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#(Diego Fusaro)
anchesetuttinoino · 4 months
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lounesdarbois · 10 months
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Pour les Français qui aiment la France et pour nos amis Italiens.
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toscanoirriverente · 2 years
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Fusaro, il turbo-marxista che incanta i cattolici
Nelle invettive del filosofo contro la sinistra borghese c’è chi vede elementi di cristianesimo, senza accorgersi che i suoi maestri restano Hegel, Marx e Gramsci. Continue reading Fusaro, il turbo-marxista che incanta i cattolici
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jgmail · 2 years
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Diego Fusaro: el pensador del social-patriotismo
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Javier R. Portella 
Nos complace presentar hoy la entrevista que nuestros director, Javier R. Portella, ha efectuado al conocido pensador italiano Diego Fusaro.
Mi primera pregunta no puede dejar de lado la actualidad. ¿Qué piensa de la victoria de Giorgia Meloni y Fratelli d’Italia en las elecciones italianas de este 25 de septiembre?  ¿Comparte mi esperanza de que ello pudiera representar un inicio de ruptura con el actual orden (o desorden...) del mundo? ¿O teme, por el contrario, que nada fundamental vaya a cambiar?
Lamentablemente, no puedo compartir la esperanza de que se trate de una nueva etapa o de la promesa de una ruptura con el orden neoliberal dominante. Al fin y al cabo, la derecha neoliberal y atlantista de Giorgia Meloni representa perfectamente el sistema dominante, basado en la soberanía de los mercados y el imperialismo atlantista complementario. En este sentido, se equivocan al decir que el partido de Giorgia Meloni es un partido neofascista. En cambio, es un partido totalmente neoliberal que está al menos tan alejado del fascismo como la actual izquierda rosa y arco iris lo está del comunismo. El orden neoliberal actúa hoy como un águila con dos alas: tenemos el ala izquierda rosa del vestido, y luego el ala derecha azulada del dinero. La derecha y la izquierda neoliberales, supeditadas al capital, representan a los de arriba contra los de abajo, al capital contra el trabajo, a la globalización capitalista contra las naciones soberanas y democráticas. Por eso en Italia ha vuelto a ganar el Partido Único articulado neoliberal, con su alternancia sin alternativa. En el sexto canto del Purgatorio, Dante compara a Florencia con un enfermo que se vuelve a la derecha y a la izquierda de la cama para encontrar un alivio temporal a su propio sufrimiento: esto es lo que hacen hoy los pueblos de Europa, que se vuelven ahora a la derecha neoliberal y ahora a la izquierda neoliberal; por eso, el verdadero gesto revolucionario que hay que hacer consiste, en primer lugar, en superar la dicotomía de la derecha y la izquierda que beneficia únicamente a los de arriba para crear una nueva geografía política de los de abajo, es decir, del Pueblo de las clases trabajadoras de las clases medias.
En su impugnación, precisamente, del actual orden del mundo, usted es catalogado a menudo como “rossonero” (en español decimos “rojipardo”, aunque lo correcto, en España, sería decir “rojiazul”), lo cual, como ya ha quedado claro en su anterior respuesta, implica defender principios tanto de derechas como de izquierdas. De las de verdad, por supuesto: no los principios de la derecha liberal o de la “izquierda rosa”, como usted la llama. ¿Cuáles son dichos principios?
Digamos que “rossonero” es presentado por el discurso único políticamente correcto y éticamente corrupto... Por mi parte, me considero más allá de la izquierda y de la derecha, un alumno independiente de Hegel y Marx. Como escribí en mi libro Pensar diferente, "hoy es necesario tener ideas de izquierdas y valores de derechas, y por ideas de izquierdas entiendo la defensa del trabajo y la solidaridad, la comunidad y los intereses de las clases trabajadoras. Por derecha entiendo la patria y la familia, el honor y la trascendencia. Nada de esto se puede encontrar hoy en día ni en la derecha de un azul desvaído ni en la izquierda rosa neoliberal, que son simples apéndices de la cultura de la nada del capital cosmopolita.
