Tumgik
#lh: Panama
monvria · 13 days
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Juancho es el nombre del perro que desde hace lustro y medio es el fiel acompañante de Fernando, can criollo de orejas cortas pero pelo largo. Le ayuda principalmente en su obra: cazar la quinta bestia del semestre. Ladra estruendosa y miedo no le tiene ni a los jaguares, por eso el amor del hombre con su perro; está a la par con su amor al caballo que tiene desde hace diez años. No necesita a nadie más.
Fernando es del Valle Central, de buena familia incluso, pero la carrera de abogacía no lo enamoró y el de médico le pareció un suplicio. ¿Qué terminó haciendo? De explorador para trochas y caza de animales. Ama mucho la naturaleza, tanto que su forma de darle pleitesía es aniquilando a las bestias. En el sur es un foráneo, raro porque se supone que sigue en país suyo, pero acá hay gente distinta que no se llama con la nacionalidad de él y que vienen del este, para Fernando, sur, y aquí le tratan como cualquiera pero dejándole en claro que extranjero es. Cómo se enteraron que es cazador, nadie sabe, pero le han contratado porque una bestia está practicando la antropofagia. Ha escuchado de los devoradores de hombres, su padre le contó historias así, y ahora se le puede hacer realidad uno de sus sueños, atrapar algunos de esos animales; darle caza y evitar más desgracias.
Si tiene todo no necesita nada ni nadie más, es obvio, y por eso el cabreo. El hombre se presentó como Rodrigo, no tiene apellido, y que es como los otros de acá. «Ni soy su compatriota ni su paisano, pero un gusto don Fernando». Parece como él pero no, no es así, porque se dice huaquero y que los animales poco le interesan, solo les da caza para comer como cualquiera, y no entiende la caza deportiva, de aquellos que, dice él, practicaron monarcas y ahora barraganos.
Comenzaron con mal pie. Fernando no quiere compañeros y no los necesita, de hecho Rodrigo no es colega suyo, solo se lo halló buscando al devorador de hombres, pero ahora lo tiene pegado como garrapata. Dice que le sigue porque sabe por los indios de acá que está cerca de tumbas antiguas. Le sigue por conveniencia y Fernando es tan hidalgo que no ha querido darle dos tiros al suelo para largarlo.
Por las noches se desaparece el patán. Fernando suspira pensando que por fin se lo quitó, para cuando es mañana decepcionarse porque lo halla sirviéndose ñajú de a saber dónde. Le concede que es lo suficientemente educado como para compartirle el brebaje, y lo suficientemente perspicaz como para darle sal. Se pregunta cómo ha llegado a aquella conclusión: que para bebidas así una pizca de sal lo hace feliz.
En las comida a veces está y otras no, por lo que lo tiene loco Fernando. Loco porque no sabe cuánta porción hacer. Si es poco el otro vendrá y comerá del suyo, y si es mucho se echará a perder. Lo odia entonces. Por eso una noche, cuando sabía que merodeaba por ahí, le dijo «aborto de Hefesto, nos matarás de hambre».
Juancho muy leal le gruñe al desgraciado cada que aparece; se le eriza los pelos y parece loco el perro. Fernando debe zapatear tres veces el suelo para que el can se calle, que no así no esté alerta. Juancho lo odia e incluso llora por eso por las noches cuando Rodrigo no está. Fernando cree que de felicidad. El otro hombre no le presta atención a Juancho, no desde que una vez le devolvió la ladrada y el perro casi se le echa encima. Fernando le dijo bien hecho; te lo mereces, Rodrigo. Éste solo alza los hombros y los baja, restándole importancia.
A Juancho Fernando lo debe de llorar tres noches cuando pierde la esperanza de encontrar al can. Tres noches, cuatro días desde que no ha avistado a su amigo. «¿Me lo has matado?», «Como he dicho, Fernando, no le veo la gracia de matar sino para comer, y carne de perro sabe muy mala». Fernando no le presta atención a esa última frase.
Cuando llega al pueblo de los borucas no los recibe nadie. «Me odian y me aman» dice Rodrigo. «¿Qué les has hecho?», «nada, sabes, solo que me ven diablo y entonces mejor no tener contacto conmigo», «muy inteligentes», «sí, le han ganado ahí». Fernando por respeto no se queda en el pueblo pero acampa en los límites. Como siempre el otro se ha ido y en uno de estos días le preguntará dónde es que se escapa y el porqué. Igualmente mientras piensa aquello uno de los borucas se le acerca y le dice que si es cristiano rece el Rosario que poco le queda. Escuchado eso ahora Fernando tiene los huevos en la garganta.
Tanto que ha buscado y nada que ha hallado, el devorador de hombres sigue perdido y la gente está por creer que fue una alucinación grupal porque llevan meses sin saber de la criatura.
Fernando pese a todo no se da por vencido y por una última vez agarrada el caballo aún en pie y parte para el Talamanca a dar con aquél. Hay trochas ya hechas y otras que debe hacer él. No le importa, está hercúleo. Pero baldazo le cae cuando olvida de otros peligros y su caballo ha sido mordido por alguna víbora entre los matorrales. Fernando ahora solo se tiene así mismo y el Máuser que ahora abraza como si fuera su hijo.
Entre la enorme piedra detrás de él, que da una cavidad similar a una cueva gracias a cómo está y al terreno arriba de éste, escucha pasos a los alrededores y Fernando está a punto de gritar. No sucede nada, no se acerca nadie y entonces el cansancio lo vence y cierra los ojos. Cuando horas después, no sabe cuánto, abre uno de los ojos ve a Rodrigo. Es raro, no hay forma alguna que esté acá bien vestido; ¿por qué lleva ruana, rosa además, como los sureños? ¿De dónde ha sacado ese sombrero de paja que nunca lo vio cuando andaban juntos? ¿Qué hace aquí, si la última vez que lo vio fue justo antes de llegar al poblado donde le dijeron que el come hombres ya no hace aparición?
Todas las preguntas se le han borrado cuando ahora tiene su cabeza en el regazo del otro. Le está acariciando el cabello tal como hace un padre a sus hijos. A cada acaricia más áspera se vuelve la mano y ya capta.
—¿Cansado, don Fernando?
—¿Por qué tan cruel?
—Mire que no lo entiendo.
—Un pillo usted, tanto jugó conmigo. Tuvo razón, inteligentes ellos y tonto yo.
—Mi compadre, qué dices.
Fernando solo debe mover la cabeza y ver lo que ya sabe. Qué astas más grandes, qué cara más rara, cérvido sería pero no del todo, y la lengua de víbora y los dientes de caimán, y la piel más como madera que como pelaje, crema, y patrones de triángulos todos negros y rojo sin coherencia asimétrica hasta que se ve todo el cuerpo y entonces sí, simetría poca. Suspira y ya ha hecho las paces. Le hizo caso al indio.
—¿Me lo mataste? A Juancho.
—Repito, matar solo para comer, y carne de perro qué mala es— Fernando pensando, ¿no debería captar olor a azufre? Oh —En la noche me persiguió. Perro tonto, barranco no vio. ¿Y yo con qué corazón le puedo decir que algo de culpa tuve? Ay Fernando, perdón.
