CAPÍTULO 2 - ÉL
Al abrirse la puerta del ascensor, Adrien logró distinguir a lo lejos un enorme cofre blanco y acristalado en forma de ataúd. Su rostro palideció al reconocer a la mujer que yacía dentro de él, aparentemente dormida.
—¡Mamá! —gritó, corriendo velozmente hacia ella.
Se abalanzó hacia el cofre, aporreando el cristal para intentar sacarla, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
—Mamá… por favor. ¡Responde!
—Tu madre está viva, Adrien —dijo una voz a sus espaldas.
—Padre… —respondió el joven, al girarse—. ¿Qué invento macabro es este? ¿Qué hace ella aquí? ¡Explícate!
Sus ojos verdes se oscurecieron debido a la furia.
Gabriel se acercó a su hijo, que se encontraba arrodillado, con los puños cerrados.
—¿Cómo fuiste capaz de hacerme creer que había muerto? ¿Es que no sabías el sentimiento de culpa que llevaba arrastrando por no decirle que la quería cuando nos vimos por última vez?
—Era necesario para mi plan, hijo.
—¿Qué mierda de plan es este cuando solo haces que la gente de tu alrededor sufra? ¡Eres despreciable!
—Sé que ahora no me entiendes, pero algún día espero que sí lo hagas.
—¡Te odio! He intentado quererte muchas veces en mi vida, porque eras mi padre. Pero al final siempre me has acabado decepcionando. No puedo más. ¡Ya no me quedan sentimientos por tu culpa!
—Deberías estar más contento. Tu madre está viva, y existe una forma de despertarla. Por eso te he citado con urgencia. Necesito tu ayuda.
Adrien lo miró con despecho y rabia mientras sus ojos seguían repletos de lágrimas.
—¿Por qué me lo cuentas ahora? ¡Debiste decírmelo entonces! ¡Que te den! ¡No quiero saber nada de ti!
—Sé que he sido un idiota, hijo, pero lo hice por tu bien. No quería involucrarte en esto hasta que el otro día, mis hombres encontraron un prodigio que llevaba desaparecido muchos años.
—No sigas, padre. No quiero saber nada.
—Sé que hubieses hecho lo posible por volver a verla y aclararle el malentendido de la última conversación que tuvisteis. Si logramos despertarla, podrás decírselo tú mismo.
Adrien se tapó las orejas.
—¡Cállate! No quiero saber nada de ti nunca más.
—¿Condenarás a tu madre a permanecer aquí dormida por culpa de una rabieta de las tuyas?
—¡No me manipules! Cuando era pequeño solía funcionarte, pero ya no más. Ya no soy aquel niño que lloraba en secreto cada vez que me decepcionabas. He aprendido a vivir lejos de ti, y es la mejor decisión que he tomado en mi vida.
—Hijo mío… no piensas con claridad.
—¡No me llames hijo!
Adrien se levantó del suelo para caminar hacia el ascensor, pero se giró en el último momento para mirarle a la cara.
—Un padre se preocupa por su hijo —prosiguió Adrien—. Lo quiere, lo cuida y hace todo lo posible para que no sufra. Un padre antepone la vida de su hijo a la suya, y no actúa egoístamente como has hecho tú desde que tengo uso de razón.
—Adrien…
Nathalie miró a Gabriel, mientras el joven subía al ascensor y se marchaba.
—No se preocupe, señor Agreste. Es un joven muy terco e impulsivo, pero volverá a usted. Su madre significa demasiado para él como para condenarla a dormir en una urna para siempre.
—Quiero que lo vigiles, Nathalie.
—Así lo haré.
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CAPÍTULO 1 - ELLA
🐞 CAPÍTULO 1 - ELLA 🐞
—¡Despierta, dormilona!—exclamó Alya al ver a su amiga Marinette enroscada bajo las sábanas—. Es tu primer día y vas a llegar tarde.
—¿Ya son las ocho? —preguntó, somnolienta.
Alya estiró las sábanas para ayudarla a levantarse.
—Entiendo que hayas estado patrullando esta noche, Marinette, pero recuerda que te han contratado en el trabajo que siempre habías soñado. Está genial teniendo en cuenta de que te han despedido de otras empresas por faltar o llegar tarde. No deberías repetir los mismos errores.
—¿Y qué hago, Alya? Lepidóptero se pasa el día lanzando akumas, y cada vez me cuesta más compaginar mi vida con la de superheroína.
—Vístete y te preparo el desayuno.
