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walterisaaclezcano · 7 years
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junio, 2017
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walterisaaclezcano · 7 years
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junio, 2017
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walterisaaclezcano · 8 years
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marzo, 2017, por zindo & gafuri, buenos aires, argentina 
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walterisaaclezcano · 8 years
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Habla Vicentico
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Gabriel Julio Fernández Capello apoya los pies en la mesa, se pone cómodo y algo casi imperceptible sucede: ya no parece Vicentico, uno de esos artistas que llenan estadios y además uno de los cantantes más reconocidos y exitosos del continente tanto en su carrera solista como al frente de Los Fabulosos Cadillacs, sino que parece, sencillamente, un hombre en paz. Y debe ser esa tranquilidad la que lo llevó a encarar una revisión de su catálogo en solitario.
Último acto (Sony) es un trabajo en el que Vicentico busca formas nuevas para hacer que sus canciones vuelvan a brillar con una fuerza renovada. Una suerte de greatest hits, pero intervenido, modificado y que amplían las posibilidades sonoras de estos temas ya conocidos por casi todos: Sólo un momento, Algo contigo, Culpable, No te apartes de mí y Los caminos de la vida, por nombrar algunas de las dieciséis canciones que integran el disco.
Para lograr esto, para conseguir que su sexto disco suene como si fuera algo completamente nuevo, Vicentico y Cachorro López, su habitual productor, se embarcaron en una producción costosa para estos tiempos de desinversión en la industria musical. Viajaron a estudios de Kingston, Nashville, New York y Los Ángeles para incentivar la creatividad y, de paso, contar con la ayuda de algunos monstruos, como el legendario Willie Nelson, Intocable, Sly & Robbie y Our Latin Thing. El resultado es impecable.   
¿Qué significó para vos hacer una relectura de tu trabajo?
Fue lindo a pesar de no haber sido una idea mía. Personalmente no lo sentí como que estaba mirando demasiado lejos. No tengo una carrera solista tan larga como para tener que ir muy atrás. Estamos hablando de los últimos ocho o nueve años. Y encima muchas de las canciones que están en el disco ya las venía tocando en vivo. Con lo cual no lo vi así. Fue más un trabajo actual de volver a grabar algunas canciones y divertirnos haciéndolo. En algunas canciones el trabajo fue más profundo y raro porque viajamos mucho. Pero otras canciones, las que grabamos acá, fueron una especie de diversión musical que me encanta y a la cual estoy acostumbrado porque en general es lo que hago todo el tiempo. Mis días respecto a mi trabajo transcurren así: tocando o grabando o ensayando. Y todo eso me encanta hacer, me divierte mucho. Y también les pasa a mis compañeros y a los que trabajan conmigo. Fue un lindo trabajo por momentos muy profundo y muy inspirador. Fue más vivir el momento que pensar en cosas antiguas. Para mí en un momento se transformó en hacer un disco completamente nuevo por más que las canciones estuvieran compuestas desde hace tiempo. Y lo viví así. De hecho es un disco nuevo por más que tenga canciones viejas. Hubo mucha gente nueva, muchos músicos que no conocía y nos fuimos descubriendo ahí, todo el tiempo era como vivir experiencias nuevas.    
¿Con Cachorro López dónde pusieron el foco para darle vida nueva a estas canciones?  
La verdad que fluyó mucho el trabajo. Por mi personalidad en particular, y la de Cachorro también, en muchas ocasiones nos tiramos a la pileta. En casi todas las canciones te diría. Salvo en la cuestión puntual de Willie Nelson. Ahí no nos daba para ir e improvisar porque teníamos que recibirlo con la canción preparada, esa canción sí fue laburada con tiempo. Lo demás fue bastante en el momento. Sobre todo porque también sabíamos con qué músicos íbamos a trabajar y que nos iba a resultar fácil hacerlo. Iba a funcionar. Y si no funcionaba siempre nos quedaba de última volver a grabar acá con otra gente. Pero en todos los casos funcionó al ciento por ciento. En la canción con Willie (Sólo un momento) nos estábamos mandando versiones con él para que se sintiera cómodo y seguro de que nosotros no estábamos locos y que íbamos a laburar bien. Porque él no nos conocía y entiendo que para él era importante asegurarse de que yo no era un asesino serial (risas). Aparte Willie no es una persona que me va a googlear. No creo que sepa que existe Google. Y otra cosa que llevamos un poco armada fue al viaje que hicimos a Jamaica. Caímos con una maqueta de la canción para que Sly & Robbie supiera de qué se trataba y no pasarle la canción en el momento. Y en realidad la trabajamos de cero. Simplemente la escucharon un par de veces ahí en el estudio de grabación para aprenderla. Los demás temas los armamos en los estudios y con los músicos, es la forma más natural que tengo de laburar.
Hay muchos duetos en este disco. ¿Cómo te posicionás vos, que tenés tu camino armado, al lado de artistas de ese calibre?      
Depende el calibre del artista. Por supuesto que con Willie Nelson el respeto es muy grande y el cariño también por lo que hizo y lo que conozco de él. Yo soy un admirador suyo desde siempre. Y lo que me produce es emoción, admiración, respeto y básicamente te sentás sin querer a aprender, a escuchar y a dejarte llevar por la música. Y Willie justo es un tipo muy del palo. Entonces es muy fácil con un tipo así por más que tenga 85 años. En un punto es un par. En otro punto yo no puedo verlo nunca como un par porque es un maestro. Pero él no piensa así. Es una persona que llega, saluda y dice: vamos a grabar, ojalá que salga bien. A mí se me salía la cadena. Lo veía y le quería tirar de las trencitas (risas). Pero yo básicamente lo que sentía era que con el disco todo iba a salir bien. Nervios no me daba.  Lo que sí aprendí con el tiempo es que las cosas si están bien armadas desde adentro las cosas salen bien. No tienen por qué salir mal ni pasar nada raro. Al toque nos dimos cuenta que salía. Todo ese día con Willie, por ejemplo, fue un día precioso en todos los sentidos. Desde el clima en la calle hasta el estudio, la situación de estar ahí, todo funcionó. Después con otros músicos que participaron la relación es más de hermandad y entendimiento total. Entre los músicos lo que pasa, salvo que el tipo esté medio chapa, te entendés en seguida. Y en seguida el respeto por el otro es mutuo y trabajás muy cómodo. Con Intocable, por ejemplo, no nos conocíamos personalmente pero conocíamos nuestra música. Así que encontrarnos fue un placer. Mixturar y mezclar los estilos fue muy agradable. Es lindo saber que en un lugar tan lejos de tu hogar o de donde vivís hay otro músico que entiende que el código es la música. Y enseguida hay comprensión mutua absoluta. Y si no está bien no pasa nada. Estamos hablando de canciones. No se trata de cosas demasiado importantes.
