Tumgik
#emplomado
dazune · 2 years
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Una nube quiere escapar de su cielo emplomado. Y las flores quieren bailar sobre un suelo mojado. Hoy el sol quiere iluminar a este mundo en tinieblas. Y ahora un trueno se hace escuchar porque perdió la paciencia
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Galileo Chini-Italia
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www.italialibertad.it | Galileo Chini, Vitral 1908 Vidrio pintado y emplomado 196x80 cm. Fornaci San Lorenzo Coll. privado.
Galileo Andrea Maria Chini (Florencia, 2 de diciembre de 1873-23 de agosto de 1956) fue un pintor, decorador, diseñador gráfico y ceramista italiano, considerado entre los protagonistas del modernismo (denominado Stilo Liberty o Floreale) en Italia. Azulejo con firma de la Manifattura Chini de Borgo San Lorenzo, 1911 Biografía La formación de Galileo Chini es prácticamente única en el panorama del arte italiano. Florencia, hijo de Elio Chini, sastre y músico , y de Aristea Bastiani
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sem-piterno · 11 months
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"La tercera expedición", cuento Ray Bradbury- Crónicas Marcianas
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La nave vino del espacio. Vino de las estrellas, y las velocidades negras, y los movimientos brillantes, y los silenciosos abismos del espacio. Era una nave nueva, con fuego en las entrañas y hombres en las celdas de metal, y se movía en un silencio limpio, vehemente y cálido. Llevaba diecisiete hombres, incluyendo un capitán. En la pista de Ohio la muchedumbre había gritado agitando las manos a la luz del sol, y el cohete había florecido en ardientes capullos de color y había escapado alejándose en el espacio ¡en el tercer viaje a Marte!  
Ahora estaba desacelerando con una eficiencia metálica en las atmósferas superiores de Marte. Era todavía hermoso y fuerte. Había avanzado como un  pálido leviatán marino por las aguas de medianoche del espacio; había dejado atrás la luna antigua y se había precipitado al interior de una nada que seguía a otra nada. Los hombres de la tripulación se habían golpeado, enfermado y curado, alternadamente. Uno había muerto, pero los dieciséis sobrevivientes, con los ojos claros y las caras apretadas contra las ventanas de gruesos vidrios, observaban ahora cómo Marte oscilaba subiendo debajo de ellos.
-¡Marte! -exclamó el navegante Lustig.  
-¡El viejo y simpático Marte! -dijo Samuel Hinkston, arqueólogo.
-Bien -dijo el capitán John Black.              
El cohete se posó en un prado verde. Afuera, en el prado, había un ciervo de hierro. Más allá, se alzaba una alta casa victoriana, silenciosa a la luz del sol, toda cubierta de volutas y molduras rococó, con ventanas de vidrios coloreados: azules y rosas y verdes y amarillos. En el porche crecían unos geranios, y una vieja hamaca colgaba del techo y se balanceaba, hacia atrás, hacia delante, hacia atrás, hacia delante, mecida por la brisa. La casa estaba coronada por una cúpula, con ventanas de vidrios rectangulares y un techo de caperuza. Por la ventana se podía ver una pieza de música titulada Hermoso Ohio, en un atril. 
Alrededor del cohete y en las cuatro direcciones se extendía el pueblo, verde y tranquilo bajo el cielo primaveral de Marte. Había casas blancas y de ladrillos rojos, y álamos altos que se movían en el viento, y arces y castaños, todos altos.
En el campanario de la iglesia dormían unas campanas doradas. 
Los hombres del cohete miraron fuera y vieron todo esto. Luego se miraron unos a otros y miraron otra vez fuera, pálidos, tomándose de los codos, como si no pudieran respirar.
-Demonios -dijo Lustig en voz baja, frotándose torpemente los ojos-. Demonios.
-No puede ser -dijo Samuel Hinkston.  
Se oyó la voz del químico.
-Atmósfera enrarecida, señor, pero segura. Hay suficiente oxígeno.
-Entonces saldremos -dijo Lustig.
-Esperen -replicó el capitán John Black-. ¿Qué es esto en realidad?
-Es un pueblo, con aire enrarecido, pero respirable, señor.
-Y es un pueblo idéntico a los pueblos de la Tierra -dijo Hinkston el arqueólogo-.
Increíble. No puede ser, pero es.  El capitán John Black lo miró inexpresivamente.
-¿Cree usted posible que las civilizaciones de dos planetas marchen y evolucionen de la misma manera, Hinkston?
-Nunca lo hubiera pensado, capitán.
El capitán se acercó a la ventana. 
-Miren. Geranios. Una planta de cultivo. Esa variedad específica se conoce en la Tierra sólo desde hace cincuenta años. Piensen cómo evolucionan las plantas, durante miles de años. Y luego díganme si es lógico que los marcianos tengan: primero, ventanas con vidrios emplomados; segundo, cúpulas; tercero, columpios en ¡Os Porches; cuarto, un instrumento que parece un piano y que probablemente es un piano; y quinto, si miran ustedes detenidamente por la lente telescópica, ¿es lógico que un compositor marciano haya compuesto una pieza de música titulada, aunque parezca mentira, Hermoso Ohio? ¡Esto querría decir que hay un río Ohio en Marte!
-¡El capitán Williams, por supuesto! -exclamó Hinkston.
-¿Qué?
-El capitán Williams y su tripulación de tres hombres. Nathaniel York y su compañero. ¡Eso lo explicaría todo!
-Eso no explicaría nada. Según parece, el cohete de York estalló el día que llegó a Marte, y York y su compañero murieron. En cuanto a Williams y sus tres hombres, el cohete fue destruido al día siguiente de haber llegado. Al menos las pulsaciones de los transmisores cesaron entonces. Si hubieran sobrevivido, se habrían comunicado con nosotros. De todos modos, desde la expedición de York sólo ha pasado un año, y el capitán Williams y sus hombres llegaron aquí en el mes de agosto. Suponiendo que estén vivos, ¿hubieran podido construir un pueblo como éste y envejecerlo en tan poco tiempo, aun con la ayuda de una brillante raza marciana? Miren el pueblo; está ahí desde hace por lo menos setenta años. Miren la madera de ese porche; miren esos árboles, ¡todos centenarios! No, esto no es obra de York o Williams. Es otra cosa, y no me gusta. Y no saldré de la nave antes de aclararlo.
-Además -dijo Lustig---, Williams y sus hombres, y también York, descendieron en el lado opuesto de Marte. Nosotros hemos tenido la precaución de descender en este lado.
-Excelente argumento. Como es posible que una tribu marciana hostil haya matado a York y a Williams, nos ordenaron que descendiéramos en una región alejada, para evitar otro desastre. Estamos por lo tanto, o así parece, en un lugar que Williams y York no conocieron.
-Maldita sea --dijo Hinkston-. Yo quiero ir al pueblo, capitán, con el permiso de usted. Es posible que en todos los planetas de nuestro sistema solar haya pautas similares de ideas, diagramas de civilización. ¡Quizás estemos en el umbral del descubrimiento psicológico y metafísico más importante de nuestra época!
-Yo quisiera esperar un rato -dijo el capitán John Black.
-Es posible, señor, que estemos en presencia de un fenómeno que demuestra por primera vez, y plenamente, la existencia de Dios, señor.
-Muchos buenos creyentes no han necesitado esa prueba, señor Hinkston.
-Yo soy uno de ellos, capitán. Pero es evidente que un pueblo como éste no puede existir sin intervención divina. ¡Esos detalles! No sé si reír o llorar.
