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Lost Records: Bloom & Rage – El eterno verano
De los creadores de Life is Strange, una nueva historia sobre promesas rotas, recuerdos enterrados y amistades que desafían al tiempo.
¿Recordás los veranos de la adolescencia? Cuando parecía que eran eternos, que el mundo estaba por abrirse a tus pies. Vos y tus amigos podían con todo: los sueños eran grandes, las promesas inquebrantables, cada día traía una aventura distinta y la vida parecía una mezcla entre un videoclip y una película indie. Pero, ¿qué pasa cuando ese verano termina? ¿Qué queda de esas promesas cuando pasan los años? ¿Y si aquello que compartieron —esa conexión tan intensa— estaba marcado por algo que el tiempo no puede borrar?
Don’t Nod lo volvió a hacer.
Hoy les traigo uno de los que, sin dudas, va a estar entre mis juegos favoritos del año.
Me hizo sentir lo mismo que sentí cuando conocí Life is Strange por primera vez, allá por enero de 2015, cuando tenía 16 años. Esa mezcla de melancolía, emoción y conexión con los personajes que no muchos juegos logran. Sentí que volvía a ese lugar, a esa etapa de mi vida donde todo era tan intenso, tan frágil, tan vivo.

La historia de Lost Records comienza con la Cinta 1: Bloom, en el verano de 1995, en el pequeño pueblo ficticio de Velvet Cove. Nos ponemos en la piel de Swann, una joven pelirroja de 16 años, tímida y con serios problemas de autoestima, moldeados por un entorno que no la entiende. Swann es una apasionada del cine y la naturaleza, y documenta su día a día con su cámara de video, una herramienta que también funciona como una de las mecánicas principales del juego. Ese verano es especial por muchas razones, pero sobre todo porque será el último antes de mudarse a Canadá.
Por un percance con unos bullies del pueblo, Swann termina cruzándose con tres chicas que cambiarán su vida: Autumn, Nora y Kat.
Así arranca un verano que se convierte en algo más que una estación: una cápsula emocional, una promesa de libertad, crecimiento y rebeldía. Las acampadas, la reconstrucción de una cabaña que se convierte en su refugio secreto, las tardes compartidas escuchando los ensayos de la banda de punk de Nora y Autumn, entre risas, confesiones y silencios que dicen más que las palabras. El alcohol, los cigarrillos, las decisiones impulsivas y los primeros amores (con la posibilidad de explorar una relación romántica con alguna de las chicas) completan ese retrato adolescente tan intenso como entrañable.
Pero lo que parecía eterno se rompe. Ese verano —tan vibrante, tan lleno de vida— queda marcado por un pacto. Algo que las une y, a la vez, las separa. Algo que permanece enterrado durante 27 años… hasta que vuelve a la superficie.

Estos flashbacks del pasado se intercalan con el presente, ya en 2022. Las amigas no se han vuelto a ver desde aquel verano, y no solo porque la adultez las haya llevado por caminos distintos. Desde el comienzo hay un misterio latente: hicieron una promesa para no volver a verse, pero ninguna recuerda por qué.
Casi tres décadas después, una de ellas recibe un paquete dirigido al grupo. Ese gesto basta para encender la chispa: deciden reencontrarse en un bar del viejo pueblo con la esperanza de reconstruir juntas aquello que perdieron… y de recordar lo que, por algún motivo, eligieron —o necesitaron— olvidar.
Ese “algo” comienza a revelarse en la Cinta 2: Rage, cuando finalmente descubrimos el contenido de la caja… y lo que ese hallazgo significa para cada una de ellas.

