b00ksfreak
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La Lectora de Libros
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b00ksfreak · 3 years ago
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En busca de Sheen. Capítulo 6: Lo que ha pasado con Dorkus
Disclaimer: Nada me pertenece. ...
El gruñido de frustración de Dorkus hizo eco en la solitaria y silenciosa cueva, arrancado otra hoja de su libreta para aplastarla en su puño y tirarla detrás de su hombro para unirse al resto de las muchas bolas de papel descartadas en el suelo.
- Tirarle un piano encima de su cabeza no me parecía una mala idea - ofreció Pinter amablemente.
- Ni siquiera hay pianos aquí, inútil - rechazó Dorkus. 
Siguió garabateando en su libreta, apretando la pluma con creciente fuerza contra el papel, empezándola a rasgar. Dorkus gritó, exasperado.
- No entiendo por qué se complica tanto, amo - comentó Pinter, moviendo sus alas con gentileza a su lado - Podríamos usar el plan que teníamos reservado para el emperador. 
- ¡De ser tan fácil, me hubiera desechó de Sheen al primer día! - gritó Dorkus, soltando un fuerte golpe a su mesa de trabajo. 
Se suponía que sería sencillo. Todo lo que hubiera tenido que hacer era esperar a que la princesa Oom cumpliera diecisiete años para que pudiera elegir a su esposo. Conociendo a la tonta princesa, su precaria elección hubiera sido alguien que el emperador no aprobaría para el trono, forzándolo a heredarle el su puesto al siguiente en la línea del poder, lo cual - por ley - era el consejero real: Dorkus. Después de eso, bastaban unos gotas de veneno en el desayuno del rey para que Zeenu recibiera a un nuevo líder. 
Con Sheen en la mezcla, todo cambiaba, porque no sólo ahora habían dos consejeros reales, sino que era un candidato más que elegible al trono. Ese maldito niño parecía ser incapaz de perder ante los ojos del pueblo. Si se casaba con su actual prometida, entonces finalmente uniría al reino de Zeenu con la tribu Glimmoriana, lo cual incrementaría su popularidad. Y en el caso de que el emperador tuviera que heredar el pueblo a alguno de los dos, ni siquiera se lo pensaría antes de elegir a Sheen. 
Y si esa boda no sucedía, entonces seguramente sería elegido por la princesa Oom como su esposo, lo cual automáticamente lo convertiría en el futuro heredero a la corona. 
Asesinar al emperador era una cosa. Podría hacerlo parecer como un raro y trágico accidente. Sin embargo, eliminar al emperador, a la princesa y a Sheen para casualmente dejarlo únicamente a él como opción para el poder levantaría demasiadas sospechas. Incluso en un lugar lleno de gente tan ignorante como Zeenu.
- En el peor de los casos, podríamos huir otra vez - dijo Pinter con tranquilidad.
El fuerte rechinido de las patas de la silla rayando la piedra del suelo al levantarse repentinamente fue rápidamente reemplazado por el grito de dolor de su leal sirviente tras tirarlo al piso de un manotazo - ¡¿DESPUÉS DE TODOS LOS AÑOS QUE HE INVERTIDO EN ESTE MISERABLE PLANETA?! - demandó con furia -  ¡¿DESPUÉS DE TODO EL ESFUERZO QUE ME HA COSTADO GANARME LA CONFIANZA DEL EMPERADOR?! ¡NO DIGAS ESTUPIDECES! - bramó, escupiendo saliva con cada palabra. 
Su brusco estallido fue seguido por un largo silencio. Las únicas respuestas que Pinter le ofreció fueron pequeños gemidos temerosos mientras intentaba encogerse en el suelo para eludir su mirada iracunda. 
- Además - prosiguió, con un poco más de compostura a pesar de la continúa dureza en su voz - ¿Cómo sugieres que escapemos? No tenemos una nave esta vez. Aún con una, casi no la contamos cuando huimos de Tiyokk - su atención se desenfocó, recordando con añoranza a la avanzada civilización que había tenido que abandonar para evitar ser condenado a muerte por traición a la corona - Aunque, para ser justos, Zeenu no es nada, comparado con Tiyokk. 
El oscuro rincón se quedó en total silencio por un segundo. De no haber sido por el casi inaudible llanto de Pinter, Dorkus se hubiera olvidado de su presencia.
- E-Está... - prosiguió Pinter, con su voz temblorosa por el miedo, forzando las palabras en un intento de redimirse ante su amo - Está la na-nave de Sheen, señor.
Dorkus soltó un profundo suspiro, llevándose la mano a la cara para masajear sus sienes - Y dime, Pinter. A todas estas con tu brillante plan... ¿Si acaso sabes en dónde se encuentra esa dichosa nave?
Pinter pareció enmudecer una vez más, pero, para sorpresa de Dorkus, recuperó el habla con rapidez - No, amo. Pero estoy seguro de que su simio amigo es el que realmente se preocupa por ella. Si y-yo lo siguiera... discretamente... entonces, podríamos adueñarnos de la nave. Usted sabe que podría arreglarla en un santiamén. 
Llevaba cinco años en Zeenu, y la idea de poder huir de ese desperdicio de planeta carente de cerebros nunca se le había cruzado por la mente, porque, durante la mayor parte del tiempo, esa posibilidad no existía. La tecnología ahí era nula, no tenía ni siquiera materiales con los cuales trabajar debido a que no quedo nada de su nave. Cuando Sheen llegó, cometió el terrible error de dejarse cegar por su envidia hacia el tonto niño a quien todo parecía salirle bien sin esfuerzo alguno. Destrozando lo que había estado construyendo con años por mera casualidad. 
Su enojo lo había llevado ignorar por completo el gran regalo en bandeja de plata que el tonto niño dejaba en la entrada de su casa, sin ninguna clase de protección.
Ese descuido, para su desgracia, duró poco. Y si los dos años que llevaba conociendo al inepto terrícola le habían enseñado algo era que Sheen nunca pensaba las cosas, por lo que Pinter debía tener razón. Si alguien había removido la nave, debió haber sido su peludo amigo, al cual siempre había ignorado. 
- Quizá tengas razón ahí, mi fiel sirviente...
El poder, más la ruina de Sheen. Podía tener ambos, si tan sólo jugaba bien sus cartas.
- Quizá tengas razón...
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b00ksfreak · 3 years ago
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Lo que queda - Capítulo 3: El segundo después
Disclaimer: Nada me pertenece. ...
Volver a casa se sintió como todo menos eso. La gran pocilga mágica parecía más triste y vacía que nunca a pesar de estar llena con diez personas arrastrando los pies lo más silenciosamente posible. Como si no quisieran admitirle a la casa que habían vuelto con una persona menos. 
George no se molestó en ser ni la mitad de discreto que los demás. Subiendo las escaleras a grandes y ruidosas zancadas, dirigiéndose a su antigua habitación sin dirigirle una palabra o mirada a nadie antes de cerrar la puerta con fuerza detrás de él.
De inmediato, se arrepintió de haberlo hecho. 
El cuarto que había compartido con su hermano gemelo estaba tal y como la habían dejado. Se habían mudado a un pequeño departamento arriba de Los Sortilegios Weasley, por lo que la pequeña alcoba estaba mayormente atascada de mercancía sobrante, no aprobada o todavía no terminada. Las palabras garabateadas en las diversas cajas solían hacerle sonreír. Títulos burlones como "No toque si no quiere explotar" y "ADVERTENCIA: Material dañino para idiotas" ahora tan solo le parecían estúpidos. 
No podía imaginar el día en que pudiera inventar cosas sin Fred. Coño, no podía imaginar el día en el que pudiera vivir sin Fred. 
George gruñó y pateó con fuerza una caja al azar, importándole muy poco si contenía el prototipo de los explosivos saltarines o no. Fred y él no eran tontos, eran más que conscientes de que la guerra traía muerte y habían estado preparados para ello. Pero nunca, ni en sus más locas pesadillas, pensaron que sólo uno de ellos moriría. ¿Cómo mierda podría pasar? Si siempre estaban juntos. 
Un puto segundo. George perdió a Fred de su vista por un maldito segundo. 
Después de eso, todos lo miraban como si esperasen que fuese a romper a llorar en cualquier momento. Más George no había llorado al ver a su mejor amigo y cómplice más muerto que su inocencia, y no pensaba hacerlo ahora. ¿De qué carajo servía llorar? Sus lágrimas no traerían a Fred de vuelta. Nada lo haría. 
- Si tan sólo existiese la forma - pensó, desolado. Acostándose en su cama, dándose la vuelta para poder ignorar la otra cama desocupada.
Haría lo que fuera por poder ver a Fred. Aunque fuera una vez más.
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b00ksfreak · 3 years ago
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Con o sin ti - Capítulo 2. Cough Syrup
Disclaimer: Nada me pertenece.
Canción: Cough Syrup - Young the Giant. ...
En una noche como cualquier otra, Blaine se encontró a sí mismo, como de costumbre, acostado en su cama, mirando al techo, juntando pensamiento coherentes por primera vez en no sabía cuánto tiempo. 
Cuando era pequeño, Blaine creció escuchando las duras críticas de su hermano. En la secundaria, los matones parecían vivir para destruir su ya decadente autoestima. Pero la preparatoria había sido diferente. 
A partir de que cumplió dieciséis años, algo cambio. Entró a Dalton sólo buscando una escapatoria del constante acoso que recibía en su escuela anterior, se inscribió en el coro de la escuela sólo porque pensó que sería divertido, y a cambio recibió algo mucho mejor, se encontró a sí mismo, y resultó ser alguien mucho mejor de lo que esperaba. 
Hizo amigos, los maestros notaban su inteligencia, su ideas eran realmente escuchadas, todos apreciaban su talento, incluso empezó a gustarle lo que veía en el espejo.  
Ahora, años después de haber desertado de ese hermoso sueño para perseguir a quien había pensado que sería el amor de su vida, Blaine se preguntaba si esa etapa había sido sólo eso: Una buena etapa. Y ahora, había vuelto a ser lo que siempre había sido. Un niño asustadizo, triste y sin futuro.
Los recuerdos de sus años dorados parecían más brillantes, como si el mismo sol supiera que esos eran los tiempos felices. ¿Cómo avanzar cuando sentías que tus mejores momentos ya estaban detrás de ti? ¿Cómo seguir adelante cuando sabes que no podría ser mejor de lo que estás dejando atrás? ¿Cómo esperar por un mejor mañana cuando el ayer era todo lo que siempre habías querido?
Blaine estuvo tan cerca de obtener todo lo que había soñado cuando era ese niño solo e inseguro que se escondía en el baño de la escuela con la esperanza de huir de las constantes burlas. Vivió en la ciudad de sus sueños, entró a la mejor universidad de artes dramáticas, era el protegido de una leyenda de Broadway, y estaba por casarse con su épico amor. Meses después de que ese "épico amor" lo abandonará en esa terrible y lluviosa noche, él sabía que las cosas nunca volverían a ser como lo eran. NYADA tenía una política de no reingresión a los expulsados, Jules había perdido interés en él después de que perdió las ganas de cantar, y Kurt ya no lo amaba. No le quedaba nada. 
Tantas cosas que ya había escuchado de Sam, Tina y su familia. Consejos vacíos y nada empáticos como: "Ve a desquitarte al gimnasio. Después de una buena sesión, saldrás curado", "La solución para todo corazón roto es un cambio de look", "Quizá no era la carrera que debías tomar, de todos modos", "Así podrás pasar más tiempo con la familia" o "Nueva York nunca fue la respuesta. Las oportunidades están en Los Ángeles".
Blaine sabía que todos tenían buenas intenciones, pero nada de lo que le habían sugerido parecía realmente tomar en cuenta cómo se sentía, porque nadie se tomaba la molestia de realmente escucharlo. Todo lo que hacían era recordarle lo poco que lo conocían.
Sólo había una persona en todo el mundo que, cuando hablaba, sabía que le estaba prestando atención. Una sola persona que lo comprendía más allá de las palabras y que no menos preciaba ni sus miedos ni sus sueños. Y esa persona prácticamente lo había dejado en el altar.
¿Qué significaba, cuando la persona que mejor te conocía en el mundo, a quien más amabas en todo el mundo, a quien le habías entregado todo tu ser, alma y corazón, decidía que no eras lo que quería? Kurt fue la única persona en su vida que le hizo sentir visto, y él había decidido que no era suficiente.
La vida nunca volvería a estar bien.
Entonces, su pesado corazón se detuvo por un segundo, cuando una familiar sinfonía llenaba abruptamente las cuatro paredes de su habitación.
La alegre tonada de Teenage Dream sonaba despreocupadamente desde su tocador, con la imagen de un sonriente Kurt brillando en la pantalla.
Antes de que supiera lo que estaba haciendo, su descuidado y cansado cuerpo se levantó de un brinco y se lanzó hacia el celular, como si fuera la última gota de agua en un desierto eterno.
Contestó.
- ¿Kurt? - graznó con su voz rota y ronca por la esperanza ciega y la falta de uso. 
Pero él no escuchó a Kurt. Sólo escuchaba el eco confuso de música alternativa. 
Blaine frunció el ceño, desconcertado, apunto de volver a llamarlo antes de escuchar el sonido de un coro de risas lejano, entre ellas, la inconfundible risa de su ex prometido.
