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Intercambio de Princesas (C.5)
Capítulo 5: Caminando en un paraíso invernal
Habitación de la Duquesa Kagami, 11:28 pm.
—Y luego, ¿qué paso? — le preguntaba Marinette a Kagami por el teléfono.
—Estábamos fríos y mojados. Luka puede ser muy inmaduro.
—Luka es como un cachorrito. Si le eres buena, te seguirá a donde sea.
—Vamos a ir a ver paisajes mañana— dijo Kagami, riéndose por el comentario de Marinette.
—Pero eso no estaba en la agenda.
—Rompí la agenda.
—¿Por qué harías eso?
Se escuchó una pausa, y los murmullos de Kagami hablando con Luka.
—¿Has visto a Luka sin polo? — le preguntó la Duquesa.
—Ew, Luka, no. Pero Adrien… se veía tan bien en un terno.
—Adrien nació en un terno. Así que, ¿tu y Luka no son algo?
—No, no ha habido nadie en su vida desde que Lila, la madre de Manon, se fue. ¿Para qué quieres saber eso?
—Solo curiosa. Bueno… hasta mañana.
—Hasta pronto, Kagami.
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Palacio de los Agrestes, 8:55 am.
Marinette, con una casaca, un gorro y una bufanda, esperaba al carruaje que la llevaría a su paseo con Adrien.
Al llegar, ella sonrió, y el Príncipe la ayudó a montarse dentro del carruaje.
—Milady— le dijo al coger su mano, y Marinette sonrió.
—Ya que te tengo sola, me puedes decir la verdad— le dijo Adrien cuando el carruaje comenzó su trayecto.
—Eh, ¿sobre qué?
—De lo que sea y de todo. Pero que tal si empezamos con tu opinión en los trabajos de caridad que se hacen en Saint Joan.
—Por supuesto. Eh… Bueno, si soy honesta… creo que deben involucrarse personalmente más.
—¿Cómo?
—Propón un día para visitar el albergue. Conoce a las personas.
—Eso nunca se ha hecho antes.
—Lo que significa que debe ser hecho antes de que sea muy tarde.
Adrien se quedó mirándola.
—Suenas como mi abuela.
—Tomaré eso como un piropo.
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Albergue Saint Joan, 30 minutos después
—Et il s'en allait galoper dans la forêt en pleurant. Mais en sortant, il avait pris sur lui son livre d'envol et en profita pour faire quatre heures de leçons ! — contaba Marinette a los pequeños, mostrando los dibujos del libro mientras hablaba.
—¿No es magnífica? ¿Leerles a los niños así? — le decía la dueña del albergue al Príncipe Adrien, una señora mayor.
—La Duquesa es muy especial.
—Et c'est même Noffit qui tira le traîneau du Père Noël ! Maintenant, le petit renne n'est plus malheureux ! — finalizó Marinette.
Todos los niños aplaudieron.
Una niña levantó la mano.
—¿Si?
—¿Eres de verdad una princesa?
—Todavía no. Pero lo seré cuando me case con el Príncipe Adrien.
—¿Lo amas? — todos los niños rieron en voz baja.
Marinette lo miró.
—Bastante.
—Me gustaría ser una princesa— continuó la niña.
—Lo más importante de ser una princesa es ser solidario con el resto. Si lo eres, ya eres una princesa en tu corazón.
La niña sonrió.
—¿Pueden decir, “Gracias, Lady Kagami”? — les dijo la anciana a los niños.
—Merci, Lady Kagami.
Marinette sonrió ampliamente, y caminó hasta divisar su árbol de Navidad.
—¿Es ese su árbol?
—Lo es.
—¿Y dónde están los regalos?
—No tenemos suficientes fondos para regalos.
—¿Y el dinero del baile?
—Es para necesidades. Comida, agua, educación…
—¿Así que los niños no tienen regalos? — interrumpió Adrien.
—Lamentablemente no.
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—Me gustaría que se le pudieran dar regalos a los niños— suspiró Adrien. —Pero es técnicamente imposible.
—A menos que hagamos las compras, las envolturas, y la comida.
