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Disappoinment

Si hay algo de lo que he llegado a envidiar de los humanos desde mi llegada a la tierra, es el “alma”. Tales seres creados a imagen y semejanza de Dios gozaban del mayor regalo que se puede dar el humano, sin valorarlo en lo absoluto. Ellos, en su imperfección y libertad pueden disfrutar de las emociones tales como felicidad, enojo, miedo, temor, disgusto; y sentimientos tales como el amor.
Como los residuos de un demonio que soy solo se me permite experimentar diminutos destellos de emociones efervescentes que se convertían en cientos de burbujas en espera de ser consumidas en cuestión de minutos. Fue la fuente de mi mayor desesperación la que me permitió ir más allá, que esas circunferencias llenas de aire revolotearan hasta mi pecho sin control mínimo de la realidad o consecuencia de sus salvajes actos.
Y odio el hecho de ser el único que se alejó, de haber buscado defectos innecesarios en su presencia para escapar con la ridícula excusa de mi corto tiempo. Fueron días de mejillas enrojecidas, suspiros secuestrados, toques perdidos y besos no pactados que mi maldita condición debería olvidar; pero ese sinsabor siempre queda, como un fantasma.
¿Es esto parte de mi castigo? ¿Desear el arrullo y toque de un alma en especifico hasta encontrar a otro ser semejante?
De ser esa la realidad, la idea de mi axis quebrando de nuevo se torna cada vez más deseada."
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2. The muse

Y es aquí en que inicia el cambio en mi redacción.
Porque estaba acostumbrado al vacío en mi pecho que solo se alimentaba de emociones pasajeras, cuando de pronto escuché una voz a lo lejos, presentándose como un joven universitario amante de los juegos de cartas y los retos, una sonrisa felina que ponía de punta mis pensamientos e ideas, un nuevo reto que consideraba podría superar victorioso e inflar mi pecho del orgullo asesino de pasiones.
Pobre de mí, ingenuo y desconocido al tacto vicioso de delgados dedos sobre mi piel, de risas altaneras y frases que buscaban nublar mi mente y llevarme a la derrota.
Cabellos negros, voz de sirena, calidez de hoguera y labios de champán lo describen a la perfección. Ser y dueño del nacimiento de mi primer amor y musa de mis lujurias siempre abandonadas.
En este momento, en que las palabras son escritas en un intento de poeta vuelvo a confirmar que superarlo es imposible para alguien que sintió el milagro de amar. Es imposible cuando en las oscuras noches en que el trabajo me ahoga comienzo a rememorar la sazón de sus comidas, sus manos tallando mi cabello y el sentir mis labios en su mejilla.
Pienso y martillo mi conciencia por haber dado un pare al conocer su belleza, abrumado por las incógnitas que rondaban en mi cabeza el maldito tiempo que me mantenía lejos de sus brazos y que solo eran callados en su hogar, su recinto que era invadido por un villano que no tuvo la valentía de robar su corazón.
Porque escapé. Lancé mis cartas sobre la mesa en señal de derrota, tomé mis entrecruzadas memorias y me dirigí al vacío de nuevo. Cambiando mi trabajo y honra porque si mi pluma volvía a colocarse en una hoja vacía solo podría tartamudear su nombre.
Un par de meses fueron necesarios para volver a una tranquilidad pintada a carbón, cambié de trabajo y hogar, aunque en ocasiones sigo viendo el fantasma de su sonrisa en otros hombres que elevan mi dopamina por segundos antes de caer por el dolor de un suspiro.
Vuelvo de nuevo a lo que llamaba vida, dispuesto a viajar por nuevos horizontes desde mi escritorio. Entrego historias de muertes, tragedias y celebraciones día a día. Cierro los retazos de mi alma a nuevas sensaciones que luzcan efímeras y no duraderas, aferrándome a la laptop que quema mis pupilas para dar nuevos pasos.
Trato de ser yo de nuevo así que dejo de sentir, aliviano mi expresión y arreglo mi ropa mirando al frente, siempre derecho y dispuesto a seguir doliendo mi condena.
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I. Creation
El inicio y el final de una historia siempre están marcados por hechos gloriosos, significativos o desgarradores. Son el inicio y el final las partes más importantes de cualquier ser y determinarán el camino que se debió recorrer durante días, semanas, meses, años o siglos. Sin embargo, las esperanzas de la vida de un demonio no siempre son las mejores.
Mi inicio comenzó en el Círculo de la Pereza del Infierno, los llantos de un recién nacido se mezclaban con los gritos ahogados de desesperación y rabia de los eternos condenados en el río de Estigia, fluyente y defensor de los juramentos, dónde el primer niño nacido en el decimosegundo mes del año fue “bautizado” como un demonio más de los infiernos.
No sabría especificar cuánto tiempo viví en el tan conocido Inframundo ya que allí no existe el día ni la noche, el tiempo es solo un invento de los humanos que solo los del Limbo tenían la desdicha de experimentar por su naturaleza de no bautizados. Lo que los humanos consideran infancia y adolescencia lo pasé entre travesuras, desobediencias y peleas sin sentido.
Era común verme entre el mismo grupo de jóvenes demonios corriendo y gritando por sus vidas luego de robarle a los viejos, siendo espectadores de la almas llenas de ira golpeando, mordiendo y jalando a cualquiera que se acercara, o lanzando piedras y saltando sobre los cuerpos de los perezosos que mantenían boca abajo en el Estigia.
Así pasó el tiempo, siendo confidentes de nuestras condenadas vidas, haciendo planes para destrozar la poca comodidad de nuestros vecinos y juzgando las aburridas reglas del infierno. Éramos mocosos a los ojos del resto, niños cuya curiosidad de uno era contagiada al resto como una plaga sin fundamentos.
Al inicio eran preguntas inocentes tales como: “¿qué pasaría si atamos las almas y navegamos y así poder ver mejor cómo los iracundos se destrozan entre ellos?”, o “¿Podemos ir al resto de Círculos?”, e incluso la duda que nos condería…“¿Qué se siente ser humano?”
Porque los demonios nacidos en el Infierno no tienen alma, son solo espectros, desechos creados en base a la imperfección humana que retrata todo lo que el Todopoderoso rechaza en su Santo Reino.
Solo éramos niños confundidos y llenos del deseo de la Sabiduría que odiaban vivir entre las cadenas de un castigo que nunca cumplieron, sólo experimentaban lo que su entorno le proveía, solo querían ir más allá del Bien y del Mal impuesto hace milenios atrás. Veíamos injusticia en la realidad y decidimos rebelarnos a las leyes sin conocer las consecuencias de nuestra sed ya que estas solo fueron mostradas cuando ya éramos tachados como “Fygás”.
Decir que la partida a la Tierra fue dolorosa sería un eufemismo. Nos hicieron tener nervios para torturarnos con la sola excusa de “enseñarnos lo que es sentir para los humanos”, nos maldijeron y a nuestras familias a la desolación absoluta, y nos echaron a patadas de nuestro hogar.
Seguíamos siendo un cascarón vacío sin alma alguna, destinados a ambicionar el calor de un toque porque solo es el alma el que permite a una persona vivir.
Vagué por años con la necesidad infinita de morir, muchos fueron los intentos de suicidio de cada forma posible que cruzara en mi cabeza y en cada una de ellas, sin excepción, era salvado por un maldito de ojos brillantes que susurraba “no podrás escapar”, así que me di por vencido y me refugié en la escritura, tanto como trabajo como método de “superación” (una terapeuta que llegué a conocer lo llamaba “terapia”).
Y es aquí en que inicia el cambio en mi redacción.
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