- ¡Sírveme otra! - éste ordenó con entusiasmo, seguido una serie de gritos alentadores que se juntaron para cantar "¡Fondo!, ¡fondo!, ¡fondo!". 
Kurt estaba en una fiesta. Y todo es escuchaba difuso porque le había marcado por accidente, lo había hecho con el trasero. Llamarlo fue por error. Porque Kurt estaba feliz. Él seguía en NYADA, seguía viviendo esta emocionante vida nueva de soltero, haciendo nuevos amigos... Y no pensando en Blaine todas las noches antes de que el cansancio lo arrastrará al mundo de los sueños, como él lo había estado haciendo desde el mismo día en el que se separaron. 
Algo se rompió dentro de él.
Apartó el celular, colgando la llamada sin mirar. Quedándose quieto en completo silencio por un segundo, con su mente totalmente en blanco.
Hasta que cayó sobre sus propias rodillas, profiriendo sollozos guturales que parecían querer partirlo en dos.
El aire le faltaba, haciéndolo convulsionarse rítmicamente, con el aliento saliendo y entrando en su jadeante llanto. El dolor era todo lo que existía, haciéndolo temblar y llorar con él.
¿De qué mierda servía todo? ¿Para qué carajo se quedaba en una ciudad sin salida, en una casa que odiaba, con una familia que se preocupaba más por su imagen que él y con el único consuelo de unos amigos que sólo parecían seguir hablándole por lástima? 
Un cantante, que había perdido la voz. Un músico, que ya no podía tocar la melodía más simple.
No más.
Muy lentamente, sus débiles brazos lo fueron levantando del suelo, mientras la bien conocida canción empezó a salir de sus labios.
Life's too short to even care at all. I'm losing my mind, losing my mind. Losing control.
Las palabras siguieron arrastrándose por su garganta, resonando con su desacostumbrada voz que iba aclarándose poco a poco, como si estuviese despertando.
El flujo del agua lo ahogó en su ducha mientras se limpiaba con su mirada ausente, sin dejar de tararear.
A wet world aches for a beat of a drum.
Se vistió sonámbulamente, abrochando con cuidado su pajarita favorita, viendo su propio reflejo limpio por primera vez en semanas, sin reconocerlo en absoluto. Abrió el botiquín de medicinas, tomando un solo frasco de analgésicos.
I'm coming up now coming up now out of the blue.
Salió de su baño y abrió todas las ventanas de su cuarto, dejando que el aire fresco llenará la asfixiante habitación, esperando que cuando la mañana llegará, las luces del sol saliente iluminará hasta el último rincón.
A dark world aches for a splash of the sun.
Nuevamente, regresó a su solitaria posición tendida en su cama. Miró el frasco en su mano.
If I could find a way to see this straight I'd run away, To some fortune that I should have found by now.
Quitó la tapa.
And so I run to the things they said could restore me, Restore life the way it should be.
Dejó que todas las pastillas cayeran en su mano.
I'm waiting for this cough syrup to come down.
Miró las pastillas una última vez, durante unos momentos.
One more spoon of cough syrup now, One more spoon of cough syrup now.
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b00ksfreak · 3 years ago
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Con o sin ti - Capítulo 1. I have nothing
Disclaimer: Nada me pertenece.
ADVERTENCIA: Implicación sexual (tal vez contenido explícito más adelante), temas de depresión, ansiedad y suicidio.
N/A: Esta historia está centrada después del final de la quinta temporada y antes del principio de la sexta. ...
Después de que Kurt cancelara su compromiso, Blaine se sintió completamente perdido, roto y confundido. Estuvo furioso con él por una semana, antes de que volviera su abrumadora necesidad de recuperarlo, ya que era todo lo que conocía, pero Kurt nunca respondió ninguno de su mensajes o llamadas.
Sólo volvió a “hablar” con él una vez después, cuando fue a buscar sus cosas de su antiguo apartamento, y ni siquiera se habían mirado a los ojos. Blaine simplemente entraba y salía con sus cosas sin decir nada y se fue apenas termino. Kurt había intentado decirle algo, empezando a explicar que era lo mejor para ambos, pero Blaine no quiso escucharlo. No podía hacerlo sin ponerse a llorar como niño pequeño, por lo que salió del departamento y cerró la puerta detrás de él en medio de la explicación de Kurt. 
Siguieron estudiando en la misma escuela, por supuesto, pero Kurt hacía un excelente trabajo evitándolo, incluso se cambió de clases para no tener que verlo. 
Blaine se mudó a las habitaciones de NYADA, los cuales eran horribles, con un compañero que rodaba los ojos cada vez que lo veía llorar por su ruptura. 
Sus calificaciones bajaron drásticamente, perdió demasiado peso ya que había perdido el apetito, estaba triste todo el tiempo y prácticamente no hablaba en absoluto a menos que tuviera que hacerlo. Así estuvo por casi dos meses hasta que lo expulsaron de NYADA. 
Cuando pasó, Blaine empacó sus cosas, avergonzado y vencido, mientras su ex compañero de cuarto lo veía con una mirada burlona y caminaba por los pasillos con la cabeza baja para evitar ver las miradas y risas con aire de superioridad de los demás estudiantes, hasta que chocó con alguien cuando ya no le faltaba mucho para llegar a la puerta.
Su corazón dio un vuelco cuando vio que era Kurt, quien lo veía con ojos grandes y sorprendidos. Inmediatamente sintió el impulso de esconderse, sabía que se veía terrible, con los ojos rojos e hinchados, ojeras y con su cabellera rizada revuelta, además de que no ayudaba el hecho de que ambos sabían que Blaine estaba así por su ruptura.
Sin decir nada, Kurt caminó de largo, pasando a lado de Blaine. 
Esa fue la última gota que derramó el vaso. Blaine se rindió. 
El poco de orgullo que le quedaba se perdió cuando se vio obligado a volver a vivir con sus padres en Lima. ¿Cómo se supone que iba a caminar con la cabeza alta en ese lugar donde todos los que lo conocían sabían que era un fracaso? 
Afortunadamente, su familia parecía comprender que no estaba en condiciones de regaños, pero sus reacciones tampoco habían sido lo que él hubiera querido. Su padre, en vez de echarle en cara que él le había advertido que debió haber estudiado una carrera más estable y que mientras sólo había perdido cantidades industriales de dinero en una universidad que lo terminó expulsando; lo recibió con un abrazo entusiasmado, señalando que era el momento perfecto para “reconsiderar su dirección profesional” e incluso le ofreció contratar a un consejero vocacional. 
Su madre, en vez de estar decepcionada, estaba reventando de felicidad de que su bebé volviera a casa, tratando de convencerle de que se quedara ya que Nueva York, claramente, no había sido la dirección correcta.
Cooper, en vez de decir que se había imaginado que lo iban a expulsar y le diera notas para “mejorar” y evitar esa clase de cosas en el futuro, mandó indirectas patéticamente disfrazadas de que Los Ángeles era una mejor opción e incluso mencionó casualmente que tenía un buen amigo en la directiva de UCLA, y sólo tenía que llamarle para hacer que alguien fuera admitido en la escuela. 
Blaine sabía que su familia sólo estaba tratando de ayudar, pero realmente no sirvió de nada. Se sintió como si tus estuvieran poniendo sus deseos por encima de los de él, como siempre lo hacían. 
Sus padres, o realmente no notaban que su hijo estaba en una seria depresión o eligieron fingir que no lo notaban, y se concentraron más en sus peleas de siempre mientras arreglaban las cosas para su muy anticipado divorcio. Cosa que a Blaine ya ni siquiera le importaba, él se dedicaba a quedarse encerrado en su cuarto sin más. 
Durante sus primeras noches en Lima, lloró hasta quedarse dormido, sólo deteniéndose porque, en algún punto, ya no le quedaban lágrimas. No comía a menos que su madre milagrosamente notará que su hijo no había comido y le subiera algo a su habitación. 
Pensaba que la forma en la que se sentía era lo peor del mundo, hasta que dejó de sentir por completo, haciendo que se diera cuenta que era mejor sentirse miserable a no sentir nada, pero siendo incapaz de cambiarlo.
En su desesperación por sentir algo, Blaine tocó fondo de una manera en la que nunca pensó que volvería a hacer: Volvió a dormir con Eli. 
Todo fue tan rápido que ni siquiera se dio cuenta de cómo había pasado. Un día, harto de estar entumecido por dentro, le escribió a Eli, él le contestó de inmediato y acordaron volver a verse como si nada en ese mismo momento. Blaine actuó por piloto automático, fue a casa de Eli, tuvo relaciones con Eli, dejó que le hiciera todo lo que le complaciera, hasta que Eli le dijo que necesitaba bañarse y salir porque tenía algo que hacer. Sin decir nada, Blaine se vistió y se fue. Nada, no sintió nada. 
El siguiente fue Sebastián, pocos días después de Eli. Sebastián se había ido a estudiar la universidad en Chicago, pero durante una visita familiar le había escrito por Facebook cuando se enteró de que lo habían expulsado de NYADA, la conversación inicio tranquilamente, hasta que Sebastián ofreció sus “servicios de despecho” cuando tocaron el tema de Kurt.
Y antes de que Blaine se diera cuenta, estaba en un motel con Sebastián encima de él.
Realmente no había sido muy diferente a cuando estuvo con Eli. Sólo fue, hizo todo lo que Sebastián quiso y durante ningún momento sintió absolutamente nada. La única diferencia fue que, mientras se vestía para irse, Sebastián intentó hablar con él para asegurarse de que estuviera bien después de notar su expresión fría y de piedra, pero Blaine sólo terminó de vestirse y se fue sin decir nada. 
Y así fue con muchos. Blaine tomó la costumbre de ir a Scandals casi todas las noches en las que podía escabullirse de su casa sin que se dieran cuenta sus padres y se iba a casa de múltiples hombres que no conocía cada vez. 
La única mejora que había hecho en su tiempo en Lima es que eventualmente volvió a comer y a hacer ejercicio por insistencia inquebrantable de Sam, quien vigilaba a su mejor amigo con ojos de halcón, pero raramente siendo capaz de convencerlo de algo a menos que lo obligara. Afortunadamente, el ejercicio sí ayudó. Al menos mientras lo hacía, Blaine se sentía casi normal, por lo que empezó a excederse al hacer ejercicio todo el tiempo, sin dejar su rutina nocturna de ir a Scandals. 
Una noche como cualquier otra, estaba sentando en la barra, tomando hasta que se olvido de cuánto ya había tomado, siendo inmediatamente rodeado por hombres mayores de al menos cuarenta años que parecían más que dispuestos a aprovecharse de la situación cuando Dave lo vio. Inmediatamente, agarró a Blaine del brazo y lo alejó del círculo de hombres que le gritaron con enojo por quitarles su entretenimiento, pero Dave los ignoró, llevando a Blaine al baño.
- Blaine, ¿qué diablos fue eso? ¿Qué haces en Lima? ¿Dónde está Kurt? – preguntó Dave con un tono casi enojado, con el ceño fruncido. 
Blaine se tambaleó, apoyándose del lavamanos para intentar enderezarse – Kurt me terminó y fui expulsado de NYADA – contestó con voz arrastrada y sin sentimiento, apenas estando lo suficientemente lúcido para entender lo que decía. 
La expresión de Dave se suavizó abruptamente de la sorpresa, abriendo la boca varias veces hasta que fue capaz de hablar – Wow, Blaine, yo… Lo siento mucho.
El hombre más bajo sólo asintió distraídamente, ya acostumbrado a esa frase y al tono de lástima que lo acompañaba.
Siguió un silencio incómodo que Dave no supo llenar y que Blaine no podía llenar porque estaba demasiado concentrado en tratar de mantenerse de pie hasta que se tambaleó, siendo detenido de caer al suelo por los brazos de Dave.
- De acuerdo, tal vez lo mejor sea que te lleve a tu casa – razonó Dave incómodamente, mientras intentaba ayudarlo a mantener el equilibrio.
- Mejor a la tuya – contestó Blaine con voz pastosa, apoyándose por completo en Dave y empezando a besar su cuello.  
Dave se quedó rígido de la sorpresa por un momento antes de agarrar sus hombros y alejarlo – Blaine, no.
- Entonces, no vamos a ningún lado. Yo me quedó hasta que alguien más me lleve a su casa – respondió, empezando a caminar temblorosamente a la puerta del baño, siendo nuevamente detenido por Dave.
- ¿Qué te estás haciendo a ti mismo? ¿Eso es lo que estabas intentando hacer hace unos minutos? – preguntó el ex matón, mirándolo con grandes ojos incrédulos.
Blaine se encogió de hombros – Es lo que he hecho todas las noches, últimamente. 
La visión de Blaine todavía era lo suficientemente clara como para ver la expresión de expresión de horror de Dave.
Decidido a salir con algo de dignidad, Blaine se irguió y empezó a irse con pasos más estables, pero una mano en su hombro lo detuvo. La pudo haber sacudido, apartado, incluso empujado, sin embargo, su agarre suave y conciliador le hicieron girar a ver a Dave a los ojos.
