Don't wanna be here? Send us removal request.
Text
Los clichés, los estereotipos y la cultura. Las ideas que nos hacemos. Mi opinión. Parte 2
A mi madre le dije: “no quiero seguir siendo así, pero no me dejan cambiar”. Cuando cambié de colegio, cambié de forma radical, me fue fácil porque la gente no me conocía. Crea fama y échate a dormir. La fama cuesta quitarla. Si los brasileños (mujeriegos) o los colombianos (mujeriegos y vendedores de cocaína) o argentinos (se creen los mejores del mundo) o sudamericanos en general (delincuentes) se presentaran a gente que no conoce estos clichés, estoy convencida de que los verían con otros ojos. He conocido a varios brasileños, varios colombianos y algún argentino que otro, en otros sudamericanos y ninguno encaja en ninguno de esos estereotipos. Yo, personalmente, no me guío por esos clichés y no me gusta cuando los demás lo hacen e intentan “advertir” a los demás. Yo sé que eso viene desde el amor y el cariño, para que el otro no sufra. Pero hay que tener cuidado porque un comentario así dicho a la persona equivocada puede influir mucho en cómo vea las situaciones o las personas y, como consecuencia, podría evitar que ocurra algo muy bonito. Estos comentarios vienen de gente que se identifica como no racista y estoy convencida de que no lo es. Sin embargo, este tipo de comentarios lo son y tienen el poder de transmitir racismo y mantenerlo vivo. Los estereotipos existen en todo el mundo y creo que son algo natural y forman parte de la supervivencia humana (miedo). Es humano que veamos como normal lo que hemos aprendido desde pequeños (cultura). Estaría bien que podamos ser conscientes de ello y aprender a separar y alejarse de esas ideas que nos poner muros que nos separan de experiencias muy enriquecedoras. Las personas son mucho más que un estereotipo. Esto lo escribo con todo el amor del mundo y, si en algún momento esa persona con la que tuve esa conversación llega a leer este texto, espero que entienda que no es un ataque ni nada similar. Espero que entienda que solo intento que nos hagamos conscientes de que lo que se dice no siempre es o tiene que ser cierto y que es bonito investigar y experimentar situaciones de primera mano, que de lo contrario, perdemos la oportunidad de conocer gente maravillosa. Que nos hagamos conscientes de que mi experiencia puede ser completamente distinta a la tuya y por eso merece la pena vivirla: para contarnos, contrastar y ver que una misma experiencia, persona o cultura puede ser vivida de mil maneras diferentes.
1 note
·
View note
Text
Los clichés, los estereotipos y la cultura. Las ideas que nos hacemos. Mi opinión. Parte 1
El otro día hablaba con una persona muy cercana a mi y a su petición de que le contara cómo me va la vida, le conté que estaba conociendo a un brasileño. Su primera reacción fue “uh cuidado porque los brasileños tienen fama de...” Sin más, empecé a sentir un calor dentro de mi... Yo no suelo ser una persona que se manifieste por la igualdad, porque a mi me parece algo tan natural y normal la idea de que todos somos iguales, da igual raza, sexo u orientación sexual que no me parece que haya lugar para la discusión. Sin embargo, ese comentario no me gustó. No por ese comentario en sí, sino porque es un comentario muy común y me da mucha pena que la gente lo siga diciendo. Cuando la persona notó que me estaba “enfadando” (no estaba enfadada, sino quizás algo indignada y cansada de oir ese tipo de comentarios), comentó que son cosas culturales y que cada cultura le da una importancia a una cosa u otra. Estoy de acuerdo con una parte de esta afirmación: Son cosas culturales, pero que quizás estén algo manipuladas por las gafas por las que observamos. Leí una vez algo en referencia a las conversaciones: lo que quiere decir el reproductor del discurso a menudo es diferente a lo que le llega al receptor. Y es que lo vivido por cada persona influye no solo en cómo nos comunicamos, sino también en cómo recibicimos el mensaje. Esto lo podemos traspasar a cómo