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«De esta manera, la pregunta: ¿por qué la ciencia? retrotrae al problema moral: ¿para qué, en general, la moral, si la vida, la naturaleza, la historia son “inmorales”? No hay duda, el que es veraz, en aquel audaz y ultimo sentido, tal como lo da por supuesto la creencia en la ciencia, afirma con ello otro mundo que el de la vida, de la naturaleza y de la historia; y en la medida en que el afirma este “otro mundo”, ¿cómo?, ¿no tiene que —negar, precisamente por eso, su contrapartida, este mundo, nuestro mundo?... En efecto, ya se habrá comprendido hacia donde quiero ir, es decir, que continua siendo una creencia metafísica aquella sobre la que reposa nuestra creencia en la ciencia —que también nosotros los que conocemos, hoy en día, nosotros ateos y antimetafísicos, aun tomamos nuestro fuego también de aquel incendio encendido por una creencia de milenios, aquella fe de Cristo, que era también la creencia de Platón, de que Dios es la verdad, de que la verdad es divina... ¿Pero que sucedería si precisamente esto se volviese cada vez más increíble, si ya nada más se mostrase como divino, a menos que lo sea el error, la ceguera, la mentira —si Dios mismo se mostrase como nuestra más larga mentira?»
Friedrich Nietzsche: La ciencia jovial. Monte Ávila Editores, pág. 206. Caracas, 1985
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Ser profundo y parecer profundo. Quien se sabe profundo, se esfuerza por ser claro; quien desea parecer profundo a la gran masa, se esfuerza por ser oscuro. Pues la gran masa considera profundo todo aquello cuyo fondo no puede ver: tan temerosa es y tan poco le gusta entrar en el agua.
Friedrich Nietzsche | La gaya ciencia
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#GOTT IST TOT#DIOS HA MUERTO#GOD IS DEAD#FRIEDRICH NIETZSCHE#NIHILISMO#LA GAYA CIENCIA#PARÁGRAFO 125
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Nietzsche, ¡el gran SÍ a la vida!
Pierre Le Vigan
Nietzsche es un perspectivista, es decir, un pensador que nos dice que todo es cuestión de punto de vista. Pero también es un vitalista, una forma de pensar que nos dice que la vida —es decir, el movimiento, la metamorfosis, la muerte y el renacimiento— es el valor más elevado, es lo que debe guiar nuestra forma de ver el mundo. ��Qué se interpone en el camino de la vida? Esta es la pregunta que se hace Nietzsche. Y como cualquier médico, primero intenta comprender, empieza por observar, no por releer su guía práctica o sus sagradas escrituras.
En el centro del pensamiento de Nietzsche está la constatación de que no logramos "afirmar la vida". No nos atrevemos a hacerlo. No nos atrevemos a vivir. Detrás de nuestras opiniones, a menudo se esconde algo. Detrás de nuestras racionalizaciones suele esconderse un miedo: el miedo a afirmarnos, a ser realmente nosotros mismos. Ésta es la filosofía de la sospecha. Con Nietzsche, podemos ir de sospecha en sospecha, de cueva profunda en cueva aún más profunda, cada vez más río arriba. Podemos y debemos volver atrás. No debemos temer lo que descubriremos en esta investigación. Un viaje terrible, que por supuesto incluye la idea del inconsciente, o preconsciente (que precede a la consciencia, como un prejuicio antecede a un juicio).
También podría decirse que Nietzsche deconstruye el sujeto, en el sentido de que deconstruye su autoevidencia. No, el sujeto no siempre es racional; no, no siempre es previsible. Nietzsche examina al sujeto para reconstruirlo, pero de otro modo, con menos falsas pretensiones. Del hombre al superhombre, que es un hombre más allá del hombre: éste es el camino que Nietzsche despeja. Según Nietzsche, el superhombre es el hombre que comprende y acepta esto: somos llevados por un soplo de vida que nos trasciende. La voluntad es lo que nos permite aceptar que estamos atravesados por fuerzas que nos empujan hacia más ser, más poder, más vida, más creación. Pero, ¿cómo se puede decir esto, y se puede decir con palabras?
