Tumgik
tigretulipa · 4 months
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Ro. I was wondering how would he look like in real life so I drew him out to find out. Does this look like him at all…?
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tigretulipa · 5 months
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Hello, everyone! I'm not a frequent poster here, but since this community is so active in tumblr, I wanted to share something special. I'm currently working on an animatic that captures the emotional reunion with Lysandre.
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tigretulipa · 7 months
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Capítulo 4
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_____ se levantó sobresaltada y con la respiración agitada. Le dolía la garganta y sentía las mejillas húmedas por sus lágrimas. La luz de la lámpara de la mesita estaba encendida y la mano de Antonio acariciaba suavemente su cabeza para intentar ayudarla a relajarse.
Todavía medio confusa, se intentó incorporar y se sentó recostando su espalda en el cabecero de la cama, ayudada por Antonio, que le acomodó bien la almohada para mayor confort. Tenía el pijama empapado de sudor.
—¿Qué…? —carraspeó _____—. ¿Qué ha pasado? —jadeó aún desorientada.
—Estabas gritando… —respondió preocupado.
—Otra vez… —resopló dejando caer su peso por completo sobre la almohada.
—Sí… —exhaló él—. Cuando he entrado, te estabas retorciendo y llorando —le explicó mientras le acomodaba también las sábanas—. ¿Te duele algo?
—No… No que yo sepa —dijo confusa—. Siento haberte despertado otra vez…
—No te preocupes por eso —contestó. Cuidar a Romano cuando era pequeño le había preparado para estas situaciones—. ¿Recuerdas qué estabas soñando esta vez?
—No… —suspiró.
—Bueno, mientras te encuentres bien… Voy a buscarte algo relajante para que beber, ahora vuelvo. —Y dicho eso, desapareció por la puerta.
_____ exhaló molesta; estaba harta de despertarse así, de despertar al pobre Antonio y de dormir a trompicones. Lo que más le molestaba era que estos sueños parecían darse sin motivo alguno; no había nada de su día a día que pudiera influir en ellos. Podía haber tenido un día horrible y dormir como un bebé o haber tenido un día de fábula y despertarse como si acabara de correr una maratón. Ni Antonio ni ella lograban encontrar el origen de su malestar nocturno.
—Te he traído un zumo de guindas —anunció el español entrando nuevamente—. Dicen que va bien para dormir, así que compré algunas el otro día e hice un zumo. Espero que te guste —dijo tendiéndole el vaso para que bebiera.
—Gracias. —_____ dio un pequeño sorbo para probarlo y al notar que no estaba tan mal, ingirió con gusto la bebida.
Antonio permaneció allí sentado sobre la cama, esperando a que la muchacha terminara. Le preocupaba la frecuencia con la que se daban esas situaciones y temía que pudieran escalar a algo más grave.
—Si necesitas cualquier cosa, estoy aquí al lado, ¿de acuerdo? —Le recordó él.
_____ asintió lentamente. Volvía a sentir cómo el sueño regresaba a su cuerpo y quiso volver a tumbarse, así que Antonio se levantó y tomó el vaso para que la joven pudiera ponerse cómoda.
—¿Qué hora es? —preguntó somnolienta.
—Poco más de las dos —bostezó cubriéndose la boca con la mano libre—. Aún hay tiempo así que duerme tranquila.
—Gracias, Antonio… —bostezó también _____—. Otra vez…
—No hay de qué —dijo frotándose los ojos. Él también volvía a tener sueño—. ¿Estarás bien para mañana? Puedes quedarte si lo necesitas.
—Tranquilo, creo que estaré bien. No te preocupes —le aseguró ella, pero no parecía muy convencido por sus palabras.
—De acuerdo… —Aceptó poco conforme—, pero no te fuerces, ¿vale? —insistió él—. Espero que puedas descansar bien el resto de la noche… Buenas noches —murmuró marchándose hacia su dormitorio.
—Igualmente —contestó la joven cerrando los ojos.
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_____ amaneció sorprendentemente bien; llena de energía para afrontar la mañana y sin la sensación pesada en el pecho que había notado los días anteriores. Una melodía alegre en la radio resonaba de fondo por el apartamento y el aire fresco matutino invitaba a salir de la cama y empezar el día.
Aprovechó para darse una ducha refrescante para despertar su cuerpo mientras bailaba al ritmo de la música en la privacidad del baño. Empujó los pensamientos negativos hacia el fondo de su mente; no quería pensar en nada de eso hoy. No sintiéndose tan feliz tras tantos días de bajón. Dejó que la alegría que había en su pecho se esparciera por el resto de su cuerpo, abrazando la calidez de ese sentimiento.
Tras ponerse el conjunto formal que había dejado preparado el día anterior, se dispuso a ir hacia la cocina, donde Antonio estaba preparando unas deliciosas crepes que olían de maravilla.
Hacía ya algunas semanas que vivía con él y su relación había mejorado muchísimo. Ya no sentía tanto pudor a moverse por el piso como si fuera suyo de toda la vida, ni requería de la insistencia del español para aceptar su ayuda. No había sido fácil, ni lo era, pero había avanzado un montón.
Antonio había resultado ser alguien muy amable. Desde el principio se mostró colaborativo y preocupado por el bienestar de la joven sin esperar nada a cambio y eso le había recompensado con la confianza prácticamente total de _____. Una confianza mutua, porque ella, por su parte, le había demostrado también ser alguien confiable; una humana en la que podía apoyarse y abrirse sin tener que preocuparse por que su secreto saliera a la luz. Realmente se sentía como si fueran familia.
—¡Bon dia pel matí! (¡Buenos días por la mañana!) —le saludó enérgica.
—¡Hombre, qué alegría por la mañana! —se sorprendió gratamente Antonio al apartar ligeramente la vista de la sartén y encontrarse con la risueña muchacha—. Me alegra mucho verte as. —Una amplia y sincera sonrisa se dibujó en sus labios.
—¡Gracias, yo también! —_____, que se balanceaba inquieta apoyando las manos en el marco de la puerta, se impulsó con los brazos y entró de un salto a la cocina.
Antonio se rio disimuladamente ante las acrobacias de su “prima” y apagó el fogón.
—Ea, ya están listas —anunció quitándose el delantal y llevando el plato hacia la mesa.
—¡Guau! Merci, Antonio. Qué pintaza… —admiró _____ salivando al imaginar lo bien que sabrían. Quería hincarles el diente, pero estaba esperando que el cocinero se sentara para comer juntos.
Sobre la mesa había varios ingredientes para rellenar la masa según el gusto de cada uno: chocolate, nata montada, algunos embutidos y quesos, además de varias piezas de fruta cortadas en pequeñito. Antonio también había preparado una jarra de zumo de naranja recién exprimido y había adornado la mesa con un jarrón con unos claveles que habían comprado el otro día en el mercadillo.
—¡Que aproveche! —dijeron al unísono.
Devoraron en silencio el manjar que Antonio había preparado, deleitándose con la sabrosura de aquel plato tan sencillo pero tan delicioso. Tenían que reponer fuerzas, les esperaba un día ajetreado.
Siendo tan cabezota como era, _____ había logrado convencer a la nación para que dejara que le ayudara en algo y poder devolverle el favor de alguna forma. Al principio, España se había negado rotundamente a hacerla trabajar en su estado; no quería que se tuviera que preocupar por otra cosa más. Que le ayudara con las tareas del hogar ya le parecía suficiente. Pero ella había insistido, mucho. Antonio no tuvo más remedio que ceder.
Fue así como se convirtió en la asistenta de España, encarada de ayudarle con el papeleo, llevar los horarios y anotar lo más importante de las reuniones. La nación no tenía la intención de cargarla de trabajo, pero sí de mantenerla entretenida durante su estancia.
•·················•🐞•·················•
—¿Papel? — preguntó Antonio para asegurarse de que estaban listos.
—¡Sí!
—¿Carpeta?
—¡También!
—¿Algo para escribir?
—¡Aquí! —informó la muchacha mostrando el estuche en el que había guardado los bolígrafos.
—¡Pues en marcha! —exclamó España abriendo la puerta para salir.
Hoy tenía lugar la última reunión importante antes de la semana de vacaciones para las naciones. Antonio ya se lo había mencionado algunas veces y cada vez que hablaba de ellas sus ojos parecían brillar aún más. No podían llevar una vida normal como los demás debido a su condición y eso aplicaba también a las festividades, pero tras largos años de insistencia, por no decir súplicas, habían logrado obtener permiso para desconectar un poco de sus roles y descansar como el resto.
Para el par, el trayecto hacia el lugar era corto porque había coincidido que tocaba reunirse en Madrid, así que se desplazaron cómodamente en coche.
—Por cierto —habló Antonio mientras esperaban que el semáforo se pusiera verde—, el resto me ha estado preguntando por ti para saber cómo estabas.
—¿Ah sí? —se sorprendió _____. A ver, siendo una anomalía, normal que preguntaran. Pero que sintieran interés por su bienestar le hacía sentir contenta.
Siendo honesta, tenía muchas ganas de volver a ver al grupo. Aunque pensar en el reencuentro le ponía muy nerviosa… Aún más saber que iba a conocer otros territorios.
—Sí —afirmó él reanudando la marcha —. Espero que no te importe… Les he ido contando cómo estás.
—¿Todo? —Se alertó ella.
—Oh, ¡no, no! Sin entrar en detalles —aclaró rápidamente—. Solo para tenerles al día, no he contado nada personal, te lo juro. No sin tu permiso. Más que nada, les he mencionado tus noches inquietas por si podían ayudarnos.
—Ah, vale… —exhaló relajando los hombros. No es que quisiera ocultarles las cosas, pero tampoco se sentía cómoda compartiendo cosas tan personales como los ataques de ansiedad que había sufrido. Ya se la habían mirado con suficiente pena y tampoco le gustaba sentirse como una niña pequeña que requería de la atención de unos adultos.
Al no haber salido tan temprano, habían tenido la suerte de no encontrarse el atasco que siempre se formaba a la hora en que la mayoría iba a trabajar. Lo que sí habían ido viendo eran muchos coches cargados con maletas hasta los topes. Parecía ser que ya había quienes aprovechaban para irse de vacaciones.
Antonio cambió de dirección y abandonaron la calle principal para entrar en una apenas transitada, con solo tres abuelas que charlaban apoyadas en sus carritos de la compra y un chico joven paseando un perro.
Pronto llegaron a una pequeña y discreta plaza. Había un pequeño jardín con flores y árboles que daban sombra a un edificio de aspecto antiguo con una pequeña placa adornando su fachada que indicaba que era de propiedad gubernamental. El hombre uniformado que había en la puerta les avistó y con gestos les indicó y abrió la puerta del garaje.
—Bueno —dijo Antonio parando por completo el coche tras aparcar—, pues ya hemos llegado.
Ambos abandonaron el vehículo y _____ se colgó la tarjeta identificativa que le había preparado España como autorización para acompañarle.
El interior del edificio parecía ser de inspiración mediterránea: las baldosas eran hidráulicas, al igual que las del piso, y estaban decoradas con motivos azules sobre blanco. Recordaban al mar. Las paredes estaban rebozadas con cal blanca y había varias pinturas de paisajes costaneros españoles colgando de ellas.
—¿Por qué este estilo para el interior? —preguntó intrigada. Madrid no era precisamente cerca del mar, de manera que no debía ser para hacer juego con el paisaje exterior.
Antonio se rio ante la pregunta.
—Antes la decoración era muy diferente —le explicó—, y como echaba de menos la playa al tener que pasar tanto tiempo aquí… Traje el mar a mí.
Mientras seguían conversando sobre el diseño del interior, cruzaron una puerta blanca acristalada y sus pasos resonaron sobre el parqué de la amplia sala en la que entraron. En el centro, había una enorme mesa alargada de madera rodeada de sillas también de madera, con los asientos tapizados con estampados azulados. Parecían ser bastante cómodas.
—Siéntate por aquí, si quieres. —Le ofreció Antonio señalando con la mano los asientos más cercanos a una de las cabeceras de la mesa—. ¿Quieres que te traiga algo para beber? ¿Agua, café, zumo, té?
—Agua, por favor.
—¡Marchando una de agua! —anunció con voz teatral—. Voy y me devuelvo.
_____ soltó una pequeña risilla.
—De acuerdo, gracias —contestó cubriéndose la boca con una mano.
Mientras esperaba su regreso, la muchacha se entretuvo colocando los utensilios que había traído sobre la mesa, dejándolos bien ordenados y listos para cuando los necesitara.
Viendo que tardaba, aprovechó para levantarse y echar un vistazo por uno de los enormes ventanales blancos que resultaban dar a un pequeño y verdoso jardín trasero por el que revoloteaban mariposas y otros insectos. Había flores de varios tipos y formas que pintaban con sus vivos colores el lugar, y elevadas enredaderas que trepaban por las paredes de los edificios colindantes.
El sonido de la manecilla de la puerta hizo que _____ se volteara por completo, esperando ver a Antonio con el agua, pero no era él quien entraba por la puerta.
—¡¡_____!! —exclamó Feliciano abriendo por completo la puerta y corriendo hacia ella para estrujarla entre sus brazos—. ¡Qué alegría verte! ¡Y qué bien te ves! —comentó contento mientras la liberaba de sus brazos para tomar sus manos y traerlas hacia él, observándola sonriente.
La joven, aún sorprendida por el abrazo repentino, le dedicó una amplia sonrisa.
—Buenos días, Feliciano —dijo intentando disimular los nervios que sentía.
Podía sentir la calidez que las manos del italiano emanaban sobre las suyas.
—¡Ay, me puedes llamar Feli sin problema! —Feliciano sacudía con energía las manos de la joven mientras seguía sonriendo.
La alegría que irradiaba ese hombre con sus palabras y carácter era contagiosa.
—España nos ha contado cómo estabas… —comentó soltando sus manos—. ¡Me alegra mucho saber que hoy estás mejor!
Quién mejor que Feli para comparar su estado actual con el de la primera vez que la vio.
—¡Muchas gracias! —Ahora era ella quién le sonreía de oreja a oreja—. La verdad es que Antonio me ha ayudado mucho estos días…
—¡Buenos días, Feli! —saludó España, que había llegado con dos vasos grandes de agua—. Sí que has llegado temprano —observó sorprendido.
Las mejillas del italiano tomaron un leve tono rosado y, frotando nervioso su nuca, soltó su característica risa boba.
—Es que quería asegurarme de poder hablar un poco con vosotros antes de que llegaran los demás. Romano está aparcando el coche.
—Ya está aparcado.
—Hablando del rey de Roma… —rio España mientras dejaba los vasos en la mesa.
Al escuchar el fallido intento de chiste de Antonio, Lovino se detuvo en seco, le miró de arriba abajo, masculló una obscenidad que se ganó una protesta por parte del otro y…. Tropezó nada más entrar.
La batalla entre la gravedad y su orgullo había empezado: Balanceándose usando los brazos para estabilizarse y recuperar el control, logró aguantar el equilibrio y evitar besar el suelo con los dientes.
Acto seguido, se recompuso, se quitó las gafas de sol, las guardó en el bolsillo del pecho de su camisa y se dejó caer en una de las sillas más próximas a la cabecera.
—No habéis visto nada —amenazó señalando con el dedo índice a su hermano y a Antonio. Menos mal que solo estaban ellos.
—Buenos días, Romano —le saludó una voz femenina.
La postura relajada de Romano se volvió tensa en cuestión de segundos y giró la cabeza velozmente para descubrir el origen de esa voz.
Era la misma mujer otra vez.
—«¡¡No me jodas!!» —Ya eran dos las veces que sentía que hacía el ridículo delante de ella.
La cara de Lovino se volvió completamente roja.
—¿Qué…? ¡¿Qué hace ella aquí?! —gritó girándose a los otros dos. Estaba muerto de vergüenza
_____ le miró divertida, cubriéndose la risa con la mano tan disimuladamente como podía para que Romano no tuviera un paro cardíaco. Ya parecía estar sufriendo bastante.
