staaaardusts
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-S.
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Aquí se escribe a las sombras, se nombran las ausencias y los silencios hablan más fuerte que el ruido.
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staaaardusts · 2 months ago
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Para L, en sus 32
Amiguito:
Hoy que cumples 32 años vengo a decirte cosas bonitas para hacerte sentir especial. Porque si hay alguien que ha crecido conmigo —en tiempo, en pensamiento, en alma—, ese eres tú.
Nos conocimos cuando todavía no sabíamos nada del mundo y ya estábamos preguntándonos todo. Desde entonces hemos sido como dos líneas que corren juntas: a veces paralelas, a veces enredadas, pero siempre encontrándose y buscándose. Porque nuestra historia aún no termina de escribirse.
Compartir esta vida contigo ha sido como encontrar un idioma secreto. Estar contigo, aunque sea cinco minutos, es hacerle pausa a lo abrumador de la vida. Es bajarle el volumen al mundo y quedarnos ahí, en ese rato que se siente como hogar.
A veces pienso que somos espejos deformados uno del otro: tú, con tu modo de ver lo que yo aún no alcanzo, me salvas de mis pensamientos. Gracias por eso. No me imagino estar aquí sin tu amistad.
Gracias por enseñarme tanto sin pretenderlo, por crecer conmigo, por no soltarte.
Feliz cumpleaños, L. Que esta vuelta al sol la sientas cálida. Que te lleguen cosas que se parezcan a ti: honestas, brillantes, extrañas, necesarias. Como tú lo eres para mí.
Te amo mucho.
-S.
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staaaardusts · 4 months ago
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Si de todas formas va a ser un monólogo, que al menos sea mío.
La espera es un reloj sin manecillas, una fruta que nunca llega a la boca. Dije: “a punto de comerme esto”, pero el hambre era de otra cosa.
Tu ausencia: un mensaje atrapado en la aduana de los silencios, un eco que no sabe dónde morir. No se debe reclamar lo que no se ofrece, eso me enseñaron. Así que me quedo quieta, me cruzo de brazos y espero. Espero a que su voluntad despierte.
La cortesía es un traje de plomo, la ironía, un perro que muerde sus propias patas. Pero el silencio cae sobre mí como una noche demasiado larga, como un animal de ojos abiertos que no parpadea. ¿Qué hacer con esta ausencia que no se nombra, pero que está aquí, como un fantasma educado que no quiere incomodar?
Entonces me muerdo las palabras, las escondo bajo la lengua como piedras preciosas que nadie nunca verá brillar. No debo insistir. La dignidad es la virtud de las bien educadas, de las que saben sonreír cuando la espera se hace costumbre.
Me pregunto si el sol sale en tu nombre o si la noche me reserva otra tregua. Yo no voy a escribir. No hoy. Porque la espera es una forma de disciplina y yo he aprendido a seguir las reglas de quien no llama, de quien tarda, de quien hace de todo en lugar de preguntar por mí.
Pero no me engaño. Sé que detrás de mi orgullo hay alguien sentada en la orilla de su propia sombra, midiéndose las manos, contando los minutos, preguntándose si alguna vez le han pertenecido las palabras que ahora no llegan. Porque la verdad es que incomoda la indiferencia, pero más la esperanza.
Y de a poco se nos va la certeza, se nos va la dignidad, se nos va la noche. Pero a veces me canso. Y escribo. Y borro. Y me digo: si de todas formas va a ser un monólogo, que al menos sea mío.
Y espero. Porque aún puedo resistir el impulso de escribir lo que no debería. Porque la espera no es sólo ausencia. Es un acto de poder.
-S.
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staaaardusts · 4 months ago
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Amor.
Esa palabra que flota en el aire con la misma ligereza de una promesa y la pesadez de una mentira bien contada. Ahí está, lo veo tantas veces en las manos ajenas, en las miradas que parecían entenderse sin palabras, en los abrazos que detenían el tiempo. Amor, decían, como si fuera tan sencillo verle la cara, como si solo hiciera falta doblar una esquina para encontrarlo. ¿Es que acaso existe o es solo un espectáculo reservado para unos cuantos?¿Cómo es que algunos lo encuentran sin siquiera buscarlo mientras otros lo miramos tras un vidrio que no se rompe?
¿Quién no se ha equivocado creyendo haberlo encontrado, una, dos o varias veces? ¿Quién no lo ha creído reconocer en palabras bonitas, promesas vacías, en gestos que después se desmoronaron al contacto con la realidad, cual derrumbes con bases de papel? Porque el amor, o lo que se disfraza de él, tiene una habilidad magistral para engañar al corazón hambriento. Cuidado.
