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samaynuna · 3 months
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Historia del Teatro del Libertador
Resumen
Introducción
El teatro nuevo
La primera noche
El ir y venir del nombre
Las distintas funciones del Teatro
Vida propia
Cirugías para el Libertador
Conclusiones
Bibliografía
Resumen:
Esta monografía trata sintéticamente la historia de la creación y desarrollo del Teatro General San Martín, uno de escenarios más representativos de la cultura argentina de los dos últimos siglos.
Introducción
La gran corriente inmigratoria del siglo XIX trajo una influencia cultural distinta a la cultura criolla de esos tiempos. Ante la creciente oferta de productores europeos de óperas y zarzuelas y la carencia de espacios adecuados para representarlas, se abocó a la construcción de teatros, generalmente en tinglados o galpones, como el Teatro Progreso o el Teatro Edén.
Pero la actividad teatral necesitaba un teatro de envergadura en Córdoba y el gobierno necesitaba proyectos deslumbrantes. Ramón J. Cárcano, ministro de gobierno y consejero cercano del gobernador Ambrosio Olmos, fue el principal impulsor de la idea de edificar un nuevo coliseo.
Se eligió un terreno fiscal frente a la antigua “calle ancha” (entonces llamada Representantes, hoy Vélez Sarsfield) y en la manzana de la Compañía de Jesús; sobre el lado sur funcionaba la “Casa de la Moneda” y un cuartel. Para evitar críticas sobre lo monumental de los gastos del proyecto el Poder Ejecutivo propuso cubrir los gastos de ejecución con el alquiler de palcos del nuevo teatro y del terreno fiscal ubicado entre General Paz y San Juan.
En estos terrenos se construyó a principios del siglo XX la escuela José Vicente de Olmos, devenido en los 90 en shopping.
El teatro nuevo
El teatro nuevo estaba pensado como ejemplo de la arquitectura del liberalismo. La clase gobernante quería para los edificios oficiales destinados a las actividades sociales, una arquitectura europea de formas clásicas y espectaculares y de mayor confort, totalmente distintas a las formas coloniales más modestas.
            Ya existían otros teatros en la ciudad. En 1877 se construyó el Teatro Progreso; además se inauguraron el Edén (1887, en San Vicente) y el Argentino (1889, frente a la plaza General Paz). La década del 80 trajo otras obras importantes para la ciudad, como el Banco de la Provincia, el Palacio Legislativo y el Dique San Roque.
            La obra del Teatro Nuevo comenzó en 1887, sobre los planos del prestigioso arquitecto Francisco Tamburini, quien participó en la ampliación de la Casa Rosada, en la construcción del teatro “Colón”  de Capital Federal, el Banco de la Provincia de Córdoba, el Hospital de Clínicas y la cárcel Penitenciaria, etc.
El arquitecto José Franceschi fue contratado (con un sueldo de 200 pesos mensuales) para dirigir la construcción.
Como los planos del teatro nuevo se basaba en los coliseos europeos (en un estilo del Manierismo Palladiano) se trató que las instalaciones fueran acordes.
 Antonio Subirá construyó el piso de la platea y armó y colgó decoraciones. En 1889, por sus relaciones con el alto comercio de la ciudad, traería desde el extranjero las decoraciones necesarias para las óperas Mefistófeles, Aída y la Africana.
 Arturo Piccinini proveyó de muebles y tapicería; importó de Europa suntuosos muebles distribuidos desde la planta baja hasta el paraíso.
El artista Arturo Nembrini Gonzaga (quien decoró también la antigua central del Banco de la Provincia) fue contratado en 1888 para realizar:
Sobre el ático (la galería alta de la fachada), las estatuas y el alto relieve
La decoración (en estilo pompeyano) de la bóveda central, de la galería en el paraíso y de las puertas de los palcos.
Decorar el cielo raso y las paredes del vestíbulo exterior del piso bajo.
El tiempo y la desidia de algunos funcionarios contribuyeron a la pérdida de         muchas de estas reliquias como las pinturas del vestíbulo, las de la galería de entrada, pasillos filigranados, cielo raso del salón izquierdo del Teatro, entre otros. En 1978, al refaccionar el edificio, se descubrió detrás de un radiador del sótano, filigranas al estilo de las del techo del foyer.
 Víctor Consigli hizo colocar un dispositivo mecánico que con 2 personas levantaba la platea a distintos niveles hasta llegar a la altura del escenario, para nivelar la visual del espectador según la escenografía propuesta.
El dispositivo también se accionó para entretener en homenajes, bailes y banquetes ofrecidos a los presidentes Figueroa Alcorta, Roque Sáenz Peña, Uriburu y A. P. Justo, además del príncipe Humberto Primero de Saboya. También se celebraron casamientos importantes e incluso el funeral cívico del socialista Deodoro Roca. El movimiento de la platea, el vestirse de etiqueta y de guantes largos, pasaron a la historia. Desde la reforma de 1978 el mecanismo nivelador quedó inutilizado por cañerías de calefacción que pasan debajo de la platea.
Teodoro Flandín se encargó de la instalación de la luz eléctrica, proporcionada por un motor propio.  Los aparatos, pedidos a Francia y Alemania, tardaron varios meses en llegar. 
Para 1890 Nembrini Gonzaga seguía pintando angelotes, mujeres recubiertas con tules vaporosos y frisos con flores exóticas. El teatro no abría sus puertas; estaba a la espera de una iniciativa empresarial para traer un elenco de prestigio.
Ficha técnica
Fachada: está formada por dos niveles. Columnas y pilastras dóricas dividen el  plano inferior y jónicas el superior. Tres figuras femeninas sostienen en sus manos la lámpara votiva, la lira, la trompeta y la corona de laureles, son alusivas a la música; querubines en sobrerrelieve acompañan y sostienen el escudo de Córdoba.
Los pisos son de mosaico calcáreo en los sectores de mayor tránsito y en los de menos categoría. En la sala, foyer, bar y salones importantes los pisos son de listones de madera. Los escalones, umbrales, zócalos y balaustras son de mármol de carrara.
El teatro consta de un subsuelo y 5 niveles. El sector delantero es de carácter público, en donde se encuentra las salas más ornamentadas. Dos circulaciones paralelas sirven para distribuir al público y para el aislamiento acústico entre la sala y los salones laterales. El sector posterior corresponde al escenario y dependencias técnicas. 
El subsuelo concentra los servicios técnicos donde se encuentran el manejo de sistemas de seguridad contra incendios, el sistema elevador de platea y el comando del telón de seguridad y el túnel de calefacción.
En el sector izquierdo está ubicado el bar y el Museo del Teatro de la Música de Córdoba Cristóbal de Aguilar. El museo está en la antigua sala de fumar donde solamente los hombres podían entrar. Luego fue el antebar o sala de exposiciones hasta que en 1987 se convierte en museo. Cristóbal Aguilar fue el primer dramaturgo argentino que pintó en sus obras el paisaje local.
En el sector derecho estaba el patio de actores, que fue transformado en una sala menor (la Luis de Tejeda).
Es notable la diferencia de la calidad de las terminaciones de cada nivel para el público, a medida que asciende a partir de la cazuela. Esto se desprende de la selección de jerarquías sociales  del siglo XIX que la arquitectura expresa.
Superficie total 3640 m2, superficie  cubierta de 11700 m2. Entran 1077 personas, 383 en platea, 22 en palcos altos, 20 en palcos bajos, 174 en cazuela, 152 en tertulia y 200 en paraíso.  Este tenía una entrada independiente que fue anulada para unificar el control de ingreso.
El nivel de los palcos bajos tiene salas laterales de doble altura con hermosas pinturas artísticas en los cielorrasos. Varias de ellas están deterioradas y algunas definitivamente perdidas. El nivel siguiente corresponde al de palcos oficiales (Gobernación y Ministerios)
El escenario es uno de los más grandes del país
La primera noche
            Una velada de beneficencia (26 de abril de 1891) fue excusa para que el telón se alzara por primera vez; esto fue el puntapié inicial de festejos escolares, actos patrios y funciones “para la comunidad”.
            El 8 de julio de 1891, presentándose la compañía de zarzuela cómica que representaron “Los diamantes de la corona” y “El chaleco blanco”. La función había empezado más tarde de lo previsto. Los boleteros no daban abasto y los acomodadores ubicaban mal a los dueños de palcos ya ocupados por otros compradores. A todo el revuelo, se le sumó la silbatina de los espectadores del paraíso, que desorientó a los policías que no sabían que hacer.
            Para ingresar al nuevo teatro en su primera época se debía tener una buena presencia, ostentar varios apellidos y tener gusto (aunque sea fingido) por el “arte mayor”. Para los intervalos, se rescataban las copas de cristal  para agasajar a la alta sociedad cordobesa.
            Todo este brillo y sofisticación contrastaba con algunos gestos de los mismos miembros de la aristocracia cordobesa. Más que un acto de criollismo, la actitud de Eleázar Garzón (gobernador de la provincia en el momento de apertura del teatro) fue interpretado como insolencia. A pocos meses de la apertura, ubicado en el regio palco oficial, el gobernador disfrutaba mejor el espectáculo de la noche con algunos mates amargos que él mismo se cebaba... Esta forma de “mostrar la hilacha” indignaba a los patricios cordobeses, ¡ y justo en el momento que habían conseguido el símbolo de status y modernismo europeo que tanto merecían!
El ir y venir del nombre
            El primer nombre del Teatro Nuevo fue elegido de una forma caprichosa y para nada formal.
            El 9 de setiembre, en un baile para celebrar el centenario del nacimiento de José María Paz, se evocaron muchos nombres como el de Vélez Sarsfield, Deán Gregorio Funes, Juan Gregorio Las Heras (el 7 de setiembre sería inaugurado el Parque Las Heras) y el de José Ignacio Rivera Indarte (poeta, 1814-1845).
Un periodista del diario La Libertad rescató el nombre de Rivera Indarte bautizando al nuevo teatro, nombre que tendría hasta mediados del siglo XX. Paradójicamente, el poeta tuvo escasa vinculación con escena local.
            Funcionarios del gobierno de 1950, tan caprichosamente como se bautizó la  primera vez, cambiaron por decreto el nombre  de Rivera Indarte por “Del Libertador General San Martín”. En 1956 otro decreto provincial devuelve su primera denominación al teatro, hasta 1973 que un nuevo decreto designa al Teatro “Del Libertador General San Martín” definitivamente.
Las distintas funciones del Teatro
            La ubicación del teatro siempre fue duramente criticada. Además de que estaba alejado del centro, se situaba en una zona de malvivientes, y más que nada, era muy marcado el contraste entre el luminoso y rico edificio nuevo y la cárcel que tenía al lado. Tan pegados estaban que en la época de la revolución del `90, se confundieron los roles.
Uno de los palcos fue utilizado para encerrar a un prisionero que no “merecía” estar en la penitenciaria del lado. Su carcelero fue nada menos que Leopoldo Lugones, que encabezaba un cuerpo de voluntarios que cuidó de la cárcel durante la revuelta política, ya que los policías no daban abasto.
            Otro momento de conflicto fue en 1894, cuando la municipalidad (que había tomado bajo su administración al teatro) tuvo que investigar porqué el Rivera estaba en bancarrota. Se denunció la falta de muebles y deficiencias por el descuido en los sanitarios, lo que produjo taponamientos e inundaciones, además de que los sótanos y corredores estaban llenos de basura y escombros. Y todo esto sólo a tres años de su inauguración. La excesiva cantidad de entradas de favor en contraposición a los altos costos contribuyó también a la imposibilidad de mantener tal estructura.
            Y ya que había servido de cárcel, porque no usar el teatro como hotel. Salvo las compañías más importantes que ocupaban los mejores hoteles, las otras compañías vivían en vagones de trenes o en los pasillos del teatro, dejando sin sanitarios a los pisos altos.
Solía sentirse, durante las representaciones, un fuerte olor a comida que el cocinero de la compañía preparaba en la tertulia para después de las funciones. También se podía apreciar sábanas y calzones flameando en las terrazas como parte de la ropa lavada y colgada en los techos del coliseo.
Vida propia
            En 1897 el Rivera (de nuevo bajo el mando provincial) y su competidor, el Teatro Progreso (que acaparaba la mayor parte del público) se relacionaron por el empresario Antonio Subirá que producía los espectáculos de ambos sitios.  A partir de 1902, el productor Luis “Ñato” Padilla trajo grandes estrellas como María Barrientos, Francisco Canaro, Narciso Ibáñez menta y otros muchos afamados artistas.
            A partir de 1895 se marcó una etapa más floreciente para el Rivera a pesar de que la programación fue un cambalache. Actuaron violinistas de nivel internacional, esgrimistas, ilusionistas, artistas de renombre como Luiza Tetrazzini, además de los ya nombrados. La vida del teatro a lo largo de más de  110 años estuvo salpicada de actuaciones inolvidables, visitas de estrellas reconocidas y recuerdos imborrables. Aparte de Enrico Caruso (tenor italiano) y la cantante Luisa Tetrazzini, estuvieron la actriz Lola Membrives, el autor de obras teatrales Lugi Pirandello, Libertad Lamarque, etc. En 1940 dirigió la Orquesta Sinfónica de Córdoba Manuel de Falla, uno de los músicos más prestigiosos, quien vivió en Alta Gracia hasta su muerte. También pasó el aclamado bailarín Jorge Donn. Más recientemente Julio Bocca, Darío Volonté o Marcel Marceau.
