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#hace milagros: pero nunca se la puede explicar ni enseñar.
mis5citasfavoritas · 1 year
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Mis #5 de "Siddhartha"
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fulviavillalobos · 3 years
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El saber es comunicable, pero la sabiduría no. No se la puede hallar, pero se la puede vivir, nos sostiene, hace milagros: pero nunca se la puede explicar ni enseñar
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blossomsap-blog · 7 years
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BIENVENIDA A BLOSSOMS, YE HYERA
        Gracias por firmar el contrato, de ahora en más, es libre de ocupar su departamento. Es necesario respete las reglas de convivencia que el edificio tiene y asista a las reuniones de consorcio. Esperamos disfrute de vivir en Blossoms, y ante cualquier duda o necesidad, no dude en comunicarse con alguno de nuestros representantes. Recuerde, la felicidad está al alcance de una llave.
Raven, no tengo nada para decirte, sólo lksajddsa. Tienes 24hs para enviar la cuenta, si necesitas más tiempo me avisas.
OOC
nombre: raven edad: 20 país: méxico algo más / /trigger: …pos ia t los dige i pos…azi
INQUILINO
nombre completo: ye hyera fecha de nacimiento: 14 de marzo 1990 faceclaim: yoon bora ocupación: profesora de músicaen una escuela, profesora de piano privada, compositora lugar de nacimiento: incheon, cora del sur aplicación para departamento (monoambiente, una habitación, dos habitaciones): una habitación aplicación para compañeros de piso (si/no): no ¿hace cuanto vive en blossoms? dos años tres puntos positivos de su personalidad: carismática, independiente, apasionada tres puntos negativos de su personalidad: torpe, distraída, terca tres puntos principales a saber de la vida de tu personaje:(situación familiar, amorosa, económica, etc)
hyera nació sin nombre ni familia, sin un lugar al que perteneciera. nació en medio de la oscuridad de la noche, con los gritos de una joven asustada, de una joven que apenas se atrevió a cargarla entre sus brazos y llevarla a un lugar seguro. “lo siento, lo siento pequeña, lo siento ángel mío” aquella pequeña mujercita le murmuraba a la noche, como si fuera su plegaria para con sus dioses. sus llantos se juntaron, uno sin lágrimas algunas y otro lleno de las saladas aguas de la desesperanza. murmurando su plegaria, la dejó frente al convento, dejando un beso en su frente y un dije en su pecho.
las monjas la acogieron y la nombraron, hyera porque sonaba dulce en sus oídos, salía como notas de sus labios y dejaba un recuerdo de paz y armonía. finalmente, el apellido que su dije en forma de corazón marcaba en su pecho: familia ye.
fue criada como una niña normal, una niña que tenía un poco más de espacio para jugar. recorría el convento todas las mañanas, saltando junto a las monjas y llevando los recados de un lugar a otro. se detenía a jugar con las flores del jardín y cantaba junto a los pájaros, dándole la bienvenida a un nuevo día. había colores por todos lados, en el jardín, en la capilla, hasta en su plato de comida. veía colores cuando las monjas cantaban y podía jugar con ellos cuando la dejaban tocar el piano. veía colores en las palabras y en los sentimientos, en las sonrisas de las hermanas más jóvenes y en los ojos perdidos de las hermanas mayores. su mundo estaba lleno, repleto de colores, hasta que un día, la oscuridad la rodeó.
“señora, fue un accidente, ustedes hicieron lo mejor que pudieron hacer, nada de esto es su culpa.”
“debimos cuidarla mejor, debimos asegurarnos de que jamás, jamás, le pasara algo malo”
“madre…es una niña, los niños encontrarán siempre la forma de lastimarse, ella…simplemente tuvo mala suerte”
“doctor, pero ahora no ve, jamás lo volverá a hacer…”
“señora, la caída fue de más de cinco metros, ella sólo se lastimó el lóbulo occipital, puede caminar, su espina está bien, ella está viva. señora, es un milagro que ella viva, con su tamaño…no debió sobrevivir la caída”
sin que ellos se dieran cuenta y sin hacer ruido alguno, la pequeña comenzó a despertarse “¿cómo le voy a explicar, doctor? le tenemos que decir que ya no puede ver, que ya no será lo mismo que antes” la pequeña frunció su ceño, ¿no podía ver? ¿de dónde salían esas palabras?
