Tumgik
cily-fanfic · 6 years
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Cuando abrió los ojos, Jaejoong sintió inmediatamente que estaba sonriendo. Se incorporó en la cama y miró alrededor, como si esperara ver a Yunho ahí, aún sabiendo que ya era de mañana y Yunho se había ido hace horas.
Yunho…
Efectivamente todo lo que hicieron la noche anterior fue hablar, en una de las conversaciones más interesantes y amenas que Jaejoong había tenido en su vida. Aprendió que Yunho era un estudiante de derecho de Seúl, que habia congelado sus estudios para tomarse un año sabático y poder conocer mejor su país y que, en uno de sus destinos, había conocido a una chica de la que se había enamorado, y con la que planeaba casarse. Jaejoong había sentido como si sus entrañas fueran de plomo mientras Yunho le contaba de su prometida, aunque ya supiera el final de esa historia.
“Y el día de nuestra boda, desapareció y no volvió más.” había terminado la historia el mayor.
“¿Cómo sabes que no volverá luego?”. Preguntó Jaejoong tímidamente, a lo que Yunho respondió mostrándole el colgante de mariposa.
“No quiso un anillo de compromiso, sino ésto. Y el día de nuestra boda lo encontré sobre mi velador. Ninguna nota, nada. Pero sé lo que significa.” dijo con una sonrisa amarga.
Ante el recuerdo de la triste expresión de Yunho, la sonrisa de Jaejoong se esfumó, y se levantó violentamente de su futón. Ni siquiera conocía a esta chica que había dejado plantado a Yunho, pero la odiaba. Y la envidiaba también, tanto por haber tenido -o aún tener- el amor de Yunho como por haber experimentado amor correspondido simplemente.
Sin que ninguno dijera nada habían acordado que Yunho siempre sería su segundo cliente, para así poder hablar tranquilamente sin el apuro de otro cliente luego de él. A pesar de que Jaejoong fruncía el ceño cuando Yunho le pagaba, la mirada de Yunho, que no permitía argumentos, le impedía hablar. Por alguna razón el otro joven quería pasar tiempo con él y  prefería comprarlo. A Jaejoong no le hubiera molestado que Yunho fuera en el día a visitarlo -al contrario, secretamente siempre esperaba verlo aparecer, pero sus deseos nunca se cumplían.
Así había ya pasado una semana, y Yunho no había fallado en venir cada noche.
“Jaejoong, ¿puedo pasar?” oyó la voz de su hermana Bora tras la puerta.
“Sí, pasa.”
La chica, de rasgos muy finos y femeninos entró a la habitación y se acercó al joven. “Joongie… ¿estás bien?” le dijo tomándole la mano. “Jonghyun está muy preocupado por tí. Dice que ya no duermes en su habitación y que estás muy distante.”
Jaejoong la miró con confusión y un poco de enojo. “Esta es mi habitación. Si quiero dormir en ella, ¿por qué es eso un problema?”
“No es un problema, pequeño. Es solo que de un día para otro cambiaste de idea y eso nos preocupa.” La chica hizo una pausa y luego continuó, “Hyun dice que tienes un cliente nuevo…”
Jaejoong de pronto se sintió muy molesto. ¿Desde cuando tenía que rendirle cuentas a alguien, como si fuera un niño?
“Mis clientes son mi asunto”, dijo el joven y luego calló, mirando intensamente a la chica.
“No te pongas a la defensiva, no fue mi intensión inmiscuirme. Pero sabes que estoy ahí para tí, ¿cierto? Si es que me necesitas...”
“Lo sé, lo sé” respondió Jaejoong calmándose un poco. “Te prometo que no pasa nada. Al menos nada malo”
Bora se quedó mirándolo un momento y luego sonrió, quedando un poco más tranquila y, después de unos segundos abandonó la habitación.
Jaejoong podía entender que su hermana se preocupara por él, ciertamente el haría lo mismo por ella, pero de alguna manera no quería involucrar a nadie más en su tema con Yunho. Sentía que si se guardaba sus interacciones para él mismo sería como poseer una parte de Yunho, y eso le gustaba.
Toda confusión o duda que hubiera habido en su cabeza o en su corazón sobre lo que sentía por el otro joven se había disipado. A pesar de nunca haberlo experimentado, sabía que estaba enamorado, que esto era amor. ¿Qué más podía ser? Al estar con Yunho sentía mil cosas a la vez, y siempre quería que esos momentos duraran por siempre. Y cada vez que Yunho le sonreía con esa sonrisa brillante y perfecta, sentía que le faltaba el aire.
Estaba enamorado. Sin explicación se había enamorado.
A veces sentía un poco decepcionado de que Yunho no recordara su primer encuentro. Él nunca lo olvidaría. El recuerdo de la voz grave del otro joven gimiendo su nombre era algo que nunca fallaba en subirle la temperatura al máximo. Con diecinueve años, no podía pedirle autocontrol a su cuerpo, no cuando el objeto de sus deseos venía a visitarlo todas las noches y se sentaba a centímetros de donde había yacido esa noche…
Y qué hablar de su imaginación. Luego de las primeras miles de veces que había repasado el recuerdo en su mente, su imaginación había empezado a modificar cosas sobre el recuerdo, hasta ya hacerse irreconocible, pero definitivamente disfrutable.
Mientras peinaba su cabello mirándose al espejo, imaginaba como sería tener a Yunho recostado en su futón, camisa a medio desabrochar y pantalones en el mismo estado, gimiendo su nombre por el placer que estaba recibiendo pero no de su mano, sino de los labios de Jaejoong.
Definitivamente tenía una vívida imaginación, pues casi podía sentir el salado sabor de los líquidos que brotaban de la punta de su miembro, o sentirlo pulsar contra su lengua.
Jaejoong suspiró, sexualmente frustrado con un bulto en su entrepierna y las mejillas rojas.
Frustración, eso era lo que más sentía, pues sabía que podía hacer sentir a Yunho en el paraíso. No valía la pena intentar ser humilde al respecto: sus habilidades en la cama ya habían sido testeadas con varias personas, y siempre resultaban satisfactorias. Estaba seguro de que si tan solo Yunho lo dejara…
Sin embargo estaba demasiado asustado de que todo terminara si hacía un movimiento incorrecto. Si tan solo Yunho le diera alguna señal…
Con otro suspiro terminó de peinarse y se alistó para comenzar las labores de la casa. Y ojalá no pensar tanto en Yunho. O al menos intentarlo.
--
Yunho siempre llegaba a la misma hora, ni un minuto más ni un minuto menos, y lo esperaba en el pasillo si aún no terminaba con su cliente, pero Jaejoong, sabiendo que Yunho estaba ahí, se apresuraba a despacharlos apenas acababan.
“Yunho…” lo saludó con una pequeña reverencia, como acostumbraba hacerlo. El otro joven rió.
“Jaejoong, ya te lo he dicho antes, ciertamente no soy una persona tan importante como para merecer semejante reverencia”
Jaejoong se ruborizó y le indicó que pasara.
Una vez adentro Yunho se acomodó en su lugar usual y, con ambas manos sobre sus piernas en una posición muy calmada, le sonrió al otro joven. Jaejoong inmediatamente sintió las mariposas en su estómago.
“¿Qué hay de nuevo?” le preguntó el mayor, educadamente ignorando el sonrojo de Jaejoong.
“Siempre me preguntas lo mismo, y lamento decirte que nunca pasa nada nuevo por aquí.”
Yunho nunca le preguntaba sobre sus clientes, ni Jaejoong le hablaba de ellos, pero algo le decía que si decidiera contarle algo Yunho escucharía atento, educadamente, como siempre lo hacía.
“Mi padre partió de vuelta a Seúl esta tarde con mi hermano. Vinieron para la boda, y sin boda…” Yunho aún se veía triste al hablar del hecho, y esto le partía el corazón a Jaejoong. El mayor buscó entre sus bolsillos de pronto, y sacó su teléfono móvil para dejarlo a su lado en el suelo. “Disculpa, mi hermano quedó de enviarme un mensaje cuando llegaran a casa, estoy esperando…”
“Claro, no hay problema. Tómate tu tiempo” Jaejoong lo miró mientras Yunho manipulaba su móvil, y no por primera vez se preguntó qué era tan especial sobre poseer uno de esos aparatos. Él nunca había visto la necesidad. Y bueno, no sabiendo leer, enviar o recibir mensajes de texto se complicaba bastante.