-No haga ni una cosa ni otra, por lo menos hasta saber con qué nos enfrentamos.
-¿Con qué nos enfrentamos? -dijo Lustig---. Con nada, capitán. Es un pueblo agradable, verde y tranquilo, un poco anticuado como el pueblo donde nací. Me gusta el aspecto que tiene.
-¿Cuándo nació usted, Lustig?
-En mil novecientos cincuenta.
-¿Y usted, Hinkston?
-En mil novecientos cincuenta y cinco. En Grinnell, Iowa. Y este pueblo se parece al mío.
-Hinkston, Lustig, yo podría ser el padre de cualquiera de ustedes. Tengo ochenta años cumplidos. Nací en mil novecientos veinte, en Illinois, y con la ayuda de Dios y de la ciencia, que en los últimos cincuenta años ha logrado rejuvenecer a los viejos, aquí estoy, en Marte, no más cansado que los demás, pero infinitamente más receloso. Este pueblo, quizá pacífico y acogedor, se parece tanto a Green Bluff, Illinois, que me espanta. Se parece demasiado a Green Bluff. -Y volviéndose hacia el radiotelegrafista, añadió-: Comuníquese con la Tierra. Dígales que hemos llegado. Nada más. Dígales que mañana enviaremos un informe completo.
-Bien, capitán.
El capitán acercó al ojo de buey una cara que tenía que haber sido la de un octogenario, pero que parecía la de un hombre de unos cuarenta años.
-Le diré lo que vamos a hacer, Lustig. Usted, Hinkston y yo daremos una vuelta por el pueblo. Los demás se quedan a bordo. Si Ocurre algo, se irán en seguida.
Es mejor perder tres hombres que toda una nave. Si ocurre algo malo, nuestra tripulación puede avisar al próximo cohete. Creo que será el del capitán Wilder, que saldrá en la próxima Navidad. Si en Marte hay algo hostil queremos que el próximo cohete venga bien armado.
-También lo estamos nosotros. Disponemos de un verdadero arsenal.
-Entonces, dígale a los hombres que se queden al pie del cañón. Vamos, Lustig, Hinkston.
Los tres hombres salieron juntos por las rampas de la nave.  
Era un hermoso día de primavera. Un petirrojo posado en un manzano en flor cantaba continuamente. Cuando el viento rozaba las ramas verdes, caía una lluvia de pétalos de nieve, y el aroma de los capullos flotaba en el aire. En alguna parte del pueblo alguien tocaba el piano, y la música iba y venía e iba, dulcemente, lánguidamente. La canción era Hermosa soñadora. En alguna otra parte, en un gramófono, chirriante y apagado, siseaba un disco de Vagando al anochecer, cantado por Harry Lauder.
Los tres hombres estaban fuera del cohete. jadearon aspirando el aire enrarecido, y luego echaron a andar, lentamente, como para no fatigarse.
Ahora el disco del gramófono cantaba:
 Oh, dame una noche de junio,
           la luz de la luna y tú
Lustig se echó a temblar. Samuel Hinkston hizo lo mismo.
El cielo estaba sereno y tranquilo, y en alguna parte corría un arroyo, a la sombra de un barranco con árboles. En alguna parte trotó un caballo, y traqueteó una carreta.
-Señor -dijo Samuel Hinkston-, tiene que ser, no puede ser de otro modo, ¡los viajes a Marte empezaron antes de la Primera Guerra Mundial!
...
-No.
-¿De qué otro modo puede usted explicar esas casas, el ciervo de hierro, los pianos, la música? -Y Hinkston tomó persuasivamente de un codo al capitán y lo miró a los ojos-. Si usted admite que en mil novecientos cinco había gente que odiaba la guerra, y que uniéndose en secreto con algunos hombres de ciencia construyeron un cohete y vinieron a Marte...
-No, no, Hinkston.
-¿Por qué no? El mundo era muy distinto en mil novecientos cinco. Era fácil guardar un secreto.
-Pero algo tan complicado como un cohete no, no se puede ocultan
-Y vinieron a vivir aquí, y naturalmente, las casas que construyeron fueron similares a las casas de la Tierra, pues junto con ellos trajeron la civilización terrestre.
-¿Y han vivido aquí todos estos años? -preguntó el capitán.
-En paz y tranquilidad, sí. Quizás hicieron unos pocos viajes, bastantes como para traer aquí a la gente de un pueblo pequeño, y luego no volvieron a viajar, pues no querían que los descubrieran. Por eso este pueblo parece tan anticuado. No veo aquí nada posterior a mil novecientos veintisiete, ¿no es cierto? -Es posible, también, que los viajes en cohete sean aún más antiguos de lo que pensamos.
Quizá comenzaron hace siglos en alguna parte del mundo, y las pocas personas que vinieron a Marte y viajaron de vez en cuando a la Tierra supieron guardar el secreto.
-Tal como usted lo dice, parece razonable.
~Lo es. Tenemos la prueba ante nosotros; sólo nos falta encontrar a alguien y verificarlo.
La hierba verde y espesa apagaba el sonido de las botas. En el aire había un olor a césped recién cortado. A pesar de sí mismo, el capitán John Black se sintió inundado por una gran paz. Durante los últimos treinta años no había estado nunca en un pueblo pequeño, y el zumbido de las abejas primaverales lo acunaba y tranquilizaba, y el aspecto fresco de las cosas era como un bálsamo para él.
Los tres hombres entraron en el porche y fueron hacia la puerta de tela de alambre. Los pasos resonaron en las tablas del piso. En el interior de la casa se veía una araña de cristal, una cortina de abalorios que colgaba a la entrada del vestíbulo, y en una pared, sobre un cómodo sillón Morris, un cuadro de Maxfield Parrish. La casa olía a desván, a vieja, e infinitamente cómoda. Se alcanzaba a oír el tintineo de unos trozos de hielo en una jarra de limonada. Hacía mucho calor, y en la cocina distante alguien preparaba un almuerzo frío. Alguien tarareaba entre dientes, con una voz dulce y aguda.
El capitán John Black hizo sonar la campanilla.  
Unas pisadas leves y rápidas se acercaron por el vestíbulo, y una señora de unos cuarenta años, de cara bondadosa, vestida a la moda que se podía esperar en 1909, asomó la cabeza y los miró.
-¿Puedo ayudarlos? -preguntó.
 -Disculpe -dijo el capitán, indeciso-, pero buscamos.... es decir, deseábamos...
La mujer lo miró con ojos oscuros y perplejos.
-Si venden algo...
-No, espere. ¿Qué pueblo es éste?
La mujer lo miró de arriba abajo.
-¿Cómo qué pueblo es éste? ¿Cómo pueden estar en un pueblo y no saber cómo se llama?
El capitán tenía el aspecto de querer ir a sentarse debajo de un árbol, a la sombra.
-Somos forasteros. Queremos saber cómo llegó este pueblo aquí y cómo usted llegó aquí.
-¿Son ustedes del censo?
-No.
-Todo el mundo sabe -dijo la mujer- que este pueblo fue construido en mil ochocientos sesenta y ocho. ¿Se trata de un juego?.
-No, no es un juego -exclamó el capitán-. Venimos de la Tierra.
-¿Quiere decir de debajo de la tierra?
-No. Venimos del tercer planeta, la Tierra, en una nave. Y hemos descendido aquí, en el cuarto planeta, Marte...
-Esto -explicó la mujer como si le hablara a un niño- es Green Bluff, Illinois, en el continente americano, entre el océano Pacífico y el océano Atlántico, en un lugar llamado el mundo y a veces la Tierra. Ahora, váyanse. Adiós.