Nuestras sociedades están marcadas por un profundo conflicto al que suele usted referirse con el término de “lucha de clases”. Mi pregunta es: junto a esta lucha de naturaleza fundamentalmente económica entre “los de arriba” y “los de abajo”, ¿no existe también otro conflicto que, de manera transversal, estremece los cimientos de nuestra civilización? Me refiero al conflicto entre, por un lado, quienes, impregnados de materialismo e individualismo, pretenden aniquilar el sentido y la belleza del mundo; y, por otro, quienes luchamos por defenderlo  y engrandecerlo?
La lucha de clases existe y, como dicen las propias clases dominantes, la están ganando en forma de masacre de clase en un solo sentido. La lucha de clases existe hoy en día, pero no en la forma en que Marx la pensó: la nueva composición de clases presenta de hecho en la cima el bloque oligárquico financiero capitalista, en la base la unión de la burguesía media y las clases trabajadoras. En palabras de Hegel, el amo global elitista frente al siervo nacional popular. Pero la diferente lucha de clases de nuestro presente tiene que ver también con el hecho de que no es sólo una lucha material y económica, como ciertamente lo es . También se trata de una lucha cultural y espiritual, porque el elitista Amo Global está enraizado en el relativismo posmoderno y nihilista, en la cultura de la cancelación y en el nuevo orden mental que refleja la nada de la forma mercantil globalizadora. El Siervo Nacional del Pueblo, en cambio, sigue enraizado en la historia y en la cultura, en la tradición y en la comunidad, en los lazos con los territorios y con las personas, con lo Sagrado y con la trascendencia, por lo que la lucha de clases es también una lucha cultural, que se presenta también como una lucha entre los flujos del territorio, y la regulación, entre la desregulación y las normas que pueden dar sentido al mundo y a la existencia. La llamada cultura de la cancelación, que no es una cultura del borrado, sino que consiste en borrar toda la cultura, es lo que mejor expresa la civilización de la nada de la actual clase plutocrática mundial, así como el movimiento de desarrollo del capital que precede como la nada de la conocida película y libro La historia interminable. Combatir en la lucha de clases hoy en día significa defender los intereses de las clases medias y trabajadoras, tratar de ir más allá de la cosificación del capitalismo; pero también tratar de detener el avance de la nada tecno-capitalista valorando nuestra civilización, nuestra historia, nuestra cultura. Por eso, hoy en día, defender a Platón y Aristóteles no es, para Dotti, un gesto aristocrático de bulto, sino el gesto fundamental de defender nuestra civilización.
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Sin acritud
Sin acritud
En Europa, se ha abierto el melón. Giorgia Meloni ha ganado las elecciones generales en Italia y se perfila como nueva presidente del Gobierno de aquella nación. Sus primeras declaraciones han sido: “Los italianos han mandado un mensaje claro, quieren un Gobierno de centro derecha guiado por Hermanos de Italia. Es una noche de orgullo, de reivindicación, de lágrimas, de sueños y recuerdos, que…
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falcemartello · 2 years
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Un tempo i giovani sognavano la società giusta, senza sfruttamento e con dignità del lavoro.
Oggi sognano i cessi senza genere.
Diego Fusaro
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"Una volta il filosofo Diogene stava cenando con un piatto di lenticchie. Per caso lo vide Aristippo, filosofo che trascorreva la vita negli agi, trascorrendo i suoi giorni a corte perché continuamente adulava il re. Disse Aristippo:
- Caro Diogene, se tu imparassi ad essere ossequioso con il re, non saresti costretto a dover vivere mangiando robaccia come lenticchie. Al che, Diogene gli rispose:
- E se tu avessi imparato a vivere mangiando lenticchie, ora non saresti costretto ad adulare il re!".