Por qué Nietzsche es irrefutable
Como filólogo —fue profesor en Basilea desde los 25 años—, Nietzsche se planteó la siguiente pregunta: ¿puede la realidad ser captada en su totalidad por el lenguaje? Él no lo creía. Las palabras se convierten en ídolos: el amor, la sociedad, la humanidad, el progreso... Dios mismo es un ídolo. "Me temo que no podemos deshacernos de Dios porque seguimos creyendo en la gramática" (El crepúsculo de los ídolos, "La razón en la filosofía", 1888). Somos prisioneros de la fijeza de las cosas, o más bien de nuestra propensión a ver las cosas en su fijeza, porque eso nos tranquiliza. Somos prisioneros de la creencia hegeliana de que todo lo real es racional y todo lo racional es real. Nietzsche rechaza así el espíritu de sistema. Ese espíritu que pretende tranquilizarnos y nos impide volver a las cavernas más profundas. "El espíritu del sistema es una falta de probidad" (El crepúsculo de los ídolos, párrafo 26). Contra el sistematismo, Nietzsche aboga por el perspectivismo. Las cosas siempre se ponen en perspectiva, y estas perspectivas siempre cambian. Es un movilismo (en el que las cosas nunca dejan de cambiar), como el de Heráclito. Panta Rhei: "Todo fluye". Todo está sujeto al devenir. Llevado por un devenir. Son las pulsiones, o instintos, los que dan sentido a los fenómenos. "Todo lo que es bueno procede del instinto y, por tanto, es ligero, necesario, libre" (El crepúsculo de los ídolos, "Los cuatro grandes errores", 2).
Los puntos de vista son luces. Son antorchas que brillan en una dirección. Por eso Nietzsche se expresa a menudo en aforismos que, más que palabras, son sonidos. "¿Acaso los sonidos no permiten seducir tanto a todo error como a toda verdad: quién soñaría con refutar un sonido?" (La gaya ciencia, párrafo 106). Así pues, más que posibles refutaciones de Nietzsche, existen múltiples interpretaciones posibles de su pensamiento. "El elefante es irrefutable", decía Alexandre Vialatte. También lo es Nietzsche. Sobre todo, hay tantas interpretaciones de Nietzsche como lectores de Nietzsche. El propio Nietzsche dijo: "Uno no sólo quiere ser comprendido cuando escribe, sino que ciertamente tampoco quiere ser entendido". "No es en absoluto una objeción a un libro cuando alguien lo encuentra incomprensible: tal vez formaba parte de la intención del autor no ser comprendido por 'nadie'" (La gaya ciencia, párrafo 381).
Nihilismo bueno y malo
A principios de la década de 1880, Nietzsche se alejó del pensamiento de Schopenhauer. Para Schopenhauer, el hombre era el juguete de una voluntad de vivir universal y sin rumbo. Schopenhauer llegó a la conclusión de que era necesario renunciar al deseo como única forma de evitar ser zarandeado por él. Nietzsche, en cambio, cree que debemos anclarnos en el deseo. El deseo debe reconciliar el cuerpo y el alma. Por eso, la salud del alma y la del cuerpo son un mismo tema. El filósofo es un médico cultural. Estudia los síntomas de la enfermedad o enfermedades que afectan a la cultura. Y señala la causa de las enfermedades, por ejemplo, las religiones que inducen a la culpa, o las filosofías que devalúan la vida en favor de un trasmundo, de un mundo 'de antes', o de un mundo que 'debería ser' pero no es, o de un mundo 'salvado' que vendrá 'después' de la vida, etc.
De este rechazo de los trasmundos procede la crítica de Nietzsche al nihilismo. El cual puede ser pasivo. Es el más común. Es el nihilismo del 'para qué'. El nihilismo del cansancio de vivir y de ser uno mismo. Ya no se cree en nada y ya no cree en uno mismo. Esto es la acedía [el desaliento vital]. Pero el nihilismo también puede ser activo: quiere destruir lo que vale algo, quiere envilecer. Quiere quitar el gusto por el trabajo bien hecho, el sentido de la honestidad, el pudor, etc. Se trata de un cinismo. Ya que la sociedad no es perfecta, que cada uno sea lo más imperfecto posible. Es un nihilismo de rabia. Y no es tanto una rabia de vivir como una rabia contra la vida.