La mujer trotó vestíbulo abajo, pasando los dedos por entre las cortinas de abalorios.
Los tres hombres se miraron.
-Propongo que rompamos la puerta de alambre -dijo Lustig.
-No podemos hacerlo. Es propiedad privada. ¡Dios santo!
Fueron a sentarse en el escalón del porche.
--Se le ha ocurrido pensar, Hinkston, que quizá nos salimos de la trayectoria, de alguna manera, y por accidente descendimos en la Tierra?
-¿Y cómo lo hicimos?
-No lo sé, no lo sé. Déjeme pensar, por Dios.
-Comprobamos cada kilómetro de la trayectoria -dijo Hinkston---. Nuestros cronómetros dijeron tantos kilómetros. Dejamos atrás la Luna y salimos al espacio,
y aquí estamos. Estoy seguro de que estamos en Marte.
_¿Y si por accidente nos hubiésemos perdido en las dimensiones del espacio y el tiempo, y hubiéramos aterrizado en una Tierra de hace treinta o cuarenta años?
-¡Oh, por favor, Lustig!
Lustig se acercó a la puerta, hizo sonar la campanilla y gritó a las habitaciones frescas y oscuras:
-¿En qué año estamos?
-En mil novecientos veintiséis, por supuesto -contestó la mujer, sentada en una mecedora, tomando un sorbo de limonada.
Lustig se volvió muy excitado.
-¿Lo oyeron? Mil novecientos veintiséis. ¡Hemos retrocedido en el tiempo!
¡Estamos en la Tierra!
Lustig se sentó, y los tres hombres se abandonaron al asombro y al terror, acariciándose de vez en cuando las rodillas.
-Nunca esperé nada semejante -dijo el capitán-. Confieso que tengo un susto de todos los diablos. ¿Cómo puede ocurrir una cosa así? ojalá hubiéramos traído a Einstein con nosotros.
-¿Nos creerá alguien en este pueblo? -preguntó Hinkston- ¿Estaremos jugando con algo peligroso? Me refiero al tiempo. ¿No tendríamos que elevarnos simplemente y volver a la Tierra?
-No. No hasta probar en otra casa. 
Pasaron por delante de tres casas hasta un pequeño cottage blanco, debajo de un roble.
-Me gusta ser lógico Y quisiera atenerme a la lógica -dijo el capitán-. Y no creo que hayamos puesto el dedo en la llaga. Admitamos, Hinkston, como usted sugirió antes, que se viaje en cohete desde hace muchos años. Y que los terrestres, después de vivir aquí algunos años, comenzaron a sentir nostalgias de la Tierra.
Primero una leve neurosis, después una psicosis, y por fin la amenaza de la locura. ¿Qué haría usted, como psiquiatra, frente a un problema de esas dimensiones?
Hinkston reflexionó.
-Bueno, pienso que reordenaría la civilización de Marte, de modo que se pareciera, cada día más, a la de la Tierra. Si fuese posible reproducir las plantas, las carreteras, los lagos, y aun los océanos, los reproduciría. Luego, mediante una vasta hipnosis colectiva, convencería a todos en un pueblo de este tamaño que esto era realmente la Tierra, y no Marte.
-Bien pensado, Hinkston. Creo que estamos en la pista correcta. La mujer de aquella casa piensa que vive en la Tierra. Ese pensamiento protege su cordura.
Ella y los demás de este pueblo son los sujetos de¡ mayor experimento en migración e hipnosis que hayamos podido encontrar.
-¡Eso es! -exclamó Lustig.
-Tiene razón -dijo Hinkston.
El capitán suspiró.
-Bien. Hemos llegado a alguna parte. Me siento mejor. Todo es un poco más lógico. Ese asunto de las dimensiones, de ir hacia atrás y hacia delante viajando por el tiempo, me revuelve el, estómago. Pero de esta manera... -El capitán sonrió-: Bien, bien, parece que seremos bastante populares aquí.
 -¿Cree usted? -dijo Lustig---. Al fin y al cabo, esta gente vino para huir de la Tierra, como los Peregrinos. Quizá vernos no los haga demasiado felices. Quizás intenten echarnos o matamos.
-Tenemos mejores armas. Ahora a la casa siguiente. ¡Andando!
Apenas habían cruzado el césped de la acera, cuando Lustig se detuvo y miró a lo largo de la calle que atravesaba el pueblo en la soñadora paz de la tarde.
-Señor -dijo.  
-¿Qué pasa, Lustig?
-Capitán, capitán, lo que veo...
Lustig se echó a llorar. Alzó unos dedos que se le retorcían y temblaban, y en su cara hubo asombro, incredulidad y dicha. Parecía como si en cualquier momento fuese a enloquecer de alegría. Miró calle abajo y empezó a correr, tropezando torpemente, cayéndose y levantándose, y corriendo otra vez.
-¡Miren! ¡Miren!
-¡No dejen que se vaya! -El capitán echó también a correr.
Lustig se alejaba rápidamente, gritando. Cruzó uno de los jardines que bordeaban la calle sombreada y entró de un salto en el porche de una gran casa verde con un gallo de hierro en el tejado.
Gritaba y lloraba golpeando la puerta cuando Hinkston y el capitán llegaron corriendo detrás de él. Todos jadeaban y resoplaban, extenuados por la carrera y el aire enrarecido.
-¡Abuelo! ¡Abuela! -gritaba Lustig.  
Dos ancianos, un hombre y una mujer, estaban de pie en el porche.  
-¡David! -exclamaron con voz aflautada y se apresuraron a abrazarlo y a palmearle la espalda, moviéndose alrededor---. ¡Oh, David, David, han pasado tantos años!
¡Cuánto has crecido, muchacho! Oh, David, muchacho, ¿cómo te encuentras?
-¡Abuelo! ¡Abuela! -sollozaba David Lustig---. ¡Qué buena cara tenéis!  
Retrocedió, los hizo girar, los besó, los abrazó, lloró sobre ellos Y volvió a retroceder mirándolos con ojos parpadeantes. El sol brillaba en el cielo, el viento soplaba, el césped era verde, las puertas de tela de alambre estaban abiertas de par en par.
 -Entra, muchacho, entra. Hay té helado, mucho té.  
-Estoy con unos amigos. -Lustig se dio vuelta e hizo señas al capitán, excitado, riéndose-. Capitán, suban.
-¿Cómo están ustedes? -dijeron los viejos---. Pasen. Los amigos de David son también nuestros amigos. ¡No se queden ahí!
La sala de la vieja casa era muy fresca, y se oía el sonoro tictac de un reloj de abuelo, alto y largo, de molduras de bronce. Había almohadones blandos sobre largos divanes y paredes cubiertas de libros y una gruesa alfombra de arabescos   rosados, y las manos sudorosas sostenían los vasos de té, helado y fresco en las bocas sedientas.
-Salud. -La abuela se llevó el vaso a los dientes de porcelana.
-¿Desde cuándo estáis aquí, abuela? -preguntó Lustig.
-Desde que nos morimos -replicó la mujer.  
El capitán John Black puso el vaso en la mesa.
-¿Desde cuándo?  
-Ah, sí. -Lustig asintió-. Murieron hace treinta años.
-¡Y usted ahí tan tranquilo! -gritó el capitán.
-Silencio. -La vieja guiñó un ojo brillante-. ¿Quién es usted para discutir lo que pasa? Aquí estamos. ¿Qué es la vida, de todos modos? ¿Quién decide por qué, para qué o dónde? Sólo sabemos que estamos aquí, vivos otra vez, y no hacemos preguntas. Una, segunda oportunidad. -Se inclinó y mostró una muñeca delgada-. Toque. -El capitán tocó-. Sólida, ¿eh? -El capitán asintió-. Bueno, entonces - concluyó con aire de triunfo-, ¿para qué hacer preguntas?