[Diego Fusaro]
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"Dugin merece crédito por ter levado para a Rússia, ou melhor, para a cultura acadêmica e popular russa, autores profundamente ocidentais e considerados 'indesejáveis' pelo então regime soviético nos anos anteriores, pensadores de vários tipos que se tornaram pontos de referência para ele em sua formação filosófica e política: da Alemanha, Friedrich Nietzsche, Martin Heidegger, Carl Schmitt, Gottlieb Fichte, Friedrich Hegel, Ferdinand Lasalle, Ernst Jünger, Ernst Niekisch, Oswald Spengler; do Reino Unido, Halford Mackinder; da França, Pierre-Joseph Proudhon, Alain De Benoist, Georges Sorel, Marcel Mauss, Serge Letouche, Roger Garaudy, Christian Jambet, Jean-Claude Michéa, René Guenon; do Brasil, Darcy Ribeiro; da Romênia, Mircea Eliade; da Itália, Nicola Bombacci, Antonio Gramsci, Curzio Malaparte, Julius Evola, Costanzo Preve, Massimo Cacciari, Giorgio Agamben, Diego Fusaro. Essa lista ampla, embora incompleta, de pensadores das mais diversas épocas, geografias e orientações era quase estranha ao mundo russo da produção cultural devido ao filtro ideológico imposto pela União Soviética, deixando inacabado o trabalho de metabolização, interpretação e comparação que pertence a toda cultura, especialmente no mundo globalizado". - Lorenzo Maria Pacini (Dugin e Platão)
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t-annhauser · 1 year
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De tranquillitate animi
C'è una frase pronunciata da un filosofo a me caro che dice più o meno così: è follia pensare di cambiare il mondo, sarebbe già tanto comprenderlo. La frase si riferisce al noto adagio marxiano "i filosofi fino ad ora hanno solo interpretato il mondo, ora si tratta di cambiarlo” tanto caro a Diego Fusaro, che notoriamente pensa che il mondo si possa cambiare, anzi, si deve (e in effetti la frase veniva rivolta personalmente a lui). Che il mondo non si possa cambiare non è per via che il capitalismo o chi per lui ce lo impedisce, il mondo non si può cambiare perché le cose accadono per come accadono, che possano accadere diversamente sulla spinta della volontà degli uomini è una fede che accomuna proletari e capitalisti, preti e comunisti, atei e credenti. Siamo in balia della necessità, inutile stressarci con l'angoscia kierkegardiana delle infinite possibilità di scelta, in realtà il mondo sceglie per noi, un filo ininterrotto lega tutte le scelte e tutte le vite degli uomini passati, presenti e futuri, un unico filo che tesse tutta la realtà. Che pace, che tranquillità.
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patoanacoreta · 11 months
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Globalización neoliberal, una nueva fe religiosa
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Diego Fusaro
Utlizando la sintaxis de Gramsci, existe ideología cuando “una determinada clase tiene éxito en presentar y hacer aceptar las condiciones de su existencia y de su desarrollo de clase como principio universal, como concepción del mundo, como religión”.
El clímax esbozado por Gramsci resulta del todo pertinente si se hace referencia a la ideología de la globalización como una naturaleza desde siempre dada, irreversible y fisiológica (globalismus sive natura). Ella misma, en el marco del Nuevo Orden Mundial posterior a 1989 y de aquello que se ha definido como «el gran tablero de ajedrez», se presenta a todos los efectos como un «principio universal«, porque es indistintamente aceptada en todas las latitudes del planeta (es lo que podríamos denominar la globalización del concepto de globalización) y, al mismo tiempo, es también asumida desde el polo de los dominados, que debieran oponerse a ella con la máxima firmeza. Se plantea como una verdad indudable y universalmente válida, que sólo pide ser ratificada y aceptada conforme a la modalidad de una adaequatio a la vez cognoscitiva y política.
