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grantthedrifter · 5 months ago
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Capitulo 2 — Dogs don't trust easy.
ㅤㅤㅤㅤ"𝐿𝑎 𝑒𝑚𝑜𝑐𝑖𝑜𝑛 𝑚𝑎𝑠 𝑎𝑛𝑡𝑖𝑔𝑢𝑎 𝑦 𝑚𝑎𝑠 𝑓𝑢𝑒𝑟𝑡𝑒 𝑑𝑒 𝑙𝑎 ℎ𝑢𝑚𝑎𝑛𝑖𝑑𝑎𝑑 𝑒𝑠 𝑒𝑙 𝑚𝑖𝑒𝑑𝑜, 𝑦 𝑒𝑙 𝑡𝑖𝑝𝑜 𝑚𝑎𝑠 𝑎𝑛𝑡𝑖𝑔𝑢𝑜 𝑦 𝑚𝑎𝑠 𝑓𝑢𝑒𝑟𝑡𝑒 𝑑𝑒 𝑚𝑖𝑒𝑑𝑜 𝑒𝑠 𝑒𝑙 𝑚𝑖𝑒𝑑𝑜 𝑎 𝑙𝑜 𝑑𝑒𝑠𝑐𝑜𝑛𝑜𝑐𝑖𝑑𝑜."
ㅤㅤㅤㅤㅤ—𝐇. 𝐏. 𝐋𝐨𝐯𝐞𝐜𝐫𝐚𝐟𝐭.
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ
El motor de la vieja camioneta de Victor rugía, tragándose los kilómetros de la carretera con un ritmo, para su sorpresa, firme y constante. El interior olía a tabaco, cuero y a algo metálico que Grant no supo identificar.
Victor, que no había dejado de fumar desde que dejaron el estado de Nueva Jersey, estiró el brazo y subió el volumen del destartalado estéreo que, al igual que el motor, se rehusaba a dejar de funcionar.
Grant lo miró de reojo.
—Esto sí es música, no la basura que escuchan los mocosos hoy en día —llevaban más de media hora en la carretera y no habían cruzado más de un par de palabras—. Allman Brothers. Midnight Rider. Vamos, Grant. Es un clásico, una obra maestra.
Grant lo ignoró y Victor continuó tarareando la canción, repiqueteando los dedos contra el volante. Estaba acostumbrado a tratar con adolescentes; la actitud de Grant no lo sorprendía en absoluto.
—¿Siempre fumas tanto? —se quejó el muchacho, e irónicamente, se atrevió a tomar un cigarro de la caja que Victor había dejado sobre el tablero.
—Antes fumaba más.
Grant sopló el humo por la ventana y miró a través de ella. Los postes de luz pasaban como fantasmas sin rostro, y el viento le golpeaba la cara, despejándolo de su desconfianza momentánea.
—¿Y entonces qué? ¿Vas a enseñarme a golpear a los tipos malos hasta que suelten sus cosas de valor?
—¿Tipos malos?
—Dijiste cazar monstruos.
—Oh, no era una metáfora. Fue literal.
Victor torció una pequeña sonrisa, como si la inocencia de Grant le causara una extraña la ternura. El muchacho lo miraba impaciente.
—¿Quieres saber qué vas a aprender? Bueno, te contaré una historia. Hace muchos años, un muchacho de 18 años entró a un bar en Ohio buscando pelea. Este muchacho creía que era invencible porque había crecido en un barrio peligroso donde, si no le rompías la nariz a alguien, te la rompían a ti. El problema fue que había elegido el bar equivocado.
Grant no dijo nada. Aunque no mantenía el contacto visual, su atención estaba completamente sumergida en la historia de Victor.
—El muchacho había entrado a un bar de cazadores, y entre todos los hijos de puta que estaban ahí, había uno que ya lo había visto antes y sabía qué había en su sangre.
—¿Ese muchacho eras tú?
Victor hizo un silencio y pareció dudar en si decirlo o no, pero finalmente lo soltó.
—No, ese muchacho no era yo —confesó, con una especie de nostalgia bailando entre sus palabras—. Pero ese muchacho se convirtió en un gran cazador, al menos cuando no dejaba que su propio temperamento lo metiera en problemas. Tú... Tú tienes su misma mirada.
Grant se removió en el asiento. Un escalofrío recorrió su nuca y no pudo evitar fruncir el entrecejo, recordando las palabras de su abuelo: "luces exactamente igual a él."