interpretamos el mundo: según nuestra experiencia o conocimientos previos, veremos el mundo de una forma u otra. Vuelvo al asunto de los clichés culturales. Hay un cliché español que está muy extendido por ahí. Se dice que los españoles no trabajan lo suficiente, que están todo el día de fiesta y durmiendo. Me atrevería a decir que esto no es verdad. Muchos españoles se preocupan más por su trabajo, son más responsables y puntuales que muchos alemanes (Cojo Alemania porque es donde vivo y por poner un ejemplo de un cliché contrario). ¿Qué pasa? Mallorca y la cultura de la siesta. Si alguien va con esa idea de los españoles y, por casualidad, se encuentra con una persona que encaja en ese estereotipo o que en ese momento de su vida encaja en ese esterotipo, el extranjero podría compararlo con esos clichés o con sus conocimientos previos (probablemente provenientes de esos clichés) y es muy probable que interprete que los españoles seamos así. Tenemos la idea de que España es un país muy abierto, con gente muy cálida y cercana, y nos comparamos con otros países de Europa. ¿Es posible que la cultura brasileña (y de otros países) sea incluso más abierta, más cálida, más cercana y más cariñosa? Yo creo que es posible. Yo creo que la gente puede confundir esa cercanía y ese carácter cariñoso con “los brasileños son muy mujeriegos”. Es posible que haya hombres mujeriegos y promiscuos en Brasil, como los hay en todos lados. Y es que si hay alguien que con esa perspectiva que se encuentra con 3 hombres brasileños y mujeriegos es posible que confirme ese cliché y que sus oyentes tomen su experiencia como válida. “Es que tengo una amiga que...” Yo he tenido muy mala suerte con los hombres europeos y tengo una idea de ellos que sé que no es la real. Hasta hace muy poco pensaba: “es que todos los hombres europeos son unos egoístas, son tontos y se preocupan solo por ellos”. Pero yo solo he tenido mala suerte con los hombres con los que me he topado y es lo que he interpretado de ellos por causa de mis experiencias personales. Si has leido bien, has visto que he escrito “hombres europeos” y es que mi experiencia con los habitantes de centro- y sudamérica ha sido mucho mejor; más atentos, más cariñosos, con menos miedos, más claros a la hora de hablar... Ellos viven todos los días con ese cliché y tienen que luchar por romperlo. Hay una frase que le dije a mi madre cuando yo era pequeña. En primaria me llamaban en clase “rabiosa”, porque no sabía controlar mis emociones, que eran muy fuertes y me enfadaba mucho muy fácilmente. Cuando crecí un poco, me di cuenta de que no quería seguir siendo cómo la gente me veía.
1 note
·
View note
Text
¿Experiencia, el certificado del futuro?
Este post va por mi gran odio por los test de nivel de idiomas. Nunca me han gustado y los he encontrado siempre inútiles y, por lo tanto, una sacada de perras inecesaria. Después de estudiar X horas de un idioma y de estudiar cómo se hace el correspondiente examen, te dan un título que demuestra el nivel que tienes, sea o no verdad.
Sí es cierto que se aprende y que sirve como filtro, por ejemplo, para una empresa a la hora de buscar un nuevo empleado , pero ¿no dice más del nivel de alguien que ha estado trabajando en una empresa en el país de dicho idioma durante X años? Yo creo que sí, porque esa experiencia te enseña el idioma y cómo usarlo, te enseña vocabulario coloquial y formal y, además, es el uso el que hace que se implante más y mejor en la memoria del aprendiz de idioma. Pues el aprendizaje por experiencia deja una huella más profunda que el método tradicional con papel y lápiz.
4 años que estuve viviendo y trabajando en Reino Unido me enseñaron mucho más que toda una vida de estudios del inglés. Nunca me saque ningún First Certificate ni ningún Advance y dudo mucho que lo haga, pues tendría que asistir a un curso que me enseñara cómo se hace el examen y pagar una barbaridad de dinero a una empresa que me certifique el nivel que ya tengo y que realmente no conseguí por medio de ese curso.