La globalización se muestra entonces, como una «concepción del mundo«, es decir, como un sistema articulado y omnicomprensivo, porque se ha venido estructurando bajo la forma de una perspectiva unitaria y sistemática, centrada en el cosmopolitismo desnacionalizante y en la eliminación de toda limitación material e inmaterial a la libre circulación de mercancías y personas mercadizadas, a los flujos de capital financiero líquido y a la extensión infinita de los intereses competitivos de las clases dominantes.
Por último, toma la forma de una «religión«, porque se la vive cada vez más como una fe incuestionable y en gran medida situada más allá de los principios de una socrática discusión racional: quienquiera que no acepte de forma irreflexiva y con credencial fideísta el nuevo orden globalizado será inmediatamente condenado al ostracismo, silenciado y estigmatizado por la policía lingüística y los gendarmes del pensamiento como un hereje o como un infiel, que amenaza peligrosamente la estabilidad de la catequesis mundialista y sus principales artículos de fe (libre circulación, apertura integral de toda realidad material e inmaterial, competitividad sin fronteras, etc.). La globalización coincide, pues, con el nuevo monoteísmo idólatra del mercado global, propio de una época que ha dejado de creer en Dios, pero no en el capital.
En términos generales, la globalización no es otra cosa que la teoría que describe, refleja y, a su vez, prescribe y glorifica el Nuevo Orden Mundial clasista post-westfaliano, que surgió y se estabilizó después de 1989 y -para retomar la fórmula de Lasch- se elevó ideológicamente al rango de verdadero y único cielo (true and only heaven). Tal es el mundo enteramente subsumido bajo el capital y bajo el imperialismo americano-céntrico de los mercados de capitales privados liberalizados, con colateral exportación de la democracia del free market y el free desire, y de la antropología del homo cosmopoliticus.
El poder simbólico del concepto de globalización es a tal punto invasivo que, literalmente, hace imposible que cualquiera que se atreva a cuestionar el concepto acceda al discurso público. Es, en este sentido, más similar a una religión de credo obligatorio que a una teoría sujeta a libre discusión y a una hermenéutica incardinada en la razón dialógica.
A través de unas categorías convertidas en piedras angulares de la neolengua capitalista, cualquier tentativa de frenar la invasividad del mercado y de impugnar el dominio absoluto de la economía globalizada y americano-céntrica es demonizada como «totalitarismo», «fascismo”, «estalinismo» o hasta “rojipardismo”, la síntesis diabólica de las anteriores. El fundamentalismo liberal y el totalitarismo globalista de libre mercado evidencian también su incapacidad para admitir, incluso ex hypothesi, la posibilidad teórica de modos alternativos de existencia y producción.
Cualquier idea de un posible control de la economía y de una eventual regulación del mercado y de la open society (con despotismo financiero incorporado) conduciría indefectiblemente, según el título de un conocido estudio de Hayek, hacia el “Camino de servidumbre» (to serfdom). Hayek lo afirma sin eufemismos: “el socialismo significa esclavitud”.
Obviamente, el teorema de von Hayek y sus acólitos no tiene en cuenta el hecho de que el totalitarismo no es sólo el resultado de la planificación política, sino que también puede ser consecuencia de una acción concurrencial privada de normas políticas. En la Europa presente, dicho sea de paso, el peligro no debe identificarse con el nacionalismo y el retorno de los totalitarismos tradicionales, sino más bien con el liberalismo de mercado hayekiano y con la violencia invisible del sutil garrote de la economía despolitizada.
Por lo tanto, resulta imperativo descolonizar el imaginario de las concepciones hegemónicas actuales sobre la globalización y tratar de redefinir sus contenidos de una forma alternativa. Para ello, es necesario volver a entender marxianamente las relaciones sociales como móviles y conflictivas, allí donde la mirada anegada de ideología únicamente registra cosas inertes y asépticas, rígidas e inmutables. En otras palabras, es necesario deconstruir la imagen hegemónica de la globalización, mostrando su carácter no neutral, sino clasista.
