Tumgik
#con el que nunca tuvo mucho contacto y le da curiosidad conocerlo más. pero no
malkaviian · 1 year
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Hoy mientras estaba tratando de dormir la siesta y desde hace un par días que tengo ganas de darle un mini glow up a Seba, quizás siendo un poquito más bastardo(?)
#no nivel eris obviamente pero sí de contestarle más a sus padres#el tema de fox quizás le tocaría hasta más sensible pero cuando le demuestre su antipatía saltaría un poco más#en lugar de simplemente aceptarlo. es porque lo quiere a pesar de todo por el simple hecho de ser su papá biológico#con el que nunca tuvo mucho contacto y le da curiosidad conocerlo más. pero no#golden sufre porque le gustaría meterse incluso cuando lo único que hay es leve disconformidad. pero no#aunque si seba llegara a explotar o el tener que meterse para que le bajen los humos en plan 'seguridad' podría ser... bonding????#más interacción de la que antes tenían seguro; que simplemente se le quedaba mirando cada tanto de forma disimulada#y siempre 'vigilaba' durante sus visitas que no más era una excusa para compartir espacio por lo menos lol#muy triste su vida con su hijo y en general xd#pero volviendo al tema. quizás también un cambio de peinado leve. el color es todo lo mismo but quizás un poco distinto#el buzo lo seguiría usando pero quizás use más jeans rasgados y eso. o con algunos parchecitos#(lo que me da la idea de él usando algún parchecito que haga deya o algo wkskdkwñdk pero no nos adelantemos)#tendría que probar cómo le queda but. quizás algo de delineado o sombra de ojos en algunas ocasiones :3#yyyyyy me gusta la idea de los crop tops también en general#diría que no hay tanto cambio en cuanto a personalidad tho. sólo es un poco más bastardo con gente que se lo merece#con gente que sí sigue siendo un dulce uwu 💕#oc talk
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dunklebar · 5 years
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El Traspaso
José se había prometido nunca más volver a trabajar un sábado, lo hizo durante los primeros 10 años de su vida laboral. Pero ahora era el Gerente de Administración y Finanzas en una nueva compañía y los horarios de CFO’s no son para mortales: sus cabezas funcionan en todo momento, 24/7, vacaciones y feriados. Seguro se vendrían más sábados de trabajo, pero éste sería especial: el gerente anterior le haría entrega de su cargo. Toda la semana trabajaron en dejar el hand-overde la gerencia, quedándose hasta tarde con todos en el área, de corrido y sin almorzar. El viernes en la mañana, los gerentes antiguo y nuevo, decidieron trabajar ese sábado para arreglar los últimos detalles, sin complicarse mayormente. José pensaba en el lado positivo: estaría sólo con Gabriel.
Gabriel era de esos hombres que encantan con su personalidad. Su forma de hablar, de sonreír con los ojos, su buena educación y sentido del humor, hacían que cualquiera se sintiera especial en su presencia, como le pasaba a José. Desde la primera entrevista que tuvo con él hasta ese sábado, el ángel de Gabriel lo había hecho sentir que toda la experiencia, por agotadora que fue, resultara gratificante.
José llegó primero, la oficina se encontraba desocupada así que aprovechó de sentarse en su nueva silla, de alto respaldo, cómodas reposeras para los brazos, aroma a cuero y gran capacidad de inclinación para admirar la majestuosa cordillera que se lucía en su ventanal. “Te queda bien la silla” dijo Gabriel apoyado en la entrada de la oficina, sorprendiéndolo y provocando que tambaleara en ella del susto. A pesar de ser sábado, ambos vestían trajes y corbatas, acordaron que sería un buen detalle tomarse una foto haciendo el cambio de mando para las noticias corporativas. Gabriel tomó asiento frente a él y bromeó simulando ser un pasante que llegaba a una entrevista de trabajo, rieron relajados en la compañía del otro.