            El concierto de la Orquesta Sinfónica del 7 de agosto de 1932 marcó el inicio de la actividad de esa agrupación y también la oficialización de los cuerpos artísticos del Rivera Indarte:
1955: la Banda Sinfónica
1956: el Coro de Cámara y el Coro Polifónico
1957: el Coro de Niños Cantores (ya independiente)
1958: el Ballet Oficial
1959: el Coro Polifónico “Delfino Qurici” de Río Cuarto y la Comedia Cordobesa
1960: el Cuarteto de Cuerdas y el Teatro Estable de Títeres
1961: el Quinteto de Instrumentos de Viento
1973: el Seminario de Danza, el Seminario de Teatro y la Comedia Cordobesa para Niños
Cirugías para el Libertador
                        Desde 1925 a 1927 el Rivera Indarte cerró por reparaciones de tapicería, pintura, ebanistería, instalación eléctrica, calefacción. Se construyeron nuevos camarines en el trasfondo del escenario y un escotillón para las tramoyas. Luego se ubicaron oficinas de instituciones vinculadas al quehacer cultural que ocuparon diferentes sectores del edificio como las de la Academia Provincial de Bellas Artes “Dr. J. Figueroa Alcorta” y el Museo Provincial De Ciencias Naturales “Bartolomé Mitre”. El Museo del Teatro y de la Música de Córdoba “Cristóbal de Aguilar” continua hasta hoy en las dependencias del Libertador. 
Desde el 2000 se hicieron otras remodelaciones en el Libertador. Se construyó un edificio anexo con entrada por calle Duarte Quirós. Este edificio está compuesto por dos bloques, conectados con el cuerpo principal del Teatro. En uno de ellos se encuentra el ingreso, sala para iluminación, taller de costura, vestuario y sala de directores. En el otro bloque se instalaron 10 camarines, una sala de ensayo, un taller de maquinaria y montaje y un patio de artistas.
Conclusiones
            Al investigar sobre la Historia del Teatro del Libertador encontré muchos datos técnicos, fechas, nombres, etc. Me pareció que toda esta información cuantitativa escondía lo que el Teatro significó y significa para Córdoba.
            El Libertador es una muestra viva de la historia de la ciudad, de su sociedad, de sus costumbres. Viva porque sigue evolucionando con el paso del tiempo, y sigue mostrando nuestra idiosincrasia como grupo humano.
            El Teatro del Libertador Gral. San Martín es un producto cultural, no sólo porque está formado por y para la expresión artística sino porque es vidriera de los actos y emociones de nuestra pequeña – gran comunidad.
Bibliografía
BISCHOFF, Efraín U. Memorias del “Rivera” : Teatro del Libertador General San Martín. Córdoba: Boletín Oficial, 1991.
BISCHOFF, Efraín U. Tres siglos de teatro en Córdoba : 1600-1900. Córdoba : UNC, 1961.
100 años :  Rivera Indarte. 2da. ed.  Córdoba : Mario Adolfo Noero, 1994.
Escenario del Libertador, año 2, nro. 5, (abril, 2001) Córdoba : Agencia Córdoba Cultura, 2001.
Autora:
Mariela del Carmen Garcia
Encuadernadora egresada de Encuadernación y Restauración de Libros de la Escuela de Artes Aplicadas Lino Enea Spilimbergo. Ciudad de Córdoba. Córdoba. Argentina.
Trabajo realizado en noviembre de 2005.
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samaynuna · 1 year
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Los Mandalas en Arteterapia.
Mi trabajo final para el Diplomado en Arteterapia.
En el principio de los tiempos 
el Espíritu de la Tierra se dirigió al Espíritu del Cielo, 
e implorando le dijo: "Yo sé cómo hablar al Espíritu del Hombre, 
pero te pido que me otorgues ese lenguaje por el cual,
el Espíritu del Cielo puede hablar  al corazón del Hombre" 
Entonces, lleno de bondad, 
el Espíritu del Cielo al Espíritu de la Tierra 
le concedió El Arte. 
Rudolf Steiner.
INTRODUCCIÓN 
Para ser creativo se requiere del desarrollo de las competencias cognitivas comunes a todo ser humano, permeadas por la motivación y la afectividad. La creatividad es el conjunto de capacidades intelectuales, afectivas y motoras propias del individuo que a través del proceso educativo se pueden manifestar mediante la estimulación, motivación intrínseca y extrínseca para aportar soluciones originales a problemas determinados, así como crear con ingenio y transformar a partir de lo que ya se tiene.
Según investigaciones sobre la dominancia cerebral de estudiantes universitarios, la mayoría no presenta dominancia en el cuadrante cortical derecho relacionado con el desarrollo de la creatividad; por ello, se hace necesario que el sistema educativo implemente metodologías que contribuyan a estimular dicho cuadrante, para que los estudiantes avancen en el conocimiento basado en la solución de problemas, en la potenciación del pensamiento divergente, la originalidad, sensibilidad, la iniciativa personal, el espíritu crítico y la innovación entre otros.Los avances científicos y tecnológicos, las aceleradas transformaciones sociales y de producción, las nuevas modalidades de empleo, reclaman nuevas formas de pensamiento, habilidades y actitudes creativas. La riqueza de un país con futuro no está tanto en los bienes materiales, cuanto en la capacidad innovadora y creativa de las personas y los pueblos, y en la cultura innovadora de toda la sociedad.
Como todas las capacidades humanas, la creatividad puede ser desarrollada y mejorada a través de estrategias pedagógicas innovadoras. Con métodos activos que hagan experiencias de aprendizaje ricas en situaciones de participación, le permitirán a las personas opinar y asumir responsabilidades, plantearse y resolver conflictos (asociándolos a quehaceres cotidianos) haciéndolos actuar, fabricar instrumentos de trabajo y construir sus propios textos para una comunicación horizontal y multilateral como miembros de su comunidad.
La creatividad se expresa en todos los ámbitos del quehacer humano: científico, técnico y artístico y también en nuestro quehacer cotidiano desde nuestra forma de amar y de relacionarnos, hasta en la manera de conocer, comportarnos, y descubrir el mundo, permitiéndonos así solucionar problemáticas de la comunidad de manera innovadora con espíritu crítico, y apertura a las megatendencias provenientes de la tecnología, la ciencia y la cultura. Formar en la creatividad es educar para el cambio y formar personas innovadoras, originales, flexibles, con visión futurista, iniciativa propia y confianza en sí mismos; personas amantes de los riesgos y listas para afrontar los obstáculos y problemas que se les van presentando en su vida escolar, laboral y cotidiana. 
MANDALAS
“En Egipto y en China se colocaban mandalas dentro de ciertos lugares para cambiar la energía de los mismos, así llega a nuestros días la idea de que el mandala es un elemento sanador, meditativo y equilibrante”, cuenta Ahimsalara Ribera , autora del libro La Sanación con los Mandalas. Este tipo de estructura circular que son los mandalas, de composición repetitiva y fractal, también está estrechamente vinculada a las ceremonias de la región del Tíbet como ritual de sanación e instrumento de contemplación mística. “Y es que todo lo que está y se representa dentro de este círculo se sacraliza, queda protegido y se potencia”, añade Anna Freijomil, arteterapeuta dedicada durante años a la Mandalaterapia. 
Este tipo de estructura circular que son los mandalas, de composición repetitiva y fractal, también está estrechamente vinculada a las ceremonias de la región del Tíbet como ritual de sanación e instrumento de contemplación mística. “Y es que todo lo que está y se representa dentro de este círculo se sacraliza, queda protegido y se potencia”, añade Anna Freijomil, arteterapeuta dedicada durante años a la Mandalaterapia.
En el hinduismo y en el budismo un mandala es un dibujo complejo, generalmente circular, que representa las fuerzas que regulan el universo y que sirve como apoyo de la meditación.
Existen distintos modos de interpretar estos círculos: teniendo en cuenta no sólo las formas dibujadas y los colores utilizados sino también la cultura en dónde fueron concebidos. Ahora bien, por qué no pensar en estos círculos como comunicación: dispositivos que hacen emerger lo no dicho. Círculos que permiten conocer qué se siente, qué se piensa en un momento y lugar determinado y así conectar alma y cuerpo. 
Mandala es un término sánscrito que significa “centro, círculo, anillo mágico”. En la RAE, es definido como un dibujo complejo, que suele ser circular y que representa las fuerzas reguladoras del universo, sirviendo en la meditación como apoyo. Existe una variedad infinita de mandalas, desde figuras sencillas hasta más complejas con forma de loto o de rueda. Dibujados en un folio, pintados o tejidos en tela, incluso constituyendo el plano de algunos edificios. Son utilizados desde tiempos remotos, teniendo su origen en la India, propagándose por la cultura oriental y más tarde, gracias al psiquiatra suizo Carl Gustav Jung por occidente. Su importancia se ve reflejada en la gran difusión entre las diferentes culturas y religiones.
Estructuralmente, el espacio sagrado (el centro del Universo y soporte de concentración) se representa como un círculo inscrito dentro de una forma cuadrangular. En la práctica, los yantras hinduistas son lineales, mientras que los mandalas budistas son bastante figurativos. A partir de los ejes cardinales, suelen sectorizar las partes o regiones internas del círculo-mandala. Por otra parte, otras culturas poseen configuraciones mandálicas o mandaloides, frecuentemente con intención espiritual: la mandorla (almendra) del arte cristiano medieval, ciertos laberintos en el pavimento de las iglesias góticas, los rosetones de vitral en las mismas iglesias, las chacanas del mundo andino, los diagramas de los indios pueblo, etcétera. Es muy probable que esta universalidad de las figuras mandálicas se deba al hecho de que las formas concéntricas sugieren una idea de perfección (de equidistancia con respecto a un centro) y de que el perímetro del círculo evoque el eterno retorno de los ciclos de la Naturaleza (tal y como en la tradición helenística lo proponía, por ejemplo, el uróboros)
Esta universalidad de los mandalas hizo que el psiquiatra Carl Gustav Jung los privilegiara como expresiones probables de lo inconsciente colectivo. Para él, el centro del mandala figura al sí-mismo (selbst), que el sujeto intenta lograr perfeccionar en el proceso de individuación. Jung afirmaba que los mandalas eran la representación de la mente en su totalidad, desde el consciente hasta el inconsciente. Esta figura contenía un gran poder transformador. “El Mandala es un símbolo vivo. Es la representación del anhelo de unidad y que nos ayuda en el proceso de Individuación” Carl Jung
EL ARTETERAPIA CON MANDALAS
El médico psiquiatra suizo, Carl Gustav Jung empezó a usar los mandalas en el campo arterapéutico. Actualmente son muy conocidas y usadas por personas de todas las edades. Jung se sintió muy conectado por los mandalas, es por eso que los aplicó como herramientas terapéuticas para favorecer el camino del autoconocimiento. Escribió Jung: “El mandala es una forma de abrir las puertas hacia el interior de ti mismo y tu sabiduría interior, te proporciona un refugio donde sentirte a salvo del mundo externo lleno de estrés y confusión y te aporta una sensación de paz y calma”. Lo que quiso decir Jung en otras palabras es que pintar, diseñar y meditar mandalas es: crear, ser y estar en tu santuario interior, reposar en tu templo de luz divina.
Los mandalas desde un contexto terapéutico están dentro del campo de la Arteterapia. El Arteterapia con mandalas es el acompañamiento, soporte y uso de esta herramienta con el objetivo de activar o sensibilizar, interpretar y armonizar de manera creativa, intuitiva y consciente el camino de transformación interior y expansión de la consciencia de la persona ya sea a modo de paciente o como autoayuda, autocuidado (personal). El Arteterapia Mandalas propone como base y estructura una serie de técnicas y protocolos - guías que van a orientar y facilitar el trabajo e intervención del terapeuta y la participación del paciente pará así vivir la experiencia mandálica. En todo el proceso terapéutico con el mandala se puede complementar e integrar otras herramientas psicoterapéuticas, holísticas y complementarias, esto quiere decir que en una terapia con mandalas puede conectarse por ejemplo con técnicas psicológicas, coaching, reiki, péndulo, flores de bach, yoga, mindfulness, pnl, lectura de oráculos y tarot , cristaloterapia, registros akáshicos, y otras técnicas más.
Los mandalas son una forma estupenda de activar y estimular la creatividad y expandir la intuición. Iniciar un proceso de atención y enfoque pintando o creando mandalas va a llevar a nuestra mente a entrar en un estado de atención plena en el ahora o meditación activa, y ese es uno de los primeros beneficios. Los procesos de pensamientos se aquietan al igual que las emociones y esto afecta al cuerpo físico. Los mandalas son un camino hacia la paz interior y nos ayudan a encontrar el equilibrio en nuestras vidas. Pueden ayudarnos a canalizar y afrontar mejor el estrés, la ansiedad y la depresión. Ayudan mucho a permitirnos expresarnos desde nuestro mundo interno. Nos acompañan en todo el proceso. También pueden utilizarse en meditaciones y como estímulos para la contemplación. Dibujar y crear un mandala puede ayudar a mejorar la concentración y la atención, ya que requiere enfoque y atención para completarlo. Esto ayuda a desarrollar la capacidad de enfocarse en una tarea durante un período de tiempo prolongado. 
Los mandalas pueden utilizarse en la meditación  o como técnica de relajación fortaleciendo esta última, el proceso creativo de la persona. Así, en un estudio realizado en 2005 por Nancy A. Curry y Tim Kaser comprobaron que la elaboración de los mandalas de arena eran efectivos para disminuir los niveles de ansiedad y estrés. Este estudio examinó la efectividad de diferentes tipos de actividades artísticas en la reducción de la ansiedad. Después de someterse a una breve inducción de ansiedad, 84 estudiantes universitarios fueron asignados al azar para colorear un mandala, colorear una forma de cuadros o para colorear en una hoja de papel en blanco. Los resultados demostraron que los niveles de ansiedad disminuyeron aproximadamente de la misma manera para los grupos que colorearon mandalas y cuadros escoceses y que ambos grupos experimentó una mayor reducción de la ansiedad que el grupo de coloración no estructurada. Estos hallazgos sugieren que la estructura y la coloración de un patrón geométrico razonablemente complejo puede inducir un estado meditativo que beneficia a las personas que sufren de ansiedad. 
