonzalo, aunque yo tenia un oído atento a los ruidos que hacia Juan Víctor en el living. Afuera la mañana veraniega de Once empezaba, un hermoso viento caluroso entraba por la claraboya junto a bocinazos y gritos de vendedores ambulantes. Rulo se puso de pie, nos dio un beso a cada uno y se puso debajo de la ducha. Gonzalo me miró a los ojos, se puso a espaldas mío y agarró mi verga. Creyendo que jugaría con la punta en su agujero lo dejé hacer....pero su plan era otro. La dirigió hacia su hoyo con una mano y con la otra separaba su peluda nalga. Sentí un calor que inmediatamente se transformó en algo húmedo en todo mi pene. Algo habré exclamado porque recuerdo su mini sonrisita entre placentera, ebria y burlona: era mi primera vez cogiendo sin preservativo con un desconocido y por dos segundos estoy seguro de que me habré asustado. El siguió sin prestarme atención y moviendo su cola de atrás hacia adelante. Ahí estaba yo, cogiéndome a un chico a pelo en la ducha mientras otro se ducha y otro más arma quien sabe que cosa en el otro extremo de ese departamento de Once. Gonzalo empezó a mamarle la chota a Rulo y la escena me parecía de lo mas excitante que había visto en mi vida.

Y además se sumaba él, el chico que me tenía fascinado hacía horas. Juan Víctor se acercó lentamente por el pasillo acariciándose la pija y mirándonos garchar en el baño. Su carne era hermosa, quería lamer esa cabeza ya mismo. —Chicos, a ver intentemos algo... Yo no me iba a quedar sin probar ese pedazo ahí mismo. Mi Colby Keller del Once ya había cruzado la puerta del baño y su miembro se movía de un lado al otro, gomoso y expectante. —¿Qué querés probar? Gonzalo dejó de mamar dos segundos para escucharme, Rulo no mencionaba una palabra desde el ascensor. Me salí de ese culo unos segundos y me senté en la bañera. —Sentate y chupá... así Juan Victor recibe un poco de amor también. Gonzalo accedió y Juan Víctor se arrodilló ante mi, su hermosa chota quedó a pocos centímetros de mi cara. El sonreía mientras la sobaba, hice todo lo posible y como una cabra sedienta me prendí de su pija. El riquísimo sabor salado a hombre de ese pene me volvió loco, tanto que mi verga se endureció aun más para el goce de ese culo peludo. Acariciando mi frente de una manera tierna Juan Víctor empezó a cogerme la boca, mientras los pelitos rubios de su ombligo me chocaban la nariz. Quería que me ahogara, quería que me preñara la garganta ahí mismo. Estábamos formando un cúmulo de hombres húmedos, todo se había llenado de olor a sexo y testosterona. Juan Víctor me volvía loco, quería ser solo suyo. Atrás quedaron mis inseguridades, solo bastó ponerla y chuparla al mismo tiempo para ganar total confianza y sentir que me podía comer el mundo. Que puto inestable. —¿Vamos al living? Las primeras palabras de Rulo después de un siglo me sacaron de mi excitante momento, pinchando un globo de fantasías acumuladas en mi mente durante años. Juan Víctor sacó su verga de mi boca, pero separó mis labios y me la abrió un poco más solo con una de sus manos. Me miró un segundo que parecía una eternidad, un segundo que no quería que terminara nunca. Y me escupió. La saliva mas rica del mundo ahora corría por mi lengua. —Si dale. Vengan que ya preparé todo.
2 notes
·
View notes
Text
Cuarteto - 1era Parte
No estaba del todo claro que hacía en ese boliche a esa altura de la noche: no era el mejor de la ciudad, tenía plata suficiente para pagar otro lugar mejor, la música estaba quemadísima y el alcohol era horripilante. Pero me quedé igual, a pesar de ser las 4 y media de la mañana. Supongo que dada mi reciente situación personal, la mayoría de estas cosas me chupaban un huevo. Me di cuenta de que había tomado mucho champagne cuando el "ooooh-oooooohh" de Lady Gaga en Judas me mareaba de solo escucharlo. Como era costumbre cada vez que me separaba, la cena de los fines de semana era reemplazada por cigarrillos y charlas a los gritos en el departamento de Emiliano. Así que ese espumante no tenía ningún tipo de compañía en mi estómago, ni siquiera Speed. Hacía ya un mes y medio que Leandro se había ido de mi vida para siempre, bloqueado de todos lados por pelotudo hijo de puta ojalá se muera hippie de mierda. Borrado en toda red social, esfumado, no quería tener ningún recuerdo de él, chau. Se murió. Mi celular solo tenía fotos de mis abuelos, mis sobrinos y como 5 textos de Emiliano pidiéndome perdón por haberse ido hace 2 horas con un oso de Tinder que en realidad conocía de la facultad y no se que cosa. Estaba todo bien, no era la primera vez que lo hacía ni sería la última. Momento de ir a la barra a tomar un poco de agua antes de seguir tomando un poco mas, surfeando entre loquitas, musculocas y drag queens con mis zapatillas manchadas por el sudor negro del piso de la pista de baile. Los grupitos de amigos seguían unidos un rato más, todavía faltaba para la hora del outlet. Pedí mi agua y un aire fresco bendito me llegó a la cara apenas me apoyé en la barra. Lo recibí con ojos cerrados y una sonrisa de placer. —¿Calor, no? Arrancado de mi trance, abrí los ojos y lo vi a mi izquierda. Pelo algo largo como un galancito de los 90s, unos centímetros mas bajo que yo, barba rubia y demasiado aumento en sus lentes. Una remera blanca algo manchada con vaya a saberse que líquido. —Si....pero por suerte acá está lindo. Me sonrió y extendió una mano para acariciar mi mejilla, como si fuera una especie de profeta recibiendo un nuevo discípulo. No pude evitar reírme en voz alta mientras abría mi botellita de agua. Tomé y me vio tomar con cierta admiración. —¿Querés? Es gratis igual eh? —Si, quiero. Hace rato que quiero. Se acercó a mi boca y me dio un beso húmedo e intenso.
Lo miré, sonreí y tapé la botellita. Seguimos comiéndonos la boca pegados a la barra unos minutos más, separándonos solo para decir algunas pocas palabras inconexas y seguir. Se colgó de mis hombros y yo acaricié su carnoso culo, se sentía pequeño y trabajado. —¿Cómo te llamas? —Juan Víctor. Combinación algo extraña de nombres pero mientras nuestras lenguas seguían jugando llegué a la conclusión que no sonaba nada falso. Unas tibias manos se posaron sobre nuestros hombros y nos interrumpieron. —Perdón...tenés el numero del guardarropas? Un chico morocho con la barba mas negra del mundo le hablaba a Juan Víctor con voz dulce y disimulando lo que parecía ser un coma alcohólico en ciernes. —Si, pará que no se donde lo puse...ah, él es Gonzalo. —Mucho gusto, Gonzalo. —Igualmente. Como si nada, dijo eso y me dio un beso en la boca con cierto gusto a chupetín. —¿Son pareja ustedes? —Eh....Digamos que compañeros de departamento. —¿Y ya se van? —No no, solo quiero sacar mi billetera porque ALGUIEN no tiene mas plata parece... Juan Víctor se rio dos segundos y volteó hacia mi, algo inestable en su postura. Pude verificar que la mancha de su remera era de cerveza. —Voy yo también porque quiero sacar algo, me esperas acá o ya te vas? —No. Dale, yo te espero acá. Sellamos nuestro acuerdo con otro beso y un manoteo a nuestros bultos, escena que Gonzalo contempló y calificó con un "aaaaww que tiernis".
Los vi alejarse abrazados. No sé cuanto tiempo había pasado de nuestros besos pero ya muchas almas solitarias estaban rondando en pena y viendo que otras almas podrían enganchar para no terminar la madrugada en sequía. Lo que yo llamaba la hora del outlet pero que es más conocida como la putivuelta: el momento desesperante para deambular como un zombie de The Walking Dead, mirar hacia todos lados como una suricata o ese camaleón que gira los ojos en 360 grados, tratar de conectar con algún cuerpo para poder encarar las primeras luces de la mañana con un poco de gusto a victoria. Con suerte, se podría obtener un numero de celular. Y con mucha mas suerte, ese rascado de olla podía derivar en penes erectos e intercambio de fluidos en un telo o departamento cercano. Con los años y la experiencia, la hora del outlet me encuentra del lado del encarado mas que del encarador. Sobre todo esa noche cuando no salía a bailar desde hacía un año y medio y ya había encontrado un cuerpo que respiraba y tenia genitales. Mi ¿misión? estaba cumplida así que me limité a mirar las notificaciones de mi celular y esperar a Juan Víctor. Me pedí un trago más y seguí esperando. Las miradas se volvían sobre mi y las esquivaba, las podía sentir aun sin verlas. Algo que en otro momento era halagador, en ese instante era algo molesto. La fila del guardarropas había comenzado a crecer y con ella las parejitas nuevas besándose en ella. Pero Juan Víctor no volvía. Entonces agarré mi trago con la convicción de que lo mío no era una putivuelta y fui a buscarlo. Unos segundos después lo encontré. Estaba comiéndole la boca a un twink flaquito, abrazados ambos a Gonzalo en una especie de tríada presexual. Se besaban de a turnos con el twink, cuando uno no estaba en sus labios el otro se ponía a lamerle el cuello o incluso a levantarle la remera y lamerle un pezón. Miré la escena durante un minuto y medio, sintiendo por dentro como se desmoronaba toda mi noche. Así de pegados fueron los 3 a hacer la fila del guardarropas, fila que yo no necesitaba hacer. Me di media vuelta y automáticamente era uno más de los muertos vivientes buscando una humanidad para acoplarse y sacarse ganas. Solo avancé unos pasos y un veinteañero tomó mi mano y empezó a chaparme, bruscamente y con gusto a gaseosa de pomelo. Me separé de esa lengua enseguida, no sin antes dedicarle una media sonrisa amable o lo mas amable que me permitiera la mezcla de ebriedad y decepción. Mas ojos se posaban sobre mi, más humillado me sentía. Nadie sabía que pasaba por mi mente en ese momento pero dentro mío todos se reían de mi, ofreciéndose como sobras y alegres de que sea uno de ellos. Tenia que irme de inmediato o todo terminaría mal. Es decir, llamando a mi ex para putearlo, llorar y decirle que lo extrañaba y me pasara a buscar.
La luz del día ya asomaba sobre Avenida Córdoba cuando salí y la gente de seguridad me deseó un buen descanso. Me di cuenta de que no tenia efectivo para un taxi y el cornudo de Emiliano se había ido en el auto a disfrutar de ese oso. Igual ni hubiera podido manejar... Hasta la parada del colectivo me dirigí entonces y me quedé esperando, a veces tambaleando y a veces con la firmeza de un roble. Me invadió cierta envidia asesina, cierta ira tal vez. Yo no merecía terminar la noche así, esperando el 132 o el 26 habiendo probado a hombres esta noche que no pude terminar de comer. Cada varón que pasaba por la vereda era escrutado por mis ojos de arriba a abajo, como un Terminator puto sediento de sexo. Me arriesgaba a comerme trompadas de algún hetero violento cuando decidí que ya no iba a esperar el bondi. Los iba a esperar a ellos, iba a esperar a esos 3 hombres. Y esperé y esperé. Ya no pasaba casi nadie luego de lo que pareció media hora. Iba a resignarme e irme cuando los vi salir a lo lejos, enganchados los 3, casi expulsados por los de seguridad y al lado de una chica gorda. No lo dudé mas y fui hacia ellos, a la parada que estuviera mas cerca a ese trío y fingir esperar ahí. De cerca la escena era casi algo obsceno: Juan Víctor y Gonzalo unidos como siameses con el twink en el medio, tocándose entre los tres los culos y los bultos. La gente que pasaba los miraba con cierta reprobación y la chica gorda, amiga del twink, arengaba la escena mientras esperaba un taxi. Nadie me vio acercarme y a nadie le interesé. Pero mi solo interés en la escena bastó para que la chica gorda me hiciera cómplice de sus comentarios. —Que cosa estos chicos eh... —Si, están como quieren la verdad. El solo emitir esas palabras hizo que me comenzara a erectar. —Todos los hombres son iguales mirá, hasta los gays!...Rulo, dale vamos o no vamos? Ni la gente que pasaba ni la chica esta parecian entender que estaban a la salida de un boliche gay: no hay husos horarios ni sentido de la orientación ni de la ubicación, son reglas obtusas cuando solo hay putos ebrios y calientes, sobre todo si son tres. Jamás comprendí tampoco a las mujeres que salen con sus amigos gays a boliches gays y pretenden que se asexualicen y sean solamente sus acompañantes. No se pueden levantar a nadie, no pueden encontrar el sexo o el amor, solo tienen que ser escorts de como ellas bailan Rihanna a los gritos. No mi ciela, no somos carteras. Rulo no se inmutaba y seguía perdido entre las lenguas y los mimos de Juan Víctor y la barba negra de Gonzalo. —Rulo, dale que yo me voy eh? Tarada. —Dejalo que nosotros lo vamos a cuidar, anda... Las palabras de Gonzalo me hicieron reír en voz alta, llamando la atención de Juan Víctor. Me vio pero entre la luz del día cada vez mas fuerte y sus lentes con demasiado aumento empañados, dudo que me haya reconocido. Lo saludé tímidamente con la mano a medio levantar, mientras Gonzalo contaba que Vivian cerca para convencer a la chica gorda. —Estamos acá nomás, él tiene todas sus cosas, lo cuidamos... —Rulo, me voy eh? Rulo volvió a explorar la boca de Juan Víctor. Gonzalo jamás se enteró de que yo estaba ahí. —¿Vos cual te tomás? —Igual yo no estoy con ellos eh? Y ni en pedo me voy con vos, tarada. —Ah pensé que... —No, o sea si adentro los conocí pero es largo de explicar —Digo para compartir taxi —No, yo me tomo el primer bondi que venga... Mentira.
La chica gorda paró un taxi y por suerte se alejó de nuestras vidas. Rulo apenas se inmutó y pude escuchar como le preguntaba a los otros dos donde vivían, quizás dudando de la decisión que había tomado. Juan Víctor le respondía susurrando al oído, Gonzalo le lamía el cuello tocándole frenéticamente la verga por encima del jean. Por dos segundos, Rulo clavó sus ojos en mi. Pero siguió probando esas lenguas, sentados los 3 en ese banco de cemento y escandalizando viejas que pasaban por ahí. Con esa mirada supe que yo estaba de más, era una curiosidad para él por estar siendo un voyeur matutino, testigo silencioso de una escena a la que nadie me había invitado. Sabía que ellos iban para el mismo lado que yo. Sin embargo, toda esperanza de lo que sea que esperaba que sucediera se hizo añicos con la mirada de ese twink. Ellos siguieron en la suya, yo ya no podía seguir esperando nada.
Con la tristeza pesando en mis hombros y la mirada algo nublada, vi que mi colectivo se acercaba. Lo iba a tomar, la decisión estaba tomada. Pero cuando pensé que estaba todo jugado, decidí tirar una última carta, un último manotazo. Antes de correr hacia la parada correcta dije en voz alta y clara: —Chau, ahí viene el 132! Corrí hacia donde se iba a detener, cubriendo mi frente por el sol incipiente y aprovechando para tapar mi cara de la vergüenza. Sin perder la vista de la parada, fui aminorando la marcha y extendí mi mano sin darme vuelta. Nadie esperaba ese colectivo porque ya habían pasado 1.420 unidades similares que simplemente decidí ignorar con mi torpe objetivo en mente. Ahora me dirigía a dormir en soledad para despertarme con la resaca como única compañera. Pero al darme vuelta, vi a los 3 corriendo a tomarse el mismo bondi. Sonreí, la puerta se abrió y subí no sin antes pedirle al chofer que espere unos segundos para que mis nuevos amigos se unieran. Juan Victor se puso a mis espaldas y los otros dos lo siguieron. —Gracias bombón, buen día... Y acto seguido, acarició mi cola con muy poco disimulo.
5 notes
·
View notes
Text
Leonardo - Final
No sabia que decir ni que hacer así que decidí no hacer nada. Nos encontrábamos en el telo y cogíamos de una manera robótica: él se entregaba a mi o yo me entregaba a él y no decíamos muchas palabras. La mitad de las veces que le chupaba la verga, esa verga hermosa que tanto había adorado, él estaba chequeando algo en su celular. Incluso una vez pude ver que eran nudes de ella. Comenzaron a bajar drásticamente las visitas a su departamento o al mío para tener sexo o simplemente darnos besos. Desaparecieron por completo las escapadas al baño para darnos cariño y las trasnochadas en la oficina, las cuales el reemplazó por llegadas tarde a la mañana (con el pelo mojado) y noches de after office antes inexistentes. Y para mi los after office eran terreno vedado. Sin embargo, yo no me quejaba. Nuestro contrato tácito siempre había sido ese. O al menos eso me parecía a mi. ¿Eso lo ponía a él en control de la situación? Tal vez. Yo no decía nada y podía comerme en paz al chico mas lindo de esa oficina de mierda que habitábamos de lunes a viernes, repleta de sillones y fichines para aparentar ser cool y Silicon Valley. Y además en ningún momento se me impidió tener sexo con otro chico. El problema acá era más grave: yo no quería.
Un par de veces los vi irse juntos en el ascensor, ella primero y él después. Yo de lejos en mi escritorio, sepultado de trabajo. Otro par de veces los enganché en la escalera, riendo como adolescentes o yendo a comprar el almuerzo. Hasta que un viernes a la noche surfeando por Instagram los vi besándose en el fondo de una story de Fran, en ese mismo bar idiota al que iban todas las semanas. Sin saber que estaban siendo capturados, o si. Que importaba. Sentí bronca, no por estar compartiendo un hombre con una mina (ya había estado en esa situación al haberme cogido varios casados) ni por querer reivindicar mi derecho a tomar IPA en ese bar de mierda. Mi rabia nacía porque Leo no me contaba absolutamente nada de ella. La rubia había pasado a ser el plato principal y yo simplemente era un acompañamiento, lo cual era totalmente injusto cuando la boca de Leo estuvo enterrada en mi culo varios meses antes de que esta mina apareciera en nuestras vidas. Yo tenia derechos, yo tenia antigüedad, yo tenia que hacerle pagar el derecho de piso a esta hija de puta. ¿Quién mierda se pensaba que era? Pero también tenía dignidad, por eso no decía nada. Los miraba de lejos, los analizaba. Me callaba y seguía con mi vida. Por suerte, el trabajo estaba siendo demasiado y consumía mi tiempo, ayudando a ocupar mi cabeza en otras cosas que no fueran recordar la forma de la cola de Leo o los pelitos de sus pectorales. Planillas y planillas, llamadas y mas llamadas con Miami o Chicago, un aumento en mis comisiones y hasta el putito de Recursos Humanos tirándome onda. Todo marcha bien, no te necesito Leonardo: vos sos el acompañamiento en mi vida. Yo soy mi propio plato principal.

