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— Dudo que lo encontremos... — alzó sus cejas. — Estoy más que seguro de que lo dejé en la mesa y, bueno, alguien debe haberlo tomado.

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-No, lo siento.- torció su boca en una pequeña mueca. -¿Quieres que te ayude a buscarlo?

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— ¿Has visto un celular por aquí? perdí el mío.

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Más que por asco, la había lanzado por impotencia y eso se podía notar en su rostro y hasta en su respiración, algo alterada. — Lo sé. — dijo cortamente mirando a la pelinegra. — No estoy de humor, ¿qué quieres? — Aunque bueno, él nunca estaba de humor. Llevó su cabello y pasó sus dedos por este mismo. 

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— ¿Qué? — sobresaltado se quitó la chaqueta que traía (que por suerte tenía capucha) y le dio un vistazo. — Mierda. — se quejó y la lanzó a unos metros de él. Sí, algo exagerado, pero nada le salía bien últimamente

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¿Qué tan desprevenido podía estar? Bueno, en su mirada se notaba que estaba bastante desconectado de la realidad, y fue por eso mismo que de un salto se puso de pie al sentir las manos de una chica en su trasero, para luego escuchar sus reclamos. No rió, a pesar de que se sintió algo avergonzado por su torpeza, no dijo nada; no era digno de su orgullo y estima propia el tener que disculparse. — Tenías rostro de silla. — bufó irrisorio. ¿Pero qué iba a decir? ¿"Deberías haberte movido al verme" o algo similar? Eso sería en vano, y por eso mismo, distrajo la atención de la chica hacia otra cosa, mientras tomaba asiento enfrente de ella. — Você fala Português? — preguntó el castaño, apoyando sus brazos en sus rodillas.

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Negó al escuchar la pregunta, ¿qué hacía ahí tan solo? No sabía. Debería estar camino a la agencia, pero bueno, era cómodo y caprichoso. — No sé. — respondió cortamente y tomó su celular, metiéndoselo después al bolsillo. No iba a entablar una conversación con una desconocida, simplemente no quería.

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-Me coloqué por arriba de su cabeza dejando una sombra sobre el chico y sonreí quitando mis lentes de sol.- ¿que haces aquí tan solo?

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...

El judío estaba en el parque, un pequeño descanso que se dio en la caminata desde su loft hasta la agencia. Sí, esa tarde había decidido caminar. Aunque bueno, un llamado por teléfono había interrumpido todo. — Eso quisiera — se quejó en el teléfono en lo que transcurría la conversación. — Prometo ir a verte... a ti y a Denis, sólo que no ahora. — Poco a poco la conversación subió de tono. Era su hermana, a quien no veía hace bastante tiempo y bueno; el judío no estaba de ánimos para nada. — Está bien, adiós. — Más cortante de lo normal, cortó el teléfono y lo dejó caer a un lado de su cuerpo, tomando asiento en el césped y perdiendo su mirada en la nada.

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Sabía muy bien lo que acababa de pasar, y por el minuto no estaba arrepentido. El otro había traído a la mesa el tema de la exclusividad, haciendo sentir al judío como si todos sus esfuerzos por cambiar para y por el otro hubiesen sido en vano. No sólo eso, si no que decoró aquel agrio pastel con sus amables y directos comentarios, aunque estos últimos hubiesen sido culpa de su trastorno. En toda su vida, sólo había buscado una cosa: sexo. Ray era la única posibilidad que tenía de vivir el amor en carne propia, y es que nunca se había esforzado tanto por el bien de otra persona. Aunque claro, todo lo bueno tenía un fin: y ahí estaba él. La única persona importante en el minuto para él acababa de irse de su vida, y no, no se había ido por cuenta propia, si no que había sido él quien le había corrido. ¿Cómo amar a alguien que no quiere ser amado? Era la pregunta, y la respuesta era obvia: con esfuerzo. Tal esfuerzo que ejercía Dorian con Ray, cuando este último intentaba alejarle de él, él sólo se acercaba más y más. Pero el elástico se había vencido y esta vez el judío había dejado de intentar. Y a pesar de sus lágrimas haberse calmado hace ya unos minutos, al sentir el ascensor cerrarse en la primera planta de su loft, el judío se abrazó a si mismo, sin moverse de su lugar, y por inercia las lágrimas comenzaron a brotar.