—Para y ya termina. Una sentencia basta y sobra. Haz lo tuyo.
—Fer, que lo quiero mucho, mucho— Fernando está presionando duro los dientes, por cólera y por impotencia. ¿Qué puede hacer él con semejante ser estando a su merced? —¿Cómo le dicen los tuyos? ¿«Te amo»? Y como uno de esos buenos actos, esos de amor, yo quiero que se largue de aquí y no vuelva más ¿sí?— Fernando no siente aquellas texturas de madera, ahora es piel, piel de hombre y tiene la cara de Rodrigo mejilla con mejilla con él. Le está abrazando, claro, como se abrazan cuando se quieren unos, solo que aún en el regazo. Y le besa la sien, por supuesto, porque le cuenta que ha visto actos así entre los suyos cuando se quiere a alguien y es bonito y lo quiere copiar.
Fernando llegó al poblado donde comenzó todo, con una ruana rosa y un sombrero de paja, y un par de astas. Los lugareños le preguntan qué ha pasado y él solo pide saber cuándo llegará la avioneta que siempre recoge los sacos de arroz el segundo domingo del mes.
En San José Fernando por fin dio bola en medicina y se hace de un nombre donde su padre siempre quiso verlo. Tiene aún el Máuser, y cuando le pregunta dice que fue cazador una temporada, «¿y dónde cazó?», «En las montañas, en Guanascaste, en el Caribe por la bananera y mi último viaje al sur, por convicción propia». «¿Y qué vio en el sur salvaje?», «Mucho y poco; no duré mucho pero vi bastante, y aun así fue nada». El Máuser llama la atención, es lo que más llama en verdad, pero los más vivos entonces preguntan por el par de astas en su sección de su cubículo y él se encoge de hombres, «son de mi compadre», amigo cazador pregunta uno después de escuchar eso y Fernando contesta que más que amigo, ladilla, y más que cazador, diablo. Lo tiene un muy alta estima dice el susodicho, y Fernando contesta que sí porque es tonto. «¿Y eso que dicen que en el sur hay come hombres?», «que es joda y que todo es alucinación colectiva».
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@animeluci-98thpg
Aquí tenéis.
Para imaginarse al espectro vea ésta y ésta otra imagen.
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cherrysplashart · 4 months
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Cuarto aporte por el 15 cumpleaños de LH !! Chambelanes de caramelo, Rodrigo y Daniel 🍬🍭
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a-pair-of-iris · 1 year
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El novio misterioso
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AO3 Wattpad
No era lo más atestado que habían visto el cine cerca del barrio, esa siempre sería la vez que consiguieron los boletos para el estreno de Toy Story 4; del cual salieron completamente emputecidos y llorando, así que intentaban nunca mencionarlo. Por eso, aunque fuera mitad de verano y estuvieran rodeados de personas por todos lados -con el aire acondicionado solo aumentando el bullicio y esparciendo el olor a sudor y bloqueador-, les era de poco interés la cantidad de gente, es más, la congestión servía a sus propósitos, pues estaban en mitad de una misión de espionaje.
- Deberíamos pedir una bolsa para cada uno, esto no nos va a alcanzar ni para los comerciales -exclamó Rodrigo, en medio de sus otras dos primas, el único que no tenía interés en mirar por los bordes del pilar detrás del que se estaban ocultando.
- No puedo creer que eso sea lo que te preocupa ahora… -respondió María, la pelinegra que aún llevaba los lentes oscuros bajo techo. A diferencia de su estilo habitual, aquel día iba vestida con chaqueta y pantalón deportivo, además de las zapatillas de gimnasia que jamás tocaba si no necesitaba correr en las mañanas para la profesora de gimnasia.
- Pues me preocupa bastante, siempre que me distraigo ustedes no me dejan nada… -Tenía muchos recuerdos de estar hambriento a mitad de película cada vez que se les ocurría salir en familia.
- ¡Mentiras! ¡Eso nunca ha pasado! -María se volteó en su dirección, y levantó sus lentes oscuros solo para dedicarle una mirada molesta.
- ¡Claro que sí! ¿De qué me estás hab…?
- ¡Se mueven!
La inminente discusión se vio interrumpida por la mayor de los primos, quien sujetó de los brazos a los otros dos, y a tirones los hizo avanzar con la masa de gente que comenzaba a formarse para ingresar a la sala de proyección. A propósito fueron quedándose al final de la fila, para seguir ocultándose de las posibles miradas de las dos personas a las que estaban espiando con tanta determinación.
- ¿Qué están haciendo? ¿Están mirando hacia acá? -preguntó María, de espaldas al inicio de la fila y con la cabeza gacha. Estaba convencida de que, de los tres, era la más reconocible a larga distancia, por eso no quería arriesgarse a echar un vistazo.
- No, para nada, Pancha aún está colgada de su brazo, parece que siguen conversando -Catalina intentaba verle el perfil al tipo con el que estaba su otra prima, pero hasta el momento, no había tenido suerte ni para verle la nariz, así que dio otro paso lejos de la fila, buscando un mejor ángulo. Con cada centímetro creía estar más cerca de descubrir si era más o menos atractivo que el novio anterior.
- Sigo preguntándome porqué aún no nos lo presenta, nunca se había tomado tanto tiempo con ningún tipo -comentó Rodrigo, tan bajito en la habitación atiborrada, que por poco ninguna de las chicas logró escucharlo.
- Eso mismo me preocupa ¡Quizás con qué bandido anda ahora la picaflor! Recuerdo al menos dos que necesitaban terapia urgente -agregó María. En verdad la tenía un poco preocupada su prima, pero era una mínima parte; el resto de ella no se podía creer que la santurrona de Francisca le estuviera duplicando el número de novios. Necesitaba respuestas, y saber si tenía otros prospectos secretos o qué pasaba.
- Tampoco se ve como su tipo usual, ¿Verdad? ¿Saben a lo que me refiero? -Catalina agitó la mano en dirección a la pareja. Rodrigo alzó la vista, María se volteó, y por una vez, los tres primos se encontraron observando directamente a quienes habían seguido furtivamente al cine.
Sabían a lo que se refería Catalina. El personaje a un lado de Francisca era un misterio, incluso sin contar que aún no podían verle la cara. Tenía una mopa despeinada de cabello castaño, piernas de fideo y llevaba un chaleco amplio de color rojo con rayas blancas; lo único llamativo del tipo, al menos desde atrás. No habría nada de malo, suponían, si el desfile de exnovios de Francisca no pareciera haber sido reclutado a las salidas del gimnasio.
- Quizás nunca nos presenta a los feos -musitó María, con algo de esperanza. Tanto Rodrigo como Catalina le dieron una palmada.
Continuaron con su espionaje improvisado y torpemente ejecutado, pero consiguieron entrar a la sala de proyección y ubicar sus asientos sin que la pareja notara su presencia. Aunque quedaron cuatro filas detrás, y por mucho que no necesitaran lentes, ninguno tenía super visión, por lo que continuaron avistando solo la parte trasera de sus cabezas, y de vez en cuando la punta de alguna nariz.
