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lepapelinosolepapel · 6 years
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Piel de jade
Cashamira Estermacolito es una lepapelina naturista con vitiligo de jade. Vive en un islote con su novia y se asolea desnuda. Muy pocas lepapelinas exhiben esta pigmentación, por lo que es muy admirada por las marineras que pasan despacito por su casa para darle los buenos días y alcanzar a ver el espectáculo. Ella les devuelve el saludo con una mano en ademán de princesa, pues con la otra acaricia un pavorreal rosado. Lo que las marineras no saben es que la novia de Cashamira, Jazmín, es una especie de lepapelina que de día se convierte en pavorreal y de noche asume su forma lepapelinoide. Sus tres hijas heredaron esta dualidad ornitológica y pían contentas cuando alguna marinera les avienta semillas cristalizadas de papaya para comer.
La familia es muy unida, pero ambas amantes esconden sus tragedias personales la una de la otra en pequeños cofres dentro de su casa de nácar. Cashamira me confesó que la suya contiene el origen de su vitiligo: un musgo que eventualmente se comerá su hígado. Jazmín, en cambio, posee un reloj de sol cuya sombra se atrasa medio segundo cada día y representa medio segundo más de su transformación en pavorreal. Ninguna sabe cuándo podrán revelar los contenidos de sus respectivos cofres. Por ello, suelen mirar hacia dos horizontes opuestos cuando sus secretos se vuelven demasiado pesados y las niñas duermen la siesta de media tarde.
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lepapelinosolepapel · 6 years
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Bocarosa es una pequeña isla del archipiélago de las Nomonitas. Los lepapelinos van de picnic los fines de semana, principalmente los músicos y pintores, ya que ahí nace un fruto muy peculiar llamado Panterina. Esta fruta tiene un color —al que se le denomina Anatomía— que no existe en ningún otro lugar de Lepapel. Es tal el respeto que los lepapelinos sienten por ese color que su exportación y uso comercial están prohibidos. Dicen que cuando alguien come del fruto, sus lágrimas quedan pigmentadas durante siete días con el misterioso color. Algunos científicos lo han descrito como la combinación del sabor del mango y el olor de la selva cuando llueve; como el sentimiento del verde, pero llevado al orgasmo. Sin embargo, una descripción exacta del color resulta difícil. El sabor de la fruta tampoco es tan accesible, pues es muy dulce, casi como el pilón cielo, con notas agridulces parecidas al polvo miguelito. Una mordida de la Panterina lleva invariablemente al lepapelino a un estado sensorial psicoactivo que ayuda a conectar sus corazones con sus instrumentos, si son músicos, o con sus pinceles, si son pintores. Entonces los lepapelinos sacan sus guitarras, saxofones, wiros, atriles, pinturas, bajos, micrófonos y algunas variedades de sintetizadores análogos, y disfrutan de la fruta acompañada exclusivamente con vino y ginebra. De esta experiencia me quedan muchos recuerdos, pero no sé qué me sorprendió más: si el color del sabor o tal vez el sabor de ese color que nunca había probado.
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lepapelinosolepapel · 7 years
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Crisornia
Hace 3 años perdió el brazo derecho y una de sus 2 hermanas gemelas en el incendio de su casa, pero gracias a la ayuda de su serpiente mascota ahora ya puede hacer sus que hacerles de la vida y está aprendiendo a cocinar. A su serpien- te le falta el ojo derecho y Crisornia ve por ella por que tiene 3 ojos.
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lepapelinosolepapel · 7 years
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Cómo desaparecer
Su nombre no me lo dijo, pero esta lepapelina descubrió una poderosa flauta ancestral que al tocar una nota desaparece una de sus extremi- dades, cuando toca un melodía completa desaparece por completo y aparece en cualquier otra isla de lepapel, usa guantes de oro para que sus sonidos sean más agudos y así llegar cada vez más lejos.
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lepapelinosolepapel · 7 years
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Marria papaya
Guapo lelapelino y autor del libro ̈Los secretos de la palma maximilia- na granipolia ̈. En su libro revela algunas de las propiedades mágicas que tienen sus frutos y habla un poco de las tradiciones religiosas y la cultura en San Francisca
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lepapelinosolepapel · 7 years
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Kelvin
A las lepapelinas cuando cumplen 15 años de edad las festejan en un evento donde las presentan en sociedad y hacen un ritual donde se casan con ellas mismas, hoy es la fiesta y esta es su última foto de soltera.