Quizás es más que un truco bien aprendido, una ilusión colectiva que nos mantiene expectantes, que nos hace creer que la próxima vez, ahora sí, será real. Que ahí está en algún lugar aguardando por nosotros.
Anhelamos un amor que no necesite ser explicado, que se sienta como un hogar al que no hay que pedir permiso para entrar, pues nos pertenece. Un amor que no tenga prisa, que no se desgaste en la inmediatez ni en la urgencia de la apariencia. Pero, ¿existirá? ¿O es solo una historia que nos contaron de niños para enseñarnos a soportar la soledad sin cuestionarla?
A veces imagino su llegada en una tarde de lluvia, compartiendo su paraguas y, con él, su mundo. O en un mediodía soleado, con esa calidez que acaricia sin quemar. Quizás bajo un cielo estrellado, iluminando la oscuridad con su presencia. O tal vez en la mirada de alguien que no tema a las intensidades, que entienda que busco lo extraordinario en los pequeños detalles, que vea en mis cicatrices mapas y no barreras.
Aunque vaya, seamos realistas: quizás el amor no llega, no de esa forma, no como lo esbozamos en la imaginación. No es una aparición repentina ni un destino escrito, puede que sea un encuentro entre dos que deciden creer en lo que no pueden ver. Y si no es así, si es solo un mito persistente, que al menos la búsqueda nos recuerde que estamos aquí, esperando, aun cuando el amor parezca solo una historia que nos contaron de niños para enseñarnos a soportar la soledad sin cuestionarla.
-S.
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staaaardusts · 5 months ago
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Entre el abismo y el refugio
Soledad, esa agua quieta. Un espejo donde nadie nos mira, salvo nosotros mismos. A veces brilla, se extiende como un estanque de superficie intacta, y al asomarnos descubrimos una imagen completa: ahí estamos, sin disfraces ni ecos ajenos, dialogando con esa segunda voz que nos habita desde siempre. Pero otras veces la soledad pesa. Es un cuerpo sumergido en lo hondo, donde el vacío no solo se siente, sino que crece y nos desborda. Entonces, nos falta hasta nuestra propia sombra.
No toda soledad es la misma. Hay una que se elige, que se abre como un refugio, un espacio íntimo donde el silencio no duele, sino que acompaña. En ella nos encontramos, nos volvemos nuestra mejor compañía, aprendemos a dialogar con nosotros mismos hasta que esas conversaciones se vuelven cálidas, necesarias, casi un ritual. Pero existe otra soledad, la que se impone como una ausencia perpetua, la que persiste incluso en una habitación llena de voces. Es la intemperie: ese frío invisible que nos despoja y nos vuelve ajenos en nuestra propia piel.
A veces, basta nuestra propia presencia para llenar un espacio. Otras, el vacío se extiende demasiado y no sabemos si nos rodea o si nos habita. Y es ahí cuando nos descubrimos preguntándonos si realmente estamos solos o si la soledad es solo otra forma de estar acompañados. Porque hay diálogos que solo ocurren en la mente, en esa habitación interna donde nuestra voz se desdobla en preguntas y respuestas, y donde la única certeza es la propia existencia. Pero también es cierto que, después de tanto monólogo, el alma busca un interlocutor fuera de sí misma. No porque la soledad sea insuficiente, sino porque el lenguaje, al final, necesita romperse en un otro, encontrar resonancia.
Así entendemos que la soledad no es vacío, sino el espacio donde aprendemos a habitarnos. No es ausencia, sino la posibilidad de un encuentro. Porque en la soledad nos descubrimos, pero en la compañía nos reconocemos. Y tal vez, en ese ir y venir entre el silencio y la palabra, entre la sombra y la luz, terminemos encontrando un hogar tanto en nosotros mismos como en los otros.
—S.
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staaaardusts · 5 months ago
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A ti, que habitas en la quietud.
Aquí estás otra vez, llenándolo todo. Entraste como siempre, sin golpear la puerta, sin disculparte por la intromisión. Te siento ocupando cada rincón, más grande que la casa, más grande que mi cuerpo, más grande que las palabras que nunca terminan de alcanzarte. ¿Te gusta cómo cambias el aire cuando llegas? Lo vuelves denso, como si fuera agua, y entonces respirar no se siente tan natural, caminar no se siente tan necesario.
No sé cómo describirte sin reducirte. No eres tristeza, aunque a veces lloro por ti. Tampoco eres ira, aunque me arde el pecho. No sé qué eres, porque me sobrepasas. Eres como un segundo cuerpo que se me impone, como una sombra que no me sigue, sino que se adelanta y me cubre por completo.
Lo curioso es que también desapareces. Así, sin aviso, te retiras y dejas un eco, un rastro que apenas noto cuando ya es tarde. Quizá es eso lo que más me desconcierta de ti, tu capacidad para no estar sin dejarme del todo. Cuando te vas, nunca sé si en verdad te has ido o solo estás esperando un momento de distracción para regresar y aplastarme otra vez.
