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#tecnofeudalismo
senriii · 2 months
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Somos humildes siervos de los señores de la nube: bienvenidos al tecnofeudalismo.
Un nuevo capital mutante ha matado y sustituido al capitalismo: el capital en la nube. No fabrica cosas, sino que se compone de dispositivos concebidos para modificar nuestro comportamiento. Y le va de maravilla.
Yanis Varoufakis 11.02.2024
Miremos hacia donde miremos, estamos presenciando el triunfo del capital. En almacenes, fábricas, oficinas, universidades, hospitales públicos, medios de comunicación, incluso en el espacio, pero también en el microcosmos de las semillas patentadas. ¿Cómo me atrevo, entonces, a afirmar que el capitalismo ha muerto asesinado? ¿Quién lo ha matado? La respuesta es de una ironía deliciosa: el capitalismo ha muerto asesinado por su propia mano: por el capital.
Si estoy en lo cierto, lo preocupante no es lo que la Inteligencia Artificial (IA) nos vaya a hacer en el futuro, sino lo que ya ha hecho: el capital ha llegado a ser tan dominante y ha mutado en una variante tan tóxica que, como un virus estúpido, ha acabado matando a su anfitrión, el capitalismo, para sustituirlo por algo muchísimo peor.
El capital en la nube, por supuesto, no vive realmente en la nube, sino en la Tierra; reside en equipos conectados en red, granjas de servidores, torres de telefonía móvil, programas, algoritmos basados en inteligencia artificial y en el fondo de nuestros océanos, donde se extienden incontables kilómetros de cables de fibra óptica.
A diferencia de lo que ocurre con los medios de producción del capital tradicional, como los motores de vapor o los robots industriales modernos, que son medios fabricados, el capital en la nube no fabrica cosas, sino que está compuesto por dispositivos concebidos para modificar el comportamiento humano. Eso es lo que son Alexa de Amazon o el Asistente de Google: un medio de modificación del comportamiento construido precisamente para eso. Es una máquina, una pieza del capital, a la que entrenamos para que nos entrene para que la entrenemos para que ella decida qué queremos. Y, una vez decidido lo que queremos, la misma máquina nos lo vende directamente, sin pasar por los mercados.
Por si fuera poco, esa misma máquina consigue que sostengamos la enorme red de modificación del comportamiento a la que pertenece con nuestro propio esfuerzo, de forma voluntaria y gratuita. Cuando publicamos reseñas, valoramos productos o publicamos en la red vídeos, diatribas y fotos, estamos ayudando a reproducir el capital en la nube sin recibir un céntimo por nuestro trabajo. La máquina, en definitiva, nos ha convertido en siervos de la nube. Mientras tanto, en las fábricas y los almacenes, los mismos algoritmos que modifican nuestro comportamiento y nos venden productos se utilizan —normalmente, mediante dispositivos digitales en la muñeca del trabajador— para hacer que trabajen más deprisa, dirigirlos y vigilarlos minuto a minuto.
Impresiona ver de qué forma el capital en la nube consigue desempeñar cinco funciones que antes estaban fuera del alcance del capital tradicional. Capta nuestra atención. Fabrica nuestros deseos. Nos vende directamente, sin pasar por los mercados tradicionales, lo que nos ha hecho desear. Fomenta el trabajo proletario en los centros de trabajo. Y crea una ingente mano de obra gratuita (los siervos de la nube).
¿A alguien le extraña que los propietarios de este capital en la nube —llamémoslos los nubelistas— tengan un poder hasta ahora inimaginable para obtener una plusvalía gigantesca de los proletarios, un volumen incalculable de trabajo no remunerado de casi todo el mundo y, de los capitalistas vasallos, unas rentas de la nube inconcebibles? ¿Cómo no van a ser mucho más poderosos de lo que pudieron ser jamás Henry Ford o Rupert Murdoch?
“Un momento”, me dirán. “¿En qué se diferencia Jeff Bezos de Henry Ford? ¿No son todos monopolistas?”. No. Amazon.com no es una empresa capitalista monopolista. En el momento en que entramos en amazon.com hemos salido del capitalismo. Es cierto que es un sitio lleno de compradores y vendedores, así que es una enorme plataforma comercial, pero no es un mercado. El dueño de todo es un hombre llamado Jeff, que es muchísimo más que un monopolista.
