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TigreTulipa
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20+ ✦ She/Her ✦ Cat · Es · Eng ✦ INFJ ✦ ♒Estoy aquí para practicar mi escritura, que hace mucho tiempo dejé.🌷MasterlistTambién estoy en Wattpad y AO3Instagram ✦ Carrd
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tigretulipa · 2 months ago
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COLLAB OF THE CENTURY RHAAAAA
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tigretulipa · 2 months ago
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The Käärijä/Baby Lasagna interlude, which is better than the entire evening. The GOATS, really!
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tigretulipa · 2 months ago
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top three unexplained things
What was the universe was like before the big bang?
What is in Area 51?
Eurovision 2025 results and voting
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tigretulipa · 2 months ago
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No me creo los resultados de la edición de Eurovisión de este año...
Ni de coña los favoritos han recibido tan pocos puntos del jurado y del publico mientras esos casi ganan...
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tigretulipa · 2 months ago
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No stresso, no stresso
No need to be depresso
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tigretulipa · 3 months ago
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They survived the 2025 Iberian blackout and all they got was these stupid tshirts
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tigretulipa · 3 months ago
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“this fic was written by AI”
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tigretulipa · 7 months ago
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Finished the Viktor piece in time for his birthday!
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tigretulipa · 9 months ago
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✨🌈Reblog if it is okay to spam you with spooky boops!🌈✨
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tigretulipa · 9 months ago
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Capítulo 5
Volví 😎👍✨
Los próximos capítulos (contando este) son los primeros que pensé y los que detonaron el resto de ideas para la historia. Tenía claro que quería que una parte del fanfic transcurriera en el pueblo. Esta parte de la trama es fruto de la nostalgia al recordar los viajes que hacíamos en familia en verano al pueblo de mi abuela, en Aragón: las conversaciones y partidas de cartas con los abuelos vecinos, los paseos nocturnos por el pueblo comiendo pipas, las excursiones al río y al monte, las tardes de piscina, oler a pan recién horneado al pasar por delante de la panadería, la brisa fresca de la mañana, las comidas y cenas en familia, jugar con mi hermano en el parque o al Pokémon de la Nintendo DS en el sofá (recuerdo que eran el Diamante y el Perla), los pícnics en el parque con mis primos, … Creo que era la época del año en que era más feliz. ¡Tenía muchas ganas de llegar a esta parte! Espero que disfrutéis del contenido tanto como yo mientras lo escribía <3 PD para aclarar: mi familia está bien xD Pero al haber pasado tantos años, muchos de los abuelos y de las abuelas que conocí ya no están y el ambiente en las calles es muy distinto; ya no está tan animado y mucha gente ya no sale a la calle por la noche a tomar el fresco porque mucha gente mayor se queda dentro para mirar la tele, el móvil, … Cuando yo era más pequeña no había teléfonos móviles como los de ahora ni datos móviles para conectarse a internet en cualquier lugar. Además, en la casa no teníamos internet (ahora sí) y si queríamos descargar algo o trabajar en el ordenador teníamos que ir a la puerta del ayuntamiento para conectarnos al wifi o ir al bar del pueblo XD Así que salíamos de casa sí o sí.
Os dejo también por aquí los enlaces de Youtube y de Spotify (elegid el que prefiráis) con la playlist que he creado de las canciones que me imaginaba que escucharían los personajes durante el viaje, por si os apetece escucharla.
«Cincuenta, cincuenta y uno, cincuenta y dos...» Si había subido y bajado ya unas cinco veces, ¿eso cuántas escaleras eran?
El sonido de los seguros de un vehículo cerrándose resonó en la calle llegando hasta el rellano del bloque. El muy puñetero de Antonio se había escaqueado de bajar las cosas porque estaba ocupado poniendo bien los asientos y revisando que todo estuviera en orden en la furgoneta que tenía guardando polvo en el garaje, así que la pobre _____ se había tenido que encargar de cargar con todo el peso ella sola. Y aún no había terminado. «Solo son cuatro cosillas de nada» se había atrevido a decir cuando _____ le había preguntado qué se llevarían.
—¿Aún queda algo?— preguntó el español sacando la cabeza por el portal.
—Solo cuatro cosillas— se burló sarcástica _____.
—Pues venga —, la alentó él mientras subía las escaleras de dos en dos a toda prisa— ¡Ánimos y para arriba!
No, si encima pitorreo.
—En fin… —suspiró mientras caminaba hacia la furgoneta para dejar las bolsas junto a las demás.
Venga, a subir esas escaleras infernales.
Al legar arriba, Antonio ya estaba cerrando la puerta con llave. En el suelo, dos bolsas llenas de comida le esperaban.
—Toma. —Antonio le tendió una bolsa mientras él se colgaba la otra del hombro, sonriéndole divertido.
_____ bajó nuevamente, refunfuñando por la cantidad de equipaje que se estaban llevando y reclamando sus derechos como mula de carga. Antonio, que bajaba detrás de ella, se reía.
—Menos quejarse y más trabajar —le bromeó.
_____ frenó en seco y se giró boquiabierta, fingiendo haberse sentido ofendida por sus palabras.
—¡Así fortalecerás los músculos! —le animó él algo burlón.
—Isí firtilizirís lis míscilis —le imitó ella, saltando sobre las últimas dos escaleras.
Con un último esfuerzo, terminaron de acercar las cosas para poder cargarlas e irse. Antonio había sido suficientemente previsor como para haber instalado un portaequipajes en el techo de la furgoneta, porque a pesar de su tamaño no tenía pinta de que el vehículo tuviera suficiente espacio para todo lo que llevaban. Incluso _____ dudaba de que quedara sitio para las maletas de los demás.
—No te preocupes —le dijo él muy seguro de sí mismo—, tengo un máster en Tetris. —Y de un salto, se subió al peldaño de la puerta de los asientos traseros para abrir el portaequipajes, arrepretando con fuerza las bolsas entre ellas hasta que quedaron bien encajadas.
Tan ligero como se había subido, volvió a bajar frotando sonoramente las palmas de sus manos y con el mentón bien alto, orgulloso de su hazaña.
—¿Soy bueno, eh? —se regocijó posando con las manos en las caderas.
A _____ se le escapó una risa burlona.
—No sé yo si cabremos aquí dentro con tu enorme ego —bromeó y le endiñó un ligero codazo mientras sonreía.
—Con tal de no darme la razón… —suspiró llevándose la mano en la frente de manera exageradamente dramática para luego reírse sonoramente.
Canturreando, Antonio se dirigió hacia el lado del conductor, echando una última ojeada al exterior del vehículo para asegurarse de que no se dejaban nada antes de subirse. _____ siguió su ejemplo en el lado del copiloto y al ver que todo estaba correcto, abrió la puerta y con un salto alegre tomó asiento, cerrando enérgicamente la puerta a su paso.
—¡Pero niña! —se escandalizó el otro ante el estruendo —. Que me vas a romper la puerta a este ritmo.
Ella simplemente se limitó a reírse y a abrocharse el cinturón, haciendo caso omiso a la regañina de su casi hermano.
Días antes, esta dinámica que compartía con la encarnación de España le hubiera parecido imposible. _____ recordó lo incómoda y nerviosa que se había sentido con los demás, desorientada y sin saber qué hacer ni qué decir. Pero ahora… Aún le costaba mostrarse tal y como era con los demás y cuando recordaba quiénes eran su sistema nervioso se disparaba, pero gracias a su horrible situación había podido conocer personas maravillosas.
—Primero iremos a repostar, que el depósito está algo vacío —le comentó Antonio sacándola de sus pensamientos—, después iremos al aeropuerto a por ellos, ¿te parece?
—Me parece perfecto —contestó ella mientras observaba con ilusión su alrededor.
El mundo se veía algo diferente por la madrugada, como más mágico; con las tonalidades rosadas del ansiado amanecer, el aire fresquito que entraba por las ventanillas… Era una mañana ideal para iniciar un viaje.
—Si quieres, puedes poner música —le sugirió Antonio señalando la radio del coche —. Tiene lector para cedés y uesebé, así que haz lo que tú creas —añadió indicando los botones con el índice, sin apartar la mirada de la carretera—. Creo que el cable que tengo en la guantera sirve para tu teléfono.
—¿No tiene Bluetooth? —preguntó _____ rebuscando entre las carpetas y objetos varios que había en el compartimento.
—Ay, pues creo que sí —recordó—. A ver, espera que tengo que apretar aquí… —dijo mientras echaba miradas rápidas a los botones del volante—. Ahora. Te tiene que pedir el número este de la pantalla —le informó desplazando ligeramente el brazo derecho hacia abajo para que ella pudiera ver bien el código, con la mirada fija en la carretera.
_____ inclinó ligeramente el cuerpo y estiró el cuello para poder apuntar rápidamente los números en su móvil.
—¡Ya está! —anunció recostándose nuevamente en su asiento —¿te da igual qué tipo de música? —preguntó mientras ojeaba la pantalla.
—Tú elige sin miedo, que yo escucho de todo.
—Luego no te me vayas quejando, ¿eh?
—¿Yo? ¿Quejarme? —se quejó llevándose una mano al pecho y lanzando una mirada a la muchacha, fingiendo indignación —. ¿Cuándo?
—Uy, no me hagas hablar. No me hagas hablar que luego se sabe todo —contestó vacilona ella.
•·················•🐞•·················•
Entre cantos desafinados, coreografías improvisadas y con el depósito lleno hasta los topes, habían llegado al aeropuerto. En teoría, poco antes de que fueran llegando el resto; nadie había avisado de ningún retraso en sus viajes.
—¿Qué tal has dormido hoy? —preguntó Antonio mientras esperaban sentados en la sala de llegadas.