Marinette se miró al espejo. Había comprado varias faldas, camisas y chaquetas modernas para el nuevo trabajo. Intentó combinarlas adecuadamente para causar buena impresión en la empresa, dado que estaba relacionada con la moda. Sus cabellos azulados le habían crecido considerablemente desde que dejó la universidad. Decidió recogérselos con un moño alto para que no le molestasen durante la jornada.
—Estás perfecta —dijo Alya, mientras le cocinaba unas tortitas.
—No sé qué haría sin ti.
Alya trabajaba como reportera en una importante revista de París. Marinette se mudó a su piso hace un año, después de una problemática ruptura con Nino, su expareja. La joven superheroína conocía a su amiga, y sabía que en el fondo aún no le había olvidado.
—Buena suerte —dijo Alya, sonriente—. Por un día, los villanos pueden esperar.
🐞���🐞🐞
Marinette salió de la estación de metro justo a la hora. Le hubiese gustado llegar antes para causar una mejor impresión, pero le había sido imposible dadas las circunstancias. Abrió su bolso justo antes de entrar en las instalaciones de Gabriel, la empresa que la contrataba.
—Hola Tikki —dijo sonriente a su kwami—. ¿Ya te has despertado?
—Buenos días, Marinette. Empiezas a las nueve, ¿verdad?
—Sí. No estoy llegando tarde gracias a Alya.
—Es muy duro compaginar tu vida con la de Ladybug, lo sé.
—Debo hacer algo, Tikki. No puedo llevar este peso yo sola porque los akumas aparecen a cualquier hora del día o de la noche.
Marinette escondió a Tikki para poder entrar en el inmenso edificio de Gabriel, una importante marca de moda que exportaba sus diseños a una multitud de países. Su presidente, el señor Gabriel Agreste, tenía fama de ser demasiado exigente con sus empleados, por lo que la gran mayoría lo respetaban y temían por igual.
El personal de seguridad acompañó a Marinette hacia el ascensor, donde una secretaria la esperaba en la quinta planta con el manual de bienvenida y diferente información acerca de la compañía.
—Bienvenida. Me llamo Claudine.
—Encantada. Soy Marinette.
—Este será tu sitio —dijo la secretaria, mostrándole una mesa dentro de una gran sala con diferentes personas trabajando delante del ordenador. Marinette saludó a sus nuevos compañeros, medió avergonzada por haberles interrumpido.
Llegaron a una gran sala de juntas, que se encontraba vacía en aquel momento.
—Los lunes se reúne el equipo creativo para hablar de las nuevas tendencias. Tú estarás con ellos para aprender. Recuerda que tu contrato será de prácticas durante seis meses. Después, si cumples las expectativas, existe la posibilidad de convertirte en indefinida. Hay otras dos personas que están en tu misma situación, pero solo tenemos un puesto fijo en la empresa.
Marinette observó maravillada la estancia de trabajo, donde las paredes estaban llenas de recortes de tela y dibujos con múltiples diseños. Los ordenadores disponían del software más avanzado y las mesas eran ideales para desarrollar los bocetos.
Cuando Claudine acabó de enseñarle lo necesario para poder empezar a trabajar, acudió a su sitio donde le esperaba Pierre, su jefe directo y responsable de otros dos trabajadores en prácticas llamados Óscar y André.
—Así que competimos contigo —dijo Óscar, un joven de veinte años de edad, con cabello rapado y vestido de colores estrambóticos.
—Soy Marinette.
—Lo sabemos —añadió André, que era más alto que Óscar y parecía algo mayor. Sus cabellos oscuros, recogidos con una coleta contrastaban con la camisa blanca que vestía.
Pierre se acercó a los tres. Era un hombre de cuarenta años, con el pelo corto algo canoso y gafas modernas.
—Llegas en un buen momento, Marinette —dijo Pierre—. Hoy conoceremos a Adrien, el hijo del señor Agreste. Es el modelo de nuestra marca, que ha venido de Londres para ayudar a su padre en la compañía.
Marinette tragó saliva. Sabía perfectamente quién era el hijo de Gabriel Agreste debido a su fama. Su imagen se mostraba en las grandes vallas publicitarias de la ciudad, y era el protagonista de varios anuncios de su perfume.
—Adrien… —murmuró para sí misma.
🐞🐞🐞🐞
Claudine le envió un documento a Marinette a través de la mensajería interna sobre los detalles de la recepción del hijo de Gabriel Agreste. Se había convertido en el tema principal del día, y la gente parecía más nerviosa de lo habitual. Se fijó en varias mujeres comentando lo guapo que era mientras se acicalaban en los baños para causar buena impresión.