José lo observó toda la semana: corpulento pero con panza, la que hacía tensar los botones de su camisa al sentarse y se le ajustaban en el pecho, brazos y espalda; peludo como un oso, con vellos que se le escapaban de los puños y por sobre la corbata; su barba tupida y brillante con manchones canosos, combinaban con el tono gris de su cabello. Trató de disimular la forma en que lo examinó toda esa semana, pero varias veces tuvo la impresión de que Gabriel también se le quedaba mirando, pero al verlo de vuelta siempre estaba leyendo un informe, buscando un taxi en la calle o mirando a otra persona que después saludaba. Pero ahora estaban los dos solos, probablemente no se verían fuera de un contexto como algún seminario o congreso, por ende, la ocasión era propicia para conversar más relajadamente y poder conocerlo un poco más.
¿Estás casado Gabriel?
Lo estuve, hace mucho tiempo – miró por la ventana – éramos muy jóvenes ¡estábamos en la U!
¡Ah! Fuiste precoz – con un dejo de picardía en su tono
¡Bastante!Lo mejor que obtuve de serlo fue mi hija.
¿Qué edad tiene?
La suficiente para dejar a que su viejo tenga más… libertades.
¿Libertades? – trató de no mirarlo a los ojos y de que su tono fuese lo más casual posible.
Poder salir los sábados en la noche, por ejemplo: no salía desde que mi ex me dijo que estaba embarazada hasta que la guatona chica cumplió 13, eso fue hace cinco años, ahora sólo quiere al papá para estudiar, llevarla al mall los sábados y después de la once me da un besito y me despacha... después de eso, papá sus fechorías” – rio picaronamente aflojando su corbata y moviendo su cuello, que de grueso impedía abotonar la camisa hasta arriba, estiró los brazos y el pecho, haciendo que éste sobresaliera increíblemente a los ojos de José y tomó una postura más cómoda.
José sentía mucha curiosidad, la confianza con la que le contaba sobre de su vida hacía que quisiera saber más pero ¿sería prudente actuar así o había un propósito para ello? Parecía casi obvio. “¿Qué tipo de fechorías haces?” le dijo mientras se soltaba la corbata y el primer botón de la camisa. Gabriel lo miró cerrando levemente los ojos, como si ya hubiese descifrado sus intenciones, se sentó derecho, juntó sus manos y las estiró en el escritorio “¿Esto significa que dentro de mis labores habrán tareas de carácter sexual?” dijo simulando un tono inocente mientras ladeaba su cabeza. José se sonrojó y rió nerviosamente. “¡Es broma!” y ambos rieron. Se mantuvieron el silencio mientras se miraban a los ojos hasta que el celular de Gabriel los sacó del momento. “Salvado por la campana” le dijo antes de ponerse de pie y salir hablando de la oficina. José se acaloró de los nervios, no sabía qué tanto se había expuesto, qué tan evidente había sido. Sin embargo, se detuvo en el actuar de Gabriel porque no reflejó sorpresa de que haber descubierto que él fuera gay, sino de que José descubrió su atracción por él.
Podía verlo por la pared de vidrio en su oficina que hablaba sin moverse de su lugar. La curiosidad de José seguía en aumento y lo hacía estar con la vista clavado en el oso mientras se preguntaba ¿es posible que fuera gay también? Le daba la espalda sin moverse hasta que de pronto, se da vuelta, mira a José y le guiña un ojo ¿sería gay? Y de ser así ¿qué clase de hombres le gustarían, estaría él entre ellos? JOSÉ también lucía barba, azabache y brillante como su cabello, cuerpo macizo pero delgado, con porte atlético; en su fuero era interno, era un cazador y osos como Gabriel eran su trofeo.
Siempre tuvo un trato muy afectivo con él, José pensaba que era cortesía profesional. No podía negar la atracción que sentía por él, una parte vibraba cada vez que Gabriel lo miraba al hablarle o cuando entraba a la oficina, impregnado a perfume que lo hacía pensar en su piel después de la ducha y la fragancia a madera cayendo despacio entre su pecho y los pelos que lo cubren.