El cantante
Si hay algo que Vicentico ha logrado imponer en el rock nacional es una personalidad con la voz. Su timbre vocal es reconocible de forma instantánea, y eso le da una impronta inconfundible a sus temas o a sus inesperadas versiones. Y en Último acto su oficio, destreza y maestría a la hora de cantar logra alcanzar momentos, definitivamente, cautivantes. Luego de cinco disco solistas, Vicentico, Los rayos, Los pájaros, Sólo un momento y 5, Vicentico sigue demostrando que aquello que lo define en una canción es un modo de exponer las cuerdas vocales como uno de sus mayores tesoros.      
Tu voz, se nota en este disco, está pasando por un gran momento. ¿Cuándo sentís que ocurrió eso: que encontraste tu personalidad con el canto?
No sé si diría que estoy en un gran momento. Siento que tengo un piso relativamente sólido para cantar. Hay cosas que aprendí con los años. Que me costó mucho trabajo aprenderlas porque yo vengo de la escuela que es no tener escuela (risas). Entonces las cosas que uno aprende a veces no son demasiado metódicas y a veces no tenés noción de si lo aprendiste o no lo aprendiste o si fue suerte eso que pasó. Entonces el tiempo de aprendizaje es mucho más largo. Ahora sé que tengo un piso desde donde seguir aprendiendo. Vos decís: “se hace el humilde”. Pero no es cuestión de humildad, es real que en muchos de los trabajos de verdad aprendés una cosa nueva, en cada concierto algo nuevo que aparece y que se guarda. Lo que sí, y eso es una virtud en las personas, hay que estar atento para aprender.
Siempre hablás de la grabación de El León con los Fabulosos Cadillacs como un momento de quiebre en tu forma de cantar. ¿Qué pasó ahí concretamente?
Fue ese viaje especialmente que nos marcó a todos. En el sentido de que nosotros por primera vez, después de unos cuantos años de estar tocando, de haber pegado y caer y volver a pegar, hicimos un viaje para grabar. Y nos encontramos en un lugar donde se graba mucha música. Y ahí nos dimos cuenta de que estábamos a la altura. Llegamos con lo que sabíamos y a todo el mundo le pareció copado. Y nos ayudaron a sacar lo mejor de todo. Sentí que a las personas con las que estábamos trabajando les importaba si las cosas estaban bien o mal cantadas. Y qué era bien cantado y mal cantado. O cuánto del espíritu del cantante se nota en una toma o dónde colocar la tonalidad de la canción para que la voz funcione. Cosas que nosotros no le dábamos pelota. Componíamos en una tonalidad porque salía fácil y ahí la dejaba. Se la mostraba a los chicos y así la cantaba. Y a lo mejor si corría un poco la tonalidad mi voz sonaba mucho mejor. Todos los cantantes tenemos un rango donde la voz explota más. Lo mismo para que la canción brille. Y eso lo aprendimos ahí, en la grabación de El León. Yo, por lo menos, lo aprendí ahí. Creo que todos aprendimos algo. Y en ese sentido, a partir de ahí cambió mi relación con el laburo. Entendí que para que una canción brille donde tiene que brillar hay que trabajar. En ese momento mi método para componer una canción era muy torpe. Ahora me fijo mucho en esas cosas y trabajo mucho. Y es un placer hacerlo. Es parte del trabajo encontrar el hueco para que la cosa funcione en su máxima expresión. No sé si se logra pero la intención ya sólo de pensar que la canción tiene que llegar a su punto cúlmine en su creación es una buena intención. Eso ya pone la canción en otro lado.
El fabuloso
Hijo de titiriteros, nacido y criado en Parque Chacabuco, ocasional conductor de tv, actor inconstante con tres películas en su haber y cantante de Los Fabulosos Cadillacs, Vicentico ha transitado un largo camino hasta este momento de cierta estabilidad y plenitud artística. Ya son más de treinta años arriba de los escenarios. Y todo este presente arrancó a partir de un deseo que tuvo de niño Gabriel, siglos antes de convertirse en Vicentico, mientras jugaba, tocaba la guitarra o el piano o componía canciones. Más o menos lo que hace ahora para ganarse la vida y sostener a su familia.    
Dijiste que de chico querías dedicarte a la música. Cuándo lo concretaste, ¿fue como esperabas?
Yo en realidad no tenía idea de cómo iban a ser las cosas. La idea de que yo iba a ser esto fue un día. No era que lo pensaba todo el tiempo y   me torturaba con un mandato. Un día pensé eso de dedicarme a la música y no lo pensé más. Pensé que la música era una opción: me gustaba cantar, tocaba el piano, la guitarra. La otra opción era ser maestro de escuela. Cuando terminé la escuela hice el magisterio. Y de repente empezamos a tocar y todo lo demás quedó a un lado.
Los primeros shows de los Fabulosos Cadillacs fueron en el 82. ¿Cómo fue para vos crecer en dictadura?
Yo vengo de una familia de izquierda militante y muy setentosa. Con lo cual la dictadura estaba muy presente. Se sabía todo. De chico, muchas veces me tuve que ir de mi casa a otras casas porque había quilombo. Mis hermanos se fueron todos del país. Mis primos desaparecían. Conozco la historia. Se sabía lo que pasaba. Igual yo era chico y todo eso era un cuento épico. Vivía todo eso con cierta sensación épica y admiración por alguna gente. Yo jugaba a eso, a que era el Che o Santucho, por decirte algo. Después me hice más grande y la mirada romántica sobre eso se perdió un poco. Con el tiempo está bueno saber, dividir, no mezclar ni meter todo en una misma bolsa. No es lo mismo esta guerrilla que aquella guerrilla. Esa es la torpeza a la que nos sometimos nosotros en este último tiempo. No blanquear y no saber bien de dónde viene cada cosa. Y eso es confuso y esa confusión a mí no me va. Ese es mi pensamiento y hasta acá llego con lo que hablo. Porque es una cuestión personal el saber. No solamente te hablo de la política si no de mis cosas personales, de mi propia historia.