- No estoy diciendo que tenga algo de malo querer tener sexo casual. No te estoy juzgando, Blaine – le aseguró con firmeza – Pero no luces bien, no pareces tú mismo en estos momentos, y no creo que estés haciendo esto porque realmente quieras. 
- No me conoces lo suficiente como para decir eso.
- Cierto – aceptó Dave – Pero reconozco a un hombre que se ahoga cuando lo veo, hace no mucho fui uno. 
Con la clara referencia no dicha de su intento de suicido, Blaine relajó sus hombros y se volteó por completo hacia Dave, aunque no supo qué decir.
- ¿Has pensado en eso? – preguntó el otro hombre cautelosamente, su voz apenas más alto que un susurro.
- ¿En qué cosa? 
- Sabes de lo que habló.
Lo sabía. Claro que lo sabía, y claro que lo había pensado, pero no iba a reconocerlo a un ex matón al que apenas conocía, por lo que prefirió fingir demencia. 
- No, no sé – contestó tercamente – Ahora, si me disculpas, vine aquí por algo y lo voy a obtener. 
- Déjame ayudarte.
- No puedes. 
- ¿Por qué no?
- Porque tú no sabes lo que es tener un corazón roto.
Dave lo miró dolido, dando un paso hacia atrás antes de alzar la barbilla y hablar con un tono solemne – Sé lo que es tener el corazón roto. Tal vez no de la misma manera que tú, pero sí sé lo que es.
Los dos hombres se quedaron parados firmemente, mirándose detenidamente a los ojos sin decir una palabra. Se sintió como una batalla de voluntades, una que Blaine estaba demasiado cansado y borracho para ganar.
Con un suspiro, Blaine aceptó que lo llevara a su casa.
El camino hacia la casa de Blaine fue silencioso e incómodo, sólo siendo interrumpido cuando Dave necesitaba indicaciones ya que nunca había ido a su casa. En un intento de calmar la tensión, Karofsky encendió la radio.
Share my life, I’ll never ask for too much Just all that you’re and everything that you do
El aire en los pulmones de Blaine se congelaron. 
De todas las canciones que existían, ¿esta tenía que ser la que sonará en ese preciso momento? El universo debía tener algo en contra de él.
El hombre más pequeño comenzó a hiperventilar, intentando tomar bocanadas desesperadas de aire, pero todavía no sintiendo que lo llenaba. Todo su cuerpo comenzó a temblar y las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas sin control.
Dave soltó un grito sorprendido, preguntándole a Blaine qué le estaba pasando, pero sin poder obtener respuesta alguna porque Blaine no terminaba de juntar el aliento. 
El antiguo acosador se estacionó en un lugar al azar y se inclinó hacia el otro hombre, acariciándole la espalda en un torpe intento de calmarlo.
Afortunadamente, Dave apagó instintivamente la radio, permitiendo que Blaine se fuera estableciendo poco a poco. 
- ¿Acabas de tener un ataque de pánico? – preguntó Karofsky, mirándolo con ojos grandes y asustados.
Blaine necesitó unos segundos más de respiración para poder contestarle – No lo sé – admitió con algo de temor – Nunca antes me había pasado.
- Bueno… ¿tienes alguna idea de por qué te pudo haber pasado?
- La canción - masculló entre una exhalación, tragando saliva antes de continuar con voz ahogada y tensa - Kurt me dedicó esa canción cuando estábamos juntos.
Blaine se perdió de la expresión culpable de Dave por haber encendido la radio mientras recuperaba de poco en poco la compostura antes de apoyarse por completo en su asiento con un profundo suspiro, llevándose una mano a su rostro - Genial, ahora mi cabeza me está matando.
Dave le mandó una mirada de simpatía y le dió una palmada de consuelo en su rodilla izquierda - No te preocupes, ya debemos estar cerca de tu casa.
Ese no era un consuelo tan bueno como pensaba, pero Blaine no tenía la energía ni las ganas para decirle eso.
Llegaron a su casa poco después, ambos en un silencio casi fúnebre. Dave porque no tenía idea de qué decir, Blaine porque no quería decir nada.
- Bueno... Llegamos - anunció innecesariamente con una media sonrisa torpe - ¿Necesitas algo?
Blaine negó con la cabeza cansadamente - Gracias por traerme - murmuró de mala gana antes quitarse su cinturón y de extenderse para abrir la puerta del copiloto.
- Espera - le detuvo Dave. Blaine lo miró en silencio mientras Dave sacaba su billetera, agarraba una factura al azar que ya había quedado en blanco, sacó una pluma de la guantera y escribió su número antes de entregárselo al hombre más pequeño - Llámame para lo que sea que necesites. Lo digo en serio.
Era un gesto muy amable, probablemente Blaine lo hubiera considerado como incluso lindo si pudiera sentir algo, pero no podía, así que se limitó con asentir antes de salir del auto.
No pensaba llamarle. Y ambos lo sabían.
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b00ksfreak · 3 years ago
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Roto - Capítulo 2: Despedidas
Disclaimer: Nada me pertenece. ...
El viaje fue largo y tenso. Pudo sentir la mirada de Katara pegada a su nuca por horas, únicamente rompiendo el silencio para intentar preguntarle qué estaba pasando, sólo rindiéndose cuando entendió que Aang tampoco lo entendía. Que sólo lo entendería una vez que llegarán. 
A pesar de la incomodidad, la simple presencia de Katara era un tremendo consuelo. Y sabía que ella apreciaría que se lo dijera. Sabía que, aunque no lo demostraba, ella se sentía un poco culpable de haberlo "forzado" a llevarla con él a un viaje que quería hacer solo, que quizá pensaba que así hubiera sido menos pesado. Sabía que su sincero agradecimiento la tranquilizaría y que incluso se ganaría una de sus hermosas sonrisas suaves y cariñosas que siempre mejoraban sus días. Pero estaba mudo. Su cuerpo sólo obedecía una sola señal de su cerebro, y eso era guiar a Appa hacia su destino. 
Tras lo que se sintió una eternidad, el Templo Aire del Sur se empezó a asomar entre las nubes en toda su majestuosidad. Tal como lo recibido en cada uno de los viajes que había hecho con Gyatso cuando era niño. La vista era casi la misma, si estabas dispuesto a ignorar el deteriorado estado del templo (que se notaba incluso a la distancia) y la notoria ausencia de risas lejanas y maestros aire volando entre vientos con sus planeadores, sin embargo, la sensación de calidez que solía llenarlo fue reemplazada por una sensación de vacío. Porque sabía que nada era igual. Que lo único que podía recibirlo en su antiguo hogar eran alimañas y fantasmas. 
Appa parecía tan melancólico como él. Soltando un rugido triste antes de aterrizar al borde de la entrada. 
Sin decir nada, Aang saltó de la cabeza de Appa hacia el todavía firme suelo del templo. Inmediatamente arrepintiéndose en el fondo de haber venido a ese lugar que estaba tan obviamente carente de su antigua gloria. Resintiéndose a sí mismo por necesitar ese indeseado viaje al pasado. 
Casi brincó cuando sintió una suave mano en su hombro. Giró levemente la cabeza para encontrarse con los bonitos ojos azules, que lo miraban con amorosa preocupación cautelosa - ¿Hay algo que necesites hacer aquí? ¿Tiene que ver con el estado Avatar?
Recuerdos borrosos de cómo había perdido el control tras encontrar el esqueleto de su amado mentor, haciendo volar una parte entera del templo brillaron como bombas ante sus ojos antes de negar con la cabeza.
Lo que sea que tenía que hacer ahí no era como el Avatar. Era como Aang. 
Volvió la vista hacia el abandonado lugar. Sintiéndose más perdido y solitario que nunca, a pesar de la mano que Katara había entrelazado con la suya en señal de apoyo. Esa maestra agua era lo mejor que le había pasado en cien años, pero sabía que ella nunca terminaría de comprender lo que era para él ver ese desolado templo. Nunca terminaría de comprender lo que era estar tan solo en el mundo, porque ya no existía nadie más como tú. 
A falta de ideas de cómo proceder, Aang se inclinó, regañadientes, y posó una mano en el suelo. Concentrándose para sentir las vibraciones de la tierra, valientemente ignorando las náuseas que le provocó el sentir los miles de huesos regados por todos lados. 
- Tenemos muchas despedidas por hacer - anunció Aang, apesumbrado. 
En el fatídico día en el que Aang se había enterado de que era el último maestro aire, Katara y Sokka le habían ayudado a rendirle los últimos honores a Gyatso. Quemando sus restos y lanzando las cenizas al aire, con una última oración en su nombre para que su espíritu fuese libre. Ese había sido el peor día de su vida.
Hasta ese momento.
Aang fue encontrando los esqueletos con su poder de la tierra y Katara y él escarbaban para encontrarlos antes de prenderlos en fuego y lanzar sus cenizas por algún borde del templo, tal como lo habían hecho con Gyatso. Sin embargo, por lo menos en esa ocasión habían sabido a quién estaban despidiendo. Ahora, no había forma de saber. 
Siempre era más doloroso cuando era evidente de que se trataba de un niño. No podía evitar preguntarse de quién se trataba. ¿Sería Zenju? Había sido su amigo desde que tenía memoria. ¿Sería Aalik? Fue su compañero de vuelo durante su entrenamiento inicial. ¿Sería Oomi? ¿Relajh? ¿Jinju?
Su corazón estaba hecho una piedra, no se había dado cuenta de que estaba llorando hasta que Katara detuvo la vigésima oración para darle un fuerte abrazo. 
El niño se dejó llevar por la comodidad de los brazos de Katara y enterró su nariz en su cabello, mientras escuchaba las palabras tranquilizadoras que le susurraba al oído. Disfrutando de la sensación de sus dedos deslizándose de arriba a abajo, de su nuca a la parte alta de su espalda, repitiendo el mismo patrón una y otra vez sin volverse viejo o cansado. 
- Repararemos este lugar - le prometió, sin aflojar su agarre en él ni un solo segundo. Como si ella misma se fuese a hundir si lo soltaba - Te ayudaré en todo lo que necesites. No estás solo. Nunca te dejaré solo. 
En cualquier otra ocasión se hubiera roto en ruidosos sollozos, sin embargo, todavía se sentía entumecido por dentro después de tantos funerales, por lo que lo único que pudo hacer para expresar su gratitud fue abrazarla con más fuerza.
Quizá, como el último maestro aire, lo correcto hubiera sido hacer el viaje solo. Pero, egoísta o no, estaba muy agradecido de que Katara estuviera ahí con él.
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b00ksfreak · 3 years ago
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Lo que queda - Capítulo 2: Héroe caído
Disclaimer: Nada me pertenece. ...
Ginny despertó en su habitación del colegio sabiendo muy bien que ese día no sería como todos los demás.
Ella se incorporó en su cama sin el privilegio de la ignorancia. De pensar por lo menos por unos preciosos minutos de somnolencia que quizá todo lo que había pasado hacia unas horas no habían sido más que horribles pesadillas.
Ella apartó las sábanas, sin notar diferencia alguna, porque para ella todo se sentía frío y turbio. 
Ella se puso de pie, pensando que el peso del dolor y la pérdida sobre sus hombros podría tumbarla en cualquier momento. 
Andaba casi sonámbula. Vistiéndose por costumbre, saliendo de su solitaria habitación por instinto, y bajando al Gran Comedor en donde supuso correctamente que se encontraría su familia rota. 
No tuvo que preguntarle a nadie cómo habían dormido, pudo ver en los rostros demacrados que su descanso había sido tan tranquilo como el suyo o nulo. Su mamá, muchas horas después de la muerte de Fred, seguía llorando silenciosamente en el hombro de su padre, quien se había recuperado lo suficiente como para tratar de brindarle consuelo sin lágrimas, pero con la voz temblorosa. 
Ginny se sentó a lado de Bill, quien la rodeó con el brazo de inmediato, y se apoyó en él. No sintió el reconforte que normalmente sentía cuando su hermano mayor la sostenía. No se sentía protegida. No se sentía acompañada. No sentía nada. 
Lo más que pudo sentir fue irritación cuando se dio cuenta de que el famoso trío de oro todavía no se encontraba en la mesa. Resistió las ganas de bufar amargamente. Quizá se habían ido por su cuenta, nuevamente. Algo más importante que su familia desmoronándose debía requerir de su valiosa ayuda. 
Sin embargo, como si hubiesen leído sus pensamientos, los héroes de guerra entraron por las puertas de la forma más discreta que pudieron. Inútilmente, porque de todas formas llamaron la atención de todos los presentes. El bulliceo susurrante que se desembocó parecía ponerlos incómodos. Por lo menos a Ron y a Hermione. No fue sino hasta ese momento en que Ginny se dio cuenta de que iban de la mano, por sus expresiones nerviosas y algo tímidas conforme se acercaban supuso que esperaban que nadie lo mencionará. 
Pudo escuchar la voz burlona y llena de alegría de Fred diciéndole - ¡Más razón para hacerlo! 
Escuchar la voz de su hermano perdido le hizo sentirse aun más vacía. 
Sin darse cuenta, su mirada volvió a Harry, quien caminaba detrás de sus dos amigos, como si esperará que pudiesen ocultarlo. Su expresión era de piedra, y de alguna forma supo que ese era el último lugar que quería estar, hasta que la miró de vuelta. 
