Dormi sepolto in un campo di grano
Non è la rosa, non è il tulipano
Che ti fan veglia dall'ombra dei fossi
Ma son mille papaveri rossi
Lungo le sponde del mio torrente
Voglio che scendano i lucci argentati
Non più i cadaveri dei soldati
Portati in braccio dalla corrente
Così dicevi ed era d'inverno
E come gli altri verso l'inferno
Te ne vai triste come chi deve
Il vento ti sputa in faccia la neve
Fermati Piero, fermati adesso
Lascia che il vento ti passi un po' addosso
Dei morti in battaglia ti porti la voce
Chi diede la vita ebbe in cambio una croce
Ma tu no lo udisti e il tempo passava
Con le stagioni a passo di giava
Ed arrivasti a passar la frontiera
In un bel giorno di primavera
E mentre marciavi con l'anima in spalle
Vedesti un uomo in fondo alla valle
Che aveva il tuo stesso identico umore
Ma la divisa di un altro colore
Sparagli Piero, sparagli ora
E dopo un colpo sparagli ancora
Fino a che tu non lo vedrai esangue
Cadere in terra a coprire il suo sangue
E se gli sparo in fronte o nel cuore
Soltanto il tempo avrà per morire
Ma il tempo a me resterà per vedere
Vedere gli occhi di un uomo che muore
E mentre gli usi questa premura
Quello si volta, ti vede e ha paura
Ed imbracciata l'artiglieria
Non ti ricambia la cortesia
Cadesti in terra senza un lamento
E ti accorgesti in un solo momento
Che il tempo non ti sarebbe bastato
A chiedere perdono per ogni peccato
Cadesti a terra senza un lamento
E ti accorgesti in un solo momento
Che la tua vita finiva quel giorno
E non ci sarebbe stato un ritorno
Ninetta mia, a crepare di maggio
Ci vuole tanto, troppo coraggio
Ninetta bella, dritto all'inferno
Avrei preferito andarci in inverno
E mentre il grano ti stava a sentire
Dentro alle mani stringevi il fucile
Dentro alla bocca stringevi parole
Troppo gelate per sciogliersi al sole
Dormi sepolto in un campo di grano
Non è la rosa, non è il tulipano
Che ti fan veglia dall'ombra dei fossi
Ma sono mille papaveri rossi
Fabrizio De André
Buon 25 aprile
https://youtu.be/80GH8qkI7hc
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Hijos del Este
El libro perdido
Nota: Advertencias de contenido sensible. En AO3 tengo todas las etiquetas para eso. Habrá mucha angustia.
Capítulo 15: Gorrión azul
Ese día Chiyo los despierta para advertirles que tienen mucho trabajo y que no pueden cuidar del niño. Pero no le molesta en cambio le pide disculpas por molestarla tanto, luego se va hacia el pueblo para comenzar a buscar trabajo.
El arco situado encima de la entrada de la plaza principal, marca el comienzo de esta carrera. Toda la plaza está ocupada por los mismos vendedores que vio ayer, pero esta vez se va directo a la posada.
- Hola buenos días- saluda cordialmente a la posadera y la chica se anima cuando lo reconoce.
- Buen día, ¿En qué puedo ayudarte?
- Yo estoy buscando trabajo.
- Oh vaya…La verdad es que no tenemos mucho movimiento así que por el momento no estamos contratando a nadie, pero es temprano, ve con la costurera los nómades le han pedido varios trabajos últimamente, ahora que aprendió a cocer el tipo de ropa que les gusta. – le dice tras un momento de silencio reflexivo.
Sin embargo, aunque se ofrece para limpiar o ayudar con las costuras más difíciles como los ojales, lo rechazan y despiden con la misma excusa que la chica del hostal. Luego pasa por cada puesto de los artesanos, pero lo despiden tan pronto reparan en el niño que lo acompaña.
Al salir a la calle del último local, Izuku divisa a un hombre robusto y cabello rizado frente a una de las casas que creyó abandonadas. Está descargando una mula con telas y enseres. Izuku se presenta y el hombre lo mira de reojo. Pero, aunque Izuku no lo conoce, el hombre le confiesa que ya sabe quién es.
