Ha llegado la Cigüeña 4/5
Parte 3
-A ver, no te pongas pesado conmigo pendejito, abre la boca -Manuel acercó la cuchara a la boca de Alejandro, pero el niño volvió a correr la cara y mover los pies- Ya po Ale, no te creo que ya no tienes hambre, abre.
-¡Nah! -Manuel estaría más irritado con su situación si el niño no fuera tan adorable. Y es que no parecía una pataleta con Alejandro sonriéndole y moviendo alegremente sus piececitos. La paciencia de Manuel estaba durando mucho más que de costumbre gracias a eso.
-Vas a quedarte chico si no comes... -Le comentó con voz de alarma. El rubiecito lo miró con ojos grandes, y Manuel casi creyó que le había entendido, pero pronto el pequeño soltó una de sus risitas y volvió a mover sus pies- Eres igual a Martín -Quiso sonar decepcionado pero el comentario salió demasiado dulce. Cuando Ale volvió a abrir la boca para balbucearle algo, rápida y eficazmente puso la cuchara sobre su labio inferior y logró que tragara. El niño quedó saboreándose la boca-¡Viste que te gusta! Si no cocino mal, anda, nos falta poquito -A la próxima que le acercó la cuchara el pequeño le aceptó la comida, y también la siguiente, y así, en poco tiempo se acabó todo- Eres un angelito...
Mientras el chiquillo reía y aplaudía con las manos, Manuel lavó el plato y la cuchara que habían usado.
-Si sigues portándote así de bien voy a pensar en comprarte esas galletas que estabas viendo cuando fuimos al super...
-¡Gaah!
-También hay que comprarte una cuna decente, no puedes seguir durmiendo con Martín y conmigo, en algún momento te vamos a aplastar, y ves que el arquitecto tiene que dormir bien o deja la caga en los planos... -En internet Manuel se había topado con algunos artículos que recomendaban hablarle a los bebes para estimularles el área de la comunicación, y como Ale solo decía algunas variaciones de ga-ga, ta-ta y ohh, supuso que no estaba de más. Por eso ahora parecía cacatúa hablando todo el día y de cualquier idiotez que se le ocurriera, Martín no dejaba de burlarse cuando llegaba del trabajo y se lo encontraba discutiendo las cuestiones de la vida con Ale, y sobre todo esa vez que lo pilló analizando las ventajas comparativas entre comer una galleta de mantequilla o una tritón con el té, y si untarlas o no en la taza. Al menos todavía no lo descubría cantando 31 minutos o cambiándole la letra al resto de las canciones de monitos.
-Tu tío Daniel dijo que iba a conseguirte una silla para el auto, y Seba se ofreció a pagar por un coche, pero igual hay que ir a ver cuál queremos...
-Ta-ta-ah... -Alejandro se puso a saltar feliz en su silla para comer, esa solo la tenía porque uno de los vecinos puso en el patio algunas cosas para vender y la silla estaba entre ellas.
Manuel a veces creía que le entendía todo lo que decía, cuando reaccionaba acorde a la situación, otras pensaba que todavía era medio como los perros y solo captaba su tono de voz. De todas formas, estaba más animado y duraba más tiempo tranquilo cuando le hablaba sin parar.
-¿Qué color te gustaría para el coche? ¿Verde? ¿Naranja? -El niño lo miraba con una sonrisa pero con ojos perdidos- A ver... -Manu miró por la cocina y la sala y tuvo una idea- ¡Vamos a ver! -Tomó al pequeño en brazos y le fue señalando ciertos colores y diciendo su nombre. Ale algunos solo los miraba por un rato pero después cambiaba su atención a otra parte, a otros solo les corría la cara, esos Manuel los desechaba enseguida. Al final de su experimento quedó con una cuchara amarilla para la ensalada, un delantal celeste que Martín había comprado, y una bola roja de cerámica que tenían de adorno en la sala.
-Tres posibles candidatos, brocacochi, es hora de escoger, ¿Cuál será el elegido de nuestro jurado?
-¡Ga-ga tah! -Alejandro tenía una expresión emocionada, y miraba con interés los objetos que Manuel había puesto en frente suyo, pero fuera de eso, no parecía entender qué ocurría.