- Es bastante bajito, ¿Verdad? Se ven de la misma altura, nunca había tenido un novio tan bajito -comentó Catalina mientras pasaban los comerciales antes de la película. A pesar de que más de un adelanto de película le habría parecido interesante, no le despegaba la mirada a las dos cabezas, que cada tanto volvían a juntarse en medio de los asientos.
- Por eso les digo, a los patitos feos debe sacarlos a escondidas.
- Ya basta María.
- Quizás está tratando algo nuevo, puede que le hayan aburrido los bíceps y el olor a sudor -dijo Rodrigo, insertando su comentario en medio de la conversa de sus primas, así como se encontraba físicamente sentado entre las dos. Cuando éstas lo miraron, les ofreció un poco de las palomitas que sostenía sobre sus rodillas.
Habían caído en cuenta del enamorado secreto de Francisca por puro accidente. Al menos eso les había jurado María, quien, por lo que contaba, vio de casualidad el mensaje entrante de WhatsApp en la pantalla del celular de la menor, cuando esta estaba ocupada en otras cosas. No confiaban del todo en lo fortuito del asunto, pero la curiosidad los tenía en vela hace un tiempo, pues a pesar del sinnúmero de planes que habían hecho para el verano, Francisca no paraba de excusarse de la mayoría.
- No sé si le guste tanto, saben, no he visto que se den ningún beso ni nada -señaló Catalina a unos veinte minutos de haber comenzado la película. Los veía inclinarse regularmente y compartir las palomitas y el refresco, pero nada más.
- Quizás es tímido -sugirió Rodrigo, quien por una vez sentía la necesidad de defender a uno de los novios de su primita. La falta de besuqueos en verdad hacía que el nuevo sujeto le estuviera cayendo en gracia, a diferencia de las chicas.
- ¿Dónde está la pasión? ¿El entusiasmo? ¡La he visto dando nalgadas! No, aquí algo pasa, quizás sea una cita de lástima -María tomaba puñado tras puñado de palomitas mientras analizaba cada movimiento de la pareja. Cabe decir que no se había enterado de nada de la trama en esos veinte primeros minutos.
A los cuarenta minutos, Rodrigo finalmente había comprendido que la película era más de terror que de misterio, a diferencia de lo que le había dado a pensar el tráiler.
- Oh, no… oh no, no, no, no… -El chico se fue encogiendo en su asiento, en un inútil intento de sentirse protegido en la enorme habitación llena de extraños, con la enorme pantalla lista para mostrarle algo que no quería ver.
- Compórtate Rodri, aquí no puedes ponerte a gritar como en la casa -Catalina puso una mano sobre el brazo de su primo, mientras María fue más práctica que sensible, y rápidamente se hizo de la bolsa de palomitas, para mantener lo poco que quedaba a salvo del asustadizo del grupo.
- Si te pones a llorar, juro que me cambio de asiento, no me hagas pasar vergüenza de nuevo.
Cinco minutos después ocurrió el primer jump scare de la película, y el grito de Rodrigo retumbó en toda la sala, al igual que todos los otros que soltó durante el resto de la cinta.
- ¡Ni siquiera daba tanto miedo! -Gritó María, al tiempo que se deshacía de la bolsa vacía de palomitas en el contenedor justo fuera de la sala.
Habían esperado varios minutos durante los créditos a que la pareja saliera antes que ellos, mientras eso ocurría, varias personas de las filas cercanas les dedicaron más de una mirada a los tres adolescentes, que intentaban desaparecer en las butacas.
- No fui el único que se asustó -Rodrigo intentó defenderse, aunque ninguna de las dos le hizo mucho caso. Por una vez, tenían cosas más importantes que burlarse de él.
- ¡No los veo por ningún lado! María, ¿Dónde pudieron haber ido? -Catalina dio un giro completo, intentando ubicar a su prima y el desconocido, pero se habían esfumado.
- ¡Argh! -María alzó los brazos y dio un pisotazo al suelo alfombrado-. ¡No debimos tardarnos tanto! ¡Quizás a qué rincón se la llevó ese cretino!
- ¿Podríamos ir a ver a la parada de bus? -sugirió Rodrigo, ya bastante cansado luego de tantos sustos. Estaba listo para desistir e irse a dormir hasta el otro día y olvidarse de toda esta operación fallida.
- Aún es temprano, no creo que se hayan ido, deben estar en alguna tienda o por los árboles de afuera -Catalina tenía sus ojos puestos en la pizzería, creyendo que sería buena idea comenzar a revisar los puestos de comida, en caso de que hayan planeado una cita más larga.
- De hecho, pensábamos ir por papas fritas, quizás me convenza de dejarles las recocidas.
Rodrigo soltó un nuevo grito de terror, y las muchachas se voltearon tan rápido que sus cabellos oscilaron como látigos. Por detrás de uno de los pilares que habían usado antes para esconderse, apareció Francisca, con las manos en la cadera y un rostro molesto.
- ¿Se puede saber qué hacen siguiéndome como detectives de segunda? ¿Y cómo supieron siquiera que iba a estar aquí? -La chica de pelo corto se cruzó de brazos, y siguió mirándolos.
 Entre los tres se miraron por un segundo, antes de explotar en una cacofonía de voces.
- ¡Es que nos tenías locos de curiosidad!
- ¡Te estabas comportando muy extraño!
- ¡Ni siquiera quería estar aquí! ¡Ellas me obligaron!
Catalina y María decidieron ignorar aquel comentario de Rodrigo por el momento.
- ¿Por qué no nos dijiste que tenías novio de nuevo? -la cuestionó María, saltándose por completo la parte en la que se sentía culpable por espiar, y dio dos pasos más cerca de su prima- Porque ya van semanas que nos abandonas para andar con este, supongo… ¿Por qué no nos lo has presentado?
- Sí, eso mismo, chica, y digo, no lo he visto de cerca, pero parece algo lejos a tu menú usual -Catalina se colocó hombro con hombro junto a María.
 Luego de unos segundos, Rodrigo decidió imitar a sus primas, y se unió al frente que quería respuestas, con brazos cruzados y todo.
De un momento a otro, la mesa se dio vuelta en su contra, y Francisca se encontró con la cara roja de vergüenza y esquivando las miradas de sus familiares.
- Bueno, sí, tienen razón, los he dejado un poco de lado -Con dedos inquietos se reacomodó algunas mechas detrás de la oreja, y carraspeó un par de veces antes de atreverse a mirarlos a la cara otra vez- Y sé que no es del tipo con que usualmente salgo, pero por eso mismo quería ver cómo iban las cosas antes de hacer las presentaciones… ¡Pero hubieran esperado un poco más! ¡Ya lo iba a hacer!
- Oh, ¿Entonces sí te gusta? -preguntó Rodrigo, algo entusiasmado con la noticia. A diferencia de sus primas, que al nuevo modelo le faltaran músculos y unos centímetros de piernas no lo tenía tan perturbado.
Una sonrisita se posó en la cara de Francisca, y su sonrojo se hizo más visible.