Miles de veces algún cliente le había pedido su número telefónico para mantenerse en contacto, y Jaejoong solo les contestaba que no tenía uno, y que si querían contactarlo podían llamar a la casa, a lo que los clientes le dedicaban una mirada extraña. Seguramente muchos creían que solo no quería darles su número. Ciertamente era extraño ver a un joven como él sin un teléfono móvil, o al menos eso era lo que la televisión le hacía creer. En un pueblo como el que habitaba, donde la mayoría de la población eran adultos mayores, la tecnología no era muy de punta.
“Listo. Ya llegaron a casa y van a cenar. Disculpa, guardaré esto ahora.”
“No, no es necesario. Es decir… si no es mucho pedir, ¿podría preguntar cómo se usa?”
Yunho se quedó mirándolo un momento como si no entendiera la pregunta; luego, viendo la mirada de Jaejoong hacia su teléfono, de repente comprendió. “¡Ah! ¿Esto? ¿Tu no tienes uno?”
Jaejoong negó con la cabeza, ruborizándose un poco, pero intentando lucir digno. “Nunca he visto la necesidad. Todas las personas que conozco viven aquí mismo, no necesito uno de esos aparatos para comunicarme con ellos.”
“Y ¿por qué el súbito interés?” Yunho le sonrió curioso.
“Bueno… me preguntaba qué tan útil es, cual es la gran maravilla.”
“Para mí es bastante útil. Puedo revisar mi email, contactarme con mis amigos de la universidad, mi familia, incluso si estoy lejos de ellos. Si tuvieras uno, por ejemplo, podríamos hablar incluso cuando no estemos juntos.”
Las mejillas de Jaejoong se tiñeron de rojo intenso, y susurró. “No podría usarlo, aunque tuviera uno…”
Yunho, a pesar del susurro del otro joven, alcanzó a escucharlo y se acercó un poco más a él para decir “¿Por qué no?”
Esto, sin duda, era algo que no quería que Yunho supiera, pero se sentía tan avergonzado que ninguna otra excusa se le venía a la mente. “Nunca aprendí a leer ni escribir…”
Por un momento pensó que Yunho no le hablaría más. Él, con tan buena educación, de familia de bien, ¿relacionándose con un prostituto que, además, no sabía ni leer ni escribir? Parecía un chiste. Jaejoong de pronto sintió mucha vergüenza de sí mismo, de quien era, y solo atinó a mirar el suelo, negándose a alzar la mirada.
“Disculpa, no fue mi intención… Fue maleducado de mi parte.” Luego de unos segundos, agregó. “¿Quieres aprender?”
Jaejoong levantó la mirada, no esperando esas palabras, y abrió la boc para decir algo, pero sin saber qué.
“Disculpa si es algo atrevido de mi parte. Solo pensé que podía ser algo en que pudiera ayudar. No soy profesor, pero al menos eso puedo enseñarte.”
Jaejoong se quedó callado un momento, sintiendo de pronto algo muy diferente por este joven, algo cálido y tierno. “Me gustaría mucho, si no es mucho problema para tí…”
“Claro que no, yo ofrecí después de todo.”
“Tengo solo una condición: que aceptes que las clases sean el pago por venir a verme.” dijo el joven con una sonrisa tímida.
Yunho le sonrió también, y extendió su mano. Jaejoong hizo lentamente lo mismo y con un apretón de manos cerraron el compromiso.
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El sonido de pasos y voces en el pasillo hizo salir a Jaejoong de su sueño. Con bastante pereza se estiró en su futón, desenredando su delgado cuerpo de las mantas. Generalmente por la mañana se sentía agotado y adolorido por satisfacer a sus clientes, pero esta vez no sentía nada de eso. 
Por un momento su mente vagó por los recuerdos de la noche anterior –cosa que nunca hacía; no le gustaba recordar las noches anteriores- y su corazón comenzó a latir desesperado. Con toda la fuerza de voluntad que pudo reunir, dejó ese recuerdo en el fondo de su memoria, al menos por el momento, y se levantó del suelo, estirándose un poco más para despertar mejor.
Luego de unos minutos tomó las mantas de su futón y las sacudió, escuchando como el sonido de algo pequeño cayendo al suelo retumbaba en la pequeña habitación. Con curiosidad se agachó a ver de qué se trataba, y vio una pequeña cadenita, al parecer de plata, con un pendiente que mostraba una mariposa carmesí. Lo contempló un momento, maravillándose con la joya. En su vida el joven había tenido algo tan costoso en sus manos. Definitivamente la cadenita no era suya, y sólo se le ocurría una respuesta a la pregunta ‘¿De quién es esto?’. Yunho. Debió habérsele caído del bolsillo o algo así la noche anterior… “¡Joongie, ya va a estar el desayuno!” lo llamó Bora afectuosamente desde afuera de la puerta deslizable. Jaejoong se levantó y guardó el objeto en una pequeña cajita en un baúl que conservaba en un rincón de la habitación. Vestido aún con la ropa que usaba para dormir, el menor salió de su habitación para encontrarse con su hermana afuera. “Buenos días, ¿dormiste bien?” la chica le arregló un poco el cabello, regalándole una sonrisa. “Sí. ¿Tú?” “He tenido mejores”. Bromeó la chica, soltando una carcajada que Jaejoong no tardó en acompañar. Juntos caminaron hasta la habitación que les servía tanto de cocina como de comedor, y se sentaron en la gran mesa casi a ras del piso, dispuesta para todos los que vivían allí. Las chicas ya estaban animadamente conversando cuando Jaejoong logró captar algo de su charla. “Al parecer la chica no llegó al matrimonio. ¿Pueden creerlo? Que tonta…” “Tampoco era de una familia muy adinerada la niña ésta, así que realmente fue estúpido de su parte echar por la borda la oportunidad de una vida mejor.” “¿Cómo se llama el novio, a todo esto?” Hwangbo, una de las chicas que llevaba la conversación, respondió con aire de sabelotodo. “Jung Yunho” Jaejoong botó los palillos que estaba sosteniendo, y al ver que algunas miradas se posaban en él, se apresuró a mirar hacia otra parte y fingir que nada pasaba, aunque ese nombre retumbara en su mente. Jung Yunho… matrimonio… “¿Jaejoong…?” la voz de Jonghyun lo sacó de su ensimismamiento, y al mirarlo encontró una expresión preocupada en su rostro. “¿Pasa algo?” “No, no pasa nada.” Mintió, terminando de comer su desayuno. Las chicas siguieron hablando de asuntos triviales, pero Jaejoong ya no las escuchaba, sólo absorto en sus pensamientos. -- Siempre que faltaban cosas para hacer la comida en la casa, Jonghyun era el encargado de ir al mercado y comprar lo necesario, esporádicamente acompañado de Jaejoong, quien no acostumbraba a salir mucho por el pueblo. A esas horas del día, la gente paseaba por el pueblo, algunos haciendo compras, otros visitando vecinos. En pueblitos pequeños, no era raro que todos se conocieran, por lo que Jonghyun saludaba a prácticamente cada persona que veía. Jaejoong, en cambio, no era muy sociable, y debido a su aspecto y reputación, la única gente que se interesaba en él eran sus clientes; las demás personas lo veían con recelo o dirigían miradas horrorizadas en su dirección, como si su sola presencia significara un pecado tremendo. Jaejoong llevaba en su brazo una bolsa en donde metían las verduras y demás comestibles que adquirían, mientras Jonghyun hablaba con los vendedores, cuando el ruido de un auto se hizo escuchar. Ambos jóvenes se voltearon a ver el vehículo, y con asombro vieron que se trataba de uno muy costoso. Era muy raro ver autos así de lujosos en Cheongnam, así que la aparición de uno causó conmoción en las personas que pasaban por alrededor. Jaejoong se quedó mirando con curiosidad el lujoso auto negro, hasta que se estacionó cerca de ellos, y al momento un hombre mayor salió del vehículo. Debido a que el coche se había estacionado prácticamente frente al par de jóvenes, el adinerado hombre no pudo evitar que su mirada se posara en Jaejoong, quien vio en esa mirada la típica expresión de un futuro cliente. “Joongie, vamos a seguir comprando.” ,le llamó Jonghyun, pero el mayor se había quedado mirando fijamente al segundo individuo que salía del auto. Allí, frente a sus ojos, estaba Jung Yunho, con un impecable traje azul oscuro, y una mirada seria e indiferente. Tan distinto al Jung Yunho de la noche anterior… A pesar de que su mente le decía que se volteara y siguiera las compras, ignorando el suceso, no podía hacerlo; a pesar de que su cerebro mandaba desesperadas señales de alarma a su corazón, tratando de meter algo de cordura con frases como ‘no es conveniente’ y ‘con un amor así, solo se puede sufrir’, intentando imponerse sobre un corazón que irracionalmente quería enamorarse de ese sujeto al otro lado de la calle. En ese momento, Jung Yunho levantó la vista, y echó un leve vistazo alrededor, pasando por la figura de Jaejoong, pero sin detenerse a observarlo. “Jaejoongie…” llamó una vez más el menor. Tal vez lo que decía su cerebro era lo más lógico, o más apropiado… “Sí, vamos.” Pero, aunque caminaban alejándose del auto para adentrarse más en el mercado, su corazón no paraba de saltar en su pecho. -- “¿Quién esperas que llegue hoy?” le preguntó Bora mientras se peinaba el cabello, en la seguridad de su habitación. Ambos estaban sentados en el suelo; Jaejoong cosía un pequeño desperfecto en su hanbok. “No lo sé. Y realmente no es importante, mientras me pague.” Bora lo miró sorprendida un momento, y luego, terminando de cepillarse el