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#más interacción de la que antes tenían seguro; que simplemente se le quedaba mirando cada tanto de forma disimulada
malkaviian · 1 year
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Hoy mientras estaba tratando de dormir la siesta y desde hace un par días que tengo ganas de darle un mini glow up a Seba, quizás siendo un poquito más bastardo(?)
#no nivel eris obviamente pero sí de contestarle más a sus padres#el tema de fox quizás le tocaría hasta más sensible pero cuando le demuestre su antipatía saltaría un poco más#en lugar de simplemente aceptarlo. es porque lo quiere a pesar de todo por el simple hecho de ser su papá biológico#con el que nunca tuvo mucho contacto y le da curiosidad conocerlo más. pero no#golden sufre porque le gustaría meterse incluso cuando lo único que hay es leve disconformidad. pero no#aunque si seba llegara a explotar o el tener que meterse para que le bajen los humos en plan 'seguridad' podría ser... bonding????#más interacción de la que antes tenían seguro; que simplemente se le quedaba mirando cada tanto de forma disimulada#y siempre 'vigilaba' durante sus visitas que no más era una excusa para compartir espacio por lo menos lol#muy triste su vida con su hijo y en general xd#pero volviendo al tema. quizás también un cambio de peinado leve. el color es todo lo mismo but quizás un poco distinto#el buzo lo seguiría usando pero quizás use más jeans rasgados y eso. o con algunos parchecitos#(lo que me da la idea de él usando algún parchecito que haga deya o algo wkskdkwñdk pero no nos adelantemos)#tendría que probar cómo le queda but. quizás algo de delineado o sombra de ojos en algunas ocasiones :3#yyyyyy me gusta la idea de los crop tops también en general#diría que no hay tanto cambio en cuanto a personalidad tho. sólo es un poco más bastardo con gente que se lo merece#con gente que sí sigue siendo un dulce uwu 💕#oc talk
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little-summers · 8 years
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House of Cousins.
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San Francisco, California.
La casa se alzaba imponente en uno de los barrios más tranquilos de la ciudad. Los rayos del sol del amanecer proyectaban diversos colores sobre los jardines cubiertos de hielo. La noche anterior había caído una helada bastante potente sobre la ciudad y los rayos del sol arrancaban destellos a la hierba de los jardines. Aunque San Francisco no solía sufrir inviernos tan duros como en otras ciudad como Nueva York, a primera hora de la mañana hacían falta algo más que una chaquetita y unos guantes.
La casa de los Summers estaba en pleno proceso matutino. Dawn se había levantado media hora antes para preparar el desayuno de Dorian y asegurarse de que llevaba todo lo necesario en su mochila. El autobús escolar no tardaría en pasar y lo último que ambos deseaban era perderlo. Porque eso significaría que Dawn tendría que llevarlo al colegio y su licencia de conducir había expirado dos meses atrás. Así que lo máximo que podría hacer sería cargarlo en la parte de atrás de una vieja bicicleta que Shane se había dejado olvidada en el garaje y llevarlo pedaleando hasta el colegio.
—.... y no se levanta en toda la hora, salvo para escribir algo en la pizarra —le iba contando el pequeño Dorian, de siete años de edad, con las piernas colgandole de la silla mientras mojaba una galleta en su vaso de leche—. Nos pone ejercicios y, mientras los hacemos, ella se pasa el rato en whatsapp.
—¿Y eso cómo lo sabes? —le preguntó su madre, dándole un sorbo a su taza de café, sentada a su lado.
—Porque cuando me levanto a tirar algo al cubo de basura, la veo que está con el móvil —asintió Dorian, volviendo sus brillantes ojos azules hacia su madre—. Y tiene whatsapp abierto.