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lepapelinosolepapel · 7 years
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El Nuchacho más Bailador
Nuchacho imparable a sus 3 años apren- dió a bailar, a los 4 años ya había ganado el premio nacional de escultura, a los 5 fue fisicoculturista, cuando cumplió 10 acabó la carrera en astronomía con honores de su generación, a los 15 años había descubierto 2 planetas nuevos, a los 17 decidió estudiar diseño de ropapieles y creo la linea de mamelucos para la playa, se casó a los 15 años con su ex esposa Lupita y hoy en día a los 21 ya está retira- do, dejó la cafeína y está en busca de nuevas pasiones.
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lepapelinosolepapel · 7 years
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Zummy
Estos delgados honguipornis son gregarios y viven en compactas familias de tres. Se camuflajean con algunas especies de orquídea. Usan plataformas miniatura para no mancharse sus calcetines punteados, ya que sólo les crece un par para toda la vida. Son extremadamente cuidadosos y suelen evitar los lugares húmedos o polvosos.
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lepapelinosolepapel · 7 years
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Kero Kero
Los honguiporni Kero Kero son una especie endémica de las regiones más templadas de San Francisca. Aparentan bombas de chicle, pero su textura es suave, como algodón de azúcar. El viento se los lleva y es frecuente verlas pegadas a los árboles, donde conviven y se reúnen para charlar. Usan pequeños zapatitos rojos de plataforma suficientemente pesados para que no se los lleve una ventizca repentina.
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lepapelinosolepapel · 7 years
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Bodán
El honguiporni Bodán tiene la particularidad de que partes de su ropapiel son fluorescentes. Ellos adquieren los puntos negros de sus piernas a los setenta y cinco años. Viven en los charcos que se acumulan entre los arbustos. Son semi acuáticos y respiran a través de las branquias que forman su pequeña aureola azul.  
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lepapelinosolepapel · 7 years
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La Havas
Este honguiporni nace blanquito. Su piel es esponjosa y aterciopelada. Con el tiempo, las bacterias del medio ambiente forman colonias sobre su superficie, por lo que estos honguipornis portan diferente patrones dependiendo de la cepa que crece sobre él. Cuando aún no mudan su piel, esto honguipornis son altamente tóxicos, por lo que se les evita. Sus ropapieles tienen que pasar por un proceso especial para ser usado, pero hacen excelentes ropapieles para el verano.
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lepapelinosolepapel · 7 years
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Julieta Pastelini
Fue un lunes cuando compré mi boleto de barco a la bahía de Sirenelia. Eran mis primeras vacaciones después de 10 años. Recuerdo esas vacaciones; fueron mágicas. Viajé con mi  prometido y juramos volver a este lugar después de casarnos, pero toda esta fantasía llegó a su fin cuando él falleció. Ahora, después de recuperar mi alegría, decidí ahorrar para hacer este viaje sola y comprarme unas botas rosas.
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lepapelinosolepapel · 7 years
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Luisvette
Los palmingos, primos de los cosaurios, son animalitos del bosque tropical que en invierno nos ayudan a soportar las bajas temperaturas de la isla uniéndose a nuestros cuerpos como chalecos gordos. Se enredan entre nosotros cada que uno sale a pasear, y ellos son felices. Al finalizar el invierno, vuelan a sus casas para en verano iniciar su etapa de apareamiento y reproducción. El mío se llama Leonardo.
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lepapelinosolepapel · 7 years
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LUCRECIA M.A. Y LOS HOYOS NEGROS
Los hoyos negros son unas esferas que no tienen luz ni color y son comestibles, como una rocaleta. Tienen siete capas:
La primera es negra como el alma de un gato, sin brillo; el negro más puro del universo. Ni cuando cierras los ojos lo puedes ver, ni siquiera en tus pesadillas más desesperantes. Esta capa se chupa como una paleta. Se dice que se necesitan 3,000 chupadas para llegar a la siguiente capa. Sabe a uva fermentada.
La segunda capa es rosa pastel y huele a vainilla. A esta la debes morder. Tiene una textura similar a las galletas y su superficie está cubierta de chispas de cheesecake.
La tercera capa es como carne de conejo; muy rica y jugosa. Esta capa cuenta con una estructura cartilaginosa del color de un xuacalote nómada.  
La cuarta capa solo es una membrana tierna, casi invisible al ojo lepapelino. No tiene sabor y su única función parece ser proteger la quinta capa.
