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"Escribir es un oficio que se aprende escribiendo"
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Simone de Beauvoir
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pieldecafe · 6 years ago
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Sobre River y vos
Martes veintiséis de noviembre. Dos de la madrugada. Dejo de comerme las uñas y hago una cuenta con los dedos: pasaron cincuenta y seis horas de la final en Lima. Y me siento cada minuto peor. Si se lo cuento a cualquier futbolero me diría que no es algo extraño por la forma en que perdimos la Copa. Fue muy feo. Muy doloroso. Y estoy de acuerdo. Lo curioso es la manera que elijo llevar el duelo.
Al minuto noventa y uno un señor llamado Gabriel Barbosa Almeida nos mete el segundo gol y el resto es historia. Flamengo volvió a levantar la copa más linda después del treinta y ocho años y a mí me atravesó el dolor más espantoso. Y mirá que viví muchas derrotas con River. Pero ninguna se compara con la sensación de pensar jugada tras jugada, controlar el partido como si tuviéramos la corona de los mismísimos Reyes de la Estrategia y que a los últimos minutos te arrebaten un laburo hermoso. Es injusto. Se que el fútbol es como la vida misma. Ya lo aprendí. Incluso, ahora se que el fútbol también es como el amor. 
Hoy "El Cordo", compañero de casa y colega de colores, me miró fijo y me dijo que le extrañaba la forma en la que estaba procesando la derrota. Resulta que cuando Tobar dio el pitazo final, yo fui la más fría a la hora de analizar el resultado. Hasta me di el gusto de consolar a mis amigos, "el fútbol no se gana con merecimientos, se gana con goles" decía, muy superada. Me escribió mi mamá y me preguntó cómo me sentía: "Bien, Papi me mandó unos audios muy racionales. Así es el fútbol y aguante el Muñeco". Todo parecía ir por el sendero de la coherencia... Pero para ser sincera, a medida que pasa el tiempo me lleno de angustia y se nota. Angustia porque hicimos todo bien. Porque fuimos inteligentes. Porque peleamos cada pelota y merecíamos cerrar el año con la Copa en casa. 
Angustia porque no fue y terminó muy mal, como mi último intento de historia de amor.
A Él lo conocí e inmediatamente quise ganarlo. Conquistarlo. Festejarlo, estallar de éxtasis y después construirle una vitrina en el medio de mi cama para admirarlo todas las noches. Era oro puro. El más atractivo de todos. Mi Libertadores 2019.
Sabía muy bien que era un partido difícil, pero me puse el disfraz de Gallardo y me autoproclamé la Reina de la Estrategia. Pensaba cada una de las palabras que le decía. Fui divertida, inteligente. Supe cómo controlarlo y leer sus jugadas para anticiparme y recuperar la pelota. Al partido lo llevaba yo, tranquila y sin sobresaltos. El trajecito de Napoleón me quedó perfecto pero a la hora de hacer unos cambios para liquidarlo, le erré.
Mi ansiedad fue Pratto. Entró sin entender el partido y cometió el error más grave. Después vino el arrepentimiento, que vendría a ser Pinola: hice todo bien che, no me canceles por mi único error. 
Pero su frialdad, al mejor estilo GabiGol, no me perdonó ni mucho menos me dio una chance de arreglar las cosas. Se me escapó. Otra derrota, y a llorar a la Iglesia. 
Quedé como River después de recibir en silencio la medalla del segundo puesto. A mi me queda la reflexión, revisar mis acciones para no cometer los mismos errores y a él otras copas que ya tiene en la cabeza. Y aunque al principio me hice la fría y ya pasó un tiempo, me duele haber perdido ese partido.
Miro el reloj. Ya pasaron cincuenta y siete horas de la final de Lima. Sigo angustiada por mis dos derrotas y sin entender mis formas de atravesar los duelos. Lo único que me queda claro es que el fútbol es como el amor: inexplicable. Pero siempre da revancha.
Acá las estoy esperando.
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pieldecafe · 6 years ago
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Me gustas tanto que ya no quiero volver a verte.