Es todo un simple negocio. Estuve a punto de sacarme el C1 del Goethe Institut, 250€ solo por presentarme al examen. Tengo claro que todavía me queda mucho alemán por aprender, pero estoy convencida de que el nivel ya lo tengo (me lo dijo mi profesor hace unos 2 meses y compañero de piso, alemán y con conocimientos de otros idiomas, me lo dice bastante a menudo). Me frustré porque estuve yendo a clases particulares (25€/90min) para intentar aprender cómo hacer el examen y me di cuenta de que me piden que hable de temas de los que no sabría hablar ni en mi lengua materna… ¿prueba eso que no tengo el nivel que me piden? ¿o es que tampoco tengo ese nivel en la lengua con la que me criaron?
Me dije de darme un tiempo a ver si mejoraba, pero cada vez tengo claro que perdí mucho dinero con esas clases particulares, porque me dejé llevar por lo que dice la sociedad sobre los títulos y certificados. Sin embargo, yo creo que la experiencia va tomando mayor importancia que un simple papel que prueba que has sabido hacer un examen para el que has sido entrenado.
No le estoy quitando valor a la gente que haya conseguido dicho certifciado ni que no tengan el nivel que en él se indica, pero tampoco prueba que yo no tenga el mismo o mayor nivel que ellos.
Nota: claro está que no se puede aplicar todo lo anterior a todos los campos.
0 notes
Text
¡Por fin!
Por fin me atrevo.
Hace ya mucho tiempo que tengo en la cabeza viajar mucho. Siempre me ha gustado y lo he hecho todo lo que he podido o lo que he creído que he podido…
Viví en Glasgow 4 años y ahora llevo viviendo en Berlín desde hace algo más de uno. En este tiempo me he encontrado con gente que ha viajado sola y vuelve contando experiencias que nunca olvidarán. Mientras me cuentan, yo les miro con admiración y pienso: —yo quiero ser así—.
Viajar sola. ¿Pero no es peligroso? Y sin nadie con quien compartir la experiencia, ¿no se hace aburrido? Las respuestas suelen ir acompañadas con una expresión bien clara. Los viajeros experimentados y solitarios coinciden en que es eso lo interesante y llamativo; no hay nadie con quién compartirlo, sino uno mismo. Esa es la magia. Además, quien ya lo ha vivido, sabe bien que en el camino uno conoce a gente en la misma situación que tiene más o menos experiencia, pero que te ayudan sin prejuicios ni querer nada a cambio. Claro, hay que tener cuidado, investigar a donde ir o no ir y no confiar en toda persona, pero no por eso hay que ir con miedo.
Habiendo ya tenido la mosca detrás de la oreja durante años, me atreví. Vi un vuelo que no era muy caro y que me cuadraba con los horarios del trabajo y me decidí. En una semana viajo sola a Bratislava. La emoción comienza y ya siento que empiezo a vivir.
0 notes
Text
Ver lo positivo incluso en lo malo y fijarse en lo bueno de lo más insignificante hace más fácil y divertida la vida.
0 notes
Photo

Sometimes I lose myself in society, sorrounded by people, but feeling confused, down and lonely. Then when I am alone for a moment, I discover that loneliness was all I needed.
0 notes
Text
El otro día en el trabajo se me escapó un "joder" delante de un cliente, me disculpé y me dijo: "no te preocupes, está bien saber que no eres un robot"
0 notes
Text
Piensa una cosa...
si alguien pudo hacerlo, ¿por qué tú no?
0 notes
Text
Cuatro razones para no diagnosticar a un niño con TDAH
Cuatro razones para no diagnosticar a un niño con TDAH
Actualmente existe una enorme presión social sobre los padres para que sus hijos sean exitosos académicamente, y esto se empieza a evidenciar inclusive desde el preescolar, como una abrumadora presión para que ingresen a las mejores instituciones educativas y que en un futuro tengan las mejores oportunidades para tener una vida feliz y exitosa… y esto desde ¡Preescolar! Una consecuencia de dicha…
View On WordPress
3 notes
·
View notes
Text
Hiperactiva, ¿yo? ¡Con mucho gusto!
¿Qué está causando el aumento del Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH)?
Esta pregunta me sacó instantáneamente una pequeña risa de burla y decidí seguir leyendo. Es el título de un artículo que explica que, en 2010, 1 de cada 10 niños estadounidenses tiene TDAH, y el número sigue subiendo. Luego menciona los síntomas que se consideran propios del trastorno.