Entró a la oficina mientras se despedía por el teléfono y cortaba la llamada. El Gerente General lo llamaba para decirle que le había enviado una checklistel cual debían completar y firmar para finiquitar el traspaso. Revisaron las preguntas durante dos horas y completaron cada respuesta. Discutieron sobre algunos temas, llegaron a ciertos consensos y terminaron exitosamente el formulario. Estaban conformes con el trabajo realizado y José confiaba que recibía una compañía en buena forma de parte de Gabriel. “Sólo queda imprimir y firmar” dijo José, presionando un botón del teclado que inició la sinfonía de engranes moviéndose y hojas apilándose, hasta que el histérico bip de la impresora y una luz roja en ella interrumpieron el concierto. José se puso de pie para revisar la impresora.
Papel atascado.
Ojalá te acostumbres, tiene una maña y había olvidado comentarte. – dijoGabriel al pararse de la silla y ubicándose junto a José.
Trató de abrir una de las bandejas de papel mientras José miraba la impresora por arriba. La bandeja se resistió hasta que cedió súbitamente, provocando que Gabriel perdiera el equilibrio y cayera sobre José, que lo detuvo afirmando sus brazos, quedando con su cara pegada a la espalda del oso. Se quedaron inmóviles y con el bip de la impresora interrumpiendo el silencio. José no soltaba los brazos concentrando toda sensación en las yemas de sus dedos, pasaron casi 30 segundos hasta Gabriel empujó hacia adentro la bandeja y el papel comenzó a salir nuevamente. José bajó sus manos sin moverse, Gabriel se dio vuelta y lo miró a los ojos como no lo había hecho antes. “Estás muy rico” le dijo. José no pestañeaba, sentía toda la sangre en su cara y un leve temblar en sus rodillas. Gabriel se acercó despacio hacía él, cerrando los ojos hasta hacer contacto con los labios inmóviles de José, que mantenía la vista fija, casi asustado. Podía sentir el olor de su cabello y la firmeza de sus labios, el bigote lo acariciaba suave y de a poco la lengua fue penetrando su boca, invadiéndolo. Tomó la corbata que colgaba del cuello del oso para acercarlo más, se besaron con intensidad y como si quisieran devorarse. Gabriel le abrazó la cintura levantándolo a su altura apoyándolo en su pecho. El aroma de José lo intoxicaba, la firmeza de su torso pegado al suyo, la calidez en su interior que provocaba sacarle la ropa y tocarle su piel, el sabor a café de la saliva que bañaba su lengua, la respiración que atravesaba su barba, todo hacía desearlo como la primera vez que estrechó su mano.
Gabriel retrocedió sin despegar sus labios y se dejó caer en su antigua silla, sus manos viajaron desde la cintura hasta la barba de José. Tocó su torso, sentía su pulso y respiración acelerados, lo presionó más a su cara devorándole la boca. Le dobló la cabeza con la mano y como un vampiro se fue al cuello, lamiéndolo, mordiéndolo intensamente, el sabor en su piel le pareció delicioso. José gimió, su piel se erizó, la ropa lo sofocaba, se sacó la chaqueta y se desabotonó la camisa. Gabriel deslizó sus manos bajo la tela, sentía las costillas del cazador hinchándose por la respiración, el calor en su piel, la suavidad del pelo de su pecho. Apretó sus tetillas suavemente, José se quitó la camisa, dejando la corbata puesta, y el oso lo abrazó de la cintura para acariciarle el pecho con su rostro, sentir la suavidad y olor de su piel, además de comerse sus tetillas sin poder saciarse de ellas. José lo apretaba fuerte contra su cuerpo, enredando sus dedos entre sus cabellos, sintiendo la caricia de su barba y sus dientes y lengua jugando en sus pezones.