-Bueno -replicó el capitán-, nunca imaginamos que encontraríamos una cosa como ésta en Marte.  
-Pues la han encontrado. Me atrevería a decirle que hay muchas cosas en todos los planetas que le revelarían los infinitos designios de Dios.
-¿Esto es el cielo? -preguntó Hinkston.
-Tonterías, no. Es un mundo y tenemos aquí una segunda oportunidad. Nadie nos dijo por qué. Pero tampoco nadie nos dijo por qué estábamos en la Tierra. Me refiero a la otra Tierra, esa de donde vienen ustedes. ¿Cómo sabemos que no había todavía otra además de ésa?
- Buena pregunta -dijo el capitán.
Lustig no dejaba de sonreír mirando a sus abuelos.
-Qué alegría veros, qué alegría.
El capitán se incorporó y se palmeó una pierna con aire de descuido.
-Tenemos que irnos. Muchas gracias por las bebidas.
-Volverán, por supuesto -dijeron los viejos-. Vengan esta noche a cenar.
-Trataremos de venir, gracias. Hay mucho que hacer. Mis hombres me esperan en el cohete y..
Se interrumpió. Se volvió hacia la puerta, sobresaltado.
Muy lejos a la luz del sol había un sonido de voces y grandes gritos de bienvenida.
-¿Qué pasa? -preguntó Hinkston.  
-Pronto lo sabremos.
El capitán John Black cruzó abruptamente la puerta, corrió por la hierba verde y salió a la calle del pueblo marciano.
Se detuvo mirando el cohete. Las portezuelas estaban abiertas y la tripulación salía y saludaba, y se mezclaba con la muchedumbre que se había reunido, hablando, riendo, estrechando manos. La gente bailaba alrededor. La gente se arremolinaba. El cohete yacía vacío y abandonado.  
Una banda de música rompió a tocar a la luz del sol, lanzando una alegre melodía desde tubas y trompetas que apuntaban al cielo. Hubo un redoble de tambores y un chillido de gaitas. Niñas de cabellos de oro saltaban sobre la hierba. Niños gritaban: «¡Hurra!». Hombres gordos repartían cigarros. El alcalde del pueblo pronunció un discurso. Luego, los miembros de la tripulación, dando un brazo a una madre, y el otro a un padre o una hermana, se fueron muy animados calle abajo y entraron en casas pequeñas y en grandes mansiones.  
Las puertas se cerraron de golpe.
El calor creció en el claro cielo de primavera, y todo quedó en silencio. La banda de música desapareció detrás de una esquina, alejándose del cohete, que brillaba y centelleaba a la luz del sol.
-¡Deténganse! -gritó el capitán Black. -¡Lo han abandonado! -dijo el capitán-. ¡Han abandonado la nave! ¡Les arrancaría la piel! ¡Tenían órdenes precisas!
-Capitán, no sea duro con ellos -dijo Lustig---. Se han encontrado con parientes y amigos.  
-¡No es una excusa!  
-Piense en lo que habrán sentido con todas esas caras familiares alrededor de la nave -dijo Lustig.
-Tenían órdenes, maldita sea.
-¿Qué hubiera sentido usted, capitán?  
-Hubiera cumplido las órdenes... -comenzó a decir el capitán, y se quedó boquiabierto.  
Por la acera, bajo el sol de Marte, venía caminando un joven de unos veintiséis años, alto, sonriente, de ojos asombrosamente claros y azules.
-¡John! -gritó el joven, y trotó hacia ellos.  
-¿Qué? -El capitán Black se tambaleó.  
El joven llegó corriendo, le tomó la mano y le palmeó la espalda.
-¡John, bandido!  
-Eres tú -dijo el capitán John Black.
-¡Claro que soy yo! ¿Quién creías que era?
-iEdward!
El capitán, reteniendo la mano del joven desconocido, se volvió a Lustig y a Hinkston.
-Éste es mi hermano Edward. Ed, te presento a mis hombres: Lustig, Hinkston. ¡Mi hermano!
John y Edward se daban la mano y se apretaban los brazos. Al fin se abrazaron.
-¡Ed!
-Johri, sinvergüenza!
-Tienes muy buena cara, Ed, pero ¿cómo? No has cambiado nada en todo este tiempo. Moriste, recuerdo, cuando tenías veintiséis años y yo diecinueve. ¡Dios mío! Hace tanto tiempo, y aquí estás. Señor, ¿qué pasa aquí?
 -Mamá está esperándonos -dijo Edward Black sonriendo.
-¿Mamá?
-Y papá también.
-¿Papá? 
El capitán casi cayó al suelo como si lo hubieran golpeado con un arma poderosa.
Echó a caminar rígidamente, con pasos desmañados.
-¿Papá y mamá vivos? ¿Dónde están?
-En la vieja casa de Oak Knoll Avenue.
-¡En la vieja casa! -El capitán miraba fijamente con un deleitado asombro-. ¿Han oído ustedes, Lustig, Hinkston?
Hinkston se había ido. Había visto su propia casa en el fondo de la calle y corría hacia ella. Lustig se reía.
-¿Ve usted, capitán, qué les ha ocurrido a los del cohete? No han podido evitarlo.
-Sí, sí. -El capitán cerró los ojos-. Cuando vuelva a mirar habrás desaparecido. - Parpadeó-. Todavía estás aquí. Oh, Dios, ¡pero qué buen aspecto tienes, Ed!
-Vamos, nos espera el almuerzo. Ya he avisado a mamá.
Lustig dijo:  
-Señor, estaré en casa de mis abuelos si me necesita.
-¿Qué? Ah, muy bien, Lustig. Nos veremos más tarde.
Edward tomó de un brazo al capitán.  
-Ahí está la casa. ¿La recuerdas?  
-¡Claro que la recuerdo! Vamos. A ver quién llega primero al porche.  
Corrieron. Los árboles rugieron sobre la cabeza del capitán Black; el suelo rugió bajo sus pies. Delante de él, en un asombroso sueño real, veía la figura dorada de Edward Black y la vieja casa, que se precipitaba hacia ellos, con las puertas de tela de alambre abiertas de par en pan  -¡Te he ganado! -exclamó Edward.
-Soy un hombre viejo -jadeó el capitán- y tú eres joven todavía. Además siempre me ganabas, me acuerdo muy bien.
En el umbral, mamá, sonrosada, rolliza y alegre. Detrás, papá, con canas amarillas y la pipa en la mano.
-¡Mamá! ¡Papá! 
El capitán subió las escaleras corriendo como un niño.
Fue una hermosa y larga tarde de primavera. Después de una prolongada sobremesa se sentaron en la sala y el capitán les habló del cohete, y ellos asintieron y mamá no había cambiado nada y papá cortó con los dientes la punta de un cigarro y lo encendió pensativamente como acostumbraba antes. A la noche comieron un gran pavo y el tiempo fue pasando. Cuando los huesos quedaron tan limpios como palillos de tambor, el capitán se echó hacia atrás en su silla y suspiró satisfecho. La noche estaba en todos los árboles y coloreaba el cielo, y las lámparas eran aureolas de luz rosada en la casa tranquila. De todas las otras casas, a lo largo de la calle, venían sonidos de músicas, de pianos, y de puertas que se cerraban.