El juego se juega de manera muy similar a Life is Strange, aunque introduce algunas ideas y mecánicas que lo vuelven más estimulante y fresco.
Mientras que en las secciones ambientadas en el presente —más breves y en primera persona— nos limitamos a conversar y movernos ocasionalmente por un bar en la ruta del pueblo, en los segmentos ambientados en los años 90 se retoma la fórmula clásica de LiS: exploración en tercera persona de escenarios de tamaño contenido, búsqueda de objetos, resolución de puzles sencillos y diálogos que impulsan la narrativa hacia la siguiente escena clave.
Una de las principales diferencias está en cómo interactuamos con los demás personajes. Podemos interrumpir sus diálogos, quedarnos en silencio o simplemente dejar que hablen hasta el final. Estas decisiones modifican el desarrollo de la conversación, y a veces, al observar el entorno con más atención, se desbloquean nuevas opciones de diálogo. Todo esto hace que las interacciones se sientan más vivas y naturales, menos lineales que en otros juegos del estudio.
A diferencia de Max en Life is Strange, Swann no tiene ningún poder sobrenatural. Lo que sí tiene es su cámara de vídeo analógica, con la que documentamos muchos pasajes de ese verano y los momentos compartidos con sus amigas. Esta cámara no es solo un adorno: se convierte en una herramienta narrativa y expresiva. Podemos elegir qué grabar, desde qué ángulo, y cuándo intervenir. Hay cierta libertad creativa para capturar escenas que luego serán editadas por la propia Swann, dando como resultado pequeñas secuencias con su voz en off reflexionando sobre lo vivido.

El apartado gráfico es simplemente espectacular. Don’t Nod supo sacar provecho del Unreal Engine 5 de una manera notable: las expresiones faciales, los ambientes, las texturas y, sobre todo, la iluminación están cuidadas al detalle. Todo transmite una sensación de realismo emocional que potencia mucho las escenas más íntimas o cargadas de tensión. Se nota que el estudio quiso dar un salto técnico importante, y lo logró. Eso sí, es un juego exigente a nivel técnico: para disfrutarlo en todo su esplendor, conviene tener un buen equipo.
Como ya nos tienen acostumbrados desde Life is Strange, la banda sonora es preciosa. Una mezcla sensible y bien curada de country, electropop, grunge y punk que te sumerge de lleno en el espíritu de los 90. Las canciones no solo acompañan las escenas, sino que potencian su carga emocional y generan una conexión directa con los personajes y su mundo. Es el tipo de soundtrack que, cuando termina el juego, vas a buscar para seguir escuchando en otra parte.

Calificación final: 4.5 de 5 Lucemones
✨✨✨✨🌓
Si bien la mecánica de la cámara resulta innovadora y apela a nuestro costado más creativo, por momentos se siente algo forzada. Hay secuencias en las que su uso se vuelve repetitivo, casi una obligación, y puede llegar a cansar. Aun así, el juego compensa con escenas y pasajes profundamente emotivos, que capturan con mucha sensibilidad ese momento de la vida en el que dejamos de ser adolescentes para empezar a enfrentar —con miedo, dudas y deseos— la adultez. Esa etapa de transición, donde los sueños todavía están vivos pero empiezan a chocar con la realidad, está representada con honestidad y sutileza.
Además, Lost Records: Bloom & Rage no tiene miedo de posicionarse: aborda con naturalidad temas como el feminismo y la diversidad dentro de la comunidad LGBTQ+. Lo hace sin forzar el mensaje ni caer en clichés, simplemente mostrando personajes reales, con identidades y vínculos que existen y merecen ser contados.
📌 Datos extra
Desarrollador: Don’t Nod Montréal
Publisher: Don’t Nod
Plataformas: Windows (PC), PlayStation 5, Xbox Series X|S
Fecha de publicación: Cinta 1 (Bloom): 18 de febrero de 2025; y Cinta 2 (Rage): 15 de abril de 2025
Análisis hecho en: PlayStation 5
Análisis publicado: 9 de junio de 2025
#gaming#video games#cosas que escribo#dontnod#lost records bloom and rage#life is strange#video juegos
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Road 96: política no apto para tibios, adolescencia y una frontera que no perdona
Un relato interactivo sobre huir, crecer y resistir en un país al borde del colapso.

¿Alguna vez jugaste algo que te dejó pensando durante días? Eso me pasó con Road 96.
Hace tiempo que un juego no me tocaba de esta manera. Su historia, la construcción de sus personajes y cada decisión tomada en la ruta dejaron una huella emocional que seguí procesando mucho después de terminarlo.
Desarrollado por el estudio francés DigixArt, Road 96 se ambienta en un país ficticio en crisis, pero claramente inspirado en conflictos reales de los años 90 en Europa del Este y con resonancias aún más fuertes para quienes venimos de América Latina. El exilio, la represión, la rebeldía y la necesidad de escapar por un futuro mejor resuenan fuerte si creciste en un país donde la política no es solo un debate, sino una cuestión de supervivencia.