—¿Eh? —se extrañó su hermano—. ¿No te acuerdas? España avisó que vendría con ella. ¿Verdad? —preguntó al español para confirmarlo.
—Lovino… —suspiró Antonio—. Tendrías que leer más atentamente los mensajes del grupo —le regañó negando con la cabeza mientras tomaba asiento delante de él.
—De… ¡¡Dejadme en paz!! —Se alteró el acusado. Ya no sabía dónde meterse—. ¡Además! —exclamó levantándose de la silla para señalar con acusación a Antonio—. ¡No paras de mandar memes de viejo, por eso no leo el grupo!
Antonio se quedó boquiabierto.
—¿Vi... Viejo? —balbuceó.
—¡Entre eso y las fotos de buenos días que manda Arthur, ese grupo parece un asilo! —gritó a pleno pulmón.
—¿A… Asilo? —tartamudeó patitieso el español—. Feli… —lloriqueó mirando al otro, que apartaba la mirada para no verse involucrado—. ¿Tú piensas igual?
—¡¿Eh?! Yo… Esto… Bueno… Eh… Algunos ¿están bien?
—¿Tú también, Feli? —gimoteó Antonio.
—Lo siento…
El espectáculo de los tres hombres se detuvo en seco al escuchar un «Ji… Ji, ji…» y todos fijaron la mirada en _____, a quien, al ser descubierta, se le escapó la risa floja que había estado intentando aguantar. Le sabía mal, pero la situación le parecía tan cómica que no podía evitarlo. Reírse así era muy terapéutico.
—Lo… Lo siento —dijo aún entre risas—. Lo siento… Ya… —Intentó volver a disculparse—. Ya paro… —Y con un poco más de esfuerzo logró contenerse.
Las tres naciones la observaban en silencio: Por un lado, a Antonio y Feliciano les centelleaban los ojos y parecían gratamente sorprendidos. Por otro, Romano, con la mirada perdida, parecía querer desaparecer en ese mismo instante.
—Lo siento —Volvió a disculparse tomando algo de aire—. Eres la leche Romano —declaró secándose las lágrimas—. Ay… Me duele la cara… —se quejó masajeándose las mejillas.
En todo ese tiempo que llevaban conviviendo, Antonio no había visto a _____ reírse tanto, ni tan abiertamente. En especial esos últimos días. Rio para sí mismo; se sentía muy feliz por ella.
—¡Buen trabajo, Lovi! —le felicitó Feli abrazándolo por detrás.
—Por favor, no me habléis… —imploró abatido en la silla.
Ya no le quedaba vergüenza por sentir e ir a hacer vida de ermitaño en las montañas no parecía mal plan.
—¡Buenos días! —saludó una voz jovial—. ¿Qué es todo este escándalo?
—¡Emma! —_____ corrió hacia la belga para abrazarla.
Bélgica la recibió encantada, abriendo completamente los brazos para darle un buen achuchón a su nueva amiga. Todo había empezado cuando la belga llamó a Antonio para preguntar por el estado de _____; como la susodicha estaba justo a su lado en ese momento, le prestó su teléfono para que fuera ella quien la pusiera al día y, pasada una hora, la muchacha seguía sentada en el sofá charlando tranquilamente sin mucha intención de devolverle el teléfono. No fue un caso esporádico; esa situación tuvo lugar muchas otras veces y, al final, entre llamada y llamada, forjaron su amistad.
El reencuentro duró poco: Pronto fueron llegando el resto de naciones y el grupo tuvo que fingir no conocer a _____ cuando España la presentó como su ayudante. Hubo algunas caras de sorpresa, pero si había recibido la aprobación de los jefes, la presencia de una humana no suponía un problema siempre y cuando supiera mantener la boca cerrada. El grupo tendría que esperar a otro momento para seguir con su conversación.
Una vez todos tomaron asiento, se presentaron a la humana con el nombre del territorio que representaban, para evitar cualquier tipo de confusión durante el desarrollo de la reunión. Ese día habían venido algunas naciones balcánicas y bálticas y, a pesar de no ser muchos, le resultó algo difícil retener la información que le habían proporcionado. Pero, a medida que iban interviniendo, fue familiarizándose con sus rostros.
Afortunadamente, había otras caras conocidas: Francia, Reino Unido y Alemania también habían decidido sentarse cerca y, entre todos, habían formado una especie de muro entre ella y los demás para así evitar que atrajese aún más la atención de los demás.
El tema a tratar ese día era encontrar nuevas maneras de hacer prosperar las relaciones diplomáticas entre sus gobiernos. No podían actuar de manera directa como hacían sus gobernantes, de manera que lo único que podían hacer eran lluvias de ideas para luego proponérselas y que ellos decidieran si las aplicaban o no. Pero por lo que podía intuir por el poco entusiasmo que se respiraba en la sala, les hacían poco caso.
A pesar de todo, ellos insistían y proponían ideas que, desde el punto de vista de _____, eran muy buenas y si llegaban a algo más muchas tensiones políticas podrían menguar e incluso desaparecer por completo.
Recordó las palabras de España: «Sueño con que algún día pueda sentir a todos felices»… Había visto tanto dolor en sus ojos cuando lo dijo… Con solo imaginarse cómo debían sentirse al no ser escuchados y ser meros espectadores de su propia historia, se sentía frustrada. No entendía cómo se lo montaban para permanecer optimistas al respecto.
Si hacían caso omiso a las mismísimas naciones, como para que hicieran caso a sus pueblos…
Estonia tenía ahora la palabra y _____ iba tomando notas tan rápido como podía sobre sus propuestas y las intervenciones más interesantes, pero su concentración se empezó a ver afectada por la impresión de estar siendo observada desde hacía un buen rato.
Dudosa, levantó la vista y se encontró con los ojos radiantes de Feli clavados en ella. Le había pillado con las manos en la masa.
Al haber sido descubierto, el italiano se ruborizó y le saludó discretamente con la mano mientras sonreía avergonzado. Ella le devolvió el saludo tímidamente antes de volver a su trabajo.
Alemania, que estaba justo al lado del joven distraído, le dio unos golpecitos en el brazo con el codo para que volviera a prestar atención a lo que Estonia estaba comentando.
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—¿Ya se han ido todos? —preguntó François al ver que Antonio había regresado de su expedición para ver si quedaba alguien en el edificio.
El español asintió.
—Tenemos vía libre —anunció sentándose junto al resto.
Todos liberaron el aire que habían estado reteniendo sin darse cuenta con un profundo suspiro.
—Arthur —empezó a hablar el alemán—, ¿hay alguna novedad?
—No…—lamentó viendo cómo las caras expectantes de sus compañeros hacían alguna que otra mueca de decepción—. Los libros que he leído hasta ahora no mencionaban nada que nos pudiera ser de ayuda. —Negó con la cabeza—. Y aún me quedan muchos más por revisar —añadió frotándose la frente con una mano.
—Si sirve de algo —intervino Emma alzando la mano como si pidiera turno para hablar—, por lo menos en mi casa no hay ningún rumor ligado al caso —informó con cierto entusiasmo—: ni en internet, ni por la calle se habla de una luz rara ni nada por el estilo. Así que de momento se podría decir que está un poco bajo control —declaró optimista.
Aun así, no podían evitar mostrarse desanimados; estaban estancados y a ese paso _____ nunca lograría volver a su hogar.
Arthur se sentía especialmente responsable por no haber encontrado nada todavía. Al ser un caso tan extraño, habían confiado en su conocimiento sobre ciencias ocultas para intentar encontrar algo que pudiera explicar la aparición de la mujer, pero no había leído nada que se pareciera ni lo más mínimo a lo sucedido. Ni siquiera un simple conjuro.
Frunció el ceño. Sus compañeros y _____ confiaban en él y sentía que les había fallado. Pero le quedaba mucho por leer, no quería desesperanzarse aún. Descubrir una pista seguía siendo posible.
—Arthur —la joven sentada a su lado le llamó la atención—. ¿Estás bien? —preguntó preocupada.
Al tenerlo tan cerca, la muchacha se había fijado en las sutiles ojeras que descansaban bajo los ojos del rubio. Además, se le notaba cierto cansancio en la voz; su acento inglés era mucho más fuerte al hablar. Sabiendo que se había pasado días leyendo sin descanso, le preocupaba que fuera por su culpa.
—¿Eh? —Arthur giró la vista hacia ella al sentir el contacto de su mano en el brazo y vio su expresión intranquila—. ¡Ah! Sí, sí. No te preocupes—le aseguró él reposando con afecto la mano sobre la que ella tenía en su brazo y le dedicó una tímida sonrisa—. Si lo dices por mis pintas —añadió soltándole la mano para señalar sus ojeras—, es porque no he dormido bien esta noche. He pasado bastante calor en el hotel, así que no he pegado ojo.
—La verdad es que esta semana está haciendo bastante calor —comentó Antonio levantándose de su silla—. Por suerte dicen que dentro de unos días se estará más fresquito —continuó jubiloso, caminando dando pequeños saltos hasta la cabecera de la mesa.
El grupo lo escuchaba atento y _____ se rio por lo bajo, intuyendo lo que se venía al ser algo que ya habían hablado hacía unos días en casa.
—Es por eso —reanudó el español balanceándose nervioso de un lado a otro—. Que me preguntaba si a algunos os gustaría venir a pasar unos días con nosotros al pueblo.
—¿Y la investigación? —cuestionó cortante Ludwig alzando una ceja.
—¡Podemos seguir al volver! —declaró efusivamente Antonio—. ¡A lo mejor incluso nos ayuda a despejar la mente y volvemos con nuevas ideas! —añadió algo desesperado por convencerlo.
Todos se quedaron pensativos, tentados por la oferta. Pero no querían descuidar su compromiso con _____.
—Por mi parte —carraspeó ella, rompiendo el largo silencio—, no tengo problema en esperar. Ya no me vendrá de unos días más. Llevo aquí semanas.
Días atrás jamás habría hecho tales declaraciones, pero había llegado a la conclusión que pensar en cómo iban pasando los días solo le servía para desesperarse aún más. Y eso, al final del día, no le servía para nada más que sufrir tontamente. Si su cabeza no estaba en paz, no podría pensar con claridad y toda la ansiedad que iría acumulando terminaría pasándole factura.
Sí, quería volver a casa. Y sí, cuanto antes mejor. Pero pasarse el día pensando en eso no le estaba haciendo ningún bien. Si tenía que quedarse allí una temporada, intentaría, por lo menos, disfrutar de su estancia. A veces pensaba en lo que había dejado en su mundo, no podía evitarlo, y también pensaba en cómo estarían las cosas por allí. Pero procuraba no dejarse atrapar por el bucle de pensamientos negativos. Tampoco lo estaba pasando mal con ellos.
—Sé que os estáis partiendo el lomo para ayudarme, pero también sé cuán importante es tener estos días libres para vosotros. No quiero privaros de disfrutar de vuestro tiempo libre —finalizó.
—¿Estás segura? —Arthur no parecía muy convencido.
—_____…—habló François con voz tenue—. No queremos que te sientas obligada a esperar por nosotros.
—No me siento obligada, no os preocupéis. —Negó con la cabeza—. Además —añadióirguiéndose de la silla—, creo que tampoco me vendría mal un cambio de aires —sonrió al inglés apoyando la mano sobre su hombro y dedicó otra al resto.
Arthur y los demás le devolvieron el gesto.
—¡Entonces Lovi y yo nos apuntamos! —exclamó Feliciano levantándose también con su hermano agarrado por el brazo.
—¿Ni me vas a preguntar si quiero ir no? —se alteró el otro intentando recuperar su brazo.
—¡Oh, pero Lovino! Hace mucho que no visitamos tranquilamente España —le insistió su hermano—. ¿Hace cuánto que no vamos todos juntos a algún sitio? —preguntó cabizbajo.
Lovino soltó un bufido y miró a Antonio, que miraba al resto, jugueteando nervioso con sus manos a la espera de sus respuestas. No lo pensaba decir en voz alta, pero había días que echaba de menos a Antonio y pasar tiempo con los demás. Acabó cediendo.
Los ojos verdes de Antonio brillaban ante la notícia y se abalanzó eufórico hacia los hermanos para atraparlos en un fuerte abrazo.
—¡Ludwig, ven tú también! —le animó Feliciano.
—Yo…—vaciló.
Siendo sincero consigo mismo, no era un mal plan e ir a visitar el pueblo del que hablaba Antonio le había despertado el interés. Quería pasar los días de descanso disfrutando con sus compañeros. Pero su carácter le dificultaba tomar esa decisión; pausar la búsqueda de pistas y hacer esperar a _____ le causaba incertidumbre. Pero también era cierto que había trabajado muy duro y llevaba todo el año esperando esa merecida semana de reposo, y si ella estaba conforme…
—Si no es mucha molestia —dijo llevándose la mano a la nuca y apartando un poco la mirada—, no diré que no.
Ahora era su turno de ser atrapado en los brazos de Antonio, quien, entre risas, le apretaba con fuerza para no dejarle escapar, haciendo que al francés se le escapara una risilla.
—¿Tú también vienes, verdad, François? —le preguntó emocionado el español.
—Por supuestísimo que sí, eso ni lo preguntes —se animó el francés levantándose también—. Venga, Arthur —dijo dándole una buena palmada en la espalda, ganándose una queja del británico—,¡vente tú también!
—A ver. —Arthur carraspeó—. Si como has prometido no hace tanto calor —consideró dirigiéndose a Antonio, que seguía pegado a Ludwig—, me gustaría venir, sí.
—¡No os arrepentiréis! —les aseguró eufórico, soltando al fin al pobre alemán. Antonio no cabía en sí de gozo.
—¿Y tu Emma? —preguntó la otra muchacha sonriendo a su amiga.
Pero su sonrisa se esfumó rápidamente de sus labios al ver la expresión apenada de la belga.
—Lo siento… —Los bailes de alegría de Antonio cesaron al instante—. Me encantaría ir con vosotros, pero, antes de que todo ocurriera ya había quedado con mi hermano para vernos esos días.
—¿Tu hermano? —preguntó curiosa _____.
—Es Tim, la encarnación de los Países Bajos —le explicó amablemente Feli.
—Sí —suspiró Emma—. A diferencia de Lovi y Feli —continuó señalando con la mano a los hermanos—, nosotros somos países distintos. Nos resulta bastante difícil coincidir fuera de los ámbitos políticos —le contó con una sonrisa amarga—. Quería pasar la semana en su casa, que hace muco que no nos reunimos en familia.
—No te preocupes entonces —la animó _____ posando una mano en su hombro.
—¡Sí! —añadió Feliciano—. No te preocupes, te traeremos muchos recuerdos —le prometió. Eso pareció alegrarla un poco.
—¡Oh! Antonio, ¿Me traerás aceite de oliva, porfis? —preguntó mirándole dulcemente.
—¡Sí! —rio el castaño—. Disfruta tranquila, ¿vale?
—Hablando de hermanos —recordó François—, ¿crees que Gilbert podrá venir, Ludwig?
—Ya le gustaría a ese… —exhaló—. Pidió demasiados días libres para irse por ahí y ahora tiene que recuperar lo que no ha trabajado.
Estaba decidido, pues: serían ellos siete.
Habiendo acordado algunas cosas para el viaje, François, Arthur y Ludwig salieron a toda prisa tras despedirse para poder llegar a tiempo al aeropuerto y no perder su vuelo, mientras que los hermanos italianos y Emma se quedaron a charlar un rato más porque el suyo salía un poco más tarde.
—_____. —Feliciano, que estaba a punto de irse con su hermano, se había girado de repente con la espalda bien erguida.
Cuando sus miradas se encontraron, su postura se volvió mucho más relajada.
—¿Habría alguna manera de poder seguir en contacto contigo? —sonrió jugueteando con sus dedos.