—¿Dorqué? —contestó _____ medio en broma.
Antonio la miró apenado y le dio unas palmaditas de ánimo en la espalda para mostrarle su apoyo. Para ella era suficiente; sabía que no estaba sola en eso y agradecía muchísimo su compañía y ayuda.
—Si eso persiste, deberíamos ir al médico —le dijo él con voz seria.
_____ bajó la mirada.
—Lo sé…
Esa noche recordaba haber cerrado los ojos para volver a abrirlos por el despertador. Pero descansar, hacía días que no lo hacía. Empezaba a odiar la idea de irse a dormir y cuando caía la noche solamente podía pensar en las horas que faltaban para poder volver a ver el sol de la mañana, cuando podía ocupar su mente con los quehaceres del día, pasear con Antonio, hablar con Feli y reírse de las fotos y vídeos que le mandaba de su gato haciendo travesuras, … Ver cómo el cielo azul se iba tornando naranja hacía que su estómago se revolviera y apretaba los dientes con fuerza en un intento desesperado de retener la alegría que había sentido durante el día. Podía sentir cómo se desvanecía junto al azul del cielo. En el fondo, le preocupaba cómo dormiría en el pueblo.
El sonido de su móvil hizo que desviara su atención hacia ese por la familiaridad del sonido: la alerta personalizada para el chat grupal. Feliciano había enviado una foto.
Al descargarla, alzó rápidamente la vista hacia la multitud que llegaba, en busca de ese característico rizo. En la foto aparecían Antonio y ella esperando y no parecía que se hubiera tomado desde demasiado lejos.
Ah, allí estaba esa alegre sonrisa boba…
—¡_____, ANTONIO! —vociferó Feliciano haciendo gestos con el brazo que tenía libre mientras se acercaba a toda prisa, seguido por Lovino que intentaba seguirle el paso.
Antes de que pudieran reaccionar, Feli ya se estaba abalanzando sobre ellos para abrazarlos con fuerza.
—«Qué bien huele».— Fue lo primero que pensó _____ al sentir el brazo del italiano estrecharla hacia él.
Se abofeteó mentalmente por eso, pero no podía oponer resistencia; era una fragancia embriagadora, con un fondo dulce que recordaba a la miel o al néctar de las flores. No sabría definirlo con mayor exactitud.
Su corazón dio un vuelco y empezó a latir con fuerza cuando los labios del muchacho se posaron son dulzura sobre sus mejillas para saludarla. Su piel se erizó. _____ intentó disimular la sorpresa lo mejor que pudo. Seguramente los nervios por verle tras tanto tiempo y la emoción del viaje estaban jugándole una mala pasada.
Pronto fueron llegando los demás, vestidos para afrontar el calor del verano español. La situación le hizo gracia a _____, que si bien les había visto vestidos un poco más casuales, tenía más recuerdos de ellos vestidos con atuendos más formales. Pareció que François compartía la misma opinión cuando lo comentó divertido mientras llegaban a la furgoneta. Se escucharon algunas risillas.
Las conversaciones pronto se tornaron alegres. A su manera, todos se mostraban entusiasmados por qué les deparaban esos días; se los veía diferentes a las otras veces… Sus miradas brillantes reflejaban ilusión genuina. Era como si pudiera ver a sus niños interiores.
¿Cómo debieron ser sus infancias? Fáciles seguro que no, las clases de historia se lo habían dejado claro. Y a pesar de todo, no parecían haber perdido la ilusión por la vida. Esa clase de pensamientos la estremecían y _____ notaba cómo la pena pellizcaba su corazón.
—¿Cómo estás? —le preguntó Feliciano en voz baja, había dejado algo de distancia para quedarse atrás con ella.
—Bueno —_____ dirigió una mirada discreta al grupo, ralentizando un poco el paso—, sigo echando de menos mi vida en mi mundo —comentó desviando la mirada, se sentía un poco intimidad por la atenta mirada de Feliciano—, pero estando aquí… Me siento un poco más cerca de mi hogar. Además, me habéis ayudado muchísimo, sería raro que tuviera algo de lo que quejarme —confesó. Esta vez, mirándole directamente con una sonrisa sincera.
La expresión de Feliciano pareció relajarse al oír eso y le devolvió la misma sonrisa dulce.
—Faltaría más —contestó él, apoyando ligeramente su mano sobre la espalda de la muchacha —. Ya lo sabes —dijo recuperando su usual tono de voz —, si necesitas cualquier cosa, solo tienes que decírnoslo.
—Tampoco quiero abusar de vosotros —contestó _____ negando con la cabeza.
Feliciano permaneció callado un instante. En su rostro había algo que _____ no terminaba de saber leer, pero enseguida retomó su expresión alegre y jovial.
—¡Venga, que es para hoy! —les gritó Antonio desde el vehículo.
—¿Estás seguro de que cabrán nuestras cosas? —cuestionó Ludwig algo inseguro.
—Parece que tengas intención de quedarte allí un mes —añadió Arthur observando incrédulo el equipaje amontonado.
—No os preocupéis —les tranquilizó Antonio con el pulgar levantado—, tengo un máster en Tetris.
—«Mira que le gusta decir eso».— _____ suspiró.
—¡Ea! —Antonio había logrado hacer encajar sin demasiada dificultad el resto de maletas ante algunas miradas de sorpresa—. Sois unos desconfiados —se quejó hinchando ligeramente los mofletes como si fuera un niño.
—Tienes ya una edad como para ir haciendo eso… —le regañó Lovino con los brazos cruzados.
Antonio se carcajeó y animó a los demás a subirse para emprender la marcha hacia el verdadero destino: Arthur y Alemania decidieron sentarse al fondo para estar más tranquilos porque sabían la que se podía liar con esos juntos, los hermanos italianos y François ocuparon los asientos del medio y _____ siguió en su puesto como copiloto.
—¡Para el pueblo pues! —gritó Antonio poniendo el motor nuevamente en marcha.
•·················•🐞•·················•
—-Tar, pero, ¿habéis- ás-? —comentó Ludwig inclinando un poco el cuerpo hacia delante, usando el asiento de enfrente como apoyo.
—¿El qué? —le cortó Antonio mirando por el retrovisor y bajando el volumen de la música para intentar escuchar mejor a su amigo.
—Digo que, ya sé que pactamos en que desconectaríamos —reanudó el alemán, alzando un poco más la voz—, pero ¿habéis descubierto algo más estos días? —preguntó dirigiéndose directamente a Antonio y _____.
La eludida volteó su cuerpo hacia él antes de contestar:
—No —suspiró y negó con la cabeza—. No duermo especialmente bien, pero fuera de eso no he notado ni visto nada raro —añadió mientras volvía a mirar hacia el frente para no marearse.
—Podría servir como pista —comentó Arthur pensativo —. Es mejor no descartar nada.
—Entonces será mejor estar alerta de cualquier anomalía o síntoma —concordó Ludwig asintiendo.
—Sí. Cuando regrese a casa echaré un vistazo a ver si encuentro algo relacionado —concluyó el británico mientras se frotaba pensativo el mentón. Por lo menos ahora no buscaría a ciegas.
—Muchas gracias, Arthur.— _____ le dedicó una cálida sonrisa —. O Reino Unido. A veces os llamo de una manera y otras de otra. ¿Qué preferís? Porque hay días que me hago un lío yo sola.
—No hay de qué —contestó el rubio—. Y puedes llamarnos por nuestros nombres humanos. Normalmente, usamos el otro en el trabajo.
—¡Sí! —intervino François—. Que no te dé corte. Preferimos el nombre normal. ¡Oh! —gritó emocionado al escuchar la canción—. ¡Esta es de las mías! Súbela, súbela, Toño —le suplicó animado, sacudiendo el asiento del conductor.
El español se volvió a reír y subió el volumen.
—¡Venga, François, canta para nosotros! —le animó.
—Bueno, venga. Si insistís tanto, os deleitaré con mi voz. No puedo defraudar a mis fans —cedió pasándose una mano por su suave melena para, acto seguido, fingir sujetar un micrófono con la mano y empezar a cantar tras aclararse la garganta—: Le mec parfait, zéro défauts ~ Putain, comme chuis bo ~.
Se movía con gestos exagerados y c��micos, por lo menos hasta donde le permitía el cinturón de seguridad. Los demás le aplaudían y reían, cantando los coros de vez en cuando. Incluso Ludwig, Arthur y Lovino se unieron a la fiesta improvisada y cantaron algunos versos.
Las preocupaciones que pudieran tener, las habían dejado kilómetros atrás. En ese momento, solamente importaba cantar, bailar y pasárselo bien hasta que sus manos ardieran de tanto aplaudir y sus gargantas les dolieran de cantar y reír.
—¡Ah~, hacía tiempo que no me reía tanto! —Feli se estaba secando las lágrimas de los ojos mientras tomaba aire entre risas.
—Tienes talento, François, eso tengo que reconocerlo —confesó burlón Arthur mientras se masajeaba las mejillas adoloridas.
—¡Gracias a todos, sois el mejor público que he tenido jamás! —agradeció el francés lanzando besos al aire.
—Dios, con tanto reír aún tengo más calor —se quejó Lovino abanicándose con las manos.
—Si queréis podemos parar un momento en el próximo pueblo —propuso Antonio.
—¡Por favor! —contestaron todos al unísono.
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Media hora tardaron en llegar al pueblo más cercano. Se notaba que era verano porque, pese a ser una pequeña localidad de la llamada «España vacía», había varios niños jugando en un pequeño parque rodeado por árboles de un verde brillante y varias personas, la mayoría gente mayor, paseando por la calle o conversando en las zonas con sombra.