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pieldecafe · 6 years ago
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Rosario fue como esas fieles zapatillas de lona que te bancan en todas, pero que en algún momento, después de tanto caminar, se le desgastan las suelas y se terminan rompiendo.
Aunque te duela, tenes que dejarlas.
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pieldecafe · 6 years ago
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El final
Siempre critico las series que terminan sin darte un final. Sin resolver la trama que crearon desde el capítulo piloto. Esas que nos dejan con sabor a poco, sin explicaciones y con mucha expectativa, con la promesa de volver dentro de un año a darte todas las respuestas. Y ahí quedas vos, sintiéndote engañado y googleando cuándo se estrena la próxima temporada.
Mi historia con vos es así. Una serie clásica de varias temporadas, completamente alargada, con la que seguían insistiendo porque funcionaba pero que fue dada de baja porque otro producto rindió más. 
Una historia en la que quedaron muchos diálogos por decir. Por ejemplo, que me parece una lástima que nunca pude mirarte a los ojos y poner en palabras lo mucho que me encantas. Que sentí por vos la atracción más fuerte e inesperada. Que fuiste una sorpresa, y las sorpresas me gustan más que un gol de River. Que apareciste hace mucho tiempo, en una oficina luminosa de piso de madera desgastado en la esquina de Pellegrini y Ovidio Lagos. Tenía diecinueve años, y estaba rastreando a un funcionario porque necesitaba una entrevista para la facultad. Me conociste así. Buscando. Y apareciste. Esa vez, por esos actos irónicos de la vida, me pasaste inadvertido. Ni te miré a los ojos, porque soy tan testaruda que  cuando estoy buscando algo no me distraigo con nada hasta llegar a mi objetivo. Tuve suerte. No me di ni cuenta que eran de color verde agua, que estaban protegidos por un techo de pestañas arqueadas perfectas, como las de un muñeco. No miré tu piel dorada, como el sol del Litoral, ni le presté atención a tu boca que irradia tanta luz.
Pasaron tres años de esa escena, pero no estabas listo para salir sin pena ni gloria de mi vida. Viniste por más, reclamando tu protagónico. Y apareciste. Segundo 'raun’, como dirían en El Marginal. Esta vez se intercambiaron los roles, fuiste vos el que viniste por una entrevista a mi trabajo. Pero también te gané. Fui fuerte, porque ese era mi primer día y cuando me concentro en algo que me gusta, tampoco me distraigo. Qué envidia le tengo a esa Sofi de veintidós, que te volvió a ignorar con tanta amabilidad y respeto.
Desde ese día, apareciste una y otra vez. Me hablaste por Facebook, para recordarme nuestro primer encuentro en la oficina de Pellegrini y Ovidio Lagos. Me mandaste capturas de los mails que intercambiamos allá por el 2012. "Mierda, como se acordaba de vos" me dijo una amiga, riéndose. Nos reímos las dos. La vida, y sus vueltas irónicas.
Apareciste en mis nuevos trabajos, esta vez como colega.
Apareciste en un boliche, y te miré con atención. Por primera vez. Terminamos en casa, fundidos en el abrazo más profundo que le di a un varón. Te di un beso tímido, para probarte.
Aparecí.
Nos encontramos. De la forma más hermosa.
Apareciste en mi cama a la mañana, a la tarde, a la madrugada. Aparecieron tus mensajes diciéndome que te acordabas de mí. Apareció el primer "te quiero". Nunca antes me lo habían dicho en una relación.
Como me gustaría decirte que desde ese momento cada vez que aparecías se me aceleraba el corazón. Que te soñé hasta hace muy poco. Que pasé noches enteras pensando que estabas atrás mio, abrazándome. Que repasé en mi mente cada beso que te di en esas mejillas suaves, cuando te acostabas boca arriba y cerrabas los ojos para sentir mis labios. Que cuando me mandabas fotos, mi tacto cobraba el superpoder de traspasar la pantalla y sentir que te tocaba con la yema de mis dedos. De verdad. Como si estuvieras acá. Que nunca supe cómo ser lo suficientemente buena para vos. Que te extraño. Que me quedaba esperando una y otra vez con el celular iluminándome la cara que vuelvas a aparecer. A hacer lo tuyo. A llenarme de adrenalina. Pero ya no va a pasar.