Una tarde de lluvia entramos al telo y seguimos la misma coreografía de siempre: nos sacamos la ropa, nos comimos la boca, el agarró mi nuca y comencé a chuparle la verga. Seguí unos minutos, lo volteé para chuparle la cola. Se rio un poco ante la sorpresa pero accedió. Le encantó como era habitual, subí por su espalda y lo di vuelta para comerle el pecho. Quise continuar lamiendo sus axilas y me detuvo. —Eu, estás bien? —Si, por? Nunca saqué la vista de su torso, de sus pelitos, de mi tarea. —Porque no me mirás desde que entramos. Hice que no lo escuché. Seguí concentrado en lamer sus axilas. —Hey, pará. Me apartó de una manera suave pero determinada, mirándome fijo. Encontré sus ojos clavados en los míos, mientras me limpiaba la barba. —¿Que? —Eso pregunto yo, pasa algo? Como respuesta solo me encogí de hombros y dije que no con la cabeza. Volví a chuparle la pija, sus ojos aun fijos en mi. Yo entendí mi papel acá, seguí el tuyo y listo Leonardo. —¿Tenes ganas de hacer esto hoy? Si no, todo bien eh? —Te estoy comiendo la verga Leo, no estamos dando examen en la facultad. —Ehhh tampoco para que me respondas así... Tenía razón, no era para tanto. Con un gesto en silencio me separó y nos sentamos en la fría cama de ese telo de Colegiales. —Escuchame, no hay nada del otro mundo con ella, esta bien? —¿Con quien? —Dale, ni vos ni yo somos boludos, somos grandes. —Ok. —De hecho te iba a decir que vengas este viernes al after, la pasamos bien siempre y ella hace reír a todos, es un cago de risa vas a ver... —Te juro que no me interesa, no me afecta nada que te la estes cogiendo. —Bue. Te creo. Pero vení igual que no venís nunca y quiero que estes ahí. —Ok. Pero para, por que el viernes? Siempre son los jueves. —Por que no? No te puedo extrañar un viernes a la noche? Hijo de puta. Lo está haciendo otra vez. —Bueno. El viernes. —Joya. Retomamos nuestros besos y nos chupamos las pijas, acabando al mismo tiempo pero cada uno por su lado, con las lenguas cruzadas entre calientes jadeos. Nos limpiamos y éramos otros, todo había cambiado para bien. No hizo falta fingir, subimos juntos en el ascensor y llegamos al mismo tiempo a la oficina. Nadie podría sospechar de todas formas de algo que no pasaba jamás. Y Leo estaba extrañamente feliz, rozagante, de un humor exorbitante y lo que es mas llamativo, sin nada de cocaína en su cuerpo. Eso me animó bastante, quizás había esperanza. Aunque todavía no sabía esperanza para qué, siempre supe que es lo último que se pierde.

Llegó el viernes y a la felicidad forzada porque terminaba la semana, al after en el bar se le sumaba que habíamos cerrado un contrato bastante importante con una marca de cerveza. Cada uno había hecho su parte, era por un año e incluía redes sociales. Ameritaba un festejo mucho más grande según Fran, pero por ahora las pintas aguadas de ese bar alcanzarían. Leo estaba rebalsado de excitación, saludaba a todo el mundo y abrazaba a cualquiera que cruzara palabra alguna con él. Yo había empezado a brindar en la oficina con el estómago vacío así que a la segunda pinta ya me encontraba bastante entonado. Estaban compañeros de la empresa anterior y hasta un irlandés de una mesa vecina se había arrimado con su novia para reírse y debatir sobre tipos de cerveza y nuestra común rivalidad con los ingleses. Miré de repente a mi alrededor y la escena era ridículamente bíblica: como apóstoles estábamos todos sentados en una mesa larga donde Leo ocupaba el lugar central, lleno de satisfacción, seguridad y papas con cheddar. A su lado no estaba la recepcionista, eso sí. Hoy no era una de esas noches, no se demostraban afecto y todo era más casual. No afectaba en nada a la figura de Leo, inamovible en su altar de machito alfa. Era el mundo de Leo y nosotros simplemente lo habitábamos. Está hermoso además, la puta madre. —No, no, you don't know! This one is a bit bitter because of the water itself! Sin saber una puta mierda sobre como se fabricaba una cerveza, le discutía a un irlandés como se fabricaba una cerveza. Era capaz de discutirle a Marx mismo sobre comunismo, se creía indestructible. La recepcionista tímidamente fue levantándose al baño varias veces, volviendo a sentarse y acercándose de a poco para finalmente estar a un lugar de diferencia del mío. Un movimiento extraño que noté a pesar de mi ebriedad. —Che, de donde es? —¿Como? —El chabón este, de donde es? De Irlanda pelotuda, lo está gritando hace 2 horas. —Irlandés, creo. —Como Daniel Day Lewis, mi amor imposibleee... —Jeje si, el mío también. Mentira. ¿Por qué dije eso? —Lo viste en esa donde diseña vestidos? Aaaah me morí —A mi me gusta en La Edad De La Inocencia —Esa me falt---puedo cambiarte el lugar? Esa me falta ver! Finalmente la recepcionista se sentó al lado mío y debatimos durante una hora sobre el cine inglés versus el de Hollywood, como era mi barrio, como era el de ella, de vuelta al cine y así. Realmente era muy ocurrente, con comentarios muy graciosos y era una mina muy adorable. Hasta me hizo reír genuinamente, no podía odiarla. Sin embargo algo me llamaba la atención: su onda no era la de una bruja amiga de gays, no buscaba un cómplice ni un marica faldero. Además fingía estar mas ebria de lo que realmente estaba, algo en lo que nadie puede engañarme desde que tengo 15 años. —Bueno pará, vos decís fotografía escuchate esta: viste que a veces las fotos viejas dicen onda "circa 1910, circa 1967"? Bueno, yo pensaba que eran todas del mismo fotógrafo llamado John Circa o algo así! jajaja Como ya dije, adorable. Ahora, era evidente que todo esto estaba pasando por algún objetivo en mente....pero cual? ¿Ser mi amiga? ¿Para qué? Empezaron a hacerse las 2 de la mañana, muchos de la mesa ya nos habían abandonado, otros se estaban durmiendo sentados y el bar mismo nos avisaba que en una hora cerrarían la caja por un motivo que no escuché bien. —Nooo! Bueno, la seguimos en mi casa, ya fue. La voz rasposa de Leo se escuchó hasta el barrio vecino. —Where do you live? Is it far from here? —I'm kidding, I'm kidding... Terminó de decirle esto al irlandés y me guiñó un ojo. Respondí lo primero que me vino a la mente. —Conmigo no cuenten que me caigo de sueño... —Daaaale! Venite, estamos cerca! Mentira. Y estas borracho Leo, no podes manejar. Nos fuimos parando todos y pagando la cuenta, Leo se acercó hacia mi y puso una mano en mi hombro. —Dale boludo, venite. Es viernes! Ni en pedo meto al irlandés en casa. —Si, entendí esa parte no soy imbécil. —Por eso, dale. Porfa, veni. —No podes manejar si tomaste tanto Leo... —Si sabes que manejo mejor estando en pedo, acá estoy,
acá me ves, lo mas bien. La recepcionista se acercó desde atrás y acarició mi espalda. —Dale, venite que jugamos a Dígalo con Mímica o algo así! Me reí ante tanta simpatía desmedida. Era un emoji hecho persona. Cuando me quise acordar, estábamos 5 en el auto de Leo cantando a los gritos cualquier cosa que pasara la radio.

El departamento de Leo olía a algún ambientador de citrus y porro, es decir, el olor que tenía siempre. Pasada media hora de haber llegado y de que el dueño de casa nos ofreciera whiskies con todas las labels posibles, Fran y Melina se estaban pidiendo un Uber para compartir. Yo me debatía entre esta realidad y un plano más onírico, donde sucumbía en parte al cansancio y en parte al alcohol en mi sangre. —Venite, vamos al balcón un ratito así levantás. La recepcionista me llevó del brazo a tomar un poco de aire fresco y a distraerme de las despedidas de los chicos, impidiendo así que la noche llegara a su fin. —Yo apenas lo conocí pensé que Fran era gay, no le digas a nadie. —Si, muchos piensan lo mismo. Es por como habla. —Si no sé, algo más tiene... Los chicos se despidieron a lo lejos, Leo bajaba a abrirles. —De vos si que nunca me di cuenta, hasta medio que no lo creía! —De vuelta, muchos piensan lo mismo. Nos reímos juntos y el vientito de la madrugada me despabiló bastante. —Igual no esta bien pensar así. Que yo no sea afeminado y Fran lo sea un poco ya ves que no quiere decir nada, hay que dejar de lado los prejuicios en ese sentido. —Si señor, bien dicho, salud! Chocamos nuestros vasos de ya no sabia que cosa. Me sorprendió mi dicción y la lucidez de mi comentario siendo tan difícil mantenerme en pie y habiendo luchado contra el hipo. —Increíble que dije algo tan profundo un viernes a esta hora, la verdad... —No, por qué? Su respuesta vino acompañada de un abrazo. Sostenido, con caricias a mis brazos. No me molestan los abrazos cuando estoy borracho, tomo afecto de cualquier lado. Pero eso era bastante extraño. Comenzó a mecerse como bailando la canción de Fleetwood Mac que sonaba a lo lejos. Tomé distancia de la manera más amable que pude. —Hablando de prejuicios, vos que onda con las minas? —¿Qué onda de que? —Si estuviste con alguna. —No, nunca? —¿¿¿NUNCA??? Literalmente estas teniendo un prejuicio cuando te dije que no deberían existir, pelotuda. —Nunca. No sé por qué la sorpresa. Leo acababa de subir y cruzaba la puerta. —No es sorpresa, solo que muchos chicos gays al menos una vez probaron de mas jóvenes por ejemplo... —Yo nunca. Me he besado con chicas dos o tres veces pero nada más. No me pasa nada. Leo se asomó al balcón y lucía repentinamente sobrio. —Che está fresco, vengan adentro. —Ahí vamos. Pretendí olvidar lo incómodo del balcón tirándome boca arriba en el sillón con los ojos cerrados. —¿Qué hacían ahí? La pregunta de Leo fue hecha en tono bajo, curioso, inquisidor, sensual. Como quien atrapa a alguien en un acto pecaminoso del cual quiere formar parte. Extraño. —Nada, hablábamos....de los prejuicios. El tono de ella era igual, solo que rozando lo infantil. Igual de extraño. Abrí los ojos y se estaban besando enteramente con sus lenguas. No pude evitar reírme. Leo se detuvo y me miró. —¿Que? Como respuesta, solo me encogí de hombros. —Para mí que él se ríe porque nunca besó a una mujer. —No, te dije que sí besé. Coger, eso es lo que nunca. La recepcionista sin dudarlo se sentó a mi lado. —¿Y a mi me besarías por ejemplo? No puede ser. Soy un idiota, entré como el peor. Miré a Leo solo para confirmar mi sospecha, incrédulo de que algo así podría estar pasando, de que tal trampa haya sido planeada. El no me miró, solo se sentó en el sillón de un cuerpo a mirar la escena, acariciando su bulto. Mirame, cagón. Mirame. —No lo mires a él, yo te hice la pregunta. Está todo bien. La miré, con rabia y desafiante. —Si, a vos te besaría. Pero no pasaría nada igual. —Probemos.

Volteó su pelo hacia un costado y se aventuró a chupar mi boca. Su lengua iba entrando en todos lados, hasta en mi paladar. Agarré su nuca pero la torpeza de su ritmo, el sabor a lápiz labial y su perfume tan femenino hicieron de ese momento uno de los peores besos que me habían dado en la vida. Leo ahora nos observaba de pie, al costado. Basta para mi. —¿Viste? Nada. —¿Y si me pongo así? La recepcionista ahora estaba arriba mío como un koala aferrado a un bambú. Me beso medio minuto más. Esto ya califica como tortura, basta. —¿Viste? Tampoco, nada. —A lo mejor nos puede ayudar alguien.... Leo no dudó y comenzó a comerle la boca como yo ya sabía que a él le gustaba hacer antes de coger, cuando estaba muy metido en el momento y cuando estaba más excitado que nunca. O duro por la merca. Mientras seguían, Leo tomó mi mano y la llevó a su culo, su otra mano estrujaba la teta de la mujer esta. Se separaron y ella se meneó un poco sobre mi entrepierna. —Ahora ustedes, quiero verlos. Por favor, no. —Vení, guacho. Leo me besó como nunca. Lo sentí profundo adentro de mi boca, cálido y con gusto a un delicioso whisky. Acaricié su nuca como hacia meses que no lo hacía, nuestra pasión era innegable. Nuestros labios al separarse hacían un ruido disfrutable como la mejor de las músicas. Lo mejor fue que ese beso con Leo, lo sentí como entrar a mi casa después de un largo día de trabajo. Pero algo me decía que lamentablemente, ese ya no era mi lugar seguro. La recepcionista llevó una mano a mis genitales y sonrío al notar mi erección, la sonrisa de una gitana malévola que hizo temblar mi columna. —No. —¿Qué pasa? —Que no, no quiero. —Dale guacho, no pasa nada. —Guacho las pelotas, voy al baño y bajo. La recepcionista estaba desorientada. —¿Hice algo mal yo? —No, todo bien. Pero voy a mear y me voy, basta. Me puse rápidamente de pie e ignoré por completo los ojos de Leo. Ya en el baño, me lavé la cara y no podía creer haber caído en esa telaraña tan obvia. El hijo de puta lo había hecho de vuelta, otra vez caí, otra vez intentando usar mi calentura a su favor. ¿Hago mal en no cumplir su fantasía bisexual, soy un mal garche? ¿Soy un histérico, un puto muy simple o solo ejerzo mi derecho de no hacer lo que no tengo ganas de hacer? ¿O había sido idea de ella? ¿Acaso importaba? Ahí estaba de vuelta, solo con mis pensamientos y tratando de escapar. ¿Por qué con este hijo de puta siempre termino solo y en un baño?
Salí y el humor de ellos dos parecía ser conciliador, evidentemente algo habían discutido en voz baja. —Vení, sentate y hablemos un poco. —No, me quiero ir. —Dale. —Dije que no! Que me quiero ir!! —Ok, ok no te pongas mal. —Bajamos y me abrís! No entiendo que fue esto pero no quiero, me quiero ir a mi casa, ok? De la bronca me costaba ponerme la campera y de tanto enojo ni siquiera me despedí de la recepcionista. La furia me llevó a encontrarme bajando los pisos por escalera, a las corridas. —¡Esperá! Leo intentaba alcanzarme pero lo logró recién en planta baja. —Me quiero ir. —Ya sé, ya me dijiste guacho pero no te parece mejor si hablamos? —¿¿Hablar de que?? No sé ni que carajo intentaste hacer esta noche, no sé nada, ya no te entiendo porque ni vos entendes quien sos ni que querés!! Me quiero ir. —No grites, shhh!! —GRITO TODO LO QUE QUIERO, ME QUIERO IR Luego de dos segundos de silencio y de mirar hacia los costados, Leo me besó apasionadamente. Pero no, yo no jugaba más. —Me quiero ir. —Para hermoso, hablemos mejor por favor... —No quiero subir, me quiero ir. —No digo de subir, hablemos. Otro beso corto, como sellando su propuesta. —Odio que nos vea así la gente que pasa por la vereda cuando no somos nada... —Si somos, vos sabes que si... —Me quiero ir. Cada vez que dijera eso, Leo se había propuesto callarme con los besos más hermosos del mundo. —Acá no, arriba tampoco...entonces veni. Sacó las llaves y nos dirigimos a la baulera del edificio. Entre la caldera, bicicletas viejas y unos medidores de luz, insistí. —Me quiero ir, no quiero más esto que no sé que es. —Escuchame. Lo miré a sus ojos verdes, llorosos por quien ya sabe cual de todos los motivos por los que podía tenerlos llorosos. —Me quiero ir. —Ya sé que lo decis no solo por esta noche, sé que estas buscando otro trabajo. —¿Quién te dijo? —Nadie me dijo, chabón. Pusiste en tu Linkedin que estas abierto a búsquedas, lo ve todo el mundo eso. —¿Y que tiene? —¿Cómo que tiene? ¿Cómo te vas a ir ahora? ¿Es por mi? —No, solo me quiero ir. —No me rompas las pelotas, decime que queres que haga y lo hago. —¿Eh? —¿Queres que corte con ella? Me chupa un huevo ella, no me importa ella. —No te entiendo, me quiero ir. —Yo te necesito a vos, no a ella ni a nadie más. —No mientas, no mientas como haces siempre... El mismo plan que siempre, engatusar al otro para que haga lo que él quiere, a lo nene caprichoso, maquiavélicamente hermoso. No le iba a salir bien esta vez. —Decime que querés, en serio. —Irme quiero, quiero irme. —No, no te vas a ningún lado. Te dije que te necesito. Mirá como te necesito. Leo dejó las llaves en el suelo y empezó a sacarse la remera y bajarse los pantalones. —¿Qué haces pelotudo? Tomó mi cara entre sus manos. —Tuyo. Que me hagas tuyo. Eso necesito. Me besó como nunca lo había hecho, húmedo y frío, intenso y apasionado, tímido y cercano. Llevó mis manos a sus glúteos mientras dejaba de besarme para susurrar cosas que nunca entendí. Su verga estaba dura y se mecía de un lado al otro. Comenzó a desabrochar mi pantalón y sacó mi pija ya dura y con preseminal en la punta. —¿Y ésta? Esta es mía también, como yo soy tuyo. —Sos un hijo de puta... Bajo a chupármela, con un ritmo torpe y atolondrado que disculpé al instante, dado el lugar donde nos encontrábamos. Se detuvo después de unos segundos, se puso de pie y me lo dijo, alumbrado por un zumbante tubo fluorescente. —Quiero que me cojas. —No tengo forro, Leo. —Ya sé. Ok. A mi tampoco me importaba nada. Lo agarré de la cintura, lo di vuelta y le comí el culo unos segundos.