- Están siendo corteses- dice mientras se pasa un paño por el cuello sudado- todos saben aquí quién eres…Pero yo tengo una tarea para ti arriba…deja que el niño se quede en el patio jugando con mi perro - dice el hombre, los ojos apagados mientras guarda el pañuelo. El peliverde lo sigue, empujando el miedo de entrar a una casa con un desconocido, porque no puede darse el lujo de rechazar ningún tipo de trabajo.
Dentro la estancia tiene muebles especiales para exhibir telas, algunas ya están acomodadas en base a los colores de betas, omegas y alfas. Hay canastas con cuerdas, carretes de hilo en los tonos del otoño y mostrarios con botones de madera, hueso y metal. Son demasiadas cosas para alguien que recién se está recuperando.
- Rendición honrosa – dice el hombre, como si adivinara sus pensamientos – yo estaba recogiendo cosas al norte cuando todo esto paso. Pero ellos pasaron por el pueblo y dieron a elegir, un tributo o la vida. Entregamos a tres de ustedes y un poco de comida. No les interesaba nada más…
- Y ahora el comercio regresa
- La vida continúa omega, sólo les interesa una cosa y uno agradece estar vivo, comer, beber o disfrutar las pequeñas cosas de la vida– susurra mientras le muestra el camino a Izuku.
La escalera del segundo piso es pequeña y empinada, el hombre advierte que tenga cuidado con los escalones sueltos. Izuku asiente mientras huele el olor a polvo y humedad. Hay otra cosa en el aire, pero no tiene idea de que es. El segundo piso es solo un pasillo con dos puertas, uno de ellos es un cuarto con un escritorio de madera sencillo y una cama sin arreglar. Tras de él, el hombre se desabrocha los pantalones
– Me gusta el acto de puta tímida – dice relamiéndose los labios cuando Izuku retrocede.
Kota empuja al perro que salta y lo huele por todas partes. Se ríe y se esconde detrás de la carreta, jadeando por aire luego de correr tan rápido. El animal trota hacia él y ladra juguetonamente. El niño se ríe y le acaricia el lomo, haciendo que el perro agite al acola y tenga un espasmo en una pata.
De pronto la puerta de la casa chasquea con fuerza y cuando se asoma Izuku va corriendo, la camisa fuera del pantalón, chocando con varias personas y se va sin escucharlo.
Contra una esquina Izuku vomita la única comida del día y luego se esconde entre el espacio de dos casas para arreglarse la ropa al tiempo que se estremece de asco.
- ¿Mamá?
Los ojos de Izuku se abren y cierran con fuerza. Se muerde los labios, incapaz de contener el vuelco en su estómago. Cuando el niño se le acerca, retrocede. Los ojos del niño se llenan de preocupación porque nunca vio esa expresión herida en el rostro de Izuku. Nunca lo había rechazado así.
Izuku pasa por su lado, confundido y luego desesperado por llegar al lavadero que está vacío, salvo por un tendedero con ropa de colores. Entonces recoge un balde con agua, pero esta algo turbia… se resigna a mojarse la cara, el cuello y parte del pecho.
- Pensaba que los dagobenses no se bañaban en público…-dijo una chica de cabello castaño y corto. Esta era una alfa nómada, su sonrisa cayendo cuando nota la expresión alterada en Izuku.
Midoriya la esquiva antes de que se le acerque y se va con Kota siguiéndole los talones. Su respiración es difícil y deambula perdido en el pequeño pueblo, limpiándose las lágrimas y haciendo oídos sordos a las preguntas y luego los lloriqueos de Kota.
El arco de la entrada este del fuerte se alza junto a los betas nómades que custodian las puertas. Ahí se apoya contra un árbol un rato largo, mientras mira a la gente pasar.
Kota se limpia las lágrimas, mientras seguía los pasos de Izuku entre el mar de gente y cuando se detiene pisa fuerte a su costado con los brazos cruzados, listo para gritarle por abandonarlo, pero cuando levanta el rostro Izuku mira fijamente al suelo mientras las lágrimas silenciosas caen por su rostro.
Ninguno sabe cuántas horas pasan antes de que Izuku le tome la mano para salir y caminar hacia el pequeño campo de verduras. Encuentra al mismo anciano del día anterior, pero está sentado sobre un tronco medio podrido mientras el mismo niño sigue cosechando.