En el edificio había un bar-restaurante para empleados donde se podía pedir comida a un precio bastante asequible. A la hora de comer, Marinette escogió una mesa que estaba desocupada para estar tranquila. Buscó a Adrien por internet mientras comía un plato de pasta, sumida completamente en sus pensamientos. Se sonrojó al ver una foto en la que aparecía con el torso semidesnudo y mirando a la cámara con ojos felinos. Sus brazos se entrelazaban con los de una hermosa modelo que posaba junto a él. Buscó su fecha de nacimiento para comprobar que tenía su edad.
“Veinticuatro años, tal y como recordaba” pensó.
Aquel hombre había nacido para enamorar al objetivo, desde luego, y a cualquier chica que se le terciara debido a su apariencia y cuerpo de infarto.
—No me digas que eres de esas fans locas por Adrien —dijo una voz a sus espaldas.
Marinette se levantó de la silla, roja como un tomate.
—Yo… yo no pretendía.
—No importa —sonrió la mujer que parecía estar pasándolo realmente bien con la escena.
Era una chica rubia y guapa, con un mechón rosado en los cabellos. Vestía una gorra color turquesa, algo más clara que el azulado de sus ojos.
—Me llamó Zoé Lee —dijo, sonriente—. No pretendía avergonzarte.
—N… No te preocupes —contestó, con cara de circunstancias—. Soy Marinette Dupain-Cheng. Hoy es mi primer día.
—Ya me imaginaba. Te veo algo sola. Eres una de los de prácticas, ¿verdad?
Marinette asintió, y Zoé se sentó junto a ella.
Ambas charlaron sobre sus carreras y lo que habían estudiado. Le comentó que llevaba un año trabajando como diseñadora gráfica para la firma Gabriel y aunque era duro, le resultaba tremendamente gratificante.
—Adrien no suele venir mucho por aquí —dijo Zoé, cuando empezaba a contarle los entresijos de la compañía—. Él vive en Londres, pero por alguna razón, su padre ha querido que se quede en París una temporada.
—Parece un chico bastante interesante —contestó Marinette, todavía sonrojada.
—No creas. De cara al público va de hombre bueno, pero no es lo que parece.
Zoé miró el reloj.
—¡Ups! Ya acaba mi descanso. Debo marcharme.
Marinette se quedó sola, sumida en sus pensamientos.
“¿No es lo que parece? A mí me parece el chico más guapo del planeta” pensó, sulfurada.
Escuchó las noticias a través de su teléfono móvil para asegurarse de que ningún akuma estaba atacando la ciudad. De momento todo parecía calmado, y esa calma era algo sospechosa. Pero le venía bien para no faltar al trabajo en su primer día.
Por la tarde, todos los empleados fueron llamados al jardín de las instalaciones para dar el recibimiento a Adrien Agreste, que acababa de aterrizar en París. Aquel hecho causó un gran revuelo en las oficinas debido a la curiosidad por conocer en persona al famoso hijo de Gabriel, la imagen de la marca de la compañía.
Marinette se sentó al lado de Claudine, que parecía nerviosa. Se fijó en su atuendo, demasiado uniformado para su gusto, aunque entendía que la obligaban a ir vestida de aquella forma. Su pelo era castaño, recogido completamente con un jersey de cuello alto blanco y americana azul marino con falda de tubo a juego. Llevaba unos incómodos tacones que Marinette no hubiese aguantado ni cinco minutos.
—¿Por qué han tanta expectación? —preguntó Marinette —. ¿Es que acaso no suele venir por aquí?
—La agenda de Adrien está siempre muy apretada —contestó Claudine—. Suele viajar por todo el mundo promocionando la marca y además, vive en Londres. Los rumores dicen que ha venido para estar un tiempo haciéndose cargo de la empresa, después de haber cursado un máster de dirección y finanzas.
En el jardín esperaban unos cuatrocientos empleados, todos mirando al fondo donde se situaba la mesa blanca donde aparecería el presidente, y un micrófono para hablar. Al cabo de diez minutos apareció Gabriel, acompañado del vicepresidente y secretario de dirección.
—Buenas tardes a todos —empezó diciendo a través del micrófono—. Me es grato comunicaros que a partir de hoy me voy a tomar un tiempo sabático para estudiar las próximas tendencias del mercado. Nuestra compañía necesita un aire fresco, y es por ello que he decidido poner a mi hijo al frente hasta que yo regrese con nuevas ideas y energías renovadas. Como bien sabéis, hace poco que perdí a mi esposa, y todavía no me siento capaz de dar el cien por cien de mí mismo, tal y como había hecho hasta ahora. Por eso me centraré en la parte creativa, y Adrien se encargará del resto. Espero que lo comprendáis. Gracias por todo.
