Tumgik
p-lulitica-blog · 7 years
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Diario de una celulítica
Me ha dado por escribir porque tengo miedo. Tengo miedo y no puedo dormir. Tengo 24 años, un bonito graduado en enfermería (que sólo decora mi pared porque de momento no me ha dado trabajo) y celulitis.
Hace tres meses empecé a tomar aticonceptivos orales. Genial solución para calmar a esa histérica que todas tenemos dentro cuando inevitablemente se rompe un condón, y que es imposible silenciar a pesar de tomar la pastilla del día después (o lo que haga falta). Además, todo hay que decirlo, gracias a las pastillitas mis pechos han crecido considerablemente (casi dos tallas, para ser exactos).
En esos tres meses hubo un cambio sustancial en mi vida: empecé a trabajar de vendedora en una tienda de ropa. O sea, además de estudiar un odioso máster que en teoría me abrirá las puertas al mundo profesional que ansío, y además de dar repaso de matemáticas 5 días por semana a 5 niños que odio a ratos; me ha dado por empezar a trabajar. Mis días se resumen en: clase (5h) – repaso (2h) – trabajo (4h) – dormir.
Ah sí, y tengo novio, Alberto. Es un chaval de mi edad, nada cariñoso, ni romántico, ni detallista, ni verdaderamente buena persona. Pero fiel y leal como un cachorrito (o eso quiero creer).
La cosa es que hace un par de semanas que hace un calor oficialmente demoníaco, por lo que he rescatado mis pantalones cortos.
Hace un par de días, unos compañeros de clase estuvieron haciendo fotos en las que obviamente salí (y para las que me había puesto un modelazo), siempre posando monísima y metiendo tripa. Y, ¿qué pasó? ¡SORPRESA! Al subir las fotos al grupo de Whatsapp sólo pude ver una cosa: celulitis.
No era esa celulitis aceptable: un par de puntillos en los muslos. No. Y no llevaba un pantalón mini-short, de estos que se llevan ahora de: “se me ven las aletas si me abro un poco”. No. Llevaba un pantalón corto pero que llegaba a mitad de muslo. Pues desde esa mitad de muslo hasta la rodilla podía ver muchas cosas: dunas del desierto, un mar agitado, flubber, un flan vomitado. Es decir, una horrible celulitis que nunca había estado ahí.
Siempre han dicho de mí que soy guapa, pero nunca he sido una chica delgada, ni de las que tienen un físico espectacular. Pero me sentía cómoda con mi cuerpo: un cuerpo normal, con pechos muy pequeños y culo bastante gordo (con celulitis de la aceptable).
Pues sí, estoy aquí para hablar de mis putos complejos.
Ya sé que hay que quererse a uno mismo con lo que hay, sé que soy más que un físico, sé que tengo muchas cualidades mejores, bla, bla, bla. Me da igual.
Mi doctora, para terminar de alegrarme la vida, me ha comentado que es normal que los anticonceptivos generen retención de líquidos, y con ello celulitis. Me ha sugerido que haga más deporte. Si tuviera el mismo tiempo que usted, querida doctora, podría permitirme el lujo de hacer más deporte. Y la tía ha rematado la sentencia de muerte con un: si los estrógenos actúan así en ti, el problema se hará mayor.
¿Renuncio a mis nuevos, grandes y turgentes pechos para evitar que mis piernas sigan pareciendo un caracol atropellado? ¿Vuelvo al miedo… (Porque sí, todas tenemos miedo cuando os corréis “en” el condón, y no, tu novia no es así, pero todas lo sabemos disimular demasiado bien) ¿Vuelvo al miedo de escuchar un “mierda” cuando mi novio termina de eyacular? ¿Vuelvo a las dolorosas, abundantes y asquerosas reglas de seis días?
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