Jeff no posee las fábricas en las que se producen los artículos que los capitalistas tradicionales no tienen más remedio que vender en su plataforma. Lo que sí posee es el algoritmo que decide qué productos vemos, el mismo algoritmo que nosotros hemos entrenado para que nos conozca a la perfección y nos empareje con un vendedor —al que también conoce a la perfección— de forma que cada emparejamiento tenga las máximas probabilidades de permitirle a Jeff extraer el mayor margen posible del vendedor por cada cosa que se compra: hasta el 40% de lo que pagamos.
La mente se revuelve ante una explotación de tal dimensión y tan radicalmente nueva. El mismo algoritmo que ayudamos a entrenar en tiempo real para que nos conozca de arriba abajo modifica nuestras preferencias y administra la selección y la entrega de los productos que van a satisfacer esas preferencias. Si dos personas escriben “bicicletas eléctricas” en amazon.com, obtendrán recomendaciones totalmente diferentes. Es como si, en un mercado o centro comercial tradicional, las dos personas caminasen una al lado de la otra, mirando en la misma dirección, pero viendo cosas distintas en función de lo que el algoritmo de Jeff quiere que vea cada una.
Todos los que entramos en amazon.com navegamos en un aislamiento construido por el algoritmo, como si estuviéramos en un panóptico en el que no podemos vernos unos a otros sino solo el algoritmo que todo lo ve o, para ser más exactos, lo que el algoritmo nos permite ver para sacar el máximo dividendo de la nube, la versión actual de la renta que los señores feudales cobraban por las tierras a sus vasallos y sus campesinos.
Esto no es capitalismo. Señoras y señores, bienvenidos al tecnofeudalismo.
El capitalismo, no lo olvidemos, tenía dos pilares: los mercados y los beneficios. Por supuesto, los mercados y los beneficios siguen estando omnipresentes. Pero el capital en la nube los ha desplazado del centro de nuestro sistema socioeconómico, los ha empujado hacia los márgenes y los ha reemplazado.
Los mercados, el medio en el que se desarrolla el capitalismo, se han visto sustituidos por feudos en la nube, plataformas de comercio digital como amazon.com o Alibaba que, como hemos visto, parecen mercados, pero no lo son.
¿Y los beneficios, que son el combustible del capitalismo? Pues los han sustituido sus antecesoras feudales: las rentas. En concreto, las rentas de la nube, una nueva forma de alquiler que hay que pagar por el acceso a esos feudos o plataformas digitales.
¿Cómo surgió el capital en la nube? Nació a finales de los años noventa, cuando el internet original, que era un bien común —funcionaba como una zona libre de capitalismo—, aquel internet 1.0, por así decir, cayó en manos de las grandes empresas tecnológicas que estaban naciendo, que lo privatizaron.
¿Quién pagó los billones de dólares que costó fabricar y acumular el capital de la nube con tanta rapidez en manos de unos pocos nubelistas? Lo sorprendente es que fueron, sobre todo, los bancos centrales de los países del G-7. ¿Cómo es posible? Pues por accidente, o, para ser más exactos, por culpa de la crisis.
Tras el hundimiento del sector financiero en 2008, los banqueros centrales imprimieron nada menos que 35 billones de dólares para rescatar a los bancos mientras nuestros gobiernos sometían al pueblo a duras medidas de austeridad. Los capitalistas fueron suficientemente astutos como para prever que la gente no iba a tener un céntimo y no iba a poder comprar sus productos. Así que, en lugar de invertir, llevaron el dinero del banco central a la Bolsa y a los mercados de bonos, donde compraron acciones, bonos y, de paso, yates, arte, bitcoins, NFT y cualquier “activo” que pillaron.
Los únicos capitalistas que realmente invirtieron en capital fueron los dueños de las grandes tecnológicas. Por ejemplo, nueve de cada diez dólares que se invirtieron en crear Facebook procedían de ese dinero de los bancos centrales. Así se financió el capital en la nube y así se convirtieron los nubelistas en nuestra nueva clase dirigente.