“¿madre?”
“¡pequeña! no, no te pares, te harás daño.”
“no…no puedo… ¿no puedo ver?”
“pequeña, niña mía, déjame te explico…”
“pero, madre, yo puedo ver una explosión de colores.”
sinestesia, algo así lo llamó el doctor. la mente de la niña tenía la habilidad de transformar los sonidos y las sensaciones a colores, a millones de colores que ella había visto a lo largo de su vida, combinaciones infinitas que, aunque sus ojos ya no podían verlas, su cerebro era capaz de recrear cada vez que un sonido llegaba a sus oídos, que comenzaban a desarrollarse más que el resto de sus sentidos.
tantos destellos embargaban su mente, tantas imágenes llenas de brillo, colores que se juntaban y formaban nuevos, sombras y luces que jamás había visto. había tantos colores en su mente, que tuvo que buscar una forma de plasmarlos en el aire. fue así como un día, el maestro de música de su escuela católica, colocó su mano sobre una bocina y dejó que las composiciones de mozart llenaran la habitación. aquel día no sólo escuchó la música, sino que la sintió y en cada hueso de su cuerpo, en cada rincón de su alma, una explosión de colores sucedió.
por las mañanas, anotaba en su cuaderno las lecciones del día. por las tardes, se encerraba en el cuarto de música, aprendiendo cada nota por oído, memorizando las escalas, practicando más arduamente que nunca en aquel viejo piano de su profesor. por las noches, escapaba de su eterna oscuridad y dejaba que los colores la llenaran, en sueños hermosos que la llevaban a crear más melodías.
tras años de trabajar sin descansar, presentó su primer concierto ante la asamblea familiar. los aplausos de aquel hermoso color amarillo, invadieron el lugar, llenando sus inservibles cristalinos de lágrimas alegres, lágrimas que llenaban su rostro de brillantes colores.
“niña, no entiendo cómo puedes pasar los días enteros con los audífonos en tus oídos”
“es música, madre, creo en ella de la misma manera que cientos de otras personas creen en los cuentos de hadas.”
“bea, lo que dices jamás tiene sentido alguno ¿cómo puedes decirme que esto te alimentará en un futuro?”
“sé que te preocupas por mí, pero créeme que aunque tenga que pasar por el hambre, seré feliz eternamente”
“entonces, niña, muéstrame ¿cómo es que esto de apasiona a tal grado de olvidar tu propia integridad?”
“cierra los ojos y escucha con atención…escucha la explosión de colores que hay alrededor”
sin más palabras convenció a la superiora y estudió en seúl, volviéndose una de las estudiantes más brillantes y aunque pudo seguir por un camino mucho más brillante, ella decidió dedicarse a compartir sus colores con los más pequeños, dedicándose a enseñar música y, de vez en cuando, plasmando en una partitura (que ella llamaba su lienzo) los colores más hermosos que la rodeaban todos los días.
frase que lo represente: i was born with music inside me. music was one of my parts. like my ribs, my kidneys, my liver, my heart. like my blood. it was a force already within me when i arrived on the scene. it was a necessity for me - like food or water.
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filosofiaenlauni · 7 years
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OLIVER SACKS
https://elpais.com/elpais/2015/02/20/opinion/1424439216_556730.html
De mi propia vida En el tiempo que me queda, tendré que arreglar mis cuentas con el mundo OLIVER SACKS 21 FEB 2015 - 00:00 CET Hace un mes me encontraba bien de salud, incluso francamente bien. A mis 81 años, seguía nadando un kilómetro y medio cada día. Pero mi suerte tenía un límite: poco después me enteré de que tengo metástasis múltiples en el hígado. Hace nueve años me descubrieron en el ojo un tumor poco frecuente, un melanoma ocular. Aunque la radiación y el tratamiento de láser a los que me sometí para eliminarlo acabaron por dejarme ciego de ese ojo, es muy raro que ese tipo de tumor se reproduzca. Pues bien, yo pertenezco al desafortunado 2%.