cabello, agregó. “¿De verdad no te importa? ¿Nunca disfrutas tener sexo con tus clientes?” Jaejoong miró el suelo un momento, pensando. Sí, algunas veces sí sentía placer. Cierto que no siempre lograba un orgasmo, pero al menos muchas veces sus gemidos eran reales. Si había aprendido algo de su trabajo, era que en el sexo entre dos hombres, el ‘dominante’, por así llamarlo, tenía que esforzarse en hallar su propio placer y también el de su compañero. Por eso era que pocas veces lograba un orgasmo; la mayoría de sus clientes sólo se interesaban en su propio placer. “Sí, sí lo disfruto a veces…” luego de contestar, el chico seguía con la mirada en el suelo, y Bora creyó que aún recordaba noches placenteras. Pero Jaejoong recordaba la noche anterior. Y aún no podía terminar de entender cómo, si Yunho ni siquiera lo había tocado, había llegado a excitarse tanto. Y tampoco lograba comprender por qué se había sentido tan satisfecho, aún sin haber tenido un orgasmo. -- Había pasado poco más de diez minutos desde que estuviera listo, esperando en su habitación, cuando Jonghyun tocó su puerta, avisándole de un cliente. Por su aspecto, no tenía más de diecisiete años, y se veía nervioso y preocupado. “Pasa, siéntate aquí.” le indicó Jaejoong, luego que Jonghyun los dejara solos. El menor tenía el cabello hasta los hombros, negro y brillante. Sus ojos también eran oscuros, pero brillaban demasiado. Jaejoong no pudo evitar pensar que era los ojos más cautivantes que hubiera visto. “¿Cómo te llamas?” le preguntó dulcemente, intentando hacerlo sentir más cómodo. El chico aún miraba el suelo y jugaba con sus largos dedos, dándole tiempo a Jaejoong de observarlo mejor. Tenía un lindo lunar bajo un ojo, asemejando una lágrima; algo que lo hacía ver muy atractivo, a pesar de que, por su apariencia, más que ‘apuesto’, el chico podría ser catalogado como ‘lindo’. “Hyunki. Kim Hyunki.” Los ojos del chico miraron al mayor un momento, y luego volvieron a mirar el suelo. Jaejoong sonrió. “Eres muy lindo, Hyunki. Mi nombre es Kim Jaejoong.” “Gracias…” Con un movimiento suave, el mayor se acercó adonde Hyunki estaba sentado, y llevó una mano a acariciarle el cabello. “¿Es tu primera vez?” “Ssí…” Por un momento, Jaejoong se preguntó si sus padres sabrían que estaba ahí. ¿Sabrían, siquiera, que su hijo era gay? ¿De dónde habría sacado el dinero para pagar lo que costaba tenerlo una hora? “Acércate.”, le pidió, intentando que no sonara como una orden. El chico obedeció, con el rostro levemente teñido de rojo, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, juntó suavemente sus labios contra los otros inexpertos. El chico no tardó en corresponderle el beso, e intentar pegar su cuerpo al del mayor. Treinta minutos más tarde, Jonghyun, cerca del pasillo, intentaba no oír los gemidos que Jaejoong emitía con ese chico que debía tener la misma edad que él. Sin querer, le hacía recordar esa noche, hace un tiempo atrás, cuando él mismo tuvo su primera vez con Jaejoong. Ambos eran más jóvenes, ambos inexpertos. Aún recordaba sus manos temblorosas vagar por la perfecta piel de Jaejoong, sintiéndolo a él también temblar de anticipación. Cuando Jaejoong le había pedido acostarse con él, Jonghyun sabía que no era por amor. Sabía sus intenciones, y era consciente también que los sentimientos que ya tenía por el mayor sólo se harían más fuertes luego de pasar una noche con él. Pero no le importó. Había valido la pena, sólo por tener ese lindo recuerdo del cuerpo de Jaejoong en éxtasis bajo el suyo, y de sus labios sobre su piel. Probablemente Jaejoong nunca lo amaría realmente, pero él siempre estaría ahí para cuidarlo y amarlo, aunque fuese a distancia. De a poco el silencio comenzó a inundar el pasillo de nuevo, y Jonghyun supuso que Jaejoong ya estaba listo con el chico. Ahora sólo faltaba un cliente más y Joongie podría descansar. El chico aún no salía de la habitación cuando otro hombre llegó a su lado. Le costó unos segundos reconocer al Jung Yunho de la noche anterior tras un traje bien aseado y un peinado impecable. Era realmente difícil imaginar que un hombre tan distinguido podría hacer una escena tan vergonzosa como la que había armado ahí mismo, ayer. “Disculpe. Vengo a ver a… Jaejoong.” El menor frunció el ceño. Por alguna extraña razón, no le agradaba ese tipo. “Jaejoong aún está con un cliente.” “Oh…” Ambos quedaron en un incómodo silencio, que duró hasta que la puerta de la habitación de Jaejoong se abrió, y el jovencito salió, un poco avergonzado. Hyunki pasó por al lado de los mayores, y antes de dar una leve reverencia, se marchó. Jonghyun sabía que Jaejoong estaría ahora arreglándose para otra cita, así que caminó unos pasos hasta su habitación, y tocó levemente. “Jae, alguien te busca” dijo con un tono amargo. Yunho estaba justo a sus espaldas, y por alguna razón, su presencia no le gustaba. “Un momento…” la voz de Jaejoong se hizo escuchar a través de la fina puerta deslizable. Momentos más tarde, Jaejoong abrió la puerta, revelando su delgada figura ataviada con el hanbok, un poco desordenado. Al parecer se había vestido rápidamente; su cabello lucía algo revuelto, y las mejillas rojizas. Agitado, así estaba. Al momento en que la mirada de Jaejoong pasó de su amigo Jonghyun al personaje que estaba detrás de él, sintió que se paralizaba. Con sólo ver sus ojos lo reconoció de inmediato. “Señor Jung…” dijo, aún muy sorprendido, y Yunho esperó a que Jonghyun saliera de su camino para entrar a la habitación, y sentarse en el suelo con él. Jaejoong sentía su corazón golpear fuerte contra su pecho; Yunho era tan real, ahí, en su habitación… La verdad, no creía que fuera a volver a verlo, ni menos estar tan cerca de él de nuevo. Su sola presencia causaba estragos en el menor. Era una estupidez, pero deseaba que Yunho lo quisiera también. La noche anterior, Yunho había plantado una llama en su interior que nada podría apagar. Nada excepto él. “Perdón por molestar. Me preguntaba si podría habérse caído ayer un colgante de mis ropas…” Tan educado… no dejaba de sorprenderlo que Yunho lo tratara como un igual, como si su nombre y la reputación de su familia no fueran nada, y Jaejoong no fuera inferior a él. “Ssí, lo tengo guardado.” El menor se levantó y fue a buscar en su baúl dicha joya, y se la pasó, con manos un tanto temblorosas. “Muchas gracias.” Yunho se quedó mirando el objeto unos minutos, con una expresión melancólica. La pequeña mariposa brillaba etéreamente con la poca luz de la habitación. Jaejoong quería decirle algo, cualquier cosa. Quería escuchar su voz, alargar el recuerdo de la vez que habló con Jung Yunho. Con un poco de vergüenza pensaba si tendría alguna otra vez la oportunidad de acercarse íntimamente a Yunho. ¿Sentiría deseos él también? ¿Se sentiría atraído por su apariencia? “Mi hermano me contó que no le permitiste que te pagara…” su voz era seria, pero tranquila, y Jaejoong se sentía muy cómodo con ésta. “La verdad no recuerdo nada de lo que pasó anoche, pero creo que es justo que aceptes mi dinero, como a cualquier otro cliente.” Jaejoong se decepcionó con estas palabras. ¿Yunho no recordaba nada? Y sonaba tan… inerte. Como si la vida se hubiera ido de su ser. ‘Quizás esa es su forma de hablar comúnmente. No puedo basarme en su estado alcoholizado para definirlo…’, pensó Jaejoong, tratando de mantener una expresión vacía en su rostro. De todos modos hubiera dado cualquier cosa porque Yunho le llamara de la misma acalorada forma que la noche anterior… “No es necesario. No pasó nada entre nosotros, así que no sería justo que le cobrara.” respondió el menor con el mismo tono sereno, mirando fijamente al otro chico. “Pero mientras estás conmigo, pierdes tiempo, y por tanto, clientes. ¿No es así?” Claro que tenía razón. Jaejoong no pudo evitar que una sonrisa se posara en su rostro; Yunho no tardó en corresponderle el gesto. Sentía una conexión extraña con este hombre, y le gustaba. Cada minuto que pasaba sentía que más caía por él. “Es cierto, pero puedo recuperar el dinero otros días. No me resulta muy difícil.” Sin querer, el menor dejó salir el alarde sobre su habilidad con sus clientes, y Yunho sólo soltó una pequeña carcajada curiosa. “Es lógico que te pague, como cualquier otro cliente.” ,insistió tercamente. “Pero usted no es un cliente, Señor Jung. Hasta donde yo sé, no le he prestado mis servicios.” Con mirada sorprendida, Yunho agregó. “Si no soy un cliente, entonces deberé irme.” Para su asombro, Yunho se levantó y salió de la habitación si decir palabra. Jaejoong iba a levantarse para salir y decirle que no intentaba echarlo, cuando Yunho volvió a entrar, con una sonrisa triunfante en los labios. “Lo siento, Kim Jaejoong, pero por derecho eres mío por los próximos 60 minutos. ¿Ahora sí soy un cliente?” Un sonrojo adorable se apoderó de las mejillas del menor, junto con una sonrisa tímida. Un pequeño asentimiento de cabeza fue todo lo que pudo responder. Ya no tenía ganas de reclamarle que hubiese pagado, a pesar de él habérselo negado. Lo único en que podía pensar era en la linda sonrisa que adornaba los rosados labios de Yunho.
