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Cine de mierda: American Assassin (Aka: Asesino: misión venganza) Dir: Michael Cuesta, 2017

Como suele suceder, me la vi en un bus. Es una de esas películas que tienes que ver en un bus y no hay otra forma de verla que en un bus, puesto que, en un bus estás obligado a verla. Espero que no haya sido mucha gente la que acudiese al cine por un bodrio semejante, pero, uno suele poner muchas esperanzas en el público.

          Como sucede con las malas películas, apenas comenzada, a los 10 o 15 minutos ya sabemos para dónde va y ya tenemos cierta certeza de cómo va a terminar. Además, tiene el ritmo típico de las películas con armas y disparos: diálogos / balacera / diálogos / balacera. Compréndase que para no hacer tan cansino el asunto, los diálogos pueden variar en extensión o volumen y las balaceras pueden ser entremezcladas con puñetazos, cuchilladas, explosiones varias, gente atravesando vidrieras, helicópteros en llamas, mesas rotas, silletazos y toda esas combinaciones dignas de una mezcla de Cirque du soleil con artes marciales mixtas y Michael Bay. Es la narrativa que ha decantado en películas como John Wick, sólo que acá no hay tanto despliegue estético.

          Sin embargo, a American Assassin (AKA: Asesino: misión venganza) le fue bien a nivel comercial. Es entendible, ya que se trata de una película "tranquila" pese a la cantidad de violencia que despliega. Está constantemente dándole en el gusto al espectador: el malo es muy malo, el bueno es muy bueno, los malos mueren, los buenos ganan. Sucede todo lo que tiene que pasar, es predecible de principio a fin.

          De todas maneras, la trama es interesante y pudo, en un comienzo, dar un giro relevante. La historia gira en torno a un muchacho y su joven y bonita novia, los cuales están de vacaciones en un destino exótico. Poco después de comprometerse con ella, aparece un grupo de terroristas, los cuales acribillan a balazos a medio mundo, dando muerte a su novia, dejándole herido y traumatizado. Años después, recuperado de sus heridas, se dedica a entrenarse en artes marciales y hacer ejercicio, además de estudiar el Corán e intentar infiltrarse en una célula extremista musulmana, liderada por el terrorista que asesinó de su novia. Tras viajar a medio oriente, los servicios de seguridad gringos lo siguen y frustran su intento, matando, de todas maneras a los terroristas en el proceso. Así, termina siendo entrenado como agente encubierto por un extravagante y despiadado instructor, interpretado por un irreconocible Michael Keaton.

          A través de varias misiones de carácter episódico, van siguiendo la pista de un arma nuclear que está siendo vendida en el mercado negro. El líder de los malos es un ex miembro del grupo, quien busca vengarse del instructor, entre otras cosas. Por supuesto, el muchacho debe detenerlo y todo ha de desembocar en un combate mano a mano mientras la bomba está a punto de estallar.

          La peli plantea formas argumentativas típicas, como la reducción de un enorme y complejo conflicto geopolítico internacional de consecuencias colosales, a una simple pelea a puñetazos entre dos personas. Esto refuerza la idea del individuo por encima de la sociedad, y alimenta su mitología, misma que podemos encontrar en el discurso de Donald Trump, quien dice decir la verdad por encima de lo que opinen los demás, sin importar que se trate de la comunidad internacional, la prensa, los partidos políticos, etc. La película plantea que el individuo básicamente lo puede todo y lo puede solucionar todo. Digamos que ese planteamiento la define como una película conservadora

Hay otro punto a destacar y es la actuación. Se supone que el protagonista Micht Rapp (Dylan O´Brien) es taciturno dado que ha perdido la sonrisa y las ganas de vivir debido al asesinato de su novia, razón por la cual su personaje no sonríe ni proyecta mayores emociones. Ese aspecto vincula esta película con Rambo y la idea del veterano de guerra o el personaje traumatizado por la violencia. Sin embargo, cuando se pone en escena, lo taciturno del personaje afecta la actuación del actor, haciéndolo parecer limitado. Es como ocurría con Rambo, donde Stallone parecía lento y forzado. No queda otra que llenar los vacíos expresivos del protagonista con balazos y bombazos.

          De ahí que AA (¡alcohólicos anónimos!) nos coloque frente a -si forzamos el asunto -una reflexión respecto a la actuación cinematográfica hollywoodense. Tenemos un actor en decadencia (Keaton) y otro que necesita desesperadamente un alza en su carrera (O´Brien). Sin embargo, los papeles que les asignan son exageraciones. El instructor (Keaton) exacerba su violencia al grado de volverse una caricatura grotesca, y el papel del protagonista (O´Brien) es tan insípido, lerdo, lacónico e inexpresivo que no brinda al actor un espacio para mostrarse. AA es un buen ejemplo de cómo una mala película puede afectar a sus actores, y cómo éstos, deformado su oficio por las exigencias del star system, son incapaces de escapar a su malsana influencia.

          Sin embargo, AA fue un relativo éxito de taquilla. Así que probablemente tendremos de nuevo al joven O´Brien haciendo de Stallone sin esteroides.

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Alita angel de combate (Battle angel Alita) Dir. Robert Rodriguez, 2019.

Hay algunas veces en que el paso de un género a otro se hace bien, y Alita es uno de ellos. Alita fue primero un manga y luego, un OVA. Recuerdo haberla visto primero en Vhs hacia el 2000. La serie continuó en el manga, y tuvo como contraparte una serie de rumores respecto a una nueva adaptación animada, incluyendo un paso por los videojuegos en PS1. Incluso hay un corto que puede verse en Youtube. Tenía una suerte de misterio por ello, puesto que al manga no le iba mal -tuvo varios capítulos -y parecía cuestión de tiempo.