-Si puedo hacer una sugerencia, creo que con el amarillo de tu pelito ya tenemos suficiente, así que... -Sin más tomó la cuchara y la lanzó hacia el sillón haciendo un sonido de "Zuussshh". Alejandro rió al verla volar hacia el cojín- ¡Bien! Eso nos deja dos finalistas -Pero Manuel estaba seguro que podía convencerlo de elegir a su campeón personal.
-Ga-ah...
-Hora de decidir, vamos Ale -Le tomó suavemente su manita y la movió de un lado al otro- ¿Rojo? ¿O celeste? ¿Rojo, o celeste?
- ¡Giih! -Movió sus pies y empezó a dar pequeños saltitos hasta que el moreno lo soltó, entonces se quedó con la mano levantada sobre la mesa, siguió quieto por unos segundos hasta que comenzó a bajar el brazo hacia el delantal.
-¿Seguro? -Preguntó Manuel, con un tono medio preocupado, y Ale volvió a quedarse quieto y mirarlo- Sé que favorecen los tonos pastel para los bebes, ¿Pero un derivado del azul? ¿No te parece algo, uhm, aburrido? -El niño lo miraba con ojitos tan grandes que hasta le vino un poco de culpa por estar sobornándolo. Solo un poco- Es decir, con eso de comprar ropita rosada si es niña, o azul si sale niño -Mientras hablaba, hizo rodar la bola roja por la mesa, Alejandro desvió su atención inmediatamente hacia ella- Y pintemos la pieza de ese color también, mi abuela siempre hacia calcetines azules cuando le salía otro nieto, más encima el celeste se ve tan desteñido... -Solo con un dedo la movía alrededor, pero paró en cuanto Ale alargó la mano y tocó la cerámica.
-¡Tah! -Exclamó en cuanto la tuvo en su poder, y la sonrisa de Manuel se ensanchó.
-Sí, estoy de acuerdo, es el mejor -Dejó que Ale jugara un rato con ella pero se la quitó antes de que pudiera lanzarla hacia el sillón como había visto que hacía con la cuchara.
...
-¿No que sabían cómo armarla? -Manuel tenía a Alejandro en brazos, y los dos miraban el desastre que Pancho y Migue tenían en el cuarto con las piezas y los manuales de armado de la nueva cuna del bebé. El moreno presintió que algo así pasaría en cuanto Miguel comenzó a juntar partes antes de que Francisco siquiera terminara de desenvolverlo todo.
-Nos lo mostraron en la tienda, ¡Claro que sabemos! -Respondió Miguel, medio complicado con unas esquinas, porque la malla de seguridad tenía que ir metida en los fierros pero ya no tenía lado por dónde hacerlo.
Manuel pudo guardarse su comentario por un total de diez segundos antes de que se le escapara.
-Pues no me parece que esté resultando -Se mordió la lengua para no reírse de la cara de indignación que le dedicó Miguel.
-Te dije que leyéramos el manual, los fierros tienen letra por algo.
-¡Pero si los vimos armarlo! ¡No necesitamos el manual!
-¿De qué sirve estar más conectados con nuestro lado femenino si seguimos haciendo las mismas idioteces? -Preguntó Francisco al mundo en general, y Manuel no pudo callarse más las risas.
Después de una hora y media, y luego de tres veces de desmontarlo todo y comenzar de nuevo, la cuna de Ale estaba lista e instalada en un rincón del cuarto de Manuel y Martín.
-¿Quién es el niño más lindo? ¿Quién es mi sobrino más pechocho? -Miguel tenía a Ale sentado en la orilla de la mesa frente a él, le sostenía los brazos para que no se cayera y le hacía caras para que riera.
-Ni siquiera es tu sobrino, Migue... -Comentó Manuel, sin quitarle su atención a las verduras que estaba pelando para cocer.
-¡Ay! ¿Y cómo dices que Fran es su tío? ¡Claro que también es mi sobrino! -Miguel arrugó la nariz y volvió a mirar al pequeño- Además, puede ser el único que vaya a tener... -Se lamentó al pensar en el resto de su familia y amigos.
-Probablemente Rodrigo vaya a tener un par de hijos -Francisco llegó a quitarle el niño, lo abrazó contra su pecho y comenzó a caminar por la cocina mostrándole todo lo que apuntaba con sus deditos.
-¡Si es que algún día se atreve a pedirle matrimonio a Fernanda! -Miguel estaba convencido que Fernanda sería la que se arrodillara primero- ¿Qué haces Manu? -Ya que Francisco se raptó al pequeño, fue a molestar a su amigo.