—¿Tú y yo?
—¿Por qué no?
—Ya ha hecho el gesto propio, Su Alteza— indicó Nathalie.
—La Navidad no es sobre un gesto— le dijo Marinette a la asistenta. Se dirigió hacia Adrien. —Tenemos la tarde libre.
—Es muy ambicioso. Así que supongo que debemos empezar cuanto antes.
—¡Yey! — gritó Marinette y abrazó al Príncipe.
—Oh, lo siento— dijo ella al darse cuenta de lo que había hecho. —Eso no fue muy digno.
—Está bien. Me gustó.
—Vamos a Frederick’s, en la Rue Palmetto— dijo Tikki.
Nathalie rodó los ojos.
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Calle Palmetto, 20 minutos después
—Calle Palmetto. De acuerdo con la guía, la fuente está muy cerca— le decía Luka a Kagami y Manon.
Manon, al ver un puesto de golosinas, se fue corriendo.
—Sabes, hay una leyenda que dice que la fuente Saint Rose nunca se congela por la calidez del espíritu navideño— le mencionó Kagami a Luka.
—Supongo que hay algo dentro que hace que no se congele.
—Yo prefiero la leyenda.
—Nunca dije que no me gustaba.
—¿Perdón? ¿Eres Marinette Dupain-Cheng? — se le acercó una mujer morena con lentes.
—Sí— respondió Kagami.
—Alya Césaire. Revista Initié Alimentaire. Escuché de tu pastelería en Chicago, y me encantaría hacer un reportaje sobre ti. Se rumorea que tu vas a ganar este año.
—¡Hola! Chloé Bourgeois— exclamó la chica, apareciendo de la nada. —Yo gané la competencia el año pasado.
Alya la miró de arriba abajo.
—Genial.
Miró a Kagami.
—El público dice que tus recetas son fantásticas.
—Bueno, no soy solo yo. También está mi excelente sous-chef— dijo, señalando a Luka.
Chloé se fue, molesta.
—¿Cuál es tu nombre? — le preguntó Alya a Luka.
—Luka Couffaine.
—¿Por cuánto tiempo han sido un equipo?
—Mucho tiempo— respondieron los dos.
No muy lejos de ahí, una limosina se aparcó en la puerta de la juguetería, de donde salió Marinette y Adrien.
—Esto es bonito— dijo Adrien.
Ambos rieron.
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Dentro, compraron de todo. Tiaras, osos de peluche, juegos de mesa, y…
—¡Oh! ¡Yo siempre quise uno de éstos! — exclamó Adrien, señalando a una pistola de juguete. —Mis padres nunca me dejaron tener una.
—Bueno, no hay nada de malo con salvar a la Tierra de una invasión alienígena.
Marinette exploró un poco más la tienda.
—Adrien, mira lo que hay— dijo, señalando a algo en el piso.
—Es un… tapete con… grandes círculos coloridos.
—¿Nunca has jugado Twister ?
—Oh, es un juego.
—Quítate los zapatos, ahora.
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10 minutos después
—¡Vamos! — gritó Manon, señalando la tienda de juguetes a Kagami y Luka.
Entraron a la tienda…
Y Kagami se percató que su gemela también estaba ahí.
Ambas, junto con Manon, pusieron cara de horror.
—Puta madre— dijo Marinette.
—¿Qué? — preguntó Adrien, quien no la había escuchado.
—Mi arete, el de mi madre, ¡desapareció!
—Cambié de opinión. Hay que ver a Santa— dijo Manon.
A lo lejos, Tikki se percató del ingreso de Kagami.
Fingió estar hiperventilando, mientras Nath alie la ayudaba a calmarse.
—Pero ya lo vimos— dijo Luka.
—Una consulta— se acercó a ellos un anciano de camisa hawaiana. —Mi carro se quedó sin gasolina. ¿Me pueden ayudar?
—Por supuesto— exclamó Kagami, y arrastró a Luka fuera de la tienda.
Marinette vio toda la escena hasta que pasó el peligro.
—Oh, mira, Adrien, ¡ya lo encontré! — exclamó la azabache.