Intento explicarte, pero ¿cómo explico lo que me arrastra al fondo y me hace dudar si alguna vez fui capaz de flotar? Te veo riendo mientras otros, los que nunca han sentido tus manos, me dicen que debo "echarle ganas", como si fueras un obstáculo menor y no el mar entero. ¿Qué ganas puedo echarle cuando ya no me queda nada?
A veces, en tus mejores días, me dejas pensar que me he acostumbrado a ti. Camino contigo a mi lado, me baño contigo susurrándome al oído, como si fuéramos viejas amigas condenadas a compartir esta historia. Pero otras veces… otras veces no sé si estoy sobreviviendo a ti o simplemente dejándome devorar.
Y lo peor es esa distancia. No sé cuándo ni cómo sucedió, pero el mundo, con sus horarios y reglas, con su alboroto cotidiano, me parece una obra de teatro que no sé interpretar. Me siento tan lejos de todo, tan al margen, que hasta las cosas más simples —sonreír, hablar, levantarse de la cama— me parecen un idioma extranjero. Veo a los demás como si vivieran en un universo paralelo donde todo tiene sentido, mientras yo aquí, en esta habitación que eres tú, solo escucho el eco de mi propia respiración.
¿Por qué viniste a mí? ¿Por qué te quedaste? No lo sé, y ni siquiera espero respuestas. Solo escribo esto porque las palabras son el único puente que me queda hacia lo que soy, o lo que fui, o lo que quiero ser.
Tal vez me leas. Tal vez te rías. Tal vez simplemente me dejes en paz por un rato. Pero mientras tanto, aquí estoy, en esta habitación sin ventanas que siempre llenas, esperando, resistiendo, existiendo a pesar de ti.
Con el peso de siempre,
-S.
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staaaardusts · 8 months ago
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9 de Noviembre, 2024
El arte de soltar.
Entre nostalgia y gratitud, al final del día me detengo en los espacios que han dejado quienes ya no están. Respiro en el hueco de las ausencias, en la huella de los pasos que se alejaron sin ruido. He tenido un cumpleaños marcado por lo que cambia y lo que permanece, por lo que aún habita en la memoria y lo que se ha disuelto en la distancia.
He mirado mis despedidas en silencio, las he nombrado una a una como si fueran constelaciones que se extinguen en un cielo antiguo. Algunas las elegí yo; otras, me fueron impuestas con la frialdad de las cosas inevitables. Hoy entiendo que la vida es ese vaivén de encuentros y despedidas, un libro que se escribe con nombres que se desvanecen entre líneas.
Personas que creí inamovibles —por sangre, por afecto, por esas promesas que nunca se dijeron pero que parecían eternas— han tomado distancia. Amistades que fueron refugio cerraron la puerta sin previo aviso, con la indiferencia de quien apaga la luz y sigue su camino sin mirar atrás. Y sí, he tenido despedidas tajantes, cada una dejando un eco propio. A veces me pregunto si fue mi error, si hubo algo que no supe entender. En terapia repetí esas preguntas una y otra vez, hasta que mi terapeuta me dijo algo simple, casi con ternura: “Respeta su decisión. No hagas nada más que eso.”
Así lo hice. He aprendido a soltar.
Recuerdo aquellos días en los que su compañía era un hecho cotidiano, un lenguaje compartido sin necesidad de palabras. Ahora hay fechas que ya no me pertenecen, conversaciones de las que quedé excluida, silencios que alguna vez fueron hogar y hoy son un territorio ajeno. Vi rostros queridos despedirse en el funeral de mi padre; algunos, con el dolor de quien se queda a sostener el duelo, otros, con la fugacidad de quien sabe que no volverá. Me costó entender esas partidas. Pero la vida cambia, las personas cambian. Y cada quien recorre su propio camino, incluso si eso significa alejarse de quienes un día fuimos su refugio.
Acepto ese ciclo. Duele, pero está bien.
Hoy, decido no dar nada por sentado. Hay quienes eligen quedarse y lo hacen sin promesas, sin compromisos; simplemente están, y eso es suficiente. Agradezco su presencia, tan sencilla y tan completa, el modo en que se quedan sin esperar nada a cambio. A esos “humanitos” que siguen aquí, a mi lado, gracias por caminar conmigo en este presente y no pedir explicaciones ni garantías.
Pero también hay paz en soltar. En dejar ir sin peso ni reproche a quienes partieron. No con rencor, no con tristeza infinita, sino con la serenidad de quien comprende que todo vínculo tiene su tiempo y su latido. Les libero. Les honro. Les agradezco en silencio.