-Se me acabó la comida de Ale, y no quiero que coma tanto de los frascos del super -Estaba llenando la olla con agua cuando Miguel llegó a su lado.
-¡Perfecto! Déjame a mí -Se arremangó el chaleco que traía, y sin importarle la mirada de Manuel, fue hasta el refrigerador a sacar un trozo de carne.
-¡Ash! Está bien, pero no le pongas tanto condimento, ¿Quieres?
-¡Ale, ahora sabrás lo que es comida de verdad!
-¡Miguel!
...
-¡Oh por dios! -Los ojos de Manuel estaban llorando por el olor, y maldijo por tercera vez a Martín, que por estar en el trabajo siempre se perdía estos momentos. Pero bueno, Manuel sabía que no todo sobre tener un niño era fácil, o agradable. Gracias a sus tías que sacaban primitos como conejas lo había aprendido de chico.
-¡Ale! ¡Mierda, oh! -Aguantando la respiración, y tratando de no mirar mucho esa montaña de porquería, le sacó el pañal, lo envolvió y lo tiró en la dirección del basurero, sin soltar los piececitos de Ale para que no manchara con caca la toalla que había puesto abajo. Arrancó como pudo una de las toallitas húmedas para bebé que había comprado en el super y limpió el resto de mierda en su trasero.
-Okey, ven aquí -Ya sin tanto excremento, lo tomó por debajo de los brazos y lo llevó hacia el lavamanos del baño para limpiarlo bien. Por su experiencia con sus primos sabía que era la mejor forma de asegurarse que quedara limpio y evitarse problemas después.
- ¡Aga-gah! -Alejandro no sabía la tortura por la que lo hacía pasar, a él solo le entretenía que le echaran talco después. Y mover sus pies de un lado a otro para que a Manu le costara ponerle el pantalón. Como cualquier bebé, parecía preferir ir pilucho por la vida.
-¡Gah!
-Te ríes porque sabes que igual te amo, aunque tu caca huela a muerto -Comentó Manuel, sonriéndole en el reflejo del espejo. Ale siguió riéndose y hasta comenzó a hacer burbujas de saliva.
...
-Me dejas en vergüenza frente al tío Seba, ¿Dónde están tus modales? Va a pensar que no te enseño nada en todo el día -Manuel, acorde a las últimas dos semanas, no paraba de hablarle a Alejandro mientras trataba de limpiar la mancha que había quedado en su ropa después de comer. Una gran mancha a decir verdad.
-Tranquilo, trataré de no juzgarte demasiado -Sebastián tenía una sonrisa pegada a la cara desde que Manu llegó a visitarlo con el niño. Aparte de que el nene era adorable, aún no se iba la sorpresa de presenciar a Manuel en, lo que Miguel justamente había nombrado, su faceta de superMami.
-¡Uhm! No hay caso, la arruinamos -Se rindió con la camiseta, y como su abuelita lo dejó traumado, toda su niñez regañándolo para que no llevara la ropa sucia, "¡No eres un cabro chico de la calle! ¡Sácate esas pilchas!", tomó a su niño en brazos y lo llevó hasta el sillón donde tenía el bolso con la ropa extra- Bien, ¿Con cuál quieres reemplazar al oso? ¿Las estrellas o el pato? -Sacó las dos mudas y se las mostró a Ale. Como ya tenían experiencia en esto, el pequeño sabía qué se esperaba de él. Miró detenidamente las dos prendas, y finalmente se decidió por el pato con el sombrero chistoso- Ahh, algún día te vas a poner este -Dijo guardando la camiseta con estrellitas y fondo azul que se moría por ponerle. Le colocó el del pato chistoso expertamente, la cabeza y luego las manitas, esta vez con nula resistencia de Alejandro.
-¿Cómo lo haces? -La voz de Sebastián lo interrumpió cuando terminaba de acomodarle las mangas al bebé para que no le molestaran. Manuel miró a su amigo y levantó una ceja para que siguiera- Es decir, ¿Cómo es que te manejas tan bien?