Fingió una sonrisa, intentando ocultar el hecho que casi la encontraron a ella y a Kagami con las manos en la masa.
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Intercambio de Princesas (C.4)
Capítulo 4: Que tus días sean felices y brillantes
Restaurant Le Paradis, 22 de diciembre, 10:08 am
—Compré el mandil— dijo Luka al llegar.
—Súper— dijo Kagami.
—¿Así que han decidido comer afuera?
—Bueno, Marinette ha decidido que va a ser espontánea a partir de ahora.
—Lo creeré cuando lo vea.
—¿Ah, sí? — respondió Kagami. Acto seguido, agarró el papel con el plan a seguir y lo rompió en pedacitos.
Luka se rio.
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Palacio de los Agrestes, 11:13 am
Nathalie se dirigió decididamente a la habitación de Marinette, y al llegar, intentó mirar dentro para ver si averiguaba algo para el Rey.
—¿Puedo ayudarte? — le preguntó Tikki, sabiendo lo que estaba intentando hacer.
—El Príncipe desearía ver a la Duquesa en la Biblioteca de Retratos.
—Se lo diré.
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11:20 am
Al llegar a la biblioteca, Marinette se percató que el Príncipe ya se encontraba ahí, mirando el retrato de alguien.
—Es muy elegante— le dijo.
—Era mi abuela. La abuela era un poco rebelde. Tenía una opinión sobre todo y no tenía miedo alguno a expresarla. El palacio… no se acostumbraba a su forma de ser.
—Parece que estaba adelantada a su época.
Adrien asintió.
—Sería bueno que el palacio tenga alguien como ella de nuevo.
—Así que, ¿querías verme?
—Sí. Creo que tengo que disculparme.
—Tu crees que te tienes que disculpar. No estás seguro.
—No, en realidad, sé que tengo que disculparme. Cuando estábamos montando a caballo, fui un completo idiota. Vas a ser mi esposa. Te debo tratar como mi igual.
—Disculpa aceptada.
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Centro de la ciudad, 11:36 am.
Los tres estadounidenses (bueno, en realidad una japonesa y dos estadounidenses) se encontraban pintando figuras en bolas navideñas.
—¡Mira, es Santa! — exclamó Manon al escuchar su característica risa.
Jaló a los otros dos adultos hasta donde se encontraba el mítico personaje.
—¡Hola! ¿Qué quisieras por Navidad? Qu’est-ce que tu voudras pour Noël ?
—Emm, déjame pensar. Un nuevo par de zapatillas de ballet, un tabla de skate, ah, y una nueva madre.
Luka se atoró en su bebida.
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3 horas después
—Nunca había visto a personas cantando villancicos en las calles— suspiró Kagami.
—Pero hay muchas personas haciéndolo el año pasado en Chicago— remarcó Luka.
—Se refiere a que nunca había ido uno en Francia— la salvó Manon.
—Huh. Supongo que es bueno tener nuevas experiencias— concluyó Kagami, y se rió con su mejor amigo.
En ese momento, Luka sintió como una bola de nieve caía en su hombro.
—¡Prepárense para ser aniquilados! — exclamó Manon.
Kagami se rió, cogió un poco de nieve y también se la tiró a Luka.
—Okey, ¿es dos contra uno?
Poco a poco empezaron a pelearse entre sí, hasta que la ropa de todos quedó completamente cubierta de nieve.
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Salón Grénier, 7:14 pm.
Marinette ya había llegado al baile, y el salón estaba completamente lleno.
Adrien la estaba esperando en las escaleras, y no pudo más que observarla mientras bajaba las escaleras.
Marinette, con el cabello recogido en un pequeño moño. Tenía una tiara que adornaba su cabeza y dos aretes con rubíes. Su vestido, que no tenía mangas, era rojo y abrazaba toda su esbelta figura. En la parte del torso, el vestido tenía un cierto decorado que parecían puntos negros, como una mariquita.
Adrien, por su parte, se sintió pequeño con su terno negro y corbata verde.
Marinette le dedicó una amplia sonrisa.
—Te ves…—Adrien no tuvo palabras para completar la frase.