—Eh… —_____ miró vacilante hacia Antonio y este soltó una risa nasal.
—Creo que ya va siendo hora de comprarte un móvil —anunció él posando una mano sobre el hombro de la joven.
Acompañados por Emma, que tenía el vuelo mucho más tarde, Antonio y _____ partieron en busca del teléfono y, ya puestos, a tomar algo para que las dos pudieran pasar algo más de tiempo juntas antes de decirse adiós. Sabían que se verían en persona algunas otras veces y podrían llamarse en cualquier momento a partir de entonces, pero aun así la despedida no fue fácil.
Una vez en casa y en habiendo cenado, aprovechando que Antonio se había ido a su despacho, _____ se tumbó de espaldas en el sofá y se quedó mirando emocionada el dispositivo. No era que en su mundo no tuviera teléfono, pero tras pasar tantos días sin uno propio, le hacía ilusión.
Cambió de posición para tumbarse boca abajo; no sería la primera vez que le caía el móvil en la cara, pero quería evitar que sucediera de nuevo. Algo nerviosa, tragó saliva y escribió y borró varias veces el mensaje que quería enviar a Feliciano para avisarle de que ya tenía teléfono. Cuando el texto fue de su agrado, pulsó el botón para mandárselo. El italiano contestó enseguida con un sticker superadorable, saludándola.
—Llevas pegada al cacharro un buen rato, ¿a qué o quién se debe? —preguntó Antonio, divertido, apareciendo por la puerta.
—¿Eh? —se sorprendió ella y con una sonrisa tonta añadió—: No es nada. ¿Qué hora es?
—La hora de irse a la cama —contestó burlón, cruzándose de brazos.
—Ni que tuviera cinco años, abuelete —bromeó recordando lo que Lovino había dicho.
—¿Abuelete? —protestó fingiendo indignación.
Entre risas, la muchacha apagó la pantalla del dispositivo y se sentó para dejarle un sitio a su «primo». Antonio le revolvió el cabello al dejarse caer en el sofá.
—Hombre, reconoce que ya tienes cierta edad… —se rio ella pasándose una mano por la cabeza.
—Pero de aquí a abuelo aún me quedan siglos… ¡Si estoy en la flor de la vida! —volvió a reír.
Antonio se la quedó mirando, sonriendo. Pero al poco rato su rostro se tornó serio y exhaló un suspiro profundo. _____ había dejado de reírse y lo miraba preocupada por la tristeza y algo más que vio en sus ojos verdes.
Antonio se inclinó hacia delante y cruzó las manos con la mirada perdida en el parqué. Volvió a suspirar.
—Te digo esto —empezó—, sintiendo de todo corazón tu situación, pero —dijo inclinándose hacia atrás para abrazarla de lado—, gracias por estar aquí.
_____ le devolvió rápidamente el abrazo.
—Contigo por aquí, siento que vuelvo a tener una familia —admitió conmovido—. Más que prima, eres como una hermana para mí —añadió—. Gracias.
La sonrisa de Antonio era brillante y sincera. La joven lo estrechó entre sus brazos, enternecida por lo que le acababa de contar.
—No, gracias a ti —contestó mirándolo con los ojos vidriosos—. Para mí también eres como un hermano, Antonio. —Le empezaba a picar la nariz—. Te… —Le temblaron los labios—. Te quiero mucho —profirió llorando a moco tendido.
—Ay, no llores que sino yo también lloraré... —Pero las lágrimas ya brotaban de sus ojos, y con la voz rota declaró—: Yo también te quiero mucho —lloró estrechando a su hermana en un cálido abrazo.
Merci (catalán): Es una expresión bastante usada en Cataluña para dar las gracias de manera informal (aunque yo lo uso casi siempre Xd). Es un préstamo del francés, pero tenemos expresiones de agradecimiento que usan la palabra "mercès", aunque esa se usa en contextos muy formales como "moltes mercès" (muchas gracias). Pero no la he escuchado usar, casi nunca, de manera seria, la verdad.
Aprovecho para avisar que creo que tardaré un tiempo (tampoco mucho, no os preocupéis) en publicar los siguientes capítulos. Lo digo porque si tardo unos meses (espero no tardar demasiado) como con el 3, no os penséis que lo he abandonado Xd. ¡Gracias por leer y hasta la próxima! <3
Capítulo 3 🐞 Capítulo 5
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tigretulipa · 7 months
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“that’s my favorite fictional character and I get to torture him !!!!!!!!!!!!!!!!!!! 😤”
— AO3 fanfic writers
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tigretulipa · 7 months
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tigretulipa · 7 months
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tigretulipa · 7 months
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You ever just wake up from an incredibly graphic and realistic nightmare that was a pure psychological horror based on your own personal phobias and trauma and just roll over like “aw shit I got too hot last night I guess.” And then make toast like you didn’t just experience the nine circles of hell before 9 am
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tigretulipa · 7 months
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Capítulo 3
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Antes de proceder, quería avisaros sobre que intento ir avisando por Instagram (TigreTulipa) y Bluesky (tigretulipa.bsky.social) de cualquier novedad o actualización sobre la historia. Antes tenía Twitter, pero como el señor ese se lo está cargando ya no sé dónde ir, así que me fui a la red social que conozco mejor después de esa TT-TT. Siento la tardanza, pensaba publicar los capítulos 3 y 4 antes de Navidad, pero no me dio tiempo porque los reescribí para cambiar algunas partes que no me terminaban de convencer. También he logrado sacarme el carnet de conducir tras mucho tiempo :’) Tenía la intención de publicar los capítulos 3 y 4 a la vez, pero he considerado que era mejor publicar por ahora el 3 y darme tiempo para arreglar el 4.
La mirada de _____ se encontraba perdida entre la multitud de la zona de embarque del aeropuerto mientras se distraía haciendo girar la maleta sobre sí misma. Visto que no tenía ni teléfono ni dinero, eso y ver las personas que iban de un lado a otro era lo más entretenido en aquel momento.
Aburrida, giró la cabeza hacia los ventanales que había a su derecha y se encontró con su reflejo, vestido con ropa que le había prestado Bélgica, sobre el cielo anochecido. Hacía rato que el sol se había llevado con él las tonalidades anaranjadas del atardecer para dar paso a los azulados oscuros y las estrellas de la noche, poco perceptibles por la contaminación lumínica de la ciudad.
Qué raro se le hacía referirse a alguien como país. Y qué raro se le hacía que un país tuviera cuerpo humano… Bueno, en cierta forma era más o menos como si fueran los representantes y presidentes de los territorios. Pero unos que eran prácticamente inmortales…
_____ volvió a mirar hacia la gente apretada en la pequeña tienda donde España había ido «un momento», según él, a comprar, pero desistió y puso la atención en sus pies al no lograr ver al español.
«Que sepas que a partir de ahora somos primos» le había dicho Antonio durante el trayecto hacia el aeropuerto. Según él, esa había sido la forma más rápida y fácil de darle unos apellidos nuevos y poder actuar como familiar si se daba el caso.
Eso le hizo recordar las palabras de Alemania.
_____ suspiró y apretó con un poco de fuerza su brazo derecho varias veces. Estaba nerviosa y, aunque Feliciano le había dicho que no la estaba regañando, se sentía culpable por estar allí y recibir su ayuda con la repercusión que-
—¡Ya estoy de vuelta! —anunció feliz España, con ambas manos ocupadas y una amplia sonrisa pegada a la cara—. Ay… —se quejó al sentarse—, uno no puede hacerse viejo —carcajeó, dirigiendo su vista hacia _____. Su rostro adquirió una expresión más seria, pero no dejó de sonreírle.
Casi podía ver cómo los engranajes de la mente de la joven giraban a mil por hora. Convivir con humanos durante tantos años le había permitido leerlos como si fueran un libro abierto.
La pobre chica le sonreía forzadamente, su mirada llena de confusión. Mañana hablaría con ella. Por entonces, con un movimiento rápido, la rodeó por la espalda con el brazo y la acercó a él a modo de abrazo.
—Sea lo que sea, no le des más vueltas al tarro, por el momento —le aconsejó—. Hoy, al llegar, directos a dormir. Mañana ya nos preocuparemos de lo que ronda por esta cabecita tuya —dijo usando el dedo índice para darle toquecitos suaves en la frente.
_____ tomó aire y lo soltó lentamente. Entendía lo que le sugería, pero no podía frenar la cadena de pensamientos. Era frustrante querer hacer algo pero no lograrlo.
Antonio parecía haberlo entendido y le volvió a sonreír, apenado.
—Te prometo que encontraremos la manera de llevarte de vuelta a casa, a tu mundo —le aseguró apretándole ligeramente el hombro con la mano.
La honestidad que había en las palabras de aquel hombre humedeció los ojos de la joven, pero se esforzó en retener las lágrimas para liberarlas en la intimidad y tranquilidad de su nuevo refugio en España. Ya solo le faltaba llorar delante de todos los que había por allí presentes.
•·················•🐞•·················•
Afortunadamente, el vuelo fue tranquilo y apenas hubo turbulencias. Antonio se había pasado casi todo el viaje hablando, las pocas veces que permanecía callado era porque estaba ocupado bebiendo o comiendo. En otro momento le habría resultado abrumador lo que podía llegar a hablar, pero en ese momento _____ se sentía agradecida por no haber tenido oportunidad de retomar lo que su mente había dejado a medias. En algún momento se llegó a plantear si el español lo estaba haciendo adrede.
Tras bajar del avión, fueron a paso ligero a recoger el equipaje y tomar un taxi para llegar a casa de Antonio. Era entrada la madrugada y el cielo era totalmente oscuro, pero la luminosa ciudad no dormía: coches iban y venían por las calles y carreteas, la gente paseaba por las calles repletas de bares y otros locales llenos de vida y por las ventanas de varios edificios aún se podían ver luces encendidas. Poco a poco, fueron dejando atrás el bullicio del centro hasta llegar a una zona residencial más tranquila, donde el estruendo de las carreteras más cercanas quedaba ahogado por los árboles y bloques de pisos.
El taxista detuvo el vehículo delante de un bloque de apariencia bastante sencilla y _____ se bajó somnolienta del coche. A pesar de haber dormido hasta la tarde, el ajetreo del aeropuerto y el vuelo habían hecho que volviera a sentir sus párpados pesados. Temía quedarse dormida de pie si los cerraba ni que fuera unos segundos. Notaba que su cuerpo se iba relajando mientras contemplaba cómo el taxi se iba encogiendo a medida que se alejaba. Se sentía un poco más cerca de su hogar.
Con pasos pesados, Antonio y ella se dirigieron hacia el portal mientras Antonio rebuscaba en un bolsillo de su abrigo para sacar una gran cantidad de llaves que tintinearon cuando este intentaba dar con la correcta para abrir la puerta del edificio. Tras varios intentos fallidos, logró abrir la puerta chirriante. Era un edificio antiguo y por desgracia para sus pies agotados, no disponía de ascensor, así que tocaba subir por las escaleras de azulejos hidráulicos.
—No te preocupes, solo tenemos que subir tres plantas —le intentó animar Antonio.
La subida fue ardua y al llegar a la puerta del apartamento _____ luchó con todas sus fuerzas para no quedarse dormida en la entrada e intentó prestar atención a lo que Antonio le decía mientras le enseñaba rápidamente el lugar y le explicaba cómo funcionaban las cosas. Aparte de la cocina, tansolo se quedó con la ubicación del baño y del dormitorio de invitados, su habitación temporal. Y qué cómodo era el colchón cuando se dejó caer en él…
Mientras se ponía el pijama que le había prestado Antonio, se dedicó a examinar detenidamente su entorno: la tonalidad clara del parqué contrastaba con la madera oscura del armario y de la cama de matrimonio de estilos más antiguos que, a su vez, desentonaban con el resto de muebles un poco más modernos y minimalistas. Por lo que recordaba haber visto, el resto del piso parecía seguir el mismo patrón de contrastes pero sin llegar a ser visualmente incómodo. Parecía que Antonio había intentado modernizar el interior de su casa, pero no se había atrevido a deshacerse de algunas antigüedades.
Unos golpes suaves en la puerta de la habitación hicieron que rápidamente pusiera su mirada sobre esa.
—¿Se puede? —preguntó el anfitrión.
—¡Sí, adelante!
La puerta se abrió poco a poco y Antonio sacó la cabeza para comprobar que todo estaba bien. Acto seguido la abrió por completo.
—Solo venía a comentarte un par de cosas antes de dejarte dormir. —_____ le asintió para que prosiguiera.
—Mañana-, bueno, hoy —se corrigió al recordar qué hora era—, tengo una reunión a media mañana. No tardaré demasiado, pero si tienes hambre o lo que sea, que no te dé cosa beber, comer o hacer lo que quieras mientras no estoy.
—¿Seguro?
—Sí, seguro —le clarificó Antonio—. A ver, mientras no me quemes la casa o algo por el estilo, puedes hacer lo que quieras —se rio el hombre—. Tú, como si estuvieras en tu casa, ¿vale? Si quieres ver la tele, miras la tele. Si quieres leer, lees… Tengo para pintar, tengo películas, tengo juegos, … Usa lo que quieras sin problema.
—Muchas gracias Antonio, eh… España —. El hombre volvió a reír.
—Antonio está bien, no te preocupes. Casi que lo prefiero —confesó tímidamente—. Me hace sentir más… humano, por así decirlo.
—Pues Antonio entonces —le sonrió _____.
—Gracias. —La sonrisa del hombre parecía aún más sincera que todas las que le había dirigido anteriormente—. Espero que duermas bien. ¡Buenas noches! —le deseó antes de cerrar la puerta por completo.
De hecho, sí durmió bien. Se despertó cerca de ocho horas más tarde, aun con la esperanza de haber amanecido en su cama, en su mundo. Pero la realidad era decepcionante. A veces sentía que estaba dentro de un sueño muy largo y que todo a su alrededor era producto de su mente, como cuando algunas veces había sido consciente de que estaba soñando. Otras, tomaba consciencia de la realidad de su situación y sentía miedo y frustración: miedo porque todo era real y su vida se vería severamente afectada por algo que no había podido controlar y se escapaba de sus manos, y frustrada porque tenía que seguir adelante con su vida, un camino que no había elegido, pero que no le quedaba más remedio que seguir.
Estos sentimientos iban siempre acompañados por un sentimiento de culpa por no apreciar lo que los demás estaban haciendo por ella, por sentir que no apreciaba suficientemente la ayuda que estaba recibiendo. Realmente estaba muy agradecida y sabía lo afortunada que era. Pero no podía evitar sentirse contrariada.
Sintió la caricia suave de las sábanas cuando estiró su cuerpo antes de levantarse a subir con cuidado la persiana para dejar entrar la luz de la mañana. El cielo estaba completamente despejado y se podían apreciar sus bellos azules. _____ abrió la ventada para dejar entrar el aire fresco y ventilar la cama antes de hacerla. Entretanto, eligió su vestuario para el día: algo cómodo para estar en casa, tampoco tenía la intención de salir, y salió hacia el cuarto de baño que había justo al lado para acicalarse y estar presentable.
Al salir del dormitorio, oyó un alegre tarareo amortiguado y el sonido de algo cocinándose en una sartén proveniente de la cocina. El ambiente agradable de esa mañana le sacó una pequeña sonrisa y, soltando un suave suspiro, se puso en marcha. Al entrar al baño, vio que Antonio había tenido la amabilidad de dejarle preparados varios utensilios de higiene personal en una cestita de mimbre con una nota que indicaba que, en efecto, eran para ella.
—¡Buenos días y muchas gracias, Antonio! —le agradeció la muchacha al sacar la cabeza por la puerta de la cocina abierta.
El hombre, que estaba hincando el diente a un crujiente bocadillo de lomo aderezado, casi seguro por el olor que desprendía, con ajo y perejil, asintió con la cabeza mientras se cubría la boca para terminar de masticar y balbucear un «no hay de qué» antes de tragar.