-Ah, bueno, para Martín, es mi instinto maternal por ser... tú sabes -Sebastián cubrió su boca para tapar su sonrisa- Pero en verdad es gracias a todas mis vacaciones con mi abuela, y mis tías por parir como conejas -Con eso, Seba ya no logró contener sus carcajadas- Salieron varios primitos después de mí, y como de los grandes era el más tranquilo, y el más avispado... Eh, me dejaban a cargo algún crío de vez en cuando... -Terminada su explicación, abrazó al crío que tenía a cargo ahora y se acurrucó con él en el sillón. Sebastián siguió sonriendo mientras los miraba.
-Ok, eso explica todo para mí... -Se sentó a un lado de Manuel, y movió sus dedos frente a la carita de Ale- ¡Hola tú! -Jugaron y hablaron con Alejandro hasta que Luciano llegó en la tarde. Con una bolsa de juguetes para su sobrinito querido.
...
-¿De dónde sacamos esto? -Martín sostenía el peluche de murciélago con dos dedos, lejos de él, mirándolo con expresión horrorizada.
-Luciano...
-¡¿Luciano le compró esto?! -Aquella monstruosidad era demasiado hasta para el naturista de su amigo.
-Corrijo entonces, Luciano entró a la tienda de niños, que prácticamente estaba regalando todo por cierre de local, agarró lo que más pudo y salió de ahí -A Manuel también le había perturbado un poco el juguete la primera vez que lo vio, cuando cayó fuera del montón al moverlos el moreno dio un salto al pensar que era de verdad. Pero ahora hasta le parecía tierna la rata con alas, además que a Ale le encantaba, por alguna extraña razón.
-¡El niño no va a dormir con esta cosa en la cuna! -Gritó Martín, aún mirando el peluche.
-¡Ash! No le pongas tanto...
-¡No le pongo nada! Que se olvide de él, voy a comprarle uno menos horripilante para que abrace -Dicho eso se fue con el muñeco a esconderlo en algún lugar oscuro, a donde Manuel lo iría a recuperar más tarde. Siempre podía servir para halloween, o si más grande al niñito le daba una faceta creepy.
-Como quieras Martu -De todas formas sonrió cuando escuchó a Martín hablando con Ale.
-Eso te iba a dar pesadillas después, ya verás, te compraré un oso, o un conejo, o algo que no parezca un demonio con nariz de cerdo...-Siempre era bueno ver que el rubio sí se interesaba en las cosas de su hijo.
...
-¡Queremos uno rojo! -Dijo Manuel, golpeando su mano contra la rodilla.
-¡To-to! -Ale lo imitó, y juntos miraron a la vendedora que ni trataba de esconder la ternura que le causaban. Esta cruzó miradas con Sebastián que los seguía por atrás y los dos se sonrieron.
-Muy bien señores, veamos si encontramos uno que les acomode.
-¡To-to!
-Y que sea rojo, sí cariño...
-Que tenga un buen acolchado en la silla, no queremos que el nene vaya incómodo -Sebastián quiso marcar aquel punto después de tocar los asientos de un par de coches, y encontrarlos deficientes.
-¡Sí, pero que se pueda doblar! Ya sabe, como esas bicicletas que se desarman para ocupar menos espacio -Manuel estaba pensando en el pequeño auto que tenían con Martín. Aún estaba esperando el momento de hablar con el rubio para que lo cambiaran por uno con más espacio, con su familia en crecimiento y eso. Y aún les faltaba el perro para estar completos.
-Eh, muy bien, creo que tengo algo por acá...
De que tenía, tenía. Tantos que con Seba ya tenían dolor de cabeza de ver los modelos, así que dejaron que Ale decidiera cuál prefería. Bajo la mirada divertida de la vendedora, y el resto del local, fueron sentando a Alejandro en cada uno, juzgándolos por su reacción. El niño miraba curioso de un lado a otro en donde lo ponían, pasaba sus manitos por la tela o tiraba de uno u otro lado, pero pronto miraba a Manuel y estiraba las manos para que lo sacara de allí. Al final se llevaron el que duró más tiempo con la atención del niño. Tenía buenos cojines, espacio abajo para dejar un bolso, mesita para dejar comida y un vaso, un techo decente y era desmontable. Ah, y lo tenían en rojo.
-¡Yu-hu por nosotros! -Dijo Manuel en cuanto salieron de la tienda, Sebastián soltó la caja que iba cargando para darle los cinco, y miró como Ale hacia lo mismo.
-¡Tu-tu! -Exclamó Ale mientras golpeaba una y otra vez la palma de Manuel.