- Pues sí… no sabía qué pensar al principio, pero ahora me gusta bastante -compartió la sonrisa con el muchacho, y a pesar de los rostros incrédulos de María y Catalina, continuó con igual entusiasmo- Es muy dulce, y tenemos varias cosas en común y hablamos todo el tiempo, más que con cualquiera de mis ex, creo que eso es algo bueno…
Mientras más contaba, sus primas parecían irse convenciendo de darle una oportunidad justa al sujeto. Rodrigo estaba más que listo de darle la bienvenida a la familia.
- ¿Y dónde está este pan de dios? -preguntó Catalina, pues no creía que estuviera esperando detrás del pilar a que Francisca le diera el pie para su entrada.
- Ah, justo entró al baño cuando los vi, pero ya debe venir en camino…
En efecto, no esperaron mucho, pues unos minutos después, en medio de una discusión para decidir si irían por la porción de papas o lo cambiarían por unas pizzas para todos, Francisca alzó la cabeza y le sonrió a algo en la distancia.
- Oh, ¡Ahí viene mi bomboncito! -exclamó, y los ojos se le encendieron de alegría.
Nuevamente sincronizados, los tres dieron media vuelta con la anticipación picándoles los pies.
- Uh… -dijo la única persona frente a ellos.
Que resultó ser una chica.
Bajita, delgada, con las mechas castañas y el chaleco a rayas que habían estado observando toda la tarde.
Y era una chica.
- ¡Manu! ¡Mira cariño, estos son mis primos!
Manu les agitó la mano, y al siguiente instante se sonrojó e intentó ocultarlo jalándose el cuello del chaleco hacia la cara.
- Oh por la virgencita… -murmuró María, sin apartar los ojos del fideo con pelo- Es adorable.
- ¡OH POR DIOS TIENES NOVIA! -Catalina dio un chillido que hasta a ella le sorprendió. Se tomó un momento para observar a la chica de pies a cabeza, y a continuación se lanzó a darle un abrazo asfixiante- ¡No me lo creo! ¡No me lo creo Fraaaan! ¡Ah!
- ¡Dámela! ¡Déjame verla bien! -María se acercó con los brazos extendidos, y sujetó lo primero que pudo agarrar de la muchacha, que por suerte solo fue su brazo-. Oh, cielos, olvida las pizzas, ¡Vamos a ir a probarte ropa! -comentó con algo de desdén hacia el enorme chaleco que traía.
Rodrigo se dio un minuto para sentirse desilusionado por el nuevo amigo que nunca existió, pero pronto se sumó a los esfuerzos de Francisca de recuperar a su novia de las manos exaltadas de María y Catalina. Al menos fue el primero en presentarse como la gente.
Tiempo después, cuando solo quedaban las sobras de las dos pizzas familiares que habían decidido pedir, los tres tuvieron que coincidir que esta era una pareja divina, y que Manuela untando los bordes restantes de masa con kétchup para Francisca, antes de que la rara de su prima pudiera hacerlo, era lo más tierno de la vida.
FIN
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mr-uru · 23 days
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Mis papás 💋🇺🇾🇧🇷✨️💖✨️✨️💖💖
(Después de pasar la eliminación de los grupos de la copa américa)
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where-the-sabia-sings · 7 months
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I’ve mentioned before that Manuela sees most of South America as her cousins, but I want clear that doesn’t mean all Latin America are Antonio’s children. Some of them are, but others aren’t.
Who I headcanon not being children of Spain:
• Paraguay
• Uruguay
• Panamá
• Bolivia
• Guatemala
• Costa Rica
* there’s probably more but I want to study more for clarification
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youareinlovees · 2 years
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My theory for a while has been that LH was written during or after her visit to Panama after she was done with all her Red TV promo and she got to just lay in bed with him for a few days and not have to hear about that fucking scarf 🥺
Real
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evisma-15 · 3 years
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incorrectlhquotes · 4 years
Conversation
Fernanda: Contate algo, ¿en que andás?
Rodrigo: Acá, fracasando.
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kuraudiart · 5 years
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EcuPer week ♥~
Day Two~ (This took me longer than I expected OTL)
Sunshine~ ✨
Ecuador and Peru having fun with their brothers on the beach✨
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normiienverkk · 5 years
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Part 2 lol
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monvria · 7 months
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«Random bullshit go!» más como «¡inspiraciones nocturnas go!»
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A sabiendas de dónde viene, estar en un viaje de introspección acostado en la cama es casi que lo común, y en la mayoría de los casos es más que bienvenido, pero en esta ocasión no. No porque todo conlleva en pensar sobre la criatura que casi le provoca un gatillazo en plena faena. Ya llevaba un buen tiempo dándose matraca con la vecina hasta que en eso pilló al perezoso en una esquina, en una especie de armatoste hecho exclusivamente para él, mirándoles fijamente. Le dio un bajón.
Ese perezoso es todo un enigma. Nombre oficial no tiene por tanto un día se llama José, otras veces Juan, debes en cuando Marco, dos veces escuchó que se refirieron a él como Eustaquio, y así con más nombres. Desconoce si posee esto, la inmortalidad condicionada, como otros animales poseen como las mascotas de su hermano. Tampoco puede decir que es una mascota, porque no es como que Fernanda se refiera a ese animal como tal; sí le da cuidado, pero muchas veces ni lo ve en la casa y cuando pregunta ella contesta que andará por ahí, por la selva, y lo dice como restándole importancia. Entonces mascota no es, ni siquiera comunal, pero cuando llega ella le da todo el mantenimiento que necesita un animal así, que es poco según cuenta, y al parecer armarle un armatoste para que descanse en su cuarto personal es uno de esos pocos cuidados.
Pero sí, la cuestión es que tener a un tercer par de ojos y no haberse dado dé cuenta de ello, le ha propiciado reflexionar cómo abordar esta problemática que hace veinte minutos atrás no tenía. No es algo que quiere volver a repetir, y si lo puede zanjar ya, pues lo hará.
Voltea a su derecha y ahí está Fernanda echada, como no, boca arriba y con las manos entrelazadas a mitad del torso y los ojos cerrados. Está dormitando pero aún sin caer más allá, y sabe esto porque aún la mujer juguetea con sus mano. En un escenario normal ni siquiera se le ocurría decirle algo, que duerma todo lo que deba dormir, si se quiere echar dieciocho horas de sueño pues que lo haga, pero entonces cruza miradas con el perezoso en la esquina y no, hoy no.
—¿Estás con Morfeo o aún sigues conmigo?— pregunta porque no le va a caer con la problemática de ya para ya, y ésta no contesta de una vez pero termina por hacer un ruidito que es la confirmación de que sí, lo está escuchando —Bien, porque cierto señorito no nos ha quitado la vista desde que me he enterado de su presencia.
Ese comentario hace que Fernanda abra los ojos de par en par porque eso suena a un tercero, y si es un tercero, son muchos. Cuando voltea a ver a Rodrigo éste ya le está señalando la esquina y ahí ve al oso perezoso echado tan pancho, mirándolos sí, sin inmutarse. Fernanda se irgue para verlo mejor y sigue sin inmutarse. «¡Oh!» es lo que atina a exclamar y se vuelve a echar.