Mamá puso un disco en el gramófono y bailó con el capitán John Black. Llevaba el mismo perfume de aquel verano, cuando ella y papá murieron en el accidente de tren. El capitán la sintió muy real entre los brazos, mientras bailaban con pasos ligeros.
-No todos los días se vuelve a vivir -dijo ella.
-Me despertaré por la mañana -replicó el capitán-, y me encontraré en el cohete, en el espacio, y todo esto habrá desaparecido.  
-No, no pienses eso -lloró ella dulcemente-. No dudes. Dios es bueno con nosotros. Seamos felices.
-Perdón, mamá.  
El disco terminó con un siseo circular.
-Estás cansado, hijo mío -le dijo papá señalándolo con la pipa-. Tu antiguo dormitorio te espera; con la cama de bronce y, todas tus cosas.  
-Pero tendría que llamar a mis hombres.
-¿Por qué?
-¿Por qué? Bueno, no lo sé. En realidad, creo que no hay ninguna razón. No, ninguna. Estarán comiendo o en cama. Una buena noche de descanso no les hará daño.
-Buenas noches, hijo. -Mamá le besó la mejilla-. Qué bueno es tenerte en casa.  
-Es bueno estar en casa.
El capitán dejó aquel país de humo de cigarros y perfume y libros y luz suave y subió las escaleras charlando, charlando con Edward. Edward abrió una puerta, y allí estaba la cama de bronce amarillo, y los viejos banderines de la universidad, y un muy gastado abrigo de castor que el capitán acarició cariñosamente, en silencio.
-No puedo más, de veras -murmuró-. Estoy entumecido y cansado. Hoy han ocurrido demasiadas cosas. Me siento como si hubiera pasado cuarenta y ocho horas bajo una lluvia torrencial, sin paraguas ni impermeable. Estoy empapado hasta los huesos de emoción.  
Edward estiró con una mano las sábanas de nieve y ahuecó las almohadas. Levantó un poco la ventana y el aroma nocturno del jazmín entró flotando en la habitación. Había luna y sonidos de músicas y voces distantes.  
-De modo que esto es Marte -dijo el capitán, desnudándose.  
-Así es.
Edward se desvistió con movimientos perezosos y lentos, sacándose la camisa por la cabeza y descubriendo unos hombros dorados y un cuello fuerte y musculoso.  
Habían apagado las luces, y ahora estaban en cama, uno al lado del otro, como ¿hacía cuántos años? El aroma de jazmín que empujaba las cortinas de encaje hacia el aire oscuro del dormitorio acunó y alimentó al capitán. Entre los árboles, sobre el césped, alguien había dado cuerda a un gramófono portátil que ahora susurraba una canción: Siempre.
Se acordó de Marilyn.  
-¿Está Marilyn aquí?  
Edward, estirado allí a la luz de la luna, esperó unos instantes y luego contestó:  
-Sí. No está en el pueblo, pero volverá por la mañana.  
El capitán cerró los ojos:  
-Tengo muchas ganas de verla.  
En la habitación rectangular y silenciosa, sólo se oía la respiración d los dos hombres.  
-Buenas noches, Ed.
Una pausa.   
-Buenas noches, John.
El capitán permaneció tendido y en paz, abandonándose a sus propios pensamientos. Por primera vez consiguió hacer a un lado las tensiones del día, y ahora podía pensar lógicamente. Todo había sido emocionante: las bandas de música, las caras familiares. Pero ahora...
«¿Cómo? -se preguntó-. ¿Cómo se hizo todo esto? ¿Y por qué? ¿Con qué propósito? ¿Por la mera bondad de alguna intervención divina? ¿Entonces Dios se preocupa realmente por sus criaturas? ¿Cómo y por qué y para qué?»
Consideró las distintas teorías que habían adelantado Hinkston y Lustig en el primer calor de la tarde. Dejó que otras muchas teorías nuevas le bajaran a través de la mente como perezosos guijarros que giraban echando alrededor unas luces mortecinas. Mamá. Papá. Edward. Tierra. Marte. Marcianos.
«¿Quién había vivido aquí hacía mil años en Marte? ¿Marcianos? ¿0 había sido siempre como ahora?»
Marcianos. El capitán repitió la palabra ociosamente, interiormente.
Casi se echó a reír en voz alta. De pronto se le había ocurrido la más ridícula de las teorías. Se estremeció. Por supuesto, no tenía ningún sentido. Era muy improbable. Estúpida. «Olvídala. Es ridícula.»
»Sin embargo -pensó-, supongamos... Supongamos que Marte esté habitado por marcianos que vieron llegar nuestra nave y nos vieron dentro y nos odiaron. Supongamos ahora, sólo como algo terrible, que quisieran destruir a esos invasores indeseables, y del modo más inteligente, tomándonos desprevenidos. Bien, ¿qué arma podrían usar los marcianos contra las armas atómicas de los terrestres?
»La respuesta era interesante. Telepatía, hipnosis, memoria e imaginación.
»Supongamos que ninguna de estas casas sea real, que esta cama no sea real sino un invento de mi propia imaginación, materializada por los poderes telepáticos e hipnóticos de los marcianos -pensó el capitán John Black-. Supongamos que estas casas tengan realmente otra forma, una forma marciana, y que conociendo mis deseos y mis anhelos, estos marcianos hayan hecho que se parezcan a mi viejo pueblo y mi vieja casa, para que yo no sospeche. ¿Qué mejor modo de engañar a un hombre que utilizar a sus padres como cebo?
»Y este pueblo, tan antiguo, del año mil novecientos veintiséis, muy anterior al
nacimiento de mis hombres... Yo tenía seis años entonces, y había discos de
Harry Lauder, y cortinas de abalorios, y Hermoso Ohio, y cuadros de Maxfield
Parrish que colgaban todavía de las paredes, y arquitectura de principios de siglo.   
¿Y si los marcianos hubieran sacado este pueblo de los recuerdos de mi mente?
Dicen que los recuerdos de la niñez son los más claros. Y después de construir el
pueblo, sacándolo de mi mente, ¡lo poblaron con las gentes más queridas,
sacándolas de las mentes de los tripulantes!
»Y supongamos que esa pareja que duerme en la habitación contigua no sea mi padre y mi madre, sino dos marcianos increíblemente hábiles y capaces de mantenerme todo el tiempo en un sueño hipnótico.
»¿Y aquella banda de música? ¡Qué plan más sorprendente y admirable! Primero, engañar a Lustig, después a Hinkston, y después reunir una muchedumbre; y todos los hombres del cohete, como es natural, desobedecen las órdenes y abandonan la nave al ver a madres, tías,. tíos y novias, muertos hace diez, veinte años. ¿Qué más natural? ¿Qué más inocente? ¿Qué más sencillo? Un hombre no hace muchas preguntas cuando su madre vuelve de pronto a la vida. Está demasiado contento. Y aquí estamos todos esta noche, en distintas casas, distintas camas, sin armas que nos protejan. Y el cohete vacío a la luz de la luna.
¿Y no sería espantoso Y terrible descubrir que todo esto es parte de un inteligente plan de los marcianos para dividirnos y vencernos, y matarnos? En algún momento de esta noche, quizá, mi hermano, que está en esta cama, cambiará de forma, se fundirá y se transformará en otra cosa, en una cosa terrible, un marciano. Sería tan fácil para él volverse en la cama y clavarme un cuchillo en el corazón... Y en todas esas casas, a lo largo de la calle, una docena de otros hermanos o padres fundiéndose de pronto y sacando cuchillos, se abalanzarán sobre los confiados y dormidos terrestres.»