Existe, no obstante, otra forma sutil de nihilismo que no consiste en querer destruir, sino al contrario en afirmar valores. Pero se trata de valores falsos, según Nietzsche, o más bien de valores débiles: el amor universal, la caridad mezquina sin generosidad, los derechos humanos, el igualitarismo, e l culto al progreso, el positivismo de un Auguste Comte... Se debe desmantelar esta forma sutil de nihilismo, que no se presenta como destructora, sino que sólo deja subsistir lo que es bajo y mediocre. Y para desmantelarla, puede haber (¡por fin!) un nihilismo bueno: un nihilismo activo que consista en barrer lo que nos rebaja, en liquidar los valores bajos, los valores no aristocráticos. Este nihilismo activo es entonces una negación de la negación, y esta negación es necesaria.
Proactivo, no reactivo
Tenemos que luchar contra lo que nos niega, y entre lo que nos niega están todas las utopías, desde la Utopía de Tomás Moro (1516) hasta 1984, de George Orwell (1949), pasando por Nosotros, los otros, de Zamiatine (1920), La Ciudad del Sol, de Campanella (1602) y La República, de Platón. Estas utopías son "fuerzas reactivas". Quieren reaccionar contra lo que impediría al hombre ser feliz, o justo, o bueno, o abierto al progreso, o todo ello a la vez. Quieren que el hombre sea perfecto, racional y previsible. ¡Atrevámonos a decir que entonces sería tremendamente aburrido! Así que tenemos que protegernos de los ideales basados en grandes ideas como el imperativo moral categórico de Kant, o el Espíritu Absoluto de Hegel que reconcilia la Lógica y la Naturaleza, y rechazar las utopías que imaginan al hombre reconciliado consigo mismo y con el mundo porque su propia naturaleza ha cambiado (o ha sido cambiada). Los dos procesos, uno aparentemente metafísico (por ejemplo, Hegel), el otro aparentemente imaginativo (por ejemplo, Campanella), son ambos utopías y pueden superponerse.
¿Debemos entonces destruir estas fuerzas reactivas que son los grandes relatos engañosos y las propias utopías? Nietzsche no lo cree así. Necesitamos estas fuerzas reactivas como enemigas. Es enfrentándonos cara a cara con estas fuerzas reactivas como podemos desarrollar nuevos valores que afirmen la inmanencia de la vida. Necesitamos convertir nuestras vidas en obras de arte y hacer así que los valores estéticos triunfen sobre los valores morales. Pero la estética significa aceptar tanto la alegría como el sufrimiento. El eterno retorno —una idea que se le ocurrió a Nietzsche a orillas del lago Silvaplana, en la Engadina, en agosto de 1881— significa el eterno retorno de todo, tanto de la alegría como del dolor. Es un sí incondicional a la vida, y no sólo un sí a las alegrías de la vida. Si la voluntad de poder es la fuerza motriz de este eterno retorno, no es sólo la voluntad de disfrutar, ni es principalmente la voluntad de dominar, a menos que incluyamos en la dominación la voluntad de dominarse a uno mismo. Como escribió Heidegger en Nietzsche II, la voluntad de poder es el qué, lo que la vida es (su esencia) en su inmanencia (el quid, la quiddidad), mientras que el eterno retorno es el cómo: cómo se manifiesta en cuanto inmanencia (el quod, la quoddidad).