Y ese era el fin. Podía estar consumido por su ira y su oscuridad, pero Ray sabía mejor que nadie lo que ese dibujo simbolizaba en ese momento. Dorian se había rendido y, de una forma muy retorcida y descarada, eso también había herido a Raymond. A diferencia del otro, Ray no permitió que eso se demostrase en su rostro en absoluto cuando se dio la vuelta para irse sin responderle absolutamente nada. ¿Qué más podía decirle? El daño ya estaba hecho y si Dorian no podía aceptar las cosas como eran, no había nada qué hacer. Ray tenía que estabilizarse emocionalmente antes de pensar en entablar una relación, y era una lección que acababa de aprender por la fuerza. Giró el rostro con una sonrisa cínica y llena de odio para grabarse en su mente la expresión ajena y, sin decir ni una palabra más, se fue. Cruzó las puertas de salida de ese pent-house para no volver.

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Era demasiado. Las palabras del otro eran muy hirientes como para simplemente ignorarlas y dejarlas pasar. No lo haría, ese no era él. No era una persona que dejara que simplemente pasaran por sobre su integridad y le pisotearan. — Nunca te separé a ti en dos personas. — se volteó, mirando fijamente a Ray. Bueno, de cierta forma sí lo había hecho, pero era algo simbólico. No encontraba palabras para decirlo, y era mucho más fácil referirse a su Ray como el bueno y al otro como... al malo. Aunque en ese minuto dudaba si al bueno podía llamarle su Ray. Volvió a tragar saliva y bajó la mirada, asintiendo lentamente. — Creo que decidí. — dijo cortamente y se volteó. Caminó hacia su armario y lo abrió. En el suelo yacía una pequeña caja plástica en el que guardaba cosas que nunca usaba, y ese era el lugar perfecto como para guardar cosas que no quería perder, también. La abrió y de ahí sacó precisamente el dibujo que había rescatado en la universidad la semana anterior. Se volteó y caminó lentamente hacia Ray mirando al suelo. Era el primer retrato que el otro le había hecho al judío, y para él, era el único, pues no tenía conciencia de su libro de dibujos. La hoja que el fotógrafo tenía en sus manos era muy importante para él, y le recordaba aquel Ray por el que se rindió y dejó de intentar no sentir nada por nadie, entregándose al "amor". Llevó una de sus manos a su bolsillo y sacó su encendedor, aquel que siempre le acompañaba para un buen cigarrillo. Levantó el dibujo a la altura de su rostro, aunque alejado de este mismo. Por la punta, acercó el encendedor y prendió una llama, que no tardó nada en encenderse contra el blanco del papel y comenzar a consumirle con rapidez. El calor se acercaba a sus dedos y antes de que pudiera quemarlo, el judío dejó caer el dibujo al suelo de madera, y ya quedando sólo una esquina en blanco, la pisó para extinguir la llama. ¿Había que decir algo para explicar lo que acababa de hacer? No, no había necesidad. Dorian acababa de rendirse. Acababa de renunciar al bostoniano, y por mucho que le doliera, debía mantenerse fuerte. — ¿Vete? — dijo con cierto tono de duda, sin mirar al otro fijamente. Levantó su mirada hacia el castaño y relamió sus labios. — Vete. — volvió a decir, decidido. — Y no por ahora... o hasta mañana. Sólo vete. — De haber sabido que todo eso dolería tanto cuando le encontró en Chinatown, simplemente le hubiera evitado. Pero no lo sabía, no tenía por qué saberlo.