—Gracias. Y tú te ves…
—Gracias— respondió él con una sonrisa en los labios
—¿Deberíamos? — preguntó Marinette, señalando a la pista.
—Debemos.
Bajaron las escaleras con los brazos entrelazados.
—Oh, espera, tu corbata— le dijo la chica al Príncipe, arreglándola para que no esté chueca.
Se escucharon unas risitas provenientes de arriba.
—¿Qué da tanta risa? — preguntó Adrien.
—Usted y su prometida parecen haber parado bajo el muérdago.
—¡Oh! Una tradición tonta— le dijo él a Marinette.
—Bueno, no podemos decepcionarlos— le respondió ella, y, parándose de puntas, besó su mejilla.
Siguieron bajando las escaleras.
—Sus majestades— dijo Marinette al encontrarse frente a los Reyes.
—Oh, te ves preciosa, cariño— exclamó Emilie.
—Gracias.
—Te has esmerado mucho, madre. Estoy segura que los que viven en Sainte Joan van a estar muy agradecidos.
—¿Cuántas familias viven ahí? — inquirió Marinette.
—No… no lo sé— respondió la Reina.
—Nosotros no nos ocupamos de los detalles— recalcó el Rey.
—Oh, cla…claro. No… no sabía…
—Tengo una idea— la interrumpió Adrien. —¿Por qué no tocas algo para nosotros?
—Oh, no, yo soy muy torpe.
—¡No digas eso! He escuchado que eres muy talentosa— dijo la Reina.
—¿Quién quisiera escuchar a la Duquesa tocar?
Todos los presentes aplaudieron.
Marinette palideció.
Adrien la agarró de la mano, y la guio a donde estaba el piano.
Ya sentada ahí, Marinette sentía como sudaban sus manos.
Adrien se acercó a ella.
—¿Pánico escénico?
—Algo así.
—Bueno, haremos un dueto— dijo sentándose. —Haremos el Villancico de las Campanas. Tu haz las campanas. Yo hago el resto.
—No me sé esas notas.
—Bueno, es simple.
Adrien cogió la mano de Marinette y la colocó por las cuatro teclas que debía pulsar.
—Son esas cuatro.
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Al finalizar el dueto, todos aplaudieron a la pareja real. Adrien cogió la mano de Marinette y se la besó.
—Fue increíble, ¿verdad? — exclamó Adrien emocionado.
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Media hora más tarde
Adrien salió de la sala, en busca de su prometida.
—Una pregunta, ¿ha visto a la Duquesa? — le preguntó a un anciano de camisa hawaiana.
—Me parece haber visto a su alteza en el mirador.
Adrien siguió caminando, por un camino marcado con pequeñas luces.
En el fondo, se encontraba Marinette sentada, contemplando el cielo nocturno.
—Estaba buscándote.
—Adrien, espero que sepas que no pretendía ofender a tus padres cuando pregunte lo del albergue.
—No ofendiste a nadie.
—Hubiera sido mejor si simplemente no hubiera dicho nada.
—Eso sería terriblemente aburrido.
Se sentó a su costado.
—En realidad, he planeado un paseo en carruaje temprano en la mañana, solo nosotros dos, para que puedas pasar más tiempo hablando, y yo más tiempo escuchando.
—No creo que esa sea una buena idea.
—Creo que es una idea fabulosa. Y hablando de ideas fabulosas, lo más probable es que estén esperando que realicemos el primer baile.
—Oh, dios. No soy muy buena bailando.
—Bueno, sabes lo que dicen. La práctica hace al maestro.
Él se levantó de su asiento y extendió su mano, para que Marinette la agarrara.
—¿Aquí?
—¿Por qué no?
Marinette se rio y dejó que Adrien la condujera al medio del mirador.
—Espera… ¿qué paso con tus ojos?
Ah. Marinette casi se olvidaba de eso.
—Lentes de contacto.
—Ah. Es… lógico, supongo.
Marinette sonrió.
Empezaron a bailar un vals, lento y suave, mirándose siempre a los ojos y disfrutando de su momento.
Adrien le dio una vuelta y Marinette se rio.