Como consecuencia, el verdadero poder hoy no lo tienen los dueños de maquinaria, edificios, ferrocarriles, compañías telefónicas o robots industriales. Estos anticuados capitalistas terrestres siguen obteniendo plusvalías del trabajo asalariado, pero ya no son los que mandan. Se han convertido en vasallos de los propietarios del capital en la nube, de los nubelistas. En cuanto a los demás, hemos vuelto a nuestra antigua condición de siervos y contribuimos a la riqueza y el poder de la nueva clase dominante con nuestro esfuerzo no remunerado, que se añade al trabajo asalariado que hacemos cuando tenemos la posibilidad.
¿Todavía no están convencidos? Ya, es difícil dejar atrás la palabra capitalismo. Los liberales no son los únicos para los que es como el agua para los peces. Los socialistas también necesitamos sentir que nuestro propósito en la vida es derrocar al capitalismo. Resulta difícil aceptar que el capital se nos ha adelantado y lo ha sustituido por algo peor. De hecho, mis amigos de izquierdas son los que más intentan disuadirme y convencerme de que sí, puede que el capital en la nube sea importante, pero “esto sigue siendo capitalismo, colega”.
Llamémoslo capitalismo rentista o capitalismo monopolista, me sugieren. Pero no es suficiente. El alquiler de la nube no es como el alquiler del suelo, porque exige una enorme inversión en nuevas tecnologías. Y tampoco son rentas procedentes de un monopolio, porque Bezos y Zuckerberg no monopolizan mercados para vender lo que fabrican (como hacían Ford y Edison), sino que han sustituido a los mercados y no están interesados en fabricar nada (a diferencia de Ford y Edison).
¿Qué tal capitalismo de vigilancia? Tampoco. Los nubelistas no se limitan a utilizar algoritmos para lavarnos el cerebro en nombre de los anunciantes en un entorno capitalista. No, el capital en la nube se reproduce gracias a nuestro trabajo gratuito, explota directamente el trabajo asalariado y exprime las rentas de la nube de los capitalistas vasallos en plataformas comerciales que no son mercados. Esto no es capitalismo, señores.
¿Pero qué pasa con la afirmación de que el tecnofeudalismo es parasitario del sector capitalista integrado en él? Es verdad. Si los capitalistas convencionales se extinguieran, los nubelistas desaparecerían, incapaces de cobrar rentas de la nube a los fabricantes. ¿Y qué? Cuando el capitalismo acabó con el feudalismo, los capitalistas pasaron a ser parásitos de los terratenientes, en el sentido de que, sin tierras privadas que produjeran alimentos, el capitalismo habría desaparecido. Ahora, el sector capitalista tradicional también alimenta el tecnofeudalismo, pero los que dominan son el capital y las rentas de la nube.
El concepto de tecnofeudalismo demuestra que el hecho de que los trabajadores del automóvil y los enfermeros se organicen, aunque sigue siendo esencial, es insuficiente. Aclara lo que va a costar movilizarse contra el cártel de los combustibles fósiles cuando nuestros medios de comunicación funcionan gracias a un capital en la nube preparado para envenenar a la opinión pública. Explica por qué el paso a los coches eléctricos ha provocado la desindustrialización de Alemania, a medida que los beneficios de la ingeniería mecánica de precisión se sustituyen por los dividendos que obtienen los propietarios del capital en la nube dedicados a observar las rutas y los hábitos de los conductores. De repente tiene mucho más sentido la decisión de Elon Musk de comprar Twitter, como interfaz entre sus acciones de capital mecánico en Tesla y SpaceX y el capital en la nube. La nueva guerra fría entre Estados Unidos y China, especialmente desde que empezó la guerra de Ucrania, se explica como la repercusión de un enfrentamiento de fondo entre dos tecnofeudalismos con rentas de la nube, uno en dólares y el otro en yuanes.