Le temblaban las manos bajo las mantas. Tenía el cuerpo helado. De pronto la teoría no fue una teoría. De pronto tuvo mucho miedo.
Se incorporó en la cama y escuchó. Todo estaba en silencio. La música había cesado. El viento había muerto. Su hermano dormía junto a él.  
Levantó con mucho cuidado las mantas y salió de la cama. Había dado unos pocos pasos por el cuarto cuando oyó la voz de su hermano.
-¿Adónde vas?
-¿Qué?
La voz de su hermano sonó otra vez fríamente:
-He dicho que adónde piensas que vas.
-A beber un trago de agua.
 -Pero no tienes sed.
-Sí, sí, tengo sed.
-No, no tienes sed.
El capitán John Black echó a correr por el cuarto. Gritó, gritó dos veces.
Nunca llegó a la puerta.
 A la mañana siguiente, la banda de música tocó una marcha fúnebre. De todas las casas de la calle salieron solemnes y reducidos cortejos llevando largos cajones, y por la calle soleada, llorando, marcharon las abuelas, las madres, las hermanas, los hermanos, los tíos y los padres, y caminaron hasta el cementerio, donde había fosas nuevas recién abiertas y nuevas lápidas instaladas. Dieciséis fosas en total, y dieciséis lápidas.
El alcalde pronunció un discurso breve y triste, con una cara que a veces parecía la cara del alcalde y a veces alguna otra cosa.
El padre y la madre del capitán John Black estaban allí, con el hermano Edward, llorando, y sus caras antes familiares, se fundieron y transformaron en alguna otra cosa.
El abuelo y la abuela de Lustig estaban allí, sollozando, y sus caras brillantes, con ese brillo que tienen las cosas en los días de calor, se derritieron como la cera.
Bajaron los ataúdes. Alguien habló de «la inesperada muerte durante la noche de dieciséis hombres dignos ... ».
La tierra golpeó las tapas de los cajones.
La banda de música volvió de prisa al pueblo, con paso marcial, tocando Columbia,  la perla del océano, y ya nadie trabajó ese día.
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grupojdar-27 · 2 years
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andymohammed-rah · 2 years
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operaeoperanews · 6 years
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BUENOS AIRES, ARGETINA. El Palacio Paz fue la residencia más grande y una de las más lujosas de la ciudad de Buenos Aires. Propiedad de José Paz y fiel reflejo de la arquitectura de principios del Siglo XX. En esta foto destaca el gran Hall de recepciones, de estilo barroco, que presenta una importante volumetría y altura y en cuya parte superior se ubica un gran redondo vitral con varias imágenes. Todo muy estilo francés. . . . . #palaciopaz #buenosaires #argentina#hall#vitral #cristaleras #emplomado#palazzo #palace #circulomilitar #maderadecaoba #lovebuenosaires #instabuenosaires #instaargentina #igbuenosaires #cupula #piedratallada #palacio #ig_argentina #ig_buenosaires #beauxarts #marmoles #loves_argentina #lovebuenosaires https://www.instagram.com/p/BtbSqxaBpek/?utm_source=ig_tumblr_share&igshid=cl1tprlo50m0
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vitralisima · 7 years
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Julian a Helen y Aline
Queridas Helen y Aline,
Emma y yo cogimos el tren desde la estación de Paddington bastante temprano (supongo que podríamos haber ido al Instituto y ver si nos dejaban usar el Portal, pero parecía un problema y además, no es nuestro primer viaje en tren por Inglaterra).
Nos bajamos del tren en Exeter, una ciudad desmadejada con una gran catedral de estilo Gótico. Tessa nos estaba esperando para recogernos en un Mini de color verde con Mina sentada en un asiento para niños en la parte de atrás. Llevaba puestas unas gafas de buceo. Me recordó a Tavvy cuando era más pequeño. Emma se puso atrás y jugó a cucú tras con Mina; yo hablé con Tessa mientras atravesábamos pastos de un increíble verde. Odio cuando la gente dice “Parece de película”, pero es que lo parecía de verdad. No podía parar de querer bajarme del coche y pintar el paisaje.
Atravesamos una gran entrada y luego seguimos por un camino largo, bordeado de robles y álamos. Pensé que estábamos en algún tipo de parque nacional; había senderos y mucha vegetación y flores. Tessa me dijo que las violeta eran campanillas (pensé que serían azules la verdad) y las amarillas eran celidonias. Pasamos por una gran casa de cristal y luego llegamos a lo que juro pensé que era un castillo.
Había oído que Cirenworth era un lugar lujoso, pero no había pensado cuánto. Está esta enorme pila de piedra dorada con pequeñas torretas y ventanas llenas de vidrio emplomado. También hay un gran amino circular frente a la casa, y aparcamos allí, justo frente a unos escalones que podrían haber estado perfectamente en la entrada de un museo. Jem y Kit estaban esperando arriba en las escaleras y Mina comenzó a chillar de alegría en el momento que los vio. Fue bastante mono.
Nos dieron un tour por la casa, y resultó que solo usaban la mitad de esta, pues la otra estaba cerrada ya que era demasiado para poder cuidar de todo. Pregunté si tendrían que renovar el lugar y Jem dijo que no, que nunca se había deteriorado como lo había hecho Blackthorn Hall. Tessa dijo que la tuvo que redecorar porque era bastante oscura y “un poco mohosa” cuando se mudaron, pero ya comentó la redecoraría. Por lo que se ve, hizo lo mismo con todo el Instituto de Londres hace mucho tiempo. Le pregunté sobre las reformas, pero me dijo que, cuando redecoró el Instituto, la fontanería era algo bastante reciente.
Kit dijo que tuvieron que pusieron el internet en Cirenworth (¿pones internet en las cosas? Emma dijo que “instalas el internet”. Creo que ambas son correctas) para él, ya que lo usa para la escuela. Creo que está feliz aquí. Nos señaló las cosas que le gustaban de cada habitación… y fueron muchas habitaciones distintas. Una gran biblioteca con sillones de oro, una sala de juegos con una mesa de billar (creo que se llama así), una piscina interior, un puñado de oficinas, una sala de música, un sala de coser. Quiero decir, seguramente tengan una habitación solo para lamer sellos y pegarlos en cartas.
Me di cuenta de que esto era lo más que había podido ver de Kit desde que se vino a vivir con Tessa y Jem. Hablé con él mientras Tessa le mostraba a Emma la galería de retratos de los Carstairs pasados. Kit está mucho más alto, casi a mi misma altura, y su voz suena más profunda. Me di cuenta de que también se le ve más mayor, igual que Ty. La imagen que tenía de él era la misma a cuando le vi por primera vez. Pero no; ha estado creciendo. Es un hombre. Creo. Casi.
Me dijo que quería enseñarme algo en el jardín, así que le seguí fuera a través de las puertas francesas. Era un lugar con gran vegetación. Había fresales, pero sin fresas (aun no era la época) y había un reloj de sol roto en el medio. Kit dijo, sin mirarme, que si me encontraba incomodo al estar con él, o si no le quería ver, que podría fingir que tener dolor de cabeza e irse a la cama.
Me quedé asombrado. Le pregunté porque me molestaría que estuviese aquí. Pateó algo de barro con sus botas y finalmente dijo:
—Por… por él.
No dije nada de primeras. Tenía miedo de hacerlo. Kit había parecido estar bien, riendo y haciendo bromas y cogiendo a Mina en brazos para que subiera a sus hombros. Ahora me recordaba más a cuando el conocí por primera vez, o incluso a como Mark había estado cuando había vuelto de la Cacería Salvaje.
Frágil.