Sus ausencias ya no son abismos, sino espacios abiertos donde habitan quienes han decidido quedarse. No busco explicaciones ni cierres perfectos. Simplemente acepto. Y en esa aceptación, me encuentro.
Este año celebro lo que permanece y dejo ir lo que se ha ido. Entiendo que hay vínculos que no son para siempre y que el amor también consiste en saber despedirse con el corazón en calma.
Así, me abrazo a la gratitud y al arte sutil de soltar. Celebro a quienes siguen aquí, a quienes llegaron sin avisos y a quienes, en la sombra discreta del tiempo, continúan sosteniendo mi narrativa, sin promesas, sin exigencias, solo por el simple hecho de estar. A quienes se fueron, a quienes llegaron y a quienes, en silencio, siguen conmigo: gracias por ser, por haber sido, por formar parte de este viaje que aún me sostiene.
-S.
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staaaardusts · 8 months ago
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A quienes dejan espacio, gracias.
Cada año, nostalgia y gratitud se entrelazan: algunos se han ido, dejando espacio para quienes eligen quedarse.
Agradezco a quienes permanecen sin promesas y, sin rencor, libero a quienes hace tiempo decidieron no estar.
Cada ausencia está habitada por quienes aún eligen quedarse, y hoy, sin esperas ni certezas, celebro sin aferrarme a nada ni dar nada por sentado.
Por los que partieron, los que llegaron y los que, en silencio, siguen aquí sin exigir. A esos humanitos, gracias por ser en este presente.
-S.
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staaaardusts · 11 months ago
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Reflejos del Alma: La Herencia del Espejo
Ha pasado un tiempo desde que no escribo. Las palabras me han ofrecido un consuelo que las personas no pueden darme; en ellas encuentro un refugio donde el dolor se convierte en algo tangible, manejable, casi familiar. Mi duelo ha sido una conversación silenciosa con los pensamientos que, transformados en letras, se convierten en compañía. He tomado terapia, he caminado por los oscuros pasillos de la depresión y la ansiedad, descubriendo paisajes internos que nunca imaginé habitar. Ahora sé que no soy mi depresión, pero también reconozco lo arduo que ha sido tenderme la mano a mí misma y salir del abismo en el que a veces me parece tan fácil caer. Hay días en los que avanzo, donde la luz parece al alcance; otros, sin embargo, me encuentro saltando hacia la oscuridad, quizá porque la he hecho mi hogar.
Creo que tu partida, papá, fue un choque que dejó una grieta en mi realidad. He vivido un duelo en varias fases: la ira, la negación, el dolor se han alternado como estaciones en una extraña órbita emocional. A veces, pienso que esta montaña rusa de sentimientos no tiene fin, que estoy condenada a girar en un ciclo interminable de ausencia y melancolía. No sé si sigo en duelo o si la depresión siempre estuvo latente, esperando el momento de emerger con la fuerza de un huracán cuando te fuiste. Quizá es un legado que dejaste sin querer, una herida que no termina de cerrar y con la que debo aprender a vivir.
Sin embargo, lo que sí sé, lo que puedo afirmar con la certeza de quien ha visto las estrellas desde el fondo de un pozo, es que ya te recuerdo de una manera distinta. El enojo se ha despejado, como el cielo después de una tormenta. Ya no te culpo por irte, por no enseñarme a vivir sin ti. Ya no me molesta cuando me dicen que me parezco tanto a ti, tanto que aquellos que te conocieron, incluso antes de que yo existiera, sienten que están contigo cuando están conmigo. Antes, estas palabras eran una punzada en mi corazón, una envidia que me carcomía, porque quería verte a través de otros, sentirte de alguna manera. Pero nadie lograba hacerlo... solo el espejo.
Nunca me di cuenta de lo parecidos que éramos, papá. Cuando estabas aquí, la vida se deslizaba en la rutina, y no me detenía a pensar en ello. Pero ahora que no estás, me resulta extraño y, al mismo tiempo, reconfortante. Siento que sigues conmigo, que de algún modo vives en mí. Soy tú, en cierto sentido. Te encuentro en mis pensamientos, en mis ademanes, en las pequeñas decisiones cotidianas. Estás en mí, no solo como un fragmento de ADN, sino como una presencia constante. Y eso me gusta. Me gusta encontrar en mí lo que eras tú, lo bueno y lo malo, porque en esa dualidad me reconozco, y siento que, a través de mí, sigues existiendo.
Es un consuelo extraño, una paz que emana de lo que antes era dolor, como la luz de una estrella que ya no existe pero que sigue iluminando el cielo.
-S.