Mandé mi lengua por completo, saboreando todo como si fuera el ultimo ano de mi vida. Leo dejó escapar un gemido de los que me volvían loco. Me incorporé y empecé a penetrarlo. Esta vez mi pene entró rapidísimo y sin esfuerzo, nuevamente volviendo a un lugar ya conocido y abriendose paso enterrado entre esas hermosas nalgas. Me detuve ante un pequeño grito de Leo. —¿Sigo? —Segui, hacelo. Empecé despacio, para no maltratarlo y para no hacer ruido. Leo igualmente gozaba y se masturbaba como si estuvieramos en cualquier otro lado y no cogiendo de parado a las 5 de la mañana en un depósito, siendo observados por un almanaque viejo de Boca Juniors campeón de no sé que cosa en el 2001. Nadie aparecía tampoco en la entrada ni bajaba del ascensor, este parecía ser nuestro momento. Estábamos solos en el universo. Noté su espalda arqueándose del placer y mis embestidas fueron mas fuertes. Sus gemidos también. —Segui, segui, así, asi... —¿Te gusta? —Si papi... —¿Te gusta hijo de puta? —Si dame, llename de verga el culo... —¿Te gusta, putito de mierda? —Si, dale, dale... Jamás me cogí a un chico con tanta bronca como en ese momento. Desconocía las palabras que salían de mi boca, hasta parte de mi temía que Leo las odiara. No parecía ser el caso. Sentí que estaba a punto de estallar. —Ya vengo... —¿Como? —Que ya estoy por acabar, donde la queres? Leo se dio vuelta como pudo y de sus labios salió la mayor sorpresa. —Adentro. Preñame. Lo dudé dos segundos. Y empujé con toda la fuerza mi carne dentro suyo con 3 embestidas finales hasta que sentí mi semen saliendo de mi pene. El también sintió como me vine dentro suyo y acabó sobre el suelo con 5 o 6 chorros de la leche mas blanca que le haya visto jamás, quizás con una blancura aumentada por el tubo fluorescente. Me apoyé sobre su espalda, húmeda y fría. Mientras besaba los músculos de sus hombros, sentí como su agujero se cerraba y se abría sobre mi verga, como al mismo tiempo ambos terminábamos con pequeñas eyaculaciones. Y al mismo tiempo, los dos supimos que con esos movimientos se terminaba todo.

Leo se vistió con una expresión en su cara que oscilaba entre la melancolía y la urgencia. Me miraba en silencio limpiarme la verga con la tela de mi bóxer, sonriendo de una manera única. Mi expresión era fría y no emití ninguna palabra hasta que estuvimos en la puerta de entrada del edificio. Llegamos y antes de poner la llave en la cerradura, sintió que tenía que decir algo. Algo para romper un hielo que ya no existía. —Al final no te fuiste, te viniste. —¿Como? —Digo, dentro mío. Lo miré como quien mira a un meme que no se entiende. —No es gracioso. —Ya sé, no te enojes. Y no te vayas. —Estamos en la puerta, Leonardo. —No de acá, de la empresa digo. No te vayas. —Voy a hacer lo que tenga ganas de hacer. —Realmente te necesitamos, porfa. —Ah, ahora es todo el grupo? ¿En plural? —Ya sabes a que me refiero. No te vayas. —Abrime. Nos vemos el lunes. Abrió la puerta y con toda la velocidad que pude llegué hasta la vereda. La cerradura hizo click atrás mío y pude sentir sus ojos clavados en mi nuca. Pero no me di vuelta. En la esquina paré un taxi y dije mi dirección. Solo habían pasado unos minutos y mientras miraba las decenas de notificaciones de mi celular, escuché lo último que necesitaba escuchar. La música electrónica lenta llegaba a mis oídos logrando exprimir lo poco que quedaba de mi fuerza interior. Luego la letra que me parecía inconfundible. Où sont tes héros Au corps d'athlète? ¿Justo acá? ¿Justo ahora? Justo. Acá y ahora. ....Sexy boy....Sexy boy...
La inocente canción de Air que escuchaba en mis años de adolescente ahora me estrujaba el alma. Se había transformado en la canción que sonaba de fondo durante nuestra primera vez en el sillón. La primera vez que besé y tuve sexo con el chico más lindo y sexy de la empresa. En el mismo sillón en donde esa misma noche fui víctima de una emboscada. La misma dulce canción tenía que estar sonando en la radio de ese taxi con olor rancio, no podía estar sonando Phil Collins o cualquier cosa de Ed Sheeran, no. Tenía que ser esa canción, mi canción. Quedé inmóvil, no iba a permitir que una melodía tan neutral y casi de cuna se convirtiera en el himno de lo que sea que yo había sentido por el hombre mas tramposo conocido. Un idiota, un cobarde, un mentiroso, un vendedor, un tránsfuga, un tarado. Un hombre hermoso. —La puta que te parió, Leo... —¿Como? —No no, nada... Nunca mejor dicho. Todo eso era nada. Giré mi cabeza hacia la derecha, mirando sin ver el asfalto de Av. Lacroze y haciendo lo posible para que el taxista no supiera que dos tibias lágrimas habían llegado a mis mejillas. Igual no importa lo que yo hiciera: a esa hora de la madrugada, los taxistas siempre saben todo.
10 notes
·
View notes
Text
Club de Hombres - Final
Para ir al cuarto del colchón grande había que subir dos escaleras y a medida que se subía en la altura, aumentaba el calor. Nuevo Amigo no me soltaba la mano: se había convertido en mi guía espiritual y sexual. No sé si fue el calor repentino, el fondo blanco o porque mezclé dos marcas de gin pero me sentí mas ebrio que nunca. Doblamos hacia un pasillo donde un chico muy parecido a Jeff Buckley fumaba en soledad e ignoraba al resto de la gente, mientras monitores mostraban un porno distinto al de abajo. Nuevo Amigo iba adelante, se giró unos segundos para darme una advertencia. —Escucha, cualquier cosa vos buscame, ok? —Me estas asustando un poco, que puede pasar de diferente? No me respondió y siguió caminando. Llegamos a un telón enorme y negro, pesado y grueso, el cual había que mover de muchas maneras para poder pasar a una especie de reservado con silloncitos y puffs blancos bastante berretas. Alumbrado por una luz púrpura, tenia como habitantes a 4 o 5 chicos mirando en semicírculo como se cogían a otro de patitas al hombro. El espectáculo era muy caliente y sin dudas en cualquier otro momento me hubiera volado la cabeza. Pero los estándares de esa noche estaban altos, esto era como mirar Nickelodeon. Nuevo Amigo se acercó al sillón de la escena y prendido de su mano lo seguí. Acudió como si estuvieran regalando algo y miraba todo extasiado, a cada uno de los integrantes de ese gangbang. Empecé a tocarle el culito a uno de ellos y enseguida se apartó de mi mano, no porque no haya estado de acuerdo con mi tacto sino porque ya era su turno de cogerse esa cola. El pasivo esta vez quería recibirlo de parado así que se puso de pie, entregándole su culo al otro chico. Me corrí para que tuviera lugar y sin querer pateé un frasquito de plástico. —Uh, perdón! —Todo bien... Acto seguido lo agarró y comenzó a inhalar por un solo agujero de su nariz, mientras lo penetraban con furia y cierta torpeza. La escena me había calentado y estaba erecto pero tuve que admitir que no era nada del otro mundo. Por eso tuve que indagar al respecto con Nuevo Amigo. —¿Y el colchón adonde está? Susurré a su oído para no interrumpir sus besos con otro chico. —Ah cierto, seguime. Volvió a agarrarme de la mano y seguimos camino.

El calor fue aumentando exponencialmente con cada metro que avanzábamos, al mismo tiempo que la luz iba disminuyendo. Ya estábamos en la oscuridad completa, escuchando gemidos y roces cercanos, susurros y escupidas. Me sentí flotando en lo oscuro, en un océano negro de testosterona. Mas susurros, lamidas, besos y nalgadas, gemidos y superficies de placer a mi alrededor, dando vueltas y mareándome. El calor ya era insoportable. —Es mejor que nos quedemos aca afuera un momentito, vos y yo. ¿Afuera? ¿Afuera de donde? No hay un adentro ni un afuera, no hay arriba ni abajo, de qué afuera me estaría hablando? —¿Como? ¿Pero que hacemos? Empecé a temblar un poco, lo cual con 56 grados de calor es ridículo y síntoma de otra cosa más grave. —Tranquilo. Nuevo Amigo comenzó a besarme y todo el miedo lentamente empezó a desaparecer. Su boca era tierna y su barbita de dias chocando con mis labios me regalaba una sensación áspera de virilidad y armonía. Toqué sus glúteos y el tocó los míos, la música ya no sonaba en absoluto en ese lugar. Lamí su cuello y saboreé mi propio sudor en él. Nos detuvimos. —¿Estas mejor? —Si. —Bueno, cerrá los ojos. Pude ver que mis ojos se habían acostumbrado a la oscuridad ya que al cerrarlos vi otros matices de negro. Sentí otros chicos pasando a nuestro alrededor, alguien más rozando mi cola, el ritmo de una cogida cercana creaba un vientito tibio que pude sentir en los pelos de mis pantorrillas. —Ahora, respirá fuerte para adentro. Sentí una gran onda expansiva entrando por mi nariz, mis pulmones, toda mi espalda, mi culo, mis huevos y hasta la punta de mis pies. Había tomado popper otras veces pero esta vez era distinto. Quizás hasta ni era popper, jamás sentí ningún frasquito acercarse a mis fosas nasales. —Ahora abrí los ojos.


Delante mío estaba Nuevo Amigo, mas 4 chicos, 11 chicos más, 19 chicos más, 56 chicos más. Todo estaba mas claro y estaba alumbrado por un eclipse total dentro de mis corneas, porque sabia que técnicamente eso era oscuridad. —Ahora si, pasemos. Dimos 4 pasos y entramos en una especie de cuarto enorme con paredes blancas, una ventana mal cerrada y el famoso colchón enorme. Se trataba en realidad de dos colchones queen size unidos entre sí. Encima de él había fácilmente 14 chicos teniendo sexo. Al costado, otra misma cantidad los miraba y se tocaba o comenzaba mini penetraciones sin prestar atención al espectáculo principal. El calor era agobiante y al mismo tiempo hermoso. No sabía por donde empezar así que Nuevo Amigo bajó a chuparme la pija otra vez sin soltarme la mano jamás. Lo dejé hacer y quise al menos apoyarme contra la pared. No pude evitar chocarme con 3 chicos que ya estaban contra la pared. Quizás pedí perdón en voz alta, no lo recuerdo. Solo recuerdo que uno de ellos empezó a lamerme el cuello, la nuca, levantar mi brazo y empezar a darse un festín con mi axila. Todo rebotaba por todas partes de mi cuerpo, como un pinball. Otro par de manos bajó mi bóxer y una nueva lengua estaba recorriendo mi pecho. Durante un segundo temí por no se qué y me dije a mi mismo que era ridículo: estaba semidesnudo entre hombres que me daban placer, nada podía pasarme. Todas las bicis y los barcos... La lengua que estaba en mi axila empezó a explorar mi otra axila. La que estaba en mi pecho empezó a visitar mi lengua. Nuevo Amigo me soltó para empezar a jugar con mi cola. En un vistazo rápido al colchón pude ver como a un twink le estaban haciendo una doble mientras chupaba otra verga. A su lado, un puto musculoso cabalgaba carne con un movimiento lento, alternando entre metérsela toda en el culo y bajando a darle besos a su activo. Todo con un movimiento pausado, tranquilo. Disfrutando el momento porque nadie lo apuraba. Las lenguas de repente desaparecieron de mi cuerpo y todo ahora eran manos. En mi espalda y en mi culo, en mis pezones y acariciando mi barba con el frenesí de quien gusta de las barbas. Nuevo Amigo se puso adelante mío de espaldas con la evidente intención de que lo penetre, así que yo tenia que cumplir.


Lo llevé de la mano hacia el colchón y lo puse en cuatro patas, dispuesto a comerle el culo. Abrí sus nalgas y me hundí entre ese ano peludito y su sabroso perineo, metiendo lengua y escuchando como gozaba. Pude ver como se pellizcaba los pezones, lo cual me puso la verga como una roca. Perdido en el placer, le pegué un par de nalgadas que resonaron como nunca al rebotar en el sudor de sus glúteos. El sabor de su culo era delicioso y me encantaba verlo gozar así. Un chico empezó a pajearse cerca nuestro y a mirarme cómplice, como pidiendo que siga en ese plan. Otro directamente se puso encima de Nuevo Amigo pero mirando hacia mi, de manera que su pija estuviera cerca de mi boca. Empecé a tomarme breaks de comer culo para chuparle la verga a ese otro pibe, una vez una cosa y luego a la otra cosa. Verga, culo, verga, culo, culo, verga, perineo, culo, etcétera. Ese otro pibe se movió y agarré el preservativo de mi zapatilla para empezar a cogerme a Nuevo Amigo...pero apenas vi un tatuaje enorme en su espalda supe que algo andaba mal: ese no era mi Nuevo Amigo. Estaba entregado a mi así que de todas formas me puse el forro en la verga, no sin dejar de mirar alrededor para ver si lo encontraba de vuelta. Si giraba a mirar hacia mi derecha, un chico que me lamia el cuello me comía la boca. Si giraba a mirar hacia mi izquierda ese otro pibe me metía la pija entre los labios. Así que me dispuse a meterla en ese culo y que todo fluyera. El hoyo estaba dilatadísimo y caliente, señal de que yo no era su primer visitante. Pude mandar mi pene entero de un solo empujón y el chico lanzo un fuerte gemido. Su espalda se arqueó y vi como su pelo estaba mojado por el sudor, mientras mi verga estaba entrando y saliendo de su cola. Miré hacia alrededor, más hombres gozaban en esa cama enorme. Unos arriba de los otros, gimiendo, meneando, sacando y poniendo, chocando y encimando. Un trencito estaba sucediendo de pie al costado, otro chico chupaba 3 pitos al mismo tiempo. Pero nadie hacía un escándalo por nada, como en un acuerdo tácito no nos permitíamos hablar en voz alta ni gritar a los 4 vientos como nos gustaba estar ahí. Ahí. En la oscuridad total, sin ningún tipo de luz artificial que dejara ver ni una sola poronga, literalmente. Salvo por unos pocos minutos cuando por la ventana mal cerrada un rayo lechoso se coló, difuminado por el calor condensado en los vidrios. Al principio pensé que era luz de la calle, lo cual era imposible ya que los árboles de la calle Honduras no dejaban pasar luz ni a la vereda misma. Ajusté aún mas mis ojos y noté con placer y cierta felicidad que ese rayo tibio era la luna, metiéndose sin pagar a nuestra orgía. La luz blanca empezó a bañar esos culos y esos lomos, de curiosa nomas. Delante mío tenia espaldas musculosas cubiertas de un baño helenístico, rebotando en cada una de las gotitas de sudor y transformándolas en perlas. Bellísimas perlas de varones calientes, uniéndose entre si y formando perlas mas grandes, que aterrizaban en los culos ardientes.

El ruido de un colectivo 39 me trajo de vuelta a la realidad, donde el culo que estaba penetrando ya quería recibir mi semen, el chico que me lamia el cuello ahora me lamia el culo y la pija del otro pibe rebotaba en mis labios. Con una mini nalgada le avisé a mi pasivo que estaba por acabar. Comencé a gemir mas rápido, estimulando sin saber a que el que comía mi culo lo hiciera aun mas profundo y el de la verga en mi boca se empezara a masturbar mas rápido. Finalmente, estallé lanzando toda mi leche dentro del culito, mientras el que estaba en mi culo ahora se mudaba hacia mi próstata, como disfrutando de sentirla ordeñando de esa manera. Acabé como muchos chorros, habrán sido como 7. Me disponía a salir de ese culo cuando el chico de la pija en mi cara me agarró de la barba. Su intención era clara y no me iba a negar. Todo su semen tibio empezó a caer sobre mi cara, mi nariz, los pelos de mi barba, mis labios. Después de unos golpecitos de su chota contra mi barba, asegurándose de limpiar hasta la ultima gota, volvió a agarrarme de las dos mejillas. Mirándome a los ojos, me escupió y su saliva cayó en la punta de mi nariz. Parecía ser el final, pero no. Tanto él como el otro chico empezaron a lamer la leche de mi cara y a darme besos en la boca. No tragué nada porque el sabor del semen no es algo que me vuelva loco y mi excitación ya había bajado bastante, pero quise seguir el juego porque sabía que esa escena grabada en mi retina me serviría para hacerme la paja solo en mi casa. Comenzó a agobiarme el calor y si bien el olor a hombre era hermoso, tenia sed y ganas de lavarme la cara. A los tumbos seguí caminando hacia el lugar donde la luz empezaba a aumentar y el aire era más abundante. Busqué a Nuevo Amigo en cada centímetro, sin noticias. Llegué al baño de arriba y fui directo a las canillas. Luego de tirarme agua fría y ponerme un poco de desodorante, me miré al espejo. La cara completamente colorada y el agotamiento digno de haber corrido una maratón. Una sonrisita de puta que no se me borraba con nada. —¿Calor no? Lo miré. Era pelirrojo y no pasaba los 22. —Si, mucho. Pero vale la pena. —Te vi abajo hace un rato, bah te vimos varios mientras te cogían... Sus labios eran gruesos y rosaditos, su torso estaba cubierto de pecas. —Si? —Si, como que estuvo bueno pero medio sentí que la estabas pasando mal, onda no sé... Tierno, dulce. Pero muy jovencito. —Bueno, gracias por preocuparte. —No, de nada... Se acercó y comenzamos a besarnos, directamente con lengua. Seguimos varios minutos, acaricié su espalda y lo masturbé un rato. Algo me decía de todas formas que la noche, o al menos mi noche dentro de ese lugar, ya había llegado a su fin. De repente tuve frío, hambre y sed de otra cosa. Me despedí del pelirrojo con un beso profundo y bajé a vestirme.