—¡Bar a la izquierda! —exclamó Lovino pegándose al cristal de la ventanilla—. ¡Hay gente en la terraza, está abierto! —añadió con desesperación.
Nadie podía juzgarle, habían vaciado las botellas de agua que habían traído y estaban todos igual de sedientos.
—¡Mira! —alertó esta vez _____ señalando hacia la derecha—. Allí debajo del árbol hay un hueco para aparcar.
De no ser por el cinturón de seguridad, más de uno se habría dejado la dentadura en el asiento de enfrente por culpa del frenazo que había pegado Antonio, rematado con un giro seco hacia el lugar que le había indicado su copiloto, como si alguno de los inexistentes coches que circulaban por esa carretera fueran a quitarle el sitio.
—A la próxima avísame, que me haré un seguro de vida —se quejó Lovino al bajar del vehículo—. O a este ritmo, de decesos.
—Lovi, no me seas dramas. Que yo sobreviví a tu conducción en Nápoles —replicó el español.
—Eso pasó hace años —refunfuñó el otro.
—Por eso ahora conduzco yo cuando vengo.
—Dios, tengo el pantalón pegado al culo —se quejó François bajando del coche de un brinco.
—Suerte que dijiste que haría menos calor —se quejó Arthur mientras se untaba el cuerpo con la crema solar que traía guardada en su bandolera.
—Eso decía el señor de la tele —se defendió Antonio guardando las llaves de la furgoneta en un bolsillo del pantalón—. Que el tiempo le haga caso o no, ya es otro tema.
Con pasos acelerados para evitar estar expuestos al sol y al calor durante demasiado tiempo, el grupo avanzó hacia el local, siendo recibidos por el aire fresco de los ventiladores.
Era lo que se diría el típico bar de pueblo que uno podía encontrar en España, empezando por el nombre «Bar Manolo» que había impreso sobre el también característico toldo verde que cubría la entrada y que, como mínimo, también adornaba la mitad de los bloques de pisos del país. Todo un icono de la arquitectura española.
La mirada seria de los locales se clavó en el grupo de forasteros, formándose, por un momento, un incómodo silencio hasta que Antonio lo rompió con un alegre «Buenos días», saludo que fue devuelto por todos los presentes que volvieron su atención a lo que fuera que estuvieran haciendo. No sin dirigir alguna que otra mirada curiosa a los extranjeros del grupo.
—¿Podemos juntar estas mesas? —preguntó Antonio al hombre mayor que atendía la barra.
—Sí, sí, sin problema —le contestó el hombre con una alegre voz ronca—. Ahora vengo y os tomo nota.
—Perfecto, ¡gracias!
Evitando hacer demasiado ruido, entre todos lograron juntar tres mesas que había al fondo para no molestar y al poco rato llegó el camarero usando el pequeño bloc de notas donde anotaba los pedidos como abanico.
—Venga pues —dijo preparando el bolígrafo—. ¿Qué os pongo?
—Para mí, café con leche y un vaso con hielo, por favor —pidió Antonio.
El señor empezó a anotar a gran velocidad sobre el papel.
—¿Tienes Bitter Kas? —preguntó François.
—Tengo —afirmó el camarero—. ¿Con hielo?
—Sí, por favor —agradeció el francés.
—Yo… Agua fría —pidió el alemán.
—Que sean dos —añadió rápidamente Arthur.
_____ también pidió algo para beber. Para ser honesta tenía más sed que hambre y se moría por sentir algo fresco en su garganta. Feliciano se decantó por una Tónica Schweppes y Lovino se pidió un vaso de horchata bien fría, alegando que era una de las pocas cosas que habían hecho bien en casa de Antonio, quien no sabía si alegrarse o sentirse ofendido por cómo había formulado el piropo.
El ruido de los ventiladores del local se empezó a mezclar con el de cucharillas y hielos removiéndose en círculos dentro de tazas y vasos ahora que el bar estaba vacío a excepción del grupo. El propietario estaba distraído limpiando tazas y limpiando la barra mientras escuchaba la música que sonaba en una radio algo grasienta que había tras la barra, _____ y los demás se habían quedado sumidos en sus pensamientos, algo agotados por las horas que llevaban ya de trayecto y con pocas ganas de salir y tener que enfrentarse a temperaturas infernales.
Feliciano, que hacía bailar con sus dedos el vaso alargado ya vacío, apoyó cansado su cabeza sobre el hombro de _____, que estaba sentada a su derecha y cuya postura se volvió algo tensa por el contacto repentino. Su olfato había vuelto a ser seducido por ese perfume embriagador.
—Mi sento le palpebre pesanti… (Me pesan los párpados) —suspiró el italiano.
Pero los latidos en sus orejas impedían que _____ pudiera escucharlo con claridad. ¿¡Pero qué le pasaba!? ¿Aún se ponía nerviosa al estar con ellos? Es decir, era compresible porque habían hablado más por teléfono que en persona, pero aun así…
—«Relájate, relájate».— Se repetía como un mantra.
—Tenemos que comprar agua, antes de que se nos olvide —sugirió Arthur mientras aprovechaba cada gota que quedaba en la botella.
—¡Vayamos pues! —gritó efusiva _____, levantándose enérgicamente de la silla ante las miradas estupefactas de sus compañeros.
El intenso calor de la calle golpeó con furia sus pieles al salir.
—Se me están derritiendo mis hermosos ojos, Toño— lloriqueó François, usando una mano para escudarse del sol.
—Dios, pega fuerte, eh.— _____ aceleró el paso y se quedó algo por delante del grupo, sus mejillas ardían por el calor.
Usando las sombras de los árboles que había por la calle como refugio para los rayos de sol, lograron llegar a la tienda más cercana para aprovisionarse de aguas; after sun para los pobres Ludwig y Arthur, cuyas caras iban adquiriendo un color cada vez más parecido al de las gambas y algún que otro helado para combatir el calor.
—Y un Calippo de fresa, por favor —pidió Lovino a la vez que sacaba la cartera de su riñonera.
—No quedan Calippo, niño, solo Masibon.
—Como que ni-.
—Pues un Maxibon clásico, por favor —interrumpió rápidamente Feliciano antes de que su hermano pudiera volver a irse de la lengua.
_____ observaba de reojo la escena: las mejillas del hermano menor habían tomado algo de color por el sol, el cuello de su camisa blanca estaba desabrochado hasta el pecho y lo sacudía para sentir algo de frescor mientras esperaba a que la dependienta le diera el helado y sus ojos ambarinos… la observaban fijamente….
Pillada in fraganti.
El calor se le volvió a subir a la cara y le sonrió avergonzada por habérselo quedado mirando fijamente, pero Feli le volvió a dedicar otra radiante sonrisa boba.
Mientras salían de la tienda, Feliciano pareció abrir la boca para decirle algo, pero fue interrumpido por la voz nerviosa de Antonio:
—Os prometo que donde vamos no hará tanto calor como aquí.— Las llaves de la furgoneta tintinearon al sacarlas de su bolsillo—. Donde estamos ahora suele ser una de las zonas más calurosas durante el verano —añadió girando un momento el cuerpo hacia los demás—. ¡Ya veréis!
Aunque más bien parecía que se estuviera intentando autoconvencer.
—Antonio.— Ludwig le llamó la atención antes de llegar al vehículo.
Ese se giró al escuchar su nombre y el alemán aprovechó para acercarse hacia él, posando una mano sobre su hombro.
—¿Quieres que conduzca yo un rato? Así descansas un poco.
Los ojos del español se iluminaron.
—¿No te importa?
•·················•🐞•·················•
No. La primera media hora no le importó porque estaban todos en silencio, demasiado atontados por el calor que habían pasado. Pero, a medida que había ido bajando la temperatura, se había ido animando la cosa hasta el punto que habían decidido usar a Ludwig para saciar su aburrimiento, y ahora llevaba ya un rato aguantando la maldita cancioncilla de «señor conductor, toque el pito» que les había enseñado el traidor de Antonio.
Llevaba un rato intentando ignorarlos, pero esa gente no aprecian tener intención de rendirse.
—Ay señor, lo que faltaba —murmuró Arthur, quien estaba intentando distraerse mirando el paisaje.
Por lo menos Ludwig vio que no era el único sufriendo.
—¡Estaos quietos, que me desconcentráis! —les gritó finalmente, pero eso pareció animarles más—. ¡Y no voy a tocar ningún pito! Molestaría a los demás —advirtió ante las risillas de los pasajeros.
—Pero si estamos solos —observó Lovino, que también se estaba hartando de tanto alboroto—. ¿¡PERO OS PODÉIS CALLAR SO’ PESADOS!?
Pero aquello era imparable. No cederían tan fácilmente y Ludwig lo sabía.
—Bueno —suspiró rendido.
Se hizo el silencio.
—Está bien, ¡pero una vez y se acabó el tema! —cedió avergonzado por dejarse influir por esa tontería.
Tras suspirar, apretó dos veces el claxon y se ganó una gran ovación.
—Qué largo se me hará el viaje —se arrepintió Arthur llevándose una mano a la cabeza.
—Por favor, Antonio, cámbiame el sitio —suplicó el alemán. Estaba mentalmente agotado.
•·················•🐞•·················•
A medida que se iban acercando, el paisaje se iba transformando, pasando de bosques frondosos y verdes a pinares poco densos formados por pinos carrascos y de suelos verdes a arenosos cubiertos por arbustos de coscojos y altos enebros.
Vastas extensiones de campos de olivos y almendros entraron a formar parte del nuevo paisaje, acompañados por algunas higueras a rebosar de frutos que se habían hecho un lugar en los bordes de esa estrecha carretera.