– Buen día mi buen señor- saluda, mientras ruega que el hombre no note su vergüenza.
-Buen día - responde el anciano - ¿En qué le puedo ayudar?
- Estoy buscando trabajo, era campesino antes de todo esto, podría ayudarlo con su cosecha…no tiene que ser mucho…Y puedo limpiar su casa, y
-Si, supongo que puedes, pero a duras penas sobrevivía antes de ellos y apenas sobreviviré al invierno ahora que mi nieto tiene que vivir conmigo…Mataron a su padre y tú eres un omega joven…
- Necesito un trabajo…
- Lo siento mucho -dice el anciano dándole la espalda.
.
.
.
“Solo fue el primer día” le dijo Nemuri por la noche cuando le pregunta como estuvo su día e Izuku comenzó a llorar.
- Es que allá un hombre
- No Izuku, se qué es duro cariño, pero es mejor si no dices nada. Digan lo que digan, la gente no se pondrá de tu lado – le advierte en un susurro cuando Chiyo mira en su dirección.
Izuku se muerde los labios, mientras la observa a los ojos y se da cuenta que tiene razón. Se supone que ya debería saber esas cosas, que ya tuvo un hijo por descuido y si lo acusa lo investigarán y todo se habrá acabado.
Entonces se convence de que es más fácil fingir que no paso, aunque el hombre se detenga a mirarlo fijamente cada vez que se encuentran en las calles.
Había creído que la gente lo ayudaría, porque eran sobrevivientes como él…Mas a nadie le importa, aunque saben exactamente de qué va su prueba. O eso dijo él. Los demás no habían mostrado el menor reconocimiento y niegan a emplearlo nada más cuando se enteran de que Kota es su hijo.
Ahora se esconde a la sombra de un árbol en el pueblo. Intuye que las matriarcas ya saben de su fracaso mientras siente las miradas llenas de suspicacia y desprecio. Le hacen pensar que incluso todos saben lo que paso en la tienda de telas. Pero si eso fuera cierto, ya le habrían quitado a Kota.
Tiene que pensar en algo que este a su favor, algo que haga bien y que la gente no pueda rebatir, nunca. Algo donde además pueda volverse absolutamente indispensable, donde no tenga tiempo de pensar en nada más que en trabajar.
Sus ojos lagrimean, pero se las limpia con furia, en su lugar vuelve esta vez al único lugar donde no ha preguntado, aunque ya intuye la respuesta.
Se toma un momento para ver su reflejo en una ventana, se peina el cabello para ordenar los rizos salvajes. Cuando comprueba que se ve exactamente como debe verse alguien confiable y respetable, con un gramo justo de salud en sus mejillas, camina por las calles del pueblo hasta que encuentra una avenida anegada de barro, con soldados salvajes deambulando, arrastrando bultos y paseando caballos. Pasa junto a ellos ignorando sus miradas galantes hasta que ingresa a los potreros.
En medio del campo, Inasa está dando órdenes mientras organiza a los peones. El recinto es enorme, con tres corrales y múltiples caballerizas donde guardan los caballos de los salvajes y algunos que pertenecieron a los soldados del castillo. La gente que está trabajando se detiene para mirar a Izuku y ante el gesto Inasa se da vuelta, encontrando al omega esmeralda.
- Buen día Izuku – saluda Inasa con una sonrisa amplia, mirando a Izuku de pies a cabeza, trae puesta la ropa que Masaru le dio durante su celo, una camisa anaranjada con un escote ligeramente abierto, que resalta el verde de sus ojos y un pantalón suelto en las caderas, pero ajustado en sus piernas.
- Buen día Inasa ¿Qué tal el trabajo? – le pregunta y el alfa se acicala con la pregunta.
- Tranquilo, aunque constante. Tengo que controlar a mis hombres ¿Caminamos?
- Oh, claro – le dice con timidez, bajando la vista de la misma forma que hacían las chicas betas solteras de su pueblo.
Y así de fácil Inasa comienza a hablar sobre su día, le habla de que está contento de haber logrado plena autonomía en las caballerizas y que, aunque no lo dice directamente, su padre está muy satisfecho y orgulloso con su trabajo.