Mis sentidos seguían aumentados solo para ver si podía encontrar de vuelta a Nuevo Amigo, en cada voz que escuchaba y en cada chico que entraba al vestuario. Pero no, no todo podía ser tan perfecto. Si vi caras y culos conocidos, cuerpos que había visto sumergidos en lo negro y lo caliente, apoyados sobre cuerina y adornados con arneses. Me dirigí a la barra a pagar por los tragos y buscar mi mochila. —¿La pasaste bien? —Mucho. —Me alegro, es la idea. Me había abrigado pero igual seguía con frío, iba teniendo cada vez mas frío mientras bajaba, sobre todo en las manos. Le mostré no recuerdo que cosa al negrito de la entrada que acreditaba mi consumo en la barra y crucé la puerta negra. Un viento frío me pegó en la cara, la temperatura había bajado y todo indicaba que llovería pronto. Luché con el cierre de mi campera unos segundos antes de llegar a la esquina y pude ver a alguien que me sonreía, apoyado sobre uno de los taxis estacionados, típicos de la zona. —Hey... —Hola, pensé que te había perdido. —Te dije que me buscaras. —Te busqué! Su sonrisa se hizo mas grande y ahora chocaba con la mía. —No importa. Porque acá estamos. Yo te encontré igual. —Así es. Uno de esos momentos donde no supe que más decir. —¿Cómo te llamas? —Leandro. Me extendió la mano y al estrecharla sentí todo el calor y la suavidad de antes, el confort de lo familiar y lo ya recorrido. —¿Y querés ir a comer algo por ahí, Leandro? —Dale. Nos fuimos por Gascón mientras la luna se iba a dormir entre las nubes, el viento se volvía cada vez mas frío y sus manos me daban todo el calorcito que podría necesitar esa noche.
3 notes
·
View notes
Text
Leonardo - 4ta parte
Por primera vez en mucho tiempo estaba teniendo una rutina sexual, algo que no me pasaba desde el primer año que empecé a vivir sin mi familia. En ese entonces, solo era activo sin animarme a mucho más que chupar verga y culo, perdiéndome un montón de cosas sin saberlo. Mucho miedo a contagiarme algo, inculcado por años y años de cine culposo y trágico. Además, ser solo activo es algo aburrido pero mucho más fácil. Dia por medio tenia para mi el culo de 3 vecinitos y los fines de semana iba a bailar, me aventuraba a alguna tetera o conseguía un culito nuevo en un barrio cercano. Era frecuente, seguro, cómodo y lo que necesitaba en ese momento. Con Leo siempre supe que las cosas serían diferentes.

De lunes a jueves llegábamos cada uno por su cuenta a la nueva oficina, saludando a la recepcionista rubia e idiota, trabajábamos cada uno en lo suyo durante unas horas, media hora antes de que todo el mundo se fuera a almorzar comenzaba lo primero: nos escondíamos a comernos la boca en el baño de discapacitados durante 10 minutos. A veces ahí también salía una paja rápida. Almorzábamos juntos día por medio para no despertar sospechas y tipo 4 de la tarde llegaba el mensajito tan deseado. — Fijate que llegó email de Kent —Perfecto, ahora le respondo en 10. Leo me escribía en ese código secreto en Slack, en parte de puro perseguido y en parte porque lo calentaba: Kent era el nombre del telo a 8 cuadras de la oficina, lo cual quería decir que nos encontraríamos abajo en 10 minutos e iríamos a coger ahí un medio turno de 30. Si había "reunión con Kent", el turno era completo e íbamos a garchar una hora entera. Luego de que me penetrara en todas las posiciones que se le ocurrieran, volvíamos a la oficina procurando entrar con 10 o 15 minutos de diferencia. Trabajábamos un poco más y luego cada uno a su casa o quedarnos un poco después de hora para besuquearnos mas en la oscuridad de la oficina vacía y ver videos en Youtube. A veces si había paja rápida al mediodía o mucho trabajo, Kent no mandaba emails a la tarde y estaba todo bien igual. Porque Leo lo compensaba el sábado o el domingo, en mi casa o en la suya, donde solo cogíamos una vez pero durante muchas horas. Nada ni nadie nos apuraba ni podía descubrirnos. Ambos nos encargábamos de pagar los preservativos, los jueves y viernes no nos veíamos por el casi obligatorio after office (un posible despertador de sospechas), hasta a veces sobreactuábamos peleas sobre asuntos del trabajo. Todo era armonía de lunes a jueves, el se iba al gimnasio descargado y yo volvía a mi casa con mi perro. Había épocas de gloria, como esa vez que se tomo una semana de vacaciones, fingió ir al sur y en vez de eso se quedó en mi casa. O esa semana que yo me tomé vacaciones, no fui a ningún lado y en vez de Kent pudimos ir a Conde, el hotel mas cercano a la oficina y mucho mas lindo. El se estaba convirtiendo en mi espacio de confort, besarlo y abrazarlo era siempre lo mejor que me pasaba en la semana. También hubo épocas de infierno, como la vez que tuvo faringitis, no lo vi por una semana y media y no supe que carajo hacer. Porque ahí fue cuando se hizo evidente lo que me estaba pasando. Lo empecé a extrañar, no podía concentrarme en ninguna otra cosa porque solo pensaba en él. No tenía sexo con nadie que no fuera Leo hacia 7 meses, no miraba porno para masturbarme: solo lo hacia con el bóxer sucio que había dejado en casa, con su remera bordó, con el recuerdo de su verga entrando en mi culo.

Cuando se recuperó, volvimos a nuestra rutina sexual. Una tarde apenas cruzamos la puerta de la habitación 22 de Kent, me dio un beso tímido y húmedo y me dijo las 3 palabras que me desarmaron. —Te extrañe, guacho. Me reí como una colegiala y dije que yo también. Pero era más, yo sé que era más lo que sentía. La puta que te parió, Leo. Nos tiramos en la cama, nos quedamos solo en ropa interior y Leo dejo de lamerme el pecho para mirarme a los ojos. —¿Qué tenés ganas de hacer hoy? —Lo que vos quieras —Dale, te estoy preguntando boludo... —¿Qué? Me reí nervioso, sin saber qué quería decirme. —Yo te conozco ya, no tenés ganas de algo más? Mi cerebro empezó a maquinar al mil por ciento: no hay manera de que me esté pidiendo un trío porque no se puede entrar de a tres en estos hoteles, no tenemos juguetes ni compró nada, no toma merca hace meses y sabe que no me gusta, que más sabe? No cogí con ningún flaco y aun si así fuera que.. Mis pensamientos se interrumpieron porque Leo agarró una de mis manos y la posó sobre su cola. Su firme, turgente, musculada y hermosa cola. —Me vas a decir que no querés, si me la tocas todo el tiempo... Leo sabía que yo era versátil, aunque jamás en todo esos meses siquiera deslicé la idea de poder culearlo. —Si, obvio que quiero, pero nunca lo hiciste, me dijiste... —Nunca me cogieron así de cogerme. Solo hice cosas... —¿Qué cosas? —Beso negro, algún dedito cuando me pajeo por ejemplo... —¿Ah si? ¿Beso negro de quien, de una mina? —Si, de mi ex y de otra después... —Por eso, de una mina. —Si, por? —Porque no es lo mismo. Con un tipo es otra cosa...y no le decimos "beso negro". —¿Ah no? ¿Cómo se dice? —Comer culo. Leo se río en voz alta, muy pícaro. Me incorporé y comencé a sacarle el bóxer, despacito. Delante de mi cara ahora solo estaban sus glúteos desnudos, duros y blancuzcos. Empecé con besitos de arriba hacia abajo y ya pude escuchar como gemía tímidamente. Me fui acercando hacia su raya sin dejar de respirar, el aire de mi aliento rebotando en el final de la espalda hacia que sus pocos pelitos se erizaban. Llevé una mano a su bajo vientre y entendió que debía ponerse en cuatro patas para mi. Como era su primera vez, no habría nalgadas ni escupidas. Tenía que hacer lo posible para dilatarlo pacientemente. Acaricié todos sus cuartos traseros, desde su culo hasta sus gemelos. Él me dejaba hacer, completamente mudo. Abrí sus glúteos y ahí estaba delante mío, un hoyito rosadito claramente virgen rodeado de pelitos rubios, esperando a ser devorado. Pasé la lengua y se le escapó el primer gemido ahogado. La higiene de la zona delató que Leo había llegado esa tarde con este objetivo en mente, decidido. Mi lengua siguió jugando con todas las zonas de ese culo hasta que seguí con los besos. Sus gemidos ya se habían convertido en ruido constante y habían generado que su preciosa verga se pusiera dura como una piedra. Empecé a pajearlo mientras mi boca no paraba de jugar. —Uuuuuhhh...seeeeh boludo, así! Con una mano lo masturbaba a él, con mi boca comía su hermoso orto y con la otra me masturbaba yo. Seguí así durante unos 5 minutos más, podría haber estado así toda la tarde. Toda la semana. —Este orto quiere carne eh? —Todo tuyo, guacho...

Mis manos lo abrieron más, porque había llegado el momento de mandar lengua adentro. Sentí el sabor a hombre en toda mi boca y él dejó escapar un gritito de aprobación. Mi lengua lo penetraba, todo era calor y humedad entre nuestros cuerpos, ya acostumbrados a calentarse a las apuradas de lunes a jueves. Su culo estaba particularmente calentito esa tarde, su espalda había empezado a transpirar de puro placer. Aumente la frecuencia con la que metía mi lengua en ese ano y Leo empezó a moverse frenéticamente, haciendo de ella un mini pene al cual ya se había entregado por completo. Leo es mío, definitivamente. Volví a sentir su pija, dura y llena de presemen en la punta, baba, de todo. Humedad masculina entregada al placer total de mi mano. —Ufff....seguí, seguí hijo de puta, seguí Intercalé lengua y dedos, primero uno, luego dos. Él ya estaba entregadísimo, todo para mi. —¿Queres que empiece, despacito? —Dale, vos sabés... Me reí en silencio y busque el pomo de gel y un preservativo. El seguía tocándose y meneando de placer su maciza cola con el agujero mas hermoso del mundo. Luego de ponerme el condón y aplicar gel, la cabeza de mi pene empezó a abrirse paso en esa cola, estrecha y mojadita. Costaba, naturalmente. Con caricias le hice saber que no haría nada brusco. Finalmente, mi glande pasó el umbral del ano y llegó a su recto. Gritó de dolor. —Pará pará, sacala, sacala... —La saco despacio....ahí va. —Ufff... —Ahora vas a tener ganas de ir al baño... —Como sabes? Y...son años de desvirgar culos, pelotudo. Pero no le dije eso. —Porque es lo que pasa. Pero ya pasan, no son ganas y se te van al toque. —Bueno. —Igual si querés, siempre puedo parar y hacemos otra cosa. Sentí que ya estaba hablando demasiado y arruinando el momento. —No guacho, todo bien. Con vos está todo bien. La misma frase que me dicen siempre los de culo estrecho o virgen: "con vos está todo bien". El sello de aprobación que siempre me transforma en Iniciador de Culos Profesional, matriculado. Mi glande volvió a ese culo con un poco mas de gel esta vez, logró entrar con un nítido "pop" y una vez dentro de la cuevita de Leo, se movió lentamente. Leo gemía entre excitado y preocupado, aunque su verga nunca había dejado de estar dura. Fui penetrándolo suave y de a poco mientras lamia su espalda y acariciaba sus glúteos. —Ahora empiezo a moverme yo si querés... Su determinación me sorprendió. Igualmente tuve que avisarle. —Mirá que no entró del todo todavía eh.... —Uh..bueno, mandala si queres. Obedecí de golpe, sellando el pacto entre mi chota y su culo. Leo dejó escapar un grito y estrujó con sus manos las sabanas. Me incliné sobre su espalda para darle dulces besos, él tenia la cara enterrada en la almohada. Yo quería verlo a los ojos, moría por verlo a los ojos. Seguí con suaves embestidas que fueron aumentando en ritmo, el ruido del látex entrando y saliendo de su culo solo era interrumpido por sus gemidos. Ya no eran de dolor, era puro placer. Estaba entregado a mi, los músculos de su espalda se estremecían cada vez que metía mi pene hasta el fondo, cada vez que mis bolas chocaban con sus nalgas. Cogerse un culo estrecho es de las cosas mas lindas de la vida y de las que me hacen acabar mas rápido. No quería, quería ver el rostro de mi hombre mientras lo penetraba. —Date vuelta, porfa...
Leo se dio vuelta, estaba completamente colorado: en su cara había una expresión de sumisión extrema. Sus cejas arqueadas y sus ojitos llorosos, su barba de hombre con saliva de haber mordido la almohada y de usarla para lubricar su verga al masturbarse mientras yo estaba dentro suyo. Ahora me había salido unos segundos, podía sentir mi semen a punto de salir en cualquier momento. —Cogeme papi, seguime cogiendo... Esa sola frase casi me hace acabar, también verlo delante mío abierto de piernas ofreciéndome su agujerito dilatado mientras su verga dura golpeaba sus abdominales. En ese momento me pareció el varón mas lindo del mundo. Escupí mi pija, otro poco en su culito y volví a estar dentro suyo en un solo segundo. Ahora el que gritó fui yo, el placer de tenerlo para mi y sentirme unido a su carne de esa manera era demasiado. La metí y saqué dos o tres veces, no pude aguantar mas lo inevitable. —Acabo boludo, acabo... —Dale, llename de leche papi... No había mas "guacho" ni "loco": al parecer, cuando Leo estaba entregado se entregaba del todo con un "papi". Estaba a punto de estallar dentro suyo cuando lo miré a los ojos, notando que me estaba clavando la mirada desde que se habia dado vuelta. Lo besé profundamente y gimiendo con la boca abierta, senti como cuatro chorros de mi semen inflaban su recto, bombeando dentro suyo todo mi placer. Un calor húmedo llegó a mi barbilla, Leo se estaba acabando en sus pectorales y el chorro me había alcanzado. Durante 5 segundos todo fue unión entre nuestros cuerpos, olor a hombre y a sexo que se desarmaba. Con la inevitable risita nerviosa post eyaculación, me salí, lo besé y me pare a buscarle con que limpiarse. Le avisé que faltaba para que termine el turno, mientras hacia un nudo al preservativo y el se pasaba papel higiénico por el pecho en el mas raro de los silencios. Me tumbé a su lado, mirando el techo. —¿Te gustó? —Si, mas vale... —Y si, si no te hubieras acabado encima. Su expresión era mas que seria, era hasta preocupante. —¿Todo bien? —Si si, todo bien... Leo recostó su cabeza en mi pecho y lo abracé con mi brazo derecho. Habíamos hecho eso mismo varias veces, pero esta vez se sentía distinto. No era el Leo de otros días que me cogía como una bestia de parado, ni el que había entrado por esa puerta hacia 15 minutos, ni el que gozaba con mi pija adentro. Este Leo era un gorrión mojado por la lluvia, temeroso de vaya a saberse que cosa. Saqué conversación sobre el trabajo, sobre lo que fuera y respondía con monosílabos. Algo pasaba, pero no me lo iba a decir. Ni esa tarde, ni nunca.
Arreglamos que él llegaría primero a la oficina y yo 15 minutos después, los cuales se transformaron en media hora porque el imbécil de seguridad quería contarme no sé que cosa de sus hijitos. Cuando subí y se abrió el ascensor, para mi sorpresa Leo estaba en la recepción hablando con la rubia tarada de la entrada. Hablaban, reían viendo algo en el celular de ella, cercanos y compinches. Fui hacia mi escritorio y Fran se acercó a darme unos formularios. —Acá está lo de la reunión de mañana —Bueno, ahora lo miro. Las risas de Leo y la rubia tarada llegaban hasta nosotros, Fran no pudo evitar hacer un comentario porque eran demasiado notorias. —Parecen dos tarados, lo mismo hicieron en el after: toda la noche riendo como dos focas. El tarado era yo. Directamente ciego, no me había dado cuenta de nada, obnubilado por tanto delicioso sexo, hipnotizado por haber tenido su aroma en mi piel todas las semanas. El aroma de un hombre que prácticamente se baña todos los días para que ningún aroma se quede en su cuerpo. Las escapadas, jugar a las escondidas, los telos y los celulares apagados. Como se quedó en mi casa pero yo nunca me quedé en la suya. —Para mi ya se la está cogiendo. —Je... La que hice en ese momento debe haber sido la peor sonrisa fingida en la historia del mundo. La puta que te parió, Leo.
23 notes
·
View notes
Text
Club De Hombres - 1era Parte.
Jamás me había animado a ir a un lugar así, aunque la fantasía estaba firme desde que empecé a coger. Es más: apenas probé el sabor de la boca de otro varón a los 13 años, quise estar con dos varones al mismo tiempo. Al otro día de haber probado mi primer verga a los 15, mi cuerpo me pedía chupar dos. Cuando cogí por primera vez con Jorge a los 16, no pasó un mes que ya le estaba proponiendo un trío. Y estuve en varios, en cuartetos, en quintetos, en orgías. Pero esto era otra cosa, este lugar prometía otra cosa. La razón por la que nunca me había animado a ir a un ¿sex club? ¿lugar de cruising? ¿cogedero? era porque el único que conocía en mi ciudad era uno que no me despertaba confianza. No por temor a perder mis pertenencias (bueno, un poco si) sino porque la entrada a estos lugares era libre, sin restricciones a cualquier hombre que quisiera ir. No tengo problemas con las edades, solo que me pondría de muy mal humor un tipo a quien no considero atractivo insistiéndome a estar con él o tocándome o incluso viéndome coger como leí que sucedía entre esos fiesteros. Si iba alguna vez a un sitio así tenía que ser lo más parecido posible a un video porno de sexo grupal europeo o no cuenten conmigo. Ni hablar de saunas, odio transpirar y coger con calor. Este lugar de Palermo antes tenía otro nombre y luego de un rebranding, decidieron llamarse como el título de este texto en sus redes sociales. Un nombre nada imaginativo ni novedoso. Lo inusual era que la entrada en este caso no era libre.
Había que mandarle un mensaje por whatsapp a Manu, uno de los dueños, indicando tu rol, tu edad y fotos de culo, pija y cuerpo entero desnudo. Las mandé, pensando en como estaba ampliando la colección de nudes de Manu y nada más. Para mi sorpresa, fui aprobado y anotado en una lista como el numero 347. ¿Acaso eso significaba que 346 chicos de mas o menos mi edad y mas o menos mi estado de cogibilidad iban a estar esa noche? Tal vez. Abrían solo los domingos de 18 a 23 y la entrada si bien no era barata, era razonable. Se le sumaba una barra con tragos y preservativos ilimitados, justo como en esa película francesa que yo había visto hacia un mes. La expectativa subió un 160%: hasta podría yo encontrar un amor en esa oscuridad como pasaba en esa historia. Llegó el domingo y minutos antes de las 19hs yo estaba en esa puerta negra de la calle Honduras, golpeando, diciendo mi numero y mi nombre. Me abrió un negrito hermoso, aceptó mi documento y me dijo que suba hacia unas escaleras. Sonaba música electrónica desde arriba, cuando noté que el lugar parecía haber sido un boliche que vivió una buena época en años anteriores pero a fuerza de pintura nueva, música y sexo no quería rendirse y pasar al olvido. El edificio en sí ya es como cualquier puto. Lo primero que me recibió arriba fue una pantalla donde se proyectaba un video porno donde un brasilero recibía una mamada de un adolescente. No había sonido pero yo sabia que ese porno era brasilero, simplemente lo sabía. Al costado en una barra, los dueños atendían a una pareja recién llegada. Nunca supe quien era Manu, supongo que el morocho agarrando el QR para cobrar la entrada. El otro se limitaba a cambiar la música, hacer un trago y lucir como un fuego absoluto vistiendo solo unos suspensores. Los cuerpos de ambos estaban marcados y ahí surgió mi primer miedo. Llegó mi turno, me saludaron y me explicaron el asunto: el precio, donde estaba el baño para cambiarse, mis cosas las cuidarían ellos en la barra, donde estaba el glory hole, que se hacia en cada cuarto, etc. Me di vuelta un segundo al escuchar una risa y de la nada vi como cuatro amigos estaban viendo el video porno y buscando un parecido entre el pene del actor y el pene de uno de ellos. Los 3 tenían unos cuerpos soñados, dos de ellos unas barbas prolijas, bocas preciosas, uno de ellos (el del pene siendo comparado) solo tenia puesto zapatillas y medias. Ante tanto cuerpo marcado a mi alrededor, me sentí en Ibiza, en San Francisco, en Chuecas. Eso no era algo bueno. Lo único marcado en mi cuerpo era el paso de la cerveza durante años. Me sentí una masa amorfa, una gran rana con brazos largos, una barba de hippie y una panza digna de un embarazo de 3 meses.
—¿Me puedo dejar puesta la remera? —No. La idea es estar calzado pero en ropa interior o desnudo. —..... El del suspensor se río en silencio y me miró con compasión. —Mira, te digo lo que le digo a todos los que se sienten como vos: ya estas acá, ya fue. Tampoco se permite el uso de celulares. —Ok... Me resigné con una sonrisa. —Además sos hermoso, dejate de joder. Le agradecí, para ser unas musculocas exclusivas eran bastante simpáticos y amables. Se merecían que consuma sus gin tonics al menos. Fui al baño a sacarme la ropa en silencio al lado de un total extraño, quien terminó primero que yo y luego de ver sus músculos en el espejo, se dirigió en suspensor y zapatillas a dar una vuelta por ahí. Me vi yo en el espejo pero no me reconocí. Había elegido mi boxer más caro y comprado en mi viaje a Londres, como si algún puto iría a darse cuenta de eso mientras me chupaba la verga. No me reconocí, me noté con hombros muy anchos y sin tanta panza como imaginaba en mi mente. Me sacó de mis pensamientos el saludo de un chico afeminado y bastante lindo llegando a cambiarse. Lo saludé y fui a la barra a dejar mis cosas, en boxer y zapatillas. Llegaba un grupo de 3 osos en la escalera y yo sin nada de coraje. —Dame un gin tonic, Tanqueray, lo mas fuerte que puedas. Necesitaba el valor, necesitaba sentarme y juntar seguridad para captar la onda del lugar, de la gente y poder acoplarme. Entonces simplemente me senté y vi a todos llegar un rato bastante largo. Twinks, mas osos, musculocas, grupitos de amigos, parejas. ¿Y si me encuentro con algún conocido? Da igual, no hay celulares. Acá todo vale y no hay testigos digitales. Entonces mejor...¿y si me cojo a algún famoso?