¿No es alucinante? Todos esos avances científicos increíbles, esas fantásticas redes neuronales y esos programas de inteligencia artificial inimaginables, ¿para conseguir qué? Para crear un mundo en el que, mientras la privatización y el capital de riesgo vacían nuestro entorno de toda la riqueza física, el capital en la nube se dedica a vaciar nuestros cerebros. Para que podamos ser dueños individuales de nuestra mente, debemos ser dueños colectivos del capital en la nube. Cuando hayamos recuperado nuestra mente, podremos trabajar todos unidos para encontrar la manera de crear un nuevo capital común en la nube. Será rematadamente difícil, pero es la única forma de conseguir que nuestros artefactos basados en la nube dejen de ser un medio fabricado para modificar el comportamiento y se conviertan en un medio para la colaboración y la emancipación humanas.
Siervos de las nubes, proletarios de las nubes y vasallos de las nubes del mundo, ¡uníos! No tenemos nada que perder, salvo nuestras cadenas mentales.
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ferrolano-blog · 5 months
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Las consecuencias de los monopolios intelectuales... ¿Hacia qué tipo de economía nos dirigimos? ¿Está experimentando el capitalismo una transformación cualitativa hacia un «tecnofeudalismo»?
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riclozadavelez · 1 year
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Tecnofeudalismo, en términos sencillos
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Durante un diálogo público (ver extracto en video por aquí) efectuado en octubre de 2021, en el marco del Indigo Festival en Liubliana, el político y economista griego Yanis Varoufakis explicó al filósofo esloveno Slavoj Žižek por qué piensa que el sistema actual «ya no es capitalismo»:
Era el 12 de agosto de 2020 […], a las 09.00 de la mañana en Londres, y las noticias reportaron que el PIB del Reino Unido había caído más de un 20%. Eso nunca había ocurrido en toda la historia del capitalismo […] No fue algo previsto: los mercados anticipaban una caída de 8 o 9, pero no 20% […] Unos 15 o 16 minutos más tarde, la Bolsa de Londres subió 3%. No hay ninguna explicación de esto que se ajuste a la lógica del capitalismo.
Luego, Varoufakis expone los motivos que, en su opinión, están tras esta situación anómala:
Desde 2008, la gran crisis financiera, el capitalismo […] se ha mantenido con vida gracias a las constantes inyecciones de dinero procedentes de los bancos centrales […] Así que, en estos últimos doce años, el sistema bancario y las bolsas de valores se han acostumbrado, se han vuelto adictos, a que los bancos centrales les inyecten dinero en momentos difíciles. Entonces, imagina a tu corredor de bolsa en Londres que acaba de escuchar las noticias de la mañana, «Caída de 20%». Su reacción inmediata es: «¡Oh, por Dios! [¡Esto es un desastre!]». Pero entonces: «¡Ah!, pero si yo siento pánico, los chicos y chicas del Banco de Inglaterra también sienten pánico. Así que lo que ellos harán será imprimir más billetes, y van a dármelos para que siga jugando a las apuestas en la bolsa… Entonces, ¡hay que comprar!».
A continuación, explica por qué piensa que esto es señal de que «el capitalismo ya ha evolucionado más allá de sí mismo y se ha transformado en otro sistema»:
Para mí, el capitalismo requiere dos cosas: Primero, las ganancias que lo impulsan. Del mismo modo que un motor requiere combustible, el capital requiere ganancias […] Y la otra cosa es que la explotación tenga lugar en los mercados […] En el feudalismo […] no había mercados, sino solo expropiación. Luego, con la privatización de las tierras comunales y la expulsión de los campesinos hacia las ciudades, se crea el mercado laboral. No había mercado laboral antes de ello […] Pero ahora, tras la crisis de 2008 y lo que vino después, se ha reemplazado ganancias con dinero de los bancos centrales, que es el nuevo combustible del sistema y, en el espacio de los mercados, el firme avance, la constante injerencia de las plataformas.