—Bonita historia. ¿Y qué pasó con el muchacho?
Victor lo miró de reojo.
—Aprendió a cazar y a elegir sus batallas.
Grant bufó, incrédulo. ¿Acaso se había subido al auto de un lunático en plena crisis psicótica? ¿Cazar monstruos? ¿Que clase de alucinógenos consumía?
—Fantástico —ironizó, entre dientes.
Victor no reaccionó ante la burla, aunque la esquina de su boca se curvó levemente hacia arriba.
La carretera seguía su curso, pero la sensación de que algo mucho más grande que ellos los esperaba al final del viaje comenzaba a asentarse en el aire denso de la camioneta.
—No me crees, y no te culpo. Mira... —Victor abrió la guantera y, con un gesto, le indicó a Grant que tomara el mapa doblado que estaba allí. —Tenemos una hora hasta llegar a nuestro destino. Seguiremos por la Ruta 80 hasta Pensilvania, y luego nos dirigimos a los Montes Pocono.
Grant estudió el mapa con suma atención mientras Victor se acomodaba en su asiento.
—¿Montes Pocono?
El rugido del motor, el viento colándose por la ventanilla, el mapa rayado con marcador, la canción de los Allman Brothers... Todo formaba una atmósfera rutinaria de la que Grant era completamente ajeno.
Sus grandes y curiosos ojos volvieron a la guantera, y de allí sacó lo que parecían ser recortes de periódicos:
"DESAPARICIONES EN LOS MONTES POCONO:
Excursionistas desaparecen sin dejar rastro."
El aire parecía volverse más denso, como si las mismas montañas los estuvieran absorbiendo.
—Hay algo extraño en esos bosques, y no hablo de algo físico. Todo el tiempo es como si alguien estuviera... vigilándote.
Grant lo miró de reojo, aún incrédulo, pero Victor estaba absorto en sus pensamientos.
—¿Has oído hablar de los wendigos?
—Eh, una leyenda sobre caníbales que se convierten en monstruos o algo así...
—Exacto.
Grant frunció el ceño.
—¿Has oído hablar de... los osos? ¿Verdad? —su tono era ligeramente burlón, como si estuviera diciendo una obviedad.
—Los osos negros generalmente son reacios a los humanos. Hay algo extraño en ese bosque, Grant.
—Y crees que es un wendigo. No un oso.
Victor asintió y miró a su copiloto.
—Está bien si crees que es un oso. Iremos y lo veremos con nuestros propios ojos, pero te advierto, Grant: sea lo que sea que encontremos, tienes que estar preparado para lo inesperado. En este trabajo, no todo es lo que parece.
La camioneta avanzo bajo la luz tenue de la tarde. Grant observaba el mapa, pero su mente no dejaba de ir a otras partes, a los recuerdos del correccional, a la vida que había dejado atrás. Recordó a sus abuelos en Alaska y las visitas a su madre en el hospital. También, recordó a Frank, y el recuerdo se sintió como un intruso, un invitado no deseado en su propio subconsciente.
Victor mantenía el silencio, y Grant aprovechó la oportunidad para cambiar la estación de radio.
—¿No vas a preguntar nada más? —cuestión Victor, con la mirada fija en la carretera.
Grant se encogió de hombros.
—¿Qué quieres que te pregunte? Todo esto es una locura. Ni si quiera se que hago aquí en primer lugar.
Victor dejó escapar un suspiro, pero sin perder la calma. Se recostó un poco en su asiento, mirando la carretera que se estiraba ante ellos.
Estaban mas cerca.
—La gente como tu, que ha crecido con un velo que los separa de este mundo, no lo entiende. Y no entiende porque simplemente no está hecha para entender. Un niño cree cualquier cosa, pero un adulto cuestiona todo. Es difícil quitarse el velo cuando tienes tu edad, tu mente se aferrara a la logica y buscara explicaciones que se acomoden a lo que sabes hasta ahora, lo que has visto y vivido... Es su forma de aferrarse a la cordura, porque sino, sientes que pierdes la cabeza. Pero te aseguro, esto es real, Grant. A veces, hay cosas que nos miran en la oscuridad, cosas que no deberían existir, y los wendigos son una de esas cosas.
Grant apretó los dientes, sin saber si lo que sentía era miedo, rabia o algo más.
—¿Tu de verdad crees que un "monstruo" está acechando y no un oso?
Victor no contestó de inmediato. En su lugar, hizo una señal con la mano, indicándole a Grant que mirara por la ventana.