Todo esto en soledad, viendo a la gente pasar como en una pasarela y tomando ya mi segundo trago en media hora. Ya tenía el coraje necesario y había confirmado que absolutamente todos los asistentes al lugar estaban cogibles, algunos hasta muy fuera de mi alcance. Comencé mi tour. El lugar era enorme, calefaccionado y con boxes preparados para el cruising. Videos de men.com en monitores, algunos boxes con glory holes, sillones con poca iluminación y paredes negras. Bajando una escalera, mas cuartos, laberintos y mas sillones. Todo limpio y siendo merodeado por hombres hermosos en bóxer. Luego de unos minutos de dar vueltas y cruzar miradas, escuché unos primeros y tímidos gemidos. Dentro de un box, cuatro chicos estaban chapando y cruzando sus lenguas mientras sus vergas duras estaban libres y siendo masturbadas. Cada musculo de sus piernas se tensionaba del placer y mi pija se puso dura enseguida, ni siquiera tuve que tocarme. Dos se pusieron de espaldas y los otros dos empezaron a comerles los culos, abriendo las nalgas y metiendo profundamente la lengua. Los gemidos de placer ya no eran tímidos, lo hacían bien fuerte y se daban besos profundos mientras sus respectivos hombres les comían el agujero, se comían la boca entre si y volvían a comerles el agujero. Abrían bien las nalgas y el hoyo de uno estaba a la vista de todos, como una boca pidiendo que le den de comer. Comencé a hacerme la paja por debajo del bóxer cuando un chico se me acercó y me imitó inmediatamente. Me miró cómplice. —Ufff...alta escena no? Iba a responderle cuando vi que los come culos de manera casi sincronizada habían empezado a metérsela a dichos culos, así sin avisar. Era porno en vivo, no se podía poner pausa. Los dueños de los culos ahora directamente se quejaban de puro placer y me vi obligado a pelar mi verga y comenzar a masturbarme. Mi nuevo amigo me imitó, mientras agarraba uno de mis pezones y jugaba con él. La escena siguió así durante varios minutos. Si esta belleza de paja es lo único que hago acá, me voy contento... Los cuatro se besaban entre si entre cada embestida de las penetraciones, el ruido de esas chotas gruesas entrando y saliendo de aquellos ortos era tan alto que se oía a pesar de la música. Mi nuevo amigo me soltó y noté que se estaba atando el pelo con una media cola. Su pija dura estaba bamboleando, apenas liberada de un slip. Un happy trail subía y anticipaba mas pelitos en su pecho torneado, barba de 3 días y unos ojos claros alucinantes. Los cuatro del box dejaron de cogerse, despegaron sus cuerpos y solo seguían besándose entre si. Mi nuevo amigo me guiño un ojo y me agarró de la mano, llevándome a un cuarto con sillones.
Llegamos y estábamos rodeados de 8 o 10 hombres, algunos comiéndose las bocas y otros las vergas. Menos uno, acariciando en silencio su bulto en una esquina oscura, la mas oscura de todas. Tan solo la figura de un bóxer blanco anticipaba que allí había un hombre. Mi nuevo amigo me sonrió, mientras una luz roja le daba en la cara. Comenzó a besarme con mucha lengua y le respondí de la misma manera. Agarré su nuca y el agarró mi pene, ya completamente afuera de mi boxer. Segundos después, Nuevo Amigo rompió el hielo con un susurro. —Veni, vamos a sentarnos. Accedí y ahí quedamos, besándonos y masturbándonos entre la mini multitud. Empezó a chupármela, con su boca húmeda y caliente. Dos chicos nos miraban y se tocaban delante nuestro. Nuevo Amigo la chupaba muy muy bien, no se olvidaba de mis huevos ni de jugar con mi cabeza. Lo agarré de la nuca y se la tragó toda. En la otra punta del mismo sillón, un chico delgado se arrodillaba para que un oso grandote pudiera penetrarlo, no sin antes comerle el culo. Nuevo Amigo se detuvo para hacer una pausa y darme un beso de lengua. Momento de comerle la verga yo. Su preseminal estaba todo alrededor de su prepucio y tenia un gusto delicioso. Me tragué su carne lo más que pude, mientras lo sentía suspirar y acariciarme, entre el sonido de una penetración cercana y la música electrónica. Su pija no era gruesa como la mía, no obstante estaba durísima y olía a perfume de imitación, tapado con sudor. Todos mis sentidos estaban exacerbados en esa oscuridad: olor a hombre, tragos y chicles de menta que se mezclaba con cerveza en el suelo, humedad. Mi vista era la de un murciélago puto, para poder adivinar cuerpos y ver en que andaba el silencioso de bóxer blanco. Allí estaba, viendo mudo lo que lo rodeaba y pajeándose por encima del algodón. Pude ver como sobaba su carne gruesa formando una carpa maciza. Sentí las caricias de Nuevo Amigo en mi espalda queriendo llegar a mi cola, cuando de repente otras manos me tocaban las piernas. Una nueva respiración estaba llegando a mi ingle, una nueva boca estaba chupándome la pija. Uno de los dos chicos se había arrodillado a complacerme. Giré la cabeza un momento y pude ver a Nuevo Amigo hacer lo mismo con el otro chico. Sonreí porque ahora yo estaba siendo parte del cuarteto observado, ya que unos 5 o 6 nos miraban a nosotros y al oso cogiéndose al chico del sillón. Éramos los cuatro del sillón. El ritmo de nuestro sexo oral duró unos cuantos minutos más, porque la pija de Nuevo Amigo realmente me gustaba mucho. Él me agarró suavemente de la nuca, ya no estaba chupando más. Luego de darme otro beso, me dio una suave palmadita y se puso de pie, sin soltarme la mano. Los dos chicos también se pusieron de pie delante nuestro y empezamos a besarnos los cuatro. El chico al cual Nuevo Amigo se la había chupado nos agarraba muy fuerte de la nuca y nos unía a los 3 restantes en un beso de lengua. —Eso...eso. Seeeh, así. Luego bajó a comernos la chota a los tres.
Goloso, alternaba entre glande y glande mientras arriba nosotros nos comíamos las bocas. De repente, solo éramos Nuevo Amigo y yo, ambos unidos por el pete del extraño y nuestros labios. El chico al que yo se la había chupado no se había ido, solo que se puso detrás mío a jugar con mi culo y tocarse. Cuando sentí los dedos de ese varón recorriéndome el agujero, no pude evitar gemir. Los gin tonics estaban haciendo efecto, yo estaba completamente relajado y no me iba a negar a nada. El Goloso seguía comiéndonos las pijas a mi y a Nuevo Amigo, quien juraría que no había parado de sonreír en ningún momento. Mientras tanto, el oso avisó al chico delgado que estaba por acabar con voz de trueno, fuerte y clara. Yo ya tenía mi propio espectáculo así que no me volteé a mirar la eyaculación que el chico delgado pidió recibir en su cara. Sentí la mano del Otro Chico en mi espalda, como pidiendo que me incline hacia adelante. Accedí solo porque entendí sus intenciones. Otro Chico empezó a chuparme el culo de una manera bestial. Como si estuviera tomando agua en el medio de un desierto. Mi excitación fue tal que Goloso tuvo que dejar de chuparme la verga, en parte porque lo separé y en parte porque pude sentir mi orgasmo venir en cualquier momento. La lengua de Otro Chico directamente me estaba haciendo un examen de próstata, entrando en mi hoyo como si explorara una caverna. Gemí tan fuerte que Nuevo Amigo se alarmó. —¿Todo bien? —Si si, todo bien... Como respuesta recibí un hermoso beso en la mejilla, mientras Goloso seguía pegado a su pija. Inclinado de pie y entregado por completo a la sed anal de Otro Chico, empecé a besar el pechito peludo de Nuevo Amigo, aferrándome a sus hombros para no perder el equilibrio de tanto placer. Mi piel ya se había acostumbrado a la suya, su cuerpo era mi lugar seguro. Él procuraba siempre estar agarrado de mi mano. La excitación fue bajando al bajar también el factor sorpresa mientras me sentía más dilatado que nunca en mi vida: mi culo estaba abierto, húmedo y prendido fuego. De repente Goloso empezó a chuparme la verga a mi, Nuevo Amigo me miró a los ojos como chequeando mi estado. Me sonrió y vi como una pálida luz alumbraba sus dientes mientras me guiñaba un ojo otra vez. La puta madre, este pibe es hermoso. Le sonreí, bajó a besarme y acto seguido me encajó su pene en la boca.
Ahí estaba yo chupando pija, mientras me comían el orto de un lado y la pija del otro. Nuevo Amigo esta vez me agarró de las dos manos, dándome completa seguridad. Literalmente, cada extremo de mi cuerpo estaba ocupado con un hombre. Me sentí en el cielo, agradecido de ser puto y estar en ese momento de la historia, en este país y en este domingo nublado, tapado de verga por todos lados. Abrí los ojos y el coro griego de pajeros no paraba de mirarnos y masturbarse, alentando en silencio la escena con el frotar de sus penes y el sacudir de sus huevos. Pude divisar en la esquina que el bóxer blanco estaba por las rodillas, alguien estaba chupando esa carne gruesa con mucha pasión. El olor a hombre lo invadía todo, todo el ruido era música y labios separándose, ya sea de otros labios o de una verga. Goloso empezó a gemir sin desprenderse de mi pene, Otro Chico también y sus suspiros recorrían mis glúteos en forma de escalofríos. Vi como 4 o 5 chorros de semen adornaban el suelo mientras separé a Goloso de mis genitales porque yo estaba a punto de acabar y no quería hacerlo en ese momento. Dos chorros más en el suelo y Goloso ahogó un gemido seco. Me puse de pie y Otro Chico se dispuso a penetrarme sin preservativo, puerteando con su glande mi ano y golpeando su dura y mediana pija contra mis nalgas. Me negué y Nuevo Amigo volvió a besarme, esta vez agarrándome la cara con fuerza. Su aliento a sudor ajeno y cerveza me volvían loco cada vez que nos besábamos. Otro Chico ayudó a Goloso a pararse y gracias a un pequeño haz de luz noté que de chicos no tenían nada, eran regios y hermosos cuarentones. Miré hacia el otro lado y en la esquina, Bóxer Blanco había vuelto a simplemente masturbarse. Solo que esta vez sentí que me estaba mirando solo a mi. Los ruidos y gemidos ajenos que me rodeaban potenciaban una especie de sonar gay en la oscuridad, con el cual pude distinguir mejor a ese macho. Ahí noté que se parecía mucho a Tony Paradise, un actor porno con el que me había obsesionado hacia unos años. No era Tony, obvio. Solo se parecía. Nuevo Amigo ya no sostenía mis manos (creo que comenzó a chupar la pija de alguno) y ningún cuerpo me estaba tocando. Mi bóxer directamente estaba en el suelo así que lo agarré y me dirigí a la esquina. Bóxer Blanco me vio llegar en silencio y agitando su verga gorda, golpeándola contra la otra mano de a ratos. Fui lento, sutil en mis pasos, mirando sin ver, como quien no quiere la cosa. Me paré a su lado y ya supe que no íbamos a dirigir palabra. Me acerqué lo mas que pude a su cara: realmente sus ojos negros parecían penetrantes y el contraste con su barba bien negra y su piel mas clara me enamoraron enseguida. O como sea que se llame estar caliente y querer específicamente un cuerpo solo. Me incliné ante su boca y me dio un beso profundo pero sin lengua, austero y recio, sin tocarme ni respirar demasiado. Su torso musculoso emanaba una mezcla de sudor, testosterona y colonia Kevingston. Sin más preámbulos, bajé a comerle la pija.