Road 96 consta de ocho capítulos, y en cada uno nos ponemos en la piel de distintos adolescentes generados aleatoriamente, todos habitantes del conflictivo país ficticio de Petria. El objetivo principal de estos jóvenes es llegar a la frontera norte, atravesando una nación sumida en la pobreza, con libertades cada vez más recortadas y una censura muy presente.
Nuestra misión es cruzar la frontera. ¿Cómo lograrlo? Eso depende de nosotros, de nuestras decisiones, de nuestros principios… y de hasta dónde estemos dispuestos a llegar.
Durante el viaje conoceremos a un grupo diverso de personajes que nos acompañarán capítulo tras capítulo. Las decisiones que tomemos no solo afectarán el destino del adolescente que controlamos en ese momento, sino también el futuro de esos personajes secundarios, que vuelven a aparecer más adelante, cambiados —o marcados— por nuestras acciones pasadas.
Cada vez que logramos (o no) cruzar la frontera, pasamos a controlar a otro adolescente con el mismo anhelo. La gracia de Road 96 está en vivir un mismo momento histórico desde distintos puntos de vista. En cada nueva partida, elegimos entre tres adolescentes con estadísticas distintas (más resistencia física, más dinero, menos distancia a la frontera), y con nuestras decisiones en los diálogos vamos definiendo su carácter.

En mi primera partida, mis instintos me llevaron a enfocarme puramente en sobrevivir. Solo quería que mi adolescente llegara a la frontera. Pero a medida que me fui metiendo en la historia y conociendo al resto de los personajes —sus perfiles, luchas, miedos, sueños, pasados— les fui agarrando cariño. Me involucré más. Al punto de llegar a tomar decisiones que pusieron en riesgo mi escape, solo para protegerlos. Incluso llegué a dar la vida por uno de ellos. Y no me arrepiento.
Una de las grandes virtudes de Road 96 es cómo logra involucrarte emocionalmente más allá de sus mecánicas o sus objetivos. El juego no te impone un camino; te invita a tomar postura. Su narrativa se construye en base a tus decisiones, y por eso la experiencia completa puede ser totalmente distinta para cada jugador.
Además, te permite elegir el nivel de compromiso que querés tener con el mundo que te rodea y la trama política que se desarrolla a tu paso. El primer adolescente con el que jugás inicia su viaje semanas antes de las elecciones, un evento clave que puede cambiar el rumbo del país. Pero a medida que los capítulos avanzan, ese día se va acercando. Y según lo que hagas —o no hagas— podés tener un impacto real en ese desenlace.
¿Querés unirte a los rebeldes y luchar por un cambio radical? ¿Apoyar a la candidata opositora que busca derrotar al tirano desde las urnas? ¿O simplemente escapar y salvarte sin mirar atrás?
Vos elegís. Y esa libertad, tan cruda como poderosa, es lo que hace que Road 96 te siga hablando incluso cuando ya lo terminaste.

En cuanto al apartado gráfico, Road 96 no busca deslumbrar con realismo ni potencia técnica. Su propuesta visual es más bien estilizada, con una dirección artística que apuesta por lo expresivo antes que por lo hiperrealista. Los colores saturados, los paisajes áridos de Petria y los personajes ligeramente caricaturescos componen un mundo que, aunque sencillo en recursos, tiene mucha personalidad.
Lejos de ser una limitación, ayuda a reforzar el tono del juego. Hay algo en esa mezcla entre lo minimalista y lo emocional que hace que ciertos paisajes —una ruta al atardecer, un refugio rebelde, una estación de servicio perdida en el desierto— se te queden grabados. No impresiona desde lo técnico, pero construye una atmósfera única, que es justo lo que necesita un juego como este para funcionar.
Además, todo está impregnado de una estética muy años 90, no solo por la ambientación política o los autos retro, sino por los detalles: diskmans, walkmans, casetes, televisores de tubo, cámaras analógicas. Esta nostalgia visual no solo es decorativa, sino funcional: ayuda a reforzar ese sentimiento de desamparo, de rebeldía y de búsqueda que define a cada adolescente en su huida.
La música es otro de los pilares fundamentales de Road 96. A lo largo del juego nos acompaña un soundtrack que combina canciones originales con temas licenciados de artistas independientes.
Hay algo profundamente inmersivo en escuchar una canción melancólica mientras tu adolescente mira por la ventana de un colectivo rumbo a la frontera, con el atardecer de Petria de fondo. O cuando suena un tema más enérgico mientras corrés por el bosque escapando de la policía. La banda sonora no solo embellece el viaje, sino que lo potencia emocionalmente: te hace sentir que realmente estás en esa ruta incierta, buscando libertad con el viento en la cara y un horizonte cargado de decisiones difíciles.