Le cuenta que estuvo en las pruebas de campo de los otros omegas y que, si Izuku la hubiera tomado, ninguno de esos omegas se le hubiera comparado. Izuku se ríe ante el cumplido, o más bien tiene que reírse. La risa falsa adquiere un tono bajo, parecido a un arrullo melodioso, casi encantador. Los ojos de Inasa se desvían ante el sonido delicado, se quedan fijos en los labios de Izuku, pero su ánimo baja cuando nota la curva herida en la esquina de sus ojos.
“Omega triste” susurra su alfa interno y entonces recuerda los duraznos que guarda en su bolso.
- ¿Estos te gustan verdad?
- Gracias…
- ¿Y Kota? Pensé que estaban pegados como siameses.
- Ah, conseguí que alguien me ayudara un poco…Para buscar trabajo con calma, entonces pasé por aquí. - La sonrisa de Inasa cae un octava ante la mención del trabajo e Izuku casi se siente culpable por intentar embaucarlo, pero ya no le quedan muchas opciones, si no intenta todo, perderá o se caerá en la trampa tras 3 días de haber comenzado la prueba.
- Oh Izuku, supongo que ha sido difícil y yo mismo daría una mano con tal de ayudarte – le dice e Izuku piensa inmediatamente en como en realidad no daría una moneda por él…Entonces se prepara para mantener el rostro estoico ante la próxima negativa.
- Pero te voy a ayudar con algo- dice, e inevitablemente Izuku se tensa ante esas palabras, el recuerdo sucio de las manos pegajosas del hombre en la tienda de telas regresa estremeciéndolo…
- No vas a encontrar un trabajo fijo…en un tiempo- susurra inclinándose hacia su oído e Izuku siente asco- pero intenta con trabajos pequeños y desagradables…De unas horas…
- ¿Disculpa? – le dice, la mirada ennegrecida por la decepción y la ira. “Cuantas formas de llamarme puta…” piensa mientras sus manos se cierran en puños.
- La constancia es el secreto…Comienza lavando ropa, no te confiarán eso el primero día, pero si no dejas de ir, alguien, especialmente un nómada, te lo cederán porque odiamos el día de lavado…- le dice y cuando encuentra el rostro de Izuku el chico está sorprendido e incrédulo.
- ¿Qué?
- Bueno no es mucho – agrega Inasa e Izuku se ríe ahogadamente y luego fuerte.
En su desesperación, el ojiverde se da cuenta que en realidad tiene mucho tiempo para encontrar un trabajo estable, y que solo debe esperar a que la gente confíe en él y mientras tanto puede hacer lo mismo que los charlatanes de su pueblo, imponerse en una tarea cotidiana y fingir que son indispensables.
- ¿Dije algo gracioso? – pregunta Inasa preocupado por la risa extraña del peliverde e Izuku niega con la cabeza, apunto de llorar.
- Eres un buen alfa Inasa- y él hombre se sonroja aunque no entiende que le pasa a Izuku.
- Vuelve otro día…y te daré más información si se me ocurre otra cosa…
- Dalo por echo, muchas gracias.
Entonces siguen caminando en un grato silencio.
Al día siguiente Izuku toma el consejo de Inasa tras comprar una barra de jabón. Se presenta muy temprano en la plazoleta. Llena los barriles de agua y se sienta a esperar a que alguien llegue. Todos lo ignoran el primer día y el segundo, pero al tercer día un omega nómade se presenta con 3 canastos llenos de ropa sucia.
- Tengo una pila de mierda que hacer- le dice mientras deja los canastos frente Izuku- son 20 prendas, los de ese canasto son pañales sucios… ¿Quién diría que los cachorros cagan tanto?
Izuku se ríe recordando a Kota de bebé- Y tan apestosos
- ¡Dios! ¿Cómo lo hacen? – se ríe el omega- ¿Cuánto entonces?
- ¿3 monedas por todo?
- Te daré 6 …Dales más valor a tus manos. Y si es mucha mierda…- advierte antes de irse.
No le toma tanto tiempo terminar de limpiar todo e incluso se da cuenta que podría ofrecer servicios para remendar las prendas…Cuando está terminando de colgar el ultimo pañal, otro Nómada le entrega un canasto e Izuku se las ingenia para romper el forro de su capa y crear una separación que lo ayude a no confundir las prendas. Otra cosa más que sumar a la lista, junto a la aguja e hilo, papel, carboncillo y jabón.