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staaaardusts · 1 year ago
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En un mar de indiferencia: el engaño de la conexión
El giro constante del mundo nos envuelve en un movimiento de cambio perpetuo, donde todo, desde el cielo hasta los recuerdos más íntimos, se transforman con cada vuelta. En ocasiones, nos aferramos a la ilusión de que la repetición de experiencias nos brindará la sensación de continuidad, pero la realidad siempre nos sorprende con su indiferencia. Nos convencemos de que el interés de los demás se alinea con el nuestro, solo para descubrir que somos meros espectadores en el escenario de sus vidas, ignorados en nuestras preocupaciones y anhelos. Es tentador vivir en la ficción de la estabilidad, pero tarde o temprano, la verdad nos confronta con su implacable desdén hacia nuestras expectativas.
En el vértigo del universo, donde los días se deslizan uno tras otro como hojas arrastradas por el viento, nos aferramos a la ilusión de la constancia. Creemos que el giro incesante del mundo nos lleva de regreso a los lugares familiares, a los rostros que conocemos, a los recuerdos que abrazamos. Sin embargo, en la insondable profundidad de la realidad, la certeza se desvanece como sombras en la noche. Nos encontramos solos, en un escenario donde nuestras palabras caen en el vacío y nuestras emociones se desvanecen en el eco del silencio. ¿Qué importa lo que pensamos, lo que sentimos, si somos meros espectadores en la sinfonía del cosmos? En este juego de apariencias, nos aferramos al engaño de la conexión, ignorando la verdad desnuda que se esconde detrás de las máscaras que usamos. A fin de cuentas, en este torbellino de existencia, somos solo náufragos en un mar de indiferencia, luchando por encontrar un ancla en la realidad que se escapa entre nuestros dedos como arena fina.
-S.
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staaaardusts · 1 year ago
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Sombras del Dolor: Testimonio de una Despedida
Hace dos años, mi padre partió de este mundo. Recuerdo con claridad dos fechas que se quedaron grabadas en mi memoria, ambas impregnadas de un dolor profundo y una melancolía insoportable. La primera fue el día en que el médico me enseñó el tamaño del tumor en su cabeza. Era como una sombra silenciosa y sigilosa, que había habitado en su interior durante años sin que nadie se percatara. Hasta que decidió revelarse de la manera más desgarradora posible. Aquel diagnóstico, junto con las sombrías probabilidades que nos ofreció el médico, nos dejó sin aliento. Seis meses. Eso fue todo lo que nos dijo el médico que le quedaba de vida, y lamentablemente, no se equivocó. Durante esos seis meses, vimos cómo su cuerpo se debilitaba gradualmente, como si estuviera desvaneciéndose en la neblina de la existencia. El tumor se extendió como una raíz maligna, corrompiendo todo a su paso. El tratamiento, que antes parecía aliviar su sufrimiento, se volvió impotente ante el avance inexorable de la enfermedad. Su espíritu, tan carismático y lleno de vida, se desvaneció lentamente, dejando un vacío insondable en nuestros corazones y en las paredes de nuestro hogar.
Presenciamos la transformación de su cuerpo y su espíritu, como si estuviera siendo arrastrado por una corriente turbulenta hacia un destino incierto. Todos en casa, nos enfrentamos al miedo, la incertidumbre y la inevitable despedida con amor y coraje, pero también con una profunda sensación de impotencia y desamparo.
La segunda fecha, fue cuando mi padre trascendió y se volvió eterno. Recuerdo esa mañana, salí a correr como de costumbre, al regresar lo observé desde la puerta de mi habitación pues ahí dormía desde que lo dieron de alta del hospital, sentí una mezcla de preocupación y cariño pues ya poco quedaba del hombre que fue. Estaba sediento y agotado, su rostro marcado por la lucha incansable contra un enemigo invisible pero implacable. Por la tarde, cuando llegó el momento de su partida, estuvimos ahí, rodeándolo con nuestro amor y nuestra presencia. Mi madre tomó una de sus manos con ternura y no lo soltó, mi hermana lo reconfortó con palabras suaves y tranquilizadoras, de alguna manera logró calmar su mente antes de partir, lo preparó para su viaje eterno y le acompaño hasta donde la existencia se lo permitió, y yo sostuve su cabeza en mi regazo, como si quisiera protegerlo del dolor y la angustia que lo acosaban. Juntas, elevamos nuestras oraciones hacia el cielo, buscando consuelo y paz en medio de la tormenta que amenazaba con devorarnos a todos. Fue un momento de profunda intimidad y conexión, una despedida que traspasó las barreras del tiempo y el espacio.
Sus últimos suspiros fueron como susurros en la noche, tenues y fugaces, pero llenos de un amor que trascendía las palabras y los gestos. Lo abracé con fuerza, tratando de aferrarme a su presencia antes de que se desvaneciera por completo en la oscuridad de la eternidad.