José lo empujó hacia el respaldo de la silla y le besó el cuello. Le abrió la camisa para revelar el bosque de vellos negros y canosos que imaginó toda la semana, enterró su cara entre ellos sintiendo su suavidad y el perfume a madera que aún permanecía en él. Con sus manos juntó ambos pechos para que le apretasen la cara, como si quisiera sofocarse entre ellos. Bajó hasta su panza acariciando su cara con la alfombra que la cubría, la sujetó firme, agarró el cinturón y lo soltó, desabotonó el pantalón y bajó el cierre, quedó de frente al bulto que tenía un pequeño círculo en el bóxer formado por la humedad. Con la punta se su lengua tocó el círculo y con la boca se devoró el bulto. Gabriel pujaba dentro de la boca de José, hasta que bajó la pretina y tuvo la verga sólo para él. Lamió la cabeza causando la tensión en el cuerpo de Gabriel, la chupó con su boca, bajó por el tronco lentamente para que el oso sintiera la presión de sus labios en su carne. José se extasiaba al mamarlo, la verga en su mano estaba firme y se mojaba, el oso gruñía cuando se la tragaba entera, verlo a los ojos cuando la tomaba y la golpeaba con su lengua, restregándosela por la cara, le estaba dando placer y eso lo excitaba aún más.
Gabriel puso sus manos bajo las axilas de José y se levantaron juntos mientras se besaban, panza peluda y torso firme, vellos encadenándose al otro como el velcro. Gabriel se quitó la camisa y lo agarró de la corbata, le dio una vuelta a su puño y lo acercó con rudeza hacia su cuerpo, mirándolo con sus ojos entrecerrados. Las riendas de José estaban tensas y él disfrutaba en darle su control para el placer, sería la víctima y disfrutaría cada momento. Soltó el cinturón y bajó bóxers y pantalón juntos. Sus vergas se tocaban, se mojaban una a la otra. Agarraron la del otro y se masturbaron suavemente, mirándose a los ojos, sensibles al tacto de los dedos mojados del otro, jugando en el frenillo, desplazando el prepucio, tocando con el centro la palma el glande que ardía en deseo.
Gabriel agarró con ambas manos el culo mientras le besaba el cuello, sintió la firmeza otorgada por las subidas al San Cristóbal en bicicleta, colmando sus palmas en carne y pelos. Lo besó con pasión, anhelando estar dentro de él. Con uno de sus dedos tocó su ano que se contrajo al sentirlo. Escupió la yema de su índice y lo llevó al culo, José comenzaba a gemir suavemente en la medida que se dilataba a su tacto. El oso enterró sus manos en los glúteos y apegó el cuerpo de su amante al suyo. José sentía que era abrazado por un gigante y quería entregarse a él. Se dio vuelta y apoyó su espalda en el pecho de Gabriel, que lo abrazó lamiendo su oreja y cuello.
El oso comenzó a bajar desde la nuca, hinchando sus dientes en piel y músculos, jugando con su lengua en zigzag por el surco central que dividía la espalda triangular de José, hasta llegar a sus nalgas redondas, peludas, morenas y firmes. Arrodillado en el piso, amasó con fuerza la carne, las abrió y se sumergió entre ellas, el sabor de su culo era exquisito, la fragancia propia de él lo volvió loco, las mordió fuerte, lo escupió, lo penetraba con su lengua, parecía un león devorando su presa, embarrando su cara su propia saliva que estaba perfumada a José. Respiró profundo y entró fuerte para comer. José, apoyado con las manos en el escritorio, levantaba su cola resistiendo el ímpetu voraz de Gabriel, consumido por el morbo de la barba raspándole, los golpes a sus nalgas, la baba que lo humectaba y la lengua que llegaba cada vez más adentro.
Gabriel se puso de pie y con su verga entre las nalgas de José frotó rápidamente apretando sus nalgas con ganas de destrozarlo. Escupió en su mano abundante saliva y la esparció en movimientos circulares con su verga. La tenía durísima, caliente, hambrienta. José arqueó su espalda, dejándolo a la altura del glande de su amante invitándolo al placer. Comenzó a entrar lentamente, ocultando su espada en las carnes de su víctima, dándole vida con cada centímetro que desaparecía entre las curvas peludas de su culo. El placer aumentó de golpe hasta convertirse en dolor, agudo e insoportable. Se despegaron, José respiró en alivió pero en su cuerpo el hambre persistía. Gabriel bajó para meterle la lengua y escupirlo nuevamente. José gemía al sentir al oso como una babosa que bailaba en su ano, preparándolo. El oso se incorporó entrando más en él, afirmándose de su cadera, sintiendo la calidez interior, excitándose por la presión de tan delicioso culo.