Jaejoong volvió a sentarse al lado de su futón y esperó que Yunho hiciera lo mismo. Éste se sentó muy correctamente en el suelo, y miró un momento al menor, quien sintió como un rubor subía a sus mejillas.
Luego de un minuto en que ninguno de los dos emitió sonido alguno, sólo mirándose a los ojos y sonriendo levemente, Jaejoong llevó su mano a su pecho y deslizó un poco la prenda de vestir que tenía puesta para exponer su pálido hombro, en un gesto que siempre era coqueto y ahora se sentía torpe e incómodo.
“C-cómo... “, su voz salió débil y casi inaudible, así que lo intentó de nuevo. “C-cómo quiere hacerlo, señor Jung?”
Yunho lo miró confundido un segundo, y luego levantó ambas manos delante de su pecho en un gesto que indicaba al menor que se detuviera. “¡No!, lo siento, disculpe si fue confusa mi acción. No es necesario que… hagamos algo.” Jaejoong dejó caer su mano y miró con expresión confundida y un tanto dolida al otro. Yunho al ver esto se apresuró a agregar, “Me refiero a que no quiero que sienta la obligación de que… hagamos algo, solo porque pagué por su tiempo. Estaría satisfecho con tener solo eso: su tiempo.”
Por la mente de Jaejoong pasaron miles de sentimientos en ese momento: Decepción, Confusión, Vergüenza, Emoción. Se sentía como si tuviera dieciséis de nuevo y todo fuera nuevo y misterioso.
“Y, por favor, no me llames ‘Señor Jung’, ¡me hace sentir anciano!”, dijo Yunho, sonriéndole al otro chico.
“Qué… ¿Qué le gustaría que hiciera entonces en estos sesenta minutos?” preguntó Jaejoong, con un tono tímido y jugando intranquilo con el borde de la manga de su hanbok.
"Hablar, por supuesto”, dijo el mayor, deslumbrando a Jaejoong con la sonrisa más hermosa que jamás haya visto, y la cual lo dejó sin aire y con el corazón latiéndole a alta velocidad.
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A los 19 años, Jaejoong se había convertido en un muchacho muy atractivo, tanto para hombres como para mujeres. Su belleza, con rasgos algo femeninos le hacían ganar mucho terreno en su clientela masculina, y sus hermanas no perdían la oportunidad de ayudarle, con un poco de maquillaje, a resaltar su encanto natural.
Con dos años de experiencia en el mundo de la prostitución, y las charlas con sus hermanas –ese puñado de chicas que lo habían visto llegar con 9 años a la casa, y que lo habían visto crecer- le habían enseñado muchas cosas, al punto de considerarse casi un experto en ese ámbito. Conocía a sus clientes habituales como la palma de su mano. Sabía con quienes debía gritar, con quienes gemir suavemente, con quienes cerrar los ojos o no, o con quienes hablar sucio... conocía todos esos pequeños detalles que le concedían el aprecio de sus clientes, y un dinero extra, además del que ya pagaban por poseerlo 60 minutos. Por supuesto, poco después de haber empezado este trabajo, Jaejoong se había dado cuenta de que tener sexo con los hombres que lo compraban no era nada comparado con su primera vez con Jonghyun, pues a pesar de que esa vez ambos estaban nerviosos, y para los estándares actuales de Jaejoong eso casi ni podía contarse como ‘sexo’, Jonghyun había sido gentil y cariñoso con él; le había hecho sentir como si realmente lo amara y se lo estuviera demostrando en cada toque, en cada beso... “¡Joongie, vamos a hacer la cena!” Le gritó su hermana preferida, Bora. “Ya voy!”.Dejando el espejo con el que se había estado mirando, Jaejoong se levantó del piso y corrió a encontrarse con la chica, quien lo esperaba ya en la puerta de la humilde cocina. “¿En qué te tardaste tanto, eh?” La muchacha, apenas dos años mayor que Jaejoong, le sonrió maliciosamente. “Apuesto a que ya te estabas mirando en el espejo! ¿Que no te cansas?” “¡Ustedes me malcriaron de esta forma! Ahora aténganse a las consecuencias” Jaejoong le sonrió de la misma forma, entrando a la cocina para empezar a preparar la cena para todos en la casa. Antes de empezar con la labor, Jaejoong siempre se aseguraba de tomarse el cabello en una coleta, y ponerse un delantal sobre la ropa. No podía permitirse ensuciar la poca ropa con la que contaba, ni tampoco que algo le pasara a su cabello, que le llegaba casi hasta el codo. A sus clientes les encantaba su largo cabello oscuro, al igual que sus demás rasgos delicados. Por eso es que llegada la noche se ponía su mejor hanbok -vestido tradicional coreano-, se peinaba cuidadosamente y dejaba que le aplicaran algo de maquillaje. A sus clientes les gustaba verlo vestido de chica, y a él realmente no le molestaba. Por 60 minutos podían pretender que era quien se les diera la gana, con tal de que después le pagaran la suma convenida... “Jaejoong... ¿ya estas mejor de tu hombro?” El mencionado llevó una mano al lugar que la chica indicaba, a pesar de que no le dolía. “Sí, no paso nada grave. Ese tipo no me hizo daño...” “Si vuelvo a verlo aquí, lo golpeare con este sartén!” Bora hizo un gesto amenazador con el utensilio de cocina, antes de ponerlo al fuego. “Ya te dije que no te preocupes, hermana. Además, no era uno de mis clientes habituales, así que no creo volver a verlo aquí. De todas formas, si vuelve, no creo que mamá lo deje entrar” “Tienes razón. Tiene bastantes años, pero recuperó toda su vitalidad cuando hablaba de que si volvía a ver al tipo ese, lo mataría por haber dañado a su bebé” “No soy un bebe...” Jaejoong hizo un puchero frunciendo el ceño, mientras terminaba de saltear unos vegetales. “Es verdad... ya eres todo un hombre...” Bora se quedó mirándolo un momento, con algo de melancolía por ese muchachito de 9 años, asustado y enfermizo, que se escondía tras de su falda cada vez que veía a un extraño. Ahora ese muchachito era un apuesto joven que hacía lo mismo que ella, luchar para ganarse la vida. Cuando la cena estuvo lista y servida en la gran e improvisada mesa, la cual apenas alcanzaba para todas las personas que allí vivían, Jaejoong tomó su porción, y la porción de su mamá, y la llevó a la habitación de la anciana mujer. Mamá, como todos la llamaban en la casa, era una de esas mujeres con mucha edad, pero jóvenes en espíritu, y con un inmenso corazón. Para ella, todos los que trabajaban en su casa eran su familia, y los cuidaba como tal. Constantemente llegaban chicas nuevas a trabajar, algunas muy jóvenes, con no más de 15 años; algunas incluso parecían de familias pudientes, que habían sido rechazadas por sus padres por algún embarazo no deseado, o alguna otra mancha en su historial. De todas formas, mamá las acogía y les daba un sitio donde dormir y comida, a cambio de que trabajaran para ella. Por sobre todo, mamá nunca les ofrecía el trabajo de prostitutas, sino que les pedía que ayudaran en la casa, pero las chicas siempre terminaban, al igual que Jaejoong, seducidas por una manera al parecer fácil de ganar dinero. Sea como fuere, mamá los cuidaba, a todos, y con la parte del dinero que ganaba de las chicas, conseguía buena comida y atención médica para quien necesitara. “Mamá, puedo pasar?” El joven tocó suavemente la puerta, y cuando escuchó la débil respuesta, entró a la habitación, con ambas porciones de comida en las manos. “Te traje comida” “Gracias, mi niño...” la anciana mujer sonrió con los dientes que le quedaban, y le indicó que se sentara a su lado en su improvisada cama en el piso. “Escuché que el señor Seo se fue de viaje a China... así que hoy tendrás un cliente menos...” “Así parece...” Jaejoong dejó de lado su comida para ayudarle a su mamá a comer. “Es increíble como, aunque estás enferma y encerrada en estas cuatro paredes, buscas la manera de enterarte de todo.” “Nosotras las viejas tenemos nuestros trucos...” Ambos permanecieron en un cómodo silencio, mientras el joven alimentaba a la anciana, con un cariño y devoción que solo podían ser causa del inmenso agradecimiento que