Los hermosos ojos verde esmeralda de los que había estado enamorada desde que tenía diez años parecieron recobrar la vida al observarla. No sonrió (Ginny no creía que ninguno de ellos pudiese sonreír por un buen tiempo), pero su rostro se iluminó, como si verla fuese suficiente como para recuperar la esperanza de que las cosas mejorarían algún día. 
Verlo pareció despertar su corazón. Una ola de emociones estalló, ahogando el vacío de forma tan abrumadora que se quedó sin aliento por un momento.
La felicidad, alivio y amor volvieron con todas sus fuerzas. Su cuerpo le seguía mandando señales para que se le lanzará a los brazos y besará hasta que se olvidaran de que habían estado en una guerra en primer lugar.
Entonces recordó que, efectivamente, habían estado en una guerra.
La ira, el dolor y la traición también regresaron.
Ginny rompió el intenso intercambio de miradas y se sentó más erguida, alzando valientemente su barbilla en un intento de mostrar su apatía hacia El elegido. 
¿Quién se creía ese cretino para hacerla sentir así? ¿Quién se creía para mirarla como si fuese todo lo que necesitaba después de haberla abandonado tantas veces?
Su mano encontró el camino hacia su varita sin darse cuenta, sus dedos ardían con el deseo de tomarla y lanzarle todas las maldiciones que hicieran falta para que sintiera por lo menos la mitad del dolor que había sentido por él durante todo el año.
- ¿Ginny? - la llamó Bill cautelosamente, recordándole de su presencia y de que todavía la estaba sosteniendo - ¿Pasa algo?
- Nada - contestó con brusquedad de inmediato. Nada dispuesta a admitir que Harry le había provocado algún efecto en lo absoluto. 
No pasó mucho tiempo antes de que la directora McGonagall llegará y empezará a dictar las instrucciones para la reparación del castillo. Ginny hizo todo lo que pudo para prestar atención, pero su cuerpo seguía latiendo con la adrenalina que la había inundado después de ver a Harry entrar. Él tampoco estaba cooperando en detener su ligera taquicardia, todavía podía sentir su mirada en ella. 
Había estado tan concentrada en resistir la tentación de girarse hacia él, que se sorprendió cuando su familia se levantó de la mesa. Imitándolos tardíamente. 
Cuando Charlie la puso al día con las indicaciones que había dado la directora, estaba en su camino a seguirlo para ayudar en la restauración del campo de quidditch cuando se dio cuenta de que era el mismo lugar al que Harry se dirigía. Deteniéndola en seco.
Charlie la miró inquisitivamente al igual que Harry, aunque su mirada era totalmente diferentes. El niño por el que siempre había suspirado la miraba con una mezcla de tristeza y disculpa, parecía estar tratando de explicarse a sí mismo a través de sus ojos brillantes del arrepentimiento y el anhelo.
Esto no era justo. El muy idiota había terminado con ella en su estúpido intento de "protegerla", y se lo había perdonado. El muy insensible la había dejado durante los meses más difíciles de su vida para salvar al mundo, y lo había comprendido. El muy hipócrita había tratando de evitar que peleará una batalla en la cual tenía tanto derecho como él a participar, y había estado dispuesta a hacerle vista gorda. Por último, más nada menos importante: Se había entregado a Lord Voldemort voluntariamente, sabiendo bien que era muy probable que no volvería vivo. Ni un solo beso. Ni un solo abrazo. Ni una sola despedida. Nada.
¿Realmente se suponía que ella debía estar bien con eso sólo porque sus razones habían sido nobles? ¿Realmente debía dejar todo pasar sólo porque sabía que Harry sólo había hecho lo que tenía que hacer?
Alguna vez, el que Harry fuera un héroe había sido lo que más le enamoraba de él. Ahora, sin embargo, era con diferencia lo que más detestaba.
  Sin una sola palabra, Ginny se dio la vuelta, uniéndose al grupo de reconstrucción para la cocina.
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b00ksfreak · 3 years ago
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En busca de Sheen. Capítulo 5: Lo que ha pasado con Libby
Disclaimer: Nada me pertenece. Bueno, supongo que Travis y su grupo (a excepción de Libby) sí, pero nada más. ...
- ¡Vamos, vamos! ¡Por aquí! - masculló Travis susurrante mientras se movían a través de los pasillos oscuros de la escuela. Chitando para callar las risas de emoción de Cory, quien sólo se detuvo después de que Ellie le dio un fuerte codazo en las costillas.
- ¡Ay! - jadeó Cory, lanzándole una mirada enojada a Ellie - Eres una amargada.
- Y tú un idiota - le contestó Ellie con impaciencia - Harás que nos atrapen.
Cory rodó los ojos - Por favor, ya nos sabemos todos los trucos del viejo Murry. Incluso si nos escucha, seremos más rápidos que él. Tiene como cien años.
- Cállense los dos - siseó Reyna - Pueden pelearse una vez que lleguemos a las gradas.
Libby no dijo nada, pero estaba completamente de acuerdo con ella.
Ahora, Murry podía no ser el más hábil ni el más inteligente de los vigilantes nocturnos escolares, pero era un anciano con perseverancia. Una vez que detectaba algo sospechoso estaba dispuesto a merodear por cada centímetro del instituto con tal de encontrar su fuente. Por ende, siempre era más inteligente asegurarte de que nunca notará tu presencia, por muy divertido que pudiera ser hacerle bromas de fantasmas o algo por el estilo, como Cory siempre quería hacer.
La Escuela Preparatoria Retroville era un edificio muy grande y algo difícil de entender si no estabas acostumbrado al lugar. Habían un sinfín de rutas que les eran útiles tanto a ellos para huir como a Murry para encontrarlos. Así que siempre hacían pequeñas pausas para apretujarse en algún salón vacío para vigilar rápidamente si los iba siguiendo antes de volver a retomar su camino hacia la salida.
La respiración acelerada y nerviosa de Mark era tan fuerte que Libby podía sentirla en su cuello. Se mordió la lengua para no gritarle. Realmente, para alguien tan grande, ese niño era un verdadero cobarde.
Ni siquiera entendía sus nervios, ellos se habían infiltrado a la escuela de noche en tantas ocasiones (en muchas ocasiones para hacer cosas mucho más serias que dejar bromas infantiles para los maestros) que ya eran unos profesionales, y esa noche no fue diferente, salieron sin mayor contratiempo a la oscuridad de la noche y se refugiaron detrás de las gradas del campo de fútbol.
- ¿Cómo crees que se ponga el profesor Nollan cuando se dé cuenta de que sus ingredientes de química cambiaron de la noche a la mañana? - preguntó Cory entre risas.
Ellie hizo una mueca de asco - Todavía no entiendo por qué tenías que hacer del baño en un tuvo de ensayo.
- ¡Imagínate la expresión que pondrá cuando sienta el olor, Ellie!
Iniciaron la quinta pelea que habían tenido tan solo esa misma noche.
Reyna suspiró con cansancio - Se tomaron muy literal lo que dije de pelearse en las gradas.
- Me ponen nervioso - se quejó Mark con un ligero gemido.
- Tranquilo, grandulón - le calmó Travis, pasándole un frasco de grafiti - Toma, pinta pared que quieras del campo. Sólo asegúrate de que sea en un área oscura para que Murry no te vea.
Mark titubeó un poco antes de agarrar el frasco, él no era exactamente lo que dirías un chico problemático, pero era la expectativa que tenía al estar dentro del grupo, y no podía permitirse no seguir dicho papel enfrente de Travis si quería seguir estando con ellos, por lo que tomó la lata plateada y salió a la oscuridad de la noche.
- Mejor voy con él - anunció Reyna - Ese niño es tan discreto como un elefante. Donde nos descubran por su culpa...
Salió detrás de él.
Travis miró a Libby y le sonrió - ¿Crees que te meterás en muchos problemas con tu mamá por huir de casa otra vez?
Había un brillo pícaro en sus ojos marrones. Como si le gustará la idea de que Libby se metiera en un lío por él.
Libby se encogió de hombros - Meh. No más de lo normal. Puedo soportarlo.
Sin más, Travis se dirigió hacia ella, la tomó de la cintura y unió sus labios con entusiasmo.
Libby rodeó su cuello con sus brazos y devolvió el beso.
No eran novios, Dios la salvará. Ni siquiera estaban saliendo. Era simplemente la manera en la que funcionaban. Amigos durante el noventa y cinco por ciento del tiempo hasta que a Travis se le antojaba besarla. Cosa que sabía que podía hacer porque ninguna chica le decía que no.
Sin embargo, su favoritismo, por lo menos momentáneo, hacia Libby era obvio. Quizá era porque era su nuevo proyecto.
- Espero tu niñera no te haga una escenita después - se burló en voz baja contra sus labios, su tono le decía que esperaba exactamente lo apuesto a lo que decía, antes de volver a besarla.
Su "niñera" era Cindy, quien se había ganado la mala reputación de agua fiestas en el grupo de Travis por siempre estar detrás de Libby tratando de evitar que se meta en problemas y regañándola cuando lo hacía. Por lo menos, el desagrado era mutuo, porque Cindy igualmente los detestaba. Decía que eran una mala influencia para ella.
- No te comportas como tú cuando estás con ellos - decía Cindy.
Eso era lo que su amiga no entendía. Libby quería ser alguien diferente. Quería ser cualquier persona menos ella, cualquier persona que no hubiese perdido a su novio en el espacio, obligándola a pasar por dos años de agonía preguntándose en cada segundo del día y de la noche si seguía vivo.
Ahí era donde Travis entraba - pensó mientras las manos del niño se deslizaban a su trasero - la distraía, la mantenía ocupada, nunca dejaba que las cosas se volvieran aburridas y la hacía comportarse como si fuese alguien más. Y nunca iba a poder expresarle a Cindy el alivio que eso era después de tanto tiempo de sufrimiento.
Libby había intentado seguir adelante de la manera correcta, realmente lo había hecho. Intentó ir a terapia, como sus padres le habían pedido; intentó acercarse a la iglesia, como su abuela le había instruido; e intentó hacer diferentes actividades que mantuvieran a Sheen fuera de su mente, como Cindy le había aconsejado. Más nada funcionaba. Todos los días después de que se cumpliera el primer año de desaparición de Sheen se había sentido como si se estuviese engañando a sí misma. Nada volvería a ser normal. ¿Cómo podía serlo?
A pesar de sus mejores esfuerzos, no había pasado un solo día en el cual no pensará en él. Y eso la ponía furiosa, confundida, harta, cansada, y muy, muy herida.
No es como si hubiesen sido novios de verdad, no es como si se hubiesen amado de verdad. ¡Eran solo niños en ese entonces! Pero, entonces, ¿por qué le era tan difícil dejarlo ir?
Se hubiera sentido mal de mentirle tanto al niño que la estaba besando en ese mismo momento, si no fuera porque sabía bien que todos en el grupo, incluyendo al mismo Travis, eran una farsa.
Los labios de Travis se separaron de los suyos para explorar su cuello, Libby le pasó una mano por su cabello y abrió los ojos para encontrarse a Ellie y Cory todavía peleando calurosamente, aunque ya no sabía si seguía siendo por la broma de Cory de cambiar alguna sustancia del maestro de química con su orina. Estaba bastante segura de que Ellie y él podrían pelear por cualquier cosa.
Cory era delgado y desgarbado, de estatura promedio, cabello rubio con corte como el de los Beatles, pequeños ojos color miel y tenía una sonrisa torcida irreverente que te hacía saber de inmediato que lugar al que iba, lugar en donde hacía un desastre. Al menos, parecía querer dar la impresión de que le gustaba ser como un torbellino de problemas, más Libby había notado cómo parecía alarmarse cada vez que le pedían hacer algo que no fuese destruir, como si pensará que no era nada bueno para nada más.
Ellie era bajita, de piel clara, grandes ojos azules pintados con rímel negro por los bordes en su intento de verse más "peligrosa" y una pintura de labios de color rojo vino para hacerle juego. Su bonito cabello castaño claro le llegaba a los hombros y tenía un mechón teñido de azul. Era como si una Barbie quisiera hacerse pasar por una chica mala. Libby sabía que sólo estaba en el grupo de pasada, mientras tenía su momento de rebeldía tras el divorcio de sus padres.
La personalidad traviesa de Cory en contraste con la actitud caprichosa de Ellie solían chocar tanto que el resto del grupo ya se había rendido respecto a intentar tranquilizarlos.
Mark y Reyna volvieron a la gradas, anunciando que había visto al conserje dormido en la entrada de la escuela, por lo que podían ir a robarle las llaves de la oficina del director y ver qué encontraban ahí.
Mark era alto y robusto, parecía tener más músculo que cerebro. Tenía rasgos asiáticos, cabello negro casi rapado y una expresión permanentemente torpe o nerviosa. Era nuevo, se había transferido de su escuela anterior porque no soportó las burlas de que su padre estuviese en la cárcel. Desafortunadamente, tampoco había sido muy bien aceptado en la preparatoria de Retroville, únicamente era parte del grupo porque a Travis le pareció útil tener a alguien tan fuerte dentro de sus compinches.
