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Sadismo

Se subió al taxi y le indicó la dirección. Al recorrer las calles de su ciudad, evocó algunas de las veces que la transitaron juntos a las tantas de la madrugada. La noche siempre comenzaba muy tarde para él. Tocó a la puerta y sintió una gélida sensación atravesándole el estómago, como el cuchillo que siempre utilizaban ambos para dar vida a sus fantasías.

Cuando abrió la puerta, se sorprendió al ver que la estancia estaba completamente a oscuras.

—Hola, Santiaga —le susurró al oído y la condujo hasta la cocina. Sobre la mesa, un par de platos resplandecían a la luz de varias velas.

—¿Por eso no fuiste a buscarme? —preguntó, riéndose— ¡Awww… el profe Vica me cocinó!

—Sí, quería sorprender a mi Santiaga —respondió. Un ademán sádico surcó su rostro.

La cena –uno de sus platos favoritos: arroz, pollo frito y ensalada- transcurrió entre conversaciones banales sobre el trabajo y la familia. Después de comer, ella se levantó para fregar los platos mientras su teléfono reproducía una de sus bandas favoritas. Su presencia la atrapó tarareando una frase en un inglés totalmente ininteligible.

La estrechó contra sí, tomándola por la cintura, y mordió su cuello. Una de sus manos manoseó sus senos y la otra –curiosa- tanteó en su entrepierna. Estaba húmeda, no imaginaba cuánto lo enloquecía la rapidez con la que su cuerpo respondía a sus caricias. Otra vez, como en tantos relatos y cuentos, ella sería suya de todas las maneras posibles.

Ella se volteó y recorrió con su lengua los labios de él. Lo apartó con brusquedad y toqueteó su miembro. Duro y deseoso de penetrarla. Él la tomó con fuerza hacia sí y apretó sus muslos y nalgas, las marcas de mordidas de su último encuentro todavía estaban allí. Verlas le causó un singular placer.

Se arrodilló ante ella y besó sus piernas, esas que arrancaban suspiros a más de uno, esta noche serían solo suyas. Las mordió sutilmente. Arrancó sus pantis negras. La ansiedad por ver su piel lo dominaba.

Acarició con su lengua su intimidad, cuando ella parecía a punto de estallar en un orgasmo, la levantó y la colocó en la barra de la cocina, allí mismo la penetró, no sin antes abrir su vestido con violencia y lamer sus senos.

Admiraba sus curvas, movimientos y sus expresiones de placer al ser embestida una y otra vez. La tomó del cuello con violencia y eso pareció excitarla aún más. La sofocó con un ardiente beso y mientras ella le respondía, sacó el enorme cuchillo de una de las gavetas y lo hundió en su abdomen. Ella quiso apartarse y gritar, pero la mantuvo callada con su lengua. Le asestó otra puñalada en el bajo vientre y se apartó para detallarla. La sangre comenzaba a emanar de sus heridas. Ella estaba petrificada.

Se acercó nuevamente.  Le clavó el puñal entre la segunda y tercera costilla izquierda, y lo deslizó en diagonal hasta el vientre. El bulto de intestinos cayó al piso entre sangre y contenido gástrico. Ella se dejó caer y un quejido de dolor rompió el silencio. En el suelo de la cocina, ella intentaba contener sus entrañas.

Sus ojos se llenaron de lágrimas al intentar incorporarse, sosteniéndose con una mano los intestinos. Él disfrutó la escena. La ayudó a levantarse, solo por el simple placer de contemplar por última vez sus curvas y su rostro, que aún permanecía perfectamente maquillado. Quiso rozar sus labios pintados de rojo con la punta de su cuchillo, pero ella lo apartó con rudeza. La obligó a besarle y le propinó un cuchillazo a la altura de la clavícula, justo por encima del corazón.

Se alejó, ella parecía a punto de perder el conocimiento. Permaneció de pie unos segundos, viendo con aversión sus tripas, que le colgaban hasta los pies. Finalmente se dejó caer, tosiendo sangre y exhalando sus últimos soplos. Quiso articular algo, pero su tiempo vital se agotó. Lucía hermosa, como si durmiera plácidamente, descansando por toda la eternidad…

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Nadie...

Mario Benedetti

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...dejemos que la tinta hable por nosotros. ⚡⚡ #tattoo #inkedgirls #inked

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–Qu'est-ce que signifie «apprivoiser»? –C'est une chose trop oubliée, dit le renard. Ça signifie «créer des liens...» –Créer des liens? –Bien sûr, dit le renard. Tu n'es encore pour moi qu'un petit garçon tout semblable à cent mille petits garçons. Et je n'ai pas besoin de toi. Et tu n'as pas besoin de moi non plus. Je ne suis pour toi qu'un renard semblable à cent mille renards. Mais, si tu m'apprivoises, nous aurons besoin l'un de l'autre. Tu seras pour moi unique au monde. Je serai pour toi unique au monde...