Siguieron bailando por un buen rato, y luego solo se quedaron mirándose a los ojos, disfrutando la presencia del otro.
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Intercambio de Princesas (C.3)
Capítulo 3: Esta vez la alegría me trae hacia ti
Cabaña, 9:40 am, 22 de diciembre
—¡El desayuno está listo! — gritó Kagami.
Manon bajó rápidamente, y Kagami le sonrió.
En ese momento, las tostadas salieron de la tostadora, chamuscadas.
—Nunca has quemado algo— se extrañó Manon.
—Ahh… supongo que estoy un poco nerviosa con el gran concurso aproximándose.
—Podríamos comer afuera.
—Espléndido.
—¿Espléndido?
—Espléndidamente súper.
—Marinette, ¿qué le has hecho a tu cabello? ¿Y tus ojos? — preguntó la niña, percatándose de la diferencia de tamaño entre el cabello de Kagami y Marinette, y obviamente notando ojos marrones en vez de azules.
—Pues… decidí cortarme el cabello, y me puse lentes de contacto
—¿Te sientes bien?
—Súper.
—¿Tu padre nos va a acompañar?
—Mi padre fue a conseguir ciertos utensilios, así como el mandil que manchó Chloé.
—El mandil… ¡ah! El mandil manchado— dijo la japonesa, recordando su encuentro con Marinette.
—Vi un lugar cerca de donde compramos el árbol de Navidad.
—Oh, claro. El árbol.
Manon la miró con suspicacia.
—¿Sabes qué? Tú trae los abrigos, y yo lavaré los platos.
—Trato.
Kagami se fue rápidamente, mientras Manon la miraba con extrañeza al irse.
Sonó el teléfono de Kagami, el cual había dejado encima de la mesa.
—Marinette, ¡tu teléfono!
Sin respuesta.
La niña agarró el teléfono de la Duquesa para ver quién era.
Para su asombro, la estaba llamando alguien… inesperado.
Aunque debió haberlo supuesto.
En la pantalla decía Llamada de Marinette.
-
—¡No puedo creer que no me conteste! — exclamó frustradamente Marinette.
—No se preocupe, ya lo hará.
En ese momento, el Príncipe tocó la puerta.
—Hola, Kagami. He hablado con Plagg y dice que ya tiene preparados a los caballos.
—¿Caballos? ¿Para qué?
—Pues, para montar. ¿No dijiste que eras competitiva?
—Sí, sí, claro. Pero ¿y el frío?
—Tú me dijiste que te encantaba el aire frío. Además, los caballos ya están acostumbrados.
—Sí, pero… ¡los caballos de Japón no! A ellos les gusta estar calientes.
—Creía que antes dijiste que tuvieron una época de helada terrible.
—Oh, sí, sí. Pero los rebaños tienen calefacción.
—Ah, okey… ¿pero quieres ir?
—Oh, sí, sí.
—Oh, y recuerda el baile de caridad de esta noche.
El Príncipe sonrió y se marchó.
Desesperada, Marinette volvió a marcar el número de Kagami.
Esta vez, sin embargo, sí le respondieron.
—¡Oh! Estoy tan feliz que hayas respondido.
—Te iba a llamar. Ha habido un pequeño problema…
—¿Qué pasó?
Se escuchó como Kagami le daba el teléfono a alguien más.
—¡Hola, princesa! — exclamó Manon.
—¡Oh! Nos descubriste.
—No fue tan complicado.
—Y, bueno, ¿cómo estás?
—¡Genial! Kagami me ha hablado de la vida en el Palacio, y de un programa de baile de verano.
—Bueno, estoy feliz que estés bien. Ahora, déjame hablarme a Kagami.
Manon le pasó el teléfono.
—Nos la estamos pasando muy bien— le comentó Kagami.
—Bueno, eso es excelente, porque aquí las cosas no van tan bien.
—¿Por qué no?
—Adrien volvió.
—¡¿Qué dices?!
—La cosa es que regreso de China para pasar tiempo contigo, conmigo… ¡oh! Y no me dijiste nada del baile de caridad hoy.