Su ausencia sigue pesando en mi corazón, pero me reconforta saber que ya no sufre, que ha encontrado la paz que tanto anhelaba. A pesar del dolor y la tristeza que me embargan todos los días todo el tiempo, intento seguir adelante, tratando de encontrar un sentido en esta nueva realidad fragmentada y efímera, esa en la que ya no está él, ni quien era yo cuando aún existíamos los dos. Cierro los ojos y lo veo, como si estuviera allí, junto a mí, susurrándome palabras de aliento y consuelo, aveces, quisiera no abrirlos y estar con él más tiempo. Pero sé que aunque ya no esté físicamente presente, su legado perdura en mi corazón y en mi alma, aún guiándome, a su manera, en este viaje incierto que es la vida.
Gracias por todo papá.
-S.
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staaaardusts · 1 year ago
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Un chapuzón en las aguas de la intolerancia.
No estoy segura de cuánto puedo tolerar los momentos incómodos. A veces siento que me conozco demasiado bien, que habito en mí misma desde siempre, como un personaje enfrentando constantemente los desafíos extraños y desconcertantes que la vida arroja a mi paso. He sido testigo de mi propio crecimiento, navegando a través de las corrientes de la existencia, y puedo discernir el cambio en mi mentalidad a lo largo de los años. Ahora soy más consciente de mí misma que antes. Aunque todavía me considero impulsiva, me cautiva la manera en que reacciono ante cualquier estímulo, me sumerjo en mundos alternativos con curiosidad y determinación.
He notado que tengo poca tolerancia a la incomodidad. No me agrada sentir que las cosas no salen como espero. Es irónico, pensar que después de ciertas experiencias ya no debería tener expectativas de las personas, dado que nadie está obligado a cumplirlas. Sin embargo, hay ciertas cosas básicas que siempre espero de las personas según el papel que desempeñan en mi vida.
Me resulta intrigante el rechazo que mi ser experimenta cuando alguien a quien aprecio dice o hace algo que me incomoda. Hay una parte de mí que anhela escapar, como cuando un chicle se adhiere a tu cabello y desesperadamente intentas quitártelo sabiendo que es inútil, o cuando una sanguijuela se aferra a ti absorbiendo a su antojo y sabes que debes retirarla, sientes una urgencia por deshacerte de ella y evitar cualquier contacto futuro.
Esa sensación de incomodidad, rechazo y el deseo de desvincularte de tu propia existencia es lo que experimento cuando algo perturba mi paz interior. Quiero liberarme de todo lo que me une a esa persona, creyendo que así desaparecerá la incomodidad. Sin embargo, de repente, me doy cuenta de que los aspectos positivos de esa conexión no son suficientes para contrarrestar la incomodidad que puede generar en mí.
Me pregunto si esta intolerancia a la incomodidad es simplemente una faceta más de mi compleja naturaleza humana. Quizás sea una manifestación de mi búsqueda constante de equilibrio entre la autenticidad y la armonía en mis relaciones. A menudo, me encuentro luchando contra el impulso de huir cuando las aguas se vuelven turbulentas, cuando la incomodidad amenaza con romper la calma aparente de mi existencia. Pero quizás, en lugar de huir, debería aprender a nadar en esas aguas, a enfrentar la incomodidad con valentía y aceptación.
En última instancia, creo que la clave reside en la aceptación: aceptar que la incomodidad es una parte inevitable de la vida, que las relaciones humanas son intrínsecamente complicadas y que la perfección es una ilusión fugaz. Aceptar que, aunque pueda desear desesperadamente liberarme de la incomodidad, a veces es necesario enfrentarla, abrazarla y aprender de ella. Porque, al fin y al cabo, son nuestras experiencias más incómodas las que más nos enseñan y nos permiten crecer como individuos.
Así que, aunque pueda sentirme perdida en un mar de incomodidad en ocasiones, estoy decidida a aprender a navegar entre las olas de la incertidumbre, a encontrar la belleza en la incomodidad y la fuerza en la vulnerabilidad. Porque al final del día, son mis imperfecciones las que me definen como humana, y son mis batallas internas las que moldean quien soy.
-S.
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staaaardusts · 1 year ago
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Rituales de Soledad
El fango se ha vuelto mi confidente, un lazo que me envuelve en su abrazo pegajoso. A veces deseo fervientemente ser rescatada, hallando alivio momentáneo solo para caer una vez más. Aunque sé que la salvación debe surgir desde lo más profundo de mí misma, la atracción por la redención externa persiste. Salvadores efímeros aligeran momentáneamente el lodo, pero el ímpetu de liberarme desaparece como la luz que atraviesa cualquier ventana. La familiaridad del abismo se arraiga, y la rutina se convierte en mi refugio más conocido, donde la soledad adorna mi existencia. ¿Me atreveré a desafiar la costumbre y emerger por mi cuenta, o me rendiré a la oscura comodidad que me envuelve los domingos? La elección, aunque dolorosa, siempre será mía, de nadie más.