Reyna era latina, alcanzaba la estatura de Cory, tenía la piel bronceada, el cabello negro amarrado en varias colas, tenía unos ojos tan oscuros que parecían negros y siempre estaba usando ropa heredada de su hermano mayor. Ella era una tumba, por lo que Libby no estaba completamente segura de qué la había llevado al grupo de Travis fuera de su personalidad y aspecto rudo. Aunque sospechaba que tenía problemas en casa, parecía envidiar a Ellie por la separación de sus padres.
Cory y Ellie aceptaron la idea de inmediato, pero Travis ni siquiera pareció darse cuenta de que sus amigos habían vuelto mientras chupaba el lóbulo de su oreja.
Interpretando su falta de atención como desinterés, los cuatro amigos se fueron por su cuenta, dejándolos solos.
Travis mordió su labio inferior antes de apartarse ligeramente. Su atractiva sonrisa era tan arrogante como de costumbre.
Travis era el mentiroso más grande de todos. Actuaba como si fuese un rebelde sin causa que vivía en los barrios peligrosos de la ciudad y se las arreglaba por su cuenta cuando en realidad provenía de una de las familias más ricas del Estado.
Por eso mismo, Libby nunca había podido tomarse en serio la preocupación de su familia y amigos respecto a Travis. Si supieran realmente lo que hacía en el "grupo más peligroso de la escuela", se reirían. ¿En qué clase de pandilla respetable aceptarían a alguien como Ellie? ¿Qué clase de pandilla "peligrosa" forzaría su entrada a la escuela sólo para cambiar la comida de la cafetería? Todo era humo y espejos, Travis se había encargado de que locos rumores rondaran por la escuela de cosas que nunca habían hecho. Claro, habían vandalizado algún establecimiento. Claro, habían robado alguna que otra cosilla. Claro, habían ido a algunos lugares a los cuales no debían ir. Más nada ni siquiera lo más remotamente cercano a la vida de crimen que todo Retroville pensaban que llevaban.
Se podría decir que lo peor que hacían era que tomaban alcohol y algunos fumaban, aunque ni siquiera se acercaban a las drogas (cuando según la escuela, ellos, de hecho, traficaban). Travis, simplemente, era un excelente titiritero. Un domador de serpientes. La persona más manipuladora que había conocido.
Sin embargo, no lo juzgaba en lo más mínimo. Al contrario, era con el que más simpatizaba de todo su grupo. Su hermano mayor había muerto de sobredosis hacía un año y medio.
Tal vez eso era lo que le había atraído a él en primer lugar. El que él también tuviese momentos en donde su mirada se perdía y sus labios se curveaban en una mueca de dolor. El que él también tuviese ese característico peso en sus ojos que sólo llevaban aquellos que habían sufrido una verdadera pérdida. El que él también estuviese intentando mantenerse centrado en cualquier cosa antes de dejar que su mente vagara sin rumbo porque sabía en dónde terminaría y cómo eso le lastimaría. El que él también buscaba desesperadamente la adrenalina para que apaciguara el vacío que llevaba dentro.
- Te quiero, Libby - le dijo con voz arrastrada, como si estuviera forzando las palabras fuera de su boca.
- Yo también te quiero - le contestó en voz baja.
Se abrazaron.
Ambos sabían que estaban mintiendo.
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b00ksfreak · 3 years ago
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En busca de Sheen. Capítulo 4: Lo que ha pasado con Nesmith
N/A: Nesmith es el chimpancé de Planeta Sheen. Me tomaré muchas libertades creativas con los personajes, tramas e historias de esa serie siendo que no la veía.
Disclaimer: Nada me pertenece.
...
- ¡Salud por la feliz pareja! - brindó el emperador con regocijo, siendo coreado por todos los invitados en el castillo.
Nesmith sintió el apenas soportable impulso de jalar al niño que había aprendido a ver como un hijo lejos de la abrumadora y exigente atención de Zeenu. Sheen recibía cada felicitación de su inminente boda con una sonrisa de madera y unas palabras ensayadas y rígidas. Sus hombros estaban tan tensos y sus ojos tenían un brillo de cierta desesperación tan obvios que Nesmith no entendía si los ciudadanos de Zeenu eran tan idiotas que realmente no se daban cuenta de que el pobre niño quería salir corriendo del palacio.
Porque eso era lo que Sheen era. Un niño que estaba tratando de hacerse pasar por un hombre para mantener la imagen. En un intento desesperado de convencerse a sí mismo de que podía adaptarse a un mundo que no era el suyo.
Nesmith lo había visto cambiar tanto. Había madurado mucho en dos años, sin duda. Pero había sido forzado. Había sido por necesidad. Sheen sólo se estaba tratando de adaptar para sobrevivir.
Y, a pesar los muchos avances que había hecho, todavía no estaba ni remotamente cerca a estar listo para casarse.
Ni el emperador ni la tribu Glimmoriana estaban tratando de hacerle daño. Para ellos, los matrimonios adolescentes simplemente era como se formaban las familias por costumbre. Ellos no sabían que para Sheen todo eso era completamente antinatural. Ellos no entendían que, a los ojos de Sheen, le estaban arruinando su vida.
El chimpancé se sentía desolado, impotente. Mientras Sheen estuviera en Zeenu, la boda era lo mejor para él. Podía ver el inquietante brillo anhelante en los ojos del rey cuando este miraba a Sheen. Todavía estaba esperando a que el compromiso se rompiera para casar a Sheen con su hija. La princesa Oom seguía considerando a Sheen como su futuro esposo y lo seguiría viendo de esa manera hasta que fuera esposo de alguien más.
- Las cosas podrían estar peor - se consoló el chimpancé con un dejo de melancolía, mientras veía a Aseefa mandarle una sonrisa sincera a su prometido.
- Es emocionante, ¿verdad? - le preguntó uno de los tantos nobles invitados cuyo nombre no recordaba - No puedo esperar por el nacimiento de su primer hijo.
Nesmith casi escupe su bebida.
- Creo... - farfulló con voz ronca entre su tos - Creo que falta mucho para que tengan hijos.
El noble le sonrió tranquilizadoramente - No te creas. La tradición de la tribu Glimmoriana es tener a su primogénito en el primer año de matrimonio. La noche de bodas es todo un ritual por lo mismo.
Los ojos de Nesmith se abrieron con horror. El murmullo de las animadas voces y risas en la habitación se fueron ensordeciendo mientras volteaba lentamente su mirada hacia la joven pareja, sintiendo que su corazón caía a su estómago.
Sheen no sólo se convertiría en esposo, sino que también en padre.
¡Pero si Sheen todavía era sólo un niño! Todavía tenía pesadillas en las noches y necesitaba que un adulto lo calmará, todavía necesitaba que alguien lo consolará cuando estaba triste, todavía necesitará que alguien estuviera pendiente de él para sentirse protegido. Sheen no podía tener un bebé.
Desafortunadamente, la cuestión seguía siendo la misma. Mientras Sheen permaneciera en Zeenu, casarse con Aseefa era la mejor opción que tenía.
Eso sólo le dejaba una opción: Devolver a Sheen a la Tierra, sin importar el precio.
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b00ksfreak · 3 years ago
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En busca de Sheen. Capítulo 3: Lo que ha pasado con Carl
Disclaimer: Nada me pertenece. ...
- Bueno, señor Wheezer - comenzó el doctor Hummel - ¿Por qué no comenzamos con algo simple? Cuéntame, ¿cómo ha estado su semana?
Carl suspiró con cansancio, resignándose a contestar las rutinarias preguntas de siempre de forma tan automática que ni siquiera necesito prestar atención a la conversación.
Era un nuevo trato que tenía con sus padres. Ellos le permitirían seguir siendo amigo de Jimmy siempre y cuando fuera con un psicólogo. Así que Carl fue al psicólogo. Por lo cual estaba atrapado en ese triste y oscuro consultorio, relatando su día aburrido, que había sido igual a todos.
Sus padres lo recibieron en la cocina con sonrisas pegadas en su rostro, más con la preocupación grabada en sus ojos.
- Ten cuidado en la escuela, cariño - le había pedido su madre, quien parecía intuir lo mala que se había vuelto la situación ahí.
- Recuerda las clases de artes marciales que te enseñé - le había animado su padre, quien hizo patético un intento dar una patada karateca que hizo que su espalda crujiera - Mi escápula - gimió, doblándose dolorosamente antes de dejarse caer al suelo.
- Por favor - su madre no pudo ocultar el temor en su voz - Avísanos si llegas a ir a la casa de Jimmy... Y regresa temprano.
La escuela tampoco fue diferente a lo usual.
- Quítate del camino, perdedor - le había dicho algún deportista que lo apartó de un empujón en los pasillos atareados de la escuela. Sus amigos se rieron junto a él y nadie miró dos veces a Carl, a quien se le había caído sus libros los cuales ahora estaban siendo pisados por la enjambrada de gente.
Las porristas le mandaban miradas de asco cada vez que notaban su presencia.
Nadie había querido estar con él en el proyecto de historia que la profesora Hilda había marcado por lo que fue emparejado con el estudiante de intercambio que arraigaba un extraño olor y ni siquiera hablaba su idioma.
- Ojalá el loco de tu amigo le haga otro favor a la humanidad y también te mande al espacio - le había dicho un brabucón antes de robarle su almuerzo y tirar su inhalador al inodoro.
La vida escolar se había vuelto solitaria desde que a Jimmy se le había obligado a educarse en casa.
Siempre estaba solo, nadie quería acercarse al mejor amigo del lunático que se rumoraba que había provocado la muerte de un niño por construir un cohete. Más tampoco le temían, porque él no era Jimmy, así que la mayoría de la gente no tenía problemas con burlarse de él.
Después de un día tan divertido en el colegio, Carl fue, como de costumbre, al laboratorio de su mejor amigo, con la esperanza de convencerlo de ir al cine sólo para sacarlo de su constante cautiverio.
- Carl - gruñó Jimmy con molestia - Ya sabes que no tengo tiempo para ir a ver una película. Si no vas a ayudar, por lo menos no estorbes.
Retrocedió, herido. Realmente le estaba comenzando a hartar el tono con el que le hablaba. Como si lo culpará por no poder ayudar, como si fuera elección suya el no ser un genio como él.
Aunque no todo en su día había sido malo. Se había topado con Cindy cuando estaba saliendo del laboratorio, y ella le había apretado amistosamente el hombro con una sonrisa cansada, en un intento de consolarlo.
- No pienses demasiado en ello, Carl - le animó Cindy, aun cuando sus ojos cansados delataban que era lo único en lo que ella misma podía pensar - Ni siquiera sus padres han podido sacarlo de su cueva. Además, si realmente quieres ver esa película, puedo ir contigo el fin de semana. Hasta te dejaré comprar las palomitas no dietéticas.
Cindy siempre parecía saber qué decir. Era una buena amiga. La última amiga que le quedaba. Lo único bueno que le quedaba.
Él sabía que era inútil tratar de distraer a Jimmy. Él no volvería a la normalidad hasta que supiera qué había pasado con Sheen. El gran problema ahí es que Carl estaba bastante seguro de que, incluso si Jimmy lograba encontrar a su amigo, no encontraría nada bueno. ¿Cómo se suponía que un niño - no genio - podría sobrevivir solo en el espacio?
Y ahí estaba la verdadera causante del dolor ensordecedor de Carl: Sheen.
Aún dos años después de su desaparición, Carl seguía teniendo pesadillas que visualizaban las miles de opciones de su posible muerte. ¿Había sido algo doloroso, pero rápido? Quizá un asteroide había chocado con la nave y Sheen murió de forma instantánea. ¿Había sido lento y cruel? Quizá se había muerto de hambre mientras vagaba a través de las estrellas y planetas, sin saber cómo diablos aterrizar en uno. ¿Había algo de él que quedará por encontrar? Quizá la nave había estrellado contra algún planeta y su amigo se había evaporado con la explosión.
En esas noches, Carl deseaba con todas sus fuerzas encontrar a Sheen, aunque estuviera muerto. Así al menos sabría. Así tal vez podrían seguir adelante, sabiendo que no había nada más que pudieran hacer.
Después llegaba la mañana, y se odiaba a sí mismo por tener esa clase de deseos.
Necesitando apartar esos oscuros pensamientos, todavía ignorando el aburrido discurso de su psicólogo, la mente de Carl comenzó a vagar al recuerdo del agridulce día al que siempre recurría por consuelo.
Había sucedido en un día como cualquier otro. Un jueves en la tarde, cuando el sol comenzaba a ocultarse, dejando ver sus últimas pinceladas de luz en el cielo anaranjado.
Ella había estado ahí. Luciendo triste, enojada, preocupada, y muy, muy cansada.
Las sirenas de la ambulancia siguieron resonando conforme se alejaban, con Jimmy dentro de ella.
Cindy lo miró, con sus inyectados en lágrimas.
- Algo grave le pudo haber pasado esta vez - murmuró con voz ronca, rodeándose a sí misma con sus propios brazos, claramente en busca de consuelo. El mismo Carl la hubiese abrazado de no haber sabido que ella le hubiera roto el brazo en respuesta - Esa explosión estuvo tan cerca...