"Wow. Qué hipócrita." Se quejó al ver como Dorian seguía de largo ignorándolo por completo. Terminó lo que quedaba de su café mientras el otro subía las escaleras. No quería ser ignorado. No quería ser botado. No quería pensar que la relación que tenían era así de frágil… Hizo lo único que su trastorno le hizo considerar: ponerla a prueba un poco más. "Claro. Me dices que no me esconda tras mi trastorno pero sales corriendo como una sabandija asustadiza." Dijo en voz lo suficientemente alta para ser escuchado. "Te tengo noticias, lindura…" Continuó, mientras tomaba sus cosas para irse, olvidando casualmente su libreta de dibujos por acercarse a las escaleras para continuar su discurso. "Eso que haces, de separarme en 2 personas, la buena y la mala… Es un error, D. No hay 2 Rays. Acéptalo. Te llevas el paquete completo o no te llevas nada. No seas un mediocre. Come on! ¿Qué vas a escoger?"

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Negó varias veces, aunque no de forma exagerada. De forma abrupta comenzó a caminar hacia la escalera, pasando por el lado del otro e ignorándolo por completo. Sus palabras eran como navajas, tal y como lo era siempre que su trastorno se hacía presente; que sus voces se apoderaban de él. Debía tragar saliva cada dos por tres, necesitaba hacerlo buscando en ese ya casi tic un poco de estabilidad. El llanto había cesado, pero sus ojos seguían repletos de lágrimas. Le molestaba al ver, y fue por esto que mientras caminaba hacia la escalera volvió a secar sus ojos y a sorber su nariz. Paso a paso, subió por la escalera. No quería que el otro le siguiera, era una forma de cerrar la conversación y que ninguno siguiera dañando al otro; aunque eso último ya lo había hecho el bostoniano, y bastante. Al llegar arriba, puso sus manos en su cintura y miró hacia atrás, soltando un profundo suspiro. Se estaba preguntando lo que el otro había dicho: Aceptaba que era un mal parido y lo botaba o aceptaba que era un mal parido y se aguantaba. No había otra opción, y no sabía cual elegir.

"Awww, no te pongas así, D." Dijo con un tono burlón, tomando su café y dándole un sorbo de forma descarada. Al menos debía tomárselo antes de irse, ¿no? Por educación. "No puedes decirme que no estabas advertido. Soy inestable y loco. Besarme con Scott y con Chad es lo mínimo que puedes esperar." Continuó, escondiendo su propio miedo de ser lastimado de la peor forma posible: lastimando al otro. En ese momento pensaba ni sentía. Sus demonios habían tomado el control de nuevo, y aunque Ray seguía allí adentro, luchando por volver, no era lo suficientemente fuerte en ese momento. "Deja de llorar como si eso fuera a solucionarte todo. Como yo lo veo, tienes 2 opciones. O aceptas que soy un mal partido y me botas, o aceptas que soy un mal partido y te aguantas." Propuso antes de darle otro sorbo y encogerse de hombros con aún más cinismo, si es que eso era posible. "Pero no hay prisa. Mientras lo decides yo puedo ir a buscar con quién más besarme."

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Hubiese deseado ser Ray en ese minuto. El poder simplemente dejar de llorar y volverse de piedra, tal y como él había sido siempre, bueno, o como era él antes de conocer a Ray. Era una decepción para si mismo, y es que no sólo se había desmoronado ante otra persona, si no que se había desmoronado por amor. No era la primera, si no la segunda. Era la segunda vez que esto pasaba, y ambas habían sido por Ray. No se sentía capaz de culpar al otro, si no que se culpaba a si mismo; por ser débil. Si él no hubiera dejado a Ray entrar en su vida, ahora estaría de lo más alegre teniendo una relación mucho más superficial con otra persona. Pero no era como si pudiese odiar a Ray. Lo tenía ahí, frente a sus ojos y era la misma persona por la que se preocupaba. El otro se había puesto de pie, y Dorian tomó dos pasos de distancia, no quería estar cerca de él. 