Seguí leyendo, pensando que no leía nada nuevo y especial, hasta que llegué a un punto que me sorprendió, no porque me viniera de nuevas, sino por el giro que el artículo había dado: “El diagnóstico de TDAH es simplemente una cuestión de opinión, ya que no hay pruebas físicas, como un escáner cerebral, que pueda detectar la enfermedad”. Más adelante se citaba al psiquiatra Leon Eisberg, aclamado como el “padre científico del TDAH”: “el TDAH es un excelente ejemplo de una enfermedad ficticia”.
Curioso, ¿no? ¿Por qué escribo sobre esto? Además de porque es un tema que causa controversia, porque se me podría considerar “hiperactiva” y llevo años conviviendo con la misma pregunta: ¿tienes hiperactividad? La gente no sabe que, hoy por hoy, ese “trastorno” no existe.
No todos somos iguales, no todos tenemos que aprender lo mismo y no todos nos comportamos igual. La sociedad ha establecido un comportamiento específico, y lo que se salga de ese marco es caso de investigación porque puede haber algún tipo de trastorno. Como dijo Marino Pérez Álvarez: “A sentarse es algo que hay que aprender”.
Los años de primaria los pasé en el colegio poco convencional para la época y donde trabajaba mi madre, y ¡menos mal! ¿Qué es lo que recuerdo de esa época? El tiempo que pasaba castigada fuera de la clase y mis intentos de pegar a mis compañeros que de burlaban de mi y querían hacerme rabiar, de hecho me llamaban “La Rabiosa”. Además, cuando estaba en clase, no paraba quieta y contestaba mal al profesor. Si no hubiera estado en ese colegio y mi madre no hubiera tenido la paciencia que tenía, es muy probable que me hubieran colocado en una clase para niños con problemas y ¿quién sabe si me hubieran medicado sin necesidad?
¿Sabes que me pasó? Nada. Iba subiendo de curso hasta que fui a otro colegio para continuar mis estudios y, conscientemente quería cambiar mi comportamiento. Algo había ocurrido en mi cabeza. Sin ningún tratamiento conseguí prestar atención y aprendí a comportarme tanto en clase como en casa. Ese cambio lo hice cuando pasé a la ESO, con unos 12/13 años. El tránsito me costó más o menos un mes; me tenía que adaptar a la nueva forma de dar las clases, pero cuando lo conseguí, no destacaba por mal comportamiento, ni mucho menos; es más, era muy buena estudiante.
Ahora miro atrás y cada vez que alguien me pregunta si soy hiperactiva, intento no sentir que tengo un trastorno, porque no lo es. ¿Sabes? Hasta doy gracias de ser así: después de haber aprendido a controlar mis impulsos, mis sentimientos y a saber cómo comportarme, tengo mucha más energía que el resto de gente que me rodea y, por lo tanto, puedo hacer más actividades.
Por esto mismo, no creo que la hiperactividad sea algo malo, sino algo que hay que aceptar y aprender a usar para el bien de uno. Y, gracias a la inmensa paciencia de mi madre, lo logré y cambie conscientemente mi actitud de un día para otro.
Los síntomas son tan vagos que son compartidos por otros trastornos y por lo tanto podría haber un diagnóstico erróneo y, por lo tanto, sí haya necesidad de medicar. Sin embargo, cuando se trata de TDAH, según mi propia experiencia, no creo que la medicación sea la respuesta inmediata; hay que inyectar una dosis de paciencia y mano izquierda para tratar con estos niños “difíciles” y ayudarles a aprender a sentarse y a comportarse como marca la sociedad. No es nada fácil, pero ánimo a esos padres con este tipo de niños a que se lo piensen dos veces antes de meterle químicos innecesarios al niño. Quizá más adelante tu hijo pueda sentirse tan orgulloso de ser “hiperactivo” como yo.
0 notes
Photo

Todos necesitamos un momento de soledad en el que poder conectar con nosotros mismos y con lo que nos rodea. Así aprendemos a estar con otros.
