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#memoriadelfuego
loslibrosdefede · 2 years
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Eduardo Galeano - Úselo y tírelo El mundo visto desde una ecología latinoamericana #galeano #eduardogaleano #useloytirelo #úseloytírelo #ecologia #ecología #ecologia #latinoamerica #literaturauruguaya #literaturalatinoamericana #politica #política #lasvenasabiertasdeamericalatina #lasvenasabiertasdeaméricalatina #memoriadelfuego #loslibrosdefede https://www.instagram.com/p/ClzvADNL6I-/?igshid=NGJjMDIxMWI=
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erik595 · 6 years
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"La donna e l'uomo sognavano che Dio li stava sognando. Dio li sognava mentre cantava e agitava le sue maracas, avvolto in fumo di tabacco, e si sentiva felice e insieme turbato dal dubbio e dal mistero". #firstpost #eduardogaleano #galeano #uruguay #memoriadelfuego #autore #author #stories #racconti #libro #libri #libros #leer #leggere #read #consiglidilettura #book #books #bookhaolic #bookworm #bookstagram #bookporn #booklover #instalibri #instabooks #literate #literature #letteratura
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gulaytunc · 7 years
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memoriadelfuego · 11 years
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1511, Yara: Hatuey
En estas islas, en estos humilladeros, son muchos los que eligen su muerte, ahorcándose o bebiendo veneno junto a sus hijos. Los invasores no pueden evitar esta venganza, pero saben explicarla: los indios, tan salvajes que piensan que todo es común, dirá Oviedo, son gente de su natural ociosa y viciosa, e de poco trabajo... Muchos dellos por su pasatiempo, se mataron con ponzoña por no trabajar, y otros se ahorcaron con sus propias manos.
Hatuey, jefe indio de la región de Guahaba, no se ha suicidado. En canoa huyó de Haití, junto a los suyos, y se refugió en las cuevas y los montes del oriente de Cuba.
Allí señaló una cesta de oro y dijo:
-Éste es el dios de los cristianos. Por él nos persiguen. Por él han muerto nuestros padres y nuestros hermanos. Bailemos para él. Si nuestra danza lo complace, este dios mandará que no nos maltraten.
Lo atrapan tres meses después.
Lo atan a un palo.
Antes de encender el fuego que lo reducirá a carbón y ceniza, un sacerdote le promete gloria y eterno descanso si acepta bautizarse. Hatuey pregunta:
-En ese cielo, ¿están los cristianos?
-Sí.
Hatuey elige el infierno y la leña empieza a crepitar.
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memoriadelfuego · 11 years
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1506, Tenochtitlán: El Dios universal
Moctezuma ha vencido a Teuctepec.
En los adoratorios arden los fuegos. Resuenan los tambores. Uno tras otro, los prisioneros suben las gracias hacia la piedra redonda del sacrificio. El sacerdote les clava en el pecho el puñal de obsidiana, alza el corazón en el puño y lo muestra al sol que brota de los volcanes azules.
¿A qué dios se ofrece la sangre? El sol la exige, para nacer cada día y viajar de un horizonte a otro. Pero las ostentosas ceremonias de la muerte también sirven a otro dios, que no aparece en los códices ni en las canciones. 
Si ese dios no reinara sobre el mundo, no habría esclavos ni amos, ni vasallos, ni colonias. Los mercaderes aztecas no podrían arrancar a los pueblos sometidos un diamante a cambio de un frijol, ni una esmeralda por un grano de maíz, ni oro por golosinas, ni cacao por piedras. Los cargadores no atravesarían la inmensidad del imperio en largas filas, llevando a las espaldas toneladas de tributos. Las gentes del pueblo osarían vestir túnicas de algodón y beberían chocolate y tendrían la audacia de lucir prohibidas plumas de quetzal y pulseras de oro y magnolias y orquídeas reservadas a los nobles. Caerían, entonces, las máscaras que ocultan los rostros de los jefes guerreros, el pico de águila, las fauces de tigre, los penachos de plumas que ondulan y brillan en el aire.