Enfrente se vislumbraba un alto campanario que combinaba los estilos barroco y mudéjar y que se erguía entre casas antiguas revestidas con piedras y adobe. Al otro lado, una ermita blanca rodeada por varios árboles coronaba la cima de una colina. El pueblo.
El aire que entraba por las ventanillas contenía notas de olivo y tierra y el relajante aroma del tomillo que crecía en los laterales del camino impregnaba el interior del vehículo. Instintivamente, Antonio ralentizó el paso, saboreando ese olor nostálgico.
Feliciano volvió a apoyar cuidadosamente su cabeza en el hombro de _____.
—¿Te molesta? —le susurró con voz tímida al oído.
Sentir la caricia y cosquilleo de su aliento hizo estremecerse a la muchacha, pero esta negó con la cabeza manteniendo la vista al frente.
Los pocos minutos que quedaban para finalizar el viaje, transcurrieron en total silencio. Nadie osaba perturbarlo, sumidos en una extraña y agradable sensación de paz.
Aun tras haber apagado el motor, nadie dio señales de querer bajar.
Antonio rompió el silencio al liberar un profundo suspiro guardado y volteó su cuerpo hacia sus amigos:
—Este es el Efecto pueblo —les sonrió plácidamente—. ¿Vamos?
Con movimientos lentos y algo patosos, fueron descendiendo del vehículo, deteniéndose para estirar debidamente el cuerpo tras pasar tanto rato sentados. El pavimento arenoso crujía bajo sus pies y dificultaba el deslizamiento de las maletas, generando un fuerte estruendo que el eco de la calle magnificó.
La casa de Antonio se distinguía entre las otras por la puerta arqueada de madera adornada con motivos florales en relieve por todas sus travesías. Más de cerca, se podían entrever algún tipo de letras ilegibles escarbadas en el arco de piedra que envolvía la entrada, una prueba de la existencia de aquellos que ya no estaban. Antonio las acarició cuidadosamente, como si tratara de memorizarlas mientras las observaba con una expresión melancólica para, acto seguido, recuperar su expresión alegre antes de dirigirse a _____:
—Con esta sí acertaré a la primera —se carcajeó mostrándole una llave algo antigua bañada el latón.
La casa era antigua, pero tanto su estructura como su interior habían sido reformados para evitar su deterioro: El suelo cerámico y las paredes bien aislantes permitían mantener el frescor durante el verano y el calor en invierno y en el techo blanco, enormes vigas de madera oscura cruzaban de lado a lado. Algunas paredes aún conservaban la piedra antigua, pero esta había sido restaurada hacía ya unos años y los huecos entre ellas habían sido rellenados con mortero blanco de un tono parecido al del resto de paredes, donde colgaban cuadros y platos pintados a mano con diseños que hacían referencia a la flora del lugar y a la vida en el campo.
Justo al entrar, a mano derecha, había un largo sofá que protagonizaba el lugar junto a un par de sillones que había a sus lados. A mano izquierda y rebozada con la misma piedra que la pared, una gran chimenea de leña rodeada por cántaros y botijos vacíos. Siguiendo recto hacia el fondo se encontraban el único baño de la casa y una enorme despensa con vinoteca para almacenar tanto comida como leña para el fuego.
Unas escaleras de madera que había delante del baño conducían a la planta de arriba, donde se encontraban dos de los dormitorios de la casa, un pequeño despacho con elevadas estanterías llenas de libros, el salón comedor y una pequeña cocina que daba a la calle por donde habían llegado. En un lateral del pasillo, había otras escaleras también de madera que llevaban a un tercer piso y al resto de habitaciones y a una pequeña terraza con vistas a los campos que rodeaban el lugar. La mayoría de muebles que había en la casa habían sido restaurados por el mismo Antonio, quien había ido a por el pan que tenía encargado mientras el resto se iba instalando.
Entre el tiempo de viaje y los descansos, habían llegado justo a la hora de comer, por lo que _____, François y Feli tomaron la iniciativa de empezar a preparar la comida mientras esperaban a que Antonio llegara con el pan. Ludwig, por otro lado, estaba ocupado echando una ojeada a la vieja caldera bajo petición de Antonio para poder tener agua caliente para poder ducharse; Arthur y Lovino, por el otro, estaban quitando el polvo y abriendo puertas y ventanas para ventilar la estancia.
El trío de chefs optaron por elaborar algo sencillo, pero que llenara bien sus estómagos: primero, se habían entretenido preparando unas tablas de quesos y embutidos que habían traído y ahora, Antonio y François estaban preparando una tortilla de patatas mientras Feli y _____ cortaban el pan para hacer pan con tomate.
La comida de la mesa fue devorada como si llevaran semanas sin probar bocado y entre sorbos al agua y sorbos a la sangría que habían preparado también, iban conversando sobre qué querían hacer esos días, a qué lugares les quería llevar Antonio, qué comida tenían que probar, juegos de mesa que se querían enseñar los unos a los otros, … Estaban disfrutando de ese momento reunidos en la mesa como si fueran niños; sin papeles, normas ni nadie de por medio.
Habían olvidado la última vez que habían podido vivir algo así, sin prisas.
•·················•🐞•·················•
—_____ —le llamó Feli antes de que la joven entrara a su dormitorio asignado para irse a dormir. Más bien a intentarlo.
El día había transcurrido tranquilo, pero habían decidido tomárselo con calma y aprovechar el primer día para descansar y desconectar para así reponer fuerzas para los días siguientes y poder hacer todo lo que habían planeado durante la comida. En cuanto se dieron cuenta, ya había caído la noche.
La muchacha se giró al escuchar el susurro de su nombre y se encontró cara a cara con el italiano, también con el pijama puesto para irse a la cama.
—Nada, quería decirte que si ocurre cualquier cosa durante la noche —dijo señalando la puerta al lado de la de _____—, no dudes en despertarme —le sonrió—. Duermo con Lovi, pero ese cuando duerme desconecta y no se entera de nada.
_____ se rio ante el comentario sobre su hermano.
—Gracias, Feli —le sonrió cansada—, lo tendré presente —añadió antes de desearle un buen descanso y cerrar los ojos una vez tumbada.
Sus oídos percibieron un pitido lejano y muy molesto proveniente de su izquierda, algo le llamaba a levantarse e investigar de dónde venía, pero sentía el cuerpo cada vez más pesado y le resultaba imposible moverse. Aún con los ojos cerrados, intentaba hacer respiraciones profundas como las otras veces, pero sentía que su corazón se aceleraba cada vez más. Era una sensación agobiante; se sentía atrapada bajo la delgada manta que cubría su cuerpo frío y sudoroso, cada vez le oprimía más el pecho. Le faltaba aire, pero el cuerpo no le respondía. No podía abrir los ojos y se estaba ahogando. ¿Iba a morir? ¿En serio moriría así?
Notó algo en el brazo, como si alguien se lo estuviera sujetando. Estaba muerta de miedo, pero antes de que pudiera volver a intentar abrir los ojos, se despertó sola, jadeando y con el cuerpo frío y sudado. Se sentía rara. Algo no iba bien.
Una luz anaranjada se filtraba por debajo de la puerta, iluminando levemente su dormitorio oscuro. Medio atontada por lo que acababa de vivir, se levantó instintivamente y se tambaleó hacia la puerta que abrió desesperada. Al salir, Feliciano la observaba preocupado con un vaso en la mano; estaba saliendo de la cocina cuando se sobresaltó al ver salir a _____.
—¿Estás bien? —le preguntó preocupado, dejando el vaso sobre un mueble que había en el pasillo para poder apoyar su mano en el brazo de la joven.
—Yo… —jadeó ella—. No lo sé —sollozó.
Feliciano rápidamente abrió sus brazos para ofrecerle un abrazo si era lo que necesitaba. _____ se lanzó hacia él de inmediato mientras se cubría la boca para evitar despertar a los demás.
—Me siento muy rara.— Pronto echó a llorar, en silencio—. He tenido un sueño muy raro. Ni siquiera sé si era un sueño, era demasiado real.
El muchacho le escuchaba en silencio mientras acariciaba dulcemente su espalda con movimientos circulares.
—No me podía mover… —siguió ella, agarrando con fuerza el jersey del otro—. Sentía que me ahogaba, Feli. De verdad que pensaba que me iba a morir —jadeó, aún agitada.
Feliciano detuvo la caricia para dejarle algo de espacio, pero sin apartarla.
—Toma —susurró ofreciéndole su vaso de agua—, bebe un poquito. Sorbitos, ¿vale? —le ordenó con voz dulce.
_____ obedeció y se bebió el contenido del vaso poco a poco, tomando aire tras cada sorbo para intentar recomponerse.
El italiano no se apartó de su lado y mantuvo su mano apoyada en su espalda mientras le acompañaba hacia su habitación.
—Si necesitas algo, dímelo, ¿de acuerdo? —le recordó él mientras secaba las mejillas humedecidas de la muchacha usando sus pulgares con delicadeza.
Antes de que pudiera girarse para irse a su habitación, _____ agarró rápidamente su brazo casi instintivamente:
—Por favor —le suplicó ella, sus ojos aún estaban rojos de llorar—, no me dejes sola —finalizó con un susurro.
Feli relajó su expresión de sorpresa y la miró con ternura.
—No lo haré —susurró él, acompañándola con la mano para que volviera a entrar a su habitación y cerrando la puerta a su paso.
—¿Estás segura? —cuestionó algo vacilante Feliciano mientras _____ se dejaba caer sobre el mullido colchón—. Si te hago sentir incómoda estando aquí, dímelo.