—No me digas «oh».
—¿Qué puedo decirte?— Fernanda debe confesar que la situación le provoca risa, se quiere reír y se ríe, un poquito, para desgracia de su compañero que atina a taparse la cara con una mano —El señorito no es como que me pueda mandar un memo diciéndome que hoy llegaba. Usted sabe, imposible para él.
—Esa cosa provocó que me rendimiento bajara— ahí Fernanda ríe, más duro que antes, porque no lo puede creer. Al hombre no le queda más que moverse a su costado y quedar viéndola pasmado; vale, cree que se está desquitando con él de todas las veces que le ha hecho jugarretas.
—Ahora entiendo la vara, qué le pasó— dice aún con atisbo de risa en la oración y, por lo anterior y esto, anda enjuagándose los ojos —Vamos, no es gran cosa.
—No señora, no me cuente sus fetiches. Esa vaina no va conmigo.
—Por favor— sigue soltando risitas ella —No me digas, el más santo. Usted ni se lo cree.
—No seré el más santo, ni tengo comunidad que me venere, pero algo sí le puedo decir: la intimidad es sagrada para mí. O es usted y yo o nada. No me agregue a sultano o mengana. No quiero otro par de ojos o más viéndonos. Muchos años, Feña, lo sabes bien.
Que el hombre haya tirado ese comentario con un tono de indignación provocó que la pobre muchacha diera más risotadas, y por consiguiente un pequeño ataque de hipo la invadió. Rodrigo ya había erguido la mitad del cuerpo, listo para levantarse e irse, pero Fernanda le pasa el brazo por el pecho y le insta nuevamente a acostarse. Acatada la acción entonces va y se le encarama encima, de largo y largo, poniendo todo su peso y evitando que intente escapar.
—Vamos hacer un recuento— Comenta Fernanda rascándole la nariz —para confirmar si es cierto lo que cuentas. La primera vez. . .
—Fue solamente usted y yo, en una casona a orillas del mar. En la vivienda solo residías tú. Me invitó y ya sabe el resto.
—Bien, bien. Correcto— Entonces analiza el siguiente y recuerda esos casi diez años —La segunda vez, o bien, las segundas veces; fueron muchas. ¿Qué hay ahí?
Recordar esa etapa hizo mortificar a Rodrigo. Recuerda aquellos encontronazos, analice el contexto y ahora se le ha subido la bruma a la cabeza. Fernanda capta pero no comenta sino que sigue echada esperando que prosiga, y como dilucida que no lo hará, toma la iniciativa.
—No recuerdo todas pero sí la última. Fue en una cabaña de dos pisos en Breñón. La cabaña tenía chimenea ¿recuerdas? Chimenea de piedra. Raro. No es que hiciera mucho frío para tenerla, pero ahí estaba — No le está viendo, sino que ahora con la cabeza echada de costa ve al infinito de la pared crema escarbando en su inconsciente hallando todas las piezas de ese momento —1928. Usted me odiaba y yo también. Aun así desde aquella vez nos quedamos con más y, pese a que no debíamos, nos reuníamos solo para eso. ¿Qué más sigue?
—Yo la estaba esperando, así como usted me esperó otras veces, pero no llegaba. Entonces pensé que se la comió un jaguar o los indios conejos, y pobre, ha muerto Fernanda, pero llegó. Llegó bien vestida, pulcra, mínimo a una reunión oficial pero lo nuestro era clandestino.
—Ajá, y ni cortos ni perezosos entonces nos agarramos e hicimos lo nuestro. Usted bien animal, le gustaba morder. Parecía perro. ¿Pero entonces qué pasó?
El hombre estaba a punto de cabrearse de que todos sus enunciados estuvieran terminando en preguntas para incitarlo a hablar, continuar esta historia que a veces prefiere olvidar. Bien podría evitar seguirle la jugada, pero oh ha caído, y las ganas de soltar lengua pueden más.
—Viniste y dijiste «¿podemos actuar como si estuviéramos “enamorados”?» y yo le pregunté cómo era eso— Porque lo atónito para él, más allá de la solicitud, era que no sabía eso del amor, no como lo conciben los mortales. Recuerda con quienes ha yacido y sí les tenía cariño, como aquella mulata de Cartagena o la chola de Penonomé, pero enamorado nunca y en ese momento, sabe, tampoco. Entonces recuerda años después de aquello que le preguntó a Fernanda si ha estado enamorada y ella con la boca a medio abrir, él dijo que mejor no le contara —y bueno, me empezaste a besar suave, calmado, no como minutos atrás en el diente con diente. Se tomó su tiempo, apreciando todo. . .
—Lo que haya que apreciar. Me agarró y me llevó, bien hidalgo, a la cama, y siguió con su hidalguía ahí pese a su cara de enojo, o de perplejidad, porque ese ceño fruncido era difícil de desencriptar. Igual y asimismo le solicité que me tratases por mi nombre de pila y no apellido e hice lo mismo para con usted.
—Durante ello, cuando estábamos en esa posición, la que Antonio de las pocas veces que nos dijo sobre eso era la única válida, la única con que no nos iríamos al infierno, me comentó que le dijera «te amo». . .— y no sigue porque justo ahí pilla que ha olvidado que lo prosigue, una gran impresión que hace abrir los ojos y alzar las cejas. Fernanda no parece indignada por eso; cruza los brazos frente suyo y ahí coloca el mentón, para descansar la cabeza, y para verle mejor.
—Lo cumpliste. Tres veces, o dos, quizás cuatro, ahí no recuerdo bien, pero fue más de una, me dijo «te amo». Después de la primera le pedí más y cumplió.
—Entonces en una de esas me dijiste «te amo» también— recordó. Fernanda asiente.
—No sé si lo hallaras falso— sí lo halló —pero a mí me llegó — risotea Fernanda nuevamente, tapándose un poco la boca —Ahora recuerdo que lo dejó perplejo, balbuceó algo que no recuerdo pero sí lo otro a eso. No moderaste, por lo perplejo, y ahí me diste una embestida mal dada. Me dolió.
Si hace minutos atrás fue una mamo con la que se tapó la cara, ahora son las dos. Ya recuerda, y recuerda bien. Ese comentario lo agarró con la guardia baja y, en efecto, puso más fuerza de la necesaria en ese embate. «¿Disculpa?» ahora dice, a casi cien años de eso, y Fernanda alza los hombros y añade «el tiempo de los perdones pasó, Rodrigo».
—Pero— retoma Fernanda— no pasó a más. Un minuto más y ahí llegamos. No parecía satisfecho —porque todo; la solicitud, las acciones, todo; lo dejó confundido, y confundido uno no disfruta —pero yo sí— añade —Pero ahí se acabó todo, ¿cierto?
Como siempre pasaba, ahí quedaron echados en la cama recobrando energías, y para mal del hombre lo dejó en sopa de techo, que suele odiarlo o no dependiendo de la ocasión, y aquella vez cómo lo odió. Cuando se levantó Fernanda a recoger su ropa y ponérsela para irse (como siempre hacían en aquellos encuentros, pasado el momento efímero se iban), hizo lo que nunca había hecho para ese entonces: acercársele y darle el beso de buenas noches, para luego añadir «no pienses mucho en eso; es falso» y él le contestó «todo simulado» y ella asintió sonriendo, feliz, y Rodrigo volvió a fruncir el ceño, más pronunciado, y ella volvió a besarlo pero entre las cejas y después se alzó y salió de ahí sin volver a verlo.