¿Cómo lograron mantenerse unidos con Los Fabulosos Cadillacs siendo que cada uno tiene sus proyectos?
Creo que cada uno de nosotros tiene el deseo de seguir por las razones que fuere. Después cada uno de nosotros por momentos tomaba las riendas de mantenernos juntos. En la hiperinflación, en esos años, no teníamos plata ni para el bondi. Éramos una banda conocida pero estábamos en el horno. Y lo que yo hacía era organizar partidos de fútbol. No lo hacía para mantenernos juntos pero en mi cabeza alguna finalidad de esas estaba dando vueltas. Yo sabía en algún lado adentro mío que si nos manteníamos juntos algo iba a pasar. Y algo pasó. Cada uno tenía su idea de cómo seguir. Y lo más importante fue la música: nos gustaba tocar juntos. Yo sé que dentro de poco podemos estar tocando de vuelta para poca gente. Eso es una cuestión de que las olas de la vida son así. Aparte somos amigos. Eso por momentos complicaba las cosas. Con los amigos unos tiene más quilombos que con los extraños. Pero también nos ayudó a reír y pasarla bien. Ahora tenemos una relación sin  problemas. No imagino algo que nos podría hacer pelear como nos peleábamos antes. También todos creíamos que Los Fabulosos Cadillacs no se iban a terminar nunca. Después nos dimos cuenta que no era para siempre. Si queríamos la cortábamos, que fue lo que pasó. Eso nos hizo muy bien a todos. Saber que afuera de los Fabulosos Cadillacs había un mundo distinto y bueno.
El político y el aventurero
Cada vez que puede, o quiere, a Vicentico le gusta deslizar ciertas ideas sobre el modo que tiene un lugar, un país o una ciudad, de hacer la vida mejor o peor a sus ciudadanos. Digámoslo así, habla de política. Pero sus palabras siempre tienen un grado de sofisticación porque evita los dogmas para acercarse más a ideas concretas de por qué la vida en el planeta tierra sigue siendo un calvario. En un año electoral, y para ir terminando, vale la pena escuchar lo que tiene para decir al respecto.          
Cuando hablás de política tratás de correrte un poco del partidismo.                              
Lo que pasa es que justo hoy decir “no creo en la izquierda o la derecha” es un discurso que lo puede decir Macri. Yo lo que creo, para ir más allá, es que la política como funciona ahora no es el camino. Igual, tampoco tengo la posta de nada ni sé lo que estoy diciendo. A mí me pasa hace tiempo que mi camino va por otro lado. Yo descubrí que en la autodeterminación está mi camino. Yo me voy llevando a mí mismo y a los que tengo cerca también. No es que yo los lleve si no que con los que tengo cerca vamos avanzando y cruzando la vida por propia determinación. Si yo tuviera que transmitir algo y alguien me pregunta le digo que prefiero ir por acá. No creo que si voto a tal o cual mi vida va a cambiar. A mí la vida me va a cambiar solamente si yo quiero. Yo sé cómo quiero que sea el mundo que tengo cerca. Por lo pronto, sé que nunca voy a pelear una batalla que no me sea propia. No me voy a subir a un tren por los indios de no sé dónde porque están sufriendo. Sí, lo entiendo perfecto y esa pelea yo la respeto. Pero yo acá tengo a la vuelta de mi casa uno que la está pasando mal. Ese que tengo cerca si puedo lo traigo para acá y lo ayudo. Yo puedo pelear por la pequeñísima comunidad que tengo cerca porque es efectivo. Me percibo más peleando acá, con los cercanos.
¿Pensás que el éxito comercial condiciona al músico a la hora de ponerse en riesgo artístico?
El éxito no es un tema a debatir porque no existe como tal. No te puedo contestar sobre eso porque es un malentendido. Yo soy bastante salame pero no tanto como para hablar del éxito. Y en cuanto a los desafíos y los riesgos puedo verlo de los dos lados: tomo todos los riegos posibles y por haber. Todo el tiempo. Y a la vez no tomo ninguno. Porque no existe el riesgo. ¿Cuál sería? De todos modos, sentarme en un escenario sin saber nada es un riesgo. No sé cómo lo verá otra persona. Yo a esa persona lo invito a estar en un estadio y cantar y tratar de que durante dos horas la gente esté prendida a eso. Eso puedo ser un riesgo o una boludez, no me lo planteo ni me lo quiero plantear así tampoco. Hay veces que tomo muchos riesgos sin darme cuento que los estoy tomando y hay veces que me doy cuenta de que estoy tomando demasiados riesgos e igual los tomo. Igual siempre todo es un riesgo.               
(Publicado en Bacanal, 2015)              
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walterisaaclezcano · 8 years
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Entrevista en la Universidad Nacional Arturo Jaureche de Florencio Varela.
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walterisaaclezcano · 8 years
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Los wachos en La Nación
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1 libro en 1 minuto: nueve retratos del Conurbano
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walterisaaclezcano · 8 years
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3/8/2016 en el CC Matienzo. 
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walterisaaclezcano · 8 years
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walterisaaclezcano · 8 years
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walterisaaclezcano · 8 years
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Hablan Los reyes del falsete
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La zona Sur del conurbano bonaerense siempre fue una usina musical poderosa. Bandas creativas, inquietas y experimentales salieron de esas tierras. Para demostrarlo hay un grupo que ya tiene varios años de brillar en el under y crearon un mundo personal y refrescante. Ellos son Los reyes del falsete (Nica Rex, Juanchy Munchy y Tifa Rex), un  trío que ya tiene dos grandes discos en la calle (La fiesta de la forma y Días nuestros) y muchos shows encima. Fuimos hasta la hermosa ciudad de Adrogué para hablar con el corazón de la banda: los hermanos Rex (Nica: cantante, guitarrista y bajista; Tifa: baterista y cantante). En su sala de ensayo (oculta en el consultorio psicológico de su madre) charlamos de la experiencia de masterizar en New York, de grabar con Litto Nebbia, de tocar en familia y de la incomodidad de dar notas.   