No pude tragar ni la mitad de ese vergón, realmente era demasiado gruesa y cabezona. Una carne de hombre alucinante, ya cubierta de preseminal, latiendo de excitación e hinchada de placer. Cuando fui a lamer sus huevos, estaban retraídos lo cual era señal de que estaba a punto de acabar. Subí con mis manos a acariciar y masajear sus pectorales, duros como piedras y cubiertos de pelos chiquitos, recortados con cuidado. Fui a sus pezones y ahí fue donde Boxer Blanco empezó a lamerme los dedos. Seguí chupando su verga mientras el llevaba mis dedos húmedos por su propia saliva a sus tetillas. Se fueron poniendo duras y misteriosas. Complacer a este pedazo de hombre me estaba dilatando el culo, quería como mínimo sentir esos dedos gordos como morcillas adentro de mi recto. Me puse de pie y de espaldas a él, dándole permiso para que jugara con mi culo. —Juguemos bien, que sos bien putito parece... Mi oído también se dilató al escucharlo susurrar esas palabras. Levanto una pierna para sacarla de su Bóxer Blanco y sacar el preservativo de su zapatilla. Pude escuchar el envoltorio rompiéndose, sentir el calor de su carne envuelta en látex, ver como sus piernas se acomodaban como si fuera a atajar un penal, sentir sus pelitos rozar con los de las mías. El sonido de su escupida para que se lubrique el asunto. Y no escuché nada más, todo enmudeció. Lo que siguió fue un shock donde lo único que vi fueron estrellas. Esa verga se abrió paso en la cueva de mi culo como un transatlántico a toda velocidad, carne durísima y gruesa metida de golpe en mi ano dilatado y a la vez sorprendido. Comenzó a bombear despacio pero igual no pude evitar lanzar un grito de dolor. Lo tapó con su mano enorme en mi boca. Empezó a embestirme mas fuerte, con un ritmo demoníaco. Todo mi interior estaba en llamas, incluso mi gemido ahogado era imposible de tapar. No me importó quien carajo me estaba viendo, quería que ese dolor terminara y al mismo tiempo llevarlo conmigo para siempre. Bóxer Blanco tomó una medida extrema para poder bombear mi culo aun más fuerte y tapó mi boca con todo su brazo. Al dolor placentero se le sumaba estar ahogándome con el bíceps enorme de un macho en mi lengua y parte de mi nariz. Pude sentir cada una de sus venas, mientras esa verga entraba sin piedad en mi recto y sus bolas chocaban con mis nalgas. Empecé a temer por mi vida, porque drama queen. —Ya viene putito, ya viene.... No me importa, yo quizás también ya vengo y ni me importa, solo quiero que me dejes de coger y a la vez que no pares nunca de cogerme. Pude sentir mi orgasmo en la punta de mi verga y ni siquiera estaba tocándome: cada embestida de ese animal estaba logrando sacar mi semen, como ordeñándome. Pero seguí sintiendo miedo, ese cúmulo de placer gay de solo unos segundos podía terminar mal si yo no hacía algo urgentemente: no quería morirme ni desmayarme en un lugar así. ¿Qué diría mi familia? ¿Cómo me sacarán de acá, en una bolsa? De repente, sentí el calor de unas manos suaves en mi cintura. Abrí los ojos y a pesar de la oscuridad, vi que el dueño de esas manos ahora agarraba las mías. La luz ahora verde alumbró un poco su rostro. Nuevo Amigo me sonrió y una paz interna me envolvió entero. Bóxer Blanco empezó a gemir mas fuerte y a bombear más frenéticamente. El dolor ya no me importaba, con la mirada clavada en Nuevo Amigo. Bóxer Blanco dejó de ahogarme y llevo sus manos a mi cintura, avisando con una nalgada que ese culo seguía siendo suyo, anticipando que se venía la leche a puro ritmo de mete y saca. No me importaba. En silencio y en el medio del placer, Nuevo Amigo acercó su cara a la mía y chocamos nuestras narices, sin besarnos. Me dijo algo que no entendí porque justo cerré los ojos. Agarrado de sus manos y con la boca abierta en el mas raro de los silencios, sentí a mi verga largar semen, una y otra vez. Cada embestida de aquél hombre que ya no me interesaba era un chorro mas de mi esencia sobre el suelo. Cada vergazo de ese pedazo de carne sin modales me estremecía, mientras abría los ojos y me recibía la sonrisa mas hermosa del mundo. El ritmo de
los pijazos disminuyó hasta desaparecer. La poronga salió demasiado de golpe y no pude evitar quejarme. —Augh.... —¿Todo bien no? —Si, ahora si. Nos soltamos de la mano y nos dimos un pequeño beso. —Vine porque vi tu bóxer en el suelo y le ibas a acabar encima... —Jajaja, igual traje otro por las dudas. Mentira. Ese hermoso gesto hizo que lo invitara a acompañarme a la barra. Ya afuera del cuarto de los sillones, le invité lo que quisiera tomar. —Agua nada más, porque tomé medio bicho y no quiero mezclar. Lo dijo con la sonrisa intacta, la cual no se retiraba de su cara ni al chupar verga. Ahora ya sabíamos el motivo. Cerca de la barra y sentados en los sillones mientras en la pantalla daban una de Bel Ami, hablamos sobre el lugar, que era mi primera vez y lo nervioso e inseguro que estaba. —No se notó eh? —Es que están todos buenos y además es raro porque coger de parado no me gusta mucho. Mentira. Le conté que igual mi inseguridad no desaparecía con el hecho de haber acabado, que ahí mismo estar sentado al lado de él era traumático para mi, al hacérseme rollitos cuando el tenia el abdomen definido. Me dijo que eso ahí adentro no importaba tanto. —Y menos que menos en el dark room, el del colchón gigante, que ni siquiera hay luz....como que no se ve nada de nada y vale todo. —Ahí no fui todavía. —Termina el trago y vamos! Bah, si querés. Esto ultimo me lo dijo sonriente y pícaro, como preguntándome si quería acabar de vuelta pero sin preguntármelo. Si me bancaba una más o ya había terminado para irme a mi casa. Sonreí e hice fondo blanco. —Vamos. Y agarrados de la mano, nos metimos de vuelta en lo oscuro.
8 notes
·
View notes
Text
Leonardo (3era parte)
Leo miraba a su celular y yo no podía sacar la vista de su bulto. A decir verdad, lo único que no había visto de su cuerpo ese día era su verga. Su culo mas o menos ya me lo imaginaba, el shortcito que tenia puesto no dejaba bastante a la imaginación. Me vino una oleada de One Million mezclada con el olor a cuerpo de hombre recién bañado, quizás el mejor aroma posible en la historia del mundo. Se había bañado para sacarse el olor a humo de la parrilla. —¿De qué querés hablar? Ya me imagino igual... —Es que estamos re contentos con lo que nos conseguiste boludo, posta que pueden salir cosas muy buenas si te venís a laburar full time con nosotros... —Si ya sé, pasa que es un toque arriesgado... —¿Por qué? Hasta podes no sé, comisionar si crees que te hace falta... "¿Por qué? Porque estas durísimo Leo, ni la ducha ni la comida ni las advertencias de Ale te hicieron bajar, apenas lo logra el whisky, no puedo dejar lo que tengo y arriesgarme por dos merqueros que apenas conozco" pensé. Pero no lo dije. —Pasa que estoy por renovar contrato en el departamento, es justo una época jodida... Tuve que dejar de hablar porque las notificaciones de Grindr no paraban de vibrar en la mesita. —Disculpame... —Nah todo bien, que te dicen? —Eh? —A ver, mostrame, quiero ver... —Bueno... Se sonrió mientras los mensajes de Act Masc24 desfilaban por sus ojos, la verga y la cola de ese anónimo y de otros tantos que me habian escrito en solo media hora. Pero no era una sonrisa burlona. Era una de curiosidad. —¿Foto de cara no te pasó? —Si pero la borró porque tiene novia. —¿En serio? —Si, bah eso dice... —No digo, lo de la foto, no sabia que se podían borrar una vez enviadas... —Si pagás mensualmente si se puede, creo... No pude, no pude seguir. Leo tenia la pija despertándose y formando una carpa en su short. Me rei y segui tomando, nervioso y colorado como un adolescente.

.—¿Que? —Nada... —¿Pasa algo? —No nada, solo que estás al palo boludo... —¿Y? Se sonrió como un nene travieso al que descubrieron haciendo algo indebido. Nos miramos a los ojos y ya descubrí que estaba pasando. Leo estaba haciendo el galanteo largo que le hace un hombre hetero a una mujer, el cual puede durar horas. Hay que comer, tomar, llegar a su corazón, hablar bien sin quedar como un degenerado. No Leo, entre varones es distinto. Podes ir al grano enseguida, pelas la verga y listo. —¿Pensas hacer algo con eso? —Y a vos que te parece que puedo hacer guachin? La música electrónica aburrida de Ale había terminado y el algoritmo de Spotify ya tiraba cosas parecidas. Leo dejó mi celular en el sillón, yo dejé el vaso en la mesita y comenzó a sonar Sexy Boy de Air. Me pareció muy loco, muy adecuado, muy para ese momento. Giré la cabeza hacia donde estaba el parlante. —¿Que pasó? —No boludo, esta canción...es muy loco. —¿Que? Lo sentí acercándose a mi. —No, que cuando yo estaba en la secundari-- Giré y ya tenia su cara a centímetros mío. Leo comenzó a besarme tímidamente. Nuestras barbas y nuestros labios se rozaron y se abrieron, dando paso a la punta de nuestras lenguas. No escuchaba otra cosa mas que su respiración sobre mis mejillas, no quería saborear otra cosa mas que su saliva por el resto de mi vida. No podía creer que finalmente eso estaba pasando, el corazón me latía de una manera bestial, me latía la cabeza al unísono, me latía la verga. Leo era mío. Me calentaba todo lo que estaba pasando, el ruidito de nuestras bocas separándose, la música acorde, la forma del sillón que nos invitaba a hacer 300 posiciones distintas. Agarré su nuca y lo sentí muy profundo en mi boca, su lengua queriendo penetrarme hasta el alma. Eso no era fingido, eso eran ganas que estaban dentro suyo hace rato. Los dos queríamos que esto pasara, yo no estaba loco. Él comenzó a tocarme el culo, a agarrarlo con fuerza mientras su lengua se encargaba del otro extremo de mi cuerpo. Por primera vez en mi vida, no sabía como seguir así que dejé a cargo a mi instinto por el resto de la noche. Sin dejar de besarlo, me subí encima suyo y comencé a sacarle la remera. Lo terminó de hacer él. El torso mas hermoso del mundo estaba adelante mío para que yo lo lamiera, me lo coma entero. Lo contemplé con la lujuria que un hambriento encara un buffet, no pude evitarlo. Todos esos músculos mas definidos que nunca, como formando una flecha hacia abajo, invitando a sus genitales. Pero Leo era de los míos, le gustaba besar. No me dejó hacer nada en su pecho y siguió trabajando en mi boca con su lengua. Yo acariciaba sus pocos pelitos del pecho y agarraba con fuerza sus pectorales mientras él estrujaba mi culo. Nuestras vergas al palo por encima del pantalón, se saludaban en el roce que daba el ritmo de nuestros besos. Arriba, abajo, arriba, abajo. Ahí estaba yo, ebrio en la madrugada porteña, cabalgando al hombre mas hermoso del mundo y cautivo de su aroma a One Million y whisky. Ahí estaba él, siendo oficialmente ¿bisexual? ¿bicurioso?, penetrándome con su lengua y obsesionado con apretar con fuerza mi cola. —Che... —¿Que? —Tenés re firme el culo... Me reí, no pude evitarlo. En otro momento ese comentario me hubiera hecho mierda, pero esa noche me pareció hasta tierno. —Pareces sorprendido... —Es que no sé, nunca me lo puse a pensar... —Gracias. Corté la charla para seguir con más besos. Leo era de los míos y además besaba excelente: la presión justa en los labios, el ritmo adecuado en la lengua y saber cuando usarla de manera profunda, respiración para estar presente, caricias.
Noté que nuestras vergas ya tenían las puntas demasiado mojadas, había llegado el momento de bajar. Ahora si me dejó recorrer su pecho con besos y más lengua. Me vi muy tentado por sus pezones, rosaditos y redondos, en el lugar correcto del pectoral. Los besé y funcionó, Leo lanzó su primer gemido. Di vueltas en uno con mi lengua, seguí chupando y besando pero no mordí. No quería asustarlo, quería tratarlo bien. Besé sus abdominales, los cuales admiraba en silencio desde hacía horas y también desde aquella vez cuando vino al trabajo ese día de lluvia y se veían a través de su remera, mojada y pegada al cuerpo. Finalmente bajé el short de golpe, no quería demorar más la revelación. Ahí estaba, la verga más hermosa de la ciudad. Gruesa y no muy larga, rosada y venosa, inclinada tímidamente hacia la derecha como pidiendo perdón por estar tan dura y tan babosa en la punta. Iba a comenzar a comerla cuando Leo se inclinó para agarrar el vaso de la mesita y seguir tomando. Aproveché ese momento para bajarme la bermuda y empezar a tocarme. Él se echó para atrás en el sillón, mirándome con aprobación y ofreciéndome su carne, abierto de piernas. Comencé lamiendo la cabeza, por encima de la piel. El gusto saladito del preseminal me llegó y me volvió loco, Leo tenia el glande lleno, brillante y baboso. Un gran chupetín de carne, todo para mi. La seguí besando, oliendo y Leo me miraba sorprendido de mi admiración hacia su falo. Momento de empezar a tragarla como solo yo sé, entonces vinieron más gemiditos de Leo. —Ufff...que hijo de puta. Seguí tragando y cabeceando, llenándome la boca de pija y mirándolo a los ojos. Chupando y tocándole los pezones, lamiendo y haciendo piruetas con la lengua en la punta de su cabeza. Sentí la piel de sus piernas volviéndose de gallina, sus pocos pelitos erizándose en esos cuádriceps hermosos que hubiera lamido enteros al mismo tiempo si tuviera dos lenguas. Hacía tiempo que no me sentía tan servicial, tan putito y tan sumiso con mi hombre. Quería que tuviera la mejor noche de su vida. Leo se inclinó un poco hacia adelante, agarrando mi cabeza con una mano y comenzó a sobarme el culo con la otra. Arrodillado y atorado con toda su carne, yo estaba extasiado, el cerebro me latía y todo me seguía dando vueltas. —Bancá, veni...veni un poquito mas para el medio...eso. Leo me movió como si estuviera calculando algo, una posición antes planeada. Como un plano que debía captar una cámara, una manera en la que siempre quiso verme, ya sea él...o cualquier otra persona que haya estado viendo esa escena? Siempre que chupo verga, comienzo con el entusiasmo de un becerro sediento y a los 5 minutos medio que me aburro y ya estoy pensando en otra cosa. Y ese gesto me hizo pensar en otra cosa, delirante y paranoica. "Ale no se fue. Ale sigue acá en el departamento." Lo miré a Leo y se lo pregunté con los ojos, temeroso de que todo esto fuera mentira y como en Carrie tangan preparado un balde lleno de sangre de cerdo para tirarme encima. No podía ser, nadie podía fingir estar pasándola tan bien, ni con el Viagra mas potente y todo el alcohol del mundo. A menos que una situación así sea justamente lo que lo excite... Como respuesta recibí un chirlo en la cola. Gemí como una puta de mierda. —¿Te gusta? Dije que si, sin dejar de comer verga. Otro chirlo más, otro gemidito mío. Otro. Y otro. Paf. Mi glúteo retumbando en todo el barrio. Con cada golpe me sentía mas lejos de ese mundo, flotando por encima del sillón y entregadísimo para que Leo me haga suyo en todas las posiciones posibles. —Uff...a ver esto como está... Se lamió dos dedos y empezó a jugar con mi agujero, separando mis nalgas que ya estaban calientes y rojas. Metió uno, luego el otro. Los chupó y los volvió a meter. Los volvió a chupar (si, chupar) y ahí dejó caer saliva para lubricar mejor. Mandó los dos dedos de una para adentro, no pude evitar dejar escapar un gritito. —Casi eh? Vení... Me agarró del pelo y me besó profundamente en la boca de vuelta. Yo ya no era una persona, ni quería serlo: yo estaba ahí para él, para hacer lo que él quisiera. Mi
placer no importaba y no importar era justamente mi placer. Este hijo de puta lo había logrado, me tenía como quería. Había insistido y ahí estaba, arrodillado en su departamento y entregadísimo a su lengua. Se detuvo y me miró fijo a los ojos 2 segundos, en silencio. —Paráte, guacho. Hice lo que me dijo y el también se puso de pie. También me hizo dar vuelta y ponerme de rodillas sobre el sillón, mientras me agarraba del brazo y decía esas ordenes con aliento a whisky y usando su voz seca. Me hizo alejar mi propia mano de mi verga. —No. No te toques ahora. Me arrodillé en el sillón y se ubicó atrás mío. Empezó a comerme el culo con pasión y fuerza. Su lengua penetraba mi agujero y enviaba calor hacia arriba de mi cuerpo, su respiración y el roce de su barba me hicieron gemir sin dudarlo ni un segundo. Me di vuelta para ver su cara enterrada en mi orto y no lo podía creer. Otro chirlo, esta vez seguido de un profundo beso de nuestras bocas. Me pude oler en su boca, como antes el olió su verga de la mía. Nuestras barbas por fin se hermanaban con el olor de ambos genitales, lo cual me volvió loquito y por inercia me empecé a tocar. —Te dije que no, no te pajees. Esperá. —Lo que vos digas, haceme lo que quieras. Me puse nuevamente dándole la espalda, de rodillas en el sillón. Enseguida empezó a lamer el final de mi espalda (no me animé a sacarme la remera, ni me dio tiempo tampoco), siguió con mis glúteos, los mordió, lamió, siguió lamiendo y lamiendo. Mi agujero, el perineo, mis huevos. Y mi verga, desde la base hasta la punta. Y de vuelta hacia arriba: mi verga, mis huevos, mi agujero. Y de vuelta hacia abajo, y así. Una descarga eléctrica me recorría todo el cuerpo cada vez que el ciclo con su lengua empezaba de vuelta. Lo alternaba escupiéndome el agujero, metiendo un dedo, una nalgada. Y volvía a empezar. —¿Te gusta guachin? —Mucho, mucho hijo de puta... —¿Como? ¿Qué me dijiste? —Hijo de puta. Otra nalgada. Si sigue haciendo esto voy a acabar sin tocarme... Mi espalda era un río de sudor y pude ver que Leo también tenía calor al ver los pelitos de su frente mojados. Cada gemido mío lo hacia aumentar el ritmo de su lamida y a la vez cada lamida aumentaba mis gemidos. Leo se puso de pie y pude sentir su glande en la puerta de mi culo.