-S.
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staaaardusts · 1 year ago
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Espejismos en el universo social: el camino de los inadaptados.
En un mundo donde las bases sociales parecen haber sido moldeadas para encajar en un molde rígido y predefinido, la sensación de no pertenecer se arraiga como una sombra persistente. Para muchos, el sentido de vivir se encuentra entrelazado con los logros materiales y las expectativas impuestas por la sociedad; sin embargo, para aquellos que se sienten ajenos a este paradigma, la búsqueda de un propósito se convierte en una travesía solitaria y desafiante.
En este universo de espejismos y apariencias, las almas errantes como la mía, se encuentran perdidas entre las grietas del sistema. Contemplamos un horizonte distante, donde las metas convencionales carecen de significado y la búsqueda de la verdad interior se convierte en nuestra única brújula.
Para aquellos que se aventuran por los márgenes de lo establecido, el camino hacia la autenticidad se vuelve un laberinto de introspección y autoaceptación. Cada paso es una confrontación con las expectativas ajenas y un acercamiento a la esencia pura del ser. En este viaje de descubrimiento, los moldes sociales se desvanecen, dejando al descubierto la desnudez del alma y la verdadera naturaleza de cada uno.
A medida que el mundo exterior se desdibuja en una neblina de superficialidad, el valor de las experiencias genuinas y las conexiones auténticas se vuelve evidente. Las posesiones materiales se desvanecen en comparación con la riqueza del espíritu y la profundidad de las relaciones humanas. En este reino de lo intangible, la belleza y el significado se encuentran en los momentos de conexión sincera y en la búsqueda constante de la verdad interior.
Así, en medio de un mundo que parece haber perdido el rumbo, aquellos que se resisten a ser moldeados por las normas sociales encuentran su propósito en la exploración de lo desconocido y la búsqueda incesante de la autenticidad. En este viaje de autodescubrimiento, la verdadera esencia del ser se revela, y el sentido de vivir encuentra su hogar en la libertad de ser uno mismo, sin tapujos, sin expectativas ajenas, sin reglas y normas absurdas de cómo debes vivir.
-S.
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staaaardusts · 1 year ago
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Café y lágrimas
Perderte papá, ha sacudido mi mundo de una manera que nunca imaginé: he perdido mucho más que tu simple presencia. Con él se fue una parte de mi identidad, y todo lo que solía ser y anhelaba convertirme parece desvanecerse en la penumbra de su ausencia. Ahora estoy en un viaje de reconstrucción, explorando los rincones oscuros de mi memoria en busca de una versión de mí misma que pueda abrazar con cariño en esta nueva realidad sin él.
-S.
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staaaardusts · 1 year ago
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En busca de mi identidad perdida.
Despertar se vuelve un desafío cuando la tristeza, meticulosamente guardada en el rincón más íntimo del alma, rebasa sus límites y se desborda por cada poro de nuestra piel. Su llegada, sin previo aviso, ya no me provoca el mismo temor de antaño, ni tampoco me permite ignorarla. Más bien, le preparo su café, le doy la bienvenida con resignación, sabiendo que su visita, aunque indeseada, me deja como regalo la paz de experimentarla.
No es que agrade su intrusión en mi vida, pero me reconforta saber que le tolero de mejor manera que en tiempos pasados. Solo quien ha visto morir a uno de sus pilares puede comprender la magnitud de mi pesar. Antes, creía entender el dolor ajeno, tenía empatía, podía imaginar el sufrimiento, más fue necesario vivirlo en carne propia para comprender su profundidad. Perdí a mi padre y con él todo lo que encierra esa palabra: protección, seguridad, guía, amor, bienestar. Perdí su presencia, su complicidad, su orientación, y al mismo tiempo, me perdí a mí misma. Ahora me dicen que debo encontrar una nueva versión de mí, tener paciencia mientras me reconstruyo, pero, ¿cómo hacerlo sin saber quién soy sin él? ¿Cómo convertir este dolor en algo grandioso? ¿Cómo mejorar sin su mirada que me guíe? Estoy perdida en un mar de incertidumbre, fingiendo destreza en un juego cuyas reglas apenas intuyo.
Ha transcurrido 1 año, 8 meses y 27 días que mi papá dió su último suspiro en mis brazos, y aún me aferro a su recuerdo, a la identidad que compartíamos. Confieso que prefería esa versión de mí, ninguna otra me satisface. Me siento como una espectadora en una película ajena, buscando su rostro entre sombras, sin éxito. Solo logro vislumbrarlo a través del espejo, en gestos, pensamientos fugaces, pero no es suficiente.