A lo lejos, una figura grande se deslizaba entre los árboles. Tenía las extremidades desproporcionadamente largas, casi confundiendose entre las ramas. Fue un parpadeo, y la cosa desapareció entre la densidad de los arboles, pero para Grant fue suficiente.
Pestañeo muchas veces y su estómago se revolvió. ¿Que era eso? ¿Un ser humano?
—¿Viste eso? —preguntó Grant, agitado, sin poder contener la tensión en su voz.
Victor sonrió levemente.
—Te lo dije, Grant, no todo es lo que parece.
La respiración de Grant estaba notablemente más nerviosa. Lo que sea que había visto, lo había asustado. Y asustarlo no era cosa fácil.
Ahora, su expresión era una mezcla de miedo y confusion. Si esa cosa era lo que Victor decía que era, entonces estaban yendo a una misión suicida.
—No tiene sentido—insistió.
Victor suspiró.
—Escuchame, Grant. Hay cosas que van mas allá de nuestro entendimiento. Son cosas que escapan de la lógica y la razón. Conmigo verás cosas que harían al más obstinado científico replantearse el origen del universo.
Grant apretó los dientes, frustrado, negando con la cabeza. Intentó digerirlo, pero no pudo. La idea de que Victor detuviera el auto y tener que enfrentarse a eso lo hizo sentirse enfermo.
—Deberiamos irnos. Eso... Esa cosa no debería estar aquí, y nosotros tampoco.
Victor le lanzo una mirada penetrante, firme.
—Controla el miedo, Grant. Lo que estás por vivir es tan real como tú y yo, y de ahora en más, tal vez esta sea tu única realidad.
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grantthedrifter · 5 months ago
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ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ[ ᴍ ᴇ ᴍ ᴏ ʀ ɪ ᴇ s ] ↴
Capitulo 1.
𝑾𝒉𝒆𝒏 𝒕𝒉𝒆 𝑺𝒕𝒓𝒂𝒚 𝑫𝒐𝒈 𝒎𝒆𝒕 𝒕𝒉𝒆 𝑯𝒖𝒏𝒕𝒆𝒓.
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ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ"𝐴𝑛𝑑 𝐼 ℎ𝑒𝑎𝑟𝑑 𝑜𝑛𝑒 𝑠𝑎𝑦,
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝑦𝑜𝑢 𝑡ℎ𝑒𝑟𝑒,
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤㅤ𝑔𝑖𝑣𝑒 𝑦𝑜𝑢𝑟 𝑙𝑖𝑓𝑒 𝑓𝑜𝑟 𝑎 𝑝𝑟𝑖𝑐𝑒.'
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ—𝑻𝒉𝒆 𝑴𝒂𝒏 𝑪𝒐𝒎𝒆𝒔 𝑨𝒓𝒐𝒖𝒏𝒅, 𝑱𝒐𝒉𝒏𝒏𝒚 𝑪𝒂𝒔𝒉.
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤㅤㅤㅤ
ㅤㅤㅤNueva Jersey.
2006.
Victor Vieri había llegado a la correccional de menores de Nueva Jersey dos horas antes de la liberación oficial del muchacho del que tanto habían hablado con Silas. Silas era un ex compañero de caza que había abandonado todo ese mundo de monstruos para dedicarse de lleno a ser un hombre simple. Ahora, el gran Silas, un excelente cazador de cincuenta y tantos, solo era un simple guardia de cárcel con una esposa regordeta que le cocinaba pies de moras cada vez que se le antojaba. Que para la mala suerte de su esposa, era bastante seguido.
Victor estacionó la camioneta en el parking y se fumó cinco cigarrillos mientras terminaba de leer el libro que había comenzado hacía casi un mes: le costaba mucho retomar el hábito de la lectura, especialmente porque siempre se encontraba muy ocupado para relajarse: si no era un nuevo caso, era su familia, sus hijos y su esposa embarazada.
Pero ese momento era ideal.
Victor tiró la colilla del cigarro por la ventanilla, dejando que el humo se disolviera en el aire cálido. Decidió que ya había sido suficiente lectura por el día, así que prosiguió a encender la radio. Tenía los ojos entrecerrados. El resplandor del sol matutino le dificultaba ver con claridad el edificio.
De repente, la puerta se abrió y Victor vio la silueta del muchacho del que Silas le había hablado. Era justo como lo había imaginado: el muchacho era ridículamente alto, y su andar era el de alguien preparado para reaccionar rápidamente a cualquier amenaza.