La experiencia de la ansiedad es común a todos los humanos y para muchos puede conducir a problemas como fobias, pánico o trastorno de ansiedad generalizada. De hecho, los trastornos de ansiedad son la clase más común de todos los trastornos psicológicos y los niveles de ansiedad han ido en aumento significativamente durante la última mitad del siglo XX. Como tal, es importante desarrollar una variedad de medios efectivos para ayudar a las personas a disminuir la ansiedad. La idea básica de la terapia de coloración es que cuando las personas colorean formas geométricas complejas, se les brinda la oportunidad de suspender su “diálogo interno” y de participar profundamente en una actividad que los aleja del flujo de pensamientos y emociones negativas que a veces pueden dominar sus vidas. Belchamber recomienda colorear mandalas, que son figuras simétricas que han sido utilizadas durante mucho tiempo como objetos de meditación en las tradiciones espirituales.
Colorear la forma simétrica del mandala con sus patrones repetitivos y su complejidad ayudan a llevar a las personas a un estado similar a la meditación. La terapia de coloración es una herramienta eficaz para aliviar la ansiedad, ya que combina elementos de arteterapia (es decir, colorear una forma) y meditación (es decir, concentrarse profundamente en una experiencia que es calmante). Varios autores han documentado la efectividad de la Arteterapia en el tratamiento de la ansiedad. Grossman sostuvo que la terapia del arte puede ayudar a organizar y calmar el “caos interior” que es la ansiedad porque uno permitió dar sentido a la confusión de la vida cotidiana y comunicarse sin tener que encontrar las palabras perfectas. De manera similar, Christenfeld y Creager  sugirieron que las terapias sin hablar son mejores para las personas con ansiedad ya que ayudan a las personas a evitar la timidez que a menudo acompaña hablar. Otros médicos que utilizan arteterapia con mujeres en prisión (Cronin, 1994), niños en escuelas públicas (Keve, 1995), y niños de violencia parental (Kozlowska & Hanney, 2001) han encontrado resultados beneficiosos similares.
La meditación, o la práctica de limitar con calma la atención y el pensamiento mediante el uso de ejercicios mentales (Smith, 1975), también ha demostrado ser beneficiosa para la ansiedad. Se han realizado 40 estudios para examinar el uso de la meditación en la reducción de la ansiedad general (Taylor, 2002). Muchos han concluido que aspectos de la meditación pueden ser efectivos (Arcari, 1997; Marrón y Ryan, 2003; Flinton, 1998). Por ejemplo, Kabat Zinn et al. (1992) hizo que 22 personas con trastornos de ansiedad pasaran por una sesión de entrenamiento de meditación de atención plena; 20 de estas personas lograron disminuir su ansiedad.
Otro trabajo de Brown y Ryan (2003) ha demostrado que personas que cultivan la "atención plena", o la conciencia y atención al momento presente, también experimentan una menor niveles de ansiedad.
Los resultados del estudio de Curry y Kasser respaldaron claramente la hipótesis de que colorear un mandala durante 20 minutos es más efectivo para reducir la ansiedad que colorear de forma libre durante 20 minutos. Al medir los niveles de ansiedad al ingresar al estudio, después de una breve inducción de ansiedad y después de 20 minutos de colorear, se pudo demostrar que los participantes que colorearon una hoja de papel en blanco no mostraron reducciones en la ansiedad, mientras que los participantes que colorearon una mandala en realidad disminuyó sus niveles de ansiedad a niveles por debajo de lo que informaron antes de la inducción de ansiedad. Curiosamente, los efectos de colorear un mandala en la reducción de la ansiedad fueron poco diferentes de los efectos de colorear un diseño a cuadros. Es decir, los participantes que colorearon un diseño a cuadros durante 20 minutos experimentaron aproximadamente tanto alivio de la ansiedad como los participantes que coloreó un mandala. Solo se produjo coloración de forma libre sin alivio de la ansiedad.
¿Por qué el diseño a cuadros y el mandala podrían ser igualmente efectivos y mejores que la coloración de forma libre para reducir la ansiedad? Varias posibilidades vienen a la mente. Primero, como el mandala, el diseño a cuadros era lo suficientemente complejo como para requirió una cierta cantidad de atención para completar, pero no era tan complejo como para requerir un exceso de pensamiento (Belchamber, 2003) o como tal, el diseño a cuadros puede haber tenido suficiente valor de interés para atraer a los participantes y ayudar a distraerlos de su anterior experiencia que les provocó ansiedad. Otra similitud importante entre el mandala y diseños a cuadros es que ambos proporcionaron estructura y dirección, mientras que la condición de forma libre no proporcionó ninguno. Si la ansiedad es una especie de “caos interior” (Grossman, 1981), parece probable que una actividad estructurada como colorear un diseño predeterminado y algo complejo ayudaría a organizar ese caos. Por el contrario, los participantes en la condición de forma libre tenían que encontrar su propia manera de estructurar su experiencia durante 20 minutos, y esto puede haber sido induciendo ansiedad en sí mismo o no han podido ayudarlos a reducir su ansiedad. De hecho, las observaciones de los participantes en el grupo de forma libre sugirió que deseaban más dirección, ya que algunos miraban con frecuencia al experimentador para obtener más instrucción después de haber dado instrucciones. Además, varios de los participantes en el grupo de forma libre se detuvieron periódicamente durante el tiempo de colorear para tocar un lápiz, aparentemente para pensar qué colorear a continuación. Esta falta de dirección y estructura puede haber mantenido a los participantes en la forma libre condición de coloración continua durante todo el 20 minutos o puede haber hecho su experiencia de colorear no óptima en otros aspectos. En suma, parece que la complejidad y estructura de los diseños de cuadros y mandalas atrajeron a los participantes un estado similar a la meditación que ayudó a reducir su ansiedad. Por el contrario, los participantes que tenían que decidir qué dibujar por sí mismos pueden haber experimentado confusión sobre qué dibujar o no haber coloreado continuamente durante 20 minutos por otras razones. Es probable que cualquiera de estas experiencias reste valor al estado meditativo necesario para reducir la ansiedad a través de la coloración (Belchamber, 2003).
Los mandalas son una forma de meditación en acción. A medida que la persona lo va creando u observando, se libera de sus pensamientos y va despejando su mente. Ayudan a la concentración y la atención. Así como a la consecución de una estabilidad mental y equilibrio espiritual, profundizando en el conocimiento sobre sí mismo.
La arte terapeuta Laura Podio señala cómo al hacer arte, en este caso nos referimos a los mandalas, vemos en imágenes y éstas iluminan neuronas en distintas regiones del cerebro. Podio advierte tres formas de conexión entre las neuronas y el cuerpo. En primer lugar la parte derecha del cerebro, el hogar de las imágenes, envía mensajes a las zonas inferiores que se conectan con el hipotálamo. Las imágenes artísticas, el movimiento, la música y el baile se alojan inicialmente en zonas que son responsables del pensamiento y de iniciar el movimiento muscular. Las descargas de las neuronas provienen tanto de la realización del arte como del movimiento. Cuando los pensamientos, las ideas, o una imagen artística, o la realización de un movimiento, llegan de la imaginación o de la memoria, los movimientos se reflejan como descargas en las zonas que envían mensajes a los músculos, éstos se mueven microscópicamente. Realizar arte absorbe toda la atención de la persona y la aparta de las preocupaciones y los problemas del mundo exterior. La persona es llevada a “otro mundo”, a un estado mental de pura concentración que se parece mucho a la meditación. La fisiología resultante es igual a una profunda relajación y curación. Así, el ritmo cardíaco se vuelve más lento, la presión arterial baja, la respiración es cada vez más lenta, la sangre va hacia los intestinos; todo el cuerpo cambia. Segundo, se produce un cambio químico como resultado de los cambios hormonales. Es más lento, pero es más profundo en el sentido que afecta a todas las células del cuerpo. Tercero, entramos en el reino de los neurotransmisores, en el que el arte cambia la fisiología del cuerpo. Aquí, las imágenes hacen que zonas específicas del cerebro liberen endorfinas y otros neurotransmisores que afectan las células del sistema inmunológico. Los neurotransmisores alivian el dolor y hacen que el sistema inmunológico funcione con más eficiencia. Cuando hacemos arte, la liberación de las endorfinas se siente como algo profundamente placentero, las personas se sienten expandidas, conectadas, centradas, relajadas, vibrantes, en paz. En verdad, la liberación de endorfinas durante la creación apasionada puede ser la fuerza curativa más importante”
LOS MANDALAS Y LA ESPIRITUALIDAD
Desde una visión espiritual, los mandalas son como centros energéticos de equilibrio y purificación, que nos ayudan a transformar la visión que tenemos de nuestro entorno y de nosotros mismos.
Laura Podio, arte-terapeuta argentina hace su aporte al explicarnos que el mandala es “un esquema reducido y esencial del mundo; preserva de la invasión de fuerzas disgregadoras de la conciencia, que actualmente podríamos denominar situaciones estresantes”. Gauding hace un recorrido sobre el uso de las formas sagradas explicando inicialmente que para el hinduismo se trata del descubrimiento de que el yo es uno con lo divino, a diferencia del budismo que pone el acento en la naturaleza búdica, en la posibilidad de iluminación. Sin embargo, ambas tradiciones, encuentran en el mandala el modo de simbolizar los aspectos no visibles de la realidad y son apoyo para el desarrollo espiritual. La forma circular se manifiesta como todo lo conocido, desde lo mundano hasta lo más divino y espiritual. El hombre se ha valido del mandala como medio para relacionarse con la realidad, todo aquello que podemos percibir, intuir y comprender. Como sinónimo de orden el mandala es usado desde hace muchos siglos. Se lo identifica en las culturas primitivas, aztecas, incas y charrúas en calendarios, grutas, construcciones y vasijas. Laberintos y templos circulares en la India, son ejemplo de su existencia en la antigüedad. 
Cualquier persona, sin importar la edad, puede dibujar y pintar un mandala, obteniendo según diversas investigaciones realizadas, numerosos beneficios. El simple hecho de colorear, ayuda a la persona a alcanzar estados de calma.
Las formas y los colores utilizados de los mandalas expresan pensamientos, emociones e intuiciones de la persona que lo ha hecho. Según dicen, la elección no es casual. El mismo color, según el estado de ánimo de la persona, puede tener significados distintos.
Así, con estudios como el llevado a cabo en la Universidad Estatal de California, nos señalan que esta técnica es especialmente útil en arteterapia. Alivia el estrés, mejora la atención y se alza un recurso habitual cada vez más habitual. Los mandalas suelen representar la conexión entre el mundo interno y la realidad externa. Dibujar e interpretar un mandala, suele facilitarnos entre otras cosas, tomar contacto con la propia intimidad.
El arte del mandala es conocido por su efecto calmante y su capacidad para aumentar la sensación de bienestar, así se va creando un espacio tiempo sagrado. Cuando se hacen los propios mandalas, se convierten en algo más que una obra de arte: es el mundo interior expresándose; nos recordarán el potencial creativo. Los mandalas son una forma estupenda de cuidarse, ayudan a la relajación, desconectar del ruido exterior y entrar en contacto con el interior. 
Cuando se pinta y crea mandalas, se proyecta y expresa el universo interno, los procesos que se están viviendo o se vivieron, lo que se siente, lo que se piensa, las memorias, anhelos, sueños. Hay información de alto valor que se revela a través de los colores, símbolos, trazos, números y un mapa maestro que guía al momento de hacer la interpretación. El proceso de identificar todos estos elementos y presentarlos a la persona que pintó o diseñó mandalas se llama LECTURA O INTERPRETACIÓN. La lectura de mandalas invita a la reflexión, observación y toma de acción del consultante sobre temas a sanar y equilibrar, para después tomar acción.
TIPOS DE MANDALAS
En lo que respecta a los mandalas, la tipificación no solo es infinita sino que podemos encontrarlos en cualquier momento y lugar. Aquí se muestra la clasificación realizada por Gouding en la Biblia de los Mandalas.
El universo y los mandalas. El mandala representa el círculo, forma primigenia del universo mismo. El átomo es la pieza fundamental a partir de la cual se construye el universo. El núcleo, el espacio que rodea al núcleo y la corteza del átomo son el prototipo de la forma del mandala. El sol y la luna son círculos, como otras tantas estrellas. Sabemos que la misma tierra es una esfera que gira alrededor del sol. Los hindúes llamaban al punto bindu, o punto sagrado, fuente de la que emana todo lo que existe. En el mandala hindú llamado Shri Yantra, el círculo representa el yani o vulva, y el bindu que está en el centro representa el esperma o semilla. El yoni, el órgano femenino, da a luz el mundo y el tiempo, el lingam, el órgano masculino, produce la semilla del ser. Para los antiguos taoístas chinos, el círculo vacío simbolizaba el wuchi o tao, un vacío fértil del que surgió el universo. El wu chi dio a luz a una unidad orgánica primigenia de la que surgieron dos fuerzas opuestas, el yin y el yang. Estas fuerzas se interpenetran mutuamente sin cesar. La física moderna supone que el universo empezó a partir del Bing Bang. El mandala simboliza lo sagrado e inefable que se encuentra en el centro de la realidad cotidiana. Este centro del círculo, es ilimitado y eterno, no tiene principio ni fin. 
El mandala en la naturaleza La palabra célula procede del latín cellula, que significa celda, habitación pequeña. Las células son recipientes de la energía vital y de la información hereditaria. El origen de las células está relacionado con el origen de la vida. La célula representa la potencialidad y la energía dinámica de la vida misma. La membrana que separa a la célula del entorno que la rodea y que la protege del mismo es semejante al perímetro exterior del mandala. Del mismo modo, el mandala es un arquetipo dinámico que mantiene comunicación constante con lo que está en el exterior. Lo mismo nos sucede a nosotros. Límite y frontera. Al poder elegir qué y a quién se deja entrar, qué y quién tiene un acceso limitado, y qué o quién no puede entrar. Las flores simbolizan el amor romántico y la sexualidad. La flor es un mandala energético que simboliza el poder biológico y místico de la sexualidad. La estructura mandálica del universo se refleja también en vegetales y frutas. Al cortar cualquier vegetal por la mitad se observa cómo se ha desarrollado hacia el exterior a partir de un punto central. En el caso de los árboles, al examinar el corte transversal, tendremos una visión de la vida del árbol. El árbol produce un anillo nuevo cada año. Sus condiciones de crecimiento se verán en el tamaño de los anillos. El mandala del árbol representa el valor, la perseverancia y la sabiduría. 