Anoche, en un sueño, te abracé con fuerza, retuve tu aroma como un tesoro en mi memoria, pero al despertar, la realidad me recordó que ya no estás. Y aquí estoy, aprendiendo a sobrevivir en un futuro carente de motivación, luchando contra la incertidumbre que me asedia.
-S.
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staaaardusts · 1 year ago
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Una criatura solitaria entre las sombras: un viaje a la nostalgia.
En el silencio de mis días, navego en las profundidades de mi propia existencia, como si descendiera por un pozo interminable hacia los abismos de mis pensamientos abandonados. Durante un tiempo que parece diluirse en la eternidad, me encuentro en compañía de mis sombras y los susurros que brotan de las grietas de mi ser, soy solo una criatura solitaria que se desliza por los laberintos de la memoria como un fantasma en busca de respuestas perdidas.
Mi obstinación es como la raíz de un árbol viejo, aferrada tenazmente a la tierra fértil de mi alma, desafiando el paso del tiempo y las tormentas del destino. Rara vez permito que las voces ajenas entren en mi mundo interior y lo influyan con sus ideas; soy inmune a su sonido, un refugio impenetrable, aunque me convierto en el eco silencioso que resuena en los pasillos de la conciencia, recordando historias que se desvanecen como sueños al despertar.
El miedo se desliza furtivamente entre los pliegues de mi mente, como una sombra que se alarga al caer la tarde. Me estremezco ante la idea de pronunciar esas dos palabras cargadas de significado, "Te quiero", temerosa de las heridas que puedan abrirse en mi corazón ya cicatrizado. Me imagino mis barreras como murallas antiguas, construidas para proteger un santuario que anhela abrirse pero que se refugia en la oscuridad de la auto preservación.
Me siento como una viajera perdida en un laberinto sin fin. Mis palabras fluyen como el agua de un arroyo, a veces turbia como el lodo del fondo, pero siempre buscando la luz en la inmensidad de la existencia. Hablo más de lo necesario, una manera de llenar el vacío con el eco de mis propios pensamientos.
Las multitudes me rodean como sombras fugaces en el crepúsculo, me abruman, me incomodan los desconocidos que caminan junto a mí en el escenario de la vida. No soy un ser sociable por naturaleza y no pretendo cambiar eso, prefiero el abrigo de los bosques de mi intimidad, donde las palabras son como hojas que caen en silencio sobre el suelo. Anhelo que mis miedos se desvanezcan como las sombras en la luz del amanecer, y que pueda encontrar la libertad en el abrazo cálido de una tarde serena, donde el tiempo se detiene y mi alma encuentre paz.
-S.
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staaaardusts · 2 years ago
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Carta a tu rincón en el universo, del cielo o de cualquier plano celestial.
Estas épocas de diciembre despiertan la melancolía de tu ausencia, papá. En un rincón de mi corazón, florece la nostalgia, y solo ahora, en la penumbra de tu partida, comprendo la sutil sinfonía de alegría que entonabas en estas fechas. ¿Se desvaneció con tu trascendencia la escasa felicidad que yo sostenía?
A veces, me percato de que mi sonrisa es un eco lejano de los días compartidos contigo. Extraño no solo tu presencia tangible, sino la esencia de quien fui a tu lado. La añoranza se entrelaza con mi ser, recordándome las risas que resonaban hasta el estómago y los momentos donde mi alegría era una verdad innegable.
En esta realidad donde tú ya no transitas, valoro cada risa que aprieta mi estómago y cada destello de felicidad que parece un espejismo. Extraño nuestra conexión, el abrazo que reconfortaba y el amor que trascendía el tiempo.
Anhelo que pudieras descender del cielo o de cualquier plano celestial, materializarte y acariciarme el alma con la misma ternura de antaño. Desearía despertar con tu mirada llena de cariño, aquella que susurraba que todo estaba bien. Añoro tanto la magia de tu presencia.
Venir a la playa se siente como estar un poquito más cerquita de ti. Tú me guiaste hacia el mar, con paciencia y amor disipaste el temor que las olas me regalaron al tocar mis pies por primera vez. Después, era casi imposible arrancarme de ahí; en el agua, por alguna razón, encuentro paz, fluyo y me mimetizo.
Nos vivimos. Aquí, frente al mar, te extraño profundamente, como si en las olas hallara un camino hacia ti. En este escenario donde el reflejo del sol se desliza sobre las aguas, puedo vislumbrar tu presencia de alguna manera. Qué hermosa es la alegría que aún percibo desde tu rincón en el universo; obséquiame un poco, pues por ahora, solo siento cómo la nostalgia se apodera de cada pedacito de mí, como las olas que besan la orilla una y otra vez.
-S.
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