Deseo de deseo y voluntad de voluntad
La voluntad de poder se opone a la voluntad de verdad, porque la búsqueda enfermiza de la verdad a toda costa puede ser exactamente lo contrario de la voluntad. La voluntad de poder es ante todo la voluntad de ordenar las propias pasiones. Nietzsche critica la "anarquía de los instintos" (la ve en Sócrates, el hombre que dijo: "La vida no es más que una larga enfermedad", el hombre enfermo por hipertrofia de su razón razonante). Así pues, la voluntad de poder es ante todo una voluntad de querer. Nietzsche rechaza de antemano cualquier interpretación puramente libertaria, hedonista o espontaneísta de la entrega a las fuerzas instintivas. Dicho de otro modo, Dioniso debe ser moldeado por Apolo. El uno sin el otro no tiene sentido. Sin Dioniso, no hay vida. Sin Apolo, la vida no produce ninguna obra de arte. Si Nietzsche acusa a Sócrates, a la metafísica y a la dialéctica de haber devaluado la vida, es porque quiere ser médico, recetando remedios para una "gran salud". Nietzsche opuso la metafísica y la dialéctica a la danza. ¡A Nietzsche le faltó conocer a una Lucette Almanzor! [la mujer de Céline. N. del T.].
Toda la búsqueda de Nietzsche consiste en rechazar las mentiras de un sentido del mundo que ya está dado, que sólo consistiría en el consuelo de una salvación, como con el cristianismo y las demás religiones, en el más allá. Nietzsche no niega que haga falta encontrar un sentido a nuestras vidas, pero su filosofía de la sospecha significa que el sentido se hace inaprehensible a medida que exploramos cada vez más profundamente la cueva. De ahí la apuesta de Nietzsche: debemos disociar la cuestión del sentido de la cuestión de la verdad. El sentido no se encuentra en las profundidades, sino en la superficie misma de la vida. En La gaya ciencia (Prefacio, IV), Nietzsche escribe: "Oh, aquellos griegos, cómo sabían vivir. Para ello hace falta a permanecer valientemente en la superficie, para ceñirse a los ropajes, a la epidermis, a adorar la apariencia y creer en la forma, en los sonidos, en las palabras, en todo el Olimpo de la apariencia. Los griegos eran superficiales… en la medida misma en que eran profundos".
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EL ETERNO RETORNO
En la Gaya ciencia Nietzsche desarrolla la idea del Eterno Retorno que sugiere que el universo no tiene un comienzo ni un fin definitivos, sino que está en un ciclo constante de repetición.
Imagina que un día llegara un demionio en tu más profunda soledad y te dijera que tu vida deberás de vivirla una dos, cien, innumerables veces por toda la eternidad.
Nietzsche no utiliza este aforismo como una regla universal, sino que es una idea para desafiarnos a pensar cómo viviríamos si supiéramos que estaríamos condenados a repetir nuestra vida eternamente.
Con estudiar un poco a Nietzsche nos daremos cuenta que esta analogía nos sirve para aterrizar la idea de que no deberíamos prestar atención a instancias externas para justificar nuestra vida, sino que nosotros mismos deberíamos ser quienes tomemos la decisión para autorrealizarnos.
Y tú qué harías si supieras que vivirás exactamente la misma vida? Podríamos intentar vivirla mejor?
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🤔 FRIEDRICH NIETZSCHE: EL PRECIO DE SER UN GENIO Y EL PODER DEL AMOR FATI 🤔
¡Prepárate para un viaje transformador con la filosofía de Friedrich Nietzsche! 🌟 ¿Te has preguntado si estarías dispuesto a revivir tu vida una y otra vez por la eternidad? 🤔 Nietzsche explora esta inquietante idea a través de su concepto del "eterno retorno". En este video, descubriremos cómo el "amor fati" –el amor incondicional hacia nuestro destino– nos invita a aceptar y abrazar la vida tal como es, con sus altibajos, fortunas y tragedias. 💯 A pesar de su existencia plagada de fracasos y sufrimiento, Nietzsche nos desafía a superar el arrepentimiento y encontrar la belleza en lo inevitable. 🙌 Únete a nosotros mientras exploramos cómo Nietzsche transformó su lucha en una filosofía revolucionaria sobre la aceptación, la autosuperación y la afirmación de la vida. 