—Pará, tenés un forro? —No tranqui, hoy no te la voy a meter. "Hoy" "Hoy no..." —¿Estas seguro? Yo no me había preparado del todo pero necesitaba esa carne adentro, ya no me importaba nada. —Si guacho, no doy mas, quiero largar. Por primera vez en un rato largo me sentí su par, yo sentía lo mismo y quería que me llene de leche cuanto antes. —¿Dónde la queres? —En el pechito me gusta pero donde vos quieras —Ah sos re morboso...dale. Me saque la remera y me quedé arrodillado en el piso, viendo desde abajo como este hombre sacudía su hermosa carne cerca de mi cara. —Uff...que lindo. No sé bien si le parecía lindo era yo o el momento. No me importaba. —Aahhh, ahí vengo ah, ahí vengo! Abrí la boca, de puta nada más. Todo su semen caliente, MUY caliente cayó sobre mi cuello y mi pecho. Lo atajé con la mano, en parte para que no se cayera sobre mi remera y en parte para juntar esa hermosa esencia de hombre. Leo siguió tirando leche un par de segundos más, el olor de su líquido ya me invadía entero y pude sentir como estaba sintiendo él con solo mirarlo. Sus ojos se clavaron en los míos mientras mi pija estallaba en leche, espesa y arrojada sobre el suelo y parte en sus zapatillas. Durante 2 segundos nos quedamos en silencio mirándonos a los ojos. Después Leo se sentó en el sillón y bajó lo que quedaba del whisky de un trago. Me miró. —Uh, era el tuyo ese vaso! —Todo bien. Voy al baño. —Vaya nomás... Me miraba en el espejo mientras me limpiaba el semen con papel higiénico y fui enojándome poco a poco conmigo mismo. Otra vez en un baño, limpiándome los restos de algo que no es real ni lo será. Solo. "Soy un pelotudo, caí en todo como un tarado, que pelotudo, tan débil se puede ser? Todo por chuparle la verga al forro este, al pedo. Otro error, otro error como siempre". Ya no éramos compañeros pero otra vez era víctima de Leo: otra vez el estaba ganando y estaba haciendo lo que él quería que yo hiciera. No era un exageración, todo eso estaba calculado y yo entré como un idiota. "Ale no se fue del departamento, seguro." Presté atención a los ruidos que venían del living, espié por la cerradura otra vez paranoico, solo que ahora se le sumaba una enorme decepción conmigo mismo. Nada, Leo mirando su celular. Salí. Mis objetivos eran 3 y muy claros: ponerme la remera cuanto antes, irme y parar un taxi. —Bueno che, me voy. —¿No querés que te lleve? La puta que te parió, Leo. —Nah, bajamos y paro un taxi en la avenida. —¿Seguro? —Boludo, te bajaste una botella de Back Label casi y queres manejar?... Leo se rio alcanzándome mi remera y sinceramente parecía otra persona a la que fue durante todo el asado. Todo eso era parte del mismo teatro para hacerme renunciar y trabajar en su empresita nueva, no tenía que claudicar y otra vez caer en sus encantos de machito de barrio. Mientras nos preparábamos para bajar empezó a comentarme el día que lo esperaba en unas horas, con su mamá y el marido de su mamá y no sé que otras cosas. Claro, el dios sexual de recién tenía que ser alguien humanizado ahora, tenía que tratarme como a un igual para que el plan funcionara. Pero yo no era ningún idiota. Bajamos en el ascensor y siguió contándome sus cositas, preguntándome que horario hacia en mi trabajo, adonde me convenía tomar el taxi. Su seducción no paraba y el viaje de 14 pisos se hizo eterno pero no había forma, yo no iba a rendirme solo por un varón que esté bueno y chupe bien el culo. Por favor. Llegamos a la puerta del edificio y afuera había viento fuerte, olor a tormenta a punto de largarse. —Bueno, hablamos entonces. —Para guacho...vení. Su mano se posó en mi hombro y luego de 2 segundos se mudó a mi nuca. Leo miró para los dos costados, por si alguien venía. Y me besó con mucha fuerza, sonriendo. Respondí con mi lengua, por mas que fue muy breve. Su sonrisa cuando nos separamos fue de travesura, otra vez. —Ahora si, avisame cuando llegues. —Chau, boludo. Camine 3 cuadras y pude alcanzar un taxi antes de que se largara a llover. Durante el viaje cerré Grindr y merodeaba por Instagram, viendo una y otra vez las stories de Leo y las de Ale,
buscando detalles que se me hubieran escapado. Me inundaba una mezcla de decepción y vacío, la cual iba de la mano con una relajación extrema por haber tenido un sexo impresionante. Pero no, no hay chance. "Tan mal no me va en donde estoy ahora, no me puedo arriesgar...es plata segura versus plata incierta" Esto último rebotaba en mi cabeza porque me lo repetía a mi mismo como un mantra, iba y venia, chocando, subiendo y bajando. Ya en mi cama, escuchaba el agua caer y me dormía cuando sentí en el dorso de mi mano olor a la verga de Leo y un rastro de One Million. Firme y presente. Medio consciente, medio dormido, le di lugar a la otra cosa que rebotaba en mi cabeza, esa otra idea que chocaba con la anterior, eso que no llegaba a ser una idea, era nada. Entonces, adicto a la nada, le di lugar y la escuché. "...hoy no te la voy a meter." "...hoy no" "...te la voy a meter." Hoy no. ¿Mañana? "Hoy no se fía, mañana sí" me dije a mi mismo y me dormí, sonriéndole a la nada como un tarado. Ese mismo lunes, renuncié.
16 notes
·
View notes
Text
Leonardo (2da Parte)
Durante las dos semanas siguientes, no paré de mirarlo en todo momento. Hacia lo posible para siquiera estar cerca de su cuerpo: tenía los ojos clavados en su nuca, la única parte visible desde mi escritorio al suyo. Inventaba excusas para poder pasar cerca y ni siquiera hablarle, solo pasar cerca y sentir su perfume. Su sector no estaba en dirección al baño, pero si a la impresora. Imprimía cualquier cosa, cualquier pelotudez innecesaria para mi y para mis compañeros. Creo que en 2 semanas imprimí el papel equivalente a algún bosque patagónico, todo para poder sentir ese olor a pucho y One Million apenas unos segundos. Me obsesioné con su Instagram, lo cual era algo psicótico desde todo punto de vista: eran 12 fotos, la mayoría insignificantes excepto una donde se veía su cuerpo y otra donde exhibía sus piernas, su mayor orgullo. Me fijaba donde había sacado esas fotos, por qué había una con su mamá, por qué si iba al gym no había ninguna ahí. Me intrigaba el porqué, el como, el donde. ¿Cómo alguien tan obsesionado con su cuerpo, no lo luce como hacen todos los hegemónicos bobos de esa red social? ¿Qué esconde? Leo seguía en mi cabeza y era un misterio.
Por supuesto, yo estaba obsesionado y él seguía como si nada. Esa naturalidad que tenia para tapar con diarios y seguir me volvía loco. Chismes mas jugosos mataron al suyo con el correr de los días y eso hizo que me calmara un poco. Que todo siguiera igual entre nosotros también, siempre fui un cobarde si el varón que me interesa no es 100% gay. No avanzo, no indago, me quedo. Así me cogí dos compañeros más y se la chupé en un after a otro. Los 3 abiertamente gays, los 3 gustaban de mi apenas entré a la empresa (o eso me dijeron) y los 3 querían algo más. Pero yo quería más Leo. Como un nene caprichoso al que le niegan algo y no para de desear eso que le niegan. Circunstancias de mierda con mi jefe y otras cosas personales hicieron que renunciara a la empresa para irme a otra similar donde me ofrecían mas plata. Mi último día coincidió con un pic nic boludo y primaveral de la empresa. Ya muchos sabían que yo había renunciado, otros no. De todas formas a mi me importaba solo uno. En mi mente, Leo me iba a llevar a un costado del predio para que estemos solos y decirme que me iba a extrañar, para luego comerme la boca y experimentar la adrenalina de que nadie nos viera. Mirarnos a los ojos, volver a besarnos y poder sentir como crece y se pone dura su verga debajo de sus jeans negros de Zara. Sentir su aliento a pucho y birra artesanal, como me respira en la barba. Ver su perfil cuando me deja de besar, esa nariz tan viril que me enloquecía. Tenía algo de Matthew McConaughey en ese sentido, algo de Roy Scheider: su nariz era como cuadrada, italiana, grande y maciza. Le quedaba perfecto, encajaba con su barba entre rubiona y pelirroja. Pero no.
—Me dijeron que te vas, guacho... —Si, hoy es mi ultimo día. Bah, es el viernes pero es feriado. —No te lo bancas mas al boludo ese no? —No, es al pedo. Además del otro lugar me llamaron ellos, es una señal. —Está mas que bien, hay mas plata? —Si. —Joya. Che, donde esta Ale? Trajeron al final o llevaron?
Eso fue todo. Leo estaba acelerado, saltando de lugar en lugar, de grupo en grupo y de tema en tema. No me dedicó nada más que esos segundos y siguió con otra cosa. Sentí algo de decepción, mas que nada porque el pibe al que se la chupé en el baño me había escrito toda la noche anterior para contarme cuanto me extrañaría y si podíamos seguirla de alguna forma. Pero ahogué la decepción con cerveza y mientras Leo se alejaba caminando y sacando pecho como un gallito, internamente brindé por sus cuádriceps y sus hermosos pectorales. La puta que te parió, Leo.
Pasaron dos años en los cuales cambié 3 veces de trabajo, harto más que nada de los grupos humanos de cada empresa. El mensaje de Fran me llegó justo en un momento de estabilidad pero de decepción respecto a mi situación laboral. Fran había sido el jefe de área y era un experto en lo suyo, como yo sentí siempre que lo era en lo mío. Por eso tenia sentido que me escribiera para reclutarme en su nueva idea: una start up pero desde cero, para dejar de tener jefes de mierda y empezar a hacer las cosas bien. Nunca lo había visto tan decidido a nada ni tan expresivo: decía que necesitaba a alguien con mi nivel de inglés porque estaba a punto de cerrar contactos muy grosos con USA y Canadá. —Podemos presentarte todo mañana si tenés tiempo y hablamos de plata, Leo se encarga de toda la parte de data, Gisela lo de Finanzas, tenemos a un chico que... —Leo? ¿Qué Leo? —Leo boludo, Leo. —Leo LEO, ese Leo? —Si. Tuve una reacción hidráulica en todo el cuerpo. Dije que si a la propuesta, sin dudarlo.
Decir que era una start up era exagerar: me encontré con un par de sillones en un coworking de Colegiales con una maquina de café y una recepcionista bastante boba. Pero tampoco era una pocilga, he trabajado en cada lugar, he chupado pijas en baños con olor a meo, he hecho cada cosa, no me podía quejar. Fran estaba completamente cambiado, me recibió efusivamente y me llevó a la sala de reuniones. No paraba de hablar del proyecto, de cual sería mi rol y de ofrecerme café a pesar de mi negativa. Yo estaba de espaldas a la puerta, así que antes de escuchar esa voz rasposa que tanto me calentaba, primero sentí que alguien la abrió. Después el One Million. Después sentí sus pisadas, firmes. —Yeah, that's right. I have to go, talk to you soon... Me di vuelta, estaba hablando por teléfono. Me paré como pude (porque sentía que estaba flotando) para poder saludarlo. —Que hacés guachin? Tanto tiempo... —Hoooola... Luego me di cuenta de que había dicho el saludo más incomodo del mundo, mientras Leo me ahogaba en un abrazo corto pero donde pude sentir todos los músculos y musculitos de su espalda. Un abrazo corto, de esos que dan los heterosexuales con las palmaditas para no quedar como putos. Nos sentamos enfrentados y empezó una small talk sobre algo que no recuerdo, solo estaba concentrado en Leo. Me entró por todos los sentidos: lo olí, lo toqué, lo escuché, lo vi. No lo pude saborear, eso si. A él si le acepté el café. No paraban de hablar con Fran y yo no paraba de mirar disimuladamente toda la humanidad de Leo. La propuesta me chupaba un huevo, todo en mi vida mas o menos me chupaba un huevo de todas formas. Iba a decir que sí a todo. Ahí fue cuando noté que Leo estaba mucho más marcado que antes. Cuando me alcanzó el café, las venas en su brazo parecía que iban a estallar. Porque había bajado bastante de peso, su cuerpo tenía mas fibra y menos masa....y aun más ojeras. No hacia falta un gran intelecto para darse cuenta de lo obvio: Fran y Leo le estaban entrando bastante a la merca. Lo cual tampoco me importaba, grandes imperios se han construido sobre una base de alcaloides y conceptos pelotudos de Silicon Valley. Pero sí, meterme en esta propuesta podría ser algo riesgoso.
Acordamos en que yo no iba a renunciar a mi trabajo y que iba a estar con ellos de manera freelance, ayudándolos con los clientes anglosajones y sin perjudicar tanto mi tiempo. No hacia falta ir al coworking pero yo igual iba para poder estar con Leo. No resultó una buena idea. Leo estaba en otro mundo, estresado y preocupado. Ya no hacia chistes de futbol con otra gente ni jugaba con la pelotita de su escritorio tirándola hacia arriba y atajándola, flexionando sus tríceps para mi deleite. A decir verdad, el trabajo además era mucho y pintaba que eran clientes muy exigentes. En particular uno de USA, exigiendo mucha información fiscal y con largas reuniones por Zoom. Hice lo posible, aplique toda mi magia y encanto marica en una de esas llamadas y finalmente el cliente aceptó la propuesta. Muy contento e imaginando el abrazo que me iba a dar Leo, se me ocurrió pedirles el doble de presupuesto. Justifiqué el motivo, vendí como nunca y de las maneras mas impensadas. Mientras veía a Leo ir y venir, nervioso y esperando el resultado. Aceptaron. Iban a enviar todo firmado esa misma tarde. Ese abrazo iba a ser algo más, tenía que ser algo más. —¿Y? Pará, no me digas... Leo se echó para atrás, respiró profundo y se desperezó, estirando todos y cada uno de sus músculos y dejando que su remera se levantara un poco a la altura del ombligo. Miré fijo esos pelitos sin ningún disimulo. —Dale, decime. —Aceptaron. —¿POSTA? Sos un capo! —Pará: aceptaron por el doble, hoy mandan todo. —EH? NOOOOOO Volvió el brillito en sus ojos que tanto me gustaba hace dos años y que no volví a ver desde esa noche en el bar. Se paró y vino a mi. Me abrazo fuerte, muy fuerte. Yo me reía nervioso porque no me soltaba. Un poco hasta me dolía. Y eso, un poco me gustaba. La puta que te parió, Leo. —Boludo, sos un genio, sos un genio! —Bueno, bueno, hay que decirle a Fran —Seeeh y hay que festejar boludo, listo, asado el viernes. En mi casa. Dicho esto, buscó algo que no vi que era en su campera y se fue al baño. Suerte que su nariz tuvo sed, mi erección ya no se podía disimular más.
Llegué a su departamento de Saavedra a las 6 de la tarde, aun no caía el sol y hacia un calor de cagarse. Leo solo me había dicho que comparara carbón y pan y que del resto se encargaba él. El "resto" era la carne, el alcohol, las ensaladas y la frula. De esto último no me avisó, como tampoco me avisó que estaríamos usando la parrilla del edificio y la pileta. Me recibió en musculosa y shorcito de futbol y apenas pude emitir palabras cuando lo vi salir del ascensor hacia el pallier del edificio. "Hubiera venido antes, Leo, la puta que te parió" pensé para mis adentros pero para afuera en vez de eso salió un tímido y mediocre —Ah bueno, acá estamos como queremos eh? La escena receptora de ese comentario era Ale, Fran y Jeffrey el profesor de inglés tomando sol al costado de la pileta, escuchando reggeatones pedorros. Todos me saludaron contentos, sobre todo Alejo al que no veía hace dos años pero con el que hablaba seguido por Instagram. Alejo era como el siamés de Leo, hacían todo juntos, iban al mismo gym, comían lo mismo, compartían dealer y hasta algunos dicen, las minas. Alejo era un morochón barbudo que tenia un cuerpazo musculoso con un pecho peludito pero juro por lo más sagrado (no sé, por ABBA) que lo más llamativo para mí era otra cosa: jamás me calentó ni un poco. Nada. Por supuesto, la noche anterior a este asado había fantaseado con que los dos me la metieran hasta la garganta, pero Ale era no sé, muy bueno. Demasiado buen tipo, feminista, sin nada extraño mas que tomar de la merluza que le dejaba Leo. Estaba relatando todo mi viaje en colectivo donde le robaron el celular a una mina distraída cuando me quedé sin aire: Leo se estaba sacando la musculosa para ponerse protector solar.

No pude hablar y empecé a tomar del vaso que me había dado Fran con el mayor disimulo posible. Me devoré a Leo con la mirada haciendo lo posible para que no se notara, tratando de no dejar de hablar. —Trajiste para tirarte a la pile? ¿Queres que te preste uno? Me dijo eso señalándose el short. Le dije que no pero ni en pedo me tiraba a la pileta porque tenia mucha resaca o no se que idiotez dije. Afortunadamente, Leo se había puesto demasiado protector y todos sus músculos estaban tapados por una película blanca y grasosa para nada sexy. Eso ayudó a que pensara en otra cosa. Pero igual sentí como un bajón general, todas mis fantasías se esfumaron al sentirme rodeado de heterosexuales. Heteros buena onda, pero heteros de todas maneras: futbol, la presión del círculo de hacer lo que no tenés ganas, sus cuerpos que antes me parecían esculturas ahora me miraban desafiantes. Creídos, insoportables. Recordándome que yo era fofo, negrito, petiso, puto, fofo. ¿Qué mierda hacia ahí? "Puedo inventar cualquier cosa e irme a la mierda, que me siento mal, me hice vegano, cualquier cosa". Hasta que me puse a hablar con Fran, el otro feúcho y fofo del grupo, no por eso menos lleno de alcaloides. Con él armé una especie de Cuartel de Los Feos a la sombra, con nuestras remeras puestas. Leo se acercó cuando vio que hablábamos de trabajo y se puso a contarnos novedades e ideas. O eso creo, yo solo le miraba el bulto. Y mi disimulo iba disminuyendo a medida que pasaban los vasos de cerveza y las horas. Hasta que el sol empezó a caer, Leo se puso a hacer el fuego y mientras sonaba una de Intoxicados se dio cuenta de como lo miraba desde la otra esquina. Me guiñó un ojo. Y se dio vuelta. Agarrándose la verga.