El discurso de Gabriel fue seco y rotundo, tal y como Marinette había esperado dada su fama de presidente frío y exigente. Aun con todo, notó cierta melancolía en su voz cuando hablaba de su esposa, y aquello le hizo pensar que quizás su fama era pura fachada.
La gente empezó a revolucionarse al ver a Adrien aparecer, vestido con unos pantalones vaqueros azules y americana tostada encima de una camisa blanca. Marinette recordó las fotos que había visto sobre él, y en persona parecía más alto y robusto. Sus cabellos, rubios como el sol, los llevaba perfectamente arreglados para la ocasión, dándole un toque de seriedad al atuendo informal. Se fijó en sus ojos, tan verdes e intensos como los prados en primavera. Aquel hombre era realmente guapo y elegante.
El cuerpo de Marinette empezó a temblar al ver que Adrien sacaba una gorra negra con tres rayas moradas, amarillas y verdes de su bolso para taparse del sol.
—¡Es mi diseño! —exclamó, sorprendida.
El día de la entrevista le hicieron presentar uno de sus bocetos, y por aquel motivo entró a formar parte de Gabriel.
—Ese diseño fue muy comentado, Marinette —dijo Claudine—. La verdad es que tienes talento. Le queda muy bien.
—Gracias…
Adrien se acercó al micrófono para pronunciar unas palabras.
—Hola amigos… No suelo hablar en público, pero he pensado que sería lo adecuado para que empezarais a conocerme muy poco. Como bien dice mi padre, tomaré yo su relevo durante unos meses en los que espero aprender mucho de todos vosotros. Afronto este reto con mucha ilusión, y me encantará poder reunirme con cada uno y me expliquéis qué es lo que esperáis de esta compañía. Solo espero que estéis contentos trabajando conmigo a mi lado. Somos un equipo, y conseguiremos todo lo que nos propongamos.
El discurso de Adrien había sonado modesto y cercano, todo lo contrario que su padre. Su voz era amigable, intentando involucrar a los empleados en el proyecto de futuro. Aquello le honraba y le hacía pensar de que podría ser un buen líder.
—Debe de estar muy solo —dijo Marinette.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Claudine.
—Es lo que me ha transmitido su discurso. Nos llama “amigos”, se quiere reunir con todos nosotros… no sé.
—Es una técnica de recursos humanos.
—Pero parecía realmente sincero.
Los empleados se levantaron para aplaudir, y el guardaespaldas de Adrien permitió que se acercaran a pedirle algún que otro autógrafo.
Marinette se quedó atrás, con el corazón revolucionado al pensar que había escogido su gorra entre todos los diseños recibidos. Aquello la llenó de euforia y orgullo. Observó cómo las mujeres hablaban de lo sexy y encantador que era, al mismo tiempo que le vino a la cabeza la frase de Zoé.
“De cara al público va de hombre bueno, pero no es lo que parece”.
¿Qué habría querido decir con aquella frase? ¿Hasta qué punto conocía al hijo de Gabriel como para pensar que no era trigo limpio?
—Marinette —dijo Pierre, su jefe, justo cuando recogía su mesa para volver a casa—. Mañana tienes una reunión con Adrien a primera hora.
A la joven casi se le cae el bolígrafo al suelo.
—C…claro —contestó, nerviosa.
—No es por nada malo, Marinette. Adrien quiere conocer a la persona que diseñó la gorra que llevaba puesta.
Marinette salió del trabajo, con su corazón latiendo con fuerza.
—¿Qué te ocurre, Marinette? —preguntó Tikki cuando estaban a solas—. Te noto un poco alterada.
—Ha sido un día un poco raro, y ni siquiera ha aparecido un akuma.
—No cantes victoria todavía.
Tikki señaló hacia la Torre Eiffel, donde se podía vislumbrar una inmensa humareda.
🐞🐞🐞🐞
Marinette acudió hacia el lugar de los hechos, y se sorprendió al ver a lo lejos a un hombre musculoso de cabellos dorados, vestido de negro con orejas de gato y rodeado de humo. Una máscara negra le tapaba el rostro.
—¿Es un akuma? —preguntó la joven, al ver que aquel hombre parecido a un superhéroe había provocado disturbios a su alrededor.