Las plataformas son, en efecto, la antítesis de los mercados, que antiguamente —vale recordar en este punto— eran las plazas públicas en las ciudades, el ágora (ἀγορά) entre los griegos:
En el instante que ingresas a Amazon o a Facebook, ya estás fuera del capitalismo. Digamos que ingresas a Facebook para promover tu negocio, para vender tus productos. Usas tu tarjeta de crédito, le pagas a Zuckerberg […] Una sola persona es dueña de todo este espacio […] Imagina salir a caminar por tu ciudad y mirar a tu alrededor, y advertir que todos los edificios pertenecen a una sola persona y que todo lo que se comercia en las tiendas que ves, está controlado por esa persona: a qué precio se vende, quién puede vender o comprar. Y además, si suponemos que tu ciudad funciona como Facebook o Amazon, esta persona decide, a través de un algoritmo que ella controla, qué cosas puedes ver y qué no. Si ella no quiere que veas algo, nunca lo verás […] Esto no es un mercado, esto es un feudo, es un feudo digital, una plataforma.
Aquí es donde la conjunción de bancos, bolsas de valores y dinero público forma un circuito perverso que aprovecha las brechas en el sistema:
Fíjate en compañías como Uber, por ejemplo, que nunca obtienen ganancias. Ahí tienes private equity [que podría traducirse como capital de riesgo o capital inversión] ¿Sabes qué hacen las private equity? Adquieren una empresa, digamos, una empresa que ofrece servicios de salud privada […] Así que compran el hospital, compran esta empresa y, luego, crean dos compañías: una que es dueña de los edificios y todos los activos fijos, y la otra se encarga de prestar los servicios, y la segunda compañía vende sus servicios a la primera. La primera compañía tiene activos, los edificios, así que van al banco y obtienen un préstamo enorme, usando estos edificios como garantía, y con ese dinero pagan se pagan a sí mismos, se lo dan a sus accionistas, se lo embolsillan, se quedan con el dinero. Pero la empresa entera nunca obtendrá ganancias, porque la segunda compañía tendrá esta deuda enorme con la primera compañía, y así nunca tendrán que pagar ningún impuesto, porque sin ganancias, no hay impuestos […] El propósito de obtener ganancias es establecer un negocio que pueda mantenerse, pero esto es un cascarón vacío y, poco después, se declara en bancarrota, fenece. Así, las plataformas se expanden […] los mercados se contraen y […] los gobiernos no tienen poder, pero son las imprentas de dinero que mantienen al sistema aún con vida. Esto es lo que llamo tecnofeudalismo.
Ahora bien, ¿qué significa todo esto para nosotros y cómo afecta nuestras vidas?:
[Los gobiernos] tienen muy poco margen para implementar políticas fiscales y redistribuir la riqueza, porque toda la riqueza que se crea está embovedada, encorralada, encerrada dentro de estos nuevos feudos. Por otra parte, […] en la época del capitalismo, tenías a la clase trabajadora que era explotada durante la jornada laboral, pero que, luego, se iban a casa y podían tener tiempo para sí mismos. Hoy tenemos una clase trabajadora que cada vez se reduce más, mientras tanto, cada día todos están produciendo más y más capital directamente para estos [nuevos] feudos: cada vez que caminas con tu teléfono en el bolsillo, Google sabe dónde estás y eso enriquece el software de Google Maps. Al registrar tus movimientos, se agrega capital a Google, y tú no eres ningún accionista, no obtienes acciones [de Google] a cambio de esos aportes de capital, ellos se los quedan. Con la pandemia, hemos visto cómo trabajo y ocio resultaron completamente disociados, y con estas tecnologías de los feudos digitales se vuelve imposible escapar ni siquiera por un instante. En cuanto sales de tu lugar de trabajo, te sigue: tu jefe cuenta con que tú revises tu dispositivo y tus apps, a medianoche inclusive; aunque tú jefe no necesite que los revises, tú mismo te aseguras de hacerlo. Te autoesclavizas. Y así se pierde uno de los dones principales del liberalismo: la soberanía personal. […] Cuando veo a los jóvenes, noto que les falta la soberanía que el sistema democrático liberal les había prometido. Por ejemplo, toman cursos que ellos saben que son una porquería, solo para poder agregarlos a su currículum; los veo tratando constantemente de mejorar sus números en Twitter, en Instagram, están vendiéndose constantemente, creando un perfil que les funcione, porque saben que, cuando tengan una entrevista de trabajo, van a revisar sus perfiles en redes sociales. Se trata de una lucha constante por construir un perfil que satisfaga las expectativas de algún futuro empleador imaginario. ¡Eso es esclavitud! Representa el colapso total del espacio privado que tanto nos venden los liberales. Estas son las razones de que, para mí, este tecnofeudalismo sea semejante amenaza.