Addison Fuller aún no había salido del coche. Llevaba aparcada delante de la casa de su prima unos veinte minutos, pero aún no había reunido el coraje para entrar. No veía a Dawn desde hacía por lo menos un año, cuando quedaron para tomarse un café en aquella cafetería tan mona a la que se prometió volver alguna vez. Y, en un año, habían pasado muchísimas cosas. Cambiado muchísimas cosas. Se veía cansada, y eso se debía únicamente a que había estado trabajando en exceso los últimos meses. El negocio en el que se había metido era completamente nuevo para ella y había querido aprender deprisa. Y aprender deprisa cuando las lecciones tienen garras suele costarte cicatrices. Parpadeó lentamente mientras leía el último mensaje de Frank, que rezaba: "Si lo quieres, bien, sino, se lo daré a otro."
—Siempre eres tan simpático —Susurró Addison. Esa era otra cosa que había empezado a hacer; hablar sola. Bajó el volumen de la música (odiaba la canción que sonaba) y contestó al mensaje, enviando lo siguiente: "Ya te he dicho que lo investigaré. Envíame la información al código postal de siempre y te llamaré cuando tenga novedades".
Addison ya no vivía en Nueva Orleans. Había dejado su pequeño apartamento para mudarse a todas partes y a ninguna a la vez. Vivía en moteles de mala muerte, a veces en hoteles de lujo y otras simplemente en los asientos de atrás de su coche. Sin una propiedad privada de la que valerse, decidió alquilar buzones en ciudades de referencia, como Nueva York, Las Vegas, Chicago o Los Angeles. La única persona con la que se relacionaba más allá de un archivo en un buzón, era Frank. Y simplemente porque se había ganado su confianza. Si, habían cambiado muchas cosas en la vida de Addison. Y no había asumido ni la mitad. Se guardó el teléfono y bajó el espejo para mirarse. El corte que tenía en la ceja estaba mucho mejor, pero aún se veía demasiado para su gusto. Y Dawn preguntaría. Porque Dawn era así; siempre preguntaba.
Salió del coche y arrugó la nariz inmediatamente la nariz porque la luz del sol le daba de pleno en la cara. Se ajustó la chaqueta para abrazarse mientras andaba hacia la casa. Era tonto abrochársela si iba a sacársela nada más entrar. Llamó al timbre. La verdad era que tenía muchísimas ganas de ver a su prima y a su pequeño retoño. Seguramente Dorian había pegado un gran estirón.
El timbre se les antojó extraño a los dos. El autobús escolar no tocaba el timbre sino el claxon.
—Date prisa en terminar de desayunar —le dijo a Dorian, levantándose del asiento según echaba un vistazo al reloj—. El autobús no tardará en llegar.
Su hijo asintió, con la boca llena de leche. Se colocó mejor el enorme suéter rojo que llevaba. Era calentito. Lo suficiente como para aguantar el frío que se colaba entre las viejas paredes de la casa. Esa que había comprado enorme porque iban a vivir muchas personas en ella. Un pinchazo recorrió su corazón al acordarse de sus amigos. Dawn aún estaba acostumbrándose a la solitaria vida que llevaba. No se relacionaba demasiado con la gente. Ya había aprendido a base de golpes que las personas tenían la tendencia de marcharse de su lado o acabar muertas. Así que prefería mantener las distancias ante cualquier posible interacción amistosa.
Cuando abrió la puerta se encontró con su prima, Addison. Sus ojos azules se abrieron por demás por la sorpresa y no tardó demasiado en abrazarla.
—¡Addison! —exclamó, envolviéndola entre sus brazos—. ¡Que sorpresa!
—Hola, Dawnie —Addison devolvió el abrazo con una amplia y relajada sonrisa y, al deshacerlo, le puso las manos en los hombros para poder mirarla bien—. Mírate, si en un año te han salido más tetas y todo —se rió y le dio otro fugaz abrazo antes de invitarse ella sola dentro—. Me quedé con ganas de ver tu casaza la última vez que nos vimos. Me habrás preparado desayuno ¿no? Porque vengo con un hambre que me comería un toro. Si te parece bien pasaré el día en San francisco, podemos salir a tomar algo y ponernos al... —se había guiado sola a la cocina mientras hablaba, sin perderse detalle del decorado y al llegar, vio a Dorian y soltó un grito— ¡Pero tu quien eres y que has hecho con mi sobrino!