0 notes
Text
¿Smart?phones
¡Ay los smartphones! Los “teléfonos inteligentes”. ¿Quién les puso ese nombre? Los teléfonos no sé si lo serán, pero la persona que los creó, definitivamente, sí. No hablo de los ingenieros que estudiaron, sacaron matrícula de honor y saben lo que se necesita para hacer funcionar o mejorar ese dispositivo que la mayoría de nosotros tenemos o anhelamos tener porque es ‘imprescindible’ en nuestras vidas hoy en día. No, por supuesto que no. Hablo de la persona que descubrió la manera de crear una sociedad abobada y dependiente. Una sociedad no social, o anti-social.
La tecnología avanza mucho y muy rápido y a todos nos sorprende cada día. Estas navidades me quedé con ganas de subirme a ese monopatín sin palo al que agarrarse y que funciona según como pongas tu peso y, por lo tanto, para lo que necesitas un buen equilibrio. ¿Para cuándo el monopatín volador de McFly? La tecnología nos coge desprevenidos, y no espera. Y lo peor es que siempre queremos estar a la última. Y gastamos. Gastamos mucho. Gastamos mucho dinero. Y gastamos mucho tiempo.
Sí, gastamos mucho tiempo. Me atrevería a decir que gastamos más tiempo que dinero. No nos damos cuenta, pero estamos continuamente pegados al teléfono inteligente. ¿No te sientas a la mesa para comer y pones a tu nueva mascota electrónica al lado del plato y en cuanto salta alguna notificación dejas el tenedor a un lado y no tardas en contestar? O, cuando vas al baño, ¿no te ves sentado en la traza del váter escribiéndole a tu amiga o a tu pareja y, a la vez, pensando: “¡menos mal que los olores todavía no se pueden adjuntar!”?. Y ¿quién no se va a dormir sin darle un último vistazo al facebook en el móvil?
¿Has probado a salir de casa un día entero sin móvil? ¿O, por alguna razón, se te ha quedado en casa? (¡¡¡Desastre!!!) Probablemente te hayas sentido desnudo las primeras horas del día —o, a lo mejor, durante el día entero—. Ese sentimiento de dependencia procede de una adicción. Alcohólicos, drogadictos, “smartphonictos”; entra en el mismo grupo. ¿Cuál es el problema? No nos interesa llamarlo como tal; es demasiado valioso para la economía, y para nosotros, “imprescindible”.
Esta nueva y maravillosa tecnología tiene muchas ventajas: nos mantiene cerca aún cuando uno está en Honolulu. ¡Gran ventaja! ¡Oh! ¡Espera! ¿No teníamos un ordenador donde usábamos el Skype? ¿Y el correo? Es verdad que es una ventaja para que nuestra familia esté tranquila de que los que estamos lejos estamos bien, por ejemplo, en situaciones como la de París hace unos meses. Nos sirve de contacto ‘inmediato’ en circunstancias de urgencia o peligro. Pero, ¡ah! ¡Espera! Ahora que lo pienso, una llamada en una situación así es realmente más inmediata, mucho más reconfortante y tranquilizador; ¿no prefieres oír la voz de la persona que se encuentra al otro lado y escuchar que realmente está bien?
Estamos en el siglo del mensaje electrónico, es decir, Whatsapp. Nombro esa compañía en especial porque es la que tiene ahora el monopolio en Europa, por lo menos. Quien no tiene Whatsapp, es un bicho raro. Tal es el monopolio, que hemos incluido un nuevo verbo en nuestro lenguaje: “wasapear”. Nos pasamos el día “wasapeando”. Todos hemos sido víctima de la siguiente conversación:
Persona A: “Voy a llegar 5 minutos tarde
Persona B: “Ok, no te preocupes, yo acabo de salir de casa y se me ha escapado el autobús"
Persona A:“Ah, vale. Bueno, yo ya estoy por el Corte Inglés, te espero dando vueltas por la sección de libros"
Persona B: “Vale. Ya vino el autobús"
Persona A: “[envía foto del libro que quiere por navidad] ¡este es el que te decía!"
Persona B: “¡Ah! Lo tendré en cuenta. Ok, ya estoy en la esquina del Mercadona, te veo en 5 minutos"
Persona A: “Ok, yo ya estoy en la puerta"
Persona B: “Ok, ya estoy llegando”.