¿Cómo vivieron ustedes el proceso de terminar el primer disco, La fiesta de la forma, a comenzar a trabajar para Días Nuestros?
Tifa Rex: El primer disco ya lo veníamos tocando hacía cuatro años. Y sentíamos que teníamos que grabar las canciones para sacárnoslas de encima y porque nos estaban pareciendo viejas. Y lo grabamos tocando todos al mismo tiempo, incluso las voces. Estábamos con la idea esa: que parezca natural o un ensayo. No queríamos regrabar nada, sin maquillaje. Queríamos sacarle una foto de ese momento a la banda.
Nica Rex: igual antes de grabar ese disco, que también nos sirvió para que sonara bien Días Nuestros, ya habíamos grabado cuatro discos experimentales. Microfoneábamos la casa donde nos íbamos de vacaciones y grabábamos todo lo que pasaba. Después lo editábamos y eran disquitos completamente improvisados. Y así, con ese método, fuimos laburando todo. Había mas de 100 horas de grabación para La fiesta de la forma.  
Días nuestros, en cambio, tenía un laburo especial sobre cada tema y lo que le quisiéramos poner ahí. Batería electrónica en uno, piano en el otro, o panderetas o un solo, lo que fuera. Esta fue una producción de disco mas real. 
Tifa Rex: en el último disco quisimos hacer todo lo que no habíamos hecho en el anterior.
Nica Rex: en el método específico de composición de los temas no hubo tanta diferencia entre los dos discos. Siempre los temas son unas improvisaciones que hacemos y van tomando forma hasta se convierten en canciones. La diferencia clave fue la producción.
¿Sintieron una evolución en ese viaje del primero al segundo disco? 
Tifa Rex: con este disco nos sacamos todas las ganas de hacer lo que queríamos. Desde muy chico, desde hace doce años mas o menos, nos grabamos a nosotros mismos sin saber grabar. Nos bajábamos un programa a la computadora y nos grabábamos l.  Y este disco nos dijimos ¿por qué no hacemos lo que hacíamos cuando teníamos catorce años?
Nica Rex: el proceso de Días Nuestros  fue cambiando todo el tiempo. Y veíamos si por ahí uno de los temas necesitaba unas baterías y alquilábamos Panda [estudio de grabación], o grabamos un tema al aire libre, en el campo, y después nos parecía que requería una batería mas y lo hacíamos.
Porque además, durante el proceso de grabación, cada uno de nosotros estaba haciendo música electrónica. Después hicimos unos recitales electrónicos. Y quisimos grabar un ep de esa música. Y a la mitad nos dimos cuenta que eso también formaba parte de lo que somos, de Los Reyes del Falsete. Porque no hay diferencia entre componer con el teclado que con  la acústica. 
Tifa Rex: estábamos en la búsqueda de algo que se fue dando.
¿Cómo laburaron el tema del sonido de Días Nuestros? 
Tifa Rex: queríamos que sonara mejor que el anterior. Escucharlo y flashear. 
Nica Rex: entre otras cosas sirvió tener un productor (Pablo Barros) que nos ayudó desde el mismo comienzo, desde los demos, lo mezcló y se encargó de mandarlo a masterizar afuera. Estuvo en todos los momentos del disco. Y tiene absoluta injerencia en el sonido que logramos. 
Tifa Rex: igual mas que un productor ya es un amigo. No toca ningún instrumento, es quién nos hace el sonido en vivo, pero es un integrante de la banda. Y al principio no nos gustaba la idea de un productor porque nos gusta hacerlo todo nosotros, somos muy independientes. Pero después llegó y nos entendimos en todo. 
En ese disco cada uno toca diferentes instrumentos.     
Tifa Rex: siempre tocamos todo en realidad. Siempre fuimos productores y tocamos otras cosas. Nos sacamos las ganas de tocar todo lo que queríamos tocar. Nos dimos todos los gustos.
¿Cómo salió la posibilidad de masterizar en New York? 
Tifa Rex: Pablo Barros trabajó con muchas otras bandas: el Chaqueño Palavecino, Auténticos Decadentes, Damas Gratis, es groso. Él sabía que una banda había mandado a grabar a este estudio (Masterdisk) que era el lado b de donde se masterizó Plastic Beach de Gorillaz, por ejemplo. O sea era un estudio mas barato, un poco peor. 
Nica Rex: de hecho, eso se dio cuenta él: que el estudio era el mismo pero te cobraban menos porque el técnico que te hacía la masterización no es un tipo consagrado. Igual nuestro técnico masterizó a Metallica. Y se copó con nosotros. Nos mandaba tres versiones de un tema a ver cuál nos gustaba. Nosotros les dijimos somos una banda independiente, somos argentinos, el cambio nos mata. Nos hizo precio. Todo eso nos salió mas barato en New York que hacerlo con los grosos de acá. No es que somos unos locos que nos cabe derrochar guita, lo hicimos de esa manera porque era mas barato y mejor. 
En las canciones de este disco se nota un gen cancionero de rock nacional, ¿no? 
Tifa Rex: puede ser. Lo que nosotros queríamos es que cada tema sonara bien pero a su manera. No queríamos que todo sonara igual. 
Nica Rex: lo del rock nacional va mas allá de nosotros. Si todos te lo dicen debe ser así. Nunca lo vimos tan así, lo percibimos porque muchos amigos nos lo decían. Nos pasaba ya con el primer disco. Y debe haber algo de eso. Por eso creemos que el tema con Litto (Nebbia) es eso llevado al extremo. Fue nuestro agregado al gran conjunto de canciones que conforman el rock nacional. 
Recién decían que lo del rock nacional va  mas allá de ustedes. ¿Qué influencias musicales tienen? 
Tifa Rex: nosotros siempre nos jactamos de ser antigénero. De cada género podemos rescatar una canción. Cuando un tema está bueno hay que admitirlo. Y somos muy libres con eso. 