Doy gracias por haber disfrutado de nueve años de buena salud y productividad desde el diagnóstico inicial, pero ha llegado el momento de enfrentarme de cerca a la muerte. Las metástasis ocupan un tercio de mi hígado, y, aunque se puede retrasar su avance, son un tipo de cáncer que no puede detenerse. De modo que debo decidir cómo vivir los meses que me quedan. Tengo que vivirlos de la manera más rica, intensa y productiva que pueda. Me sirven de estímulo las palabras de uno de mis filósofos favoritos, David Hume, que, al saber que estaba mortalmente enfermo, a los 65 años, escribió una breve autobiografía, en un solo día de abril de 1776. La tituló De mi propia vida.
“Imagino un rápido deterioro”, escribió. “Mi trastorno me ha producido muy poco dolor; y, lo que es aún más raro, a pesar de mi gran empeoramiento, mi ánimo no ha decaído ni por un instante. Poseo la misma pasión de siempre por el estudio y gozo igual de la compañía de otros”.
He tenido la inmensa suerte de vivir más allá de los 80 años, y esos 15 años más que los que vivió Hume han sido tan ricos en el trabajo como en el amor. En ese tiempo he publicado cinco libros y he terminado una autobiografía (bastante más larga que las breves páginas de Hume) que se publicará esta primavera; y tengo unos cuantos libros más casi terminados.
Hume continuaba: “Soy... un hombre de temperamento dócil, de genio controlado, de carácter abierto, sociable y alegre, capaz de sentir afecto pero poco dado al odio, y de gran moderación en todas mis pasiones”.
No puedo fingir que no tengo miedo. He amado y he sido amado
En este aspecto soy distinto de Hume. Si bien he tenido relaciones amorosas y amistades, y no tengo auténticos enemigos, no puedo decir (ni podría decirlo nadie que me conozca) que soy un hombre de temperamento dócil. Al contrario, soy una persona vehemente, de violentos entusiasmos y una absoluta falta de contención en todas mis pasiones.
Sin embargo, hay una frase en el ensayo de Hume con la que estoy especialmente de acuerdo: “Es difícil”, escribió, “sentir más desapego por la vida del que siento ahora”.
En los últimos días he podido ver mi vida igual que si la observara desde una gran altura, como una especie de paisaje, y con una percepción cada vez más profunda de la relación entre todas sus partes. Ahora bien, ello no significa que la dé por terminada.
Por el contrario, me siento increíblemente vivo, y deseo y espero, en el tiempo que me queda, estrechar mis amistades, despedirme de las personas a las que quiero, escribir más, viajar si tengo fuerza suficiente, adquirir nuevos niveles de comprensión y conocimiento.
Eso quiere decir que tendré que ser audaz, claro y directo, y tratar de arreglar mis cuentas con el mundo. Pero también dispondré de tiempo para divertirme (e incluso para hacer el tonto).
He sido un ser sensible, un animal pensante en este hermoso planeta
De pronto me siento centrado y clarividente. No tengo tiempo para nada que sea superfluo. Debo dar prioridad a mi trabajo, a mis amigos y a mí mismo. Voy a dejar de ver el informativo de televisión todas las noches. Voy a dejar de prestar atención a la política y los debates sobre el calentamiento global.
No es indiferencia sino distanciamiento; sigo estando muy preocupado por Oriente Próximo, el calentamiento global, las desigualdades crecientes, pero ya no son asunto mío; son cosa del futuro. Me alegro cuando conozco a jóvenes de talento, incluso al que me hizo la biopsia y diagnosticó mis metástasis. Tengo la sensación de que el futuro está en buenas manos.