🔥 Aprende a cultivar un "amor fati" que te permita abrazar cada momento, incluso los más oscuros, y emerger fortalecido. ✨ ¡Descubre cómo convertirte en la mejor versión de ti mismo a través de la filosofía de Nietzsche! 🦸♀️🦸♂️ El filósofo del siglo XIX Friedrich Nietzsche empleó una versión de esta inquietante contemplación como un experimento mental, conocido como el eterno retorno, en parte para explorar uno de sus principios filosóficos más oscuros: el amor fati. Esta frase, en latín, significa "amor por el destino". Se reconoce que este concepto fue mencionado por primera vez en los textos de los estoicos Epicteto y Marco Aurelio. Sin embargo, Nietzsche fue el primero en utilizar y enfocarse explícitamente en esta frase, moldeándola e integrándola como un valor esencial de su filosofía. Discutió esta idea de manera más notable en sus obras "La gaya ciencia", "Ecce Homo", así como en otros escritos, notas y cartas. Para este punto de su vida, Nietzsche se había retirado a los Alpes suizos, sumido en lo que podría describirse como un periodo de profunda autorreflexión, marcado por dificultades y fracasos. Había huido de su familia y su carrera académica en busca de independencia, dedicándose a la escritura libre. Sin embargo, no pudo escapar de las sombras que su familia proyectaba sobre él ni encontrar el éxito que tanto anhelaba. Perdió amistades, romances y, pronto, su propia cordura. Enlaces útiles: 🔗 Visita nuestro blog para más contenido https://firmezaestoica81.blogspot.com/2024/10/el-terrible-precio-de-ser-un-genio.html Etiquetas: #Nietzsche #Filosofía #AmorFati #EternoRetorno #SuperaciónPersonal
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Magos de norte y sur FORNALTUTX Y PIAZZOLA
Hagamos, por tanto, lo que solo nosotros somos capaces de realizar: traer luz al mundo, ¡ser la luz del mundo! Y para llevarlo a cabo tenemos alas, nuestra celeridad y severidad, con este fin somos energía e incluso terribles con el fuego. ¡Que quienes no sepan como obtener nuestra luz y nuestro calor se sientan aterrados por nosotros!Friedrich NietzscheLa Gaya Ciencia Irving Layton ha sido el…
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Parte de una obra que realicé en 2020, "El eterno retorno del tiempo perdido", proyecto de instalación artística acerca de una investigación sobre el tiempo y el transcurso del mismo.
*Adjunto link citado autor:
NIETZSCHE, Friedrich (1882) - La gaya ciencia (Monte Ávila, Caracas, 1990). p. 200. Recuperado en: http://pdfhumanidades.com/sites/default/files/apuntes/NIETZSCHE%2C%20Friedrich%20%281882%29%20- %20La%20gaya%20ciencia%20%28Monte%20Avila%2C%20Caracas%2C%201990%29.pdf
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Quiero aprender cada vez mejor, a ver lo necesario de las cosas como bello -así seré de los que vuelven bellas las cosas. ¡Amor fati: que ese sea en adelante mi amor! No quiero librar batalla a lo feo. No quiero acusar, no quiero ni siquiera acusar a los acusadores. ¡Apartar la mirada, que sea ésta mi única negación! Y, en definitiva, y en grande: ¡quiero ser, un día, uno que sólo dice sí
(Nietzsche, La Gaya Ciencia)
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-F. Nietzsche, La gaya ciencia
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El Eterno Retorno. ¿Qué pasaría si un día o una noche un demonio se desliza furtivo en tu más solitaria soledad y te dijera: "Esta vida, tal como la vives ahora y tal como la has vivido, la tendrás que vivir una vez más e incontables veces más; y no habrá nada nuevo en ella, sino que cada dolor, cada placer, cada pensamiento, suspiro y todo lo indeciblemente pequeño y grande de tu vida tendrá que retornar a ti y todo en la misma serie y en la misma sucesión- e igualmente esta araña y este claro de luna entre los árboles, e igualmente este instante y yo mismo. El eterno reloj de arena de la existencia será girado siempre de nuevo- y tú con él, mota de polvo del polvo" [...] ¿Cómo tendrías que quererte a ti y a la vida para no pretender nada más que esta confirmación última, que este último sello?" -La Gaya ciencia- Friedrich Nietzsche.