El sol se oculta en el horizonte e Izuku vuelve temblando de frío, la ropa húmeda y los dedos arrugados de tanto lavar, pero tiene dinero para una noche con cena y media noche más en el hostal. Por el camino su piel se estremece con incomodidad cuando pasa por la tienda casi corriendo y la sensación lo acompaña hasta que logra llegar a las carpas.
- ¿Cómo te fue? – le dice Kota desde un catre. Tiene la cabeza colgando y los ojos muertos de aburrimiento. Izuku sonríe en cuanto lo ve y le guiña un ojo cuando Chiyo desaparece detrás de la mesa de trabajo. Entonces se acomoda en la cama y Kota se acuesta a su lado con la cabeza en su pecho.
- Oye estas mojado…
- Estaba lavando ropa…
- Pero tu odias lavar la ropa.
- No es verdad…- le dice haciéndole cosquillas, luego bosteza un rato y Kota lo ayuda a cambiarse de ropa, le entrega una camisa y se recuestan abrazándose hasta dormir bajo un velo gris. Kota no se lo dice, pero Izuku huele de forma diferente ahora, la menta se agria a ratos cuando murmura pesadillas.
Por la mañana, Chiyo vuelve a decir que Kota no puede quedarse e Izuku se lo lleva con él a la plazoleta. Otros nómades le pagan por lavar la ropa, Kota lo ayuda a recolectar el agua del pozo, pero cuando se moja Izuku lo obliga a sentarse al sol el resto del día mientras le habla de cada cosa que puede.
De pronto, un par de salvajes llegan con cajas de madera. Contienen frascos de algún tipo de conserva y unas garrafas llenas de un líquido con cascara de naranjas. Los salvajes se instalan junto al desagüe y abren las botellas para tirar su contenido e Izuku corre para detenerlos
- ¿Cuánto por esto?
- Es mierda, no se puede beber- le dice uno.
- Es que no es comida ni licor, aunque huele un poco como eso- le aclara Izuku revisando el contenido de las garrafas.
-Ah, bueno queríamos las botellas, pero supongo que será difícil botar esas cascaras de mierda por la boquilla…¿Una moneda?
-¡Hecho! – le dice Izuku e inmediatamente el otro sabe que cobro muy poco.
- Por cada garrafa
- Hecho.
- Mierda…
- ¿Eres imbécil? Las garrafas valen como el doble…Creo- dice su acompañante. Ninguno sabe cuánto valen porque el vidrio pesa mucho y se rompe fácil dentro de las carretas. Ellos usan riñones de cuero, botellas de calabaza y barrilles pequeños.
- ¿Y si se las devuelvo limpias cuando deje de usarlas?
- Bien – y se van abandonando las garrafas en el lavadero.
- Creo que igual nos timó- susurra uno.
- Son cascaras de naranja fermentadas… ¿Para qué iba a quererlas? Pura basura…
Pero no sólo eran cascaras de naranja fermentadas, sino jabón orgánico o Shampoo.
- Kota ven aquí
- ¡Estoy bien así!
- ¡Ven ahora!
Es de noche cuando Izuku entrega la última canasta con ropa, pero no le importa. Tiene dinero para el Hostal y la cena.
Kota va caminando de brazos cruzados, el pelo negro reluciente y limpio. Izuku lo empuja para que camine más rápido, pero no le hace caso, en protesta silenciosa por bañarlo a la intemperie y hacer que todos vieran sus cosas de alfa.
- A nadie le importa que estuvieras desnudo…-le dice Izuku riendo entre dientes.
- ¿Y porque no lo hiciste tú también?
- Porque yo soy tu mamá…- le dice mientras se detienen frente al hostal. Las ventanas están iluminadas y dentro la sala está vacía salvo por un hombre que está sentado al fondo dormitando con un vaso de licor, entonces entra al lugar.
- Buenas noches
- Oh-exclama la camarera detrás de un mesón- Buenas noches ¿En qué puedo ayudar? - le dice con el rostro parco.
- Quiero un cuarto para dormir…y dos platos de comida…
- No
Izuku la observa largamente, pero su mente se niega a entender esa simple palabra. No había tenido problemas en hablarle de sus cuartos antes y ahora…
- Tengo el dinero…
- Si, pero eres un omega…con una cría y mi esposo es joven. No te puedo recibir en mi casa.