—Sería años después. No. Décadas después para cuando volviéramos a tener otro encontronazo— añade Rodrigo mientras piensa en ello, rascándose el mentón —Fue como dos o tres años después de haber resuelto ese problema —Fernanda asiente, otra vez, porque recuerda bien eso y el otro está en lo correcto.
—Estabas en mi casa. Le dije si quería ir a las montañas y usted creyó que estaba de joda y dijo que sí. Mala suya, tuvo que venir a escalar conmigo y hubo que parar por un día, pero estuvimos de suerte, hubo refugio. Ahí sí tenía justificación que la cabañita tuviera chimenea, pero no era chimenea sabe, era ¿cómo se le decía a ese aparato todo raro?
—No le des más vueltas, era una estufa de leña de las antiguas, donde también se puede cocinar y esa, era grande, tenía horno, entonces hornear también.
—Sí, y la cabaña era, literal, cuatro paredes.
—Así que un hombre y una mujer, solos, compartiendo una sola cama y, para rematar, ya han tenido tema. Qué más iba a suceder sino eso.
Fernanda ríe. Hoy ha reído más que él.
—Pero aquella vez fue rápido. Apuesto todo que no pasó de los cinco minutos.
Por fin risotea Rodrigo.
—¿Y querías más? Estábamos cansados pero mire cómo es la arrechera de fuerte. ¡Jo, bellaca!
—¡Solo estoy narrando lo sucedido!— exclama mientras se peina para atrás el cabello —Pero usted sí es malo, porque yo no buscaba nada aquella vez— y ahora se debe aguantar la carcajada del hombre abajo suyo y se pregunta a dónde está la gracia.
—Literal me besabas y me metías mano.
—Falso.
—Y ante eso no es como si uno se pueda controlar. No lo habrías hecho y yo no lo hice.
—Mentiras.
—Porque, y escuche bien Fernanda, que usted es mucha mujer y como tal sé cómo tratarla, si a mí me crío mujeres como tú y me dieron una gran enseñanza. A ver, apegue su oído a mi labio y escuche —y Fernanda, de bruta, le hace caso —Las damas también practican el pecado carnal y, muchas veces, son más vivas que uno.
—Idiota— contesta, y es ahora ella quien le peina el cabello con la mano —Vulgar. Soez. Debería hacer gala de la posición de la mujer en la sociedad — «¿y esa cuál es?» —Darte con el rejo de caballo por decir algo de ese calibre— ahora hay sinfonía de carcajadas.
—Pero sí pues, aunque lo niegues usted comenzó y yo caí. ¡Bruja! Pero ante eso y tú muy guapa e igual que me invadió la cabanga y los recuerdos, entonces te anhelaba.
—Y yo a usted, ya no lo voy a negar.
—Y entonces otras décadas más sin intimidad.
—Ajá— le confirma Fernanda. Ahí entonces se levanta, un poco, aún en horizontal para verle la cara. Ahora ella tiene una cara seria —Mediados de los 70 usted me ignoró. Supongo que se le hizo más bonita la puertorriqueña y como sabía bailar coronó. Quíteme esa cara de picha. E igual le resté importancia, si usted andaba con otra yo igual, que usted no es nada del otro mundo como para encasillarme. Entonces llegó los 80 y seguía en las mismas, y a mediados creo que se volvió maricón porque andaba de arriba para abajo con el jamaiquino. ¿Eres maricón de closet?
—¿A qué viene esto?
—Pregunto, me gustaría saber.
—¿Miedo?
—¡Ay por favor!
Desquitarse, más bien. Recuerda que cuando por fin aceptó el matrimonio él le chateó y decía literal «¿ah, ya se volvió maricona?». Antes de eso el último mensaje que le había enviado tenía casi un mes desde entonces. No le contestó.
—A ver, dime Fernanda, sin miedo.
Entonces pensó en desquitarse más.
—¿Si yo hubiera sido hombre crees que nuestra relación sería la misma, con todo lo que ello conlleva, y entre eso la intimidad?
—Si Fernando existiera nos estaríamos es midiendo las vergas.
—Ordinario— Dice Fernanda y mira como su compañero ladea la cabeza más o menos rápido.
—Y supongo que lo habría empalado y él me habría sometido. O al revés. Quién sabe. Obvio no va a ser la misma relación, pero tampoco iba a cambiar mucho. Más comedidos a la hora de mostrar afecto, cortejo diferente, puede que en nuestra machosidad los juegos previos fueran lucha, ya sabes, wrestling arrabalero o quizás lo mismo que tú y yo. Sí, más lo segundo, lo primero es pura fantasía y yo argumentando paja.
—¡Qué romántico!— dice. Está apunto de limpiarse la lágrima falsa —Y si usted hubiese sido mujer igual, eh. Quizás nos hubiéramos peleado el maquillaje.
—Le habría llamado barragana o meretriz en esas peleas.
—En sus sueños, su léxico no llega hasta allá. Habrías dicho «puta» o «zorra», lo típico.
—Pero entonces llegó el año 1995. Enero fue. La visité otra vez— retoma el tema principal Rodrigo.
—Afirmativo. Usted me trajo un regalo: Shalimar. Ha saber quién le dijo que es de mis perfumes favoritos, sino el más, pero ahí estaba — a Fernanda esto lo sorprendió porque sabe bien que jamás, ahora haciendo cuentas, usó ese perfume en su presencia, entonces ¿cómo supo?
—Ajá— Rodrigo no le dirá quién fue su topo aquella vez, para resguardar la identidad de esa persona. Aunado a eso también le debe mucho, no solo por aquello, sino porque le prestó plata. Después el 89 él no tenía ni un dólar en el bolsillo, apenas y veían cómo arreglar esas finanzas desastrosas, y aun así quiso llevarle algo y para rematar caro. Desde entonces aquella persona está presente en las oraciones de él, si es que se acuerda en ir a orar —Me le quedé una semana entera ¿verdad?
—Sí. Yo le pregunté por eso, mucho tiempo, y a sabiendas cómo andaba eso por allá pensé que estaba psicótico.
—Cada quien tiene sus escapismo, y yo necesitaba hacer el mío.
—¿Huir?
—Estar contigo.
—Oh.
—O eso te diría si no fuera una vil mentira— casi se ofende Fernanda, casi —Y el mío o es la música o la compañía de un buen amigo y tú, bueno, ¿comadre?
—Vos compadre.
—Sí, sí. Esto. . . me dijiste aquella vez si quería escalar.
—Me dijiste que no.
—¡Porqué era real! Mucho tiempo contigo, ya sé cuándo algo es enserio y cuando no. No sé ría, pilla.
—Bien. Ahí entonces te di otra opción.
—«¿Quieres conocer mi madre?» me dices.