Jaejoong tenía por esta mujer, que lo había recogido y amado como a un hijo. “Ya tengo que irme.” dijo el joven de pronto, mirando con dulzura a su madre postiza. La señora hizo una mueca de desagrado, pero se aseguró de sonreírle también a su Jaejoong, a pesar de que lo que más le gustaría es poder mantenerlo lejos de los hombres que lo único que buscaban era abusar de su cuerpo; a pesar de que pagaban grandes cantidades de dinero, la mujer pensaba que nunca sería suficiente por el daño que le hacían a su niño. “No pongas esa cara… No te preocupes, es mi opción.” “Lo sé, Joongie. Mejor ve, antes de que se te haga tarde” . El chico depositó un beso en su mejilla, y luego se llevó consigo los platos vacíos. -- Luego de revisar su apariencia por enésima vez en el pequeño espejo ubicado en una esquina de la habitación, decidió que estaba listo para empezar otra noche. Su largo cabello negro lo llevaba suelto, con un pequeño adorno en forma de mariposa en un costado. Con un poco de maquillaje en los ojos, para que sus pestañas se vieran más largas, y un poco de lápiz labial levemente rojizo, lograba mantener la imagen femenina que a sus clientes tanto les excitaba. Para vestir, llevaba su usual hanbok, de color rojo y blanco. Era la única vestimenta decente que poseía, y la atesoraba con todo su ser. Aunque con cada cliente no le duraba puesto ni 10 minutos, pero debía lucir bien para ellos, sin importar que la prenda terminara tirada en un rincón. Como era habitual, Jonghyun se encontraba en la entrada de la casa, para recibir a los clientes. Ese era su pequeño aporte al negocio, además de ayudar a limpiar la casa. Con los años Jonghyun se había tornado un chico serio y con ansias de proteger a mamá y a las chicas que trabajaban en la casa. Por supuesto en eso también incluía a Jaejoong, a pesar de que este dijera poder cuidarse solo. A las 10 en punto los clientes comenzaron a llegar, y de a uno se iban con cada una de las chicas. Cuando alguien llegaba a pedir a alguna en especifico, y esta ya estaba tomada, Jonghyun le indicaba que volvieran más tarde y dejaba su nombre anotado en una caligrafía impecable. La madre de Jonghyun solo había sido una prostituta sin recursos, pero de todas formas este se había empeñado en aprender a leer y escribir por su cuenta; en un vano intento había tratado de que Jaejoong se le uniera en el estudio, pero el mayor nunca había dado importancia a ese aspecto. Y de hecho, como siempre argumentaba: para su trabajo no necesitaba ni leer ni escribir. Ya pasada media hora, Jaejoong aun esperaba algún cliente. Generalmente el primero en venir siempre era el señor Seo, y como ahora se encontraba de viaje... no le quedaba otra que acompañar a Jonghyun y charlar un rato con el chico que consideraba su hermano. “¿Así que hoy no estás solicitado?” Dijo el menor, con un dejo de amargura en la voz, algo que pasaba desapercibido para Jaejoong. “Mmm…” asintió.”No importa, ya llegará alguien. Además, dime que no disfrutas de mi compañía, Hyun.” “Mejor solo que mal acompañado, tonto” en un tierno gesto le desordeno el cabello, sabiendo lo mucho que al mayor le molestaba eso. “¡No!” Jaejoong recogió el adorno de mariposa del suelo y rápidamente ordenó su cabello, volviendolo a su hermoso estado, mientras Jonghyun reía a carcajadas. Unos fuertes toques en la puerta se hicieron escuchar, y Jaejoong corrió a su habitación – la cual no quedaba muy lejos de la entrada. Tomó su espejo y se miró, arreglando los últimos detalles para quedar decente. Luego de unos minutos, Jaejoong escuchó lo que parecía una discusión en la entrada, y se apresuró a ver qué pasaba. Allí vio a un joven no mucho mayor que él mismo, ataviado en un elegante traje negro, balbuceando en voz alta mientras se apoyaba firmemente en la pared. A juzgar por su estado, Jaejoong habría jurado que había consumido una buena cantidad de alcohol. “Señor, es mejor que se vaya.” Jonghyun trataba de convencerlo, pero el joven insistía en que pagaría lo que fuera, pero que necesitaba a alguien. Desafortunadamente todas las chicas estaban ocupadas en ese momento, así que Jaejoong se acercó, tímidamente, y se detuvo al lado del menor. “Yo me haré cargo, Hyun” le dijo seguro de sí mismo, pero éste se negó rotundamente. No podía permitir que alguien en ese estado se metiera con su Joongie. Ya era suficientemente doloroso verlo con todos esos viejos adinerados y pervertidos. No podía dejar que un muchacho, por más adinerado que fuera, se acercara a Jaejoong con ese nivel de alcohol en la sangre. Algo malo podría pasar. “Jonghyun, es trabajo. Y si digo que yo me haré cargo, es porque puedo.” Su tono fue tan duro e implacable que lo único que Jonghyun pudo hacer fue mirar como su amigo llevaba casi a rastras al ebrio joven a su habitación. -- Una vez que hubo dejado al joven sobre su futón, se sentó en el suelo a su lado, para observarlo. Por sus rasgos, supuso que debía tener unos años más que él; sus facciones parecían mucho más maduras que las suyas. El elegante traje que llevaba estaba algo sucio, probablemente manchas de alcohol, y llevaba la camisa a medio abrochar, revelando una deliciosa porción de piel bronceada. Generalmente Jaejoong no le daba mucho espacio en su cabeza a preguntarse si sus clientes eran atractivos o no; al fin y al cabo eso no era importante. Sin embargo no pudo evitar como sus ojos se posaron intensamente en esa porción de piel. Nunca había visto una piel tan deseable como esa, ni unas facciones tan masculinas y atractivas al mismo tiempo. Por casi media hora el joven permaneció recostado como un bulto en el futón de Jaejoong, respirando pacíficamente mientras Jaejoong lo observaba sin terminar de explicarse el porqué ese chico le causaba tanta curiosidad. Cierto que no tenía la oportunidad de ver a jóvenes de su edad muy seguido, excepto por Jonghyun: sus clientes eran señores ya mayores, y en la casa estaba rodeado de solo mujeres. Sin embargo había algo más en sus facciones que le cautivaba, ese aire de elegancia y distinción, a pesar de encontrarse tirado en el suelo y ebrio hasta perder la conciencia. Nadie que Jaejoong conociera podía lucir tan bien en condiciones tan degradantes. Un leve movimiento de parte del chico alertó a Jaejoong, y se apresuró a buscar un paño húmedo para limpiar su rostro y refrescarlo un poco. No era su obligación, pero sentía que debía hacer algo por ese chico. “Hmmm…” se quejó el que estaba tirado en el suelo, masajeándose la sien con una mano, y mostrando una expresión bastante perdida. Cuando se dio cuenta de la presencia del otro, pestañeó varias veces antes de volver a recargar la cabeza en las cómodas mantas, dejando que Jaejoong limpiara suavemente su rostro con el paño húmedo. La mirada del chico no se apartó de su rostro durante todo el proceso, lo que lo ponía inmensamente nervioso. “¿Te sientes mejor?” A juzgar por su estado, Jaejoong juraría que el mareo causado por el alcohol aún no se iba de su cuerpo, pero tenía que preguntarle algo, a ver si así lograba distraer su atención y hacer que dejara de mirarlo tan fijamente. Por un momento, el joven se quedó en silencio, solo observando, y luego, con una mirada bastante afectada por el exceso de alcohol en su sangre, se dirigió a Jaejoong en un tono grave. “¿Cómo te llamas?” Ciertamente el menor no esperaba esto. Preguntas como ‘¿Donde estoy? ¿Quien eres? ¿Qué pasó?’ podrían haber surgido de la boca del joven, sin causar ninguna sorpresa en Jaejoong, pero no se esperaba que lo primero que dijera fuera preguntarle su nombre. “J-Jaejoong…”.Por un momento dudó, pero luego decidió que tenía el derecho de preguntarle lo mismo. “¿Y tu nombre cual es?” “Yunho. Jung Yunho…”su voz se perdió en un exhalado suspiro, y luego cerrando los ojos completamente, llevó una mano