_____ negó con la cabeza.
—No pasa nada —sonrió observando a Feli tumbarse a su lado—, confío en ti.— Volvía a sentir los párpados pesados ahora que estaba más tranquila.
_____ tendió su mano al chico por debajo de la sábana y él la tomó con delicadeza en la suya, acariciándola con el pulgar como si le dijera «me tienes aquí».
Poco después, la pareja cayó en un dulce y plácido sueño.
🧐 Como dato, según lo que encontré en Wikipedia, la marca de refrescos Kas es originaria del País Vasco, una comunidad autónoma ubicada en el norte de España. Esta bebida se popularizó en el suroeste de Francia y se dice que es habitual que se mezcle con ginebra o vodka.
Espero que haya valido la pena la espera y que hayáis disfrutado del capítulo :'D No sé cuando publicaré el siguiente capítulo. Ahora mismo estoy liada estudiando y haciendo otros proyectos, ¡pero voy escribiendo y anotando ideas para la historia! Desde aquí os mando ánimos y fuerzas para afrontar vuestro día a día <3 ¡Muchas grachas por vuestro apoyo! Nos leemos <3 ✌️🐯🌷
Capítulo 4 🐞 Capítulo 6
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tigretulipa · 1 year ago
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Ro. I was wondering how would he look like in real life so I drew him out to find out. Does this look like him at all…?
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tigretulipa · 1 year ago
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Hello, everyone! I'm not a frequent poster here, but since this community is so active in tumblr, I wanted to share something special. I'm currently working on an animatic that captures the emotional reunion with Lysandre.
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tigretulipa · 1 year ago
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Capítulo 4
_____ se levantó sobresaltada y con la respiración agitada. Le dolía la garganta y sentía las mejillas húmedas por sus lágrimas. La luz de la lámpara de la mesita estaba encendida y la mano de Antonio acariciaba suavemente su cabeza para intentar ayudarla a relajarse.
Todavía medio confusa, se intentó incorporar y se sentó recostando su espalda en el cabecero de la cama, ayudada por Antonio, que le acomodó bien la almohada para mayor confort. Tenía el pijama empapado de sudor.
—¿Qué…? —carraspeó _____—. ¿Qué ha pasado? —jadeó aún desorientada.
—Estabas gritando… —respondió preocupado.
—Otra vez… —resopló dejando caer su peso por completo sobre la almohada.
—Sí… —exhaló él—. Cuando he entrado, te estabas retorciendo y llorando —le explicó mientras le acomodaba también las sábanas—. ¿Te duele algo?
—No… No que yo sepa —dijo confusa—. Siento haberte despertado otra vez…
—No te preocupes por eso —contestó. Cuidar a Romano cuando era pequeño le había preparado para estas situaciones—. ¿Recuerdas qué estabas soñando esta vez?
—No… —suspiró.
—Bueno, mientras te encuentres bien… Voy a buscarte algo relajante para que beber, ahora vuelvo. —Y dicho eso, desapareció por la puerta.
_____ exhaló molesta; estaba harta de despertarse así, de despertar al pobre Antonio y de dormir a trompicones. Lo que más le molestaba era que estos sueños parecían darse sin motivo alguno; no había nada de su día a día que pudiera influir en ellos. Podía haber tenido un día horrible y dormir como un bebé o haber tenido un día de fábula y despertarse como si acabara de correr una maratón. Ni Antonio ni ella lograban encontrar el origen de su malestar nocturno.
—Te he traído un zumo de guindas —anunció el español entrando nuevamente—. Dicen que va bien para dormir, así que compré algunas el otro día e hice un zumo. Espero que te guste —dijo tendiéndole el vaso para que bebiera.
—Gracias. —_____ dio un pequeño sorbo para probarlo y al notar que no estaba tan mal, ingirió con gusto la bebida.
Antonio permaneció allí sentado sobre la cama, esperando a que la muchacha terminara. Le preocupaba la frecuencia con la que se daban esas situaciones y temía que pudieran escalar a algo más grave.
—Si necesitas cualquier cosa, estoy aquí al lado, ¿de acuerdo? —Le recordó él.
_____ asintió lentamente. Volvía a sentir cómo el sueño regresaba a su cuerpo y quiso volver a tumbarse, así que Antonio se levantó y tomó el vaso para que la joven pudiera ponerse cómoda.
—¿Qué hora es? —preguntó somnolienta.
—Poco más de las dos —bostezó cubriéndose la boca con la mano libre—. Aún hay tiempo así que duerme tranquila.
—Gracias, Antonio… —bostezó también _____—. Otra vez…
—No hay de qué —dijo frotándose los ojos. Él también volvía a tener sueño—. ¿Estarás bien para mañana? Puedes quedarte si lo necesitas.
—Tranquilo, creo que estaré bien. No te preocupes —le aseguró ella, pero no parecía muy convencido por sus palabras.
—De acuerdo… —Aceptó poco conforme—, pero no te fuerces, ¿vale? —insistió él—. Espero que puedas descansar bien el resto de la noche… Buenas noches —murmuró marchándose hacia su dormitorio.
—Igualmente —contestó la joven cerrando los ojos.
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_____ amaneció sorprendentemente bien; llena de energía para afrontar la mañana y sin la sensación pesada en el pecho que había notado los días anteriores. Una melodía alegre en la radio resonaba de fondo por el apartamento y el aire fresco matutino invitaba a salir de la cama y empezar el día.
Aprovechó para darse una ducha refrescante para despertar su cuerpo mientras bailaba al ritmo de la música en la privacidad del baño. Empujó los pensamientos negativos hacia el fondo de su mente; no quería pensar en nada de eso hoy. No sintiéndose tan feliz tras tantos días de bajón. Dejó que la alegría que había en su pecho se esparciera por el resto de su cuerpo, abrazando la calidez de ese sentimiento.
Tras ponerse el conjunto formal que había dejado preparado el día anterior, se dispuso a ir hacia la cocina, donde Antonio estaba preparando unas deliciosas crepes que olían de maravilla.
Hacía ya algunas semanas que vivía con él y su relación había mejorado muchísimo. Ya no sentía tanto pudor a moverse por el piso como si fuera suyo de toda la vida, ni requería de la insistencia del español para aceptar su ayuda. No había sido fácil, ni lo era, pero había avanzado un montón.
Antonio había resultado ser alguien muy amable. Desde el principio se mostró colaborativo y preocupado por el bienestar de la joven sin esperar nada a cambio y eso le había recompensado con la confianza prácticamente total de _____. Una confianza mutua, porque ella, por su parte, le había demostrado también ser alguien confiable; una humana en la que podía apoyarse y abrirse sin tener que preocuparse por que su secreto saliera a la luz. Realmente se sentía como si fueran familia.
—¡Bon dia pel matí! (¡Buenos días por la mañana!) —le saludó enérgica.
—¡Hombre, qué alegría por la mañana! —se sorprendió gratamente Antonio al apartar ligeramente la vista de la sartén y encontrarse con la risueña muchacha—. Me alegra mucho verte as. —Una amplia y sincera sonrisa se dibujó en sus labios.
—¡Gracias, yo también! —_____, que se balanceaba inquieta apoyando las manos en el marco de la puerta, se impulsó con los brazos y entró de un salto a la cocina.
Antonio se rio disimuladamente ante las acrobacias de su “prima” y apagó el fogón.
—Ea, ya están listas —anunció quitándose el delantal y llevando el plato hacia la mesa.
—¡Guau! Merci, Antonio. Qué pintaza… —admiró _____ salivando al imaginar lo bien que sabrían. Quería hincarles el diente, pero estaba esperando que el cocinero se sentara para comer juntos.
Sobre la mesa había varios ingredientes para rellenar la masa según el gusto de cada uno: chocolate, nata montada, algunos embutidos y quesos, además de varias piezas de fruta cortadas en pequeñito. Antonio también había preparado una jarra de zumo de naranja recién exprimido y había adornado la mesa con un jarrón con unos claveles que habían comprado el otro día en el mercadillo.
—¡Que aproveche! —dijeron al unísono.
Devoraron en silencio el manjar que Antonio había preparado, deleitándose con la sabrosura de aquel plato tan sencillo pero tan delicioso. Tenían que reponer fuerzas, les esperaba un día ajetreado.
Siendo tan cabezota como era, _____ había logrado convencer a la nación para que dejara que le ayudara en algo y poder devolverle el favor de alguna forma. Al principio, España se había negado rotundamente a hacerla trabajar en su estado; no quería que se tuviera que preocupar por otra cosa más. Que le ayudara con las tareas del hogar ya le parecía suficiente. Pero ella había insistido, mucho. Antonio no tuvo más remedio que ceder.
Fue así como se convirtió en la asistenta de España, encarada de ayudarle con el papeleo, llevar los horarios y anotar lo más importante de las reuniones. La nación no tenía la intención de cargarla de trabajo, pero sí de mantenerla entretenida durante su estancia.
•·················•🐞•·················•
—¿Papel? — preguntó Antonio para asegurarse de que estaban listos.
—¡Sí!
—¿Carpeta?
—¡También!
—¿Algo para escribir?
—¡Aquí! —informó la muchacha mostrando el estuche en el que había guardado los bolígrafos.
—¡Pues en marcha! —exclamó España abriendo la puerta para salir.
Hoy tenía lugar la última reunión importante antes de la semana de vacaciones para las naciones. Antonio ya se lo había mencionado algunas veces y cada vez que hablaba de ellas sus ojos parecían brillar aún más. No podían llevar una vida normal como los demás debido a su condición y eso aplicaba también a las festividades, pero tras largos años de insistencia, por no decir súplicas, habían logrado obtener permiso para desconectar un poco de sus roles y descansar como el resto.