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«Considerar a la naturaleza como si fuera una prueba de la bondad y protección de un Dios; interpretar la historia en honor de una razón divina, como testimonio duradero de un orden ético del mundo y de unos propósitos éticos finales; interpretar las propias vivencias como las han interpretado desde hace mucho tiempo los hombres piadosos, como si toda disposición, toda señal, todo hubiese sido pensado y enviado por amor a la salvación del alma: ahora eso ya no existe más, eso tiene en contra suya a la conciencia, eso es considerado por todas las conciencias más sutiles como algo indecente, deshonesto, como mendacidad, feminismo, debilidad, cobardía —con este rigor, si ha de ser con algo, somos precisamente buenos europeos y herederos de la más prolongada y más valiente autosuperación de Europa. En tanto de este modo expulsamos de nosotros la interpretación cristiana y condenamos su “sentido» como una falsificación de moneda, nos llega de inmediato y de una manera terrible la pregunta schopenhaueriana: ¿tiene pues, propiamente, algún sentido la existencia?»
Friedrich Nietzsche: La ciencia jovial. Monte Ávila Editores, págs. 224-225. Caracas, 1985
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«Cinismos. Retrato de los filósofos llamados perros», de Michel Onfray
A pesar de que el subtítulo de Cinismos sea «Retrato de los filósofos llamados perros», en esta obra Michel Onfray no hace un retrato (a diferencia del libro de García Gual, por ejemplo), sino una apología, y lo hace genialmente. Considerados como la escuela excéntrica y carente de importancia filosófica, los cínicos (y particularmente Diógenes) terminaron siendo relegados a un par de anécdotas casi humorísticas (por lo general, la del pollo desplumado y la de Alejandro Magno tapando el sol) que se pasan sin apenas detenimiento cuando se estudia la filosofía helenística, y eso es lo que intenta cambiar el autor. Onfray dota aquí a los discípulos de Antístenes y de Diógenes de la seriedad que merecen y pone a su escuela al mismo nivel que la de los epicúreos, estoicos, platónicos o peripatéticos. Claro que reflexionar tan en profundidad sobre una escuela que se sostiene únicamente en anécdotas (apócrifas, además) viene a ser lo mismo que inventársela, pero ¿qué más da? No se trata de reconstruir fielmente el pensamiento de los cínicos, sino de interpretarlo. Por lo demás, no hay duda de que a Diógenes le habría dado igual lo que se hiciera con su pensamiento después de muerto.
En lugar de intentar yo resumir las características del cinismo filosófico (en el apéndice final del libro lo contrapone al cinismo vulgar), dejaré que sea el propio autor que lo haga. Son varios pasajes, pero valen la pena:
Apartado de un mundo ilusorio preocupado por actividades fútiles —la política, el comercio, la guerra, la agricultura, la paternidad, el matrimonio—, el cínico construyó una actitud estética en relación con el mundo: se hizo espectador distante y sonriente, con la altivez de quien sabe a qué ha escapado cuando ve a otros picar el anzuelo con insistencia. Tiene la consciencia clara, la mirada limpia, la lucidez implacable. Toda actitud espectacular es propedéutica de la sabiduría.
Haciéndose eco de las saturnales y de la fiesta del Asno, como único pasajero en una nave de locos tallada a su medida, el cínico de todos los tiempos practica un eudemonismo superior y sutil, un placer de aristócrata. Los trabajadores a destajo del goce se desvelan donde Diógenes, maestro de sí mismo y de una gaya ciencia a su medida, se dedica a consumir porque sabe que sería una locura esperar más. Los demás esperan y con ello se exponen a la infelicidad. Él desespera y así se procura largos momentos de beatitud y placer. No espera nada y por ende se regocija y va, sereno, diciendo a los demás y a sí mismo: «Un hombre de bien, ¿no ve acaso una fiesta cada día?».
El desmontaje se efectúa, pues, mediante estos nuevos conceptos operativos, como la risa, la ironía, el humorismo, el juego de palabras: burla antes que dialéctica, tomadura de pelo antes que retórica, bufonerías en lugar de disertaciones y caricaturas en vez de demostraciones.