—Supongo que debo haberme olvidado.
—Bueno, debes volver, pronto.
—Siento que no puedo. Con las preparaciones del baile, no hay manera que entre sin que nadie me vea.
—¡Me está yendo fatal!
—Si Adrien no se ha dado cuenta, todo anda bien.
Se escuchó como tocaban la puerta del restaurante donde se encontraban la Duquesa y la niña.
—Oh, Luka volvió. ¡Hasta luego!
—Espera, ¿qué? — pero Kagami ya había cortado la llamada.
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Al finalizar la llamada, Marinette había salido, estresada de la habitación, para luego darse cuenta que necesitaba otra ropa para su paseo a caballo.
No se dio cuenta que alguien la estaba observando todo el tiempo.
—Nathalie— le indicó el Rey Gabriel a su asistenta, —por favor, mantén vigilada a la duquesa. Hay algo que… no cuadra.
—Sí, señor.
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10 minutos después de la llamada, Establos del Palacio
Marinette, aunque ligeramente nerviosa, entró al lugar con una casaca negra, una gorra de montar y una bufanda roja.
Adrien se quedó mirándola.
—¿Deberíamos? — preguntó, señalando a los caballos.
—Debemos.
—Excelente.
Marinette miró nerviosamente a su alrededor, notando los grandes caballos.
Adrien se trepó al caballo. Marinette, por su parte, se rio ansiosamente.
—¿Algún problema? — inquirió Adrien.
—Claro que no. Solo… los caballos en Japón son más pequeños. Como ponys. Pero… no hay problema, jeje.
Marinette se aproximó al caballo, pero al impulsarse para subirse, se cayó de cabeza en el otro lado.
—¿Estás bien?
—Ajá.
—Habías dicho que eras competitiva en la equitación.
—Oh, sí, soy bastante competitiva— le decía Marinette mientras Adrien la ayudaba a pararse. —Mis pantalones deben haberse encogido cuando fueron lavados.
Al final, la chica volvió a intentar subirse al caballo, esta vez lográndolo satisfactoriamente.
—¿Vamos? — retó al Príncipe.
De lo lejos, Nathalie solo la miraba.
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Marinette y el Príncipe ya habían estado cabalgando un rato, llegando a un cerro repleto de nieve.
Marinette suspiró.
—Déjame ayudarte— ofreció Adrien, bajando de su caballo para ayudarla a bajar del suyo.
—Estoy bien.
—Solo por si acaso.
—Espera. Tienes algo en el ojo— le indicó el Adrien, y se acercó a ella para poder quitárselo.
Se quedaron un rato mirándose, hasta que la chica rompió el silencio.
—Esta vista es espectacular.
Adrien salió de su estupor.
—Sí. Sí, lo es. Vengo acá cuando siento la necesidad de escapar.
—¿Y lo sientes muy a menudo?
—A veces los dilemas del Estado pueden ser una carga.
—Usualmente, las cargas no son tan malas cuando tienes alguien con quien compartirlas.
—Dudo que te interesen los detalles de la importación extranjera.
—¿Por qué crees que no?
—No deberías preocuparte sobre eso.
Marinette se sintió ligeramente ofendida. ¿Acaso creía que porque era una mujer no le iba a importar cosas triviales como esa?
—¿Porque no soy suficientemente inteligente? — respondió.
—No, porque tú tienes que planear un matrimonio.
Quita el ligeramente. Ahora, Marinette se sentía muy ofendida.
—¿Así que debería limitarme a cosas como pulir mi tiara?
Adrien la miró un rato.
—No me refería a eso.
—Bueno, yo creo que te referías exactamente a eso— ella lo miró seriamente. —Me está dando un poco de frío, creo que ya es hora de regresar.
Mientras Marinette se subía al caballo, el chico solo la miraba, arrepentido por la forma en que ella tomó sus palabras, pero también un poco confundido en sí.
—Kagami…
Marinette solo se encogió se hombros y se fue.
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Intercambio de Princesas (C.2)
Ya se que no tiene sentido publicar este fanfic (porque ya paso Navidad) pero...digamos que aun siento el espíritu navideño.