Bueno, al final la cosa rompió por lo mas alto y terminaron haciendo una peli. Las pelis en live action basadas en animé, aunque freuentes, suelen ser deficientes, como ocurrió con Dragon Ball. Sin embargo, "Alita" parece superar esas problemáticas relativas a la adaptación de un medio a otro, entendiendo que para hacerlo es necesario reparar en los procedimentos distintivos que caracterizan a estos distintos registros. Por eso es complicado, porque hacer una adaptación de un manga cuadro por cuadro para volverlo animación es redundante. Es preciso que en el proceso la animación haga su aporte distintivo. Eso es lo que ocurre en "Alita". La adaptación cinematográfica toma elementos del manga y del anime, pero además añade un giro en la historia (para resumirla, también, supongo). Sin embargo, una operación sutil y novedosa es que el personaje principal sea "animado" digitalmente con referencias al anime (el tamaño de los ojos, las facciones, la misma estilización del cuerpo de los androides, etc.). Es un registro que separa al protagonista del resto de los personajes (tómese en cuenta de que en la peli hay otros cyborgs, pero que Alita además es "marciana", y sus rasgos resultan distintivos de su tipo, como podemos verlo en su instructora y superior, que sólo aparece un par de veces en unos flashbacks). Este registro nos pone frente al problema de la animación inserta en el registro de lo real (algo que quizás conectaría esta peli con "Quien mató a Roger rabbit" y con otras más recientes, como "Okja" o incluso (guardando las larguisimas distancias del caso) con "Resident Evil". Y ni hablar de Avatar.), aunque hoy en día, el cine de Hollywood funciona con animación digital en prácticamente todas sus producciones (Véase lo ridículo que resultan los registro de las filmaciones de las películas de Marvel: actores conectados a arneses que dan ridículos saltos sobre un fondo verde, lo que resulta en que el proceso de animación digital tiene más peso en el resultado final que aquello filmado tradicionalmente)

Dejo algunos apuntes cortos: - Hay algunas referencias a otras animaciones, como Burakku Majikku M-66 (Black Magic M-66) 1987, un OVA de 48 min dirigida por Hiroyuki Kitakubo y Shirow Masamune (el de Ghost in the Shell).

- El problema del otro, del distinto: Alita actúa como una "máquina sensible". Se deleita con sabores, sonidos, con las experiencias que pueda proveerle el mundo sensible. El chocolate parece orgásmico. Hay un dilema, ¿es una máquina diseñada para sentir? Si es así, ¿siente porque sus facultades se lo permiten o porque está programada para ello? Bueh, nunca lo sabremos...

- La originalidad de lo orgánico en Alita se inscribe en su propio cuerpo, que resulta una suerte de "copia en metal" de un humano. El marciano aparece como el otro absoluto, aquel que se nos parece pero que no tiene ni una pizca de aquello que nos es común como humanos. Pero que en su mimetismo no provoca sino dudas: ¿qué es lo que realmente nos hace humanos, si ese montón de metal y circuitos se le parece tanto?

- A nivel urbanístico, algo muy básico: el orden abajo/arriba. Arriba los poderosos tecnocrátas, abajo los artesanos y "scrappers", "cirujas" del futuro. Clásico. (también pasa en Star Wars, vean el libro de Alain Musset al respecto.)

- Hay un resto de "whitewashing", quizás, pero es tan leve que ni se nota. El rostro moreno del coprotagonista ha sido reemplazado, y los posibles rasgos orientales de Alita también.

- Es particular lo del "panzerkunst" o como sea que se llame el arte marcial de Alita. Hay una multitud de detalles que pasan del manga al cine sin problemas. Y es una gran diferencia con las nauseabundas películas de superheroes. Christopher Wultz tiene hasta las facciones del doctor Ido.

- Zapan the hunter-killer parece un Yakuza.

- Las similitudes entre la hija de Ido y Alita no me acuerdo que fuera así o que haya tenido un hijo con Shiren, la malvada. La inserción de la Familia como motor de la posmodernidad, suerte de estructura zombie de la modernidad que no podemos abandonar del todo. La Familia-Estado, el orden patriarcal parece un orden tan natural que incluso en la ciencia ficción parece indiscutible y difícil de criticar.

- Bueno, Alita tiene más de 300 años. sinceramente no me acuerdo de los pormenores de la historia en el Manga ni si coincide plenamente con la peli, pero si hay 300 años de Alita, hay un montón de precuelas...

- El doctor Nova, el villano, se comunica a través de un chip en Grevinshka. Y hace lo mismo con el negro malvado, Vector. Nova actúa como una consciencia maléfica, invisible y superior. Un mal absoluto, intocable. Una consciencia técnica y tecnificada que no busca otra cosa más que el triunfo de la propia técnica en la que está basada su poder. Como en la frase: "Recuerda, yo veo todo", que dice Vector controlado por Nova.

- Pensé que no iban a matar al perrito. Igual Alita viene en un buen momento, Por el Ni una menos, el #Metoo y los movimientos feministas y de género. Al menos una chica animada puede mostrar que una mujer puede arreglar el mundo a golpes. Lo que en sí es problemático, puesto que el liderazgo feminista debería dar cuenta de otra forma de organización y de otro sujeto que no fuera la heroína solitaria. Tendría que dar cuentas de otras formas de organización... una hermandad feminista-tecnológica que anuncia el mundo por venir, por ejemplo.

Con respecto al cuerpo: Cuando ella obtiene su cuerpo marciano, dicen: "El cuerpo se reconstruye según la idea subjetiva que tiene de sí mismo (1h12)". de ahí sale la declaración paradojal de Alita: "necesito ese cuerpo para saber quien soy". Hoy en día, con el imaginario instagram, algunos convierten la búsqueda de un cuerpo soñado en su identidad. La cuestión se da vuelta: "Soy aquel que necesita de ese cuerpo" (que siempre se escapa en representación, en imágenes fotoshopeadas y perfiles de gente perfecta que puebla el imaginario instagram)

En resumen: - La Familia y El Amor son los motores de la historia en el fondo. Por ejemplo, la frase de Shiren: "porque soy doctora y soy madre". Los lazos familiares sostienen a los personajes. Jalonan sus acciones. "Gracias, padre", dice Alita. - Todo termina en una victoria pírrica que no hace sino anunciar otras posibles secuelas. - Tal vez este sea el futuro del animé. O una de sus posibilidades. Alita es cliché, pero muestra algunos resquicios por donde puede colarse la belleza,  la crítica y las operaciones críticas que hagan tambalear las certezas del espectador. Pero eso no vendrá de Hollywood ni de Netflix.