Están manchadas de sangre las escalinatas del templo mayor y los cráneos se acumulan en el centro de la plaza. No solamente para que se mueva el sol, no: también para que ese dios secreto decida en lugar de los hombres. En homenaje al mismo dios, al otro lado de la mar los inquisidores fríen a los herejes en las hogueras o los retuercen en las cámaras de tormento. Es el Dios del Miedo. El Dios del Miedo, que tiene dientes de rata y alas de buitre.
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memoriadelfuego · 11 years
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1506, Valladolid: El quinto viaje
Anoche ha dictado su último testamento. Esta mañana preguntó si había llegado el mensajero del rey. Después, se durmió. Se le escucharon disparates y quejidos. Todavía respira, pero respira bronco, como peleando contra el aire.
En la corte, nadie ha escuchado sus súplicas. Del tercer viaje había regresado preso, atado con cadenas, y en el cuarto viaje no había quién hiciera caso de sus títulos y dignidades.
Cristóbal Colón se va sabiendo que no hay pasión o gloria que no conduzca a la pena. No sabe, en cambio, que pocos años faltan para que el estandarte que él clavó, por primera vez, en las arenas del Caribe, ondule sobre el imperio de los aztecas, en tierras todavía desconocidas, y sobre el reino de los incas, bajo los desconocidos cielo de la Cruz del Sur. No sabe que se ha quedado corto en sus mentiras, promesas y delirios. El Almirante Mayor de la Mar Océana sigue creyendo que ha llegado al Asia por la espalda.
No se llamará el océano mar de Colón. Tampoco llevará su nombre el nuevo mundo, sino el nombre de su amigo, el florentino Américo Vespucio, navegante y maestro de pilotos. Pero ha sido Colón quien ha encontrado ese deslumbrante color que no existía en el arcoiris europeo. Él, ciego, muere sin verlo.
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memoriadelfuego · 11 years
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1495, La Isabela: Caonabó
Absorto, ausente, está el prisionero sentado a la entrada de la casa de Cristóbal Colón. Tiene grillos de hierro en los tobillos y las esposas le atrapan las muñecas.
Caonabó fue quien redujo a cenizas el fortín de la Navidad, que el Almirante había levantado cuando descubrió esta isla de Haití. Incendió el fortín y mató a sus ocupantes. Y no solo a ellos: en estos dos años largos, ha castigado a flechazos a cuantos españoles pudo encontrar en su comarca de la sierra de Cibao, por andar cazando oro y gente.
Alonso de Ojeda, veterano de las guerras contra los moros, fue a visitarlo en son de paz. Lo invitó a subir a su caballo y le puso estas esposas de metal bruñido que le atan las manos, diciéndole que ésas eran las joyas que usaban los reyes de Castilla en sus bailes y festejos.
Ahora el cacique Caonabó, pasa los días sentado junto a la puerta, con la mirada fija en la lengua de luz que al amanecer invade el piso de tierra y al atardecer, de a poquito, se retira. No mueve una pestaña cuando Colón pasa por allí. En cambio, cuando aparece Ojeda, se las arregla para pararse y saluda con una reverencia al único hombre que lo ha vencido.
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memoriadelfuego · 11 years
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1493, Isla de Santa Cruz: Una experiencia de Miquele de Cuneo, natural de Savona
La sombra de los velámenes se alarga sobre la mar. La atraviesan sargazos y medusas que derivan, empujados por las olas, hacia la costa.
Desde el castillo de popa de una de las carabelas, Colón contempla las blancas playas donde ha plantado, una vez más, la cruz y la horca. Éste es su segundo viaje. Cuánto durará, no sabe; pero su corazón le dice que todo saldrá bien, ¿y cómo no va a creerle el Almirante? ¿Acaso él no tiene por costumbre medir la velocidad de los navíos con la mano contra el pecho, contando los latidos?