a su estómago y, ante la incrédula mirada del menor, la introdujo en sus pantalones para comenzar a masajear su miembro. El rostro de Jaejoong fue del crema pálido a un rojo intenso en las mejillas. Había visto a muchos hombres hacer eso, ¡incluso él lo hacía! Masturbarse no era nada del otro mundo para él, pero ver a ese chico hacerlo, como si no le importara ser observado, le provocaba algo. Sobretodo, le perturbaba. De algún modo se sentía un invasor de su privacidad, como si estuviera de espectador en un lugar en donde no debía estar. “Uh… Jaejoong” el rubor se intensificó cuando su cerebro terminó de procesar las palabras emitidas por el otro chico, Yunho, y darse cuenta de que en ningún modo había dicho su nombre para llamar su atención. Muy por el contrario, Yunho aún permanecía con los ojos cerrados, su mano aún masajeando el bulto en su entrepierna. Se estaba masturbando mientras gemía su nombre. A cada minuto que pasaba, Jaejoong sentía que esa voz, esa grave vibración de sus cuerdas vocales llegaba profundo en él, haciendo que su corazón latiera fuerte. No podía ignorar lo que pasaba frente a sus ojos; lo que más le sorprendía era que ese chico, teniéndolo ahí, en lugar de aprovecharse de eso, solo prefería tocarse pensando en él. Definitivamente eso era nuevo para Jaejoong. “Mmmh....” el calor que emitía su cuerpo era tan sofocante, que Jaejoong comenzó a sentir su propia piel arder. Era un fuego que nacía en su interior, que se expandía por su ser y finalmente terminaba en su bajo vientre. Y era la primera vez que alguien lograba excitarlo sin siquiera ponerle una mano encima.
Aún tenía la mirada fija en el rostro del chico, cuando éste abrió repentinamente los ojos, y los fijó en el ahora ruborizado rostro del menor. Sin darle tiempo para reaccionar siquiera, Yunho estiró un brazo y atrajo el cuerpo de Jaejoong al suyo, quedando sentado con el pecho de Jaejoong pegado al suyo, su respiración chocando contra su pálido cuello. Jaejoong dejó escapar un gemido tímido ante el contacto, pero se quedó quieto, inmóvil, sin saber que hacer ni que decir; solo podía sentir, sentir la ansiedad crecer en su cuerpo, y los latidos de su corazón golpeando tan violentamente, que estaba seguro que Yunho podía sentirlos contra su propio pecho. Una vez más la mano de Yunho retomó su labor, moviéndose frenética sobre su miembro, y ahora sus gemidos eran ahogados contra la sensible piel del menor. Y cada vez que Yunho dejaba escapar su nombre, Jaejoong tenía que morderse el labio para no gemir con él. Las sensaciones eran demasiado intensas, demasiado para su cuerpo. A pesar de que su miembro no había recibido atención alguna, sentía que podía venirse en cualquier minuto, solo sintiendo como Yunho se masturbaba diciendo su nombre. Como si Yunho hubiera escuchado sus pensamientos, sus gemidos comenzaron a ser más desesperados, más cerca del clímax. Las suaves vibraciones de la voz de Yunho golpeaban sin descanso contra su oído, brindándole aún más calor del que creía que podía sentir. El mayor aún lo tenía sujeto contra su cuerpo, y sin querer comenzó a temblar y a jadear profusamente. Lo único que atinó a hacer en el momento en que Yunho comenzó a emitir gemidos ahogados fue aferrarse al pecho del mayor con ambas manos, como si así esperara aferrarse a un poco de cordura. El orgasmo de Yunho fue como un asalto a su cuerpo; al momento en que el mayor pronunció por última vez su nombre en un erótico gemido, Jaejoong gimió también contra el pecho de éste, cerrando fuertemente los ojos. Pasados unos minutos en que todo lo que se escuchaba en la habitación eran sus respiraciones aun agitadas, Jaejoong se sentía agotado, aturdido, y no lograba pensar coherentemente. Cuando notó que Yunho le acariciaba el cabello con la mano que lo sostenía contra su cuerpo, se separó violentamente de éste y balbuceó un par de cosas incoherentes, antes de salir de la habitación para buscar más agua y otro paño húmedo para que Yunho se limpiara. Al llegar al baño a buscar lo que necesitaba, se miró al espejo y avergonzado descubrió que su rostro aún estaba colorado. De hecho, parecía como si hubiera tenido sexo hace solo unos minutos, por su apariencia y su aturdimiento. Sus mejillas se ruborizaron más al darse cuenta de que estaba en ese estado sin haber sido tocado sexualmente ni una vez por el otro joven. Con cuidado se arregló un poco el vestido, se ordenó el peinado y se mojó el rostro. Tenía que lucir presentable y compuesto, aunque por dentro aún sintiera que estaba ardiendo. Una vez de nuevo en la habitación, se acercó a ayudar al chico a limpiarse. Estaba un poco incómodo pasando ese paño húmedo por el estómago y miembro de Yunho, aunque ciertamente no era una acción que no haya tenido que hacer antes con sus clientes. Con Yunho, sin embargo, se sentía diferente. El hecho de saber que la intensa mirada del mayor estaba solo fija en él le hacía erizar la piel. Aunque siempre era muy estricto en los horarios con sus clientes, preocupándose de que sus visitas fueran de una hora exacta, ni un minuto más, ahora Jaejoong se encontraba deseando que esa hora fuera eterna, pues no se cansaba de la presencia del otro chico, aunque también le hacía sentir confundido. Nunca antes se había sentido así, y no entendía qué estaba pasando. Una vez que hubo limpiado los residuos de semen del cuerpo de Yunho se sentó a su lado, en un silencio incómodo. ¿Que podía decirle? Generalmente no hablaba con sus clientes, y ellos tampoco mostraban interés en querer gastar la hora por la que pagaban hablando con él, así que una situación así era algo a lo que nunca se había visto sometido. Yunho seguía recostado en el suelo, con las piernas abiertas y los ojos cerrados, respirando profundamente. Por un momento Jaejoong se preguntó si estaba despierto, pero luego de varios minutos de que el joven se mantuviera en esa posición sin decir ni hacer nada más, el menor concluyó que, efectivamente, Jung Yunho se había dormido. Una tímida mano se acercó a su pacífico rostro y quitó el cabello que cubría sus ojos, mientras lo observaba, grabando en su mente cada detalle de sus facciones; probablemente nunca volvería a verlo. Tenía mucho dinero -como sus clientes-, pero se veía demasiado joven y atractivo como para necesitarlo a él, un muerto de hambre que tiene que vender su cuerpo para sobrevivir, para saciar sus deseos sexuales. Con su atractivo podría conseguir a cualquiera que quisiera. Al escuchar pasos afuera de su puerta, retiró su mano del rostro de Yunho, y se quedó quieto esperando ver a Jonghyun al abrir la puerta, pero solo se encontró con la cara de un desconocido apareciendo frente a él. “Yunho!” el joven exclamó, mirando el cuerpo del joven en el suelo, y luego notando a la persona sentada a su lado.”Uh, disculpe...” hizo una pausa antes de hacer una pequeña reverencia, algo que sorprendió a Jaejoong. “Mi hermano... Perdon si le causó muchos problemas.” Jaejoong quería decir que sí, que Yunho si le había causado problemas, que incluso ahora que debería estar mentalizándose para otro cliente, imágenes del mayor masajeando su miembro fervientemente mientras respiraba cerca de su rostro le invadían. Sin embargo solo sonrió levemente y le respondió “No, no fue problema” “Soy Jung Shiwon. Un gusto.” El recien llegado examinó rápidamente a la persona frente suyo, sin sorprenderse por su apariencia. Aunque no se hablara abiertamente de lugares como éste en el pueblo, siempre era posible escuchar rumores, comentarios por lo bajo, y así Shiwon había oído hablar varias veces de este chico con belleza tan femenina, tan popular entre los señores adinerados. Y ahora que lo veía frente a frente podía entender el por qué de su popularidad. El chico era simplemente hermoso, nada en su ser parecía fuera de