Soy cada vez más consciente, desde hace unos 10 años, de las muertes que se producen entre mis contemporáneos. Mi generación está ya de salida, y cada fallecimiento lo he sentido como un desprendimiento, un desgarro de parte de mí mismo. Cuando hayamos desaparecido no habrá nadie como nosotros, pero, por supuesto, nunca hay nadie igual a otros. Cuando una persona muere, es imposible reemplazarla. Deja un agujero que no se puede llenar, porque el destino de cada ser humano —el destino genético y neural— es ser un individuo único, trazar su propio camino, vivir su propia vida, morir su propia muerte.
No puedo fingir que no tengo miedo. Pero el sentimiento que predomina en mí es la gratitud. He amado y he sido amado; he recibido mucho y he dado algo a cambio; he leído, y viajado, y pensado, y escrito. He tenido relación con el mundo, la especial relación de los escritores y los lectores.
Y, sobre todo, he sido un ser sensible, un animal pensante en este hermoso planeta, y eso, por sí solo, ha sido un enorme privilegio y una aventura.
Oliver Sacks, catedrático de Neurología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York, es autor de numerosos libros, entre ellos Despertares y El hombre que confundió a su mujer con un sombrero.
© Oliver Sacks, 2015.
Este artículo se publicó originalmente en The New York Times.
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.
https://elpais.com/elpais/2015/08/30/ciencia/1440927890_617327.html
Muere Oliver Sacks, explorador de la mente y la tolerancia El neurólogo y escritor británico fallece a los 82 años. Padecía un cáncer terminal Madrid 30 AGO 2015 - 14:20 CEST Oliver Sacks El neurólogo Oliver Sacks se enfrentó en los últimos meses a la tarea más difícil con la que pueda lidiar cualquier pensador, sobre todo alguien que dedicó toda su obra a tratar de entender el funcionamiento de la mente humana: explicar su propia muerte. En febrero, Sacks anunció en un artículo que padecía cáncer de hígado terminal y este domingo ha fallecido en Nueva York a los 82 años. Le ha dado tiempo a publicar sus memorias, On the move, que editará Anagrama en castellano en breve, y a escribir unos pocos textos en la prensa en los que, con su característica mezcla de humor y lucidez, exploraba las certezas de la vida cuando ya sabía que le quedaba poco tiempo aquí abajo. Una frase de aquel primer texto inolvidable, titulado De mi propia vida, que publicó The New York Times en medio de una conmoción global, resume sus reflexiones: "Por encima de todo, he sido un ser con sentidos, un animal pensante, en este maravilloso planeta y esto, en sí, ha sido un enorme privilegio y una aventura".
Sacks, que nació en Londres en 1933 aunque desarrolló gran parte de su vida profesional en Estados Unidos, deja atrás un puñado de libros inolvidables como El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, Veo una voz (Viaje al mundo de los sordos), Un antropólogo en Marte, Con una sola pierna o Alucinaciones (su último título en castellano) y, sobre todo, a muchos pacientes cuya vida es mucho mejor después de haber pasado por sus manos. El fallecido Robin Williams, un actor cuya mente genial y frágil podría haberle convertido en uno de sus personajes, le interpretó en el cine en el filme de Penny Marshall Despertares que obtuvo tres candidaturas al Oscar en 1990.
En sus ensayos, publicados en castellano por Anagrama aunque el primer editor que lo lanzó en el mundo hispano fue Mario Muchnik, Sacks pretende explicar qué nos convierte en seres humanos, el extraño viaje entre la mente y algo que podríamos llamar alma, nosotros, cada ser individual. ¿Cómo funciona la memoria? ¿Por qué y cómo vemos, ven los ojos o ve el cerebro? ¿Qué significa poder oír, escuchar lo que nos rodea? ¿Qué son el amor y el deseo sexual? ¿Qué dicen de nosotros las alucinaciones? ¿Hasta qué punto un autista está aislado del mundo en el que vive? ¿Nos define una enfermedad que padecemos?