Dawn estaba acostumbrada a lo mucho que hablaba su prima. Tenía la firme convicción de que dentro de ella había una pequeña palanca con la que se le podía dar cuerda. Y que esa cuerda no tenía fin. Sin embargo, Addison tenía buen corazón y los hechos traumáticos del año anterior habían hecho mella. A Dawn no podía engañarla; tenía un ojo crítico especializado en ver más allá de las apariencias.
—¡Prima Addison! —exclamó Dorian, bajándose de la silla para abrazarla. Ya había terminado su desayuno y se había entretenido contando las migas de galleta—. Jo, qué fastidio. Vienes cuando me tengo que ir al colegio. No es justo.
Luego iremos a buscarte las dos a la salida —le dijo su madre, esbozando una pequeña sonrisa.
—¿Lo prometes? —dijo Dorian, mirando a Addison con sus brillantes ojos de emoción.
La morena frunció los labios y se agachó a la altura del niño.
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—Tienes mi palabra. Pero no me gusta esperar, así que nada de castigos después de clase ¿eh? —Le acarició la mejilla para luego pellizcársela juguetonamente—. Estás guapísimo. Y enorme. Vas a tener que decirme qué cereales te comes por la mañana, a mí me haría falta un buen estirón.
Incorporándose, le arregló a Dorian el cuello de la camiseta. Justo después, se oyó el claxon. El autobús escolar había llegado.
—Anda, ve y sobrevive a la sarta de profesores aburridos que debes tener como puedas.
Dorian de rio antes de tomar la mochila y despedirse de su prima con la mano. Dawn le hizo un gesto a Addison para que esperase.
—Hay café recién hecho en la cafetera y tienes galletas en la cajita —le indicó, señalándole una cajita metálica de diversos colores—. Ahora vuelvo.
Acompañó al pequeño por el pasillo, peinándole con los dedos el cabello.
—Acuérdate de que tienes el almuerzo en la mochila —le iba diciendo hasta llegar a la puerta de entrada—. Pórtate bien, eh.
Le dio un beso en la coronilla y se despidió de él, viendo cómo echaba a correr hacia el autobús. Una vez dentro, Dorian le dijo adiós con la mano y Dawn le dedicó una sonrisa. Segundos después, volvía a estar en la cocina.
—Puedo preparar un poco de te —dijo, entrando de nuevo en la estancia. Recordaba que a Addison le gustaba el té y ella solía tomarlo de vez en cuando como si fuese Pepsi.
—No —Addison sonrió a su prima, levantando la taza en la que se había echado café—, no te preocupes. Ya me he servido. Como que me he aburrido un poco el té, ¿sabes?
No era tanto el haberlo aburrido como el cuanto le recordaba a Matt.
—Es una casa preciosa, Dawn. Anda, siéntate conmigo y tómate otro café. ¿Cómo te va todo?—. Se echó dos cucharadas de azúcar y le dio vueltas, otra vez, al café— Dorian está enorme.
—El tiempo pasa súper rápido —respondió, tomando asiento de nuevo. Tomó la cafetera y se sirvió un poco más de café en su taza—. Parece mentira que haya pasado un año desde la última vez que nos vimos.
Y su vida no había cambiado demasiado desde la última vez. Seguía exactamente igual. Igual de sola.
—¿Vas a quedarte unos días? Sabes que aquí tienes habitación. Será por espacio...
—Tal vez —Dijo Addie, asintiendo lentamente—, lo estoy pensando. Tengo que atar algunos cabos sueltos en Oregón pero supongo que podría esperar. ¿Va todo bien? Pareces cansada. Y no me digas que es el ser madre, porque ese niño es un ángel de Dios. Seguro que hasta te ayuda a fregar los platos —Subió la taza y le dio un sorbo—. ¿estás trabajando? Se había prometido no hacerle demasiadas preguntas a su prima, pero no podía evitarlo.