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S. Yatra, Gianluca Vacchi et al - Love (2018)

Sebastían Yatra y cía. hacen una de las tantas canciones pop mundialeras que salen por estas fechas, en las que se acerca Rusia 2018. Pienso en el poco agradable ejercicio de pensar las imágenes de un video "basura" como este. No quiero decir que se trate de un mal video o una mala canción, sólo que tiene un contexto de producción parecido al de una cuchara de plástico: es útil por un momento (una temporada, en este caso) y su impacto es ínfimo, sus innovaciones mínimas y puede repetirse hasta el infinito y la náusea (como todos los demás intérpretes de reggaeton han hecho últimamente, desde la oficial de Maluma, pasando por Daddy Yankee hasta Don Omar). Es decir, es desechable, reutilizable, remixable,

En el video aparecen James Rodríguez, Santiago Arias, Yerry Mina, Dani Alves y Falcao. Lo particular, es que salvo Alves, todos los demás son jugadores de fútbol colombianos. Y Yatra es colombiano. Podríamos hacer un paralelo entre estos jugadores y la pequeña “armada” de cantantes de reggueton colombianos: Maluma, J Balvin, Yatra, Piso 21, Feid (escritor de temas para J Balvin). Quizás sumar a Kevin Roldán y Reykon. Todos ellos hacen de “embajadores culturales” de “lo latino” y de Colombia. A la vez, reggaeton y fútbol se unen como dos actividades que permiten representar a las clases populares. En ese sentido, tanto los ídolos del reggaeton y el fútbol se presentan como triunfadores individuales, seres excepcionales cuyo “contexto de producción” se borra, dejándolos como pura imagen.

Quizás ello explique su representación como gigantes que juegan fútbol en medio de ciudades y paisajes naturales. Así como el reggaeton ha llegado a un alcance planetario, el planeta entero se futboliza por la copa del mundo, por lo que el mundo entero queda entregado al cruce reggaeton-fútbol, mera escenografía para el despliegue de los poderes del goce y el ocio. Así, los jugadores de fútbol, los cantantes de reggaeton y la alta burguesía -personificada en uno de sus más rancios exponentes mundiales, Gianluca Vacchia -pueden mostrarse como gigantes, imágenes superpuestas tecnológicamente a la manera de gigantografías animadas. Lo que queda invisibilizado son los hilos, los verdaderos poderes planetarios escondidos detrás de todas las imágenes espectaculares. El sistema mundo, el Capital, los poderes fácticos que mantienen “la pelotita rodando”.

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Cat Soup. AKA: Nekojiru So Dir. Tatsuo Sato (2001) OVA, 32 min

Es común encontrar en la web distintos comentarios respecto a “qué significa” o “qué esconde” Cat Soup en su argumento. La historia, que la hay al menos durante los primeros minutos, es que en una familia de gatos antropomorfizados la hermana mayor, Nyāko, está enferma. La familia, compuesta de la madre, el padre (un bebedor taciturno), la hermana y el pequeño Nyatta, que las hace de protagonista, ve con estupor cómo la gatita se agrava y muere. Luego de una especie de viaje con referencias oníricas, el gatito logra revivir a su hermana. Su travesía no respeta las coordenadas de espacio y tiempo, siguiendo la lógica no-lineal y no argumentativa que suelen tener los sueños, conformando escenas que, a ratos, logran una cuidada poética.

(Ah, si, el mar de LCL...)

              Bueno, justamente eso es lo que causa estupor en el espectador común, alejándolo de apreciar su rendimiento narrativo, logrado por medio de recursos muy simples. No es de extrañar que esta obra haya recibido premios (El Premio a la excelencia en animación en el Japan Media Arts festival de 2001, el premio al mejor filme corto en el Festival de fantasía y el premio de plata de animación en New York Expo Film and Video el 2003, entre otros.

Anteriormente Cat soup tuvo una versión en manga (1990) y una serie de cortos para televisión (27 episodios de 2 minutos, 1999). Estas pequeñas obras están llenas de violencia gratuita y un total descrédito por las relaciones sociales y familiares. Los gatos hacen lo que quieren y dan rienda suelta a sus deseos, arañan a un anciano hasta dejarlo ensangrentado, se burlan de la muerte o sufrimiento de los demás, matan y devoran a otros seres, discriminan a un cerdito. Todo ello con un aire infantil y cínico, burlón e irónico. En cambio, la violencia en el OVA de Cat soup está más cercana al sinsentido, no hay crueldad ni comicidad en ella, como si la misma narración que fragmenta el espacio, trastocando las imágenes por medio de las impredecibles pautas de lo onírico, destazara al unísono los “cuerpos” de los personajes. En ello se devela una sutil operación: Cat soup en ningún momento dice otra cosa que “esto es animación y porque es animación, esto puede hacerse”, es decir, por eso los cuerpos pueden cortarse sin consecuencias, dado el verosímil que se plantea –y regula las acciones –es el absurdo.

(Extracto de un episodio de TV)

              Su brevedad no brinda espacio para realizar mayores análisis, pero si para echar de menos la simplicidad y el humor negro que su anterior versión, en manga y serie de cortos animados, si tenía. Aspectos que, sin embargo, no impiden que Cat soup sea una obra interesante.

               Por otro lado, en la trayectoria de su director, Tatsuo Sato, Cat Soup es una alegre anécdota y una nota de calidad en medio de un montón de animés hechos en masa. Resulta más interesante la autora del manga original, Chiyomi Hachiguchi (1967-1998), apodada Nekojiru (gato/sopa), quien se suicidó en 1998, y cuyos personajes solían ser en su mayoría, gatos.

Nekojiru (supuestamente) y un gato. El gato parece de verdad.

Para mayor información:

https://www.vice.com/es_mx/article/wd38gm/viernes-de-anime-nekojiru

https://www.mangaupdates.com/authors.html?id=2508

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Alguien me ha dicho que a veces, sobre todo con jubilados, hacen fiestas con merca arriba de éstos

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Oh Pokemon. Muchas horas bien invertidas.

The Poké Life by Matt Rockefeller

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Vamos a volver, vamos a volver...

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Unrelated picture:

Homenaje a Trotsky, tambien conocido como Aprendiendo a usar picpac... una mierda

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Cine de Mierda: La Quinta Ola (The 5th wave) Dir: J. Blakeson (2016)

Por Camille O.

La vi en un soporífero viaje que tuve que hacer en un bus. La película no lo hizo más grato, pero al menos no tenía tantos balazos, lo que se agradece. Los buses suelen tener problemas de volumen y las películas con muchas balaceras resultan muy desagradables, sobre todo cuando intentas decirle a un asistente que baje el volumen y no te hace caso. Y el resto de la gente parece disfrutar de la peli. Bueno. A Chloe Moretz ya la había visto en Hugo y Kick-Ass, entre otras películas. Me cae bien. A ratos tiene un aire como de Scarlet Johansson antes de ponerse a hacer películas de acción. Comprendo que les guste a los hombres, rubia y con cara de niña, es el sueño pedófilo de hoy en día. No nos extrañemos, la otra musa actual es la infumable Emma Watson. Por cierto, la Watson mide 1.65, Moretz 1.63 (Otras: Dakota Fanning, 1.63, Kristen Stewart, 1.65), así que pareciera haber cierta tendencia a lo "pocket" hoy en día en estas jóvenes -aún -actrices.

