trenzarysentir - Tumblr blog

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Corría el verano del 2011 en la ciudad y su vista adolescente captaba solo tres cosas: palmeras, mar y el chico de las zapatillas rotas. Tenía entre 15 a 17 años y la inseguridad adolescente la invadía cada vez que el grupo de amigos pactaba una salida a la playa o a cualquier lugar que requería interactuar con él y su maldita sonrisa que dejaba entrever los hoyuelos de sus mejillas. Miradas y tonterías eran pan de cada día y cada día se veían más seguido, pensó que explotaría de amor, pensó que lo que sentía no era algo normal pero era grandioso, era entretenido, no quería que acabaran nunca las miraditas y esos detalles de amigos pero no tanto. 

 Una noche fresca en la avenida Alicante finalmente sucedió y no me refiero a nada más que una declaración inocente, de niños. ¿De verdad te tienes que ir? Él le preguntó mirando sus zapatillas rotas, jugando con ellas. Sí, es que ya es tarde, no voy a alcanzar la micro, le dijo ella fingiendo que nada pasaba pero en realidad, le pasaba de todo. Mientras veía acercándose la 121 que la llevaría al lugar donde no quería estar, sintió su abrazo desde su espalda como aferrándose a la idea de los últimos segundos que les quedaban juntos. Me gustas, finalmente le dijo él y nada más. Ella, con la mirada fija al frente, sintiendo el abrazo, sus palabras y el calor de la noche le dijo: Tú también me gustas. Quizá fue la noche más calurosa de su vida porque hasta ahora ella recuerda el sudor y felicidad, el bloqueador y la inocencia. Una semana más tarde él se fue a otra ciudad y nunca más se volvieron a ver pero cada verano que pasa ella aún se pregunta qué será de él y de sus zapatillas rotas.

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(A)MAR

 Para escribir vine al mar, veo las olas rompiendo escandalosas contra las rocas, quizá estuvieron esperando este encuentro toda su vida y es por eso que rompen con tanta fuerza contra ellas, para curarles las grietas de la espera. La vista infinita mece mis pensamientos como la marejada en este día gris y pienso que es agradable la dualidad entre el mar y el cielo el día de hoy, la naturaleza mostrándose vulnerable como quien elige desnudarse el corazón y ahondar en la cabeza ajena. 

 Para escribir vine al mar, a veces me pregunto por qué me sentiré tan acogida en este gigante azul, cuando escucho el suave ritmo de las olas como compases, sentir como fluye la corriente en mi cuerpo como si se tratara de un abrazo apretado y dejarme guiar por la brisa salada que desordena mi pelo son suficientes para pensar que no concibo una vida sin (a)mar. 

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feliz día del paco

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egocentriklove

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Adiós 2021.

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Veintidós diecisiete

Que curioso, me quedé con el lápiz apoyado en la libreta porque no supe como empezar sin mentir(me). Siempre he sido más emoción que razón, soy experta en sentirlo todo siempre y no, no me estoy disculpando por ello. Pretendo ser la persona que no se desmorona, que lo ha visto todo, es por eso que una de mis actividades favoritas es poner el ojo en el visor de una cámara análoga porque solo así puedo verlo todo. Pero soy cáncer, soy un ser de agua, voluble pero constante y sí, es difícil estar cerca de mí por eso aprecio a cada persona que resiste la lucha conmigo. También sucedo entre letras cuando me bajo del mundo un momento, hoy es un día de esos, encuentro la quietud necesaria y ordeno también el cerebro.

Soy más emoción que razón, ni mis fantasmas se quedan cuando mis emociones caen como avalancha después de haberlas retenido días. Huyen, yo también lo haría pero mi reflejo distorsionado me enseñó que por más que odie el habitar este cuerpo emocional, por más que no quiera seguir siendo agua no puedo mirarme desde otro ángulo, no puedo vaciar el océano así que aprendí a ser pez, aprendí a amar mis olas con toda la fuerza que ellas estallan contra mi orilla.

Soy más emoción que razón, le canto a mis cactus porque no concibo una vida sin espinas, dejo que crezcan por si un día decides regresar. Por alguna razón mis rudas siempre mueren, dicen que por las malas vibras pero yo creo que por el exceso de amor, no dejo que crezcan por sí solas, las ahogo de amor… entonces lloro, pero es porque siempre lo he sentido todo y no, no me estoy disculpando por ello…

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La puerta blanca

La puerta está cerrada, desde hace mas o menos cuatro días. No quiero molestar, pero quiero saber como está, si necesita algo para comer o si está con vida. La puerta blanca me aleja y lo hago, pero con culpa de no hacer nada al respecto. Estos días la puerta blanca es mi cuadro favorito, la observo como si fuese arte y creo que hasta me percaté de algunas manchas de lápiz que tiene cerca de las bisagras. Dentro no se escucha ningún ruido, la nada misma mirándome fija a ver que hago, como enfrento la puerta blanca que a ratos parece un portón gigante. Pasa otro día más y estoy despierta desde las cinco de la mañana esperando a que sea una hora prudente para levantar a la familia y tomar desayuno, pero antes “la puerta blanca” pienso. Salto de la cama como mis huesos me lo permitan pues ya no soy una jovencita y voy cautelosa a poner mi oreja en la puerta blanca… nada aún. Reímos y conversamos con los demás y cada vez que me permito reír miro la puerta blanca como me juzga, desafiando mi capacidad de madre, entonces lloro y nadie sabe qué hacer. Nadie dijo que sería fácil, “tranquila, en algún momento tendrá que salir” me dicen o “entra y tírale agua helada” pero lo único en lo que pienso es como una puerta blanca, madera o lo que sea ese material muerto me impide el paso al mundo que hay detrás. Otro día, otro despertar temprano y hoy digo “no más”. Voy directo a mi rutina de todos los días, me armo de valor, este día será diferente, pongo mi mano en el pomo de la puerta blanca y siento llanto, un llanto horrible, un llanto que me hiere. Dejo de apretar el pomo y miro la puerta, sonríe. No pude. Pero al menos me deja tranquila saber que, aunque sea con dolor, sigue viva. Pasan otros cuatro días más en que la puerta blanca sigue cerrada.