Para el par, el trayecto hacia el lugar era corto porque había coincidido que tocaba reunirse en Madrid, así que se desplazaron cómodamente en coche.
—Por cierto —habló Antonio mientras esperaban que el semáforo se pusiera verde—, el resto me ha estado preguntando por ti para saber cómo estabas.
—¿Ah sí? —se sorprendió _____. A ver, siendo una anomalía, normal que preguntaran. Pero que sintieran interés por su bienestar le hacía sentir contenta.
Siendo honesta, tenía muchas ganas de volver a ver al grupo. Aunque pensar en el reencuentro le ponía muy nerviosa… Aún más saber que iba a conocer otros territorios.
—Sí —afirmó él reanudando la marcha —. Espero que no te importe… Les he ido contando cómo estás.
—¿Todo? —Se alertó ella.
—Oh, ¡no, no! Sin entrar en detalles —aclaró rápidamente—. Solo para tenerles al día, no he contado nada personal, te lo juro. No sin tu permiso. Más que nada, les he mencionado tus noches inquietas por si podían ayudarnos.
—Ah, vale… —exhaló relajando los hombros. No es que quisiera ocultarles las cosas, pero tampoco se sentía cómoda compartiendo cosas tan personales como los ataques de ansiedad que había sufrido. Ya se la habían mirado con suficiente pena y tampoco le gustaba sentirse como una niña pequeña que requería de la atención de unos adultos.
Al no haber salido tan temprano, habían tenido la suerte de no encontrarse el atasco que siempre se formaba a la hora en que la mayoría iba a trabajar. Lo que sí habían ido viendo eran muchos coches cargados con maletas hasta los topes. Parecía ser que ya había quienes aprovechaban para irse de vacaciones.
Antonio cambió de dirección y abandonaron la calle principal para entrar en una apenas transitada, con solo tres abuelas que charlaban apoyadas en sus carritos de la compra y un chico joven paseando un perro.
Pronto llegaron a una pequeña y discreta plaza. Había un pequeño jardín con flores y árboles que daban sombra a un edificio de aspecto antiguo con una pequeña placa adornando su fachada que indicaba que era de propiedad gubernamental. El hombre uniformado que había en la puerta les avistó y con gestos les indicó y abrió la puerta del garaje.
—Bueno —dijo Antonio parando por completo el coche tras aparcar—, pues ya hemos llegado.
Ambos abandonaron el vehículo y _____ se colgó la tarjeta identificativa que le había preparado España como autorización para acompañarle.
El interior del edificio parecía ser de inspiración mediterránea: las baldosas eran hidráulicas, al igual que las del piso, y estaban decoradas con motivos azules sobre blanco. Recordaban al mar. Las paredes estaban rebozadas con cal blanca y había varias pinturas de paisajes costaneros españoles colgando de ellas.
—¿Por qué este estilo para el interior? —preguntó intrigada. Madrid no era precisamente cerca del mar, de manera que no debía ser para hacer juego con el paisaje exterior.
Antonio se rio ante la pregunta.
—Antes la decoración era muy diferente —le explicó—, y como echaba de menos la playa al tener que pasar tanto tiempo aquí… Traje el mar a mí.
Mientras seguían conversando sobre el diseño del interior, cruzaron una puerta blanca acristalada y sus pasos resonaron sobre el parqué de la amplia sala en la que entraron. En el centro, había una enorme mesa alargada de madera rodeada de sillas también de madera, con los asientos tapizados con estampados azulados. Parecían ser bastante cómodas.
—Siéntate por aquí, si quieres. —Le ofreció Antonio señalando con la mano los asientos más cercanos a una de las cabeceras de la mesa—. ¿Quieres que te traiga algo para beber? ¿Agua, café, zumo, té?
—Agua, por favor.
—¡Marchando una de agua! —anunció con voz teatral—. Voy y me devuelvo.
_____ soltó una pequeña risilla.
—De acuerdo, gracias —contestó cubriéndose la boca con una mano.
Mientras esperaba su regreso, la muchacha se entretuvo colocando los utensilios que había traído sobre la mesa, dejándolos bien ordenados y listos para cuando los necesitara.
Viendo que tardaba, aprovechó para levantarse y echar un vistazo por uno de los enormes ventanales blancos que resultaban dar a un pequeño y verdoso jardín trasero por el que revoloteaban mariposas y otros insectos. Había flores de varios tipos y formas que pintaban con sus vivos colores el lugar, y elevadas enredaderas que trepaban por las paredes de los edificios colindantes.
El sonido de la manecilla de la puerta hizo que _____ se volteara por completo, esperando ver a Antonio con el agua, pero no era él quien entraba por la puerta.
—¡¡_____!! —exclamó Feliciano abriendo por completo la puerta y corriendo hacia ella para estrujarla entre sus brazos—. ¡Qué alegría verte! ¡Y qué bien te ves! —comentó contento mientras la liberaba de sus brazos para tomar sus manos y traerlas hacia él, observándola sonriente.
La joven, aún sorprendida por el abrazo repentino, le dedicó una amplia sonrisa.
—Buenos días, Feliciano —dijo intentando disimular los nervios que sentía.
Podía sentir la calidez que las manos del italiano emanaban sobre las suyas.
—¡Ay, me puedes llamar Feli sin problema! —Feliciano sacudía con energía las manos de la joven mientras seguía sonriendo.
La alegría que irradiaba ese hombre con sus palabras y carácter era contagiosa.
—España nos ha contado cómo estabas… —comentó soltando sus manos—. ¡Me alegra mucho saber que hoy estás mejor!
Quién mejor que Feli para comparar su estado actual con el de la primera vez que la vio.
—¡Muchas gracias! —Ahora era ella quién le sonreía de oreja a oreja—. La verdad es que Antonio me ha ayudado mucho estos días…
—¡Buenos días, Feli! —saludó España, que había llegado con dos vasos grandes de agua—. Sí que has llegado temprano —observó sorprendido.
Las mejillas del italiano tomaron un leve tono rosado y, frotando nervioso su nuca, soltó su característica risa boba.
—Es que quería asegurarme de poder hablar un poco con vosotros antes de que llegaran los demás. Romano está aparcando el coche.
—Ya está aparcado.
—Hablando del rey de Roma… —rio España mientras dejaba los vasos en la mesa.
Al escuchar el fallido intento de chiste de Antonio, Lovino se detuvo en seco, le miró de arriba abajo, masculló una obscenidad que se ganó una protesta por parte del otro y…. Tropezó nada más entrar.
La batalla entre la gravedad y su orgullo había empezado: Balanceándose usando los brazos para estabilizarse y recuperar el control, logró aguantar el equilibrio y evitar besar el suelo con los dientes.
Acto seguido, se recompuso, se quitó las gafas de sol, las guardó en el bolsillo del pecho de su camisa y se dejó caer en una de las sillas más próximas a la cabecera.
—No habéis visto nada —amenazó señalando con el dedo índice a su hermano y a Antonio. Menos mal que solo estaban ellos.
—Buenos días, Romano —le saludó una voz femenina.
La postura relajada de Romano se volvió tensa en cuestión de segundos y giró la cabeza velozmente para descubrir el origen de esa voz.
Era la misma mujer otra vez.
—«¡¡No me jodas!!» —Ya eran dos las veces que sentía que hacía el ridículo delante de ella.
La cara de Lovino se volvió completamente roja.
—¿Qué…? ¡¿Qué hace ella aquí?! —gritó girándose a los otros dos. Estaba muerto de vergüenza
_____ le miró divertida, cubriéndose la risa con la mano tan disimuladamente como podía para que Romano no tuviera un paro cardíaco. Ya parecía estar sufriendo bastante.
—¿Eh? —se extrañó su hermano—. ¿No te acuerdas? España avisó que vendría con ella. ¿Verdad? —preguntó al español para confirmarlo.
—Lovino… —suspiró Antonio—. Tendrías que leer más atentamente los mensajes del grupo —le regañó negando con la cabeza mientras tomaba asiento delante de él.
—De… ¡¡Dejadme en paz!! —Se alteró el acusado. Ya no sabía dónde meterse—. ¡Además! —exclamó levantándose de la silla para señalar con acusación a Antonio—. ¡No paras de mandar memes de viejo, por eso no leo el grupo!
Antonio se quedó boquiabierto.
—¿Vi... Viejo? —balbuceó.
—¡Entre eso y las fotos de buenos días que manda Arthur, ese grupo parece un asilo! —gritó a pleno pulmón.
—¿A… Asilo? —tartamudeó patitieso el español—. Feli… —lloriqueó mirando al otro, que apartaba la mirada para no verse involucrado—. ¿Tú piensas igual?
—¡¿Eh?! Yo… Esto… Bueno… Eh… Algunos ¿están bien?
—¿Tú también, Feli? —gimoteó Antonio.
—Lo siento…
El espectáculo de los tres hombres se detuvo en seco al escuchar un «Ji… Ji, ji…» y todos fijaron la mirada en _____, a quien, al ser descubierta, se le escapó la risa floja que había estado intentando aguantar. Le sabía mal, pero la situación le parecía tan cómica que no podía evitarlo. Reírse así era muy terapéutico.
—Lo… Lo siento —dijo aún entre risas—. Lo siento… Ya… —Intentó volver a disculparse—. Ya paro… —Y con un poco más de esfuerzo logró contenerse.
Las tres naciones la observaban en silencio: Por un lado, a Antonio y Feliciano les centelleaban los ojos y parecían gratamente sorprendidos. Por otro, Romano, con la mirada perdida, parecía querer desaparecer en ese mismo instante.
—Lo siento —Volvió a disculparse tomando algo de aire—. Eres la leche Romano —declaró secándose las lágrimas—. Ay… Me duele la cara… —se quejó masajeándose las mejillas.