"Corazoncito"

Nunca una palabra tan tierna había dolido tanto para el judío. Y bueno, es que el otro no estaba intentando ser tierno, y usarla en ese minuto era como un golpe en la boca de su estómago. Sólo negó. Era el otro quien hace unos meses pedía que no se le usara de juguete, que no se le hiciera daño, cuando ahora él estaba haciendo pedazos al otro. Tragó saliva y bajó la mirada, para no toparse con los gélidos ojos ajenos. — Vete rápido, por favor. — ¿Por favor? La situación era límite y el fotógrafo estaba reluciendo esos modales que nunca había tenido. Vamos, ahora sí que no se reconocía.

Y justo entonces, Dorian se quebró. La persona que Ray jamás había imaginado que iba a flaquear, que iba a mostrar sus debilidades… Era el colmo. La vida de Ray se había salido de control de una manera increíble. ¿Cómo pudo pensar que estar con Dorian era una buena idea cuando estaba tan inestable emocionalmente? Dorian no era el egoísta. El egoísta era Ray… Y quería decirlo, y quería pedirle perdón por tantas cosas, pero las palabras no salían de sus labios. Y no habrían hecho ninguna diferencia tampoco, Ray se había equivocado, había echado todo a perder por no medir las consecuencias de sus actos. Por no ser lo suficientemente maduro para afrontar la relación que tenían. “Dorian, yo…” Su voz sonaba cortada y débil. Más desesperada de lo que jamás había sonado, y justo entonces, silencio… Las lágrimas que se derramaban por sus mejillas en ese momento fueron las últimas, y la expresión que mostraba completo arrepentimiento y culpa pronto fue remplazada por una vacía y llena de cinismo. Había sucedido de nuevo, en contra de su voluntad.

"Deja de decir estupideces. Obviamente he visto el cambio. Si te volviste un cachorrito tierno y obediente a cada uno de mis caprichos." Replicó, ahora con esa voz grave y penetrante que tenía en cada ataque. Se puso de pie y se ordenó la ropa. Al parecer no iba a quedarse allí demasiado tiempo. "¿En vano? Well, seamos honestos, corazoncito. No sé que estabas esperando al enamorarte de un inmaduro trastornado como yo."

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La temperatura del cuerpo de Dorian subió. La mezcla de emociones que sentía el washingtoniano era mucha, era demasiada como para controlarla y agradecía no tener un trastorno como el que tenía el bostoniano, o estaría mucho más alterado. Aunque claro, en aquel minuto no era necesario un trastorno para enfadarse, para exaltarse e incluso para gritar. Dorian estaba haciendo todas esas ahora, menos gritar. Necesitaba liberar tensiones en algo. Su puño se cerró e involuntariamente el cuerpo del más alto comenzó a temblar. Atrapó su labio inferior entre sus labios y fue ahí cuando la primera lágrima salió de sus ojos. Ya no sabía por qué lloraba. ¿Impotencia? ¿Tristeza? No tenía idea. — No huyas de esto, Ray. — Dijo cortamente, armándose de fuerza para hablar. — No te escudes tras tu trastorno, yo sé que puedes controlarte. — Y aún así, enojado, odiándose a si mismo y bastante herido por las palabras del otro, le apoyaba. Ya no se reconocía a si mismo, él nunca ponía a las personas por sobre su bienestar, y lo había estado haciendo muy seguido con Ray. Pero... ya no más. Todo había sido un error. Desde el principio. Desde que le prometió que se verían de nuevo, desde que comenzó a sentir más que sólo atracción física por él, desde que se había involucrado tanto con él. Ya no era sólo una lágrima, eran muchas. Una tras otra, y es que era porque intentaba no reaccionar de mala manera, de no tratar mal al otro. No quería quebrarlo, no más de lo que ya lo estaba. — ¿Sigues pensando que eres un juguete para mi? — preguntó. — ¿Sigues pensando que me acuesto con la primera persona que veo? — había comenzado, ya no había vuelta atrás. Avanzó un par de pasos hacia Ray. — Porque en serio, si sigues pensando eso la puerta es ancha. — señaló la puerta. No se estaba haciendo el fuerte, estaba mostrándose tal cual se sentía. — Pero ten por seguro que no volverás a entrar. — culminó, o bueno, eso creyó: pues quería seguir hablando. — He cambiado bastante. Y todos mis cambios han sido por ti. ¡Todos por ti! — espetó lo último. — Ni siquiera me reconozco. A veces siento que me engaño a mi mismo, y es porque te — negó. No iba a usar una palabra más fuerte que el mismo te quiero, simplemente no era el momento. — Te acepté con defectos, y no busco sacártelo en cara. — negó, volteándose para así poder limpiar sus lágrimas manteniendo un poco de orgullo. El Dorian que Ray tenía frente a sus ojos no era ni una sombra de lo que era antes, y es que ahora era mucho más débil. Muchas cosas estaban pasando por su cabeza. — Siento como... como si todo lo que he hecho hubiera sido en vano. — se abrazó a si mismo y se dio media vuelta, para mirar de lado al bostoniano. — Y al parecer lo es. —