El cínico se esfuerza por construir una manera diferente de ser en el mundo y subvierte la retórica clásica que inviste a someter la singularidad a la ley y a los principios de lo universal. Con él, la antinomia entre el individuo y la comunidad se resuelve en beneficio del primero y, sistemáticamente, en detrimento de la instancia normativa social. Rebelde y solitario, el cínico hace una única contribución social: la pura soledad.
¿De qué naturaleza son las fiestas del acuñador de moneda falsa? Ante todo, debe renunciar a su carácter gregario. El cínico es un solitario sin ataduras que elige el destino del vagabundo y la singularidad, cueste lo que cueste. Su camino es único y no conduce a los claros donde se forman los grupos. Diógenes no se parece en nada al revolucionario que querría la fiesta para todos, como una obligación colectiva. Carece de moral colectiva. El cínico dice que cada uno es el director de las festividades en las que se compromete: es en sí mismo su propio fin. Nada le es más ajeno que el proyecto colectivo: su revolución es individual, no le concierne más que a sí mismo. Su deseo no es la agregación de semejantes. Odia la comunidad y sabe que todo pensamiento gregario es común. La transmutación de los valores es una empresa de mónada, de lo único, del átomo: su campo de batalla es la conciencia individual, sus barricadas son invisibles, y sus furores solitarios, sin testigos y sin orientación.
El cinismo filosófico propone una gaya ciencia, un alegre saber insolente y una sabiduría práctica eficaz: «Tras la causticidad de Diógenes y su intención de provocar percibimos una actitud filosófica seria, tal como pudo haber sido la de Sócrates. Si se dedicó a hacer caer una tras otra las máscaras de la vida civilizada y a oponer a la hipocresía en boga las costumbres del ‘perro’, ello se debe a que Diógenes creía que podía proponer a los hombres un camino que los condujera a la felicidad». Diógenes se erige, pues, en médico de la civilización cuando el malestar desborda las copas y satura la actualidad.
Los cínicos quieren socavar la confianza en esos pilotes engañosos. Nada escapa a sus sarcasmos. Critican toda arquitectura de fundación, la minan y luego la destruyen. El auténtico trabajo filosófico consiste en descubrir la superchería, denunciarla y practicar una pedagogía de la desesperanza.
Este individualismo absoluto es, incluso para mí, inalcanzable; aun así, no puedo dejar de decir que me parece verdaderamente estimulante y que me genera mucha simpatía. Y ya termino con un último pasaje:
Hoy es perentorio que aparezcan nuevos cínicos: a ellos les correspondería la tarea de arrancar las máscaras, de denunciar las supercherías, de destruir las mitologías y de hacer estallar en mil pedazos los bovarismos generados y luego amparados por la sociedad. Por último, podrían señalar el carácter resueltamente antinómico del saber y los poderes institucionalizados. Figura de la resistencia, el nuevo cínico impediría que las cristalizaciones sociales y las virtudes colectivas, transformadas en ideologías y en conformismo, se impusieran a las singularidades. No hay otro remedio contra las tiranías que no sea cultivar la energía de las potencialidades singulares, de las mónadas.
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Trabajos publicados por Friedrich Nietzsche
El nacimiento de la tragedia (Die Geburt der Tragödie, 1872)
Consideraciones intempestivas (Unzeitgemässe Betrachtungen, 1873-1876)
Humano, demasiado humano (Menschliches, Allzumenschliches, 1878)
Aurora (Morgenröte, 1881)
La gaya ciencia (Die fröhliche Wissenschaft, 1882)
Así habló Zaratustra (Also sprach Zarathustra, 1883-1885)
Más allá del bien y del mal (Jenseits von Gut und Böse, 1886)
Genealogía de la moral (Zur Genealogie der Moral, 1887)
El crepúsculo de los ídolos (Götzen-Dämmerung, 1888)
El anticristo (Der Antichrist, 1888)
Ecce homo (Ecce homo, 1888)
El caso Wagner (Der Fall Wagner, 1888)
Nietzsche contra Wagner (Nietzsche contra Wagner, 1888)
Crepúsculo de los ídolos (Götzen-Dämmerung, 1889)
La voluntad de poder (Der Wille zur Macht, publicado póstumamente)
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"Qué pasaría si un día o una noche un demonio se deslizara furtivo en tu más solitaria soledad y te dijera: ‘Esta vida, tal como la vives ahora y tal como la has vivido, la tendrás que vivir una vez más e incontables veces más; y no habrá nada nuevo en ella, sino que cada dolor y cada placer y cada pensamiento y suspiro y todo lo indeciblemente pequeño y grande de tu vida tendrá que retornar a ti y todo en la misma serie y en la misma sucesión –e igualmente esta araña y este claro de luna entre los árboles, e igualmente este instante y yo mismo. El eterno reloj de la arena de la existencia será girado siempre de nuevo– y tú con él, mota de polvo del polvo’ […] ¿Cómo tendrías que quererte a ti y a la vida para no pretender nada más que esta confirmación última, que este último sello?".