En todo ese tiempo que llevaban conviviendo, Antonio no había visto a _____ reírse tanto, ni tan abiertamente. En especial esos últimos días. Rio para sí mismo; se sentía muy feliz por ella.
—¡Buen trabajo, Lovi! —le felicitó Feli abrazándolo por detrás.
—Por favor, no me habléis… —imploró abatido en la silla.
Ya no le quedaba vergüenza por sentir e ir a hacer vida de ermitaño en las montañas no parecía mal plan.
—¡Buenos días! —saludó una voz jovial—. ¿Qué es todo este escándalo?
—¡Emma! —_____ corrió hacia la belga para abrazarla.
Bélgica la recibió encantada, abriendo completamente los brazos para darle un buen achuchón a su nueva amiga. Todo había empezado cuando la belga llamó a Antonio para preguntar por el estado de _____; como la susodicha estaba justo a su lado en ese momento, le prestó su teléfono para que fuera ella quien la pusiera al día y, pasada una hora, la muchacha seguía sentada en el sofá charlando tranquilamente sin mucha intención de devolverle el teléfono. No fue un caso esporádico; esa situación tuvo lugar muchas otras veces y, al final, entre llamada y llamada, forjaron su amistad.
El reencuentro duró poco: Pronto fueron llegando el resto de naciones y el grupo tuvo que fingir no conocer a _____ cuando España la presentó como su ayudante. Hubo algunas caras de sorpresa, pero si había recibido la aprobación de los jefes, la presencia de una humana no suponía un problema siempre y cuando supiera mantener la boca cerrada. El grupo tendría que esperar a otro momento para seguir con su conversación.
Una vez todos tomaron asiento, se presentaron a la humana con el nombre del territorio que representaban, para evitar cualquier tipo de confusión durante el desarrollo de la reunión. Ese día habían venido algunas naciones balcánicas y bálticas y, a pesar de no ser muchos, le resultó algo difícil retener la información que le habían proporcionado. Pero, a medida que iban interviniendo, fue familiarizándose con sus rostros.
Afortunadamente, había otras caras conocidas: Francia, Reino Unido y Alemania también habían decidido sentarse cerca y, entre todos, habían formado una especie de muro entre ella y los demás para así evitar que atrajese aún más la atención de los demás.
El tema a tratar ese día era encontrar nuevas maneras de hacer prosperar las relaciones diplomáticas entre sus gobiernos. No podían actuar de manera directa como hacían sus gobernantes, de manera que lo único que podían hacer eran lluvias de ideas para luego proponérselas y que ellos decidieran si las aplicaban o no. Pero por lo que podía intuir por el poco entusiasmo que se respiraba en la sala, les hacían poco caso.
A pesar de todo, ellos insistían y proponían ideas que, desde el punto de vista de _____, eran muy buenas y si llegaban a algo más muchas tensiones políticas podrían menguar e incluso desaparecer por completo.
Recordó las palabras de España: «Sueño con que algún día pueda sentir a todos felices»… Había visto tanto dolor en sus ojos cuando lo dijo… Con solo imaginarse cómo debían sentirse al no ser escuchados y ser meros espectadores de su propia historia, se sentía frustrada. No entendía cómo se lo montaban para permanecer optimistas al respecto.
Si hacían caso omiso a las mismísimas naciones, como para que hicieran caso a sus pueblos…
Estonia tenía ahora la palabra y _____ iba tomando notas tan rápido como podía sobre sus propuestas y las intervenciones más interesantes, pero su concentración se empezó a ver afectada por la impresión de estar siendo observada desde hacía un buen rato.
Dudosa, levantó la vista y se encontró con los ojos radiantes de Feli clavados en ella. Le había pillado con las manos en la masa.
Al haber sido descubierto, el italiano se ruborizó y le saludó discretamente con la mano mientras sonreía avergonzado. Ella le devolvió el saludo tímidamente antes de volver a su trabajo.
Alemania, que estaba justo al lado del joven distraído, le dio unos golpecitos en el brazo con el codo para que volviera a prestar atención a lo que Estonia estaba comentando.
•·················•🐞•·················•
—¿Ya se han ido todos? —preguntó François al ver que Antonio había regresado de su expedición para ver si quedaba alguien en el edificio.
El español asintió.
—Tenemos vía libre —anunció sentándose junto al resto.
Todos liberaron el aire que habían estado reteniendo sin darse cuenta con un profundo suspiro.
—Arthur —empezó a hablar el alemán—, ¿hay alguna novedad?
—No…—lamentó viendo cómo las caras expectantes de sus compañeros hacían alguna que otra mueca de decepción—. Los libros que he leído hasta ahora no mencionaban nada que nos pudiera ser de ayuda. —Negó con la cabeza—. Y aún me quedan muchos más por revisar —añadió frotándose la frente con una mano.
—Si sirve de algo —intervino Emma alzando la mano como si pidiera turno para hablar—, por lo menos en mi casa no hay ningún rumor ligado al caso —informó con cierto entusiasmo—: ni en internet, ni por la calle se habla de una luz rara ni nada por el estilo. Así que de momento se podría decir que está un poco bajo control —declaró optimista.
Aun así, no podían evitar mostrarse desanimados; estaban estancados y a ese paso _____ nunca lograría volver a su hogar.
Arthur se sentía especialmente responsable por no haber encontrado nada todavía. Al ser un caso tan extraño, habían confiado en su conocimiento sobre ciencias ocultas para intentar encontrar algo que pudiera explicar la aparición de la mujer, pero no había leído nada que se pareciera ni lo más mínimo a lo sucedido. Ni siquiera un simple conjuro.
Frunció el ceño. Sus compañeros y _____ confiaban en él y sentía que les había fallado. Pero le quedaba mucho por leer, no quería desesperanzarse aún. Descubrir una pista seguía siendo posible.
—Arthur —la joven sentada a su lado le llamó la atención—. ¿Estás bien? —preguntó preocupada.
Al tenerlo tan cerca, la muchacha se había fijado en las sutiles ojeras que descansaban bajo los ojos del rubio. Además, se le notaba cierto cansancio en la voz; su acento inglés era mucho más fuerte al hablar. Sabiendo que se había pasado días leyendo sin descanso, le preocupaba que fuera por su culpa.
—¿Eh? —Arthur giró la vista hacia ella al sentir el contacto de su mano en el brazo y vio su expresión intranquila—. ¡Ah! Sí, sí. No te preocupes—le aseguró él reposando con afecto la mano sobre la que ella tenía en su brazo y le dedicó una tímida sonrisa—. Si lo dices por mis pintas —añadió soltándole la mano para señalar sus ojeras—, es porque no he dormido bien esta noche. He pasado bastante calor en el hotel, así que no he pegado ojo.
—La verdad es que esta semana está haciendo bastante calor —comentó Antonio levantándose de su silla—. Por suerte dicen que dentro de unos días se estará más fresquito —continuó jubiloso, caminando dando pequeños saltos hasta la cabecera de la mesa.
El grupo lo escuchaba atento y _____ se rio por lo bajo, intuyendo lo que se venía al ser algo que ya habían hablado hacía unos días en casa.
—Es por eso —reanudó el español balanceándose nervioso de un lado a otro—. Que me preguntaba si a algunos os gustaría venir a pasar unos días con nosotros al pueblo.
—¿Y la investigación? —cuestionó cortante Ludwig alzando una ceja.
—¡Podemos seguir al volver! —declaró efusivamente Antonio—. ¡A lo mejor incluso nos ayuda a despejar la mente y volvemos con nuevas ideas! —añadió algo desesperado por convencerlo.
Todos se quedaron pensativos, tentados por la oferta. Pero no querían descuidar su compromiso con _____.
—Por mi parte —carraspeó ella, rompiendo el largo silencio—, no tengo problema en esperar. Ya no me vendrá de unos días más. Llevo aquí semanas.
Días atrás jamás habría hecho tales declaraciones, pero había llegado a la conclusión que pensar en cómo iban pasando los días solo le servía para desesperarse aún más. Y eso, al final del día, no le servía para nada más que sufrir tontamente. Si su cabeza no estaba en paz, no podría pensar con claridad y toda la ansiedad que iría acumulando terminaría pasándole factura.
Sí, quería volver a casa. Y sí, cuanto antes mejor. Pero pasarse el día pensando en eso no le estaba haciendo ningún bien. Si tenía que quedarse allí una temporada, intentaría, por lo menos, disfrutar de su estancia. A veces pensaba en lo que había dejado en su mundo, no podía evitarlo, y también pensaba en cómo estarían las cosas por allí. Pero procuraba no dejarse atrapar por el bucle de pensamientos negativos. Tampoco lo estaba pasando mal con ellos.
—Sé que os estáis partiendo el lomo para ayudarme, pero también sé cuán importante es tener estos días libres para vosotros. No quiero privaros de disfrutar de vuestro tiempo libre —finalizó.
—¿Estás segura? —Arthur no parecía muy convencido.
—_____…—habló François con voz tenue—. No queremos que te sientas obligada a esperar por nosotros.
—No me siento obligada, no os preocupéis. —Negó con la cabeza—. Además —añadióirguiéndose de la silla—, creo que tampoco me vendría mal un cambio de aires —sonrió al inglés apoyando la mano sobre su hombro y dedicó otra al resto.
Arthur y los demás le devolvieron el gesto.
—¡Entonces Lovi y yo nos apuntamos! —exclamó Feliciano levantándose también con su hermano agarrado por el brazo.
—¿Ni me vas a preguntar si quiero ir no? —se alteró el otro intentando recuperar su brazo.