—¡Buenos días! —le deseó antes de beber de la graciosa taza de plástico que tenía a su derecha. El asa morada tenía una extraña forma: eran como varios bultos pegados el uno al otro. El color morado predominaba en todo el objeto, con uno de los lados pintado de amarillo y naranja y un “Ferki” escrito en negro sobre el naranja.
Antonio, sintiéndose muy observado, miró de reojo a _____ e intentó descubrir hacia dónde iba su mirada. ¿Alguna mancha que no había visto? Ay, qué vergüenza si tenía restos del bocadillo en la cara… Pero, afortunadamente para su orgullo, era la taza lo que había captado su atención.
El hombre se rio bobamente y, por unos segundos, la joven recordó a Feliciano y pensó que la risa del italiano era más dulce. Avergonzada por dichos pensamientos, intentó deshacerse de ellos tan rápido como habían surgido. ¿Qué estaba haciendo?
—Me gusta coleccionar estas cosas —le confesó el español volteando ligeramente la taza mientras la observaba también—, antiguallas. Aunque puede que esto no cuente como una… Pero el mundo ha cambiado tanto en tan poco… —se lamentó y volvió a sorber de su bebida.
La fragancia dulce del líquido encandiló la nariz de la joven, quien se aproximó tímidamente a la mesa para ver qué era.
—Es Cola Cao. ¿Quieres? —le preguntó Antonio— Aún queda algo en el bote.
—¿Puedo?
—¡Sí, claro, mujer! —le afirmó él, sorprendido por la pregunta—. Espera —le pidió para poder terminarse la bebida.
Acto seguido, se levantó y se llevó de la mesa el plato y la taza para lavarlos en el fregadero y, tras ponerlos a secar, abrió uno de los armarios del gabinete y sacó dicho bote para darlo a _____.
—Y recuerda —le avisó levantando el dedo índice—: Come y bebe lo que quieras y cuanto quieras, mira la tele si te apetece, pinta si quieres también. Lo que te dije antes de ir a dormir. No quiero volver y encontrarte medio p’allá en el suelo, ¿vale?
—¿Seguro? —volvió a cuestionar la joven, aún sin creerse las palabras del hombre.
—Criatura de mi vida, ¿pero por quién me tomas? —insistió con voz dramática Antonio mientras sujetaba suavemente la cabeza de la muchacha con ambas manos— No tengo la costumbre de hacer que mis invitados pasen hambre y tú no vas a ser la primera —aclaró dándole un golpecito en la punta de la nariz.
Silencio.
—¿Y bien? —cuestionó Antonio alargando excesivamente la “e”. Intuía lo que se venía.
—Es que… Me sabe mal —insistió ansiosa _____.
—Pues que no te sepa —contestó divertido por la situación—. Y antes de que digas nada más, ¿tú qué harías en mi situación? —dijo cruzándose de brazos.
—Ofrecerte comida —contestó apenas audible.
—Pues eso —rio Antonio—. Que no te sepa mal, de verdad —reiteró el español—. Y si ves que falta algo, lo puedes anotar en la libreta que hay justo al lado del microondas, ¿de acuerdo?
_____ asintió con la cabeza.
—¡Perfecto pues! —se giró de repente para agarrar la cartera que colgaba de la silla—. Me voy que llegaré tarde. Si pasa cualquier cosa —añadió antes de salir pitando por la puerta y rebuscó en el bolsillo de su camisa blanca para sacar un papel en el que anotó rápidamente un número largo—, llámame usando el fijo, ¿vale?
—Todo claro, jefe —respondió sonriente y con voz firme. Antonio se rio de nuevo.
—¡Pues hasta luego! —se despidió—. ¡Llegaré antes de comer así que si te apetece podemos comer fuera! ¡Adiós!
•·················•🐞•·················•
El tictac del reloj de péndulo que colgaba de la pared del salón y la respiración reposada de _____ eran los únicos sonidos perceptibles en esa pacífica mañana. Hacía un buen rato que había terminado de desayunar lo que había ido encontrando en la cocina y ahora estaba tumbada, aburrida en el sofá, contemplando el techo blanco.
Había estado mirando la tele mientras comía y al poco rato la apagó porque no encontraba ningún canal interesante y no tenía ganas de leer por el momento. Su cerebro le exigía entretenimiento, pero se sentía perezosa y nada despertaba realmente sus ganas de hacer algo.
Tal vez si le daba un poco el aire se le aclararía la mente. Uf, qué palo le daba levantarse… Pero, venga, que si no se pasaría todo el día allí tumbada sin hacer absolutamente nada.
Cuando abrió la puerta del balcón, el aire fresco de la calle acarició sus mejillas, aunque ya no se sentía tan frío como el de inicios de primavera. El caluroso verano se iba acercando y _____ no podía evitar dudar si lograría sobrevivir a las elevadas temperaturas de ese año viendo lo mal que lo había pasado el anterior. No era precisamente agradable recordar levantarse a las seis de la mañana empapada de sudor por el calor.
Apartando esos horribles recuerdos de verano, tomó asiento en una silla que había por allí fuera y se dejó caer en ella. Entre los espacios de la baranda observaba cómo se desarrollaba la vida en las calles del barrio: algunos paseaban perros, otros hacían deporte, algún que otro coche pasaba y rompía la tranquilidad de la calle, … La gente seguía con sus vidas, ignorantes de su situación, disfrutando de su lunes…
Con la tontería hacía casi tres días que había empezado todo. ¿Le habría llamado alguien en ese tiempo? ¿Su familia y amigos estarían preocupados por ella? ¿Y sus vecinos? Si tardaba demasiado en regresar, si seguían pasando los días así de rápido y aún estaba atrapada allí, seguramente alguien se preocuparía por ella. ¿Y si tardaba tanto que no llegaba a tiempo para pagar las facturas y el alquiler? ¿Y sus plantas? ¿Y su casa?
Fue entonces que comprendió la gravedad de su situación y todas sus dudas y temores se yuxtaponían en su cabeza.
Si lograba regresar, si lo lograba, ¿qué sería de ella? ¿Cómo justificaría su ausencia? ¿Qué haría con los impagos? ¿Y si no regresaba? ¿Con qué dinero pagaría las cosas y les devolvería los favores que le estaban haciendo? No podía vivir en casa de Antonio de gorra toda su vida, tendría que encontrar un trabajo allí, con lo difícil que ya era en su mundo. ¿Y sus seres queridos? ¿Ya no los vería más? Ni siquiera se había podido despedir de ellos.
Con torpeza y con las manos temblorosas apretadas sobre su frente, entró corriendo al salón. Las lágrimas brotaban sin parar de sus ojos, que buscaban nerviosos el frigorífico.
—Un limón, un limón —repetía con voz trémula mientras rebuscaba en los estantes del electrodoméstico. Recordaba haber oído decir que lamer una rodaja de limón ayudaba a distraer la mente en situaciones así. Por suerte, había medio limón en un rincón y se lo llevó directo a la boca, succionando el líquido ácido al mismo tiempo que intentaba rectificar su respiración agitada. La ansiedad no se la quitaba, pero por lo menos le había servido para calmarse un poco.
Una vez el sabor se volvió insoportable, retiró la fruta de sus labios, se pasó la mano por la cara para retirar el jugo que goteaba de su mentón y se fue al baño a remojarse la cara y limpiarse las lágrimas.
Cuando terminó de secarse el rostro, al levantar la mirada hacia el espejo, se encontró su reflejo desmejorado: tenía la frente, la nariz y las mejillas rojas por la presión de la sangre, los ojos vidriosos e hinchados y los labios, aún temblorosos, no tenían mejor aspecto.
_____ se pasó una mano por la frente y la deslizó hacia la nuca, soltando un suspiro entrecortado. Su mente cansada estaba en blanco y solo sentía desesperación. E impotencia, mucha impotencia.
«Una libreta».
A lo mejor anotando todo lo que le pasaba por la cabeza le ayudaría a ver las cosas con más claridad.
Echó un último vistazo a su reflejo decaído y se fue con pasos pesados hacia la cocina para proyectar su mente frenética en el papel de la pequeña libreta del microondas. Miles de imágenes y pensamientos sofocaban la joven llorosa. No sabía cómo gestionar todo aquello, era demasiado. Se sentía enjaulada. Por mucho que escribiera en el papel empapado por las lágrimas derramadas, nada se ordenaba, nada se resolvía, solo aparecían nuevos problemas.
Le dolía la cara y sentía el corazón punzado.
Estaba tan sumida en su torbellino mental que no se dio cuenta de la llegada de su anfitrión, quien la halló resoplando con una mano sujetando con desespero su frente, mirando fijamente la mesa. El español no tardó en descifrar qué estaba pasando.
Apenado, se acercó a la chica y, con voz suave, volvió a proferir un saludo para anunciar su presencia, apoyando gentilmente su mano en el hombro de _____. La muchacha se sobresaltó por el contacto inesperado y volteó todo su cuerpo para ver de quién se trataba.
Antonio se encontró con el rostro enrojecido y lagrimoso de _____, que cambió la expresión de susto por una de sorpresa. Se sentía avergonzada de haber sido descubierta en ese estado.
—Ay, cariño… —se lamentó Antonio— ¿Necesitas un abrazo?
_____ asintió, enjugando las lágrimas derramadas.
—Ven aquí —dijo acercando la muchacha hacia él para estrecharla contra su pecho mientras le acariciaba con cariño la cabeza.
El confort del abrazo despertó algo en la joven, como una llave abriendo un cerrojo, y liberó el llanto desconsolado que había intentado reprimir todo ese tiempo. Antonio permaneció en silencio, meciéndola con delicadeza y ofreciéndole pañuelos para que se sonase la nariz.
Poco a poco, _____ se iba calmando, recuperando el ritmo normal de su respiración. La tempestad que esos pensamientos habían provocado había aminorado, pero le dolía un montón la cabeza.
—Pe- —jadeó la joven— Perdona… —suspiró—. Por todo esto… —se disculpó un poco avergonzada por lo sucedido.
—No me pidas perdón por esto —le dijo él, finalizando el abrazo—. Tú, saca lo que lleves dentro. No es bueno guardárselo —le sonrió—. Si necesitas llorar, llora sin problema.
—Gracias… —le sonrió ella— Por todo. —Antonio se rio.
—Para eso estamos, mujer —declaró dándole un golpe suave en la espalda, a modo de ánimo. Pero la cara de Antonio adoptó una expresión más seria—. Si quieres hablar del tema… —le invitó— ¡No tiene que ser ahora, claro! —clarificó rápidamente.
La joven bajó la mirada hacia el suelo, con expresión seria, y consideró la oferta de Antonio. Por un lado, no quería bombardearle con más cosas. Pero, por otro, ya había llorado sus penas delante de él, era una de las pocas personas en las que podía confiar en su situación y ya se había mostrado abierto a escucharla.
—Puede ser ahora —decidió levantando la vista nuevamente.
—Sentémonos entonces —ofreció él, señalando con su mano el sofá del salón-comedor.
Ambos se dejaron caer en él.
—Cuando quieras —indicó Antonio prestándole toda atención.
_____ tomó aire.
—Bueno, a demás de lo que ya sabes —empezó—, es básicamente todo lo otro. —Los labios le volvían a temblar—. Es… qué voy a hacer con mi vida, ¿sabes...? —dijo ahogando un sollozo—. ¿Cómo sigo con mi vida? ¿Qué hago si vuelvo mucho más tarde y ya no tengo a donde ir? ¿Qué les cuento a los míos? —jadeó.
El español solo podía escuchar en silencio mientras la miraba con ojos vidriosos.
—Luego —prosiguió la joven con voz temblorosa—, me decís que me vais a ayudar, pero ¿por qué? —le replicó aún sin comprender a qué se debía esa actitud tan servicial de las naciones—. ¿Por qué os molestáis tanto por alguien que no conocéis? No sabéis quién soy, ni siquiera soy realmente de aquí. ¡No tenéis…! —Bajó el tono— No tenéis ningún tipo de compromiso conmigo… —suspiró y se pasó una mano por la cara.
Antonio le tomó la mano y posó la suya encima para reconfortarla.
—Es que, no quiero ser un lastre para vosotros —admitió con voz apocada—. Ya tenéis vuestros problemas. Sois encarnaciones de naciones, ¡per l’amor de Déu! —No quería ni imaginarse lo que debía ser tener que soportar todo lo que ocurre en el mundo sin poder intervenir demasiado en eso, como le habían contado en la reunión—. Si no logro regresar, o si tardo mucho en hacerlo, ¿qué será de mí en esta Tierra que no es la mía?
¿Qué sería de esa vida a la que dedicó tanto esfuerzo?
España retiró la mano de la de la joven y se apoyó completamente en el respaldo del sofá, soltando un profundo suspiro mientras miraba pensativo el techo.
—Para ser honesto, me es difícil responder tus dudas —confesó apenado, volviendo su mirada hacia _____—. Lo que sí te puedo prometer —añadió girándose sobre el sofá para mirarla de frente—, es que si te quedas aquí, me aseguraré de que puedas llevar una vida más o menos normal, encuentres un trabajo y puedas seguir con tu vida aquí. —El tono y la expresión del hombre eran serios.
La muchacha le miraba atenta, conmovida por sus declaraciones.
—En cuanto a por qué nos tomamos tantas molestias… —prosiguió el español— Sinceramente, ojalá lo pudiera hacer con todos los que viven aquí, pero me temo que no soy nada más que un… humano, que digamos, que existe porque también lo hace el país. Más allá de esto, no tengo ninguna habilidad especial, solo años de experiencia y una libertad limitada... Lo mismo se aplica al resto de los nuestros. —Su mirada se volvió algo oscura—. No podemos levantar sospechas, tampoco podemos dejar que quienes no deben sepan de nuestra existencia… Es… Es algo complicado. Vivir así, es duro… No poder hacer nada…
Ahora era el turno de _____ para posar su mano sobre el hombro de Antonio, quien la miraba con esos cálidos ojos verdes vidriosos por las lágrimas que amenazaban con salir.
—Al verte en esa situación, cuando Italia me pidió el favor… Quise ser de ayuda. Me sentí un poco rebelde, pero no hay nada más en este mundo que me haga tan feliz como ver a mi gente ser contenta con sus vidas —reveló la nación—. Sueño… Sueño con que algún día pueda sentir a todos felices, que améis tanto como yo os amo… Escuchar vuestras risas alegres... —declaró emocionado— Es un sentimiento que compartimos todos…
—Antonio-
—¡Pero no va de nosotros ahora! —le interrumpió, rompiendo el ambiente apesadumbrado que se había formado. Se frotó los ojos y se levantó ágil del sofá—. Va de ti —recalcó ofreciendo su mano para ayudarla a levantarse.
_____ no quiso insistir. Por cómo había reaccionado, parecía que Antonio no quería seguir hablando de ello. Así que le sonrió agradecida y tomó su mano. Sentía el pecho más ligero tras haber sacado lo que llevaba dentro.
—¡Venga, salgamos a comer fuera! —le invitó el alegre español— Así nos dará el aire a los dos, que nos conviene —sugirió formando una sonrisa genuina en sus labios.
—Eh… ¿Podemos esperar un momento a que se me deshinche un poco la cara? —solicitó la joven señalando sus ojos aún bastante hinchados. Antonio carcajeó.
—¡Faltaría más!
Dejo aquí la traducción de la expresión para no cortar el momento y porque es prácticamente igual que en español: Per l’amor de Déu: Por el amor de Dios.
Capítulo 2 🐞 Capítulo 4
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tigretulipa · 10 months
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that comment about how you should not borrow grief from the future has saved me multiple times from spiraling into an inescapable state of anxiety. like every time i find myself thinking about how something in the future could go wrong i remember that comment and i think to myself: well i never know, it might get better. it might not even happen the way i think it will and if it does happen and it is sad and bad ill be sad about it then, when it happens. and it’s somehow soo freeing
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tigretulipa · 10 months
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tigretulipa · 10 months
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the problem with reading and writing leading to a strong vocabulary is that you tend to know the vibe of words instead of their meanings.
if I used this word in a sentence, would it make sense? absolutely. if you asked me what it meant, could I tell you? absolutely not.