—¿Te refieres a Ty?
Asintió con rigidez.
—Eres su hermano —dijo—. Quiero decir, hablo con Dru, y ella es su hermana, pero… siempre fuiste más que un hermano mayor. Eras como su padre. Sé que le criaste. Supongo que lo que quería decir es que, si estuvieses de su parte… no te culparía.
Dije:
—Ty nunca me ha indicado que hubiera ningún bando en ell que estar.
Kit me miró.
—¿No… no lo ha hecho?
—Sé que no os habláis —dije—. Y no sé por qué. Ty nunca me dijo nada. Pero nunca te ha culpado o ha dicho que fuera por algo que hubieses hecho. La gente se pelea —añadí—. Suele pasar. Me gustaría que fueseis amigos de nuevo, porque cuando era así, era algo especial.
Ty había estado tan feliz. Pero eso no lo dije.
—De todas maneras, y a pesar de lo que pasase entre tú y Ty, pasamos por mucho juntos. Siempre serás uno de nosotros. Siempre serás de la familia.
—Significa mucho —dijo Kit con voz ronca.
Después de esto todos fuimos a cenar, y hablamos de muchas cosas… incluido el hijo de Tessa, James Herondale, y como una vez tuvo una pistola que funcionaba con demonios, algo que hizo que Kit se entusiasmase…
Esta carta se está haciendo muy larga y quería hablaros principalmente de Kit. Supongo que no me di cuenta de lo infeliz que estaba con su situación con Ty. Me pregunto si el hecho de que no intervengamos está funcionando. Quiero decir, sé que es asunto suyo, ¿pero y si Ty también está infeliz? ¿Deberíamos hacer algo?
 —Jules
Texto original de Cassandra Clare ©
Traducción del texto de Niloa Gray ©
ATENCIÓN: no se permite hacer Drives ni PDFs de “Los Secretos de Blackthorn Hall” por Copyright. Cualquier infringimiento va contra la ley.
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Julian a Helen y Aline
Queridas Helen y Aline
Así que Emma y yo tomamos el tren desde la estación de Paddington bastante temprano en la mañana (supongo que podríamos haber ido al Instituto y ver si nos dejaban usar su Portal, pero parecía un problema y, además, no es nuestro primer viaje en tren en Inglaterra).
Nos bajamos del tren en Exeter, una ciudad en expansión con una gran catedral gótica. Tessa estaba esperando para recogernos en un Mini Cooper verde de carreras con Mina atada a un asiento para niños en la parte trasera, con gafas. Ella me recordó a Tavvy cuando era más pequeño. Emma se metió en la parte de atrás y jugó ¿Dónde está el bebé? con Mina, y yo charlé con Tessa mientras avanzábamos por el hermoso campo verde. Odio cuando la gente dice "Se veía como en las películas", pero de alguna manera lo hizo. Seguí queriendo salir y pintar el paisaje.
Condujimos a través de una gran puerta, y luego subimos por un largo camino bordeado de robles y álamos. Pensé que estábamos en un parque nacional de algún tipo: había senderos y mucha vegetación y flores. Tessa me dijo que las moradas eran campanillas azules (uno pensaría que serían azules), y las amarillas eran celidonias. Pasamos por una gran casa de cristal y luego salimos frente a lo que juro que pensé que era un castillo.
Creo que sabía que Cirenworth era elegante, pero no creo que me diera cuenta de lo elegante que era. Es esta enorme pila de piedra de color dorado con pequeñas torretas y ventanas llenas de vidrio emplomado. Hay un gran camino circular en frente, y estacionamos allí frente a escalones que parecían estar fuera de un museo. Jem y Kit nos estaban esperando en la cima y Mina comenzó a chillar de alegría en el momento en que los vio. Fue bastante lindo.
Hicimos un recorrido por la casa, resulta que solo usan aproximadamente la mitad, y la otra mitad está cerrada porque es demasiado para cuidar. Le pregunté si habían tenido que renovar el lugar y Jem dijo que no, que nunca había caído en mal estado como Blackthorn Hall. Tessa dijo que había tenido que redecorar porque había estado bastante oscuro "y un poco mohoso" cuando se mudaron, pero dijo que había redecorado antes, aparentemente arregló todo el Instituto hace mucho tiempo. Le pregunté sobre las renovaciones, pero ella señaló que cuando había hecholo del Instituto, la plomería interior había sido algo nuevo.
Kit dijo que habían puesto Internet en Cirenworth (¿"Pones Internet en" las cosas? Emma dice que "conectas cosas para Internet". Creo que ninguno de los dos es probablemente correcto) para él, porque lo usa para la escuela. Creo que está feliz aquí. Señaló cosas en todas las diferentes habitaciones que le gustaban, y había muchas habitaciones diferentes. Una gran biblioteca con alfombras doradas, una sala de juegos con una mesa de billar (solo que lo llaman de otra manera), una piscina subterránea, un montón de oficinas, una sala de música, una sala de costura, quiero decir, probablemente tengan una habitación solo para lamer sellos y ponerlos en sobres.
Me di cuenta de que esto era lo más que realmente había visto de Kit desde que se fue a vivir con Tessa y Jem. Volví a hablar con él mientras Tessa le mostraba a Emma la galería de retratos de Carstairs pasados. Es mucho más alto, casi mi altura ahora, y su voz suena más profunda. Y me di cuenta de que se ve mayor al igual que Ty parece mayor; Casi había estado pensando en él como la misma edad que tenía cuando lo vi por primera vez. Pero no, está creciendo. Es adulto, tal vez. Casi.
Dijo que quería mostrarme algo en el jardín, así que lo seguí a través de una puerta francesa. Era un lugar cubierto de maleza: había arbustos de fresas, aunque no fresas (no es temporada) y había un reloj de sol agrietado en el medio. Kit dijo, sin mirarme, que si me hacía sentir incómodo estar cerca de él, o no quería verlo, podía afirmar que tenía dolor de cabeza e irse a la cama.
Me tiro. Le pregunté por qué me importaría si estuviera allí. Pateó un poco de tierra con sus botas y finalmente dijo: "Por, por él".
No dije nada al principio. Estaba un poco asustado. Kit parecía estar bien por dentro, riendo y bromeando y recogiendo a Mina para que pudiera subirse a sus hombros. Ahora me recordó más la forma en que había sido cuando lo conocimos, o incluso la forma en que Mark era cuando regresó de la Caceria Salvaje... Frágil.
"¿Te refieres a Ty?" He dicho.
Él asintió rígidamente. "Eres su hermano", dijo. "Quiero decir, hablo con Dru, y ella es su hermana, pero siempre fuiste más que su hermano mayor. Eras como su padre. Sé que lo criaste. Supongo que solo quise decir que, si estuvieras de su lado, no te culparía".
Le dije: "Ty nunca me ha indicado que hay un lado en el que estar".
Kit levantó la vista. "Él, ¿no lo ha hecho?"
"Sé que ustedes dos no hablan", le dije. "No sé por qué. Ty nunca me dijo por qué. Pero nunca te ha culpado, ni ha dicho que fue por algo que hayas hecho. La gente pelea", añadí. "Sucede. Ojalá volvieran a ser amigos, porque cuando lo fueron, fue bastante especial". Ty estaba tan feliz. Pero no dije eso. "Pero, de cualquier manera, independientemente de lo que suceda contigo y Ty, todos pasamos por muchas cosas juntos. Siempre serás uno de nosotros. Familia".
Dijo con voz ronca: "Eso significa mucho".