lugar, todo impecable y perfecto, como si se tratara de un ser etéreo. “...Kim Jaejoong...” el menor bajó levemente el rostro en señal de reverencia, y luego miró rápidamente a Yunho. “Su hermano llegó aquí en bastante mala condición.” intentando usar el vocabulario más educado que conocía, Jaejoong continuó. “Afortunadamente, ahora sólo duerme” Shiwon se acercó un poco al desorden de mantas en donde se encontraba el cuerpo de su hermano, y se arrodilló para tratar de incorporarlo. Pasando un brazo por debajo de su cuerpo, y otro por su espalda, lo levantó del suelo, y Jaejoong quedó asombrado de la fuerza de éste. Yunho parecía de por sí bastante grande, pero Shiwon lo era aún más. “Perdon por las molestias” el más alto hizo otra reverencia, y luego de unos instantes agregó. “Cuánto es...?” Al principio Jaejoong no supo a qué se refería, pero le bastó un momento más para darse cuenta de que se refería a dinero. Y por enésima vez en la noche desde que Yunho había llegado se sintió perdido, esta vez por haber olvidado, por un momento, que estaba trabajando. “Nno, no es nada.” Ante la mirada confundida de Shiwon, el menor se sintió un poco tonto. ¿Desde cuando estaba dispuesto a no cobrar por sus servicios? Aunque Yunho no le hubiera hecho nada, si hubiera sido cualquier otra persona, no hubiera dudado en pedir la cantidad usual. Pero por alguna razón, no podía cobrarle a Yunho. No se sentía correcto. “Cuide bien a su hermano, señor Jung” Pasados unos minutos después que los hermanos Jung se fueran, Jonghyun llegó a su habitación, con una mirada seria. “¿Qué pasó?” “Nada. ¿Por qué?” “¿Cómo que ‘nada’? ¿Te hizo algo?” Jonghyun se sentó a su lado en el suelo, sin dejar de mirarlo fijamente. Jaejoong quería reír ante la ironía de esa pregunta, porque en realidad Yunho no le había hecho nada, sin embargo con ninguna otra persona se había sentido tan expuesto. “No me hizo nada, tontito. Ahora quiero dormir, así que dejemos la charla para mañana.” Sin esperar respuesta, Jaejoong comenzó a quitarse la prenda de su cuerpo, para cambiarse a la ropa que usualmente usaba para dormir. Jonghyun lo miró preocupado unos segundos más, y luego, rehusándose a salir de la habitación, le ayudó a quitarse el hanbok. Suerte que Jaejoong no atendiera a más de dos clientes por noche, y que con el incidente del tal jung Yunho se hubiera hecho suficientemente tarde como para no recibir a nadie más. “Escuché a las chicas hablar, y decían que el señor Seo no volverá hasta dentro de un mes...” comentó casualmente el menor, desanudando la parte inferior del hanbok. “Mmm... “ De entre todos sus clientes, el señor Seo era el que más pagaba por él, y también quien más promesas vacías le hacía. A Jaejoong no le importaba que le prometieran cosas; ‘Voy a sacarte de este lugar’, ‘Vamos a huir a otro país’, ‘Dejaré a mi familia...’, Jaejoong ya no creía nada de eso, y solo asentía con la cabeza, aunque no entendía como esos hombres podían esperar que les creyera que dejarían a su familia por él. “Estás muy callado. ¿Seguro que no te hizo nada?” “Sí. No te preocupes.” Jaejoong terminó de colocarse la camiseta que usaba para dormir, y se acomodó entre las mantas. “¿No vas a dormir conmigo?” preguntó el menor, sabiendo que a pesar de que esta era la habitación de Jaejoong, el mayor siempre dormía con él en su habitación, pues decía que no podía dormir con el olor a sexo y sudor de su habitación. “No, hoy quiero estar solo.” La expresión dolida del menor pasó desapercibida para Jaejoong, y minutos después estaba solo en su habitación, cubriéndose con las mantas que, por primera vez en su vida, no tenían un olor desagradable.
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Bajo la fría noche que azotaba las calles de Cheongnam, un pequeño de no más de 10 años temblaba, apoyado contra la pared de una casa. A esas avanzadas horas de la noche, la mayoría de la gente yacía en sus casas, disfrutando del calor de su hogar o de una agradable cena. Sólo la gente del bajo mundo, como prostitutas y sus clientes, se atrevían a vagar en la intemperie a esas horas.
El pequeño escondió sus manos entre la fina y desgarrada tela de su sucia camiseta, intentando huir un poco del frío que le calaba los huesos y lo inmovilizaba. Hace horas que había llegado caminando a esa parte del pequeño pueblo, y la falta de comida y abrigo lo habían obligado a permanecer inmóvil y sin fuerzas siquiera para salvarse. Sentía que si daba un paso más, su cuerpo se rendiría completamente, dejándolo sin más opción que morir en esa fría y desolada calle, sin esperanzas que alguien lo ayudara. Una pequeña brisa sacudió su frágil cuerpo, demasiado mal vestido para soportar el cruel invierno que azotaba Corea. Sus brazos y piernas comenzaban a dormirse irremediablemente, y aún a su corta edad, presentía que al momento que sus miembros no respondieran, no bastaría mucho tiempo para que cayera en la inconsciencia. Y luego todo habría acabado. Estaba demasiado débil de todos modos; había perdido la cuenta de la última vez que había comido algo, y las calles aún le parecían algo ajeno, extraño, peligroso y oscuro. Aún no terminaba de asimilar que ése sería su hogar por el resto de su vida –si es que lograba sobrevivir. Una sola lágrima rodó por su mejilla, enfriándose inmediatamente al contacto de la fría noche, y el pequeño cerro los ojos, sin fuerzas para seguir manteniéndose despierto. Finalmente dormiría... ...y ya no habría más dolor. Sólo segundos después que había cerrado los ojos, la completa oscuridad se apoderó de su ser; y apenas consciente se preparó para morir. --
Nueve años habían pasado desde que despertó luego de caer inconsciente, entre cálidas mantas rodeado de cuatro paredes y un techo, y una mujer que colocaba paños húmedos en su frente. Y si no hubiera sido por el hecho de que el lugar le era desconocido, Jaejoong hubiera pensado que se encontraba en su hogar.
Entre las cosas que más se le vienen a la cabeza de esa noche está el haber tenido que pestañear varias veces para alejar la confusión de su cerebro. Las mantas se sentían cómodas y acogedoras, pero su instinto de supervivencia le decía que “lugar desconocido” significaba “peligro”, por lo que con dificultad intentó incorporarse en la cama. Solo pasó una fracción de segundo para que la mujer, con voz amable y mirada cálida le pusiera una mano en el hombro y le indicara que debía descansar si quería recuperarse. Jaejoong, luchando contra todo lo que sabía, y rindiéndose al fin al abrazo de las mantas -y al cansancio y malnutrición- se dejó caer hacia atrás para apoyar su cabeza en la almohada, y cerró los ojos. Ya se había preparado para morir, y no lo había hecho. Cualquier cosa que pasara ahora debía tener una razón de ser, o al menos esos fueron sus últimos pensamientos antes de caer profundamente dormido.
Ahora, luego de nueve años, su corazón aún se llena de agradecimiento por esta mujer que le salvó la vida, y que lo sacó de vivir en las calles, con apenas las fuerzas para mantenerse en pie y sin nada que comer ni nadie que se preocupe por ti. Cualquier otra persona pudo haberlo dejado esa noche a morir, y sólo habría sido un huérfano más padeciendo bajo la crueldad del mundo. Hubiera sido fácil dejarlo morir, pues una sola mirada era suficiente para darse cuenta de que sus posibilidades de sobrevivir viviendo en la calle eran menos que cero. ¿A quién podría importarle que estuviera muriendo cuando, a pesar de los avances tecnológicos del país, la gente aún muere de hambre en este pueblucho en el medio de la nada?
Pero la mujer, a la que desde ese momento llamó mamá, se apiadó de él, lo cuidó y acogió hasta que se hubo recuperado, y le ofreció un techo y comida por todo el tiempo que lo necesitara, y por eso le estaría eternamente agradecido.