La película está basada en uno de esos infumables best sellers adolescentes, de un tal Rick Yancey (Parece ser la sucesora de Los juegos del hambre, dicen) y es parte de una trilogía.

La película no parte mal. Los primeros minutos son rescatables. Pero la tensión generada se desvanece al poco tiempo y entramos en una suerte de sucesión entre escenas de diálogo, en las que se nos va narrando la historia y otras de acción, un recurso muy en boga hoy en día. Ese ritmo se vuelve cansino al poco rato, y su constante uso hace que las escenas de diálogo languidezcan, volviéndose un poco latosas, asunto habitual, en este tipo de películas, puesto que uno de sus mayores desafíos es contar la historia del libro a aquellos que no lo han leído, y como suele tratarse de historias bastante simples y archirepetidas, hay muchas cosas que se dan por descontadas.

Analizando la película, lo que más me llama la atención es la particular manera en que se trata el tema de la sensualidad entre los personajes. Ya que la chica es menor de edad en el libro (por tanto, Moretz parece niña ) y la película es para un público amplio, no pueden haber escenas de sexo. Lo que lleva a que tengan que mostrar otras formas de ello. El coito explícito no puede producirse, sino, se acaba la magia del romance adolescente.

En una escena le disparan a Moretz, a su personaje, más bien, a Cassie. Le disparan en un muslo. Es encontrada por un fornido muchachón, quien la lleva a su casa y la cura. Luego de una discusión, a ella se le abre la herida y sangra. Él la cura. Tenemos gemidos de ella y la mirada concentrada del muchacho manipulando los vendajes. La escena se vuelve una especie de pequeño coito, él sabiendo lo que hace, tocando esa herida (¿la vagina no es acaso como una "herida", una misteriosa incisión en el cuerpo femenino?) que la hace quejarse.  Un inteligente desplazamiento de la penetración.

Más adelante, siendo seguidos por soldados en un bosque, él debe abalanzarse sobre ella, abrazarla y taparle la boca. Dominarla, someterla. La chica, en esta peli, está ahí para ser salvada, de todas maneras. No hay una inversión de los roles, está claro que ella es la mártir sufriente y él un acólito siempre listo para salvarla y atenderla.

                    (¡Eso es! Solos en el bosque y... no, no va a pasar nada...)

Por otro lado, vemos cómo las instituciones, en el futuro distópico, desaparecen. El gobierno prácticamente no es mencionado en ningún momento, pero sí el ejército (de los estados unidos, cómo no). Estos, como suele suceder, no son confiables, así que toda la responsabilidad cae sobre los protagonistas. En otras palabras, la bondad es individual, toda organización está podrida, sólo tus amigos pueden salvarte. Ni siquiera tu familia, al fin y al cabo, puede sobrevivir al desastre; esas son las enseñanzas que pueden extraerse de esta película. Formulado de otra manera: hay un desmontaje de la sociedad para poner al individuo omnipotente en medio de todo. Pero, ¿qué podría guiar entonces al individuo? ¿qué razones, qué motivos, qué conocimientos, qué intereses? Qué razones ni que nada. El amor es la respuesta, el amor es la salvación. El muchacho fornido-leñador-red neck Evan Walker ama a Cassie, así que la anda salvando, Cassie va a salvar a su hermano porque lo ama, es el amor y en un momento se afirma que es "la amistad y la esperanza lo que nos hace humanos". La película plantea una reducción a la sentimentalidad; como si dijera "no pienses, sólo siente; lo que piensas no importa, la experiencia es mala consejera, sólo haz caso a tu corazón". Lo podemos ver en un frase de Evan Walker en la peli: "El amor no es un truco, es real"...

No se trata de ser amargado y decir que el amor no puede ser una fuerza revolucionaria, pero la forma en la que es puesto en escena en la película, como un asunto individual entre dos personas o polos (Evan-Cassie, Cassie-su hermano), resulta muy limitado. Sobre todo cuando lo ponemos en relación con otras formas de amor más sociales y horizontales, como la compasión, la solidaridad y la fraternidad .

                      (Cassie mirandole el pistoletón a Evan Walker)

Para terminar, algunas cosas que se me van quedando afuera: - Los niños son "la esperanza". Bueno, también lo eran en las Cruzadas, por eso hicieron las cruzadas de niños. Su pureza innata los hace excelentes guerreros, eso lo sabe hasta el ISIS hoy en día. - The NRA (National Rifle Association) love this film. Sobre todo por las escenas de niños disparando. Esos viejos pechoños deben haber tenido sueños húmedos. - Otra enseñanza: en el futuro distópico no se folla. No, para nada.  Y sin duda hay que hacerse soldado. Si es así, no cuenten conmigo.

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Miss Hokusai (“Sarusuberi: Misu Hokusai”), 2015.

Por Ryonosuke Ozu

La película está basada en un manga hecho por Hinako Sugiura (1958-2005), una mangaka aficionada al período Edo. Fue publicado por Jitsugyo no Nihon Sha (de 1983 a 1987) en la revista Weekly Manga Sunday. Luego sería reditado (1996) en 3 tankōbon (volúmenes compilatorios) por la Chikuma Shobo Publishing Co.

El manga es hermoso, por decir poco. Presenta escenas basadas en los ukiyo-e de la época Edo, con una particular pericia. Además resalta por la disposición de las viñetas, lo que provoca un dinamismo particular pese a lo estático de las figuras representadas. Hay escenas dispuestas a media o página completa que son notables, son realmente una actualización o reinterpretación de antiguos grabados. La obra está dispuesta en pequeños episodios, y asimismo fue llevada al animé.

Miss Hokusai o “Sarusuberi: Misu Hokusai”, fue dirigida por Keiichi Hara, quien ya había hecho muchas películas de la serie Chin-shan, además de Summer days with Coo (2007) y Colorful (2010). (No las he visto aún, pero tienen buena crítica).