Carl asintió, mirándola con dolor y simpatía, pero sin saber qué decir. Ya se le habían gastado todas las palabras de aliento. Después de todo, esta era la séptima vez en la que Jimmy había tenido que ser enviado al hospital por la falla de alguno de sus tantos experimentos.
La esperanza de ver mejores días se moría de poco en poco, sin embargo, también era cierto que uno se acostumbraba hasta a las peores cosas. Las primeras tres veces, tanto Cindy y Carl habían perdido las cabezas, persiguiendo la ambulancia como si sus vidas dependieran de ello mientras sollozaban. Temiendo lo peor.
Ahora ya estaban demasiado exhaustos como para ir detrás de Jimmy. Oh, irían detrás de él, ojalá pudieran no ir, pero no iban a poder evitarlo, y necesitaban tomar un poco de aire antes de volver a pasar por la nada grata experiencia de ver a Jimmy en otra cama de hospital.
Carl siempre había admirado la fuerza y valentía de Cindy, incluso en la época en la que solía burlarse de él, todavía veía cosas en ella que quisiera tener. Sin embargo, en esos últimos meses, su admiración se había triplicado. Podía ver lo abrumada que Cindy estaba (aun cuando había un excelente trabajo ocultándolo).
Ella era la capitana del equipo de porristas, la capitana del equipo de debate, la presidenta del comité escolar, y la cuidadora oficial de Libby y Jimmy, cada uno de ellos siendo su propio desastre.
En realidad no había mucho de Libby que Carl supiera que no fuese de conocimiento de toda la escuela. Sabía que constantemente se estaba metiendo en problemas con la dirección y que había estado apunto de ser suspendida en múltiples ocasiones. Las razones eran difíciles de saber a ciencia cierta siendo que la mayoría eran tan sólo rumores. A veces decían que era porque se había metido en problemas con profesores, porque se le encontraba vandalizando las instalaciones de la escuela, porque la encontraron besándose con algún muchacho, etc... Y Carl creía todos esos rumores, por dos razones en específico: 1. Libby estaba con el grupo más problemático de la escuela, la pandilla de Travis. Por ende, era inevitable que sus manos se fueran ensuciando poco a poco; 2. El estrés que le estaba causando a Cindy era bastante evidente.
- ¿Dónde está Libby? - preguntó Carl. Por más que Libby se hubiese distanciado, ella todavía solía estar pendiente cuando Jimmy terminaba en un hospital.
Los hombros de Cindy se encorvaron, haciendo que Carl se arrepintiera de sacar el tema de inmediato - No tengo idea. Me ha estado evitando. Sólo puedo imaginarme qué estará haciendo con el grupo de Travis en estos momentos...
La triste declaración fue seguida por un incómodo silencio. Tras varios meses de experiencia, Carl había aprendido que habían situaciones en las que, por más que quisiera, no había nada que podía hacer para calmar las cosas. Carl había intentado ayudar a sus amigos por mucho tiempo, pero era inútil. ¿Qué podía hacer él? Si no era tan inteligente como Jimmy, ni tan importante como Libby, ni mucho menos tan valiente como Cindy.
Él era un inútil.
Su miseria debió haberse notado en su cara, porque Cindy lo agarró de la mano, tomándolo por sorpresa, y lo miró con una inquebrantable determinación en sus ojos - Saldremos de esta - le prometió - Algún día, estaremos mejor.
Alguna vez, Carl había sido crédulo y optimista. Esa parte de él había muerto hacía un tiempo, sin embargo, mientras miraba a Cindy, él le creyó cada palabra que dijo.
Había sido un día como cualquier otro, porque Jimmy había causado otro desastre.
Había sido un día feliz, porque fue el día en el que se había enamorado de Cindy Vortex.
Y también había sido un día triste, porque fue el día en el que se había enamorado de la novia de su mejor amigo.
Sin embargo, horas después, cuando fueron a visitar a Jimmy al hospital y la fortaleza de Cindy se quebró y comenzó a llorar al ver a su novio pegado a tantos cables y tubos, también se convirtió en un día bastante peculiar, porque también fue el día en que Carl empezó a odiar a Jimmy. El niño que alguna vez había sido su mejor amigo.
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b00ksfreak · 3 years ago
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En busca de Sheen. Capítulo 2: Lo que ha pasado con Sheen
N/A: Para aclarar la mención de los nombres mencionados de los personajes de Planeta Sheen (el cual probablemente nadie va a conocer porque la serie era pésima, aunque necesaria para esta historia): - Aseefa: Alienígena azul de tribu guerrera que le gustaba a Sheen. - Nesmith: El chimpancé que fue enviado al espacio por experimento astronáutico. - Doppy: El verde que se parece a Carl. - Emperador: El alienígena bajo color lila que siempre llevaba una corona. - Princesa Oom: Hija del emperador de color morado, alta, delgada, con doble cabeza que iba girando y se la vivía lamiendo a Sheen (asco).
Disclaimer: Nada me pertenece.
...
Sheen miró con un cierto sentimiento de vacío a la pared llena de líneas que contaban cada uno de los días en los que había estado en Zeenu. Al principio lo había empezado a hacer como una forma de celebración. El rey lanzaba una enorme fiesta con cada mes cumplido de Sheen en el planeta, poco a poco, conforme las líneas se fueron juntando y juntando hasta que conformaron meses, Sheen comenzó a realmente preocuparse, y su divertido pasatiempo se convirtió en una obsesión agonizante.
Había intentado ocultarlo, realmente lo había hecho. Dio su mejor esfuerzo en ocultar el silencioso nudo de pánico que se fue apretando en su estómago, pero el miedo se volvía más real con cada mes que pasaba. Antes de que se diera cuenta, Sheen se la pasaba encerrado en su habitación todos los días, escribiéndoles cartas a sus amigos en la Tierra, con todo Zeenu sabiendo que estaba pasando por una crisis compulsiva de negación.
Nesmith intento hablar con él, tranquilizarlo tratando de decirle que entendía cómo se sentía ya que él mismo estaba atrapado en ese planeta, pero no era del todo lo mismo, Sheen sólo era un niño, ningún niño debía ser apartado de sus padres, y Nesmith lo sabía.
El diario de cartas a su abuela se gastó con el tiempo y empezó a llenar otras libretas con cartas y dibujos para y de todos los que conocía en la Tierra. Hizo su mayor esfuerzo para hacer el mejor dibujo de cada uno de sus amigos y familiares por miedo de olvidar cómo se veían más adelante, y lloraba cuando no salían como esperaba ya que no era un buen dibujante, pensando en cómo los detalles de sus rostros ser irían desvaneciendo con el paso de los años.
Sheen pasó por todas las etapas de duelo. Al principio vivió en una inconsciente negación. Siguió disfrutando abiertamente la atención y adoración que el pueblo tenía hacia él, amaba las fiestas en su honor y veía todo como una aventura de unos meses hasta que Jimmy lo encontrará. Porque no había forma de que Jimmy no fuera por él.
Entonces Nesmith pareció empezar a tratar de hablar con él sobre la posibilidad de que Jimmy no lo encontrará, y una ira desbordante se formó dentro de su pecho. Explotó contra él en gritos, así como hizo con cualquiera que mencionara (aunque fuese de forma distraída, pasajera, discreta o inconsciente) la estadía permanente de Sheen en Zeenu. Empezó a ser tan problemático que el emperador le pidió que se tomará un tiempo sabático de ser su consejero para calmarse (pensando que era la gran cantidad de responsabilidad lo que le estaba afectando).
La ira se convirtió en desesperación, y Sheen comenzó a tratar de negociar con el emperador el apoyo tecnológico que le pudiera dar para reparar la nave o por lo menos comunicarse con Jimmy, más el emperador le tuvo que decir con una expresión de lástima en su rostro que Zeenu no poseía ninguna clase de tecnología ni tenía comunicación con ningún planeta, por lo que era algo imposible. Nesmith fue al segundo al que Sheen recurrió, más era inútil, porque, como su peludo amigo le recordó con tristeza, él había estado tratando de volver a la Tierra por años y no había podido.
Cuando se dio cuenta de que realmente estaba atrapado se ahogó en miseria, llorando ininterrumpidamente en su cama todas las noches, llamando a su papá o a su abuela sin recibir respuesta.
Inevitablemente las lágrimas tuvieron que detenerse, porque a todo se acostumbra uno, así que poco a poco las cosas volvieron a ser como eran antes. Sheen retomó su puesto como consejero real, volvió a acudir a las fiestas del emperador y volvió a pasar el rato con Aseefa, Nesmith y Doppy, pero nada volvió a ser lo mismo, no de verdad, porque el corazón de Sheen ya no estaba en Zeenu, y todos lo sabían.
A pesar de su constante añoranza por su hogar, la vida de Sheen no era del todo mala. Nesmith había desarrollado un cierto apego parental con él, así que ya no se sentía tan desamparado y desatendido; Había empezado una relación con Aseefa cuando cumplió un año y medio en Zeenu, así que no estaba realmente solo; y su trabajo lo mantenía ocupado, así que no tenía tiempo para pensar en todo lo que había perdido. No estaba mal, decía su cabeza, pero tampoco estaba bien, como le seguía recordando el constante peso en su pecho.
Ese mismo día se cumplían dos años y tres meses desde que había llegado a Zeenu. Había acordado con el emperador que ya no tendrían grandes fiestas mensuales (porque eran demasiadas) y que sólo se harían cuando se cumpliera una cantidad significativa de tiempo, más el emperador siempre buscaba excusas para celebrarlo en grande. Esa noche, por menos, tenía una buena razón, era el cumpleaños número quince de Sheen.
Por si fuera poco, también sería su fiesta extraoficial de compromiso, ya que (como los padres de Aseefa le habían recordado múltiples veces) las parejas en la tribu de Aseefa se forjaban a los dieciséis años, y el emperador había insistido que, como miembro de la corte real, Sheen merecía una boda real, la cual tomaba mínimo un año de preparación.
El primer instinto de Sheen al enterarse de que estaba a poco tiempo de casarse fue huir, más se lo pensó mejor, y la realidad era que no había forma de que pudiese encontrar una mejor vida en Zeenu que la que ya tenía. Era casi de la realeza, la gente lo amaba y estaba por casarse con la alienígena más hermosa que alguna vez había conocido, si no le quedaba más opción que hacer su vida en ese planeta, por lo menos podía asegurarse de que fuera lo más llevadera posible. Además la tradición dictaba que cuando la princesa cumplía diecisiete años ella puede elegir a su esposo, y Sheen no tenía duda alguna de que la princesa Oom iba a querer escogerlo a él, cosa que definitivamente no iba a aceptar.
Faltaba poco para que la fiesta iniciara y Sheen ya estaba vestido con las túnicas que el emperador le había mandado hacer, "Ropa digna de un príncipe", como había dicho. Lo más eficiente hubiera sido ir al palacio tiempo antes para supervisar que todo estuviera listo, lo más caballeroso hubiera sido ir a la casa de Aseefa para tranquilizar sus nervios por tener una fiesta de compromiso tan grande, pero Sheen había decidido que necesitaba un tiempo a solas, así que les dijo a Nesmith y Doppy que se adelantarán.
Como siempre, volvió a su habitación a admirar la pared.
¿Qué dirían Jimmy y Carl de saber que se iba a casar? ¿Libby estaría bien con ello? ¿Estaría ya con alguien más? Nunca lo sabría.
Dos años y tres meses lejos de su familia y amigos, a quienes probablemente nunca volvería a ver y todo era su culpa.
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b00ksfreak · 3 years ago
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En busca de Sheen - Capítulo 1: Lo que ha pasado con Jimmy
Disclaimer: Nada me pertenece. Como advertencia, todos los personas, a pesar de estar entre sus quince y catorce años, actuaran en desacuerdo con sus edades debido a las malas experiencias las cuales los han obligado a tener. Por lo tanto, si te incómoda o te entristece la pérdida de inocencia, no te recomiendo esta historia, aunque cabe aclarar que no habrá nada de contenido sexual ni siquiera mencionado o implicado entre los personajes, porque el fic no se trata de esa clase de pérdida de inocencia. ...
Cuando Jimmy se había dado cuenta de que su nave había desaparecido junto con Sheen, su reacción inicial fue una simple y llana exasperación hacia su amigo. Un cansado ruedo de ojos antes de disponerse a buscarlo. Seguramente lo encontraría en un par de horas.
El niño genio no comenzó a preocuparse hasta que pasaron 2 días en los que simplemente no podía encontrar su nave. De alguna forma, el rastreador que tenía en ella había dejado de funcionar. Eso sólo podía significar dos cosas: 1. El rastreador se había descompuesto, o 2. La nave se había destruido. Siendo que la segunda opción acarrearía la posible muerte de Sheen, Jimmy prefería inclinarse hacia la primera.
La moral en su grupo fue disminuyendo gradualmente. En el primer mes todos sus amigos tuvieron la misma reacción que él, con expresiones casi burlonas por la terquedad de su amigo perdido. Cuando se cumplió 1 mes, toda la ciudad pareció ponerse frenética, incluyéndose a sí mismos, aunque ninguno lo decía en voz alta. Comenzaron a hacer protestas fuera de la casa de Jimmy, exigiendo la recuperación del niño perdido en el espacio gracias a su nave. A pesar de esto, el grupo podía ver el final del camino a través del miedo. Iban a encontrarlo.
