Tumgik
#y otros expulsaron a los sirvientes a golpes.
eduardoskipper · 2 years
Text
Tumblr media
1 note · View note
guardialobo · 6 years
Text
Confesión
Perdóname, padre, porque he pecado.
Cinco años. Cinco años y seré libre de esta condena.
Me la merezco, padre. Me la merezco. Si te dijese que no sabía con quién me estaba asociando, te mentiría…
No siempre fui así. Yo también fui un niño amado. Hasta que me convertí en una rata callejera.
Mi madre trabajaba para la nobleza, ¿sabes? Limpiaba y hacía las faenas en sus casas. La acusaron de robar, pero ella no lo hizo. Se lo aseguró a la señora: ella no fue quien le robó sus pendientes. Fue una de sus hijas, la mayor, y ella le echó la culpa a mi madre.
La expulsaron del trabajo y tuvo que pagar una multa, una multa por un crimen que no había cometido. Mi pobre madre… Si me viera ahora se avergonzaría de mí. Yo sí soy un delincuente. Yo sí que debo pagar. Pero ella… Ella era inocente.
No conseguía encontrar otro empleo: no la querían. Se había esparcido el rumor de que robaba a los que la contrataban, así que al final no le quedó otro remedio que atender en las posadas; e incluso eso le falló y acabó por darse a la vida de la calle…
Mi pobre madre. ¡Cómo me engañaba cuando era niño! Pero yo sabía lo que hacía. Y sabía que estaba mal, pero tenía que hacerlo porque no le quedaba otra alternativa.
Entonces fue cuando enfermó. Para costearle las medicinas, tuve que robar. No estaba orgulloso, pero ya que ella se sacrificó por mí, yo debía hacerlo por ella. Pero por aquel entonces yo aún era demasiado ingenuo. No tenía picardía. No sabía imitar tan bien como lo sé hacer ahora; aún no sabía hacerme pasar por alguien que no soy… Y me pillaron.
Un herrero. Me cazó mientras robaba fruta en el mercado. Me llevó a un aparte, me agarró por el hombro y me ordenó que la devolviera. Me dijo que si no lo hacía, me denunciaría. Yo me eché a llorar y le supliqué que no abriera la boca. Le conté que mi madre estaba enferma y que necesitaba desesperadamente el dinero. Y él… él me levantó por los hombros y me dio mi primer trabajo como su aprendiz.
Era un buen hombre. Un buen hombre. No como yo, que he pecado. Su mujer murió muy joven y él no fue capaz de amar a nadie más. No tenía hijos, pero los deseaba. Yo vine a llenar el hueco que él me cubrió a mí y forjamos una extraña relación.
A él le debo todo lo que sé sobre cerraduras, sobre ganzúas y otros mecanismos. ¡Cuántos crímenes he perpetrado gracias a los conocimientos que él me transmitió! Si pudiera verme ahora, si siguiera con vida, se avergonzaría profundamente de mí.
Aunque mi madre falleció, el herrero me acogió. Él fue bueno conmigo, padre. Era, quizá, demasiado justo. Demasiado bueno…
Un día, unos matones estaban amenazando a una mujer en la calle y él la defendió. Lo apuñalaron ante mis propios ojos, pero yo no tuve valor para hacer nada por él, y su negocio fue a parar a manos de un pariente lejano. Tengo entendido que lo vendió. No me extraña. Yo nunca fui digno de su caridad.
Cinco años… ¿Solo cinco años? Debería permanecer encerrado décadas. Aún soy joven, padre, pero he visto tantas cosas… y he hecho otras que…
No encontré trabajo, padre. No un trabajo honesto. O quizá es que la honradez era demasiado escasa, demasiado cara. Terminé haciendo tratos con los mismos tipos que mataron al herrero, al que fue mi padre. Con mi pericia y con mi ingenio, daban golpes en las haciendas de los nobles y desvalijaban sus depósitos.
Pero yo no solo les puse la tecnología, padre. También participé. Engañé a las hijas de aquellos desgraciados y me hice pasar por su amante. A sus madres, a veces, también. Y en ocasiones… a sus padres, si tenían esa clase de inclinaciones.
Tuve que mentir. Tuve que hacerme pasar por mucha gente. Pero cada asalto que cometíamos me consumía un poco más el alma…
Debí haberlo dejado. Pude haber parado a tiempo, cuando tenía suficiente dinero para marcharme. Debí haberme ido a otro lugar. A otra ciudad, lejos de Gilneas. A un sitio donde no me conocieran, donde nadie hubiese oído mi nombre, y así empezar de cero como herrero o como inventor. Habría sido bonito… Pero no pude resistirme.
Mis compañeros iban a saquear a la misma persona que arruinó mi vida y la de mi madre: una viuda solitaria, un blanco fácil, tan solo protegida por un puñado de viejos sirvientes. Ninguno me reconoció. Ni siquiera ella sospechó cuando la llevé al lecho. La dejé durmiendo y les abrí las puertas a los demás. Juntos, registramos la casa en busca de objetos de valor. Y cuando ya teníamos el botín en nuestras manos y estábamos a punto de salir de allí, esa desalmada, esa mujer despreciable, se despertó, bajó las escaleras y me espetó: “ya sé quién eres”.
Nunca debió hacerlo, padre, pero la culpa fue mía: fui yo quien quería vengarse. Deseaba destruirla, que tuviera que padecer las mismas estrecheces que mi madre, para poder reírme de ella y de sus ridículas ínfulas de grandeza. Pero uno de mis compañeros, aterrorizado ante la idea de que me identificase, le rajó el vientre con una cuchilla.
El resto huyeron, mas yo no pude moverme. Sabía que aquello se nos había ido de las manos. Sabía que era el responsable. Creí oír la voz de mi madre. Creí verla, a ella y su sonrisa. Ella no habría querido que me comportase así. Por eso… por eso me quedé. Y por eso estoy aquí.
Ya han capturado al verdadero asesino, padre, pero aun así, se me acusa de haber cooperado en al menos media docena de delitos.
Gracias a mi confesión, solo me han caído cinco años. Pero ¿qué será de mí después? Los compañeros a los que traicioné, los que mataron al que durante algún tiempo fue mi padre, vendrán a buscarme.
Quizá eso sea lo que merezca. Tal vez así pueda expiar mi culpa.
Así que perdóname, padre, porque he pecado.
0 notes