No escuchó las primeras palabras de su amante. Su mente era un caos y no podía ordenar ninguno de sus pensamientos. Estaba a punto de perder la cabeza y comenzaba a sudar frío de todo el esfuerzo que estaba haciendo para no echarlo todo a perder. No pudo contener las lágrimas entonces, producto de la desesperación y se movía inquieto en su asiento como si eso fuese a ayudarle en algo. “¡No somos follamigos!” Exclamó en voz alta, halando de su cabello y sintiendo como sus pensamientos se iban nublando, como su corazón se iba nublando. “Somos más que eso… Somos… somos…” No pudo terminar la frase, no sólo porque no sabía que eran en realidad, sino porque ya no podía controlarlo más. El estres, la preocupación y el miedo de perderlo lo estaban llevando al borde de la locura y comenzaba a ponerse pálido. “No. Dorian no. No más, por favor. No sigas. No puedo… No vo… No puedo controlarlo. No sé que me está pasando…”

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Y al contrario como uno esperaría, la última frase que dijo Ray no le hizo explotar. Sólo hizo que su mirada se mantuviera fija en el mesón. Claro, fueron sólo segundos de un silencio profundo y desgarrador en aquella sala. El fotógrafo aspiró y espiró aire. Eran como pequeñas navajas pasando por su cuerpo, y es que le había costado bastante. Tomó su taza de café y se levantó del mesón, caminando en silencio hacia el lavabo. Dio vuelta ahí la taza completa, no le quedaban ganas para beber café. Dejó caer la taza en este mismo con fuerza, no lo suficiente como para que se rompiera. Apoyó ambas manos a cada extremo de el lavabo y cerró sus ojos, intentando contenerse. No quería gritarle a Ray, no quería hacerlo. — ¿Esto sigue siendo un juego para ti? — preguntó. En su cabeza estaba grabada la primera pelea, y es que nunca una persona tan importante para él le había tratado de forma tan directa y tajante. Las personas directas eran a las que el judío solía aborrecer, y muy pocas personas habían llegado a ser importantes para el mayor, entre ellas, Ray. — Dime si seguimos siendo sólo follamigos — usó aquel termino que ni siquiera en su cabeza había usado, pues para él ahora Ray era mucho más que eso. — Dime si para ti sigo siendo ese puto niño mimado que solo piensa en si mismo. — Se volteó para mirar al otro, revelando en su rostro toda la angustia que sentía en ese minuto. No, no estaba llorando, pero estaba al borde de hacerlo. No era común que él llorara, y por eso mismo se estaba conteniendo; recordando las palabras dichas por las palabras de Ray en uno de los episodios más fuertes que había sufrido en lo que llevaban juntos, sin contar el de hace unos días.