Calificación final: 4.5 de 5 Lucemones
✨✨✨✨🌓
Estamos frente a un indie que no se conforma con entretener. Road 96 quiere decir algo. Quiere hacernos sentir incómodos, interpelarnos, forzarnos a tomar decisiones que reflejan nuestras propias creencias, miedos y contradicciones. No es perfecto en lo técnico, ni necesita serlo: su fuerza está en el impacto emocional y en cómo construye una historia colectiva a partir de pequeñas historias individuales.
Es un juego sobre el poder de elegir, sobre lo que implica huir, resistir o quedarse. Y si creciste en una región donde la política y la crisis forman parte del paisaje cotidiano, probablemente te toque una fibra más profunda.
En tiempos donde muchos juegos prefieren esquivar el conflicto, Road 96 se anima a ponerlo en el centro. Y lo hace con corazón, con personalidad y con una sensibilidad poco habitual.
Una experiencia que, más que jugarse, se vive. Y que, cuando termina, sigue resonando.
📌 Datos extra
Desarrollador: DigixArt
Publisher: Ravenscourt
Plataformas: PC, Nintendo Switch, PlayStation 4, PlayStation 5, Xbox One, Xbox Series X|S
Fecha de publicación: 16 de agosto de 2021
Análisis hecho en: PC
Análisis publicado: 3 de junio de 2025
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Volver a Silent Hill: recuerdos, remakes y terrores que no se van
Bloober Team revive al rey del survival horror con respeto, cariño y algunos riesgos bien calculados.

Cuando me enteré de que iba a salir un remake de Silent Hill 2, sentí una mezcla incómoda de entusiasmo y miedo. Es una de esas sagas que me marcaron desde chico, una que me enseñó a amar el terror psicológico como forma de expresion artistica macabra pero bella.
Me acuerdo bien: era primaria, luces apagadas, y mi mejor amigo al lado. Nos pasábamos el joystick como si fuera una antorcha, tratando de aguantar los sustos. Silent Hill no era solo un juego. Era una experiencia compartida, un misterio que nos hablaba en un idioma raro pero fascinante.
Así que sí, cuando supe que Bloober iba a rehacer esta obra tan personal, lo primero que pensé fue: “¿y si la cag4n?”. Pero después de jugarlo (mas bien, ver a mi novio jugar), creo que puedo decir que lograron algo difícil: no solo respetar un clásico, sino traer toda una saga a la vida de nuevo.

El juego nos pone en la piel de James Sunderland, un viudo que, tras recibir una misteriosa carta de su esposa muerta —Mary��, viaja al pueblo de Silent Hill, donde vivieron sus últimos momentos felices antes de que ella falleciera por una enfermedad terminal.
Allí, James se encontrará con otros personajes tan perturbados como él, cada uno arrastrado al pueblo por razones personales. Silent Hill, como siempre, parece llamar a quienes necesitan enfrentarse a sí mismos. A través de sus historias, el juego explora temas como el duelo, la redención, el trauma y la culpa.
Aunque el argumento principal se mantiene fiel al clásico de 2001, el remake incorpora nuevas localizaciones y zonas inéditas de escenarios ya conocidos. Muchos diálogos, momentos clave y cinemáticas se respetan casi cuadro por cuadro, aunque con una estética más moderna y un enfoque más cinematográfico.