—¡Oh, pero Lovino! Hace mucho que no visitamos tranquilamente España —le insistió su hermano—. ¿Hace cuánto que no vamos todos juntos a algún sitio? —preguntó cabizbajo.
Lovino soltó un bufido y miró a Antonio, que miraba al resto, jugueteando nervioso con sus manos a la espera de sus respuestas. No lo pensaba decir en voz alta, pero había días que echaba de menos a Antonio y pasar tiempo con los demás. Acabó cediendo.
Los ojos verdes de Antonio brillaban ante la notícia y se abalanzó eufórico hacia los hermanos para atraparlos en un fuerte abrazo.
—¡Ludwig, ven tú también! —le animó Feliciano.
—Yo…—vaciló.
Siendo sincero consigo mismo, no era un mal plan e ir a visitar el pueblo del que hablaba Antonio le había despertado el interés. Quería pasar los días de descanso disfrutando con sus compañeros. Pero su carácter le dificultaba tomar esa decisión; pausar la búsqueda de pistas y hacer esperar a _____ le causaba incertidumbre. Pero también era cierto que había trabajado muy duro y llevaba todo el año esperando esa merecida semana de reposo, y si ella estaba conforme…
—Si no es mucha molestia —dijo llevándose la mano a la nuca y apartando un poco la mirada—, no diré que no.
Ahora era su turno de ser atrapado en los brazos de Antonio, quien, entre risas, le apretaba con fuerza para no dejarle escapar, haciendo que al francés se le escapara una risilla.
—¿Tú también vienes, verdad, François? —le preguntó emocionado el español.
—Por supuestísimo que sí, eso ni lo preguntes —se animó el francés levantándose también—. Venga, Arthur —dijo dándole una buena palmada en la espalda, ganándose una queja del británico—,¡vente tú también!
—A ver. —Arthur carraspeó—. Si como has prometido no hace tanto calor —consideró dirigiéndose a Antonio, que seguía pegado a Ludwig—, me gustaría venir, sí.
—¡No os arrepentiréis! —les aseguró eufórico, soltando al fin al pobre alemán. Antonio no cabía en sí de gozo.
—¿Y tu Emma? —preguntó la otra muchacha sonriendo a su amiga.
Pero su sonrisa se esfumó rápidamente de sus labios al ver la expresión apenada de la belga.
—Lo siento… —Los bailes de alegría de Antonio cesaron al instante—. Me encantaría ir con vosotros, pero, antes de que todo ocurriera ya había quedado con mi hermano para vernos esos días.
—¿Tu hermano? —preguntó curiosa _____.
—Es Tim, la encarnación de los Países Bajos —le explicó amablemente Feli.
—Sí —suspiró Emma—. A diferencia de Lovi y Feli —continuó señalando con la mano a los hermanos—, nosotros somos países distintos. Nos resulta bastante difícil coincidir fuera de los ámbitos políticos —le contó con una sonrisa amarga—. Quería pasar la semana en su casa, que hace muco que no nos reunimos en familia.
—No te preocupes entonces —la animó _____ posando una mano en su hombro.
—¡Sí! —añadió Feliciano—. No te preocupes, te traeremos muchos recuerdos —le prometió. Eso pareció alegrarla un poco.
—¡Oh! Antonio, ¿Me traerás aceite de oliva, porfis? —preguntó mirándole dulcemente.
—¡Sí! —rio el castaño—. Disfruta tranquila, ¿vale?
—Hablando de hermanos —recordó François—, ¿crees que Gilbert podrá venir, Ludwig?
—Ya le gustaría a ese… —exhaló—. Pidió demasiados días libres para irse por ahí y ahora tiene que recuperar lo que no ha trabajado.
Estaba decidido, pues: serían ellos siete.
Habiendo acordado algunas cosas para el viaje, François, Arthur y Ludwig salieron a toda prisa tras despedirse para poder llegar a tiempo al aeropuerto y no perder su vuelo, mientras que los hermanos italianos y Emma se quedaron a charlar un rato más porque el suyo salía un poco más tarde.
—_____. —Feliciano, que estaba a punto de irse con su hermano, se había girado de repente con la espalda bien erguida.
Cuando sus miradas se encontraron, su postura se volvió mucho más relajada.
—¿Habría alguna manera de poder seguir en contacto contigo? —sonrió jugueteando con sus dedos.
—Eh… —_____ miró vacilante hacia Antonio y este soltó una risa nasal.
—Creo que ya va siendo hora de comprarte un móvil —anunció él posando una mano sobre el hombro de la joven.
Acompañados por Emma, que tenía el vuelo mucho más tarde, Antonio y _____ partieron en busca del teléfono y, ya puestos, a tomar algo para que las dos pudieran pasar algo más de tiempo juntas antes de decirse adiós. Sabían que se verían en persona algunas otras veces y podrían llamarse en cualquier momento a partir de entonces, pero aun así la despedida no fue fácil.
Una vez en casa y en habiendo cenado, aprovechando que Antonio se había ido a su despacho, _____ se tumbó de espaldas en el sofá y se quedó mirando emocionada el dispositivo. No era que en su mundo no tuviera teléfono, pero tras pasar tantos días sin uno propio, le hacía ilusión.
Cambió de posición para tumbarse boca abajo; no sería la primera vez que le caía el móvil en la cara, pero quería evitar que sucediera de nuevo. Algo nerviosa, tragó saliva y escribió y borró varias veces el mensaje que quería enviar a Feliciano para avisarle de que ya tenía teléfono. Cuando el texto fue de su agrado, pulsó el botón para mandárselo. El italiano contestó enseguida con un sticker superadorable, saludándola.
—Llevas pegada al cacharro un buen rato, ¿a qué o quién se debe? —preguntó Antonio, divertido, apareciendo por la puerta.
—¿Eh? —se sorprendió ella y con una sonrisa tonta añadió—: No es nada. ¿Qué hora es?
—La hora de irse a la cama —contestó burlón, cruzándose de brazos.
—Ni que tuviera cinco años, abuelete —bromeó recordando lo que Lovino había dicho.
—¿Abuelete? —protestó fingiendo indignación.
Entre risas, la muchacha apagó la pantalla del dispositivo y se sentó para dejarle un sitio a su «primo». Antonio le revolvió el cabello al dejarse caer en el sofá.
—Hombre, reconoce que ya tienes cierta edad… —se rio ella pasándose una mano por la cabeza.
—Pero de aquí a abuelo aún me quedan siglos… ¡Si estoy en la flor de la vida! —volvió a reír.
Antonio se la quedó mirando, sonriendo. Pero al poco rato su rostro se tornó serio y exhaló un suspiro profundo. _____ había dejado de reírse y lo miraba preocupada por la tristeza y algo más que vio en sus ojos verdes.
Antonio se inclinó hacia delante y cruzó las manos con la mirada perdida en el parqué. Volvió a suspirar.
—Te digo esto —empezó—, sintiendo de todo corazón tu situación, pero —dijo inclinándose hacia atrás para abrazarla de lado—, gracias por estar aquí.
_____ le devolvió rápidamente el abrazo.
—Contigo por aquí, siento que vuelvo a tener una familia —admitió conmovido—. Más que prima, eres como una hermana para mí —añadió—. Gracias.
La sonrisa de Antonio era brillante y sincera. La joven lo estrechó entre sus brazos, enternecida por lo que le acababa de contar.
—No, gracias a ti —contestó mirándolo con los ojos vidriosos—. Para mí también eres como un hermano, Antonio. —Le empezaba a picar la nariz—. Te… —Le temblaron los labios—. Te quiero mucho —profirió llorando a moco tendido.
—Ay, no llores que sino yo también lloraré... —Pero las lágrimas ya brotaban de sus ojos, y con la voz rota declaró—: Yo también te quiero mucho —lloró estrechando a su hermana en un cálido abrazo.
Merci (catalán): Es una expresión bastante usada en Cataluña para dar las gracias de manera informal (aunque yo lo uso casi siempre Xd). Es un préstamo del francés, pero tenemos expresiones de agradecimiento que usan la palabra "mercès", aunque esa se usa en contextos muy formales como "moltes mercès" (muchas gracias). Pero no la he escuchado usar, casi nunca, de manera seria, la verdad.
Aprovecho para avisar que creo que tardaré un tiempo (tampoco mucho, no os preocupéis) en publicar los siguientes capítulos. Lo digo porque si tardo unos meses (espero no tardar demasiado) como con el 3, no os penséis que lo he abandonado Xd. ¡Gracias por leer y hasta la próxima! <3
Capítulo 3 🐞 Capítulo 5
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tigretulipa · 1 year ago
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“that’s my favorite fictional character and I get to torture him !!!!!!!!!!!!!!!!!!! 😤”
— AO3 fanfic writers
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tigretulipa · 1 year ago
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Hi, Tumblr. It’s Tumblr. We’re working on some things that we want to share with you. 
AI companies are acquiring content across the internet for a variety of purposes in all sorts of ways. There are currently very few regulations giving individuals control over how their content is used by AI platforms. Proposed regulations around the world, like the European Union’s AI Act, would give individuals more control over whether and how their content is utilized by this emerging technology. We support this right regardless of geographic location, so we’re releasing a toggle to opt out of sharing content from your public blogs with third parties, including AI platforms that use this content for model training. We’re also working with partners to ensure you have as much control as possible regarding what content is used.
Here are the important details:
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tigretulipa · 1 year ago
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tigretulipa · 1 year ago
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You ever just wake up from an incredibly graphic and realistic nightmare that was a pure psychological horror based on your own personal phobias and trauma and just roll over like “aw shit I got too hot last night I guess.” And then make toast like you didn’t just experience the nine circles of hell before 9 am
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