El cambio en la expresión de Dorian y el tono de su voz sólo alertaron aún más a Ray. Estaba molesto. Muy molesto, al parecer. El bostoniano no pensaba que sus acciones fuesen tan terribles como Dorian las hacía sonar, pero nunca estaba seguro de nada… Después de todo, el enfermo mental era él. Tal vez su forma de entender la realidad era errada… Soltó un gruñido. No de ira, sino de frustración al sentir una punzada en su pecho. Las voces creciendo en intensidad. No quería responderle, no quería discutir. Sólo quería quedarse allí, entre sus brazos, recuperando el control de sus pensamientos antes de que fuese muy tarde. Claro, una discusión normal no era un problema para él, pero venía de un período inestable y la medicina aún no le hacía efecto; Ray no estaba en condiciones de discutir, y no pudo controlar sus palabras entonces tampoco… “¿Qué importa? No significó nada. Y sido contigo. ¿No lo ves? No seas descarado, ni siquiera somos exclusivos…” Claro que se arrepintió de esas palabras un segundo después. Estaba perdiendo el control; eso no iba a terminar bien..

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Era como una mala película de amor. Aquel minuto en que la pareja tenía una pelea culminante que les distanciaba por unos minutos de película, hasta que volvieran a estar juntos. Pero eso no era así: ellos no se estaban alejando el uno del otro, no era nada más que una discusión. Bueno, eso era hasta que el otro dijo que había sido él quien había besado a Chad. Dorian cerró sus ojos para no gritar. El otro hablaba con normalidad, como si besar a otros fuese de lo más normal. Sabía poco de relaciones. Dorian no estaba listo para tener una, pero aún así se había enfrascado en lo desconocido y estaba ahí: repleto de sentimientos bellos que ahora le tenían transformado casi como a un monstruo. — ¿Un lindo gesto para transmitir tu gratitud? — citó al otro. Negó y soltó una pequeña risa, una risa bastante sarcástica, a decir verdad. Se sentía algo así como traicionado, pero no se sentía en condiciones de hacer un gran escándalo. Bueno, en sus inicios Dorian no sólo había besado gente, si no que había mantenido relaciones sexuales con otros. Sí, no era precisamente algo por lo que pudiera él discutir. — ¿Por qué no me lo dijiste antes? — preguntó algo más molesto que la primera vez. — Supongo que merecía saber que... bueno, eso. — no quería mencionarlo, a pesar de no ser una aberración ni un pecado, los celos no le permitían hacerlo. El método de defensa de Dorian se había activado, y ese era mostrarse más a la ofensiva cuando peor se sentía por dentro. Lo que en verdad era miedo por perder al otro, se interpretaba fácilmente como una guerra de quien es el que manda; quién es el que tiene poder sobre Ray.

Estuvo a punto de responderle que sí, pero se detuvo a tiempo. O eso creyó, una ‘s’ se había escapado de sus labios; obviamente no entendía lo grave que era haberle dado un beso de verdad a Scott. Ray no era celoso por naturaleza, principalmente porque nadie nunca se fijó en él y nunca tuvo con quién desarrollar esos sentimientos, y le costaba un poco entender por qué era tan importante para Dorian. “¿Por qué es importante? Fue una vez, no pasó nada más, y yo te quiero a ti…” Insistió, pero la pregunta que le siguió, la que involucraba a Chad lo sorprendió. ¿También sabía sobre eso? No le mentiría. No iba a ser tan estúpido. Si algo había aprendido de las novelas es que las mentiras dañan más relaciones que las verdades… Y siendo el tonto optimista de siempre, creyó que todo lo podían solucionar hablando. “No. A Chad lo besé yo.” Agregó con un tono un poco más avergonzado, pero luchando notoriamente con la voz que ahora era más fuerte. “Cuando me dijo que podía mudarme con él… Me alegré mucho, quería mostrarle que me importaba y que se lo agradecía. I don’t know, me pareció un lindo gesto para transmitir mi gratitud.” Cerró los ojos y frunció el ceño callando su trastorno, tratando de mantener esa ira sin sentido dentro de sí.