Además de su madre, Dawn era la única familia que le quedaba. Una familia a la que, si se paraba a pensarlo, apenas conocía. Cada cazador que había conocido le había aconsejado no atarse emocionalmente a nadie, que cualquier ser querido sería una piedra en el camino e, inevitablemente, una debilidad. Pero ella no podía ser tan fría. No podía ser tan solitaria.
—Estuve trabajando en un Starbucks pero ser camarera no es el sueño de mi vida. Además, me despidieron —le dio un pequeño sorbo a la taza de café y se tomó unos segundos antes de añadir—. Hace unos días estuve de cacería con un viejo conocido. Y me dio una idea.
La idea de Josh había rondado por su cabeza desde que se despidieron. Incluso había mirado anuncios de alquiler en el periódico local.
—He pensado en poner un bar. De cazadores. Bueno, puede entrar el que quiera pero estaría bien que fuese un punto de encuentro para cazadores en general. E incluso, que el edificio tuviese un par de habitaciones para que pudieran hospedarse estando de paso.
Su prima se quedó meditando la idea. Addison tenía la costumbre de sumirse en sus pensamientos hasta el punto de ausentarse incluso cuando no estaba sola, olvidando que la otra persona seguramente esperaba que dijese algo.
—Vaya —Soltó al cabo de casi diez segundos—, pues... No es una mala idea. Sería una buena fuente de ingresos, si sale bien. Las dos sabemos que los cazadores son pozos sin fondo cuando se trata de beber. Obviamente, primero será una gran inversión... Eh, podría ayudarte. Si quieres. Estos meses he estado en muchísimos bares de cazadores, sé la clase de decorado que les va —Alzó las cejas y sonrió ampliamente—. Creo que deberías hacerlo. Definitivamente. Tendrías un trabajo y no tendrías que irte de la ciudad. No te sería un problema con Dorian.
—Obviamente siendo mi propia jefa, me quitaría ese problema de encima —asintió Dawn, humedeciéndose el labio inferior, pensativa—. Y podría quedarme aquí, como tú dices. Dorian seguiría yendo al colegio y no se trastocaría demasiado su vida. Principalmente, es lo que más me preocupa. No quiero que le afecte de ninguna forma. He intentado que se mantuviese apartado de todo el mundo sobrenatural y me gustaría que siguiese así.
Era difícil. Más aún teniendo en cuenta que Dorian era consciente de la clase de familia a la que pertenecía. Dawn no había querido criarlo en la ignorancia pero eso no significaba que quisiera ponerlo en primera línea de fuego.
—Aún le estoy pensando un hombre. Al bar, me refiero. Porque llamarlo "Summers Club" suena a pub de verano.
Addison no pudo sino reírse. No, no era un nombre muy adecuado.
—Olvídate del nombre, ya te vendrá. Lo importante es el local. Ya sabes que a los cazadores eso de las grandes ciudades y los centros no les va demasiado, sería más conveniente que te buscaras uno, ya sabes, un poco más apartado. Hagamos esto —Le dio un buen trago a su café, como si estuviese bebiendo agua y luego dejó la taza de un golpe—. En vez de pasarnos la mañana de tiendas, nos metemos en internet y buscamos locales disponibles que puedan encajar para tu particular idea de negocio. ¿Eh? A mi me parece un buen plan. Podemos pillar café para llevar y una bolsa de donuts para llenarnos el estómago. O chocolate, para cuando nos aburra el discurso del hombre de traje de turno que nos enseñe el sitio.
—Aunque suene como un plan idílico para pasar el día, preferiría saber por qué tienes un corte en la ceja —respondió Dawn, cerrando las manos alrededor de su taza aún humeante—. Porque ahora es tu turno de compartir qué ha sido de tu vida durante este tiempo.