Entre los cambios más notables está el nuevo sistema de cámara, ahora completamente controlable por el jugador (en lugar de los ángulos fijos del original). Los acertijos y puzzles mantienen el estilo de la vieja escuela, pero los combates fueron modernizados, con cambios rápidos de armas, mejor acceso al inventario y animaciones más fluidas.
A pesar de estar ante una verdadera obra de arte, hay aspectos que no me terminaron de cerrar del todo. Las mecánicas de combate, por ejemplo, si bien nunca fueron el punto fuerte del original, en este remake terminan sintiéndose repetitivas con el paso de las horas.
Los enemigos recibieron un rediseño visual excelente, inquietante y cargado de simbolismo. Pero el problema es que no hay enemigos nuevos. Desde lo narrativo tiene sentido —el bestiario refleja el estado mental de James—, pero desde el diseño de experiencia esto termina jugando en contra. Después de una decena de horas enfrentando a los mismos tres tipos de enemigos, con patrones idénticos y un arsenal limitado a dos o tres armas, la tensión se diluye.
La historia sigue atrapando, sí. Pero en lo jugable, empieza a sentirse una sensación de monotonía difícil de ignorar.

En cuanto a lo audiovisual, Bloober hizo un trabajo de otro nivel. La dirección cinematográfica, el uso de la niebla, el nivel de detalle en texturas y escenarios... todo está cuidado al extremo. Supieron dar cátedra sobre cómo actualizar un clásico sin traicionar su identidad. El resultado es un Silent Hill que se siente más opresivo, más decadente y más peligroso que nunca.
Las animaciones y modelados de personajes también alcanzan un estándar altísimo, apoyados por actuaciones impecables. Hay expresividad, sutileza y un trabajo corporal que ayuda a transmitir el peso emocional de cada escena.
En lo musical, no hay mucho que decir: estamos ante una de las mejores bandas sonoras en la historia del medio. Akira Yamaoka vuelve con su estilo inconfundible, combinando reversiones de sus clásicos con nuevas composiciones que elevan cada momento. La mezcla de música, efectos y silencios logra algo difícil: que hasta los pasillos vacíos te hablen. Cada ruido inesperado, cada silencio cargado, está diseñado para que nunca te sientas seguro del todo.

Bloober Team se consagra con este remake: respetaron el alma del original sin dejar de aportar su propia visión. Se nota el cuidado, el cariño y la comprensión profunda del material que tenían entre manos.
Para quienes se acerquen por primera vez a Silent Hill 2, esta será una experiencia inolvidable, que seguramente los motive a explorar el juego original y quizás incluso toda la trilogía clásica. Y para quienes venimos esperando durante años, este remake se siente como una recompensa justa: un regreso digno, sólido, emocionalmente potente.
Ojalá esto sea solo el comienzo. El DLC de Maria, un remake de la primera o tercera entrega… las posibilidades están abiertas. Mientras tanto, quedamos expectantes por lo que vendrá con Silent Hill f y el futuro de una saga que, por fin, parece haber despertado del letargo.

Calificación final: 4.5 de 5 Lucemones
✨✨✨✨🌓
El remake de Silent Hill 2 brilla especialmente en su apartado técnico, artístico y sonoro, con un nivel de detalle visual y una ambientación que realmente elevan la experiencia. La expansión de zonas y una exploración un poco más abierta aportan frescura sin traicionar la esencia del original. Además, el diseño de personajes y monstruos mantiene ese equilibrio perfecto entre lo simbólico y lo perturbador que caracteriza a la saga.
Del lado menos favorable, el intento por modernizar el sistema de combate termina volviéndolo algo repetitivo con el paso de las horas. A esto se suma que, al no incorporar nuevos enemigos, el jugador veterano pierde el factor sorpresa, lo que puede hacer que la tensión inicial se desgaste con el tiempo.
📌 Datos extra
Desarrollador: Bloober Team
Publisher: Konami
Plataformas: PS5, PC (otras plataformas a partir de agosto)
Fecha de publicación: 8 de octubre de 2024
Análisis hecho en: PC
Análisis publicado: 30 de mayo de 2025
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