Como me gustaría decirte, a vos, chico de la oficina del 2012 que me pasó inadvertido, que después de tantos años cumpliste tu meta y me ganaste la pelea.
Que después de todo, me toca admitir que nuestro encuentro en el ring sí tuvo un final: fue un knock out. Silencioso. Como las palabras que nunca te dije.  
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pieldecafe · 6 years ago
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Noche Roja
Cómo describir ese vuelco en el corazón cuando tus ojos, desprevenidos y poco preparados, ven algo que ya se imaginaban pero que estaban negados a ver.
En realidad miento. Como siempre. Me miento. Ya lo había visto. Era una noche de enero, calurosa y tan fuerte para mí. Salía de un trabajo que no me gustaba, que me desgastaba la mente, los oídos y la voz, a la medianoche. Rosario estaba revalsada de su insoportable humedad veraniega y yo, con mi vestido animal print y una camisa de jean atada en la cintura, cambié el rumbo sin miedo y me fui derecho al Parque España. Era la noche de la Luna Roja, o como sea que se llame. Siempre me gustó seguir las energías y las señales del mundo astrológico. Caminaba despacio, contenta, mirando fijo a la luna y pidiéndole deseos. Quería que las cosas me empiecen a salir. Quiero que las cosas me empiecen a salir. Llego al parque. Bajo la mirada de vez en cuando para asegurarme no chocar a nadie. Esa noche estaba llena de gente, todos queríamos ser participes del fenómeno rojo. Todos queríamos pedir nuestros deseos, total era gratis, y a veces hace bien aferrarnos a algo cuando la realidad nos duele. Y ahí fue. Bajé mi cabeza, inclinada  al cielo, y miré a mi derecha. Los vi venir. Como si la Luna Roja me hubiera coordinado los pasos, uno tras otro, para llegar a ese punto del mapa. Sorpresa, Sofi. Caminaban despacio también, ella le contaba algo y sonreía. Se me vino el mundo abajo. Fueron dos segundos que me bastaron para dejarme paralizada, con la mirada perdida y la respiración a mil. "Vino al parque a ver la luna y a tomar una birra con una chica" me repetía. Me senté como pude en un banco. La gente ya se empezaba a ir, pero yo me quedé hasta la madrugada mirando la Luna Roja. La odiaba. Por qué vine. Cómo los pude haber encontrado, entre tanta marea de gente. Por qué tengo que ver estas cosas. Por qué tengo que sufrir tanto. Por qué esa chica no fui yo. Una y otra vez, estos reproches daban vuelta mi cabeza, mientras el corazón me dolía y sentía como mi pecho se cerraba. Estaba enojada. Y cuando las personas con varias heridas se enojan, se cansan. Se reprochan. Se resienten. Estaba (estoy) viviendo demasiadas pálidas. Quería gritar lo que me estaba pasando, compartir mi odio, y qué mejor que hacerlo con la persona que originó mi última herida. Anunciando la muerte de mi último pedazo de dignidad, agarré mi teléfono y le escribí. Ya no tenía su número, lo había borrado en un intento fallido de olvidarlo. No me importó, total conseguir su contacto es muy fácil dentro de mi ex mundillo laboral. Ni a mis quince años redactaba un mensaje tan malo e inmaduro. Pero se lo mandé igual. Tenía que hacer algo con ese dolor. Doble tilde teñido de azul: visto. Acto seguido, se me rió. Mucho. Mi texto le llenó el pecho de ego y su autoestima, que de por sí es altisima, alcanzó la altura de la Luna Roja. Allá quedaron las dos, inalcanzables para mí.
Esa noche sufrí. Otra vez. Casi al nivel de no querer mencionarla nunca en mi círculo de confianza. Sólo quedó como una anécdota divertida. Incluso nos hemos llegado a reír juntos de aquel mensaje que le mandé. De cómo me quedé tan rápido sin argumentos. Hablamos por mucho tiempo más. Porque negar siempre es una buena opción cuando soltar no es parte de tu plan. Mensajes, fotos, audios, hasta intentos de videollamadas. Cambié de casa, de ciudad, dejé todo atrás. Menos a él.