Le recordaba a alguien específico.
Victor se bajó de la camioneta con una rapidez que sugería que el diablo iba de copiloto, y se interpuso en el camino de Grant poniéndose enfrente. Estaba ansioso por conocerlo.
—Logan William Grant —pronunció el nombre completo de Grant con voz firme, casi como si estuviera frente a una celebridad. No se había alejado mucho del automóvil.
Grant, que caminaba a paso rápido hacia la autopista, se detuvo en seco y lo miró confundido. Con el sol de la mañana, su piel lucía pálida como el mármol.
—Mi nombre es Victor Vieri. Tú no me conoces, pero yo a ti sí, y sé que no tienes a dónde ir.
Grant apretó la mochila contra su pecho, inquieto, observando a su alrededor con desconfianza, como un perro callejero a quien se le ofrece un poco de comida después de ser golpeado de la forma más cruel e inhumana. ¿Quién era ese tipo? ¿Cómo sabía su nombre? Su instinto le decía que se alejara, pero había algo en su tono, en su seguridad, que lo hizo quedarse y reacomodar su postura a una un poco más desafiante.
A Victor no le importó.
—¿Qué quieres? No voy a unirme a ninguna iglesia, ni a una de esas sectas nuevas. Ahórrate todas tus mierdas para el próximo imbécil que cruce esa puerta, porque yo no...
—¿Acaso luzco como un pastor? —Victor rió, interrumpiéndolo, la idea le pareció tan absurda que soltó una risa burlona. Nunca había sido muy religioso, en realidad. —No. Nada de eso. No estoy aquí para darte sermones ni para perder el tiempo. He viajado muchos kilómetros para verte. He escuchado mucho sobre ti.
Logan lo miraba, incrédulo. Sus ojos estudiaban cada detalle de su rostro, su vestimenta, su automóvil...
—Ah, ¿sí?
—Sí. Escúchame, Logan. Vine hasta aquí para hacerte una oferta: te doy dos opciones. Vienes conmigo, aprendes algo útil y tal vez encuentras un propósito.
Grant lo miró, inquieto. Parecía apurado, aunque no tenía adónde ir.
—¿Cuál es la otra opción?
—Tengo dinero para ti. Te lo daré para que puedas intentar reinsertarte en la sociedad de una forma honesta o hacer lo que tú quieras con él, francamente, eso a mí me da igual. Si eliges el dinero, yo me iré, no volverás a verme; lo tomas, sigues tu camino y ves cuánto tiempo sobrevives aquí afuera con esa ayuda.
El muchacho vio cómo Victor sacaba del bolsillo de su cazadora un gordo sobre de papel que contenía, al parecer, muchos dólares dentro. Lo agitó frente a sus narices de forma provocativa. Tenía una sonrisa de grandes dientes amarillos. ¿Acaso le parecía gracioso? Grant no entendía.
—El tiempo es oro, muchacho. Toma una decisión. Tic, tac, tic, tac...
—No entiendo. ¿Cuál es la trampa?
—No hay trampa. Eres un hombre libre, y es tu decisión si quieres el dinero; volver a vivir en la calle, comiendo sobras y escondiéndote de la policía.
—¿Y qué gano si digo que sí?
Victor apretó los labios, su sonrisa aún persistía, pero no tan notoria. Grant era un muchacho duro, desconfiado. Era lógico, la vida lo había hecho así.
—Una razón para pelear. Te daré un... motivo.
Grant se cruzó de brazos, debatiéndose entre el orgullo y la desesperación. No confiaba en la gente, mucho menos en un completo desconocido, pero la verdad era que no tenía opciones. Frank lo había abandonado, al igual que sus abuelos y sus amigos. La calle lo esperaba, con todas sus trampas y peligros.
El dinero no era para siempre, y Grant... Grant estaba cansado.
Miró el sobre. ¿Cuánto dinero habría ahí dentro? ¿Cuanto tiempo le duraría hasta que se lo gastara todo? No sabía cuanto costaba un alquiler, o una simple pizza. Y además, ¿quién le daría trabajo a alguien como él?
Sus grandes ojos celestes miraron los ojos de Victor Vieri una vez más.
—¿Y qué es lo que enseñas? —preguntó finalmente, con el escepticismo que lo caracterizaba.
Victor esbozo una gran sonrisa y guardó el sobre en el bolsillo del que lo había sacado.
—A cazar monstruos.
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