Izuku da dos pasos al frente con una mano en el vientre y la ganas de vomitar amenazando en su garganta. – Necesito donde dormir con mi hijo y tu ofreces un servicio…
-Lo siento
- No hace mucho te quejaste de tener pocos clientes…No me verás aquí salvo por la noche porque estoy trabajando, limpiando ropa. Será un ingreso fijo para tu familia.
- Todavía es un no, lo siento- dice la chica con sus ojos húmedos. Entonces sale del mostrador y se planta frente a Izuku, espalda recta y el rostro firme, lista para echarlo por la puerta.
- Dame una noche, te pagare el doble – agrega mientras la desesperación se filtra en su voz.
-No
- ¿Puedo saber por qué?
- Ya te lo dije, mi esposo es joven y tu una omega bonita y fértil …No voy a correr el riesgo…
Izuku la mira directo a los ojos y se da cuenta que ella sabe lo que paso.
Entonces toma a Kota de la mano y se va caminando hacia la plaza central. Aturdido mira el cielo anegado de estrellas y sólo entonces se da cuenta que es de noche, la noche del séptimo día y ya no tiene un nido ni lo tendrá de nuevo si no se le ocurre algo para…todo el invierno…Mierda.
- ¿Vamos con Nemuri y la abuela ahora?
- No, no sé…Lo siento…-dice mientras las lágrimas nublan sus ojos- Esto es mi culpa…de nuevo…no debería pensar así…-murmura- …lo siento mucho…
- No estoy enojado… ¡llorar no arregla nada! – dice Kota preocupado cuando nota el olor agrio y doloroso en Izuku.
Izuku se ríe cuando lo oye hablar y se sienta contra la estatua del dios en medio de la plaza. – ¿Verdad que no? Parece que soy como mamá, papá sabría que hacer
- ¿También era una llorona?
- Peor. A veces era por las gallinas muertas de la cocina, las cebollas nuevas, las cebollas viejas…cuando la ropa me quedaba chica…Siempre lloraba y yo quiero llorar igual…-dice llevando ambas palmas a sus ojos mientras se sienta en el suelo.
Los sollozos ahogados resuenan por la plaza, pero las luces de las casas se apagan poco a poco. Kota mira a su alrededor asustado, no le gusta la oscuridad, pero tampoco le gusta que Izuku llore tanto y entonces acaricia los rizos suavemente hasta que su mamá se ríe bajo y levanta la vista. Izuku asiente en silencio y luego toma una larga de bocanada de aire para calmarse.
A su alrededor, la noche se hizo más oscura y la humedad de su ropa hiela y entumece sus manos, pronto el halito de sus respiraciones se nota a través del aire y entonces sabe que no pueden seguir ahí.
Si las casas no hubieran sido ocupadas se habría metido dentro, al menos para pasar esa noche. Una noche, es todo lo que necesitan por hoy y entonces toma la mano de su hijo. No tiene a donde ir, pero Izuku regresa por sus propios pies y se mete por un callejón oscuro. Una rata pasa corriendo entre sus piernas, pero no se detiene en cambio sale a otra calle, se mete entre otros edificios, talleres, y llega casi al final de los potreros.
Todos los caballos están atados, y ni un guardia a la vista. En silencio, se aprovecha de las sombras que hacen los depósitos de grano y herramientas situados en la orilla.
Se escabullen hacia una caseta para el depósito de madera, que está pegado a un granero, ahí empuja a un lado los pocos palos que encuentra dentro. Con las manos palpa las tablas de la muralla del granero y nota como se abren apenas unos centímetros.
Tal como había pensado en su caminata con Inasa, el pequeño depósito de leña lo pusieron justo contra una puerta auxiliar del granero, destinada para sacar elementos desde el fondo de la construcción, normalmente no tiene cerrojos o pestillos porque se cierran por dentro. Entonces aunque la empuja con más fuerza no se abre. Aún en medio de la oscuridad fuerza la vista, y encuentra una cuerda vieja que está haciendo de pestillo.