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tigretulipa · 11 months
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Usually it’s video games instead of music but this is pretty much accurate hehe
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tigretulipa · 11 months
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reblog if you’ve read fanfictions that are more professional, better written than some actual novels. I’m trying to see something
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tigretulipa · 1 year
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Capítulo 2
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(La obsesión de Emma por las flores está inspirada en alguien que conozco, pero no os voy a decir quién soy)
Lo primero que los oídos aún dormidos de _____ captaron fue un dulce piar amortiguado que gentilmente le hizo regresar de su sueño. Abrió los párpados pesados, absorbiendo la luz dorada del sol que bañaba la habitación. Lentamente, procedió a sentarse en la cama, apreciando la suavidad de las sábanas y la comodidad del colchón que le habían permitido descansar increíblemente bien comparado con las noches anteriores.
Observó su alrededor esperando ver sus muebles, su ropa y sus objetos personales, tal y como había deseado la noche anterior cuando se acostó. Los recuerdos regresaron de inmediato a su mente. Por un momento había olvidado todo lo que había pasado.
Soltando un resoplo de frustración, se pasó una mano por la cara y el cabello y miró hacia la ventana que había a su izquierda. Una de las puertas de la ventana estaba entreabierta, dejando que el viento fresco balanceara las cortinas translúcidas blancas.
Despacio, apoyó ligeramente sus pies en el suelo y la madera rechinó ligeramente, apoyó todo su peso en ellos, se levantó y se dirigió hacia la ventana blanca de madera. Los colores del atardecer bañaban la ciudad de amarillos y naranjas brillantes, pequeños pájaros piaban en los tejados de enfrente y a lo lejos se oían risas infantiles que ahogaban el ruido de los coches. Apartó las cortinas y abrió un poco más la ventana, haciendo que la brisa suave le acariciara el pelo mientras observaba relajada la calle, prestando atención a los pequeños detalles en los balcones y terrazas vecinos. Seguía sin ver el paisaje familiar que tanto ansiaba.
Aún afectada por la frustración, se giró bruscamente y se sentó apoyando la espalda en la pared de la ventana con la mirada clavada en el suelo. Se sentía atrapada, agobiada por no tener un hogar al que regresar ni la libertad para seguir con su vida. Quería sacar esa emoción amarga y pesada de su cuerpo, pero las lágrimas no salían. La habitación se sentía más pequeña que antes y los sonidos de la calle ahora eran ruidos irritantes que invadían su mente y le privaban de pensar. No poder llorar era muy molesto.
Pasó unos cuantos minutos en el suelo, luchando contra su mente agotada para por lo menos levantarse y volver a la cama. O vestirse. O comer. O las tres cosas a la vez. O ninguna. Ya no sabía qué quería. Bueno, sí lo sabía: volver a su puñetera casa. Pero no quería pensar dar más vueltas al asunto ahora que su mente estaba un poco más calmada. A ese ritmo su trasero acabaría cuadrado, así que por el momento sería mejor levantarse e ir a pensar en su desgraciada vida en la cama. Por lo menos allí estaría triste pero cómoda.
Desgraciadamente para _____, resultó una misión imposible porque al apoyarse en la mesita que había a su lado, se fueron el mueble y ella al suelo.
—¡¿Estás bien?! —Emma había entrado alarmada por el estruendo. Al ver a _____ tirada en el suelo con el mueble por encima, rápidamente fue a auxiliarla—. ¿Te has hecho daño?
—No, tranquila —le respondió _____. Aunque al ser levantada no pudo evitar quejarse un poco por el dolor en la pierna al sentarse en la cama—. Perdona por tirarte el mueble por el suelo.
—Ay, ¡no te preocupes por eso! —le medio-regañó ella, arrodillada para inspeccionar la pierna sobre la que había caído la mesita—. ¿Te duele si toco aquí? —preguntó mientras hacía un poco de presión en la rodilla de la chica.
—Un poquito, casi ni lo noto —mintió. No era exagerado, pero le dolía más de lo que aparentaba. Nada serio tampoco. Era tolerable.
—Bueno, mejor entonces —dijo Emma al levantarse—. De todas formas será mejor poner algo frío por encima para evitar que se hinche demasiado —sugirió mientras volvía a poner las cosas en su sitio—. Por cierto, ¿Tienes hambre? —le preguntó mientras le tendía la mano para ayudarla a levantarse.
—Un poco, la verdad —confesó tímidamente _____ tras tomar la mano de Emma. Esta soltó una breve carcajada.
—Ya me lo imaginaba, llevas durmiendo prácticamente todo el día —le explicó mientras le mostraba el camino hacia la cocina—. Espero que no te importe. He venido a ver cómo estabas varias veces, pero me daba pena despertarte y he preferido dejarte dormir.
—Ah, no, tranquila —le aseguró _____—. Me han sentado muy bien estas horas de sueño.
—¡Me alegro, pues! —le sonrió—. Siéntate donde quieras —le invitó señalando la mesa que había pegada en la pared de la cocina —, y ponte esto—. _____ tomó la bolsa de gel frío envuelta en un trapo de cocina que le tendía Emma y, agradecida, se cubrió la zona del golpe mientras jugueteaba con el relieve de las flores bordadas en el borde del mantel blanco que cubría la mesa de la cocina y observaba cómo Emma cocinaba.
Parecía que a Emma le gustaban bastante las flores: Sobre la mesa había una bonita jarra blanca que servía como jarrón para unos tulipanes rosados, había imanes con formas de flores en la nevera y tanto los tiradores dorados de los muebles verdes de la cocina como algunos de los azulejos blancos de la pared tenían detalles florales. Incluso el trapo de cocina que colgaba del fregadero de cerámica blanca tenía dibujos de flores estampados.
—¡Aquí tienes! —anunció la belga colocando un plato, también con flores, con unas tostadas muy apetitosas y un vaso con algo para beber—. Tartines de ettekeis, también llamado queso de Bruselas, con queso blanco, rábanos, cebollino y pimienta. ¡Espero que te guste! —La hermosísima presentación del plato y el cariño con el que estaba siendo tratada humedecieron los ojos de _____.
—Muchas gracias, Emma. En serio —. ¿Cuántos favores había recibido hasta entonces? Estaba muy agradecida por toda la ayuda que le habían dado de manera tan desinteresada, pero por mucho que se lo agradeciera, por muchas “muchísimas gracias” que les dijera, sentía que no servía para demostrar la magnitud de su agradecimiento.
Emma posó una mano en el hombro de la joven y le sonrió. Por cómo la miraba parecía que comprendía perfectamente qué clase de pensamientos invadían su mente. _____ se conmovió nuevamente. La tristeza y frustración, así como el sentimiento de culpa, se disiparon un poco y sintió cómo su cuerpo se iba relajando. Sentía cómo los rayos cálidos de la tarde que se filtraban entre el tejido de las cortinas blancas de la cocina besaban dulcemente su piel.
—Te dejo comer tranquila. Si me necesitas, estoy en la primera habitación de la izquierda saliendo por el comedor —. Había dejado el papeleo a medias al oír el estruendo y tenía que terminarlo cuando antes. A poder ser antes del período de vacaciones, no quería perder sus días de descanso.
_____ se comió con calma las tostadas, saboreando cada bocado en silencio y con la mirada perdida, intentando descansar su mente. Una vez terminado, puso la vajilla en el lavaplatos tal y como Emma le había indicado antes de salir de la cocina y fue a su encuentro para preguntarle qué debía hacer a partir de entonces. Si es que ella tenía una respuesta para eso.
La puerta del despacho estaba abierta, pero Emma estaba tan absorta en su trabajo que ni se percató de la presencia de la chica. Sus ojos iban del archivo que había a su derecha a la pantalla del ordenador, tecleando velozmente lo que fuera que estuviera escribiendo. Había libros gruesos abiertos, papeles llenos de anotaciones y otros archivadores amontonados en el suelo por toda la estancia.
La joven dio dos golpecitos suaves al cristal de la puerta y la mirada dura de la belga se clavó rápidamente en la figura de la puerta. Al ver que se trataba de _____ su postura y mirada se volvieron más relajadas y le sonrió nuevamente, invitándola a entrar y tomar asiento en una de las sillas que había cerca de la mesa.
—¿Te has quedado con hambre? Si quieres te puedo preparar algo más —se ofreció Emma.
—Oh. No, no —se apresuró a decir _____, situando las manos abiertas frente a ella—. Muchas gracias, pero con eso ya estoy bien.
—De acuerdo. Pero no tengas vergüenza de pedirme nada, ¿de acuerdo? —­_____ asintió reiteradamente. Fue suficiente para que la rubia dejara de insistir sobre la comida y pasara a otro tema más importante—: It- Feliciano y Luc me pusieron al día mientras te atendían en el hospital —. Hizo una breve pausa y suspiró. En sus labios volvió su característica sonrisa amable—. Me alegro mucho de que al final no fuera nada grave —. _____ le devolvió la sonrisa.
—Gracias. Y si puede ser, dáselas también a ellos por todo lo que han hecho para ayudarme, por favor.
—Tenlo por hecho —le prometió Emma mientras terminaba de guardar los documentos que había esparcido sobre la mesa—. Aunque —añadió saliendo de detrás de la mesa para acercarse a ella—, a Feli se lo podrás decir tú misma.
—¿Y eso? —preguntó sorprendida _____.
—Dadas las circunstancias de tu aparición, sería bueno investigar la causa —le contó pensativa Emma, con la mano en la barbilla—. Habíamos acordado tener aquí una pequeña reunión para hablar de lo ocurrido y valorar la situación par ayudarte —le explicó mientras tomaba asiento a su lado—. ¡Ah! No es que quisiera ocultártelo, ¿eh? —dijo alterada—, pero como llevabas durmiendo todo el día, pensaba contártelo una vez despertaras. Pero si estás despierta, ¡mucho mejor! —la voz de la rubia era tensa e intentaba ocultar su nerviosismo con una sonrisa forzada.
—Emma…—se preocupó la otra chica—. ¿Estás bien? —La belga se la quedó mirando con los ojos y boca abiertos. Parecía que quería contarle algo más, pero cerró la boca decidiendo no hacerlo—. Sé que prácticamente soy una desconocida, pero si hay algo importante que me debas o quieras contar, no te cortes —le insistió—. A estas alturas, creo que no hay nada que me pueda sorprender ya.
—No, eh… Ah… —Las manos de Emma se movían nerviosas mientras intentaba formular alguna frase hasta que desistió con un fuerte y frustrado suspiro—. Lo siento —se disculpó arrepentida—. Pensábamos que estarías dormida más rato y que nos daría tiempo…
—¿Entonces sí pretendíais ocultármelo? —le cuestionó un poco dolida _____.
—Lo siento… —repitió Emma—. No es que no quisiéramos decírtelo. Una vez despertaras sí te lo íbamos a contar. Pero estamos tan desorientados como tú y es una situación que… Digamos que al gobierno le preocupa la seguridad de sus ciudadanos por si no se trata de un caso aislado —Volvió a suspirar—. ¡Sí queremos ayudarte! Es solo que… Esperamos que no sea algo parecido a lo de los Pict… —finalizó más bien para sí misma.
—Entiendo lo de que mi caso pueda ser visto como una amenaza… —coincidió _____. Parecía que tanto Emma como Feliciano y seguramente Luc tenían un papel muy importante en el gobierno dada la facilidad con la que habían lidiado con los problemas burocráticos para que pudiera ser admitida en el hospital sin problema alguno. ¿¿Y si eran algo parecido a agentes secretos??
—Siento no poder contarte mucho más —se lamentó Emma—. Te prometo que cuando lleguen te lo contaremos todo si disponemos de permiso —dijo posando sus manos sobre las de la otra joven—. Reconozco que poder hablar con total libertad facilitará cualquier malentendido.
«A todo esto…»
—¿Emma?
—¿Sí?
—¿Qué es un Pict?
—Ay…
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—¡Bella! —gritó Feliciano mientras se abalanzaba rápidamente para dar un fuerte abrazo a _____.
—Feliciano…—se quejó la joven mientras intentaba tomar aire—. Me estás ahogando… —tosió ella, haciendo que el italiano la liberara rápidamente, aterrorizado.
—¡¡Perdona!! —se disculpó muy alterado—. ¿Te he hecho mucho daño? —preguntó recuperando su característica voz dulce.
—Tranquilo, sé que no era adrede —le tranquilizó ella, sonriendo para demostrar que estaba bien.
—Aunque por mi parte agradecería que nos ahorraras un segundo viaje al hospital… —le regañó Emma desde detrás de la chica—. ¿Dónde está Antonio? —preguntó al ver que se había presentado solo.
—No creo que tarden en llegar —murmuró un poco inquieto él.
—¿Viene alguien más? —inquirió la belga—. ¡Ah! ¿Al final Luc ha podido venir? —se alegró.
—Ah, no, no… —Feliciano negó con la cabeza. Jugueteaba nervioso con sus manos. ¿Tampoco había hecho nada malo, no? Aunque ahora sentía todo lo contrario.
—Feli…—Emma intentaba captar su atención, sin éxito. Feliciano seguía absorto en su cadena de pensamientos.
Emma le miró con pena. Hacía tantísimos años que se conocían que era imposible no intuir qué le pasaba.
—Feliciano…—Volvió a intentar ella. Esta vez, posando una mano sobre el hombro del joven, logrando que les mirara—. No me enfadaré —le aseguró—. ¿Quién más viene?
—Cinco más —confesó sin pensárselo.
Pero antes de que pudiera explicarse más, las puertas del ascensor se abrieron, acompañadas por un agudo ding, y de él salieron cinco hombres. Uno de ellos, el más bajito, caminaba a toda velocidad hacia donde estaban _____ y los demás.
A veces le costaba leer las caras de la gente, pero _____ tenía más que claro que el que se les acercaba estaba de muy mal humor. Aunque, viendo las reacciones de Emma y Feliciano, no sabía exactamente si debía preocuparse o no: Emma sonreía felizmente al joven que se acercaba; mientras que Feliciano, que permanecía de espaldas al pasillo, había palidecido de golpe y fingía no haberse percatado de su presencia.
—¡Oh, ni se te ocurra fingir que no me has oído llegar! —gritó el chico enfadado. Pero Feliciano permaneció inmóvil.
—¡Lovi, espéranos! —gritó otro hombre que seguía a toda prisa al de la mala leche, quien se paró en seco y se giró hacia el hombre.
—¡Que no me llames Lovi! —le regañó muy alterado para luego volver a girarse hacia Feliciano, que había vuelto un poco la cabeza para observar el panorama—. ¡Y tú! —le señaló. Madre mía, qué cabreo llevaba—. ¡Sabía que era muy mala idea dejarte conducir! —Feliciano se giró por completo hacia él.
—¡Pero Fratello, yo no-!
—¡Ni fratello ni leches! —le cortó—. ¡Oh, fratello, déjame conducir a mí! —dijo con una voz aguda forzada para fingir inocencia—, ¡Te juro que iré con cuidado! —añadió molesto— ¡He aprendido de la otra vez, no volverá a ocurrir! —prosiguió con el falso tono angelical.
«¿Fratello?» ¿Eso no era hermano o algo parecido en italiano?
—«¿Entonces el que grita es el hermano de Feliciano?» —se preguntó _____, que permanecía callada junto a Emma.
De hecho, ambos hombres se parecían bastante de cara y del peinado de ambos sobresalía un gracioso rizo.A pesar de no conocerlos, la joven observó que en lo que no se parecían en nada era en sus personalidades.
El hermano bajito rebuscó frenético entre sus bolsillos hasta que logró sacar un móvil y al rato lo puso frente a su hermano.