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Capítulo 2: Haz un deseo y contaré hasta tres
Francia, 21 de diciembre, 9:50 am.
—Oigan, ¿podemos ir al centro de la ciudad? — suplicó Manon a Luka y a Marinette. —Está Santa, con elfos, con ¡todo! Y también podríamos conseguir medias para adornar la cabaña.
—Bueno, debemos estar en el François Dupont a mediodía para preparar la cocina. No dolería llegar temprano.
—No estás siendo, un poco, emm… ¿neurótica? — preguntó Luka.
—Estoy siendo organizada, ¿okey? Tenemos una agenda.
—A ver— le dijo Luka. Miró el papel con el plan. —¿Ves? Aquí dice tiempo para divertirse.
—¿Por dónde?
—Aquí, con tinta invisible. Ya, vámonos— río Luka.
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Centro de la Ciudad, 10:05 am.
—¡Medias! — gritó Manon al ver una tienda con ellas.
—Tengo más por acá— le dijo el anciano vendedor.
Marinette sonreía, hasta que vio la cara del anciano.
—¿Nos hemos visto antes? — le preguntó.
—Me temo que no, señorita. Pero me han dicho que tengo una cara conocida— respondió.
—El pueblo es muy entusiasta con la Navidad, ¿eh? — preguntó Luka.
—Es en honor de la boda real. El príncipe se va a casar con la Duquesa Japonesa, Lady Kagami Tsurgi, en Año Nuevo.
—¿Es bonita? — preguntó Manon.
—No se sabe mucho de ella. Es… tímida. Pero si quieren verla, escuché que estaba haciendo un tour por el set de la Competencia Pastelera Real.
Marinette sonrió, y le pagó el costo de las medias al vendedor.
Al cruzar la pista, casi es atropellada por una limosina.
—¡Hey! ¡Baje la velocidad! — gritó.
Dentro, el príncipe Adrien se percató de los gritos.
—¿Quién grita? — le preguntó a su asistenta, Nathalie.
—Un turista.
—Debe ser de Estados Unidos.
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Estudio François Dupont, 12:10 pm.
—…manga pastelera, cucharas de preparación, bandeja para laminar, tamiz y bandeja para saltear. Todo está aquí— se aseguraba Marinette.
—Marinette Dupain-Cheng. ¡Qué sorpresa! — exclamó una rubia que tenía puesto un mandil.
—Chloé Bourgeois. No sabía que estarías aquí.
—Yo gané el año pasado.
—¡Oh! Bueno, felicidades.
—¿Y qué están haciendo? ¿Cheetos?
—A mi me gustan los Cheetos— intervino Luka.
—¿Y tú eres…?
—Luka Couffaine. Trabajo con Marinette.
—Marinette y yo fuimos juntas a Le Cordon Bleu.
—Sí, Chloé era muy cercana con algunos profesores.
—Sabían que tenía talento.
—Ah, ¿sí? ¿Como cuando aderezaste la comida del director Damocles?
Chloé rió amargamente. Paso por enfrente de Marinette, derramando su bebida en su mandil.
—Ay, ¡cómo lo siento! — se rió y se fue.
—Iré a lavarme— le dijo a Luka, y se marchó.
-
Marinette se encontraba en el backstage, caminando apresuradamente, sin darse cuenta por dónde iba.
Chocó con una señorita que pasaba por ahí, haciendo que sus lentes de sol caigan.
—Lo siento tanto— dijo Marinette, interrumpiendo su caminata.
—No hay problema— dijo la extraña y se volteó.
Ambas se quedaron estupefactas.
Se miraron en un espejo cercano.
A excepción de sus ojos, ¡eran iguales!
—¿Quién eres? — preguntó Marinette.
—Lady Kagami Tsurgi, Duquesa de Japón.
—¿Tú eres la que se va a casar con el príncipe?
—Sí.
—Oh, sí, estás aquí por el tour. Umm… bueno, siento haber chocado con usted… eh… es que soy una de las participantes y hubo un accidente en la cocina… jeje— y Marinette hizo una reverencia incómoda.