-Quédate aquí- le dice a Kota antes de escabullirse para buscar alguna herramienta que le sirva para abrir la puerta, pero solo encuentra una piedra plana y áspera.
Rápidamente regresa, rompe la cuerda tras un rato y la empuja con todo lo que tiene, para meterse dentro.
Inasa, le contó todo sobre el funcionamiento de las caballerizas, los potreros y el granero del fondo, en parte animado por las preguntas corteses de Izuku y porque al igual que todos los demás, no lo considera una amenaza. Y eso es lo que tiene que usar a su favor por esta noche, se quedarán aquí hasta que alguien note su presencia y luego aceptará el castigo que quieran darle…
Dentro, tienen que luchar con la montaña de paja para atravesarla, pero cuando lo hacen la oscuridad absoluta los recibe junto a los bufidos de dos caballos.
- ¿No nos meteremos en problemas por entrar aquí?
- Probablemente…pero Kota, ya no tenemos donde ir y nadie quiere ayudarnos. – dice y por el olor que desprende el niño, comprende que esta por llorar- Tu hermano mayor va a encontrar una manera…pero nos tomará un tiempo
Más Kota solloza y patea el suelo enojado, pero no con Izuku sino con la gente - ¿Por qué no podemos volver a casa? ¡Ellos no te quieren, y a mí tampoco…! entonces ¿Por qué no dejan que nos vayamos?
Izuku lo escucha llorar y lo deja desahogarse, luego se sienta contra un poste y hace que Kota se acomode entre sus piernas y se abrazan mientras lloran en silencio. La prueba fue una trampa, un castigo por rechazarlos para hacer que se aparee de forma pacífica como los demás, sin embargo, no puede rendirse. Kota no es como él y si deja que se vaya pensando que lo abandonó nunca lo perdonará como nunca ha perdonado a Inko.
– Kota, escúchame…ellos quieren que les de algo que no puedo darles…- le dice mientras intenta adivinar como explicar que lo atarán a un alfa y que seguramente se lo llevarán a otro lugar persiguiendo el verano. - Yo realmente no quiero dárselos Kota, pero si tú lo pides…
- No. No. La abuela Chiyo dijo que me llevarían lejos y que me enseñarían a pelear
- ¿Te dijo eso?
- No…se lo dijo a otro hombre, era uno de los que estaban ahí cuando te recuperaste…- le dice Kota, entonces se limpia las lágrimas furioso- ¡No quiero pelear!
- No, no, Kota escúchame, no tengo intenciones de dejar que te vayas lejos - le dice tomando sus manos con fuerza- ¿Recuerdas el cuento de la abuela? Sobre la madre que se convertía en pájaro para encontrar a su hijo perdido en la guerra…
- Sí
- Yo…Si algo sucede, si uno de los dos tuviera que irse…no importa a donde vayas te encontraré, como te encontré ese día en la cuna… - promete mientras lo abraza y mece para que deje de llorar. – Eres mío- susurra abrigándolo con su cuerpo
Entonces el calor poco a poco se concentra entre ellos y con ello hunde la nariz en el cabello de Kota tarareando el canto sin forma de la madre ave en la historia de su abuela.
- noirnoos tordo - susurra apretándolo fuerte contra su pecho…
- noirnoos tordo – repitió Kota entre sollozos - ¿Qué significaba?
- Nada…a veces decía otra cosa… ¿Te acuerdas cuando se le olvido que no le gustaban las castañas? Las recibió feliz y dijo
-Xie xie y cuando me caía, me apretaba la herida- recuerda el niño hipando- luego decía ¡Nanai! Dolía mucho cuando hacía eso.
- Sí, sí, una vez me lo hizo cuando me astillé la mano…- ríe Izuku con pena- trato de quitarme la astilla con una aguja grande ¡Diosa! – entonces solloza un poco más- Inventar palabras Kota…creo que el doctor dijo que era el siguiente paso de su enfermedad…
- ¿Y por qué al abuelo no le gustaba que contara historias?
- No sé…Los abuelos no nos decían muchas cosas y parece que esos cuentos estaban prohibidos…
Notas de Autora: He estado ocupada estos días, buscando trabajo, reformulando otros proyectos personales y estuve de cumpleaños pero fue un dia algo triste, así que puede que hayan algunos errores por ahí.
Ojalá lo disfruten.
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