El mandala en el mundo animal La naturaleza mandálica del universo se refleja en animales, arácnidos e insectos. La medusa forma un mandala flotando que se desplaza por el mar. La mayoría de las estrellas de mar tienen también cinco brazos que irradian de un disco central. En tierra firme, tanto la araña, con su centro y sus apéndices radiales, como su tela adoptan formas de mandala. Muchas culturas atribuyen la invención de la cestería, de los nudos, del hilado, del tejido y de la construcción de redes a la telaraña. La araña es figura central de muchos mitos de la creación, ya que dan forma a su propio entorno con hilos que extrae de su propio cuerpo. Los animales suelen construir estructuras mandálicas como el nido de las aves, recipiente de forma redondeada construido para albergar los huevos y, más tarde, a las crías recién nacidas. Los nidos de las aves, de los insectos y de los reptiles son célula y mandala al mismo tiempo. Cada huevo contiene la esencia de un nuevo ser vivo. Los cuernos de los animales, así como los cascos de caballos y de los ciervos. La tortuga es otro ejemplo, algunas culturas indígenas creen que el mundo se levanta sobre el caparazón de una tortuga.
La Tierra como mandala En las formas geológicas se encuentran figuras de mandalas, en las dunas del desierto, en las formas radiales de los cristales naturales y en los volcanes cónicos. La Tierra, desde su centro de magma fundido, es un mandala que palpita y respira. Al trabajar con el mandala nos conectamos con la Tierra misma. Nuestro planeta contiene también una variedad de cristales naturales con formas mandálicas. Cada cristal natural posee un entramado geométrico propio que lo identifica, a partir de siete formas geométricas posibles: el triángulo, el cuadrado, el 14 rectángulo, el hexágono, el romboide, el paralelogramo y el trapecio. Al dar un corte transversal se descubre un mandala. 
Los mandalas en el cielo. Al rotar la tierra alrededor del sol, entran en colisión entre sí las franjas de aire frío y aire caliente. El ojo del huracán, zona de calma, nos recuerda al bindu del mandala hinduista, la fuente de toda la creación. Las formaciones nubosas mandálicas que rotan alrededor del ojo inmóvil del huracán representan el juego de la creación y la destrucción en el mundo natural. También están los copos de nieve, moléculas de agua que se adhieren a partículas de polvo que flotan en la atmósfera. Mientras cae el copo de nieve, se produce una estructura mandálica de luminosidad asombrosa. Por su parte, las gotas de lluvia producen formas concéntricas al caer, irradiando círculos sucesivos que nos recuerdan el carácter dinámico de todos los aspectos de la vida. Cada gota de lluvia que cae sobre el agua crea su propio mandala.
El cuerpo como mandala Leonardo da Vinci (1452-1519) observó esta relación con su Hombre de Vitruvio que representa el cuerpo humano como mandala. Cuando se dibuja de este modo un hombre, el ombligo aparece en el centro del círculo. Leonardo entendía al ser humano como centro de su propio universo y el cuerpo mismo como representación del principio mandálico. Los seres humanos empezamos a existir siendo óvulos fertilizados en el mandala del vientre de nuestra madre. Allí, nuestras células se dividen y se multiplican, irradiando hacia el exterior para formar un embrión. Las partes más mandálicas de nuestros cuerpos quizá sean los ojos y el iris, constituye una ventana por la que asomarnos al alma. Nuestra vida depende de la circulación de la sangre y del oxígeno. El palpitar rítmico de nuestro corazón hace circular nuestra sangre. A través de la respiración mantenemos un intercambio constante con el universo. Los antiguos asociaban el aliento a una fuerza vital. Los términos espíritu, chi y psique se relacionan todos ellos con el aliento. En la Biblia hebrea se cuenta que Dios inspiró en el barro el aliento de la vida para dar alma viviente a Adán; también se dice que el aliento regresa a Dios cuando morimos. Tal como es la Tierra, nosotros también somos un mandala vivo, inteligente, que respira, que reside dentro del mandala más amplio del universo. 
El ciclo vital y los mandalas El círculo del mandala simboliza los ciclos vitales de la naturaleza. El ciclo de una planta comienza por una semilla. La semilla crece, florece, da semillas y muere. La planta muere y fertiliza el suelo, en el que crece la nueva semilla. En nuestro ciclo vital humano, nacemos, maduramos hasta alcanzar la edad adulta, vivimos nuestros años de capacidad reproductora y llegamos a la vejez. Con el tiempo, nuestra vida termina. Los antiguos eran devotos de la Diosa Triple: Deméter, Perséfone y Hécate representaban el arquetipo de la doncella – madre – vieja, como también lo representaba la diosa triple hinduista, Sarawasti, Lakshmi y Parvati. El mandala representa también un ciclo espiritual de la vida: nacemos ignorantes, nos desarrollamos espiritualmente y, si lo conseguimos, alcanzamos la iluminación, un estado en que nos encontramos con Dios, nos fusionamos con el Uno o alcanzamos nuestra naturaleza búdica. La forma del mandala representa, más que cualquier otra cosa, el carácter cíclico del tiempo. Nuestras vidas se miden por segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años y, generalmente, por décadas. El mandala recuerda que, si bien nuestra vida es finita, más allá de uno hay algo que es intemporal e infinito. Dentro de la tradición budista tibetana existe una práctica célebre llamada Kalachakra, o Rueda del Tiempo. Los monjes crean el complicado mandala Kalachakra con arena de colores, como ayuda para la meditación. La meditación gira sobre el concepto del tiempo (kala) y los ciclos (chakra), desde los ciclos de los planetas hasta los ciclos de la respiración humana. 
Relaciones naturales Dentro de la galaxia espiral Vía Láctea está nuestro sistema solar, y dentro de nuestro sistema solar está el planeta Tierra. Cada uno es un mandala que forma parte de otro mandala. Los seres humanos buscaban en el cielo sentido y orientación. Descubrieron que observando el cielo se podían predecir los ciclos de las plantas y los animales, las fechas de las primeras y de las últimas heladas y el principio y el fin de las estaciones. La salida y la puesta del sol, las fases de la luna, la aparición y desaparición anual de las estaciones, se producían siempre con una regularidad cíclica. Junto a pinturas rupestres que representan antílopes y bisontes se encuentran señales que indican las distintas fases de la luna y la trayectoria del sol. El movimiento del sol y su posición se podía relacionar con los ciclos estacionales de la vida, y el de la luna con las mareas y con el ciclo menstrual de la mujer. 
El círculo en la cultura Los seres humanos, como especie, nos organizamos en comunidades mandálicas, hacia cuyo centro gravitamos de manera natural. El bar, el mercado del barrio, la escuela y la iglesia hacen centros de nuestras comunidades. Estos centros subrayan nuestra necesidad de reunirnos, de intercambiar bienes, de compartir y de estar integrados. Son como imanes que nos atraen hacia el calor. La mayoría de las culturas tienen también algún tipo de danza tradicional en círculo, en la que los hombres, las mujeres y los niños bailan cara a cara como símbolo del Gran Círculo. Nos reunimos constantemente en grupos que también llamamos círculos: círculos de costura, de debate, de oración, de sanación, de lectura y de amistad. El término círculo social nos evoca protección, igualdad, cooperación e integración, así como la generación de energía para un propósito concreto. 
Formas mandálicas sociales Los seres humanos han creado formas mandálicas a lo largo de toda la historia, desde los círculos megalíticos prehistóricos, pasando por los observatorios maya, hasta el Panteón de Roma, un edificio de planta perfectamente circular que se construyó en el 25 a.C. para albergar un círculo de imágenes de los dioses y diosas romanos; y hasta llegar también a los estadios deportivos circulares de nuestra época. Nuestros lugares públicos y nuestros jardines suelen estar diseñados en forma circular, con calles o caminos que irradian desde el centro. El círculo condujo por fin a la invención de la rueda, que nos hizo avanzar en sentido figurado y literal. Los artistas, los sanadores y los practicantes espirituales se han sentido atraídos por el círculo a lo largo de los tiempos. La abadesa benedictina Hildegarda de Bingen (1098-1179) pintó imágenes mandálicas en las que representaba sus visiones místicas y los hinduistas y los budistas mantienen actualmente en sus tradiciones respectivas la costumbre antigua de crear mandalas sagrados. Los indios americanos emplean pinturas mandálicas realizadas con arena en sus ritos de sanación, y en la cerámica y en la cestería. Y en los diseños de los antiguos celtas en forma de nudos complicados se refleja la creencia en la continuidad de la vida y en la relación de los seres humanos, las plantas, los animales y lo sagrado. 
La espiral como mandala En la naturaleza aparecen por todas partes espirales, desde las conchas marinas en espiral hasta las plantas con esta forma, los remolinos y los torbellinos. Nuestros antepasados empezaron a tallar en la superficie de las rocas formas espirales que reflejaban las espirales de su entorno. Se servían también de las formas de espiral en la construcción de cestas y en la cerámica elaborada con rollos de arcilla. Los seres humanos prehistóricos conocían la espiral como símbolo de la creación, pero también como símbolo de entropía (desorden) y de destrucción. Observaron que la espiral gira en ambos sentidos, en un ciclo continuo. Las conchas marinas espirales, abandonadas por sus habitantes, acaban convirtiéndose en arena por la erosión; pero una nueva generación de animales marinos emplea la arena para construir nuevas conchas. Y las galaxias espirales se abren y desaparecen en el vacío; pero el gas y el polvo de las galaxias agotadas se reconfigura y vuelve a girar en nuevas formas galácticas. El símbolo de la espiral se asocia desde tiempos remotos al calendario solar, al ritmo de las estaciones y al ciclo del nacimiento, la muerte y el renacer. Los maoríes de Nueva Zelanda se tatuaban un espiral en la cara y en el cuerpo, con el fin de que, tras la muerte, se concediera a su alma la visión de los espíritus. 
El círculo en la arquitectura sagrada En la arquitectura sagrada se produce la conjunción del círculo con el cuadrado, dos formas que se suelen combinar en los antiguos mandalas. El cuadrado es una invención humana, mientras que el círculo representa lo divino. La integración del círculo con el cuadrado se expresa en la arquitectura de la iglesia o del templo. La cruz y el cuadrado determinan los cuatro puntos cardinales (norte, sur, este y oeste), mientras que el círculo expresa el centro del universo, intemporal y sin dimensiones. En las culturas más antiguas, los lugares sagrados se identificaban con un círculo y una cruz y se relacionaban con los puntos cardinales. Del círculo de piedra bajo el cielo en forma de cuenco invertido se fue pasando paulatinamente a la cúpula circular. Y en todo el antiguo Mediterráneo, desde Turquía hasta España, el lugar de oración era con frecuencia un recinto cúbico pequeño, cubierto por una cúpula hemisférica y mandálica.
El laberinto como mandala El laberinto es una forma de mandala. En nuestros días podemos ver laberintos prehistóricos que servían de trampas para los espíritus malignos o como caminos definidos para danzas rituales. Por ejemplo, en Pontevedra (España), existe una piedra megalítica que tiene tallado un laberinto, el laberinto de Mogor; y existen laberintos celtas, griegos, minoicos, etruscos, babilónicos. El laberinto toma su nombre del mito griego en el que el hábil artesano Dédalo construyó una estructura complicada (un laberinto) para el rey Minos de Creta. El rey quería el laberinto para encerrar en él al Minotauro, monstruo que era mitad hombre y mitad toro, y al que mataría más tarde el héroe Teseo. Dédalo construyó el laberinto de tal modo que era difícil escapar de él. Pero la astuta Ariadna entregó a Teseo un ovillo de hilo, que sirvió a este para encontrar la salida después de haber matado al Minotauro. El laberinto llegó a adquirir nuevos significados espirituales. A semejanza de otros mandalas, simboliza la búsqueda del Uno, o de Dios, de la salvación o de la iluminación. En la Edad Media, el laberinto simbolizaba el viaje que conducía hacia Dios, un camino tortuoso, lleno de rodeos y de revueltas hasta llegar al centro. El laberinto simboliza también los múltiples peligros que encontramos en el camino espiritual; por ejemplo, podemos desanimarnos, o desesperarnos, o desviarnos del camino. Pero si superamos estos peligros, nos espera el centro como símbolo de amor y de finalización. El laberinto medieval más conocido está representado con losas de distintos colores en el suelo de la catedral de Chartres. En la Edad Media se recorría a modo de peregrinación o como penitencia. Como peregrinación, era un viaje de búsqueda que se emprendía con la esperanza de acercarse más a Dios. Cuando se empleaba como penitencia, los peregrinos lo recorrían de rodillas. En las últimas décadas ha surgido un interés renovado por el laberinto como herramienta de meditación. Actualmente existen en iglesias y en parques muchos laberintos de construcción moderna. El acto de recorrer a pie un laberinto puede contribuir a inducir en ti un estado de contemplación, además de acercarte más a ti mismo y a tu naturaleza verdadera.
Chakras y Colores. En la Escuela de Mandalas de Agó Paez Vilaró se profundiza en la anatomía energética del hombre que es el Aura. Este sistema o campo se divide en capas o cuerpos que interactúan entre sí, cumpliendo diversas funciones y vibrando en distintas frecuencias. Chakra, significa en sánscrito "rueda de energía" y tienen como función principal suministrar vitalidad al cuerpo físico. Para ello cada chakra está relacionado con un centro o plexo nervioso, una glándula endocrina y determinados órganos. Su misión es sintonizar la Energía Universal a la frecuencia vibratoria de nuestro cuerpo. Los principales chakras son siete y están localizados desde la base de la columna a la parte superior de la cabeza. De los siete chakras principales dos son simples y tienen un vórtice, un acceso: el primero y el séptimo; en cuanto a los otros, son dobles y presentan vórtices anterior y posterior. El aura humana está asociada a los siete chakras principales. Estos chakras son: Raíz, Sexual o Sacro, Plexo Solar, Cardíaco, Laríngeo, Tercer ojo y Coronario. Asimismo, a cada uno de los chakras mencionados se le asocia un color. 