Bajo la cubierta de otra carabela, en el camarote del capitán, una muchacha muestra los dientes. Miquele de Cuneo le busca los pechos, y ella lo araña y lo patea y aúlla. Miquele la recibió hace un rato. Es un regalo de Colón.
La azota con una soga. La golpea duro en la cabeza y en el vientre y en las piernas. Los alaridos se hacen quejidos; los quejidos, gemidos. Por fin, solo se escucha el ir y venir de las gaviotas y el crujir de la madera que se mece. De vez en cuando una llovizna de las olas entra por el ojo de buey.
Miquele se echa sobre el cuerpo ensangrentado y se remueve, jadea, forcejea. El aire huele a brea, a salitre, a sudor. Y entonces la muchacha, que parecía desmayada o muerta, clava súbitamente las uñas en la espalda de Miquele, se anuda a sus piernas y lo hace rodar en un abrazo feroz.
Mucho después, cuando Miquele despierta, no sabe dónde está ni qué ha ocurrido. Se desprende de ella, lívido, y la aparta de un empujón.
Tambaléandose, sube a cubierta. Aspira hondo la brisa del mar, con la boca abierta. Y dice en voz alta, como comprobando:
-Estas indias son todas putas.
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memoriadelfuego · 11 years
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1493, Pasto: Todos son contribuyentes
Hasta estas remotas alturas, muy al norte, llega el recaudador del imperio de los incas.
Los indios quillacingas no tienen nada para dar, pero en este vasto reino todas las comunidades pagan tributos, en especies o en tiempo de trabajo. Nadie puede, por lejos que esté y pobre que sea, olvidar quién manda.
Al pie del volcán, el jefe de los quillacingas se adelanta y pone un cartucho de bambú en manos del enviado de Cuzco. El cartucho está lleno de piojos vivos.
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memoriadelfuego · 11 years
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1493, Huexotzingo: ¿Dónde está lo verdadero, lo que tiene raíz?
Ésta es la ciudad de la música, no de la guerra: Huexotzingo, en el valle de Tlaxcala. Dos por tres, los aztecas la asaltan, la lastiman, le arrancan prisioneros para sacrificar ante sus dioses.
Tecayehuatzin, rey de Huexotzingo, ha reunido esta tarde a los poetas de otras comarcas.
En los jardines del palacio, conversan los poetas sobre las flores y los cantos que desde el interior del cielo vienen a la tierra, región del momento fugaz, y que solo perduran allá en la casa del Dador de la vida. Conversan y dudan los poetas:
¿Son acaso verdaderos los hombres?
¿Será mañana todavía verdadero
nuestro canto?
Se suceden las voces. Cuando cae la noche, el rey de Huexotzingo agradece y dice adiós:
Sabemos que son verdaderos
los corazones de nuestros amigos.
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memoriadelfuego · 11 years
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El profeta
Echado en la estera, boca arriba, el sacerdote-jaguar de Yucatán escuchó el mensaje de los dioses. Ellos le hablaron a través del tejado, montados a horcajadas sobre su casa, en un idioma que nadie más entendía.
Chilam Balam, el que era boca de los dioses, recordó lo que todavía no había ocurrido:
-Dispersados serán por el mundo las mujeres que cantan y los hombres que cantan y todos los que cantan... Nadie se librará nadie se salvará... Mucha miseria habrá en los años del imperio de la codicia. Los hombres, esclavos han de hacerse. Triste estará el rostro del sol... Se despoblará el mundo, se hará pequeño y humillado...
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memoriadelfuego · 11 years
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La telaraña
Bebeagua, sacerdote de los sioux, soñó que seres jamás vistos tejían una inmensa telaraña alrededor de su pueblo. Despertó sabiendo que así sería, y dijo a los suyos: Cuando esa extraña raza termine su telaraña, nos encerrarán en casas grises y cuadradas, sobre la tierra estéril, y en esas casas moriremos de hambre.