Casi ocho meses después de esa Luna Roja, me encuentro en mi pieza de Olivos. Tranquila, pensando en hacer ejercicios. Terminó el partido de River, le ganamos 3 a 0 a Lanus. Abro Instagram. Veo que subió una historia con esa chica que le sonreía en el Parque España. Sorpresa, Sofi.  Ya se cómo funciona mi corazón cuando lo rompen. Me quedo petrificada, como los sangre sucia en la segunda peli de Harry Potter. El corazón se me vuelve frío y me ahogo por varios minutos. Inmediatamente agarré mi computadora y empecé a escribir esto. Como si la palabra eternizada funcionara como un chaleco salvavidas para mí. Me levanto de la cama y busco la luna. No la veo desde mi habitación. Desapareció. Esta vez no quiso formar parte de esta historia desgastada. Se aburrió. Como él de mí. Encontraron otros nuevos lugares donde pueden ser mejores protagonistas.
Quizás es mi turno también.
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pieldecafe · 6 years ago
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Tres de Agosto
En mi último vistazo al celular, cuando chequeo que la alarma esté bien puesta y el sonido lo suficientemente alto para despertarme la mañana siguiente, advertí qué día me esperaba.
Siempre me gustó ponerle fecha a todo acontecimiento significante en mi vida. Desde la llegada de un amor inesperado, hasta el nacimiento de mis mascotas. Todo tiene un inicio. Un origen. Un final. Y llevo la data conmigo, en mi Ministerio de los Registros, para que nada me pase inadvertido.
Mi Tres de Agosto significa mucho. Final e inicio. Muerte y nacimiento. Así, al revés. Complicado. Como si se tratara de un capítulo de Dark.
Pasaron trescientos cincuenta y cinco días. Dos trabajos formales. Cientos de rostros y voces. Una mudanza. Un cambio de domicilio. Kilómetros y kilómetros de rutas, para que al fin, de una vez por todas, termine de jugar un partido contra mí misma y me perdone por todo lo que pasé.
Nosotros somos nuestros jueces, fiscales y defensores decía el maestro Benedetti. Sólo nosotrxs nos conocemos lo suficiente para juzgarnos. A esta piel la habito sólo yo. La siento. La redescubro. La peleo. La rompo. Le pido perdón. La vuelvo a armar.
Hoy, en el 60, mientras todas estas ideas daban vueltas y vueltas en mi cabeza, llegué al dictamen de mi sentencia. Me declaro absuelta. Libre de todo cargo. Y no exactamente por ser inocente. No lo soy. Sino porque me cansé de culparme.
No se qué pasará en mi próximo Tres de Agosto. Y ni aún teniendo la máquina del tiempo de Dark quiero saberlo. Sólo espero sentirme como hoy. Fuerte. Y para mí yo en el futuro: ojalá sigamos intentando.
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pieldecafe · 6 years ago
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Buenos Aires
"Mirá para arriba" me dijo mamá, sonriendo, mientras me agarraba la mano con su fuerza protectora. Tenía los ojos miel como diamantes, brillando con esa luz que transmiten las pupilas cuando estás descubriendo algo nuevo. Algo asombrosamente nuevo. Por ese entonces a Buenos Aires la conocíamos por el noticiero y los partidos de River que mirábamos por la tele. Nos parecía, a los cuatro, un mundo distinto. Un mundo aparte.
Yo la obedecí, siempre lo hice. Incliné mi cabeza lo más alto que pude hacia el cielo gris de invierno y llené mi cuerpo de fascinación con el descubrimiento: tenía 11 años y nunca antes había visto en persona edificios tan altos e imponentes, esos que te hacen sentir chiquita cuando estás parada en sus raíces, bordeados con callecitas eternas tan infinitas que parecía que en algún punto se fusionaban con el cielo.
Fue una tarde fría de julio, cuando aprovechamos las vacaciones de invierno para visitar unos parientes y recorrer por primera vez los rincones de Capital, juntxs, en familia.
