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20/06/18

La lluvia me recuerda a casa. Esa donde crecí y viví hasta hace un par de años; esa en la que podía jugar sola y divertirme como si tuviese la compañía de 100 amigos; esa en la que siempre encontraba algo nuevo enterrado y, por lo tanto, un nuevo juguete. Esa en cuyo patio siempre hubo amigos no humanos, donde nacieron algunas decenas de perros, en donde corrían pollitos detrás de mamá gallina, hotel de gatos, cementerio de perros, donde alguna vez hubo gansos, uno que se enojaba si te acercabas a su pareja y te perseguía para picotearte. Esa donde aprendí a amar a los animales.

Esa casa que compartí con las mejores personas que he conocido: mi familia, integrada por mamá y hermanos... y a veces papá.

Siempre amé mi casa. Tenía algo que hacía querer a todos estar dentro de ella. Era la casa donde a mis amigos de la infancia les gustaba hacer las tareas de la escuela.

Aunque era imperfecta y no contaba con todas las comodidades, sabía toda la riqueza que había en ella: extenso patio, árboles frutales, plantas de mamá, canto de aves, guarida de animales indefensos, las mejores vistas nocturnas de cielos estrellados y luna, ningún vecino salvo una escuela primaria y un arroyo que solía tener tortugas... amaneceres que se colaban por una ventana, despertadores en forma de plática entre pájaros, veladas amenizadas por insectos nocturnos, jardín de luciérnagas, y uno que otro susto con la aparición de ciertos reptiles y arácnidos... aprendí tanto en esa casa. Conocía de todo un poco. Plantas, animales, fenómenos naturales, y peculiaridades según la temporada.

Un día, ya grande, le pedí a mi papá que me enseñara (y ayudara) a sembrar maíz. Yo quería tener elotes en mi casa. Fue a la tienda y compró granos de maíz, los “mejores” que pudo encontrar y con una barra comenzó a trabajar la tierra. “... de 3 a 4 granos en cada pozo” me indicó. Parecía que me había tocado la parte más sencilla del trabajo: 3, 4 granos y cubro el hoyo con tierra que echo con mi pie, pero ese día terminé agotada. Mi papá se rió de mí cuando me miró tirada en la cama.

Valió la pena, fue una buena cosecha sin fertilizantes. Tuve lo que “la tierra quiso dar” así decía mi madre, quien me ayudaba a darles más tierra para que se fortalecieran los tallos que poco a poco iban creciendo.

No hay maestría ni doctorado que me pudiese haber enseñado un poquito de lo nimia que aprendí.

Mi madre es la meteoróloga por excelencia, una combinación entre herencia de su papá, talento, experiencia, buena observación y miedo al temporal de lluvias. Ella sabe cuando una tormenta está cerca, cuando las nubes indican que hará viento o vienen cargadas de agua, sabe cuando es probable que el viento se lleve una lluvia que parezca inminente a caer. Identifica la temporada buena o mala para los agricultores. Es de esas personas que confía en las hormigas cuando éstas corren en filas con provisiones hacia su hormiguero. “Está por llover”, era la conclusión.

Fany 📝

Foto de Bombi después de un paseo bajo la lluvia 🐶🌧

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Funciono mejor en soledad, ¿les ha pasado? 🤔

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Y en estos casos ¿qué se hace? 😔💔

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Todos los animales merecen respeto ❤️😍🐛

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Y quizás el recuerdo de lo que no pudo ser es lo que nos mantiene aquí, cada quien con su cada cual a la espera de un nosotros en un futuro próximo.

Steph 📝

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"No sé cuantas vidas me faltan, pero en cada una, espero encontrarme contigo."

-Edgar Oceransky

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Un camino para perderse ¿o encontrarse? 🤔🍃⛰

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Señor Cerro de la Silla, Monterrey, Nuevo León, México. Hace 2 años me mudé a esta ciudad. ¡Es tan voluble! Pero a veces tiene sus días buenos, con hermoso caos a su alrededor. ☺️⛰🏙

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Esta imagen (robada) me recuerda a la persona que amo, ya que sin importar las dificultades (de cualquier tipo) que pudiese enfrentar, siempre hizo un esfuerzo para encontrarse conmigo aunque vivíamos en distintas ciudades. Sin esa determinación quizás el día de hoy no estuviésemos compartiendo nuestras vidas. 😍❤️ Steph.

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Volveran Las Oscuras Golondrinas - Bécquer

Ok, en mi primer post compartiré una de mis rimas preferidas de Gustavo Adolfo Bécquer.

No se duerman 🤗

🙃🙃🙃🙃🙃🙃🙃🙃🙃🙃🙃

Volverán las oscuras golondrinas

en tu balcón sus nidos a colgar,

y, otra vez, con el ala a sus cristales

jugando llamarán;

pero aquéllas que el vuelo refrenaban

tu hermosura y mi dicha al contemplar,

aquéllas que aprendieron nuestros nombres...

ésas... ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas

de tu jardín las tapias a escalar,

y otra vez a la tarde, aun más hermosas,

sus flores se abrirán;

pero aquéllas, cuajadas de rocío,

cuyas gotas mirábamos temblar

y caer, como lágrimas del día...

ésas... ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos

las palabras ardientes a sonar;

tu corazón, de su profundo sueño

tal vez despertará;

pero mudo y absorto y de rodillas,

como se adora a Dios ante su altar,

como yo te he querido..., desengáñate:

¡así no te querrán!