Le había concedido cierto margen de maniobra contándole acerca de su vida. Pero eso no significaba que no se hubiese dado cuenta de que Addison no había soltado prenda de su propia vida.
"Por supuesto", pensó Addison. Claro que no iba a pasarlo por alto.
—Es complicado.
Y realmente lo era. Podría decirle a Dawn que había acabado metida en todo lo que sin darse cuenta la estaba ahogando por la muerte de Matt; pero no sería cierto. El asesinato de Matthew solo fue la gota que colmó un vaso que cualquier otra gota podría haber colmado.
—Pero esto —se señaló la ceja— es un regalo que me he llevado del último caso en el que he trabajado. Voy a ser sincera contigo, Dawn, hace más de un año que no nos vemos y mi vida no se parece en nada a lo que solía ser. Pero sigo siendo la misma persona, solo que quizá un poco menos ignorante. Estoy... intentando averiguar en qué estaba metido mi padre, que no era un héroe de guerra sino miembro de alguna clase de orden secreta, y si su muerte está también relacionada con la enfermedad de mi madre.
Dawn le dio un trago a su taza de café y asintió levemente a sus palabras. Estaba claro que su familia era una completa incógnita. O demasiado conocida si se trataba del mundo sobrenatural. Incluso los familiares más alejados como lo era Addison, en este caso.
—¿Qué clase de orden secreta? —preguntó, arrugando ligeramente el entrecejo. Se consideraba un pozo de sabiduría en cuanto a demonología se trataba.
Las largas tardes con Giles, en la tienda de magia, dieron su fruto durante su adolescencia. Hasta el punto de que el Consejo de Vigilantes le había querido ofrecer un puesto. Qué tiempos aquellos cuando era joven e inocente y de lo máximo que tenía que preocuparse era de odiar a su hermana.
—Podría ayudarte con eso, si quieres —le comentó—. Tengo una base de datos informatizada con todas las órdenes no tan secretas que han existido.
—Ya me gustaría a mi saberlo —Contestó con un tono de absoluto cansancio.
Del bolso cruzado que había colgado en el respaldo de su silla, Addison sacó unos cuantos papeles arrugados y doblados que puso sobre la mesa para Dawn.
—Solo son unas cuentas páginas. Nunca llevo el original encima. Mi prima, Piper, tenía ese diario escondido en su viejo apartamento. Cuando yo llegué, el apartamento estaba patas arriba. Alguien había estado registrando cada rincón. Afortunadamente, ese alguien no encontró ese libro —señaló las páginas—, que creo era lo que buscaban. Creo que es una especie de diario, pero está escrito en un idioma que no puedo descifrar. En la primera página, una única palabra: Sigmar.
Aunque sabía varias lenguas muertas como sumerio o latín, definitivamente esa en concreto no la reconocía. Dawn entrecerró los ojos, intentando descifrar los caracteres pero le fue imposible.
—Esto tiene pinta de ser pre mesopotámico... o.... No sé —tomó uno de los papeles y lo acercó a sus ojos—. Utiliza varias letras de distintos alfabetos. No sabría decirte cuántos pero... Luce como que es inventado.
Se puso en pie y fue hacia la encimera, donde tenía sus gafas de leer. Luego de ponérselas analizó mejor la escritura.
—La caligrafía es bastante cuidada y por el redondeo de algunas letras, yo diría que quién lo escribió era una persona distante sin mucha interacción social —volvió acercarse a la mesa y le devolvió la hoja—. Pero no te puedo decir mucho más sin conocer exactamente el idioma.
—Lo escribió mi padre —Addison se encogió de hombros. A sabiendas de que quizá había dejado pasmada a su prima, se levantó y se acercó para quitarle las fotocopias y mirarlas ella—. En la segunda página se lee claramente su nombre. Ya sabes, como si estuviese diciendo "escrito por". Pero a partir de ahí, todo es un misterio —Miró a Dawn por el rabillo del ojo—. No recordaba que fueses una biblioteca con patas. Impresionante.