-Este niño me va a matar, te lo digo -Comentó Seba con una expresión de absoluta ternura, sentía que se derretía cada vez que su sobrino intentaba balbucear lo que Manu estaba diciendo.
-Sí, a mí igual... -Manuel le dio un besito en la nariz al niño y declaró que, ya que se habían esforzado tanto eligiendo el coche, los tres se merecían un helado.
...
-¡Manu! ¡Esta cosa está rota! -Martín ya estaba desesperado, una y otra vez trató de enganchar la silla del auto, pero no tenía idea cómo. Hasta Ale, desde la silla, lo estaba mirando con los ojos entrecerrados y la boca apretada en una fina línea. Cada día se parecía más a Manuel.
-¿Y ahora qué pasó? -Le gritó el moreno desde la entrada de la casa, venía con el bolso del niño y el coche, reducido a su mínima expresión, en las manos. Al llegar a su lado y ver cuál era el problema, lo miró con la misma cara de desaprobación que tenía el bebé.
-¡No me mires así! ¡Es imposible! Dani nos trajo la que estaba mal... -Martín tenía lista una variedad de razones por las cuales tenían que devolver el aparato. Pero terminó con la boca cerrada. Manu lo corrió a un lado, dio vuelta el asiento, movió dos cosas y pasó la correa del cinturón por algunos huecos y dejó la silla de Ale lista para el viaje. Antes de cerrar la puerta de atrás le dio al bebé su nuevo peluche de vaquita para que se entretuviera. A través de la ventana Martín vio cómo Ale estrujaba el peluche que le compró.
-¡Ejem! -Miró a Manuel con la cara roja de vergüenza. El moreno lo observaba con una ceja alzada- Estaba rota la wea po...
-¡No me mires así! -Chilló- ¡Tú tienes más práctica!
-Hay que decirle a Dani que nos mandó la caga mala...
-¡Manu!
...
-¡Cresta-cresta-cresta! -Manuel tan solo tiró el auto sobre la acera y apagó el motor. Don Pepito, el portero, iba a tener que perdonarle su asquerosa estacionada, pero iba muy, muy atrasado- ¡Ale! ¡Llegamos, llegamos! -El pequeño se había quedado dormido, a pesar de su acelerada conducción. Lo desató rápidamente y se echó el bolso al hombro, entró corriendo a la editorial, con un Ale apenas despertándose en brazos. Don Pepito lo miró bien raro mientras corría hacia la oficina en la que tocaba su reunión.
-¿Ah? -Alejandro dio un bostezo y miró con interés la cara de Manuel.
-¡Perdón! ¡Ya llegué! -Entró y se encontró con las dos escritoras y el editor en jefe de su sección.
-¡Manuel! ¿Dónde estabas metido...? -Su compañero empezó, pero Laura, una de las escritoras, lo interrumpió.
-¡Un bebé! Oh, Manuel, ¿De dónde lo sacaste? -Se levantó, y mientras Manuel acomodaba sus bolsos ella tomó al bebé en brazos- ¡Pero qué lindos ojos!
-Es mío -Respondió el moreno. No quería ventear todo el drama de la verdadera historia, no vaya a ser que a alguna se le ocurriera escribir algo con ella.
-Pero si tú eres gay -Respondió Cristina, a quien técnicamente tenían para escribir personajes sarcásticos y finales tan tristes como para matarse, o matarla.
-Sí, ¿Y? -Logró sacar su libreta, y viendo que Ale todavía no se ponía a llorar en brazos de Laura. Tierna, amable y siempre con finales felices Laura, Manuel simplemente se sentó a su lado y miró al resto- Bien, ¿En qué iban?
-No quieren ponerse de acuerdo en un final -Respondió inmediatamente su jefe y compañero.
-Ah, ¿Entonces ya acordaron todo el resto de la historia? -Manuel estaba impresionado. La reunión era para discutir problemas que surgieron en la trama que las tenía trabadas.
-¡No! ¡Pero saltaron de eso hacia el final! -La cara que tenía le mostraba a Manu lo frustrado que estaba con las dos. Pero se lo buscó, fue él quien aprobó la colaboración.
-Uhm... -El moreno alistó su lápiz y pasó su atención a las autoras- ¿Y cuál es el problema?
-¡Ella quiere otro final feliz! -Exclamó Cristina, apartando el fleco de sus ojos.