Le Petit Prince

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I just wanna skateboard under the sunrise in memory of you, Heath. Happy 37th Birthday.

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Ramón Gómez de la Serna

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La ilustradora freelance de Polonia Ania Mitura-Laskowska, más conocida como "Dalisa", ha creado una serie de imágenes digitales inspiradas en la popular serie de televisión estadounidense "Game Of Thrones".

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…Me noto extraña, suspendida, sin retorno.

De La hija del carnicero, Vanessa Martinez (via entreletrasycafeina)

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¿Has visto pasar a una persona fugaz?

Benjamín Griss

(via

elchicodelayer

)

Muchas.

(via ariamguadalupe)

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Sadako Sasaki y las 1.000 grullas de papel

Sadako Sasaki tenía solo dos años cuando «Little boy» cayó sobre Hiroshima, ciudad japonesa en la que residía, a escasos 1,5 kilómetros de la zona cero de la deflagración.

Diez años después de aquel 6 de agosto de 1945, con 12 años, a Sadako le diagnosticaron leucemia, conocida como la «enfermedad de la bomba A», una de las tantas consecuencias de la radiación que produjo la bomba atómica, lanzada por el bombardero estadounidense Enola Gay durante la Segunda Guerra Mundial.

“Sé que moriré esta noche”

Mientras la pequeña estaba en el hospital, su mejor amiga, Chizuko Hamamoto, le recordó una vieja tradición sobre alguien que realizó mil grullas de papel (origami) y, gracias a ello, los dioses le concedieron su deseo.

Con sus propias manos, Chizuko hizo la primera grulla en papel dorado para Sadako, quien tenía la esperanza de que los dioses le concedieran el deseo de volver a correr de nuevo.

Al poco tiempo de empezar su tarea, Sadako conoció a un niño que también padecía leucemia, y le animó a que hiciera lo mismo, pero el niño le respondió: “Sé que moriré esta noche”.

Sadako pensó que no sería justo pedir la curación solo para ella, por eso imploró que su esfuerzo sirviera para traer la paz y la curación a todas las víctimas del mundo.

Con el papel de los botes medicinales y otros que iba encontrando, llegó a completar 644 grullas de papel, pero el avance de la enfermedad le impidió culminar. Sadako murió el 25 de octubre de 1955, tras casi 9 meses de estancia en el hospital.

“Este es nuestro grito. Esta es nuestra oración. Para la construcción de la paz en el mundo”

Luego de su fallecimiento, sus compañeros de escuela lograron culminar las mil grullas.

Tres años más tarde, inspirados por su historia, los niños de Hiroshima honraron a Sadako con un monumento, en el que aparece con una grulla de papel dorada en la mano y la siguiente inscripción: “Este es nuestro grito. Esta es nuestra oración. Para la construcción de la paz en el mundo”.

Cada año, para el 6 de agosto, Día de la Paz, llegan miles de grullas de papel a Hiroshima desde todos los lugares del planeta.

La era post Little Boy

Hoy, 70 años después del lanzamiento de las bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto, respectivamente; agresiones de este tipo no tienen fecha de caducidad.

Los dos bombardeos mataron instantáneamente al menos a 129 mil personas. Sin embargo, el saldo final de las víctimas mortales aún no está claro. Se estima que en los primeros 2 a 4 meses posteriores, los agudos efectos de los ataques -mayormente, quemaduras y el síndrome de irradiación aguda- se cobraron entre 90 mil y 166 mil vidas en Hiroshima, y entre 39 mil y 80 mil en Nagasaki. Las víctimas fatales de diferentes tipos de cáncer en los años posteriores se calculan entre 565 y mil 900.

Las autoridades locales dan un número total de bajas más alto, casi 450 mil personas: 286 mil 818 en Hiroshima y 162 mil 83 en Nagasaki, según cifras del 2013.

A pesar de que los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki y las numerosas pruebas nucleares posteriores demostraron los efectos devastadores de las armas atómicas, la «doctrina insana» de la Destrucción Mutua Asegurada ha pasado por toda la Guerra Fría, basándose en las garantías de la aniquilación de un adversario en un primer ataque, destaca Actualidad RT. 

La carrera nuclear a lo largo de la Guerra Fría, principalmente entre la URSS y EE.UU., llevó a que a inicios de los años 1970 las armas atómicas fueran almacenadas a tal punto que, sin contar los medios “convencionales” de eliminación, a cada ser humano en la Tierra le corresponderían 15 toneladas de trinitrotolueno.