Cuando hablamos de los mandalas no podemos dejar de lado la luz, el color, el calor y la energía. Desde la Escuela de Mandalas los colores son entendidos como “La luz de la vida”. Desde esta perspectiva se explica que los colores que observamos a nuestro alrededor son diferentes cualidades (longitud de onda y frecuencias) de vibraciones de luz blanca pura. Cuando pensamos en luz, recordamos a Issac Newton al descomponer la luz por medio de un prisma en siete colores del arco iris, llamada espectro. Es importante destacar que el color además de ser visto es sentido, por la calidez y tibieza de un color, o por la frescura o frialdad. Profundizar en el trabajo de cada color y de cada chakra es un potenciador de la búsqueda de equilibrio y del centro. 
Azul, relacionado con la búsqueda de la verdad, la felicidad y la inteligencia. Aporta calma, induce a la contemplación. En el plano físico, se asocia con la garganta y, en general, con el tronco y las extremidades superiores. Rojo, el color de la valentía, la acción y el entusiasmo apasionado. Contribuye a despertar la vitalidad. Se asocia con los genitales, la sangre y el sistema circulatorio. Verde, el puente que conduce a la armonía y a la creatividad surgida del entendimiento. Aporta sentido de autoconfianza. Se relaciona con el hígado y con las dolencias derivadas del estrés. Amarillo, se lo relaciona con sentimientos obsesivos, como la envidia y los celos. Pero también es el color que aporta claridad de pensamiento, luminosidad emotiva y asertividad. En el nivel físico, está asociado con el aparato digestivo y con el sistema nervioso. Anaranjado, el color de la independencia, del coraje y del sentido práctico. Aporta estímulo sin apresuramiento. Está conectado con el colon, con los riñones y la región lumbar en general. Violeta, es el color espiritual. En sus diversos matices, se refiere a la intuición, a la religiosidad y a la sabiduría. Compensa los raptos de soberbia. Físicamente, se relaciona con el cerebro y con el sistema inmunológico. Osnajanski también describe las principales características de los siguientes colores. Sin embargo es fundamental no perder de vista que estas interpretaciones pueden modificarse en las distintas culturas. Dorado, simboliza el camino medio que abre las puertas a la inteligencia del alma. Revitalizador. Conectado con la tiroides y con la piel. Plateado, apaciguador de las emociones violentas y facilitador de la ecuanimidad. Asociado con las complejidades del sistema hormonal. Negro, el color de la disciplina, del control y de la lucha idealista. Cuando aparece en el aura, denota enfermedad. Blanco, la pureza, la fe y la esperanza. Está relacionado con los globos oculares y con el sistema linfático. 
USOS Y BENEFICIOS DEL ARTETERAPIA CON MANDALAS
En el ámbito educativo  los mandalas se utilizan como recursos para mejorar la atención y la concentración de los niños, desarrollar la motricidad fina, así como medios de comunicación, expresión y superación de situaciones emocionales estresantes. Incluso, en algunos hospitales de día, se ofrece a los pacientes con cáncer colorear mandalas como medio de relajación y concentración.
En el contexto arte-terapéutico se intenta encontrar y elaborar un universo de imágenes significantes para la superación de conflictos del sujeto. Disponer de los medios para simbolizar estos conflictos es un factor importante en el proceso de la terapia ya que facilita en mayor grado la aparición y creación de las imágenes. Para Freud, la obra plástica es el “escenario ideal” para permitir al sujeto vivir el principio de realidad. La arteterapeuta y pintora Edith Kramer, en sus estudios destaca el arte como terapia, ya que durante el proceso creativo se activan procesos psíquicos en los que los conflictos exteriores se trasladan con la creatividad a través del mundo de la imaginación y de la aventura. Según esta artista austriaca, la actividad artística tiene el potencial de transformar y desmantelar fantasías inconscientes y preservarlas. Además, en los trabajos de exteriorización a través de la creatividad, Edith Kramer distingue entre dos tipos de actividades artísticas: las que sirven para trabajar emociones regresivas y las que facilitan la sublimación de energía agresiva. 
El arte utiliza un lenguaje simbólico, y los mandalas son imágenes que surgen bajo la necesidad subyacente de reunirse con la unidad. Según el experto en arte oriental Tony Allan, el lenguaje simbólico es un lenguaje oculto que trabaja mediante alusiones y que en muchos casos, para entenderlos es preciso remontarnos a los orígenes, a antiguas leyendas e historias. En esa búsqueda se encuentran las conexiones y connotaciones que necesitamos para interpretarlos o conocerlos. 
Dentro del mundo de la sanación, el arte tiene la capacidad de hacer visible las emociones y situaciones mentales del individuo, de forma que se puede trabajar a través de ellas, a la vez que comunicarnos con nuestro interior y conocernos mejor. Para María Araceli Vicente es importante que la psicología, el yoga y el arte vayan unidos ya que el trabajo con estas herramientas produciría avances en el bienestar personal y social. Además destaca que este trabajo conjunto canalizado a través de la educación contribuiría a la creación de sociedades comprometidas con la solidaridad, democracia y ecología humana. En su opinión, de la misma manera que con la creación de mandalas, la práctica del Yoga es un medio del conocimiento metafísico para alcanzar la “libertad”, para disipar la ignorancia y guiar a la persona hacia el conocimiento absoluto. Este conocimiento le permite actuar como un “instrumento impersonal”, que lo lleva a vivir la vida, la existencia, de forma transpersonal. Ello se debe a que con esta práctica también se es capaz de diluir las sólidas estructuras del yo. Así pues, nos introduce en la práctica artística como una vía de reestablecer nuestras conexiones saludables y considera el arte como “una vía y un instrumento para producir no solo grandes obras para colgar, sino grandes diálogos y experiencias para compartir y ser” 
Jung trabajó con la creación de imágenes mandálicas con sus pacientes como diálogo entre sus estados psíquicos y su conciencia. Hoy en día el término mandala y su práctica han inundado tanto los campos de la terapia y psicología como los del arte y la educación. Rudolf Arnheim sugiere potenciar la estimulación en la educación artística del impulso natural, en el que no se le da tanta importancia al resultado como a la libertad con la que se trabaja. La libertad se convierte en el aprendizaje durante el desarrollo de las mentes jóvenes. Además, según la escritora sobre terapias con mandalas Anneke Huyser, profesionales en el ámbito de la educación introducen labores relacionadas con el mandala a sus alumnos con la finalidad de crear una atmósfera de armonía con ellos mismos y con el grupo. De este modo, podemos apreciar que la creación de mandalas no solo es beneficiosa a nivel personal, sino también a nivel colectivo. 
Según la arte-terapeuta María Araceli Vicente, crear obras en grupo en las que el profesor se presenta como un guía, produce y mantiene la solidaridad en la que todos y cada uno pone lo mejor de sí mismo conectándose con el resto, de forma que se da lugar al progreso individual y colectivo. En sesiones de arteterapia se utiliza el esquema mandálico de connotaciones cósmicas. Según los estudios de Marián López Fernández y Noemí Martínez Díez, hacer mandalas a partir de un círculo en blanco tiene propiedades proyectivas y la interpretación de éstos se basa en la búsqueda de sentimientos y en la forma en que se ordenan: el mandala puede reflejar el estado del yo y sus cambios internos. Otro ejercicio propuesto por las doctoras López y Martínez es que los pacientes representen el pasado, presente y futuro en un círculo dividido en tres secciones o también proponen la actividad de realizar un mandala grupal. Todos estos ejercicios fomentan la exteriorización de posibles conflictos internos, que a través de la creación artística encuentra su salida en imágenes mandálicas. Tal y como expresa Anneke Huyser, los mandalas pueden hacerse de muchas formas, no hay técnicas mejores ni peores, sino diversos caminos que cada uno puede tomar y experimentar. Lo importante es que en el proceso de su creación entras en contacto con tu ser más profundo, el Sí Mismo. Según sus estudios, la realización de mandalas es un proceso de reflexión en el que es beneficioso en momentos de crisis para recuperar el equilibrio perdido. A través de esta técnica de arteterapia aparecen “imágenes completas”, “whole images” o “heelbeelden,” como las llamaría el pintor alemán Pieter Torensma, que hablan desde nuestro interior reflejando nuestra innata necesidad de totalidad y unidad. Es importante destacar que, en sus investigaciones, Carl Jung descubrió que las imágenes de mandalas que realizaban sus pacientes eran realmente de gran beneficio ya que mostraban anticipaciones intuitivas de futuros desarrollos que era necesario observar detenidamente, pues requerían del conocimiento especializado para hacerse comprensibles, para poder identificar los arquetipos y para obtener en consecuencia resultados positivos en las terapias.
Cualquier práctica que se realice con mandalas (meditación, concentración, realización, pintura) genera un paulatino desarrollo de cualidades beneficiosas a nivel mental, como la concentración, paciencia, calma, armonía y bienestar. Y también reacciones en la química cerebral que estimulan el sistema inmunológico. Este es el sentido en el que debe tomarse el poder curativo de los mandalas.
MANDALAS PARA EL CONOCIMIENTO PERSONAL
Desde el área de la psicología, se destaca el potencial del mandala como imagen que emerge del inconsciente universal, cuyos aspectos e inagotable variedad formal se relacionan con nuestras percepciones y con nuestro ser interior. Se trata de un símbolo de lo espiritual que trasciende cualquier tipo de entendimiento lógico y racional, dirigiéndose al ser más profundo de la persona. El símbolo, tanto figurativo como abstracto, es capaz de aludir a realidades no visibles y explicar conceptos más allá del lenguaje verbal, llegando a nosotros a través de los sentidos, siendo la representación sensible de una idea, pensamiento, emoción o mensaje. 
En el símbolo confluyen dos realidades, una conocida y otra desconocida. Según Jung, el símbolo se nos presenta como un objeto del mundo conocido pero que a su vez sugiere algo desconocido, “es lo conocido expresando la vida y sentido de lo inexpresable”. Del mismo modo, el ser humano puede llegar a ser capaz de conocer o intuir aquello que el símbolo evoca. El filósofo Mircea Eliade, explica que “un símbolo religioso transmite su mensaje aun cuando no se le capte conscientemente en su totalidad, pues el símbolo se dirige al ser humano integral, y no exclusivamente a su inteligencia”. Por esta razón, aunque las palabras y el lenguaje son también un tipo de símbolo particular, se trata más bien de un lenguaje analítico y racional. El símbolo es sintético y sugiere más que expresa en términos acotados. 
 El arte tiene la capacidad de “reintroducir significados y cualidades secundarias, de darle plenitud a todo fugaz momento, sustrayéndolo a la inexorable sucesión cronológica”. Enfatizamos esta cualidad del arte y, concretamente del símbolo del mandala, en la que se convierte en una “miniatura de eternidad” que se abre camino en el tiempo hacia lo absoluto a través de un sentido filosófico y poético que permite una interpretación abierta y fluida. Por todas estas razones, la función del símbolo es esencial para el hombre, en cualquier época, pues a través de éste, es capaz de llegar a realidades que van más allá de él y comunicarlas a través de un lenguaje sintético que traspasa la razón y que conecta directamente con la realidad más interior. El mandala, como todo símbolo, es especialmente trascendental, sobre todo dentro del contexto de la psicología, de la creación artística y de la espiritualidad. Para el filósofo y teólogo francés Jean Chevalier, en el arte se descubren símbolos cuyos enigmas inciden en la movilización de la energía que de alguna manera guardan condensada. En el marco de la espiritualidad podemos afirmar que la importancia de los símbolos y el mandala, reside en su potencial para evidenciar la ruptura ontológica y la trascendencia del ser humano hacia un nivel superior: El símbolo no sólo hace «abierto» el Mundo, sino que ayuda también al hombre religioso a acceder a lo universal. Gracias a los símbolos, el hombre sale de su situación particular y se «abre» hacia lo general y universal. Los símbolos despiertan la experiencia individual y la transmutan en acto espiritual, en aprehensión metafísica del Mundo. Ante un árbol cualquiera, símbolo del Árbol del Mundo e imagen de la Vida cósmica, un hombre de las sociedades pre-modernas es capaz de acceder a la más alta espiritualidad: al comprender el símbolo, llega a vivir lo universal. La visión religiosa del Mundo y la ideología que la expresa son las que le permiten hacer fructificar esta experiencia individual, «abrirla» a lo universal. El símbolo se convierte en un axis mundi y se establece como un puente que nos permite experimentar vivencias más profundas desde dentro de la espiritualidad, que en palabras de Eduardo Cirlot, se identifica con una forma interior, es decir, con un “arquetipo espiritual.” Es posible comparar la percepción de un símbolo como la contemplación de una epifanía ya que ésta nos sitúa en un cierto universo espiritual. 
Dentro del contexto psicológico Carl Gustav Jung realiza grandes aportaciones. Según Jung, el símbolo es la expresión primitiva de lo inconsciente y a su vez una idea que corresponde al más alto presentimiento que le sea dado a la conciencia. Uno de sus más grandes descubrimientos fue encontrar una conexión entre los distintos símbolos del hombre de su época y los del hombre primitivo, llegando a concluir que estas imágenes no eran una creación casual sino que procedían de un lugar común a toda la humanidad, un lugar cuidadosamente instalado que Jung denominaría inconsciente colectivo. A lo largo de su vida recopiló innumerables sueños relacionados con el mandala. Jung veía en él una especie de círculo ritual o mágico que se usaba particularmente en el arte tibetano como instrumento de contemplación y meditación, tratándose de “formas sensibles del gran arte universal”. Estas formas de arte, según el artista Antoni Tàpies, corresponden simbólicamente con leyes cósmicas y principios universales.