Papá estaba tan entusiasmado que parecía un nene en una juguetería, pero sin dejar de lado su adueltez para estar atento a cada movimiento que hacíamos con mi hermano. Le habían advertido que la gran ciudad era peligrosa y nos tenía que cuidar de cualquier contacto con la inseguridad. Una amenaza que no entendíamos del todo nosotros, que veníamos del barrio sur de Cañada de Gómez.
Fue esa tarde cuando Buenos Aires entró por mis ojos y se fue directo al pecho. La primera vista a sus edificios me bastó para que se acomode ahí y no salga más, como el primer amor y su flechazo inesperado.
Hoy, mucho tiempo después, mi mente revive una y otra vez ese momento. El barrio de Colegiales advirtió que termina abril y se puso frío, de nuevo, y mientras camino tranquila por sus veredas invadidas de hojas pintadas de otoño, imaginé a mi familia acompañandome. Perdidos por ahí. Riendo. Como aquella vez.
Llevo dieciocho días en la ciudad y según afirma mi nuevo documento ya soy ciudadana bonaerense por elección propia. Sólo yo, conmigo, tirando para adelante, en el lugar que siempre quise.
"Mirá para arriba" me dijo mamá.
Cabeza bien alta.
Y a enfrentar lo que viene.
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pieldecafe · 6 years ago
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Y acá estamos en otro atardecer en mi balcón. Estoy tirada en la histórica silla de plástico que decora el mini espacio al exterior de mi departamento. La silla está tan rota y desgastada que intento ponerme cómoda en su incomodidad, y mientras espero a mis viejos, abro una latita de birra. La última del año. Es 31 de diciembre y mi mente, que no se toma vacaciones, no para de recordarme los momentos cruciales del año. El 2018 me marcó tanto que creo que, después de todo lo que pasó, ya no soy la misma. Pasé de la conformidad al desamparo absoluto. De la conocida rutina al vacío de los días. Me sentí tan mal que llegué a pensar que estaba vencida, que ahí terminaba mi historia. Me sentí sola, esperando abrazos que no iban a llegar. Pasé noches enteras sin dormir, preguntandome cómo iba a salir de ese pozo oscuro. Mi cuerpo no pasó por alto la angustia y sumé alguna que otra mancha en mi piel. Dejé atrás trabajos que no me inspiraban, amigos falsos que no me querían, y lugares dónde no encajaba. Me dejé sostener por mi mejor amiga, una mina que equivale oro, la que estuvo y está siempre. Encontré contención en amigxs y mi familia. Por primera vez tomé el valor de contarle a mis viejos una situación de abuso que viví a los 21 años, que aún me genera dolor, mucho dolor, pero que por fin puedo identificar gracias a la lucha feminista, que me abrió los ojos y significó un antes y un después en mi vida.
Claro, mirá si no voy a tener para procesar.
A pesar de todo, al 2018 le tengo que agradecer, porque me dejó unas ganas tremendas de salir. Salir. Irme a cualquier lado, a explorar lugares y personas nuevas. Agradecer, porque pasé por mi primer gran enseñanza de vida y me juré a mi misma no volver a conformarme. No volver a estacionarme nunca más. Agradecer, porque me di cuenta que es en las malas cuando definimos qué somos y qué no. Agradecer, porque a pesar del dolor, sobreviví. Y acá estoy, con ganas de todo.
Entonces sí.
2019, qué bueno que llegaste. Sé que la vamos a pasar mejor.
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pieldecafe · 7 years ago
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Lo cotidiano se vuelve mágico
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pieldecafe · 7 years ago
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Bibiana tiene 55 años, es actriz, con pasado de vedette. Rubia, alta, glamorosa, con un rostro que sólo transmite paz. Sus ojos marrones profundos llevan una mirada de aceptación y un amor propio tan inmenso que es digno de mi admiración.