Nica Rex: sí, somos muy inquietos y de investigar mucho. Y nos gusta todo. Incluso para cortar un ensayo nos tocamos una cumbia. Nos cansamos fácil. Ya estamos demeando el tercer disco.       
 El tema Los niños tuvo una repercusión importante. ¿Cómo llega Litto Nebbia a participar? 
Tifa Rex: el tema fue compuesto hace 8 o 9 años en una zapada. 
Nica Rex: desde chicos tuvimos la costumbre de poner a grabar la grabadora de sonidos de Windows e improvisar una letra, para divertirnos. Nuestro primo inventó la letra completa de Los Niños  en una de esas veces y con la armonía casi como se escucha en el disco. Siempre nos reímos de ese tema. A veces lo tocábamos medio en joda. 
Tifa Rex: dijimos: este tema tiene que estar en el disco nuevo pero tocado en serio. Porque para nosotros era un chiste interno. 
Nica Rex: un día Sati [Santiago Rial Ungaro] le iba hacer una nota a Litto y nos invitó a acompañarlo para conocerlo.
 Tifa Rex: nos dijo que lleváramos un tema por si se copa para grabar. Le dijimos: estás loco. Santi nos respondió: ustedes lleven un tema que Litto se copa. Y nos pusimos a pensar qué tema podría quedarle bien a Litto. Lo pensamos un poco y le llevamos Los niños. Y por las dudas también Contale al mundo. Fuimos a la casa de él, nos mostró mil discos, comimos y le mostramos el tema. Y él empezó a tocar los teclados encima. Para nosotros Litto nos parecía inalcanzable y ahora lo teníamos ahí tocando nuestro tema. Dijo que sí, que se copaba y arreglamos para la semana (él arengó mas que nosotros por nuestro cuelgue) y grabó su parte en Melopea.   
Nica Rex: cumplimos un sueño que nunca tuvimos.  Cuando Litto grabó su parte el tema cambió y se nos fue de las manos. Se volvió épico. Ahora tenemos ganas de grabar el video. 
¿Cómo recibieron la repercusión que hubo del tema? Hasta fue elegido por la Rolling Strone como el mejor tema del 2012.
Tifa Rex: a mí eso de salir en notas lejos de darme felicidad me da mucha incomodidad. Por ahí alguno me dijo “che, felicitaciones que salieron en la Rolling” como si eso significara algo real. Como si la hubiésemos pegado. ¿Qué es pegarla? No significa nada salir en la tele. Lo importante es que venga gente a vernos en vivo y hacer buenas canciones. La posta está afuera, en el mundo real. Igual nunca compramos la Rolling Stone, no nos interesa ese tipo de cosas. La compramos el día que salimos solo para mostrársela a nuestra vieja. 
Nica Rex: no pasa mucho de que vengan a decirte que le gustó tal parte de un tema. Y yo lo que hago es eso: canciones. ¿Por qué me venís a felicitar por la opinión de alguien sobre algo que yo hice?
De todas formas somos conscientes que eso nos permite que nos conozcan un montón de personas que hoy en día son amigos muy queridos. 
Tifa Rex: que haya salido mejor tema del año ahí no significa que sea mejor tema del año.  Lejos está de significar eso. 
Sacaron su primer disco por Larpta y este por Triple RRR Discos. ¿Qué relación tienen con el indie? ¿ustedes se sientes parte de eso? 
Nica Rex: a veces se nos relaciona con el indie de La Plata porque somos muy amigos con bandas de allá y tocamos mucho en esa ciudad. Pero nosotros, si ves la producción de Días Nuestros, no nos consideramos una banda indie, ni en pedo. Y yo quiero ver cuántas bandas indies o de La Plata hacen un disco así. Yo creo que muchas bandas no les cabe ni ahí que esté Litto Nebbia porque enarbolaron el “no me gusta el rock nacional y me gusta Pavement u otro tipo de música”. Sin embargo nosotros tenemos afinidad espiritual con esas bandas pero sabíamos que musicalmente no éramos tan así. No nos cabe el indie, ni Pavemenet ni Sonic Youth, nos gustan otras cosas y no nos consideramos indies. Por ahí nos sentimos mas parte de la movida de zona Sur (si bien salieron bandas que no tiene nada que ver entre sí) porque tenía una cualidad importante: era experimental.     
 ¿Qué tiene de bueno y de malo tocar con tu hermano? 
Nica Rex: lo bueno es que no hace falta hablar nada.  Nos conocemos por compartir todos: desde la música, hasta las películas, los programas de televisión, todo. Y eso también genera un lenguaje que es muy nuestro y que nos permite comprendernos. 
Tifa: y lo malo son las discusiones que no tendría con otra persona las tenés. Te cagás a palos, en fin, todo es muy intenso. Lo bueno y lo malo siempre es a full.     
¿A qué le dicen Ni a Palos? 
Nica Rex: hacemos lo que nos gusta hacer de un modo privado, intimo y espontáneo y eso no vamos a cambiarlo ni un milímetro. 
Tifa: ni a palos a vendernos, a encasillarno, a quedarnos quietos. 
Los Reyes del Falsete tocan el 3 de abril en el festival Pepsi Music junto a Pearl Jam, The Black Keys, entre otras.
  (Publicado en Ni a palos, 2013)
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walterisaaclezcano · 8 years
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En la radio: Suena el afilador de cuchillos.
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walterisaaclezcano · 8 years
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(En Santa Fe, 14/5/2016)
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walterisaaclezcano · 8 years
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Un espejismo llamado Valpo
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Empezó como un rumor. Esa fue la chispa que encendió el motor del deseo. Amigos que siempre hablaban mal de Chile y de los chilenos, de pronto, desbordaban de emoción y de alegría cuando se referían a Valparaíso. Ellos, cancheros como quien habla de una antigua amante, le decían Valpo. Decían, también, que era “otra cosa”. La cuestión es que no era sólo la ciudad, el mar, los cerros, la gente. Si no que el territorio se volvía extraordinario si se trataba de pasar ahí el Año Nuevo. Era un escenario perfecto para ese sutil cambio de piel que significa el cambio de almanaque. Eso decían. Y luego sonreían de costado ocultando un secreto. ¿Qué había detrás de esos recuerdos que yo no tenía? En mi imaginación todo se transfiguraba en películas que tenían la fuerza del hedonismo, la acción, las revelaciones, lo onírico y el sexo desenfrenado. Sí, parecían escenas dirigidas por Alejandro Jodorowsky y Luc Besson.