El animé se centra en Oei Hokusai, hija de Katsushika (Aka: Tetsuke) Hokusai (1760-1849), el conocido artista japonés autor de ukiyo-e durante el siglo XIX. El ukiyo-e o “pintura del mundo flotante“ se desarrolló en Edo (hoy Tokyo) durante un periodo en el que el poder militar estaba en manos de los shogunes (el último de ellos sería Tokugawa), y el país se encontraba aislado del resto del mundo. Al parecer, el nombre sugiere tristeza (uki) y vida (yo). Luego emergió otro concepto que significaba “flotar”: uki. Así, en lugar de connotar tristeza, ukiyo se llegó a asociar con los placeres momentáneos y terrenales de la clase media emergente de Japón. Algunos artistas hacían impresiones de madera, que eran una alternativa económica que facilitó que cualquiera tuviera acceso a estas pinturas, conocidas como nishiki-e. Las pinturas necesitaban de la colaboración de varias personas: un publicista, que financiaba el proyecto; un artista que diseñaba la imagen; y talladores de madera e impresores que lo reproducían, en una rudimentaria división del trabajo. Habría que destacar que algunos grabados llegaron a Europa, donde influyeron a Impresionistas como Monet o Renoir y a otros artistas como Degas, Gauguin, Klimt, Franz Marc, August Macke, Manet, y van Gogh.

La película, ambientada en 1814, durante la era Bunka, antes de la caída del shogunato de Tokugawa, tiene momentos particularmente bellos, pero otros muy flojos. Se le hace difícil mantener el ritmo, una cohesión narrativa, lo que igual se podía lograr a pesar de su carácter fragmentario, pero ciertas escenas hacen que valga la pena verla. Hay varias escenas en las que se muestra una imagen por varios segundos. Es un recurso cinematográfico. Se muestra el paso del tiempo, literalmente. Sin duda alguna, la música es lo más débil de la película. Suena muy ajena a los requerimientos temáticos y compositivos de la peli.

Oei como personaje es fuerte y decidida. Fuma, tiene sentido práctico, ambición. Dedicada. Es una chica fuerte. Pero es torpe en lo amoroso. Sus dibujos no tienen sensualidad, no hay carne en ellos, puesto que no tiene conocimientos sobre la pasión, sobre la carne de los amantes.

En otras escenas aparecen dragones, como la aparición de lo fantástico, a la vez del uso de dibujos como otro registro, diferente al del animé. Los dibujos japoneses de la época, ukiyo-e, son una traducción del mundo de aquél período, determinados por condiciones materiales y técnicas. Asimismo, el animé es otra traducción del mundo, igualmente determinado por condiciones técnicas, por ciertas condiciones de reproducción. Lo interesante es que, al ponerlas en escena, ambas se complementen (como puede apreciarse en películas como La Princesa Kaguya o Pompoko, por ejemplo) y sea posible apreciar, en una sola imagen, la tradición y lo contemporáneo. Estos japoneses no niegan su pasado, sino que lo traen al presente, pues es el pasado lo que los constituye en el presente. O bien, una forma de resaltar el presente –darle una lectura –es justamente en su contraste con el pasado.

En otra historia, van a dibujar a cierta cortesana. Cuentan historias de terror, como sucede en el Genji Monogatari o en esas historias donde los personajes han de contar historias de terror mientras están encerrados en una habitación. Hay referencias a historias típicas del folklore japonés. Como en otra historia, donde que trata de un panel maldito que hay que exorcizar dibujando en él una imagen de Buda.

Oei va a ver casas incendiándose. (¿Como imagen del orgasmo? Diría algún sicoanalista) Y comenta: “Ver a los bomberos pelear contra la casa en llamas, ver aquella bola de fuego de ikebana florecer en el cielo, verla morir es un sentimiento indescriptible que simplemente me deja sin palabras”.

Otras frases de la película: Hokusai, respecto a otro artista: “es bueno dibujando mujeres, a veces incluso creo que es mejor que yo, pero en lo que respecta a hombres, sólo puede imitar mis dibujos. Ese idiota traiciona a la pintura aislando sólo ese punto”

La pequeña hermana ciega de Oei, Onao: “hermana, cuando muera iré al infierno. Y en el infierno, mi trabajo será cargar piedras para Ojizou-sama. Oei: “¿Por qué?” Onao: “¿A qué te refieres con por qué? Porque así es como es. No hay nada que puedas hacer al respecto.”

Originalmente tenía como 50 imágenes elegidas para colocar en este post. me he decantado por sólo algunas. Es una buena peli, pero si uno la ve con niños, habría que explicarles ciertas cosas sobre el mundo de los adultos. De todos modos, verla es ideal para tardes de domingo.

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Sobre gatos. Algunos gatos de Buenos Aires, parte uno.

Por Pol Rivéry

Desde que llegué a Baires me ha parecido extraña la utilización de la palabra “Gato” como insulto. Y su particular uso en el caso de cuando se aplica a una mujer.

Aún así, confieso que me gustan los gatos. A veces me da por pensar en una frase atribuida a Jorge Luis Borges:

Nadie cree que los gatos son buenos compañeros, pero lo son. Estoy solo, acostado, y de pronto siento un poderoso brinco: es Beppo, que se sienta a dormir a mi lado, y yo percibo su presencia como la de un dios que me protegiera. Jorge Luis Borges  [según cita Carlos Monge, de una entrevista con el escritor a principios de los años 80]

También pienso en una fantástica pero trágica carta que escribió Hemingway sobre uno de sus gatos:

Querido Gianfranco:

Justo cuando estaba terminando de escribirte, y me disponía a poner la carta en el sobre, Mary bajó de la Torre y dijo: “Algo terrible le ha sucedido a Willie” Salí y encontré Willie con sus dos patas derechas rotas: una en la cadera, la otra por debajo de la rodilla. Un coche lo debe haber arrollado o alguien lo golpeó con un palo. Había recorrido todo el camino a casa con las dos patas a un lado. Era una fractura múltiple con mucha suciedad y tierra en la herida, con fragmentos sobresalientes. Pero él ronroneó y parecía seguro de que podría arreglarlo. Pedí a René conseguir un tazón de leche para él y René lo abrazó y le acarició, Willie estaba bebiendo la leche mientras yo le disparé en la cabeza. No creo que haya sufrido porque sus nervios estaban totalmente destrozados, lo que explica por qué sus piernas no habían empezado a doler de verdad. Monstruo quiso dispararle por mí, pero yo no podía delegar la responsabilidad o dejar que Will se diera cuenta que alguien lo estaba matando… He tenido que disparar gente, pero nunca nadie que conocí y amé por once años. Tampoco a nadie que ronroneaba con dos piernas rotas.

Yo he encontrado algunos gatos. Les he sacado fotos y quería mostrarlas en algún sitio. Este lugar parece adecuado.