Bibiana no juzga. Aunque su vida entera fue juzgada. Bibiana te escucha y te entiende. Aunque a ella nadie la quiso escuchar, ni mucho menos entender. No querían entender. La ignorancia reinaba, y así era mejor. Corría el año 1977 y ella era un "tabú". Porque ser trans era sinónimo de monstruo. La gente por la calle le decía que estaba enferma, pero ella se sentía perfecta. Los militares la humillaron, la golpearon, la violaron, con la única justificación de que era un horror para la sociedad heteronormativa que impulsaba la dictadura.
Bibiana era bailarina, actriz, como las que hoy posan junto a Carmen Barbieri en las típicas gigantografias de Mar del Plata. Así de hermosa y talentosa. Pero le dijeron que una mujer trans jamás llegaría a los escenarios. Le bajaron el telón. Y fin del show.
Para ella era doloroso caer presa por querer ser. Bibiana no lastimó a nadie siendo trans, no agredió, sólo salió a la calle con el orgullo de ser quien era, y terminó detenida incontables veces en calabozos junto a violadores, asesinos. Porque ser diferente también era un tipo de delincuencia en la oscura Argentina de Videla y compañía. Treinta, sesenta, noventa días. Adentro.
Cuando no estaba en la cárcel, estaba en la calle. Porque quienes le negaban un trabajo digno por ser un "monstruo", por las noches la buscaban.
Se fue del país para sobrevivir. Emigró a Brasil, dónde conoció la libertad. Ni bien llegó a Río se acercó a un policía y le hizo una pregunta, sólo para comprobar que no le iban a hacer nada. Para sentirse por primera vez segura.
Bibiana pensó que toda su vida iba a estar corriendo y escapando. Pero acá está, feliz de ser una mujer trans, que sí tuviera que elegir pasaría todo de nuevo, porque así lo siente. Y no hay violencia alguna que le gane a eso.
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Texto para la Facultad, redactado en poco tiempo, pero con mucho respeto y cariño por la persona que describo 🌈🌈🌈
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pieldecafe · 7 years ago
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Me gusta salir a caminar, me despeja. Noto que mis pasos van apurados, acostumbrados a una vieja rutina de llegar tarde a algún lugar. Inmediatamente de ser consciente de que no estoy yendo a ningún lado en particular, y de que no me espera nadie, le doy la orden a mis piernas para que bajen un cambio, para que se acomoden al nuevo ritmo. Ahora camino más lento, y con la mirada en el piso, me reto al antipático juego de ver cuánto duro sin dejar caer las lágrimas. Aguanto un poco, pero tengo la vista casi ciega y los ojos me empiezan a pesar. No dan más. Lamentablemente para ellos, es la única vía por donde estoy descargando todo lo que pasa por mi cuerpo y mente. Pierdo fácil el estúpido juego y llegó al parque, mi destino estrella.
El Paraná está bajo, pero hermoso. El sol de la tardecita le da un reflejo doradito y mientras fijo mi vista en esa belleza, me acuerdo que un amigo entre comillas me dijo, en el momento más vulnerable de mí vida, 'vos qué esperaste para llegar a esto?'. No se qué esperé. Pero con esa pregunta, tan hiriente y altanera, se ganó el premio a la persona menos empática del universo y no le pude volver a hablar. Me acuerdo también que hace mucho, este amigo entre comillas, me había dicho que era ingenua. Candorosa, mejor dicho. Y sí no sabía que significaba, me mandó a buscarlo en Google. Mamita. Yo me callé, porque sabía que en el fondo tenía razón.
Hace un tiempo estaba jugando de balde en un juego que nunca entendí.
Hace un tiempo, formaba parte de un circo con payasos y malabaristas. Pero cortaron el show, desarmaron la carpa y yo me quedé adentro atrapada.
Hace un tiempo, confiaba en cualquier persona que me demostraba un mínimo gesto de cariño. Y sí me decían 'te quiero' era capaz de dar mucho, porque con esas palabras no se jode, pensaba. Porque cuando yo digo 'te quiero' o catalogo a una persona como 'amigue' es por amor y el amor es todo. La confianza es todo. La honestidad es todo.