La quinta capa es como chia gelatinosa y transparente como la fruta de dragón. Sabe a mango con chispas crujientes. Éstas son en realidad semillas que cuando las siembras, si tienes suerte y eres buen jardinero, podrán nacer unos pequeños cactus que crecen medio centímetro al año y producen flores comestibles, aunque son casi imposibles de cultivar puesto que son muy susceptibles a los cambios de clima y de ánimo.
La sexta capa es una corteza dura con un patrón de ajedrez. Se debe romper con pinzas, como si fuera la cáscara de una castaña. Ya en esta capa, el hoyo negro tiene el tamaño de una pelota de tenis.
La séptima capa no es más que agua potable.
Dentro de todas estas capas hay una pequeña pastilla azul que si la ingieres te mata fulminantemente a los tres minutos de haberla consumido. Los cadáveres que se han encontrado a causa de hoyo negros son completamente azules de pies a cabeza, incluyendo su ropapiel. Si te topas con uno, te haz ganado la lotería; son extremadamente raros y sólo se pueden encontrar en los lugares más improbables y oscuros, donde su búsqueda se vuelve aún más difícil. Solo hay registro de doce encuentros en toda la historia de Lepapel.
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lepapelinosolepapel · 7 years
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OBLIVIA POM
Oblivia Pom es originaria de la isla Gran Panaria, donde trabaja como embajadora. Ella se crió con el nombre de Oblivio, pero lo cambió para reflejar su verdadero ser. Posee el don de comunicarse con los Honguipornis, criaturas parecidas a los hongos, quienes antes de morir mudan sus pieles de colores. Ella viaja por todo Lepapel buscando estas pieles para utilizarlas como textiles de alta moda y así concluir su ciclo de vida. Para ello transfiere los patrones de colores a su cuerpo, donde precisa los cortes y confecciona las ropapieles que luego vestirán los lepapelinos. Gracias a esta labor y a su sentido de la moda, se le reconoce como una figura importante a nivel internacional. Pom es sin duda la última pauta a seguir de la moda en Lepapel.
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lepapelinosolepapel · 7 years
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LA DOMADORA DE XUACALOTES
Bárbara Dominga vive sobre la montaña más alta de San Francisca. Para llegar hasta ahí necesitas un alpinista lepapelino y dos botellas de vino rosado. El vino es para ofrecerlo al Dios de la montaña, quien permite un viaje seguro sólo a los que dejan ambas botellas debajo de una roca octagonal a medio camino. “Una para subir y otra para bajar”, me explicó Dominga. Entreverado en la cordillera hay un sendero de piedra que desaparece intermitentemente entre riscos y peñascos peligrosos. Mi guía alpinista resultó ser invaluable, ya que en un descuido perdí el equilibrio y él impidió que cayera al vacío. El sendero se abre eventualmente en una serie de planicies regadas con zarzales en flor que crecen sobre las ruinas de unas casas muy raras. Algunos ladrillos estaban acomodados en escaleras que ahora llevan a ninguna parte y había murales sin terminar de derrumbarse, donde las figuras de lepapelinos que nunca había visto alababan al Dios de la montaña y hacían juego con el paisaje. Quería quedarme a explorar más, pero se hacía tarde. Coloqué las dos botellas en la piedra octagonal y continuamos. “Qué bueno que no demoraron. La noche es peligrosa aquí”. El resto del camino la pasamos en silencio.      
Al fin, después de cuatro horas a pie, llegamos a la casa de Bárbara Dominga, un cubo de granito de un solo piso. Las ventanas y la puerta de madera oscura imitaban esa forma. La puerta se abrió de pronto sin haberla tocado y una mano enguantada nos hizo pasar con señas. Mientras pasábamos, Dominga esquivó un rayo blanco que serpenteaba por el piso. “Cuidado” dice “caminen como si tuvieran tacones y no lo miren a los ojos”. Me extrañó la expresión de miedo del guía mientras la domadora nos conducía hasta la sala, donde nos esperaba una mesita con galletas de avena y romero y tres tazas de té que despedían un olor a jazmín. De pronto, una especie de gato blanco con grandes ojos bizcos se posó sobre Dominga. Mi amigo lepapelino se quedó helado. “No te hará daño” declaró Dominga mientras acariciaba al felino. “¿Y bien? ¿Empezamos?”.
La entrevista fue breve, pero ya era tarde, por lo que tuvimos que quedarnos hasta la mañana siguiente. Nunca antes había tenido tanta dificultad para dormir. Las palabras de Dominga no me permitieron cerrar los ojos. Sentía que, cuando lo hiciera, inmediatamente tendría una pesadilla. Aquí transcribo los puntos más importantes.