José aguantó la respiración para dejar que la carne avanzara dentro de él hasta llenarlo, hasta que el dolor volvió al placer, hasta que la panza del oso se apoyó en su espalda invadiéndolo en todos sus sentidos. Lo tomó de los hombros ejerciendo presión con sus manos y su pelvis, comprimiéndolo, “Bien adentro” le dijo al oído y José no daba más, sentía que su culo se agrandaba con el bombeo de la sangre, ahogó un grito y presionó sus glúteos contra las piernas del oso que gozaba en su interior.
Gabriel se separó lentamente, José sintió alivio el que terminó cuando Gabriel volvió a embestirlo y sin poder restringir los alaridos de placer, sentía la verga dura y caliente soltando jugo dentro de él, lubricándolo, dándole más velocidad al entrar y cada vez más duro. Lo tenía de la cintura y lo nalgueaba cuando sentía el escalofrío de la sensibilidad en su glande al contacto de las carnes de José, que gemía con desenfreno, acalorado por el ritmo de Gabriel y su peso chocando contra él. Su piel erizada se mojaba con el sudor que caía del cuerpo del oso, agua perfumada por sus pelos.
Gabriel lo tomó del mentón, le abrió la boca y escupió dentro de ella, le metió la lengua y lo besó mordiendo su barbar y mentón, le tiró el cabello y aumentó la fuerza de sus embistes. José cerró los ojos dejando que su cuerpo se abriera para que el oso lo follara duro. Se mojaba, sentía como el jugo salía de su verga y quedaba sobre el escritorio, esparcido por él mismo cuando el oso lo cogía. Otra nalgada y los movimientos de Gabriel se hicieron más cortos e intensos, José apretó para sentir el pene del oso entrar con más fuerza, pasó su brazo frente al pecho para acercarlo a su cuerpo que estilaba sudor, le mordió la oreja, se la quería arrancar del éxtasis. Sentía como su verga se hacía más gruesa, como el culo de José lo apretaba para hacerlo acabar. Se vio en el reflejo de la ventana pegado al cazador y las cosquillas subieron desde las bolas, por el tronco, hasta la cabeza, liberando leche que hizo gritar a José. Gabriel tiritaba sin despegarse, arremetiendo contra el culo asegurándose que hasta la última gota, hasta que el último orgasmo saliera de su cuerpo y quedara dentro de su sucesor en la gerencia.
La verga salió aun erecta, un poco de leche se escurrió al piso. José sentía que le dolía todo, pero se dio vuelta para ver a Gabriel, transpirado entero, tratando de mantener los ojos abierto y respirando bocanadas de aire. Lo abrazó y apoyó su cabeza entre los pechos del oso, que aún trataba de retomar la respiración. La gravedad en é comenzó a hacer efecto, lo que tenía adentro comenzaba a moverse y se apuró para ir al baño.
José volvió a la oficina y Gabriel miraba su celular sin ponerse aún la camisa. Se veía muy bien, aún conservaba el brillo del sudor en su piel, el cabello lo tenía húmedo y desordenado y se había colgado la corbata al cuello, José tomó una foto mental de ese momento. No dudó en acercarse y darle un pequeño beso en los labios. “Estuvo muy rico” le dijo sin obtener una respuesta. El oso lo miró fijo como si no entendiera y asustándolo con su reacción, ante eso Gabriel sonrió, lo tomó de la cintura y lo acercó a su cuerpo  que aún olía a sexo, juntó su frente a la de su cazador: “Estuvo maravilloso… y espero que se repita”.El corazón de José se aceleró sin poder decir nada, sólo asintió.
La foto salió perfecta, el antiguo CFO entregaba el mando a un sonriente sucesor con la vista de Sanhattan de fondo en un soleado sábado de marzo.
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