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memoriadelfuego · 11 years
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Los peligros
El que hizo al sol y a la luna avisó a los taínos que se cuidaran de los muertos.
Durante el día los muertos se escondían y comían guayaba, pero por las noches salían a pasear y desafiaban a los vivos. Los muertos ofrecían combates y  las muertas, amores. En la pelea se esfumaban cuando querían; y en lo mejor del amor quedaba el amante sin nada entre los brazos. Antes de aceptar una lucha contra un hombre o de echarse junto a una mujer, era preciso rozarle el vientre con la mano, porque los muertos no tienen ombligo.
El dueño del cielo también avisó a los taínos que mucho más se cuidaran de la gente vestida.
El jefe Cáicihu ayunó una semana y fue digno de su voz: Breve será el goce de la vida, anunció el invisible, el que tiene madre pero no tiene principio: Los hombres vestidos llegarán, dominarán y matarán.
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memoriadelfuego · 11 years
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Los peregrinos
Los mayas-quichés vinieron desde el oriente.
Cuando recién llegaron a las nuevas tierras, con sus dioses cargados a la espalda, tuvieron miedo de que no hubiera amanecer. Ellos habían dejado la alegría allá en Tulán y habían quedado sin aliento al cabo de la larga y penosa travesía. Esperaron al borde del bosque de Izmachí, quietos, todos reunidos, sin que nadie se sentara ni se echara a descansar. Pero pasaba el tiempo no acababa la negrura.
El lucero anunciador apareció, por fin, en el cielo.
Los quichés se abrazaron y bailaron; y después, dice el libro sagrado, el sol se alzó como un hombre.
Desde esa vez, los quichés acuden, al fin de cada noche, a recibir al lucero del alba y a ver el nacimiento del sol. Cuando el sol está a punto de asomar, dicen:
-De allá venimos.
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memoriadelfuego · 11 years
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La conciencia
Cuando bajaban las aguas del Orinoco, las piraguas traían a los caribes con sus hachas de guerra.
Nadie podía con los hijos del jaguar. Arrasaban las aldeas y hacían flautas con los huesos de sus víctimas.
A nadie temían. Solamente les daba pánico un fantasma que había brotado de sus propios corazones.
Él los esperaba, escondido tras los troncos. Él les rompía los puentes y les colocaba al paso las lianas enredadas que los hacían tropezar. Viajaba de noche; para despistarlos, pisaba al revés. Estaba en el cerro que desprendía la roca, en el fango que se hundía bajo los pies, en la hoja de la planta venenosa y en el roce de la araña. Él los derribaba soplando, les metía la fiebre por la oreja y les robaba la sombra.
No era el dolor, pero dolía. No era la muerte, pero mataba. Se llamaba Kanaima y había nacido entre los vencedores para vengar a los vencidos.
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memoriadelfuego · 11 years
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La fiesta
Andaba un esquimal, arco en mano, persiguiendo renos, cuando un águila lo sorprendió por la espalda.
-Yo maté a tus dos hermanos -dijo el águila-. Si quieres salvarte, debes ofrecer una fiesta, allá en tu aldea, para que todos canten y bailen.
-¿Una fiesta? ¿Qué significa cantar? Y bailar, ¿qué es?
-Ven conmigo.
El águila le mostró una fiesta. Había mucho y bueno de comer y de beber. El tambor retumbaba tan fuerte como el corazón de la vieja madre del águila, que latiendo guiaba a sus hijos, desde su casa, a través de los vastos hielos y las montañas. Los lobos, los zorros y los demás invitados danzaron y cantaron hasta la salida del sol.
El cazador regresó a su pueblo.
Mucho tiempo después, supo que la vieja madre del águila y todos los viejos del mundo de las águilas estaban fuertes y bellos y veloces. Los seres humanos, que por fin habían aprendido a cantar y a bailar, les habían enviado, desde lejos, desde sus fiestas, alegrías que daban calor a la sangre.
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