—¡Es Chat Noir! —exclamó Tikki—. El prodigio del gato desapareció hace un tiempo. Esto me huele muy mal, Marinette. Deberías transformarte.
—De acuerdo, Tikki. ¡Puntos fuera! —gritó, tocándose los pendientes que eran su prodigio.
Un halo de luz envolvió a Marinette hasta convertirse en Ladybug. Ceñida en un traje rojo con puntos negros y máscara a juego, saltó hasta llegar a donde se encontraba Chat Noir. Éste la observó con su mirada felina y se puso en guardia al verla llegar a donde él estaba.
—Mira quién tenemos aquí —dijo Chat Noir, de forma irónica—. Eres la famosa Ladybug.
—¿A qué has venido? —preguntó la superheroína, a la defensiva—. ¿Trabajas para Lepidóptero?
—De hecho, te estaba esperando. Quería llamar tu atención con toda esta humareda y veo que has picado.
—¿Qué quieres de mí?
Chat Noir sonrió.
—Tus prodigios, naturalmente.
Ladybug intentó darle una patada en la cara, que él esquivó con gracia felina.
—Tienes reflejos, bichito, pero yo soy más rápido —dijo Chat Noir, con soberbia.
—¡No me llames bichito! —exclamó ella, logrando alcanzarle con una fuerte patada.
Chat Noir no parecía muy dolido, a pesar del golpe.
—Nos vamos a ver a menudo a partir de ahora, Ladybug. No pararé hasta conseguir tus prodigios.
—¡Eso ya lo veremos!
Desapareció velozmente sin tiempo a poder seguirle.
🐞🐞🐞🐞
Marinette llegó a casa, exhausta después de todas las emociones vividas a lo largo del día. Se tumbó en la cama, pensativa.
—¿Qué voy a hacer a partir de ahora, Tikki?
—Si Chat Noir está con Lepidóptero, vas a necesitar ayuda a partir de ahora. El kwami del gato se llama Plagg, y tiene el poder de la destrucción. En malas manos es muy peligroso.
Marinette miró la casa de muñecas donde escondía la caja de los prodigios que le había confiado el Maestro Fu, su antiguo guardián.
—Deberías buscarte un compañero que te ayude a partir de ahora, Marinette —dijo Tikki.
—Pero esa persona dejará de tener una vida normal. Es un poco egoísta por mi parte condenarla a llevar un peso como el mío, ¿no crees?
Tikki se escondió al sentir el ruido de la puerta. Era Alya.
—He escuchado las noticias —dijo la joven reportera—. Un nuevo villano ha atacado París y tú estás sola en esto. ¿Estás bien?
Su amiga era la única persona que conocía su secreto.
Se sentó junto a ella y le tendió la mano.
—Se llama Chat Noir, y creo que ayuda a Lepidóptero.
—Escúchame… dijo Alya—. He estado meditándolo mucho, y ahora que ha aparecido otro villano en la ciudad, he pensado que podría serte de utilidad.
—No puedo pedirte eso. Si acepto tu ayuda, una gran responsabilidad caerá sobre tus hombros.
—No me importa, Marinette. Tú sola no podrás contra esos dos.
—Alya tiene razón —dijo Tikki—. Deberías darle el prodigio del zorro. Además ya sabe cómo funciona, pues te ha ayudado en varias ocasiones.
Marinette miró a su amiga, pensativa.
—¿Estás segura?
Alya asintió.
—Y ahora me tienes que contar todo tipo de detalles sobre la aparición de Adrien Agreste en Gabriel. Ha causado un gran revuelo en la ciudad. ¿Es tan guapo como en los anuncios?
Marinette asintió con la mirada, con rubor en su rostro.
—Es mucho mejor en persona. Hoy llevaba la gorra que diseñé para conseguir el puesto en la empresa.
—¿En serio?
—Sí —afirmó Marinette—. Quiere conocer a la creadora y me voy a morir de vergüenza.
—Veo que has tenido un día bien movido.
—Ni te lo imaginas. Creo que me acostaré para no pensar.
—No te enamores de él, ¿eh? Un chico así, siempre rodeado de mujeres, no puede ser fiel.
—¡Ni hablar! No pienso fijarme en su pelo rubio ni en sus ojos grandes y verdes, ni en su boca, aunque sea la más sensual que hay visto en mi vida.
—No tienes remedio, Marinette —le contestó, guiñándole un ojo. Descansa.
Alya cerró la puerta, dejándola sola.
—Buenas noches Marinette —dijo Tikki—. Mañana será un día duro.
🐞🐞🐞🐞
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