“Ni el hombre más bravo puede luchar más allá de lo que le permiten sus fuerzas”
Homero
Homero fue un poeta griego al que se le atribuye la autoría de la Ilíada y la Odisea, los dos grandes poemas épicos de la antigua Grecia.
Desde el periodo helenístico, se ha cuestionado la autoría de los principales poemas épicos sin embargo no solo no existen estas dudas sino que la Iliana y la Odisea eran considerados relatos históricos reales.
Muchos historiadores y arqueólogos no han llegado a la conclusión sobre si Homero realmente existió o se trata de un personaje legendario, pues no hay pruebas concretas de su existencia, Algunos piensan que sus obras pudieron haber sido escritas por otros autores antiguos o tal vez son recopilaciones de tradiciones orales del periodo de la antigua Grecia.
Primeros años
El mas remoto testimonio de Homero fue adjudicado falsamente a Herodoto en el siglo V a.C. y en ella es presentado como el hijo de una huérfana seducida de nombre Creteidas, que lo dió a luz en Esmirna en la desembocadura del río Meles y que le puso por nombre Melesígenes.
Se dice que pronto destacó por sus cualidades artísticas, y que tuvo una vida libre y poco convencional. Se cuenta que una enfermedad lo dejó ciego, y desde entonces pasó a llamarse Homero.
Aunque la tradición lo presenta como ciego y errante, es probable que estas características sean falsas, ya que se le atribuían la mayoría de las rapsodas, cuya visión no es la que proporcionan los ojos, sino que serían poseedores de una visión espiritual.
Legado
A Homero se le atribuyeron gran cantidad de poemas pero, ya en la época alejandrina, algunos críticos como Zenódoto de Éfeso, Aristófanes de Bizancio y Aristarco de Samocracia eliminaron de la lista de muchas de las pretendidas obras y le concedieron solamente los dos grandes poemas épicos de la literatura griega antigua.
La Iliada relata un episodio del décimo año de la guerra de Troya, entre Aqueos y troyanos, mientras que la Odisea cuenta las peripecias del viaje por mar de Odiseo y Ulises.
Muchos filósofos griegos combatieron a Homero por su antropomorfismo y de ello se quejan Jenófanes, y Heráclito, aunque el mas crítico de todos fue el mismo Platón criticándolo por ser un mero imitador de una falsa realidad.
Por otra parte, los filósofos estoicos y los neoplatónicos interpretaron los poemas homéricos como relatos alegóricos para evitar así el antropomorfismo literal de sus poemas.
Muerte
Sobre la muerte de Homero también hay mucho misterio, Según documentos históricos del siglo V a.C. Homero habría muerto en la isla de Íos. Aunque los investigadores modernos afirman que no hay ningún dato seguro de ello. De acuerdo con estos historiadores, en caso de que haya existido, se afirma que pudo haber nacido y muerto en la zona colonial griega de Asia menor.
Fuentes: Wikipedia, encyclopaedia.herdereditorial.com, elresumen.com, biografiasyvidas.com
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VISITACIÓN DE LA BEATA VIRGEN MARÍA
Visitación de la Virgen María
FIESTAS LITÚRGICAS
31 mayo
Esta fiesta fue instituida por el Papa Urbano VI en 1389, con el objetivo de poner fin al Gran Cisma mediante la intercesión de la Virgen María. Tiene sus inicios en Bizancio, en la fiesta de la "Deposición en la basílica de Santa María de las Blanquernas de la santa Túnica de la Theotokos”, el 2 de julio, cuando se leía el Evangelio de la visita de María a Isabel. Los franciscanos adoptaron esta fiesta mariana, pero la convirtieron en la Visitación de María, en 1263. Tras la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, la fiesta se fijó el 31 de mayo, al final del mes dedicado a María.
Del Evangelio según san Lucas
En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».
María dijo entonces: «Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador,
porque Él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,
porque el Todopoderoso he hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen.
Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.
Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia,
como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre». (Lc 1,39-56).