Finalmente, una advertencia para las izquierdas:
¿Sabes quiénes detestan esta tesis, cuando hablo de ella? La izquierda. Nosotros, los izquierdistas crecimos con la ambición de derribar el capitalismo. Entonces, les digo: «¿Saben qué? Llegamos tarde. El capitalismo ya se ha derribado a sí mismo y ha sido reemplazado por algo peor, no por el socialismo». Pero la izquierda no quiere escuchar nada de eso. De veras, lo detestan.
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ujjinatd · 2 months
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Bienvenidos a la era del tecnofeudalismo Los gigantes tecnológicos han derroc... https://ujjina.com/bienvenidos-a-la-era-del-tecnofeudalismo/?feed_id=586445&_unique_id=6614ec217a53d
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jgmail · 2 years
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LA CORTE REAL BRITÁNICA Y LA AGENDA GLOBALISTA
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Por Markku Siira
Los medios de comunicación de todo el mundo han estado alborotados con la noticia de la muerte de la Reina de Inglaterra. La monarca de 70 años, Isabel II, falleció en el castillo de Balmoral, en Escocia, ayer jueves por la noche, a la edad de 96 años. Disfrutó de una gran aclamación popular durante la mayor parte de su reinado, o al menos eso se nos asegura.
Algunos dicen que fue el Imperio británico el que lanzó el proyecto de globalización que ha revolucionado el mundo. Resulta irónico que el fallecimiento del líder simbólico de la Commonwealth sea llorado por personas que al mismo tiempo resienten el hecho de que su isla natal se haya visto invadida por inmigrantes de las antiguas colonias, mientras que los nativos británicos pronto serán una minoría en su propio país.
Según el orden de sucesión británico, el hijo mayor de la reina se convertirá ahora en monarca. Nacido en el Palacio de Buckingham en 1948, Carlos es quizás más conocido por su fallido matrimonio con Lady Diana Spencer, que murió en un accidente de tráfico en París en 1997, justo un año después de su divorcio.
Como duque y príncipe de Windsor, Carlos es retratado en público como una figura torpe pero amable que habla con sus plantas, ama la arquitectura tradicional y protege la naturaleza. Charles ha sido considerado incluso como un "príncipe filosófico" antimodernista que valora las religiones del mundo y es partidario de la escuela tradicionalista de la filosofía perenne.
Pero en una realidad más dura, es un noble mascarón de proa del imperio globalista, donde las cuestionables maniobras económicas y geopolíticas de un pequeño grupo supranacional se ocultan hipócritamente tras una fachada filantrópica.
¿Cuántos recuerdan todavía que fue Carlos, el futuro rey del "desarrollo sostenible", quien en 2020 hizo una declaración a favor del "Gran Reajuste" del Foro Económico Mundial? Charles compartía la idea de Klaus Schwab y sus socios de que la "pandemia de los tipos de interés" ofrecía una oportunidad para cambiar fundamentalmente el mundo.
En la práctica, esto significa que el heredero al trono británico -junto con las familias adineradas y la nueva figura política del Reino Unido, la recién elegida primera ministra Liz Truss- seguirá combinando el tecnofeudalismo, el falso verde y el capitalismo corporativo.
Cuando el padre de Carlos, el príncipe Felipe, murió en la coronación de abril de 2021, muchos reporteros sombríos recordaron que el príncipe, que cultivaba los comentarios despectivos y el humor negro, dijo una vez que esperaba reencarnarse en un "virus mortal que contribuyera a resolver la superpoblación".
Al igual que muchos eugenistas de la élite dirigente, Carlos ha pedido que se frene el crecimiento de la población en los países en desarrollo, y su hijo, el príncipe Guillermo, ha provocado la indignación con sus comentarios sobre el crecimiento de la población en África. Por extraño que parezca, incluso en nuestros tiempos políticamente excesivamente correctos, tales declaraciones racistas y ecofascistas son perdonadas con bastante facilidad por la nobleza.