(cerca de Warnes, Baires. Un vigilante anaranjado)

(Esta dormilona también es de Warnes. Casi puro pelo, muy amistosa. Actualmente está jubilada, ya no labura en el local, según me contaron sus dueños, sino que vive en un departamento donde se la pasa durmiendo feliz y contenta. A sus 14 años ya era necesario.)

(Otro más de Warnes. Huraño. pero fotogénico)

Confieso que cuando encuentro un gato en la calle, me acerco lentamente e intento acariciarle. A veces se dejan, otras veces no. Cuando lo logro y toco su pequeña cabeza y siento su calidez, la pequeña maravilla de sus orejas peludas, el leve rumor de sus ronroneos, me siento bendecido por una deidad antigua, olvidada hace mucho, como si fuese observado por un viejo dios felino que ve en mí a uno de sus adeptos. Y puedo continuar mi camino bajo su protección, bajo su atenta mirada. Los acaricio como si fuera un pequeño rezo.

Cuando no se dejan o huyen, creo haber ofendido a ese dios. Y me parece un mal presagio. Soy un tipo práctico, pero esa especie de pequeños momentos son como un vistazo a una época anterior, basada en el animismo.

Quizás sea un vistazo a Bubastis, a aquel sitio donde los gatos eran dioses, como decía Constantino Kavafis, poeta griego.

El gato

El gato para la gente común es antipático. Magnético y misterioso cansa sus frívolos      espíritus; y sus graciosos modos ellos no estiman.

Pero es el alma del gato su orgullo. Su sangre y sus nervios son la libertad.     Nunca son serviles sus miradas. En los siempre secreto de sus pasiones,     en la limpidez, en la calma     y belleza de sus actitudes, en la sobriedad de sus manifestaciones, cuán delicada pureza de sensaciones se encuentra. Cuando los gatos se entregan a la ensoñación o duermen     los rodea la frialdad de la visión.    Acaso entonces vagan a su alrededor

fantasmas de antiguos tiempos. Quizá la visión los conduce a Bubastis, donde sus templos florecían, y donde el culto de Ramesos los coronaba, y cada movimiento de ellos eran augurios para los sacerdotes. (1891)

[exterminiocucaracha]

El chino

Por Pol Rivéry

Hay un chino cerca de mi casa. Por un “chino”, entendemos que se trata de una tienda que comercia abarrotes y alimentos, bebestibles y verduras, ese tipo de cosas. La gente suele decir “va a cerrar el chino” o “el chino está abierto”, para referirse a lo que sucede con el negocio. La oferta es variada y no se diferencia mucho de la de alguna cadena de supermercados de bajo perfil.

El chino suele ser una instancia laboral un tanto caótica. Hay que aprovechar el espacio, así que los distintos productos se arriman en estanterías repletas, en un caprichoso orden que a veces a uno lo hace pensar más en alguna suerte de complicado algoritmo que simple lógica. Al fin de un pasillo se amontonan los papeles higiénicos cerca de un montón de quesos, que por alguna aproximación formal alguien podría confundir, con jocosos resultados. El fernet es, por excelencia, lo que nunca puede faltar en uno de estos establecimientos, junto con cervezas y vinos, pues apenas llegados estos orientales comprenden el gusto local y se abastecen para satisfacer la demanda de la sed de los locales, que, un tanto más tímida que la de sus congéneres latinoamericanos, igualmente resulta ser un buen negocio.

En el chino –mini mercado ambicioso cuyos propietarios y anfitriones suelen ser, claro está, de nacionalidad china –el padre de familia las oficia de administrador bien por ser el pater familias o un shogun asilvestrado que, entre ademanes y gestos, parece entablar una seria gesta por sacar adelante el negocio familiar. No es extraño que discuta. Pero, como los latinos poco y nada entendemos de aquellos sonidos, sus exabruptos bien parecen ser instancias que nos acercan a cierto interés antropológico de relativa importancia. ¿Qué diablos está diciendo? Suele susurrar, por ahí, alguien. Aunque basta contemplar un poco la escena para comprender, por una suerte de universalismo de los gestos, que sólo se trata del señor de la casa ordenando un poco a su tropa. Las tropas del shogun de turno, suelen ser sus hijos, y por las tropas nos referimos a sus empleados. Son muchachos imberbes de edad indefinida, espigados y melancólicos, de entre 12 a treinta y tantos años, que, quien sabe uno por qué tipo de pacto con quizás qué tipo de entidad cósmica oriental, se conservan sin mayores cambios después de la pubertad por un largo lapso de tiempo.

En ocasiones quien ordena, manda, dirige y, por tanto, grita, es una mujer. Vaya uno a saber si es porque el shogun ha sido derrocado en un cruel ajuste de cuentas matrimoniales o por el auge de la mujer en la sociedad moderna, el caso es que es la mujer, entonces, la que se pasea con cajas y libretas, ordena estantes y se dirige a sus subordinados con, a menudo, un tono de voz increíblemente desagradable que a uno lo deja pensando en qué diablos habrá hecho el pobre chino, ahí, atrincherado tras el mostrador sacando cuentas, para merecer semejante castigo.

De todas maneras, este tipo de establecimiento es sin duda parte de un tipo de plan de dominación mundial por parte del gran país de oriente. O casi. Distintas nacionalidades se dan cita como subordinados del gran imperio celeste. Ahí está, por ejemplo, el verdulero boliviano o peruano o chileno o argentino o paraguayo o de quizás de donde sea el pobrecito. Porque el verdulero del chino requiere un capítulo aparte, aunque es sólo un decir pues este texto ya es de por sí breve. En fin, el verdulero parece estar más condenado a trabajar ahí que otra cosa. Con la mirada perdida, sentado en su banquillo, esperando y esperando a que a alguien se le antoje, por casualidad o por mera piedad, sacarlo de su aburrimiento para pedirle un zucchini o un kilo de papas o uno de tomates, de los de arriba, de los que están bien maduros, que no sean del fondo. Y entonces ahí, como un antiguo coloso de alguna civilización andina perdida, el verdulero se despereza, aprovecha de estirarse y de paso, cumplir con sus labores. Nadie va a hacer un monumento para el verdulero del chino, sería una especie de pensador de Rodin apócrifo, melancólico más que pensativo, quizás en que parte de los Andes se quedó petrificada su mirada en aquella tediosa espera.

Punto aparte son los compradores del establecimiento. Todos distintos, quejándose de la lluvia, del calor, de que salió el sol o que volvió a nublarse. Podría decirse que para quejarse basta mirar al cielo. Uno que otro intenta comentarle algo al chino, pero la brecha idiomática es tal que tales interacciones no pasan más allá del eterno pedido por parte del oriental por monedas o un billete de 2 pesos al pagar, ya que tener cambio siempre es algo que se agradece. La sempiterna viejecita aparece de vez en cuando para contar monedas, una a una, sacando a veces una ficha o una moneda antigua o un centavo, cualquier cosa menos el peso que le acaban de pedir.