Tenía que ir a conocer.
El periodismo freelance y la docencia son dos de las profesiones menos lucrativas del mercado laboral. Bueno, yo soy periodista freelance y docente de escuelas secundarias. Así que me llevó un tiempo juntar el dinero para las vacaciones. De todas formas no viajaría sólo. Cuando estás en pareja hace más de diez años esos momentos futuros se piensan siempre de a dos, es algo automático. Y placentero.
Lo que decidimos fue esto: hacer todo el viaje por tierra. Un micro hasta Mendoza y luego otro hasta Valparaíso, con un descanso de una noche en el medio. Sería más barato pero también era un plan que dejaba resquicios hacia lo inesperado y la aventura. Minúscula y contenida, con red, pero aventura al fin. (Nos equivocamos con esto: sólo conseguimos agotar nuestras fuerzas. Pero así son los planes: pueden fallar)
Nos daba cierta adrenalina visitar otro país. Era la primera vez. En algún sentido se trataba de salir de casa y correrse un poco de la zona de confort. La sensación era la de ser adolescentes en su primera excursión sin adultos a la vista. Pero también nos preocupaba el cambio de moneda. ¿Teníamos que hacer el cambió acá, en Mendoza, o allá, en Valparaíso? Decidimos cambiar nuestros pocos billetes en la terminal de Mendoza. Nos habíamos fijado el precio del cambio oficial en internet y el empleado nos dijo que ellos estaban manejando otros números. Nos dio menos billetes de los que les dimos. Ni bien estuvimos fuera del local tuvimos la sensación de que nos habían estafado. Nos fuimos a tomar una cerveza y a hacer bien las cuentas. No cerraban. Sí, nos habían estafado. A esa conclusión llegamos. Hasta que le escribí un DM por Twitter a un amigo chileno que va y viene todo el tiempo y la respuesta fue: está bien ese número. Quedate tranquilo, está dentro del rango.
Respiramos aliviados, le dimos fondo blanco a nuestros vasos y partimos hacia Valparaíso. Teníamos nada más que pasajes de ida porque no sabíamos cuándo volveríamos. Lo dijimos casi a la vez: cuando se nos termine la plata.
 Atravesamos la Cordillera de los Andes sin ningún problema. Fue casi un trámite en su rutina para todos, menos para nosotros. La mayoría de los pasajeros dormían con los auriculares puestos y con la cortina cubriendo la ventana. No les interesaba “la magnitud de la naturaleza”. No, para ellos era algo que estaba en el camino. Yo, por algún motivo me acordé de José de San Martín y de la película ¡Viven! Se lo comenté a mi mujer mientras ella no paraba de sacar fotos. El paisaje era monstruoso, pero de una manera atractiva. Las montañas siempre me parecieron contener cierta esencia de cuento maravilloso, como si fueran parte de un mundo inventado por la imaginación de un escritor irlandés.  
Ni bien entramos a Chile nos pusimos en modo turista. Que consiste en tratar de mirar cada cosa, así sea una fiambrería, con ojos de recién nacido. Y prestábamos atención a los precios. ¿Cuánto pesos argentinos son 1.500 chilenos, qué nos podíamos comprar con eso?, nos preguntábamos y hacíamos cuentas con los dedos como cuando éramos chicos e íbamos al quiosco a comprar golosina con el dinero que nos daban nuestros padres.  
La primera parada fue en Viña del Mar. Después bordeamos el bello océano pacífico y, finalmente, llegamos a Valparaíso.
Era el 29 de diciembre de 2014.
En su último y excelente libro, Viajes, Beatriz Sarlo esboza un concepto interesante. Es el que, según ella, vuelve y le da sentido a cualquier vacación: el “salto fuera de programa”. Se trata de lo inesperado en ese plan finamente delineado por el turista y que vuelve inolvidable a ese viaje y te permite convertirte en el héroe de las sobremesas. Básicamente, es la mosca en la sopa. Bueno, nosotros no teníamos ningún programa: ni hotel dónde parar, ni direcciones, ni guía, nada. Sólo contábamos con algunos pesos chilenos y muchas ganas de ser felices. Así que para nosotros, pensábamos, absolutamente todo lo que nos sucediera iba a ser un “salto fuera de programa”.    
Ni bien salimos de la terminal de Valparaíso pensamos, y sobre todo lo sentimos, que estábamos en una zona muy turbia de la tierra. Dimos un par de vueltas y nos vimos como pichones en la selva. Volvimos a la terminal. Mucha gente, que no nos inspiraban confianza, nos ofrecían hospedaje. Nos decidimos por un hombre pequeño y anciano que parecía un hobbit. Nos llevó a mostrarnos su hotelito. En el camino nos dijo:
—Yo no quiero hacer esto pero no quiero estar en mi casa. Me pasó lo peor que le puede pasar a un ser humano.
No preguntamos nada. Miramos las habitaciones, no nos gustaron y le dijimos que seguiríamos buscando. El hobbit no tuvo ningún problema. Volvimos a la terminal. ¿Dónde estaba ese Valparaíso del que tanto me habían hablado? La solución llegó desde un lugar inesperado: un taxista.
Nos llevó al barrio de Bellavista y ahí sentimos que se nos abría ese Valparaíso que era parte de la memoria de algunos y la novedad para nuestros cuerpos: lo cerros llenos de viviendas de un lado, el océano del otro, gente de todas las nacionalidades completamente relajadas y un aire de expectación que tendría su punto de ebullición el 31 a la noche.
Uno va a otros países para ver qué tan diferente son al nuestro. Esos días previos a la fiesta de Año Nuevo, el Valparaíso que recorrimos nos pareció un lugar con una ubicación inmejorable, con una arquitectura que no se rinde ante lo moderno, cosmopolita, cara, amigable y al que tenés que llegar con el estómago entrenado. La chorrillana es su comida típicas y tiene: una montaña de papas fritas + cebolla frita + más carne +huevo frito. Demoledor. Sin embargo, sobrevivimos para poder probar cada una de sus cervezas.      