—¿Y con qué me encuentro? ¡Con esta foto que me ha mandado el mecánico! ¿Me lo explicas? —le demandó.
Por lo que pudo entrever _____, en la pantalla había una foto de un coche que parecía ser bastante lujoso. El joven amplió la imagen con enfado hasta que se vio un pequeño rasguño en la puerta delantera del lado del conductor.
—¿Cuándo pensabas confesarte? —le recriminó a Feliciano.
—¡Lovino! —El hombre que corría detrás de él por fin le había alcanzado—. Baja la voz, que hay vecinos —le regañó.
—Lo siento mucho, Lovino —se disculpó arrepentido Feliciano—. No había visto que te había rayado el coche cuando lo llevé a revisar…
Lovino se cruzó de brazos y soltó un fuerte resoplido. El enfado había desaparecido de su rostro. A ver, seguía mosqueado porque al fin y al cabo era su coche favorito, pero Feli era su hermano y sabía que había sido sin querer… Por mucho que discutieran y se hicieran enfadar el uno al otro, se querían.
—Que no vuelva a ocurrir, ¿me oyes? —le advirtió con un tono menos agresivo.
—¡Alto y claro! —exclamó Feliciano enderezando la espalda.
—Así me gusta, que os llevéis bien —se alegró Emma.
Lovino la miró. El cabreo le había hecho olvidar que Emma y los demás estaban allí también. Solo se había fijado en el borrego de su hermano. Cuál fue su sorpresa al percatarse de que detrás de Emma había otro par de ojos desconocidos fijados en él y que habían presenciado sus griteríos.
Se puso rojo como un tomate.
—Mira que llegáis a ser escandalosos los mediterráneos, ¿eh? —dijo uno de los tres rubios que se acercaban más calmados. Sus cejas eran notablemente gruesas.
—Arthur… —le advirtió el más alto—, no provoques.
Ese tal Arthur empezó a balbucear tras haber sido regañado frente a todos y el rubio de la melena larga se tomó la libertad de descojonarse en su cara, provocando que este empezara a insultarle.
—Sois unos críos… —exhaló el alto, que se frotaba la frente con la mano.
—«¿Se supone que estos son los que me tienen que ayudar?» —se preguntó _____, desconfiada.
—Bueno, ¿qué tal si entráis y os presentáis? —sugirió finalmente Emma antes de que la cosa fuera a más.
Obedientes, fueron entrando de uno en uno y tomaron asiento en el salón. _____ estaba sentada en medio del sofá, con las rodillas bien pegadas la una con la otra y sus manos sobre estas. A su derecha e izquierda se encontraban Feliciano y Emma, respectivamente. Al ser los únicos a los que conocía, le ayudaba a estar un poco más relajada. Los otros se encontraban repartidos en sillas y butacas, observando la desconocida en silencio.
—¡Bueno! —exclamó el castaño ojiverde para romper el silencio—. Yo soy Antonio, ¡un placer! —dijo extendiendo su mano hacia _____. Como estaban relativamente cerca, a esta le resultó fácil devolverle el saludo.
Así que él era el famoso Antonio que habían mencionado… Por lo menos parecía simpático.
—Mucho gusto —contestó ella con voz tímida—. Bueno, imagino que ya lo debéis saber todos, pero yo soy _____ —les informó de todos modos.
Una amplia sonrisa se dibujó en el rostro de Antonio. Entre carcajadas, rodeó con el brazo el cuello de el del coche y le presentó:
—Este gruñón aquí presente es Lovino. No te dejes engañar por su mala leche, ¡en el fondo es muy majo! —Sus palabras hicieron que la cara del otro volviera a teñirse de rojo.
—Hola… —se limitó a decir él, desviando la mirada hacia el suelo. Su voz ahora era suave, parecía otro.
—El rubiales gruñón de ahí es Arthur —continuó Antonio. Arthur hizo una mueca y protestó:
—No tientes a la mala suerte, españolito —le amenazó. Pero _____ supuso que era más bien en broma porque Antonio lo ignoró y se limitó a reír —. En fin… Es un placer conocerte al fin, _____ —dijo con un aire caballeresco.
—Sí, ahora disimula —se burló el de la melena rubia —. Yo soy François, c'est un plaisir (es un placer) —dijo dedicándole una sonrisa.
_____ se la devolvió y su mirada se puso sobre el rubio alto, esperando saber su nombre. Este se percató y acercó el puño a su boca para aclarar la garganta.
—Mi nombre es Ludwig, encantado —dijo con un posado serio.
—Ahora que ya os habéis presentado —empezó Emma—, me gustaría saber qué hacéis todos aquí —les cuestionó—. ¡Oh! No es que me moleste, ¿eh? Pero solo esperaba la visita de Feli y Antonio, por eso pregunto —aclaró al sentir que había sonado un poco seca.
—Yo… Eh… Me fui de la lengua al llegar al hotel… —confesó Feliciano avergonzado—. Y pues se me escapó cuando Ro-, Lovino y Ludwig me preguntaron por qué había tardado tanto en llegar.
—Por suerte, Gilbert estaba dormido como una roca —comentó Ludwig—. A ese sí que se le hubiera ido la lengua —Todos, menos _____ que les miraba con curiosidad, los reunidos asintieron a esa innegable verdad.
—Mientras que el pobre Antonio —dijo François señalándole—, tuvo suerte de que Arthur y yo estábamos con él en el bar porque casi le da un paro cardíaco —se burló François. A Arthur se le escapaba la risa.
—Casi se atraganta con la cerveza —se rio Arthur.
—Oh, sí. ¡Tendríais que haber visto la cara de Es-, Antonio! —dijo François meándose de la risa.
—¿En serio? —se burló Lovino—. Ay, ojalá hubiera venido para verlo… —comentó. El español miraba incrédulo a los tres.
—Pobrecito Antonio, no os paséis —le defendió Emma.
—Gracias Emma… —le agradeció dramáticamente él—. La verdad, Feli —dijo dirigiéndose al italiano—, es que en un primer momento pensé que te habías metido en algo chungo —confesó recordando el susto que se había llevado al recibir su llamada.
—¿¡Eh!? ¡No, no, no! —se alteró Feliciano—. ¡No estoy metido en nada raro, lo juro! —gritó haciendo gestos rápidos con las manos.
—Pues cuando eras más jo- ¡Auch! ¡¡Arthur!! —se quejó François, agarrando su pie adolorido por la pisotada que le acababa de dar Arthur.
—Perdón, creía haber visto un bicho —se disculpó. Aunque por el tono en que lo decía, no parecía arrepentirse ni lo más mínimo.
—A la próxima avisa, jolines… —protestó el otro—. Mi precioso pie… Eres un bruto...
—Por cierto —dijo Antonio, llamando la atención de _____. Abrió la mochila que había traído consigo y de ella sacó una carpeta negra para entregársela a la chica—. Aquí está toda tu nueva documentación. DNI, seguridad social, empadronamiento…
—¿Cómo? —preguntó confundida _____.
—¿Eh? —Antonio también estaba confundido.
—¿Así de simple? —cuestionó ella—. ¿No has necesitado ningún dato ni nada? ¿Cómo? —inquirió un poco temerosa. Parecían majos, sí. Pero volviendo a las dudas que se generaban en su cabeza, ¿qué o quienes eran para tener esta facilidad para tratar con los datos y manipularlos? —¿Y por qué? —Eso. Por qué la estaban ayudando tanto. No sabían nada de ella. Además era imposible buscar nada sobre ella en internet u otro lugar porque como le había dicho Luc, no había nada. Lo único que había coincidido eran los lugares que había descrito.
Todos permanecieron en silencio ante la mirada preocupada de _____, que simplemente quería saber qué pasaba exactamente. Pero todos apartaban la vista a otro lado, pensativos. La ansiedad que la forastera había logrado controlar durante esas horas, resurgió con gran potencia. Sentía su corazón latir con fuerza y en su cabeza resonaba el pitido de sus oídos.
Ludwig se cruzó de brazos y piernas, contemplando pensativo la mesa del centro del salón. Reclinó su espalda, apoyándola por completo en el sillón en el que estaba sentado y suspirando, dijo:
—Será mejor que simplemente le contemos la verdad.
Los demás le miraron con los ojos como platos.
—Tal y como están las cosas, facilitaría mucho más la investigación. Ya nos han dado permiso, creo que sería lo más lógico y óptimo —consideró Ludwig.
En ese momento, frente a una expectante _____, inició un acalorado debate sobre si realmente esa era la mejor opción de todas o si no deberían primero considerar otras vías. Pero dado que no se habían reportado sucesos parecidos en la intensiva investigaci��n que se había realizado, el caso de _____ era único.
La decisión estaba tomada.
—_____ —dijo Feliciano. Su expresión era seria—, creemos que no eres de aquí.
—Bueno… —interrumpió ella—. Eso sí. Yo, en un principio, vengo de España —dijo confundida ante la obviedad del italiano.
—No —negó con la cabeza Feliciano—. Lo que quiero decir es que no eres de aquí, de este mundo —insistió.
—Me he perdido…
—Visto lo visto —intervino Arthur—, lo más posible y creíble es que hayas sido transportada de tu mundo o dimensión, llámalo como quieras, al nuestro.
_____ le miró atónita. Su mente repetía en bucle las palabras de Arthur para intentar asimilar la situación. Todos la miraban comprensivos.
—Luc también nos habló sobre una extraña luz que vio poco antes de encontrarte perdida en la calle —le explicó Emma.
«Oh».
—Desconocemos el porqué, aún se está investigando —añadió Arthur—. Sabemos que suena disparatado, pero créenos, es lo más probable.
—Aun así —carraspeó _____—, suponiendo que todo lo que decís es cierto, no entiendo cómo habéis logrado crearme una identidad falsa con tanta rapidez… —cuestionó vigilando sus palabras. Si no eran espías ni trabajadores del gobierno, podían ser también parte de alguna mafia rara con contactos o algo parecido. Tampoco se la quería jugar demasiado, pero quería respuestas.
—Ahí va la pregunta del millón… —murmuró nervioso Antonio.
—Porque no somos humanos corrientes —espetó Lovino tras haber permanecido todo el rato en silencio—. Lo que a estos les está costando decirte es que somos las encarnaciones de los países en los que los humanos mortales vivís. Así de simple.
«¡Simple los cojones!».
—¡Romano, so bruto! —le regañó François.
—¿So bruto de qué? Hemos decidido decirle la verdad, ¿no? —se defendió indignado por la acusación—. Mejor ir al grano que no marear la perdiz*.
—Aun así… —suspiró Emma—. No es una información fácil de digerir, Lovi…
—¿Me…?¿Me podríais aclarar esto? —balbuceó _____ aún haciéndose a la idea.
—En esta Tierra —explicó Ludwig—, los países como tú los conoces tienen representantes humanos. Bien, somos humanos, tenemos forma humana, pero tampoco lo somos del todo porque nuestra existencia está vinculada a la del país al que representamos. ¿Hasta aquí todo bien?
—Eh… Sí, creo —contestó la chica llevándose una mano a la cabeza. Cuánta información de golpe…
—Bien. Pues como te decía —prosiguió inclinándose para apoyar ambos codos las rodillas, mirando a la chica fijamente—, nuestros cuerpos y emociones son como las vuestras. Pero llevamos aquí desde el momento en que se formó el territorio que representamos. No tenemos autoridad per se, pero sí nos podemos involucrar en los asuntos políticos hasta cierto grado. En tu caso, Antonio movió hilos para poder olvidarnos de problemas legales, pero considéralo una excepción por la situación de emergencia —_____ tragó saliva. La mirada del hombre era fría e intimidante—. Pero también una prueba de confianza. Te ayudamos con la esperanza de que guardes nuestro secreto y te comprometas a no hacer nada que pueda perjudicar a nuestra gente o a nosotros.
—Yo…—dijo _____ con voz temblorosa—, no tengo intención de hacer daño a nadie. Solo quiero volver a mi casa… —Le temblaban las manos que tenía aún agarradas con fuerza a las rodillas—. Siento mucho que mi presencia haya provocado todo esto, pero de verdad que no he venido ni por voluntad propia ni con el propósito de perjudicar a nadie.
—Eso espero —contestó Ludwig volviendo a cruzarse de brazos.
La tensión que se había creado podía cortarse con un cuchillo. _____ quería llorar. Los nervios que estaba pasando le empezaban a pasar factura y sentía que la máscara de valentía se estaba haciendo añicos. No quería llorar delante de más desconocidos.
—¡Ludwig no lo decía para regañarte! —le animó Feliciano pasando un brazo por su espalda para abrazarla de lado—. ¡No te preocupes! Estamos aquí para ayudarte también.
—Sí, perdona si te he asustado —se disculpó Ludwig. Su mirada se relajó al percatarse de la situación—. Solo quería asegurarme de que podíamos confiar en ti —añadió—.En mi caso, por cierto, soy el representante de Alemania —dijo con una pequeña sonrisa.
—¡Y yo de Italia del Norte! Aunque en general me llaman Italia a secas —exclamó Feliciano—. Mi hermano —dijo señalando a Lovino con la mano—, es Italia del Sur. Pero le llamamos Romano.
_____ les iba mirando uno a uno mientras se volvían a presentar con los nombres de los territorios a los que representaban: Arthur era la encarnación del Reino Unido, François la de Francia y Antonio y Emma eran España y Bélgica respectivamente. Aún le costaba hacerse a la idea de todo eso, pero tiempo al tiempo. Eso sí, saber que el mismo España estaría allí para ayudarla siendo ella de allí, la consolaba un montón. Se sentía, por así decirlo, un poco más cerca de su hogar.
Aunque estuviera en otro mundo.
*Marear la perdiz: Hacer perder intencionadamente el tiempo en rodeos o dilaciones que retrasen u obstaculicen la resolución de un problema (Fuente: RAE).
¡Espero que os esté gustando! Aún queda bastante historia por delante y no sé cuántos capítulos va a durar ^^u. Al principio pensaba que como máximo unos 10, pero a medida que he ido escribiendo, he añadido cosas, arreglando otras, … También lo he ido dejando en pausa un tiempo porque me atascaba y como buena escritora de fanfics me han pasado cosas que me impedían seguir (cosas del oficio :’D). ¡Pero tengo ganas de terminarla e ilusión no me falta! Eso sí, aviso que no sé cuánto voy a tardar en ir publicando los capítulos porque voy liada y si me estreso me bloqueo ;u;
Tengo más o menos pulido el siguiente capítulo y estoy reorganizando el 4. En general, tengo ya la estructura de la historia con lo más importante que tiene que pasar y mi intención inicial era tener la historia más o menos terminada para luego ir publicándola, pero sin tiempo límite para ir publicando y un poquito de presión me cuesta mucho avanzar (me gusta sufrir, qué queréis). Mi intención ahora era publicar por lo menos el prólogo y los 2 primeros capítulos para ver si gustan y tal.
¡También quiero añadir que no os sintáis presionados para comentar ni nada! Yo misma tengo muchos problemas para comentar en las historias o dibujos que me gustan porque me pone muy nerviosa, me bloqueo y entonces no sé qué decir Xd. Si os gusta, con que le déis al corazoncito yo ya seré feliz :D
Capítulo 1 🐞 Capítulo 3
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tigretulipa · 1 year
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Capítulo 1
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Frío. Tenía mucho frío. Y miedo, porque sólo sentía sus manos y pies húmedos y helados. Su cuerpo, si lo tenía, no obedecía los intentos de despertarse y salir de esa pesadilla de color oscuridad que no se puede ver. Tenía que relajarse, era sólo un sueño, así que se concentró en su respiración, sentir como el aire entraba en su cuerpo por su nariz hacia los pulmones. Poco a poco, las partes de su cuerpo se fueron uniendo a ella como un puzle y pudo notar cómo la sangre volvía a fluir por sus venas.
Una gota mojó su mejilla.