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YO ME ACUERDO

Yo me acuerdo de los atardeceres musicales, elongando, bailando. Yo me acuerdo de lo poco y nada que sabía sobre la amistad. Yo me acuerdo de las risas y las noches en vela comiendo papas fritas. Yo me acuerdo de los recuerdos que creamos y que revivíamos siempre que podíamos. Yo me acuerdo de las noches bañándonos en calzones en el Trocadero. Yo me acuerdo del significado de ser feliz. Yo me acuerdo que ella era feliz. Yo me acuerdo que en las competencias siempre hacíamos equipo, éramos imparables. Yo me acuerdo de la vez que nos tocó bailar una contra la otra. Yo me acuerdo que gané, pasé a la final. Yo me acuerdo que me abrazó, “eres fuerte, estoy orgullosa de ti” me acuerdo que dijo. Yo me acuerdo de la pulsera de elefantes que me traería suerte. Yo me acuerdo de la vaga esperanza de que el Marcelo me pescara. Yo me acuerdo que ella siempre me quitaba la pena. Yo me acuerdo que varias veces me acompañó en mis malas decisiones y yo en las de ella. Yo me acuerdo (y desearía no acordarme) de cuando escuché que ya no estudiaría más en la UA, ya no había plata. Yo me acuerdo de las rifas y las completadas que hacíamos en la plaza pa’ juntar plata. Yo me acuerdo del año sabático que tomó en la u y mi frustración por no saber como ayudarla, por no querer que se fuera. Yo me acuerdo que finalmente se fue. Yo me acuerdo de los viajes en bus a Ovalle. Yo me acuerdo que mi mamá me retaba por quedarme una semana más con ella y perder los pasajes de vuelta. Yo me acuerdo que todo iba bien. Yo me acuerdo que volvería a Antofa el próximo año. Yo me acuerdo de ser feliz. Yo me acuerdo de que ella era feliz. Yo me acuerdo del último viaje a Ovalle antes de su vuelta. Yo me acuerdo que nunca lo hice. Yo me acuerdo del terremoto y que me burlaba de los chinos. Yo me acuerdo de haberme dado cuenta del epicentro: Ovalle. Yo me acuerdo (y quisiera no acordarme) de Bachelet dando los nombres de los muertos por la tele. Yo me acuerdo de la depresión. Yo me acuerdo años después aún buscando la noticia de ese año y viendo su nombre, entre los fallecidos.

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SOLTAR

Abro los ojos y estoy en una playa. Está nublado, miro hacia los lados y la playa es interminable, el mar hermoso, la arena lisa y con algunas conchitas en ella. Veo mi pantalón corto y el polerón para capear el aire fresco; sonrío y respiro hondo, ¿el olor? brisa marina, salado. Miro hacia atrás y hay un pequeño puesto de salvavidas, en ella una silla, comida, una toalla y un libro con un marcapáginas. Abro el libro pues la portada era lisa, no tenía título y al ver el interior son solo páginas en blanco. Que raro. Alzo la mirada y a lo lejos, en el nacimiento/término de las olas, en la orilla estás tú, mojándote los pies pero no puedo ver tu rostro.

En mi interior sé que debo ir, pero me aborda una sensación de miedo aun, así empiezo a bajar y a caminar lento, podría detenerme, volver a subir al puesto de salvavidas y esperar a que te fueras, pero sé que volverías a mojarte los pies en esta misma playa, así que avanzo…

Te das vuelta y te miro, pareces sereno, hermoso, no hay pizca de malas sensaciones, llegas a mi encuentro. Estamos tan cerca que nuestros alientos combinan y es ahí cuando me doy cuenta que soy yo quien debe hacerlo, entonces te abrazo, te abrazo fuerte, río y lloro a la misma vez, tú también me rodeas y me aprietas fuerte y nos quedamos ahí, en el abrazo, acomodándonos de vez en cuando, ¿y el miedo? se va, se va lejos junto con el calor de nuestros cuerpos. Así que sé que como inicié el abrazo, debo terminarlo. Después de apretarte una vez más pienso: “si no acabo este abrazo tan placentero, terminaremos asfixiándonos… una vez más”…

Entonces abro mis brazos, lentamente y con ellos mis ojos, nos miramos una última vez y me voy. La paz se siente, no hay dudas, no hay “oportunidades” te suelto y me voy, tú me miras mientras lo hago, lo siento en el escalofrío de mi espalda. Subo al puesto de salvavidas y ahí de pie hay otra persona pero esta vez soy yo y corro para el encuentro, me abalanzo y me abrazo, mucho más fuerte que a ti ya que sé que por más que perdure el abrazo jamás me haré daño. Me miro al rostro y digo: “estoy lista”. Miro el libro y ahora en la portada está escrita esa historia, vuelvo a mirarme y sonrío. Entonces me doy cuenta que el pasado quedó escrito pero que es un libro que permanece aquí, en esta playa, que no volveré a abrir, que no llevaré conmigo…

Al irme de la playa conmigo de la mano y contándonos historias futuras, miro hacia la orilla del mar y ahí donde estabas tú, mojándote los pies, ahora veo un tótem que vigila la playa y mis pasos hacia una historia nueva…