—Señorita…
—Dupain-Cheng.
—Ah, okey. Es que… necesito una opinión experta en mi pastel de bodas, ya que temo que no estoy de acuerdo con el parecer de los chefs reales. Se que es pronto, pero ¿podría venir a palacio para la consulta más tarde?
—¡WOW! Estaría encantada.
—Podría ser… ¿en una hora?
—Bueno, iba a ir de paseo, pero estoy segura que mis acompañantes entenderán.
—Oh, no les puede decir. No quiero ofender al Rey y a la Reina.
—Oh, bueno.
Lady Kagami sonrió pícaramente y se marchó.
-
Palacio de los Agrestes, 1:03 pm.
—Es… extraordinario— dijo Tikki, la asistenta de Lady Kagami.
—¿Crees que podríamos ser parientes lejanas de algún modo? — le preguntó la Duquesa.
—Bueno, hace tres generaciones, la prima de tu bisabuela, Jean, huyó del país con un estadounidense divorciado. Se rumoreaba que ella vivía en Estados Unidos luego del incidente. Su hija, Gina, se casó con un hombre de apellido Dupont.
—Dupont, Dupain… podría ser— recalcó Marinette.
—Marinette, creo que fue el destino lo que hizo que nos encontráramos.
—No sé si fue el destino…— Marinette río, —pero estoy muy feliz de ayudarte con tu pastel.
—En realidad, necesito tu ayuda, pero no es con un pastel… siempre he querido ser libre, ver cómo vive el pueblo— mencionó Kagami.
—Así que…
—Quiero que, por los dos días antes de la competencia, cambiemos vidas.
—Espera, ¿QUÉ?
-
—No te preocupes por Adrien, él hará un viaje de negocios a China, y estará ausente por los dos días— se percató Kagami.
—¿Entonces no voy a tener que lidiar con él?
—Técnicamente, lo único que debes hacer es atender el desayuno con los reyes y limitarte a hablar del clima.
—Si tú lo dices…
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Palacio de los Agrestes, 9:30 am, 22 de diciembre
Era su primer día en el palacio, y Marinette se sentía bastante nerviosa. No sabía si las recomendaciones de Kagami serían suficientes.
—Buenos días, Rey Gabriel y Reina Emilie— les dijo a sus “cuñados”, haciendo una reverencia forzada.
—Hola, cariño— le dijo dulcemente la Reina, —de hecho, quería preguntarte algo. El chef quisiera hacer la ensalada de la recepción con una salsa de pecanas. Pero recuerdo que uno de tus tíos era alérgico a ellas. ¿Quién era?
—¿El tío Shi Fu? — respondió inseguramente Marinette.
—¿Él no había muerto? — preguntó el Rey con un tono más frío que el de su esposa.
—Emm… sí, pobrecillo, así que no se preocupen por poner pecanas en la salsa— dijo Marinette incómodamente, rezando para que ningún familiar de Kagami se muera por su culpa.
—En realidad, a mi nunca me han gustado las pecanas— enunció el Rey Gabriel.
—Bueno, encontraremos otra cosa para ponerle a la ensalada— dijo un joven rubio mientras entraba al comedor.
El Príncipe Adrien.
Marinette, quien estaba tomando un trago de té, casi lo escupe, y se atoró un poco.
—¿Qué pasa? ¿No querías verme? — preguntó Adrien tristemente.
—Solo estoy… sorprendida. Pero ¿qué pasó con China?
—Adrien usó su cabeza por una vez en su vida, y decidió que pasar tiempo contigo era más importante que asuntos del Estado, estando tan cerca su boda— declaró la Reina.
—Así que ahora mi prioridad es pasar todo el tiempo que pueda contigo, Kagami— le dijo Adrien a Marinette.
Marinette forzó una sonrisa.
—Emm… voy a los servicios— dijo, se paró y se fue.
Corrió hacia la habitación de Kagami, donde se encontraba Tikki arreglando ciertas cosas.
—Tikki, ¡Tikki! — exclamó con una cara de terror puro.
—Marinette, ¿qué pasa?
—¡Adrien ha vuelto!
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