Seguida por otra.
Y otra.
Y otra más.
Estaba diluviando.
Abrió rápidamente los ojos, aturdida, esperando ver alguna gotera en el techo. Pero no había.
De hecho, por no haber, no había ni techo ni cama. _____ estaba completamente empapada, rodeada por una niebla espesa y amarillenta. Rápidamente, se levantó del suelo en el que estaba tumbada, pero regresó a este a la misma velocidad con la que se había despegado. La sangre latía con fuerza en su cabeza adolorida, como cuando le entraba agua por la nariz al tirarse en la piscina. Tampoco podía oír nada por el pitido agudo y constante en sus oídos.
Intentó volver a ponerse de pie, esta vez más suave y lentamente, pero el mundo giraba a su alrededor y ella sobre sí misma, intentando poner su atención en algo, pero sólo veía lo que parecían ser cajas de cartón. Las orejas le dolieron cuando se le destaponaron y el ruido ensordecedor del agua se metió dentro de su cabeza.
Estaba mareada, había empezado a hiperventilar y por más que intentara recuperar el control de su respiración, no lo lograba. Sentía el cuerpo débil y la cabeza ligera. No quería desmayarse, no allí. Tras varios intentos fallidos, logró ir liberando suspiros profundos y poco a poco, fue entrando en sí.
¿Dónde estaba? La niebla no dejaba ver del todo bien, pero por la oscuridad que había a sus espaldas en contraposición a las luces amarillas que había más adelante, parecía una especie de callejón sin salida. Inspeccionó detenidamente su cuerpo en busca de pistas o heridas de las que tuviera que estar al tanto, pero sólo presentaba algunos rasguños de su caída de antes, nada que pudiera resultar alarmante.
«Vale».
Tenía que salir de allí e intentar descubrir cuál era su paradero. Llamar a alguien por teléfono no era una opción porque lo único que llevaba encima era su pijama empapado y sucio, lo que significaba que tampoco tenía dinero o algo para identificarse. «No». Aquel era un muy mal momento para estresarse por eso. Primero, intentar saber dónde estaba. Después, pensar qué hacer.
Apoyó los brazos en la pared rugosa que tenía a su izquierda y se guio deslizando sus dedos por ella para poder ir avanzando entre la niebla sin tropezarse, hacia las luces del final del callejón. Mientras no fueran las del final del túnel, todo iría bien. Poco a poco se podían empezar a vislumbrar las luces procedentes de coches y farolas, los ruidos de la calle eran también más perceptibles porque la lluvia iba amainando.
Había llegado a una plaza circular con algunos bares y restaurantes ya cerrados, tampoco había nadie paseando porque debían ser altas horas de la noche. Los coches que circulaban por la calle que había al otro lado iluminaban de manera intermitente con sus faros el tramo que llevaba a la plaza. A su izquierda, la pared se alzaba en un gran edificio de cuya fachada colgaban banderas pertenecientes a la Unión Europea. Eso era una muy buena señal, por lo menos en principio no se había movido de Europa o por lo menos se trataría de una embajada.
Al estar quieta de nuevo, volvió a notar el frío en el cuerpo. Necesitaba desesperadamente un lugar en el que resguardarse y entrar en calor. Observando sus alrededores en busca de un refugio, se percató de que los carteles no estaban ni en catalán ni en castellano. «Raro». Al principio no se había dado cuenta porque las palabras “bar” y “restaurant” eran iguales en catalán, pero la información de los menús y especiales parecían estar escritos en francés y otro idioma que en ese momento no reconocía.
Volvió a inspeccionar la plaza con la mirada en busca de pistas o lo que fuera que le ayudara a saber qué estaba pasando. Se dirigió hacia el centro de la misma, mirando de un lado a otro hasta que ató cabos. Qué tonta, las banderas. La bandera belga que colgaba junto a la de las estrellas debería haberle dado una idea clara de dónde estaba.
Supuso un gran esfuerzo no dejarse llevar por la histeria. Reír, llorar, no sabía qué quería hacer. Nada. Genial. Maravilloso y esplendoroso eso de irse a dormir y despertarse a tomar por saco de casa. ¿Seguro que no seguía dormida? No. La bofetada que se había dado dolía un huevo. 
A ver, que podía intentar volver a casa andando, pero no tenía comida, ni bebida, ni dinero, nada de nada que le permitiera sobrevivir la caminata kilométrica hasta casa. Tampoco tenía un mapa para seguir una ruta clara y no perderse. La cosa pintaba chunga y no quería abandonar aún la posibilidad de estar soñando, para mantener la esperanza y eso.
Por lo menos, si necesitaba alguna cosa, podía intentar hacerse entender con su francés pisado gracias a la optativa de francés del instituto o podía probar si la entendían en inglés, porque el neerlandés como que no.
—Ay, por favor… Con lo a gusto que estaba una en su pisito con sus plantitas y sus cosas… —se lamentó cabizbaja, sentada en uno de los escalones que llevaban al edificio de las banderas. Estaba harta de todo, cansada, enfadada, triste, … Se sentía muy frustrada, pero no tenía fuerzas para llorar. Sólo quería volver a despertarse en su cama.
—¡Hoi, jongedame! (¡Hey, joven -mujer-!) —Una grave voz varonil resonó por toda la plaza y _____ se sobresaltó. Un hombre uniformado se le acercaba con paso acelerado desde el interior del edificio. Parecía un agente de seguridad— ¿Gaat het? (¿Estás bien?) —No solo su estatura, los ojos grisáceos del desconocido resultaban bastante intimidantes. _____ se quedó inmóvil mirando al rubio, con una mano en el pecho para calmar su corazón acelerado por el susto—. Mademoiselle, ¿vous allez bien? (Señorita, ¿se encuentra bien?) —Por fin entendía algo de lo que el hombre le estaba diciendo.
Con voz temblorosa, suspiró un “no” en francés. Los ojos del policía, confirmado ahora que lo veía más de cerca, se abrieron como platos y empezó a hablarle muy rápido en francés. _____ sólo entendía algunas palabras sueltas, pero el hombre tampoco daba tiempo para meterse en la conversación y pedirle que hablara más despacio.
Abrumada, las lágrimas por fin empezaron a brotar de los ojos de _____ y el color se esfumó del rostro del guarda cuando esta empezó a sollozar sin parar a pesar de la vergüenza que sentía por hacerlo frente a un desconocido. No podía más.
El hombre le volvió a hablar, esta vez con un tono más suave para intentar calmarla. Entre llantos _____ le hizo entender que no comprendía qué le estaba diciendo, de modo que el agente intentó comunicarse en inglés mientras le repetía “It’s okay” (no pasa nada/tranquila*) dándole palmaditas en la espalda, logrando, pasado un rato, detener las lágrimas de _____.
Cuando el policía le volvió a preguntar qué le pasaba, _____ permaneció en silencio unos segundos para pensar. ¿Qué le diría y cómo? Porque “Me fui a dormir en mi piso en España y me he despertado en medio del callejón de al lado sin saber por qué” no sonaba muy creíble, por muy verdad que fuera. 
—Yo-
—¿Sucede algo? —Una voz dulce procedente de detrás hizo que ambos se giraran.
En la puerta, un hombre de apariencia joven les observaba confuso. El policía se incorporó adoptando una postura muy rígida y le dirigió un saludo muy formal. El joven de la puerta se ruborizó ante esa muestra de respeto y moviendo agitadamente las manos de arriba hacia abajo, le decía que no hacían falta tantas formalidades para dirigirse a él. _____ los observaba a ambos, sorprendida por la reacción del policía y curiosa por el otro joven y lo importante que debería ser para que el otro lo tratara de esa manera.
El agente carraspeó,
—No sabía que aún estabas aquí, ¿a qué es debido? —El joven soltó una pequeña risilla, avergonzado.
—La verdad es que me he quedado dormido en la sala de reuniones —explicó frotándose la nuca con una mano y mirando hacia otro lado—. Cuando me he despertado he visto que no había nadie y me he asustado porque pensaba que me había quedado aquí encerrado —dijo volviendo su mirada hacia el policía y _____. Volvió a reír—. Pero como he visto que el resto de luces estaban encendidas y la puerta de la entrada estaba abierta, he salido a ver si encontraba a alguien—. Tenía una sonrisa boba pegada en la cara, pero _____ sintió cierta ternura hacia él.
Imitando al guarda, se levantó del suelo y los ojos del chico que la observaban se abrieron horrorizados al ver más claramente el estado de la chica: Su cabello aún estaba empapado, tenía la ropa sucia y mojada pegada al cuerpo y sus manos temblaban seguramente por el frío de la noche. Alarmado, les ametralló a preguntas sobre qué había pasado, por qué esa chica estaba en ese estado y si necesitaba ayuda. El policía, habiendo aprendido la lección, le tuvo que detener para que dejara que la muchacha contestara. Quien, apartando la mirada hacia las piedras brillantes del suelo, vaciló un momento, cuestionando si sería buena idea ser totalmente sincera u obviar detalles.
—«A la porra» —decidió—. «Por lo menos, si me encierran en la cárcel o en un manicomio, tendré refugio y comida».
Cuando terminó de contarles su versión de los hechos, levantó tímidamente la cabeza. Las miradas de los otros estaban fijadas en ella. Seguro que el vestido blanco le sentaría fenomenal.
—Necesito pedirte algunos datos —informó el policía. Estaba muy serio. «Oh, oh»—. Para comprobar cuán veraz es lo que nos acabas de contar. ¿De acuerdo? —. _____ asintió. El hombre, antes tan amable, ahora daba miedo. Tenía las cejas rubias fruncidas y sus ojos grisáceos la miraban intensamente, como si buscaran algo. 
Empezó por preguntarle su nombre y apellidos; los de sus progenitores, familiares, amigos y conocidos; en qué parte de España, localidad, calle y número vivía; en qué centros había estudiado; si trabajaba, dónde y durante cuánto tiempo; el número del DNI; su teléfono de contacto; nuevamente el teléfono de familiares, amigos y conocidos que recordara; descripciones que recordara de la calle en la que vivía; nombres de vecinos, tiendas u otros lugares que recordara de donde vivía, así como descripciones de estos; dónde nació en caso de saberlo, entre otras cosas más. Una vez satisfecho con las respuestas, el agente se alejó para contrastar la información cuanto antes.
Tenía el cerebro frito de tanto pensar y recordar y el cuerpo le temblaba por el frío y por los nervios que había pasado por el interrogatorio. Se le había revuelto el estómago y sentía que en cualquier momento sacaría lo que llevara dentro. Una mano cálida se posó sobre su hombro izquierdo. El otro joven la miraba con lástima, ofreciéndole su abrigo para cubrirse. Era todo lo que le podía ofrecer por ahora.
—También deberías visitar el hospital, para asegurarnos de que tu salud no corre peligro. ¿Te parece bien? —Preguntó con gentileza el otro. _____ asintió, le dolía la garganta de tanto hablar.
—Pero —carraspeó ella—, si no tengo nada que me identifique encima, ¿cómo lo hago? Tampoco tengo dinero para pagar lo que sea que me tengan que hacer —le temblaba la voz.
—No te preocupes, por ahora yo me haré cargo de eso —sonrió. _____ se preguntaba cómo podía encargarse de todo ese desastre y mostrarse tan tranquilo. De hecho, no entendía por qué se estaba tomando tantas molestias para ayudarla cuando la podría haber dejado sola con el policía y olvidarse del problema.
—Los nombres que me has dado no coinciden con los de ningún residente europeo —interrumpió el policía mientras se acercaba a ellos—, ni apellidos, ni domicilios, ni teléfonos —informó.
«¿Cómo que no coincidían?»
—Tus datos —añadió—, tampoco. El número de DNI que me has dado pertenece a otra persona.
«¿Qué?»
El rostro del hombre se relajó un poco.
—Pero todo lo demás, coincide. Con mucha exactitud. Por tu acento queda claro que no eres de aquí. Tampoco hablas nuestro idioma y tu castellano y catalán son muy fluidos, el nivel de un nativo —. La respiración de _____ estaba atascada en su garganta, esperando el veredicto. El otro hombre más joven también permanecía tenso a su lado, a la espera de las conclusiones del policía —. Por ahora, dejaremos el tema aparte y te llevaremos al hospital. Cuando salgas ya hablaremos —. Bueno, eso era una buena señal, ¿no?
—Voy a hacer unas llamadas, entonces —anunció el otro hombre mientras se alejaba un poco del grupo. Durante el tiempo que tardó, el agente y la joven habían permanecido en completo silencio —. En breve llegará una amiga que nos puede llevar al hospital. Conoce mucho mejor cómo funciona todo por aquí y tiene coche —les avisó regresando con pasos acelerados.
El silencio había vuelto a reinar en esa plaza, cuando _____ lo cortó:
—¿Iré a prisión? —preguntó inquieta.
—¿Cómo? —Preguntaron ambos hombres al unísono.
—Sed sinceros, lo que os he contado puede dar la impresión de que estoy loca. Dudo que me creáis.
—Bueno —rio el del mechón rizado—, la historia sí es rara. Pero… —. No sabía cómo expresarlo.
—Pero tampoco podemos afirmar o negar que estés mintiendo —añadió el hombre más alto.
El coche que había entrado en la plaza les interrumpió. En un instante lo tenían delante. La ventanilla del copiloto se deslizó hacia abajo y una mujer les hizo gestos frenéticos para que subieran al vehículo.
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—Mira que hacerme venir a estas horas… —se quejó la mujer rubia lanzando una mirada al joven por el retrovisor.
Los pasajeros se movieron inquietos en los asientos. _____ miraba las calles iluminadas por la ventanilla que había a su izquierda mientras se regañaba mentalmente, procurando que el pánico no se reflejara en su cara: había confiado en unos desconocidos, se había metido dentro de un coche con desconocidos. Desconocidos que parecían querer ayudarla de manera genuina, pero eran, valga la redundancia, desconocidos. ¿Y si en lugar de llevarla al hospital la llevaban a saber dónde? Una chica sin teléfono ni identificación, un blanco fácil para aquellos con malas intenciones. Se había dejado llevar por la confianza que emanaban el aparente agente de seguridad y el chico aparentemente amable.
—Discúlpenos —. La voz del policía la sacó de sus pensamientos—. El señor Vargas consideró que usted era la más adecuada para ayudarnos en estos momentos.
—Siento haberte despertado… —se lamentó el señor Vargas.
—No pasa nada —suspiró la mujer—. Tampoco estaba durmiendo, me había enganchado a una serie y me habéis pillado justo en la parte más intensa —rio.
_____ miró por el cristal del retrovisor para observar más detenidamente a la mujer. Eran poco perceptibles, pero sus ojos verdes eran despampanantes e iluminaban su adorable rostro. La mujer se percató y le dirigió una mirada fugaz.
—A todo esto —dijo mirando al frente—, me llamo Emma. Un placer —le comunicó, esbozando una sonrisa.
—Yo me llamo _____… —contestó e intentó devolverle la sonrisa con las pocas fuerzas que le quedaban en el cuerpo. Volvía a estar agotada.
—¡Es verdad! —se alteró el joven sentado a su lado—. Perdona bella (bonita), no nos habíamos presentado aún —exclamó el ¿quizás? italiano mientras le tendía la mano—. Mi nombre es Feliciano Vargas, ¡un placer! — _____ le devolvió el gesto, ganándose una amplia sonrisa del chico.
—Puedes llamarme Luc —se limitó a decir el policía.
—En nada llegaremos al hospital —informó Emma—. Os dejaré en la puerta de emergencias para que vayáis entrando mientras yo busco un sitio para aparcar. Así no perderéis el tiempo.
Cuando bajaron, las piernas de _____ parecían flanes y tuvo que apoyarse en Feliciano para poder entrar. Afortunadamente, no tuvo que esperar mucho para ser atendida. El italiano se encargó de hacer el papeleo mientras ella era atendida por unas enfermeras muy amables.