-¡Y ella quiere matarlos a todos! -Chilló Laura, aún sosteniendo a Ale quien jugaba con los cordones como de cortina que tenía su blusa.
-No dije que a todos, solo a un par.
-¡Pues no lo permitiré!
-¡Chicas, chicas! -Manuel alzó las manos para llamar su atención, aún recordaba la primera reunión en que volaron lápices y libretas antes de que se pusieran de acuerdo en los personajes principales- Tranquilas niñas, ¿Por qué no afinamos primero el resto de la trama? Con eso veremos qué final le queda mejor a la historia.
-¡No! -Gritaron las dos al mismo tiempo. Ale dejó escapar un "Ohh", mientras miraba de una a la otra. Si lo hacían llorar, Manuel no respondía.
-¡Bieen! -Su jefe juntó las manos y se levantó de un salto, yendo hacia la puerta- Recordé que Marce tenía un problema con la portada, y ya que estás aquí, te dejo para que lo resuelvas con tus encargadas.
-¡Oye no, para justo ahí! -No le hizo caso y huyó, dejándolo con las dos locas.
-No vamos a matar a ninguno de los principales, no se lo merecen después de todo por lo que quieres hacerlos pasar -Laura continuaba defendiendo el derecho de sus personajes a un final feliz.
-¡Pero eso es tan predecible!
-¡No para los que hayan leído tus otros libros!
-¡Señoritas! -Manuel volvió a interrumpirlas, porque Ale ya tenía una expresión asustada con tanto grito- ¿Por qué no llegamos a un compromiso? ¿Hay alguna posibilidad para eso?
Las dos se miraron, miraron a Manuel y se quedaron pensando. Finalmente Cristina, con una sonrisa a la altura de su más malvado villano, propuso algo.
-¿Y si matamos... a uno solo? -La cara de Laura se tornó aún más horrorizada.
-¡De ninguna manera!
Manuel soltó un frustrado respiro, y lo más sutil que pudo, sacó a Ale de las piernas de Laura y se acomodó para escuchar otra más de sus interminables discusiones.
...
-...y luego Cristina quiso regalarle de sus libros también, así que sobornaron a Marce para que les trajera uno de los de archivo y, eso, Ale ya tiene cuentos de cuna -Manuel terminó su historia, tomando al fin un sorbo de su té. Ale mordisqueaba una galleta en su silla, y Martín masticaba una media luna mientras miraba la torre de libros intentando recordar cuál era cuál- Esperá, ¿"La puerta trisada" no era de ese lunático que mataba estudiantes y después no recordaba nada?
-Ese es de Cristina, sí...
-¡Manuel! ¡¿No le vas a leer eso para dormir, verdad?!
-Claro que no, pero no le iba a decir a mi escritora que no lo quería, no. Quedará ahí para cuando tenga trece y le venga el interés por los asesinos seriales -Martín lo miró con una cara totalmente espantada- O bueno, para cuando vaya a la universidad y necesite soltar un poco de estrés.
-Ya veo por qué Cristina te pide siempre como editor, son tal para cual.
-¡Graaacias!
...
-... Ahí en medio de una rama, tenía escondida su casa, comía pedazos de hojas, le gustaba tomar sol en las copas... -Manuel llevaba un rato cantando para Alejandro. El pobrecito había despertado llorando, seguramente de una pesadilla. Se aferraba al chaleco de Manu con ambas manos y recargaba su cabecita en su pecho, sobre su corazón. Todavía tenía mojadas las mejillas y los ojitos brillosos. Se le partía el corazón al verlo así.
-¿Quieres que cante algo más animado? -El bebé solo apretó con mayor fuerza su ropa- Cosita, tranquilo... -Le dio un besito en el pelo y fue a sentarse en la cama- Estoy aquí, no pasa nada... -Ale dio un lastimero gimoteo, pero no se largó a llorar otra vez- No vamos a leer más libros de Cristina por un tiempo, ni siquiera los más tranquilos... -Era más fácil para él echarle la culpa al ambiente angustiante y melancólico de los libros de la escritora. La otra razón para los sueños feos de Ale eran todos los cambios que el pobrecito tuvo que sufrir el último mes, y como era parte de esos cambios no se sentía muy cómodo pensando en ello.