El súper chino viene a ser entonces, un espacio aparte. Una extrañeza. Para los porteños, acostumbrados a un Buenos Aires mutante, cambiante, estrafalario y a ratos insoportable, la aparición del chino fue un suceso de poca importancia. Un negocito más, un acento más que se sumaba a la torre de babel bonaerense.

[exterminiocucaracha]

Siria, Palestina y la imagen del mundo

Por Pol Rivéry

Digamos que lo oí en un café. Dos tipos hablaban sentados ante una mesita.

Creo que lo que pasa es que Siria queda muy lejos, me cuesta desarrollar empatía con un conflicto que me parece tan lejano. Palestina también queda lejos. Son miles de kilómetros.

Yo he posteado un montón de noticias. ¿No has visto mis posteos en facebook?

Sí, pero me cuesta creer en esos videos. Me parecen engañosos, como que pueden decir cualquier cosa

Sí, es una mala escena, lo reconozco. Pero nos permite comenzar a pensar un poco. La lejanía o la cercanía son cuestiones relativas. Más aún, dentro de la esfera de lo que podemos llamar lo real, podemos tener un sueño, un recuerdo, imágenes varias como cosas cercanas. Podemos ser próximos a una generación. Las coordenadas de tiempo y lugar se vuelven no tan confiables como creíamos.

Me cuesta creer -al ver Facebook -que conocidos a los que apenas oí hablar o siquiera aparecer en instancias políticas en la universidad, por ejemplo, o en el colegio, de pronto en sus perfiles muestren su cercanía y opinión al respecto de la guerra en Siria, las relaciones sionistas - palestinas o el conflicto chileno-mapuche en la Araucanía, por mencionar algunos. “La gente cambia”, diría alguien. Sí, pero creo que es más una forma de utilizar dichas energías políticas, de sintetizarlas en imagen y texto, logrando una pequeña satisfacción. En otras palabras, hay un uso de estos conflictos para expresarse políticamente en el espacio de Facebook, durante unos minutos a la semana y con ello alejar la culpa de no hacer otras actividades al respecto, lo que demandaría más tiempo o salir de casa.

Hay que pensar que en nuestras democracias neoliberales el tiempo de la actividad política de una persona se supone restringido a un día cada cierta cantidad de años. Es el día político –podría llamarse –, el día de las elecciones, parlamentarias o presidenciales. Es en ese día donde se ejerce el que se supone es el acto político por excelencia, puro e higiénico, fácil y rápido (al menos en los noticieros), al igual que como sucede con la caca en el wáter, el voto desaparece en la urna. Ya está, ya hice la rayita, doblé el papelito y lo metí. Ya no es responsabilidad del votante, sino que de otro. Ya me limpié/expié de la culpa de no ejercer el voto.

Como lo que ocurría en “La guerra del golfo no ha tenido lugar”. En realidad, los conflictos mundiales no suceden en un lugar, sino que suceden bajo la forma de múltiples imágenes. Suceden según cómo nos son narrados, por lo que lo que llamamos “la verdad” sería hija del poder mediático. Realmente, es difícil hacerse una imagen certera del asunto. Vemos a los niños mutilados de Palestina, los cadáveres en Siria, las luces iluminando el cielo de la guerra del golfo –la guerra que inauguró las guerras televisadas en vivo –, pero es complejo ver más allá de las representaciones, del simulacro. Aún más, lo terrible es acostumbrarse a esas imágenes por verlas repetidas hasta el hartazgo en medios de comunicación y en redes sociales, por su parecido con las películas sobre catástrofes y guerras. Entonces, la catástrofe es permanente, está siempre ocurriendo, pero llega a nuestras habitaciones contenida, literalmente, por las múltiples pantallas de los distintos aparatos que vemos durante el día.

Recuerdo que mi hermano, poco después de recibirse de medicina, se compró una Play 3. Le gustaban los juegos de FPS, First Person Shoters, los simuladores de combate de soldados, Battlefield, Medal of Honor, Call of Duty, entre otros títulos. A veces llegaba luego de trabajar y se ponía a jugar un rato. En su trabajo curaba heridas, arreglaba cuerpos sangrantes; y en sus ratos de ocio jugaba a dispararle a otros seres humanos virtualizados. Podría decirse que la empatía de mi hermano se suspendía al momento de jugar videojuegos, asimismo como debía hacerlo al momento de cortar la carne de sus pacientes o trepanar sus huesos con un taladro: demasiada empatía con el otro lo llevaría al error, a preocuparse sobre si le causa daño o algo así. La mirada médica, condicionada por la técnica no ve en la carne o el hueso a la persona, ve información, tejidos que, como las piezas de un automóvil, por alguna fuerza exterior o anomalía interior se ven incapaces de funcionar normalmente.

Resumiendo: al conflicto en sí no tendremos acceso. Aunque estuviéramos esquivando balas en Siria, Palestina o dónde sea, sólo tendríamos una visión sesgada del asunto. Las fotos o grabaciones que se suben a internet o que podemos ver en noticieros son registros sesgados, condicionados por medios técnicos, editados para llegar a cierto efecto. Por ejemplo, las mismas imágenes usadas por un noticiero de televisión abierta en Chile son tratadas de manera muy distinta por canales como la cadena de noticas Rusia Today o Telesur. Las imágenes son engañosas, como los recuerdos, no suelen acercarnos a la verdad ni a lo real. Una imagen puede valer más que mil palabras, pero no soportar el peso de miles de palabras que dicen algo sobre ella. En relación con el arte contemporáneo: En nuestros días, los textos, sean curatoriales o los que acompañan a las obras, son parte de la obra, incluso, hay obras que consisten en un texto. El texto es tan importante como la obra misma. La acompaña, conduce la lectura de la misma, señala al espectador qué mirar, qué ver, en qué fijarse, hacia dónde ha de mirar, cuáles son las características políticas de la misma. Su falta sería muy parecido a ver imágenes de catástrofes o de conflictos bélicos sin texto o voz que explique lo que sucede. ¿Qué se ve? ¿Una película? ¿Un videojuego, un videoclip, un comercial? Recuerdo que la guerra de Irak salía en el noticiero. Mostraban bombardeos nocturnos. Puras lucecitas fosforescentes que pasaban de un lado a otro o caían desde el cielo, causando explosiones. A ratos, uno creía estar viendo un comercial conceptual o un videoclip estrafalario. O un remake sicodélico de algún juego de disparos de Atari.