Eso fue hasta que el 31 al mediodía un amigo nos llama de Argentina  para decirnos que un amigo suyo chileno nos invitaba a su comida de fin de año. Las palabras claves fueron: viven en el edificio más grande de los cerros, ideal para ver bien los fuegos artificiales.
Hacia allá fuimos.
“Tengan cuidado”, nos dijo un compañero del hostel donde parábamos. “¿Es peligroso por ahí?”, preguntamos. “Tengan cuidado”, nos repitió serio.
Caminar en los cerros, por supuesto, no es lo mismo que andar despreocupadamente por Corrientes buscando libros usados. Para nada. En subida la existencia se vuelve más lenta y la respiración más agitada. Cada tanto parábamos y nos dábamos vuelta para mirar la vista nocturna de toda la ciudad. Era de una belleza tremenda, parecida a la que ve Homero cuando lleva a Marge a la colina de Sprinfield y destruyen las máquinas que registran el clima. A esa altura, ya se nos había olvidado el cuidado que nos habían recomendado y sólo pedíamos tubos de oxígeno.
Al llegar al departamento del amigo de nuestro amigo ya estábamos completamente exhaustos. Así que, para recuperar fuerzas, nos dedicamos a comer, hablar de literatura y a tomar vino. Todo eso regado por un tocadiscos adorable que pasaba rock exquisito y jazz.
Cuando se hicieron las doce nos acercamos al balcón para ver los fuegos artificiales que iluminaban el cielo de toda la bahía. Fueron cerca de treinta minutos de esa pirotecnia. El viento corría suave y parecía la noche más perfecta de nuestras vidas: estábamos lejos de casa y nos la habíamos rebuscado para tener techo, comida, bebida, música y buena charla. ¿Qué estaba pasando allá abajo, en la multitud, en el ruido? No nos importaba.
Volvimos a nuestro hostel cuando era día. Pero para la gente que inundaba las calles todavía eran las nueve de la noche. La bebida corría como si nadie la hubiese pagado, se armaban grupitos amateurs en todas las esquinas y el tránsito de seres humanos buscando su recuerdo inolvidable era constante.
Nosotros, con más de tres décadas en el planeta tierra, elegimos seguir camino hacia nuestra habitación. Ya habíamos conseguido lo que fuimos a buscar.
  (Publicado en La Agenda, 2015)
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walterisaaclezcano · 9 years
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Habla Romina Paula
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Podríamos decir varias cosas de ella. Que es una narradora que escribe teatro. O que es una dramaturga que cada tanto escribe novelas. ¿Importa? Romina Paula (Bueno Aires, 1979) se burla de las clasificaciones y los cercos. De naturaleza anfibia y que se mueve por los territorios del arte escrito con toda naturalidad, esta mujer escribió dos novelas (¿Vos me querés a mí? y Agosto), actuó en varias películas (El estudiante y Viola, entre otras) y escribió algunas obras de teatro que tuvieron repercusión nacional e internacional y ahora se reúnen en un libro: Tres obras: Fauna, El tiempo todo entero y Algo de ruido hace (Entropía). No son textos que salieron de la nada, ni de mi imaginación solamente, sino que desde el primer momento, incluso antes de sentarme a escribir, ya estaban los actores en mi imaginación porque escribo claramente para ellos. Es diferente de lo que pasa con las novelas, que es un proceso de escritura distinto y que no comparto con nadie, cuenta la autora.
Lo interesante de este libro es que, mas allá de que fueron escritos para exponerse en un teatro y todo lo que eso significa, son textos que pueden prescindir de la representación y llegar a movilizar al lector de narrativa. Ya sea por la estructura (las indicaciones, a veces confusas, pueden verse como una voz externa que guía a los lectores) o por los temas actuales que abordan: la intimidad como problema, la incomunicación y, sobre todo, la belleza física vista como una imposibilidad para lograr un puente afectivo, la construcción de un código y una complicidad, entre los seres humanos.    
¿Cómo vivís el hecho de tener una obra reunida siendo tan joven?
Este es el libro que más contenta me puso y del que más orgullosa estoy porque nunca pensé que iba hacer un libro con todo esto. Cuando me publicaron la primera novela supuse que me publicarían la segunda por mas mala que sea, pero el hecho de publicar estas obras me resultó sorpresivo. Porque las escribí para representarlas, nunca pensé que se sostenían como textos literarios y mucho menos que estuvieran juntas en un libro. Y lo que me di cuenta es que tienen un hilo conductor y a la vez no es una trilogía. Es como dice el título: Tres obras. Es lo más sincero que podía decir de ellas.
¿Cuáles te parece que son los temas en común que tienen estas obras?
Cuando las volví a leer para la edición final me di cuenta que el amor, de una manera muy general, estaba muy presente en las tres. Preguntarse sobre eso, ¿no? ¿Qué es amar a alguien? Ya sea amor de pareja o familiar. Y también el hecho de dejar de amar. Todo puesto en sentido de pregunta, nunca de afirmación. También está la cuestión de intentar nombrar los sentimientos y que haya acuerdo, y sobre todo dónde se funda ese acuerdo. Por eso se pone en cuestión el uso y la mala interpretación de la palabra.  
Son obras que tienen una fuerte impronta literaria.
Sí, es cierto. Eso se construye a partir de una atención a la gramática utilizada. Sobre todo en Fauna, en los monólogos se ve muy bien esto: tienen una sintaxis media extraña, alejado completamente del tono naturalista. Eso en cuanto a forma. Y también lo literario como temática se percibe por la presencia de otros textos y escritores a los que se hace referencia: Rilke, La Intrusa de Borges, por ejemplo.  
¿En qué momento decidís que la historia que tenés en la cabeza es un texto dramático o narrativo?
Lo sé antes de empezar a escribir. Por un lado, no me pongo a escribir una obra de teatro porque lo necesite o tenga ganas o me venga la musa. Las escribo porque sé que las voy hacer. Se da esa relación con texto teatral, de manera muy pragmática. Me doy cuenta que tengo que escribir una obra y ahí comienzo a pensar las limitaciones de presupuestos, las necesidades de nuestro grupo, que no se parezca a las otras obras que escribí. Por esa clase de cosas siempre sé que estoy frente a una obra en el momento de escribir.      