Las cosas se salieron de control cuando se cumplieron tres meses, porque la policía se vio obligada a declarar a Sheen como muerto en funciones de la ley una vez que vieron que Jimmy todavía no tenía respuesta alguna sobre dónde podría estar su amigo, ni siquiera una vaga pista.
Empezaron a preocuparse, pero como suele hacer la gente cuando la convicción empieza a vacilar, fingieron tener una confianza que no tenían frente a cualquiera que preguntase.
Cuando se cumplieron cinco meses, Jimmy comenzó a notar las palabras de Carl y Cindy se dejaban al aire constantemente. Palabras no dichas que decían mucho y que por eso mismo no se atrevían a decir. Ellos dejaron de usar palabras como el "Cuando" y las reemplazaron por palabras como el "si". Encontrar a Sheen se había vuelto una posibilidad tan probable como el no encontrarlo para ellos dos. Sin embargo, Jimmy no se permitió siquiera pensarlo. Él tenía que encontrarlo.
A los seis meses, era bastante obvio que Carl y Cindy pensaban que Sheen estaba muerto, pero ninguno de los dos lo dijeron en voz alta. Eligieron seguir ayudando para encontrarlo a pesar de que pensaban que era inútil. Jimmy sospechaba que sólo lo hacían para que Libby y él no perdieran la esperanza o se volvieran locos. Además, hubiera sido cruel de su parte abandonarlo mientras la ciudad comenzaba a juntar firmas para sacar a la familia Neutrón de Retroville.
El apoyo por mera consideración de su mejor amigo y su novia bajó abruptamente en el octavo mes. Sólo Libby seguía yendo a su laboratorio desde la mañana hasta la madrugada con una firme determinación inquebrantable en sus ojos. Eso animó a Jimmy. A veces, sólo se necesita que alguien más tenga fe en algo que tú crees para que se sienta real. Desafortunadamente, Libby también cayó en la resignación cuando llegaron al año. Entonces, ella se volvió irreconocible.
Fue casi un alivio para Jimmy que las miradas del grupo se desviaran de él para centrarse en Libby, quien - al verse obligada a rendirse - había entrado en una profunda etapa de tristeza, furia y amargura.
La gente de Retroville lo odiaba, las protestas en su contra ya eran cotidianas, los ataques a su casa eran regulares, se le prohibió ir a la escuela de la ciudad debido a que los padres tenían miedo a que les hiciera daño a sus hijos con alguno de sus experimentos para alguna clase o feria de ciencias (obligándole a educarse en casa), y cuando no lograron sacarlo de la ciudad debido a que sus inventos eran de mucha ayuda para el gobierno, exigieron que se le cerrará su laboratorio privado y que sólo pudiera trabajar en instituciones de la NASA, con estricta vigilancia. Jimmy se vio obligado a negociar con el alcalde, tratando de hacerle ver que su trabajo de buscar a Sheen realmente era de tiempo completo y que necesitaba su propio material para encontrarlo. Al final, sus padres (en su representación) tuvieron que firmar un convenio en el que Jimmy prometía no hacer nada relativo a la ciencia a menos que fuera por fines escolares (de manera extremadamente limitada y restringida), encargo del gobierno o para encontrar a Sheen. Al niño no le molestó, de por sí, no había intentado inventar nada nuevo que no fuese para encontrar a su amigo desde que se había perdido.
Y la vida siguió. Para todos a su alrededor, más no para Jimmy. Él se había quedado atascado en el quinto mes, internamente muerto de la preocupación, hecho un manojo de nervios inteligemente oculto tras una máscara de absoluta seguridad para todos los demás, incluyendo a sus amigos, quienes ya habían perdido la fe en que lo encontraría. La verdad era que Jimmy también la había perdido, sólo fingía que no era cierto, así como fingía no darse cuenta que los demás pensaban que Sheen estaba muerto.
Habían pasado dos años desde que Sheen se había perdido, era un domingo en la mañana, y Jimmy (como todos los días) seguía buscándolo.
Tenía marcadas y oscuras ojeras debajo de los ojos rojos e hinchados por la constante falta de sueño, las músculos tensos y adoloridos, la cabeza a punto de explotarle, y había una clase de presión inusual en su frente y nariz que el niño sólo solía sentir muy de vez en cuando hacía unos 2 años y que ahora sentía casi todos los días.
Goddard lo miraba desde la esquina del laboratorio, inspeccionándolo con ojos de halcón, en búsqueda de cualquier señal de que se fuera a desmayar (lo cual le había pasado más temprano esa misma semana), experimentar un ataque de pánico (le solían dar, al menos, cada 3 días), o que tuviera un arranque de furia y frustración (preocupantemente frecuentes) que le hicieran destruir lo que se le topara en su laboratorio mientras gritaba a todo pulmón en un intento de apaciguar el dolor que llevaba dentro cada segundo de su miserable vida durante los dos últimos años. Su fiel mascota artificial solía ser la encargada de recordarle comer y medir sus horas de sueño, a pesar de que Jimmy rara vez le hacía caso a lo segundo. Probablemente esas hubieran sido ocupaciones que su madre hubiera tomado de no haberse visto obligada a comenzar a trabajar después de que las ventas de su padre bajaran drásticamente cuando las protestas contra su hijo iniciaron.
En ese momento, estaba trabajando en un escáner de gran escala con base de cohete que planeaba lanzar la espacio para que le diera imágenes 3-D de alcance profundo y específico que debía abundar hasta la más pequeña roca de cada planeta que se topara mientras pasaba entre las estrellas a toda velocidad. El ahora adolescente no tenía idea de si iba a funcionar por completo o si no iba a perder impulso eventualmente. Era el tercer detector que mandaba al espacio. El primero había sido un satélite que debía rastrear toda nave dentro de su enorme alcance que flotaba a través de la galaxia en busca del cohete de Sheen, no había recibido respuesta alguna del artefacto en los veinte meses que llevaba de funcionamiento. El segundo fue un reconocedor genético con pelos de Sheen (sacados de su peine) que debía de mandar aviso a Jimmy en el caso de que encontrara a algún ser humano con su gen específico. Tampoco había recibido respuesta y no le sorprendía, siempre supo que buscar a Sheen de planeta en planeta podría tomar toda una vida, por eso se había negado repetitivamente a la única idea que Carl había llegado a aportar de simplemente subir a una nave y buscar a Sheen de forma manual por ellos mismos. Además, la NASA ya estaba haciendo eso. La ley dictaba a Sheen presuntamente muerto, más ninguna persona respetable podía descansar tranquila sabiendo que había una desgraciada familia que ni siquiera tenía un cuerpo que enterrar por culpa de un imprudente "genio" patrocinado por el gobierno.
El escáner era, por mucho, el proyecto más ambicioso que Jimmy alguna vez había intentado llevar a cabo, lo cual conllevaba que fuese el más probable a fallar. Él lo sabía, más estaba desesperado.
Jimmy le estaba dando los últimos retoques cuando escuchó un familiar andar detrás de él. Alzó la mirada brevemente hacia el gran reloj que le había obligado a instalar y con la misma volvió a centrarse en su escáner - Deberías estar durmiendo.
- Mira quién lo dice - bufó la voz con venenoso sarcasmo. Jimmy cerró brevemente los ojos con fuerza ante el tono que habían empezado a adoptar en los últimos meses. Lo único bueno que le quedaba en su vida, y lo estaba arruinando más y más con cada día que pasaba.
Más pasos hicieron ruido contra el suelo conforme se acercaba más a él hasta que pudo verla a su lado por el rabillo del ojo, pero todavía no se giró hacia ella, seguía trabajando en el escáner.
- No dormiste - dedujo sin necesidad de preguntar - Ayer y antier tampoco lo hiciste.
Él no respondió.
Unas suaves manos lo forzaron a virar la cabeza para encontrarse con los feroces ojos verdes que lo miraban con una mezcla de enojo y preocupación.
Dios, la amaba.
Ahora, si tan sólo pudiera sacar las malditas palabras de su bocota.
- ¿Por qué te haces esto a ti mismo? ¿Qué cosa buena podría salir de matar a la única persona que podría encontrarlo? - hablaba con dureza, tenía el ceño fruncido, pero su pulgar estaba acariciando su mejilla. Si Jimmy fuese un hombre más emocionalmente abierto, pudo haber reventado a llorar en ese momento.
- Precisamente porque soy el único que puede hacerlo es que no puedo descansar - contestó secamente, apartándose tranquilamente de su agarre para dirigirse a su computadora y revisar los reportes del satélite y del reconocedor a pesar de que sabía que no habría nada para él.
Cindy dejó que revisará su falta de notificaciones sin decir nada, nuevamente acercándose a él hasta que estuvo justo detrás de su silla. Jimmy podía oler su perfume. Lo que le faltaba.
- Tienes que parar - le dijo con una calma casi cómica - Lo sabes, ¿verdad? No hay forma de que puedas seguir con este ritmo por mucho más tiempo.
- No me subestimes - gruñó, tecleando para buscar los informes diarios de la NASA que eran todavía más inútiles que los suyos.
Sus palabras lograron tocar el peligroso nervio del temperamento de su novia, y ella agarró la silla y la giró hacia ella bruscamente.
- ¡Tengo que seguir trabajando, Cindy! ¡Podré descansar cuando lo encuentre!
Ella se rio sin humor - ¡Ya pasaron dos años, Jimmy! ¿Cuánto crees que falte antes de que tu cuerpo se derrumbe por la falta de sueño, la mala alimentación, el constante encierro, el estrés, la ansiedad, o el claro bloqueo emocional que te obligaste a hacer para no retorcerte de dolor y culpa? - cada verdad expuesta le hizo encogerse cada vez más en su asiento. Su expresión se suavizó - Odio verte así. No sé cuánto tiempo yo podré seguir soportando esto.
La leve insinuación de que podría llegar a ser demasiado para ella como para tener alejarse logró algo que ninguna otra cosa hizo. Le sobresaltó visiblemente.
- Sólo un poco más de tiempo, Cindy - susurró tranquilizadora, conciliadora, casi suplicantemente - Sé que puedo encontrarlo.
Sus manos volvieron a acunar su cara - Yo también sé que puedes - reconoció con suavidad cariñosa, nada característica de ella - Pero para eso tienes que estar en tus completas facultades mentales, y descuidarte de esta forma no me parece que vaya a ayudar en mantenerte cuerdo.
La reacción defensiva a la cual se había tenido que acostumbrar tras las acusaciones de los habitantes de Retroville pateó instintivamente - No estoy loco - contestó, ofendido.
Cindy alzó una ceja desafiante - ¿Has visto tu laboratorio? ¿Has visto a Goddard? ¿Te has visto a ti mismo?
Extrañado, Jimmy estudió por primera vez en mucho tiempo el estado de su pequeño santuario científico y se sorprendió cuando vio el basurero que estaba hecho. Había una enorme cantidad de artefactos rotos repartidos por todas partes, productos de sus arranques de rabia en los cuales tiraba cosas al azar. Un sinfín de creaciones descontinuadas estaban repartidas en diferentes estantes y mesas, comida sin terminar ya descompuesta apestaban desde la esquina izquierda. La habitación entera estaba sucia, ninguna parte estaba libre de polvo, y el joven se preguntó por qué Goddard no había limpiado el lugar.
Entonces miró a su perro y su garganta se secó. Se veía completamente descuidado, destartalándose para mantenerse de pie como los autos chatarra. Su metálico cuerpo parecía oxidado y le parecía que había un pequeño rayo de corto circuito entre su cabeza y su oreja.
Se volvió hacia Cindy para intentar decir algo en su defensa, pero se topó con un pequeño espejo que su novia extendió frente a él, mostrando su reflejo.
Se veía demacrado, no había otra forma de decirlo. Mucho más pálido de lo que recordaba, con marcas de preocupación pinceladas con fuerza en su frente y debajo de sus ojos, grandes y profundas ojeras oscuras, el poco pelo facial que hacía sido capaz de crecer recientemente estaba repartido por toda su cara y sus ojos estaban vidriosos y desenfocados. No se veía para nada como un niño de catorce. Aunque eso le parecía adecuado, después de todo, no se sentía como de catorce.
- De acuerdo, ya entendí. Estoy hecho un desastre. Gracias por señalarlo - soltó agriamente, levantándose de su silla para alejarse con paso enojado, siendo seguido tercamente por la rubia.
- ¡Sólo estás lastimando más a los que te quieren! ¡Es estúpido! ¡Matarte no hará que Sheen vuelva!
Cada hueso del niño se congelo por un sólido segundo, quedándose tieso en su lugar antes de darse la vuelta abruptamente - ¡NO TE ATREVAS A DECIR SU NOMBRE! ¡NO FRENTE A MÍ!
Lejos de asustarla, la envalentó a plantarle cara, apenas dejando espacio entre sus narices - ¡ACEPTA LA REALIDAD DE UNA BUENA VEZ, NEUTRÓN!
Se quedaron mirándose por un momento, las furiosas llamas azules fulminando a las verdes y viceversa, antes de que la mano de Jimmy volará a la parte posterior de su cuello y la jalará hacia sí para estrellar sus labios contra los suyos.