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— Sí... — negó sin levantarse de su silla ni nada. Tampoco notó que su café seguía intacto, y es que se le habían quitado todas las ganas de tomar café. — Es sólo un beso, pero sólo porque sea "un beso" no significa que no me de celos. — Frunció los labios, levantando su mirada hacia la del otro. — ¿Fue con lengua? — preguntó y fugazmente negó, para que el otro no contestara. No quería saber eso, en verdad, eso sólo haría que se pusiera más y más celoso por algo en lo que Ray, suponía el judío, no tenía ni la mitad de la culpa. Aunque... si aquel beso fue con lengua, significaba que al menos había durado un poco y que el bostoniano lo había correspondido. Aún así, no insistió con esa pregunta, no quería saber. — Bueno, sí... — contestó algo confundido. Veía el punto del otro, pero sus celos lo cegaban. Y es que no era para nada nuevo que el fotógrafo era una persona muy posesiva. — ¿Y Chad? — preguntó. — ¿Chad te besó también? — Se podía notar en los ojos del judío cuan celoso estaba.

Algo en la voz de Dorian disparó una alerta en la mente de Ray. Eso no iba a resultar bien, y podía sentir como su amante comenzaba a irritarse al mismo tiempo que comenzaba un leve susurro en su oído. Suspiró, esperando poder controlarse para que todo fuese tranquilo y no se saliera de control. “Well, no pensé que fuera necesario.” Explicó, frunciendo un poco el ceño por la voz en su oído, no por la reacción ajena. “I mean, fue sólo un beso. No importa, ¿verdad? No significa nada. Sólo lo ayude a confirmar le gustaban los chicos y a sentirse cómodo con eso. No es nada malo. Además, no es como si fuera a irme tras él. Estoy aquí contigo, ¿no, D?”

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Fue la reacción instantánea que tuvo el otro la que, sin que el menor tuviese que decir nada, el judío se diera cuenta de que sí, se habían besado. Sintió un ardor en su interior, y su rostro se volvió algo gélido. Dorian sólo asintió y relamió sus labios, bajando la mirada algo incapaz de mirar los ojos del otro sin explotar. Pero luego, todo el enojo que se centró en Ray por sólo unos segundos se traspasó a Scott, cuando el artista dijo lo siguiente: "En realidad, él me besó a mí." — ¿Qué? — preguntó y entrecerró levemente sus ojos, ahora sí mirando al otro. Ladeó su cabeza. Quería la dirección de aquel enclenque para ir a darle una visita no muy amigable. Él no era de golpes, pero la situación lo meritaba y estaba seguro que podría darle una paliza al otro sin que este le pillara desprevenido y atacara por la espalda como la primera vez que se vieron. — ¿Y por qué no me dijiste? — frunció el ceño. La pelea era casi igual a la que tuvieron cuando se besó con Craig, aunque a diferencia de que todo era algo más serio ya.

El mundo de Ray se derrumbó rápidamente con esa pregunta. Muchos pensamientos pasaron por su mente tras aquello, pero no pudo darle sentido completo a ninguno. Entreabrió los labios como si fuera a responder, pero nada salió de sus labios. ¿Cómo se había enterado? ¿Cómo iba a reaccionar si le decía la verdad? ¿Debía decirle la verdad? Eran demasiadas preguntas que tenía que responderse a sí mismo antes de poder responderle a su amante… Pero algo estaba seguro, y ya lo había decidido. Lo mejor era simplemente ser sincero. Era sólo un beso, ¿no? Nada malo podía pasar. “Sí.” Respondió luego de una corta pausa, con una mirada expectante y triste. “En realidad, él me besó a mí. Estábamos hablando de que, well, no podía aceptar que le gustaban los chicos, y yo le decía que no tenía nada de malo y, no sé, sólo pasó.” trató de explicar. Tal vez si hacía que Dorian entendiese no se molestaría tanto.