Carl Gustav Jung expone que el mandala está íntimamente relacionado con el individuo, con el sí-mismo y es una representación simbólica que muestra el desarrollo psíquico e individual de las personas. Según su experiencia personal, gracias al dibujo de los mandalas, él podía observar su transformación psíquica día a día. Tal y como explica, los mandalas son diagramas simbólicos que establecen una relación con el paciente a través de la cual se es capaz de sintetizar y expresar realidades interiores que parecían corresponder con la propia situación interior vivida en un determinado momento. En El secreto de la flor de oro, Jung habla sobre las imágenes de nuestra fantasía, y explica que cuando toman forma en nuestros pensamientos lo hacen a través de formas abstractas y simbólicas. Estas formas simbólico-abstractas aparentemente son representaciones de principios, es decir, de verdaderos arquetipos que se repiten a lo largo de la historia del hombre. Estas imágenes fantásticas pintadas o dibujadas reflejan a través del lenguaje plástico una serie de símbolos que según Jung pertenecen al denominado tipo mandala. Como hemos manifestado anteriormente, mandala significa “Círculo”, especialmente “Círculo Sagrado”, muchas veces con connotaciones mágicas, aunque también podemos encontrarlo en la forma de una flor, de una cruz, e incluso de una rueda, en la mayoría de los casos con una fuerte tendencia al número cuatro. Esta propensión hacia el cuatro, según Jung, nos recuerda la tetraktys pitagórica, número básico. 
El Centro del mandala se identifica con el Sí-mismo que de forma metafórica es también la meta central alcanzada por el peregrino del laberinto que atraviesa un largo y difícil camino hasta el centro. El Sí-mismo es una analogía del propio centro interior y por ello es clave para la comprensión más profunda del mandala, relacionado intrínsecamente con la filosofía budista en la que éste nace. Según Carl Jung existe una diferencia entre el “yo” y el “Sí-mismo”, siendo el “yo” una especie de centro de conciencia y el Sí-mismo un punto virtual entre lo consciente y lo inconsciente, un punto de la plena totalidad. Para entender mejor el Sí-mismo, si se logra reconocer lo inconsciente como magnitud “no-condicionante” juntamente con la conciencia y vivir considerando las exigencias instintivas, el centro de gravedad no es tanto el “yo” como el Sí-mismo. La persona que desarrolla tal capacidad se encuentra en los pisos superiores singularmente alejada del acontecer penoso o gozoso, es decir, esta persona está en un nivel más elevado, abierto y no-condicionado. Esta abertura, según el filósofo Bernardo Nante, es una entrega de sí a una personalidad mayor, conocida como el Sí-mismo que intentamos describir, la entrega del “yo” es un acto singular y único. Esto sería lo contrario a un encerramiento en el “yo”, peligro en el que puede caer el hombre contemporáneo, ya que además puede confundir el Yo verdadero con los estados psicomentales. Abandonarse al Sí Mismo es también entregarse, no poner resistencia y para ello el primer principio es vivir en un constante dejarse ir sin que el “yo” nos obstaculice. El filósofo Ananda Coomaraswamy señala que el Sí-Mismo es como el alma, es inmortal y omnisciente, no envejece y es como el “atman” que en sánscrito significa “alma espiritual”, concepto relacionado también con la acción de respirar y soplar. Así pues, el “atman” es el hombre que se conoce a sí mismo por lo que en muchos contextos se traduce directamente por “Sí-Mismo”.  
La unión total y la eliminación de toda dualidad tienen también un claro reflejo en la cultura tibetana y se refleja en el centro del mandala. Es la meta y punto esencial a la que la persona debería llegar a través de un proceso de introspección y superación de los distintos niveles representados por las cuatro puertas del palacio celestial que aparecen en los mandalas tibetanos, hasta llegar al centro, donde quedan reflejados por medio de la imagen o símbolo de una divinidad que manifiesta unas determinadas cualidades y el potencial que tiene el ser humano. Desde la visión del Zen, se busca el conocimiento de la propia naturaleza como un medio en el que a su vez conocerse a sí mismo. Tanto el Zen como el Budismo, consideran la idea de alcanzar la verdad, ese “Sí-mismo”, a través de un cambio o de una transformación interior en la persona. Este conocimiento, sinónimo de salvación en algunas culturas, se alcanza al abandonarse al Sí-mismo, al desprenderse de todas las posesiones y pretensiones individuales para ponerse al servicio de los demás. Este conocimiento adquirido es el que se alcanza en el momento en el que la persona efectúa una ruptura, cuando se “comprenden” y asimilan las enseñanzas que por ejemplo se reflejan en uno de los mandalas didácticos más conocidos en occidente: el Mandala de la Rueda de la Vida. Este conocimiento revelado, es el conocimiento de la realidad absoluta, es sinónimo de despertar, y es el momento en el que se da la comprensión de la realidad como una totalidad y el objeto se identifica completamente con el sujeto; la división entre ambos desaparece. El hombre elevado que ha alcanzado el conocimiento que le permite ver las cosas desde una perspectiva más amplia y elevada, ha entendido que él y la naturaleza no son dos entidades separadas, sino que son dos caras de la misma realidad, de una totalidad. Esta percepción de la realidad del ser humano nos aproxima a una conciencia no dual, a lo que Ken Wilber denomina estado transracional.
La meditación puede ayudarnos a alcanzar un grado superior del ser y de la conciencia. El fin de la meditación budista es la “máxima conciencia” de nuestros procesos físicos y mentales. La meditación se traduce por la atención concentrada que abarca al hombre en su existencia y campo de experiencia. El hombre más consciente de Sí Mismo, va rompiendo con su tendencia al apego de las cosas, a sus estructuras mentales y su “yo”. Poco a poco va disolviendo los límites de su ego hasta que se diluye en el todo y ya no hay más un “yo” individual sino un Todo Colectivo heterogéneo y a la vez participando de la misma esencia. Podríamos hablar de la unión de la mente del individuo con la mente universal. Desde el ámbito de la psicología, Daniel Goleman, autor de La inteligencia emocional, llega a la conclusión de que “la mente del individuo y la mente del universo se consideran en última instancia como una sola (…) vaciándose uno mismo de la mente individual, más pequeña, y perdiendo la intensa inhibición del individuo, podemos recurrir a esta mente universal más grande, más creativa.”  Se perciben muchos vínculos de conexión entre la tradición budista y la espiritualidad cristiana representada en la mística del Maestro Eckhart, el cual relaciona de alguna manera la humildad con la forma de negación del ego (aniquilarse a sí mismo). Señala que el hombre ha de ser inseparable de todas las cosas.
Retomando el concepto del Sí-Mismo para referirnos al mandala, habría que destacar que la definición que nos ofrece sobre el mismo Carl Gustav Jung es que éste es un círculo cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna. Esta descripción nos hace cuestionarnos la amplitud de la “realidad” y lo limitada que puede ser nuestra visión sobre ésta. El arquetipo del self, del Sí Mismo, integra todos los contenidos psicológicos del individuo y a través de ellos da sentido a la vida. La relación más importante que se establece entre el Sí Mismo y la representación mandálica es que el Sí Mismo puede representarse a través de los diseños intrincados del mandala. La ruptura de nivel dentro del mandala se efectúa en el mismo centro, siendo éste un punto estratégico de transformación con connotaciones axiales, de puente entre diferentes realidades.
En Oriente, mandala y vacío son conceptos relacionados con la meditación. El círculo es perfección y equilibrio y se relaciona con la esencia de lo sagrado. De esta forma los dibujos del mandala son criptogramas que conciernen al estado de uno mismo en su proceso de autoconocimiento. Los diagramas mandálicos, símbolos del Sí-Mismo abstraen y hacen más visibles las relaciones estructurales de nuestra psique, clarificando las propiedades más relevantes. Una de las consideraciones sobre el mandala es que éste se presenta como una especie de esquema, generalmente circular, que ilustra la organización de un conjunto de distintos conceptos a la vez que refleja una jerarquía entre ellos. A través de la creación artística, y en este caso concretamente de la realización de mandalas, podemos afrontar los retos de la experiencia humana y manifestarlos. Mientras se realizan mandalas tiene lugar un proceso de pensamiento-reflexión, por lo que la obra de arte, según el psicólogo Rudolph Arnheim, se convierte así en una red que conecta las experiencias del hombre y la mujer con la sabiduría humana El diagrama mandálico, como por ejemplo la espiral o el laberinto, se convierte en un camino o mapa psicológico –y también espiritual- que nos conduce hacia el conocimiento de nuestro Sí Mismo.  
Las investigaciones de Carl Jung produjeron un trabajo innovador y accesible en comprensión para la sociedad de su momento y en la actualidad. Gracias a sus estudios sobre la importancia de los mandalas y de su creación con fines terapéuticos, podemos conocer hoy en día el valor que tienen estos símbolos como instrumentos de autoconocimiento y los grandes efectos positivos que se dan tanto en adultos como en niños. Para Jung el mandala es una especie de ideograma, cuyo contenido proviene del inconsciente: se trata de la representación básica de la existencia. El mismo experimentó a través de la creación de mandalas un crecimiento personal y escribió sobre ello. Para él, este hecho especial era un acto de reflexión personal: Dibujé todas las mañanas en un cuaderno un pequeño dibujo circular, un mandala, que parecía corresponder a mi situación interna en ese momento. Con la ayuda de estos dibujos pude observar mis transformaciones psíquicas día a día (...) Sólo poco a poco descubro lo que el mandala realmente es: “ Formación, Transformación, Recreación Eterna, Eterna Mente”. Y eso es el “yo”, la totalidad de la personalidad, que si todo va bien es armoniosa (...) Mis mandalas eran criptogramas (...) en el que me vi a mí mismo, es decir, todo mi ser, activamente en el trabajo. Sin duda, en un primer momento vagamente podía entenderlos, pero me parecieron muy importantes, y los guardé como perlas preciosas. Tuve la clara sensación de que eran algo central, y con el tiempo he adquirido a través de ellos una concepción de vida de uno mismo. A través de los sueños o dejándose llevar por la inspiración, el mandala se convierte en un marco para el desarrollo de nuestro proceso individual.
Jung, observó que esos dibujos mandálicos de forma circular, manifestaban conocimientos de su propio proceso psíquico. Las distintas imágenes le conducían a un punto concreto, el centro. Para él estaba claro que el propósito del desarrollo psíquico era alcanzar el “Uno”, el “Self”. A través del mandala, todos los caminos conducían al núcleo, a la individuación de la personalidad, a la totalidad psíquica. Consideraba el “Sí-Mismo” como una parte del ser que abarcaba todo el hombre, la psique consciente y la inconsciente y ocupaba un lugar por encima del ser humano. Según el arteterapeuta Jean Luc Sudres, desde la perspectiva de la fenomenología, el proceso creador conduce al sujeto a una especie de “exterioridad”, un movimiento más allá del sí mismo (el “dan sein” heideggeriano)
Según explica Jung, el efecto terapéutico sobre los autores de los mandalas, representan audaces intentos por reconciliar los opuestos: el mandala actúa como puente entre estas divisiones. Considera que cada ser humano posee originariamente una sensación completa del “sí-mismo”, de unidad, y ésta emerge de nuevo cuando el individuo se desarrolla en su totalidad afrontando y asumiendo sus fronteras. El efecto terapéutico de autoconocimiento a través de la realización de mandalas debe darse de forma espontánea, ya que de forma artificial, imitativa o repetitiva no serviría como método psicológico. En los casos de realización de mandalas espontáneos, el terapeuta preparado, según Jung, es capaz de captar las imágenes arquetípicas del inconsciente humano que son tan instintivas como la capacidad de formación de las aves para emigrar o como la danza del movimiento caudal de las abejas. Para la doctora M. L. von Franz la elaboración de estas imágenes en el mandala es positiva, ya que los símbolos son formas naturales que emergen como herramientas de mediación para la reconciliación de los opuestos dentro de nuestra propia psique. 
Los mandalas tibetanos, Khil Khor, y los mandalas hinduistas, yantras, se hacen siguiendo un estilo particular y unas instrucciones dadas en textos sagrados. Sin embargo, los mandalas personales pueden contener innumerables símbolos y motivos dado que son una expresión personal de la totalidad, un pretexto a través del cual llegar a nuestro conocimiento interior. La escritora holandesa Anneke Huyser escribe que el mandala es una representación del proceso de individuación del ser, de su desarrollo personal y que contiene símbolos psicológicos, religiosos y espirituales que nos llegan desde la intuición. De esta forma, el simbolismo posee una naturaleza meditativa que puede llevar a la persona a la transformación a partir del auto-conocimiento. Para las tribus de los nativos americanos, es curioso señalar que el círculo simboliza el universo y es el espejo del ser humano. De acuerdo a esta concepción, el hombre, al verse a sí mismo en el espejo está viendo el mismo universo, y al conocerse a sí mismo descubre los secretos del cosmos de los que él mismo participa, pues el universo y el hombre, según el pensamiento de muchas tradiciones centenarias están hechos de la misma esencia: se trata de un microcosmos a imagen y semejanza de un cosmos mayor, un macrocosmos. 
Anneke Huyser explica que el mandala representa el proceso de la asimilación de importantes elementos que residen en nuestro inconsciente. El mandala es la expresión del macrocosmos dentro de la persona, y refleja, como un espejo, el “alma” a través de colores, símbolos y formas. Durante el proceso de asimilación y transformación de las “imágenes completas”, el inconsciente expresa a través de los símbolos realidades escondidas en nuestro subconsciente más profundo, de tal manera que pueden ser experimentadas de forma consciente. Ello facilita el diálogo entre inconsciente y consciente, en el que podemos reconocer patrones conectados a nuestra vida. Los “poderes de estas imágenes” tienen el efecto en nosotros de hacernos más conscientes y despiertos, lo cual es un cambio en nuestras vidas. Sin embargo, destaca que copiar un mandala que no haya surgido de nuestra inspiración, no es un producto propio de nuestra imaginación, por tanto no puede hablarnos de nuestro subconsciente. Copiar un mandala o colorear una plantilla de un mandala ya dado puede ayudar en momentos determinados en los que se tenga problemas para crear. Ello nos relajará y nos dará más seguridad a la hora de entrar en contacto con los materiales. Si el mandala ha surgido de nuestra propia imaginación, será un mandala único y vivo que habla de nuestra vida interior, ya que contendrá muchos más aspectos creativos y símbolos significantes. No se trata de hacer un trabajo “bonito” o una obra de arte, se trata de crear imágenes que abren la puerta a que emerjan colores y formas de manera intuitiva y que sin darnos cuenta estarán contando una historia escrita en nuestro interior. En toda creación artística el material tiene un papel fundamental, pues se convierte en soporte de nuestro interior que dará forma a los símbolos ocultos en el inconsciente. Cada material tiene unas connotaciones adheridas que de forma intuitiva o inconsciente se conocen, sobre todo el artista cuyo objetivo es hacer visible lo invisible y extraer una serie de sensaciones a partir de los materiales de la naturaleza, de colores, objetos prefabricados, etc. la lista sería interminable, convirtiéndose toda la materia en un medio expresivo.