Friedrich Nietzsche,
La gaya ciencia
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Eterno retorno
No bien habían pasado apenas 53 años, 12 meses, 15 días, doce horas y veinte minutos cuando lo entendió todo. Hacía tiempo que recibió de obsequio un paquete de libros cuando se asomaba el retiro laboral, no era un descanso eterno del cansado y aburrido laburo. En sí, los últimos 33 años, 12 meses, 15 días y algunas horas habían sido un devenir de nada; es decir, nada extraordinario en su vida aburrida y desesperante rutina. Claro que hubo cosas buenas como el nacimiento de sus dos hijos, el campeonato ganado por el equipo de toda su vida y algunos destellos vagabundos como la playa, un bautizo, un algo, pero siempre en combo. Se miró al espejo y se vio avejentado y sin ganas de nada. Sus ojeras del tamaño bolsas de mandado no disimulaban el hartazgo de su inocua forma de pasar el corredor de la vida. Cuando llegó a casa tiró todo en la sala Justo como lo había hecho los últimos 33 años, 12 meses… destapó una cerveza, salió al patio y prendió su cigarrillo en melancólica sincronía como lo había hecho desde hace 33 años… pero ya no había vuelta atrás. Cuando hojeó ese libro y encontró lo que tanto buscaba, más como un grito que como literatura le harponeó las sienes el corazón y el alma. La sección 341 “la carga más pesada” le saboteó la existencia. Nietzsche hizo estragos en su corazón, “La gaya ciencia” cómo todos los libros del alemán eran para todos y para nadie. Dicha sección le martilló a fuerza de pedagógica soledad la idea del tiempo y de la insoportable vida del eterno retorno. 33 años, 12 meses, quince días, algunas horas habían quedado atoradas en ese extraño bucle de aburrimiento y devenir pausado. No había pasado nada excepto 33 y 12 meses de rutina. Sus hijos se fueron, se casaron vaya y todo por lo que luchó se fue en un chasquido. Volteó a su alrededor y se reconoció lánguido, solo y abrumado. La esposa le había dado la espalda hacía tiempo ya. El frío desdén de su corazón le había congelado las ganas de vivir el sueño por el que se habían casado 33 años, 12 meses y contando. Simplemente ya no se amaban sino que se toleraban, por los hijos, por guardar la apariencia y próximamente por los nietos. Todo una vida atados y no había quien diera el primer paso para desoldar el grillete del matrimonio, las cadenas del hartazgo. Imaginarse vivir eso por el resto de su vida y ahora próximo a la jubilación le sobraría tiempo y vida y eso le aterró más. Se sacudió el pesado saco de 33 años, 12 meses, quince días y algunas horas de la rueda de hámster, se acercó a su esposa -quién ya estaba harta de él también- y le dijo lacónicamente: -ya me voy.
-Has lo que quieras, le respondió sin voltear a verlo.
cuentas, tomó algunas cosas, empacó su maleta y Justo cuando abrió la puerta, su esposa extrañada le cerró el paso: no mames José ya estás grande para hacer berrinches le dijo. ¿A dónde chingaos vas? ¿A dónde vas qué más valgas?
Con la fuerza de 33 años, 12 meses, 15 días y cuarenta y cinco minutos de fuerza de voluntad por fin respondió: a la verga… a ser feliz.
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