—Hicimos las paces, o bueno, quiero creer que la hicimos y como esto, ya sabes, uno debe poner de su parte en reforzar la relación.
—Y nada más que refuerce la relación con su señora madre que presentarle uno de sus amigos.
—Y amante.
—Ajá. Entonces la señora Bribri me dio de beber chocolate.
—Es su forma de darte la bienvenida.
—Y yo, bueno, ambos, terminamos por irrespetarle esa bienvenida y la casa de la doña cogiendo en los ranchos.
—Ranchos exclusivamente para coger, parte de su cultura.
—Igual un irrespeto.
—Ella sabe. Quiero decir, le dije. Ahí cuando me viste susurrarle ya sabía pues de nuestra relación. No me iba a decir nada. En poder le gano. Ya sabes cómo es esto.
—Pero haga cuentas, entonces, que muy bonito y todo recordar todas nuestras empotradas, pero recuerdo porqué comenzó todo este cuentero. ¿Cuántas veces hubo un tercero ahí donde cogíamos?
Fernanda entonces cae en cuenta, es cierto, todo esta charla comenzó porque el hombre le dijo que muy santo no pero que el voyerismo no le iba. Ahora, después de recopilar sus escapadas, tiene razón. No hubo más nadie que ellos dos. Solo un hombre y una mujer en la intimidad y ya. Hace minutos atrás dijo qué romántico, ahora en verdad puede decir esa frase sin ser a broma.
—Haz ganado, por hoy solamente— se alza un poco para ver hacia atrás, hacia el señorito que desató todo esto, pero no está. Fernanda entonces mira para todos lados hasta que siente un peso extra al costado derecho de la cama y ahí ve, el perezoso intentando escalar.
Rodrigo hace un comentario diciendo que esa «cosa» es como los perros, no sabe cuándo dejarles a solas. Fernanda lo regaña, como que cosa y que respete al animal. Cuando el perezoso por fin escaló y estaba justo al costado de ambos entonces el hombre añade otro comentario, que cuidado con las garras y más él, que capaz y le cercena el miembro. Fernanda, con gracia en la voz, le dice que sería una lástima pero le lloraría, al miembro, no a él, dos segundos a lo mucho. Rodrigo se ofende. Pero en vez de contraatacarle le dice qué onda con ese bicho, es mascota o qué, y le señala una característica: no tiene ese moho que suelen tener los perezosos en las espaldas, y como tal no tiene pulgas ni bichitos como suelen tener los suyos al natural. Fernanda le dice que ni ella sabe pero como el perezoso es un regular visitándola le ha dado todos los cuidados que no se le debe dar a un animal salvaje, que ahí ha pecado, y el hecho que el perezoso la persiga y no rehúya o a lo mucho le ignore es prueba de ello.
Ahora no es solo que Rodrigo tenga a Fernanda encima suyo, sino que ahora debe aguantar al perezoso agarrándose a su brazo izquierdo. Mas no se puede enojar, que sí, el animal lo ha llevado a un viaje de recuerdos y algunos que preferiría no haber desempolvado, pero el perezoso en su simples es simpático y lo deja aferrarse a su brazo como si fuera tronco.
—¿Sabes? Haré lo de mi madre.
—Qué cosa.
—Como veo que tienes tanto pudor en según qué cosas, entonces tendré que hacer un cuarto en exclusiva solo para usted y yo y el coito. Así como la división de ranchos que tiene ella.
—Todo lo que provoca este señorito— le dice señalándole al animal. Fernanda solo va y le rascara la cabecita, pero ya el animalejo, dormitando, está más allá que acá y no le hace caso.
—Más vos, chillón.
—Vo’ andáis muy de viva hoy, ¿qué sucede?
A Fernanda le encanta cuando, muy debes en cuando, el hombre le vosea. De hecho, se enteró muy tarde que él voseaba, ya, un poco. Fue a mediados de los 60 y comienzos de los 70, cuando ya eran muy íntimos. Una vez, cuando por la noche de noviembre ambos compartían una hamaca, sentados, pero cada uno en sus extremos e intentando mecerse, hablando de cosas mundanas cual mortales, en eso él le voseó y la otra sorprendida dijo qué fue eso y él, impresionado también, dijo que se le escapó. Después le confesaría que sí, a veces vosea porque aún tiene pueblos donde hablan así, y si alguien le vosea debes en cuando le devuelve el trato igual, y como ella le voseó aquella vez, él también. Antes le voseaba más, ahora ya no tanto. Le dijo que ya casi esa forma de hablar estaba muerto, y por consiguiente ya no le es tan cotidiano devolver el voseo, pero a veces aparece y hoy fue así y esa pequeña cosa le hizo feliz a Fernanda.
—Muchas veces se quiere hacer el vivo así que debo igualarlo o sobrepasarlo, eso es todo.
Para evitar más discusión, entonces, le besa y le da las buenas noches. Similar a aquella anécdota que lo mortificó. Supo que aquí acabó la charla y tiene dos opciones: irse como sus primeros encontronazos o quedarse pues, y mamarse al perezoso a su izquierda y la dueña de la casa a su derecha, y prefiere más esto que lo primero y ahí quedó por el resto de la noche.
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«A vos lo quiere mucho el perezoso».
«Ah no joda Fernanda».
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ecuperweek · 5 years
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Colaboración B de los_ashs💕 via instagram.
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a-pair-of-iris · 11 months
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Despedida de Soltero
by Aris Oneshot para la ecuperweek 2023 Francisco iba de chaperón en la despedida de soltera de su cuñada, pero acabó enredado en una noche de pasión con uno de los hombres que rescató de las garras de las mujeres. Esta es la mañana después de eso. 1.258 palabras. Ao3
—Gracias… —susurró Francisco al recibir la taza de café que el hombre, Miguel, le ofrecía. La vergüenza hizo que bajara la cabeza rápidamente y bebió de la forma más tranquila y silenciosa de la que fue capaz, aun cuando se quemó la lengua con el primer sorbo.
El sujeto, Miguel, se apartó de la cama luego de un instante y fue a ocuparse de lo que sea que tuviera sobre la estufa, que olía estupendamente bien, tenía que decir. Se le hacía agua la boca, pero lamentablemente debía salir de allí enseguida antes de que lo tentara a quedarse con la comida, o con más sexo.
Había perdido la cabeza. Eso era: las luces de neón, la música y los vapores del bar lo habían trastornado, sin mencionar los gritos y la falta de decoro de sus hermanas y las amigas de Fernanda, que con un poco de alcohol encima comenzaron a estirar las manos hacia cualquier hombre que se les pasara por enfrente luego de que les escondieran a todos los vedettos. Entre sus víctimas se contaba el joven frente a él, al que heroicamente había arrancado de las garras de las mujeres antes de que le quitaran algo más que la bandeja con los tragos. No supo en qué momento el agradecimiento del muchacho derivó en un mutuo coqueteo y en algún punto de la noche, cuando ya tenía demasiado alcohol encima, Francisco había abandonado su puesto como chaperón en la despedida de soltera de su cuñada, para tener una noche de pasión en el pequeño loft de Miguel. Ya con la cabeza más clara luego de varias horas de sueño se daba cuenta de la estupidez que había hecho.