Si al acabar el trabajo reflexionamos sobre algunas cuestiones, las posibles respuestas nos darán una idea de nuestra imagen interior. Al conocer nuestras fronteras somos más capaces de lidiar con ellas, ya que cuando algo se desconoce, generalmente asusta y se evita. El terapeuta puede guiar en el análisis de las imágenes pero el significado, aunque muchas veces tiene connotaciones universales, también es muy personal y puede depender de un momento personal determinado u otro. 
Algunas de las cuestiones que plantea Anneke Huyser que pueden ayudarnos a la hora de “analizar” una imagen mandálica propia son: ¿Qué sentimientos emergieron al utilizar varios colores o realizar un determinado símbolo? ¿Qué significa ese color o forma para ti en ese momento? ¿Cómo se realizó el mandala (en calma, con prisa, fanáticamente, caóticamente, linealmente)? ¿Qué tipo de reacción tuviste al hacer un “error”? ¿Qué colores o símbolos evocaron cierta resistencia? ¿Dónde fue el punto de inicio (en el centro, en el exterior, o en otro lugar)? ¿Hay simetría en el mandala? ¿Cómo está construido? ¿Qué valores numéricos aparecen? ¿Hay formas flotando por el espacio, están combinadas en un contexto o sugieren una forma totalmente nueva? 
El uso del mandala como instrumento de búsqueda y de autoconocimiento es una de las características que permiten decir que el trabajo con mandalas es curativo. Porque hacer arte implica una atención plena, que nos aleja de las preocupaciones y los problemas del mundo exterior. "El estado mental de pura concentración que logramos con la actividad artística se parece mucho a la meditación. La fisiología es similar a la de la oración; básicamente se trata de una profunda relajación y curación" Los mandalas son especiales en este sentido por su diseño concéntrico. “Tienen lo que técnicamente se llama 'simetría radial', y esto es que el mismo patrón de formas se repite alrededor de un centro. Nuestros ojos repiten el mismo patrón, así como muchísimas formas naturales, flores, frutos, copos de nieve. Formas que al mirarlas nos generan una cierta fascinación, como si solamente al mirarlas pudiéramos aquietarnos”, apunta Laura Podio. 
LOS PILARES DEL AUTOCUIDADO (ENFOQUE HOLÍSTICO)
Una guía de autocuidado es un conjunto de pautas y pasos orientados al cuidado de la propia salud, ya sea mental-emocional, física y también psicoespiritual - energía, basada en los beneficios y en la experiencia de un profesional experto que propone o sugiere dicha guía. La información contenida en estos pasos ayuda a personas sanas o enfermas, familiares y cuidadores a generar una toma de conciencia y acción dirigidas al autocuidado. Las guías de autocuidado son elaboradas por profesionales a través de metodologías base, estas no reemplazan los protocolos, técnicas, medicamentos, consejos y evaluaciones que se aplican en una sesión médica, psicológica, coaching y de terapia holística. Son complementos que se pueden hacer mayormente en casa.
Alimentación consciente. Lo que ingresa al cuerpo a través de los alimentos afectará en el rendimiento y funciones de los órganos y sistemas. El cuerpo es el vehículo en la tierra. 
Mover el cuerpo. Prácticas conscientes: caminar, bailar, correr, manejar bicicleta, nadar. Taichí y Yoga. 
Descanso y respiración consciente. Tener un buen sueño y horas de descanso de calidad nos ayuda a controlar el estrés, oxigenar nuestras células. 
Tomar consciencia del mundo interno (mente- emoción). Entender nuestros procesos mentales- emocionales. ¿Qué reacción y mensajes nos están dando?. Saber cómo canalizarlos. Revisar sistemas de creencias, Identificarlas y ver las que generan bloqueos en alguna área de tu vida. Abrazar la vulnerabilidad y sensibilidad, pedir ayuda si es necesario. 
El crecimiento personal. Invertir en el desarrollo personal es importante. Tomar terapia, leer libros, asistir a talleres o cursos contribuirán al bienestar. Hacer viajes. Usar herramientas que contribuyan a la expansión de la consciencia y desarrollo espiritual.
La energía es sagrada, hay que cuidarla con empoderamiento, merecimiento, poner límites, decir no, ser asertivo, resiliencia. Tomar consciencia si se está en el triángulo tóxico de la víctima, salvador, agresor. 
La mágica presencia del ahora. El aquí y el ahora. Toma de consciencia del presente, el poder del ahora. 
Espacio tiempo sagrado. Crear espacios tiempos sagrados personales, íntimos. Vivir experiencias de autocuidado consciente. Contribuir al cuidado de la tierra. Reflexionar sobre misión y propósito de vida.
Según el médico terapeuta alemán Ruediger Dahlke en su tratado mandala-Therapie, los mandalas nos permiten lidiar con las fronteras, encontrar la paz en nosotros mismos, desarrollar una personalidad completa y experimentar el sentido de la unidad. Desde una visión holística los procesos circulares, los ciclos, están muy presentes en la forma en la que pensamos y actuamos: los mandalas están tejidos en nuestra vida, en la forma de relacionarnos y experimentar el mundo, solo necesitamos abrirnos hacia la conciencia con la finalidad de poder experimentarlo desde nuestro interior. Así pues, los mandalas son una herramienta para el conocimiento personal que de forma holística nos da las respuestas tanto a nivel individual como a nivel social o macrocósmico, ya que, como hemos señalado en varias ocasiones, todos formamos parte del universo y participamos de sus mismos patrones. 
Concentrar la atención y llevar nuestra mente a un estado parecido al que nos conduce la meditación es la primera forma de sanación del mandala, un estado en el que los pensamientos se aquietan y con ello también las emociones, lo que repercute en el cuerpo. Favorece la auto-observación personal y ayuda a combatir de una manera natural la ansiedad y el miedo. “Nuestra mente en general tiende a ir de un pensamiento a otro. Tendemos a mantener un constante diálogo interno que no suele dejar espacio para el silencio, tan necesario para calmarnos, reflexionar y tomar buenas decisiones. Por eso pintar el “silencio mental” que aparece mientras coloreamos el mandala es sanador. Si, además, realizas esta tarea con la ayuda de un arte-terapeuta, eso te puede ayudar a entender cuál es el origen del estrés y de tu falta de paz y a comprender cosas de ti mismo”, señala Anna Freijomil. “Yo empecé a utilizarlo como terapia psicológica en los años setenta al darme cuenta que por el mero hecho de delimitar al paciente un espacio en blanco y circular en el que depositara todas las palabras o dibujos que les vinieran a la mente me facilitaba interpretar sus estados de ánimo y problemas emocionales y físicos. De un modo sencillo y creativo podía ver lo que estaba en su inconsciente”, cuenta Ahimsalara Ribera que tiene una larga trayectoria en el ámbito de transformación personal y la psicología transpersonal. En su libro La Sanación con los Mandalas ofrece distintas técnicas y ejercicios para profundizar en el conocimiento de uno mismo a través de los mandalas. Una de ellas es la de realizar un mandala a partir de una pregunta relacionada con el tema personal que se desea resolver o ver más claramente. “Considero que centrar la atención en una pregunta concreta y reflexionar sobre ella mientras se realiza un mandala ya nos hace delimitar el espacio de dónde y cómo se va a dar la respuesta” explica. 
ACTIVACIÓN Y CREACIÓN DEL ESPACIO TIEMPO SAGRADO EN CASA 
Norma Osnajanski en El poder de los Mandalas nos explica en palabras de Andrea Charron, profesora canadiense precursora en el uso de los mandalas con fines educativos y terapéuticos – qué puntos de conexión existen entre la meditación y el dibujo de los mandalas “Cuando alguien está meditando, descubre rápidamente que, en el primer momento de calma, el pensamiento lo lanza a otro lado, hacia el pasado o el futuro. Entonces, el meditador regresa al presente, a su cuerpo, a su aliento. Comienza un nuevo ciclo, y así continuará hasta conseguir que el centro y el silencio se instalen. Pues bien, crear un mandala nos trae al aquí y ahora, armoniza las energías dispersas, nos obliga a focalizar y regresar al centro, uniendo las diferentes partes”.
Para dibujar un mandala, necesitamos pocos materiales: una hoja, lápices, fibras o pinturas y algo con qué trazar un círculo (puede ser un compás, la base de una tapa, un plato, etc.) Osnajasnki afirma que tras dibujar el círculo, “la tarea consiste en trazar en el interior las figuras o diseños que nos dicte el momento. Las formas y combinaciones son infinitas. No existen reglas preestablecidas y aun los accidentes creativos terminarán encontrando su sentido”.
La creación de un mandala puede ser motivada por razones meramente estéticas, sin embargo, si lo que buscamos es explorar acerca de nuestras emociones y sentimientos Osnajanski pone el acento en “dibujar con cierta rapidez, sin ceder el control al hemisferio cerebral izquierdo. Por el contrario, podemos dejar que la mano se mueva al influjo de las líneas que van apareciendo, sin preocuparnos por que el diseño esté "bien" o sea el "correcto". La dificultad que presenta el dejarnos llevar, el no juzgar y la importancia que damos a la mirada del otro, nos pone constantemente en jaque ya que pareciera que conectarnos con nuestras emociones y conectarnos con los otros no fuera una opción. Gabriela Larreteguy nos recuerda que como dice Rolando Toro, estamos “enfermos de civilización”. Padecemos una patología del ego, caracterizada por la escisión entre naturaleza y cultura y por el dominio exasperado de la razón sobre los instintos. Estamos solos en medio de un caos colectivista (…) ausentes, incluso en 33 nuestra presencia. En el acto de no mirar, de no escuchar, de no tocar al otro, lo despojamos sutilmente de su identidad”
Pintar y hacer mandalas es crear un espacio tiempo sagrado. Es una de las variadas formas de vivir la conexión espiritual y a la vez armonizar el cuerpo, la mente y el espíritu. Nos pueden acompañar en diferentes procesos mente-emoción, por ejemplo cuando estamos tristes, ansiosos, estresados, con miedo o algún bloqueo. También aplica para situaciones alegres, positivas, de empoderamiento, felicidad y celebración. Es una excelente herramienta de canalización y proyección de nuestro mundo interno. 
-Buscar un espacio y momento del día. 
-Tener a la mano los materiales básicos. 
-Trabajar con todos los colores que tengas en casa. 
-Sobre la mesa colocar una vela mediana (blanca). Un vaso grande con agua para tomar. El agua simboliza el fluir, el soltar y la purificación. El agua se bebe antes, durante y al finalizar tu trabajo mandálico. 
-Usar aromaterapia: un hornito quemador con algún aceite esencial, incienso, sahumerio
- Elegir música de alta vibración (musicoterapia)
- Activar la intención- emoción y acción de crear una realidad de bienestar, paz interna y relajación a través del mandala. 
-No juzgarse en el proceso creativo y dejar fluir todo lo que hay en el interior, permitiéndonos expresarnos con los colores, con la creatividad e intuición y que sea todo en presente. 
-Al terminar, cerrar la experiencia mandálica escribiendo un título al trabajo (opcional), fecha tu mandala, así llevar el registro de todo el viaje armonizador. 
-En un cuaderno de notas u hoja de registro escribir lo que se sintió para  liberar y canalizar emociones. 
-Agradecer tres veces por vivir la experiencia sanadora y espiritual. 
En cada pincelada de nuestro mandala dejamos la mente a un lado sin la preocupación de tener que hacer algo original y dejamos que sea nuestro instinto quien guíe el pincel. María Inés Varela, propone la imagen del tetris para pensar cómo se van acomodando estas piezas que uno va dibujando y coloreando “sin pensar, en automático”. Esta “construcción”, este “microcosmos” nos devuelve la imagen de la persona en ese momento determinado. “Quizás en este efecto inmediato del mandala radique una de las claves de su poder: reeducarnos frente a las exigencias omnipotentes del ego”, explica Osnajasnki. Como decíamos en un principio, el gran interrogante es si decidimos innovar o colorear un diseño ya dado: seguramente seremos cautivados por ambos caminos. Tanto con los colores, como con los diseños y los materiales, damos paso a la intuición, haciendo a un lado el cálculo y la lógica. Así, si nos lo permitimos “será la intuición la que nos guíe y la que de algún modo devela eso que tanto estamos necesitando ver, sentir, comunicar”. 
Entre los miles de tipos de mandalas existen los tejidos con lana. Estos mandalas son diseñados y realizados como una suerte de telaraña que desde el centro convoca a la reflexión: son los propios mandalas los que nos dirán cuándo concluirlos dando lugar a ese momento de observación y contemplación que resulta tan especial. Surge así el impulso de “…reducir los misterios mandálicos a fórmulas psicologistas no exentas de un mecanicismo pueril”. Una vez terminados, los mandalas, se muestran ante nosotros como “… máquinas para hacer ver y para hacer hablar”. La práctica con mandalas, nos explica Varela, refleja lo que uno quiso contar de uno mismo. Esta posibilidad del decir, es entendido como el “mensaje” que cada uno se está dando en ese “aquí y ahora”. 