Soy una persona muy leal. Otra taurina fiel a los suyos. Y siempre me gustó esa cualidad de mí signo toro. Pero hasta ahora, nunca me había tocado descubrir cómo duele darte cuenta que quizás, las otras personas no son tan fieles conmigo como yo lo sería con ellas. Porque como me dijo un compañero 'no soy la vara de nada' y es real. Anda a saber qué le pasa a les otres. Anda a saber por qué no supieron actuar en ese momento. No puedo culparlos. Pero si aprender.
Mirando el reflejo doradito del Paraná, con el cuerpo lleno de heridas internas que arden y gritan, me doy cuenta que estoy más sola de lo que creía. Y está bien. Me doy cuenta de que hace tiempo lo estoy, pero antes tenía el brillo del circo que me mantenía entretenida. Hoy me pesan los ojos, los tengo cansados, pero abiertos. Y que bueno que sea así.
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pieldecafe · 7 years ago
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Twenty five years and my life is still
Trying to get up that great big hill of hope
For a destination
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pieldecafe · 7 years ago
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"Pero, cuando además de desgraciado uno se siente opaco, cuando no queda sitio para la rebeldía, el sacrificio o la heroicidad, entonces hay que llorar sin ruido, porque nadie puede ayudar, y porque uno tiene la conciencia de eso que eso pasa y al final se retoma el equilibrio, la normalidad"
Lo que deja La Tregua.
Benedetti.
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pieldecafe · 7 years ago
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Abro los ojos.
Buen día. Si. Otro más.
Intento despertarme. Tengo ese estado zombie de quién durmió mucho pero mal. Miro un punto fijo en la oscuridad de mi pieza. Me concentro en cómo voy a llevar el día, en qué puedo hacer para llenarlo.
Cómo me cuesta.
Con un manotazo torpe, digno de mis mañanas, agarro por primera vez el teléfono. Veintisiete de septiembre. Dios mío, pienso. ¿Por qué pasa así el tiempo? Me da miedo. Últimamente vivo con miedo. Intento reflexionarlo un poco, porque en tiempos así, la reflexión es una aliada. Tengo que pensar, entender, entenderme y escucharme. Llego a la pronta conclusión de que mi miedo es un subproducto. Mmm no. Qué raro suena eso. Quiero decir que es una especie de daño colateral de mí vieja amiga la Incertidumbre. Ahí está, esa me gustó más. Me pienso perdida en un laberinto. Grande, sombrío, imponente. Sé que a la salida la tengo que buscar sola, porque nadie puede ayudarme en esto y vuelvo a tener miedo.
Cómo me cuesta.
Llegué al punto de estar tal mal que mis viejxs tomaron como plan de acción mandarme cada día una frase motivacional. Mi papá, el tuitero, me manda un tuit por whatsapp. Todo un millenial. "Esto también va a pasar", de Alejandro Jodorowsky. Le mando aplausos, faveo el tuit.
Mi mamá, la instagramer, me etiqueta en comentario. Hace poco descubrimos una minita re copada que hace predicciones con el horóscopo y todo eso."Vamos a salir de esta" dice la foto. Encuentro el comentario de mí mamá y le pongo like. Fin.
Es que no sé.
No sé si voy a salir de esta. Vuelvo a pensar en el laberinto, tengo miedo de quedarme ahí para siempre. O un largo rato. No quiero eso. ¿Y si pasa?. A eso le tengo miedo. A perder el tiempo así. Hola Ansiedad. Tanto tiempo, vení, pasa, ponete cómoda.
Me acuerdo de un capítulo de American Horror Story, 'Coven', mi temporada favorita. Las brujas están a prueba. Tienen que bajar a su propio infierno, donde las esperan sus peores pesadillas, y salir. Si lo hacen, se convierten en la nueva 'Madame' la bruja más poderosa del mundo. Me acuerdo que había una que no superó la prueba y se quedó ahí para siempre. Desapareció. "Pobre", decía yo, sin imaginar que un tiempo después me iba a encontrar en los mismos zapatos que 'Misty'. Pero esto no es una ficción del gran Ryan Murphy. Aunque por mucho que me gustaría que dirija mis días, es mi vida. Y tengo que salir.
Dejo de llorar. Pienso que quizás, sí puede haber un Después, un brillante y nuevo Después.