Sos un caso extraño de escritora porque en general los narradores no escriben teatro.
Es cierto que en esta época es algo muy escindido: los narradores no escriben teatro, están muy alejado de eso. Y en la mayoría de los casos no les gusta el teatro. Ahora están fanatizados con las series y el cine pasó de moda también. Pasa que es muy difícil el teatro, ir a verlo es una actividad muy demandante. Incluso me pasa amí como actriz que prefiero hacerlo en cine. Y por eso me parece que la escritura teatral quedó muy vinculada con el hacer. Es muy raro que un narrador que tenga algo para decir lo haga a través de una obra de teatro, todo quedó en el espacio de lo escénico. Antes, los grandes autores lo escribían todo. Jean Paul Sartre escribía un ensayo, una novela, una obra de teatro, periodismo, todo. Y eso ya no se hace más.                    
(Inédito, 2013)
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walterisaaclezcano · 9 years
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Habla Bob Chow
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En la segunda mitad del 2014 apareció El momento de debilidad (Nudista), la primera novela de Bob Chow, y fue una de las mayores sorpresas literarias del año. En su biografía decía solamente el año de su nacimiento, 1963, y luego: No hace nada.
Lo único que sabíamos de Bob Chow hasta ese momento era que tenía un blog: O comments. También se había convertido en un nombre reiterado en Twitter por el escritor Carlos Busqued (Chaco, 1970): “A Chow lo conozco de la época de los blogs, el suyo era el mejor que leí, y creo que es una joya. Me llamó la atención la avalancha de ideas, la brillantez esquizofrénica de las conexiones que logra, el variadísimo abanico de influencias (Burroughs, Ted Kaczinsky, Frank Zappa) y personajes visitados (el pollo sin cabeza miracle mike, el matemático grigory perelman, el campeón mundial de pacman, diez mil más); una vuelta rara al circuito lógico de pensamiento.”
Luego se supo que había grabado un disco y que lo subió a su perfil de Bandcamp: El verdadero camino hacia el aeropuerto. Es un trabajo rockero y que tiene a la guitarra como pista de despegue.
Ahora bien, ¿de qué trata El momento de debilidad? Se puede decir que es una historia de amor intercalada por mercadotécnica cinematográfica y viajes a lugares lejanos y misteriosos. Pero la trampa magnética de fascinación no estaba tanto en lo que se contaba, sino en la voz que Chow: con una habilidad aforística impresionante, que deja al Indio Solari como un rey del lugar común, que hacía que la historia quedara un poco de lado para concentrarse en esa prosa inaprensible.
Ahora, un día soleado y de mucho viento, estamos en una terraza de Palermo y Chow cuenta: “Nunca intenté publicar. Pasa que yo no creo en golpear puertas, no soy un tipo de fuertes creencias. Es más, tampoco se me había ocurrido escribir una novela. Yo escribía en el blog. Pero algunas personas me dijeron que tenía que escribir una novela: Carlos Busqued, entre ellos.” Después de esa sugerencia se puso delante de la computadora a ver qué pasaba. “Al principio escribía como en trance. Después me pareció que eso no tenía sentido. Así que lo que quedó es una transacción entre momentos de trance y fría lógica aristotélica: hacer como que la cosa tiene un sentido.”
Durante ese proceso de escritura comenzaron a emerger cuestiones biográficas: “El ochenta por ciento de las cosas de la novela son mías: yo viajé a Tahití porque tengo muchos hermanos allá. Pasa que mi viejo hizo muchos viajes a ese país”. Después fue apareciendo el estilo y esa forma particular de construir oraciones trascendentes: “Hay momentos en los que surgen ideas: raras, lindas, originales. Pero cuando las quiero meter en la novela busco la forma más elegante de presentarlas. Tengo que reconocer que me llama la atención el lenguaje en su aspecto significante, y le doy mucha pelota a eso. Basta que aparezca una palabra que no me guste en una página para que yo deje un libro. Es por eso que no leo ficción. A veces leo algo pero para ver cómo escriben. Me gustan más los filósofos contemporáneos.”
Si no es en la literatura entonces, Bob Chow busca en otros territorios, más cercanos a su sensibilidad, el lugar de donde tomar prestados sus materiales: “Tuve cuarenta años de influencias. Por ejemplo, el ocultismo y la experiencia con la secta Rama. O el William Burroughs de los sesenta y setenta, que es el ideal misma de la escritura: la escritura sin escritor. Es desaparecer bajo una tonelada de obra. Por otra parte está Frank Zappa y lo que hace con su arte: las formas que presenta son complejas y representan un paisaje más interesante de ver. Y también me gusta la ciencia y la divulgación científica. Yo hubiera querido ser físico. Además me interesa el contacto extraterrestre, el futuro del hombre y el desarrollo de la inteligencia a través de las máquinas.”  
En breve sale El águila ha llegado. Una novela que fue escrita en un mes y que está en un fervoroso y final proceso de corrección. ¿Qué se puede saber de este nuevo libro? Responde Bob Chow: “Cuando yo estaba grabando mi disco había a mi alrededor gente que estaba en contacto con Gustavo Cerati. A mí, Cerati me empezó a llamar la atención, como personaje, cuando entró en coma. Era el contraste con la vida de divo. Cuando tuvo esa desgracia me identifiqué con él. Mi productora lo vio a Cerati hasta el último día. Bueno, ella me hablaba mucho de él y de su presencia fantasmal. Eso por un lado. Por otro lado, un amigo quería ser personaje de una novela, lo decía en chiste. Pero a mí me sirvió. Y esas fueron las dos ideas que tuve a mano. Y yo justo necesitaba un proyecto nuevo de escritura y me mandé.”
Publicado en Tiempo argentino, 2015.
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walterisaaclezcano · 9 years
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17 de marzo en la calle. 
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walterisaaclezcano · 9 years
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Suena el afilador de cuchillos (Nulú bonsai) en la contratapa de La Unión, de Lomas de Zamora. Muchas gracias a Juan José Remulcao.
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