Todos fuimos a cenar después de eso, y se habló de muchas cosas, incluido que el hijo de Tessa, James Herondale, una vez tuvo un arma que funcionaba con demonios, lo cual entusiasmó bastante a Kit, pero esta carta se está haciendo bastante larga, y principalmente quería contarles sobre Kit. Supongo que no me di cuenta de lo infeliz que estaba por la situación con Ty. Me pregunto si toda nuestra actitud de no intervención está funcionando. Quiero decir, sé que es asunto de ellos, pero ¿qué pasa si Ty también es infeliz? ¿Hay algo que deberíamos estar haciendo?
—Julian
Texto original de @cassandraclare ©
Traducción del texto @carstairsa ©
@secretsofblackthornhall
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artevidrio · 3 years
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Louis Comfort Tiffany (18 de febrero de 1848 - 17 de enero de 1933)
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Ventana Campo de lirios, c. 1892–1916 Tiffany Chapel, Laurelton Hall, Long Island, Nueva York, 1902–57 Vidrio emplomado Tiffany Glass and Decorating Company, Nueva York, 1892–1900 134 x 110 pulg
Louis Comfort Tiffany (18 de febrero de 1848 - 17 de enero de 1933) fue un destacado artista y diseñador industrial estadounidense muy conocido por sus trabajos en vidrio y es el artista de Estados Unidos que más se asocia con el movimiento art nouveau.
Tiffany fue pintor, decorador de interiores, diseñador de ventanas y lámparas de vidrio, mosaicos de vidrio, vidrio soplado, cerámica, joyería y trabajos en metal. Louis Comfort Tiffany ganó reconocimiento internacional, exhibiendo su trabajo en metal, vidrio y joyería junto a diseñadores europeos Art Nouveau en París ya en 1895.
Nota: La propiedad intelectual de las imágenes ... ( todo) que aparecen en este blog corresponden a sus autores y a quienes éstas las han cedido. El único objetivo de este sitio es divulgar el conocimiento de estos pintores, grabadores, fotógrafos... a los que admiro y que otras personas disfruten contemplando sus obras. No son todas las que son, pero si son todas las que están.
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Estilo artístico
El estilo arquitectónico de esta catedral es barroco al igual que la catedral metropolitana de la CDMX y Puebla. Pero te explicamos que es el estilo barroco.
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La arquitectura barroca es un período de la historia de la arquitectura que vino precedida del Renacimiento y del manierismo; se generó en Roma durante el siglo XVII y se extendió hasta mediados del siglo XVIII por los estados absolutistas europeos.
El término barroco, derivado del portugués barocco, 'perla de forma diferente o irregular', se utilizó en un primer momento de forma despectiva para indicar la falta de regularidad y orden del nuevo estilo. La característica principal de la arquitectura barroca fue la utilización de composiciones basadas en puntos, curvas, elipses y espirales, así como figuras policéntricas complejas compuestas de motivos que se intersecaban unos con otros. La arquitectura se valió de la pintura, la escultura y los estucados para crear conjuntos artísticos teatrales y exuberantes que sirviesen para ensalzar a los monarcas que los habían encargado.
Rasgos de la corriente barroca
Ahora si te decimos las características barrocas de esta catedral.
DEL PRESBITERIO: Tiene acabados de mármol griego, cuenta además con la imagen de la Virgen de la Asunción pulida en bronce, obra creada por el italiano Todolini. FACHADA: Constituida por tres cuerpos estilo barroco: CUERPO UNO: Formado por tres puertas con arco de medio punto, al costado de ellas se aprecian las esculturas de San Pedro y San Pablo.
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CUERPO DOS: Se aprecia la imagen tallada en piedra de la Virgen de La Asunción la cual se encuentra entre nubes y querubines, a sus costados las esculturas de San Marcial y San José / San Cristóbal y San Pedro Mártir.
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CUERPO TRES: En la parte central está el cáliz que tiene a su alrededor un manto sostenido por ángeles entre nubes, el espíritu santo emanando luz y un barandal de hierro forjado.
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PARTE SUPERIOR: Se encuentran las torres que contienen el campanario, al sur un reloj donado por el Rey Fernando VII.
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ENTRADA: En la entrada de la catedral se encuentra una representación de la Virgen del Perdón. La portada sur tiene en el centro a Santa Rosa de Lima, una ventana con un emplomado que representa a la Virgen María, protegido por una reja de hierro forjado.
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CAPILLAS: La capilla más representativa es la del Señor del Rayo ubicada al final de la Catedral en la parte izquierda
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getzeyanez · 4 years
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Consuman local, amix :) hagan sus pedidos a @karsolservin #vitrales #arteenvidrio #diseñaarte #ideasenvidrio #vidriofusionado #joyeriaenvidrio #emplomado #articulosdecorativos #tiffany #cintadecobre #vitromosaico #consumelocal #arte #vidrio #figuras #horno 🎨 https://www.instagram.com/p/CCz7bQRBqZE/?igshid=jqvqlrqf5vmm
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diegorodriguezpavon · 8 years
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Chapultepec
Querida Liz, escribo está carta desde el lugar donde nos vimos por primera vez.
Don Porfirio me observa a través de 4 maravillosos emplomados. Cuando vengo a esta ciudad procuro siempre pasarme por aquí, he de confesar que no siempre vengo sola, utilizo como pretexto está atracción para recorrer nuestros pasos. Miro la ciudad desde este castillo, como si te fuera a encontrar entre los millones que la habitan. Voy al lago, esperando que resurjas de él como sirena.
Existen temporadas en las que te pienso a diario y otras en las que me eres completamente ausente. Me gusta creer que te pasa lo mismo. Hoy recibí una noticia, no se a quien recurrir, no espero nada, pero no he dejado de pensar en ti y en que deberías saberlo. Llama cuando puedas al número de siempre.
Besos. C.A.
26/Noviembre/2017
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vidadivinatv · 2 years
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Pinacoteca de la Municipalidad de Lima recibe vitrales artísticos donados por la Embajada de Ecuador · Banco Pichincha Perú realizó la donación a la embajada de Ecuador, que posteriormente entregó las piezas la ciudad de Lima. · Las obras representan el imperio incaico, deidades, y la flora y fauna peruana. Pueden ser apreciadas por el público general en la nueva sede de la Pinacoteca Municipal Ignacio Merino. Lima, agosto del 2022.- En 2021, con ocasión del Bicentenario de la Independencia peruana, Banco Pichincha Perú realizó la donación de dos vitrales artísticos a la embajada de Ecuador, los cuáles fueron entregados a la ciudad de Lima como un presente de la República del Ecuador. Las obras, diseñadas y construidas por el artista ecuatoriano Pablo Mora, acaban de ser instaladas en la Pinacoteca Municipalidad Metropolitana de Lima. Se trata de dos vitrales inspirados en el incanato peruano, sus deidades, así como la flora y fauna que caracterizan al país y nuestra historia. Los vitrales, emplomados con grisalla, son una obra artística construida con piezas de diferentes colores, texturas y formas que pasan por un tratamiento a altas temperaturas. Dichas piezas se unen con cañuelas de plomo para formar el panel. ‘’Desde Banco Pichincha estamos orgullosos de ser parte de esta historia, una de nuestras filosofías como compañía es pensar en el crecimiento de los peruanos, estos vitrales nos dirigen al pasado para saber de dónde parte la historia, dónde nos encontramos y cuáles son nuestras fortalezas para lograr nuestras metas.’’, compartió Drago Kisic, Presidente del Directorio del Banco Pichincha del Perú. (en Lima, Peru) https://www.instagram.com/p/ChSJVj6uyxL/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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