-Creo que quedan de las galletas con chips, ¿Comamos unas cuantas a ver si se te pasa? -Fue a levantarse, pero en cuanto se movió el niño tiró con más fuerza y comenzó con su llanto que, más que llanto parecía hipo- No, no, mejor no, nos quedamos aquí, tranquilito... -Viendo que Ale no quería que se moviera, se tiró sobre la cama y abrazó el pequeño cuerpecito que quedó recostado sobre su pecho. Empezó a tararear una melodía, mientras intentaba recordar alguna canción que fuera tranquila y dulce para reconfortar a Alejandro.
- Hijo del corazón... deja ya de llorar... -Dumbo siempre le daba pena de chico, pero era una bonita letra para cantarle a un niño. A su niñito en particular-...junto a ti yo voy a estar, y nunca más te han de hacer mal... -Cerró los ojos, y puso una de sus manos sobre la cabecita de Ale-...tus ojitos de luz, el llanto no ha de nublar... Ven aquí mi dulce amor, nadie nos ha de separar...
Al llegar Martín unos veinte minutos después los encontró así, Manuel tarareando la melodía de "Mira niñita" y Ale con su ojitos cerrados sobre su pecho, gimiendo de vez en cuando entre sueños.
- ¿Manu? -Susurró al entrar al cuarto. Manuel abrió los ojos y con vos triste le habló.
-Está teniendo pesadillas...
Martín sintió el pecho apretado. Se quitó los zapatos y la chaqueta, y cuidadosamente para no despertar al bebé, se tendió a un lado del moreno. Lentamente se fueron acomodando, hasta que Manuel usaba el brazo del rubio como almohada, y Martín cubría la espalda de Alejandro con la mano. Una vez que Manuel comenzó a dormirse, Martín siguió cantando algo para los tres.
...
-¿Cómo va Martín con el chiquito? -Manuel terminó poniendo en altavoz la llamada, siendo que estaba tratando de cambiarle la ropa a Ale. Otro conjunto perdido por el colado. En cuanto el niño escuchó la voz de Francisco, se quedó quieto mirando el teléfono y Manuel aprovecho de ponerle los calcetines.
-Mejor que antes, pero aún no va para el papá del año -Siguió con los pantalones ya que Ale no parecía querer volver a sacudir sus piernas- No sé qué pasa, le ha tomado cariño, lo noto pero es como si no quisiera aceptarlo... tal vez es porque no está tanto en la casa con nosotros, puede que si tuviera que trabajar afuera todos los días como él no me habría encariñado tan rápido tampoco... -Dijo eso, pero viendo los ojitos de Ale que le devolvían la mirada, estaba casi seguro que a esas alturas igual lo querría con locura.
-¿No han sabido nada de la familia? Tal vez algo pasa que no te esté contando...
-Pues más le vale que no, ya me ha dado muchas sorpresas el weon como para volver a ocultarme información.
-Bueno, será mejor que lo hagas hablar, es su hijo después de todo, tiene que hacerse a la idea.
-Eso pienso yo, pero sigue actuando como si Ale solo se fuera a quedar por un rato no más...
-¡Gah! -Ale comenzó a balbucear en cuando Manuel le metió la polera por la cabeza, pero por suerte no trató de quitársela como otras veces.
-Te tengo que cortar, el cabro chico ya me está retando porque lo estoy vistiendo.
-Está bien, ¡Adiós Ale! ¡Pronto vamos a ir a visitarte otra vez!
-Ti-ti Dah...
Manuel cortó la llamada y miró al niño quien también lo miraba con un dedo en la boca.
-Ya nadie me viene a ver a mí, solo vienen por ti.
-¡Mah! -Alejandro aplaudió una vez, y volvió a meterse la mano a la boca. Manuel lo dejó por unos segundos antes de apartarla y secarle la baba.
-Se te van a poner los dedos chuecos, o eso dice mi abuelita...
- ¡To!
Lo levantó de la cama, e iba a llevarlo consigo al escritorio para ponerse a revisar algunos textos cuando un rington que no era el suyo comenzó a sonar.
-¡OH! -Ale giró la cabeza rápidamente hacia un lado, y luego hacia el otro, buscando el origen del ruido. Manuel dio un gruñido.
-¡Argh! ¡Este otra vez no se llevó el celular! -Buscó el teléfono de Martín, hasta que lo encontró a un lado de la tele en la sala. En la pantalla salía el nombre de uno de los hermanos de la madre de Ale. Curioso por saber qué quería, contestó la llamada.
parte 5
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