Después de comer el asado, seguimos tomando, fumando, improvisando un postre con unos alfajores para finalmente bajonear con sanguchitos de asado frio. Eran como las 3 de la mañana de un sábado, en el reloj interno de cualquier porteño sigue siendo temprano. Fran no llegó al postre y Jeffrey ya se estaba pidiendo un Uber, luego de no haber entendido un carajo de como jugábamos al truco a pesar de las explicaciones bilingües. Yo tenía mi clase de borrachera preferida, donde termino de reírme un montón, estoy relajadísimo, mareado y como que la temperatura de mi cuerpo baja 2 o 3 grados porque necesita otro cuerpo cerca. Cerca, encima, abajo, lo que sea. Pero esa noche no sucedería, al menos no en esa casa. —Todo tiene harina boludo, esto tiene mirá, acá te fijas y tiene, le ponen ves? Le ponen para espesar el jugo, una locura, para que parezca que es pulpa y no, es harina, puro hidrato que te terminas comiendo sin saber, todo tiene, yo por eso, todo, el pan no te lo toco ni en pedo y ni hablar de esto Leo no paraba de hablar hace 3 horas. Si no era el cartón de jugo de naranja y sus hidratos ocultos, era el trabajo o la realidad del país, o la realidad del país en relación al trabajo, o su mamá o su dealer. Ale le pedía hace una hora que parara un toque, Jeffrey no le hablaba directamente hace dos. Hasta la merca peinada discretamente en la cocina le pedía que bajara un poco. De tan duro ni siquiera se reía. Yo veía la mirada de preocupación en Ale hace rato y mientras despedíamos a Jeffrey, bajó con Leo para evidentemente sermonearlo. Porque la noche no terminaba todavía. Me quedé solo en ese living, pensando en las veces que Leo se habrá paseado por allí desnudo, como habrá cogido con minas en ese mismo sillón donde yo estaba sentado. Se me cruzó Agustín, el puto de mierda ese y si habrá pasado su cuerpito por ese sillón. Fui hasta la cama rápido, envidiando como esas sabanas todas las noches albergaban el cuerpo torneado de Leo, su culo, sus huevos, su verga. "¿Como tendrá la verga?" Fui hasta el baño y si bien era la vez mil que me veía en el espejo, me noté lindo. Atractivo, distinto a cuando recién había llegado. Mi remera negra con ese cuello en V dejaba ver los pelitos de mi pecho y eso estaba bien. Acto seguido y con la verga en la mano abrí Grindr: no había terminado de mear y ya tenía 5 mensajes, chicos conectados a solo metros esperando coger conmigo. Mientras estaba sentado en el bidet y bloqueaba un par de pesados, oí las voces de Leo y Ale entrando al departamento. Salí del baño y los noté animados, de mejor humor. —Che, sale un Black Label? ¿Te prendés? Dije que sí, planeando en mi mente tomarme esos whiskycitos y después ir a encontrarme con "Act Masc24". Evidentemente, Ale hizo oficial su pedido a Leo de bajar un cambio, usando el whisky que le había regalado para celebrar las buenas noticias como chivo expiatorio. Igual, Ale seguía a Leo con la mirada todo el tiempo, como esperando una señal, el indicio de que su amigo se estaba pasando otra vez. Incluso hablando, riendo sobre anécdotas de nuestro trabajo anterior, lo miraba expectante. —Ah bue, te están esperando parece guachin... Las notificaciones no paraban porque Act Masc24 no paraba de enviarme fotos de su verga o de preguntarme en cuanto estaba, insistentemente, con ese olor a madrugada, marihuana y desesperación que tiene Grindr los sábados. Un whisky más y me iba, dije, antes de pararme para ir al baño a mear por ultima vez. En el camino alcancé a ver en el reflejo como Ale levantaba las cejas y bajaba la mandíbula como preguntándole algo a Leo, sin decir nada. Extraño, raro. Quizás yo estaba muy en pedo. O quizás no.
Terminé de mear y antes de apretar el botón, me sorprendió la ausencia de voces proveniente del living. Solo la playlist que había puesto Ale con una electrónica anodina. Como pude, presa de la paranoia etílica, espié por la cerradura y solo alcancé a ver a Ale murmurando algo que no pude leer de sus labios, haciendo gestos con la mano de irse y el pulgar arriba. Irse, señalarse a si mismo en silencio, señalar hacia abajo, guiño, pulgar arriba. Su sensación era de "ahora llegó el momento de irme". Apreté el botón del inodoro y esperé. Unos 20 segundos después que me parecieron media hora, oí la puerta del departamento cerrarse despacio y a Leo carraspeando. ¿Será? Nah...no puede ser. No puede ser. Me miré al espejo otra vez, me saqué una selfie, me sentía imparable, lleno de adrenalina que iba a desembolsar en algún cuerpo esa noche, pase lo que pase. Abrí la puerta del baño y salí. Leo me había servido otro whisky. —Che y Ale? Dije eso mirando para todos lados, haciéndome bien el boludo. Digno de un Oscar. —Nah se fue, le pegó el sueño. Ahí te serví otro... —Es que ya me están esperando en otro lado... Me arrepentí de decir eso apenas terminé de decirlo. "¿EH? Tenes un machito hermoso en el sillón, están solos, sentáte y calláte pelotudo!" —Daaale, vení tomate uno más conmigo. Tenemos que hablar además. Me acerqué y me senté a su derecha, colorado como un tomate. Temblando un poco. —Salud, guacho. —Salud. Brindamos. Leo tomó. Y mientras tomaba se acomodó bien el bulto.
0 notes
Text
Leonardo - 1era Parte.
No sé bien por donde empezar a describir a Leo. Ya decirle "Leo" es raro, porque todos en la empresa lo conocíamos por su apellido, en parte porque sonaba muy bien y en parte para no confundirlo con el otro Leo, quien era un flor de pelotudo. Es difícil describirlo físicamente porque me lo imagino leyéndome e inflándose su ego a mas no poder, hasta casi estallar. Porque, como les haré saber más adelante con mucho más detalle, Leo se amaba.
No era muy alto, pelo rubio oscuro, ojos verdes, nariz prominente y masculina. Iba religiosamente al gym 3 veces por semana y ese resultado era su mejor recurso: le gustaba mostrarlo con camisetas ajustadas, los chupines mas pegados a las piernas que existiesen y caminaba trabadito por los pasillos de la oficina, confiado en que era atractivo. Esto hizo que la primera vez que lo vi alucinara con sus bíceps, con besarle el cuello mientras le tocaba los pectorales duros como una piedra, con agarrarlo borracho en alguna fiesta o un after y poder mamarle la verga aunque sea unos minutos. Pero al mes de conocerlo ya no me interesaba mas. Había mucha mas carne en la empresa, más accesible y, si bien nunca pude parar de mirarle el culo cuando pasaba, Leo era heterosexual y de esos que juegan al futbol con violencia y son capaces de agarrarse a piñas con un compañero por un pase mal hecho o lo que sea que hace enojar a los heteros futboleros. No tengo idea. Nuestra relación igual fue buena, captó mi onda enseguida: si, yo era puto y no hablaría de futbol conmigo, pero coincidíamos ideológicamente en muchas cosas. Las pocas veces que nos toco trabajar en el mismo proyecto Leo me miraba admirando mi manera de hablar inglés, contento por tenerme en el equipo, dándome consejos sobre como cortarnos la barba. Hasta jodía con que veníamos del mismo planeta, por haber nacido en el mismo año con una semana de diferencia y no se que otro flasheo. Esto último lo decía cuando ya estaba en pedo en los after office.
Porque Leo se ponía del orto enseguida: solo tomaba vino, mucho y sin cenar. Fumaba y vino, pucho y vino, pucho, vino y vino. Había que insistirle para que comiera algo y ahí recién alimentaba su estomago y su masa muscular. Pero el pedo no se le iba nunca y seguía hasta tarde en la madrugada. Porque a Leo también le gustaba un poco la merca. Así lo encontré en un after office, en el mismo bar al que íbamos todos porque quedaba a 2 cuadras. Presidía la mesa en la vereda donde ya había dos botellas de vino vacías y me invitó a unirme, con los labios ya morados por los taninos y los ojos brillantes. Yo iba a otro lado pero el hijo de puta me sonrió y no me pude resistir. En la mesa estaban una compañera a la que llamaremos Melina, otra a la que le diremos la Venezolana, el Negro, la estúpida de Cecilia y Jeffrey, nuestro profesor de inglés. Y estaba Agustín. Agustín era el puto de la empresa vecina, rubio, de ojos verdes, muy zona norte, muy salido de un casting de Rebelde Way o Casi Ángeles. Era puto pero no como yo, era "bien": no militaba mucho el arco iris, tenia su novio hace muchos años, no era afeminado, era muy Vicente López. La estúpida de Cecilia era su amiga en una dinámica tóxica que pretende ser Will & Grace pero termina siendo Mean Girls. No los conocía pero me daban desconfianza, no sé ALGO de ellos no me cerraba. Era más que evidente que Cecilia moría por cogerse a Leo, la Venezolana lo estaba trabajando hace meses, yo hubiera jurado que esa noche de jueves se había armado en torno a el mismo resultado solo que con Melina. Pero no: apenas me senté, noté que Leo estaba fascinado con Agustín.
Lo tenia a su lado y aprovechaba para tocarlo, para hablar de genitales y de récords sexuales. —Mirá, mirá que rico guacho es este... Le agarraba la cara y se quedaba mirándolo. Alguien mas cambiaba el tema, yo hablaba de el aborto y el Negro me seguía, por un rato la onda era otra. Pero Leo volvía al sexo, al laburo, a tocarlo a Agustín. Con Melina nos moríamos de la vergüenza ajena y nos mandábamos Whatsapps con lo que no podíamos decir en voz alta. —A ver las chicas, no pará, vos que sos puto también: quienes son los mejores culos masculinos de la oficina, a ver? Humildemente comenté con Melina en voz baja que yo tenia fácil un Top 10 de los mejores cuádriceps, obvio que iba a saber quienes eran los mejores culos. —Pará, pará....tengo o no tengo el mejor culo de la oficina? —Ehhhh... —En serio digo eh? ¿¿Qué tiene que tener un buen culo? PARÁ, pará, venite, veni y mirá este por ejemplo. Leo lo hizo parar a Agustín para que nos mostrara su culito, tímido y metido dentro de unos skinny jeans. Se levantó la remera un poco también, para completar la imagen y supongo para mostrarnos a todos sus pelitos rubios cubriendo la zona de su ombligo. Giraba y lo movía ante el vitoreo de Leo y los demás, menos de Melina, ya muerta de hastío y con ganas de irse. —A ver, tocalo... —¿¿¿Eh??? —Daaaah....tocalo Lo miro a Agustín y me hace señas de que está todo bien. La miro a Melina y ya se estaba pidiendo un Uber. Agustín estaba evidentemente tomado y si bien yo había tomado poco, no había cenado aun y me estaba pegando. Me acerqué y durante unos segundos toqué los glúteos de Agustín, delante de todos, con Leo dirigiendo la escena y en esa vereda de Belgrano. No recuerdo que opiné, ni que hice apenas me senté. Solo recuerdo que vi como el puto ese volvía a su lugar y Leo le daba una palmada en la espalda y un fuerte beso en la mejilla, agarrándolo de la nuca.
Sentí bronca, porque estábamos siguiendo las ordenes de un hetero ebrio de alcohol y embriagado de autosatisfacción. Sentí odio para con ese puto extraño, que jamás en la puta vida me saludó cuando me cruzó en un pasillo y ahora dejaba que le toque el orto solo para satisfacer a un machito borracho y un coro de pelotudas. Sentí frustración, porque no tenia ganas de estar ahí, no iba a estar ahí, ni debía estar ahí y al mismo tiempo porque pronto tenía que irme. Sentí odio, bronca, frustración, sentí todo eso junto. Sentí celos. Leo era mío. —Pará pará, al final tengo el mejor culo o no? ¿Quién está primero? —No, el mejor es el de Lucas. —Naaaah, daaale, deja de joder: me vas a decir que no tengo el mejor culo de toda la empresa? —No, es el de Lucas, te lo puede decir cualquiera. —Estas mintiendo, sos un puto gris. No te jugas por una opinión, sos un puto gris. —Sabes por que el culo de Lucas es el mejor? —Por que? —Porque Lucas no sabe que tiene el mejor culo. Eso lo hace tener el mejor culo de todos. Me aplaudieron, salvo Jeffrey que estaba pidiendo otro vino. Agustín fingía no saber quien era Lucas, el muy puto de mierda. Para compensar le dije a Leo que lo mas lindo y armónico que tenia eran sus pectorales, que era el David en chupines en ese sentido. Pero no pareció importarle, quizás porque no elogié nada debajo de su ombligo o no era nada necesariamente sexual. Melina ya estaba en su casa y yo ya debía ir a encontrarme con alguien más, así que dije en voz alta que me iba. —Daaaale quedate, la invito yo a esta, daleeee —No, tengo que irme en serio. Me quedé una botella más solo porque el Negro me lo pidió, quería contarme algo del trabajo. Eso no le impidió a Leo desviar la charla hacia lo sexual una y otra vez. Posiciones, mas récords, actrices porno que desconozco. Así supimos que le iba el beso negro, que no descartaba "estar con una trava" y un par de cosas más. Ya agotado y apurado por irme, me pongo de pie y empiezo a saludar a todos. —Uuuh ahí, se va el puto gris. No supe que quiso decir con eso pero me era imposible caer en su lógica y enojarme: supuse que era la misma estrategia que usaba para el futbol con amigos, para el trabajo, para la vida. Insistir hasta
hacerte enojar, hacerte comprar, hacerte que lo quieras. Saludé a la estúpida de Cecilia, a la Venezolana, al Negro. Le di un beso sequísimo en la mejilla a Agustín. —Naaah, dale un pico boludo! Dale! La puta que te parió Leo. Esto ya no era satisfacer su ego ni su imagen, no era un reto entre amigos ni nada, era lisa y llanamente una orden de un amo a un esclavo. Nuevamente accedí, le pregunté con un gesto a Agustín si estaba todo bien y como respuesta obtuve un beso en mis labios con gusto a vino tinto y cierto olor a vómito. Festejaron, de otras mesas miraban, porque la homosexualidad es un show a veces. —Eeeeeeh!! Ahora yo. Lo miré con mi mejor cara de "no sabes donde te metiste". —Daaaale! No Leo, no me estoy negando. Estoy amasando bronca por la rutina de machito que estas haciendo, estoy viendo en vos a todo el patriarcado de mierda, estoy viendo la mancha de vino en tu remera Zara dejando traslúcido uno de tus pezones. Me acerqué y lo agarré de la nuca. Nuestros labios se unieron pero esto no iba a ser el piquito que se daba en joda con sus amigos: con la otra mano toque uno de sus pectorales como un pajero toca una teta, le mandé lengua y me encontré con sus dientes, ásperos del vino. Y el se río. Y el aire saliendo de su boca por esa risa chocó contra la mía. Y me reí. Me separé sonriente y se seguía riendo. —Nos vemos mañana. —Jeje, chau guacho. La mesa festejó, creo. Todavía recuerdo lo duro de ese pectoral, su olor a One Million, como por un ratito tocar los pelitos de su nuca hizo que fuera mío. Fueron 4 segundos que no me olvidaré jamás.
Al día siguiente, el comentario de varios era el estado desastroso en el cual se encontraban el Negro, la Venezolana y Jeffrey. Rumores contaban con detalles que los habían echado del bar, habían roto otra botella, incluso cayó la policía y al final todo había seguido en la casa de Jeffrey en Recoleta. Esto último es lo único que me intrigaba, porque tenía verosímil. Sostengo siempre que se debe desconfiar de los extranjeros del primer mundo que se instalan a vivir en el tercero. Algo esconden, siempre. Pero Jeffrey era un yanqui fiestero y alegre, era muy posible que la joda haya seguido en su loft de Recoleta donde yo ya había quebrado un par de veces. No tenía clases con él ese día así que usé mi único recurso para saber la verdad. Si alguien sabía todo a horas de lo sucedido era Paula de RRHH, fabuladora y estúpida, pero con todos los detalles siempre. Improvisé una Reunión sin sentido y en una sala me contó como había sucedido todo. —¿Vos cuando te fuiste? —Después de Melina —¿Quiénes estaban ahí? Las pupilas de Paula se dilataban al contar un chisme, era una persona muy patética ¿Qué yo también lo era? No, yo solo quería saber todo...por el bienestar de Leo. —Bueno, después que te fuiste se subieron en dos taxis y se fueron a lo de Jeffrey, las chicas, Leo y el chico este Agustín, que me dijeron algo mas pero no sé si es cierto... —Que le dio un pico... —No, que ya en el taxi Agus iba sentado arriba de Leo con la excusa de que no había lugar... —Jajaja no puede ser boluda, el taxista te baja si haces eso. —Eso me dijeron y que ya en el bar después que te fuiste, ya tipo 2 de la mañana Agustín y Leo se chapaban mal, como si fueran novios. —No habrá sido con Cecilia? —No, con este pibe fue. Que todos en el bar pensaron que eran pareja ya de lo mucho que se besaban. La cabeza me estallaba, la sangre me hervía. —¿Quién te dijo, la Venezolana? —Si, pero que no le diga a nadie...pero si vos me estas diciendo que estabas ahí, da igual. Y de ahí se fueron a lo de Jeffrey, viste que es grande... —Si, no pudo haber pasado nada mas si duerme en el living el yanqui... —Claro, pero parece que Agustín y Leo dijeron que se iban a comprar cerveza o merca o algo y tardaron como 40 minutos... Nunca tuve que disimular tanto una erección ante una mujer y menos ante una tarada astronómica como Paula. —En serio? —Si...lo que me dijeron es que se quedaron en la escalera del edificio y cuando volvieron tenían todos los labios rojos y estaban como despeinados. Pero que se yo, de Leo se dice cada cosa, nunca se sabe. Es raro él, viste como se mata en el gimnasio pero nunca sube fotos a Instagram ni nada? Guido por eso lo odia y lo pelea todo el tiempo para mi, porque le parece raro y como que no congenia con... La estúpida esa siguió hablando, seguí mirándola a los ojos y asintiendo pero no podía para de pensar en Leo y Agustín en la escalera de ese edificio, a oscuras o con luz de emergencia, comiéndose las bocas, los cuellos, suspirando uno contra el otro, haciendo eco cuando sus labios se separaban, sus labios volviéndose a unir. El puto de mierda de Agustín levantándole la remera para lamerle los pectorales que yo le había sobado tímidamente hacia unas horas, como un pelotudo. Leo gimiendo. Leo pelando la verga. Agustín bajando a chupársela con la sed y la soberbia de todo puto cheto de mierda, blanco de ojos verdes y dueño del mundo. Los huevos de Leo, grandes y rosados. La leche de Leo cayendo sobre los pelitos rubios de la barba de Agustín, un gemido ahogado y que igual rebota en las paredes de ese edificio viejo de Recoleta. —Ya vengo, bancame. Agarré la laptop y la puse para abajo para poder disimular la carpa que estaba armándose en mi jean. La dejé en mi escritorio y me fui al baño. Necesitaba hacerme una paja cuanto antes, eso no iba a bajar solo. Agarré mi pija, puse el celular en vibrador y empecé a pajearme con la única imagen que se me venia a la mente: mi lengua en su boca, esa boca que ahora ya había probado varones, su sonrisa de machito degenerado, excitado con el hecho de que todos quisieran cogérselo. La puta que
te parió Leo. Esos ojos verdes, esos pectorales, ese orto. Ese andar de gallito de riña por los pasillos de la oficina, lleno de confianza, virilidad y creatina. Necesitaba verlo para poder acabar, así que fui a su Instagram, por mas que solo tuviera una sola foto en cuero de hace 6 años en San Bernardo: su cara me bastaba, esa cara de guacho, esa nariz de hombre. De repente, alguien entró y en el pánico dejé de pajearme y subí las piernas, como un niño de primaria que se está escondiendo en la escuela. Solo que era un adulto, pajeándome en mi trabajo, nadie me iba a estar buscando y si en todo caso me encontraban en el acto, las consecuencias eran muy pocas. Seguí despacio, tratando de que el roce con el bóxer no hiciera mucho ruido. El que entró se puso a mear y apenas me llegó una oleada enorme a One Million supe que era él. A centímetros mío, Leo estaba con la pija al aire, meando si, pero con la pija al aire. Eso fue suficiente para que mi mente siguiera pensando en que estaba conmigo, en que aún era mío. Su rareza de estar tan bueno y no subir fotos a Instagram era porque su manera de ser un hombre millennial era distinta, era de esos que parecen brutos pero son bilingües, esos que son viriles y coquetos, son heterosexuales pero con la dosis correcta de alcohol tienen sexo con un chico. Con un chico como yo, morocho y de ojos negros, que le da la mejor mamada de su vida, tragándola entera y lamiendo esos huevos hermosos. Leo terminó de mear, guardó la verga y el escuchar su cierre subiéndose me bastó para largar un montón de leche en el papel higiénico que había preparado. Hice lo posible para no hacer ruido. Pero el ruido igual vino de su celular. —Hola...que haces guacho? Si, estoy acá abajo. Si, llegué bien...che, igual tenemos que hablar, podes ahora?....Dale, ahí subo. Ahí sube, ahí se va. Ahí va arriba para hablar con el otro puto de mierda de Agustín para asegurarse de que no le diga nada a nadie. O para chapárselo en la escalera de emergencia, o para las dos cosas. O quizás solo va arriba por trabajo. No, se va con ese otro puto de mierda, cheto, rubio, ojos verdes, masculino, un puto bien. Ahí se va, ahí cierra la puerta dejando una estela de One Million mientras yo me limpio mi propio semen en soledad, tratando de no hacer ruido. Ahí se va. —La puta que te parió, Leo.
3 notes
·
View notes