¿Qué es eso? Ella es una xuacalote, el animal más letal de Lepapel. Quédense a esa distancia, mantengan sus manos visibles y no les pasará nada. Su nombre es impronunciable, pero le pueden decir Anita cuando ella se los indique. Como podrás haber adivinado, yo me dedico a domarlos. Anita es mi más leal espécimen.
¿Dónde la conociste? Hace años en una de mis expediciones en las ruinas del Dios de la montaña. Un xuacalote macho intentó aparearse con la madre de Anita durante el embarazo y la mató. En época de apareamiento los xuacalotes son excesivamente agresivos y es común que ocurran estos percances. Por suerte yo estaba cerca. Al examinar el cadáver comprobé que podía salvar al nonato y me lo llevé a casa, donde la crié hasta que tuvo edad para valerse por sí misma. Cuando quise liberarla ella no me dejó y se quedó aquí conmigo.
¿Es buena compañera? Tan buena como cualquier lepapelino; entre mañas y gustos hay que encontrar el punto medio. Pero la prefiero mil veces a los lepapelinos.
¿Por qué? Las mañas y los gustos de los xuacalotes son lo que más conozco. Me acostumbré a ellos. Ya estoy vieja, los lepapelinos me cansan después de un rato. Los xuacalotes me fascinan desde que tengo memoria.
¿Entonces ya eres una experta domándolos? Podría decirse. Sí.
¿Cómo los domas? ¿Es difícil? Depende. ¿Se te hace fácil hacer amigos lepapelinos? A mí no. En cambio, entiendo a los xuacalotes y eso me permite cierta cercanía con ellos. He pasado mucho tiempo a su lado y el hecho de que podamos convivir no significa que no requiera de cierto trabajo. Uno nunca sabe a lo que se va a enfrentar y menos cuando se trata de una especie tan inteligente y peligrosa. Sin embargo, puedes contar con ciertas constantes. Por ejemplo, hay que considerar sus tres variantes: blancos, como Anita, negros y rosados. Los tres son temperamentales, pero tienen diferentes hábitos. Los blancos y negros suelen no atacar sin provocación, pero los rosados son muy asustadizos, por lo que uno debe manejarse con cuidado en su presencia. Hay que evitar los lugares floreados, ya que los rosados prefieren habitar esas zonas. De noche, es más difícil distinguir a los xuacalotes negros así que es poco aconsejable salir a explorar sin sol a no ser que uno quiera perder las piernas. Los xuacalotes tienen una mandíbula retráctil con muchos dientes afilados. Su mordida es tan veloz que necesitas una cámara de cuarzo para apreciarla. No es raro que los lepapelinos que hayan tenido un encuentro con un xuacalote y hayan sobrevivido presenten cicatrices o deformidades.
Pero tú estás intacta. ¿Cómo le hiciste? No sé. Eso es suerte. Lo demás es paciencia y respeto. Tener guantes ayuda.
¿Guantes? Sí, guantes. Los xuacalotes saben que las manos de los lepapelinos son peligrosas. Una mano enguantada con satín puede hacer toda la diferencia. Además, a Anita le gusta.
Anita es una xuacalote blanca. ¿Y esa variante? Son nómadas: cargan a sus crías sobre sus lomos, como tlacuaches, por lo que es poco frecuente verlos. Tienen el viaje en su instinto. Por eso son los más difíciles de domar. Anita es la excepción, aunque se va y no regresa por meses a la vez. Luego, cuando regresa, si le doy un poco de sangre fresca, me cuenta sus historias al oído.
¿Sangre fresca? Los xuacalotes son omnívoros hematófagos. En temporadas de escasez, las madres alimentan a sus crías con su sangre. Los zacualotes también utilizan la sangre como ofrenda para mantener la paz dentro de sus territorios o para pedirse favores.
¿Cómo sabes todo esto? Observo. Aunque no todos quieren mirar (En ese momento, Dominga volteó a ver a mi guía lepapelino y se rió con una risa ronca. Anita ronroneó. No pude evitar sentir escalofríos). A la mayoría les aterra. Y aún así hay tontos que quieren aprender a domar xuacalotes como si fuera la cosa más simple.
¿Cómo llegaste a ser la domadora de xuacalotes? Vivía con mi tía, ya que mi madre se fue a Gran Panaria en un bote de oropel con mi padrastro. Mi padre quiso extorsionarlos, pero lo encarcelaron. Mi tía fue la única que siguió la tradición de domar xuacalotes, así que aquí se quedó. Era una mujer fría y dura, con un carácter afilado como sus uñas color durazno. Se parece a esta casa. Los xuacalotes la respetaban. Yo aprendí de ella el oficio, pero lo perfeccioné. Ella era demasiado rígida.