Inmediatamente, las manos de Cindy encontraron su espalda, cerrando sus puños en su bata de laboratorio mientras devolvía el intenso beso con ferocidad igualada. Jimmy les dio la vuelta sin separarse para buscar a tientas una pared en donde apoyarla, terminaron tropezándose con las puertas automáticas de su expositor, las cuales milagrosamente no se abrieron en contacto al cuerpo de Cindy como se suponía que debían hacerlo. Probablemente, pensó Jimmy vagamente al tiempo que deslizaba su lengua dentro de la boca de su novia, por la falta de mantenimiento.
Así eran todos sus besos; momentos robados entre el enojo, la tristeza, el miedo y el cansancio. Tan contados que, cuando los tenían, ambos estaban desesperados por sentirse.
Se apartó brevemente para vaciar la mesa a lado de ellos de un rápido empujón limpio con su brazo entero, sintiendo cómo se le erizaban los pelos de la nuca cuando Cindy chupó el lóbulo de su oreja mientras él limpiaba la mesa frenéticamente.
Una vez desocupada, Jimmy empujó a la niña sobre la mesa y se tendió sobre ella para volver a unir sus labios con urgencia. Sus manos agarrando con fuerza sus caderas y con las manos de Cindy perdiéndose en su lío de cabello castaño.
Inevitablemente, después de varios minutos, sus besos comenzaron a alentarse conforme fueron saciando su desenfrenado anhelo inicial. Jimmy se apartó lentamente, siendo detenido por las manos de Cindy, las cuales lo llevaron hacia ella y juntó sus frentes, intentando alargar, aunque fuera por unos segundos, la pequeña burbuja de felicidad en donde sólo existían ellos y nada más en el mundo importaba.
Pero Sheen le importaba, y Jimmy no podía permitirse perderse en la bruma de feliz ignorancia en la cual sabía que sólo ella era capaz de arrastrarlo. Cada segundo con Cindy era una breve escapatoria en las que todos sus problemas simplemente se desvanecían, y era por eso que tenía que mantener cierta distancia entre ellos hasta que lo encontrará.
Por lo mismo, Jimmy sólo permitió ocho segundos contados de caricias y respiraciones compartidas antes de desenredarse del agarre de la niña que amaba, dándole la espalda y sacudiendo la cabeza en un esfuerzo de recuperar su enfoque.
- No puedo hacer lo que me pides, Cindy - dijo en voz baja, aunque ella lo escuchó con perfecta claridad - No sé cómo se supone que debó seguir con la vida cuando ni siquiera sé si él está vivo. No sé cómo ver hacia adelante cuando su papá todavía viene todos los días a suplicarme muerto en lágrimas que encuentre a su hijo. No sé cómo podría no pensar en eso, aunque sea por un segundo, cuando nadie en Retroville me deja olvidar que todo es mi culpa.
- No es tu culpa - le interrumpió Cindy con una certeza que podría haber sido admirable de haberle creído.
Jimmy torció una media sonrisa amarga, mirando brevemente hacia arriba - Claro, dile eso a Libby.
- Cuando la gente está enojada o asustada suelen buscar a alguien a quien señalar como el culpable para poder descargarse sobre esa persona. En este caso, sí hay un culpable, pero no eres tú. Tú dejaste varias notas directamente dirigidas a Sheen para que se mantuviera lejos de la nave y él eligió no hacerte caso. Nadie lo dirá en voz alta, porque nadie se atrevería a culpar a alguien quien podría estar muerto, pero es la verdad. Libby lo sabe. Es sólo que, como todos los demás, necesita culpar a alguien y ciertamente no será a Sheen. No hasta que lo encuentre, al menos.
Había que decirlo, su chica tenía más pelotas que él a la hora de afrontar las cosas.
- No es tan fácil - contestó, su voz empezaba a temblar con pesar - Era mi nave. Yo era el responsable de resguardarla. Además de que lo conozco de casi toda la vida, debí haber previsto que unas simples notas no serían suficiente para detenerlo.
Nuevamente, volvió a escuchar pisadas detrás de él, antes de que unos delgados brazos lo rodearan por detrás, dándole besos tranquilizadores en el hombro - No fue tu culpa, Jimmy. No lo fue.
Las lágrimas que había intentado retener por tanto tiempo comenzaron a deslizarse por su rostro, dejando que los susurros de su novia lo consolaran por unos segundos antes de admitir con voz llorosa - No entiendo cómo es que sigues conmigo.
Sus besos se detuvieron, un tenso segundo de silencio llenó el aire antes de que el agarre de Cindy se apretará para juntar sus cuerpos con más fuerza y continuará sus besos en la parte posterior de su cuello.
- Porque te amo, idiota. ¿Por qué más? - murmuró con voz ahogada y ligeramente temblorosa, sin dejar de besar su piel.
Jimmy tuvo que sofocar un sollozo. Quería contestarle lo mismo, sentía lo mismo, pero, como siempre, no pudo forzar las palabras fuera de él.
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b00ksfreak · 3 years ago
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Lo que queda - Capítulo 1: Ganar o perder
N/A: Esta historia se centra inmediatamente después de la Batalla de Hogwarts, después de que Harry sale de la oficina de los directores al decidir qué hacer con la varita de sauco.
Disclaimer: Nada me pertenece. ...
Harry nunca se había detenido a imaginar cómo sería el día en que finalmente el mundo se librará de Tom Ryddle. Estaba enfocado en su misión, en sobrevivir. 
Lo que sea que su mente hubiese podido visualizar, definitivamente no era lo que estaba pasando ante sus ojos.
Después de decidir el destino de la varita de sauco, Harry únicamente se detuvo para comer, y con la misma anunció que su exhausto cuerpo no daba para más, por lo que se dirigió a su antigua habitación.
No era lo más noble por hacer, la familia Weasley todavía estaba sentada en una de las mesas del Gran Comedor, llorando por la muerte de Fred. No era lo más inteligente por hacer, porque pudo haber utilizado ese tiempo en tener un rato a solas con Ginny (quien seguía llorando en el hombro de su madre) como había querido desde hace meses. Sin embargo, él andaba en automático, y realmente no sentía que fuese capaz de mantener los ojos abiertos por un minuto más.
Era totalmente inconsciente al hecho de que Ron y Hermione, leales y protectores como siempre, lo siguieron por detrás, porque no iban a permitir que pasará esa noche de todas las noches solo. Quizá de tener las fuerzas suficientes, se sentiría culpable por prácticamente forzar a Ron a separarse de su familia en un momento como ese. Quizá de tener las fuerzas, detendría a sus amigos para darles un fuerte abrazo y decirles cuánto significaban para él, cuánto agradecía su incondicional amistad, o cuánto habían mejorado su vida. Pero la simple realidad es que no le quedaba fuerza alguna. 
Nadie habló en el camino hacia a la habitación ni cuando llegaron a ella. Harry únicamente notó la presencia de sus amigos cuando los vió preparando su cama, casi sonriendo instintivamente cuando los escuchó decir nerviosamente que querían dormir juntos. 
Harry se acostó en la cama en la que había dormido felizmente por seis años. Cuando ese enorme castillo se había sentido como el mejor lugar del mundo, su hogar.
Se preguntó si alguna vez sería capaz de volver a sentirse así, o si fuese capaz de sentir algo en absoluto otra vez, si es que al resucitar sólo había traído de vuelta su cuerpo más no del todo su alma. 
Imágenes de los cuerpos de todos los caídos que habían sido sus compañeros por años centellaron su mente y, pensó amargamente mientras cerraba los ojos, que no sentía que hubiesen ganado la jodida guerra.
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b00ksfreak · 3 years ago
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Roto - Capítulo 1: Urgencia
N/A: Esta historia esta centrada en la noche en la que Aang venció al Señor del Fuego.
Disclaimer: Nada me pertenece. ...
Aang despertó en medio de la noche con la sensación de que el corazón se le iba a salir del pecho.
Por unos agonizantes minutos, todo lo que existía en su mundo eran sus latidos tan fuertes y desesperados que resonaban en sus oídos, una urgencia que hacía que todo su cuerpo temblara y que forzaba a sus pulmones a trabajar con esmero para poder respirar, llenando la enorme y lujosa habitación del Palacio de la Nación del Fuego con las sonoras y dificultosas inhalaciones y exhalaciones del joven monje.
No supo cuánto tiempo tuvo que pasar para que su mente se aclarara lo suficiente como para tener pensamientos coherentes, pero, de repente, supo inmediatamente lo que su cuerpo le estaba rogando que hiciera. No sabía por qué, no sabía por qué ahora, todo lo que sabía era que tenía que irse del Palacio ahora mismo.
Intento batallar con su premura, sabiendo bien que la inminente coronación de Zuko sería en unos días, sabiendo bien que el mundo necesitaba a su Avatar para poder sanar después de tantos años de estar roto, y sabiendo extremadamente bien lo desagradable que sería para sus amigos encontrarse nuevamente con su cama vacía. Dio una valiente pelea contra sí mismo por varios minutos en los que tan sólo rodaba en la cama, rogándole a los espíritus que dejarán a su exhausto cuerpo descansar, hasta que comenzó a sentir que si no se movía pronto se desmayaría.
El maestro aire se levantó lentamente de la cama, el incesante mareo lo detuvo momentáneamente, antes de que volara por la alcoba para recoger sus pocas pertenencias y poner a un Momo profundamente dormido sobre su hombro. Notó como sus músculos se ponían menos tensos conforme más obedecía a su instintivo deseo que lo había despertado en primer lugar.
Salió de su dormitorio a pasos apresurados, cruzándose con varios sirvientes que lo miraban desconcertados, algunos preguntándole atentamente si requería algo, más los ignoró a todos. Tenía que salir ahora mismo y no podía tener distracciones.
Fue sólo cuando estaba apunto de llegar a la puerta principal del Palacio cuando recordó que si Katara volvía a despertar con él desaparecido probablemente le iba a dar un ataque. Y, aunque él mismo sintió que le iba a dar un ataque al darse la vuelta sobre sus propios pasos, él siempre iba a elegir a Katara por encima de sí mismo.
Debió haber impulsado sus zancadas hacia su puerta, porque llegó incluso antes de que se diera cuenta, irrumpiendo en la habitación con el juicio tan nubloso que ni siquiera pensó en lo grosero que era entrar de forma tan desprovista. 
La tenue luz de los pasillos iluminó la habitación a través de las puertas completamente abiertas, haciendo que la maestra agua frunciera el ceño en sus sueños antes de abrir sus ojos entrecerradamente.
- ¿Aang? - su expresión se suavizó con cuidado y preocupación apenas lo vislumbró - ¿Qué está pasando? ¿Te encuentras bien?
- Me tengo que ir - las palabras salieron de él bruscamente - No puedo explicártelo ahora, pero me tengo que ir. Tomaré uno de los halcones mensajeros del Palacio y les escribiré para hacerles saber cómo estoy. Volveré apenas pueda. 
Tan pronto terminó de hablar, ya se estaba retirando con prisa.
Le tomó a Katara dos sólidos minutos el procesar sus palabras, nada más lo hizo y corrió detrás de él.
- ¡Aang! - lo llamó con apremio - ¿A dónde vas?
- A saldar cuentas con mi pasado - respondió inconscientemente, con su mente únicamente centrada en llegar a Appa.
- ¿Qué? - preguntó Katara, sonando aun más confundida que antes.
Lo alcanzó y le forzó a mirarla, jalándolo de su brazo izquierdo. Debió haber notado la desesperación en sus ojos, porque su enojo pareció disiparse instantáneamente. 
- Iré contigo - decidió contundentemente. 
- Necesito hacer esto sol-
- Iré contigo - repitió con voz de queda, dejando claro que no estaba a discusión.
Aang iba a discutir más antes de que la dolorosamente imagen de ella sollozando en su hombro cuando se encontraron después de la batalla inundara sus recuerdo. Llorando por lo que se sintió horas, le había dicho: "¿Dónde diablos estabas?" "¡Tuve tanto miedo!" "Por favor, no vuelvas a desaparecer así".
Incluso ahora, seguramente tan cansada como él después de terminar una guerra de cien años, ella sólo quería asegurarse de que estaba bien. Era todo lo que había querido hacer desde que se conocieron. Supo entonces, que no lo podía decir que no a nada de lo que le pidiera.
Él asintió en acuerdo. Tampoco estaba ansioso por separase de ella, de todos modos.
Su amiga volvió a su cuarto para recoger fugazmente sus cosas y Aang aprovecho para pedirle al primer sirviente que se encontró que le trajera un halcón mensajero inmediatamente.
En cuanto Katara salió con su bolsa de viaje, Aang la tomó de la mano y la guió a toda prisa hacia Appa. Apenas registró como la joven le instruía a un sirviente que casi trotaba para estar al día con ellos que les dijera a los demás que estaban bien y que volverían pronto. Se dirigieron a los establos y Aang impulsó a Katara por los vientos para pasarla al lomo del peludo animal justo cuando un sirviente se aceleraba hacia ellos sin aliento para entregarle el halcón que le había pedido.
De un brinco subió a la cabeza de Appa, dejando a Momo, todavía dormitando, a su lado y pronunció - Nos vamos a casa, amigo. ¡Yip-yip!
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