Su prima hizo un movimiento con la mano, restándole importancia. Era más impresionante quién lo había escrito.
—¿Dices que tu padre se inventó todo un lenguaje y que lo plasmó en su diario? —abrió mucho los ojos en plan "wow". Definitivamente, era impresionante—. Puedo pasarlo por el decodificador de idiomas. Quizás, por algún casual de gracia divina, consiga traducir alguna frase. Ya no digo parte del diario, pero quizás alguna frase... —frunció los labios, encogiéndose de hombros—. Por intentarlo, no pierdes nada.
—En absoluto. Puedes quedarte esas copias. Siempre las llevo encima. A veces me duermo leyéndolas, como si esperara que por ser su hija se me acabase ocurriendo algo —Addison apoyó su peso en el filo de la encimera, de espaldas a esta y se cruzó de brazos—. He intentado hablar con mi madre al respecto ¿sabes? Pero... Las últimas veces que he ido, no me ha reconocido ni una sola vez. Oye, el cazador con el que estuviste en el último caso ¿por casualidad tiene nombre? ¿Un culo bonito? ¿Uhm?
—Se llama Josh Stevens —le respondió, metiendo las tazas sucias en el fregadero—. Está casado y tiene seis hijos. Me contó bastantes cosas sobre sí mismo —añadió, abriendo el grifo para empezar a lavar las tazas—. Tenemos un pasado en común. Bastante breve, a decir verdad. Por no decir casi inexistente pero creo que eso nos ayudó bastante a la hora de encajar en la cacería. Es un tío majo. De esos que van pidiendo amor por las esquinas. Pero majo, al fin y al cabo.
—¿Josh Stevens? Estás de coña —A Addison se le escapó una risa de incredulidad—. Hay que joderse. ¿Rubio, guapo, ojos verdes y una obsesión con las camisas a cuadros? Fue el cazador que me encontré en un charco de sangre en el apartamento de la bruja que vivía delante del mio. Fíjate... —negando con la cabeza, seguía sonriendo debido a la inmensa casualidad—. Pues conmigo fue un poco borde. Bueno, antipático, diría yo. Aunque claro, tenía una herida muy fea y no le gustó mi sopa. Pero luego, poco a poco, fue dejando ver que era más majo.
—A lo mejor me vio más adorable —bromeó, conteniendo una risita mientras fregaba—. El mundo es un pañuelo. De todos los cazadores con los que me podía encontrar, fue a dar justamente con Josh. Y por lo que parece, le has echado el ojo... —añadió, negando con la cabeza, sin dejar de sonreír—. Pues te repito que está casado. Y tú eres demasiado joven para andar con un tipo como él. Necesitas a alguien con menos cicatrices y más "salao".
—Sé que está casado, le llevé a su casa y llegué a entrar, así que conocí a su mujer. Fugazmente. Y a sus siete u ocho perros —estaba exagerando, pero como no los había contado y le parecieron muchos—. En fin, que no. No me gusta de esa manera. Obviamente es un tiarrón, pero...
"Pero estoy colada por otro alguien. Otra alguien". ¿Y por qué no se lo decía a Dawn? Ni si quiera ella lo sabía.
—Pero en fin, que no estoy yo pensando en relaciones ahora mismo.
—Bueno, de momento sólo tienes que pensar en pasar un rato con tu prima —respondió Dawn, terminando de fregar y secándose las manos con un trapo—. Te puedes instalar en una de las habitaciones de arriba. Y recuerda que le has prometido a Dorian que iríamos a buscarlo así que será mejor que nos pongamos manos a la obra.
Le pasó un brazo por los hombros según intercambiaban una sonrisa. Aunque hacía un año que no se veían y su relación nunca fue demasiado estrecha, el destino había decidido juntarlas de nuevo.
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