¿Qué pasó con ellos? Hasta donde yo sé, todos murieron, excepto mi padrastro. Hace poco me llegó noticia de que estaba en un asilo en Gran Panaria. Pero nada más.
¿Cómo murieron? No eres como tu amigo, ¿verdad? Ten cuidado con lo que preguntas. Mi madre y mi padre ambos murieron de viejos. Mi tía sufrió un accidente con los xuacalotes.
¿Qué sucedió? Ese es un tema que no te conviene saber. (Noté que Anita tenía el pelo erizado y que mi guía lepapelino se hundía cada vez más en su silla). Me pone triste hablar de esos asuntos.
¿Eran cercanas tú y tu tía? Podría decirse. Cuando murió, los únicos que quedaron fui yo y los xuacalotes. Ella era como mi padre: no era una persona amorosa. Además, era una cabrona cuando bebía. Pero era la familia que tenía.
La entrevista terminó con un suspiro de exasperación. Anita miró a Dominga, o eso parecía, ya que sus ojos bizcos no me dejaban adivinar su expresión. Dominga la acarició detrás de las orejas. Anita bostezó y pude advertir cómo se expandía su boca, tan grande que por un instante oscureció la cuarta parte del cuerpo de Dominga, como un eclipse con dientes. “Ya eso fue hace tantos años. ¿Gustan otra taza de té antes de dormir?”. Le dijimos que no y nos fuimos al dormitorio de huéspedes siguiendo sus indicaciones.
El cuarto estaba vacío, salvo por una cama, un buró de noche y un póster de la Jiraguana Unicornia idéntico al que había en el comedor. Aunque estaba exhausto por el viaje, desperté al amanecer. El nerviosismo que sentía era más que mi cansancio. Fui a la cocina en puntitas y miré por una de las ventanas. Ahí estaba Dominga, de espaldas a la casa y frente a las costas de San Francisca que se alcanzaban a distinguir en la lejanía. Salí y, al acercarme, noté que tenía los ojos llorosos. “Anita se fue” dijo impasible. “Ella es muy celosa. Hablar de mi tía la ha disgustado. No la veré hasta que vuelva la temporada helada. ¡Pero no tiene por qué ser así!” Una lágrima recorrió su rostro. “¡Yo les ofrecí la sangre de mi tía, yo me quedé sin tía y así me pagan!”. Regresé, espantado y desperté a mi guía. Al salir, Dominga no estaba por ningún lado
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lepapelinosolepapel · 7 years
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Para viajar a Lepapel tienes que salir de la vida terrenal y cruzar la de los sueños. De ahí solo es un paso. Primero tienes que tener un gato y él te tiene que querer mucho; le tienes que pedir de favor que te diga cómo llegar, pues ellos saben cosas que los humanos no. El gato te dirá lo siguiente: “debes tomar té de anís de estrella durante dos semanas antes de la luna llena”. Cuando llegue esa noche te vas a dormir y en tus sueños aparecerá el gato, quien te guiará a una montaña muy boscosa. Él te dejará ahí sin decir adiós. Habrá una entrada a un gran túnel de piedra pintada de verde menta y blanco. La puerta del túnel se verá desgastada, con hongos y algunas enredaderas. Está algo escondida entre los árboles, así que deberás prestar mucha atención. En el interior del túnel hay piedras blancas de río desperdigadas por el suelo y unos rieles con un pequeño vagón al que te deberás subir. Arrancará solo y no se detendrá hasta que hayan pasado aproximadamente veinte minutos. Irá muy rápido, pero todo estará a oscuras, así que solo podrás percibir su velocidad por el movimiento del aire sobre tu cabello.
Cuando llegues al final del recorrido, será de noche. Saldrás por las grutas de una pequeña isla totalmente de piedra y con uno que otro arbusto. Si buscas bien, encontrarás un caminito muy angosto que te llevará a la cima de un peñasco. Ahí está siempre esperando una Jiraguana Unicornia bebé de sesenta años. Ella es mi Jiraguana, mi fiel corcel que me lleva a viajar sobre su lomo a todas las islas de Lepapel. Por lo regular viajamos de noche porque nos gusta ver el cielo estrellado, contrapuesto a las luces de las poblaciones lepapelinas que parpadean a lo lejos.
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