Luego de un par de días, y con un poco de su fuerza y vitalidad recuperadas, Jaejoong pudo comenzar a explorar el sitio que ahora era su hogar, y no tardó en entender, a pesar de su corta edad, que era una casa de prostitutas. “Damas de compañía”, algunas de las chicas se hacían llamar, aunque la diferencia, sinceramente, era poca en algunos casos.
Sólo había un chico además de Jaejoong en la casa, de tan sólo 7 años, cuya madre -una de las chicas que vivía en la casa- había muerto dando a luz, por lo que el pequeño sólo conocía eso como su hogar. Jaejoong y el chico, llamado Jonghyun, no tardaron en hacerse inseparables y, a pesar de que Jaejoong nunca tuvo hermanos, con el tiempo comenzó a sentirlo como su hermano menor.
Ambos chicos ayudaban con las labores de la casa, limpiando o lavando platos, o ayudando a las chicas en lo que necesitaran. Muchas de ellas vestían complicados atuendos o adornos en el pelo, por lo que requerían asistencia al alistarse para la noche. Jaejoong gustaba de acompañarlas y ayudarles a coser sus vestidos cuando se rasgaban, mientras ellas le decian, con voz resignada que, no teniendo muchos recursos, debían valerse de lo que tenían para atraer a los hombres y ganar dinero, mientras aún eran jóvenes. Jaejoong siempre las escuchaba con atención, tomando cada cosa que le decían como lección de vida y de suma importancia, aunque no entendía por qué ser joven era tan importante para ellas. Él sólo quería crecer y dejar de ser un niño. ‘Los hombres no te miran si no tienes un cuerpo joven y hermoso, Jaejoongie’ solía ser la respuesta que le daban cuando preguntaba.
Apenas siendo un niño y con vago conocimiento del mundo, al menos una cosa tenía clara: ser atractivo y joven significaba la posibilidad de ganar dinero.
A los doce años Jaejoong aprendió a cocinar, y de a poco y con perseverancia fue mejorando hasta convertirse en el mejor cocinero de la casa. ‘Mientras más cosas sepas hacer, más fácil te será sobrevivir en el mundo, pequeño’, le había dicho una de las chicas -sus hermanas ahora- por lo que Jaejoong cada día se esmeraba en aprender algo nuevo y esforzarse en mejorar lo que ya sabía.
En lo que a sus obligaciones se refería, luego de hacer sus labores, en el día era libre de vagar por la casa y jugar todo lo que quisiera, pero en la noche debía siempre permanecer en la habitación que compartía con Jonghyun. A los doce años ya sabía lo que pasaba en las habitaciones de las chicas en la noche, aunque el concepto de ‘sexo’ era vago y lejano, como de otro planeta.
Jaejoong recuerda vívidamente un día en que, terminando de coser el vestido de una de las chicas en la sala de estar, cuando había cumplido hace poco sus quince años, llegó el anochecer sin que se diera cuenta, por estar concentrado en su tarea. Con pánico se apresuró a tomar sus cosas y correr a la habitación, cuando la puerta de la entrada se abrió y un hombre entró a la casa. Estaba ataviado con un traje muy elegante, de finas telas; se notaba que tenía mucho dinero. Luego de pasar con la confianza que da la costumbre de pronto su mirada se posó en Jaejoong y, aún ahora, el recuerdo de su mirada intensa es tan claro como ese día. El hombre era mayor, probablemente mediana edad. Su mirada parecía quemarlo, y tardó solo unos segundos en entender lo que estaba pasando. Sin saber que hacer Jaejoong se quedó en su lugar, a unos 2 metros del hombre, mirando el suelo y no atreviéndose a dar un paso. Segundos parecieron horas, pero no deben haber pasado más de un par de ellos cuando una de sus hermanas apareció y, luego de darle una mirada reprobatoria a Jaejoong, tomó al hombre del brazo y, muy coqueta lo llevó hacia su habitación.
Esa fue la primera vez que la idea de que era atractivo se pasó por la cabeza de Jaejoong. Al mirarse al espejo siempre le parecía que era muy escuálido, o muy pálido, o demasiado afeminado. Nunca había considerado la posibilidad de que quizas la combinación de sus rasgos pudiera atraer a alguien. Ahora, sin embargo, sabía que un hombre, aunque adinerado, mayor y de clase alta, podía mirarlo con deseo. Y esa definitivamente era una condición a su favor.
Luego del incidente Jaejoong se propuso aprender más sobre el trabajo de las chicas. A veces se escabullía fuera de su habitación sin que mamá lo viera, y espiaba el sector donde las habitaciones de ellas se encontraban. Con casi dieciseis años el sexo le parecía un acto lleno de misterio y emoción, y sus hormonas no ayudaban.
Sabía que necesitaba practicar con alguien, o al menos experimentar ese acto que ocurría todas las noches en el primer piso de la casa. Naturalmente, sin tener nadie de su edad cerca más que Jonghyun, y compartiendo habitación con él, era el candidato perfecto.
Los detalles de la noche en que Jaejoong experimentó por primera vez su sexualidad con Jonghyun los lleva en la memoria siempre, desde su cálida respiración sobre su cuello hasta las torpes caricias de ambos. Esa noche, a pesar de que sólo se habían masturbado el uno al otro, Jaejoong comprendió por qué los hombres volvían todas las noches a la casa por más. Ciertamente era una sensación adictiva.
Cuando cumplió sus diecisiete años, y habiendolo planeado desde hace tiempo, Jaejoong pidió a mamá que lo dejara trabajar con las chicas. Sabía poco de sexo, pero lo que sabía era que daba dinero, y él lo necesitaba. Ya no quería ser más un niño dependiente de su madre, quería ser independiente, como sus hermanas. Ella se negó rotundamente, pero Jaejoong no se daría por vencido. Por su cabeza nunca pasó que ese ‘no’ era una manera de protegerlo. Nunca pensó en el dolor que su madre sentiría sabiendo que quería, voluntariamente, comenzar en esa vida de vender su cuerpo. Ella, que lo había salvado del cruel mundo, lo veía en ese momento queriendo volver a ese mundo, esta vez por su propia cuenta.
Jaejoong no entendió nada de eso en su momento. Solo ahora, años despues, recuerda ese momento y entiende con claridad todas esas cosas que su mamá intentó decirle con un ‘no’. Fue por eso que, sin saber lo que realmente le esperaba, insistió fervientemente argumentando que sabía las consecuencias de lo que estaba pidiendo, aunque realmente, en retrospectiva, no sabía nada de nada.
No tenía la menor idea de cómo era en realidad ese mundo.
Siempre había vivido al lado de éste, sin realmente saber qué implicaba, sin estar inmerso en él, por lo que cuando mamá accedió luego de que Jaejoong le rogara de rodillas que le dejara ganar dinero de esta manera, no pensó en el dolor que se estaba haciendo paso en su alma. Agradecido, Jaejoong se abrazó a sus piernas y dejó que le acariciara el cabello, mientras sonreía por haber logrado su objetivo, ignorante a la mirada triste de su madre.
“Mi pequeño Jaejoongie…”
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Hola!
¡TANTOS AÑOS!
Lo sé, ha pasado mucho tiempo, pero nunca es tarde, ¿o no? Eso dicen al menos.
Si es la primera vez que escuchas de este fanfic, tengo unas palabras para tí:
Bienvenido/a! Este fanfic es muy preciado en mi corazón. Te advierto que contiene menciones y escenas explícitas de prostitución y sexo en general. Esta la advertencia hecha. Que disfrutes!
Si empezaste a leer este fanfic cuando lo empecé y sufriste cuando no lo seguí:
MUCHAS GRACIAS POR TU LEALTAD AL ESTAR AQUI NUEVAMENTE SIGUIENDO ESTA HISTORIA. De verdad gracias. Esta historia es muy importante para mí, y espero hacerle justicia. A diferencia de cuando la empecé a escribir, el cambio más importante que le hice a la historia es que ahora está ambientada en la era moderna, año 2018, por tanto todos tienen celular y redes sociales y todas esas cosas. Pero este es de todas formas un pueblo pequeño en Corea, o al menos así lo estoy escribiendo, asi que de todas formas no hay tanta tecnología por parte de los habitantes del pueblo, que son en su mayoría ancianos.
Prometo actualizar al menos una vez cada quince días, pero tenganme paciencia. SER ADULTO ES DIFICIL!
Todo comentario va directo a mi coranzoncito y me da más ánimos para continuar esta historia, así que denle nomás.
Muchas gracias por leer este post, y gracias de nuevo por estar aquí. Que disfrutes!
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