¿Tú crees que, de verdad, esa persona vió muchos libros? Es probable que esa persona buscara el libro que quería, le mandó la foto, siguió wasapeando y no se dio cuenta ni de la persona que llevaba el pelo medio verde y medio rosa que paso al lado haciendo la media luna y cantando la Macarena. ¿De verdad era necesaria tanta explicación de por dónde iba cada uno a cada minuto? ¿Y por qué llegaban tarde en un principio? Probablemente porque estaban wasapeando.
Lo peor no es eso. Lo peor es que también lo hacemos cuando estamos tomando algo con una persona. Lo que antes contábamos en unos 3 minutos, ahora lo hacemos en 5 o incluso 10 minutos. Entre que recibes un mensaje, lo lees, contestas y tu acompañante hace lo mismo y, además su concentración es tal que ni se da cuenta de que le estás hablando y tienes que volver a repetir lo dicho; bueno, haz cuentas. Cronometra las dos situaciones la próxima vez y compara. A mi personalmente me parece agobiante, embarazoso y, sí, una gran falta de respeto hacia la persona que tienes en frente: ¿no te interesa lo que te estoy contando? ¿Por qué me invitaste a comer en un principio? Pero, ¿sabes? No es nada personal, es muy probable que esa misma persona, cuando quede con otra, te esté escribiendo a ti mientras que su acompañante intenta contarle lo que le pasó el otro día en la cola del Mercadona. No me malentiendas, no creo que haya ningún problema si se necesita contestar a algo urgente, pero hay una gran diferencia entre hacerlo una vez a, a cada minuto. Además, piénsalo, si fuera urgente, siempre te pueden llamar, lo que hará que la conversación sea más rápida y generará menos distracciones con la persona con la que habías quedado para comer.
Y es que es también un círculo vicioso. Nos contamos TODO por Whastapp y cuando quedamos para vernos ya no hay nada que contar porque se ha contrato todo según pasaba. Entonces, wasapeamos con otra persona a la que le contamos todo; quedamos con ella al día siguiente, y pasa lo mismo. ¡Qué pena! Y ese sentimiento de ‘¡ay, que ganas de contarle lo que me paso hoy en el trabajo!’ ¿Recuerdas ese sentimiento? Se desvaneció. Esa emoción ya no existe. Se la llevaron junto con los móviles con pantalla en verde y negro y con teclado de botones. Esos los tirabas y lo único que tenías que hacer era volver a colocar la batería y volver a introducir el código pin, y además, la batería duraba al menos una semana. ¡Esos sí que eran inteligentes!
Están también los amigos que quedan en la distancia, aquellos con los que quieres seguir en contacto. O, desde el otro punto de vista, aquellos de los quieres saber qué tal les va en el otro país, qué es lo que hacen y si ya han conseguido un trabajo mejor. Me viene a la cabeza un súper héroe, como Spiderman, que tiene que ocultar su identidad y vivir dos vidas paralelas. ¡Por supuesto que no se cansa! ¡Tiene súper poderes! ¿Te imaginas tener que llevar una doble vida? Tienes amigos, un trabajo y tus actividades personales. Ya es difícil llevarlo todo viviendo solo una vida, como para estar pendiente de lo que pasa en la otra que has dejado en stand-by durante un tiempo. Un mensaje de vez en cuando es bonito y gusta, pero hay que saber dónde está el límite entre el “me acuerdo de ti por X razón” y el “quiero saber que haces en todo momento”. Date un respiro y, en vez de estar continuamente wasapeando con tus amigos y familia, queda un día con ellos para hablar por Skype. La sensación será mucho más satisfactoria.
No quiero ni empezar a hablar sobre los malentendidos que hay por culpa de esta nueva cultura del mensaje. Yo, personalmente, los he sufrido más de una vez. Estos malentendidos tan estúpidos crean conflictos que se podrían haber evitado con tan sólo una llamada de 5 minutos.
Estos “teléfonos inteligentes” están creando una sociedad individualista. Dicen por ahí que el ser humano es un ser social.
Ahí lo dejo.
PD.: Rompí mi iPhone y me dolió. En navidad me regalaron uno de los últimos modelos de BQ, ese móvil español que viene de China. ‘Me salvo la vida’.
3 notes
·
View notes