A la hora de colorear mandalas existen dos maneras de hacerlo: de dentro hacia fuera, lo que significa que es necesario exteriorizar las emociones, y al revés, que quiere decir que buscamos el equilibrio y profundizar en nuestro interior. También se relaciona la elección de dibujos más geométricos con las personas que necesitan mayor orden. Por otra parte, los colores que se usan hablan del estado anímico de cada persona. Los mandalas tibetanos, hindúes, celtas o americanos ayudan a relajarnos, pero después están los que cada uno diseña con la idea de profundizar en el conocimiento de uno mismo”, precisa Ahimsalara Ribera, autora de La sanción con los Mandalas. Ribera propone escoger los colores con los ojos cerrados y que una vez hayamos finalizado el mandala se dedique un tiempo a observar con una mirada introspectiva, qué nos evoca, qué formas predominan, qué colores se repiten. Algunos terapeutas atribuyen un significado a cada color que se utiliza en el mandala. “Desde mi metodología no sólo cada color tiene una función específica, sino que también el lugar donde se coloca en el mandala ese color posee un significado. Así; en algunos casos –según lo que busquemos modificar– es más recomendable usar tonos primarios (rojo, amarillo y azul); en otros casos, los colores secundarios (naranja verde y violeta); o bien los terciarios, que son la suma de dos colores más un tercero”, asegura Ribera. Algunos de los posibles significados asociados a cada color, aunque este varía en función de sus experiencias y de su imaginario: BLANCO: Símbolo de vacío, de pureza y de iluminación  NEGRO: Misterio, limitación y bloqueo. GRIS: Renovación, neutralidad y sabiduría. ROJO: Vitalidad, pasión, sensualidad y fertilidad. AZUL: Ayuda a relajar e induce a la calma, espiritual, satisfacción y alegría. VERDE: Se asocia a la sanación, de efecto tranquilizante. Se relaciona con lo sensorial, la naturaleza , el equilibrio y la esperanza. AMARILLO: Sol, luz y receptividad. Se relaciona con el intelecto y por eso dicen que es útil para ambientes de trabajo, pues estimula la creatividad. NARANJA: Aporta vitalidad y energía. Expresa ternura, valor, calidez y alegría. MORADO: Amor al prójimo, idealismo y sabiduría. ROSA: Feminidad, altruismo y dulzura. 
NO TENER EXPECTATIVAS SOBRE EL RESULTADO Eso marca realmente la diferencia entre muchas de las tareas que realizamos a lo largo del día en las cuales siempre ponemos objetivos y exigencias que nos constriñen y limitan nuestra libertad y creatividad. “Es vital pues pintar un mandala sabiendo que no es un examen. Para las personas muy autoexigentes, pintar a veces supone un desafío, pues si el resultado no es el esperado pueden frustrarse y sentirse mal o criticarse. Aprender a aceptar el resultado, sea cual sea, nos ayuda en la vida a ser más compasivos con nosotros mismos y con los demás”, asegura Anna Freijomil . “Incluso si los dibujamos realizándonos previamente una pregunta previa a la que queremos dar una respuesta es importante no colocar grandes expectativas y procurar disfrutar ante cada dibujo y centrarnos en esto. Con la práctica regular, este hábito que puede parecer solo creativo, se convierte en una técnica que nos ayudará a calmar la mente y a aprender más sobre nosotros mismos, e incluso ayudará a detectar síntomas físicos y psicológicos. Por ejemplo, cuando dibujamos árboles dentro del mandala que es el símbolo del cuerpo humanos y de la vida, de lo materno”
ELEGIR BIEN EL AMBIENTE EN EL QUE PINTAMOS “Hay personas que prefieren pintar de noche cuando ya han acabado sus tareas. Otras prefieren hacerlo con la luz del sol. No hay un momento perfecto único e ideal. Se trata de que sea el mejor momento para ti. Crear ese momento único se puede convertir en un ritual íntimo que te dedicas al preparar la mesa para pintar, hacerte un té, poner un incienso o música... En definitiva, una forma de preparar el encuentro o conexión contigo misma/o. Y eso merece todos los detalles y mimos”, precisa Anna Freijomil.
PINTAR EN SILENCIO “La música muchas veces es una buena musa para los pintores, pero a menudo cuando estamos en silencio exterior, oímos más nuestro ruido mental interior. Aprender a tener la mente en calma es un ejercicio espiritual muy necesario pues nos ayuda a focalizar la intención y a no desviarnos de ella. Es aconsejable entrenar la mente como el arquero que apunta con su flecha para dar en el blanco. Nos servirá para cualquier objetivo que nos marquemos en nuestra vida”, aconseja Anna Freijomil.
Pintar un mandala ya es un acto meditativo, pero también podemos meditar observando la obra terminada o imaginando cómo va a quedar cuando la terminemos. En situaciones de estrés, la energía sube a la mente, los pensamientos se aceleran y se descontrolan, tomando la forma de preocupaciones. Con este panorama, las soluciones no salen a la luz, ni queda espacio para la satisfacción. El remedio es desengancharse de la rueda de pensamientos negativos. Mediante la meditación –en este caso a través del mandala– se aprende a acceder a un lugar neutral desde donde observar con serenidad. Una de las causas más frecuentes de estrés es la voluntad de controlarlo todo. Esta meditación te ayudará a desactivar este mecanismo, lo que representa un aumento de la confianza de los demás y en la vida. Estudios científicos indican que las personas cuya espiritualidad les lleva a creer en la existencia de una conciencia o inteligencia cósmica sienten menos angustia.
Cuelga un mandala en la pared a la altura de los ojos cuando estés sentado. Las formas y colores de los mandalas aportan orden y equilibrio a la mente. Respirando lenta y profundamente, recorre con la mirada el borde del círculo y deja que vaya progresivamente hacia el centro, siguiendo una espiral imaginaria. La mirada debe sobrevolar la imagen, sin detenerse en analizar símbolos ni colores. También podemos meditar antes de pintar o incluso meditar observando el mandala imaginando como queremos pintarlo antes de hacerlo, es una buena práctica de visualización que ayuda a nuestro cerebro a no dispersarse y hará más fácil la creación real posterior 
MANDALAS DIFERENTES PARA CONECTAR CON LA NATURALEZA
UTILIZAR EL COLLAGE PARA VISUALIZAR “Una idea es realizar un mandala donde pintes libremente todo aquello que deseas ver realizado en tu vida. Puedes utilizar la técnica del collage y recortar y pegar fotografías de revistas que transmitan aquella emoción deseada, que representen la de lo que para ti es la felicidad. Se puede representar por ejemplo si deseas tener pareja cómo te gustaría que fuera. Yo lo utilizo en mis talleres de Mandalas para la ley de atracción y sorprendentemente a veces funciona! La actitud positiva también ayuda”, asegura Freijomil. 
INCORPORAR ELEMENTOS NATURALES Diseñar nuestro mandala con elementos naturales durante un paseo por el bosque o cerca del mar –si las circunstancias lo permiten– reuniendo hojas, palos, piedras, conchas, ramas y todo aquello que encontremos y nos llame la atención. Crea un mandala único e irrepetible para dejarlo allí como un acto de ofrenda a la madre naturaleza que tanto nos da. Después vete. Se trata de un arte efímero, como el mandala Kalachakra de los budistas con arena diminuta de colores que, una vez acabado, destruyen. Es una forma de practicar el desapego porque, según el budismo, no debemos apegarnos ni a la belleza. Y es una sociedad en la cual las personas basan su felicidad en los apegos. Es urgente conectar con el sentido de lo sagrado que nos facilitan los mandalas y centrarnos en tener paz física, mental, emocional para, juntos, cuidar el mejor de los mandalas que existe, nuestro planeta” concluye Anna Freijomil.
Pintar flores favorece el surgimiento de los estados de ánimo positivos. Los mandalas –y las flores– son psicogramas, es decir, esquemas donde la diversidad de todo lo existente se funde en el centro en una consciencia absoluta, entera y luminosa que brilla en lo profundo de nuestro ser.  La flor como mandala facilita el acceso a la «flor de oro», concepto del taoísmo chino equivalente a la piedra filosofal de la alquimia europea. Sería nada menos que el gran secreto que explica la generación de la vida y la conciencia, según el psicólogo Carl G. Jung.
De acuerdo con una investigación realizada a lo largo de diez meses en la Universidad del Estado de Nueva Jersey (Estados Unidos) y dirigida por la psicóloga Jeannette Haviland-Jones, las flores favorecen la aparición de emociones positivas, potencian la sensación de satisfacción con la vida y mejoran el comportamiento social de las personas. Haviland-Jones concluyó que «las flores son un modulador eficaz y natural de las emociones». Todos los participantes mostraron auténticos sentimientos de gratitud y alegría al recibir flores como regalo, pero los efectos no se limitaban al momento: la presencia de flores en un espacio mejora el estado de ánimo de las personas a lo largo del tiempo. 
El impacto de las flores tiene que ver con su belleza. Pero lo bello lo es porque nos transmite algún mensaje. Dicen que entre los animales, los seres humanos incluidos, la belleza física informa de la perfección genética del individuo. Desde el punto de vista de la botánica, la flor es el órgano sexual de la planta y representa su esfuerzo por llamar la atención de los insectos y ofrecerles un alimento sabroso. Pero también podrían ser consideradas como puntos de especial concentración de energía más sutil –donde se hiciera más «visible» el «éter», el aire alto, puro y brillante que respiran los dioses, alma del mundo y fuente de toda la vida, según los antiguos griegos–, como lo sugiere la intensidad del perfume y el colorido que se aprecia en ellas. 
CONCLUSIONES
La investigación sobre el mandala sólo se puede llevar a cabo valorándolo como un símbolo universal y espiritual que trasciende cualquier tipo de entendimiento lógico y racional. Su comprensión más profunda es imposible abordarla desde el lenguaje, puesto que los símbolos no pueden ser explicados racionalmente sino comprendidos de una manera más intuitiva desde otros ámbitos de nuestro ser. Su significación hay que entenderla de manera sintética y holística puesto que sugieren o evocan más que expresan en términos acotados. 
El significado de una gran mayoría de obras de arte no se traduce en una interpretación o conceptualización única y se manifiesta en términos de ambigüedad, complejidad, polisemia y poiesis. A través de una obra de arte, en su dimensión simbólica, el ser humano es capaz de traspasar las fronteras de la lógica y conectar con su parte más intuitiva, con su yo más sagrado, sin darle tanto protagonismo al conocimiento racional que es el que impera en la sociedad actual. 
Todos los símbolos, como muchas obras de arte, nos remiten a objetos o realidades del mundo conocido que sugieren algo desconocido que puede entrar incluso dentro del ámbito de lo inefable y del misterio. En este sentido habría que subrayar la cualidad que tienen tanto el arte en general como el símbolo del mandala en particular de ser capaces de trascender de alguna manera el tiempo y el espacio. Pueden convertirse en una especie de epifanía y en una cartografía del alma que se abre camino en el tiempo hacia lo absoluto, manifestando un sentido poético, filosófico y espiritual. 
En la creación artística de varias culturas y sociedades podemos descubrir símbolos como el mandala cuyos enigmas inciden en la movilización de la energía que en cierta medida guardan condensada y que funcionan como microcosmos que reproducen la dinámica del macrocosmos. Su creación manifiesta nuestra necesidad de formar parte de algo completo, de un Todo transpersonal. Los mandalas son imágenes que surgen desde un impulso inconsciente de reunirnos con la unidad que también somos.
El mandala está íntimamente relacionado con nuestra realidad interna y hay que entenderlo como una expresión plástica del propio centro interior. Es una representación simbólica que muestra el desarrollo psíquico e individual de las personas. El ser humano tiende a buscar su realidad más profunda, a explorar una naturaleza más allá de lo material en su interior y el arte es una de las vías más importantes para la búsqueda del Sí-Mismo, arquetipo que integra todos los contenidos psicológicos del individuo y que da sentido a la vida. Se trata de un movimiento de concentración, porque el hombre tiene la propensión a reintegrarse en la Unidad Primordial. El diagrama mandálico, como la espiral o el laberinto, se convierte en un camino o mapa psicológico y espiritual que nos conduce hacia el conocimiento de nuestro Sí Mismo, como una parte de nuestra realidad que abarca todo el ser humano, la psique consciente y la inconsciente.
La creación de mandalas tiene un aspecto terapéutico y hoy en día podemos conocer el valor que tienen estos símbolos como instrumentos de autoconocimiento y exploración personal. Su efecto terapéutico está empíricamente demostrado y representa un eficaz intento por reconciliar los opuestos: el mandala actúa así como puente entre estas divisiones. Este símbolo espiritual es una herramienta para el conocimiento del ser humano, que de forma holística nos aporta algunas respuestas tanto a nivel individual como a nivel social. El término mandala y su práctica están presentes tanto en los campos de la terapia y la psicología como en el arte y la educación. Este símbolo de totalidad representa el proceso de la asimilación de relevantes elementos que se alojan en nuestro inconsciente, es la expresión del macrocosmos dentro de la persona.
Es real que los mandalas contienen infinitas interpretaciones que son resultado de diversos factores y si bien no es lo principal, hay una “búsqueda de significado intelectual o psicológico en todo lo que hacemos, y olvidamos que las expresiones del alma pertenecen a otra esfera: una en la que la meta es el camino”. Cada mandala “constituye una vía simbólica de aprendizaje existencial” y “puede conectarnos con todo aquello que creemos no saber y que, sin embargo, sí sabemos”.
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samaynuna · 2 years
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Pienezza significa “Plenitud” en italiano. Lograr la plenitud en los ámbitos importantes de nuestra vida diaria es la finalidad de este proyecto holístico; integrar cuerpo y alma para alcanzar la plenitud.
En gabinete, ofrecemos servicios de masoterapia, reflexología y terapias holísticas como Reiki, Flores de Bach y Auriculoterapia. 
Para lograr bienestar físico, ofrecemos clases de Yoga, Pilates Mat, Streching, y para el bienestar mental Meditación Mindfulness.
Y como sabemos por experiencia que la sanación y el reequilibrio personal se logran con la práctica y experimentación diarias, en Pienezza se pueden tomar cursos presenciales y online sobre temáticas para la evolución espiritual, como Maestría en Reiki Usui, angeología, chakras, arteterapia con mandalas, meditación activa mediante el arte y muchas más técnicas que se van sumando progresivamente. 
Soy un Ser Soberano. Victoria de la Luz. 
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