La corte real británica, con su etiqueta y su estética, puede parecer a los monárquicos más acérrimos una "guardiana de la tradición", pero Isabel II y sus descendientes llevan décadas promoviendo agendas globalistas, desde las políticas liberales de inmigración hasta los programas de la ONU y las políticas de identidad para las minorías sexuales.
El futuro rey Carlos III seguirá desempeñando su papel en el mantenimiento de un imperio global de explotación. Incluye a familias poderosas, familias bancarias, miembros de la realeza y propietarios de corporaciones internacionales y conglomerados de medios de comunicación, que no renunciarán voluntariamente a su poder y a sus planes, que han sido perfeccionados en sociedades secretas de élite durante décadas.
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vqtblog · 4 months
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Yanis Varoufakis: Somos humildes siervos de los señores de la nube bienvenidos al tecnofeudalismo
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infinismundi · 2 years
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El tecno-feudalismo está tomando el control - Revista de Prensa
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brasilsa · 2 years
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FOTO POR https://bit.ly/3x9RthK O Jornal PÁGINA12- AR- POR- A. ZAIAT NOS OFERECE UMA LÚCIDA...
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ferrolano-blog · 8 months
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Varoufakis: El capitalismo ha muerto: viva el tecnofeudalismo... Nos han convertido a todos en siervos de la nube... sostenemos esta enorme máquina de modificación del comportamiento con nuestro trabajo gratuito: publicamos reseñas, valoramos productos, mientras amasa enormes rentas de los capitalistas que dependen de esta red de capital en la nube, normalmente el 40% del precio de venta. Eso no es capitalismo. Bienvenido al tecnofeudalismo... lo que ha matado al capitalismo es el propio capital. No el capital tal y como lo conocemos, sino una mutación del mismo surgida en las dos últimas décadas. Esta mutación -el capital en nube- ha demolido los dos pilares del capitalismo: los mercados y los beneficios... que siguen siendo omnipresentes -también lo eran bajo el feudalismo-, pero han sido desalojadas del centro de nuestro sistema económico, y expulsadas a sus márgenes. Los mercados, el medio del capitalismo, han sido suplantados por plataformas comerciales digitales que parecen mercados, pero no lo son, y que se entienden mejor como feudos. Y el beneficio, motor del capitalismo, ha sido sustituido por su predecesor feudal: la renta... En consecuencia, el poder real no reside hoy en los propietarios del capital tradicional: maquinaria, edificios, redes ferroviarias y telefónicas, robots industriales. Siguen extrayendo beneficios de los trabajadores, del trabajo asalariado, pero ya no mandan, como antes. De hecho, se han convertido en vasallos en relación con una nueva clase de señor feudal, los propietarios del capital en nube... ignoramos un peligro muy real. Máquinas como Alexa y chatbots de inteligencia artificial como ChatGPT, ejercen un poder inimaginable sobre lo que hacemos, en nombre de un pequeño grupo de humanos de carne y hueso... tenemos que hacernos colectivamente dueños del capital-nube, en lugar de someternos a unos pocos señores feudales. Será muy difícil. Pero es la única manera de que nuestros artefactos basados en la nube dejen de ser un medio de modificación del comportamiento y se conviertan en un medio de emancipación
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ferrolano-blog · 10 months
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Varoufakis: lo que ha matado al capitalismo es... el capital mismo. No el capital como lo conocemos desde los albores de la era industrial, sino una nueva forma de capital, una mutación tóxica... el capital en la nube es un medio de producción para la modificación del comportamiento. Nos convierte a todos en un tipo de siervo... A diferencia del capitalismo, cuyo combustible era la ganancia, nuestro mundo tecnofeudal funciona con rentas, como el feudalismo solía... excepto que la renta de la nube es posible no a través de la propiedad de la tierra sino a través de la propiedad de esta forma tóxica y novedosa del capital (nube), los espacios digitales cerrados de nuestra era
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