La ofensiva continúa y el exterminio es una amenaza latente

Según la cifra del Instituto Estocolmo de Paz (SIPRI, por sus siglas en inglés), para inicios del 2015, con todos los acuerdos de No Proliferación Nuclear vigentes en el siglo XXI, en el mundo hay un total aproximado de 15 mil 850 armas atómicas repartidas entre nueve Estados: EE.UU., Rusia, Reino Unido, Francia, China, la India, Pakistán, Israel (aunque este no lo admite oficialmente) y Corea del Norte. 4 mil 300 de estas armas están desplegadas en las fuerzas operacionales y aproximadamente unas mil 800 se mantienen en estado de alta alerta operacional.

Incluso, un limitado conflicto nuclear regional, por ejemplo entre la India y Pakistán, con el uso de solo 100 bombas del tamaño de la de Hiroshima, mataría a unas 20 millones de personas de inmediato y los efectos secundarios, entre enfermedades, cambio climático y la respectiva hambruna, se cobrarían la vida de unas 2 mil millones de personas alrededor del planeta. Un escenario válido en caso del uso de menos de un 0,5 % de los arsenales globales de armas atómicas. 

Ante un panorama como este, tal y como indica BBC Mundo, más útil que preguntarse si el uso de la bomba atómica de Hiroshima era necesario o no, su aniversario debería servir para reflexionar sobre las formas en las que, todavía hoy, se hace la guerra, en un planeta en el que la ofensiva continúa y el exterminio es una amenaza latente.

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El álter ego

La observó caminar hacia su edificio, inmersa en un libro de tapas negras y estilo antiguo. “Distraída, para variar”, pensó. Llevaba una falda negra, bastante corta, y botines de taco alto. Se río, vestida así, solo le haría el trabajo más fácil. Casi podía sentir su aroma, ese perfume cuya marca desconocía, pero que siempre le hacía desearla. Hoy no estaría solo, su álter ego lo acompañaba y juntos la asesinarían.

Ella no se percató de su presencia hasta que el enorme cuchillo le presionó la espalda y una voz le conminó a abrir la puerta rápido y sin voltear.

La forzó a entrar en el ascensor, sin dejar de empuñar su afilado instrumento contra ella. Olió su cuello y anheló morderlo. Dejó que los viera, y se engañara al pensar que todo sería parte de una fantasía más. Ella lanzó una risotada aún nerviosa y quiso decirle algo, pero la calló con su lengua, recorriendo sus labios finos con su punta y, finalmente, introduciéndola dentro de ella para explorarla.

La volteó violentamente de cara al elevador y apretó su cuerpo contra el suyo. Aunque su interés en ella esa noche era diferente, no pudo evitar acariciar sus muslos y deslizar su mano a través de su falda para encontrarse con su humedad.

Tenerla así era tan perfecto. Mordió su cuello. Recorrió sus senos y sintió sus pezones a través de su blusa transparente. Él quería hacerla suya allí mismo, pero su álter ego le recordó a qué habían venido.

La primera cuchillada fue como penetrarla, un desahogo, la redención. Se alejó de ella y estudió su expresión, en ella había turbación y una leve amenaza de lucha. Intentó salir del ascensor, pero él se interpuso. Fue cuando buscó pulsar la señal de alarma y él le clavó la mano al tablero con un pequeño bisturí que tenía en el bolsillo de la chaqueta.

Óxido y mierda

Un grito de dolor se escapó de su garganta, gutural. Temblaba. Parecía a punto de entrar en shock, como un pobre animalito que teme por su vida. Aprovechándose de su conmoción, le dio una nueva puñalada en la parte alta del abdomen, hundió la navaja hasta el fondo y sintió el calor de una gran cantidad de sangre emanando de ella. Lo deslizó hasta su bajo vientre y metió una mano para inspeccionar, cuando sintió sus tripas, las extrajo.

Un nuevo alarido amenazó con delatar su juego, así que le tapó la boca. Ella parecía a punto de desmayarse. Mientras él estaba absorto, admirando su espectáculo, ella liberó su mano y le alcanzó el cuello con el bisturí.

Ella procuraba presionar la herida, intentando mantener las entrañas dentro y salir del ascensor, cuando una nueva puñalada le dio en el muslo derecho. Aún así trastabilló hasta la puerta, pero no consiguió las llaves. 

—¿Buscas esto? —dijo el otro con una voz ronca, sosteniendo las llaves para que pudiera verlas.

Se le acercó. Rozó su rostro con su cuchillo, pensando dónde usarlo esta vez. Decidió torturarla y le hizo un corte desde la nuca hasta el pecho. Se divertía al verla revolverse y agonizar.

Mientras la sostenía por el cuello, la atravesó hasta perder la cuenta. Un olor putrefacto inundaba el vestíbulo, una mezcla de entrañas y sangre. Óxido y mierda.

La vio a los ojos y su vida se esfumaba ante él. Envuelta en su propia miseria, lucía aún hermosa. Estaba muerta y su álter ego también se había marchado.

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Loki es adorable

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