Cuando se analiza desde la perspectiva de las clases dominantes globalistas, la mundialización puede, en efecto, parecer entusiasmante y muy digna de ser elogiada y potenciada.
Por ejemplo, Amartya Sen la celebra con la mayor insistencia por su mayor eficacia en la división internacional del trabajo, por la caída de los costes de producción, por el aumento exponencial de la productividad y -en una medida decididamente más cuestionable- por la reducción de la pobreza y la mejora general de las condiciones de vida y de trabajo.
Baste aquí recordar, en un primer vistazo al nuevo milenio, que Europa registra 20 millones de desempleados, 50 millones de pobres y 5 millones de personas sin techo; y todo esto mientras, en los últimos veinte años en esa misma Europa, los ingresos totales han aumentado en una proporción comprendida entre un 50 y un 70 por ciento.
Esto confirma, de un modo difícil de refutar, el carácter de clase de la mundialización y del progreso que esta genera. Desde la perspectiva de los dominados (y, por tanto, vista «desde abajo»), se identifica con el infierno muy concreto de la nueva relación de poder tecnocapitalista, que se consolidó a escala planetaria después de 1989 con la intensificación de la explotación y la cosificación, del clasismo y el imperialismo.
A esta duplicidad hermeneútica, que preside la duplicidad de clases en el fracturadísimo contexto post-1989, remite el interminable debate que ha interesado y continúa interesando a los dos focos de esta contraposición frontal: de una parte, a los apologistas de la globalización; y de otra, a cuantos están ocupados en la elaboración del cahier de doléances del mundialismo.
Los primeros (a los que en su conjunto se les puede llamar «globalistas», a pesar de la pluralidad caleidoscópica de sus posiciones), exaltan las virtudes de hacer del mundo un mercado. Por el contrario, los segundos (que coinciden sólo parcialmente con aquellos que el debate público ha bautizado con el nombre de «soberanistas»), enfatizan las contradicciones y el carácter eminentemente regresivo respecto del marco anterior centrado en las soberanías nacionales.
En pocas palabras, y sin ahondar en los vericuetos de un debate prácticamente inmanejable por la cantidad de contenidos y diversidad de enfoques, los panegiristas del globalismo insisten en cómo la globalización extiende la revolución industrial, el progreso y las conquistas de Occidente al mundo entero; o lo que sería lo mismo, el modo en que “universaliza” los logros de una humanidad de alguna manera entendida como «superior» y, por tanto, con derecho a organizar la «fila única» del desarrollo lineal de todos los pueblos del planeta.
Aún los autores más sobriamente escépticos sobre el valor axiológico de la mundialización, como Stiglitz, parecen sufrir una tan magnética como, en última instancia, injustificada atracción hacia la obra de convertir el mundo en un mercado. En opinión de Stiglitz y su optimismo reformista, éste proceso, que al mismo tiempo también “planetariza” la desigualdad y la miseria capitalistas, merece no ser abandonado debido a los desarrollos y cambios a que pudiera dar lugar.
Fuente: https://geoestrategia.es
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crazy-so-na-sega · 1 year
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Continuano a venderci con zelo la barbarie per il progresso.
-Diego Fusaro
-----financo Diego Fusaro ogni tanto ha ragione...eccheccaxx...... !
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lounesdarbois · 9 months
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toscanoirriverente · 2 years
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jose-rossetti · 1 year
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Guarda "ABBANDONATO dalla NATO. Meluzzi, Fusaro, Rocchesso, Legni" su YouTube
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salvo-love · 1 year
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https://www.byoblu.com/2023/04/26/sostituzione-etnica-no-sostituzione-di-lavoratori-a-basso-costo-controvento-di-diego-fusaro
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