El milagro de la identidad positiva
Su gran aportación es haber acercado a millones de lectores en todo el mundo a aquellos que la sociedad se empeña en tratar como diferentes y que Sacks siempre consideró iguales. Nos ayudó, con textos extraordinariamente entretenidos, a comprender la inmensa complejidad de la mente humana y nos permitió atisbar la forma en que se enfrentan al mundo todos aquellos que demasiadas veces preferimos ignorar. "No quiero parecer sentimental ante la enfermedad. No estoy diciendo que haya que ser ciego, autista o padecer el síndrome de Tourette, en absoluto, pero en cada caso una identidad positiva ha surgido tras algo calamitoso. A veces, la enfermedad nos puede enseñar lo que tiene la vida de valioso y permitirnos vivirla más intensamente", explicó en una entrevista con este diario en 1996.
Oliver Sacks nació en Londres y vivió en la capital británica los bombardeos nazis durante la II Guerra Mundial. Sobre esta experiencia escribió un gran artículo en The New York Review of Books, Habla memoria, en el que explicaba los complejos mecanismos de la memoria y la capacidad de los seres humanos para generar recuerdos inexistente que al final son tan sólidos y reales como los auténticos. Su carrera científica se desarrolló en Estados Unidos –aunque nunca llegó a ser ciudadano americano– y se hizo famoso como médico en los años sesenta por sus ensayos sobre el Parkinson (precisamente la historia que cuenta Despertares). Sus libros le proporcionaron un reconocimiento mundial.
Resulta difícil seleccionar alguno de sus personajes por encima de otros. El autista que se acerca al lenguaje a través del dibujo –"El artista autista" en El hombre que confundió a su mujer con un sombrero– puede servir para resumir su forma de concebir la medicina y la literatura. Este paciente le permite escribir a Sacks: "¿El ser una isla, el estar separado, es inevitablemente una muerte? Puede ser una muerte, pero no inevitablemente. Porque aunque se hayan perdido las conexiones horizontales con los demás, con la sociedad y la cultura, puede haber conexiones verticales, intensificadas y vitales, conexiones directas con la naturaleza, con la realidad, sin influencias". Su personaje lograba esas conexiones directas a través de su capacidad para dibujar. Su reto como científico era darle una oportunidad, buscar formas para guiarlo y lograr que encuentre una vida plena en su diferencia radical. Ese fue siempre su objetivo como científico y como escritor.
En su obituario, The New York Times cuenta una anécdota que resume bastante bien su forma de ver el mundo: recibía unas 10.000 cartas al año, pero respondía siempre "a los menores de 10 años, a los mayores de 90 y a aquellos que estaban en la cárcel". Escribió su último artículo a principios de agosto, titulado Mi tabla periódica: lamentaba a la vez todo lo que se iba a perder ante la inminencia de su muerte –explicaba que ya se encontraba muy enfermo–; pero también celebraba la densidad de su existencia. Y no pensaba rendirse: "Quería divertirme un poco haciendo un viaje a Carolina del Norte para ver el maravilloso centro de investigación sobre lémures de la Universidad de Duke. Los lémures están próximos a la estirpe ancestral de la que surgieron todos los primates, y me gusta pensar que uno de mis propios antepasados, hace 50 millones de años, era una pequeña criatura que vivía en los árboles no tan diferente de los lémures actuales. Me encantan su saltarina vitalidad y su naturaleza curiosa".
Su obra es una descomunal lección de solidaridad, que sigue a fondo el principio que Atticus Finch, el protagonista de la novela de Harper Lee Matar un ruiseñor, explica sus hijos como gran lección de vida: "Nunca conoces realmente a una persona hasta que te has calzado sus zapatos y has caminado con ellos". Sacks nos obligó a caminar con muchos zapatos –los de un ciego, los de un pintor que ha perdido la percepción de un color, los de un autista, los de los sordos– y, encima, lo hizo de una forma extraordinariamente divertida. El hecho de que, como ha contado recientemente, su madre le maldijera cuando le confesó su homosexualidad, seguramente influyó profundamente en la tolerancia hacia la diferencia que marca todos sus ensayos. Cambió la forma en que vemos a los demás, y en que nos vemos a nosotros mismos, y eso es algo que se puede decir de muy pocos autores.
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