Además del gesto político que pretende conseguir quien sube a su perfil de Facebook ese tipo de imágenes, creo que lo que en realidad se quiere dejar ver es la mirada misma, la mirada propia, el modo de ver de cada uno. Algo así como Deseo que los demás vean mi mirada. Lo interesante sería pasar de la mirada, ir del ojo a la mano y de ésta a la puerta, abrirla, salir al mundo. Pasar de etiquetar las imágenes a vivirlas, pasar del me gusta al me indigna, pasar del cinismo de “así está hecho el mundo, es inevitable” a frases que aún no logramos articular, pero que balbuceamos a veces al observar el horror de la muerte en la pantalla. Porque un cuerpo muerto sí que es real.

[exterminiocucaracha]

Notas para unas memorias sobre el acto de trotar

Por Pol Rivéry

Mientras corro, simplemente corro. Como norma, corro en medio del vacío. Dicho a la inversa, tal vez cabría afirmar que corro para lograr el vacío. Y también es en el vacío donde se sumergen esos pensamientos esporádicos. Es lógico. Porque en el interior de la mente humana es imposible lograr el vacío absoluto. El espíritu humano no es ni tan fuerte ni tan consistente como para poder albergar el vacío absoluto. Sin embargo, esos pensamientos (o esas ideas) que penetran en mi espíritu mientras corro no son, en definitiva, más que meros accesorios del vacío. No son contenido, son pensamientos generados en torno al eje de la vacuidad. (Haruki Murakami, De que hablo cuando hablo de correr, 2010)

Hace algún tiempo he vuelto a trotar. Lo tenía abandonado, como quien deja de fumar o algo así. He corrido, a intervalos irregulares, más menos desde que tenía unos 14 años, creo. Ahora tengo 30. Solía trotar en el relave de una vieja mina abandonada que quedaba cerca de mi casa, en una ciudad satélite a las afueras de Santiago. Me gustaba trotar ahí porque no había nadie y porque el relave, lleno de una arena que se volvía fangosa y brillante con la lluvia, era como un lugar marciano, más parecido al suelo lunar que a otra cosa. No crecía nada. Aún hoy no crece nada.

Una vez, en mi eterno dar vueltas en ese sitio, encontré el cadáver de un zorro. Le saqué algunas fotos. En los días posteriores, al parecer el cadáver fue destazado por perros. Al final, el zorro sólo fue un pellejo reseco que no tardó en perderse arrastrado por el viento. Cada cierto tiempo encontraba cadáveres de perros. Creo que los iban a botar ahí. Encontraba blancos esqueletos de conejos y de pájaros que examinaba con interés forense. Una vez encontré un tiuque joven. Tenía una fina línea de sangre en el rostro. Salvo eso, parecía dormido. Recordé viejas historias sureñas sobre brujos que tenían forma de pájaro, que al enterrar sus cuerpos entregaban buena fortuna –a cambio de cosas terribles –, aunque lo que me llevó a detenerme y cavar un agujero fue pensar que ese tiuque, noble animal, había cazado ratones en vida, y su cuerpo iba a ser devorado por alimañas rastreras. Así que lo enterré y le puse varias piedras encima. Su pureza de habitante del céfiro y de cazador no sería mancillada.

Eso fue hace años. Ahora vivo en Buenos Aires. Troto alrededor del Parque Chacabuco. Ya no encuentro cadáveres de animales. Doy vueltas y vueltas, a veces sólo caminando –tengo un leve lumbago, señal de que he los años no pasan en vano (“usado estaré, pero no viejo”, dirían mis mayores) –rodeado de gente anónima a la que a veces, por ir casi todos los días, reconozco. Ese sentimiento de soledad rodeado de gente es una de tantas experiencias de la modernidad, me digo.

El asfalto es muy distinto al relave al que estaba habituado. Prefiero ir en las mañanas, cuando puedo. Casi no hay gente, muy pocos paseando a sus perros de ciudad –extrañísimos animales civilizados que viven en departamentos, se detienen ante los semáforos y me parecen tan neuróticos como sus dueños – y menos ruido. Además, la luz azulina del amanecer tiene una particular forma de dar color a los árboles que me recuerda los eucaliptos que estaban cerca de mi casa en Santiago. A ratos, puedo estar solo como antaño.

A veces troto en una pista atlética al interior del parque. Doy varias vueltas. Aproximadamente tres cada 10 minutos, que se van extendiendo a medida que avanzo en el tiempo. A veces está llena, sobre todo los fines de semana. Pienso en un espectador extranjero o marciano que viera a toda esa gente trotando, dando vueltas alrededor de la pista a diferentes ritmos. Pienso que ese espectador preguntaría quizás “¿A dónde quiere ir toda esta gente? ¿Por qué trotan en círculos, si no van a ninguna parte? ¿Es que no se dan cuenta?”. Creo que una respuesta sería que no intentan llegar a un lugar, sino que a una sensación. Al cansancio, al entrenamiento, al cuerpo soñado, a la delgadez, a la sensación de romper los propios límites anteriores del cuerpo, a una mejora temporaria de la propia resistencia, a la “salud” mentada por los medios, a un modo de vida publicitado por doquier. Quieren llegar a lo que ven en televisión, a la paz mental, a la imitación de modelos como quien consume objetos.

Quizás por eso he comenzado a trotar de un modo que a veces me gusta llamar Zen. Tan lento como puedo, sin forzar nada, sin apresurarme, sin ponerme ansioso porque los demás me pasan, ignorando su presencia. Tan lento que prácticamente no me agito. Respiro por la nariz todo el rato, contraviniendo las normas del trabajo aeróbico que se supone significa trotar. No sé si se trabajará menos el corazón o algo así, si será contraindicado, si es la negación del ejercicio o algo así. Pero es extremadamente calmo, y me lleva a un cansancio leve, muy parecido a la sensación que deja la meditación o la lectura prolongada. En otras ocasiones troto  lo más rápido que puedo y el resultado es parecido. La velocidad, me digo, es relativa en relación al tiempo y el cansancio.

Aun así, no creo ser capaz de contestar la pregunta del espectador marciano. Pero esbozaría la posibilidad de buscar el vacío. Sí, diría algo sobre el vacío. Algún juego de palabras tautológico. Algo que sonase inteligente. Aún mejor: escribiría un libro.