—Luc —. El italiano llamó la atención del policía mientras caminaban hacia la sala de espera que había al lado de la recepción—. ¿Puedo hacerte una pregunta? No esta, otra —le consultó, jugueteando inquieto con sus manos.
—¿Está relacionado con el hecho que no he puesto demasiado en duda la historia de _____? —intuyó él.
—¿Cómo lo has sabido? —preguntó el italiano sorprendido. El policía soltó una carcajada.
—Hace mucho tiempo que trabajo con vosotros, y tú eres como un libro abierto —. Bajó el tono de voz—. No es algo raro para mi ver cosas así, ya han pasado cosas difíciles de creer en el pasado. Vuestra propia existencia sería difícil de explicar para los otros humanos —le explicó—. No para mí, claro está. Mi familia lleva siglos trabajando con vosotros.
—Es verdad —rio Feliciano—. Aún recuerdo cómo me regañaba tu abuelo cuando llegaba tarde a las reuniones. Era mucho peor que Alemania —. Volvió a reír disimuladamente para no atraer la atención de los demás hacia ellos. Luc le sonrió.
—Mi abuelo era muy estricto, pero es gracias a él y a mi madre que aprendí todo lo que sé —le confesó—. Hay algunas cosas que me hacen creer que no miente. Pero me gustaría hablarlo cuando llegue la señora Bélgica.
Feliciano sentía mucha curiosidad, pero se tuvo que aguantar las ganas de preguntarle más. Se limitó a asentir con la cabeza y levantarse para beber algo.
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Emma entró con paso acelerado buscando a sus compañeros. ¿Qué había pasado y quién era esa chica?
Feli estaba sentado cabizbajo en uno de los bancos cerca de las máquinas de café. La rodilla derecha le iba loca de arriba a abajo, si seguía así la bebida del vaso que sujetaba en sus manos se vaciaría antes de que pudiera beberla. Al otro lado, Luc miraba por la ventana que daba a un patio interior, mirando de vez en cuando el reloj del móvil.
—¿Ha habido algún problema? —les preguntó tomando aire.
—No —le informó Luc—. El señor Vargas se ha encargado de todo y la han atendido nada más llegar.
—¿Me podéis poner al corriente, entonces? —les preguntó la belga mientras se pedía un café solo—. ¿Quién es esa chica? —le preguntó a Feliciano.
—Creo que quién mejor te lo puede contar es Luc. Yo me los encontré más tarde —sugirió señalando al hombre con la mano—. De mientras aprovecharé para dar las gracias a Antonio —avisó mientras sacaba el móvil del bolsillo de los pantalones y se alejaba hacia un rincón más tranquilo, dejando que Luc se encargara de poner al día a Bélgica.
En la llamada anterior le había pillado saliendo de un bar con Inglaterra y Francia, así que a esas horas seguramente España ya estaba descansando en el hotel. Optó por dejarle un mensaje escrito para que lo leyera por la mañana. Se quedó embobado mirando la pantalla iluminada. Había dormido unas cuantas horas, pero seguía demasiado cansado para sacar a su yo más enérgico. ¿Qué hora era? Las doce y trece de la noche. Por suerte no tenía que levantarse temprano para trabajar ese día y tendría tiempo para dormir tanto como su cuerpo le pidiese.
Jugaba con el botón de encendido del móvil, pensativo. Aún quedaba por pagar los servicios médicos porque no les había dado tiempo a preparar una tarjeta sanitaria europea, Antonio solo había tenido tiempo para que la añadieran como ciudadana española. Suspiró profundamente. Luc era humano, con una vida normal y un salario suficiente para llevar una vida decente. Además, ya había hecho más de lo que su trabajo le permitía. Bélgica era muy amable, pero no podía pedirle que pagara así por las buenas, y _____ no tenía dinero.
Esto le dejaba solamente a él. Sabía que se estaba involucrando demasiado, pero sentía que no podía darle la espalda a la pobre chica de esa manera. No después de todo lo ocurrido. Romano le mataría cuando se enterara, pero decidió que ese sería un problema para el Feliciano del futuro y regresó con Emma y Luc.
—Otro motivo por el cual me inclino a creer sus palabras —empezó a explicar el agente—, es que poco antes de encontrarla perdida en la calle, vi algo raro por la ventana —informó—. Mientras guardaba las cosas para irme, me dio la impresión de ver por el rabillo del ojo una especie de luz que parecía venir del callejón por el que apareció—. Las encarnaciones de Italia del Norte y Bélgica le escuchaban atentos—. Era una luz rara, había algo en ella que no me terminaba de cuadrar porque no parecía tratarse de un rayo, de los faros de algún coche o de alguna farola. Fue fugaz, pero durante aquellos milisegundos parecía que había amanecido —. Se pasó una mano por la cabellera dorada—. Lo cierto es que dudaba si había sido producto de mi imaginación, pero bajé de todas maneras para comprobarlo. Fue entonces cuando la encontré.
—Bueno, eso definitivamente sustenta las declaraciones de _____ —afirmó Bélgica cruzándose de brazos—. El problema, de ser este el caso, es qué hacemos con ella. No podemos simplemente dejar tirada por allí y que se espabile una vez salga de aquí.
—Tal vez mañana le podríamos volver a preguntar —sugirió Italia—. A lo mejor estando un poco más relajada recuerda algo más.
—O vuelve a su mundo mientras duerme —consideró Luc—, puesto que es así como llegó aquí en primer lugar. Lo cual facilitaría las cosas.
—En ese caso, puedo ofrecerle una habitación en mi casa —ofreció Emma—. Tu Feli te estás alojando en un hotel y tú Luc ya tienes otras cosas por hacer. Yo puedo vigilarla y avisaros si pasa cualquier cosa.
—¿En serio nos harías ese favor? —se alegró el italiano.
—Sí —le sonrió ella—, no es ninguna molestia.
Entonces ya no había mucho más de lo que preocuparse esa noche. Estaban todos exhaustos, de modo que era mejor dejarlo todo para el día siguiente. _____ tampoco se negó a quedarse esa noche con Bélgica.
*En este contexto, considero que podría traducirse también por “tranquila” puesto que es una expresión que se puede usar para calmar a alguien.
Prólogo 🐞 Capítulo 2
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tigretulipa · 1 year
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Prólogo
A pesar del pronóstico soleado que se esperaba para ese sábado, _____ se había despertado por el ruido intenso de las gotas golpeando las persianas. Quería seguir durmiendo, pero se había desvelado y le estaba resultando imposible. 
—Pues nada —suspiró pasado un tiempo y sin poder aún regresar al reino de Morfeo. Lentamente, se incorporó, su espalda crujiendo en el proceso, y una mueca se le dibujó en el rostro. Con movimientos vagos y torpes fue subiendo las persianas del piso para que entrara la poca luz que había.
Era temprano y su cuerpo le gritaba que volviera a la cama, calentita y suave. Extremadamente tentador, pero tenía planes para ese día y trabajo acumulado por hacer en casa. Ya descansaría el domingo.
Se paró frente a la ventana que había en la cocina y la abrió, dejando que el olor a lluvia y brisa fresca de primavera empaparan su hogar. Sus ojos cansados observaban la calle mientras el aire le acariciaba la cara apoyada sobre sus brazos en la repisa de la ventana. Junto a la lluvia, resonaban en la calle algunas rejas y persianas de vecinos y comercios, la mañana se iba desarrollando con lentitud.
Tras una última ojeada, se dispuso a calentar agua para el té, puso dos rebanadas de pan en la tostadora y sacó de la nevera el queso para untar, algunos tomates cherri y hojas de rúcula que había comprado la tarde anterior. Se había levantado con hambre y hacía días que le daba vueltas a esas tostadas. Un generoso chorro de aceite de oliva y una pizca de sal y aleh, bon appétit (buen provecho). 
Como la tetera aún no silbaba, _____ sacó las plantas al balcón para aprovechar la lluvia. No le gustaba reconocerlo, pero las había descuidado un poco. A lo mejor colgando una pizarrita o algo en la pared o la nevera le ayudaría a no olvidar tan a menudo las cosas que tenía por hacer. Apuntaría esa idea en un papel para que tampoco se le olvidara.
Con un último esfuerzo sacó la maceta más pesada, soltando un quejido al dejar de aguantar el peso. Se quedó observando la planta, absorta en sus pensamientos hasta que algo rojo le llamó la atención. 
—¿Y tú qué haces aquí? —preguntó burlona a una pequeña mariquita posada sobre una de las hojas de la planta que acababa de sacar—. A ver, ven aquí, hija mía, porque te me vas a ahogar—. Acercó su mano con cuidado y el insecto brillante se subió a su dedo anular. Las patitas le hacían cosquillas. A saber cuánto tiempo llevaba el pobre insecto allí, como mínimo esa noche la había pasado dentro. Con movimientos suaves dejó la mariquita en otra maceta con flores que quedaba protegida de la lluvia, de esa forma no se mojaría y cuando quisiera podría irse. Aunque tuvo que insistirle un poco porque no parecía tener intenciones de bajarse de su dedo. En su intento de enderezarse, los huesos de la espalda se le acabaron de acomodar en un crujido que hizo que se planteara _____ visitar con urgencia un osteópata.
«Una aparte de guapa, crujiente».
Con unos últimos estiramientos volvió hacia dentro para apartar del fuego la tetera que había empezado a silbar y terminar de preparar su desayuno. Entre bocados y sorbos iba poniéndose al día en sus redes sociales, llevándose un gran chasco al consultar el pronóstico para el resto del día: lluvias intensas en gran parte del territorio. Bien por el tema de las sequías, pero a la porra sus planes para salir a dar una vuelta ese día.
Pasó un buen rato hasta que decidió levantarse de la silla y empezar a ordenar y limpiar la casa. La lluvia invitaba a seguir durmiendo, o por lo menos a tumbarse en el sofá con una mantita ligera, pero el deber llamaba y si no lo hacía entonces, lo tendría que hacer el domingo o el lunes… O el martes... Para qué engañarse, seguramente lo haría cuando se empezara a amontonar todo y no tuviera más remedio que guardar bien las cosas.
Tras guardar la ropa en el armario y limpiar a fondo las estancias, puso las sábanas húmedas que había en la lavadora dentro de la secadora; tenía previsto dejarlas secar al sol, pero visto lo visto, tocaba secarlas a máquina. Tener que esperar a que terminara el programa era una excusa perfecta para llevar a cabo lo que había deseado hacer antes: tumbarse en el sofá y ver una película que tenía pendiente desde hacía tiempo. 
Los ojos le pesaban de nuevo ¿Qué le pasaba que tenía tanto sueño? Su pregunta no pudo ser respondida, pues al poco rato se sumergió en un profundo y dulce sueño. Olía a miel y primavera, los botones dorados de las flores se extendían por todo el prado y ella corría entre peces de agua sobre la hierba alta que se iba alejando cada vez más a medida que subía hacia las nubes de algodón. Los hilos de viento que la elevaban cantaban su nombre. Y _____ extendió su brazo hacia arriba, hacia las manos delicadas que se abrían paso en el cielo para recogerla.
«Pronto» pensaba. «Ya casi» se decía tensando los dedos hacia ellas. Y cuando su índice derecho alcanzó una de las manos… Cayó.
Cayó en las profundidades de un mar dorado tan deslumbrante que tuvo que apretar con fuerza los párpados y cubrirlos con las manos mientras aguantaba la respiración. Para que cuando los volviera a abrir, se encontrara de nuevo en el sofá con la manta toda revolucionada tirada en el suelo. Seguía lloviendo, pero unos tímidos rayos de sol bañaban su apartamento haciendo frente a la densidad oscura de las nubes. Miró el reloj, eran pasadas las tres de la tarde.
Se sentó, un poco confusa: Había dormido más de tres horas y aun así se sentía agotada. Llegados a este punto, le preocupaba un poco la situación y se preguntaba seriamente si debería pedir cita al médico. O tal vez ese sueño tan… tan abstracto la había agotado más de lo que estaba. Aunque aún tenía el olor dulce del polen en la nariz.
Pese a no haber comido, no tenía mucha hambre, así que comió algunas de las sobras que tenía en la nevera y se dio una ducha caliente para relajar el cuerpo. Como continuaba estando cansada, decidió irse a dormir más temprano de lo habitual, disfrutando del confort de las sábanas con olor a limpio mientras escuchaba el sonido persistente de la lluvia que parecía caer con más intensidad que antes.
Notas previas 🐞 Capítulo 1
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tigretulipa · 1 year
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SOGNI D'ORO
[ APH Italia del Norte x Lectora ]
Idioma: Español de España
Sinopsis: Es un sábado lluvioso, y cansada tras una semana muy ajetreada, _____ decide irse a dormir más temprano de lo habitual. Todo bien hasta que se despierta en medio de un callejón neblinoso y sin salida, a kilómetros de su hogar. Pronto llega la ayuda y descubre que, al parecer, en esta especie de mundo paralelo, ¿las naciones tienen un cuerpo humano? Con la ayuda de varias de ellas intenta encontrar un modo de regresar a casa, pero en el proceso el alegre joven que encarna el norte de Italia empieza a sentir algo más que amistad por _____. También publicada en Wattpad, Quotev y AO3
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Notas previas
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Antes de empezar, me gustaría hablar un poco sobre el contenido del mismo:
En primer lugar, la lectora es una mujer cis y será de nacionalidad española, concretamente de Cataluña. Este fanfic nace de una de las muchas historias e ideas que se me pasan por la mente con personajes en los que estoy interesada en el momento. Además, quiero aprovechar este relato para dar a conocer aspectos de mi cultura (sobre todo comida, la comida es sagrada para mí).
Aparecerán expresiones y refranes, así como diálogos o palabras en catalán y en otros idiomas, pero con su significado al lado entre paréntesis para aquellos que lo desconozcan (en el caso de los idiomas extranjeros, he intentado encontrar las expresiones adecuadas para cada situación y buscado traducciones más allá de las que ofrece el Traductor de Google para asegurarme de que no sean literales o inexactas). Hay palabrotas. Intento no abusar de ellas, pero haberlas, hay.
Hace un tiempo vi algunos edits de Hetalia en Tiktok y despertó en mí el interés por este anime que no veía desde que iba al instituto, en concreto el personaje de Italia del norte. Este anime/manga, así como las producciones de sus fans (juegos, videos, historias, etc.), ocupan un lugar importante en mis recuerdos. Aviso que los personajes seguramente serán Out Of Character porque hace mucho que no veo la serie.
Esta historia es como una especie de terapia para mí: Estoy en un momento de mi vida en el que siento nostalgia al pensar en mi época de adolescencia (época en la que descubrí Hetalia) e infancia. Quiero reconectar con esa yo olvidada y recuperar esa falta de miedo a escribir, dibujar, decir, etc. que tenía mi yo de 13-14 años, que simplemente hacía las cosas por diversión y porque le gustaban.
Hace muuuuchos años que no escribo un fanfic (o una historia en realidad). Cuando era más joven empecé algunos de otros fandoms, pero jamás los terminé. Espero que no sea el caso. Quería retomar la escritura (que hace tiempo dejé) y escribir fanfics es una vía que he encontrado para practicarla, mejorar mi vocabulario, mi forma de escribir, etc.
En cuanto a la frecuencia de publicación de los capítulos, no puedo dar una respuesta. Tengo el guion de lo que quiero que pase, pero tengo que acabar de darle forma, enlazar las partes, pulir detalles y ortografía. Esto sumado a si estoy motivada o no para escribir.
¡Otra (y última) cosa! Para mayor inmersión, podéis usar extensiones para cambiar «_____» (5 guiones bajos) por vuestro nombre o lo que os apetezca. Yo uso la de InteractiveFics en el navegador de Chrome.
Sé que son unas cuantas advertencias, pero quería dejarlo todo claro antes de que procedáis con la lectura del texto.
¡Espero que la disfrutéis!
🐞 Prólogo
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