La falta de paredes, y la pequeña distancia que separaba la puerta de entrada de la cama les había venido estupendamente en la prisa que llevaban la noche anterior, pero ahora le impedían esconder su vergüenza de los ojos curiosos de su anfitrión, que lo observaba detenidamente entre cada sacudida que daba a las verduras. Se veía divino, con la camisa negra ceñida al cuerpo y el paño de cocina sobre el hombro, maniobrando con tanta seguridad y precisión el sartén sobre el fuego.
Bajó la mirada antes de que el rostro se le coloreara por completo. Tenía que salir de allí. Dejó la taza de café sobre la mesita de noche y bajó los pies a la alfombra dispuesto a levantarse e ir por sus cosas. Pero no tenía idea dónde había acabado todo, además de los calzoncillos que por suerte se había vuelto a poner en algún momento de la noche. Hizo un barrido rápido de la habitación y encontró sus pantalones a los pies de la cama junto a un zapato, el otro había ido a parar cerca de la puerta del baño y su camisa…
—¿Buscabas esto? —Miguel le alcanzó la prenda que le faltaba para volver a ser un hombre decente, y acto seguido se recostó junto a él sobre las mantas revueltas.
—Gracias… —Se plantó la camisa lo más rápido que pudo para cubrirse de los ojos indiscretos del otro hombre antes de que terminara de afectarlo. Por un instante se contuvo de decir cualquier cosa, pero la vergüenza finalmente le ganó y se deshizo en excusas para disculpar su comportamiento—… Te juro que nunca me había pasado esto. Nunca hago este tipo de cosas.
—¿Te refieres a ir a la cama con alguien que acabas de conocer? ¿O quedarte en su casa hasta el desayuno? —preguntó Miguel con una mueca divertida, mientras acercaba una mano a juguetear con los bordes de su camisa.
—Lo del sexo con extraños.
—Ya veo. —El joven entonces dejó en paz la ropa de Francisco, llevando la mano a descansar sin vergüenza sobre su muslo, acariciándolo suavemente con su pulgar—. Yo tampoco lo había hecho antes.
—¿En serio? —exclamó Francisco, con un tono de incredulidad demasiado evidente que hizo que Miguel levantara una ceja, indignado—. Disculpa, pero es que anoche te manejabas con tanta confianza que pensé... —Una nueva mirada de esos penetrantes ojos amarillos lo hicieron tragarse el resto de la explicación y bajar la cabeza, avergonzado—. Perdón.
—Bueno, tú tampoco eras precisamente la imagen de la timidez. —Bromeó Miguel. El moreno se levantó para quedar sentado junto a él. Su respiración le rozaba la mejilla erizándole la piel, más aún la mano que seguía reposada sobre su muslo y el brazo alrededor de su espalda que lo llevaba a recostarse.
Francisco no pudo evitar reírse de la naturalidad con que Miguel se acomodó nuevamente entre sus piernas, y se abstuvo de cualquier reproche contra sí mismo por la facilidad con que se lo permitió.
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—Que no es un striper, es uno de los camareros… —Volvía a intentar explicarle a Rodrigo en el teléfono.
De sus tres hermanos, había esperado que fuera Catalina en su rol de hermana mayor quien acabara llamándolo para preguntar por su paradero y reprocharle la moral relajada de la que estaba haciendo gala al pasar toda la mañana en el departamento de un hombre desconocido. «Esos no son los valores que le inculcamos en esta casa», estuvo imaginando que le soltaría, pero suponía que tanto ella como María estaban conscientes que luego del espectáculo que dieron la noche anterior ya no tenían ninguna autoridad moral sobre él. Así que ahí estaba Rodri haciendo el trabajo sucio.
—De hecho, no soy camarero, solo llevaba unos tragos cuando esas mujeres me secuestraron. —aclaró Miguel, acomodándose a su lado en el sofá luego de terminar con los platos sucios.
—¡Ves! Ni siquiera es camarero, es solo otro civil inocente.
—¡¿Es que sigues con él?! ¿Sabes la hora que es, Francisco? ¡¿No tienes vergüenza hombre?! —Volvió a recriminarle su hermano.
—A él no le molesta que esté aquí. De hecho, no ha querido dejarme ir en todo el día —Los brazos de Miguel abrazándolo por la cintura mientras besaba su cuello no hicieron más que confirmarlo.
—Por favor, dime que no te la está metiendo mientras hablamos… —suspiró Rodrigo luego de escuchar sus risitas junto al teléfono.
—¡Ay! No tienes por qué ser tan vulgar. No veo qué tiene de malo que nos estemos conociendo mejor, si resultó ser un buen chico. —dijo, dándole palmaditas a la mejilla de Miguel esperando que del otro lado lo escucharan. Francisco alcanzó a oír las exclamaciones escandalizadas de sus hermanas y las risotadas de Fernanda al otro lado, confirmándole que estaban todas allí y atentas a la conversación.
—Espero que no se te ocurra venir con el cordero de Dios al matrimonio, no quiero tener que explicarles a mis hijos en diez años más quién era el aparecido que está junto al tío en todas las fotos.
—Migue, mi hermano pregunta si quieres ser mi acompañarme en su boda hetero con gente aburrida y mala música. — No sabía de dónde estaba saliendo tanta insolencia de su parte, tal vez era el apoyo de la novia lo que lo avivaba, pero francamente era interesante sentirse como el hermanito rebelde por una vez.
—Mmm, ¿Habrá barra libre? —preguntó Miguel, siguiéndole el juego.
—Creo que sí.
—Entonces iré, pero solo si puedo acostarme con el padrino —aceptó, dándole un sonoro beso en los labios, causando más gritos indignados de sus hermanos al otro lado del teléfono.
Por suerte Rodrigo no tuvo que preocuparse de relatarles esa escandalosa historia a sus hijos, siendo que para cuando llegó el primero de ellos el aparecido ya estaba bien instalado en la familia como uno de sus padrinos y marido de Francisco.
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pear-tickles · 5 years
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Short fic/Drabble para el segundo bloque del Evento América de Latin Hetalia del mes de Agosto.
[Prompts] Relaciones Internacionales [Author] Makster, makoto_hayama de antaño (yisusfishus @ tumblr) [Resumen] Porque existen ciertos lazos que nos unen. El tiempo no me dio para agregar todo lo que quería pero habemus fic!
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blanze · 6 years
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Premios Promptatón 2k18 #3: @animeluci-98thpg  ❤
PanaTica es like, uno de los ships más puros y lindos de todo LH i think
Y a partir de ahora, solo quedan los premios de oro... oh dear.
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espejoobsidiana · 6 years
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Dicen que los países, que sus existencias como representaciones dependen de la voluntad de un pueblo de vivir juntos. Entonces, si su existencia depende de la voluntad, porqué su familia no iba a nacer de la voluntad de ser hermanos.
Día 8 | Familia en Ao3: Bolivarianos ¿Neo-granadinos? siendo familia, un poco de historia, POV de Rodrigo, Ecuper y Panatica mencionados.
Panamá, Colombia, Venezuela y Ecuador construyen poco a poco su hermandad
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