Anda a saber cuándo, o qué es lo tiene que pasar hasta que llegue ese momento.
Capaz me convierta en mi propia Madame. O algo así.
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pieldecafe · 7 years ago
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En las calles no sólo sofoca el calor.
Respirar parece fácil. Es natural, lo hacemos desde el primer momento que llegamos al mundo. ¿Pero cómo se supone que puedo respirar con tantas preguntas en la cabeza? No puedo. No me dejan.
Mis preguntas queman más que el incipiente sol de casi treinta grados que apareció para recordarnos por qué renegamos tanto los rosarinos en verano.
Mis preguntas duelen más que cualquier herida física que me haya sorprendido en mi infancia, cuando no tenía dudas y me subía a la patineta de mi hermano a tratar de conquistar mi barrio.
Mis preguntas son injustas porque aparecen ahora, cuando ya no queda nada, sólo mi ánimo derrocado, y no cuando aún estaba a tiempo de no tirar la totalidad de mí vida por la ventana.
Mis preguntas me paralizan, me confunden, me lastiman. Tienen forma de cuchillo y me amenazan con su filo.
¿Por qué no esperaste?
¿Por qué no lo hablaste con la persona correcta?
¿Por qué confiaste en ellxs?
¿Por qué te olvidaste que en tus 25 años nadie te regaló nada y tenes que pelearla día tras día?
¿Por qué te acostumbraste a eso?
¿Por qué bajas los brazos?
Las calles parecen que se incendian, y yo también.
Quiero respirar. No me quiero asfixiar. Necesito sanar.
¿Cómo hago?
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pieldecafe · 7 years ago
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You belong among the wildflowers
You belong in a boat out at sea
Sail away, kill off the hours
You belong somewhere you feel free
🌼
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pieldecafe · 7 years ago
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Son las cuatro y cuarenta y cinco de la tarde. La cansadora melodía de una campana que está cerca de casa me lo confirma. El tiempo pasa, vuela, se esfuma como los colores de los forzados dibujos que me hacían entregar en octavo grado. Me hice el segundo café del día, uno colombiano, de 'vanicanela', de los buenos en serio. Salgo a tomarlo al balcón, para intentar conectarme con lo que está pasando afuera, para intentar moverme.
Hace dos meses que no me muevo.
Hace dos meses que mi mente se estacionó y se llenó de afirmaciones que duran poco, de inseguridades que duran mucho, y de dudas que parecen eternas.
Dudas.
Qué cosa horrible son las dudas.
Siempre fui una chica con ideas. Siempre me gustó darle la vuelta a las dificultades. Me las ingeniaba, y me enorgullecia de las salidas que iba creando, adaptandome a los ritmos del tiempo y bailando con las sorpresas que surgían de él. Siempre tenía algo pensando, por si las ideas A o las ideas B no me daban espacio para bailar. Pero hace un tiempo ya que no me adapto. Y las ideas que logré transformar en trabajo se esfumaron como los colores de los forzados dibujos que me hacían entregar en octavo grado.
Mi rutina, esa que construí dándole vuelta a las dificultades, se desmoronó sólo en cuarenta y ocho horas. Para un derrumbe estaba preparada. Lo pensé, lo planifiqué y me sentí acompañada. Para otro no. Vino de sorpresa, me atravesó como un golpe seco, frío, en mi espalda. Y me sentí sola. Muy sola.
Pasaron dos meses y yo sigo con mis dos derrumbes que no soy capaz de superar. Quiero volver a ser esa chica que se las ingeniaba, que le encontraba la vuelta a todo. Pero en este mar gris lleno de dudas e inestabilidad, lo único que tengo claro es que está ciudad ya no es mi ciudad y me tengo que animar a mirar más alto, a desempolvar mis alas y escuchar a donde quieren ir.
En este mar gris lleno de dudas e inestabilidad, también existe una clase de isla, donde me abrazan y me dicen que 'no estoy sola'.
No todo se desmoronó.
No todo se destruyó.
Al lado mío hay personas, pocas pero suficientes, que me dan amor, amor del bueno en serio, como mi café de vanicanela.
Y eso sí me hace mover.
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