La visita
Tras el anuncio del ángel, la Virgen María acude sin demora a casa de su prima Isabel. Puede haber muchas razones por las que la Virgen María emprendió este viaje: el deseo de ponerse al servicio de su prima Isabel, sabiendo que esperaba un hijo a una edad tardía, así como el deseo de comunicar lo que le había sucedido, sabiendo que entre mujeres "visitadas" por el ángel es más fácil entenderse. En ese apresurarse a ir a casa de Isabel, María se revela como una mujer misionera -al llevar y compartir la alegría del anuncio- y como una mujer caritativa -al ponerse al servicio de su prima anciana-.
Pero nada impide pensar que también existía el "santo deseo" de ir a ver la "señal" que el Ángel le había revelado: "Y he aquí que Isabel, tu pariente, en su vejez también ha concebido un hijo, y éste es el sexto mes para ella, que se decía que era estéril: nada es imposible para Dios" (Lc 1,36-37). Al fin y al cabo, también los pastores fueron deprisa a ver la “señal" que los ángeles les anunciaron en la noche de Navidad: "Esta es la señal para vosotros: encontraréis un niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre" (Lc 2,12). Esto confirma que María no subestima los "signos" que Dios le ofrece.
El encuentro entre dos madres
La escena del Evangelio une las dos "anunciaciones", a Isabel y a María: dos mujeres y dos promesas. Y en cuanto escucha el saludo de María, el bebé en el vientre de Isabel comienza a "saltar de alegría". El Mesías, Jesús, aún no nacido, pero está presente en el vientre de su madre María, y se encuentra con Juan, el precursor, un profeta también presente en el vientre de su madre Isabel; el reconocimiento provoca alegría, exultación y danza, como David ante el arca de la Alianza (cfr. 2 Sam 6,12-15).
De la alabanza al servicio
El Magnificat, el canto de alabanza que narra la inversión de la lógica humana -los últimos se convierten en los primeros-, no se queda en letra muerta, sino que se convierte en vida en el servicio.
Oración
María, madre solícita en la Visitación
enséñanos a escuchar la Palabra,
una escucha que nos hace estremecer y, a toda prisa,
hace que nos dirijamos hacia todas las situaciones de pobreza
donde se necesita la presencia de tu Hijo.
Enséñanos a llevar a Jesús
en silencio y con humildad, como tú lo hiciste.
Que nuestras fraternidades (familias) se hagan presentes
entre los que no lo conocen
para difundir su Evangelio,
dando testimonio de él, no con palabras, sino con la vida;
no anunciándolo, sino viviéndolo.
Enséñanos a viajar con sencillez
como tú hiciste,
con la mirada puesta siempre en Jesús
presente en tu vientre:
contemplándolo, adorándolo e imitándolo.
María, mujer del Magnificat
enséñanos a ser fieles a nuestra misión:
llevar a Jesús a la gente.
Oh amada Madre, esta es tu propia misión,
la primera que Jesús te confió,
y que te has dignado a compartir con nosotros.
Ayúdanos e intercede por nosotros para que podamos hacer
lo que tu hiciste en la casa de Zacarías,
glorificando a Dios y santificando a las personas en Jesús,
¡por Él y para Él! ¡Amén!
(Beato Carlos de Foucauld)
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"En el horizonte de la simulación, no sólo ha desaparecido en el mundo sino que ya ni siquiera puede ser planteada la pregunta de su existencia. Pero es posible que esto sea una tetra del propio mundo. Los iconólatras de Bizancio eran personas sutiles que pretendían representar a Dios para su mayor gloria pero que, al simular a Dios en las imágenes, disimulaban con ello el problema de su existencia. Detrás de cada una de ellas, de hecho, Dios había desaparecido. No había muerto, había desaparecido. Es decir, ya no se planteaba el problema. Quedaba resuelto con la simulación. Lo mismo hacemos con el problema de la verdad o de la realidad de este mundo: lo hemos resuelto con la simulación técnica y con la profusión de imágenes en las que no hay nada que ver. Pero ¿no es la estrategia del propio Dios aprovechar las imágenes para desaparecer, obedeciendo él mismo a la pulsión de no dejar huellas? Así se ha realizado la profecía: vivimos en un mundo en el que la más elevada función del signo es hacer desaparecer la realidad, y enmascarar al mismo tiempo esa desaparición. El arte no hace hoy otra cosa. Los media no hacen hoy otra cosa. Por eso están condenados al mismo destino".
El crimen perfecto, Jean Baudrillard
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